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domingo, 31 de enero de 2021

Plaza México, 31 de enero de 1971: Despedida de Humberto Moro. Reaparición de Joselito Huerta

Humberto Moro
En la décima corrida de la temporada 1970 – 71 de la Plaza México, se reunieron dos hechos que tienen relevancia medio siglo después. El linarense Humberto Moro se despedía de los ruedos en definitiva y Joselito Huerta El León de Tetela, reaparecía en los ruedos de la capital mexicana después de dos años de ausencia. El redondo cartel se completaba con la presencia de Curro Rivera, una de las figuras emergentes que se labraban un sitio en la fiesta y los toros de don José Julián Llaguno.

Humberto Moro había recibido la alternativa en el ruedo de Insurgentes el domingo 4 de febrero de 1950. Le apadrinó Manolo dos Santos y fue testigo Jesús Córdoba, siéndole cedido el toro Muchachito, número 11 de San Mateo. El segundo de su lote Melenillo, le pegó una cornada. Esa tarde el testigo de la ceremonia fue el gran triunfador, al cortarle el rabo a Luminoso, siendo esa una de las más importantes actuaciones del Joven Maestro en la gran plaza.

La tarde de la despedida

De acuerdo con los anuarios, Humberto Moro había tenido muy poca actividad desde el año de 1968. En 1970, animado por su amigo Guillermo González, se vistió de luces dos tardes para participar en la Feria de San Marcos que barruntaba un nuevo formato. Y en el siguiente calendario, su apoderado y amigo de toda la vida don Jesús Ramírez Gámez El Abogao, le arregló la que sería la última tarde vestido de luces de su vida y sería en la Plaza México.

Ese domingo 31 de enero Humberto Moro, el que dejó la contabilidad para hacerse torero, enfrentó en cuarto lugar al toro Durangueño, ante el cual tuvo algunos momentos de lucimiento, pero acusando sí, la falta de sitio que genera el estar sin torear todos los días. La relación del festejo aparecida en el semanario El Ruedo de Madrid del 2 de febrero siguiente a la corrida entre otras cosas dice:

…Humberto Moro en el que abrió plaza no hizo nada con el capote. Faena precavida sin relieve, para pinchazo y media estocada. Piadoso silencio. En el cuarto se mostró voluntarioso con la. muleta, dando algunos buenos pases con la derecha, pero sin lograr mayor lucimiento. Mal con la espada. Pinchazo, media y nueve intentos de descabello. Escuchó un aviso, sonando algunos pitos. Después de la ovación en la vuelta al ruedo de despedida, se terminó con la ceremonia del corte de la coleta, a cargo del que fuera su apoderado, Ramírez Gámez…

Al final la concurrencia, que llenó la plaza, recordó y reconoció al torero que fue el triunfador de la temporada novilleril de 1950, que fue el digno padrino de las confirmaciones de alternativa de El Callao, Curro Romero, Guillermo Sandoval y Fernando de la Peña; de la alternativa de Felipe Rosas y testigo en las confirmaciones de Manolo González, Eduardo Vargas, Luis Miguel Dominguín, Antonio Chaves Flores, Gregorio Sánchez y Paco Camino.

En 1952 hizo una campaña española tardía, debutando en la Corrida del Corpus de Sevilla el 12 de junio con Luis Miguel Dominguín y Parrita con toros de Félix Moreno. Actuaría también en Barcelona, donde tuvo una destacada actuación; Vitoria, Requena, Albacete y cuatro tardes en Carabanchel, donde obtendría un importante triunfo el 29 de agosto al cortar dos orejas a toros de Pablo Romero alternando con Gitanillo de Triana y Pepe Dominguín.

Se iba el torero que ejecutó el pase natural con gran pureza, el que con su izquierda de oro cautivó al público de la capital y que firmó obras como las de los toros Fandanguillo de Torrecilla o Venado de Tequisquiapan la tarde de la confirmación de El Callao y que después de un grave percance sufrido en Xico, Veracruz, exigió reaparecer allí, en la Plaza México y lo hizo triunfando, cortándole una oreja al toro Petenero de su amigo José Julián Llaguno; el que también le cortó las dos orejas a Don Verdades de Tequisquiapan el día de la alternativa de Felipe Rosas

En suma, ese domingo se iba parte de una época grande del toreo en esa gran plaza y la gente se lo reconoció en una festejada vuelta al ruedo acompañada con el melancólico son de Las Golondrinas.

La reaparición de Joselito Huerta

La vez anterior que Joselito Huerta había actuado ante el público de la capital fue el 30 de noviembre de 1968 en El Toreo de Cuatro Caminos, alternando con Eloy Cavazos y Palomo Linares para enfrentar toros de Reyes Huerta. Esa tarde pasaría a la historia por el grave percance que sufrió el diestro poblano al iniciar su faena de muleta al cuarto de la tarde, llamado Pablito, que le infirió una cornada penetrante de vientre.

Complicaciones post – quirúrgicas comunes en ese tipo de intervenciones – episodios repetidos de lo que se llama íleo paralítico, según las noticias – tuvieron a Joselito Huerta en el hospital mucho tiempo y fuera de los ruedos durante casi un año, pues no estaría en condiciones de reaparecer sino hasta el día 26 de octubre de 1969 en la plaza Monumental Jalisco de Guadalajara, alternando con El Cordobés y Mauro Liceaga, en la lidia toros de José Julián Llaguno. Era la tercera corrida de la Feria de Octubre y cortó tres orejas a los toros que le tocaron en suerte.

Sin embargo, su regreso a la capital mexicana se tardaría un tiempo más. Desencuentros con quien llevaba los asuntos de la Plaza MéxicoÁngel Vázquez – impidieron que se pudiera anunciar para la temporada 1969 – 70 y habiéndose cerrado El Toreo de Cuatro Caminos con la idea de cubrirlo con un domo para dar además de toros, otro tipo de espectáculos, no fue posible que volviera a la capital mexicana o a sus aledaños en ese momento.

Así pues, cambiada la administración de la gran plaza, se dieron las condiciones para su reaparición en un cartel redondo. Y lo haría triunfando, pues se llevaría tres orejas y un rabo en la espuerta. Y también una multa, pues la oreja concedida por la faena al primero de su lote la tiró al ruedo y el Juez de Plaza le sancionó por considerar que eso era un desacato.

Lo grande vino en el cuarto de la tarde, llamado Rebocero, al que le cortó el rabo, el sexto de los ocho que cortaría en su trayectoria triunfal en la Plaza México. La misma relación contenida en el ejemplar de El Ruedo arriba citado dice: 

…Joselito Huerta tuvo una tarde redonda de triunfos. En su primero fue aclamado en verónicas y en un quite por chicuelinas antiguas. Inició la faena con estatuarios, para añadir después pases y adornos de todas las marcas. Estocada y descabello. Una oreja, que tira, pensando que merecía mayor premio, paira luego dar triunfal vuelta al ruedo y agradecer aplausos desde los medios. En el quinto fue aplaudido con el capote. Brindó al astronauta Collins y realizó extraordinaria faena por de rechazos, naturales y el de pecho con gran clasicismo, alfombrándose el ruedo con sombreros. Estocada, que tira sin puntilla. Dos orejas y rabo y dos vueltas al ruedo, una de ellas con el ganadero. Al toro se le dio arrastre lento…

El parón de casi un año no fue más que un punto y seguido en el andar por los ruedos de El León de Tetela, quien también diría adiós en esa plaza un par de años después, acuciado por problemas de salud, pero en ese momento volvía entero a defender el sitio que había ganado delante de los toros.

El resto del festejo

El primero del lote que correspondió a Curro Rivera acusó debilidad y en el sexto de la tarde tuvo la ocasión de cortar una oreja tras de una lidia completa, pero sus fallos con la espada lo tuvieron que conformar con una ovación.

Lo que entonces era la corrección política

Las crónicas reflejan que entre los asistentes al festejo se encontraban el astronauta norteamericano Michael Collins, tripulante del Apolo XI, que logró que pies humanos hollaran por primera vez la superficie de la luna y que éste recibió el brindis del toro al que Joselito Huerta le cortó el rabo. También nos dejan ver que estuvo en los tendidos La Novia de México, la cantante y actriz Angélica María, que fue brindada por Curro Rivera.

No cabe duda de que los tiempos eran distintos, de que los personajes públicos no tenían que esconder su afición a los toros o la curiosidad por saber qué era lo que sucedía dentro de una plaza. Hogaño, el mero hecho de pensar alrededor del tema, es motivo para que esos personajes sean satanizados. O témpora, o mores!

domingo, 2 de febrero de 2020

4 de febrero de 1951: Jesús Córdoba y Luminoso de San Mateo. Alternativa de Humberto Moro

Jesús Córdoba
La temporada grande 1951 en la Plaza México inició con retraso. Comenzó hasta el final de enero porque se negociaba desde los últimos del año anterior la reanudación de las relaciones con la torería hispana, rotas desde 1947. Así, entre el ir y venir de noticias de esa continuación del intercambio, se programó para los dos primeros carteles de esa temporada, la alternativa de los triunfadores de la temporada de novilladas 1950 y en la corrida inaugural se le dio a Jorge El Ranchero Aguilar y en esta que hoy me entretiene aquí, se le daría al linarense Humberto Moro.

Un ejemplo de esas informaciones que cruzaban el Atlántico es la siguiente nota:
Valencia, febrero 4. – Refiriéndose a la inminente solución del pleito taurino hispano – mexicano, lo empresarios de la plaza de Toros de Valencia, que acaban de llegar de Madrid, afirman que si se llega al arreglo apetecido, los carteles de las corridas incluirán además de los toreros españoles, en la Feria de Julio a los mexicanos Antonio Velázquez, Jesús Córdoba, Luis Procuna, Carlos Arruza y Rafael Rodríguez. 
Tratarán de contratar además a los toreros Luis Miguel Dominguín, Aparicio, Litri, Martorell, Calerito y Manolo González, todos ellos españoles. 
La temporada valenciana comenzará con las corridas falleras en marzo. Luis Miguel Dominguín, Litri y Aparicio figuran en la primera el día 18. El 19 se enfrentarán mano a mano Aparicio y Luis Miguel Dominguín…
La segunda corrida de la temporada 1951

La segunda corrida de esa temporada 1951 fue anunciada con Manolo dos Santos, Jesús Córdoba y como ya señalaba arriba, la alternativa del torero de Linares, Nuevo León, Humberto Moro. El encierro seleccionado para la ocasión fue uno muy bien presentado de San Mateo.

El momento culminante de la tarde se dio en el quinto toro, llamado Luminoso por el ganadero y que correspondió en el sorteo al Joven Maestro. Ante este toro haría el primer asalto a la cumbre que ratificaría un mes después ante Cortijero de Zotoluca. La crónica de Paquiro en el ejemplar de La Lidia de México fechado el 9 de febrero de ese año, entre otras cosas, relata lo siguiente acerca de esa faena:
Jesús Córdoba sostuvo su cartel de primera figura de los ruedos y categoría de maestro del arte. Y para lograrlo tuvo que arriesgar la vida, salir con un puntazo en un muslo y con la taleguilla hecha trizas. Pero en las manos, orgullosamente lucía las orejas y el rabo del quinto de la tarde...  
Se portó pues, como un primate heróico... 
No le fue posible esculpir la obra la líneas suaves, serenas, plácidas, románticas. Correspondióle interpretar momentos de arte y de drama; de sol y de sangre, de calma y tempestad, de suspiros y de gritos. Porque la faena de Córdoba al quinto fue vibrante, roja, cálida... ¡de aguafuerte! 
Hubo inspiración y belleza, sí, pero también drama y tragedia. 
Los muletazos fueron surgiendo entre el alarido histérico de la multitud, que se asombraba al ver como el torero desafiaba y burlaba los puñales de su enemigo con una constancia de mártir, y con un temperamento de héroe. La hazaña – para que nada faltara – quedó rubricada con una estocada en la que el corazón fue entregado sin ninguna artimaña. Fue una estocada a lo hombre, a lo torero, llegando la mano hasta los mismos rubios después de haber metido todo el acero. Córdoba olvidóse salir del embroque, ¿para qué? Y el lógico resultado fue que saliera tropezado rodando por tierra. Una vez más había alcanzado las gestas únicas de los toreros y de los héroes. 
Fue aquello, en suma, la muestra más vibrante de lo que una figura de los ruedos debe hacer para sostener el máximo grado. 
Córdoba toreó al 5º con el corazón. Por eso, además de artista, fue un trágico avasallador. 
El ascenso prosigue 
Actuando en plan de testigo de la alternativa del día, se encargó de pasaportar en primer lugar al bicho que ocupó el tercer sitio. Este fue “Novelista”, bien armado y bien cubierto de riñones. Con la capa toreó Córdoba como lo hacen los maestros. Y con la muleta continuó en el mismo plan dándole al morlaco la lidia requerida y siempre manteniéndose limpio, desahogado y poderoso, El bicho acabó sus días un tanto soso, y fue entonces cuando surgieron las delicadezas del toreo por la cara, que Chucho hizo con todo acierto. Un pinchazo. La estocada y la ovación. Aquello había sido el prólogo. 
El quinto, el maravilloso “Luminoso”, fue saludado por Córdoba con verónicas de tres tiempos. El remate fue piramidal. El bicho acudió a los montados y tanto Córdoba como Dos Santos arrancaron ovaciones en sus respectivos quites. Moro, el ridi. 
Banderilleado por la peonería, “Luminoso” quedó a disposición de la muleta del leonés. Pases por alto; naturales citando de largo, templando a ley, estrechándose como los hombres, los remates de príncipe, la “vitamina” estrujante, una cogida quedando destrozada la taleguilla y el muslo con un puntazo. Levantóse Córdoba entre el manicomio que había forjado en los tendidos y siguió toreando ya con la diestra, ya con la zurda, burilando pases de factura indescriptible. ¡El drama y el arte habían tenido realización! 
Y tras de los últimos pases se acostó materialmente sobre el morrillo del bovino, en un volapié clásico y perfecto, saliendo rebotado de la suprema suerte. A los pocos instantes, el bravísimo y nobilísimo “Luminoso” rodó sin vida. 
Para Córdoba fueron las dos orejas y el rabo, además de incontables vueltas al anillo escuchando, una vez más, el himno de los consagrados ¡torero...! ¡torero...! 
Después de la apoteosis internóse en la enfermería...
De acuerdo con la estadística, ese es el único rabo que Jesús Córdoba cortó como matador de toros en la Plaza México, pero la cornada que se llevó, a esas alturas era la ya segunda de las siete que sufriría en el mismo escenario. Sin duda, el llamado Joven Maestro fue un torero duramente castigado por los toros en momentos especialmente inoportunos.

No obstante, esta faena es una de las que, dentro de un recuento que se hiciera de las grandes obras realizadas en el ruedo de la gran plaza, debería estar como una de las importantes.

El parte facultativo

La crónica nos refiere que se llevó un puntazo. La misma publicación a la que me he referido, transcribe el siguiente parte facultativo:
Herida por cuerno de toro en el tercio medio, cara externa del muslo izquierdo, con orificio de entrada de cuatro centímetros y trayectoria hacia adentro de doce centímetros. Interesó piel, tejido celular, aponeurosis y fibras musculares. Tiene también escoriaciones en el cuerpo de diversos grados. Se le aplicó anestesia con pentotal sódico, resección de piel, desbridación, desinfección, canalización con tubo de goma y suero antitetánico. Tardará en sanar quince días. Se traslada al Sanatorio Santa María de Guadalupe.
Como se puede leer, la herida sufrida por Jesús Córdoba fue algo más que un puntazo. Sin embargo no le restó ni afición, ni valor para seguir transitando por los ruedos.

El resto del festejo

Humberto Moro recibió la alternativa de manos de Manolo dos Santos con el toro Muchachito y fue herido por el sexto del festejo. A su vez, el padrino de la ceremonia cortó la oreja al cuarto, Jardinero, entre división de pareceres.

La de la concordia

Dos domingos después, el 25 de febrero se celebró en la quinta corrida de la temporada, la versión mexicana de la Corrida de la Concordia con Curro Caro, Carlos Arruza y Antonio Velázquez, los toros fueron de Pastejé y Arruza cortó el rabo a Holgazán, quinto de la tarde.

miércoles, 1 de mayo de 2013

Tal día como hoy. 1964: Destacan Juan Silveti y Humberto Moro


Los toreros de la Edad de Plata mexicana seguían siendo la base de las ferias importantes del país, aunque dentro de las filas de los novilleros ya aparecían algunos nombres que pronto pasarían al escalafón superior y pronto iniciarían el asalto a la cumbre. Tanto Juan Silveti hijo, como Humberto Moro eran integrantes de esa generación de toreros mexicanos y eran quienes llevaban el peso de la corrida del Día del Trabajo, que se completaba con la presencia del utrerano Juan Gálvez y una corrida de toros de Peñuelas.

El encierro enviado a la Plaza de Toros San Marcos por don Miguel Dosamantes Rul fue uno que se distinguió por su bravura y por su fiereza, destacando el juego que dio en varas. Quizás en estos días sería calificada como una corrida dura que dificultó el triunfo de los toreros. Del juego de los toros, don Jesús Gómez Medina escribió para su tribuna de El Sol del Centro lo que sigue:

Peñuelas envió un bravo y bien presentado encierro, el viernes. Por obra de los astados de Peñuelas volvimos a presenciar la suerte de varas con todo lo que encierra de emoción y dramatismo; de gallardía y de espectacularidad. Por obra de los toros de Peñuelas, los picadores, mal de su grado, visitaron varias veces la inhóspita arena – ¡los primeros tumbos de la Feria! –; y también en dos o tres ocasiones, el poderío de los bureles aunado a su fiereza, lanzó estrepitosamente a jinete y cabalgadura contra los tableros, para reproducir una escena que arrancada, al parecer, de las añejas estampas de Daniel Perea, conserva aún su abigarrado patetismo. Fueron los de Peñuelas en suma, fieramente bravos, con la bravura que emociona y entusiasma; con esa bravura, con esa fiereza que son y serán siempre las cualidades esenciales del toro de lidia...

Destaco aquí el hecho de que el cronista haga especial énfasis en el hecho de que es la bravura del toro la que produce emoción y entusiasmo en los tendidos y agregaría yo, lo que incrementa el valor de lo que los toreros hacen delante de ellos. Aquí don Jesús toca un punto sensible de todo esto, en el sentido de que el toro es la esencia y el eje de la fiesta y que si el toro no está presente, no hay fiesta posible.

Respecto de la actuación de los toreros, la relación que traigo aquí nos deja ver que Juan Gálvez no tuvo suerte; que Juan Silveti fue aplaudido en sus intervenciones, dando la vuelta al ruedo en el que abrió la tarde y jugándosela en serio con el cuarto, que le dio tanto a él como a su banderillero Francisco Lora Pericás un serio achuchón. El triunfo fue del muletero de Linares, Humberto Moro al cortar una oreja al segundo de la tarde. La crónica de don Jesús Gómez Medina relata así la actuación de los toreros:

Una oreja para Moro. La obtuvo en su primero, un hermoso ejemplar cárdeno oscuro, corto de pitones y con más kilos que un monopolista... Humberto lo había lanceado sin gran éxito hasta que sufrió una voltereta. El incidente le hizo brotar la casta: se ciñó entonces en un quite por chicuelinas y continuó arrimándose al librar con el lance final... Tras unos muletacillos de exploración, Humberto conduce al astado a los medios. Allí con la facilidad y buen estilo que tanto realzan su toreo, cuajó dos tandas de magníficos naturales, en los que corrió la mano y mandó en el bicho en gran forma. Y naturalmente, lo aplaudimos... Posteriormente el trasteo se convirtió en “derechista”. También con la llamada mano de cobrar Humberto mostró las excelencias de su estilo, con el entusiasta beneplácito de los paganos... Y en la primera oportunidad y metiéndose con decisión, clavó el acero delantero, pero con resultados definitivos. Ovación, oreja y dos vueltas al ruedo...

Así se resume lo más destacado de este pedazo de historia de nuestra Feria.

El festejo de hoy: Seis de Montecristo para Rodolfo Rodríguez El Pana, Morante de la Puebla y Juan Pablo Sánchez.

viernes, 26 de abril de 2013

Tal día como hoy. 1959: Carlos Arruza estoquea desde el caballo y se alza con el triunfo


La tercera corrida de la Feria de 1959, en el papel, prometía ser la continuadora de una serie de importantes éxitos que se habían producido en los dos festejos anteriores, nada menos, en la víspera, Rafael Rodríguez había realizado su inmortal trasteo al toro Poeta de San Mateo, mismo que le valdría la colocación de la primera placa en la historia de los muros del coso de la calle de la Democracia y que representaría el culmen de una tarde de esas que pueden ser calificadas de redondas.

La presencia de una indiscutible figura del toreo como Carlos Arruza en el festejo que por esos años cerraba la Feria, indudablemente que representaba un atisbo de garantía de que la estela triunfal seguiría adelante, sobre todo, si se considera que sus alternantes eran dos jóvenes espadas que tenían por divisa el ejercitar una tauromaquia refinada. Los toros serían hidrocálidos, de Peñuelas, una ganadería que en los seriales anteriores había obtenido triunfos resonantes.

Los titulares de la crónica que don Jesús Gómez Medina publicó en el diario El Sol del Centro del día siguiente al festejo, en principio parecen relatar una tarde de esas que no pasarán a la historia, pues rezan: Las corridas de feria, tuvieron ayer un desairado epílogo. Los toros de Peñuelas inferiores a los de las corridas del 24 y 25…, pero al penetrar al texto de su relación, encuentra uno que quizás cabeceó su recuento con cierta desazón porque no se mantuvo el hilo triunfal de los dos días anteriores. De lo escrito por don Jesús, entresaco lo siguiente:

Arruza y Moro lograron cortar apéndices... luego de los dos bravos encierros enviados por los ganaderos de La Punta y San Mateo, la corrida de Peñuelas vino a poner un desairado epílogo a la primera entre las Ferias de México... Ayer, cuando los de Peñuelas, además de mansedumbre, sacaron genio en exceso, realizando un tipo de lidia difícil en extremo, por la forma descompuesta en la que acometían y por los continuos cambios de estilo o de tendencias, tan solo Carlos Arruza, en el segundo de los suyos y Humberto Moro, merced a un riñonudo y meritísimo trasteo consiguieron la anhelada obtención de apéndices... La hazaña de Arruza. Bien había estado Carlos con su primero, un bicho con temperamento, que empujaba mucho para las tablas y que, inclusive, lo achuchó de mala manera cuando trataba de colocarlo en suerte para clavar un rejón... Sin embargo, mejor estuvo Arruza cuando, pie en tierra, con unos cuantos muletazos de tremenda eficacia se adueñó del bicho para propinarle una estocada honda... Con el cuarto, Carlos se superó toreando a caballo: lo mismo en su forma de encelar al bicho, manejando a la jaca con alarde de mando y seguridad, que clavando rejones y banderillas con una y con las dos manos, el Ciclón hízose aplaudir rotundamente... Y para concluir, acometió una hazaña sin precedente hasta la fecha, según nuestro leal saber y entender: la de estoquear desde el caballo. Acero en la diestra, echóse Arruza sobre el morrillo del morlaco y le dejó un estoconazo hasta la bola... Estalló naturalmente una ovación de las gordas. Dos orejas, el rabo del burel y una vuelta al ruedo en triunfo: tal fue el premio a la proeza del Ciclón. El triunfo de Moro. Triunfó, sí, el de Linares en la faena a su primero. Y triunfó, por sobre el toro y a pesar del toro, lo que reviste su éxito de un relieve muy especial, pues el bicho, mansurrón y con genio rehusaba además la embestida... exponiendo y toreando de verdad, logró Moro pasarlo por derechazos de excelente factura, tirando del manso en forma superior. Vinieron más tarde adornos, mostrándose siempre valeroso y con afán de palmas y por último la estocada que hizo doblar... Oreja y vuelta al ruedo entre el cerrado aplauso de los aficionados...

Una vez leído lo que nos cuenta el cronista, podemos ver que la tarde, en el renglón ganadero quizás no transcurrió como las de la víspera y la antevíspera, pero al final, el tesón de los alternantes y el poder que ejercieron sobre los toros, lograron superar las complicaciones del ganado.

El festejo de hoy: Ganado de Los Encinos para Eulalio López Zotoluco, Alejandro Talavante - que sustituye a El Juli - y Juan Pablo Sánchez.

domingo, 29 de abril de 2012

Tal día como hoy. 1962: Humberto Moro y Antonio del Olivar triunfan en la quinta y última de Feria


La quinta y última corrida de la feria de 1962 traía de nueva cuenta a Manolo dos Santos – reaparecido el año anterior – junto con el sensacional muletero de Linares, Humberto Moro y el fino torero celayense Antonio del Olivar. Ellos se enfrentarían a un encierro de la ganadería aguascalentense de Peñuelas, que en los calendarios anteriores habían tenido tardes triunfales para su propietario, don Miguel Dosamantes Rul y eran del agrado de los toreros.

Al final del festejo, los toreros mexicanos, Humberto Moro y Antonio del Olivar fueron los que sacaron el mejor resultado de la tarde. Manolo dos Santos pasó de puntillas por nuestra Feria y como lo leímos el día de ayer, en el siguiente serial de San Marcos, anunciaría a nuestra afición su decisión de despedirse de nosotros.

Los momentos destacados

Don Jesús Gómez Medina, cronista titular de El Sol del Centro destaca de esa tarde los siguientes momentos:

...Moro logró un éxito de consideración al pasar de muleta al corrido en el sitio de honor. Un bicho con suavidad y nobleza, con un lado izquierdo magnífico. Además, el más hecho, el de mejor tipo entre los seis... Unos pasecillos para fijar al burel, y el engaño a la siniestra. Y el pase natural, resurgiendo en todo su esplendor. ¡Con ritmo, con cadencia, con quietud y con mando! Las aclamaciones del pópulo corean cada muletazo; pero, inesperadamente el de Peñuelas toma las de Villadiego y la serie queda sin rematar... Pero aquellos naturales fueron de tal calidad y sabor, tuvieron tanta brillantez y señorío – ¡los mejores de la Feria! – que, cuando el linarense, tras un pinchazo, puso al de Peñuelas en manos del aprendiz de jifero mediante una estocada ligeramente desprendida, la ovación se repitió con fuerza y, previo otorgamiento de la oreja, Humberto Moro recorrió el ruedo en triunfo... En conjunto, la actuación de Antonio del Olivar fue la más completa, la más lúcida de la jornada. Con una determinación y un valor realmente singulares; y acusando un sitio y un torerismo también notables, del Olivar llevó a cabo dos faenas igualmente meritorias. Más brillante, más dilatada y emotiva, la del sexto; el bicho tenía bravura y fuerza en sus acometidas, y como del Olivar lo aguantaba a pie firme, y con limpieza y ritmo se lo pasó por la mismísima faja repetidas veces en muletazos en redondo con la derecha, o bien en los de trinchera, en los de pecho de gran plasticidad y dramatismo, y en los firmazos con los que puso fin a las diversas series, la emoción de los espectadores acabó por desbordarse y, pese al pinchazo, cuando coronó su lucido y meritísimo trasteo con una estocada delanterilla, entre grandes aclamaciones, Antonio del Olivar fue izado en hombros y paseado de esta manera por el ruedo, llevando en la diestra la oreja del de Peñuelas... Antes, al concluir la faena del tercero, el poderdante del “Cachorro de Querétaro” había visto premiada su labor con la vuelta a la arena... Rotundamente gris resultó la actuación del artista lusitano. Abrumado por la sosería de sus antagonistas, Manolo a decir verdad, muy poco logró de plausible. Lo mejor, su brevedad para saldar el compromiso...

Así transcurrió este festejo final de Feria, una que resultó ser en su día, junto con la de 1960, la más extensa en cuanto a número de corridas hasta antes de la adopción del modelo actual, implantado en 1971 por don Guillermo González Muñoz.

El festejo de hoy. 4ª corrida de feria: 6 de Teófilo Gómez para Eulalio López Zotoluco, Sebastián Castella y Juan Pablo Sánchez.

domingo, 7 de noviembre de 2010

7 de noviembre de 1965: Manolo Martínez recibe la alternativa de manos de Lorenzo Garza

Hoy hace 45 años

Imagen cortesía de Toreros Mexicanos
La corrida que da motivo a esta entrada representa el arranque del prólogo de una época de la Fiesta en México. En la entonces Plaza Monumental Monterrey – hoy lleva también el nombre del padrino de la alternativa motivo de este comentario – el último representante intermitentemente activo de la Edad de Oro Mexicana, Lorenzo Garza, cedería el testigo con el toro Traficante, número 52, de don Luis Barroso Barona, a otro torero de su tierra, quien durante prácticamente las dos décadas siguientes, asumiría el mando absoluto – para bien y también para mal – de las cosas de los toros en este país.

Manuel Martínez Ancira llegaba a la categoría de matador de toros después de haber toreado mucho en el campo y tras de una campaña novilleril que duró un año justo, con 34 festejos toreados entre el 1º de noviembre de 1964 y el 31 de octubre de 1965. No obstante, su presentación en público data desde el año de 1959, aunque la dedicación profesional abarca el periodo primeramente indicado.

Don Ángel Giacomán, por muchos años el titular de la información taurina en el diario regiomontano El Norte, realizó la siguiente crónica, aparecida el lunes 8 de noviembre de 1965, misma que transcribo en su integridad, pese a su extensión, pues deja ver, a mi juicio, la magnitud del acontecimiento y lo que significaría para el futuro del toreo mexicano. El mismo diario en la fecha daba cuenta también de los triunfos de El Cordobés y El Viti en Lima y de Víctor Quesada en Jaén.

Garza es el eje de la apoteosis en la Monterrey

Don Lorenzo, Moro y M. M., el nuevo doctor, cortan orejas

Por Ángel Giacomán

Tarde de apoteosis en la Monumental Monterrey, en la que don Lorenzo Garza cortó una oreja y dio dos vueltas al ruedo. Manolo Martínez tomó la alternativa con gran categoría cortando la oreja y fue cornado por el sexto, el testigo Humberto Moro cumplió con su lote y regaló un séptimo al que cortó un apéndice. Lástima que el coso no se llenara, como correspondía a un cartel de esa magnitud.

Decir Lorenzo es decir categoría

Desde el paseíllo hasta el final del festejo, el coso de la Monumental Monterrey se invadió de la grandiosa personalidad de don Lorenzo Garza llenando el ambiente con su categoría, que crece sin límites cuando parte plaza con la montera en la mano como lo hacen las figuras cuando se presentan en una temporada.

Maravilloso espectáculo fue ver a don Lorenzo dentro del ruedo, con paso firme pisando la arena, la cabeza levantada y la vista al frente, sin mirar abajo, como quien sabe que ha de tropezarse, porque lleva el corazón bien puesto.

Todo en don Lorenzo es categoría y con ella dio la alternativa a Manolo Martínez en el primer toro, cediéndole el lugar de honor y en una acostumbrada ceremonia en la que estuvo presente Humberto Moro como testigo, con palabras sencillas, pero dichas con la sabiduría de quien tiene andado el camino, escalando hacia la cima, le otorgó la borla de Matador de Toros.

Más don Lorenzo Garza no fue lo que muchos suponían, la figura decorativa de una ceremonia de alternativa, sino el alternante que aprieta con su sola presencia y abolengo, que ante sus toros arrancó el alarido con sus verónicas clásicas, hasta darse el lujo de dar un lance con rodilla en tierra y luego una media verónica de gran postín.

Don Lorenzo dibujó los derechazos y los naturales con esa extremura que le da la experiencia y que arrancó el olé sentido y emocionado, ligados al mismo ritmo que los muletazos, dados con maestría pero con el sello tan personal del grandioso torero.

Don Lorenzo arrolló con su grandiosa personalidad y con su torerismo dio triunfal vuelta al ruedo después de matar al segundo de la tarde y cortó una oreja del cuarto, para dar otra vuelta más y hasta en esto da cátedra, porque hacerlo como una gran figura del toreo, hace falta primero serlo, luego tener personalidad y finalmente saber andar en el ruedo.

Triunfo y cornada de Manolo Martínez

Qué agradable sorpresa nos dio Manolo Martínez al tomar la alternativa con la categoría de una figura del toreo, pesando sobre él toda la personalidad de su padrino, don Lorenzo Garza y con Humberto Moro como testigo también dotado de una gran calidad y con un sitio de torero consumado.

Desde los primeros lances para recoger al primero de la tarde, se vio seguro, sin complejos y responsable de su actuación ante el público para luego seguir con verónicas señoriales cargando la suerte, para rematar en los medios con media verónica que fue una estampa, agregando otra media rodilla en tierra y finalmente una revolera espléndida y majestuosa.

El único momento de nerviosismo de Manolo fue el de la alternativa. Al verse frente a esa institución del toreo regiomontano don Lorenzo Garza y de Humberto Moro para luego pedir la venia a la Autoridad, armar la muleta e ir a paso firme a confirmar que ya es un matador de toros.

Con ayudados por alto y uno de pecho arrancó el jaleo que perduró durante la faena, repitiéndose en cada muletazo con la derecha o la izquierda, en la que no hubo falla alguna, toda fue perfecta, ligada y señorial.

El derechazo inmenso surgía uno a uno con la solidez del que tiene el don del temple, para cuajar una de las faenas más puras que se hayan hecho en muchos años por su limpieza, por lo bien estructurada y la verticalidad de Manolo Martínez. Un pinchazo y una estocada honda que fueron suficientes para que en los tendidos flamearan los pañuelos en demanda de apéndices.

Se concede una oreja a Manolo Martínez, lo que puede traducirse en poco estimulante, puesto que a ley se ganó dos orejas, perdiendo el rabo por haber pinchado, pero la estructura de la faena y la pureza de procedimientos que merecen mucho más y cabe aclarar que no por pecar de demasiado exigentes, lindemos con la ignorancia.

El triunfo que parecía venir inminentemente redondo cuando Manolo toreaba al sexto con la muleta en maravillosos firmazos ligados con los trincherazos, doblegando la bravura inmensa del Mimiahuápam, para continuar de inmediato en derechazos de los que dos fueron estupendos, quedando mal situado para el tercero, atravesado y con riesgo de ser corneado, sin enmendarse, en un alarde de torerismo, fue cogido en forma impresionante, resultando con una cornada grande.

Don Lorenzo mata al bravísimo sexto toro, al no permitírsele a Manolo regresar al ruedo, recibiendo otra gran ovación.

Moro triunfa con un séptimo

Donde más deseos de triunfar tiene Humberto Moro, la suerte no le favorece y así, ayer se llevó el lote malo, como sí los dos únicos malos toros hubieran sido escogidos y metidos en un solo lote.

Regala un séptimo toro y con él, Humberto hace faena estupenda, jaleada, con la que corta una oreja y fue levantado en hombros.

Rinden parte médico de Manolo Martínez

Herida producida por cuerno de toro, con orificio de entrada en su cara posterior, tercio medio, muslo izquierdo, de forma multiforme, en piel que presentó a la exploración una trayectoria hacia arriba y adentro de treinta centímetros de profundidad, produciendo desgarros musculares y contusión del paquete vásculo – nervioso de la región, descubriendo el fémur. Bajo anestesia general se practicó limpieza, resección de tejidos contundidos y exploración, dejando canalizaciones. Dr. Rafael Olmos Morton.

Recapitulando

Decía que Lorenzo Garza era el último representante de nuestra Edad de Oro y que actuaba con intermitencia. Y es que entre 1958 y esta fecha de 1965 se vistió de luces 21 ocasiones, pero entre 1961 y 1965 no había actuado en festejos formales. Reapareció en Nuevo Laredo el 30 de mayo de 1965 y volvió a actuar el día de la alternativa de Manolo Martínez.

Ya solamente le quedarían dos corridas más, la del 20 de enero siguiente en León, Guanajuato, alternando con Joselito Huerta, el linarense José Fuentes y su ahijado Manolo Martínez y la de su despedida definitiva – varias veces toreó despedidas – el 20 de febrero en su tierra, alternando con Paco Pallarés y Raúl Contreras, Finito. Sus contemporáneos Armillita, Silverio, El Soldado, David Liceaga e incluso Fermín Rivera ya habían concluido sus carreras y aunque por esos días Carlos Arruza seguía en activo, lo hacía como rejoneador, ya no vestido de luces.

Alfredo Leal, Manolo Martínez, Eloy Cavazos
Julio 1968, El Toreo de Cuatro Caminos
Humberto Moro era el representante de la Edad de Plata del Toreo en México. Fue un fino torero nativo de la Linares mexicana y afincado en Aguascalientes. Por esas fechas vivía ya el tramo final de una carrera que fincó sobre la excelencia de su toreo al natural. Toreó su última tarde en la Plaza México el 31 de enero de 1971, plaza en la que recibió la alternativa veinte años antes. Joselito Huerta y Curro Rivera serían sus alternantes para dar cuenta del encierro que su amigo José Julián Llaguno le preparó para su despedida. El último toro que mató El de la Izquierda de Oro fue Durangueño y tras su muerte dio la última vuelta al ruedo vestido de seda y alamares.

El análisis de la carrera de Manolo Martínez seguirá siendo tema recurrente en esta y en otras muchas bitácoras, el espacio este día, es solo para recordar el arranque de lo que resultaría ser el inicio de una época trascendente del toreo mexicano.

sábado, 14 de noviembre de 2009

Dinastías en las plazas de Aguascalientes

Se ha anunciado para este día un festival, que para efectos de marketing, es de dinastías, en el que actúan los hijos de Armillita, Calesero, Juan Silveti, Humberto Moro, del rejoneador Jorge Hernández Andrés y el matador en retiro Luis Fernando Sánchez. La finalidad del festejo es el homenajear se afirma – celebrar, diría yo – el septuagésimo aniversario de vida del hijo mayor de Fermín El Sabio, Manolo Espinosa Armillita y el recolectar fondos para la atención de la infancia discapacitada, que serán aplicados por la Fundación Teletón y el Ayuntamiento de esta ciudad.

Aunque casi no me ocupo de la actualidad inminente en este espacio, me siento motivado a hacerlo ahora, porque en ese marketing al que he aludido antes, se afirma que este festival es el primer evento taurino que reúne en una plaza nuestra a varias dinastías de prosapia en los ruedos y creo que un mero accidente demográficoClaudio H. Vargas dixit – lo puede hacer aparecer así, pero un recorrido por la historia, nos puede mostrar que en festejos formales y en festivales también, los hijos de aquellos que han sido gente en esto, se han reunido más de alguna vez.

El retroceso en el tiempo lo iniciaré en el año de 1964 – que si hurgamos en las hemerotecas y en los anuarios con seguridad habrá más para relatar –, cuando precisamente Manolo Espinosa hacía sus primeras armas en los ruedos y en Aguascalientes había lo que parecía iba a ser una próspera industria vitivinícola. En el mes de agosto, la Feria de la Vendimia se acompañaba de festejos taurinos y así, el día 16 de ese mes se anunció una novillada en la que con un seleccionado encierro de Matancillas – todavía encaste ParladéCampos Varela –, aún propiedad de don José C. Madrazo, se reunieron en el ruedo de la hoy centenaria Plaza de Toros San Marcos, el ya nombrado Armillita, Jesús Solórzano y Alfonso Ramírez Calesero Chico, cuyos padres llenaron grandes páginas de la historia del toreo.



Manolo Espinosa y Calesero Chico el 16 de agosto de 1964 (Foto: Archivo Carlos Meza Gómez)


Este festejo tuvo mucho predicamento, pues aún tratándose de una novillada, la plaza se llenó. Me contaba Carmelita Madrazo, una notabilísima escritora de estos temas, sobrina del ganadero que lidiaba en la fecha e hija del de La Punta, que al empresario, don Jesús Ramírez Alonso le sobró únicamente una entrada en las taquillas, misma que colocó en un marco. Sobre este festejo, don Jesús Gómez Medina escribió lo siguiente en El Sol del Centro del día 17 de agosto de 1964, en crónica que tituló Los tres cachorros llenaron la plaza al máximo:
...Una completa faena de Chucho. Soberbios naturales de Calesero y el fácil hacer de Manolo. Primoroso encierro de Matancillas del que destacaron tres novillos. La tarde, espléndida. Y el lleno, total, rebosante. Clima y ambiente de una gran solemnidad, en suma. Y dispersos aquí y allá, entre barreras y en el tendido, los miembros del senado taurino en pleno: El Maestro Fermín, Carlos Arruza, Chucho y Lalo Solórzano. También Humberto Moro y Juanito Silveti. Y ganaderos y aficionados de postín en gran número. Todo esto a tono con la categoría y la importancia del cartel. En estas condiciones hicieron el paseo los tres herederos: Chucho Solórzano, Calesero Chico y Manolo Armilla…


Un segundo encuentro dinástico se daría el 23 de noviembre de 1969, cuando Manolo Espinosa, Jesús Solórzano y el hijo de Fermín Rivera, Curro, se enfrentaron a un gran encierro del Ingeniero Mariano Ramírez. Fue una tarde de grandes triunfos en los que el hijo de Armillita destaca con Garambullo, el primero de su lote; Solórzano con Piel de Plata, al que le corta el rabo y que le ha valido una placa en los muros del coso y Curro Rivera con Pitero, del que también recibe el apéndice caudal.

No pasará mucho tiempo para que el encuentro se dé ya en la nueva Plaza Monumental, el 1º de noviembre de 1975, en esta ocasión serán Alfonso Ramírez Calesero, Juan Silveti y Humberto Moro por los de ayer y Humberto Moro hijo, David Silveti y José Antonio Ramírez El Capitán por los de hoy los que enfrentaron un encierro de Santa Rosa de Lima, entonces sita en Aguascalientes y propiedad en esas fechas de los señores Ibarra Mora, cuñados de El Poeta del Toreo. El festival tenía finalidad benéfica también y resulta interesante ver aquí que en alguna forma, aunque resulte simbólica, los padres entregaron el testigo a sus hijos toreros que prácticamente iniciaban su andadura por los redondeles. El triunfo ese día, fue para el hijo del linarense Humberto Moro, que le cortó el rabo al cuarto del festejo.

Hogaño, a unas décadas de distancia, volvemos a ver algunos nombres anunciados, como el de Manolo Espinosa Armillita, el de José Antonio Ramírez El Capitán – autor por cierto, de una de las faenas más grandes que haya realizado un novillero en la Plaza México –, Humberto Moro y eso me permite alzar la voz para señalar que quizás debió tenerse en cuenta a Jesús Solórzano, que en Aguascalientes realizó algunos de sus trasteos más recordados y que desde ese aparentemente lejano 1964, arrancó junto con el homenajeado una carrera en los ruedos que les llevó juntos por muchos ruedos y por muchas cuestiones de la vida. Pero este es un deseo personal y seguramente los organizadores no están para satisfacer ese tipo de peticiones.

Creo que por la causa noble a la que pretende apoyar y por el reconocimiento que pretende dar a alguien que ha dedicado prácticamente toda su vida a la fiesta de los toros, merece ser exitoso. ¡Que todos tengan suerte!

domingo, 9 de agosto de 2009

Hidrocálidos en Barcelona

Hoy se presenta en la Monumental de Barcelona el torero de Aguascalientes Joselito Adame, desde mi particular óptica el torero de esta tierra que tiene mayor proyección en estos momentos. La presentación de Joselito en la plaza grande de la capital de Cataluña representa la del quinto torero nacido en esta tierra y la del octavo, si contamos a los que se avecindaron y arraigaron aquí.

Como todo lo que ocurre en La Aldea de Tauro, sus presentaciones en las plazas de Barcelona – en su día llegó a tener tres en funcionamiento – tuvieron sus luces y sus sombras. Aquí les presento, a través de las crónicas, un breve recuento de momentos importantes en el paso por esos ruedos de los toreros de Aguascalientes que han actuado en ellas. Excluyo deliberadamente al Maestro Armillita, - saltillense arraigado aquí - puesto que de algunos de sus grandes triunfos en la Ciudad Condal, me ocuparé en alguna entrada posterior a esta.

Joselito Flores

Aunque originario de San Juan de los Lagos, Jalisco, José Flores de Alba se avecindó e hizo torero en Aguascalientes. Fue breve su paso por los ruedos, pues murió en 1930, de enfermedad a los 32 años de edad. Tomó la alternativa el 3 de junio de 1923 en la plaza de La Barceloneta, de manos de Rodolfo Gaona y llevando a Punteret de testigo. Los toros que se lidiaron fueron de la Viuda de Soler. La reseña del diario madrileño La Correspondencia de España, fechado el 4 de junio de 1923, recuerda lo siguiente:

En Barcelona. Plaza Antigua. Ganado de la Viuda de Soler, de Badajoz. Espadas: Rodolfo Gaona, que hace su reaparición; Punteret y José Flores, que toma la alternativa. La entrada es buena y la tarde calurosa. Después del aplauso a las cuadrillas sale el: Primero. – Pequeño, bien armado y bravito. Flores intenta recogerlo en varios lances sin eficacia. Con poder y codicia, acepta el toro cuatro, varas, haciendo Gaona su debut con un quite finísimo. Palmas. Gaona cede los trastos a Flores, quien, después de brindar, hace una faena distanciado y sin pasar. Mata de una atravesada, saliendo la punta del estoque por debajo de un brazuelo. Pitos...

Quizá la de su alternativa no fue una tarde de gran lucimiento para Joselito Flores, pero representa para el recuerdo y en su caso, la estadística, la única alternativa que otorgó Rodolfo Gaona en su dilatada carrera en los ruedos españoles.

Alfonso Ramírez Calesero

El 22 de abril de 1946, el Poeta del Toreo fue parte de uno de esos muy extensos carteles que eran de la predilección de don Pedro Balañá, pues para él, don Álvaro Domecq, Domingo Ortega, Juan Belmonte Campoy y Pepe Luis Vázquez, se anunciaron nueve toros, 1 de Bernardino Giménez para rejones y para la lidia de los de a pie, 6 de Fermín Bohórquez y 2 de doña Enriqueta de la Cova. Como era su costumbre, lo que brilló en la tarde, fue el variado y florido toreo de capa de Alfonso el de Triana, que en la crónica del diario barcelonés La Vanguardia del 23 de abril de ese año, fue visto de la siguiente forma:


...El primer quite que realizó el diestro mejicano «El Calesero», en el toro primero de Ortega, nos asombró a todos, pero avanzada la corrida y habida cuenta de la clase del bicho de doña Enriqueta de la Cova que cerró plaza, manso y con mucho poder, se enfrió un tanto nuestro entusiasmo. Clavó a su primero dos pares de rehiletes con fácil dominio, lanceó ambos toros fuera del abrigo de las tablas, y la faena de su primero, que brindó al público, tuvo más cosas buenas que regulares… A «El Calesero» se le disculpa, a más del hecho de su presentación en la Meca del Toreo, el haberse encerrado en su primera corrida con tres primeras figuras que salieron ayer como leones. Esperemos, pues, otra exhibición del «manito»…


Así pues y retomando el dicho de Pepe Alameda, el embrujo de Calesero surgió cuando su capote de percal se convirtió en seda. La pena aquí resultó en el hecho de que no volviera a actuar en Barcelona, para que pudieran verle a plenitud.

Rafael Rodríguez El Volcán de Aguascalientes

Otra corrida de 8 toros, el día de Santiago de 1951, en esta ocasión para dos toreros mexicanos Antonio Velázquez y Rafael Rodríguez que alternaron con Paquito Muñoz y Calerito. El encierro se formó con 2 toros de Ignacio Vázquez de Pablo y 6 de Juan Pedro Domecq. Para Rafael Rodríguez era su reaparición después de una importante actuación siete días antes y en esta oportunidad logró un triunfo destacado, llevándose las dos orejas del primer toro de su lote. La crónica de La Vanguardia de Barcelona, del 26 de julio de ese año nos refleja:


...Más torero que el día de su presentación parecióme ayer Rafael Rodríguez, si bien su valor fue esta segunda tarde de los mismos quilates que la otra. Veroniqueó deslavazadamente a su primero, pero en cambio con la franela tejió una faena inteligente, valerosa y artística que, acompañada de los oles del concurso y los sones de la Popular Sansense, tuvo mucho color y un brío extraordinario. Volcóse luego sobre el morrillo con un volapié magno, y en la misma cruz, otorgándose al «manito» y merecidísimamente, las dos orejas del bicho, con vuelta al ruedo y salida a los medios, a los que llegó con un brazado de flores...

Humberto Moro El de la Izquierda de Oro

El 13 de julio de 1952 fue la presentación en la Monumental de otro torero que no nació en esta tierra, pero que en ella se forjó como torero y en ella nació un hijo suyo que también es matador de toros, me refiero a Humberto Moro Treviño, natural de Linares, Nuevo León, en el Norte de México. Esa tarde alternó nada menos que con Rafael Ortega y Antonio Ordóñez, para dar cuenta de un muy serio encierro del Conde de la Corte. Era esta una de las primeras actuaciones del de la izquierda de oro en España y eso lo rescata la crónica aparecida, de nueva cuenta en La Vanguardia, el 15 de julio de 1952:


…Del diestro mejicano Humberto Moro, que en esa corrida presentábase en el «Palacio de los grandes espectáculos», sólo sabía yo que había toreado una sola corrida en España, en Sevilla, con Luis Miguel y no recuerdo qué otro artista, donde agradó mucho aunque se le consideraba poco placeado… después de brindar a la muchedumbre… poco a poco, fue ajustándose y desdeñando la «percha» y sacó, ya mientras la música sonaba, tres pases por alto muy buenos, cuatro de adorno lindísimos, tres naturales aguantando un horror y tres «orteguinas». Clavó medio estoque desprendido y salió a los medios para corresponder o los aplausos que se le otorgaron. No le impresionó lo más mínimo la tremenda cuerna de su postrer enemigo, la mayor de la tarde, y veroniqueólo con soltura, haciendo un quite de frente por detrás que se ovacionó largamente. También sonó la música mientras duró la faena con la franela, faena tan bizarra que casi toda ella, tuvo por escenario el peligroso terreno de toriles, deslizándose de esta forma: seis derechazos, una «arrucina», cuatro derechazos, uno de pecho, cuatro naturales, uno por alto, cuatro derechazos, uno de pecho, siete naturales, uno de pecho, ¡9! naturales —en toriles, ¿eh?—, uno de pecho y tres «orteguinas». Señaló un buen pinchazo, que escupió lares y seguidamente enterró el estoque en todo lo alto. Se le ovacionó y a pesar de ser el último toro de la fiesta, el mejicano dio la vuelta al ruedo y desapareció, sonriente, por la puerta de cuadrillas...

Jesús Delgadillo El Estudiante

El 25 de junio de 1964, la hoy extinta Plaza de Las Arenas abrió sus puertas para que en su ruedo se lidiaran 6 novillos de Gascón y Fraile – Puerto de San Lorenzo – hoy en la preferencia de las figuras – por Jesús Delgadillo El Estudiante, Vicente Punzón y Andrés Torres El Monaguillo. Jesús Delgadillo López, torero nacido en Aguascalientes, hacía campaña para volver a tomar la alternativa en España – lo que haría precisamente en Barcelona ese mismo año – y es el último matador de toros de Aguascalientes, que vestido de luces, ha cortado una oreja en Las Ventas de Madrid.

De esa tarde, su única actuación en Las Arenas, el cronista del diario La Vanguardia de Barcelona, Julio Ichaso, en su edición del 26 de junio de 1964 relata:


…Al cuarto, numero 86, «Bilbaíno», negro bragado, lo veroniqueó muy bien y su quite por faroles fue estupendo. El astado entraba muy fácil a los piqueros. El diestro clavó con arte dos pares de banderillas, no colocando el tercero, de rigor, por haberse cambiado el tercio. Tuvo una lucida actuación, aplaudiéndosele mucho y oyendo la música, ya que su muleteo se compuso de naturales, derechazos, molinetes, de pie y de rodillas, «arrucinas» y vistosos adornos. El novillo iba a la muleta de «El Estudiante» bien, embarcándolo éste con muy buen estilo. Un volapié hasta la empuñadura fue el final, finiquitándolo el cachetero. Petición de oreja, vuelta al ruedo entre aplausos, salida al tercio y también el novillo fue aplaudido en el arrastre…

Miguel Espinosa Armillita Chico

El 27 de marzo de 1977, Luis Miguel Moro, Jairo Antonio y Miguel Espinosa Armillita Chico enfrentaron en la monumental 6 novillos de Manuel Francisco Garzón. Ya en otro espacio de esta misma bitácora había relatado que Miguel es el último torero en cortar una oreja y el que dio la última vuelta al ruedo en la plaza de Las Arenas. En esta oportunidad, Julio Ichaso, en su recuento del festejo, publicado en La Vanguardia del día 29 de marzo de ese año hace la siguiente recapitulación:


…es hijo del espada azteca Fermín Espinosa «Armillita», tan conocido y aplaudido en nuestras plazas. Se presenta Miguel, en Barcelona... precisamente en la fecha que su padre Fermín tomara la alternativa aquí, hace cuarenta y nueve años y dos días, para ser exactos. Se la otorgó su hermano Juan y actuó como testigo el diestro valenciano Vicente Barrera… Miguel tomó las banderillas con buena ejecución y estilo. Muchas palmas. Pases corriendo bien la mano, por el lado derecho. Ovaciones y música. Prosiguió en la misma línea, mejorando los muletazos. Dejó una estocada, bien puesta, pero precisó del verduguillo, que fue efectivo al sexto intento. Palmas con salida al tercio… Sexto. — El primer puyazo lo recibió con bravura. Aplausos para el picador. El segundo salió más benigno y se acabó este tercio. Gran quite por chicuelinas. También «Armillita» lo banderilleó, levantando perfectamente los brazos. Palmas. Brindó a Manolo Mateo, el decano de los reporteros gráficos taurinos. Muletazos con agobiante y artística lentitud. Aplausos y música. Lo muleteó por los dos lados. Más
ovaciones. Entró a herir con facilidad pero la espada enseñaba la puntita. Volvió con dos estoconazos más, concediéndole la oreja, despidiéndole con aplausos, así como a sus compañeros de terna y paseo a hombros por los «capitalistas».

César Pastor

Nacido en el Distrito Federal, pero hecho torero y actualmente residente en Aguascalientes, César se presentó en la Monumental de Barcelona el día 8 de abril de 1979, para lidiar 6 novillos de Bernardino García Fonseca en unión de Miguel Vera y Curro Cruz. En esa tarde, César pudo mostrarse como un fácil rehiletero y un torero dominador. La visión de Julio Ichaso, cronista del diario La Vanguardia, en su edición del día 10 de abril siguiente es de la siguiente forma:


Tercero. Manejó perfectamente la capichuela y le ovacionaron. «Andarín» lo picó muy bien, aplaudiéndosele. Primer par de César, con salida atropellada. Piquer le hizo un buen quite. Cerró el tercio saliendo de tablas. Palmas. Brindó al público. Pases por alto y derechazos eso que el burel no daba facilidades, más pases por alto. Un pinchazo, segunda entrada con salida atropellada, con fuerte revolcón y descabello efectivo. Palmas... Sexto. A este ágil animal lo lanceó valiente. Recibió dos varas con bravura. Banderillearon César y Curro. Estuvo muy bien en unos buenos muletazos, eso que el astado se echaba encima. Más pases largos y atractivos. Muchas palmas. Mató a la segunda entrada. Ovaciones y paseo por el ruedo.


Mexicanos en Barcelona

En un memorial dedicado a Fernando Vinyes, Horacio Reiba escribió en La Jornada de Oriente lo siguiente, que me sirve para concluir esta ya de más extensa entrada:

…Si Barcelona es la ciudad donde más festejos taurinos se dieron a lo largo del siglo XX, no debería extrañarnos que fuese también la plaza española más visitada por toreros mexicanos de las condiciones y jerarquías más diversas, a partir de la aparición en un cartel de Las Arenas – junio de 1907 – del nombre de Vicente Segura, matador hidalguense y más tarde general revolucionario, primero de una larga saga de lidiadores aztecas que desfilarían ante sucesivas generaciones de aficionados barceloneses… A partir del pleito de 1936, puntualmente reeditado a principios del 47 cuando los toreros hispanos forzaron una segunda ruptura de relaciones, esta vez con Arruza (¿y Manolete?) en la mira, la participación de diestros mexicanos en las temporadas españolas empezó a angostarse significativamente. Ajeno a los manejos responsables de este progresivo ninguneo y con su olfato de gran empresario, el viejo Balañá continuaba anunciando en sus cosos a cuanto espada mexicano -matador o novillero- aterrizaba en la Península, como muestra reiterada de la proverbial independencia de criterio de la catalanidad bien entendida…

Es este apenas un muestrario de lo que los toreros de esta tierra hidrocálida han logrado en las plazas de Barcelona, por lo que no me resta más que decir: ¡Suerte Joselito!

Aldeanos