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domingo, 14 de marzo de 2021

Félix Briones. A 50 años de su despedida de los ruedos

Desprendiendo el añadido a Félix Briones
Imagen: Manolo Saucedo
Cortesía: Francisco Tijerina
El anuncio de la despedida de los ruedos de Félix Briones el 14 de marzo de 1971 en Monterrey, motivó la reflexión de lo que fue su paso por los ruedos, en los que estaba activo desde el inicio de la década de los cuarenta y en la que, ya en la capital de la República, fue compañero de quinta de novilleros como Luis Procuna, Gregorio García o Eduardo Liceaga en la época en la que actuó en el Toreo de la Condesa, plaza en la que se presentó el 6 de junio de 1943 o Fernando López El Torero de Canela, Joselillo o Pepe Luis Vázquez (mexicano), de su tiempo ya de la Plaza México, donde debutó el 23 de junio de 1946 y siendo ya uno de los triunfadores de ese ciclo, salió proyectado hacia la alternativa.

Fue doctorado por Lorenzo Garza en la desaparecida plaza de el Coliseo en su ciudad natal, Monterrey, el 24 de noviembre de 1946, en festejo mano a mano, lidiándose toros de la ganadería del propio padrino. El toro de la ceremonia se llamó Reinero. Poco más de un mes después, el 29 de diciembre de ese mismo 1946, confirmaría en la Plaza México, de manos del propio Magnífico y testificando Jaime Marco El Choni, también confirmante, siéndole cedido a Félix el toro Huerfanito de Zotoluca. Esa tarde pudo cortar orejas, pero la espada se lo impidió.

Félix Briones fue uno de los diestros emergentes – junto con Chicuelín, El Ahijado del Matadero, Guerrita o Vizcaíno – que apoyó Manolete en sus campañas mexicanas y así, alternó con el Monstruo de Córdoba y Luciano Contreras en Mérida, el 22 de diciembre de 1946, para lidiar toros yucatecos de Sinkeuel.

Un trofeo presidencial

El jueves 6 de junio de 1947, se celebró la 19ª corrida de la temporada 1946 – 47 en la Plaza México, organizada por un patronato pro construcción de escuelas en el entonces Distrito Federal, encabezado por los señores Pablo B. Ochoa y Fernando Reyes Spíndola. En dicha corrida, se disputaría el Trofeo Presidencial Cigarrera de Oro, cedido por el entonces Presidente de la República, Miguel Alemán Valdés y el Secretario de Educación Pública, Manuel Gual Vidal – ¡qué tiempos aquellos, cuando a los gobernantes no les daba prurito patrocinar trofeos taurinos! –.

El cartel de ese festejo extraordinario se integró con Fermín Espinosa Armillita, Lorenzo Garza, Luis Castro El Soldado, Fermín Rivera y Alfonso Ramírez Calesero, lidiando todos un encierro de La Punta. El sexto de la tarde se llamó Gamito y en una tarde en la que ninguno de los diestros actuantes obtuvo trofeos, Félix Briones realizó una destacada y valerosa faena, que le valió la obtención del trofeo, que le fue entregado por los dirigentes del patronato.

El ambiente previo

Félix Briones – como su hermano Luis – fue un torero muy querido en Monterrey. La prensa de la época refleja el buen ánimo que producía su anuncio de dejar de vestir el terno de luces y así se desprende de esta nota previa aparecida en el diario El Porvenir de esa ciudad, de un par de días anteriores a la corrida:

Ha despertado expectación entre los aficionados regiomontanos el cartel del domingo en la Monumental Monterrey, en el cual Félix Briones habrá de decir adiós a la profesión de torero. Precisamente el hecho de que el pundonoroso diestro local cierre con su actuación del domingo su brillante trayectoria en los ruedos, hará que mucha gente acuda al coso para ver a quien supo ganarse la admiración de los públicos taurinos de México y Sudamérica, con actuaciones sensacionales, en la que nunca impuso condiciones y salió siempre a dar la pelea a todos los alternantes, desde el más encumbrado hasta el más modesto…

Y quienes vieron y vivieron los triunfos y sinsabores del peregrinar de Félix desde su época de novillero hasta la tarde que Lorenzo “El Magnífico” lo hizo matador de toros en el desaparecido Coliseo, estarán deseando que llegue el momento de verle asomar por el portón de cuadrillas, listo a dar la pelea a Joaquín Bernadó y a Mauro Liceaga, últimos alternantes que tendrá Félix en su vida profesional…

Había ilusión por ver al torero de la tierra torear su última tarde…

La tarde del adiós

Vestido de rosa y oro partió plaza Félix Briones, iba a la izquierda del paseo, con Joaquín Bernadó a la derecha y entre ellos, otro torero de dinastía, Mauro Liceaga. En los toriles les aguardaban seis buenos mozos de don Eliezer Gómez, ganadería neoleonesa que se unía al acontecimiento para despedir al torero de la tierra. Al final de los hechos, Félix Briones se pudo ir en aire de triunfo. Arrollando, como era su divisa. La relación que hizo en su día Antonio Córdova para el diario El Porvenir de Monterrey, entre otras cosas cuenta esto:

…“Doblecolo”, se llamó el primero de la tarde, al que Félix recibió con lances de tanteo, pero luego le fijó los pies en varias series de verónicas cargando la suerte, incluso le hizo un torerísimo quite por chicuelinas. Y aunque Félix tomó los palos y dejó excepcional par de cortas, el toro vino a menos, es decir, se agotó pronto, y Félix tuvo que aliñar, matando de una estocada un tanto desprendida. 

Con “Fierroesponja”, el otro de su lote, Félix salió decidido a dar el todo por el todo, y lo recibió en el centro de la plaza con faroles de rodillas y lances estupendos, cargando la suerte. Siguió en plan triunfal con una faena en la que hubo derechazos extraordinarios, naturales soberbios, en la que toro y torero fundieron en una sola la figura, y cuando mató de magnífica estocada, la autoridad no vaciló en concederle las orejas y el rabo, mis colegas los cronistas regiomontanos, no tuvimos empacho alguno en alzarlo a hombros y pasearlo por el ruedo, sobre todo después de que Félix Gerardo, su hijo, le desprendió el simbólico añadido, dando fin a una página de gloria dentro de la fiesta taurina…

Félix Briones fue cargado en hombros por los cronistas taurinos de Monterrey y por el comediante Gaspar Henaine Capulina, después de que su hijo Félix Gerardo, que pocos años después sería uno de los destacados novilleros que le dieron la pelea al fenómeno que fue Rodolfo Rodríguez El Pana le despojara del añadido. Sigue contando Antonio Córdova:

…Emotivo el momento en el cual Félix Gerardo, su hijo, le desprendió el añadido dando por terminada toda una vida dedicada a la profesión de torero, y más emotivo aún, el momento en el cual “Pablote”, Arturo García, Memo Guerra y Gaspar Henaine “Capulina” le cargamos a hombros como fiel reconocimiento a lo que Félix hizo en su larga trayectoria dentro de la fiesta…

Para redondear la tarde, Joaquín Bernadó salió al tercio en su primero y dio dos vueltas en el quinto, tras de que se le negara la oreja que fue insistentemente pedida y Mauro Liceaga dio la vuelta tras la lidia del tercero y le cortó la oreja al sexto, lo que permitió culminar una tarde en la que Félix Briones tuvo la despedida que pudo soñar, arropado por la gente de su tierra y triunfando. No muchos toreros tienen esa suerte.

Así pues, ese domingo 14 de marzo de hace medio siglo, se cerró un gran volumen de historia taurina que representaba la carrera del torero de Monterrey.

El ganado que se lidió

La ganadería de don Eliezer Gómez González se fundó en el año de 1933 y se asentó en el rancho Las Bravas del municipio de Cadereyta, Nuevo León. El pie de simiente, de acuerdo con don Heriberto Lanfranchi fue de vacas de Jalpa y Xajay y sementales de Zacatepec. A partir de 1948, la dirigió don Eliezer Gómez Sada, por el fallecimiento de su fundador y en 1976 fue enajenada a Valdemar Saucedo Galindo. Su divisa era con los colores blanco y negro.

Una estampa torera

Bien es sabido que la tauromaquia de Félix Briones estaba fundada en el valor. Pero no era un valor exento del oficio bien aprendido. Del conocimiento de los terrenos y de la colocación. Recojo, de la crónica que, firmada a nombre de Carlos Fernández Valdemoro en el ejemplar de “La Lidia” del 25 de agosto de 1944, el después José Alameda, relata una escena ocurrida en la novillada del 20 de agosto de 1944 en el Toreo de la Condesa. Se lidiaban novillos de Ajuluapan para Félix Briones, Leopoldo Gamboa y Raúl Iglesias y nos cuenta:

...veroniqueó Briones también con mucho valor y, luego, al hacer el primer quite por orticinas, – que han vuelto a estar en boga desde que Luis Procuna las resucitó en la corrida de la Oreja de Oro – resultó cogido y aparatosamente volteado. Se levantó y quiso repetir los lances, demostrando con ello más carácter que malicia, pues el novillo no era ciertamente propio para tales adornos… A la muerte llegó el novillo con acusada querencia hacia las tablas, y aún más allá de ellas. Y saltó al callejón, cuando Félix brindaba ya su muerte. Estaba el novillo decidido a evitarla y apenas lo sacaban de entre barreras, volvía a internarse. Abrieron por fin los monosabios la puerta del callejón que está ante la puerta de cuadrillas y allí se quedó aquerenciado el toro. Félix Briones hizo cuanto pudo para sacarlo, y aprovechó una arrancada para sacarlo hacia las afueras, logrando dejar una estocada un tanto pasada. Saltó el novillo, ya herido, al callejón y allí murió, mientras el público premiaba la voluntad y la decisión de Félix con nutridos aplausos…

Es decir, sabía torear y sabía estar en su sitio . En suma, Félix Briones sabía ser torero, en el ruedo… y fuera de él.

Félix Briones falleció en León, Guanajuato, el 11 de julio del año 2011.

Es por eso que, en este día, que se cumple medio siglo de su despedida de los redondeles, le recuerdo con respeto y admiración.

Aviso Parroquial: De nueva cuenta y como en todos los casos que tienen que ver con asuntos de la llamada Sultana del Norte, agradezco a mi Patrón, don Francisco Tijerina, el haberme proporcionado los materiales para garabatear estas líneas. Asimismo, advierto que los resaltados en los textos transcritos son imputables exclusivamente a este amanuense, pues no obran así en sus respectivos originales.

domingo, 29 de septiembre de 2019

Una fotografía con historia (V)

Monterrey. 16 de diciembre de 1962, triunfos grandes de Jesús Córdoba y Mondeño

La independencia del empresario

Jesús Córdoba, Raúl García y Mondeño
Plaza Monumental Monterrey 16/XII/1962
Colección: Francisco Tijerina
En los años sesenta del siglo pasado – y bastantes más que siguieron –, el empresario taurino era un hombre de negocios unidimensional. Su función era la de arreglarse con ganaderos para comprar toros y con toreros para contratarlos y así organizar festejos taurinos. En ese orden de ideas el sistema funcionaba de manera organizada y cada determinado tiempo los escalafones de toreros se renovaban y en el campo surgían nuevas vacadas que seguían haciendo honor a la renombrada calidad del toro de lidia mexicano. 

Hoy en día, las cosas han cambiado y el empresario lo es todo. Apodera toreros, tiene ganaderías y la propiedad de las plazas y el sistema más que avanzar, parece ir en reversa. ¿Qué es lo que no funciona en esa multidimensionalidad? Explicaciones hay muchas, algunas tienen una buena dosis de sentido, otras, simplemente no resisten el más mínimo análisis. Estos son los tiempos que vivimos hoy en nuestra afición a la fiesta. Y no es que nos quedemos mirando el retrovisor, sino que los resultados del ayer eran más halagüeños que los de hoy.

En 1962 era empresario de la Plaza Monumental Monterrey don César Garza. Uno de esos de una sola dimensión, era empresario nada más. Y en esa actividad, durante ese calendario ofreció a su afición catorce corridas de toros. Llevó a la plaza que regentaba – por estricto orden de aparición – a toreros como Alfredo Leal, Antonio del Olivar, Humberto Moro, Jesús Córdoba, Antonio Velázquez, Luis Procuna, Juan Silveti, Manuel Capetillo, Jorge El Ranchero Aguilar, Jaime Rangel o Raúl García entre los nacionales y a Paco Camino, Fermín Murillo, Luis Segura y Mondeño entre los del otro lado del mar.

Tardes memorables tuvo ese año de 1962, como la del día 14 de enero, con un gran triunfo de Alfredo Leal ante toros de Santacilia; siete días después, los que se llevaron el gato al agua fueron Antonio del Olivar y el madrileño Luis Segura con toros de La Punta; el primero de julio la tarde fue para el linarense Humberto Moro y Joselito Huerta, que enfrentaron un encierro de Las Huertas; luego, el 2 de septiembre, Raúl García, ante sus paisanos triunfó con el ganado de Pedro Castorena y el 2 de diciembre, en el penúltimo festejo del calendario, serían Manuel Capetillo y Mondeño los llamados al éxito con un encierro también de La Punta.

Pero don César no era solo empresario de corridas de toros y entreveradas con los festejos mayores, nunca faltaban las novilladas que en el calendario que me ocupa tuvieron la presencia de toreros jóvenes como Joel Téllez El Silverio, Mauro Liceaga, el de Reynosa Tito Palacios y Gabino Aguilar entre los más destacados punteros de la novillería de esa temporada.

La forma de hacer del empresario independiente daba rédito a la fiesta y la historia es testigo de ello. Por ello mi recuerdo a la manera de hacer de un empresario independiente que supo hacer temporada en su plaza.

La historia de la fotografía

Para el 16 de diciembre de 1962 don César Garza programó una corrida de toros con un encierro de Las Huertas – el segundo que se lidiaba en el año – para Jesús Córdoba, Raúl García y Juan García Mondeño. El primero de los encierros de Luis Javier Barroso que se lidió, más o menos medio año antes, permitió el triunfo de los toreros y con la combinación que ahora presentada, era un buen atractivo para la afición.

La crónica que me sirve para hilar estos recuerdos apareció en el diario El Porvenir, de Monterrey, al día siguiente del festejo. La escribió Antonio Córdova. No hace juicio sobre la entrada al festejo, pero quiero suponer que fue un lleno. El triunfo en apéndices fue para el Maestro Córdoba y Mondeño realizó una faena importante al sexto de la tarde. Raúl García tuvo que lidiar con el hueso del encierro.

Jesús Córdoba y Perlito

El toro que abrió plaza se llamó Perlito. De la labor del Joven Maestro, Antonio Córdova escribió:
¡Las campanas de León sonaron a triunfo! Sí señor, que hasta allí donde la vida no vale nada llegó el estruendo del triunfo clamoroso que obtuvo el joven maestro Jesús Córdoba; que esculpió con la finura de su arte dos faenas primorosas a otros tantos astados de Las Huertas, y no se vaya a pensar que los pupilos del Chacho Barroso que le tocaron en suerte eran dos peritas en dulce, lo que pasa es que dichos astados se encontraron con un TORERO que tiene este año, por el sitio que merece dentro de la afición. 
“Perlito” se llamó el primero de la tarde, y con él, Jesús arrancó los primeros olés de la jornada, al dibujar cinco primorosos lances a la verónica – que todavía hay toreros que la dan ¡qué caray!, y el de León es uno de ellos – que fueron un dechado de perfección: fueron solo cinco lances, pero qué diéramos los aficionados por ver aunque sea esa cantidad en cada tarde. 
Chucho Córdova (sic) es el torero mexicano cuyo arte se funde en el crisol de la plasticidad y la clase y por ello en su turno en quites repitió la dosis de toreo al natural con la capichuela, para bordar nuevamente el lance a la verónica. 
Que Córdova (sic) es un maestro, nadie lo duda: menos aún después de verlo doblar tan toreramente con su enemigo para fijarlo en el engaño y luego correrle la mano derecha en varias tandas, adornándose en todo momento y dejando sobre el ruedo de la Plaza Monterrey el aroma suave, limpio y puro de su toreo clásico y bello. 
Su labor fue completa, por eso intercaló en su trasteo el toreo preciosista y los pases de adorno que contrastaron a veces con la verdad de sus manoletinas y la entrega total en sus pases de costado. 
La faena del leonés derechista, porque por ahí quiso el toro que se le lidiara; pero qué manera de correr la mano de Córdova (sic), sobre todo en los muchos muletazos de vuelta entera que hubo en la faena. Y como colofón digno a su torerísima labor, Chucho Córdova (sic) dejó una estocada perfecta en el hoyo de las agujas, que fue suficiente para que el de Las Huertas rodara patas arriba, y la plaza se nevara de pañuelos blancos pidiendo los trofeos para este purista del toreo que se llama Jesús Córdova (sic); que con las dos orejas de su enemigo dio otras tantas vueltas al ruedo, recibiendo la aclamación del público… 
Era la corrida número 315 de las 372 que toreó en su carrera el Maestro Córdoba y sin abdicar a su concepto, volvió a dejar en la arena regiomontana su rúbrica artística.

Mondeño y su fallo a espadas

Juan García Mondeño venía a refrendar un triunfo que había conquistado dos semanas antes. El aire ascético que imprimía a su toreo impactaba a quienes lo presenciaban y calaba hondo en los tendidos. El sexto de la tarde fue otro de los toros de Las Huertas que facilitaron el toreo que impacta en las masas y el de Puerto Real aprovechó esas condiciones para reiterar sus cualidades. Antonio Córdova lo describe así:
España debe sentirse orgullosa de contar con un torero como “Mondeño”, sobre todo, por la vergüenza y el pundonor que hay en el ruedo cuando el torero de Puerto Real está en él.
Ayer no se lograron los faenones del día de su presentación, pero “Mondeño” volvió a electrizar a la afición regiomontana con la litúrgica belleza de su toreo y nuevamente al grito de ¡Torero, Torero!, debió llegar hasta Monda, el pueblecito donde nació el magistral diestro que se cuenta entre las siete maravillas de España.
Nada logró hacer el de Monda con la capa en su segundo – bueno, aparentemente – porque logró sujetarlo y fijarlo en el engaño, para luego con la muleta enloquecer a la multitud con su toreo señorial y único, más todavía, porque el pundonoroso torero español le pisó sus propios terrenos a la res para obligarla a embestir, estando a punto de recibir una cornada al ser zarandeado peligrosamente por el astado.
Y nuevamente imperó en el ruedo de la Plaza Monterrey el toreo de “Mondeño”, nuevamente surgieron de su maravillosa muleta los derechazos de mística belleza, rematados toreramente con el forzado, para que de todas las gargantas surgiera como una sola voz el grito de ¡Torero!, mientras allá en las alturas la banda de la plaza dirigida por Dn. Bernardo y Armando Garza, perfumaba el ambiente con un pasodoble torero, tan torero como el que estaba en el ruedo.
Con qué liturgia hace el toreo “Mondeño”, cómo honra el terno de luces y cómo respeta al público que llena las plazas este torero; sacerdote pagano que oficia en las plazas de toros convertidas en templos de la tarde.
Ayer volvió a no tener fortuna con la espada, y mire que en el primer viaje se fue en corto y por derecho dejando más de medio estoque, que desgraciadamente no surtió los efectos deseados; cómo nos hubiera gustado verlo con las orejas de su enemigo en sus manos, porque cuando se torea como “Mondeño” lo hizo ayer en su segundo toro, los apéndices son imprescindibles. ¡Lástima de verdad! Pero a la gente no le importó si “Mondeño” no mató a su toro en el primer viaje y lo aclamó de nuevo obligándolo a dar la vuelta al ruedo; qué torero está el tío, no cabe duda…
Las orejas se cortan con la espada, que en esta oportunidad no le fue propicia a Juan García. No obstante la impronta dejada por su hacer ante el toro caló hondo ante la afición congregada en la Monumental Monterrey, que lo acogió como suyo.

Retales de la prensa de ese día

La prensa mexicana de esa fecha consignaba entre otras estos resultados de festejos y noticias:

En Torreón, Alfredo Leal, división y silencio; Antonio del Olivar, 3 orejas y rabo y Enrique Vera, abroncado en ambos. Toros de La Ventilla.

En la Plaza México, Antonio Velázquez, silencio y herido; Humberto Moro, ovación, silencio, pitos en el cuarto que mató por Velázquez y silencio en el sexto que mató por Camino. Paco Camino que confirmó, oreja protestada y herido en el sexto. Toros de José Julián Llaguno.

En Guadalajara, Calesero, vuelta y pitos; Manuel Capetillo, pitos y vuelta; Juan Silveti, silencio y silencio. Toros de San Mateo. Al finalizar el festejo se anunció la novillada del Estoque de Plata para el día de Navidad con Mauro Liceaga, Gabino Aguilar, Ángel Flores y Juan Clemente, con novillos de Santo Domingo.

Rematando

Esta es la historia de la fotografía. No es un reflejo fijo de un momento de una tarde determinada, sino una ventana que nos lleva a ver los sucesos de una tarde de toros. En esta oportunidad se trata de la visión de una tarde triunfal de una época ya ida, cuando las cosas de los toros eran menos convulsas que hoy en día y quizás por ello, sus resultados eran más tangibles.

Con mi gratitud

A mi amigo Francisco Tijerina, que me facilitó la fotografía, así como la crónica de Antonio Córdova que dan pie a que yo meta los míos. Sin esas facilidades, esto no quedaría escrito. ¡Un abrazo Patrón!

Aldeanos