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domingo, 11 de febrero de 2024

9 de febrero de 1964: En la confirmación de El Imposible, el triunfo es para Diego Puerta

El Imposible
Archivo Martín Santos Yubero
Carlos Antonio Moreno Campos, anunciado como Carlos Moreno, se presentó vestido de luces en el Toreo de la Condesa la noche del 16 de junio de 1945. Alternó con Rosendo Vázquez, Ladislao Silva, Ernesto García y Fernando Gutiérrez – este último se haría famoso en el cine como Fernando Casanova –, en la lidia de novillos de Milpillas. Esa noche se dejó ir un bravo novillo y las crónicas de la fecha no le auguraban mayor recorrido dentro de los ruedos. Sin embargo, el joven Carlos Moreno siguió buscando la gloria que se encuentra en la arena de los ruedos y el amigo Horacio Reiba le recuerda una actuación en Puebla, su tierra, siendo apoyado por el empresario Paco Lozano, en noviembre de 1947, alternando con los entonces novicios Jesús Córdoba y Manuel Capetillo.

Tras la muerte de Lozano, perderá algo de impulso, pero llegará a la Plaza México, todavía anunciándose como Carlos Moreno, en un festejo mixto de pretemporada, celebrado el 4 de mayo de 1952, cuando en la llamada parte seria del espectáculo del Bombero Torero, junto con Felipe Escudero y Enrique Esparza, despachó novillos de San José de Buenavista. Su presentación llamémosle formal en la gran plaza y ya anunciado como Antonio Campos El Imposible, se produjo el 14 de agosto de 1960, cuando despachó novillos de Cerro Gordo en unión de Felipe Rosas y Jaime Rangel, logrando, por lo avanzado de la campaña, sumar cuatro tardes esa temporada novilleril capitalina.

Recibió la alternativa en la plaza de toros Monumental de Tijuana el 18 de junio de 1961, de manos de Jesús Córdoba y atestiguando Raúl García, siendo los toros de Garfias. Esa campaña la cerró con siete festejos, tres de ellos en el ruedo de su alternativa, además de dos en Saltillo, uno en Monterrey y otro en Puebla.

En 1962 toreó cinco festejos – Mazatlán, Cuatro Caminos, Mérida, Acapulco y Uruapan – en el último, en Uruapan, el 18 de marzo, sufrió una grave cornada que no le impidió marchar a España y casi después de bajar del avión en abril siguiente, ir al consultorio del doctor Utrilla a cambiarse la curación, porque llevaba la herida abierta todavía. Inició una interesante campaña en Palma de Mallorca y sumó 14 corridas en ruedos europeos esa temporada. Los toros lo respetaron en ella.

Para 1963 solamente pudo cumplir con nueve de las corridas que tuvo firmadas y es que, entre sus actuaciones, sufrió cuatro cornadas. El 14 de abril en Málaga, en el muslo izquierdo, el parte médico habla de una sola trayectoria; después, el 9 de junio en Plasencia, otra vez en el muslo izquierdo, con grandes destrozos musculares y vasculares y requirió una transfusión; el 25 de julio en Palma de Mallorca, en el glúteo izquierdo, que llegó hasta el fémur y el 12 de agosto en San Sebastián, en el muslo derecho con tres trayectorias. Este último percance le impidió actuar en la feria de Bilbao.

En ese 1963 actuó dos tardes en la Feria de San Isidro en Madrid, confirmando su alternativa el 12 de mayo, de manos de Pedrés y fungiendo como testigo Andrés Vázquez, con el toro Aferrado de Carlos Núñez. Cumplió su segundo compromiso el día 15 siguiente, compartiendo cartel con el rejoneador Fermín Bohórquez, Fermín Murillo y Mondeño, para lidiar toros de Fermín Bohórquez y un novillo de Javier Molina para rejones. Ese día pudo ejecutar su creación, el muletazo imposible al tercero de la tarde, del que le fue concedida la oreja. 

La confirmación en la Plaza México

Al volver a México, El Imposible procuró reponerse de los estragos de los percances que frenaron su campaña en ruedos hispanos, así como de una hepatitis que allá contrajo y reapareció hasta el 19 de enero de 1964 en Guadalajara, alternando con Luis Procuna y Manuel García Palmeño en la lidia de toros de La Punta. No fue una buena tarde para los dos diestros mexicanos, ya que el toro de la corrida se la llevó el cordobés Palmeño, quien, sin embargo, salió de la plaza con las manos vacías, por sus fallos con la espada.

Tres domingos después, para el 9 de febrero, se le anunció en la Plaza México para que Alfonso Ramírez Calesero, en presencia de Diego Puerta, le confirmara su alternativa, con un encierro de Tequisquiapan, de don Fernando de la Mora Madaleno. Acerca del ambiente del festejo, escribió en su día don Alfonso de Icaza Ojo para el semanario El Redondel:

El valor de Diego Puerta animó una corrida que amenazaba ser tediosa…  Deslucida reaparición de “El Imposible” ya como matador de toros, el hombre estuvo mal en términos generales, al recuerdo, sin duda, de las cuatro cogidas que sufrió en España… La afición mexicana concurre puntualmente cada ocho días al inmenso coso de Insurgentes, que siempre presenta animadísimo aspecto a la hora de iniciarse las corridas… Ojalá y el buen ganado de Tequisquiapan, de don Fernando de la Mora, salga propicio para que los toreros se luzcan y todos quedemos contentos… Hay aplausos a la hora del paseo, terminando el cual, saludan desde el tercio “El Calesero” y “El Imposible”, sin que sepamos por qué no comparece Diego Puerta…

Ojo señala en los antecedentes de su crónica que El Imposible no tuvo una tarde de lucimiento en su corrida de confirmación, acuciado por el peso de las secuelas – mentales, quiero pensar – de los cuatro percances que sufrió en ruedos hispanos. En retrospectiva, se puede afirmar que más que ese “mal recuerdo”, su estado físico ya estaba en un franco deterioro, pues no terminaría con vida ese calendario, a causa de una enfermedad incurable que lo consumía. A propósito de su hacer ante el toro de la confirmación, entre otras cosas, don Alfonso escribió:

“Soldadito”, cárdeno obscuro, de bonita lámina y con 470 kilos… Toma bien los capotes y lo veroniquea "El Imposible", que se enmienda mucho entre lance y lance, aplaudiéndosele solamente su recorte final… Mal banderilleado, pasa el de Tequisquiapan a manos de su presunto matador, Antonio Campos, a quien “El Calesero” cede los trastos, confirmándole su alternativa de matador de toros, en plazas españolas… El nuevo matador brinda al público que lo aplaude y pasa a vérselas con un toro bravo, que acude adonde lo llaman, pero que le inspira cierto respeto. “El Imposible” se limita a doblar a su enemigo insistentemente con miras, quizás, a restarle facultades, lo que consigue sin mayor fruto, pues cuando se estira y quiere torear bien, nanay… Ojalá “El Imposible” recuerde menos sus cogidas cuando lidie al último toro de la tarde…

Antonio Campos estuvo desconfiado e igual anduvo con el que cerró plaza. Voy a insistir en que física y, por ende, anímicamente no estaba en condiciones de enfrentar un compromiso de esa envergadura, lo que se reflejó en el ruedo y se vería de nueva cuenta unas semanas después en su reaparición en la México y final actuación en ese ruedo. 

Todavía actuaría en Aguascalientes, donde tendría un gran triunfo ante El Cordobés y en Puebla y terminaría su breve tránsito por los ruedos el 12 de octubre de 1964 en Torreón, cuando enfrentó toros de Peñuelas junto con Rafael Rodríguez y Alfredo Leal. Esa tarde la saldó sin matar un solo toro, pues el primero de su lote lo mandó a la enfermería con una cornada en el muslo derecho. Ya no volvería a estar en condiciones de vestirse de torero otra vez.

El triunfo de Diego Puerta

La tarde, ponía Ojo en la cabeza de su crónica, iba por las veredas del tedio, hasta que salió el quinto de la corrida, llamado Rastrojero y con el que, el diestro sevillano realizó:

Diego Puerta brinda a la plaza entera y después de un doblón está a punto de ser cogido por ceñírsele su enemigo. Da varios pases por delante y cita de lejos para dar después una carrerita en su empeño de que se le arranque el astado, cuando lo consigue, da un pase natural, ayudándose con el estoque y persiste en el toreo izquierdista, sufriendo a poco un desarme. Él mismo recupera la muleta con regocijo del público y la faena continúa a base de pases con la zurda no siempre limpios, pero sí todos ellos enjundiosos. Duda una vez y se ve en aprietos, optando por cambiar de mano para correr ahora la diestra en varios derechazos que van de menos a más. Instrumenta varios de dos vueltas que entusiasman a la gente y reanuda su trasteó ya con el ambiente caldeado entre dianas y ovaciones. Más derechazos un tanto encorvado, pero muy largos. Nuevo desarme. Un molinete de rodillas yéndose el toro, otro con mejor resultado; pases lasernistas, adornos. Más ovaciones y más dianas. Ya está Diego Puerta en su salsa, toreando a la mínima distancia y haciendo alardes de valor; también con la izquierda da pases dobles, a fuerza de consentir a un toro que toma noblemente la muleta, pero al que hubo que obligarlo para que así lo hiciera; manoletinas, nuevo desarme; otra vez recupera la franela, y en cuanto lo hace, entra a herir en derechura y deja una estocada casi entera en todo lo alto del morrillo. Dobla "Rastrojero" y hay nutrida petición de oreja, que concede el juez benévolamente por partida doble y que recibe el diestro, jadeante y con la cara ensangrentada. Con ambos apéndices en la mano, da Diego varias vueltas al ruedo, devolviendo sombreros y prendas de vestir… En este toro volvimos a admirar el valor indomable de este enorme chiquillo sevillano...

La tarde de Calesero

El Maestro Julio Téllez García hace un interesante sumario de toda la tarde, teniendo como eje la actuación en ella de Calesero:

¿Qué hacía El Calesero junto a una máquina de cortar orejas, que incluso se dejaba perforar la barriga con tal de conseguir el triunfo? … ¿Qué podía hacer el Poeta del Toreo en medio de tal barbarie? Ciertamente que una carnicería no es el lugar ideal para inspirarse, por lo que Alfonso se limitó a ser el de muchas tardes, un artista que sirvió su arte a cuenta gotas. ¿Podía hacer más con un público que pedía sangre en lugar de poesía? A lo mejor el empresario quiso darle su barniz de arte a Diego Puerta, haciéndolo alternar con el Calesa. Lo que hizo fue ensanchar más la distancia entre el toreo como expresión de arte y el toreo como expresión de drama y… de comercio… El Imposible, mal. Debutó después de varios percances graves sufridos recientemente en España…

Estas son algunas versiones de lo que sucedió hace 60 años en la Plaza México y el 28 de diciembre, se cumplirán también seis décadas del óbito de El Imposible, quien no tuvo la ocasión de ejercer siquiera un calendario completo, su dignidad de matador con alternativa confirmada en las dos plazas más importantes del planeta de los toros.

domingo, 28 de enero de 2024

21 de enero de 1964: Se presenta El Cordobés en Aguascalientes

Sin los medios de comunicación actuales, El Cordobés era, sin duda, un torero conocido ya para la afición mexicana. Entre los noticieros cinematográficos que reservaban una generosa porción de su metraje para informar de las cosas de los toros y la irrupción de Manuel Benítez en los foros cinematográficos, se tenía una idea bastante cercana a la realidad de la revolución que estaba llevando a cabo en los ruedos de su tierra. Meses antes de su llegada a nuestras plazas, en abril de 1963, se estrenó en las salas mexicanas, Aprendiendo a morir, su debut cinematográfico y justo en la antevíspera de su presentación en el Toreo de Cuatro Caminos, se proyectó por primera vez Chantaje a un torero.

Así pues, con los medios existentes, se podía tener una noción de lo que la empresa que tenía a doña Dolores Olmedo y Juan Cañedo como figuras principales, presentaría en las inmediaciones de la Navidad de ese año 63. Ya comentaba antes, que El Cordobés declaró a Rafael Morales Clarinero, que solamente venía contratado por dos tardes:

Tengo 60 firmadas para la temporada próxima... Después de estas dos corridas aquí me voy a Cali, para torear el 27 y 29... No sé si regrese a México, eso es cosa de mi apoderado... Yo estoy dispuesto a dejar contento al público, aunque como es natural, no siempre se puede...

Evidentemente que después del rotundo triunfo que se apuntó en la tarde del 22 de diciembre, los principales empresarios del país se dedicaron prácticamente a acosar a Manolo Chopera, encargado de los asuntos de Benítez, para intentar llevarlo a sus plazas. Y es que en esas calendas había muchos empresarios independientes, que llevaban una o dos plazas a lo sumo, lo que permitía competencia y variedad en la oferta en esos ruedos.

La consecuencia no tardó en hacerse evidente. Las apenas dos corridas que trajo firmadas El Cordobés al final de 1963 se transformaron en más de una treintena para el inicio de 1964. Y por supuesto que Aguascalientes no se iba a quedar fuera de esa ruta.

El anuncio de la actuación de El Cordobés

El sábado 18 de enero de 1964, la primera plana de la sección deportiva del diario El Sol del Centro, se dedicó por entero al anuncio de la contratación de Manuel Benítez para actuar en la Plaza de Toros San Marcos. ¡“El Cordobés”, torea aquí el martes!, decía la cabeza de la nota, que, sin firma, explicaba:

…es bien sabido que, desde que existe el coso San Marcos, por sus arenas han desfilado, casi sin excepción, todos los primates de la torería de este y aquel lado del charco. ¡Manuel Benítez no iba a dejar de hacerlo! … saldrán a disputarle las ovaciones y el triunfo dos toreros mexicanos, representativos de dos etapas y dos interpretaciones diversas del arte de Cúchares: Alfonso Ramírez “Calesero”, el emperador del primer tercio, y Jaime Rangel, el más joven entre los astros taurinos de México cuya revelación ha teñido de esperanzas el cielo de la afición mexicana… frente a los tres ases, lucirán su arrogancia y mostrarán su fiereza y bravura seis hermosos bureles de La Punta…

Y por otra parte, el cartelillo anunciador del festejo, aparecido en el diario Heraldo de Aguascalientes, rezaba:

Plaza de toros San Marcos. ¡Monumental corrida de toros! La empresa, Jesús Ramírez Alonso, sin escatimar gasto alguno, ha confeccionado este extraordinario cartel: Presentación del diestro de Palma del Río: Manuel Benítez "El Cordobés", Alfonso Ramírez “Calesero” y Jaime Rangel con primorosos toros de La Punta…

Se hacía especial hincapié en que don Jesús Ramírez Alonso, el empresario, no había escatimado gasto alguno para traer a nuestra ciudad al diestro más cotizado del momento, como en su día lo hiciera trayendo a Luis Miguel Dominguín o a Litri, cuando justamente estaban en la cresta de la ola.

La corrida de la decepción

Aunque los boletos se pusieron a la venta apenas la víspera del festejo, la San Marcos se llenó a toda su capacidad, y eso que los precios fueron incrementados en un 30% con relación a los festejos de la anterior Feria de San Marcos. La prensa de la época no refleja inconformidades de la afición por esa subida de precios, que seguramente consideraban adecuada, dada la redondez, en el papel, del cartel anunciado.

La esencia de la fiesta está justamente en los toros que han de ser lidiados. Si el toro no está presente o no da el juego que de él se espera, todo se va por la borda, y esto fue lo que sucedió este martes de hace 60 años. La anónima crónica publicada en el diario Heraldo de Aguascalientes del día siguiente del festejo, así lo refleja:

La enorme expectación que despertó entre los aficionados el cartel que confeccionó la empresa de Chito Ramírez, se fue apagando a medida que transcurría la lidia de los bureles malísimos de La Punta que en ningún momento se dejaron torear. Y así tuvimos una corrida que no pasará a la historia no obstante la inclusión en ella de “El Cordobés” y el auténtico triunfador de la Plaza México, Jaime Rangel… La entrada fue indudablemente lo mejor ayer en el Coso San Marcos, estuvo lleno a reventar, los aficionados que esperaban ver una corrida buena, salieron completamente decepcionados por las condiciones de los punteños…

Los mejores momentos de la tarde los dio Jaime Rangel, que fue premiado con la vuelta al ruedo tras de finiquitar al quinto. Relata don Jesús Gómez Medina en su crónica para El Sol del Centro:

...en su segundo, tras de un primer tercio aceptable y luego de un derechazo inicial de espectacular ejecución, citando a distancia y aguantando como los buenos y seguido de otros que también le fueron jaleados, el punteño buscó el abrigo de los tableros y, apencado en tal sitio, concluyó su lidia... Pero Rangel, que a todo trance deseaba refrendar y rubricar éxitos recientes, trastocando las situaciones, literalmente se convirtió en el agresor: “embistió”, por así decirlo, al descastado burel. Y cercándolo, cruzándose con él en forma tremenda, acosando al manso, obligándolo, en suma, logró instrumentar varios pases izquierdistas de gran mérito por lo expuestos, por el terreno que pisó y la forma en que aguantó el flamante ídolo de la afición mexicana... Por ello, al concluir de dos pinchazos y un espadazo tendido, Jaime Rangel fue obligado a recorrer el ruedo recogiendo la cosecha de su tesón, de su torerismo y de su honradez profesional...

El estelar de la combinación, El Cordobés, se mostró voluntarioso a pesar de que tampoco tuvo mucha tela de donde cortar. Refiere don Jesús Gómez Medina:

El sensacional torero de Palma del Río, autor principal del morrocotudo lleno, en realidad quedó inédito para la afición de Aguascalientes. Pues en su primero, un torillo raquítico, que rodó por la arena cuando apenas acababa de abandonar los chiqueros, no ofrecía posibilidad alguna, ya no digamos para la obtención del triunfo, sino tan solo para una actuación plausible. Se imponía abreviar, como lo hizo el hispano...

Ante el sexto de la tarde, las cosas parecían corregirse, pero tampoco llegaron a buen puerto. Sigue contando don Jesús:

Y con el sexto, que, como sus hermanos, hizo una prometedora irrupción en el ruedo. El Cordobés lanceó con su estilo basto, afinando un tanto en las chicuelinas del único quite a que dio lugar el punteño. Pues conviene hacer hincapié en que todos los bureles, a excepción del primero, recibieron un solo picotazo... Sin embargo, tan breve ración de hierro bastó para que el segundo adversario del Cordobés expulsara de su cuerpo la pequeña dosis de casta que trajo de la dehesa... Pero la casta de que carecía el bicho la exhibió entonces Manuel Benítez para extraer a pulso y a base de su indiscutible aguante, varios pases con la derecha que reavivaron un tanto los adormecidos entusiasmos de las graderías. Tales fueron aquellos derechazos en los que, entre la erecta figura del de Palma del Río y las tablas no existía sino el breve espacio suficiente para que pasara la cola del desangelado morlaco. Que, sin embargo, tenía dos pitones cuya existencia, al parecer, ignoraba El Cordobés... La desastrosa jornada llegó a su término, finalmente, cuando el pupilo de Chopera clavó medio espadazo delantero, que hizo doblar...

Por su parte, Calesero tuvo buenos momentos en los dos primeros tercios del que abrió plaza y ante el cuarto de la sesión, la concurrencia le hizo pagar los platos rotos por el mal rumbo que iba tomando la tarde, según lo escribió el citado cronista de El Sol del Centro:

Y en Alfonso Ramírez se cobraron entonces los aficionados, amén de las culpas del propio espada, agravios en los que indiscutiblemente aquél no tenía parte. Pues, ¿por qué inculparlo de la debilidad de remos y del descastamiento mostrado por la mayoría de los punteños? …

Queda evidente que los toros enviados por don Paco Madrazo no se prestaron para florituras y aunque los toreros le pusieron voluntad al asunto, ésta no fue suficiente para corregir el rumbo de la tarde, que por sí sola pasó a la historia, aunque el cronista del Heraldo de Aguascalientes afirmara exactamente lo contrario.

El deseo de volver

Después de la corrida El Cordobés fue agasajado por el Maestro Armillita en su casa de Chichimeco. Allí le entrevistó don Ramón Morales Jr., quien en El Sol del Centro, publicó lo siguiente:

Me voy con grandes deseos de volver pronto a Aguascalientes”, nos dijo Manuel Benítez “El Cordobés” antenoche, en la finca de Armillita… El martes, Fermín nos invitó a cenar… Se habló del resultado pobrísimo en lo artístico de la corrida que horas antes se había celebrado; de que, gracias a “El Cordobés”, la plaza se había llenado totalmente en un día laborable cuando los boletos se habían puesto a la venta apenas un día antes, etc… “El Cordobés” se refirió a la forma como había respondido el público en la taquilla y de su estupendo comportamiento, pues no obstante el resultado del festejo, por culpa del ganado, la concurrencia apenas sí mostró su enfado – la de sol – con algunos gritos, en tanto que los espectadores de sombra se mantuvieron callados, serenos… “Tengo deseos de volver pronto a Aguascalientes, quizás entonces haya más suerte”…

El Cordobés volvería a Aguascalientes alrededor de un mes después. Si las cosas se tercian, quizás en estas mismas páginas virtuales, pueda ocuparme de ello.

domingo, 11 de diciembre de 2022

Hace 45 años: José Antonio El Capitán y Pelotero de San Martín

La Plaza México cumplirá 77 años el próximo mes de febrero. Ha sido el escenario de muchas hazañas de la fiesta que son las que han hecho que sea más que un escenario de la fiesta y la han transformado en un recinto histórico, aunque en estos tiempos que corren se intente considerarle más valor al suelo sobre el que está levantada, lastimosamente.

Una importante cantidad de novilleros han pisado su ruedo en busca de la gloria que deja el triunfo delante de los toros y algunos de ellos han terminado su paso por las primeras etapas del ejercicio del toreo avocados a ser figuras de la fiesta. Pero entre ellos, los autores de faenas que pueden considerarse de culto, son apenas una breve terna.

Algunos años antes, en El Toreo, fue Rafael Osorno quien dejó, también para la historia, una obra ante Mañico de Matancillas. Una faena que fue premiada con el rabo del astado con la que, dejó su nombre y su obra dentro de los libros de la historia del toreo. 

En el nuevo escenario taurino, primero está lo realizado por Alfonso Ramírez Calesero Chico, el domingo 14 de junio de 1964, cuando ante Monarca de San Antonio de Triana, dejó la impronta de ser un torero de alta calidad y con buen oficio. Esa tarde, la de su presentación en la gran plaza, todavía dejó más, pues, aunque recibió dos avisos tras de su faena a Chaparrito, el sexto de la función, le hicieron dar dos vueltas al ruedo.

La tercera tarde que nos dejó una obra de esas que algunos llaman de culto, fue la del domingo 18 de octubre de ese mismo 1964. En esa oportunidad fue el entendimiento entre Jesús Solórzano y Bellotero de Santo Domingo, en una tarde en la que, a diferencia entre lo ocurrido unos meses antes, desde las tribunas pedían el indulto del astado, pero Jesús Solórzano se fue tras de la espada para obtener el rabo del novillo.

Tres tardes en las que, un aspirante a ser matador de toros, se inserta en la historia y en la memoria colectiva. Tres tardes dentro de muchas, que quedaron para la posteridad.

José Antonio Ramírez El Capitán

Es el segundo de los hijos varones de Calesero. Dados sus antecedentes familiares, difícil sería que hubiera dedicado sus afanes a ser otra cosa que no fuera ser torero. Se vistió por primera vez de luces aquí en Aguascalientes, el 5 de noviembre de 1967, en un festejo que da la impresión de querer ser una especie de encore de otro, ocurrido el 16 de agosto de tres años antes, cuando se anunciaron en el cartel los hijos del nombrado Poeta del Toreo, de El Rey del Temple y de Armillita.

En esta nueva oportunidad los actores eran los hijos de Fermín Rivera, Antonio Velázquez y por supuesto El Capitán, representando a la dinastía de los Ramírez de nuestro Barrio de Triana. Curro Rivera era el más avezado de los tres debutantes en esta tierra, aunque la tarde de José Antonio Ramírez se saldó con una excelente impresión, según lo contó en su día don Jesús Gómez Medina:

...el chaval, amén de tener simpatía, exhibió al torear de capa a la verónica un estilo de auténtica cepa caleseril; lo que equivale a decir buen estilo. Pero, además, se mostró más valiente, más decidido de cuanto fuera de suponerse... Con la muleta, especialmente, José Antonio, a cambio de explicables torpezas, está siempre en terreno del enemigo, obligándolo, insistiendo para hacerlo embestir. Y luego lo lleva en el engaño con temple y medida, y corre la mano y liga los pases con arte y limpieza. Naturalmente en ocasiones se ve en aprietos; más por encima de todo queda en el recuerdo la evidencia de un toreo de calidad y de una decisión, de una valentía que permiten presagiar un brillante futuro al novel lidiador...

Eso le llevó a recorrer diversas plazas en nuestro país y se presentaría en la Plaza México el 27 de septiembre de 1970. En la novillada de triunfadores de la Feria de San Marcos de 1972, fue el ganador del Cristo Negro del Encino y en el siguiente agosto, de nuevo en la Ciudad de los Deportes, se estrelló con un muy duro encierro de Zamarrero, que le llevó a replantearse el destino de su vida y tras de pasaportar al cuarto, se desprendió el añadido y lo dejó en el centro del redondel. Esa fue la única ovación que se escuchó esa tarde. Escribió el anónimo cronista que dejó su parecer en El Siglo de Torreón el lunes 21 de agosto de ese año:

José Antonio, en el que abrió plaza, tras sufrir una aparatosa cogida sin mayores consecuencias… se desconfió y tras breve labor de aliño mató con media estocada. Peor aún anduvo en el lidiado en cuarto turno… motivando que la gente se metiera fuerte con él y la bronca arreció cuando necesitó de tres pinchazos y estocada para terminar con el astado. Fue entonces cuando se fue a los medios y allí se despojó del añadido…

Parecía que un torero se iba de las plazas.

Volver para triunfar

A principios de 1977 José Antonio Ramírez volvía a vestirse de luces. Lo hacía de la mano de Humberto Vega, criador de toros de lidia, que lo llevó a El Progreso en Guadalajara, en tarde en la que, si bien fue Jorge Gutiérrez el que se alzó como el triunfador, la impresión que le causó a Francisco Baruqui, cronista en esos días de El Informador de Guadalajara:

La buena escuela y los justos procedimientos son cualidades que deberá aprovechas José Antonio Ramírez “El Capitán”, poniendo mayor decisión…

Regresaría a la capital tapatía en el mes de mayo y a la Plaza México el 18 de septiembre siguiente, en tarde en la que, según Daniel Medina de la Serna, se le vio así:

José Antonio Ramírez, llamado “El Capitán”, se había desprendido del añadido en señal de retirada después de su lamentable última actuación; cuatro años más tarde consideró que todavía podía hacer algo en los redondeles y reapareció en los de provincia; aquí en la México lo hizo el 18 de septiembre (15ª) y se mostró hasta voluntarioso y aun se puede decir que hubiera cortado un apéndice si no hubiera sido por sus deficiencias con el acero…

Esa tesonera actuación le valió ser repetido el 9 de octubre siguiente. Quizás con la idea de que le sirviera de telonero a los hermanos Guillermo y Manuel Capetillo, quienes se habían convertido en la sensación del último tramo de ese serial novilleril. La terna enfrentaría un encierro de San Martín, del que, un día me contó don José Chafik, lo había vendido al apoderado de El Capitán, quien tenía la idea de llevarlo a Guadalajara, para que, en la Feria de Octubre, lo lidiara allí su torero junto con dos de los triunfadores de la capital. Pero don Nacho García Aceves tenía otra idea y al final, Humberto Vega convenció al doctor Gaona para que se quedara con él y de que pusiera a su torero con el mismo.

Así, la tarde de ese 9 de octubre de 1977, ante una muy buena entrada en los tendidos, quedó todo preparado para que se escribiera una de las tardes más importantes de la historia de la Plaza México.

El Capitán y Pelotero

El cuarto de la tarde fue el número 95, negro entrepelado y bragado, al que se le anunciaron 418 kilos en la tablilla. Mal saltó al ruedo y a la derecha de la puerta de toriles saltó un espontáneo que, con una muleta sin armar, le dio tres o cuatro faroles de rodillas que fueron aclamados. Como pudo regresó a los tendidos y dejó visto al novillo. Alrededor de un año después, ese espontáneo, que no era más que Rodolfo Rodríguez El Pana, iniciaría por su cuenta, en el mismo ruedo, a escribir su propia historia y a construir su leyenda.

El Capitán, criado entre toreros y ganaderos, pudo percibir, del comportamiento del novillo ante el anarquista de la fiesta, que tenía una perla en sus manos. Y se decidió a aprovecharla y a crear una obra cuya historia se quedará para siempre entre nosotros. Escribió don Carlos Loret de Mola Médiz, firmando como Luis Soleares, lo siguiente:

“El Capitán”, sin inmutarse, dibuja tres verónicas y rebolera. Y en el quite – no permite intervenir a sus alternantes, “lagarto” … –, alterna caleserinas con fregolinas y remata con larga cordobesa. Ahí sí. No puedo dejar de acordarme del 15 de noviembre de 1946. cuando "Calesero" – alternando con “Manolete” y “Armillita”, que inmortalizó esa tarde a “Nacarillo” –, pintó en los medios de esta misma plaza la más bella larga cordobesa de la historia… Cuida del toro con cabeza de verdadero as. No deja que ningún capote se lo estropee. Manda banderillear a los subalternos con tacto… Cita, muleta en mano, en el centro del redondel, y ejecuta un perfecto péndulo de calosfrío. Repite el viaje “Pelotero”, de largo, y da Ramírez el pase de la muerte y en el tercer cite a distancia, otro péndulo superior. Derechazos, cinco con corte pinturero, avanzada la pierna, vertical el cuerpo, imperativo el brazo, ágil la muñeca de donde escapaba el duende, sobre todo cuando cambia de mano y deja caer la pañosa, con la izquierda, en un imperial doblón… Naturales. Varias series con el primor de un cartel de feria buena en Sevilla. Muy desdeñosa, con pereza y con magia, corre la muleta pequeña como el pétalo de un clavel. El pase de pecho redondo, interminable. Luego, los diestros de vuelta entera. Les precede uno girando de contrario, derecho hacia la izquierda, de círculo completo. Corre mano, todo ello en los medios, como lo que es: un grande de la fiesta, cuando quiere levantar la espada, el grito del pueblo la detiene, el juez indulta y todavía ofrece “El Capitán” más derechazos y un afarolado…

Esa tarde tuve la fortuna de estar en la plaza, de ver la realización de una obra de esas que nunca se van a olvidar, de poder apreciar la labor de un torero del que, no se esperaba una realización de tal magnitud, pero que entendiendo al toro que tenía delante, le esculpió una faena histórica.

Reflexionó el citado Luis Soleares acerca de la inevitable comparación que se haría entre El Capitán y su padre, Calesero:

“El Capitán”, se reveló como un grande del toreo, pero para muy largo. Llegó a quedarse. Hijo de “Calesero”, no se parece su toreo al de Alfonso Ramírez. Poetas ambos, claro, pero muy distintos son sus versos. Yo vi al incomparable hidrocálido en su tiempo de novillero y en su largo peregrinar por los ruedos y estuve en su despedida. Puedo decir, a medio siglo de haber ido a mi primera corrida, que a Alfonso lo admiré en todos sus tiempos que su capote era un envío de los ángeles a los hombres y que sabe de toros como si los hubiera inventado, pero no hizo nunca una faena de esa dimensión artística precisa. Hizo probablemente, de modo aislado, cosas más depuradas y finas, pero “El Capitán” no llegará y pasará a la historia como el hijo de “Calesero”, sino como José Antonio Ramírez…

Lo que después siguió

José Antonio Ramírez Ibarra despegó de allí para recibir la alternativa, que se anunció para el sábado 10 de diciembre de ese mismo año. Le apadrinaría Paco Camino y saldría como testigo Eloy Cavazos, ante toros de Torrecilla. El toro de la ceremonia se llamó Mariscal y escribiría el mismo Luis Soleares, que fue una tarde fría para El Capitán.

El Capitán sumaría entre el calendario de su doctorado y el siguiente, apenas una docena de festejos, para en silencio, dar por terminado su paso por los ruedos.

Otros recuerdos personales de la fecha

Ese domingo en la mañana, junto con Luis Armenta, Javier Gil Ortiz, Jorge del Rincón, Genaro de la Torre, Enrique Terrazas y algunos más que ya mi memoria no guarda, estuvimos en el Estadio Azteca para ver a la Selección Mexicana golear a su similar de Haití, en preparación para el campeonato mundial del año siguiente. Del futbol nos fuimos a los toros, fue un domingo redondo, sin duda.

domingo, 19 de junio de 2022

15 de junio de 1951. Luis Procuna confirma su alternativa en Madrid

Luis Procuna recibió la alternativa el 5 de diciembre de 1943, en Ciudad Juárez de manos de Carlos Arruza, quien le cedió a Andaluz, el primero de los de Corlomé jugados esa tarde. Ese doctorado lo confirmaría en el Toreo de la Condesa el 26 de diciembre siguiente, apadrinándole Luis Castro El Soldado y atestiguando Luis Briones. El toro de la ceremonia fue Pinturero de San Mateo. Cerró esa temporada 43 – 44, llevándose la Oreja de Oro que disputó con Armillita, Jesús Solórzano, El Soldado, Carlos Arruza y Luis Briones. Con su faena al toro Pompeyo de Coaxamalucan, sexto de la corrida, consiguió el segundo rabo de su historia en ese coso, pues el 23 de enero anterior había obtenido el de Meloncito de Piedras Negras.

Manolete en México

La llegada de Manolete a México en diciembre de 1945 motivó a nuestros toreros a echar el resto para competir con quien, con poco margen para la discusión, era la principal figura del toreo en Europa. Así, le peleó las palmas en cinco de las 38 corridas – también en el único festival en el que el diestro hispano actuó en México – en las que toreó en México el llamado Monstruo de Córdoba. La primera de ellas fue la de la inauguración de la Plaza México, tarde en la que Procuna cortó la primera oreja concedida en la nueva plaza y la segunda en el Toreo de la Condesa, el 17 de ese mismo febrero, tarde en la que Luis se llevó el rabo de Cilindrero, Manolete el de Platino y Pepe Luis Vázquez el de Cazador en lo que seguramente ha sido una de las tardes más redondas de la plaza en el último tramo de su historia.

También alternó con él en León – el 28 de enero de 1946, un festival benéfico –, en Torreón, Nuevo Laredo, la Plaza México – la tarde de la confirmación de El Boni –, y en Aguascalientes, en la penúltima corrida que Manolete toreó en ruedos mexicanos.

Era un torero difícil de alternar con él, porque si los hados estaban de su lado, era muy complicado competir con su hacer en los ruedos. Heriberto Murrieta refiere, citando a José Alameda, que alguna ocasión en la que a Manolete le resaltaban las desigualdades de Luis Procuna, éste les respondió a sus informantes: Sí, pero se pone en donde no se ponen los demás y, además, aguanta lo que no aguanta nadie... Esto nos deja claro que, para los entendidos, Procuna no era ningún indocumentado.

La ruptura de relaciones taurinas con España en 1947, dejó en espera la posibilidad de que Luis Procuna fuera a plazas de ese país a mostrar su singular tauromaquia y a confirmar su doctorado en la plaza de Madrid. Así, tuvo que esperar hasta la reanudación de éstas, cuatro años después, para presentarse en aquellos ruedos.

La confirmación madrileña de su alternativa

La idea que los públicos hispanos tenían de Luis Procuna pudiera bien resumirse en esa afirmación de Ramón de Lacadena Don Indalecio en su tribuna de Toros y Toreros:

«Mexicano ya curtido en el toreo de irritantes desigualdades, con desaprensión notoria muchas tardes. Le echan un toro al corral – o varios toros en varias tardes – y se queda tan fresco…»

Igual lo pretende describir Santiago Córdoba, redactor de El Ruedo, a partir de una entrevista efectuada en el patio de cuadrillas de Las Ventas el día de su confirmación:

El último que entra en “capilla” es Luis Procuna. Le abrazan muchos amigos y admiradores. Viene tranquilo, al menos, así lo parece. Viste azul y oro. Montera en mano y capote al brazo. Destaca como una pincelada el mechón de pelo blanco sobre la sien derecha.

- ¿Qué hará, Procuna?

- Lo que permitan los toros.

- ¿Usted es bueno o malo?

- No sé juzgarme.

- Creo que es desigual, desconcertante.

- Puede ser.

- Tan pronto se pega al toro como se tira de cabeza al callejón.

- Son cosas.

- ¿Pánico?

- Nervios. 

- ¿Qué ve en los toros para esas tremendas: “espantás”?

- No sé explicarlo...

- Cuáles le dieron más cartel, ¿las buenas o las malas?

- Usted pregunta cosas inesperadas.

- Contesté, cuando se habla de un torero es por algo. 

- ¿Su mayor admiración?

- Por Manolo, “Manolete”. ¿Puedo hacer el paseo ya?, dice con acento significativo.

- Gracias, y muchas felicidades, Procuna...

Entre esa clase de cuestionamientos confirmaría su alternativa en Madrid Luis Procuna

El cartel de la corrida lo completaban el madrileño de Paracuellos del Jarama Paco Muñoz y el lusitano Manolo dos Santos. Enfrentarían en inicio tres toros de don Joaquín Buendía y otros tres de don Felipe Bartolomé, todos de encaste Santa Coloma. Al final de la tarde se lidiaron solamente dos de cada uno de los hierros anunciados y completaron la tarde otros dos del Conde de Mayalde. El lote de Procuna se integró por los toros Guareño de Buendía y Cartujano de Bartolomé, sobre los que Alberto Vera Areva, escribió en el ejemplar de El Ruedo salido a los puestos el día 21 de junio siguiente:

“Guareño”, número 137, negro entrepelao, de Buendía, acudió sin gran alegría a cuatro varas, en las que, sin embargo, apretó, derribando en, la segunda. Pasó a la muleta algo tardo, pero embistiendo con celo y nobleza, especialmente por el lado izquierdo... “Cartujano”, número 167, de Bartolomé, se estrelló contra un burladero al perseguir a un peón, quedando resentido en los cuartos traseros del violento topetazo. Tomó tres varas, acusando casta en todas y derribando en la segunda. Toro muy bueno, aunque por falta de poder se cayó dos veces durante la faena de muleta...

Con esos mimbres se produjo la confirmación de Luis Procuna.

Su actuación esa tarde

Escribió Manuel Sánchez del Arco Giraldillo en su crónica publicada en el ABC de Madrid del día siguiente al de la corrida:

…la presentación de Luis Procuna era un acontecimiento de esos que promueven el sí y el no de las discusiones, el es y no es de las opiniones encontradas, salsa y picante que hacen que los caracoles sean gustosos, aún más que el propio manjar importa su salsa. Esto, por lo que le vimos, es lo que Procuna interesa. Apresurémonos a decir que, en el primero de la tarde, que cabeceaba peligrosamente por ambos lados, especialmente por el derecho, mostró mucha inteligencia y decisión. Paquito Muñoz le confirmó la alternativa y, ante la expectación de los aficionados, salió el mejicano tenido por genial, a realizar una faena inteligente y valerosa. Aguantó mucho las entradas descompuestas que la res hacía. Mostró, además, su personalidad y las variantes que ha sabido llevar a la monótona tarea de pasar de muleta, que Procuna alegra y esmalta con arranques brillantísimos. Mató a este su primer toro de media estocada. La faena, seguida con atención y jaleada, se premió con ovación y saludos…

El segundo toro de su lote lo hirió durante la faena de muleta y en un alarde de hombría, Luis Procuna intentó pasaportarlo, pero la cornada sangraba con profusión y terminaron llevándolo a la enfermería y el primer espada, terminando con los días de Cartujano. El parte facultativo rendido por el doctor Jiménez Guinea es de la siguiente guisa:

Luis Procuna ha sido curado en esta enfermería de una herida en la cara posterior interna del tercio superior del muslo izquierdo, con una trayectoria ascendente de veinte centímetros que interesa el muslo bíceps, contusionando el nervio ciático mayor, asciende a la región glútea, pasando por debajo de los músculos del mismo nombre, otra descendente de cinco centímetros que interesa el músculo bíceps y otra de dos centímetros en la región geniana del lado derecho. Pronóstico grave. – Después de curado el diestro herido fué conducido al Sanatorio de la Milagrosa.

Luis Procuna perdía en el futuro inmediato, la tarde del domingo 17 siguiente, en Madrid, corrida en la que ante toros de Manuel Sánchez Cobaleda, alternaría con Antonio Bienvenida y Juan Silveti, que confirmaría su alternativa. Terminó esa campaña con 26 corridas toreadas en Barcelona (6), Sevilla (2), Algeciras, Madrid, Burgos, Pamplona, La Línea de la Concepción, Córdoba, Valencia (2), Santander, Málaga, San Sebastián, Palencia, Murcia, Albacete, Valladolid, Salamanca, Arles y Burdeos.

Cambio de percepción

Los sucesos de la tarde de su confirmación, motivaron un cambio en la percepción de la prensa hispana. Manuel Casanova, director de El Ruedo, firmando como Emecé, hace el siguiente balance de la corrida de la confirmación de Luis Procuna:

¿Qué clase de torero es Luis Procuna? Resultaría aventurado definirlo por una sola actuación. Habrá que esperar a un nuevo examen, porque, en general, causó buena impresión, pero ella iba acompañada de alguna sorpresa ante ciertos lances y ciertos gestos no frecuentes… Se le aplaudió afectuosamente, aunque entre los espectadores quedó la duda. La alternativa, indiscutible momento de emoción; su primera faena en Madrid; un toro no demasiado claro... Todos factores influyentes. ¿Será? ¿No será? … La incógnita tampoco pudo quedar despejada en el cuarto toro, que le correspondió al recobrar su antigüedad... Al dar uno por alto, el de Buendía le enganchó y le derribó, hiriéndole de importancia... A la salida se preguntaban unos a otros los espectadores: ¿Qué opina usted de Procuna? Y en esto estamos hasta que Procuna vuelva a las Ventas, ya que a causa de la cogida perdió la corrida del domingo…

Luis Procuna seguiría en los ruedos dos décadas más todavía, pues toreó la corrida de su despedida el 10 de marzo de 1974 en la Plaza México. Alternó con Eloy Cavazos y Jesús Solórzano en la lidia de toros de Mariano Ramírez. Le cortó a ley el rabo a su último toro de nombre Caporal.

Luis Procuna ha sido uno de los toreros más singulares que México ha dado. Calesero decía lo siguiente: 

...otra cosa que yo veo es que, en mis tiempos de matador en activo, todos éramos diferentes; pienso en Armillita, “El Soldado”, Antonio Bienvenida, Garza, Silverio, Solórzano, Arruza, Manolete, Pepe Luis, Procuna, yo mismo. Todos inconfundiblemente personales y distintos. Y lo más importante: cada uno de nosotros hacíamos nuestro toreo totalmente diferente y original; ninguno llevábamos una faena hecha de antemano o estereotipada y el público que nos iba a ver siempre estaba a la expectativa de la sorpresa, de la espontaneidad, del momento inspirado...

Casi toda esa variedad está perdida en estos tiempos, por eso es importante recordar a Luis Procuna, un torero diferente, como pocos hemos tenido.

domingo, 20 de febrero de 2022

11 de febrero de 1962: Gran faena de Jaime Rangel, cornada grave a Luis Segura en El Toreo de Cuatro Caminos

Jaime Rangel
Archivo Santos Yubero
La octava corrida de la temporada llamada hispano – mexicana del Toreo de Cuatro Caminos para el periodo 1961 – 62, se formó con un cartel de reapariciones. Encabezaría la combinación el caballero andaluz don Ángel Peralta, quien en la sexta no tuvo fortuna con el toro de Xajay que le correspondió en un festejo accidentado que presenció en el tendido la hija del primer ministro soviético Nikita Kruschev. A pie, se anunció a Alfonso Ramírez Calesero, quien, en la segunda tarde, el día de año nuevo, salió abroncado; al madrileño Luis Segura, quien en la cuarta mostró sitio, oficio y valor y Jaime Rangel que en la séptima cortó una oreja a un buen toro de Luis Javier Barroso.

Con esos mimbres se ofreció a la afición de la capital un cartel atractivo en el papel y que provocó una extraordinaria entrada en el desaparecido coso naucalpense, al decir de don Alfonso de Icaza:

Sin llegarse al lleno de los domingos pasados, hay una magnífica entrada en ambos departamentos, y como la tarde es espléndida, y el ánimo del público propicio para que tengamos una gran tarde, sólo nos resta desear que los mejores augurios se confirmen, y que los toros de Jesús Cabrera salgan bravos; el rejoneador Peralta se luzca a sus anchas y los toreros de a pie – “El Calesero”, Luis Segura y Jaime Rangel – corten orejas… ¡Qué así sea! … Hay palmas para todos a la hora del paseo…

El percance de Luis Segura

El torero madrileño venía a reivindicar su posición. Había toreado 34 corridas en la campaña de su tierra con éxito y tenía buen concepto al hacer el toreo. El primero de su lote fue un cabrereño llamado Minero. Su actuación ante él realmente no tiene mayor reseña, según se lee de lo que contó en su día Ojo en El Redondel:

Luis Segura muletea molestado por el aire a un bicho que, reservón y todo, toma bien la franela. Se suceden los doblones, lo que motiva que unos aplaudan y otros piten. El de Madrid compone la figura a ratos, pero sólo al citar, pues en cuanto se le arranca el de Cabrera se encorva y trata sólo de defenderse. Cambia la decoración cuando Segura da un buen pase por alto y aguanta en unos derechazos rápidos pero valientes. Un buen pase de pecho. Otro con la diestra que termina en desarme; breve intervención de la peonería y más toreo por arriba, barriendo los lomos. Nuevos derechazos de valiente, y entre tantos, uno muy bien instrumentado. Se le ovaciona con calor un pase forzado de pecho y dase entonces a instrumentar lasernistas y afarolados, con beneplácito del monstruo. Está a punto de ser cogido, pero como cada vez se muestra más valeroso, acaba por echarse al público a la bolsa. Dos molinetes seguidos, muy feo el segundo… Más muletazos a la trágala; labor de aliño en busca de la igualada, que se dificulta, y un pinchazo llevándose el arma, con salida apurada, que se resuelve con una aparatosa cogida en el pecho, que milagrosamente no tuvo mayores consecuencias. Brega empeñosamente Valencia… Segura parece resentirse del percance, y pincha nuevamente. Ya no puede más el diestro hispano, que en brazos de las asistencias es conducido a la enfermería. “El Calesero” toma los trastos y después de breve muleteo, pincha sin soltar; deja tres cuartas partes de espada que escupe la res; pincha de nuevo entre pitos de los tendidos; deja una media tendenciosa y acaba con un certero descabello…

Lo que aparentaba ser un percance de poca importancia, resultó ser una cornada de grandes proporciones. El parte rendido por el doctor Morales Ortiz fue de la siguiente guisa:

Herida por cuerno de toro como de 8 centímetros en el triángulo de Scarpa derecho, con una trayectoria hacia arriba y afuera que desgarra el músculo psoas ilíaco, con fractura de la espina ilíaca superior. Otra hacia abajo y hacia adentro como de 20 centímetros que rompe el músculo costurero (sartorio) disecando el paquete femoral sin herirlo y la otra hacia abajo y hacia afuera como de 25 centímetros que caló el muslo. Tardará en sanar más de 30 días de no haber complicaciones. Se practicaron las primeras curaciones en la enfermería de la plaza y posteriormente se trasladó al torero herido al sanatorio de Santa María de Guadalupe para proceder a su tratamiento.

La descripción de la herida deja ver que, aunque no fue aparatosa a la vista de los espectadores, sí causó grandes destrozos y aún cuando el torero madrileño intentó, pundonorosamente terminar con los días de su heridor, llegó el momento en el que las fuerzas le abandonaron y tuvo que saldar su tarde sin matar uno solo de los toros que sacó en el sorteo.

Jaime Rangel y Amapolo de Jesús Cabrera

La más firme promesa con la que contaba la tauromaquia mexicana por aquellas calendas era el hidalguense Jaime Rangel, heredero de la real escuela mexicana del toreo, que nace en México con Saturnino Frutos Ojitos y se va trasladando por vía de los discípulos de éste, en el caso particular por vía de Samuel Solís a Ricardo Torres, tío de Jaime – y de Manolo su hermano – que fue uno de los primeros en los que intervinieron en su formación como torero.

Esa tarde de hace seis décadas, Jaime Rangel no salió con las orejas en las manos porque no mató a Amapolo bien y a la primera, pero dejó en el ruedo de Cuatro Caminos una importante declaración de intenciones:

“Amapolo” llega al final conservando facultades y Jaime Rangel que ha brindado a un particular, hace derroche de hombría al dar cuatro pases con las dos rodillas en tierra, que le son ovacionados. Cita de lejos y liga en el centro mismo del anillo, cuatro buenos derechazos, que remata con dos lucidísimos pases de pecho. Ovación y música… Sopla aire, pero Jaime no se aflige por ello y vuelve a ligar derechazos en los que corre la mano desde aquí hasta allá. Los remata con un superior pase de pecho y convierte a la plaza en un manicomio… Claro que el toro es bueno, buenísimo, pero tiene casta y hay que aguantarlo y Jaime lo aguanta como los hombres… Ahora con la zurda; uno, dos, tres, cuatro naturales rematados con el de pecho. Muchas palmas. Se adorna Jaime con medios pases, estando solo en la arena con su adversario y vuelve a correr la mano en derechazos que le resultan pintados y que remata superiormente. Palmas y dianas… Busca Jaime la igualada pero su adversario no humilla, por lo que se precipita y pincha a un tiempo. Más tela y nuevas fatigas para matar. Nueva punzadura, que se comenta con pitos. Tercer alfilerazo; cuarto, otro más... y otro: “Amapolo” se le ha vuelto de hueso al matador… Media estocada delantera; capotazos a granel y el nervioso bicho que se entrega momentáneamente, para ser descabellado por Jaime al segundo intento… Ovación al toro en el arrastre, empeñándose los monosabios en que se le dé la vuelta al ruedo. La autoridad ordena lo contrario y así termina la lidia de “Amapolo” que pudo haber constituido el triunfo definitivo de su matador…

Lo demás del festejo

El otro toro que se prestó fue el piedrenegrino Tabaquito, que abrió el festejo, para rejones y que correspondió a don Ángel Peralta, le permitió un buen lucimiento, logrando como premio a su labor la vuelta al ruedo al término de la misma. Por su parte Calesero tuvo que matar cuatro toros ese domingo, el que hirió a Luis Segura, los dos de su lote y el segundo del madrileño.

El Poeta del Toreo estuvo definitivamente desafortunado, pues fue pitado en el primero de su lote, silenciado en el segundo que sorteó y francamente abroncado en el segundo que hubiera correspondido a Segura. Fue una tarde que el trianero de Aguascalientes seguramente no añadió a sus memorias. Alguno le vio tan mal, como el que firmó como Juan de Dios, para el semanario madrileño El Ruedo, que en su número aparecido el 22 de febrero siguiente, reflexiona:

Por su historial, por su porte y sus hechos, de gran persona, por su indudable aportación a la Fiesta de los toros, nosotros le queremos tratar con cariño y benevolencia. Pero precisamente por este cariño le tenemos que decir al buen Alfonso que ya no está para estos trotes. En ocasiones le fallan las fuerzas; el ánimo, con los años, se hace más reposado; aun cuando en las facciones no se aprecie, el transcurrir de los años, sin embargo, en la Plaza y ante sus enemigos, se ve que el tiempo no pasa en balde, y el que fue una figura señera de la torería mundial, se ve hoy ridiculizado, tomado a broma y criticado por sus propios amigos. Por eso nosotros le recomendaríamos a Alfonso una retirada a tiempo. ¡Y que conste que aún está a tiempo! …

Así fue como se desarrolló una corrida de toros que, sin haber producido triunfos apoyados en una profusión de apéndices, dejó para el recuerdo hechos que se marcan en la memoria de la afición, como lo son el surgimiento de un torero que pudo marcar una época en la historia de la fiesta de este lado del mar y un grave percance de otro, que en su día, llegó a cautivar a la afición más exigente del mundo, la de Madrid.

domingo, 2 de enero de 2022

1º de enero de 1962. El debut de Paco Camino en México (III/IV)

Paco Camino


Despejados los asuntos sindicales pendientes, tanto entre los matadores de toros como entre los picadores y banderilleros, la empresa de el Toreo de Cuatro Caminos anunció, casi a porta gayola el derecho de apartado de su temporada. Con ese anuncio, parecía que todo estaba ya encaminado para que el ciclo de corridas de toros de la capital mexicana se diera sin sobresaltos, pero, aunque no tuviera efectos más que en la opinión pública, algunos ánimos no estaban de acuerdo con el estado de las cosas.

El hecho de que el anuncio de la temporada de Cuatro Caminos dejó ver que gravitaría en torno a la figura de Paco Camino, que había toreado 68 corridas en la temporada europea recién terminada, quedando de tercero en el escalafón detrás de Curro Girón y Diego Puerta no le pareció adecuado a más de algún influyente opinador, como es el caso de don Alfonso de Icaza Ojo, quien en su columna semanal Nuestro Comentario, aparecida en El Redondel del 7 de enero de 1962, entre otras cosas, escribió:

Hace tiempo que tenemos la creencia de que, actualmente, son mejores los toreros mexicanos que los españoles.

Y no por el hecho de haber nacido aquí – que el sitio donde se ve la luz primera nada supone en el caso – sino por la distinta manera como se desarrolla la fiesta en uno y otro país.

En México, el toreo es cosa de hombres; en España, de niños.

Aquí, para ser figura del toreo, se requiere, además de poseer cualidades especiales, dominar la profesión, lo que no se consigue, salvo casos excepcionalísimos, sino después de muchos años de práctica.

Así vemos que nuestros ases, “Calesero”, Procuna, Capetillo, Silveti, Leal o Joselito Huerta, para no citar sino a unos cuantos, llevan años y años de lidiar toros, años que les han servido para acumular conocimientos al mismo tiempo que para afinar su arte.

En España, en cambio, se improvisan ídolos a cada momento.

Y tan pronto es “primerísima figura” un jovencito de diecinueve años, como Paco Camino, que uno de veintiuno, como Diego Puerta, u otro improvisado aún, el ya famoso “El Cordobés”, que antes de tomar la alternativa, y nos atrevemos a decir que, sin ser todavía un auténtico torero, tiene ya un capital de quién sabe cuántos millones de pesetas.

Las figuras del toreo no se improvisan.

Aún los diestros especialmente precoces, como Joselito, “Armillita” y Arruza, necesitaron “cuajarse” para ascender a la primera fila.

No se nace sabiendo, ni se puede ser maestro en tauromaquia de buenas a primeras.

El toreo es cosa de hombres, tal y como se entiende en México, y no de criaturas como actualmente se estila en España...

Es decir, a juicio de uno de los principales periodistas taurinos de la época, dos de los toreros que encabezaban el escalafón europeo eran nada menos que unos improvisados, más que nada por su juventud. Y sumaba a esa infame categoría a El Cordobés, pendiente de alternativa, pero que en unos meses más, vendría a poner de cabeza a todo el entramado de la fiesta. ¿Sería que Ojo no se percató del cambio que ya se estaba produciendo o fue simplemente el hecho de no haber visto a los toreros a los que se refería?

Por su parte, Carlos León, en su crónica de la corrida del 1º de enero de hace 60 años, también arremetió contra Paco Camino, pues en su relación epistolar dirigida a Miguel Alemán Velasco, a propósito de un libro conmemorativo de la línea aérea Aeroméxico, deja este párrafo:

El torero se justifica en el ruedo y no con declaraciones a la prensa o promesas frente a los micrófonos, que luego no se cumplen ante los toros. En aquel histórico 8 de agosto de 1908, cuando los hermanos Wright volaron por vez primera sobre suelo europeo – a 10 metros de altura y sólo durante minuto y medio – fueron asediados a preguntas por los periodistas. Venciendo un taciturno silencio, Wilburg Wright se concretó a decir: el loro es el pájaro que más habla y menos vuela…

Así estaba el patio hace seis décadas. No parecía poder darse gusto a nadie.

La corrida del primer día del año 62

Se anunció un encierro de Pastejé para Alfonso Ramírez Calesero, Antonio del Olivar y el debutante Paco Camino. Las cosas se empezaron a torcer desde el inicio, pues los toros de Pastejé nada más no caminaron y dos de ellos fueron devueltos a los corrales, siendo sustituidos por uno de Piedras Negras (2º) y otro de La Laguna (4º). Acerca del encierro, el citado Carlos León, en su tribuna del Novedades, escribió:

Incierta, áspera y huidiza salió la corrida que vino de las dehesas de Ixtlahuaca, seguramente por un error, pues iban con destino al rastro de Ferrería. A mí no me sorprendieron las malas condiciones de lidia del descompuesto ganado, pues desde que Pastejé dejó de ser en cierta ocasión una ganadería de caballeros, como Don Eduardo N. Iturbide y la familia Barroso, obviamente tenía que enviar bichos resabiosos, con malas ideas y peores intenciones. Por supuesto no me equivoqué, y el encierro de hoy fue algo desastroso. De todas maneras, se supone que hay un reglamento taurino y un juez que lo aplique, pero el que también se supone que funge como autoridad, siguió violándolo. Dos toros se fueron al corral, sin haber salido antes los picadores. Seguramente eran mansos los bureles, pero había que demostrarlo y darle seriedad a la plaza de El Toreo, que no porque esté enclavada en un pueblo debe seguir siendo un circo de pachanga. Como quiera que sea, después de haber padecido ese ganado correoso y espantadizo, los toreros confirmaron la frase que ya es de ritual en los mentideros: Pastejé, ni en bisté…

La actuación de Paco Camino

Para don Alfonso de Icaza, su valoración previa pareció haberse cumplido con la actuación del torero de Camas, pues su apreciación de esta tarde, es la siguiente:

La primera impresión que tenemos del niño – torero hispano es que es habilidoso y que está muy puesto con el toro… A su primer enemigo, que huía hasta de su sombra, se empeñó en sujetarlo, y lo sujetó, con aplauso del público, pero a su segundo, que era más toreable, en lugar de pasárselo, optó por dar vueltas a su alrededor, entre pitos de la gente, que no gusta de paseos, sino del buen toreo, definido de tiempo atrás en tres palabras, que parece no conocer Paquito: parar, templar y mandar…

Por su parte, Carlos León, en la misma coloratura, opinó:

Camino se quedó en vereda… Cierto es que la corrida no fue manejable, pero el de Sevilla exageró su prudencia, confirmando las reservas y vacilaciones que ya observaba el crítico de Madrid. En pocas, en rarísimas ocasiones se pasó a los bichos con el percal o con la sarga, más cuando lo hizo fue a una distancia tan prudencial que no conmovió ni a su mozo de estoques. En cambio, colocado a la defensiva mostró una evidente habilidad, lo mismo bregando con la capichuela que al manejar la pañosa. Siempre sobre piernas, sin fijeza en las azogadas zapatillas, encorvado y habilísimo para meterse a los costillares, parece mentira que con tales trucos haya logrado de pronto conmover al público, que le celebró lo que erróneamente tomaron por potencialidad de lidiador, cuando eso tiene otro nombre exacto y preciso: ratonerismo.

Mas, si con el tercero le festejaron su ratonera facilidad para huir de los pitones y refugiarse en los cuartos traseros, con el sexto le chillaron el truquito de jugar al tiovivo y zara-gatear lo más lejos posible de las astas. Como había brindado a César Balsa, tarde se le hacía al sevillano para irse de la plaza y seguir bailando en el Jacaranda. Pero, como es bastante malito con la espada, se le cansó el brazo pinchando hasta que optó por un ignominioso espadazo en el chaleco. Total: que, si Paco es Camino, Del Olivar es carretera. O tal vez, autopista de las que pueden llegar muy lejos…

Como se ve, simplemente, para los dos cronistas citados, Paco Camino no tuvo manera de llegar a un entendimiento con su hacer delante de los toros.

El resto del festejo

Calesero fue abroncado al final de sus actuaciones, pero firmó un gran ramillete de verónicas ante el cuarto de la tarde Perdigón y Antonio del Olivar le realizó una valiente y dramática faena al quinto, Barquillero, recibiendo como premio una oreja, que fue protestada por el espadazo defectuoso con el que despachó al toro, pero fue requerido para dar dos vueltas al ruedo con mucha fuerza.

Lo que venía por delante

Paco Camino regresaría a Cuatro Caminos el día 7 de enero de 1962 y en esa tarde tendría la ocasión de hacer su declaración de intenciones. Pero de eso trataré de ocuparme el próximo domingo, si así lo tienen ustedes a bien.

domingo, 14 de febrero de 2021

13 de febrero de 1966: Calesero se despide triunfalmente en Aguascalientes

De izquierda a derecha: Un subalterno que no
identifico, Julián Rodríguez, Calesero, Alberto
El Negro Santacruz, José Sánchez y José Luis
Fernández Ledesma. Atrás, entre Calesero y
Santacruz, Arturo Muñoz La Chicha. El niño
del frente es el matador de toros retirado Ricardo
Sánchez
La carrera de un torero tiene que llegar a un final. En el caso de Calesero se trataba de un largo paso por los ruedos del mundo, pues ese febrero del sesenta y seis se cumplían cuatro décadas de ir recorriendo arenas y esparciendo el aroma de su toreo y quizás la hora de decir adiós se había hecho presente.

Calesero le contó al doctor Alfonso Pérez Romo su sentir en los días previos a su despedida de los ruedos en la Plaza México. Entre esas fechas queda esta despedida que hoy me ocupa. Entre otras cosas le relató lo que sigue:

La noche del día doce de febrero de 1966, víspera de mi despedida ante la afición de mi ciudad natal, Aguascalientes, matando seis toros de diferentes ganaderías: La Punta, Torrecilla, Tequisquiapan, Reyes Huerta, Valparaíso y Santa Rosa de Lima, (decidí matar solo esos seis toros para demostrarles a mis paisanos que me iba porque quería, no porque ya no podía; tal hazaña la logré cuando ya tenía veintisiete años de matador de toros; ese público fue el más exigente de todos los que me juzgaron, pero también el que más se me entregó en mis triunfos). Casi no dormí en toda la noche pensando en tantas y tantas cosas que se me venían a mi mente... Recordando toda mi vida de torero que fue muy larga y llena de emociones; soy el torero mexicano que más duró en la profesión: 40 años se dicen pronto. Alterné con tres generaciones del toreo, le di a mi hijo Alfonso la alternativa estando yo en activo. Pasaron cien años para que hubiera otro caso igual al de "Cúchares" que le otorgó la alternativa a su hijo "Currito" estando también en activo… Yo hubiera seguido toreando unos dos o tres años más, pero dos toreros en una misma familia es mucha tela; la esposa, la madre, los hermanos esperando dos conferencias cada día de corrida, es un verdadero martirio… Mi esposa es un caso: el marido torero, tres hijos matadores de toros (actualmente retirados) y ahora el nieto que se inicia de novillero (actualmente matador), calculen ustedes lo que ha pasado esa señora... (“El Aroma del Toreo”, Alfonso Ramírez “Calesero” con Alfonso Pérez Romo, UAA – Julio Díaz Torre, 2005, 1ª edición, Págs. 13 – 14).

Calesero estaba por cumplir 52 años de edad, sufrió pocas cornadas, pero las que recibió fueron de consideración. Su dedicación exclusiva al toreo, la vida metódica que llevaba y la constante preparación que mantenía en el campo bravo – Calesero siempre fue considerado un extraordinario tentador – le permitieron llevar su ejercicio profesional más allá de lo que muchos de sus pares hubieran logrado. 

La tarde del adiós

La publicidad del festejo rezaba que Calesero dedicaba su actuación al C. Gobernador del Estado, Presidente Municipal, Jefe de la Zona Militar y toda la afición.  Para la ocasión eligió un vestido grana y oro que años después pude conocer de cerca en el Museo que tuvo una casa vitivinícola en esta ciudad y cuyo contenido hace algunos años fue rematado en una subasta. No sé si la almoneda incluiría ese vestido de torear que por sí mismo es histórico.

Algunas imágenes que conservo de esa tarde, reflejan que le acompañaron en su cuadrilla su inseparable Arturo Muñoz La Chicha, que fue su compañero de correrías desde el inicio de su andar en los ruedos, Alfonso Pedroza La Gripa y el gran picador de toros Guadalupe Rodríguez El Güero Guadalupe y que salió como uno de los sobresalientes Tomás Abaroa, en esos días matador de toros y tiempo después un destacado peón de brega.

En los corrales de la plaza esperaban los toros de La Punta, Torrecilla, Tequisquiapan, Reyes Huerta, Valparaíso y Santa Rosa de Lima que serían enfrentados por Alfonso Ramírez Alonso y que por ese orden de su antigüedad saldrían al ruedo nombrados como Bordador, Poeta, Artista, Pintor, Pianista y Escultor. Con ellos se entretendría en cortar ocho orejas y un rabo en una tarde que fue triunfal desde el ángulo que se quiera examinar.

El momento cumbre de la tarde

Aunque la tarde fue efectivamente redonda, de apoteosis, donde Calesero estuvo envuelto entre el cariño de la afición de su tierra, su momento más álgido lo tuvo durante la lidia del quinto de la tarde, un toro de Reyes Huerta llamado Pianista. Recurro a la crónica de don Jesús Gómez Medina, publicada al día siguiente del festejo en El Sol del Centro y dedicada a don Luis de la Torre El – Hombre – Que – No – Cree – En – Nada, también testigo del acontecimiento, en la que nos dice lo siguiente:

La faena cumbre del quinto. – “Pianista”, de Reyes Huerta, número 14, cárdeno oscuro, corto de defensas, bragado y coletero, de bonito tipo, salió en el llamado lugar de honor. ¡Y a fe que lo mereció!

Porque “Pianista” fue bravo, muy bravo, con la fiereza, con el empuje que ya no es muy común ver en el toro de lidia; pero, a la vez, con el buen son, con el temple, con la nobleza peculiares a los bichos de su progenie.

En estas condiciones y con el público entregado, rendido plenamente ante el arte y el torerismo del Calesero, forjó este el capítulo más lucido en su brillantísima actuación. 

Sus verónicas a pies juntos tuvieron la emoción derivada de la fuerte acometida de “Pianista” – un tío que empujaba con un par de riñones – y del aguante estupendo de que hizo gala el torero; sin mengua, desde luego, de las demás virtudes que brillaron siempre en sus intervenciones con el percal.

Vino luego una escena que, a estas alturas, se antoja anacrónica, pero que, sin embargo, conserva la enérgica belleza, el colorido de una estampa de Perea: cuando el Güero Guadalupe ejecutó “como ordenan los cánones”, la suerte de varas.

Y luego, el trasteo cumbre. ¡La gran faena en una tarde saturada de trances lucidos! Tras un emotivo y brillantísimo preámbulo de hinojos, la faena prosiguió en los medios. Allí, con el refajo en la diestra, alcanzó Alfonso el ápice, la cumbre de su labor en el tercio final.

Una serie prodigios de muletazos en redondo, siete, ocho, aguantando impávido las reiteradas embestidas del bravo ejemplar de Reyes Huerta; pero a la vez, mediante el temple y el mando, imponiendo el señorío de su cerebro y la plasticidad de un exacto y gallardo trazo de los muletazos, a la oscura fiereza de la bestia. Rugía el público de emoción y de gozo a cada pase, mientras el torero, el torero – artista, ebrio a su vez de emoción creadora, embriagado en la belleza de su propia obra, reflejaba también en su semblante los intensos sentimientos de que era albergue su pecho.

Tras de esto, en un clima de rotunda apoteosis, adueñado Alfonso de las mil voluntades que se agitaban en los tendidos y seguro a la vez de su jerarquía sobre el toro, prosiguió el trasteo que culminó, por último, en la concesión del indulto del bravísimo y nobilísimo “Pianista”, otorgado a petición popular.

Tras de esto, el otorgamiento de todos los apéndices, las vueltas al ruedo sin fin, las aclamaciones y el delirio…

Calesero logró, con independencia de lo obtenido en los cuatro toros anteriores, rematar la tarde de su adiós a la afición de su tierra con un triunfo resonante, de los que se quedan en la memoria colectiva, de esos que sirven como signatura de una carrera en los ruedos que en los tiempos por venir sería recordada como ejemplar y como una de las grandes expresiones del toreo – arte que se hayan podido conocer.

Fue un día de fiesta

La celebración no se quedó dentro de los muros de la plaza de la calle de la Democracia. Terminada la corrida se ofreció a Calesero y a su familia por un sector representativo de la afición hidrocálida un banquete conmemorativo. El torero en sus recuerdos lo sitúa en uno de los salones del Hotel Francia; el amigo Gustavo Arturo de Alba en el del Club Rotario:

...Don Enrique Castaingts, con su característico puro, teniendo, regularmente de compañeros a Don Julio y Benito Díaz Torre, Don Anselmo López, Don Manuel Ávila, Don Emilio Berlie, claro está que todos con sus respectivas esposas, a las cuales pido disculpas de no mencionarlas por su nombre, para no caer en la descortesía de olvidarme de alguna de ellas. También batían palmas por las gestas de Calesero don Antonio Garza Elizondo; Rodolfo “El Ronco” González, a quién recuerdo invitándonos, la noche del 13 de febrero de 1966, a seguir la sobremesa de la fiesta de homenaje al “Poeta” en su aristocrática casa que tenía por los rumbos del Jardín de San Marcos, una vez que don Juan Andrea (otro Caleserista) cerró las puertas del local de los Rotarios, en Jardines de la Asunción, donde se había servido una suculenta cena, para más de 150 comensales, después de la apoteósica despedida en la San Marcos del torero del barrio de Triana.... (Gustavo Arturo de Alba en “Alfonso Ramírez ‘El Calesero’. ‘El Poeta del Toreo’”. Gobierno del Estado de Aguascalientes. 1ª edición, 2004. Págs. 152 – 153)

Independientemente del lugar en el que se haya llevado a cabo, resulta significativo que se haya prolongado la celebración de ese adiós al terreno de lo social. En esa reunión, Calesero obsequió a don Guillermo González Muñoz el capote de paseo que utilizó en esa última corrida en su tierra y existe una imagen que puede considerarse premonitoria, pues en ella aparecen el torero de nuestra Triana, don Guillermo y don Jesús, hermano de Calesero y empresario de la Plaza San Marcos. Tal pareciera que se daba a El Cabezón la alternativa para ser titular de la empresa taurina de nuestra ciudad, misma que ejercería con éxito apenas tres años después.

Lo que siguió

Calesero torearía el siguiente domingo su despedida en la Plaza México, alternando con Manuel Capetillo y Raúl García en la lidia de toros de Valparaíso. Allí le cortó la oreja a Mañanero, el último toro que mató vestido de luces en ese ruedo. Torearía 16 corridas ese año de su adiós, entre ellas la de la alternativa de su hijo Alfonso en Ciudad Juárez el 24 de julio; otras dos el siguiente y se vestiría de luces por última vez el 2 de febrero de 1968, en Sombrerete, Zacatecas, alternando con Manolo Espinosa y Manolo Urrutia en la lidia de toros de Torrecilla, tarde en la que les cortó cuatro orejas y un rabo.

Calesero dejó de vestirse de luces, pero nunca dejó de estar presente en la fiesta. Allí es donde reside quizás el más grande de sus valores. Conchita Cintrón parece describirlo en esta reflexión:

…Sobre la plaza aletean golondrinas – de esas que se presiente no volverán. Hay nueva entrega del diestro, nueva métrica, nueva poesía encerrada en el anillo de bravura que circunda su silueta. Y ante el pasmo de las gentes se revela la presencia de un espíritu al que le sobra materia. Realizada la transfiguración ya todo es gloria, apoteosis, triunfo. Pero el espada apenas si esboza una sonrisa. Ha terminado su expresión artística en los ruedos y sin ella – magia y duende de su existencia – abandona la plaza, cargando la cruz que conoce todo poeta enmudecido. (Conchita Cintrón, “¿Por qué vuelven los toreros?”, 2ª edición, México, 1987, Editorial Diana, Pág. 253).

Aviso parroquial: En esta fecha se cumplen 55 años de que este amanuense haya visto con cierto uso de razón un festejo taurino por primera vez. Conforme van pasando los años, me voy enterando de que no pude tener una mejor iniciación en esto…

domingo, 10 de enero de 2021

El Premio Nobel del Toreo

10 de enero de 1954. Calesero realiza la mejor tarde de su carrera en la Plaza México

El Premio Nobel se instauró a finales del siglo XIX para galardonar e incentivar las investigaciones y avances en la ciencia. También se incluyó una vertiente artística en el mismo al establecerse uno para la literatura, entendiéndose que todos esos avances y obras literarias tendrían que haber aportado algo a la humanidad. 

Es curioso que esos premios se concentren en disciplinas científicas y solamente uno de los seis que se entregan – en 1968 se creó uno para las ciencias económicas – se destine a las artes, siendo quizás que, en la evolución de la humanidad, las artes expresan mejor el ser y el sentir de lo que somos y se alejan de las implicaciones políticas que la mayoría de los que se otorgan tienen.

No voy a defender el otorgamiento de un Premio Nobel para el toreo. Entiendo y acepto que su propuesta fue un ditirambo de Carlos León, cronista en su día del diario Novedades de la Ciudad de México, pero ese aparente desatino ilustra la necesidad de que quienes otorgan ese tipo de galardones volteen sus ojos a la fiesta, y se enteren de que allí hay una manifestación artística que merece ser valorada y por qué no, recompensada.

La enorme hazaña de Calesero

Alfonso Ramírez Alonso, natural de la Triana de Aguascalientes, era uno de los toreros que hicieron la transición de El Toreo de la Condesa a la Plaza México, pues recibió en el antiguo coso la alternativa el 24 de diciembre de 1939. Era conocido por su extraordinaria clase y por su creatividad con el capote, pero en las plazas de la capital no había redondeado una tarde. Podría afirmarse, sin afán peyorativo, que apuntaba, pero no disparaba, aunque en plazas como Guadalajara o Aguascalientes tuviera tardes redondas que le mantuvieran en el ánimo de la afición e hicieran que se le esperara una temporada y la otra también.

Ese domingo 10 de enero de 1954 le correspondieron dos toros de Jesús Cabrera que por su orden de salida se llamaron Campanillero y Jerezano y con ellos Calesero se encontró con su toreo y se encontró con la afición de la capital mexicana. Solamente les cortó una oreja por un mal manejo de la espada, pero lo que les hizo con la capa, las banderillas y la muleta sigue allí y si algún día se hiciera un recuento de las grandes faenas hechas en el ruedo de la Plaza México, al menos una de ellas sería tomada para esa relación.

Decía al principio que Carlos León, del extinto diario Novedades, propuso un Premio Nobel del Toreo. Pues para recibirlo designó a Calesero precisamente en esta tarde. Lo hizo en sus Cartas Boca Arriba, dirigida en esta ocasión a don Rodolfo Gaona, y entre otras cosas, le refiere lo siguiente:

El Calesero saturó de arte a la Plaza México; cortó una oreja, pero merecía el Premio Nobel de la torería

…Maestro, es necesario que usted vea torear a Alfonso Ramírez, ese extraordinario artista, que al fin, ha redondeado en la capital, una actuación inolvidable…

… ¡Qué alegría siente el aficionado cuando triunfan los auténticos artistas del toreo! Estoy seguro de que usted, si hubiera contemplado lo que en los tres tercios de la lidia realizó el diestro hidrocálido, habría sentido una gran emoción estética y, muy en lo íntimo, la satisfacción de ver el resurgir a quien es capaz de seguir su escuela y continuar el dogma artístico que usted dejó como ejemplo de lo que debe ser el arte del toreo…

A partir de los lances sedeños con que saludó a ‘Campanillero’, lances de una suavidad y de un temple exquisitos, empezamos a saborear el resurgimiento de este gran torero que sublimó en esta fecha memorable la limpia ejecución de las suertes. Ese quite con dos faroles invertidos, una chicuelina y el clásico remate de la larga cordobesa, llenaron la plaza de sabor a torero. Y por ahí siguió, alegre y variado, finísimo en todo instante, como en la gallardía con que citó para un par al quiebro, marcando la salida y saliendo deliberadamente en falso, para inmediatamente volver a citar y dejar al cuarteo un par perfecto que aún ligó con un rítmico galleo…

…Y hoy, ¡con qué alborozo me he unido al clamor popular, celebrando el renacimiento de un auténtico torero!…

Pues así ha ocurrido maestro, en esta inolvidable tarde. Cuando salió ‘Jerezano’, el quinto del encierro, todavía Alfonso Ramírez iba a superarse. La suavidad de aquellos lances a pies juntos y la lentitud que puso en las chicuelinas para rematarlas con un recorte teniendo ambas rodillas en la arena, volvieron a poner de relieve que nos hallábamos ante un artista de los que se ven pocas veces. Descubierto y en los medios, Alfonso tuvo que agradecer la ovacionaza que premiaba su excelsitud con el capote.

Clavó un solo par, al cuarteo, y no es exagerar si decimos que usted mismo lo hubiera rubricado como propio, por la majestad y la exposición con que el hidrocálido cuadró en la cara y alzó los brazos. Luego brindó al doctor Gaona; al empresario que tendrá que poner al Calesero todos los domingos de lo que resta de la temporada. Y salió de hinojos, para iniciar su trasteo con tres muletazos dramáticos. Pero en seguida, ya de pie, volvió a bordar el toreo. Sobre todo, allí quedaron dos series de naturales que nadie – así: ¡nadie! – ha trazado con más naturalidad y mayor lentitud desde los buenos tiempos de Lorenzo Garza en 1935.

Sin suerte con la espada, se le fueron las orejas de ‘Jerezano’. Pero otra vez ha dado dos vueltas al ruedo y ha saludado desde los medios, en una apoteosis inacabable.

…Y luego ha salido en hombros, consagrándose de la noche a la mañana como el artista de más clase de cuantos hoy por hoy visten el traje de torero...

Si solamente tuviéramos a la vista esta crónica, pudiéramos pensar que Carlos León vio algo parecido a un espejismo. Pero afortunadamente el maestro Julio Téllez, en la obra que el Gobierno de Aguascalientes dedicó al Poeta del Toreo, cita otra crónica, aparecida ésta en el diario El Universal, sin firma, en la que se manifiesta entre otras cuestiones esto:

Alfonso Ramírez lo hizo todo, y todo con una inspiración y una belleza insuperables; cortó una oreja y fue paseado en hombros por las calles de la capital.

Alfonso Ramírez, Poeta del Toreo; porque eso ere tú Alfonso – nada más, en toda su sencilla inmensidad – ¡El Poeta del Toreo!

Teníamos empañada la visión de las cosas, como la tenemos siempre, porque las miramos con tristes ojos de adulto, que presumen de ya saber, de ya conocerlo todo. Y lo que pasa es que hemos olvidado al niño que en nosotros quedó atrás, y que fue asomándose al mundo con ojos nuevos, sorprendidos, jubilosos de cada encuentro y de cada hallazgo.

Hemos olvidado, olvidamos casi siempre al poeta que quedó atrás, allá en la infancia lejana. Porque dicen – y tú debes saberlo bien Calesero – que ser poeta es volver a ser niño. Que es crear, volver a crear en nosotros aquella mirada de sorpresas y de júbilo fresco ante el mundo, ante todas las cosas: el sol y las aves, la rosa y el agua.

Las vemos todos los días, y porque creemos presuntuosamente conocerlas, se nos quedan sólo en la mirada, y no nos penetran hasta la raíz del alma, ahí donde se halla el verdadero conocimiento, la comprensión auténtica, emocionada e íntima. Ahí donde sabe llegar el poeta, para comprender, para sentir la música oculta y ofrecérnoslas luego, y hacernos el regalo de su propia emoción, de su comprensión, de su inspiración, en suma.

Ahí donde llegaste tú ayer, Calesero poeta.

¿A que seguir? ¡Todo el toreo, de rodillas y de pie, por verónicas y chicuelinas, en las largas cordobesas y en las vitaminas, en los derechazos y en los naturales, en los remates y en los desplantes, nos los diste como poeta: como cosas nuevas, frescas, estrenadas ahí mismo, descubiertas en ese momento, desconocidas -o mejor, reconocidas en su perfil primero, en su sabor inicial, ¡en su autenticidad más honda…!

Así pues, podemos advertir que esa tarde del 10 de enero de 1954, Calesero conmovió las estructuras del toreo hasta sus cimientos. 

Cuenta don Julio Téllez, testigo también de esa tarde:

¿Por qué esa gran emoción? ¿Por qué esa locura colectiva? Todo era como un gran juego de niños; remataba de rodillas, y la gente se paraba gritando. Pegaba una seria de naturales y la gente de pie enloquecida se miraba entre sí diciendo: “Esto no puede ser”. Y la locura final, con aquella cadenciosa larga cordobesa. ¿Cuántos años hace que no ven algo parecido?, nos preguntaban los compañeros de tendido.

Salimos de la plaza exhaustos, felices, por primera vez vi a mi padre con una alegría que no le conocía, y a boca de jarro le pregunté: ¿El Calesero es el mejor torero del mundo? ¡Hoy lo fue!, y cada vez que toreé en esta forma, lo será, me contestó…

Creo que está claro por qué Carlos León propuso un Premio Nobel para el toreo y a Alfonso Ramírez Calesero para recibirlo.

El predicamento inicial de la corrida

Inicialmente, el interés del festejo se depositó en la reaparición de Fermín Espinosa Armillita, que volvía a la gran plaza después de haber toreado allí su despedida el 3 de abril de 1949. El Maestro había iniciado lo que resultaría ser una breve campaña de retorno el 20 de diciembre anterior en Aguascalientes alternando con el propio Calesero y Antoñete.

Esa temporada del regreso de Armillita constaría de quince festejos y concluiría el 5 de septiembre en Nogales. Dos de esas corridas se verificaron en el extranjero, una en Bogotá y otra en Arles.

El tercer espada del cartel fue Jesús Córdoba, quien fue herido por Gordito, el primero de su lote durante la faena de muleta y pasó inédito esa tarde. Fue la tercera de una racha de cuatro cornadas consecutivas que el llamado Joven Maestro sufrió en la Plaza México.

Para terminar

Dijo don Francisco Madrazo Solórzano acerca del propio torero: Cuando los artistas se enfadan y les sale un toro a su modo, cuidado con ellos, porque no perdonan… 

Probablemente Calesero sorteó el mejor lote esa tarde, pero indudablemente que no se trata únicamente de llevarse los mejores toros, sino de saber que hacer ante ellos. Y Calesero lo hizo, por eso hoy, sesenta y siete años después, se le sigue recordando, entre otras cosas, por esa señalada tarde. 

Aldeanos