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domingo, 17 de marzo de 2024

18 de marzo de 1979. El Pana recibe la alternativa en la Plaza México

El Pana junto a su cartel de alternativa
La asistencia más o menos continuada a los festejos taurinos nos permite en ocasiones, ser testigos de hechos que pueden marcar o cambiar el rumbo de la historia del toreo. Perdóneseme por hablar en primera persona, pero en esta oportunidad llega la ocasión de hacerlo acerca de algunos hechos vividos por este amanuense. Por motivos que aquí no vienen al caso, residí en la Ciudad de México de 1977 a 1981 y tuve la oportunidad de ver temporadas de novilladas y corridas de toros en la Plaza México y en esa etapa pude conocer de primera mano el desarrollo inicial allí de Rodolfo Rodríguez El Pana, desde aquel domingo 9 de octubre de 1977, cuando se le tiró de espontáneo a José Antonio Ramírez El Capitán en el cuarto novillo de la tarde, Pelotero de San Martín, con el cual, el hijo de Calesero realizaría al final de cuentas, una faena que es considerada una de las modélicas para un novillero en la historia de la gran plaza.

Esa tarde de Pelotero, me enteré por la cofradía que habitaba el balcón dos de sol donde me agregué desde mi primera entrada a esa plaza, que se trataba de un maletilla de Tlaxcala apodado El Panadero y que se dedicaba principalmente a recorrer la legua y a tirársele de espontáneo a quien fuera posible, ante la falta de oportunidades para torear.

Alrededor de año después, la temporada de novilladas del año 78 se inició después de que en las fechas previas dos novilleros, José Pablo Martínez y Gabriel de la Cruz hicieran una huelga de hambre a las puertas de la México. Arrancada la temporada, levantaron su protesta, pero el comentario generalizado era en el sentido de que el doctor Gaona nunca les daría una oportunidad, al menos en esa temporada concreta.

Pero la sorpresa llegó para el tercer festejo del ciclo, cuando se anunció una atípica novillada de selección como culminación de los festejos del Día del Novillero y en ella formaron cartel Rodolfo Rodríguez El Pana, Jesús Trigueros El Tabaco, Héctor de Alba El Pinturero, Longinos Mendoza y sorpresivamente, los huelguistas José Pablo Martínez y Gabriel de la Cruz, quienes enfrentarían un encierro de la debutante ganadería de Santa María de Guadalupe, propiedad del doctor Alfonso Castro Flores y que originariamente fuera fundada por el maestro Juan Silveti Reynoso.

La revelación del festejo fue precisamente El Pana, quien le cortó las dos orejas a Reyezuelo, el que abrió plaza y eso le valió para convertirse, en unión de César Pastor, en el eje de una temporada de festejos menores que es una de las verdaderamente importantes en la historia del llamado Coso de Insurgentes.

Rodolfo Rodríguez El Pana terminó siendo, tras de torear diez novilladas y un festival en ese año, el candidato natural a ser alternativado en la temporada grande siguiente, pero su grandilocuencia y su personalidad desenfadada le granjearon animadversión en el ambiente entre los profesionales. Escribe Daniel Medina de la Serna:

…le gustaba hablar y faltarle al respeto al pinto de la paloma; de hecho, las figuras le tenían decretado un boicot que se prolongó hasta el momento de encontrarle padrino para la alternativa…

Por su parte, el abogado y librero José Rodríguez Téllez – coloquialmente Pepe Rodríguez – expone en su extraordinaria obra El Pana, torero surrealista. Los inicios de una leyenda:

Se anunció la alternativa de “EL PANA” en primera página del periódico “El Redondel”, anunciándose al diestro como un “TORERO DE LEYENDA”, era su primera tarde corno matador de toros y ya era considerado ¡UN TORERO DE LEYENDA"… En esas condiciones cuesta arriba llegó “EL PANA” en la fecha 12 de la temporada a tomar la alternativa el día 18 de marzo de 1979, de manos de Mariano Ramos y de testigo Curro Leal, completando cartel el Caballero en Plaza Gastón Santos, quien abrió el festejo…

Así fue la manera en la que el doctor Alfonso Gaona dio cumplimiento a una regla no escrita de nuestra fiesta, que establecía que el triunfador del ciclo de novilladas anterior, recibiría como una especie de trofeo, su alternativa en la siguiente temporada de corridas de toros.

La corrida del 18 de marzo del 79

La crónica completa que he podido rescatar es la de Carlos León, quien en sus Cartas Boca Arriba publicada en el diario Novedades al día siguiente del festejo, dirigida en la ocasión a don José Ángel Conchello, proclamaba en su exordio lo siguiente:

Llamarse Rodolfo, como el inolvidable califa leonés, que fue el máximo Petronio de la fiesta nacional. Y apellidarse Rodríguez, como el ojiverde “Cagancho”, aquel gitano de leyenda, que a su vez encajó en el gusto de nuestro público como uno de sus ídolos predilectos. Y después de eso, salir a los ruedos desde una modesta tahona de Apizaco, donde en la paz provinciana, lejos del nublumo que envenena la metrópolis, aún se respira lo que López Velarde cantó en las tardes olfativas de su Suave Patria, “El santo olor de la panadería”…

Esa era la expectación que producía la presencia del toricantano que llegó en calesa o jardinera a la plaza y que por alguna razón hasta esas fechas solamente usaba vestidos bordados en plata o en pasamanería. Un torero que, como se deduce del párrafo del cronista, penetró profundamente en el gusto de la afición de la capital mexicana.

De su hacer ante los toros, sigue contando Carlos León:

Verá usted. “El Pana” se ha hecho matador de toros con el astado “Mexicano”, de la vacada de don Alfredo Ochoa Ponce de León, que ha enviado un lote muy bien presentado en cuanto a trapío y con varios de sus ejemplares de bondadosa bravura. Así fue el doctorado, estupendo para el torero, que no pudo con él. Con detalles sensacionales que provocaban un clamor, pero con torpezas que desataban las rechiflas. Pésimo con la espada llegó a escuchar un aviso, mientras se concedió arrastre lento al toro tan lamentablemente desaprovechado. Más tarde, con “Serenito” otro burel que vino de las dehesas de Zinapécuaro con más nobleza que un duque, tampoco pudo “El Pana” justificar la expectación que despertó su alternativa. Cierto que, tanto con el capote como con las banderillas y la muleta, ejecutó cosas que parecen imposibles, pero las hace. Mostró la clase, el aguante, su manera diferente de interpretar el toreo, pero otra vez la faena total se le escapó de las manos, a pesar de contar con otro toro de “Campo Alegre” que fue un dechado de boyantía y fue aplaudido en el arrastre, mientras para su matador hubo división de opiniones. Cosa encomiable, pues provoca pasiones, quedando en incógnita interesante lo que este singular matador pueda dar cuando madure…

Al final de cuentas, el peso de la púrpura superó la voluntad de El Pana. No estuvo absolutamente mal, pero se vio superado por las circunstancias de ese momento y quienes esperaban ver en la corrida de su doctorado una prolongación de los triunfos obtenidos en la temporada novilleril anterior, quedaron de alguna manera, defraudados.

Pepe Rodríguez, en su libro antes citado, lo resume de esta manera:

“EL PANA” recibió la borla de matador de toros con el toro “Mexicano” de Campo Alegre, con el que estuvo voluntarioso y bien a secas, sin lograr el triunfo grande, lo mismo sucedió con su segundo, sin nada digno que comentar, salvo la pasión que empezaba a despertar en los tendidos, unos apoyaban al toricantano, y otros no estaban convencidos de la torería de este diestro, lo que no se discutía era la personalidad del mismo…

La apreciación de Pepe Rodríguez, hecha en retrospectiva, refleja en una importante medida lo que sería una gran porción de la carrera de El Pana en los ruedos, la exposición de una personalidad arrolladora que muchas veces ocultaba al gran torero que llevaba dentro. Pasarían casi dos décadas de altibajos para que la personalidad y la torería encontraran su punto de equilibrio y pudiera eclosionar la figura del toreo que había anunciado ser desde ese domingo 6 de agosto de 1978 en una novillada de selección que nadie, quizás ni él mismo, esperaba.

En conclusión

Decía el pasado domingo, a propósito de otro genio, que el camino hacia la cima no está siempre pavimentado, sino que más bien es pedregoso y lleno de baches. El caso de El Pana que se tuvo que enfrentar a todos y principalmente a sí mismo, es otro ejemplo palpable de que eso es cierto. Ya cerca del ocaso de su andar por los ruedos es cuando pudo vivir el triunfo y su final, fue quizás el que él mismo hubiera esperado, en las astas de los toros. La fiesta es y seguirá siendo porque la nutren hombres como El Pana.

domingo, 4 de marzo de 2012

29 de febrero de 2008: El Pana y Morante en Carabanchel


Un cartel anunciador del singular festejo

El pasado miércoles se cumplió el primer ciclo bisiesto de la presentación de Rodolfo Rodríguez El Pana, en lo que hoy es El Palacio de Vistalegre y que de 1908 a 1995, fuera la singular Chata de Carabanchel. Por cierto, el primer toro que saltó a su ruedo – 15 de julio de 1908 – fue muerto por Rodolfo Gaona, se llamó Sentimiento, negro mulato bragado, de la Marquesa Viuda de Castellones y fue cedido al Califa de León, por Ricardo Torres Bombita, quien por antigüedad, es quien debiera haberlo estoqueado. 

La corrida de toros a la que tendré que referirme el día de hoy podría considerarse como un asunto meramente marginal, porque la personalidad de los diestros actuantes – sobre todo la de El Pana – proporciona material suficiente para escribir una bitácora como ésta completa, más habré de ceñirme a los hechos a los que la efeméride me remite, eso sí, en lo que se pueda.

Algunos prolegómenos

El 7 de enero del año anterior El Pana había salido al ruedo de la Plaza México a torear lo que se había anunciado como la corrida de su despedida. Tras de enfrentar a Rey Mago de Javier Garfias, segundo de la tarde – el primero del festejo lo mató Serafín Marín, que confirmaba – descubrió que el final de sus días de llevar el vestido de luces aún no había llegado, que la gente en los tendidos aún esperaba que fuera a las plazas a decir el misterio que llevaba encerrado muy dentro y que él podía aún, como cantara José Alfredo Jiménez, sacar juventud de su pasado, para poder ir a explicarlo. Así fue como con las dos orejas de Conquistador, el que debió ser el punto y final de una carrera que inició en las capeas casi 40 años antes, puso un punto y seguido envuelto en sahumerios de gloria.

Acerca de esto, Fidel Samaniego, editorialista y analista del diario El Universal de la capital mexicana, escribió unos días después del festejo lo que sigue:

La historia, su increíble y, en mucho, triste historia parecía acercarse al final. Él, personaje, autor de ésa, su novela, escribía las que, se suponía, serían las últimas líneas... el torero, el personaje, el hombre, todos en uno, uno en todos, regresó, regresaron ante el toro con su paso lento, con su inspiración desbordada. Y con sus pases, con sus detalles, provocó los gritos, las aclamaciones, las lágrimas y se entregó, y dejó que ellas, ellos, los que estaban en los tendidos, se le entregaran... Al día siguiente, cuando despertó, Rodolfo Rodríguez González supo que la historia continuaba, tenía que continuar...

Morante de la Puebla tuvo quizás un camino menos tortuoso para obtener el reconocimiento de las aficiones en el mundo del toreo. Más introvertido, deja sus contactos con las masas para cuando está en el ruedo y ante el toro, aunque en el año de la resurrección de El Pana, se había dejado ver ya en algunos ambientes de intelectualidad y también había nombrado apoderado a otro genio, Rafael de Paula. Al final de cuentas, la combinación resultó explosiva, como esos sonoros petardos que los toreros de arte pegan cuando no encuentran el toro que les viene, y eso es una pena, porque hubiera sido interesantísimo saber la manera en la que, un artista como El Paula se las entendía en los despachos.

Al parecer los nahuales de Rodolfo y los duendes de José Antonio se entendieron pronto. Morante tenía algún tiempo de estar alejado de los ruedos – desde junio de 2007 –, al parecer por problemas de salud y reapareció en la Plaza México – el 6 de enero de 2008, en una especie de remake de la resurrección del año anterior – mano a mano con El Pana, en una corrida en la que el ex – tahonero se fue al hule con una cornada en el tercero de su lote y el de La Puebla del Río logró, tras de esforzarse bastante, una salida en hombros que fue el exordio de una interesante campaña española.

Lo de Carabanchel

El Pana, rumbo a Vistalegre
(Cortesía altoromexico.com)
Tras de la recuperación de El Pana, se anunció que se cocinaba el episodio español de lo sucedido el Día de Reyes. Se buscó además una fecha que tuviera alguna coincidencia con la personalidad estridente de ambos diestros. El año 2008 fue bisiesto, es decir, el mes de febrero, como cada cuatro años, lleva 29 días y para más comodidad empresarial, la fecha tocaba en viernes. Entonces, en términos de mercadotecnia, resultaba, al menos en el papel el poner a dos toreros digamos, esotéricos, en una fecha singular y que quedara en fin de semana.

A fines de enero de ese año, cuando se determinó que el entonces quincuagenario Rodolfo Rodríguez estaba en condiciones de salir al ruedo tras la cornada del 6 de enero, se hizo oficial el asunto y así se anunció una corrida de Núñez del Cuvillo para El Pana y Morante de la Puebla, el viernes 29 de febrero, en el cubierto Palacio de Vistalegre de Carabanchel.  

El Pana llegó a la plaza en un coche de caballos, Morante lo hizo en un Rolls Royce. Ambos, atascados en el tráfico, llegaron tarde a la cita. Morante vestido de pistache y azabache y El Pana de calabaza y plata, liado en un sarape de Saltillo, a modo de capote de paseo. El Pana, pese a tratarse de local cerrado, – y en contra de la normativa vigente – salió al ruedo fumando un aromático veguero. El Presidente del festejo no fue tan quisquilloso como en sus días de novillero lo era don Pablo Pérez y Fuentes, que cuando salía a la arena de la Plaza México de esa guisa, antes de sonar las notas de la obra de Rafael Gascón, Cielo Andaluz, le mandaba un sonoro bocinazo para invitarlo a despojarse del ocote y hacer el paseo como Dios manda – curiosamente, ni a don Jesús Dávila, ni a don Pedro López Anaya, los otros dos que presidían los festejos en La México en esos días, parecía importarles mucho eso del habano de El Pana –.

De lo sucedido en el festejo, recojo estas líneas de la crónica de Alberto Urrutia, publicada al día siguiente en el diario madrileño El País:

Muletazos con sabor y son. El cuarto empujó en varas, pero en la muleta flojeó. Morante lo sacó de las tablas con mimo y dibujó varios muletazos con sabor y son, aunque sin terminar de redondear. Tampoco hubo faena rotunda en el sexto, a pesar de que el sevillano lo intentó con ahínco y con esa torería innata. Los doblones emanaron aroma añejo, como la trinchera, pero aquello no voló tan alto como se esperaba. Numéricamente, el balance del acontecimiento se inclinaba al fracaso. Además de no llenarse la plaza, no hubo ni una vuelta al ruedo: sólo las ovaciones de sus partidarios... Las actuaciones de El Pana transcurrieron entre la división de opiniones. Faena sui generis al inválido primero, que se derrumbó en varias ocasiones y dificultó el toreo. Claro que toreo hubo poco, salvo algún muletazo con el mando a distancia... Aunque con su ilusión demostró que la juventud es en parte un estado de ánimo, 56 años, con sus primaveras y sus otoños, son una edad considerable para ponerse delante de un toro. Lo intentó con este tercero bis en una actuación variada y aseada, pero con una manera peculiar de estirar el brazo, cual pescador con su caña. Pintoresco, con pasajes de originalidad y guiños teatrales a la galería, buscó agradar ante el estupendo quinto, pero El Pana no conectó... Al final, el arte de Morante sobrevivió en una tarde de tintes surrealistas y esperpénticos, con escenas propias de la magna obra de Valle – Inclán: espectáculo con «luces de bohemia».

Al final

El Pana y Morante
Plaza México, enero 6, 2008
Creo que El Pana acusó los efectos de bajarse del avión para ir a la plaza a torear. Quizás debió ir a torear por fuera al menos un par de corridas para ponerse con el toro español, pues considero que no es lo mismo torear vacas en el campo y matar algún toro a puerta cerrada, que tomar contacto con el mismo toro en la plaza y frente al público. Sin embargo, de la manera que se planteó este festejo, da la impresión que no era el punto de arranque de una campaña, sino una mera presentación y de acuerdo con el resultado, se hilaría en consecuencia.

Tras de esa presentación en Carabanchel, El Pana no ha vuelto a torear vestido de luces en España. A últimas fechas ha externado su interés de confirmar su alternativa en Las Ventas. En una entrevista televisiva pasada hace un par de domingos, el ya sexagenario diestro ha manifestado su deseo de ser parte de un cartel en el que le apadrine Gregorio Tébar El Inclusero y funja como testigo Carlos Escolar Frascuelo. Eso sí, con su socarronería habitual, sugirió una corrida a modo. ¿Veremos un festejo así? Sólo el tiempo lo dirá. 

Aldeanos