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domingo, 1 de septiembre de 2019

Incuria empresarial

Raúl Contreras Finito
Axioma de esta fiesta es el que para que el escalafón llamado mayor se renueve, se tienen que dar novilladas. Es también algo incontestable que en términos de pesos y centavos, esos festejos menores en la mayoría de los casos no son rentables. Pero también es algo que no se puede rebatir, que si no se invierte en el futuro de la fiesta, la estamos condenando a la extinción.

Todo esto lo traigo a cuento porque entre la Ley de Espectáculos de la Ciudad de México y su Reglamento de Espectáculos Taurinos, por una razón atávica, se fija como fecha para el inicio de la temporada de corridas de toros el primer domingo de noviembre y antes de esa fecha, la empresa encargada de ofrecer esa serie de festejos, para obtener la autorización administrativa correspondiente, debió ofrecer a la afición un mínimo de 12 novilladas. Los dispositivos legales no señalan si deben ser con o sin picadores y por esa razón, en el último par de años, la empresa encargada de los destinos de la Plaza México ha intercalado festejos de una y otra clase para salir del paso y poder obtener así los permisos correspondientes.

El problema real reside en ese salir del paso. Hace algunos años, quizás muchos ya, las temporadas de novilladas constaban de 25 o 30 festejos y se iniciaban una o dos semanas después de que concluía la de corridas de toros. En esos festejos se programaba a novilleros que en las plazas de la República habían destacado, por lo que salir a torear al coso más grande del mundo era una especie de premio. Y lo hacían ante entradas respetables, de media plaza hacia arriba, y surgían muchachos que despertaban el interés de la afición y en más de alguna temporada surgió algún torero que adquirió al paso del tiempo el carácter de “figura del toreo”. Pero había voluntad de las empresas que gobernaban los destinos de la gran plaza por encontrar quienes les ayudaran a seguir adelante con su negocio.

Hoy las cosas parecen tomar un derrotero distinto. No se muestra otro interés más que el de programar a determinadas figuras que tienen ya más de un cuarto de siglo ocupando posiciones en los carteles de importancia. Las fechas que eran tradicionalmente para festejos postineros, o se dejan sin toros o se reservan para programar carteles sin atractivo alguno. Las plazas de la República en las que tradicionalmente se daban novilladas ya las ven de cuando en cuando y con una serie de carteles cerrados, sin aliciente para los triunfadores que tras de torear su tarde anunciada, saben que pasará un largo tiempo para que se vuelvan a vestir de luces.

Cuando no había escuelas taurinas, era posible dar esas 25 o 30 novilladas en la Plaza México cada año. Hoy, habiéndolas en una buena cantidad de municipios del país, resulta incomprensible que se deje para la última hora y a las carreras la programación de apenas una docena de festejos para cumplir con la ley. Entiendo, como decía al principio, que al corto plazo, quizás las novilladas no satisfagan las expectativas económicas de un consorcio empresarial, pero eso no debe ser visto como un “gasto”, sino como una “inversión” en el futuro, porque de no hacerla el día en que esas “figuras” de hace más de 25 años se vayan de los ruedos, ¿qué quedará por hacer?

Se me podrá acusar de quedarme viendo “para atrás”, pero hace años (temporada 1964 – 1965) surgió un novillero que merece ser recordado y que demuestra que las novilladas pueden generar interés. Me refiero a Raúl Contreras, Finito. En el desaparecido Progreso de Guadalajara, toreó seis tardes seguidas y fueron seis llenos. Aquí un resumen de esas tardes:

11 de octubre de 1964 (Inauguración de temporada). – Novillos de Cerro Viejo. Raúl Contreras, Finito, Manolo Rangel y Ricardo García. Finito una oreja a Tejocote y a Respetuoso, y Manolo Rangel las dos al quinto de nombre Tejedor.

25 de octubre de 1964. – Novillos de Cerro Viejo. Raúl Contreras Finito, Alfonso Ramírez Calesero Chico y Javier Liceaga. Finito le corta las dos orejas al 4º Bordador.

22 de noviembre de 1964. – Novillos de Matancillas. Juan Clemente, Jesús Solórzano y Finito. Raúl Contreras, Finito le corta las dos orejas al 6º, Tepiqueño y sale a hombros de la plaza.

6 de diciembre de 1964. – Novillos de Cerro Viejo. Finito mano a mano con Manolo Rangel. Manolo Rangel corta la oreja del 6º, Carretero y Raúl las dos de uno de regalo y los dos salieron a hombros.

13 de diciembre de 1964. – Novillos de Garfias. Finito, Manolo Rangel y Rafael Muñoz Chito. El novillo Gaitero de don Javier Garfias, le pegó una cornada grave a Finito.

25 de diciembre de 1964. – Novillos de Jesús Cabrera. Jesús Solórzano, Finito, Manolo Rangel y Rafael Muñoz Chito. Novillada del Estoque de Plata. Raúl Contreras Finito, se llevó a su casa el trofeo y las dos orejas de Agujetas, estupendo ejemplar de don Jesús Cabrera.

Las novilladas, programadas con inteligencia e imaginación, atraen a la afición y a los públicos y ofrecidas con frecuencia se vuelven atractivas, pues a más de las aptitudes de los aspirantes a toreros, hay una voluntad extraordinaria de querer ser en los novilleros, al menos en lo particular, me parecen más auténticas.

El descuido de esta arista de la fiesta puede acabar con ella. En las manos de las empresas, de la afición y de los públicos está la solución.

Nota del amanuense: Esta pesimista entrada es la número 500 de esta bitácora. Deberían ser, a esta fecha algunas más, pero la verdad es que la dejé abandonada algún tiempo. A quienes pasan por aquí les agradezco su atención y espero seguir dando la tabarra algún rato más.

Aldeanos