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domingo, 25 de abril de 2021

Enriqueta Marcén. Sastra de toreros

Enriqueta Marcén
La primera vez que escuché nombrar a doña Enriqueta Marcén fue hace unos cincuenta años en casa del Volcán de Aguascalientes, Rafael Rodríguez, cuando contaba las vicisitudes pasadas para confirmar su alternativa en Madrid, fecha que no llevaba contratada inicialmente y que se le ofreció para sustituir a un herido Manolo dos Santos ese 16 de mayo de 1951. Refería que había encargado ropa de torear con la Maestra Marcén, pero estando programado el inicio de su campaña para unas semanas después, esa ropa no estaba lista. Esa cuestión dio paso a un gesto de amistad y solidaridad de Antonio Velázquez que, le cedió un vestido nuevo, blanco y oro, que fue con el que confirmó el torero de esta tierra.

No mucho tiempo después volví a escuchar su nombre en la casa de Armillita quien se enorgullecía de la colección de imágenes bordadas de Vírgenes de la Esperanza y Cristos del Gran Poder que guardaba en su casa de Chichimeco. La gran mayoría de ellas, decía con satisfacción el Maestro, habían sido elaboradas en casa de doña Enriqueta, de la que afirmó, fue la que lo vistió en toda su vida de torero.

Parafraseando – mal por supuesto – a Lorca, diré que esos recuerdos se me quedaron en alguna habitación oscura de la memoria y buscando otras cosas, me hallé con que este mes de abril, sin poder precisar la fecha, se cumplen 55 años del deceso de esta maravillosa artista de la aguja y el hilo, razón por la que hoy, antes de que se arranque esta hoja del calendario, la recuerdo y la presento, porque habrá muchos aficionados que no tengan noticia de quien ha sido esta mujer que vistió a los toreros.

Enriqueta Marcén

Madrileña por los cuatro costados. Nació en el año de 1859 y ya en 1866, con siete años de edad entró de aprendiza al taller del principal sastre de toreros de la capital española: José Uriarte. Hoy eso sería considerado explotación infantil, entonces era una manera de aprender tempranamente un oficio digno. Y vaya que Enriqueta Marcén lo aprendió, llegó a ser oficiala y llegó a ser la mejor.

En 1905 ya se había establecido por su cuenta. En entrevista otorgada a Julio Martorell, publicada en el número de El Ruedo aparecido el 28 de marzo de 1945, cuenta lo siguiente:

- ¿Desde cuándo es usted maestra de este taller?

- Pues ahora ha hecho cuarenta años. Yo me establecí aquí, en este mismo piso, del que no me iré por nada del mundo, en 1905. Antes había sido oficiala con el famoso Uriarte, que es, creo yo, el mejor sastre de toreros que ha habido.

- ¿Y recuerda a qué matador de toros le hizo usted su primer traje?

- Ya lo creo; a Antonio Montes. ¡Y que no estaba majo con él! También le hice muchos a mi marido…

Efectivamente, Enriqueta Marcén se casó con un torero, José Espinosa, que lo intentó como matador y que al final se decantó como hombre de plata. Toreó novilladas en Vista Alegre, pero el grueso de su carrera lo realizó a las órdenes de toreros como Corcito, Antonio Montes, Quinito o Antonio Segura Segurita. En 1911 viene a México y permanece ese año y hasta 1913 y aquí logra figurar en la cuadrilla de Juan Belmonte. Regresa a España en 1914, año en el que fallece. Cossío incluye a José Espinosa en su tratado enciclopédico, dedicándole exactamente 146 palabras, incluyendo el título de la entrada.

Durante su estancia en México, la Maestra Marcén pone su taller de sastrería y es donde se relaciona con la torería mexicana. En la entrevista antecitada, cuenta lo siguiente:

- Naturalmente, hombre. Pero, ¿usted no sabe que mi esposo era el banderillero Jaqueta, que en gloria esté? Con él fui a Méjico y estuve allí tres años. Hice trajes para todos los diestros mejicanos, entre ellos a Gaona, a Luis Freg, a Juan Silveti, a Rodarte y a Vicente Segura, que era un señorito millonario, como usted sabrá, seguramente. Esto fue, si no recuerdo mal, en los años 11, 12 y 13. Después nos vinimos a España y puede decirse que todos los toreros, lo mismo españoles que mejicanos, han desfilado por esta casa, donde tanto se les quiere, a pesar de lo que me hacen sufrir estos chicos…

En su paso por México cultivó una amistad profunda con los hermanos Freg. Tanta, que cuando Miguel fue casi degollado por el novillo Saltador de Contreras en la plaza vieja de Madrid el jueves 12 de julio de 1914, fue ella la que se encargó de sus funerales y mientras la Maestra vivió, nunca faltó un ramo de flores en su tumba del cementerio de la Almudena.

De vuelta en Madrid se instala en Ave María 42, en el Barrio de Lavapiés y allí ejerció doña Enriqueta su noble arte hasta el último día. Tiene el honor de que una pieza suya haya sido exhibida en el Museo Metropolitano de Nueva York. Así lo cuenta la Maestra:

Y ahora que hablamos de capotes, uno que le hice a Juan Silveti está expuesto en el Museo Metropolitano de Nueva York. Se trata de un capote hecho a capricho del diestro, en el que el motivo principal es una moneda azteca en oro, sobre un fondo verde, y todos los detalles que lleva a los lados son mejicanos. Silveti lo regaló o lo vendió al citado Museo Metropolitano de Nueva York, donde obtuvo un premio, y en el que sigue expuesto a la admiración de los visitantes...

El anecdotario de doña Enriqueta

La vida dentro de un taller de sastrería para toreros debe ser el germen de muchas y muy variadas historias. En otra entrevista, realizada esta ocasión por quien firmó como J.S. y publicada en El Ruedo del 22 de febrero de 1966, entre otras cosas, la Maestra cuenta:

¿Vestir? Yo he vestido a todos los grandes del toreo. Gaona, Joselito, Belmonte, Cagancho, Gitanillo... Y a Mazzantini... Y a Guerrita. Guerrita se colocó muchas veces el traje en el propio taller para ir desde aquí a la plaza... ¡Si yo les contara! ...

Quizás de allí viene la expresión de vestir de la aguja, de salir con la ropa de torear desde la propia sastrería, justo cuando se termina de elaborar.

Acerca de las costumbres y manera de vestir de los toreros, contó a Santiago Córdoba, en entrevista publicada en el mismo semanario El Ruedo del 27 de septiembre de 1956, lo siguiente:

- ¿Qué torero le encargó más trajes?

- Luis Freg.

- ¿Cuántos vestidos le encarga una figura para la temporada?

- Yo he llegado a hacer hasta doce.

- ¿A quién?

- A Rodolfo Gaona y Pepe Ortiz. Manolete, los Bienvenidas, Aparicio, Girón, Antoñete y otros muchos también han tenido siempre buen ropero…

La Medalla del Trabajo

Cuando la fiesta de los toros no era considerada políticamente incorrecta, las autoridades y el Estado se preocupaban por fomentarla y por reconocer a sus actores. Así, en el Boletín Oficial del Estado del 20 de enero de 1965, se publicó la orden de fecha 17 de julio de 1964, mediante la cual se concede a doña Enriqueta Marcén Vililla la Medalla del Trabajo en categoría de bronce. Dicha orden entre otras cosas expone:

Resultando que el excelentísimo señor Presidente de la Diputación Provincial de Madrid, así como otras autoridades, jerarquías y personalidades de relieve en la vida social han solicitado de este Ministerio la concesión de la citada recompensa a favor de la señora Marcén Vililla, en atención a la intensa labor desarrollada desde el año 1888, en la que viene dedicándose diariamente con gran celo y eficacia a las actividades de bordadora, habiendo creado con su esfuerzo y trabajo un taller especializado en la confección de trajes de torero, siendo un ejemplo de laboriosidad y dedicación absoluta a su oficio, en el que ha ejercido además una verdadera función de Maestra, enseñando a un gran número de Aprendizas y Oficiales...

Así, se reconocía en ese momento toda una vida dedicada a trabajar a favor de la fiesta de los toros y de los actores de la misma, aunque fuera casi al final de su carrera.

El ocaso de una artista

En la entrevista que firmó J.S. y a la que he aludido antes, las hijas de doña EnriquetaMaría Luisa, Araceli y Pilar, cuentan:

- ¿Cuándo dio su última puntada doña Enriqueta?

- Hasta hace muy poco ha estado en la brecha. Los años se lo prohibieron hace un par de meses...

Sonríe doña Enriqueta, la “maestrita”, como los toreros la llaman, y señala:

- Ellas lo hacen tan bien o mejor que yo.

- También son maestras…

En el número de El Ruedo de el 12 de abril de 1966 se daba cuenta del fallecimiento de doña Enriqueta. No se indica la fecha de su deceso, pero se hace en estos términos:

Ha muerto doña Enriqueta Marcén, La Maestra, por cuyo nombre era conocida en el amplio mundillo de los toros, Contaba noventa años de edad... Hace muy poco tiempo, en su última entrevista periodística que se le hiciera en vida, nos decía para los lectores de El Ruedo:

- Mi vida ha transcurrido puntada tras puntada. Sólo he hecho eso: bordar, bordar un día tras otro, sin pausa, con cariño grande. Yo pongo más atención y cuidado en el bordado que para los toreros realizo que en los trabajos propios, particulares. Y es que siento un gran cariño por los hombres que se juegan la vida frente a los toros, sean o no famosos. Para mí todos son iguales...

Se fue una grande. Una mujer que dejó escuela. Quedaron otros talleres y otros nombres, Ripollés, la Maestra Nati, Fermín, Manfredi… Pero siempre habrá un sitio especial para doña Enriqueta Marcén, la primera que fue llamada La Maestra.

domingo, 12 de julio de 2009

12 de julio de 1914: Muere Miguel Freg en la Plaza de Madrid

Dados los sucesos del pasado viernes en Pamplona, supongo que el sentido de algunas apreciaciones que expresaré aquí tendrán que cambiar y es qué con frecuencia – no mucha por fortuna – suceden hechos que nos recuerdan que existe otra muerte en el ruedo, esa que no esperamos, que no consideramos, que no queremos que esté allí, pero que es parte del juego de luces y sombras que es la fiesta de los toros.

Hoy como ayer, nihil novum sub sole

Quienes además de no ser partidarios de la fiesta, eran en ese día abiertamente opositores a ella, encontraron una ocasión – como la tienen hoy – para expresarse y tratar de denostarla. Así, veríamos en El País (13-Jul.-1912) en su primera plana, una columna sin firma – imputable en consecuencia a su entonces director Roberto Castrovido – titulada Los Toros Decaen, en la que se califica a los toreros como zafios, ignorantes, brutales y como seres que ordinariamente carecen de valor estético, moral o intelectual. Páginas adentro, junto a la crónica del festejo, publican una nota proveniente de Barcelona, en donde un señor Lerroux, con el apoyo de la sociedad protectora de animales intenta organizar, dentro del Partido Radical, la presentación de una petición al Consistorio, para obtener en la Ciudad Condal, la abolición de las corridas de toros.

Por otra parte en El Siglo Futuro, diario declaradamente conservador, publica contra la toreromanía, esto en alusión a la muerte de un aficionado de nombre Antonio Herencia, en el tendido de la Plaza de la Carretera de Aragón la mañana de ese mismo día, cuando un estoque saltó al fallar Regaterín un intento de descabello durante una becerrada a beneficio del gremio de zapateros.

Hoy seguramente, por la muerte de Daniel Jimeno Romero durante el encierro de Pamplona el pasado viernes, se volverán a alzar voces en contra de las distintas tauromaquias que se ejercitan en este planeta nuestro. Ya vemos que no es novedad, ni que sucedan tragedias, ni que esta fiesta sea objeto de ataques, casi siempre injustificados, de gente sin quehacer. Afortunadamente, su grandeza le ha permitido subsistir y si se ha de acabar, seguramente será por causa de quienes tienen, como dijera Ortega – no el de Bórox, sino el otro – sus entresijos en las manos y eso, creo que también la experiencia nos lo está enseñando.

Al toro…

Miguel Freg Castro fue el tercero de cuatro toreros de su familia. Luis El Rey del Acero o Don Valor, matador de toros; Alfredo, subalterno y fundador de la Unión Mexicana de Picadores y Banderilleros, asociación sindical de la que orgullosamente portó el carnet número uno y Salvador, matador de toros también. En el año de 1914 generó su efímera fama y entró a la inmortalidad por la angosta puerta del sepulcro, pues fue prácticamente en el decurso de cuatro festejos en ese calendario, donde su suerte quedó echada.

El Toreo de la Capital de México le vio salir en hombros de una entusiasmada multitud la mañana del 15 de febrero de ese año, después de torear a la verónica como lo hacía Juan Belmonte en tarde que actuó con Llaverito, Chanito y Samuel Solís para lidiar novillos de San Nicolás Peralta. Eso le motivó a acompañar a su hermanos Luis y Alfredo que harían campaña en España, para tratar de conseguir la alternativa en ruedos peninsulares.

De esa manera actúa el 12 de abril en Bilbao y el 14 de junio en la Barceloneta, para presentarse en Madrid el 5 de julio – Jueves de Corpus –, en un cartel integrado con toros de Graciliano y Argimiro Pérez Tabernero y llevando como alternantes a Saleri II y Valencia. Esa tarde lidió a los toros Moñudo número 9, negro bragado y cornipaso y a Floro, número 35, ensabanado y mogón del izquierdo. La novillada fue muy difícil y solamente permitió a los alternantes exhibir su valor.

La actuación de Miguel Freg fue lo suficientemente convincente para que se le programara para el jueves siguiente. Los novillos serían de don Juan Contreras, de Badajoz y sus alternantes, Francisco Sánchez Hipólito y el propio Valencia.

El primer toro de su lote fue Saltador, negro, terciado según la mayoría de las crónicas, aunque contradictoriamente en el diario madrileño El País se afirma que era un toro que se había quedado de la temporada anterior, por chico y que se usó para completar la novillada debido a que uno de los ejemplares que envió el ganadero, no fue aprobado por ser cornicorto. Este fue el último toro que lidió en su vida Miguel Freg.

La espeluznante y mortal cornada

José de la Loma, Don Modesto, lo contó en El Liberal del día siguiente al de la trunca novillada, de la siguiente manera:

… ¿Impericia? ¿Ignorancia? ¿Torpeza? ¿Exceso de pundonor?

De todo hubo un poco y la cansa primordial de la catástrofe la mala, la pésima lidia que se dio al toro autor de ella…

…El bicho tomó cuatro ó cinco puyazos, en el último un picador, de cuyo nombre no quiero acordarme, le rajó ignominiosamente en un costillar. No lo censuro. En estas novilladas montan a caballo aspirantes a picadores, ayunos en absoluto de las reglas más precisas para el caso. Harto hacen con salir incólumes del compromiso. Cuando se les arranca la fiera tiran el palo y éste cae donde cae. La cuestión es evitar que el batacazo sea muy gordo. ¡Pobrecillos! Son dignos de lástima.

El novillo, con el rajón, se dolió excesivamente y se puso a la defensiva, creyendo que todo bulto que se le acercaba iba a producirle otro mayor daño. Y abrigado en las tablas, escarbando, incierto y avivadillo, le encontró Miguel Freg cuando cambió el segundo tercio.

El valiente muchacho quiso El valiente muchacho quiso hacerse con el bruto y le llegó hasta la misma cara, llevando el engaño en la izquierda. Una brusca acometida, buscando el toro mejor abrigo, hizo comprender al mejicano que la cosa se ponía fea, o mejor dicho, que ya se había puesto muy fea.

Con la derecha el bicho no se arrancaba, retrocedía escarbando, muy dolido del rajón del piquero.

Con la izquierda, acometía atropellando, huyendo. No era posible, no poseyendo grandísimos recursos, el apoderarse del animal. En todos los pases por la izquierda – por el otro lado no acudía el novillo –, vióse apuradillo el espada. Se desconfió. Y el caso no era para menos.

¿Cómo herir a un bicho de estas condiciones?

Para otro espada, curtido en estos lances de grave compromiso, la solución sino fácil, hubiera sido factible. Un sartenazo al revuelo de un capote o a paso de banderillas «tirando la espada».

A maestros de muchas campanillas, a Pastor y a Joselito, hemos aplaudido estocadas estocadas de recurso. Y para estos casos se inventaron.

Freg entró a matar a querencia del bicho ello. Arrancó. El toro se le metió por debajo. Le atropello. Y le prendió del cuello, volteándole. Y arrojándole en la arena, salió de estampía. Como el criminal que, al huir, hiere con la navaja al que le corta el paso.

El infeliz Freg se puso en pie. Quiso recoger la muleta. Pero no pudo. So llevó las dos manos al cuello, y la sangre saltando con violencia por entre los dedos, le resbalaba por la pechera de la camisa…

…El pitón le degolló. Ahí tienen ustedes el parte facultativo. Yo no lo entiendo; pero me parece que dice que a poquito más que hubiera cabeceado el bruto, hubiese quedado sin cabeza el cuerpo del desventurado novillero.





Las relaciones de los demás medios escritos coinciden en las condiciones y circunstancias del hecho y coinciden también en que la cornada se debió a la poca experiencia de Miguel Freg. Felipe Sassone, en La Lidia del día 28 de julio lo expresa así:

…Insistimos en que de Miguel Freg nos es imposible emitir juicio, pero insistimos también en que halló la muerte aquella tarde, porque se equivocó, porque lidió al revés á su enemigo. ¿Cuántas veces ocurre lo mismo— aunque sin consecuencias fatales por suerte—en las novilladas? Siempre. Antiguamente los toreros cumplían un largo aprendizaje; antes de coger la espada y la muleta, iban de banderilleros con un espada inteligente, y así adquirían el conocimiento que da la práctica y que ningún tratado, ninguna experiencia de las llamadas de salón, pueden enseñar. Los toreros de hoy se improvisan, aprenden ante un espejo a estirarse, a ponerse bonitos, a girar sobre los talones y á doblar la muleta; se preocupan del adorno, de lo accesorio, y olvidan lo esencial, ya que el farolillo, la trincherilla y el molinete no son todo el toreo y no castigan, ni mandan, ni corrigen, y sólo pueden hacerse con los toros claros, póstumos, que pasan buenamente, y que —por desdicha— salen de higos á brevas…



El parte facultativo

En los diarios de Madrid existen varias versiones, obtenidas en diversos momentos posteriores a su expiración. El más completo es el que presenta El Liberal y la descripción de la actividad en la enfermería, la de El Imparcial y que son respectivamente como sigue:

El espada Miguel Freg ha ingresado en esta enfermería padeciendo una herida contusa en la región infra hioidea derecha de 12 centímetros de extensión, con rotura del esterno-cleido-mastoideo, llegando hasta las apófisis transversas cervicales, dejando al descubierto el paquete vásculo-nervioso del cuello, lesión que le impide continuar la lidia. Doctor Mateo Milano.

…En la enfermería prestaba el servicio de guardia el doctor D. Mateo Milano a quien inmediatamente de de ocurrir la desgracia, acudieron a ayudar en su tarea profesional sus compañeros del Hospital provincial Sres. Hinojosa, Vigueras y Taboada que estaban presenciando la corrida.

Con esta valiosa cooperación, tan pronta como solícita, procedió el doctor Milano a separar los bordes de la herida de Freg, cuyo cuerpo había sido colocado en el «hule». El diestro, apenas ingresado a la enfermería, fue presa de un síncope. El cuerno había entrado al torero por la parte inferior delantera del cuello y la herida era muy profunda. En su fondo quedaría al descubierto el nervio neumo-gástrico; se veían disecados todos los grandes vasos; ninguno de ellos había sido roto; a pesar del enorme destrozo causado por el asta, la lesión parecía lo que los toreros suelen llamar una cornada «de suerte».

Sólo existía, gravísimo, el peligro de que el infeliz novillero no reaccionase del colapso cardiaco en que había caído por la gran contusión del nervio neumo-gástrico, golpe parecidísimo al que los boxeadores denominan «golpe a la carótida», mortal a veces, porque determina la paralización del corazón.

Los médicos cohibieron la pequeña hemorragia venosa, taponaron la herida y se dedicaron, por todos los medios, a hacerle salir del colapso en que estuvo durante todo el tiempo que duró la cura…

…Las repetidas inyecciones de suero y cafeína, los cuidados verdaderamente admirables de todo el personal facultativo para hacerle reaccionar, fueron inútiles.

A los treinta y cinco minutos de su ingreso en la enfermería falleció Freg, como se temía y se esperaba, a consecuencia de la tremenda contusión recibida y no a consecuencia de la herida misma, que habría cicatrizado pronto, como generalmente cicatrizan las del cuello y de lo que el mexicano estaría tal vez curado dentro de quince o veinte días…



Como se ve, la apreciación inicial de Don Modesto y de los demás cronistas de que el toro prácticamente descabezó al pobre de Miguel Freg, no resulta ditirámbica, se convertía en el sexto torero muerto en ese ruedo tras de el banderillero valenciano Yust, Nicolás Ardura Pollo, Manuel García Espartero, Lagartijilla y Dominguín.

Corolario

Los hechos de hoy y de ayer nos enseñan que nuestra fiesta está construida a partir de ilusiones, pero principalmente de realidades y estas son a veces tristes y dolorosas, como la que intento – sin respeto a la brevedad – relatarles aquí.

Es por eso que seguimos – diría El Volcán de Aguascalientes – siendo compradores de esas ilusiones, pues cada vez que adquirimos una entrada para asistir a la plaza, lo hacemos con eso, con la ilusión de que veremos algo inusitado, de que viviremos lo que soñamos.


Aldeanos