1947: Armillita habla acerca de
él mismo, anuncia su retiro y expone su tauromaquia
Armillita, Domingo Ortega y Manolete (Lima, Cª 1946) |
Recojo aquí lo dejado pendiente ayer y presento la conclusión de la entrevista concedida por Armillita a El Tío Carlos en abril de 1947:
Veinte años de toros y de toreros
“La alternativa, usted sabe – continúa Fermín, animándose con su propio relato – la tomé en la temporada 1927 – 28. Apenas dos años antes se había ido Gaona y Pepe Ortiz acaparaba la atención. Con él fue la primera pelea en aquella época”.
“En 28 fue a España por primera vez, ya como matador de toros. Tuve éxito y pude torear 47 corridas; al año siguiente, en 29 bajé a 25 por haber aflojado un poco en los finales de la temporada anterior. Alternaba entonces con “Chicuelo” que estaba en su mejor época; con Villalta, Vicente Barrera y Marcial Lalanda, con “Gitanillo de Triana” el primero”.
“Mi consagración definitiva en España, vino en el año de 1934, peleando con Ortega. En México considero que la consagración fue en la temporada 1936 – 37, la siguiente después de que se rompieron las relaciones taurinas con España. En esa temporada tuve aquella tarde – una de las más completas de mi vida – en la que con toros de San Mateo, corté orejas y rabos a mis tres toros y una pata al que se llamó “Pardito”. Alternaba con Lorenzo Garza, mano a mano”.
Las mejores faenas de Fermín, según él mismo
Hemos preguntado a “Armillita” cuáles son las faenas suyas que más le han satisfecho durante veinticinco años. Y responde.
“En España, recuerdo como la que más me satisfizo la lidia completa que le di a un toro de Aleas llamado “Centello”, en la plaza de Madrid, el año de 1932, alternaba con Bejarano y Fortuna. La temporada me había pintado un poco mal. Pero salió ese toro y desde la capa hasta la estocada, le hice lo que se me vino en gana y a todo mi gusto. Aquello me abrió las puertas en todas las plazas”.
“Acá en México, las faenas que considero mejores son las de Clarinero de Pastejé; la de Arpista, con la que gané la Oreja de Oro en 1937; la de Tapabocas, la de Hurón”.
Y aparecen naturalmente Pituso y Nacarillo.
Aparecen en la charla y en la realidad. Porque casi simultáneamente a la mención de ellos, irrumpen en el recinto Pituso y Nacarillo en figura corporal. Son un gato pardo y un perrillo blanco a los que Fermín ha bautizado con los nombres de sus dos últimas faenas. Los dos “inmortales” trepan por el pantalón del saltillense, “Armillita” los acaricia distraídamente conforme opina:
“Hay diferencia entre la faena de Pituso y la de Nacarillo, en razón de los mismos toros con los que fueron hechas. Con Pituso había que torear más desde media faena en adelante; con Nacarillo, al contrario, fue preciso torear más desde el principio hasta media faena”.
“Y esto porque Pituso – que tenía muy buen lado izquierdo – fue a menos y hubo que consentirlo más; mientras que Nacarillo comenzó mal – con estilo de manso – y dio la casualidad que se fue asentando conforme avanzaba la faena, hasta que acabó embistiendo con muy buen estilo”.
¿Y fue por casualidad? Interrumpimos.
“Ya ve Usted que hay toros que se cambian así – contesta el saltillense y prosigue –. Sin embargo, estuve más a gusto con Nacarillo, Es el toro al que le he dado más naturales en toda mi carrera. Y sobre todo, vino en un momento en el que el público parecía creer que yo ya no daría más de mí. Por Nacarillo volvieron a creer en mí y esto me satisfizo”.
Los mejores toreros que ha visto
¿Y como aficionado, cuáles son toreros que más le han gustado en estos veinte años?, preguntamos.
“Entre los mexicanos, Gaona – responde Fermín –. Lo vi en la temporada de su despedida. Y creo que México no ha tenido otro torero como ese…”
“Entre los españoles, Belmonte, al que vi en su última época; Chicuelo, que era finísimo y Domingo Ortega, que ha sido el torero más sereno frente a los toros. Ninguno tiene su tranquilidad”.
“Finalmente – dice Fermín –, Manolete. Como aficionado, es un torero que me entusiasma. Me entusiasmó desde la primera vez que lo vi. Y creo que no ha habido torero como él; aguanta a todos los toros y a todos los toros les hace lo mismo”.
“Y esto, que es muy fácil de decir, es lo más difícil que hay en el toreo. Porque todos los toros son diferentes, y hacerles a todos los toros de todos los estilos la misma faena, es algo muy grande”.
La doctrina taurómaca de Fermín Espinosa
Hemos llegado a un punto especialmente interesante. Queremos saber qué es el toreo para Fermín Espinosa y cuáles son los principios de su tauromaquia. Y hemos preguntado:
Usted que ha competido con toreros tan diferentes como Ortiz y Manolete, como Chicuelo y Ortega, y que ha visto tantos estilos diferentes de torear, ¿puede decirnos que diferencias encuentra entre el torero de hace veinte años y el de ahora?
“Entonces no se toreaba tan cerca como hoy. Entonces se peleaba más con el toro. Y es que el animal con cinco años o más y en plenitud de facultades, no permite que el torero se quede quieto tres veces seguidas. A la tercera vez que el torero se quede parado, lo coge”.
“Porque el toro de esa edad y de esas facultades, tiene lo que se llama sentido. Es decir: que el toro aprende, que quiere coger. Uno lo siente muy bien en el ruedo cuando está uno frente a un toro así. Sabe uno que si da el tercer pase, se lo lleva el toro. Y hay que cambiar de táctica”.
“Pero descontando eso, hoy se torea más cerca y mejor que nunca”.
¿Qué es lo que le ha permitido a Usted luchar veinte años y enfrentarse con tanto éxito a los más diversos estilos de torear?
“Si no se entiende una cosa – contesta seguro y claro Fermín – no se puede dominarla. Y si no se domina, no hay verdad. Yo creo entender al toro y tener facultades para practicarlo. Esas son las razones en las que se ha fundado mi carrera. Con base en eso, me he amoldado a todos los estilos en las diferentes épocas”.
¡El dominio, el dominio!
Y aplicadas esas ideas a la lidia misma, ¿en qué principios se traduce? Hemos “cargado la suerte”.
“Lo primero es – dice Fermín – que no hay un toro igual a otro. Todos los toros son diferentes. Este es el hecho más extraordinario del toreo y en el que se debe basar todo lo demás. Hay ocasiones en que sale un toro bravo y que Usted en el tendido juzga como igual en estilo y bravura a otro que ha visto. Y sin embargo, Usted ve que el torero – tal vez el mismo que toreó con éxito a un toro semejante – no se acopla con el toro. A mí me ha pasado eso en ocasiones. Y es que no hay toros iguales. Todos los toros son diferentes y aquél que parece una copia de otro, es totalmente distinto.
“Lo segundo es el dominio. Si no hay dominio, no hay nada. Un torero se puede quedar quieto frente a un toro una y otra vez; pero si no está dominado, no hay verdad en aquello. Estará pasándose el toro a la trágala o exponiéndose a una cornada, pero toreando, no”.
“En el toreo se pueden hacer muchas cosas, pero lo importante, lo verdaderamente esencial en el toreo, es que todo lo que se ejecute se haga dominando”.
“Lo ideal – contesta Fermín – es el torero que pueda con todos los toro, que domine a todos los toros y que lo haga siempre con arte”.
El conflicto hispano – mexicano
Hasta aquí la doctrina taurómaca de Fermín Espinosa y el secreto de sus veinte años triunfales, explicados por primera vez a la afición a través de “El Gráfico”. Ahora, ya para cerrar la charla que ha discurrido por temas tan sustanciosos y tan útiles para la fiesta de toros, volvemos a lo inmediato. Hemos preguntado a Fermín si cree en el arreglo del conflicto taurino hispano – mexicano.
“Creo que se arregle – dice Fermín – pero no pronto, como se piensa. Entre consultas y aprobaciones, esto llevará unos tres meses”.
“Y es muy conveniente el intercambio – subraya –. A nuestro público le gusta el pique entre los de aquí y los de allá y nuestros toreros encuentran en España muchas oportunidades de desarrollarse”.
“¿En Usted – preguntamos – qué influencia tuvo España?
“En mí tuvo una influencia decisiva. No sé qué pasa en España, pero es un hecho que despierta más la afición del torero”.
“Creo – medita un poco – que ello se debe a esa cosa tan agradable que significa estar toreando todos los días. El torero no piensa más que en torear, no habla sino del toro y el ambiente es muy propicio para ello”.
“Esperar ocho días para vestir el traje de luces como nos pasa aquí, es muy malo. El torero baja de afición y aún de facultades. No está tan puesto con el toro como toreando a diario”.
“Por eso nuestros toreros dan más de sí en España. Yo lo he sentido siempre que he ido, Se hace uno torero a base de esa cosa indispensable que es la práctica. Tal es la razón por la que deseo el pronto arreglo de las diferencias”.
Y tras de anunciarnos que la de ayer fue la última corrida que torea en esta temporada, porque va a gestionar que se le cancele la del domingo próximo, Fermín y este Tío dan por terminada la grata charla.
Al final de cuentas, la ruptura de la que hablaba Armillita se restableció hasta 1951 y no unos meses después como presagiaba el Maestro; Silverio Pérez volvió a los toros en diciembre de ese mismo 1947 y sí, la última temporada que Fermín Espinosa hizo completa en la Plaza México fue la 1947 – 48, porque en abril de 1949 se despidió de los ruedos, según lo he contado aquí en esta misma Aldea.
Por otra parte, lo que relató a El Tío Carlos sobre el toro y el toreo, creo que sigue siendo la verdad puntual y valía entonces y vale hoy más que nunca, porque nos sirve como medio para deducir el deber ser de lo que sucede en la realidad que vivimos.
El hecho de que el calendario haya agotado sus hojas no significa que deje de ocuparme de la figura de don Fermín Espinosa Saucedo, que con su vida y con su obra, siempre dará lugar a que se pueda decir algo bueno e ilustrativo acerca de él.
Nota importante: Los resaltados en el texto transcrito son imputables exclusivamente a este amanuense.
Nota importante: Los resaltados en el texto transcrito son imputables exclusivamente a este amanuense.