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domingo, 14 de mayo de 2023

14 de mayo de 1934: Cuatro mexicanos en Barcelona

Rafael Cueli, aficionado y Bibliófilo de pro, no hace mucho tiempo, publicó una interesantísima lectura acerca de la corrida de toros que marcó, en los hechos, el inicio del coloquialmente llamado Boicot del miedo – expresión atribuida a Juan Belmonte, y de la que no he podido localizar la fuente exacta – y que se celebró el 11 de junio de 1936, en la plaza de toros de Murcia. Allí alternaron el maestro Armillita, Luis Castro El Soldado y Carnicerito de México, ante toros de Villamarta. La combinación se produjo por efectos del azar y representó, repito, el cierre de las actuaciones de nuestros toreros en aquellos ruedos por casi una década.

Cuando Rafael estaba en la etapa de recolección de información para la confección de su opúsculo, preguntó acerca de otras fechas en las que en ruedos españoles se hubieran realizado festejos con espadas mexicanos únicamente. Le apunté que el 23 de agosto de 1931, en la Ciudad Condal, el valentísimo Luis Freg se despidió de aquellos públicos alternando con Juan Espinosa Armillita, Pepe Ortiz y Alberto Balderas – me he ocupado de ese festejo en esta ubicación – pero en esos días las relaciones entre toreros españoles y mexicanos no estaban agrias, y tanto El Rey del Acero como El Orfebre Tapatío gozaban del cariño y el respeto de la afición barcelonesa.

Buscando la manera de retomar el paso en estas páginas virtuales después de la Feria de San Marcos, me encontré con esta efeméride, la que por supuesto, adelanté a Rafael Cueli y ahora intento contársela a ustedes.

Aguas revueltas

Es una especie de verdad sabida que los conflictos entre las torerías de México y España surgieron en 1936, pero la realidad es que las cosas empezaron a subir de temperatura quizás desde el advenimiento de la Segunda República Española. En el ejemplar del semanario de Barcelona La Fiesta Brava, fechado el 27 de abril de 1934, se publica una carta abierta de la Asociación de Matadores de Toros y Novillos de Madrid, que dice:

Nuestro distinguido amigo y compañero: En la asamblea que celebró esta sección Autónoma se acordó nombrar una Ponencia, integrada por los compañeros Fortuna, Fuentes Bejarano, Barajas, Rayito, Posada y Lagartito, para que redacten el proyecto que debe ser sometido al estudio del Jurado Mixto taurino y del señor ministro de Trabajo reglamentando la entrada, estancia y actuación en España de los toreros extranjeros… Asimismo, se acordó abrir una información por término de ocho días para que los matadores de toros que lo deseen hagan por escrito sus proposiciones relativas a dicho tema, y seleccionadas las que merezcan ser discutidas, se convocará nueva asamblea de sección, a la que asistirán representantes de la Sección Autónoma de Matadores de Novillos y de la unión de Picadores y Banderilleros, cuya solidaridad también se ha acordado recabar… Interesa hacer constar que nuestro proyecto no implica animosidad contra los artistas extranjeros, sino que nos limitamos a proponer la adopción de medidas que en otros países ya están en vigor, y cuyas consecuencias vienen tocando desde hace varios años los toreros españoles… Le saludan atentamente sus afectísimos, seguros servidores. La Junta de Gobierno.

Como se puede leer, desde un par de años antes del rompimiento, ya se planteaban las situaciones que al final de cuentas se hicieron efectivas el 15 de mayo de 1936 en Madrid. Matadores de toros hispanos, movidos por intereses que, hasta donde he podido investigar, no eran precisamente taurinos, pretendían limitar la actuación de nuestros toreros, aunque directamente, no invocaran su nacionalidad.

Una semana después, en el mismo semanario, apareció una respuesta a esa comunicación pública, suscrita por Fermín Espinosa Armillita, Jesús Solórzano, Pepe Ortiz y José González Carnicerito de México, del tenor siguiente:

Los abajo firmados, matadores de toros mejicanos, le agradeceríamos la publicación de esta carta, en la que recogemos una noticia dada a la Prensa en la que se decía que la Sociedad de Toreros Mejicana había elevado un escrito a las autoridades pidiendo no dejaran torear a ningún torero español en Méjico… Nosotros protestamos de tan absurda decisión, estando decididos, y si las autoridades los hubiera sorprendido, a recabar de las mismas la libre contratación como ha existido hasta ahora, aprovechando este momento para salir al paso de los comentarios que aquí se hacen de que en Méjico no dejaron torear a los españoles, o nada más que un número reducido, salimos al paso de tal falsa calumnia, y sólo para justificar que lo que en ésta decimos es cierto apelamos al testimonio de la Empresa que fue en Méjico el año pasado española, y con su residencia en Madrid, para que deje aclarado y en ridículo las versiones vertidas con mala fe, y pudiendo ésta perjudicar los intereses de los toreros, que no se ocupan de nada más que de torear y no de intrigas tanto mejicanos como españoles… Fermín Espinosa (Armillita), Jesús Solórzano, Alberto Balderas, José Ortiz, José González (Carnicerito de Méjico).

Nuestros toreros dejaron bien señalado que, si en alguna forma se llegó a limitar la actuación, al menos en el caso de la capital, de diestros hispanos, fue por la propia empresa española que llevaba la plaza, encabezada nada menos que por Domingo González Dominguín.

La corrida del 14 de mayo del 34 en Barcelona

Sin importarle esos amagos de revolver las aguas, don Pedro Balañá hizo honor a su hospitalidad hacia los toreros mexicanos y para ese lunes 14 de mayo, anunció una corrida de ocho toros, seis de Ramón Mora Figueroa y dos de Mariano Bautista (4º y 7º) para Pepe Ortiz, Alberto Balderas, Jesús Solórzano y Carnicerito de México. La corrida se dio en lunes, debido a que el domingo, en el estadio de Montjuic, se dio una función de boxeo en la que combatieron el alemán Max Schmeling y el vasco Paulino Uzcudun, y calculó la empresa que no habría público para ambos eventos en la misma fecha.

Fernando Sayos Trincherilla, director y cronista de La Fiesta Brava, prologa su crónica del festejo así:

PLEITO FALLADO. Los firmantes de esa desdichada proposición que ha rodado estos días por la prensa, en la que se pedían limitaciones para las actividades artísticas de los toreros mejicanos, han quedado en el más espantoso de los ridículos… Esta corrida ha venido a fallar un pleito que no tenía razón de ser: cartel mejicano “cien por cien”, y, para mayor sarcasmo, organizado para día laborable … ¡Tomen del frasco los protestantes! … Lástima que lo que pudo haber constituido un éxito de taquilla haya resultado un accidente desgraciado para la economía de los organizadores… Fallaron los cálculos de la empresa. Vio ésta en que el match de boxeo celebrado el domingo en el Estadium atraería sobre Barcelona gran número de forasteros y que éstos se quedarían aquí para presenciar la corrida. Y se equivocó. No vino nadie, y si alguien vino se volvió a sus lares por el medio más rápido de locomoción… Resultado fue que la corrida se dio exclusivamente para los de casa y que éstos no juzgaron imperioso dejar sus ocupaciones para ir a la Monumental… Un error de cálculo que debió costar un buen puñado de duros…

Así entonces, nos enteramos de que don Pedro Balañá erró el cálculo y la entrada fue poco menos que deprimente. Pero el festejo se dio y ha quedado para la historia del toreo.

El resultado de la corrida

La actuación más conseguida de la tarde fue, de acuerdo con las crónicas de agencia aparecidas en los diarios madrileños La Libertad y El Liberal, la de Jesús Solórzano, sin corte de apéndices, por el mal manejo de la espada. Del primer diario mencionado copio:

Tercero. – Solórzano da unos lances vistosos, aunque movidos. Se le aplaude en el primer quite. Balderas, en su turno, torea por gaoneras y es aplaudido. Vuelve a torear, haciendo el quite de la mariposa y suena la música. Solórzano coge los palos y clava dos pares de poder a poder, que se aplauden. El toro llega al último tercio muy suave. Solórzano comienza la faena de muleta con una tanda de pases estatuarios por alto. Sigue toreando por bajo, cerca y valiente. Pincha cinco veces y al fin logra media estocada. Siete intentos de descabello para que doble el toro. (Palmas y algunos pitos.) Solórzano da la vuelta al ruedo entre protestas. Se aplaude al toro en el arrastre.

Carnicerito de México cortó la única oreja de la tarde, al octavo, de Mora Figueroa. Trincherilla, de su actuación en conjunto, escribió:

Se creció el hombre, prodigó sus arrestos, mantuvo al público pendiente de sus cosas en todo momento y en definitiva fue quien sobresalió del cuarteto... Banderilleó sus dos toros haciendo alardes de valor y de facultades, entrando por dentro en terrenos inverosímiles; hizo dos grandes quites de gran exposición a un piquero y con la muleta se mostró temerario en la faena del que cerró plaza, dando varios pases, sentado en el estribo emocionantísimos… Su primero le achuchó varias veces, no sufriendo un desavío por puro milagro… Decidido con la espada. Se le ovacionó en su primero, cortó la oreja del último y se lo llevaron en hombros los entusiastas…

Por su parte, El Torero de México, tuvo una actuación de esas que no vale la pena recordar. Al igual que la víspera en Madrid, se le vio falto de sitio y con cierta desgana. 

La tarde de Pepe Ortiz

Dejo aparte la actuación de Pepe Ortiz porque el espacio de la crónica de Trincherilla está dedicado casi todo a él. No tanto a su actuación, sino a la expresión de su deseo de ver las maravillas de las que era capaz El Orfebre Tapatío. Entre otras cosas, escribió:

Alejado la última temporada de la plaza de “El Toreo”, una sola actuación le bastó para que el entusiasmo de aquellos aficionados se desbordara y otorgase a Pepe Ortiz la oreja de oro que se disputaba en esa corrida… Dominguín, gran catador de toreros, testigo presencial de esa grandiosa faena de Ortiz, quedó asombrado ante el maravilloso estilo de este artista y no vaciló un momento en traerlo a España, seguro de que la tarde que el tapatío dé aquí con un toro de su estilo, habrá de consagrarse ante este público como una figura extraordinaria, a la que habrán de rendirse los máximos honores… Pepe Ortiz no ha tenido suerte cuantas veces ha venido a España. Como si sobre él pesara una maldición, apenas pudo lucir destellos de su arte… Y fue una lástima, porque Pepe, salió animoso y tuvo momentos de indudable valor… No tuvo suerte con la espada, pues hubo de pinchar varias veces y en su primero se hizo pesado al descabellar… En el quinto toro, el único que se dejó torear mientras Ortiz estuvo en el ruedo, hizo Pepe un quite con “orticinas” que fue lo más torero que se hizo esta tarde con el capote. Un quite primoroso que fue premiado con una ovación fragorosa… El público lamentó la poca fortuna de Ortiz con el lote que le correspondió y que le imposibilitó de mostrarse el torero fastuoso que ansiaba ver…

Como se puede ver, Fernando Sayos era un incondicional partidario de Pepe Ortiz, apenas habiéndole visto destellos de lo que era capaz de hacer delante de los toros. En el recuento de la historia, diré que es una pena grande que la afición y los públicos de Europa no le hayan podido conocer en plenitud, más de una sorpresa se habrían llevado.

Terminando

Hay cuestiones que no se germinan de un día para otro, ya lo podemos ver. Pero también hay historias que merecen ser contadas, aunque en apariencia no tengan un corolario triunfal. Pero ese lunes laborable de hace 89 años, se produjo un acontecimiento taurino que necesariamente debe constar en los libros de la historia del toreo.

Aviso parroquial primero: Los resaltados en los textos transcritos son imputables exclusivamente a este amanuense, pues no obran así en sus respectivos originales.

Aviso parroquial segundo: La lectura taurina de la autoría de Rafael Cueli a la que me refiero al inicio es Tres mexicanos acartelados en Murcia. Boicot del miedo de 1936. Número 74 de la Colección de Lecturas Taurinas de Bibliófilos Taurinos de México A.C. Entiendo que todavía hay ejemplares disponibles y se puede preguntar sobre la forma de adquirirlos a través de las redes sociales de BTM.

domingo, 2 de octubre de 2022

Joaquín Bernadó y seis miuras en la Monumental de Barcelona

El anuncio de la corrida
La Vanguardia
Cuando se empezó a delinear la actual temporada, que está en sus últimos estertores, se anunció que este año 2022 habría un par de corridas en las que un diestro enfrentaría, en solitario, seis toros de Miura. La historia del toreo nos deja en sus páginas la seguridad de que esa es una hazaña que no se repite con frecuencia. Tanto así, que desde la fundación de la vacada hace ya 180 años, apenas rebasan una docena los festejos de esa naturaleza. 

Manuel Fuentes Bocanegra, Rafael Molina Lagartijo, Luis Mazzantini, José Gómez Ortega Gallito, Antonio Chenel Antoñete, Juan Antonio Ruiz Espartaco, Juan José Padilla, Javier Castaño y Antonio Ferrera – dos veces –, entre los matadores de toros y el novillero Antonio Moreno Moreno de Alcalá, son esos toreros que entre 1873 y 2022 han intentado y culminado algo que justamente puede ser considerado una gesta.

También se encuentra entre la lista de los toreros de alternativa el de Santa Coloma de Gramanet, Joaquín Bernadó, quien el domingo 3 de septiembre de 1972, se enfrentó en solitario – con el intermedio ecuestre de don Manuel Vidrié – a seis toros de la finca de Zahariche. Este particular asunto es el que me trae con Ustedes en esta oportunidad.

Un antecedente necesario

Como antecedente, es prudente recordar que el 5 de septiembre de 1971, en Barcelona, se lidió una corrida de Miura. El cartel de toreros lo formaron Joaquín Bernadó, Santiago López y Antonio José Galán, quien se alzó como triunfador del festejo. Tras de cumplir el compromiso, Joaquín Bernadó pidió a la empresa, para sí otra corrida de ese hierro, para matarla en solitario, en ese mismo calendario.

Pedro Balañá y el torero catalán llegaron a un acuerdo para una fecha en ese mismo 1971. Así lo cuenta José Luis Cantos Torres:

La encerrona... fue un reto personal que se impuso a sí mismo... pero por incumplimiento de la empresa Balañá, no cuajó... su postura fue contundente, no volver a torear en Barcelona hasta que la empresa cumpliera con lo ofrecido...

Por otra parte, Joaquín Bernadó le contó a su biógrafo Juan González Soto lo siguiente:

...por la corrida de toros de Miura vino eso... me dijo que sí, y luego no me lo cumplió. Y yo ya lo había anunciado a la prensa que iba a matar los seis suyos y el que quedó mal fui yo... La función fue la siguiente: me prometió una fecha de la que luego se desdijo. Y esa fecha la ocupó Luis Miguel Dominguín. En aquel momento Pedro Balañá apoderaba a Luis Miguel. ¡Esa era la cosa! Pedro Balañá puso a Luis Miguel Dominguín y me apartó a mí cuando, desde el principio, y tenía esa fecha apalabrada y negociada, prometida y asegurada...

Seguía diciendo Bernadó que ni Pedro Balañá, ni él mismo estaban en condiciones de mantener pleitos con nadie, razón por la cual llegaron a una resolución y se programó el enfrentamiento con los toros de Miura para el domingo 3 de septiembre de 1972, prácticamente un año después de que el torero hubiera matado una corrida de la misma procedencia en esa misma plaza.

Solo ante seis de Miura

Para 1972, apenas media docena de toreros se habían encontrado en solitario con esos toros. Y entre ellos, solamente Gallito había podido cortarles orejas, en esa legendaria corrida de Valencia, enfrentada a reclamo de la afición, que le había visto lidiar el solo a seis del Marqués de Guadalest. En esos días, Joaquín Bernadó sería el séptimo torero en acometer una gesta de esa naturaleza y le tocó una tarde lluviosa, que evitó la concurrencia a los tendidos de muchos aficionados. Cuenta Julio Ichaso, en su breve crónica publicada en La Vanguardia de Barcelona, el martes 5 de ese septiembre:

No estaba la tarde, muy entonada, para la brillantez de los festejos taurinos. Llovió al principio de la función, aunque con mesura, pero del «sirimiri» norteño se pasó a la lluvia continuada, molesta en grado superlativo, para los lidiadores y para el público. La falta de luminosidad no ayudó mucho al espectáculo. Le ovacionaron mucho a Bernadó, después del paseíllo… No se puede echar a barato el plausible gesto de «Quimet» de lidiar seis miuras, seis, él solito. Se puede calificar de una auténtica hombrada artística pues es un hierro al que muchos lidiadores lo marginan, o dicho más claramente, lo dejan de lado para enfrentarse con divisas más suaves, manejables y pastueñas, aparentemente…

Bernadó recordó siempre con gusto que el cronista de La Vanguardia se refiriera a él como Quimet, cariñoso diminutivo del nombre Joaquín, en catalán, pues consideró que esa era la prueba del cariño de la afición de su tierra.

Al final de cuentas Joaquín Bernadó saldó su actuación con vuelta al ruedo, dos orejas, palmas, división de opiniones, pitos y vuelta al ruedo. La mejor parte de su tarde fue como se puede ver, con el segundo, llamado Lanudo y del que, en su día, el ya nombrado Julio Ichaso, narró lo que sigue:

Segundo, con unos puñales prominentes y afilados, pero muy trotoncete. Recibió tres varas y un picotazo. El sobresaliente Jiménez Márquez realizó un gran quite. La res flojeaba de la pata derecha. Faena de corte bernadorista sin omitir unos naturales de clamor; más unos muletazos de calidad por su atracción perfilista. Finiquitó la serie con el obligado de pecho. Ovaciones. Mató muy bien, entrando sin vacilaciones. Le concedieron las dos orejas, con una vuelta clamorosa por el ruedo…

Quizás la pieza que mejor aplaude la hazaña de Joaquín Bernadó es la aparecida en la Hoja del Lunes de Madrid, que lleva una más desarrollada crónica del corresponsal R. Huertas, dictada por teléfono, según reza la nota y de la que extraigo:

…hay que destacar que esta gesta ha sido realizada ante una auténtica corrida de toros y no con un encierro preparado para el éxito de una figura. Las seis reses de la divisa verde y grana han sido como copia de aquellas viejas estampas de La Lidia. Altos como mulos, con la lámina característica de la casa, afiladas y pavorosas defensas, edad, fuerza, faltos de casta y con los defectos de la vacada acusados, ninguno ha sido apto para el lucimiento, si bien los dos primeros toros, de embestida al final un tanto noble, dieran ocasión para que Bernadó nos ofreciera las exquisiteces de su muleta…

Al final del festejo, contra lo que pudiera deducirse hasta aquí, Joaquín Bernadó no fue sacado en hombros de la Monumental. Pero sí pudo dar un par de aclamadas vueltas al ruedo acompañado de su cuadrilla. Y terminó con el vestido negro y plata que sacó en la ocasión, sin una mancha. Sigue diciendo R. Huertas:

Así se fue Joaquín Bernadó. Entre palmas y limpio, igual que inició el paseíllo, salvo las medias, ya que hubo de actuar descalzo a partir de la salida del tercer toro a causa de la lluvia, que desde ese momento se hizo intensa y puso difícil el ruedo…

El intermedio de la corrida

El caballero en plaza Manuel Vidrié actuó entre los toros tercero y cuarto, ante un astado portugués de Ernesto Louro Fernández de Castro. En retrospectiva, eso no resultó del agrado de Bernadó, que contó a González Soto:

En la corrida de los miuras también estuvo el rejoneador Manuel Vidrié. Rejoneó un toro entre el tercero y cuarto míos. Se supone que lo hizo para que yo descansara. Ese tipo de inventos... Yo hubiera preferido que Manuel rejoneara antes de que yo empezara con el primero. Para mí fue peor como se hizo. Lo mejor hubiera sido que yo toreara los seis toros seguidos, sin interrupción...

La difusión de una gesta

Interesante es ver a esta distancia de los hechos, que salvo la breve crónica de La Vanguardia, la información relativa a esta corrida se limitó casi a meras gacetillas, como se puede ver en las páginas de El Ruedo o en el diario Mundo Deportivo, también de la Ciudad Condal, en el que Juan Fontanet le dedicó un brevísimo espacio, pero que alcanzó a reflexionar lo siguiente:

Matar seis toros no constituye nada nuevo, pues lo han hecho otros muchos diestros; pero, en general, sólo los tenidos por largos, en el sentido de completos, de dominadores con repertorio amplio, que incluía el segundo tercio. No puede decirse que Bernadó figura entre ellos. Lo insólito, en el caso del diestro catalán, es haberlo hecho con toros, y toros de verdad, no de mentirijillas procedentes de una vacada en la que la historia y la leyenda se dan la mano, lo que, indudablemente, agranda el gesto. Gesto que debió de ser debidamente estimado, por cuanto la plaza, a pesar del mal tiempo, registró una entrada tan buena que nos hizo pensar que de haberlo hecho bueno pudo muy bien haberse llenado…

Aparte de la importante actuación del espada catalán, las relaciones destacan la lucida tarde del banderillero Herrerita y del sobresaliente Rafael Jiménez Márquez, murciano afincado en Barcelona, quien quizás como premio a su participación en este festejo, recibió en la misma plaza la alternativa el 15 de octubre siguiente. Sería su única actuación como matador de toros, puesto que casi de inmediato trocó el oro por la plata, escalafón en el que se desempeñó hasta bien entrados los años 80.

En conclusión

Joaquín Bernadó ha sido quizás, el torero catalán que más ha dejado escrito para la historia de esta fiesta. Es también, a estos días, el torero español que más ha actuado en México a partir del último tercio del siglo XX. Sin ser un legionario, tuvo el oficio y la clase para enfrentar todo tipo de encierros y encastes, la prueba, en estos hechos que hoy intento contar. Joaquín Bernadó es uno de esos toreros que, al hablar de clase reunida con oficio, hay que mencionar siempre en primer lugar.

domingo, 25 de septiembre de 2022

Hoy hace 56 años: la alternativa de Jesús Solórzano en Barcelona

El anuncio de la alternativa
Diario La Vanguardia de Barcelona
Ya me había ocupado por estas páginas de relatar la llegada a los ruedos y el ascenso de quienes fueron llamados Los tres cachorros por don Jesús Gómez Medina en su tribuna de El Sol del Centro, cuando se presentaron en la plaza de toros San Marcos de Aguascalientes precisamente Jesús Solórzano, Alfonso Ramírez Calesero Chico y Manolo Espinosa Armillita. Esa tarde se produjo en el mes de octubre de 1964, después de que los hijos de Armillita y El Rey del Temple, hicieran una breve gira por Sudamérica para actuar en Lima y en Bogotá.

Para la temporada de 1965, Jesús Solórzano decidió hacer campaña en ruedos hispanos. Comenzó ya en casi en el verano y entre el 29 de junio y el 19 de septiembre se vistió de luces siete tardes – Algeciras, Sanlúcar de Barrameda, La Línea de la Concepción, Ayamonte, Jerez de la Frontera y Valencia – compartiendo carteles con José Luis Teruel El Pepe, Sebastián Palomo Linares, Agapito Sánchez Bejarano y Rafael Astola, entre los nombres que han trascendido a la historia.

Fue un comienzo medido por parte de Jesús, quien el 18 de octubre de 1964 cortó el rabo al novillo Bellotero de Santo Domingo en la Plaza México. Para el año de 1966, tuvo como principales alternantes en ruedos hispanos a Pedrín Benjumea, Gabriel de la Casa, José Rivera Riverita y Ricardo de Fabra, pero sus actuaciones se extendieron ya a plazas de mayor categoría, pues actuó en Zaragoza, Madrid – 2 veces –, San Sebastián, Barcelona, Almería y Cieza. En la Monumental de Barcelona se quedó con 5 de los novillos de Manuel Álvarez Gómez y hermanos, por herida de sus alternantes. Esa noche le cortó las dos orejas al quinto de la sesión. Julio Ichaso escribió a propósito de ese festejo, lo siguiente, en La Vanguardia de la capital catalana:

...en el quinto... alcanzó un gran éxito al son de la música y de las aclamaciones del concurso; esta estupenda faena fue premiada con las dos orejas, con reiterada petición del rabo y dos vueltas al ruedo entre el entusiasmo general de la concurrencia; al sexto y último de la noche lo liquidó con media estocada en su sitio. Le dieron la vuelta al ruedo a hombros y así lo sacaron por la puerta de la Monumental... Buena presentación, seguida de un alentador triunfe. Felicitamos al nuevo en esta plaza y a su padre, el notable matador de. toros, hace años retirado, Chucho Solórzano, por la actuación de su hijo Jesús...

Acerca de su presentación en Madrid, entre otras cosas, don Antonio Díaz – Cañabate escribió:

El novillo acusó su escasa fuerza en la muleta. Tenía voluntad, pero embestía tardo y había que obligarle para que siguiera la muleta, y esto es precisamente lo que hizo Solórzano, hijo de «Chucho» Solórzano, el fino y elegante torero mejicano que recordamos con toda admiración. Su hijo tiene, por lo que le vimos, algo que ahora se manosea y se cotiza mucho: personalidad. Pero no una personalidad basada en detalles adjetivos al toreo, sino personalidad toreando, haciendo el buen toreo...

Pese a que al apodado Cañas por sus pares, no le parecía bien el toreo que llegaba del otro lado del mar, tuvo que reconocer que uno de los activos importantísimos de Jesús Solórzano, era tener una acentuada personalidad.

La alternativa de Jesús

Como había sido muy frecuente, la plaza de Barcelona fue la elegida para que el hijo del Rey del Temple recibiera la alternativa. La historia nos demuestra que las plazas que regentaba don Pedro Balañá Espinós, fueron, o la puerta de entrada o el punto de arranque de las carreras de muchos toreros mexicanos y honrando esa inveterada costumbre, anunció en los carteles de la Feria de la Merced de 1966, precisamente en la tarde que cerraba el ciclo, la alternativa de Jesús Solórzano, quien fue acartelado con Jaime Ostos en calidad de padrino y Fermín Murillo, que estaba en campaña de despedida como testigo, y a caballo, don Álvaro Domecq. Los toros serían de Atanasio Fernández. El diario La Vanguardia, después de relatar la corrida inicial del ciclo, celebrada el domingo 18 de septiembre, donde Antonio Bienvenida se despidió de la afición barcelonesa, actuando junto a Miguel Mateo Miguelín y Manuel Cano El Pireo frente a toros de don Alipio Pérez Tabernero, anunció lo siguiente:

La segunda función tendrá efecto mañana jueves, con ganado de don Antonio Garde para los diestros Paco Camino, «El Cordobés» y «Paquirri». La tercera consistirá en otra corrida, el sábado, día de la Merced, con reses de don José Benítez Cubero. Intervendrán los matadores Diego Puerta, «Mondeño» y José Fuentes, y en la cuarta, y última, actuará el rejoneador don Álvaro Domecq y, en la lidia ordinaria los espadas Jaime Ostos, Fermín Murillo y el mejicano Jesús Solórzano, que tomará la alternativa con toros de la vacada de don Atanasio Fernández. Todas las funciones comenzarán a las cinco y media de la tarde…

El toro de su alternativa se llamó Rayito, de acuerdo con las crónicas periodísticas de la época. La narración de Eduardo Palacio Valdés, en La Vanguardia, entre otras cuestiones relata:

El diestro azteca veroniqueó guapamente el toro que rompió plaza, negro, listón, con 503 kilogramos en los lomos y de nombre «Rayito». Consistió su quite en unas «chicuelinas», también ovacionadas, y empuñando los rehiletes, dejó un buen par, de frente, luego un solo palo y finalmente un gran par arrancando desde el estribo. Y cuando eran las cinco y cuarenta de la tarde, el bravo ecijano Jaime Ostos lo armó matador de toros, en presencia del baturro Fermín Murillo. La faena de muleta, amenizada por la música, así se desarrolló: Tres pases de tanteo, cuatro naturales, un molinete de rodillas, seis naturales, una arrucina, siete naturales y un molinete de rodillas. Dos pinchazos, una buena estocada y un descabello al tercer viaje, le proporcionaron una ovación, que agradeció desde los medios, En el sexto veroniqueó bien, y a petición del público tomó los garapullos, de los que clavó dos pares y medio, obligándosele a saludar. A la concurrencia ofrendó este franeril trabajo: Cuatro pases por bajo, cinco naturales, uno de pecho, tres naturales y un molinete. Arreó una estocada entera y algo torcida, y se le despidió con aplausos...

De acuerdo con lo que escribió en su día Palacio Valdés, se puede deducir que aún, sin obtención de trofeos, Jesús Solórzano tuvo una actuación destacada en esa tarde histórica para él, sobre todo, si se tiene en cuenta que el encierro no fue precisamente de dulce, según lo describe Rafael Manzano, corresponsal de el semanario madrileño El Ruedo:

Se celebró la cuarta y última corrida de la fiesta de la Merced. Don Atanasio Fernández envió del campo charro un encierro gordo, cornalón, muy dentro de la línea de los toros de la antigua usanza. No han tenido fuerzas con los caballos – ninguno derribó –, pero todos tomaron más de las varas reglamentarias y llegaron muy duros a la muerte...

Esa impresión la ratifica en su columna feriante Barrera de sombra, del diario La Vanguardia del 27 de septiembre siguiente, Julio Ichaso hace la siguiente apreciación de color:

Cable a Méjico, Distrito Federal: «Chucho Solórzano» (padre de Jesús Solórzano). Texto: «Al tomar mi alternativa de matador de toros, te mando un fuerte abrazo. Jesús». Un toro (el primero) por el pitón izquierdo: un angelito; por el derecho: un auténtico barrabás... La tenaz onda mortífera de los capotes, no le ayudó a doblar...»

De vuelta en México

El 19 de febrero del siguiente 1967, confirmaría su alternativa en la Plaza México, ante el toro Zapatero de Santo Domingo, apadrinándole Manuel Capetillo y siendo testigo Antonio Chenel Antoñete, en un festejo en el que los toros potosinos se encargaron de echar a perder la tarde, sobresaliendo únicamente las buenas maneras del confirmante, que esa ocasión vistió el casi mandatorio vestido blanco con bordados en oro.

Hace 56 años, en resumen

Jesús Solórzano y Alfonso Ramírez Calesero Chico fueron los únicos novilleros mexicanos que actuaron en ruedos hispanos. Por los matadores de toros, estuvieron Jesús Córdoba (13 corridas, 2 orejas), Jesús Delgadillo El Estudiante (9 corridas, 14 orejas), Raúl García (5 corridas, 1 oreja), Raúl Contreras Finito (4 corridas, 1 oreja y 1 cornada) y Fernando de la Peña (3 festejos).

Así fueron las cosas hace 56 años, cuando todavía había toros por La Merced en Barcelona.

domingo, 12 de junio de 2022

7 de junio de 1942. Domingo Dominguín recibe la alternativa en Barcelona

Domingo y Pepe Dominguín, Morenito de Valencia
Las Ventas, Madrid, 5 de septiembre de 1940
Foto: Archivo Martín Santos Yubero - Comunidad de Madrid

Domingo González Mateos, natural de Quismondo, hoy en Castilla – La Mancha, había recibido la alternativa de matador de toros el 26 de septiembre de 1918 en Madrid, de manos nada menos que de Gallito, en una tarde en la que fue también investido Manuel Varé Varelito, de triste fortuna en los ruedos. Dominguín tendría relativo éxito con la muleta y la espada en sus manos, pero no era hombre de estarse quieto, así que pronto empezó a entreverar con sus actuaciones en los ruedos, la realización de negocios taurinos. Menos de una década después de esa ceremonia de alternativa, ya había descubierto a un torero de Triana que será per sécula, un referente en cuestiones de arte: Cagancho y poco tiempo después a otro, este, casi paisano suyo, toledano, de Borox: Domingo Ortega, uno de los epítomes del poderío con los toros.

Los tres hijos varones de Dominguín fueron toreros, y se hicieron cuando España estaba inmersa en una cruel Guerra Civil. En 1936 se los trajo a México, pero ante la imposibilidad de que pudieran actuar, regresó con ellos a Portugal para que se formaran como toreros, sin embargo, es en estas tierras donde se prueban por primera vez, según lo cuenta Pepe Dominguín en su libro Mi Gente:

En la hacienda de don Wiliulfo González, dueño de las ganaderías de Piedras Negras y La Laguna, toreamos unas vacas en un tentadero. Los resultados fueron buenos y mi padre pensó en lanzarnos a torear en público, pero otra vez el odioso pleito entre toreros españoles y mexicanos lo hizo imposible, por más gestiones que a altos niveles se hicieron, viendo así desparecer otra posibilidad de ganar algún dinero para casa… Imposibilitados para nuestro quehacer, pensó mi padre en el regreso a España. Habían transcurrido nueve meses desde nuestra llegada y el panorama no estaba ni medianamente claro…Después de unos meses de permanencia en una casa situada a un lado de la playa de San Pedro en Estoril… nos mudamos a la capital, a Lisboa… Un día, terminadas las clases, nos reunió a Domingo (dieciséis años), Luis Miguel (diez años) y a mí (catorce años) en su despacho y seriamente nos trasladó la proposición que le habían hecho. Él sabía que aquel primer paso de torear en público, podía significar el comienzo de una vida profesional que hasta entonces en nosotros no había pasado de ser una diversión sin más trascendencia… Casi al unísono, juntándose sus últimas palabras con las primeras nuestras, dijimos: ‘¡Adelante! ¡Queremos torear! ¡Yo sí! ¡Yo también! ¡Y yo! ...

Tres años después estaría Dominguín moviendo los hilos con sus conocidos para obtener un crédito que le permitiera que los dos mayores, Domingo y Pepe, pudieran iniciar sus carreras en forma en los ruedos españoles. Se asegura que fue el subdirector del Banco de España, Ramón Artigas, el que le prestó al de Quismondo la cantidad de 3,000 pesetas para que avituallara a sus hijos decididos a ser toreros. Así, los presenta en Linares, en junio de 1939 y harán lo propio en Madrid el 1º de septiembre del año siguiente. 

Ese debut madrileño de Domingo y de Pepe Dominguín no fue triunfal. La prensa y la afición esperaban una presentación digamos, mejor cuidada y ante la poca presencia y fuerza de los novillos que lidiaron junto a Mariano Rodríguez Exquisito, fueron juzgados con inusual dureza. Tuvieron que repetir el jueves siguiente, ante un encierro de Miura – una corrida de toros – ante la que pudieron, al fin, demostrar su valía, según cuenta Manuel Sánchez del Arco Giraldillo en el ABC madrileño del día siguiente del festejo:

Fue un gesto. Un gesto de pundonor como se registran pocos... Los que desean que los chiquillos de Dominguín tropiecen, quedaron servidos en la intención, pero burlados en el resultado... la plaza se llenó... y Domingo y Pepe triunfaron... Ellos, que pudieron buscar otro ganado, se complacieron en torear Miuras... No hubo ocasión para cortar oreja... pero al aficionado imparcial, al que los mide en sus justas proporciones, agradaron... Toreros, toreros buenos con amor propio que todo lo intentan, que tienen extensión y en la extensión, detalles buenos...

Con ese bagaje comenzó Domingo, junto con su hermano Pepe, a recorrer las plazas de España, Francia y Portugal y las del Sur del continente americano, porque México estaba fuera de toda cuestión en esos días.

El inusual reencuentro de tres figuras

Tras de cerca de dos años de torear novilladas, el hijo mayor de Dominguín fue anunciado para recibir la alternativa en Barcelona, el domingo 7 de junio de 1942. Le apadrinaría Cagancho en la presencia de Morenito de Talavera. Los toros serían gamerocívicos de Domingo Ortega. La remembranza acerca del reencuentro con éste último y Cagancho era inevitable, y Eduardo Palacio, el cronista titular de La Vanguardia de Barcelona, abre su crónica titulada Danza de tres nombres con una disertación en ese sentido:

La base de este trenzado es el nombre del ex diestro de Quismondo Domingo González «Dominguín». Arribó de chaval a la capital de España, donde ejerció un modesto oficio, hasta que su voluntad férrea y su clarísimo talento natural decidieron de consuno poner punto a la situación aquella, con la siguiente resolución: «Yo seré torero» … Se doctoró como matador el 26 de septiembre de 1918, en Madrid. Llevaban «Gallito» v Belmonte seis y cinco años de alternativa, respectivamente. Toreó con ellos, ganó dinero y se retiró... Hombre de gran talento, repito, se dedicó a negocios taurinos en gran escala. Adivinó en Cagancho una primera figura, le firmó un contrato de exclusiva, le cuidó, le mimó y contribuyó poderosamente a que destacase en la forma que destacó... Tres años más tarde mataba seis toros en Aranjuez el gran Marcial, y por puro compromiso sacó de sobresaliente de espada a un labrador de Borox que se llamaba Domingo López Ortega Marcial le dejó alternar en quites en los dos últimos toros. Dominguín vio en aquel labrador un «grullo», como había sido él al llegar a Madrid. Le buscó y hablaron. Aquel año trajo a López Ortega a Barcelona, donde se reveló como lo que es: un enorme torero. Se firmó una exclusiva se borró el López y quedó Domingo Ortega, a secas… Todo lo apuntado justifica que la casa de «Dominguín» en Madrid, calle de Atocha, 30, fuese una verdadera agencia taurina., por la que correteaban sus tres hijitos: «Domingo, le decían algunos amigos, tus hijos serán toreros». «Antes los mato», respondía... El cartel de la Monumental rezaba, así: Seis toros de Domingo Ortega, para Cagancho, Morenito de Talavera y Domingo González, «Dominguín» que tomará la alternativa. Esas líneas fueron las culpables de que bailasen en mi imaginación tres nombres a lo largo de la corrida, que voy a reseñar...

En estas páginas virtuales he sostenido que la historia camina en círculos. En estos hechos que intento contar, podemos encontrar un ejemplo de ello. Tras de diversas vicisitudes y el transcurso del tiempo, los Dominguín, Cagancho y Domingo Ortega volvían a encontrarse en una plaza de toros. En esos días, todos bajo la vigilante mirada de el Dominguín mayor, que entonces ya era el principal y más sagaz hombre de negocios taurinos en el planeta descrito por Díaz – Cañabate.

El anuncio de la corrida
Mundo Deportivo, Barcelona, 5 de septiembre 1940

La alternativa

Los hijos de Dominguín aprendieron bien el oficio de ser toreros, y también, el tiempo lo diría más adelante, el de atender con eficiencia, asuntos taurinos. Pero ese domingo de hace 80 años, se trataba de investir como matador de toros a Domingo hijo, quien tuvo una actuación decorosa, según nos sigue contando Eduardo Palacio:

Negro, con el número 28 en los lomos y por nombre «Discípulo» era el toro que rompió plaza. Con él había de licenciarse un casi licenciado en Derecho. de 21 años de edad, llamado Domingo González, «Dominguín». Vestía de blanco y oro. Mozo espigado, sereno y sabiendo andar entre los toros con esa difícil facilidad característica de cuanto se realiza con naturalidad. El muchacho veroniqueó con estilo y guapeza, escuchando, como en los quites, grandes aplausos. Cagancho cede los trastos al hijo de sin más fiel mentor, y lo abraza. El muchacho busca con ojos febriles otros ojos que se descubren pronto, porque en ellos titilan unas lágrimas, y brinda el toro de su alternativa. El chiquillo sube para ello al estribo de la barrera, y por sobre ella asoma una cabeza que besa con la máxima ternura al inminente matador de toros. El «grullo» de antaño, que pudo educar a sus hijos señoritos a fuerza de exponer la vida, ve acongojado, emprender al primogénito aquellos peligros que tan bien conoce. Toda esta meditación mía dura un instante. El nuevo «Dominguín» se arrodilla ante el toro de la alternativa, y lo saluda con dos pases escalofriantes. Sigue la faena en pie, valiente, seguro de sí y de que conoce la profesión, y esmalta gallardamente una labor inteligente. Junta «Discípulo» las manos, y el espada, señala, un superior pinchazo que agarra hueso y cobra enseguida, arrancando también sobre corto y por derecho una gran estocada. Estalla una ovación y el ya matador de toros da la vuelta al ruedo y sale a los medios a saludar…

Al final de la tarde, Cagancho había resultado el triunfador del festejo al cortarle el rabo a Campesino, segundo de la corrida y por su parte, Morenito de Talavera dio un par de celebradas vueltas al ruedo. Esos fueron los hechos en los cuales, Domingo Dominguín iniciaba su andar por los ruedos como matador de toros.

El devenir de Domingo Dominguín

Castigado por los toros, pronto empezó a buscar otras actividades, dentro y fuera del ambiente de los toros que colmaran sus ambiciones. Con la orientación de su padre, fue adentrándose en el mundo de los despachos y también fue buscando opciones intelectuales para realizarse. Así, se afilió al entonces ilegal Partido Comunista de España y trabó amistad con Jorge Semprún, Javier Pradera, Juan Antonio Bardem y otros proscritos, con los que hacía actividades políticas, pero también los llevaba a los toros. Así, se cuenta que, en la última etapa del franquismo, varios exiliados en Francia, veían los toros de San Isidro en el tendido de los sastres instalado tras de la puerta de caballos de Las Ventas, por obra y gracia de Domingo, quien además era el más eficaz salvoconducto para que ellos pudieran entrar y salir de España sin ser incomodados, porque aparte, era, familiarmente, amigo del entonces Jefe del Estado.

La vida de Domingo González Lucas a partir de la tarde del 16 de septiembre de 1948, en Mora de Toledo – don Carlos Abella lo sitúa en Lorca, pero la prensa de la época lo fija en la nombrada Mora – sería una para ser contada en un gran libro biográfico o en una interesantísima novela histórica. Apoderó figuras del toreo – Rafael Ortega, su hermano Luis Miguel o su cuñado Antonio Ordóñez –, también fue empresario de plazas de toros – es autor de los ciclos de La Oportunidad en Carabanchel – y hasta productor cinematográfico, pues con el nombrado Bardem y otros más, fue causante directo de la realización de Viridiana, una de las grandes cintas de Luis Buñuel.

Como empresario fue audaz, tanto, que es uno de los autores intelectuales de ese par de festejos que se dieron en Belgrado el 2 y el 3 de octubre de 1971, en el marco de la vuelta a los ruedos de su hermano Luis Miguel. Una experiencia en la que no se ganó dinero, pero se abonó a la universalidad de la fiesta de los toros.

La vida de Domingo fue azarosa, sin duda y él mismo le puso – según la versión oficial – punto y final en Guayaquil, Ecuador, el 13 de octubre de 1975.

domingo, 9 de agosto de 2020

9 de agosto de 1981: Presentación de Cruz Flores en ruedos españoles

Anuncio de la presentación de
Cruz Flores
La Vanguardia de Barcelona
Cruz Flores
fue hijo de Saulo Flores El Chapo, un personaje que tuvo nexos con la fiesta desde su juventud. Por algún tiempo le sirvió las espadas a Manuel Capetillo, y más tarde fue parte de los ayudas de Manolo Martínez y se afirma que fue él quien le aplicó un torniquete aquél 3 de marzo de 1974, cuando Borrachón de San Mateo comprometió seriamente la vida del torero regiomontano. Pasado el tiempo, Saulo Flores se integró al equipo de la empresa Alfaga cuando gestionaba el coso de Insurgentes y era representada por Curro Leal y al concluir éste sus labores allí, pasó a ser colaborador del ganadero Pepe Chafik.

Poco antes de cumplir 19 años de edad, Cruz Flores se presentó como novillero en la Plaza México. Fue el domingo 14 de septiembre de 1975 y alternó con Gustavo Garza y Alfredo Gómez El Brillante en la lidia de novillos de De Santiago, siendo el primero que enfrentó nombrado Campanero por su criador.

Recibió la alternativa el 13 de junio de 1976 en San Juan del Río, Querétaro, apadrinado por Manolo Martínez y con el testimonio de Eloy Cavazos, lidiándose un encierro de San Martín. Esa alternativa la tuvo que confirmar en dos ocasiones, debido a un prurito tradicionalista que logró que se ignorara la reglamentación taurina vigente en la Ciudad de México y así, la primera ocasión lo hizo en el Palacio de los Deportes, el 14 de septiembre del año de la alternativa, cediéndole los trastos Curro Rivera delante de Roberto Domínguez para matar al toro Milagroso de San Miguel de Mimiahuápam y la segunda y definitiva – para la paz espiritual de los que se dicen tradicionalistas – fue en la Plaza México el 5 de marzo de 1978, siendo su padrino Manolo Martínez y el testigo Curro Rivera y el toro de la ceremonia Sultán de La Laguna.

Entre la fecha de su alternativa y la efemérides que me ocupa en este día, Cruz Flores toreó con relativa frecuencia, pues sumó 186 corridas, teniendo las cifras más altas los años de 1977, con 51 festejos y 1979, con 47. En el año de 1981, sumó 10 corridas únicamente en plazas mexicanas.

La presentación en Barcelona

Es ya un argumento manido en esta bitácora, pero es una abrumadora realidad; Barcelona fue tradicionalmente el puerto de entrada para los toreros mexicanos que iniciaban una campaña española. Y tampoco es de desdeñarse que 19 de nuestros connacionales se hayan hecho matadores de toros en alguna de sus plazas. Así pues, resultaba de una cierta lógica que para intentar hacer una campaña en ruedos hispanos, Cruz Flores empezara por la capital catalana.

Pedro Balañá le anunció precisamente para el domingo 9 de agosto de 1981, inicialmente los toros serían de Javier Pérez Tabernero Montalvo para los de a pie, y uno del Marqués de Domecq para rejones y los lidiarían el caballero en plaza Álvaro Domecq, el linarense José Fuentes, el granadino Andrés Moreno y Cruz Flores. La publicidad de la corrida advertía que el rejoneador actuaría en cuarto lugar. Al final se lidiaron solamente cuatro toros de Pérez Tabernero, uno de ellos para rejones y tres de Lamamié de Clairac (1º, 2º y 7º).

La actuación de Cruz Flores estuvo cercana a ser redonda. Cortó una oreja al segundo de su lote y dio vuelta tras petición en su primero. La crónica de Rafael Manzano, titulada Cruz Flores: El oro por el toro aparecida en la Hoja del Lunes de Barcelona, del día siguiente del festejo, entre otras cosas dice:
...Languidecía la corrida de ayer; tanto los toros de Lamamié de Clairac como los de Pérez Tabernero, quedados y sosotes, no se prestaban al lucimiento. Y el bostezo se extendía bajo la tarde caliginosa de agosto. 
Pero salió el sexto de lidia ordinaria, un bicho de Lamamié de Clairac con una cierta embestida, arrancándose desde lejos. El diestro mejicano Cruz Flores, que hacía su presentación, vio allí su oportunidad. Estuvo valiente y decidido. Faltaba la rúbrica de la espada. Y el torero, pese a que el bicho tenía la cabeza muy levantada, entró a herir en el siempre peligroso terreno de los toriles. Le puso corazón a la suerte suprema, aunque en el envite, la res le arrancase con sus finas agujas la bocamanga de la casaquilla. O el oro o el toro; y Cruz Flores prefirió perder el oro del bordado para ver rodar el toro a sus pies después de una larga y estética agonía... 
Cruz Flores 
Se presentaba en nuestra plaza – y creo que en España – un diestro mejicano. Y que había tomado la alternativa el 13 de junio, en San Juan del Río (Méjico) de manos de Manolo Martínez. Es muy poco una corrida para establecer un juicio sobre el diestro. Ayer fue sin duda el triunfador de la tarde. A su primero lo saludó con unas verónicas algo rudas. En la muleta estuvo muy bien con una res sin fuerzas, especialmente en dos tandas de naturales corriendo muy bien la mano y evidenciando fino juego de muñeca. Mató rápido de una entera pasada y tendida. Petición de oreja y vuelta. 
Se superó en el sexto, un bicho de Lamamié de Clairac, que fue, sin duda, el mejor del encierro. Lo lanceó con arte a la verónica. El tercio de banderillas fue un desastre. 
Brinda Flores al abogado de Balañá, señor Tejero. Y montó el azteca una faena excelente sobre ambas manos, evidenciando su excelente juego de muñeca rematando con limpidez los pases, sobre todo los naturales y el de pecho. A la hora de herir, con rabia de trofeo en su presentación, se arrancó en terrenos de toriles. El bicho levantó la cabeza dejando en el asta el oro de la bocamanga de su casaquilla. Herido certeramente, la res tuvo una muerte espectacular, derrumbándose a los pies del maestro. Hubo ovación, oreja y vuelta al ruedo a hombros de los «capitalistas»...
Por su parte Julio Ichaso, el veterano cronista de La Vanguardia, quizás en una de las últimas crónicas que escribió para el diario, pues falleció al mes siguiente, manifestó esto:
Tarde oscura 
...El cielo estaba tachonado de nubes, amplias y, aparentemente, cargadas de agua. El viento las movía con graciosos vaivenes. Pero todo este aparato quedó en un goteo sin importancia, afortunadamente... 
Cruz Flores 
Este espada mejicano hace su presentación, con esta función, en España. 
Tercero, número 7, «Hormiguero», de Pérez Tabernero, al que lo lanceó muy bien. Recibió la primera puya con empuje y, la segunda, y última, zarandeando al jaco. Comenzaron a caer unas gotitas de agua, que no siguieron. Brindó a la concurrencia iniciando la faena con pases por bajo, para seguir con derechazos y, el pectoral final con mucho valor y dominio. Más pases, en varias tandas, y más olés y música. No faltaron los naturales ni por supuesto, las palmas. Logró una gran estocada, echándose encima de la cuna, que fue felizmente mortal. Hubo una petición grande e insistente de la oreja, que no fue otorgada, con vuelta triunfal por e! ruedo, entre aplausos.
Séptimo, número 112, «Algarrobito», de Clairac. Fue un gran astado, que dio mucho juego al que lo veroniqueó con mucha clase y le ovacionaron. Los banderilleros anduvieron aperreados. Brindó Cruz al señor Tejero, de la Empresa Balañá. Los mejores fueron los naturales, con los finales de pecho. Mató con decisión y le atropelló el bicho en el encuentro, pero quedó fulminado espectacularmente. Le concedieron una merecida oreja, con paseo por el ruedo a hombros de los «capitalistas»...
La tarde como decía, casi le resultó redonda. Le valió para torear allí mismo, en la Monumental, otras dos tardes, la del 6 de septiembre, alternando con Dámaso Gómez, en lo que fue su última actuación en esa plaza y Francisco Ruiz Miguel, que cortó una oreja a cada uno de sus toros, en la lidia de toros de Antonio Pérez de San Fernando y Terrubias (5º). La actuación del torero mexicano fue discreta. Regresó el 30 de septiembre en un cartel bien rematado, con Palomo Linares quien tuvo una mala tarde, Emilio Muñoz, quien cortó cuatro orejas y un rabo, saldando Cruz Flores su actuación con un par de salidas al tercio. Los toros fueron de Baltasar Ibán y Bernardino Piriz (3º). Los escalafones publicados por la prensa española al final de la temporada le consignan una cuarta actuación en aquellos ruedos, misma que no pude localizar.

La hora dorada de Cruz Flores

Pero el momento dorado de la carrera de Cruz Flores se produjo el 5 de febrero de 1979, cuando alternando con Manolo Martínez y Eloy Cavazos y con la presencia en el cartel del rejoneador Álvaro Domecq, realizó al toro Simpatías de la ganadería de Reyes Huerta, una faena de indulto. Luis Soleares, pseudónimo usado inicialmente por don Carlos Loret de Mola Médiz y posteriormente por su hijo Rafael, en crónica para la agencia AEE, publicada en el diario El Informador de Guadalajara del día siguiente del festejo, escribió entre otras cosas, esto:
Don Reyes Huerta: le brindo mi faena a su torito... no la muerte, porque al rato se lo devuelvo para la cría... 
Así brinda Cruz Flores (coral y oro) ante el palco del ganadero y luego entra a la historia de la Plaza México y quizá a la gloria inigualable de ser figura del toreo. Antes, el muchacho ha veroniqueado con mando y temple, marcando los 3 tiempos a «Simpatías», de 450 kilos, marcado con el número trece. Lo lleva a la pica con mandiles sobrios. Hay ovación a su toreo de capa. Embiste bien el morito y lo castigan adecuadamente. Ni un milímetro más, Llega a la muleta como un galgo. 
Lo cita Cruz en el tercio de matadores y lo dobla sin castigar pero con finura. Va él solo a los medios, y de largo lo cita. Viene como locomotora, y lo hace entrar a la muleta con un derechazo de filigrana y carácter, seguido de seis más, y broche de pecho rodilla en tierra. 
Se entrega el frío público. Siguen nueve lentos, cadenciosos, interminables derechazos, cambio y pase de pecho con la izquierda. En el mismo terreno, en los medios, y sin enmendar entre pase y pase y entre serie y serie, Flores se supera con la gracia de tres derechazos muy despatarrado, en círculo completo, un primoroso de la firma, cambio por la espalda y molinete invertido con la izquierda. Puros cuadros al óleo. La gente ruge. Comienzan a flamear pañuelos. 
A continuación, exactamente en el centro del anillo, seis naturales de prodigio, uno con los pies juntos, y los demás con el compás abierto, adelantada la pierna contraria y la mano baja, limosnera, corriendo con lentitud. Pase de pecho interminable.  
Cita de frente por detrás, con la muleta en la derecha y corre la mano a la inversa para concluir en un larguísimo pase de pecho. Otros cinco derechazos de vuelta entera. Cuatro preciosos naturales. Una serie variada: molinete, péndulo, tres derechazos de pontifical y pase de pecho rodilla en tierra. La petición de indulto se generaliza, y el matador todavía sigue toreando como si fuera para él mismo y solo. Concede el juez el indulto, y hay más naturales y varios pases de pecho, el último de los cuales conduce a «Simpatías» a los chiqueros, a la dehesa y a la paternidad responsable. 
Un acto absurdo: solo le conceden dos orejas simbólicas. Le niegan el rabo. Protesta la gente. El joven triunfador deja los apéndices en la arena y da dos vueltas al ruedo en marcha victoriosa, más una salida a los medios. Comparte honores con el representante de la ganadería...
Cruz Flores también conocería las simas de la fiesta en la propia Plaza México, fue uno de los protagonistas de las corridas de la ignominia, específicamente la celebrada el 29 de abril de 1990 y de las que ya me he ocupado en este espacio y todavía volvería una vez más a su redondel, pero sin recuperar ya el sitio que algún día tuvo.

Cruz Flores falleció en la Ciudad de México el 9 de diciembre de 2004, después de una enfermedad complicada.

miércoles, 29 de julio de 2020

En el centenario de Carlos Arruza (X)

29 de julio de 1951: Triunfo de Arruza en la despedida de Chicuelo

Chicuelo, Arruza y Manolo González
Barcelona, 29 de julio 1951
Foto: Mateo
Manuel Jiménez Chicuelo fue el primer torero que tuvo la intuición necesaria para ejecutar completa la sinfonía del toreo de la que Gallito, Gaona y Belmonte habían dejado compuestos por separado los movimientos que representan lo que hoy concebimos como el toreo moderno. Y no lo hizo con un signo meramente imitativo, sino que le dio su propio acento y su propia signatura, lo que le convirtió indudablemente en uno de los constructores del edificio que es la tauromaquia contemporánea.

Chicuelo, nacido en 1902, recibió la alternativa en septiembre de 1919 de manos de Juan Belmonte en la plaza de Sevilla. Él a su vez alternativó a 29 toreros, de los que quizás el más señalado sea Manolete, a quien se dice entregó el testigo de la evolución del toreo. Esto último es un buen recurso literario, más no un acto consciente, sin embargo, quienes han escrito sobre esta arista de la historia del toreo, así lo consideran.

Para el 29 de julio de 1951, Pedro Balañá – el viejo – anunció una corrida salmantina de Alipio Pérez Tabernero Sanchón para el ya nombrado Manuel Jiménez, Carlos Arruza y Manolo González. El anuncio de la corrida señalaba que era la despedida del diestro sevillano de la afición barcelonesa y la reaparición de Arruza tras de cuatro años de ausencia, causada esta por la ruptura de las relaciones entre las torerías de México y España.

Ese 1951 Chicuelo toreó solamente tres corridas. Abrió el año allí en Barcelona, luego, el 26 de agosto actuaría en El Puerto de Santa María con José María Martorell y Litri en la lidia de toros de Juan Pedro Domecq y cerraría su brillante trayectoria en Utrera el 1º de noviembre cuando ante toros de Concha y Sierra se acarteló con Juan Doblado y Juan de Dios Pareja Obregón a quienes dio la alternativa, para poner el punto y final a una carrera que sin duda es crucial para la fiesta de los toros.

Aunque después en una entrevista que le realizó Fausto Botello en 1967, publicada en el ejemplar del semanario El Ruedo correspondiente al 2 de febrero de ese año, el maestro diría que él jamás se despidió, que Balañá anunció la corrida con esa finalidad en su propio beneficio… 

La gran tarde de Chicuelo

Lo que realizó el diestro de la Alameda de Hércules puede observarse desde distintas ópticas, como la de A. de Castro, cronista del diario Mundo Deportivo de la Ciudad Condal, quien al día siguiente del festejo publicó lo que sigue:
...La vieja gloria – léase Manuel Jiménez «Chicuelo» – no se dejó pisar los talones por las glorias de hoy y tal fue su labor que faltó un tris para que se llevara la oreja de su primer toro, y si no la obtuvo fue por culpa del puntillero que levantó al toro con el cachete cuando ya «Chicuelo»  había cumplido brillantemente su labor. Hubo sin embargo de dar la vuelta al ruedo y salir a los medios. Del cuarto toro se llevó en la espuerta las dos orejas y su éxito fue de los que dejan «mascar» una repetición inmediata...
Pero también puede analizarse su actuación a la luz de lo que su paso por el ruedo de la Monumental representó para la historia del toreo y es así como lo trata Eduardo Palacio en su tribuna de La Vanguardia, quien entre otras cosas, reflexiona lo siguiente:
Diré sólo que en Barcelona toreó su última corrida el 29 de agosto de 1948, tarde en que se presento Manolo González, que salió al coso herido en la cabeza, como ocurrió el domingo, que hubo de salir destocado pues venía de ser pisoteado en la feria valenciana por un toro, que le hirió en la frente. Bien, pues «Chicuelo», que el aludido domingo pasado reapareció en la Monumental, donde se apretujaba la gente y, gracias a Dios, se dejaba sentir, ¡al fin!, un fuerte calor, fue ovacionado en el paseo, se le obligo a salir a los medios, y después sacó a éstos a sus dos compañeros de terna, que eran nada menos que Carlos Arruza y Manolo González. Vestía el reaparecido de perla y oro, y traía de peón de confianza al que siempre lo fue suyo; al fiel amigo, al auxiliar incondicional, Benito Martin, «Rubichi», persona conocedora como nadie de las alegrías y dolores del «maestro», quien le quiere tanto y tan predilectamente, que lo hizo padrino de pila de una de sus hijitas. No es de extrañar que «Rubichi» cuando el público aclamaba el domingo a «Chicuelo» y se le otorgaban las dos orejas del cuarto toro de la tarde, fingiese reír o por lo menos sonreír, y en vez de ello sollozase y de sus ojos desprendiéranse lágrimas, que enjugaba en su capote de brega, como el peón que siente escozor al recibir en un parpado las arenas que los toros levantan con sus remos y bufidos al corretear por los cosos. Total, que la corrida, fue un éxito, un gran éxito para los tres espadas y una delicia para los veintitantos mil espectadores que la presenciaron, entre los que había no pocos sevillanos venidos expresamente «a vé a Manué». ¿Y sabéis quien vino también de allí? Lo explicaré. Me saludo un señor, cuya cara me era conocida y ocupaba la quinta localidad a mi derecha; yo le respondí con el mismo afecto que él había puesto en el ademán y hacíame señas cuando toreaba «Chicuelo» y se tropezaban nuestras miradas, siguiendo yo sin reconocerle. Pregunté a un peón y me dijo: «Es don José Zarco, de Sevilla también». «Bien — repliqué —, ¿pero qué es?». «Pues un señor millonario que fue torero, lo dejó, se metió en negocios y ha hecho un fortunón». Entonces caí en que era José Zarco Carrillo, novillero puntero que mataba de manera extraordinaria y que se doctoró en Madrid en 1921 de manos de «Ale», para, al poco tiempo retirarse de la circulación taurina, lo que ahora juzgo muy bien hecho...
Ese cuarto toro al que Chicuelo le cortó las orejas se llamó Canastillo, número 31 y por su parte, Antonio Santainés pone esa faena al nivel de una de un toro Rebujina de Villamarta el 5 de mayo de 1932 y a su vez Don Quijote, al narrar esa faena, la reúne con otras realizadas allí como la de un toro de Pérez de la Concha en 1920, la de Vividor de Contreras en 1921, uno de Cruz del Castillo en Las Arenas también ese año, la de Sulimán de Vicente Martínez en 1923, uno de Albaserrada en el 26, otro de Contreras en el beneficio de Conejito en el 27... Y Santainés reitera que esa del Rebujina de Villamarta era la última gran obra de Chicuelo antes de esta tarde del 51...

El triunfo de Carlos Arruza

Con el recorrido realizado hasta este punto por la trayectoria de Carlos Arruza nos queda ya claro que Barcelona era una especie de plaza talismán para el Ciclón Mexicano. Es quizás, la plaza española en la que más toreó y también en la que muchos triunfos resonantes obtuvo. No creo incurrir en error si señalo también que era una plaza en la que era también muy querido.

Esa tarde del último domingo de julio de 1951, Carlos Arruza volvió a triunfar en la Monumental barcelonesa. Y lo hizo sin perder un ápice del toreo entregado y emotivo que fue su divisa desde su primera actuación allí. Eduardo Palacio, en la crónica ya citada, nos cuenta:
...Desde que Arruza ha echado a torear esta temporada lleva cinco corridas de actuación y en cuatro ha sido orejeado. Ello parece, lógico y natural viendo lo artista que está y el valor que le acompaña. El domingo recibió su primer toro con cuatro faroles de rodillas, y en pie tres verónicas majestuosas, seguidas de un quite, centelleante, iniciación de un tercio de maravilla que amenizó la música, pues González dibujó en el suyo seis lances con el capote a la espalda que fueron un verdadero primor, «Chicuelo» por «chicuelinas», y tornó Arruza a hacer otro con el capotillo a la espalda. No habían cesado las ovaciones, cuando Arruza cosechaba otras tres en sendos pares de rehiletes, y ya sonaba de nuevo la música amenizando la siguiente faena... Señaló un pinchazo sin soltar el arma y arreó un volapié entero en el propio hoyo de las agujas. Concediéronsele las dos orejas del cornúpeta y dio la vuelta al ruedo y salió a ¡os, medios entre una ovación unánime y calurosa. Al quinto toro de la fiesta clavóle dos pares y medio de banderillas, formidable el segundo, y con la muleta enjaretó una faena porfiona, acompañada por la música... La faena del mejicano, valerosa en alto grado, fue interrumpida por el toro, que prendió al artista, derribólo y lo tuvo entre las patas, tirándole fuertes derrotes, pero sin encarnar hondo por fortuna. Levantóse el muchacho con el vestido deshecho y con sangre en la pantorrilla derecha, requirió los avíos, dio cinco panes más, plenos de coraje, y entró a herir con mil toneladas de valor, enterrando todo el estoque en la misma cruz. Se le entregó una oreja, dio la vuelta, al ruedo, salió a los medios y saltó al callejón para que le recompusieran el traje...
Como se puede leer, fue la actuación de Arruza en estado puro, lo que le permitió mantener su empatía con la afición de la capital de Cataluña y a la cual correspondería siempre que tuviera la ocasión de hacerlo.

Finalizando

Hasta los carteles de la despedida de un torero tienen que organizarse con imaginación. Aquí al viejo Balañá no le faltó de esto. Manuel Jiménez Chicuelo, quien en la década anterior toreaba intermitentemente y promediaba unas tres corridas anuales tenía que ir bien arropado en su adiós en una plaza de categoría. Pero no solamente en el papel. Así, por una parte se le acompañó en el cartel con Carlos Arruza, representante de la verdadera escuela mexicana del toreo, la de Ojitos, recibida vía las enseñanzas de su maestro Samuel Solís y el toreo de la sevillanía más pura encarnado en Manolo González que mutatis mutandis, era la prolongación de la obra del torero que decía adiós.

Como se ve, hasta para eso hay que saber poner las cartas sobre la mesa, tanto para que la gente vaya a la plaza, como para que, en una actitud de respeto al torero que se despide, su tauromaquia luzca debidamente. Pero esos eran otros días. Hoy, decía un personaje de una novela de la revolución mexicana, las cosas se jilan de otro modo…

Agradecimiento

Agradezco a Joaquín Albaicín el haberme puesto sobre la pista de este interesantísimo asunto.

domingo, 14 de junio de 2020

Hace 55 años. El debut de Finito en ruedos hispanos

Raúl Contreras Finito, nativo de Chihuahua, era hijo de Alberto Contreras El Ronco, quien en su día también quiso ser torero y se preocupó por inculcar su afición a su hijo y por enseñarle el oficio para desempeñarlo en los ruedos. El Ronco era empleado de don Tomás Valles, político mexicano, quien además fuera un tiempo empresario de la Plaza México y años después, criador de reses de lidia  y don Tomás, viéndole posibilidades a Finito, decidió ayudarle en sus inicios.

Finito se presentó en la Plaza México el 8 de septiembre de 1963, alternó con Juan de Dios Salazar y Paco Lara. El primer y único novillo que mató en ese ruedo se llamó Retozón y fue el segundo del encierro de Zotoluca lidiado esa tarde. Ya no volvería como novillero a la gran plaza.

El gran año de Finito en el escalafón menor en ruedos mexicanos sería el de 1964 y su plaza la de Guadalajara. Ese año torea seis tardes entre octubre y diciembre, corta 12 orejas, se lleva el Estoque de Plata y una cornada seria. Algunos de sus contemporáneos más renombrados fueron Antonio Sánchez Porteño, Joel Téllez El Silverio, Jesús Solórzano, Manolo Rangel, Rafael Muñoz Chito, Mario de la Borbolla y Calesero Chico.

Esa racha de triunfos le anima a ir a España el año siguiente a terminar su preparación para la alternativa. Llega a España el 12 de junio de 1965. El semanario El Ruedo de Madrid, en su número aparecido el día 15 de ese mes, consigna lo siguiente:
“El sábado último llegó a Madrid por vía aérea Raúl Contreras «Finito», novillero azteca, que será dirigido en España por el que fue gran matador de toros Jaime Marco «El Choni», que fue a recibirle a Barajas. Su presentación en España se hará ante el público de Barcelona el próximo día 17, festividad del Corpus. Chopera y otras empresas le tienen firmados numerosos contratos”.
Así pues, llegaba el chihuahuense a tierras hispanas a hacer su primera campaña como novillero.

El Corpus de Barcelona en 1965

Para el Jueves de Corpus de 1965 don Pedro Balañá confeccionó un cartel interesante, con la presentación en esa plaza de dos novilleros, la que ya hemos mencionado de Finito – que también lo era en ruedos de España – y la de Sebastián Palomo Linares y completaría la terna el gaditano Manolo Sanlúcar, para enfrentar una novillada salmantina de don Salustiano Galache.

La tarde fue buena para Finito, que la concluyó cortando dos orejas al cuarto de la tarde. La relación que hace Juan Fontanet para El Mundo Deportivo de Barcelona, aparecido al día siguiente del festejo, es la siguiente:
Del que menos se hablaba antes de iniciarse el festejo en el mentidero del patio de caballos, junto a la puerta de cuadrillas, era del otro espada, que, con Palomo «Linares», hacía su presentación ante nuestro público, esto es, del mejicano Raúl Contreras «Finito», de quien lo único que se sabía era que lo había traído consigo el que fue valiente matador de toros valenciano Jaime Marco «El Choni». 
Pues bien: a la salida de la Monumental, de quien más y mejor se hablaba era del mejicano «Finito», que con su aplomo, su tranquilidad, su valentía serena, nunca torpona y estrafalaria, su amplio repertorio, su bien medir las faenas – cuatro minutos empleó en la llevada a cabo en su primer novillo y cinco en la de su segundo – demostró cómo en tan breve tiempo se puede torear mucho y bien si se liga la faena y se tiene al toro preso en los vuelos del trapo rojo. 
No cabe duda da que el joven y espigado mejicano causó magnífica impresión y que se le volverá a ver con el mayor interés, ya que en ningún momento dio la impresión de que la flauta sonaba por casualidad, sino que estaba en manos de un tañedor que sabía hacer uso de ella, sacándole bellas y armoniosas notas. «Finito» estuvo muy torero con el capote, con el cual, queremos insistir en ello, lució amplio repertorio; escuchó música en sus dos faenas de muleta, que fueron muy buenas, aunque pudieron ser mejores de retorcerse menos, más de notar dada su mucha estatura. Se precipitó al entrar a matar a su primero – un novillo de dócil embestida y débil de remos, al que la presidencia cambió en el primer tercio con una sola vara –, por precipitarse, repetimos, al entrar a matar. «Finito» mató de una estocada que dejó al descubierto la punta de la espada, motivo – suponemos que fue por éste – por el cual el Presidente no accedió la petición de una oreja que solicitaba el público, el cual obligó al diestro a dar dos vueltas al ruedo, Que volvió a darlas tras de pasaportar a su segundo enemigo de una estocada chispita atravesada también, pero esta vez con una oreja en cada mano, pues fueron dos las que ahora concedió la presidencia. Terminado el festejo, «Finito» sería sacado a hombros. Buena presentación, pues, la de este joven y fino torero mejicano…
También la relación hecha por Juan de las Ramblas en El Ruedo, fechado el 22 de junio siguiente, es laudatoria, según se lee:
También hizo su presentación el mejicano Raúl Contreras «Finito». ¡Atención a este nombre, señores aficionados! A ambos enemigos los lanceó de capa soberbiamente, especialmente al segundo, al que propinó tres verónicas impresionantes. La faena de muleta a su primero fue magnífica, sobre ambas manos, ligando los pases y colocándose superiormente en sus terrenos. Mató de una estocada en la yema, que tuvo el defecto de asomar por debajo de la res al atracarse demasiado el matador y ser el bicho poco hondo. Flamearon los pañuelos. Como el «usía» no concedió la oreja, el público le obligó a dar tres vueltas al anillo. 
En su segundo se superó al tirar de su enemigo con la mano zurda, en naturales justos, largos y hondos. Lo mató de una estocada en la cruz. Le concedieron las dos orejas y dio triunfal vuelta al anillo. Además puso dos pares de banderillas al quiebro con mucha facilidad, Ahí hay un novillero cuajado y diestro en todas las suertes...
Manolo Sanlúcar dio la vuelta al ruedo en su primero y fue aplaudido en el quinto y Palomo Linares fue aplaudido en el tercero y dejó ir el triunfo con la espada en el que cerró plaza. Los novillos lidiados – sin precisar su encaste, pues en casa de don Salustiano se llevaba por separado lo de Vega Villar y lo de Urcola – fueron por su orden: el número 64,  Canastillo con 367 kilos; el 55, Tabernero con 375 kilogramos; el número 61, Zurdito de 377 kilos; el número 72, Bailarín que dio 427 en la báscula; el número 60, Español con 412 kilos y el 71, Bastonero, de 413 kilogramos.

Al final de la campaña 1965, Finito toreó, según el escalafón publicado en el semanario madrileño El Ruedo el 21 de diciembre de 1965, 13 novilladas y cortó 13 orejas.  

Recibió la alternativa en la plaza La Esperanza de Chihuahua el 31 de octubre de 1965, de manos de Joselito Huerta, siendo testigo Antonio del Olivar, con el toro Coloritos de La Laguna.

La confirmó en la Plaza México el 29 de enero de 1967, apadrinado por Juan Silveti y atestiguando Juan García Mondeño, con el toro Saucito de Torrecilla.

Finito falleció el 4 de diciembre de 1974 a los 28 años de edad, a consecuencia de las lesiones sufridas en un accidente automovilístico que tuvo el 23 de noviembre anterior. 

domingo, 10 de mayo de 2020

En el centenario de Carlos Arruza (V)

Hace 75 años. Triunfo grande en Barcelona frente a Manolete

Cartelillo anunciador aparecido en La Vanguardia
10 de mayo de 1945
Para Carlos Arruza la temporada española de 1945 fue la de las 108 corridas. Un resumen de sus actuaciones publicado en el semanario madrileño El Ruedo al final de ese calendario, revela que había firmado allá 154 contratos de los cuales, por diversas lesiones sufridas solamente pudo cumplir los que, sin romper la marca impuesta por Juan Belmonte en 1919, representaron durante dos décadas la mayor cantidad de festejos toreados por un diestro en una temporada.

También considero importante hacer notar que durante la presencia de ambos en los ruedos, Arruza toreó 60 corridas con Manolete. De ese total, 47 se verificaron en el ciclo de hace 75 años y en la plaza en la que más actuaron ambos, fue precisamente la de Barcelona, donde lo hicieron 10 veces. No creo descabellado señalar que el cartel estrella de ese 1945 se formaba con Manolete, Arruza y – esto sin implicar un tono despectivo – otro

La corrida de Barcelona del 10 de mayo del 45 representaba el noveno encuentro de estos dos grandes toreros dentro de la temporada, el primero particularmente en la Monumental catalana y reproducía, en cuanto a toreros, el cartel de la segunda corrida de la feria de abril sevillana, celebrada el 19 de abril anterior, pues completaba la terna Pepín Martín Vázquez. Solamente difería el ganado anunciado, que en abril fue de don Carlos Núñez y para esta corrida que aquí recuerdo, don Pedro Balañá anunció un encierro de don Joaquín Buendía, de origen Santa Coloma.

Los prolegómenos del festejo

El anuncio de la corrida despertó gran expectación; tanta, que en la publicidad que se hacía a ella en los diarios de la época, se insertaba una nota al final del siguiente tenor: AVISO: Se suplica al público acuda con tiempo suficiente para acomodarse. Era tal el frenesí en la adquisición de entradas al mismo, que se preveía un lleno de No hay billetes y la nota al pie tenía por objeto el intentar garantizar que toda la concurrencia a la Monumental, pudiera disfrutar cómodamente del festejo.

La prensa barcelonesa se hizo eco también del atractivo despertado por la presencia de Manolete y Arruza juntos en esa capital por primera vez. En su debut allí, el 2 de abril, Arruza acabó con el cuadro, cortando cuatro orejas, dos rabos y una pata, y de Manolete, que se presentaba allí en la temporada, poco más se puede agregar, era una figura universal del toreo. La gente tenía real interés en ver a ambos encontrarse en los ruedos y competir por el triunfo. 

José Martín Villapecellín comenta lo siguiente el día de la corrida en el diario Mundo Deportivo:
...«Manolete» y Arruza se enfrentan en Barcelona. El comentario de la gente crece y crece como en la época gloriosa de Joselito y Belmonte. El perfil de los toreros se agiganta. Espigado y serio uno, como moderno Quijote; el otro alegre, musculoso y juvenil, como protagonista de una novela real. El arte de dos modos distintos de ser... Los manoletistas y los arrucistas llegan a las manos. ¡Viva el esplendor de la fiesta de toros! Fiesta dura y de discusión. Fiesta de hombres... «Manolete puede con Arruza...» «Arruza puede a Manolete...» Y los dos toreros distintos, pero grandiosos, triunfan una y otra tarde por esas plazas de España... El señor Balañá ha querido traerlos juntos a Barcelona para afianzar la calidad taurina de sus carteles. ¡Honor a la fiesta de los toros en jueves esplendoroso del mes de mayo! ... «Manolete» y Arruza, como Joselito y Belmonte, han dado todo lo que tenían que dar de sí para que sus respectivas épocas se escriban con letras de oro...
Puede parecer ditirámbico el parangonar a Manolete y Arruza con Joselito y Belmonte, pero a un cuarto de siglo de la disolución de la pareja que revolucionó el toreo, los dos actuantes captaban todo el interés de la afición y provocaban el interés de que se les viera en las plazas. Quizás lo comparable entre un tiempo y otro, es que se formaron bandos, algo que solamente pueden lograr las grandes figuras del toreo.

El festejo del 10 de mayo del 45

Efectivamente, la Monumental de Barcelona registró un lleno total. La corrida ofrecida por don Pedro Balañá no tenía medio de ser criticada en el papel, pues reunía aparte de los dos toreros más cotizados de la época, a Pepín Martín Vázquez, que habiendo tomado la alternativa al final de la temporada anterior alzándose como la revelación de ella, llevaba un importante paso en este calendario, siendo el triunfador de la feria de abril de Sevilla.

Al final fue Carlos Arruza el que salió con los trofeos en las manos. A Manolete se le juzgó con cierta dureza y Pepín Martín Vázquez sacó en el sorteo el lote menos propicio de una corrida que vio solamente lidiarse cuatro de los toros de la ganadería titular, siendo sustituidos por dos de don Felipe Bartolomé, uno desde el sorteo (4º) y otro por ser defectuoso de la vista el quinto. Quien firma como A. de Castro, en el ya citado diario Mundo Deportivo analiza así el comportamiento del ganado:
...Hace años que una corrida no despertaba el entusiasmo y el interés de la que estamos reseñando y por no faltar a la tradición, se torció el carro al tercer toro y no hubo medio de encarrilarlo. ¿De quién fue la culpa? Única y exclusivamente de los ganaderos que surtieron de reses la corrida. Don Joaquín Buendía se durmió en sus laureles y olvidando la importancia de la Monumental barcelonesa, envió lo peor que debió encontrar en la camada. Ya antes de la corrida hubo necesidad de substituir un toro, por otro de don Felipe Bartolomé y por ser defectuoso de la vista el quinto, fue devuelto al corral, saliendo en su lugar el sobrero también del susodicho don Felipe...
La crónica más extensa del festejo apareció en el diario La Vanguardia. La firma Eduardo Palacio Valdés, cronista de toros desde los inicios del siglo XX en el ABC madrileño y arrastra en ella el estilo implantado por su mentor Dulzuras, de hacer una especie de revista, toro a toro, de lo sucedido en el festejo y en un apartado final, realizar lo que en aquellos años se llamaba el juicio crítico de la corrida, lo que hoy consideramos propiamente como crónica.

Carlos Arruza le cortó el rabo al segundo de la tarde, Homero, número 4, de pelo negro, de don Joaquín Buendía. En la parte cuantitativa de su relación, Palacio Valdés describe lo siguiente:
...Segundo. – Grande y bizco del izquierdo. Arruza capoteó sin estrecharse. En quites hizo uno por chicuelinas, que se ovacionó. Pepín hizo el suyo con dos lances finísimos de temple, suavidad, dominio y lentitud. (Gran ovación.) El bicho sólo aceptó dos varas y Arruza, a petición del público, tomó los garapullos y clavó tres pares magníficos, sobre todo el que le sirvió para cerrar el tercio, de poder a poder. (Ovación continuada). Arruza, brindó al público y después del pase de tanteo ligó cinco naturales, uno de pecho, un natural, otro de pecho, todo ello ya entre ovaciones y música. Prosiguió su labor con un derechazo, uno por alto, y al engendrar otro, fue derribado, quedando bajo las patas del bicho, hasta que acudieron al quite todos sus compañeros... Se levantó el mejicano y, sin mirarse la ropa, volvió al toro, al que dio cuatro pases de rodillas, apoyando después, el brazo en el testuz. Un pinchazo en hueso y un volapié en todo lo alto concluyeron con la vida del astado. (Ovación, dos orejas, rabo, vuelta al ruedo y salida a los medios)...
En la parte crítica de su crónica, titulada Sillas de Ruedo, don Eduardo hace las siguientes reflexiones en torno a las actuaciones de Manolete y Arruza:
...Tornaba «Manolete» al ruedo de sus señeros triunfos, para competir en noble y justa emulación con Arruza, diestro marcado por el público de toros de toda España como posible rival del cordobés... «Manolete», a fuerza de impavidez y de dominadores recursos, logró ligar al compás de la música, como en el otro, una faena meritísima, cuya belleza arrogante no podía llegar, y no llegó, al graderío todo. Los quilates de aquella labor sólo podían valorarlos quienes hubiesen advertido las dificultades del astado. Se le aplaudió, pero mucho menos que en el bicho que rompió plaza, donde la ovación fue larga y unánime, por una gran faena que coronó con un volapié tan magnífico como el que le sirvió para despenar a su otro mentado y peligrosísimo enemigo... «Manolete» sonrió ayer dos o tres veces, y en la última creí entrever algo así como confianza en sí mismo, algo que no era orgullo ni jactancia, pero que me hizo recordar estos versos: 
Fiado en mi valer, que es quien me empuja
desoigo admoniciones que señalas.
El ave canta aunque la rama cruja;
¡como que sabe lo que son sus alas! 
Soberbiamente aprovechó Arruza las excelentísimas condiciones de su primer toro, al que banderilleó con el arte, alegría y poder que le son peculiares. Las ovaciones que escuchó fueron justísimas, como lo fueron las que acompañaron su faena en la que, imitando lo que hiciera antes «Manolete», dio dos tandas de naturales pisando majamente el terreno del toro, y tirando de él con suavidad y mando entre música y aplausos. Al engendrar un pase fue derribado, cayendo entre las patas del bicho que le buscaba afanosamente. Llegaron todos al quite, y el mejicano se levantó con sólo una paliza fuerte que no le impidió proseguir la faena con bravura, poniéndole punto final con un pinchazo y un volapié. Hubo corte de orejas y rabo y paseo triunfal... He de decir que las pasiones en tendidos, gradas y andanadas estuvieron al rojo. Las banderías no cejaron en sus respectivos empeños y todo fue algarabía, gritos, aplausos y un desbordante frenesí que a mí, viejo aficionado, me llenaba de entusiasmo, mientras el señor Balañá, entre barreras, meditaba mordiendo el puro y mirando fijamente a la arena. Sólo entonces temblé, pensando con terror si para el próximo encuentro «Manolete» – Arruza instalará, como en los combates de boxeo, «sillas de ruedo». Porque para mí tengo que también se venderían...
A. de Castro, en Mundo Deportivo recuerda lo siguiente:
...El apasionamiento que se ha adueñado de la afición barcelonesa por Manolete y Arruza, hace presagiar que han de dar ambos en nuestras plazas, tardes memorables de toros. La labor de uno y otro se midió ayer con distintos raseros y fue tanto lo que de bueno prodigaron, aunque no pudieran excederse por la calidad del ganado, que a la salida de la plaza, los encendidos comentarios en pro de los grandes toreros fueron tema obligado no sólo en los corrillos y peñas taurinas, sino que se extendieron a todos los ámbitos de la ciudad...
Manolete y Arruza reaparecerían en Barcelona unas semanas después y dejarían preparado el terreno para una de las más grandes ferias de la Merced que en la Ciudad Condal se recuerdan. En 1945 esa feria se dio con cuatro festejos, los días 23, 24, 25 y 26 de septiembre, actuando el Monstruo de Córdoba y el Ciclón Mexicano en todos ellos, y fueron de esas corridas monstruo tan del gusto de Balañá, de ocho toros, para dar cabida a las demás figuras del momento, y en ellas, también Arruza dejó su signatura de triunfador.

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