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domingo, 22 de enero de 2023

¿Unión, Valor y Fuerza?

Saturnino Bolio Barana
Cortesía:
Toreros Mexicanos

En este año se cumplirán 90 de la primera toma de nota de la existencia legal de la Unión Mexicana de Picadores y Banderilleros como asociación sindical legalmente constituida. Pero los esfuerzos por integrarla se remontan al último tercio de la década de los veinte del siglo pasado, cuando Román El Chato Guzmán y Saturnino Bolio Barana principalmente, buscaron con afán, el agrupar a los toreros de plata para defender sus intereses legítimos y poder aspirar a mejores condiciones en su actividad en los ruedos.

Así, después de numerosas reuniones y visitas a las distintas entidades para exponer las bondades de ese proyecto, la asamblea constitutiva se verificó en la Ciudad de México el 17 de julio de 1933 y la referida toma de nota prevista por la legislación laboral se produjo el 25 de agosto siguiente, quedando así, constituida inicialmente la Unión de Banderilleros, Picadores de Toros y Novillos y Servicios de Plaza, porque inicialmente se integraron al proyecto también los prestadores de servicios de plaza, quienes posteriormente se escindieron y crearon su sindicato propio. 

El primer Consejo Directivo de la Unión se formó de la siguiente manera: Secretario General: Alfredo Freg. – Secretario del Interior: Saturnino Bolio Barana. – Secretario del Exterior: Alberto González Rolleri. – Secretario de Actas: Felipe Mota. – Secretario de Actas: Miguel Martínez Catata. – Primer Vocal: Antonio Casillas. – Segundo Vocal: Ricardo Areu. – Tercer Vocal: Manuel Domínguez. – Cuarto Vocal: Andrés Casillas. – Quinto Vocal: J. Trinidad Cruz.

Las vicisitudes de una fundación

La creación de una unión sindical en el medio taurino no fue bien vista por la patronal. Por todos los medios se intentó evitar su creación, para poder seguir teniendo el control de las cuestiones sin tener que negociar colectivamente con los toreros y demás participantes de la fiesta. Cuenta El Chato Guzmán:

…un buen día me llegó la invitación del entonces empresario fuerte de México, que era el señor Eduardo Margeli para que acudiera a su despacho para hablar conmigo. Fui a la cita como era natural… Estando delante de Margeli, oí claramente sus palabras en tono amable, pero serio: "Oye, Chato, ¿es verdad que ya tienes hecha la Unión de Picadores y Banderilleros?" Mi respuesta fue, como debe suponerse, tan afirmativa como orgullosa: "Sí señor, está a un paso de quedar creada y para ello falta muy poco, siendo ya una realidad… Un breve silencio siguió a aquella pregunta del empresario y a la respuesta mía. Cuando se rompió ese silencio, seguí oyendo la voz del empresario tan temida por todos: “Te voy a hacer una proposición, Chato. Mira, deslígate de todo esto y te doy quince mil pesos en efectivo, además de que te pondré a torear con todos los matadores toda la temporada” … Rotunda fue mi respuesta: “Señor Eduardo, la Unión está hecha y así se queda. Muchas gracias por su oferta” … Rápidamente insistió en preguntarme si no aceptaba y yo a decirle que de ninguna manera. Ya enfadado notablemente, con sentencioso tono me despidió con estas palabras: “Piensa bien lo que voy a decirte. En caso de que logres hacer definitiva esa Unión de Subalternos, no olvides que te vas a sacrificar y tus compañeros jamás te lo agradecerán” … Mi adiós con la respuesta: “Aunque así sea, mi lucha seguirá adelante” … Las represalias no se hicieron esperar… Margeli con todo su poder y su fuerza, nos boicoteó y durante dos años no vimos un pitón. Ante tal situación, “Barana” se las arregló para salir a torear fuera de México y se fue a Lima, mientras yo me quedé al frente de la Unión ya fundada, desde luego, sin poder torear, por lo cual tuve que vender mi ropa profesional y pertenencias personales para poder subsistir. Lo peor de todo es que muchos de mis compañeros se burlaban disimuladamente de mi situación y hacían comentarios adversos a mi posición sin tomar en cuenta mi entrega para ellos…

Como podemos leer, el empresario fuerte de México, Eduardo Margeli, tuvo que admitir al final la existencia de la Unión, pero se cobró la afrenta de su constitución con las cabezas visibles de su fundación y los dejó sin torear una larga temporada. Pero la Unión permaneció y se fortaleció.

Un ejemplo de unión y fortaleza

La temporada 1964 – 65 de la Plaza México inició el domingo 13 de diciembre de 1964 con dos carteles de los llamados económicos, tanto así, que la corrida anunciada como inaugural fue la tercera del ciclo. Hay que hacer notar también que los primeros cuatro festejos se dieron sin cuadrillas de la Unión Mexicana de Picadores y Banderilleros, que tenían emplazada a huelga DEMSA, dirigida en esos días por el Maestro Armillita para exigir la firma de un contrato colectivo de trabajo y el pago de adeudos dejados por Ángel Vázquez el dirigente anterior de la empresa.

En el primer festejo actuaron como subalternos picadores de tentadero y matadores de toros y novilleros. Don Daniel Medina de la Serna destaca entre ellos a David Rodríguez, hijo del ganadero de Atlanga y a Jorge Belmont, quien sufrió una luxación de vértebras cervicales a causa de un tumbo y entre los de a pie, a Luis Briones, Anselmo Liceaga, Emilio Sosa, Manuel Jiménez Chicuelín, Rafael Rodríguez Vela y Gregorio Puebla como banderilleros, así como al elegantísimo puntillero Luis del Pozo. El caso de Anselmo Liceaga es de destacarse, porque saldría como subalterno en el primer festejo del calendario y enseguida, en el segundo, como jefe de cuadrillas.

Los festejos tercero y cuarto se dieron con subalternos de los llamados libres, es decir, de los no encuadrados en la Unión Mexicana de Picadores y Banderilleros. Pero en la cuarta corrida fue cuando la gota derramó el vaso, aunque ya el domingo anterior uno de los picadores hispanos de Joaquín Bernadó se había negado a salir en solidaridad con sus colegas mexicanos, en este cuarto festejo del ciclo, el domingo 3 de enero de 1965, las cosas llegaron incluso a las manos.

Contaba Javier Cerrillo:

…el domingo 3 de enero de 1965, el picador español Gabriel Márquez, de la cuadrilla de Victoriano Valencia, salió a picar a la Plaza México, contraviniendo no solo las disposiciones del Convenio, sino convirtiéndolo de inmediato con su actitud, en detractor del movimiento de los subalternos mexicanos. ¡Y todo fue uno! Salir el montado peninsular por la puerta de caballos y saltar a la arena FELIPE BEDOLLA “EL HIELERO” y ANTONIO MARTÍNEZ “LA CRÓNICA”. Lo bajaron del caballo y al ver perseguidos a Bedolla y Martínez, salió de los toriles AGUSTÍN SALGADO “EL MUELÓN” tratando de impedir la actuación del picador español también… Intervinieron los ganaderos. Detuvieron a Bedolla, Galván y otros elementos de la Unión, que fueron golpeados en los túneles de la México, antes de llegar a la Delegación policiaca correspondiente. Y se encendieron con mayor pasión los ánimos, pero la razón se abrió paso merced a aquella actitud de los decididos subalternos mexicanos…

Había, como se puede ver, pasión por defender los derechos legítimos que se habían adquirido con el transcurso del tiempo. Al final de cuentas, las partes en conflicto se sentaron a hablar y llegaron a una concertación pacífica, pero hubo voluntad de defender lo conquistado.

Un nuevo sindicato de subalternos

En fechas recientes se anunció la creación de la Asociación Nacional de Picadores y Banderilleros, afiliada a una asociación sindical de evidente corte político. Por la reciente afiliación a ella de un par de matadores de toros con pocos contratos – Jorge Delijorge y Paulo Campero – puedo advertir que sus requisitos para aceptar miembros son menos rígidos que los de la Unión, pues esta última, tratándose de matadores de toros, para admitir su ingreso directo, exige que tengan su alternativa confirmada y además en el caso de aquellos que no son matadores de toros, un difícil aspirantado, que muchos no culminan.

El marco constitucional de la actividad sindical en México ha variado sustancialmente desde la fundación de la Unión Mexicana de Picadores y Banderilleros. Hoy existe la normatividad que pretende garantizar, efectivamente, la libertad de asociación y de afiliación al sindicato que mejor convenga al trabajador, sin forzarlo a pertenecer a uno único de la actividad a la que se dedique. Esa determinación legal es evidentemente sana, porque quien esté en la posición de afiliarse a una asociación sindical, podrá escoger la que considere que mejor represente sus intereses.

Vistos los hechos, tengo la impresión de que la Unión Mexicana de Picadores y Banderilleros está en un franco declive. Hace ya algunos años sus directivos sucumbieron a las imposiciones de algunas empresas que se negaron a cubrirles los fondos de reserva y de aportar las cuotas de actuación – en plazas de primera importancia –, cuestión que comenzó a minar su capacidad de operación, sobre todo para cubrir los fondos de retiro de aquellos que, por razones de salud o de edad, tenían necesidad de dejar su profesión. También, en los medios, circularon versiones de manejos indebidos de algunos de sus dirigentes. Esas cuestiones desilusionan a cualquiera.

El statu quo

Hace unos días conversaba con un miembro de la Unión en el retiro con motivo de mi profesión. Me decía: El lema de la Unión es “Unión, Valor y Fuerza”, pero ahorita licenciado, no hay más que desunión, cobardía y debilidad. Nadie defiende a los subalternos. Nadie quiere sacar la cara por nosotros. La Unión se está muriendo y ahora sale esa otra nueva… ¿Qué irá a pasar …?

Así se ven las cosas desde adentro… Esa es una verdadera tristeza y sería una gran pérdida para la fiesta y su historia. Algo se tiene que hacer para evitarlo.

Aviso parroquial: No me quedé dormido. Las malditas migrañas no me dejaron escribir ayer.

domingo, 17 de julio de 2022

17 de julio de 1927: Refulgente Álvarez recibe la alternativa en Madrid (I/II)

En "Los Toros" Madrid, 1910

Refugio Pérez Álvarez nació en Vizarrón de Montes, Querétaro, el 9 de febrero de 1888. Ya por el primer lustro del siglo XX, es decir cuando tenía unos 17 o 18 años, hacía sus primeras armas en lo que pretendía fuera su destino de vida, intentaba ser torero. En 1909, las crónicas de un festejo celebrado el miércoles 6 de enero de ese año, en el que actuaba la Cuadrilla Juvenil Mexicana en la que fungían como matadores Carlos Lombardini y Pedro López, consignan la destacada actuación del queretano con los palos y en la brega en los turnos que le correspondieron.

Posteriormente, en ese mismo año, pero en la publicación madrileña Respetable Público, se consignaba que Eduardo Margeli, Enrique Merino El Sordo y Manuel Martínez Feria presentarían en España a esa cuadrilla juvenil, integrada por: Carlos Lombardini y Pedro López como matadores; Ramón Frontana, Cenobio Esparza, Arturo Frontana Portugués Chico y Luis Martínez, picadores; y, Manuel Rodríguez, Luis Frontana, José Ávila y nuestro personaje, Refugio Pérez, como banderilleros. El anuncio era de la siguiente guisa:

¡¡Gran novedad taurina!! ‘Tournée’ por España durante 1909 de la notabilísima cuadrilla juvenil mexicana. Espadas: Carlos Lombardini y Pedro López. Esta superior cuadrilla, organizada en 1906 por los señores M. Martínez y E. Margeli y compuesta por dos matadores, un sobresaliente, cuatro picadores y seis banderilleros, ‘todos mexicanos’, llegará a España en marzo, pudiendo las empresas que deseen contratarla dirigirse desde luego a su representante Mariano Armengol, Plaza de toros de Barcelona, o a su agente en Madrid, Juan Manuel Rodríguez, Ave María 29.

Refugio Pérez siguió toreando como hombre de plata y con ese nombre a las órdenes de diversos toreros durante algún tiempo más.

Nace Refulgente Álvarez

En diversas notas del año 1911, se hace mención a la temporada que hacía en España Luis Freg. La primera de ellas, contenida en el semanario Arte Taurino de Madrid, fechado el 20 de septiembre de 1911, se consigna un festejo celebrado en Almería el día 3 anterior, mismo en el que Luis Freg fue herido por Puntillo, número 78, berrendo en negro, último de la tarde, de una cornada en la región perineal de 15 centímetros de profundidad y señala que un banderillero llamado Refulgente Álvarez era parte de su cuadrilla.

En otra, también aparecida en el mismo Arte Taurino, éste, del 5 de noviembre, se cuenta que el 23 de octubre anterior, el Rey del Acero regresó a México después de una corta campaña europea iniciada el anterior mes de septiembre y que regresaba acompañado de su banderillero Refulgente Álvarez y que el matador haría su presentación en El Toreo el segundo domingo de ese penúltimo mes del año.

Así pues, podemos ver que, en algún momento entre julio de 1909, cuando se anunció la actuación de la Cuadrilla Juvenil en España y la llegada de Freg a esas tierras en 1911, Refugio Pérez decidió cambiar su nombre artístico y, por lo visto, separarse también de la cuadrilla juvenil para andar por su cuenta. Lo que no pude encontrar en los textos, fue la razón de esa modificación de nombre artístico.

Refulgente, pero por su valor

Para el año de 1915 ya no iba en las infanterías de otro jefe de cuadrilla, sino que capitaneaba la propia. El 26 de diciembre de ese año se presenta en El Toreo en un festejo organizado a beneficio de la Navidad de los militares. Alternó con Julio Martínez Templaíto, Vicente García Mellaíto, Ricardo Ortiz y Luis León ante toros de San Diego de los Padres, Santín, San Nicolás Peralta, Piedras Negras y La Laguna. Templaíto mató dos esa tarde, pues Eligio Hernández El Serio, anunciado para abrir el festejo, no alcanzó a llegar a tiempo al mismo. Así contó su actuación Volapié en el diario El Pueblo de la capital mexicana, del día siguiente al del festejo:

Tercero. – De San Nicolás Peralta, negro, bragado y coliblanco. Refulgente Álvarez da un cambio de rodillas y ocho verónicas ceñidas. “Berrendo”, Conejo y Luis Martínez, que están de tanda, castigan al astado. Refulgente toma las banderillas y cambia, dejando un buen par... Después de un viaje en falso, deja medio par, y, por último, otro medio igualmente bueno. Después se arma y hace una faena inteligente, que le es aplaudida, pero a la hora de herir sale trompicado, sin consecuencias, por no vaciar. Da otros tres pinchazos, y deja una honda, delantera y contraria. Pitos y palmas...

Nicanor Villalta, en la serie de entrevistas que concedió a Tomás Orts Ramos Uno al Sesgo para conformar el opúsculo dedicado a su carrera dentro de la serie Los Ases del Toreo, publicado en febrero de 1924, cuenta que el 22 de junio de 1918, toreó una novillada en Querétaro, alternando con Rafael Ortega Cuco y Refulgente Álvarez en la lidia de novillos de la Hacienda del Espejo. Agrega Villalta que esa tarde la toreó allí, porque no encontró facilidades para presentarse en la capital mexicana.

En el Consultor indicador taurino universal editado por Ángel Carmona Camisero, en Madrid el año de 1923, con prólogo de Alejandro Pérez Lugín Don Pío, se consignaba como domicilio para localizar a Refulgente Álvarez, el de: Segunda del Buen Tono 33, México D.F. (Pág. 19).

Viajará posteriormente a España y tendrá la fortuna de ser apoderado por Eduardo Pagés a partir del año de 1924, que es cuando tiene algo más de actividad. En abril torea en Valladolid, alternando con Rubichi y Cándido Velasco en la lidia de novillos de Manuel Santos; en mayo lo hará en Tarragona, con Torquito y Bogotá con novillos de Palha; en julio será en Tomelloso, con ganado de Herreros Majón y Alpargaterito; en agosto volverá a Tarragona con el rejoneador Gaspar Esquerdo, José Belmonte y reses de Murube.

La divisa de su actuación siempre sería el valor a toda prueba. Eso marcaría a muchos de los que lo vieron. El jueves 19 de marzo 1925 Refulgente Álvarez debutó en la plaza de Carabanchel, alternando con el rejoneador Alfonso Reyes y Raimundo Tato en la lidia de novillos de Zaballos. El sexto de la tarde hirió gravemente a Refulgente. Treinta años después, en un artículo dentro de su sección El planeta de los toros, titulado Frascuelo y el valor suicida, aparecido en el semanario madrileño El Ruedo del 29 de diciembre de 1955, Antonio Díaz – Cañabate, recuerda:

...Recuerdo una, por mí presenciada hace treinta años, que aún no se 'ha borrado de mi memoria ni se esfumará mientras viva. Fue en la Plaza de Vista Alegre. Lo que sí se me ha olvidado es el cartel de la corrida. No importa. Uno de los espadas era el mejicano Refulgente Álvarez, que toreó en España de banderillero en la cuadrilla de Rodolfo Gaona, y que después se hizo novillero. Buen banderillero, no mal peón, con la espada y la muleta no se hallaba a gusto. Además, no le acompañaba la presencia física – bajo y rechoncho – ni el arte. Pero poseía un valor suicida… Aquella tarde, en Vista Alegre, estuvo bastante aceptable en su primero. En el otro tomó las banderillas, y a la salida dé un par el toro no le dejó irse, le enganchó y le infirió una cornada en un muslo, de la que manaba sangre en tal abundancia que la seda azul de la banda de la taleguilla se convirtió en granate… Los compañeros, las asistencias, rodearon a Refulgente Álvarez y quisieron transportarlo a la enfermería… ¡Sí, sí, a la enfermería! Refulgente empezó a manotazos, apartó a todos, se dirigió a la barrera, requirió la espada y la muleta y se fue al toro. La hemorragia iba en aumento. No exagero si digo que corría muslo abajo con fluir constante. En los tendidos estábamos mudos por la emoción, ganados por la presencia de ánimo de aquel hombre que, sin darle importancia a la herida, toreaba con el auténtico e inconmensurable y hermosamente trágico valor suicida. Toreaba no sabíamos si bien o mal; pero a unos milímetros de los pitones, con una rabia y un coraje como jamás he vuelto a ver, en un ruedo. No se entienda este coraje y esta rabia por atropellamiento y desorden. No. En manera alguna. Refulgente Álvarez toreaba con pausada arrogancia, con ímpetu y decisión y, al mismo tiempo, con paradójica calma y serenidad. Aquel hombre sentía la sangre correrle hasta el talón de la zapatilla, e imperturbable toreaba, y cuando al cabo de unos minutos, larguísimos para todos, menos, por lo visto, para él, se cuadró el, toro, le mató de una estocada sin puntilla… Infinitos son los toreros heridos que han continuado en el ruedo hasta matar al toro, pero de les muchos que vi culminar la proeza, ninguno como Refulgente Álvarez, ninguno aquejado de tan intensa hemorragia, ninguno poseído de su coraje sereno. La herida fue muy grave por sí y por la pérdida de sangre, y largo tiempo le retuvo en el lecho…

El parte médico rendido por el doctor Jacinto Segovia y aparecido en el diario El Heraldo de Madrid al día siguiente de la novillada decía:

Levantado hoy el apósito por el doctor Segovia, ha apreciado que la herida tiene tres trayectorias, ascendente, descendente y posterior, de unos quince centímetros de profundidad en cada sentido, con desgarros musculares que llegan al fémur y lo descarnan, y contusión en el nervio ciático. El calificativo es de gravedad, creyendo el afamado cirujano que Refulgente tardará mucho tiempo en curarse. Por lo pronto pierde una corrida en Barcelona y otra en Valladolid...

Declararía al final Refulgente Álvarez a la prensa a propósito de esa lesión: Los toreros desentrenados no podemos ofrecer otra cosa que voluntad…

Y sin embargo en el número de El Toreo de Madrid, fechado el 18 de mayo de 1925, seguía apareciendo la siguiente gacetilla: Refulgente Álvarez. – Apoderado, D. Eduardo Pagés, Andrés Borrego, 15. Madrid.

Refulgente Álvarez ya no toreó más ese calendario en España y regresó a México a finales del mismo.

En virtud de la extensión que van tomando estos apuntes, los concluiré el día de mañana.

Aviso parroquial primero: Los resaltados en los textos transcritos son obra atribuible exclusivamente a este amanuense, pues no obran así en sus respectivos originales.

domingo, 1 de diciembre de 2013

Cagancho. A 85 años de su confirmación de alternativa en El Toreo de la Condesa

Cagancho

Cagancho en México, Cª 1928
Foto:Sosa 
En 1923 Domingo González Dominguín dejó de vestirse de luces para dedicarse a la organización de festejos y al apoderamiento de toreros. Uno de los primeros que llamaron su atención fue un gitano de Triana al que muchos toros se le iban vivos, pero que se veía más atropellado que temeroso y en el que el de Quismondo advirtió tres activos que podrían llevarle a caminar lejos en las veredas del arte de torear: una excelente figura para ser torero, una gran personalidad y una especie de bula que los públicos parecían haberle concedido contra sus frecuentes fracasos. Esas cuestiones, sumadas a la personalísima calidad del toreo que ejecutaba consiguieron que uno de los primeros toreros que apoderara Dominguín fuera precisamente ese gitano que llevaba por nombre Joaquín Rodríguez Cagancho.

Cagancho recibió la alternativa en Murcia el 17 de abril de 1927 de manos de Rafael El Gallo y la confirmó en Madrid el 22 de junio siguiente apadrinándole Valencia II. Entre esas dos efemérides ya Joaquín Rodríguez Ortega había construido uno de los grandes hitos de su historia, en Toledo – plaza que gestionaba su apoderado Dominguín – cuando Gregorio Corrochano escribió aquella famosa crónica titulada: El torero Cagancho es una talla de Montañés – la pueden leer aquí – y algo más de un mes después de su confirmación madrileña, marcó otro de esos hitos en la plaza de Almagro – pueden leer una crónica de esos hechos aquí –, creando una expresión del habla popular para designar un comportamiento desafortunado – quedar como Cagancho en Almagro – lo que en ese breve espacio de tiempo, hacía al torero de la calle del Evangelista uno al que todos querían ver.

La temporada 1928 – 1929 en El Toreo

La temporada 1928 – 1929 de El Toreo de la Condesa se le comenzó a complicar a Eduardo Margeli. Eduardo Pagés, exclusivista de Juan Belmonte, pedía para su torero algo así como la mitad de la entrada bruta del coso y tras de él, los demás que encabezaban el escalafón hispano también hicieron peticiones de sumas importantes. Margeli sopesó la posibilidad de dar la temporada con toreros mexicanos solamente y aprovechando esa situación, Dominguín le ofreció a tres toreros nuevos, alternativados apenas el año anterior y que en su conocimiento del ambiente mexicano, podrían interesar a nuestra afición: el valenciano Vicente Barrera y los trianeros Francisco Vega de los Reyes Gitanillo de Triana y Joaquín Rodríguez Cagancho.

El elenco de la temporada se completaría con los toreros mexicanos Luis Freg, Pepe Ortiz, Juan Espinosa Armillita, Fermín Espinosa Armillita Chico, Heriberto García y Paco Gorráez. Los toros provendrían de La Laguna, Piedras Negras, Zotoluca, San Diego de los Padres, Atenco, San Mateo, Carmen de Federico y La Punta.

Entre las 20 corridas de toros de las que constó el serial, se intercalaron dos festejos en los que actuaron el rejoneador Miguel Cuchet – quien mató dos novillos de San Nicolás Peralta – y los todavía becerristas Manolo, Pepe y Rafael Bienvenida quienes enfrentaron erales de Atenco y San Diego de los Padres.

La corrida del 2 de diciembre de 1928

La séptima corrida de la temporada fue la de la presentación y confirmación de alternativa de Cagancho. Se anunció un encierro de La Laguna para Fermín Espinosa Armillita Chico, Heriberto García y el confirmante. La impresión que produjo Joaquín Rodríguez con su toreo en la afición de la capital mexicana fue muy grande. La parte medular de la crónica que escribió don Alfonso de Icaza Ojo para el semanario Eco Taurino relata lo que sigue:
Junto a “Cagancho” toros y toreros se ven pequeños. ¡Gitano genial! Amalgama de tal modo su personalidad, que todos los lances que ejecuta ante el toro son suyos. Suyas, de “Cagancho”, las verónicas legendarias. Suyas también, las “chicuelinas”. Suyas, y muy suyas, las medias verónicas. Y sus pases de muleta, sus lances para colocar al toro en suerte, sus reboleras, su seriedad y su energía en la plaza. Este sí es un torero macho. Macho, a lo humano, con toda la virilidad, la supremacía, el dominio que Dios concedió al hombre en la creación. Los que se comen a los toros podrán ser machos, pero machos de bestias, no machos humanos. Ninguno entre los toreros tiene tipo tan varonil como “Cagancho”. Nada de rebuscamientos, ni de finura exagerada, ni de exquisiteces con vistas al preciosismo. En “Cagancho” todo es hombruno. Todo es propio del hombre. Cuanto ejecuta en la plaza sabe a hombría. “Cagancho” torero es un hombre. No; diremos la verdad: “CAGANCHO” en la plaza es un SUPERHOMBRE. Y claro; a los superhombres no se les discute. Por eso en la plaza no hubo ayer ni porras ni contra porras. Hubo sólo aficionados perplejos ante el arte único del Gitano Genial. Después de la faena cumbre al cuarto toro, nadie aplaudía. Eran momentos demasiado solemnes para ser turbados por el ruido de las palmadas. La blancura de los pañuelos que demandaban la oreja para “Cagancho” simbolizaba en aquellos momentos la unión de todos los aficionados para proclamar que ¡al fin! Habían encontrado a su torero…
Un Faraón y una Diosa
Foto: Enrique Bordes Mangel
Hurtada del blog Luciérnagas y Coyotes
Armillita le cedió a Joaquín Rodríguez al primero de la tarde al toro Polvorín y el gitano culminaría su tarde de asombro cortando el rabo de Merenguillo, cuarto de los laguneros corridos esa tarde.

Cagancho terminaría toreando nueve corridas esa temporada de su presentación, en la 1929 – 1930 actuó once tardes; en la 1931 – 1932 participó en doce festejos; en la 1932 – 1933 toreó diez corridas y once más en la 1935 – 1936 para sumar cincuenta y tres festejos en El Toreo de la Condesa en esas cinco temporadas. Tras la reanudación de las relaciones taurinas entre españoles y mexicanos en 1944, todavía sumaría algunos festejos más.

Esa fue la profundidad con la que impactó a la afición la torería de Cagancho y marcó el inicio de una relación del torero gitano con México y con su gente que duró para siempre y que le convirtió en un personaje que llevó su aura y su leyenda más allá de los ruedos.

Apéndice: Cagancho, consejero presidencial

La compenetración de Cagancho con México y con su gente fue total. Tanto que se quedó a vivir entre nosotros y cuando dejó los ruedos a veces tuvo que buscarse ocupaciones que poco o nada tenían que ver con la fiesta. Lo que enseguida les cuento quizás no tiene que ver con la efeméride, pero sí con el impacto del torero y del hombre entre nosotros.

Ya había mencionado esto en otro sitio de esta Aldea, pero tengo ya la relación exacta de los hechos que hace el Embajador don Justo Sierra Casasús, en su día, Secretario Particular del Presidente Adolfo López Mateos, misma que es la siguiente:
- [López Mateos]... sentía una profunda admiración por otro diestro, ya retirado, que vino a morir en México, Joaquín Rodríguez, “Cagancho”... 
- ¿Amigo...?
- Mucho. Le quería en verdad e incluso hay una anécdota digna de contarse que revela el carácter bondadoso de Adolfo... 
- ¿Con quién...? 
- Con sus amigos, sobre todo... 
- Pues venga...
- “Cagancho” estaba mal económicamente cuando regresó a México. No guardó una peseta y andaba a la deriva. Todavía no se hacía cargo de la finca de los Trouyet y se las veía negras para irla pasando. Incluso, ya de viejo, salió a torear por la provincia para hacerse de unos cuantos pesos, aun cuando él mismo sabía que ya no estaba para esas danzas...
- Siendo ya Presidente Adolfo López Mateos un día se me presentó Joaquín. Quería ver si se podía hablar con su amigo “unos segundos”...
- Le recibió casi de inmediato...
- Bajé con el diestro sevillano y le dije: “El señor Presidente te recibe en unos minutos...”
- Pero – preguntó “Cagancho” – a ¿A mí solo?...
- Sí, a ti solo. La entrevista es contigo, no conmigo. Así que entrarás sólito... “Mare” de mi vida –dijo Joaquín – pero si está más difícil que encerrarse con seis toros de Miura. Ni modo. 
- Y entró. La entrevista duró pocos minutos, pero, al salir, “Cagancho” traía una sonrisa de oreja a oreja. Salió como castañuela y me dijo: Que dice “er – señó”, que vayas… 
- Y fui – agrega Justo Sierra –. Allí recibí instrucciones presidenciales que de inmediato tramité: Fui con Donato Miranda Fonseca, secretario de la Presidencia y le dije: “dice el señor Presidente que agregues como Consejero de aquí, en lo personal, al señor Joaquín Rodríguez Ortega…”.
- ¿Y qué pasó...?
- Pues me preguntó sus generales y cuando me preguntó cuál era su profesión y yo le dije: “torero”, por poco y se cae del sillón. ¡Hubieran visto su cara! ¡Un torero de consejero del Jefe de la Nación...!
- ¿Qué pasó entonces...?
- Lo que tenía que pasar: se le nombró Consejero con el sueldo correspondiente a ese cargo, mismo que le era entregado en su casa al gitano de Sevilla. Así se hizo hasta que terminó el gobierno...
- ¿Y Miranda Fonseca...?
- Tuvo que apechugar. Ni modo de decirle al Presidente de la República que aquello era indebido e inusitado. Nada de eso... Entonces la amistad era profunda...
- Desde luego, y sobre todo, con el historial de “Cagancho”, con su gran categoría y la simpatía que la brotaba a raudales...
Así se quiso y se respetó a Cagancho en México.

Joaquín Rodríguez Cagancho se quedó entre nosotros para siempre. Falleció en la Ciudad de México el día 1º de enero de 1984. 

domingo, 13 de octubre de 2013

Los giros de la fortuna (II)

La cornada de Margeli vista por el ilustrador de
El Imparcial (México D.F., 16/10/1900)
Eduardo Margeli Furcó tenía 20 años cuando llegó a México en 1895. Venía acompañando a sus primos Juan José Durán Pipa, matador de toros también natural de Cádiz y Antonio, hermano de éste. Algunos afirman que venía enrolado en la cuadrilla del primero como banderillero y otros, como Verduguillo, señalan que Margeli venía a México a ejercer su oficio de carpintero. Sea cual fuere la verdad de su ocupación al llegar a nuestro país, terminaría dedicándose a cuestiones relacionadas con la fiesta de los toros, primero vistiendo el terno de seda y alamares y después, siendo empresario, ganadero y como dice Cossío en su obra monumental, siendo el árbitro de las cosas de los toros aquí.

Una de las primeras noticias ciertas que se tienen de Margeli como banderillero es en la cuadrilla de Juan Jiménez Ecijano, aunque de nuevo es Rafael Solana Verduguillo quien controvierte esa información y señala que es más bien en una corrida celebrada en Durango el 26 de marzo de 1899 – cuatro años después de su llegada a México – a beneficio de los deudos del torero de Écija, cuando debuta como subalterno. De ser cierta esta última versión, la carrera de quien vestido de luces era apodado El Gaditano, fue brevísima según veremos enseguida.

La temporada que enlazaría a los siglos XIX y XX en la vieja Plaza México de la Calzada de la Piedad comenzó de una manera accidentada. En la corrida que abrió el ciclo, el domingo 7 de noviembre de 1900, Diego Prieto Cuatrodedos, quien alternó con Antonio Arana Jarana ese día en la lidia de toros de Piedras Negras, se llevó una paliza de consideración y siete días después, sería Eduardo Margeli la víctima del infortunio.

La segunda corrida de la temporada se daba el 14 de octubre de 1900, con toros de Santín, propiedad de don José Julio Barbabosa, para José Machío Trigo y Antonio Arana Jarana. El festejo resultó ser uno de esos que desde antes de su inicio comienzan a torcerse y terminan en auténticos desaguisados. Así lo refleja la siguiente relación de sucesos aparecida en el diario El Universal de la Ciudad de México del 16 de octubre de 1900:
Infracciones al reglamento de corridas de toros… La corrida de toros que antier se efectuó en la plaza «México» de esta capital dejó al descubierto y en actitud de punible abandono que provoca a ira, la energía de nuestras autoridades para hacer cumplir las disposiciones de ellas emanadas… El artículo 62 del Reglamento de corridas de toros, del 16 de febrero de 98, previene que no podrán venderse billetes más que en los expendios previamente anunciados por la empresa y por los vendedores ambulantes que autorice bajo su responsabilidad, debiendo tener dichos vendedores sus distintivos y no pudiendo alterar los precios fijados en los programas… Sin embargo, momentos después de haber sido abiertos los expendios en la plaza, se agotaron en ellos los boletos de entrada, pero multitud de vendedores ambulantes merodeaban por allí exigiendo precios casi dobles por los billetes: los de sol que valían cincuenta centavos eran vendidos a setenta y cinco y los de sombra que valían a dos pesos, eran vendidos a tres… Muchos suponen, no sabemos que en esto haya tomado la empresa alguna parte, pues sin su concurso los vendedores ambulantes no hubieran podido acaparar todos los billetes; pero la mayor responsabilidad por la infracción cometida, cae fatalmente sobre la autoridad en primer término, por no haber previsto el abuso de la empresa y enseguida, por no haber retirado de las cercanías de la plaza, como medida de policía a los que abusaban de tamaña debilidad, defraudando los intereses del público… Ante esas infracciones, se pregunta uno ¿para qué sirven el Regidor de diversiones, el Inspector del Ramo y la policía misma?... Otra de las infracciones cometidas fue la de la fracción III del artículo 48; ella establece que las empresas están obligadas a tener en las cuadres desde la antevíspera de la corrida, los caballos necesarios, a RAZÓN de cinco por cada toro que haya de lidiarse, y en la corrida del domingo no existían en la cuadra los 30 caballos correspondientes… Esto demuestra que hay que retomar la fracción IX del artículo 48 en el sentido de que el Director de lidia sea nombrado por el Ayuntamiento y expensado por él. Todas estas infracciones, todos estos abusos cometidos a la sombra de la autoridad y de la debilidad, deben corregirse en lo sucesivo, pero de una manera enérgica y decisiva…
Eduardo Margeli fue herido por el sexto toro de la tarde. Recibió una cornada penetrante de vientre que por la época en la que sucedió y por la extensión de la misma, debió ser mortal y sin embargo, sobrevivió a ella. Encontré varias versiones acerca de la manera en la que el percance se produjo. Voy a reproducir algunas a continuación:

Así lo contó El Primer Reserva en El Imparcial del día siguiente del festejo:
Sexto. – Aldinegro, bien puesto, de romana, hermosa lámina y marcado con el número 147. A su salida, encuentra a «Brazo de Hierro» suelto, por lo que le hace perder el caballo y le mete de cabeza en el callejón... Juan Pérez le pone una vara con caída y pérdida de cabalgadura. «Brazo de Hierro», sin mojar, cae al descubierto, perdiendo la mariposa. La plaza se queda sin picadores y el público empieza a gritar... Martínez sale de los corrales para mojar una vez. El toro salta al callejón y despeja a éste de tanto estorbo que había... «Minuto», en medio de la gritería ensordecedora del público, dedicada al biombo taurino, deja un mal par a cabeza pasada, después de cual, entra «Gaditano» y coloca medio de sobaquillo, siendo silbado ruidosamente... La cogida. – Como banderillero de vergüenza, vuelve de nuevo con los palos, entra por el lado izquierdo, que era por el que había entrado antes su compañero «Minuto» y él, sin prever que el toro se «acostaba» de ese lado, y dejó al cuarteo un par, del que sale cogido y volteado... Al principio se creyó que la cornada no había sido grave pues el diestro se levantó con entereza y por su pie se dirigió a la barrera, pero no pudo saltar ya y fue ayudado y conducido a la enfermería...
J. de C. en El Correo Español del 16 de octubre de 1900, escribió lo que sigue:
Sexto. – Colorao, de gran presencia y mucho poder, un verdadero toro... Arremetió con bravura a los piqueros, dándoles varios tumbos... Al cambiar de suerte, el público protestó, armando un gran escándalo... El «Gaditano», entre aquella gritería, entró al cuarteo, cortándole el toro el viaje y enganchándole por el vientre, levantándole y arrojándole a gran distancia. Acudieron todos sus compañeros al quite, llevándose al toro. El pobre muchacho se levantó y fue por su pie a la barrera, saltándola. Una vez ahí cayó en brazos de los monosabios, que le llevaron a la enfermería. El desgraciado banderillero sufrió una horrorosa cornada de 18 centímetros de profundidad, que entrando por el hipocondrio derecho le atravesó los intestinos. La herida ha sido considerada por los médicos de mortal de necesidad, y probablemente el valiente muchacho habrá dejado de existir a estas horas...
Y como es costumbre en estos casos trágicos, no faltan los agoreros del desastre que solamente encuentran interés en la fiesta para denostarla, como lo refleja esta nota aparecida en el diario El País, del 16 de octubre de 1900:
Siempre ha censurado EL PAÍS el salvaje espectáculo de las corridas de toros, dando para ello poderosas razones... Hoy nuevamente, con motivo de la desgracia ocurrida en la corrida del domingo y que en nuestro deber de informar nos vemos en el caos de consignar, volvemos a repetir que a espectáculo tan salvaje como el de las corridas de toros, no debe concurrir ninguna persona que profese la Santa Religión Católica para no fomentar esa nefanda fiesta... Como decíamos, en la corrida celebrada el domingo en la plaza «Méjico», después de un herradero continuo durante los primeros cinco toros, al salir el sexto, que fue el más valiente de la tarde, arremetió con tal furia en contra de los picadores, que en un momento mató cinco caballos, recibiendo en cambio, nueve lanzazos... El director del cambio de suertes, que lo era Honorio Romero «El Artillero», torero retirar y que siempre fue una nulidad en las plazas, ordenó el cambio de tercio no debiendo hacerlo, por no estar el toro bastante castigado y conservar la cabeza en alto y demostrar gran bravura... Un banderillero, «El Gaditano», cumpliendo con su obligación, quiso colocar un par de banderillas, y al verificarlo, el toro lo enganchó en el hipocondrio izquierdo, infiriéndole una profunda lesión de diez centímetros de extensión por cinco de ancho, haciéndole pedazos el epiplón... El herido fue trasladado a la enfermería, donde se le hizo la primera curación, siendo después trasladado a su casa en estado de suma gravedad... El público que asistió a la plaza se oponía a que el toro fuera banderilleado en tales condiciones, pero el Regidor Pérez Gálvez, que presidía la corrida, indicó que la orden estaba dada, así que si el infeliz torero muere, tanta culpa tiene Pérez como «El Artillero»... La corrida en general fue un fracaso, y así prometen serlo las demás…
Eduardo Margeli fue atendido en primera instancia por los encargados del servicio médico de plaza, doctores Carlos Cuesta Baquero y Silverio Gómez. A poco de iniciar la auscultación del herido se les agregó el doctor Ricardo Suárez Gamboa, Médico Militar y que era profesor de cirugía en la entonces Escuela Nacional de Medicina, además de ser autor de una serie de monografías de clínica quirúrgica. La primera versión de la extensión de la herida y de la técnica quirúrgica aplicada para atenderla se publicó al día siguiente del festejo en El Imparcial y es de la siguiente guisa:
La herida. – Está situada en el hipocondrio izquierdo, como a cinco centímetros abajo del borde de las costillas y sobre el borde izquierdo del músculo recto anterior. Perforó las paredes del vientre, penetrando el cuerno hasta el colon descendente, causando hernia voluminosa, sin que al parecer haya herida del intestino. El cuerno, que estaba astillado, penetró poco arriba de la región inguinal, levantando la piel en todo el trayecto, hasta el nivel antes dicho, que fue donde perforó el vientre. Eduardo Margeli, «Gaditano», presenta además una escoriación de grandes dimensiones en el frontal y algunas contusiones en el costado derecho. El pronóstico es mortal. Creen los médicos que es casi segura la aparición de la peritonitis, de la cual difícilmente se salvaría el herido. La operación. – Se procedió a cloroformar al herido, encargándose de aplicar el anestésico el señor Benjamín Calderón. Conseguida la insensibilidad del paciente, se desbridó ampliamente la herida, haciéndose la asepsia de las asas herniadas, resecando los fragmentos de epiplón, haciéndose un cuidadoso aseo de toda la cavidad del vientre; se hizo la canalización del vientre, con tan buen resultado, que antes de terminar la curación se comenzaron a producir líquidos por la canal. Se procedió enseguida a hacer las suturas y ligamentos necesarios, colocándose un apósito de gasa esterilizada, para impedir la infección…
Días después – 17 de octubre –, en el diario capitalino El Popular, se da cuenta de los avances en el estado de salud de El Gaditano:
El «Gaditano» fue trasladado a su casa, callejón de la Teja número 9 y allí es asistido por los doctores Gómez y Cuesta... Pasó la noche del domingo relativamente tranquilo y sin elevación de temperatura, pero desde el amanecer del lunes se inició la fiebre que a las 5 de la tarde de ese día, era, según indicación termométrica, de 39° y cinco décimos... Hoy, martes, a las 10 de la mañana, se hará al herido la segunda cura... Su estado es grave, pero los médicos no se desmoralizan y tienen esperanzas de salvarle... La herida que recibió el banderillero Eduardo Margeli (a) el «Gaditano» y que es gravísima, de las que ponen en peligro la vida, está situada en el lado izquierdo y en la parte inferior del tórax. Penetro el asta del toro al nivel de la fosa iliaca izquierda, inmediatamente arriba del pliegue inguinal, haciendo una herida de 7 u 8 centímetros de longitud, y rompiendo la piel y el tejido celular fue a penetrar la cavidad del vientre al nivel del hipocondrio. Por este orificio hicieron hernia el epiplón y el colon descendente, pero afortunadamente para el herido, no hubo herida intestinal... Los doctores Gómez y Cuesta, ayudados inteligentemente por el doctor Ricardo Suárez Gamboa, operaron al herido desbridando la herida, redujeron las vísceras herniadas, canalizando después con gasa antiséptica y un tubo la cavidad peritoneal, e hicieron las correspondientes suturas en la pared ventral…
Con sus altas y sus bajas, Eduardo Margeli logró superar la infección – no había antibióticos en esos días – y evitar el tétanos. No obstante, ya no pudo volver a torear. El día 24 de marzo de 1901 se le ofreció por el empresario Ramón López un festejo a su beneficio. Se lidiaron toros de Cazadero (1º y 7º), Parangueo (2º, 3º y 6º), Miura (4º) y Guanamé (5º) por los diestros Eduardo Leal Llaverito, Francisco Soriano Maera, Juan José Durán Pipa, Manuel Lavín Esparterito, Juan Vara Varita y Sebastián Chávez Chano. El cuarto, de Miura, que era semental de Cazadero, solamente se picó y banderilleó, volviendo vivo a los corrales. Ricardo Leal hizo el Tancredo y todos los diestros actuantes hicieron quites, pusieron banderillas y pasaron de muleta.

La cornada vista por el ilustrador del diario
"El Popular" (México D.F., 20/10/1900)
Tras la lidia del segundo, el empresario Ramón López entregó a Margeli un obsequio y entre el cuarto y quinto toros Pipa y Llaverito sacaron al ruedo a Margeli para cortarle el añadido. Hecho esto, la concurrencia le pidió diera la vuelta al ruedo y al hacerlo, comenzó a arrojarle dinero, de las lumbreras de la plaza, el Ministro de Hacienda José Yves Limantour, envió un billete de banco y lo mismo hicieron otras personalidades de esas localidades. Al final, los diarios que relatan el festejo y el mismo Verduguillo señalan que en esa pasada de capote recibió doscientos sesenta y un pesos, que se sumaron a los dos mil quinientos que fue el beneficio líquido del festejo, dinero con el que pudo volver a andar el camino.

Poco tiempo después volvería Eduardo Margeli a aparecer en el ambiente taurino. Entre 1908 y 1909, cuando Saturnino Frutos Ojitos se dedicó al completo a la atención de la carrera de Rodolfo Gaona, junto con Manuel Martínez Feria y Enrique Merino El Sordo reunieron una nueva Cuadrilla Juvenil Mexicana, asunto del que ya me he ocupado por aquí y algunos años después comenzaría, al decir de Cossío, una actividad de guía y apoderamiento de los toreros españoles que llegaban a México por aquellas fechas.

Terminaría sus días siendo empresario de El Toreo de la Condesa y parte de muchas y muy grandes controversias, aunque para él, el giro de la fortuna fue positivo, porque de haber recibido una cornada que en su tiempo era mortal de necesidad, escaló las posiciones necesarias para llegar a ser, como decía al principio, citando a Cossío, el árbitro de las cosas de los toros en nuestro país.

domingo, 1 de agosto de 2010

5 toros de Coquilla... y 2 sueños (I/II)

En el año de 1936 España iniciaba una Guerra Civil, que como todas las de su género, me parece que tuvo un absurdo substrato. En ese mismo calendario se rompieron las relaciones entre las torerías de México y de la Península, por causas de origen más político que taurino. En ese entorno se encontraba Domingo González Mateos Dominguín, empresario, apoderado y padre de toreros en agraz. Siendo junto con Eduardo Margeli accionista de la empresa que tenía a su cargo los asuntos de la Plaza de el Toreo de la CondesaEl Toreo de México S.A. –, su permanencia en el coso más grande de México se veía comprometida, pero también en su tierra estaba en aprietos, pues por causa de la Guerra la actividad taurina se paralizaría prácticamente y en esas condiciones, había que buscar en dónde sacar adelante el quehacer familiar.

Pepe Dominguín, en Mi Gente, lo cuenta de la siguiente manera:


Desembarcamos en Veracruz. Allí, un propio del coronel Escalante nos esperaba para hacer el viaje a México D.F., en tren… El panorama era malo. La propiedad de la plaza había sido nacionalizada, y mi padre tuvo que malvender sus acciones por lo que le quisieron dar, y gracias. De todas formas, con el dinero conseguido, parte del cual nos dieron en joyas, tendríamos para vivir unos meses…
Creo que el punto de vista de Pepe Dominguín tiene que ser aclarado. La propiedad de El Toreo no fue nacionalizada – eso sucedería años después, a la muerte de Maximino Ávila Camacho –. Su socio Eduardo Margeli había sido asesinado unos meses antes y en esas condiciones, los sucesores de éste enajenaron sus derechos sobre el coso a una nueva sociedad. La ruptura de los estamentos taurinos de ambos países hacía insostenible, por ese momento, la presencia de cualquier español en la empresa de la principal plaza de México, motivo por el que, lo más razonable resultaba, en ese espacio de tiempo, liquidar sus negocios en ella y dedicar el producto a otra cosa. También hay que aclarar que el pago que Dominguín recibió no fue el total, porque los hechos que dan pábulo a esto que les cuento, vendrían al final a cerrar la cuenta del asunto.

El primer sueño

En esos meses de 1936 en que los Dominguín vivieron en la calle Tuxpan de la capital mexicana, Domingo González comenzó a fraguar el futuro de su familia. Los toros en España estaban fuera de toda cuestión, así que de ver a sus chicos torear en los tentaderos a los que acudía con los toreros que apoderaba o en festivales privados, le surge la idea de que podrían hacerlo profesionalmente. Es aquí en México, en las ganaderías de Piedras Negras y La Laguna donde parece definirse su destino. Vuelvo al testimonio de Pepe Dominguín que es en el siguiente sentido:

En la hacienda de don Wiliulfo González, dueño de las ganaderías de Piedras Negras y La Laguna, toreamos unas vacas en un tentadero. Los resultados fueron buenos y mi padre pensó en lanzarnos a torear en público, pero otra vez el odioso pleito entre toreros españoles y mexicanos lo hizo imposible, por más gestiones que a altos niveles se hicieron, viendo así desparecer otra posibilidad de ganar algún dinero para casa… Imposibilitados para nuestro quehacer, pensó mi padre en el regreso a España. Habían transcurrido nueve meses desde nuestra llegada y el panorama no estaba ni medianamente claro…Después de unos meses de permanencia en una casa situada a un lado de la playa de San Pedro en Estoril… nos mudamos a la capital, a Lisboa… Un día, terminadas las clases, nos reunió a Domingo (dieciséis años), Luis Miguel (diez años) y a mí (catorce años) en su despacho y seriamente nos trasladó la proposición que le habían hecho. Él sabía que aquel primer paso de torear en público, podía significar el comienzo de una vida profesional que hasta entonces en nosotros no había pasado de ser un diversión sin más trascendencia… Casi al unísono, juntándose sus últimas palabras con las primeras nuestras, dijimos: ‘¡Adelante! ¡Queremos torear! ¡Yo sí! ¡Yo también! ¡Y yo!...

El sueño de Dominguín de verse perpetuado en los ruedos y de tener en sus manos el futuro de una dinastía de toreros estaba a punto de iniciar su vuelta a la realidad. En México se decide el destino y en Portugal y América del Sur se dan los escenarios en los que se inicia el camino de una de las sagas toreras más importantes de la historia.

5 toros de Coquilla

Decía al inicio de todo esto, que pese a las licencias literarias de Pepe Dominguín, el trato que se le dio a su padre aquí en 1936 no fue tan malo. Tanto así, que al año siguiente vuelve con toda su familia y al menos 5 encierros españoles con la finalidad de lidiarlos en México. Su amistad con Armillita – torero al que apoderó en España y de quien fue entrañable amigo – y el afecto y sociedad de negocios que tenía en esta última etapa con el coronel Manuel Escalante – su compadre – le permitieron organizar en El Toreo algunos festejos que le facilitaron el cerrar sus cuentas en lo referente a ese escenario y a sus negocios taurinos en México, al menos por esos tiempos.

Esta es la versión de Pepe Dominguín:

Mi padre, inquieto, aventurero nato, lleva a cabo, en aquellas fechas, algo casi irrealizable. Logra sacar de España toros sementales bravos para México y entre ellos alguna vaca de vientre… La mercancía que lleva es muy codiciada. Escasea la sangre brava nueva que de vigor y raza a la que allí existe, venida a menos porque los climas y el hábitat merman al cabo del tiempo esa fiereza del toro ibérico, único, bello y rebelde… A mi padre no le perdonan su afán de lucha, de gladiador de la vida, que, continuamente, le lleva a estar en la brecha con un nuevo y original negocio… Y llegan sus envidiosos enemigos a conseguir que se le aplique un famoso artículo, llamado el 33, que viene a ser algo así como la expulsión de los extranjeros no gratos. Y se lo aplican. Pero antes de que lo detengan y se den el gustazo de vejarle, él se embarca en Veracruz, vestido de vieja turista ‘gorda, rubicunda y miope’. Así sale y deja en México montones de amigos y a unos cuantos que en la orilla ven cómo Dominguín les despide detrás de las gafas y de la peluca rubia ‘sonriente y bobalicona’, mientras abraza con gran firmeza un gran bolso donde van los dólares…
Refuto de nueva cuenta al autor de Mi Gente. La sangre de Saltillo importada por las familias González y Llaguno y la de ParladéCampos Varela que trajo la familia Madrazo en ninguna forma estaba mermada. El manejo en las casas matrices de Piedras Negras y San Mateo tendían a crear un toro que, si bien era predominantemente de origen Saltillo, tendía ya a ser de un encaste propio creado por esos ganaderos mexicanos – sin dejar de mantener, hasta hoy una base saltilla pura – y en lo que refiere a lo de los señores Madrazo en La Punta, mantuvieron en pureza esa sangre – en la dehesa y en las plazas – hasta que por los avatares de lo que resultó ser una desastrosa reforma agraria, su ganadería se extinguió prácticamente a mediados de los años setenta.

La realidad es que Dominguín traía de España cinco encierros; de Antonio Pérez de San Fernando, Graciliano Pérez Tabernero, María Montalvo, Rafael Lamamié de Clairac y Sánchez Fabrés hermanos antes Coquilla y entre esos encierros venían una decena de vacas de esta última ganadería, según resulta de la historia de un par de vacadas mexicanas, que ligada con lo que Pepe Dominguín nos narra, adquiere consistencia al menos en ese aspecto y como veremos, esos toros no estaban destinados, en principio, a servir de simiente a ganaderías mexicanas, sino a morir en la plaza.

La corrida de Coquilla no llegó a la plaza completa. Para el domingo 20 de marzo de 1938, haciendo empresa Dominguín y Escalante – así lo reza el programa que anuncia el festejo –, en el viejo Toreo de la Condesa se anunciaron 2 toros de San Diego de los Padres para el caballero portugués Simao da Veiga y para la terna formada por Armillita, Alberto Balderas y Lorenzo Garza, 5 de Coquilla, con divisa amarillo y verde y uno de Graciliano Pérez Tabernero, con divisa celeste, rosa y caña.

Los toros de Coquilla fueron quizás los más atractivos de los encierros españoles lidiados en esas calendas, pues en la prensa se les publicitaba como los sanmateos españoles y también en algún medio de difusión se hizo la precisión que los toros eran de los señores Sánchez Fabrés hermanos, antes Coquilla. Este encierro, como todos los demás ganados importados en esa ocasión por Dominguín se repusieron del viaje en la Hacienda de los Morales, propiedad entonces de don Carlos Cuevas Lascuráin, él mismo, ganadero de reses de lidia. Hasta los potreros de Los Morales acudió, el maestro Carlos Ruano Llopis a pintar el encierro en el campo, utilizándose en las entradas a la plaza como alegoría, la fotografía del pintor en plena faena artística, tras del cercado. Luego, captó la atención el toro Lobito, que pronto hizo buenas migas con Enrique Cosío Charifas, el encargado de acercarles el pienso y el agua en los corrales de la plaza y se publicaron fotografías de ambos en franca convivencia amistosa.

Aunque el aspecto más interesante de todo el cartel era el hecho de que Alberto Balderas toreara para la empresa de Dominguín. En 1934 El Torero de México entró en una guerra mediática con Domingo Ortega y con Dominguín a causa de lo que se dice fue un boicot, de estos dos últimos, hacia Balderas, que públicamente retó a Ortega a torear mano a mano con él y cuando el de Bórox recogió el guante, Alberto siguió aumentando condiciones a su reto inicial, lo que al final dejó a la afición sin la posibilidad de verles en el ruedo. Precisamente una de las condiciones extraordinaria era que la empresa que diera la corrida en El Toreo, no fuera la allí constituida, es decir la de Margeli y DominguínEl Toreo de México S.A. – sino otra de capital enteramente mexicano, de allí que llamara la atención que Alberto Balderas estuviera anunciado en este singular festejo.

El día de mañana concluiré con estos apuntes.

Aldeanos