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domingo, 15 de enero de 2023

13 de enero de 1963: Diego Puerta corta cuatro orejas en su segunda tarde en la México


Hace seis décadas se vivía un profundo ambiente en México dentro de la fiesta de los toros. Se podía hablar y escribir libremente acerca del tema, con el respeto de quienes no tenían afición por ella y la reciprocidad de los que sí eran aficionados. Fueron días en los que una tradición casi religiosa, era el dedicar la tarde del domingo a asistir a la plaza de toros. No es mi imaginación la que construye esa afirmación. Al abrir la crónica del festejo que hoy me tiene aquí, don Alfonso de Icaza Ojo, en su semanario El Redondel, hace el siguiente aserto:

Cero y van seis los llenazos que se han venido sucediendo en esta temporada… El público se alborota por una u otra causa: acude presurosamente al coso; colma su cupo; se divierte a sus anchas y sale comentando los resultados de la corrida, que le sirven de conversación durante toda la semana… En otras palabras, más breves desde luego: México está metido en toros…

Hoy el ambiente social se inunda de los comentarios que organizadamente – muy bien organizada – vierten en contra de la fiesta en sí y en contra de quienes tenemos afición por ella, grupos de personas con intenciones nada claras y evidentemente, con un financiamiento que roza las lindes de lo inconfesable. En estos días, ser aficionado a la fiesta de los toros resulta ser una especie de estigma que nos convierte, ante los ojos de algunos, en verdaderos parias.

Por otra parte, habrá que reconocer que en aquellas calendas, quienes llevaban los asuntos de los toros, parecieron tener mejores intenciones y mucha más imaginación que los de hogaño. La oferta que transmitían al público para invitarlo a asistir a las plazas era intrínsecamente atractiva, pocas dudas se tenían sobre la asistencia a los festejos, porque los carteles ofertados destacaron, en su mayoría por su redondez.

Así se construyó una sólida afición que tenía, insisto, casi de una manera religiosa, el gusto por asistir a las plazas. Hoy ante cualquier anuncio, casi siempre hay una señal en los carteles que nos pone a dudar sobre asistir o no. ¿Recuperaremos alguno de estos días ese interés que parece cosa de tiempos idos?

La sexta corrida de la temporada 62 – 63 

El doctor Alfonso Gaona aprovechaba las cartas que tenía contratadas y las barajaba con destreza a partir de los resultados que los diestros iban generando en sus actuaciones, de modo tal que domingo a domingo, tuviera un reclamo convincente para seguir haciendo a la afición presentarse en las taquillas primero y en la plaza después. El día de año nuevo había confirmado su alternativa un jovencito sevillano llamado Diego Puerta y en esa tarde materialmente se echó a la bolsa al cónclave de la capital mexicana. Así, un par de domingos después, lo repitió y lo arropó con dos toreros mexicanos de distintas hechuras, pero de gran atractivo: Alfredo Leal y José Ramón Tirado. Para ese redondo cartel de toreros, puso un encierro de Tequisquiapan, ganadería queretana que estaba en la punta de la ola.

A pesar del reciente triunfo de Diego Puerta, la concurrencia se abrió más hacia sus paisanos. Escribe de nueva cuenta Ojo, en el número de El Redondel salido el 13 de enero de 1963, día de la corrida a la que me refiero:

Hoy se lidian seis de la prestigiada ganadería de Tequisquiapan, propiedad de don Fernando de la Mora, y están encargados de despacharlos Alfredo Leal, José Ramón Tirado y Diego Puerta… Hay palmas a la hora del paseo, pero menos entusiastas que otras veces. ¿Por qué? Al fin se aplaude a Alfredo Leal, que saluda desde el tercio...

El llamado Príncipe del Toreo se llevó la ovación de apertura y sería prácticamente la única que conquistaría en la tarde, pero el corolario aquí, es que la afición mexicana arropaba e impulsaba a sus paisanos toreros.

El gran triunfo de Diego Puerta

En esta tarde de hace seis décadas, Diego Puerta asegundó lo realizado en su tarde de confirmación. Salió en hombros de la plaza con cuatro orejas en la espuerta, tarea que refleja, en la opinión externada por Ojo el día de la confirmación del diestro del barrio de San Bernardo, en cuanto al valor de las orejas en la capital mexicana: …para obtener un apéndice en la plaza “México” hay que hacer cosas extraordinarias…

El primero de su lote se llamó Tortolito y fue negro con bragas. No fue un toro de esos de entra y sal. Más bien tuvo sus complicaciones, puesto que prácticamente al salir del segundo puyazo – con tumbo de latiguillo y toda la cosa – se dedicó a gazapear y a meter en conflictos a los encargados del segundo tercio. Carlos León, desde su tribuna del diario Novedades, en crónica epistolar dirigida a la actriz mexicana Dolores del Río, reflexiona lo siguiente:

…mérito tuvo su primera labor muleteril con “Tortolito”, pues la res no tenía la candorosa ingenuidad de la xochimilca María Candelaria. Mas, como el chavalillo sevillano es un pecho honrado de corazón gigante, le cuajó un trasteo cumbre que valió un Potosí, enhebrando los naturales y los derechazos como quien va ensartando perlas para hacer un collar. Y con media estocada que valía lo que el diamante del rajá de Borneo, tuvo para ser premiado con el primer par de orejas…

La opinión de Carlos León es puntillosa y ditirámbica, pero ilustrativa también. Deja ver que Diego Puerta se impuso a un toro dificultoso y salió adelante en su empeño, llevándose ambas orejas, mismas que paseó en triunfo en varias vueltas al ruedo.

El sexto de la corrida se llamó Bandolero, negro listón. Tampoco fue un dechado de cualidades el toro, pero tenía delante suficiente torero como para ser aprovechado en aras de otro trasteo triunfal. Escribe quien firmó como Juan de Dios, en calidad de corresponsal del semanario madrileño El Ruedo, salido el 24 de enero siguiente:

…Cuando llegó a la muleta, «Bandolero» aún levantaba la de «pensar»; Diego se dobla con él. Y aquí, amigos, instrumenta unos ayudados por bajo que podrían haber servido de modelo para la escultura del pase más bello que se pudiera esculpir. Eficacia y, al mismo tiempo, «un son con cadencia por soleares», que hace que los cuarenta y seis mil espectadores de la Plaza Monumental Méjico se enardezcan y la corrida vuelva otra vez a alcanzar el alto nivel que en el tercer toro tuvo. De aquí para arriba, encelando a su enemigo, corrigiendo sus defectos, enseñándole a embestir, y con todo ello consiguiendo una de las faenas más completas que en ruedo alguno se hayan podido presenciar. Cante grande por soleares y alegrías, tientos, veridales, serranas, martinetes y unas «tarantas» cantados con la muleta en la derecha, que conmocionan en «frenesí» a todo el respetable. Todo fue bueno, pero, vuelvo a insistir, según mi modesto entender, los cadenciosos pases en redondo que dio a «Bandolero» fueron superiores… Cuando Diego hace rodar al «bandido» con media delantera (por esto perdió el rabo), le traen las dos orejas, y los entusiastas se echan al ruedo para así pasearlo por él y sacarlo por la puerta grande…

Resume así esta tarde Carlos León:

En esta tarde luminosa, Diego Puerta ha estado positivamente diamantino: duro, persistente, inquebrantable. Fue firmeza y luz, como cristal de roca. Y en forma tan tremenda se arrimó a sus enemigos, que la amatista de su terno acabó fundida en la sangre de pichón del rubí de los morrillos... Y fue que, en sus dos esplendorosas faenas – dos señoras faenas – Diego resultó un artífice que atendió al consejo de Calderón de la Barca: “Todos vuestros pesares, señoras, cúbranse con joyas y aderezos”. Y de esa labor de filigrana, se encargó el orfebre sevillano... Porque así resultó aquello, Lolita. No fueron dos trasteos de desnuda y sobria belleza, sino adornados en forma preciosista con la orfebrería luminosa de la escuela sevillana...

No creo poder agregar algo más a esta tarde que fue de epopeya para el inconmensurable Diego Puerta.

El resto de la corrida

Alfredo Leal, anticipaba yo, no tuvo una tarde merecedora de ser recordada. Los toreros de su cuerda a veces salen destemplados a la plaza y difícilmente encuentran la manera de abandonar ese estado. Podría decirse que a pesar de la ovación tras el paseíllo, terminó por pasar de puntitas por el ruedo de Insurgentes.

Por su parte, José Ramón Tirado tuvo de cal y de arena. Le tocó el mejor toro de la corrida y ahora sí, según a quien se lea, estuvo a la altura o simplemente lo dejó ir. A pesar de las cuatro orejas cortadas por Diego Puerta, la cabeza de la crónica de don Alfonso de Icaza se dedica precisamente a la actuación del diestro mazatleco, pero si leemos al corresponsal de El Ruedo o en Novedades a Carlos León, podríamos entender que Tirado solamente apuntó, pero se abstuvo de disparar. Jardinero, ese quinto toro de la tarde, fue premiado con el arrastre lento, pero se fue al destazadero con las orejas en su sitio. 

La trascendencia de estos hechos

No sería esta la última tarde en la que Diego Puerta se destacara con triunfos en nuestras plazas. De hecho, estaba enfilado a ser parte de algunos eventos taurinos que pasarían con lustre a la historia patria del toreo, estableciéndose como un diestro del gusto de la afición mexicana y correspondiendo él siempre, con su inagotable entrega.

Como decía al principio, hoy nos lo pensamos para asistir a los toros, en aquellos días era difícil privarse de ir. Algo y alguien tienen que revolucionar el estado de cosas que actualmente vivimos, pues es la única manera en la que la fiesta tendrá futuro. 

domingo, 18 de enero de 2015

18 de enero de 1959: Calesero y Yuca de Tequisquiapan, en El Progreso de Guadalajara

El anuncio de la corrida
Hace ya algunos años la plaza de Guadalajara era una plaza de temporada. Eran los días en los que don Ignacio García Aceves ofrecía a la afición tapatía ciclos bien definidos de corridas de toros y de novilladas – de éstas, muchas – para intentar satisfacer a una buena afición que colmaba los tendidos del hoy desaparecido coso del Hospicio. La corrida a la que me refiero este día, tenía un aliciente adicional. Se otorgaba en ella la alternativa a un torero de la tierra, a Paco Huerta, después de que realizara una interesante campaña novilleril y le apadrinaría un diestro que era de los consentidos de la afición de la Perla de Occidente, mi paisano Alfonso Ramírez, Calesero, fungiendo como testigo un torero también de fino trazo como lo era Antonio del Olivar.

El encierro a lidiarse vendría de una ganadería que iba al alza y que en El Progreso tenía un inmejorable cartel. Los toros de Tequisquiapan, criados en esos días por don Fernando de la Mora Madaleno ya habían escrito en esa ciudad historias relevantes y la intención de anunciarlos en esta oportunidad era que permitieran a los alternantes en esta tarde que continuaran con esa cadena de éxitos.

La crónica del festejo que aparece en el diario El Informador del día siguiente de la corrida, sin firma, guarda una estructura que a mi juicio debe tener toda relación de esa naturaleza, pues comienza por hacer un balance general de festejo, para pasar a analizar el comportamiento del ganado lidiado en la tarde y después entra a detallar lo que los toreros hicieron con ellos. De ella, extraigo lo que sigue.

El festejo en lo general
La mejor corrida de toros que hemos presenciado en la remozada plaza de El Progreso fue, sin lugar a dudas, la efectuada ayer, en la que el diestro tapatío, Paco Huerta recibió la alternativa de matador de toros, sirviendo como padrino Alfonso Ramírez "El Calesero", y como testigo Antonio del Olivar… La primera mitad del festejo resultó tan extraordinaria, que en el toro del doctorado cortó oreja el nuevo matador, en el segundo "El Calesero" cortó oreja y rabo, y en el tercero, Del Olivar se llevó otra oreja. En la otra mitad solo destacó la buena voluntad y el valor de los diestros alternantes…
Los toros

De la corrida de Tequisquiapan, se expresa lo siguiente, aunque se omite hacer referencia a la presencia y al trapío de los toros lidiados:
…para que el lector pueda catalogar la actuación de cada uno de los alternantes, principiaremos por mencionar las características de los toros de Tequisquiapan que se lidiaron en esta ocasión. El corrido en primer lugar fue bravo y de buen estilo, el segundo resultó de bravura extraordinaria y mereció, junto con su ganadero, una vuelta al ruedo; el tercero mansurroneó, y tuvo una lidia incierta, llegando al último tercio en condiciones nada propicias para el lucimiento, y los lidiados en cuarto, quinto y sexto lugar tuvieron más o menos las mismas características del tercero…
Una verónica de Calesero
(Apunte de Juan Medina El Artista en El Informador 19/01/59)
Como se lee de lo transcrito, don Fernando de la Mora Madaleno dio la vuelta al ruedo tras la lidia del segundo de la tarde, en compañía de Calesero.

El gran triunfo de Calesero

Como lo señala el título de esta entrada, Calesero tuvo este día una de las grandes tardes de su vida. El segundo toro de la tarde – primero de su lote – fue nombrado Yuca y según la narración del anónimo cronista de El Informador, fue un toro de vuelta al ruedo. El trianero no lo dejó ir, lo aprovechó totalmente y escribió una de las grandes páginas de su historia en los ruedos, según podemos leer:
Toreó para él y de paso lo hizo para los aficionados. Se inspiró con la bravura de su adversario y, engolosinado, ejecutó una de las mejores faenas de su vida y la más extraordinaria que ha desarrollado en esta ciudad. Inició su obra en el segundo de la tarde, al que le pegó media docena de lances a la verónica, que fueron un portento de bien torear y después que remató con torerísima media de rodillas, la música tocó en su honor y los aficionados lo aplaudieron en forma tal que lo obligaron a dar la vuelta al anillo, devolviendo prendas de vestir. Con la plaza convertida en un manicomio, ya que después de un pinturero quite, clavó superior par de banderillas al quiebro, inició su colosal faena con un muletazo cambiado, para luego engarzar formidables derechazos, extraordinarios naturales, que siempre remató con el forzado de pecho en forma impecable y entre ovaciones de la multitud, siguió ejecutando toda clase de suertes del toreo, en las que no solo se vio la elegancia y personalidad del artista, sino también el valor, la seguridad y el dominio del maestro, del que ha llegado a la cúspide de su profesión y que sabe darle a cada uno de sus rivales la lidia requerida, de acuerdo con sus condiciones… Y como mató entrando como mandan los cánones, y después de un descabello, huelga decir que los aficionados blanquearon la plaza con sus pañuelos pidiendo los máximos honores para “El Calesero” y como la autoridad no tuvo inconveniente en conceder, el triunfador dio dos vueltas al ruedo luciendo la oreja y el rabo de su enemigo, acompañándolo en su segundo recorrido el ganadero de Tequisquiapan...
Antonio del Olivar

El torero nacido en la Mérida mexicana, pero afincado desde muy joven en Celaya, exhibió una arista distinta a la que tenía acostumbrada a la afición y públicos. No fue el torero de trazo fino y maneras clásicas esa tarde, sino que contra cualquier idea preconcebida, el triunfo lo obtuvo a partir de una exhibición de valor y de jugarse la vida ante un manso. Así se vio su actuación:
Tuvo muy poca suerte en el sorteo, ya que ninguno de sus adversarios se prestó para el lucimiento, pero este joven torero, no conforme con su suerte, se puso más bravo que sus toros y, cuando éstos no quisieron embestirle, él les embistió a ellos, logrando en tales condiciones su más meritorio triunfo en esta ciudad, pues si cuando el torero alcanza el éxito con un toro bravo es digno de aplauso, cuando logra triunfar con un manso, es superior el mérito… Y precisamente el éxito de Antonio en esta ocasión fue mayor, ya que le tumbó la oreja a un manso, al que a fuerza de consentir y aguantar, y meterle la franela en el hocico, lo hizo que arrancara en varias ocasiones para endilgarle superiores muletazos, en los que corrió la mano con valor y clasicismo. Hubo naturales y derechazos de muy buena factura, pero más que nada hubo una gran voluntad por parte del torero para jugarse la cornada, y como mató de certera media estocada, los aficionados pidieron y la autoridad concedió justificadamente la oreja...
El toricantano

Paco Huerta había hecho una interesante campaña novilleril que le había llevado a presentarse en la Plaza México el 7 de septiembre del año anterior, alternando con Emilio Rodríguez y Mario Ortega en la lidia de novillos de Cerralvo. Don Ignacio García Aceves le consideró preparado para la alternativa y le programó en este cartel con dos toreros artistas. El toro de la ceremonia – primero de la tarde – se llamó Hormigón y le cortó una oreja. Su actuar ante él fue el siguiente:
Quien desde esta fecha ha quedado convertido en matador de toros, tuvo una brillante alternativa, ya que logró cortarle la oreja al toro de su doctorado… Al primero no le hizo gran cosa con el percal, seguramente porque todavía estaba en plan de novillero, pero en cuanto “El Calesero” le cedió los trastos de matador, después de la ceremonia correspondiente, el tapatío se portó como todo un matador de categoría... Sus primeros muletazos fueron tres ayudados por alto, pegado al estribo, en los que templó y mandó con seguridad y dominio, para luego seguir con una serie de naturales en los que derrochó valor y puso a los aficionados de pie para festejarlo. Siguió con varios derechazos, que prendieron más el entusiasmo entre sus paisanos, ya que en cada uno de ellos se quedó más quieto que un poste, y después de nueva serie de naturales, de pecho, ayudados por alto y derechazos, ejecutó temerario molinete que mucho le ovacionaron, para tirarse a matar y lograrlo en el segundo viaje… Los aplausos arreciaron, los pañuelos salieron a relucir, la charanga tocó en honor del nuevo matador de toros y la autoridad concedió la oreja, con la que el diestro recorrió el anillo en señal de triunfo, devolviendo prendas de vestir...
Para terminar, dos opiniones más

Respecto de la actuación de Calesero esta tarde, dijo don Ignacio García Aceves: Si Calesero saliera así todas las tardes, sería el dueño del Banco de México.

Y por su parte, el ganadero Francisco Madrazo Solórzano remató: Cuando los artistas se enfadan y les sale un toro a su modo, cuidado con ellos, porque no perdonan…   

sábado, 12 de mayo de 2012

Tal día como hoy. 1984: Un extraordinario encierro de Tequisquiapan


En el año de 1942, don Fernando de la Mora Madaleno fundó junto con don Carlos Cuevas Lascuráin, a partir de ganados de éste último – de origen San Mateo, Ajuluapan y Zacatepec y a los que se agregaron en 1938 un toro y diez vacas de Sánchez Fabrés Hermanos, provenientes de Coquilla –, la ganadería que a partir de 1949 quedaría en la titularidad exclusiva del primero de los nombrados y cuyos destinos dirigiría hasta su óbito, ocurrido precisamente el año que es motivo de estos recuerdos. 

La ganadería de don Fernando de la Mora dio a la fiesta varios toros importantes, como Aceituno, inmortalizado en la Plaza México por Manolo Martínez; Azucarero, un berrendo aparejado, al que hizo pasar a la historia Mariano Ramos en ese mismo ruedo; o aquí en Aguascalientes, Molinero, lidiado en nuestra Monumental el 29 de abril de 1978 y que desde su estancia en los corrales llamara la atención o el encierro completo al que me referí en la remembranza hecha el pasado 4 de mayo.

En este 12 de mayo de 1984 pues, los toros de Tequisquiapan ocuparon la atención del cronista y de la afición. Don Jesús Gómez Medina hace el siguiente análisis del mismo:

Digamos, de entrada, que el encierro enviado por don Fernando de la Mora resultó de los más bravos que se haya lidiado en los catorce festejos celebrados. Alegres, codiciosos y nobles para la lidia de a pie; prontos y obstinados para enfrentarse a los varilargueros; bien presentados y, algunos de ellos, mejor armados, particularmente el quinto, “Soberano”, que portaba dos antenas a guisa de pitones; fueron acreedores a una lidia más lucida que la que recibieron... Al primero, “Pajarito”, que embistió con presteza y repitió sobre el engaño hasta el fin, sin que menguara su alegría ni desfalleciera su buen estilo, merecidamente se le premió con arrastre lento...

La crónica de don Jesús inicia con una remembranza de la corrida del 25 de abril de 1937, cuando se encontraron en la Plaza de Toros San Marcos, mano a mano, Fermín Espinosa Armillita y Lorenzo Garza, los Colosos del Norte, como allí les llama. La remembranza le viene al caso, al hacer relación de que el segundo espada del cartel José Lorenzo Garza, brindó el quinto de la tarde a Miguel Espinosa Armillita. El hijo mayor del Magnífico, brindando al menor del Maestro de Saltillo... de allí, señala don Jesús, resulta difícil sustraerse al recuerdo y a evitar que algo que de tan manido se ha vuelto superficial, cobre una especial significación por los personajes que en ese momento se involucraron en ello.

De la actuación de los diestros en la corrida, poco hay para contar, pero entresacando de la crónica invocada, está lo siguiente:

Se esperaba más de Rafael Gil, cuyo reciente éxito en la Plaza México avala condiciones toreras que ya el público de Aguascalientes tuvo ocasión de aplaudir. Sin embargo, su actuación de ayer, en conjunto, resultó poco afortunada... José Lorenzo Garza tiene el nombre y algunas actitudes de su ilustre progenitor. Y en ocasiones, además, para a los astados y se los ciñe como lo hiciera el Magnífico. Pero le falta madurez y, quizás, fuera mejor que no tratase de imitar el estilo de su padre, sino que se buscase el suyo propio... Manolito Mejía inició su actuación con un vistoso lance de hinojos, seguido de verónicas a pies juntos, un tanto rápidas... Cubrió el segundo tercio, colgando tres pares alzando muy bien los brazos para dejar los garapullos arriba, pero, con el refajo su labor resultó desigual... El sexto se apagó pronto...

El festejo de hoy. 14ª corrida de feria: 8 de La Estancia para Antonio Barrera, Israel Téllez, Oliver Godoy y Gerardo Adame.

lunes, 2 de agosto de 2010

5 toros de Coquilla y... 2 sueños (II/II)

La corrida se dio con un gran lleno y representó para Armillita una de las páginas brillantes de su historia en los ruedos. La reseña que hace del festejo Guillermo Ernesto Padilla nos transmite lo siguiente:

El ‘cavaleiro’ expuso mucho frente a dos bureles de gran sentido y peligro. Fermín tuvo sonadísimo fracaso con ‘Palmito’, arrogante burel de Pérez Tabernero que sustituía al de Coquilla que abrió plaza. La porra hizo objeto de una bronca formidable al torero de Saltillo. Pero salió a la arena en cuarto lugar ‘Tapabocas’, para que el maestro sacara la casta y diera con él una soberbia cátedra de torerismo, perfección y grandeza. Con el capote, inmenso. En banderillas, monumental. La faena, de enorme dominio en su primera fase y bellamente clásica en la segunda, fue un asombro. Pisando sobre prendas agarró el de Saltillo un volapié superior que desbordó el delirio. Luego, cierta precipitación de Fermín al descabellar, hizo que le fuera otorgada una oreja, pero la ovación, apoteósica y grandiosa, fue interminable. Por cierto, Armillita, resentido con los de la porra, evitó pasar frente a ellos cada vez que daba la vuelta al ruedo. Balderas puso a escote su enorme valor frente al poderío y bravura de sus dos enemigos que terminaron pudiendo más que él. Garza, frente a un bicho encastadísimo, como fue ‘Lobito’, el tercero, dio tremendo mitin. Luego, en el sexto, tratando de extraerse la espina, realizó una faena bellísima que de nada le valió, pues las broncas en su contra no cesaron hasta que desapareció de la plaza…
Heriberto Lanfranchi, en su obra La Fiesta Brava en México y España 1519 – 1969, recoge la siguiente impresión de este festejo:

Los toros: Excesivo poder tuvieron cuatro de los Coquilla y a pesar del castigo que recibieron de los picadores, el segundo (‘Lobito’), cinco el cuarto (‘Tapabocas’), cuatro el quinto (‘Tabernero’) y cinco el sexto (‘Africano’), llegaron sin el suficiente quebranto al último tercio y embestían sin cesar, con mucha codicia y aspereza y no fueron nada fáciles. Hubo vuelta para los restos del cuarto. S. da Veiga: Fue alcanzado al clavar un par de banderillas a dos manos y rodó por la arena, salvándose de un percance por estar embolado el toro. Armillita: Estuvo inmenso con ‘Tapabocas’, un toro que hubiera puesto de cabeza a más de cuatro. Soberbias verónicas, rematadas de rodillas y dos pares de poder a poder monumentales, para un faenón con la muleta, no bastando cerca de cien pases, todos soberbios, para domeñar a la fiera astada, que acometía de continuo con renovada pujanza y no le dejaba un instante de reposo. Mató de una honda tendenciosa, dos intentos de descabello y un estoconazo, otorgando la autoridad solo una oreja, cuando todo el público pedía insistentemente que le entregaran las dos y el rabo, para cinco vueltas triunfales en las que agradeció las interminables ovaciones. A. Balderas: Excelentes detalles con el capote y las banderillas; pero con la muleta no pudo imponerse al temperamento de sus dos enemigos, los cuales lo pusieron en serios aprietos. L. Garza: Tremenda bronca en el tercero, al que no quiso ni ver y al que despachó de cualquier manera, mientras insultaba al público y el ruedo se cubrió de cojines. Algo se desquitó en el sexto, en que por momentos mandaba él y en otros no.
Como podemos ver de este par de reseñas, la tarde de los toros de Coquilla en el Toreo, la única en la que se lidiaron toros de esa ganadería en los casi cuarenta años de funcionamiento de la plaza de la Colonia Condesa, fue memorable. Y por lo que aquí podemos leer, el éxito de la tarde no resulta ser el producto del despliegue publicitario que se le dio al encierro lidiado antes de la fecha, sino que de la lidia dada por los toros, únicamente se confirmó la expectación que se creó en la afición con la bravura de ellos y la comprensión y lidia adecuada, de al menos uno del encierro, el todavía hoy famoso Tapabocas.

El segundo sueño

En el año de 1927 don Carlos Cuevas Lascuráin inició la aventura de ser ganadero de reses de lidia con ganados de Ajuluapan, Zacatepec y San Mateo. Cuatro años después agregaría otras vacas y sementales de San Mateo a su hato que mantenía en la Hacienda de Los Morales, en la cercanía de la Ciudad de México. En 1937 se definirá el rumbo de su ganadería, pues se presentaría en la capital mexicana con su primera novillada y por otra parte, entraría a participar en los hechos que dan motivo a esta entrada. Del origen de Coquilla y de su presencia actual en el campo bravo mexicano, me he ocupado ya en alguna medida en otro espacio de esta misma Aldea.

En ese 1937 agregará a sus ganados sanmateínos de acuerdo con la versión de Heriberto Lanfranchi, 8 vacas españolas de Coquilla y un toro de Graciliano Pérez Tabernero de nombre Chacón. El portal de la Asociación de Criadores de Toros de Lidia de México, señala, a partir de los datos de Agustín Linares, que las vacas de Coquilla solo fueron 6. Con esa base, logra establecer una ganadería de primerísima línea, que entre el año de su presentación y el de 1965, se mantuvo en la preferencia de las figuras del toreo por la calidad de sus productos.

MuñecoLuis Procuna, primer toro indultado en la Plaza México –, RastrojeroFermín Rivera –, FlamencoRafael Rodríguez –, MineroJumillano –, son algunos de los nombres ilustres que salieron de la ganadería de don Carlos Cuevas, que a partir del año de su óbito – 1949 –, se comenzó a anunciar a nombre de su hijo Ernesto, como en la actualidad. Antes, en 1942, una porción significativa de la ganadería pasó a la propiedad de don Fernando de la Mora Madaleno, quien con ella inició la de Tequisquiapan, que comparte el mismo origen que la hoy de los sucesores de don Ernesto Cuevas.

Pero de los toros y vacas que dice Pepe Dominguín que casi por arte de magia su padre sacó de España en plena Guerra Civil, se nutrieron más ganaderías mexicanas, aunque hoy su descendencia no se perciba casi en los ruedos nacionales y así, don Jesús Zamora adquirió dos de las vacas y un toro de Coquilla para su ganadería de Ajuluapan formada inicialmente con ganados de Piedras Negras. Por su parte, don Eduardo y don Jorge Jiménez del Moral se quedaron con 2 toros de Graciliano Pérez Tabernero y uno de Antonio Pérez de San Fernando para su vacada guanajuatense de Quiriceo, formada principalmente por ganados encastados en Parladé y Gamero Cívico.

De esta información puedo deducir algunas interesantes conclusiones. La primera es la explicación de que la corrida de Coquilla se haya lidiado incompleta. Seguramente el toro de mejor reata del encierro se dejó junto con las 6 u 8 vacas que adquirió don Carlos Cuevas, para asentar esta base genética en su ganadería. Esta preferencia la asumo por el hecho de que hospedó a los toros después del viaje trasatlántico. Igualmente, el sexto toro de los hermanos Sánchez Fabrés junto con dos vacas, se fue para Ajuluapan, así pues, la corrida al salir a la plaza tuvo que ser remendada con uno de los gracilianos. De los toros de Graciliano, acabaron lidiándose solamente 4, pues los otros dos se quedaron como sementales en Quiriceo. La corrida de Montalvo sí se lidió completa – el 30 de enero – y de la de Clairac, solo se jugaron 5 toros el 27 de marzo en la reaparición en México de Juan Silveti, sin que haya noticias de que el toro faltante se haya conducido como semental a alguna vacada mexicana, aunque no me sorprendería encontrarme algún día de estos, con que es uno de los secretos muy bien guardados de alguno de nuestros criadores.


Pero en fin, que me separo del tema aquí planteado, que es el segundo sueño, el de don Carlos Cuevas Lascuráin, de tener una ganadería de primera línea y a fe mía que lo logró, pues entendió la necesidad de mantener una base pura de sangre española en su ganadería y por eso adquirió vacas, hecho que solo se puede reportar en las principales casas ganaderas de México, como lo son San Mateo, Piedras Negras, San Diego de los Padres y La Punta, aunque solo esta última mantuvo en pureza el ganado adquirido, pues las tres anteriores formaron encastes propios al cruzar el ganado de Saltillo con ganado criollo o con ganado que había sido expuesto a cruzas con ganado de lidia de diversas procedencias, como el caso del toro de Palha de los señores Llaguno. De 1937 a 1965 la ganadería formada por don Carlos Cuevas tuvo un importante espacio en el firmamento taurino mexicano y sus resultados así lo avalan.

Terminando

Todo esto me surgió a partir de la idea de encontrar primero, cuántos toros o encierros de Coquilla se habían lidiado en la Plaza de El Toreo durante su existencia. Me sorprendió encontrar que solamente se había importado uno en sus cuatro décadas de existencia y también, que su llegada a México coincidía con quizás, el apogeo de la Guerra Civil Española.

Después, veo que por esos mismos años es que se agrega simiente de esa ganadería a la de Carlos Cuevas, siendo este un caso único en la ganadería brava de México, por lo que al empezar a atar los cabos, me hallo con que Pepe Dominguín – aún con las licencias literarias del caso – recuerda el hecho del transporte y traslado de esos ganados a México, junto con otros y que al final, más en los ruedos que en el campo bravo, escribieron importantes páginas de la historia de la fiesta en este país.

Para presentar el panorama completo de este tema, me sentí precisado a abordar a un tiempo algunos asuntos que pudieran considerarse colaterales, pero como partes del todo, creo con firmeza que facilitan la comprensión del que resulta, en este momento, el centro de esta participación, la que espero les resulte de interés, a pesar de su extensión.

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