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domingo, 21 de agosto de 2022

21 de agosto de 1960. La tragedia de Cañitas

Cañitas en Madrid
10 de junio de 1945
Foto: Martín Santos Yubero
Ya había dejado escrito por estas páginas algunas de las hazañas de Carlos Vera Cañitas, torero mexicano que tuvo por divisa el valor cabal y sin cortapisas. Surgido en una época en la que tuvo que competir con toreros que o dominaban la técnica y el oficio o eran artistas consumados, resultó un ingrediente interesante para integrar carteles en los cuales su manera de hacer el toreo contrastaba con la sabiduría o el refinamiento de sus alternantes, a quienes con sus alardes de temeridad muchas veces empujaba a dar ese paso hacia adelante que en otras condiciones no se produciría.

Alternativado el 26 de octubre de 1941 por Lorenzo Garza en Ciudad Juárez y confirmado en El Toreo el día 9 del mes siguiente por Armillita, en esa tarde comenzó a recorrer las enfermerías de las plazas, pues el segundo de su lote lo hirió de consideración, pero eso no detuvo su actuar por las arenas de nuestro país, aunque en la capital mexicana se le relegara a las temporadas económicas de verano, en las que tuvo faenas como las del toro Serranito de don Carlos Cuevas, o las dos realizadas la tarde de la despedida del Tigre de Guanajuato Juan Silveti.

Al mediar 1944 se reanudó el intercambio taurino con España y de inmediato buscó colocarse en los carteles de aquellas tierras. Logró sumar 19 tardes a pesar de que llegó allá ya avanzada la temporada y confirmó su alternativa en Las Ventas el 10 de septiembre, recibiendo los trastos de manos de Paquito Casado, en presencia de Rafael Albaicín y Arturo Álvarez Vizcaíno, también confirmante. El toro de la ceremonia, primero de la tarde, fue Atendido, de Concha y Sierra y de su actuación, escribió para El Ruedo, Benjamín Bentura Sariñena Barico:

Carlos Vera, Cañitas es un torero valiente, un fácil banderillero y certero estoqueador. Se para a veces con el capote y se ciñe muy decidido con la muleta. No es de los que se asustan con facilidad, y sus rasgos de valor son de los que emocionan al público. Su fuerte, a nuestro parecer, es la muleta, y no porque con ella logre pases de irreprochable factura, sino porque en cada muletazo pone una gran cantidad de valor y un empeño decidido de pasarse al toro…

Esa sería la primera de catorce tardes en las que actuaría en la principal plaza del mundo y que, hasta el 10 de mayo de 2018, lo tendrían como el torero mexicano que más veces había actuado en ese ruedo con catorce festejos. Su facilidad con las banderillas le emparejó con Emiliano de la Casa Morenito de Talavera, con quien toreó allí en seis de esas fechas, y también compartió cartel en distintas tardes con diestros como Antonio Bienvenida, Luis Miguel Dominguín, Pepe Luis Vázquez o Ángel Luis Bienvenida y abrió la puerta grande el día 10 de junio de 1945, después de cortarle las dos orejas a Javaíto el quinto de los de Juan Pedro Domecq corridos esa tarde. 

Cañitas tuvo vitola de figura dentro y fuera del ruedo en España. Escribe Francisco Olivencia en El Faro de Ceuta:

Estaba yo en uno de los primeros cursos de aquel bachiller de siete años, cuando, de pronto, irrumpió en las vías públicas de Ceuta un coche extraordinario, aerodinámico, increíble, que dejó pasmada a toda la población… Pronto se supo que era el coche del torero mejicano Carlos Vera “Cañitas”, reconocido por su arte y, sobre todo, por su valor. “Cañitas” acababa de contraer matrimonio con una chica emparentada con el juez Francisco Bocanegra, quien vivía en una de las primeras casas de la calle Real (entonces “Falange Española”) a cuya familia vinieron a visitar los recién casados. Durante los días que estuvieron en Ceuta, el coche de “Cañitas” solía estar aparcado en ese tramo, y generalmente se le podía ver rodeado de curiosos que examinaban su interior y su exterior. Era de una marca estadounidense que ya no recuerdo. En realidad, se trataba del primer “haiga” que pudimos contemplar los ceutíes. Ese curioso apodo de “haiga” se debió a una peculiar circunstancia… Se suponía que cuando uno de tales nuevos ricos, poco cultos, se disponía a comprar un coche, decía siempre: “el mejor que haiga”. Y así se les llamó. El torero “Cañitas” logró triunfar en muchos cosos mejicanos y españoles, sufriendo, por su arriesgado valor, numerosas y graves cogidas… Murió a los 58 años, en 1985, a consecuencia de un infarto. Pero en la retina de todos cuantos vimos aquel majestuoso “haiga” y podemos contarlo todavía, siempre quedará la imagen de un automóvil que nos parecía algo así como venido del espacio…

Sus actuaciones triunfales en plazas como Madrid, Barcelona y Bilbao le valieron sumar 94 corridas en sus campañas por esos ruedos, los años de 1944, 1945, 1946 y 1951 y en el año del 46 fue el torero mexicano que más tardes actuó en esas tierras.

De vuelta en México

A pesar de sus éxitos en los ruedos europeos, resulta paradójico que Cañitas no pudiera actuar en la Plaza México. Su única actuación allí se produjo a las doce del día del 10 de abril de 1955, alternando con Fermín Rivera y Nacho Treviño en la lidia de toros de Santa Martha. Ese festejo con entrada gratuita, fue organizado para la filmación de la película El Niño y El Toro – en inglés The Brave One –, dirigida por Irving Rapper y con guion del proscrito Dalton Trumbo. No había pisado antes ese ruedo vestido de luces y, los hados apuntaban a que ya no lo haría tampoco después.

Bajaron los contratos y se tuvo que buscar una ocupación fuera de los ruedos, colocándose en la Dirección de Policía y Tránsito del entonces Distrito Federal, pero nunca dejó de pensar en recuperar su sitio en los ruedos.

Agosto de 1960

La temporada de toros 1960 de la capital mexicana se repartió entre las plazas México y el Toreo de Cuatro Caminos y se dio sin el concurso de toreros españoles – se vivía una enésima ruptura entre ambas torerías – por lo que muchos diestros nacionales que tenían poco espacio en los carteles, encontraron oportunidades para actuar en distintas plazas. Ese fue el caso de Cañitas que se vio anunciado en Naucalpan, para el domingo 21 de agosto de 1960 para lidiar toros de Ayala, alternando con Luis Briones y Juan Estrada, otros dos sobrevivientes de la Edad de Oro mexicana. Así se resumió la actuación de Cañitas esa tarde:

Carlos Vera “Cañitas” con el que abrió plaza se lució con capa y banderillas. Inició la faena sentado en el estribo y estuvo muy valiente y enterado, terminando con estocada y descabello, para dar vuelta al ruedo. A su segundo, que saltaba al callejón, poco pudo hacerle y sufrió voltereta. Al pasar de muleta lo cogió de forma impresionante. Luis Briones acabó con el causante del desaguisado. La cornada interesó la femoral y es de las que ponen en peligro la vida...

El parte facultativo rendido por el Dr. Javier Ibarra hijo, encargado de los servicios médicos de El Toreo de Cuatro Caminos, decía:

Sufre una herida por cuerno de toro situada en el Triángulo de Scarpa derecho, de cuatro centímetros de orificio de entrada, que interesa piel, tejido graso, aponeurosis, desgarrando los músculos de la región, contundiendo la arteria femoral común y seccionando la arteria femoral profunda, además de la vena femoral. Gran hemorragia arteriovenosa, por lo que hubo de practicársele una transfusión sanguínea de 1,200 centímetros cúbicos. Pronóstico reservado.

La herida, independientemente de la zona anatómica en la que fue inferida, delicada por su naturaleza, fue recurrente con otras anteriores, las que, conforme a los procedimientos quirúrgicos comúnmente aplicados en la época, se repararon ligando los cabos de los vasos seccionados para inhibir la hemorragia, pero con una consecuencia hacia el futuro, que se comprometía la circulación en el miembro afectado. La afectación por cornadas similares de forma reiterada en la misma zona, podría tener consecuencias graves. Así lo refleja la nota aparecida en el diario El Siglo de Torreón fechado el 23 de agosto siguiente:

Quizá sea necesario amputarle una pierna a Carlos Vera “Cañitas” que sufrió una cornada al lidiar el cuarto toro en la Plaza El Toreo, donde alternó con Luis Briones y Juan Estrada... Esta tarde le fue practicada una operación. La intervención tuvo por objeto restablecer la circulación sanguínea en las arterias femoral superficial y profunda de la pierna derecha... Aunque la intervención fue exitosa, el pronóstico sobre la normalización de funciones de la pierna afectada sigue siendo reservado, durante la operación se le aplicaron sueros y transfusiones, el estado general de salud del diestro ha evolucionado satisfactoriamente, sin dejar de ser muy grave...

Al día siguiente, en el mismo diario, se seguía reportando la gravedad del diestro y el hecho de que el miembro afectado seguía sin recobrar la circulación:

Su estado sigue siendo delicado y todavía no ha desaparecido el peligro de que se le ampute la pierna derecha, pues no se ha restablecido la circulación sanguínea... La Unión Mexicana de Matadores de Toros y Novillos reveló que “Cañitas” toreaba por un sueldo miserable de mil pesos y que podrá exigir responsabilidades a la empresa, ya que el sueldo mínimo para los matadores debe ser de cinco mil pesos, dijo hoy el Secretario General de ese organismo, Guillermo Carvajal...

El 25 de agosto, de nueva cuenta El Siglo de Torreón daba cuenta de una nueva re – intervención. En esta oportunidad participó en ella, aparte de los médicos de plaza, el cirujano vascular Manuel Castañeda Uribe:

El parte facultativo facilitado por los médicos que intervinieron en la laboriosa operación, es el siguiente: “Se hizo una revisión de la herida operatoria anterior, encontrando la arteria femoral común, la superficial y la profunda, trombosadas hasta la rodilla... Debido al traumatismo que sufren estos vasos, la nueva intervención fue hecha con el objeto de extirpar los trombos formados, cosa que se llevó a cabo con éxito, pues se dejó la sangre circulando en ellos”.

El parte médico continúa reservado para la función del miembro. Se hizo una transfusión de 1200 centímetros cúbicos y suero. Aparte de los médicos de plaza, intervino el especialista en cirugía vascular doctor Manuel Castañeda Uribe. Se espera que con esta nueva operación la recuperación del infortunado diestro sea completa.

Al salir el sol una vez más, la tragedia se había consumado. En el diario El Informador, de Guadalajara del 26 de agosto se relata lo siguiente:

Al mediodía de hoy fue amputada la pierna derecha, hasta arriba de la rodilla, al torero Carlos Vera “Cañitas”, cornado el pasado domingo... Los médicos tomaron esta medida extrema ante el peligro de que se presentara la septicemia gaseosa, al no haberse restablecido la circulación sanguínea en el miembro herido, el torero, al salir de la anestesia, sufrió un ataque nervioso.

Todavía cuando era llevado a la sala de operaciones, “Cañitas” confiaba en que se le practicase una operación más para restablecer la circulación, pero el intenso color amoratado, en algunas partes negruzco de la pierna derecha, indicaba que la amputación debería hacerse desde luego.

Al principiar la operación, la suegra del herido, señora Ana Huerta, presa de una crisis nerviosa pedía a gritos que no le amputaran el miembro, la esposa del diestro Socorro Mendoza de Vera, estuvo a punto de sufrir un desmayo. El doctor Javier Ibarra tuvo que salir del quirófano a calmarlas diciendo: “si existiera una brizna de esperanza no amputaríamos el miembro”.

Dijo inicialmente que se había temido que la amputación se haría casi desde la cadera. El tipo de corte que le fue hecho permite la rehabilitación del lisiado por miembros artificiales.

Al conocerse la noticia de este desenlace, el doctor Alfonso Gaona, empresario de la Plaza México, ofreció el coso para que se organice una corrida en beneficio de “Cañitas”, igual ofrecimiento hará la empresa de El Toreo, en donde toreaba “Cañitas” cuando sufrió la cogida que le seccionó la vena y la arteria femoral.

De esa manera, la cornada que le infirió Buen Mozo, terminó con el andar por los ruedos de Carlos Vera Cañitas.

La solidaridad hacia Cañitas

Carlos Arruza es reconocido como el que organiza el beneficio de Cañitas. Por su parte, Daniel Medina de la Serna, afirma que también se unieron al proyecto don José Murillo Alvírez, Manuel González Pinocho y José Juárez Gitanillo de México. Consiguieron una corrida de don Jesús Cabrera y para el 16 de septiembre de 1960, en la Plaza México, se anunció al propio Carlos Arruza, quien se presentaría como rejoneador en ese escenario, Alfonso Ramírez Calesero, Luis Procuna, Rafael Rodríguez, Jorge El Ranchero Aguilar y José Zúñiga Joselillo de Colombia.

La gran plaza se llenó y aunque el clima y los toros no colaboraron, pues se devolvió al quinto por manso y fue sustituido por uno de Santín y el sexto se inutilizó y fue reemplazado por otro de Ajuluapan. In extremis, Joselillo de Colombia le realizó una faena vibrante, al anunciado como Sombrerero y le cortó las dos orejas. Se afirma, sin desglosar cifras, que Carlos Vera Cañitas recibió de sus iguales y de la afición una suma cercana al medio millón de pesos, cantidad que le permitió reencaminar sus pasos por la vida ya fuera de los ruedos.

Cañitas falleció en la Ciudad de México el 19 de febrero de 1985, a causa de un infarto de miocardio a los 64 años de edad.

domingo, 6 de febrero de 2022

6 de febrero de 1966. Joselito Huerta y Espartaco de Moreno Reyes Hermanos

Joselito Huerta
Archivo Santos Yubero
Hace una semana contaba como se gestó la temporada del 66 en el Toreo de Cuatro Caminos, que correría en paralelo a la temporada de la Plaza México y que tenía como eje la presencia de Antonio Ordóñez, quien junto con Finito se alzó como triunfador en el segundo festejo del ciclo ante los toros de don Luis Barroso Barona

La tercera corrida de la temporada llevaba como elementos de interés la repetición del torero de Ronda y de Finito y las presentaciones de Joselito Huerta y la de la ganadería de un personaje de la farándula mexicana que tenía mucha cercanía con la fiesta de los toros: Mario Moreno Cantinflas.

La ganadería debutante

De acuerdo con los textos que intentan explicar lo que es actualmente la ganadería de lidia en México, Mario Moreno Cantinflas fundó su ganadería en el año de 1959, en terrenos de la ex – Hacienda de la Purísima, en el Estado de México, donde era vecino de Carlos Arruza, en esas calendas, a su vez, ganadero de Pastejé. Se afirma también, que la vecindad del Ciclón Mexicano fue lo que le animó a asentar su vacada en ese sitio y no en otra finca rústica que tenía en el estado de San Luis Potosí y su pie de simiente lo integró con los toros padres Gladiador de San Mateo y Cascabel de Torrecilla, así como con 100 vacas de esta última procedencia.

Lidia sus primeros toros el 20 de noviembre de 1963 en Jiquilpan, Michoacán y al siguiente año se presenta en Tijuana con seis toros para Jorge El Ranchero Aguilar, Fernando de la Peña y Manuel Benítez El Cordobés. Esta corrida de febrero de 1966, vendría a ser la de su presentación ante el público de la capital mexicana. Por su orden, los toros que salieron al ruedo esta tarde fueron nombrados como Centurión, Espartaco, Mosquetero, Paladín, Emperador y Gladiador, acerca de los que Carlos León escribió:

Cierto que no todos embistieron, pero los que sacaron mansedumbre no se anduvieron con cuentos y fueron mansos en serio, mansos definitivos, con la formalidad de admitir que “se chiveaban” para la pelea, para así hacer resaltar el maravilloso estilo del noble “Espartaco” y la encastada bravura del pegajoso “Mosquetero”. En virtud de ellos se han concedido cuatro orejas y un rabo, logrados de toros con los diamantes en su sitio, sin las astas mutiladas, que es la única manera de diferenciar la fiesta brava de la pachanga, lo auténtico de la mojiganga, lo viril de lo charlotesco…

Joselito Huerta y Espartaco

El León de Tetela se encontró con uno de los toros que construirían su leyenda dentro de la historia del toreo. Era el segundo de la corrida. La crónica que escribió Rafael Loret de Mola firmando como Rafaelillo, aparecida en el diario El Informador de Guadalajara al día siguiente de la corrida, se cuenta lo siguiente:

Si los reyes aztecas hubieran toreado, lo habrían hecho como Joselito toreó esta tarde a “Espartaco”, de 445 kilos, negro zaino, abierto de pitones. Lo recibe con farol de rodillas en el tercio de sombra y lo veroniquea con majestad, rematando con brionesas. Le hace un quite bueno por gaoneras, y luego de las banderillas brinda al público. El burel no se ha perdido de vista por bravo. Huerta lo cita con las dos rodillas en tierra, en tablas, y se lo pasa dos veces. Saliendo a los medios, le instrumenta 8 imperiosos derechazos que remata con doble pase de pecho. El burel va a toriles, y el espada desde los medios, lo cita. Acude “Espartaco” veloz; y Huerta le da un gran derechazo de recibo seguido de siete más, supremos, y un remate triple: pase de pecho, molinete y pase de pecho con la izquierda. Grande y cálida ovación. Prendas de vestir en el ruedo.

Viene más: 4 derechazos más hondos y el de pecho. Un trincherazo en los medios, hecho con pincel y 3 derechazos. Un desarme. Nueve enormes naturales y un molinete. Cinco naturales más, que ya la gente ve de pie, y pase de pecho. Un momento de desconcierto que hace al público pedir el indulto, merecido por el estilo del burel, pero no por su primer tercio… Todavía tres derechazos más, y con el indulto ya concedido, un galleo señorial, un pase de pecho y un molinete… El toro, al corral, en medio de ovación y para Joselito orejas y rabo simbólicas, y vueltas al ruedo, una de ellas con “Cantinflas”, tan querido por el público…

Por su parte, Carlos León, en el diario Novedades de la capital mexicana, expresó, en crónica epistolar dirigida al ganadero de la fecha, entre otras cosas, lo que sigue:

…el trasteo hay que reconocer que fue un auténtico faenón, pues si no hubiera entendido la bondad del dócil "Espartaco", hubiera sido cosa de reprobarlo y ponerlo a repetir el año. Nada de eso, José demostró su aplicación y se ha mostrado como alumno distinguido de la escuela de Ronda. Un alud de muletazos, como si todas las materias quisiera aprobarlas en pocos minutos. Pero, entre aquel diluvio de pases, hay que conceder mención honorífica y poner el nombre de José Huerta en el Cuadro de Honor por la forma impecable en que ligó los naturales, sacando provecho de esa docilidad para embestir que mostró el tocayo del marido de Tere Velázquez… Armada la escandalera por el poblano, la gente pidió el indulto para ese toro de nobleza acrisolada, cosa que concedió el juez, aunque no tenga apariencia de perdonavidas. En forma simbólica, a José le dieron las orejas y el rabo del toro anterior que había matado su maestro, pues otros apéndices no había en la plaza. Y hemos visto con qué profunda emoción ha salido usted al ruedo, con sus hermanos y con el pequeñín que algún día será el rubio heredero de la ganadería Moreno Reyes. La gente lo aclamó a usted con el cariño que le ha tenido siempre, pero en esta ocasión había un algo de respeto a su reciente pena, al grado de que Luis Spota nos hizo atinada observación: “Se diría que el público de Mario le está dando una ovación de condolencias” …

El resto de la corrida

Finito le cortó dos orejas al primero de su lote. Ligaba así dos triunfos consecutivos ante el público de la Ciudad de México. Carlos León le vio así:

Al verlo en su riñonuda faena a “Mosquetero”, cuya bravura encastada tenía mucho que torear, “Finito” se nos mostró “agarzado”, con aquel tesón de quien luego fue “sismo y estatua”. Suicida y exponiendo horrores en su afán de triunfo, no le importó dejarse vapulear por las afiladas espadas mosqueteriles, pues se impuso su acero cuando se volvió sobre el morrillo y consiguió el estoconazo definitivo. Un clamor emotivo premió su hazaña riñonuda y con toda justicia hubo dos orejas para quien se entregó como los hombres…

Por su parte, Antonio Ordóñez saldó su tarde con dos salidas al tercio, tras de una buena exhibición de su calidad torera y de su magisterio. Señalan las crónicas que pudo cortarle una oreja al segundo de su lote, pero los fallos con la espada se lo impidieron.

Una reflexión final

Se afirma que Espartaco es el único toro que fue indultado en el Toreo de Cuatro Caminos. Como todos los indultos, creo que debe ser tomado con sus reservas, sobre todo si se lee lo que expresaron los cronistas a propósito del juego del toro. Dijo Rafaelillo:

El burel no se ha perdido de vista por bravo... Un momento de desconcierto que hace al público pedir el indulto, merecido por el estilo del burel, pero no por su primer tercio...

Lo que me deja pensar que la gente sobrevaloró la condición del toro por la labor del torero delante de él. No obstante hacen pasar a la historia a su criador y a quien triunfa delante de ellos.


lunes, 21 de diciembre de 2020

En el centenario de Carlos Arruza (y XVII) / II

Carlos Arruza. Torero a caballo

El anuncio de su segunda tarde en Lisboa
Fuente: Diario de Lisboa

El retorno a la patria

A partir de 1958 la actividad de Arruza como torero a caballo se verificará exclusivamente en ruedos de México. El 7 de septiembre de 1958 se levantó triunfador en la corrida de Covadonga de Torreón, acartelado con Manuel Capetillo y Curro Ortega, para lidiar toros de Pastejé. Le cortó las dos orejas al primero de su lote. La crónica de don Guillermo V. Zamudio, para El Siglo de Torreón, entre otras cosas, relata:

A su primero, de nombre “Tortolero” negro zaino, paliabierto, número 77, le clava dos rejones, dos pares de banderillas a una mano, un par de banderillas a dos manos, todo esto con la gracia y la maestría de todo un señor caballista consintiendo a su enemigo, saliendo en falso para alegrar la embestida de la res, galleando con alegría y dejando de manifiesto sus grandes conocimientos y sus inigualables facultades, para después, a pie, ejecutar una faena del más puro sabor taurino en donde su gran calidad de lidiador nos hizo saborear el muletazo por alto, el derechazo en redondo, el natural clásico y el forzado de pecho mandando y templando como en sus grandes tiempos de torero excepcional, Dos orejas, vuelta al ruedo y salida a los medios como corolario magnífico a una estocada hasta la empuñadura...

Pero quizás una de las efemérides más importantes de ese calendario es la del 12 de diciembre, cuando se reinaugura la plaza de El Progreso de Guadalajara, a la que se añadió un segundo tendido en sus graderías. Alternó con Luis Procuna y Rafael Rodríguez en la lidia de toros de Tequisquiapan. festejo al que asistieron como invitados especiales don Rodolfo Gaona, el Maestro Armillita, Silverio Pérez, Jesús Solórzano y Eduardo Solórzano.

La crónica sin firma del festejo aparecida en el diario tapatío El Informador del día siguiente de la corrida, entre otras cosas refiere:

Carlos Arruza resultó a la postre el triunfador de la corrida, ya que fue el único que logró cortar apéndice... En su segundo triunfó más fuerte con los rejones y con las banderillas, sobresaliendo un extraordinario par a dos manos. Clavó tres rejones en magnífica forma, demostrando gran capacidad taurina, pues en todas las ocasiones se dejó llegar al burel a muy corta distancia de su jaca, logrando hacer una reunión perfecta a la hora de ejecutar la suerte... Pie a tierra nos hizo recordar sus mejores tiempos de matador, pues pegó con la muleta extraordinarios pases, en los que corrió la mano en varios derechazos de muy buena factura, y como a la hora de la verdad clavó certera estocada, fue premiado con una oreja y dio la vuelta al ruedo devolviendo prendas de vestir...

Al año siguiente, el 26 de abril, en Aguascalientes, realiza una suerte que en pocas ocasiones es vista, matar desde el caballo con la espada. Fue en la Plaza de Toros San Marcos, donde se acarteló con Humberto Moro y Antonio del Olivar para lidiar toros de Peñuelas. Don Jesús Gómez Medina, desde su tribuna de El Sol del Centro recuerda así el acontecimiento:

Con el cuarto, Carlos se superó toreando a caballo: lo mismo su forma de encelar al bicho, manejando a la jaca con alarde de mando y seguridad, que clavando rejones y banderillas con una y con las dos manos, el Ciclón hízose aplaudir rotundamente.

Y, para concluir, acometió una hazaña sin precedente hasta la fecha, según nuestro leal saber y entender: la de estoquear desde el caballo. Acero en la diestra, echóse Arruza sobre el morrillo del morlaco y le dejó un estoconazo hasta la bola, en el propio morrillo... Estalló, naturalmente, una ovación de las gordas. Dos orejas, el rabo del burel y una vuelta al ruedo en triunfo: tal fue el premio a la proeza del Ciclón…

El año de 1960 fue sangriento en México. Carlos Vera Cañitas y Curro Ortega quedaron impedidos para continuar con su ministerio en los ruedos en las astas de los toros. Y volvió a aparecer el Arruza solidario para intentar aliviar a sus pares en momentos de tribulación. Primero fue en la Plaza México, el 16 de septiembre de 1960, cuando anunció su presentación como rejoneador en ese escenario junto a Alfonso Ramírez Calesero, Luis Procuna, Rafael Rodríguez, Jorge El Ranchero Aguilar y José Zúñiga Joselillo de Colombia para recaudar fondos a beneficio del valentísimo Cañitas. La corrida se torció por el juego de los toros y por el clima, pero la afición respondió al reclamo del Ciclón y sus compañeros y el cometido de la corrida en lo económico se cumplió.

Poco más de un mes después, en El Toreo de Cuatro Caminos, Carlos Arruza se vio de nuevo en la tesitura de organizar un beneficio para Curro Ortega. El 30 de octubre volvió a actuar junto a Manolo dos Santos, Manuel Capetillo, Juan Silveti, Alfredo Leal, Joselito Huerta y Antonio del Olivar para lidiar 5 toros de Valparaíso y uno de San Mateo para rejones. El resultado de este festejo fue triunfal. Juan Silveti cortó el rabo a Farolero, Joselito Huerta también se lo tumbó a Soldado y he encontrado recientemente información de que Arruza también se lo cortó a Azteca, el toro que lidió en esta corrida.

El festejo pro Curro Ortega se anunció como la despedida de Arruza del público de la capital mexicana, aunque el último festejo que torearía en esta etapa sería el 6 de noviembre de 1960 en Ciudad Juárez, actuando por delante de Luis Procuna, Rafael Rodríguez y el ecuatoriano Fernando Traversari El Pando, cortando la oreja al toro de Peñuelas que le tocó en suerte. Su intención era, dedicarse ahora sí, a ser criador de toros de lidia y a su familia de tiempo completo.

Cinco años después

En esta serie de estampas de la vida torera de Carlos Arruza hemos insistido en que era un hombre inquieto. Y la prueba está en que cinco años después de haber dejado los ruedos en su arista de rejoneador, decidió volver a calzarse los zahones para volver a enfrentarse a los toros en público. Lo hizo por primera vez en Tijuana el 20 de junio de 1965 formando parte de un cartel que completaron Abel Flores El Papelero y Antonio Sánchez Porteño, lidiándose dos toros de Santacilia para rejones y cuatro de Armillita Hermanos para los de a pie.

Esta etapa final de su camino en los ruedos sería breve. Carlos Arruza torearía apenas veintitrés corridas de toros. Las primeras once serían en el año de 1965 y casi todas constreñidas a la frontera norte de México, pues cuatro se verificarían en Tijuana, tres en Ciudad Juárez, una en Piedras Negras y las tres restantes, al final del calendario en Morelia, Irapuato y Querétaro. Lo que también puedo observar del análisis de los anuarios, es que se Arruza ya hacía una mejor selección del ganado que lidiaba y era muy diferenciado del que enfrentaban sus alternantes de a pie, lo que, en buena medida, pretendía en alguna medida, procurarle alguna certidumbre de éxito.

En 1966 torearía su última docena de festejos y volvería por última vez a la Plaza México, donde tuvo los más sonados éxitos de esta etapa de su vida en los redondeles. Comenzó el año en Puebla y llegó a la gran plaza el día 22 de enero, en un cartel interesante, formado por Jorge El Ranchero Aguilar, el hispano Manuel Amador y el queretano Rafael Muñoz Chito, confirmantes estos dos últimos, para enfrentar un encierro de Tequisquiapan

Esa tarde Carlos Arruza realizaría un hecho inédito en la gran plaza, cortaría un rabo a un toro como rejoneador, el primero en la historia de los veinte años de existencia de ese redondel y que tardaría 34 años en ser replicado. La crónica de quien firma como Pepe Luis, de la agencia United Press International, aparecida en el diario El Informador de Guadalajara del día siguiente del festejo, entre otras cosas relata:

Lleno rebosante en la Plaza “México”, para presenciar la séptima corrida de la temporada... El rejoneador mexicano Carlos Arruza estuvo monumental en todo, cortando las orejas y rabo de su enemigo... Los toros de “Tequisquiapan” disparejos en su presentación y en su lidia, predominando los difíciles.

El rejoneador Carlos Arruza consintió a su enemigo, que no quería saber nada de su cabalgadura, hasta hacerlo embestir, clavando rejoncillos de lujo, un par de banderillas con una mano que quedó en lo alto y otro a dos manos que fue un monumento de precisión y maestría, recibiendo una gran ovación. El rejón de muerte no lo usó porque se lo impidió el público.

Echó pie a tierra, aguantó enormemente en varios ayudados por alto, sin moverse, para después instrumentar varios derechazos templados y doblones rodilla en tierra. Terminó con una estocada entera. Ovación, orejas y rabo, dos vueltas al ruedo y saludos desde los medios. Buen toro para los de a pie, pero manso para el caballo...

Dos domingos después, acartelado con Jaime Rangel, Santiago Martín El Viti y Manolo Espinosa Armillita, le corta las dos orejas a Peregrino de Reyes Huerta. Sería la última vez que pisara el ruedo de Insurgentes. Le quedaban por delante solamente las tardes de Mérida, Acapulco, Villa de Álvarez, Aguascalientes, Torreón y la última, en Chihuahua, el 15 de mayo, en la que alternó con el lusitano Armando Soares y Gabino Aguilar en la lidia de toros de Suárez del Real.

Para terminar

Llega a su final el calendario de 2020 y el año del centenario del natalicio de Carlos Arruza concluye. Es así que también doy por terminadas estas estampas sobre el paso por los ruedos y por la vida de quien ha sido una de las grandes figuras del toreo mexicano y mundial. 

Carlos Arruza, tras de este último capítulo podemos ver, es el único torero mexicano que ha actuado a pie y a caballo en corridas de toros en las cuatro principales plazas del mundo – Madrid, México, Sevilla y Barcelona – igualmente es el único que ha cortado rabos en ambos caracteres en la Plaza México y en El Toreo de Cuatro Caminos.

Así pues, puedo asegurar sin temor a equivocarme que todavía queda mucho por escribir y por investigar acerca de la vida y la trayectoria de Carlos Arruza, un torero mexicano sobre el que no se ha dicho todo lo que se merece y se debe.

Espero que lo publicado hasta ahora sobre este tema en estas páginas virtuales, haya resultado de su interés. Hasta una nueva ocasión.

domingo, 20 de diciembre de 2020

En el centenario de Carlos Arruza (y XVII) / I

Carlos Arruza. Torero a caballo

Carlos Arruza
Cortesía: altoromexico.com

Si hemos de aceptar lo que Ignacio Sáez Boil narra en su obra Antología del Toreo a Caballo, la primera vez que Carlos Arruza toreó a caballo fue en Lisboa el año de 1939. Esta historia la recoge a su vez Luis Nieto Manjón en La Historia Insólita del Toreo a Caballo, de la manera siguiente:

La importancia del matador de toros Carlos Arruza en el toreo – fue uno de los máximos competidores de ‘Manolete’ – es trascendental y muy conocida; en contraposición a su breve e insólito paso por el rejoneo. Sáez Boil apunta que en 1939, en Portugal, un aficionado le hizo una apuesta al inquieto y valiente diestro mexicano. La misma consistía en rejonear un astado a caballo. El historiador asevera:

«Entrenando media hora con una montura prestada, lidió un novillo sin embolar... En América, Portugal y España se hizo un sitio en los carteles con su simpatía y pundonor. Su empeño en abrirse nuevas sendas le hizo progresar rápidamente, dominando incluso los pares de banderillas a dos manos...»

Por supuesto que ese hecho aislado no se puede interpretar como el arranque de la carrera del Ciclón Mexicano como rejoneador. No sería más que una mera anécdota, pues en esos días sus ilusiones y sus intereses estaban fijados en ser figura del toreo a pie, lo que, como hemos desarrollado ya en esta serie, consiguió con creces. La etapa del toreo a caballo vendría de forma deliberada, meditada y bastantes años después.

Las angustias del retiro

Cuando tras de la Corrida Guadalupana de 1953 y la de Ciudad Juárez del siguiente domingo a beneficio de su cuadrilla, Carlos Arruza se decide a dejar los ruedos y dedicarse al campo y a su familia, pronto entra en una espiral que había padecido en el tiempo de la primera vez que decidió irse de los ruedos, en 1948, la de no tener una actividad con la cual ocupar una gran parte de su tiempo y sobre todo, mantener contacto con la gente que lo admiraba. En ese año del 48 incluso llegó a incursionar al servicio público, pero su honradez intachable le impidió aceptar determinadas costumbres inveteradas y lo dejó.

Esta ocasión su compadre Jesús Solórzano le propuso aprender a montar a la alta escuela y aprender a jugar polo, un deporte en el que tendría contacto con el público, en el que en principio no estaría de constante gira por todas partes y con el que podría consumir esa angustia de no saber qué se es, como decía Rafael Rodríguez cuando estaba a las puertas de la despedida.

Carmelita Madrazo, en el libro biográfico de El Rey del Temple brevemente narra esta cuestión:

Carlos fue motivado por Ponciano para que aprendiera a montar a caballo, cosa que no sabía hacer ni le interesaba. Pero como el matador Solórzano pretendía que algún día Carlos Arruza jugara polo, de allí la insistencia para que Arruza supiera montar; efectivamente que aprendió, pero jamás lo convenció de que jugara al polo, por considerar Arruza que era un deporte muy peligroso.

Entonces Chucho le aconseja compre la ganadería de Pastejé. Al comprarla el matador Arruza, se traslada a vivir al campo y las visitas de Solórzano a la ganadería eran muy frecuentes.

Dicha hacienda Chucho la conocía perfectamente. Primero, había pertenecido a sus parientes los Pliego, luego a don Eduardo Iturbide y Tono Algara...

Verbalmente, Salvador Solórzano me contó que Arruza intentó jugar polo, pero que en una caída de un caballo se lastimó un hombro y que por ello desistió del intento. Mi impresión es que la consideración del peligro no hubiera hecho a Arruza dejar de jugar polo, más bien, creo que en el aprendizaje de la monta a la alta escuela se encontró con algo que llamó más su atención y fue precisamente el toreo a caballo.

El aprender a montar y la tenencia digamos, ilimitada, de toros en el campo son una combinación que fácilmente pueden mitigar la angustia a la que vengo refiriéndome. Ya había citado lo que Budd Boetticher, en el biopic Arruza decía a partir de un hecho campero de una vaca o novillo desmandado:

La tranquilidad de la vida en el campo era una bendición, pero la rutina diaria de Pastejé se volvió aburrida y el fastidio era una nueva y misteriosa experiencia para Carlos Arruza… Entonces, una tarde sucedió… hay un caballo suelto, un vaquero se descuidó al atarlo… una vaca que va a reunirse con la manada… una vaca embravecida embiste a cualquier cosa en movimiento… el plan de Arruza es muy simple, atraer a la vaca hacia él y llevarla hacia la manada… ahora con el sombrero, está atrayendo a la vaca… Mari Arruza reconoce ese juego por su niñez vivida en Sevilla… se llama rejoneo…

Así es que decide iniciar un nuevo camino por los ruedos con la cuadra de caballos portugueses que en principio había adquirido con la única finalidad de aprender a montar.

La primera etapa

Carlos Arruza inicia su andar como torero a caballo en Nogales, el 16 de septiembre de 1956 con toros de Pastejé, su ganadería y llevando en el cartel a Luis Briones y Luis Solano, comenzando así un camino que tendría un punto y seguido cuatro años después, en Ciudad Juárez. 

Es en este tiempo cuando se decide volver a los ruedos europeos, en los que había dejado de actuar desde 1952, el año de las corridas del millón y contrata para 1957 veintinueve fechas, siendo el segundo del escalafón de rejoneadores detrás de Ángel Peralta. Inicia su trayectoria allá nada menos que en Lisboa, donde actúa los días 14 de abril y 19 de mayo, anunciándose en la publicidad del Diario de Lisboa que torearía a pie y a caballo

Las crónicas de El Terrible Pérez en ese mismo periódico aseguran que clavó buenos fierros, entrando directo por dentro, siempre con alegría y destreza, realizando acertados pasos y recortes y consumando las suertes con facilidad. Es decir, aunque el público lisboeta esperaba ver al torero de a pie, reconoció que Carlos Arruza era también un buen torero a caballo.

La presentación en España sería en Barcelona, el 2 de junio siguiente, para lidiar por delante un toro de Manuel Sánchez Cobaleda junto con José María Martorell, Miguel Báez Litri y Manolo Vázquez, quienes se enfrentarían a un encierro de Baltasar Ibán. La tarde fue un acontecimiento. La crónica de Eduardo Palacio en La Vanguardia de Barcelona, refiere que dentro del gran lleno observó en los tendidos al Ministro de Comercio, al Capitán General de la Región, a toreros retirados como Julio Pérez Vito, Chaves Flores, Manolo Carmona o Esparterito y también expresó lo siguiente:

Tarde calurosa y sol verdaderamente cegador... Estamos a 25 de julio. Santiago, Patrón de España… La tarde de toros a que aludo tuvo efecto el año de 1944. El cartel componíanlo seis reses de Cobaleda para Manuel Jiménez «Chicuelo», el espada local Mario Cabré y trufado entre ambos, un diestro azteca de raigambre española llamado Carlos Arruza que hacía su presentación en Barcelona... Al final de la corrida el espada fue tomado a hombros, paseado así primero por el circo y luego por la avenida de José Antonio y Ramblas hasta el Hotel España donde se hospedaba... Pues bien, desde hace unos meses se aseguraba en los medios taurinos que Arruza volvía a los ruedos como rejoneador y que haría su presentación en la madre Patria, en una de las benéficas corridas de más tronío de las que anualmente tienen por escenario el coso de la capital de España. No lo creí ni me hice eco de ese rumor, por entender que si Arruza era verdad que públicamente pisaba un circo taurino, habría ser necesariamente el de Barcelona el primero. Aquí se hizo, aquí se le clasificó de fenómeno y aquí tiene, a más de infinitos admiradores, un empresario que siempre lo ha querido y mimado como merecía. En efecto, el domingo, con la Monumental abarrotada... presentóse el rejoneador don Carlos Arruza... En el tendido 5 exhibíase un cartelón que decía: «Arruza, tu Peña te saluda». Hizo el paseo y ocurrió lo que tenía que ocurrir... Porque si en la presentación recordada cortó dos orejas, igual número de ellas recibió al volver como caballista a Barcelona... El artista es el mismo y el público idéntico. Igual que hace doce años...

Mejor arranque de campaña española no pudo tener. Cuatro días después, el 6 de junio, se presentó en Las Ventas, en la Corrida de Beneficencia. Allí las cosas no se dieron bien para Arruza, ni para Aparicio, Litri o Manolo Vázquez, pues los toros de Urquijo y Felipe Bartolomé apartados para lo que entonces era la fecha más señalada del calendario taurino de España se encargaron de dar al traste con ella. En la crónica que hace José María del Rey Caballero Selipe para el ABC madrileño, señala que Arruza se baja del caballo a petición de la parroquia, pero que sin alarde, únicamente prepara la suerte y descabella con efectividad.

El siguiente puerto de montaña de Arruza en España es en Sevilla y llega allí el 21 de junio, para actuar en la Corrida de la Prensa. Actúa junto con Antonio Vázquez, Pepe Cáceres y Mariano Martín Carriles. La crónica de Gómez Bajuelo para la edición sevillana del ABC señala que Arruza, de nuevo, únicamente bajó del caballo para descabellar y al terminar su labor fue llamado al tercio a saludar, agregando que bien pudo dar la vuelta al ruedo, sin que nadie se lo hubiera reclamado. 

Al margen de su actividad en los ruedos hispanos, el 27 de mayo le fue entregada en Santander la Gran Cruz de Beneficencia, otorgada por el Gobierno de España en reconocimiento a sus repetidos gestos solidarios con distintas causas nobles en aquellas tierras. La entrega se realizó por el General Díaz de Villegas, Director de Provincias Africanas previo a la novillada en la que actuaron Rafael Pedrosa, Claudio Prieto y Juanito Vázquez ante novillos de Salvador Guardiola.

Completó esa campaña en ruedos de ultramar en las plazas de Palma de Mallorca, Cabra, Badajoz, Zaragoza, Valencia, Jerez de la Frontera, Huelva, Alicante, Málaga, Cádiz, San Sebastián, Santander, Linares, Cehegín y Zamora.

El día de mañana concluiré con estos apuntes.

domingo, 6 de diciembre de 2020

En el centenario de Carlos Arruza (XVI)

1º de diciembre de 1940: Carlos Arruza recibe la alternativa

La temporada 1939 – 1940 había terminado con los estamentos de la fiesta en México divididos. Fue la del Pacto de San Martín Texmelucan y se dio en dos partes. Eso motivó al General Maximino Ávila Camacho, titular de la mayoría accionaria de la sociedad propietaria de la plaza El Toreo a designar como nuevo gestor del coso a Anacarsis Carcho Peralta, quien a su vez nombró como Gerente al doctor Alfonso Gaona, cuya aptitud para la actividad se vio pronto, pues le fue posible conciliar los intereses encontrados de los dos bandos enfrentados por los hechos de Texmelucan y para demostrarlo, confeccionó para su primera tarde, la del 1º de diciembre de ese año, la alternativa de Carlos Arruza, otorgada por Armillita y con el testimonio del queretano Paco Gorráez, enfrentando la terna toros de Piedras Negras. El cartel tenía su simbolismo, pues combinaba elementos de los dos grupos en pugna apenas una temporada antes.

La reflexión de Arruza sobre el momento de la alternativa

Carlos Arruza contó a Barnaby Conrad, en su libro autobiográfico My Life as a Matador lo que pensó cuando le fue ofrecida la alternativa después de terminada la temporada de novilladas de 1940, misma en la que, junto con Andrés Blando, se alzó como triunfador y conforme a la costumbre de la época, ganador del derecho a ser doctorado en la temporada de corridas siguiente:

Durante casi siete años soñé con la alternativa, después de haber pasado con un largo aprendizaje como novillero para ganar el derecho de usar el título de “Matador de Toros” e ingresar al grupo de aquellos más o menos cuarenta toreros del mundo que toreaban en las principales plazas del mundo con los mejores toros. Pero por alguna razón había sido desdeñado por las empresas durante los dos años anteriores y de repente recibí una llamada del doctor Gaona, el nuevo empresario de la plaza de la Ciudad de México, preguntando si estaría dispuesto a recibir la alternativa la semana siguiente. Enmudecí…

La oferta del doctor Gaona era, como indiqué antes, lidiar una corrida de Piedras Negras y ser apadrinado por Fermín Espinosa Armillita y con el testimonio de Paco Gorráez. Cuenta Arruza a Conrad que tanto él, como su entonces apoderado Benjamín Villanueva aceptaron de buen grado la oferta y se pusieron a prepararse para la gran ocasión.

El día de la alternativa de Arruza

En México, el 1º de diciembre de cada seis años es la fecha en la que se hace el cambio del Presidente de la República. Muchas actividades se suspenden y en la Ciudad de México, hasta hace no muchos años, era realmente un día de fiesta, con cierre de calles, desviación de tráfico y problemas para lo que hoy se llama movilidad de las personas. Arruza así contó a Alberto A. Bitar los problemas que tuvo para llegar a la plaza ese día:

Carlos, para calmar los nervios de recibirse como matador de toros, se fue a Cuernavaca en compañía de su hermano Manolo, los cuales no lo abandonaron durante toda la semana, así que el domingo, se levantó con el alba y a las 9 de la mañana salieron rumbo a la capital, pero sucedió que en esa misma fecha tomaba la alternativa como Presidente de la República el general Manuel Ávila Camacho y todos los accesos a la capital estaban cerrados y si los dejaron pasar fue gracias a súplicas, ruegos y un titipuchal de explicaciones, que si no…

Sus sentimientos ya en la plaza, se los contó así a Barnaby Conrad:

El gran Paco Gorráez, quien atestiguaría la ceremonia, llegó a la plaza y después Armillita y todo parecía increíble. Ya estaba totalmente nervioso. ¿Qué era yo, el hermano pequeño de Manolo Ruiz Camino al lado de esos inmortales de los ruedos? Debería estar al lado de mi madre atendiendo en su negocio. Cuando sonó el clarín pensé: “Dios mío, no estoy listo para esto, dame un año más… Pero me dije, ¿tanto luchar para llegar hasta aquí y lo vas a tirar por un ataque de nervios?

La alternativa

El primer toro de la corrida se llamó Oncito, número once, Arruza lo describe como negro, largo y bien armado. El propio torero describe su actuación ante el toro de la siguiente manera:

…Al inicio de la lidia, estuve afectado por el nerviosismo de la ocasión y no pude ponerme quieto. Ya en quites pude obtener algunos aplausos y decidí no poner banderillas. Vino la ceremonia, el momento solemne en el cual Armillita vino hacia mí y me entregó la muleta y la espada. Ya estaba tranquilo y dispuesto a hacer una gran faena con la muleta.

Armillita me dijo: “Buena suerte muchacho. Ya eres matador de toros, con el talento que tienes, el cielo es tu límite”. Después me hizo una advertencia que me puso los pies en el suelo. Volteó a ver al toro que estaba al otro lado del ruedo y me dijo: “Ten cuidado con el pitón derecho, puede causarte muchos problemas…

Esas últimas palabras, dichas con honestidad y con la finalidad de evitarme un percance, fueron para mí como un balde de agua fría. Viniendo del Maestro de Maestros hacia el neófito que ni siquiera se había percatado de ello, me descompuso totalmente. Así que, en lugar de salir alegremente a jugarme la vida, salí a defenderme del toro, de ese pitón derecho que Armillita me advirtió que era peligroso. Y en los hechos resultó que el Maestro tenía razón. Y a la hora de matar, ese pitón derecho se hundió en mi cuerpo, pensaría yo, casi a propósito, para no dejar como un mentiroso a Armillita… Así arruinó ese toro la tarde de mi alternativa…

La cornada de Oncito fue el bautizo de sangre de Carlos Arruza, pues salvo un puntazo sufrido en Lisboa y algunas volteretas sin consecuencias graves, nunca había sido cornado por un toro. Sin embargo, así herido, dio la vuelta al ruedo tras su labor recogiendo grandes ovaciones.

La reaparición

Volvería a El Toreo el domingo 5 de enero de 1941, a la corrida extraordinaria en Homenaje y Beneficio de los deudos de Alberto Balderas, en la que se lidiaron seis toros de La Laguna y uno de San Diego de los Padres para rejones y que lidiaron Fermín Espinosa Armillita, Jesús Solórzano, José González Carnicerito, Silverio Pérez, Carlos Arruza y Andrés Blando a pie, y a caballo, Conchita Cintrón. Esa tarde Armillita cortó el rabo a Ceniciento de La Laguna.

Tras de ese festejo benéfico, el doctor Gaona no volvió a poner a Arruza en esa temporada y tampoco le consideró en el inicio de la siguiente, pero no faltaba mucho tiempo para que el torero se convirtiera en un ingrediente indispensable e indiscutible en la confección de las temporadas de toros en ambos lados del Atlántico. 

Sin embargo, ese domingo de hace 80 años, era apenas el primer paso de una carrera histórica.

domingo, 15 de noviembre de 2020

En el centenario de Carlos Arruza (XV)

16 de noviembre de 1952: Arruza y Bardobián de Zacatepec


La temporada 1952 – 53 en la Plaza México fue el refrendo de la reanudación de las relaciones taurinas entre España y México lograda el año anterior. En los dieciocho festejos que se dieron, tanto así que por orden de aparición llegaron a confirmar su alternativa Pepe Dominguín, el gaditano Rafael Ortega, Antonio Ordóñez, Luis Miguel Dominguín y Rafael Llorente, a más del venezolano César Girón y volvieron también algunos de los diestros que participaron en las corridas del año anterior como Manolo González y José María Martorell.

El cuadro de toreros mexicanos era distinguido también, lo encabezó Silverio Pérez, que torearía la última corrida de su vida en el cierre de la temporada y junto con él seguían Carlos Arruza, Rafael Rodríguez, Jesús Córdoba, Manuel Capetillo, Juan Silveti, El Ranchero Aguilar y completaría el elenco el lusitano Manolo dos Santos, que junto con Arruza anunciaría su despedida de los ruedos el día de la Corrida Guadalupana.

La tercera de la temporada 52 – 53 

Era costumbre que en la temporada grande se concediera la alternativa al o los triunfadores de la temporada de novilladas inmediata anterior y así quien después sería llamado El Príncipe del Toreo sería alternativado según lo consuetudinario, por eso, para el domingo 16 de noviembre de 1952 se anunciaron toros de Zacatepec para Carlos Arruza, José María Martorell y Alfredo Leal, que recibiría la alternativa. Al final de cuentas, se lidiaron solamente cuatro toros de Zacatepec, saliendo dos de La Laguna, que, por ser de mayor antigüedad, abrieron y cerraron plaza, según el reglamento.

Pero el hito trascendente de esa tercera corrida de la temporada al final de cuentas resultó ser la faena de Carlos Arruza al cuarto de la tarde, nombrado Bardobián por don Daniel Muñoz y que para la estadística, sería el último rabo que el Ciclón cortaría en la gran plaza como torero de a pie.

La perspectiva del Tío Carlos

Don Carlos Septién García, quien firmaba sus crónicas en su tribuna de El Universal como El Tío Carlos, hace un relato interesante de esta faena, empezando por comentar que el lugar desde donde ve la corrida es el callejón, que le da una perspectiva diferente del festejo, de esa relación extraigo lo siguiente:

Esta tarde he presenciado la corrida desde el callejón. Para un antiguo habitante del tendido como ha sido quien esto escribe, la experiencia ha resultado intensa. Más abajo del tranquilo sitio en las graderías donde cada espectador tiene derecho a sentirse César soberano, existe un mundo en el cual revolotean como dueños los invisibles murciélagos de la angustia, del jadeo, de la lucha entre la vida y la muerte. Es el mundo del ruedo, circunferencia cegada por la roja muralla de la barrera para salir del cual no hay sino dos vías igualmente patéticas porque ambas se abren al precio de la vida: el empinado sendero del triunfo o la oscura encrucijada del dolor.

¡Qué lejos se está aquí de la serena perspectiva que dan las alturas! Desde arriba los lances son tersos y los movimientos rítmicos como un ballet. Hasta allá no llegan el brillo siniestro de la baba en los belfos del toro, ni la roja herida de su hocico fiero como el de lobo en la estepa, ni el batir de sus ijares en el agitado vaivén de la lucha y del instinto. Desde allá no se advierte cómo la firme curva de la chaquetilla luminosa oculta el jadeo con que late el pecho del torero, ni tampoco se turba la emoción en el agónico sudor que resbala por las frentes lidiadoras. Todo se vuelve más suave, como en la visión del pájaro: sabia disposición de la arquitectura que permite al espectador de una tan recia batalla como es el torear, el estético deleite del paladeo.

Acá abajo es diferente. Se está al nivel de la lucha misma…

Respecto del hacer de Carlos Arruza ante Bardobián y haciendo notar al lector que la perspectiva del punto de apreciación hace ver las cosas de modo distinto, El Tío Carlos reflexiona lo siguiente:

...Ahora ha salido el cuarto toro de la tarde. Se llama “Bardobián” y al contrario de su feo hermano, es negro, lustroso, largo y bonito desde sus bien colocados pitones a su bello rabo. También éste derriba picadores; pero al revés de aquél, combate con el hierro metido en sus carnes hasta la arandela. Una cadencia de velos rojos se alza graciosamente en la tarde: es Arruza que se ha pasado el capote a la espalda en un lance de imborrable plasticidad y que luego ha guiado gentilmente el viaje del toro en el arrojo de tres gaoneras morunas y un generoso remate… Y esta vez sí brilló la gloria de las banderillas…

Oro y blanco – espiga madura – Arruza se erige en el tercio; la roja muleta cuadrada en las manos: es tiempo de verla mientras arranca “Bardobián”, sobrado de pastueñez, pero no muy abundante en alegría. Hay que verla: es la mejor muleta que el toreo conoce en estos tiempos. Los hilos de su tela escarlata son de la misma calidad de aquellos que formaron la muleta de un Romero o de un Guerra. Unos son fuertes e invencibles como las cuerdas con que se sujeta la nave enemiga de los abordajes; otros son duros y acerados como la zarpa con que el león destroza a su presa; hay en su trama finas hebras capaces de serpear como cabellos de gitana hasta embrujar de cadencias el paso de un toro bravo; hay hilos sedosos, amables, como para acariciar con ellos la seda de los lomos zainos. Será posible hallar sueltos, aislados, estos hilos en otras muletas: reunidos en una sola trama, trenzados en un solo tejido, no existen sino en esa muleta con que Carlos Arruza está citando a “Bardobián” en el tercio. Y todavía en esa malla roja están vibrando como cuerdas tensas de salterio, las que sólo Arruza puede y sabe tocar, porque son la creación de su genio y de su temperamento: las cuerdas con que su repentina e inagotable inspiración va creando en cada tarde el milagro de sus pases cambiados, de sus arrucinas, de sus ocurrencias toreras como relámpagos o como travesuras de quien por tanto saber es el único que sabe jugar con lo clásico...

Pero ya se ha arrancado “Bardobián” y la faena comienza en tono melódico con dos exquisitos muletazos por alto y varios derechazos para concluir en un nuevo pase por alto resumen de cadencia. Ahora el torero se va de largo: cita al toro sobre el lado izquierdo, le deja llegar hasta la inminencia de la silueta y allí mueve gentil y preciso la muleta hacia atrás. El toro traza un arco, cabe la espalda del torero, se ha consumado el pase cambiado de un modo como no lo soñaron los viejos maestros. Y el público no grita porque ha quedado en suspenso: éste no es pase de gritos, sino de respiración contenida. La plaza resuelve su sorpresa y su emoción en algo así como un gigantesco suspiro. Y cuando en el mismo terreno, con el toro más lento aún Arruza repite el milagro dejando que el pitón señale sobre la cintura la ruta que le ha obligado, se vuelve a sentir que 50,000 gentes han dejado de respirar en el mismo momento.

Sin embargo, el bisoño espectador de callejón, éste que ha padecido la agonía de los otros toreros en cada lance y en cada pase, sí ha respirado. Porque él, que ha visto el terrible toma y daca, el riesgo que a cada viaje padecen los otros, se ha olvidado de todo eso. Conforme la faena de Arruza va embrujando al toro, va devolviendo también al neófito en el callejón su perdida visión serena de antiguo habitante del tendido…

¡Que nos dejen saltar de la barrera y salir de los burladeros! Es tal el embrujo de la muleta de Arruza que puede verse aquí, de cerca. Ni siquiera desde el callejón: a la vera misma del torero cuya muleta es tan firme y tan invencible como una muralla escarlata; tan suave y tan gentil como una crinolina en reverencia...

Un apunte sobre la crónica del Tío Carlos

Se tiene por fecha de la presentación del péndulo, suerte de muleta creada por Carlos Arruza, la del 20 de septiembre de 1953, en un festival a beneficio de la infancia, organizado por la señora María Izaguirre de Ruiz Cortines. Incluso, en una aportación anterior, lo señalé así, pero en el introito de su crónica, don Carlos Septién asienta lo que sigue:

Zarpa, embrujo y caricia en la muleta de Carlos Arruza, la mejor de la época. En un histórico faenón a “Bardobián” de Zacatepec, el gran torero mexicano agotó el repertorio conocido, creó nuevos pases e hizo una sola cosa del arte y del dominio absoluto. José María Martorell, tan esforzado como siempre, cuajó un dramático trasteo al quinto y logró un quite de escándalo en el cuarto. Alfredo Leal se achicó en su alternativa sólo se le vio matando. Dos toros excelentes; uno de Zacatepec y otro de La Laguna.

Dice creó nuevas suertes…, y en el texto de la misma hace este apuntamiento: Ahora el torero se va de largo: cita al toro sobre el lado izquierdo, le deja llegar hasta la inminencia de la silueta y allí mueve gentil y preciso la muleta hacia atrás. El toro traza un arco, cabe la espalda del torero, se ha consumado el pase cambiado de un modo como no lo soñaron los viejos maestros… ¿No está describiendo acaso el péndulo? Quizás en la emoción de un trasteo que fue cumbre, la presentación en la Plaza México de una suerte que por confesión del propio diestro ejecutó por primera vez en Tijuana a finales de 1951, pasó desapercibida.

Para finalizar

El 22 de febrero de 1953, en la décimo séptima corrida de esa misma temporada, Corrida Guadalupana, Carlos Arruza anunciaría intempestivamente su despedida de los ruedos, asunto del que ya me he ocupado por estas virtuales páginas, realizando quizás su faena más sentida en ese ruedo al toro Peregrino de Torrecilla. Como hombre inquieto que siempre fue, volvería a los ruedos y volvería a cortar un rabo en la Plaza México, pero ya no sería vestido de luces, sino toreando a caballo, vertiente de la fiesta en la que también logró ser una figura del toreo.

domingo, 25 de octubre de 2020

En el centenario de Carlos Arruza (XIV)

Carlos Arruza, el solidario. España (II)

Monumento a Manolete
Foto: Justojosemm - Cordobapedia
La tenacidad de un proyecto

José Luis Sánchez Garrido, quien firmaba sus escritos como José Luis de Córdoba, casi al día siguiente de que los restos de Manolete fueran depositados en el cementerio de Córdoba, se empeñó en conseguir que lo que es conocido como la gran familia taurina se uniera en torno al proyecto de erigir un monumento en honor al que después sería proclamado IV Califa de esa ciudad.

Para recaudar los recursos necesarios recurrió a toreros, empresarios, apoderados y amigos del torero caído, así como al público en general. Llegó a poder organizar un festival taurino en 1949 y logró reunir una modesta cantidad de dinero con esa finalidad, pero llegó el día que la captación de recursos cesó. Así lo contó al semanario madrileño El Ruedo de el 30 de agosto de 1951:

…hace cuatro años de la muerte de «Manolete». Quiere decir esto que la suscripción no fue un éxito precisamente. Si reparamos las listas de donantes observaremos que faltan en ellas nombres que de ninguna forma debieran faltar. Nombres de toreros, por ejemplo.

Y de empresarios, y de ganaderos. De muchos de los que hicieron fortuna a la sombra gigantesca de «Manolete». No nos interesa puntualizar. Dense todos por aludidos... Y si repasamos – nosotros lo hemos hecho – la abundante correspondencia recibida, percibiremos el contraste de modestas personas – simples aficionados y aun mujeres de aldea, que ni tan siquiera vieron torear a «Manolete –, que tienen frases alentadoras para el proyecto del monumento e incluyen en la carta dos cincuenta pesetas en sellos de correo para la suscripción...

La suscripción, pues, engrosada con algunos miles de pesetas, producto de un festival celebrado en Córdoba, quedó no cerrada, muerta, en el año 1949.

Lo recaudado ingresó en el Banco de España y allí está todavía. En este momento asciende con toda exactitud a 180,971,20 pesetas. A esta cantidad hay que agregar las 25.000 pesetas consignadas en presupuesto, en su día, por el Municipio cordobés para dicho fin. Lo que suma un total de 205,971,20 pesetas, que no es, ni con mucho, suficiente para llevar a cabo la realización del monumento que «Manolete» merece...

Arruza recoge el guante

Enterado de tal situación, es que Carlos Arruza recoge el guante y reúne a toreros mexicanos y españoles para la realización de una de esas corridas que don Pedro Balañá llamaba monstruo allí, en la Plaza de los Tejares de Córdoba. Así lo cuenta Sánchez Garrido en información publicada en El Ruedo del 11 de agosto de 1951:

…Muchos han dicho que esta corrida, para su mayor rendimiento económico, debería haberse organizado en otra Plaza de mayor cabida que el coso cordobés... – decimos a Carlos –. Y responde: Contra ese parecer, yo estimo que el monumento a «Manolete» deben levantarlo esencialmente los cordobeses, sin despreciar el deseo de colaboración de otras regiones. Pero la primera piedra debía y tenía que salir de esta ciudad, madre del torero...

Todo el ambiente taurino de España estaba tan deseoso como yo de que esta corrida llegara a ser un hecho. Parece que él nombre de «Manolete» tiene aún poder suficiente para congregar todas las voluntades: ganaderos, toreros, empresarios, aficionados...

¿Quiere decirnos el cartel definitivo?

Se lidiarán diez toros; el primero por el duque de Pinohermoso a caballo, y los restantes en lidia ordinaria por los matadores Carlos Arruza, «Parrita», Martorell, Capetillo, Silveti, «Calerito», Aparicio, Liceaga y «Lagartijo». Ha habido que prescindir – con gran sentimiento por nuestra parte – de otros muchos y muy valiosos ofrecimientos. Además, el personal de cuadrilla actuará también de una forma desinteresada.

¿Y los toros?

Han de lidiarse por orden de antigüedad. Contamos con estos diez: Duque de Pinohermoso, Felipe Bartolomé, conde de la Corte, Galache, Alipio Pérez, Arturo Sánchez Cobaleda, Juan Belmonte, Carlos Arruza, Marceliano Rodríguez y José de la Cova...

Arruza y Capetillo fueron heridos en las actuaciones con las que cerraron su temporada española en Jerez y Albacete. De hecho, el primer pronóstico que se dio de la herida de Capetillo fue de muy grave, sin embargo, después de ser intervenido, resultó ser nada más grave, según la clasificación que hacen los médicos allá y ambos toreros estuvieron en condiciones de actuar.

Un prólogo fúnebre

El 15 de octubre de ese 1951 se trasladaron, en una intimidad hermética, los restos de Manolete al mausoleo que ocupan en definitiva, pues por lo intempestivo de su fallecimiento, fue inhumado en uno que cedieron en préstamo los hermanos Manuel y Baldomero Sánchez de Puerta. La narración de José Luis de Córdoba en El Ruedo del 25 de octubre de 1951 es de esta guisa:

Un acto sencillo y emocionante se celebró en Córdoba el pasado día 15 de octubre. Nosotros, en trabajo anterior, lo anunciamos, inconcretamente, porque aún estaba la fecha por determinar. No fue un acto público. Si así hubiera sido, se hubiese desbordado Córdoba entera en el cementerio de Nuestra Señora de la Salud. Por ello, a las doce en punto del mencionado día, la necrópolis estaba sola, silente. De Madrid llegó expresamente el que fue apoderado de «Manolete», José Flores, «Camará». Y de Jerez, sus íntimos don Álvaro Domecq y don Manuel Sánchez Dalp. Con ellos concurrieron el alcalde de Córdoba… Guillermo, el que fué mozo de estoques de «Manolete»; los dueños del panteón en que provisionalmente se depositaron los restos, don Baldomero y don Manuel Sánchez de Puerta, y el cronista que firma... Varios familiares de Manuel Rodríguez presenciaron también el acto: doña Ángela, hermana de «Manolete», y los hermanos políticos don Federico Soria Casanova, don Julio Delgado y don Rafael Torres Liñeros…

Algunas notas sobre la corrida

La corrida se celebró con algunos cambios. El primero es que por alguna razón que no pude confirmar, Juan Silveti salió del cartel y su lugar lo ocupó el texcocano Jorge Medina y se agregó al mismo Rafael Vega de los Reyes Gitanillo de Triana que no estaba anunciado originalmente. Acerca de esto último, se explica lo siguiente en El Ruedo del mismo 25 de octubre de 1951:

…sólo dejó de actuar Juan Silveti, de Méjico, para ser sustituido por el también azteca Jorge Medina. El toro de don José de la Cova figuraba como sobrero en el primitivo cartel, más la víspera de la fiesta se acordó que fuera estoqueado en primer lugar de lidia ordinaria por el espada «Gitanillo de Triana»…

Se ha afirmado que Gitanillo sustituyó a Calerito, pero es que en la reseña del festejo de El Ruedo no se dio cuenta de su actuación, subsanándose esta omisión hasta el número del primero de noviembre siguiente, cuando se hace la relación correspondiente y consta también en las crónicas de Antonio Olmedo Don Fabricio del ABC de Sevilla del 23 de octubre de ese año, o en la de la agencia CIFRA aparecida en La Vanguardia de Barcelona de esa última fecha.

El resultado del festejo

Al final de la corrida, celebrada el domingo 21 de octubre de ese 1951, Gitanillo y Martorell habían cortado una oreja, Arruza, Parrita, Capetillo, Calerito y Aparicio, las orejas y el rabo de su respectivo toro y Liceaga, Medina y Rafaelito Lagartijo, así como el Duque de Pinohermoso que descordó a su toro, fueron ovacionados. Los momentos más emotivos de la tarde se produjeron aun así, tras la lidia del octavo, cuando Julio Aparicio sacó a dar la vuelta al ruedo a todos los alternantes y a los subalternos que desinteresadamente actuaron en ese festejo y que en tono de apoteosis recorrieron la circunferencia.

El segundo gran momento se produjo cuando Rafael Soria Lagartijo brindó el undécimo de la tarde a Carlos Arruza, que recibió en ese momento la ovación más grande de la sesión, en reconocimiento a su labor de conjunción de esfuerzos y voluntades para lograr la erección del monumento que hoy está en la Plaza de los Condes de Priego, frente a la Iglesia de Santa Marina de Aguas Santas. Concluido el festejo, fue Arruza el que salió en hombros de la plaza, para cerrar el círculo del reconocimiento.

Las cuentas de la corrida

En el número de El Ruedo de el 8 de noviembre de 1951, José Luis Sánchez Garrido presentaba los números del exitoso festejo. Señalaba que la partida de gastos amparaba la cantidad de 68,837.85 pesetas, debidas a impresión de programas y boletería, acuñación de medallas para los diestros actuantes, transporte de toros y traslado de mayorales y que el ingreso neto de taquilla importó la suma de 811,765.75 pesetas, por lo que, sumada esta cantidad a las recaudadas con anterioridad, la campaña para la erección del monumento contaba ya con 1’022,736.95 pesetas para destinarse a ese fin. 

Queda claro así que la intervención de Arruza fue decisiva y exitosa en este asunto.

Para terminar

Escribe Don Fabricio en el ABC sevillano:

18 de abril de 1945. También fue en el ruedo de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, probadero de gallardías. Carlos Arruza, llegado de Méjico el año anterior, caía como un aerolito en las plazas españolas. Si a Manolete le llamaron el “monstruo”, a él le titulaban el “ciclón”: dos potencias. Aquella tarde los colosos coincidieron, diremos mejor, chocaron sobre el dorado albero del Arenal sevillano, y los toros rompieron las taleguillas de Manolete y Arruza. Se había iniciado una batalla dura, brutal quizás, pero precisamente porque las respectivas hombrías de Manolete y Arruza eran cabales sin tacha, la lucha se humanizó poco a poco y, a la postre, quedó superada en noble competencia, de la que nació una leal amistad, cuyos cimientos fraguaron en mutua y sincera admiración, sellada en oportunidad memorable con un abrazo fraterno. Y Manolete y Arruza, unidos, pero acuciados por idéntico e indeclinable afán de superación, dieron a la fiesta un auge cumbreño.

El domingo Arruza era patrocinador y actor en la magna corrida que Córdoba había organizado en homenaje a la memoria de Manolete. A requerimiento del torero azteca, participaron los matadores de toros mejicanos que entre nosotros quedan. Honra singular merece el gesto, correspondiente a aquel otro que Sevilla tuvo que devolver a Méjico, el cuerpo de un modesto lidiador caído en la plaza de San Roque. Como dijo García Sanchis en su elocuente preámbulo, la Fiesta Nacional no reconoce fronteras entre España y la Nueva España: Méjico ilustre. La inexcusable colaboración de los toreros cordobeses y la de los lidiadores nacionales más estrechamente vinculados a la cátedra del maestro caído merece también especial encomio...

Así ha sido Carlos Arruza, un dechado de hombría, de amistad y de solidaridad con aquellos que la requerían…

domingo, 20 de septiembre de 2020

En el centenario de Carlos Arruza (XIII)

Carlos Arruza y la literatura taurina mexicana. Una deuda pendiente


En los últimos días algunos buenos amigos, inspirados por los apuntes que más o menos mensualmente publico en esta bitácora sobre la obra en los ruedos del Ciclón Mexicano me han preguntado sobre la existencia de bibliografía relacionada con el gran torero. Debo confesar aquí que mis investigaciones han sido casi todas hemerográficas y apoyadas en el libro biográfico de Barnaby Conrad que cito un poco más abajo – y que aclaro, es el único que obra en mi poder –, pero advertí, desde antes de abordar este proyecto, que la literatura en forma de libro sobre Arruza era escasa.

Afortunadamente en México tenemos el Centro Cultural Tres Marías en Morelia, Michoacán, que cuenta con la biblioteca Salvador García Bolio dedicada al tema de los toros y que conforme a su página de internet (aquí), a esta fecha, tiene más de catorce mil registros dedicados al tema, entre libros, revistas y otro tipo de papeles que hacen alusión a la fiesta de los toros. 

Hecha una búsqueda en ese portal, pude ubicar varios títulos, arrojando esta 51 resultados. En calidad de libros – consideré como tales aquellas publicaciones de más de 30 páginas que no fueran de publicación periódica – encontré los siguientes: 

Carlos Arruza y los toreros mejicanos. Autor: Curro Calderón. Editor: Castells Bonet. Barcelona, 1944. 32 páginas.

Arruza. Autor: Alfredo R. Antigüedad. Editor: Editorial Atlas. Madrid, 1945. 228 páginas.

¡Arruza! El secreto y la magia de su toreo. Autor: Garapullos. Editor: Don Mar. Valencia, 1945. 32 páginas.

La guitarra de Arruza. Autor: Domingo. Editor: Alas. Colección “Triunfadores del Ruedo”, N° 4 (nueva época), año 1, Barcelona, 1945. 31 páginas.

¡Este es Arruza! Autor: J.M. Villapecellín. Editor: Mateu. Barcelona, s/a. 193 páginas.

Carlos Arruza. Autor: Juan Diego. Editor: Alas. Colección Triunfadores del Ruedo N° 2, año 1. Barcelona, 1946. 31 páginas.

El “caso” Arruza. Autor: Enrique Vila Guzmán de Alfarache. Editor: Gráficas López Lozano. Sevilla, 1947. 75 páginas.

My life as a matador. Autores: Carlos Arruza y Barnaby Conrad. Editor: Houghton Mifflin Co. Boston, 1956. 246 páginas. Idioma inglés.

Carlos Arruza. Autor: Lyn Sherwood. Editor: Hooper Publishing. Phoenix, Arizona, 1966. 45 páginas. Idioma inglés.

Carlos Arruza. The golden years, 1953 – 1966. Autor: Dick Frontain. Editor: Los Amigos. Tucson, Arizona. 1967. 28 páginas. Idioma inglés.

We remember Carlos Arruza, torero. Autor: Dick Frontain. Editor: Los Amigos. Tucson, 1974. 124 páginas. Idioma inglés.

Ciclón en la cumbre. Vida y muerte de Carlos Arruza. Autores: Luis Mortiño y Octavio Alba. Editor: Cine Mundial. Ciudad de México, s/a. 242 páginas

Es curioso observar que de todas estas obras, la tercera parte está escrita en idioma inglés y después de la muerte en un accidente de carretera del torero y más significativo todavía resulta que de la docena que he seleccionado, solamente una de ellas está editada en México, probablemente también alrededor de la fecha del óbito de Arruza, por un diario dedicado a cuestiones de espectáculos diversos al taurino, Cine Mundial, libro que, por cierto, es casi un incunable, pues habiendo hecho una búsqueda para conseguirlo en el mercado del libro usado o antiguo, el mismo simplemente no se encuentra.

Los demás, tanto los editados en España en los años 40, como los que salieron en Estados Unidos en los 60, están disponibles en los diversos canales por los que se comercializan esa clase de libros y a precios bastante razonables. Pero siempre queda la alternativa de consultarlos en la biblioteca Salvador García Bolio, previa cita para ello.

El corolario de esto que pretende ser una historia, es que la afición y quienes intentamos escribir acerca de este subtema – Leonardo Páez dixit – tenemos una deuda con Carlos Arruza y con la Historia del Toreo en México y es, precisamente, escribir un buen libro mexicano sobre uno de los toreros más grandes que ha dado esta tierra.

domingo, 13 de septiembre de 2020

En el centenario de Carlos Arruza (XII)

Carlos Arruza, el solidario. México (I)

Carlos Arruza

La mitad del siglo XX representó un tiempo de profundo cambio para la fiesta en México. Personalmente considero que fue el momento del tránsito de una Edad de Oro brillante en lo histórico y en lo taurino, hacia una Edad de Plata que representó también una etapa de gran lucimiento para nuestra tauromaquia, ya cimentada en nuevos valores y sobre todo en la transformación del toro mexicano, que a partir de esas calendas sería ya el único en lidiarse en nuestras plazas.

Una década después, los toreros que tomaron la estafeta de manos de los maestros de la etapa dorada eran ya quienes tenían en sus manos el devenir del toreo en nuestra patria, aunque todavía por esas fechas, algunas de las figuras de la etapa anterior tuvieran actuaciones esporádicas como en los casos de Lorenzo Garza, Luis Castro El Soldado o Fermín Rivera

Cañitas

Entre esos toreros de la Edad de Oro que seguían activos se encontraba Carlos Vera Cañitas, quien recibió la alternativa en 1941 y que fuera parte importante de la etapa final en la historia del Toreo de la Condesa. También Cañitas gozó de popularidad en ruedos españoles y en esos momentos, quizás la estadística de la fiesta no tenía la importancia que hoy se le adjudica, pero ya era el diestro nacional que más tardes había actuado en la plaza de Las Ventas en Madrid con catorce, sitio que conservó desde junio de 1951 y hasta mayo de 2018, cuando Joselito Adame alcanzó primero y superó después esa marca.

En 1960, Cañitas trataba de relanzar su carrera en los ruedos y llegar a actuar formalmente en la Plaza México, pues su única actuación allí tuvo lugar el mediodía del 10 de abril de 1955, alternando con Fermín Rivera y Nacho Treviño en la lidia de toros de Santa Martha. Ese festejo con entrada gratuita, fue organizado para la filmación de la película El Niño y El Toro – en inglés The Brave One –, de Irving Rapper. Ni antes, ni después había pisado ese ruedo vestido de luces y, los hados apuntaban a que ya no lo haría.

En ese plan de relanzamiento, Carlos Vera se contrató para actuar en el Toreo de Cuatro Caminos el 21 de agosto de 1960 para alternar con Luis Briones y Juan Estrada – otros dos sobrevivientes de la etapa dorada – en la lidia de toros de Ayala. El cuarto de la tarde se llamó Buen Mozo y a juzgar por las fotografías de la época, lo era. En la parte final de la faena, que tuvo sus momentos de brillantez, el toro de Ayala prendió a Cañitas en la entrepierna derecha. La gravedad del percance se percibió de inmediato, pues el terno blanco con pasamanería negra que vestía el torero se tiñó de sangre.

El parte médico rendido por los doctores Javier Ibarra hijo y Manuel Castañeda Uribe fue devastador:

Sufre una herida por cuerno de toro situada en el Triángulo de Scarpa derecho, de cuatro centímetros de orificio de entrada, que interesa piel, tejido graso, aponeurosis, desgarrando los músculos de la región, contundiendo la arteria femoral común y seccionando la arteria femoral profunda, además de la vena femoral. Gran hemorragia arteriovenosa, por lo que hubo de practicársele una transfusión sanguínea de 1,200 centímetros cúbicos. Pronóstico reservado.

La reserva del pronóstico derivaba de la situación que tenía la circulación sanguínea del torero herido en el miembro afectado. No era la primera cornada que recibía en la región y con los procedimientos médicos comúnmente aceptados en la época, los vasos afectados eran ligados en los cabos afectados y la continuidad circulatoria se dejaba a lo que los médicos llaman circulación colateral. Así pues, admitiendo que se usara el mismo procedimiento en esta herida de Cañitas, esa reserva derivaba de la necesidad de esperar que tras la ligadura de las femorales – arteria y vena – afectadas por el cuerno de Buen Mozo, la circulación se restableciera en la extremidad afectada.

Pero la suerte y el destino de Cañitas ya estaban echados. Cinco días después de la cornada, la prensa nacional daba a conocer lo siguiente:

Hubo necesidad de amputarle la pierna herida a Cañitas. – México, D.F., agosto 25. – Al mediodía de hoy fue amputada la pierna derecha, hasta arriba de la rodilla, al torero Carlos Vera “Cañitas”, cornado el pasado domingo… Los médicos tomaron esta medida extrema ante el peligro de que se presentara una septicemia gaseosa, al no haberse restablecido la circulación sanguínea en el miembro herido… Todavía cuando era llevado a la sala de operaciones, “Cañitas” confiaba en que se le practicase una operación más para restablecer la circulación, pero el intenso color amoratado, en algunas partes negruzco de la pierna derecha, indicaba que la amputación debería hacerse desde luego… El doctor Javier Ibarra afirmó: “si existiera una brizna de esperanza, no amputaríamos el miembro”… Dijo inicialmente que se había temido que la amputación se haría casi desde la cadera. El tipo de corte que le fue hecho permite la rehabilitación por miembros artificiales… (El Informador, Guadalajara, 26 de agosto de 1960)

Así pues, el valentísimo Carlos Vera Cañitas había terminado su carrera en los ruedos, como El Tato, como más recientemente Rocky Moody. Quedaba entonces, condenado a seguir sus labores en la Procuraduría de Justicia de la capital mexicana, donde obtuvo un empleo cuando las oportunidades de vestirse de torero comenzaron a escasear.

Cañitas falleció en la Ciudad de México el 19 de febrero de 1985. 

Curro Ortega

El surgimiento del precoz Curro Ortega – curiosamente también “Cañitas” fue un torero que se inició casi desde niño – transcurre ya en la Edad de Plata del toreo mexicano. La alternativa la recibió en Acapulco en 1950 y tuvo actuaciones en ruedos hispanos, aunque no confirmara su alternativa en Madrid. 

Curro Ortega es de la generación de toreros que surgieron en la primera temporada novilleril de la Plaza México con Joselillo y Fernando López y paradójicamente es uno de los que a despecho de no haber encabezado el llamado escalafón menor en esos días, realizó una carrera más o menos larga en los ruedos del mundo.

En la frontera norte era un fijo en las temporadas veraniegas que por esos rumbos se daban y en esa frontera se encontraría con el final de su paso por los ruedos, pues en el mismo 1960, el 25 de septiembre, paradójicamente un mes exacto después de la retirada forzada de Cañitas, se anunció para lidiar toros de Pozo Hondo con Antonio Velázquez y Jaime Bravo en El Toreo de Tijuana.

Esa corrida pareció torcérsele a Curro Ortega desde el inicio. Aunque las notas de prensa publicadas en la época señalan que fue herido por el segundo de la tarde, en realidad la grave cornada que recibió fue al abrirse el festejo, pues Jim Fergus, testigo presencial, en su revista Toros correspondiente al mes de octubre de ese 1960, refleja que por un error de los torileros, el primero del lote de Curro – teóricamente el segundo de la tarde – salió al ruedo para iniciar el festejo:

25 de septiembre (Tijuana – Centro) Curro Ortega fue gravemente herido por el primer toro de la corrida. Curro era el segundo espada del cartel, pero por un error en los chiqueros, se abrió el festejo con el primero de su lote. Un incierto toro de Pozo Hondo de aproximadamente 400 kilos de peso prendió a Curro durante la faena de muleta. El torero, que acababa de completar una primera tanda de naturales, iniciaba la segunda al momento del percance. Al caer al suelo, se hizo evidente que la herida era de varias trayectorias, pues el cuerno le penetró el muslo izquierdo, arrancando tanto la vena como la arteria femoral…

Fue atendido en la enfermería por el equipo comandado por los doctores José Rodríguez Olivas y Gustavo Arévalo, quienes inhibieron inicialmente la hemorragia y posteriormente lo trasladaron al hospital del Dr. Rodríguez Olivas para continuar el tratamiento de la herida. El pronóstico se reservó, pero la visión general era más o menos optimista, pues los facultativos declararon al citado Fergus, que quizás el sábado siguiente el diestro estaría en condiciones de volver a la Ciudad de México y continuar su tratamiento allá y descartaron definitivamente un desenlace como el de Cañitas:

Curro fue trasladado a la enfermería de inmediato y en unos 12 minutos, un equipo de cinco cirujanos, encabezados por el Dr. Gustavo Arévalo hicieron una cura de urgencia, procedimiento que duró más de dos horas. Después fue trasladado al hospital del Dr. José Rodríguez Olivas, jefe de los servicios médicos de la plaza… El lunes fue un día crítico para Curro y para el martes comenzó a dar muestras de mejoría, pudiéndose anticipar que sería trasladado a la Ciudad de México el siguiente sábado. El Dr. Rodríguez descartó la posibilidad de que el diestro herido perdiera la extremidad lesionada, como en el caso de “Cañitas”...

Sin embargo, en el número siguiente de Toros se desplegaba esta información:

Una mala circulación consecuencia de percances anteriores, derivaron en la amputación de la pierna derecha de “Cañitas”. Por ese mismo motivo Curro Ortega ha quedado impedido de continuar toreando. Después de la cornada de hace unos días en Tijuana, los médicos le han advertido que otra herida podría causarle daños irreparables...

Como datos curiosos, el día que Curro Ortega fue herido, Carlos Arruza también toreaba en Tijuana, en la Monumental, formando cartel con Calesero y Manolo dos Santos para lidiar toros de la Viuda de don Miguel Franco y ganadería de Pozo Hondo que lidió ese 25 de septiembre del 60 en Tijuana, es la que hoy se anuncia como San Lucas y fue formada por José Antonio Llaguno García en 1955, con vacas y sementales de San Mateo. Lidió su primera novillada en 1958 en Acapulco y su primera corrida ese mismo año en Nogales.

Así pues, también la suerte de Curro Ortega quedó echada en un ruedo mexicano. Tendría que dedicarse a otra cosa, pues ya la vuelta a las plazas no quedaba en su futuro.

Curro Ortega falleció en la Ciudad de México el 30 de septiembre de 2012.

Carlos Arruza y sus gestos solidarios

En el caso de Cañitas, en cuanto se supo el final triste que tuvo su carrera en los ruedos, tanto el doctor Alfonso Gaona, como quienes hacían empresa en el Toreo de Cuatro Caminos pusieron a la disposición del diestro esos escenarios para que se organizara un festejo benéfico. En el caso de Curro Ortega no tengo información publicada de que así haya sido. De cualquier forma, faltaba que alguien pusiera manos a la obra para lograr la celebración de esas fechas para auxiliar y honrar a los toreros caídos en el ejercicio de su ministerio.

Carlos Arruza surge como el que tomaría el bastón de mando para lograr aliviar, cuando menos en lo económico, las penas de sus iguales. Daniel Medina de la Serna, para el caso de Cañitas, afirma que también se unieron al proyecto don José Murillo Alvírez, Manuel González Pinocho y José Juárez Gitanillo de México. Consiguieron una corrida de don Jesús Cabrera y para el 16 de septiembre de 1960, en la Plaza México, se anunció al propio Carlos Arruza, quien se presentaría como rejoneador en ese escenario, Alfonso Ramírez Calesero, Luis Procuna, Rafael Rodríguez, Jorge El Ranchero Aguilar y José Zúñiga Joselillo de Colombia.

La gran plaza se llenó y aunque el clima y los toros no colaboraron, pues se devolvió al quinto por manso y fue sustituido por uno de Santín y el sexto se inutilizó y fue reemplazado por otro de Ajuluapan, in extremis, Joselillo de Colombia realizó una faena vibrante al sexto, anunciado como Sombrerero y le cortó las dos orejas. Se afirma, sin desglosar cifras, que Carlos Vera Cañitas recibió de sus iguales y de la afición una suma cercana al medio millón de pesos, cantidad que le permitiría reencaminar sus pasos por la vida ya fuera de los ruedos.

Escribía en alguna parte de esta serie que Carlos Arruza era un hombre inquieto. Y a fe mía que esa inquietud la desplegaba siempre en causas nobles. Anunciado el final del paso por los ruedos de Curro Ortega, aprovechó el impulso adquirido con la organización del festejo pro Cañitas y se avocó a actuar en igual forma a favor de Ortega. Tomó la palabra de los empresarios del Toreo de Cuatro Caminos, dada en principio para auxiliar a Cañitas y para el 30 de octubre de ese mismo año, consiguió una corrida de Valparaíso para volver a actuar como rejoneador y anunciar su despedida de la afición de la capital mexicana en esa faceta de su paso por los ruedos y completar el cartel con Manolo dos Santos, Manuel Capetillo, Juan Silveti, Alfredo Leal, Joselito Huerta y Antonio del Olivar. Es de señalarse que el toro que enfrentó Arruza fue uno de San Mateo, lo que le agrió un poco la amistad con don Valentín Rivero, quien esperaba que el Ciclón se enfrentara a uno de sus toros en esa tarde. Arruza cumpliría varios compromisos más y torearía su última corrida en este ciclo el 6 de noviembre siguiente en Tijuana, plaza en la que retornaría a los ruedos el 20 de junio de 1965.

A diferencia de la corrida a favor de Cañitas, la de Curro Ortega fue un éxito redondo. Arruza le cortó las dos orejas a Azteca; Manuel Capetillo una a El Diablito; Juan Silveti, el rabo a Farolero – toro de arrastre lento – y Joselito Huerta también obtuvo el rabo de Soldado, que recibió el homenaje de la vuelta al ruedo a sus despojos. Manolo dos Santos, Alfredo Leal y Antonio del Olivar estuvieron empeñosos y tuvieron momentos de lucimiento. Como afirma Horacio Reiba, todos estuvieron a la altura en este festejo que resultaría histórico.

Curro Ortega también recibió una suma importante para reencaminar sus pasos por la vida. Jim Fergus, en el número correspondiente al mes de noviembre de su citada publicación, refleja algunas cifras de la siguiente manera:

Curro Ortega recibirá $252,877.70 pesos ($20,230.00 dólares) como producto de la corrida celebrada en su beneficio el pasado 30 de octubre en El Toreo. Dicha suma incluye además diversos donativos por $19,753.00 dólares y $12,000.00 dólares por concepto de la venta de la carne de los toros lidiados ese día, sumando en total lo que se entregará al torero la cantidad de $455,175.00...

En ambas situaciones – la de Cañitas y la de Curro Ortega – la inquietud y el sentido de solidaridad de Carlos Arruza para con sus iguales, lograron algún alivio para sus aflicciones y demostraron que los toreros se pueden ayudar entre sí en momentos de tribulación.

El próximo 16 de septiembre se cumplen 60 años del primer festejo al que he hecho referencia y el segundo, al decir del nombrado Horacio Reiba, resultó un punto de inflexión en nuestra historia patria taurina:

Esta corrida memorable – siete orejas y dos rabos de los de antes – marcó la frontera entre la década de transición que clausuraba y la de realizaciones plenas que estaba a punto de comenzar. Porque los años sesenta serían muy diferentes: las figuras de esa tarde histórica afianzaron su soberanía; la reanudación del convenio trajo la gran generación de los Camino, Puerta, Viti y El Cordobés; Arruza volvió a montar para maravillarnos fugazmente hasta su muerte. Y mediado el decenio, Manolo Martínez lanzaría el guante que iban a recoger los Cavazos, Rivera y Ramos, para adentrar nuestra Fiesta en una época bajo cuyos aparentes esplendores iba a germinar, por desgracia, la semilla de su posterior degradación…

Así pues, es como Carlos Arruza mostró que no solamente en los ruedos es donde los toreros deben responder a los estados de necesidad de sus iguales. Y en este caso con un valor añadido, se hizo historia y se encaminó la del porvenir. Más no serían estos los únicos hechos notables del Arruza solidario como veremos en la siguiente entrega de estos pergeños…

Aviso parroquial: Agradezco al amigo Doblón (@toritosyburros), el haberme facilitado la información aparecida en la revista Toros de Jim Fergus.

Aldeanos