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domingo, 9 de febrero de 2025

10 de febrero de 1980: Aciago final de la única campaña mexicana de Rafael de Paula


Cuenta Andrés Luque Gago en sus memorias toreras que para la temporada invernal 1979 – 80, José Ignacio Sánchez Mejías y Manolo Chopera, apoderados de Rafael de Paula, le arreglaron una gira por plazas americanas:

Podría decirse que Rafael de Paula fue un premio final a mi larga trayectoria, un lujo para cualquier banderillero... Lo apoderaban Manolo Chopera y José Ignacio Sánchez Mejías, de lo que podría deducirse que fue éste quien propició la llamada de su hermano Pepe a principios de 1979. Me aseguró que tenían previstas unas cincuenta corridas en España y unas diez en América y que iría a aquel continente con él... No estaba seguro de que pudiese torear tantas corridas, el año anterior se había lesionado la rodilla, afectada de un problema congénito, en la plaza de toros de Bayona... (Andrés Luque Gago en Recuerdos de un torero, 2011)

Dadas las circunstancias, podía suponerse válidamente que las fechas americanas a las que hace referencia don Andrés tendrían verificativo en las plazas que sus apoderados controlaban ya en aquellos días al Sur del Ecuador. Pero al menos para quienes en esos días residíamos en la capital mexicana, el miércoles 24 o el jueves 25 de enero de 1980, el doctor Alfonso Gaona, al presentar el cartel de la séptima corrida de la temporada 1979 – 80 de la Plaza México, sorprendió a todos anunciando la confirmación de alternativa de Rafael de Paula para el domingo 27 siguiente, quien no estaba anunciado en el elenco del derecho de apartado.

La tarde de la confirmación de Rafael de Paula queda así, como una fecha señalada en la historia del toreo, pero sin ningún hecho artístico resaltable para contar. Por cuestiones del convenio, el torero jerezano tenía que actuar al menos en tres corridas aquí en México, así que el siguiente domingo 3 de febrero, en Acapulco, toreó mano a mano con Miguel Espinosa Armillita Chico, lidiando dos toros de Villa Carmela y otros dos de Peñuelas y las cosas quedaron listas para que terminara su paso por nuestros ruedos el 10 de febrero, nuevamente en la Plaza México.

La novena corrida de la temporada 1979 – 80 

Para ese domingo 10 de febrero de 1980, el doctor Gaona anunció un encierro de Rancho Seco, que festejaba el cincuentenario de su presentación en la capital de México, para Rafael de Paula, Curro Rivera y Miguel Espinosa Armillita Chico. No debo dejar de decir que quienes estuvimos en posibilidad de asistir a esa corrida esperábamos que el torero gitano nos retribuyera lo que había dejado pendiente dos semanas antes, pero en los hechos, la realidad fue bien distinta.

Escribe Carlos Loret de Mola Médiz, firmando como Luis Soleares, en el diario tapatío El Informador del día siguiente al de la corrida:

Rafael de Paula naufragó ante sus dos enemigos y escuchó una bronca de órdago después de cada uno de ellos, con multitudinario coro de “¡ratero, ratero!”. El juez, además, lo multó con cinco mil pesos por su desaprensiva actuación con el primero, y con diez mil por su segundo fraude al público, con el cuarto. Un verdadero desastre. Su segundo adversario era burriciego; pero el primero pasaba bien, y Paula lo eludió y mató rápidamente… ¿Qué de bueno podría decir de Rafael de Paula? Ni siquiera el terno: un vino obscuro con adornos negros, como si estuviera de luto por su actuación. Ni una sonrisa, ni un lance, ni un pase. Lo que se llama nada. Al primero debió torearlo. Era imperativo categórico de dignidad hacerlo, porque se trataba de un ejemplar de respeto y calidad. Sólo le espantó las moscas huyendo de él, y le sepultó la espada desprendida para una muerte fulminante y cruenta. Bronca grave y multa de cinco mil pesos. El cuarto era burriciego, pero “El Gitano” huyó de su embestida igual que había hecho con el anterior. Le metió una estocada trasera y luego otra delantera. Con los dos estoques puestos, el toro se entregó, mientras el ruedo se cubría de cojines, envases de cerveza e injurias. Paula es, o era un diestro fino con el capote. Desigual y miedoso, tenía sin embargo actuaciones artísticas. En la Feria de San Isidro en Madrid – mayo de 1979 –, probablemente perdió el sitio al ser peligrosamente cogido en su segunda actuación, tras una tarde de éxito para él. Lo de ahora denota que no ha recuperado el aplomo. Ojalá tenga un mañana, lo que, por lo que a México se refiere, parece imposible…

Loret de Mola no es ni comedido ni piadoso con su narración de lo sucedido esa tarde. Estuve presente en la plaza y creo que es una de las broncas más grandes que he tenido oportunidad de ver en casi seis décadas de ver toros. Y es que el torero simplemente salió a despachar a sus toros sin mayor trámite. Entiendo que, como dice don Daniel Medina de la Serna, eran en principio a contraestilo, pero apenas entró en probaturas antes de montar la espada.

Otra cuestión que aborda Luis Soleares es la de la probable falta de sitio a causa de las crónicas y recurrentes lesiones de rodillas que padecía el torero de etnia gitana. Cita en particular un percance sufrido el 26 de mayo de 1979, en la Feria de San Isidro de Madrid, en una corrida en la que Rafael de Paula se había quedado con tres toros de la corrida y en un alarde de torería, realizó un quite a un toro con peligro, yéndose él también a la enfermería, y quedando trunco el festejo. En esa oportunidad, en principio, se le diagnosticó una conmoción cerebral, aunque posteriormente se le detectó esa lesión articular.

Por su parte, don Andrés Luque Gago, quien decíamos, venía como peón de confianza del torero, cita también la cuestión de la lesión articular en sus memorias toreras, pero ya decíamos que fija el origen de la misma en un festejo celebrado en la plaza francesa de Bayona y de estos festejos en la Plaza México, recuerda:

Como estaba previsto, viajamos a América, a Colombia y a Méjico, donde cumplí un viejo sueño, torear en la Plaza Monumental... La ruptura de los convenios había impedido que hubiese toreado allí antes... Creí que ya no lo haría nunca... Toreamos dos corridas en la Monumental de Méjico y los toros no ayudaron, salieron con poco recorrido, escaso juego, e incluso con peligro sordo. Llevé el peso de la lidia en los cuatro, y les pude... Me proclamaron banderillero triunfador de la temporada y me concedieron el trofeo correspondiente...

Efectivamente, Andrés Luque Gago fue el ganador del Trofeo Domecq al mejor peón de brega de esa temporada y en ese par de tardes si alguien brilló fue precisamente este gran torero de plata, quien derrochó torería a raudales.

Los ecos de una tarde desdichada

Los sucesos de esta corrida de toros no se quedaron para consumo local. El diario ABC de Madrid les dedicó un espacio en su sección La Fiesta Nacional en su edición del 13 de febrero de 1980, en el siguiente tenor:

México, 12 (EFE). – Casi toda la crítica mexicana coincide en calificar pésimamente la labor del torero Rafael de Paula en su última actuación en el coso de la capital azteca… «Por favor, no más arte gitano». «¡Qué malo es!». «Gran bronca armó De Paula en la México». «El gitano De Paula, bandido tramposo de siete suelas», son algunos de los titulares que hoy comentan el fracaso del torero jerezano… En cuanto a la multa por 15,000 pesos (unas 45,000 pesetas) que el presidente de la corrida, Jesús Dávila impuso ayer al diestro «calé», se dividen las opiniones, pues una mayoría opina que, de acuerdo con el Reglamento, la sanción, e inclusiva el arresto, solamente caben cuando el torero falta al respeto al público o a la autoridad… Dávila explicó que: «a su juicio no sólo se falta al respeto al público cuando el torero se encara con él, sino cuando no pone de su parte ni un mínimo esfuerzo para cumplir con decoro»…

No debo dejar de aclarar que el jefe de la información taurina del ABC madrileño era en esos días Vicente Zabala Portolés y que, en esos tiempos, Rafael de Paula no era precisamente, uno de los toreros de su estimación. Tanto así que el día aquel de la faena del toro de Martínez Benavides en Madrid, escribía que la plaza de Las Ventas había sido rebajada a ser un inmenso tablao flamenco… Entonces, tenía árbol caído para hacer leña.

Una reflexión final del torero

En una interesantísima entrevista realizada por José Antonio Ayuste, Rafael de Paula se autodefine en la siguiente forma:

Yo podré haber sido mejor o peor torero, pero de lo que estoy seguro es de que el torero de más mérito en la historia del Toreo he sido yo. He sufrido mucho con mis rodillas. Operaciones, problemas..., y por culpa de mis maltrechas rodillas siempre he estado a merced de los toros. Muchas veces me he dicho delante del toro que sea lo que Dios quiera. Estoy convencido de que yo podría haber sido un torero de historia. Con mis condiciones de torero estoy convencido de que podría haber entrado en la historia del Toreo. Un torero inválido, como he sido yo, ha matado siete corridas de seis toros. Respecto a si me he dejado algo en el tintero, he de decirte que por supuesto que sí. Los toreros se retiran sin haber hecho su faena soñada. Sin haberse realizado completamente. Los toreros se mueren sin entender completamente el misterio del toreo. Ni siquiera aquellos que han pasado a la historia por haber sido los más listos e inteligentes. El toreo es un misterio que nadie ha logrado entender jamás…

Así ha sido el paso de uno de los grandes genios del toreo que han pisado el ruedo de la plaza de toros más grande del mundo, hace 45 años.

domingo, 17 de marzo de 2024

18 de marzo de 1979. El Pana recibe la alternativa en la Plaza México

El Pana junto a su cartel de alternativa
La asistencia más o menos continuada a los festejos taurinos nos permite en ocasiones, ser testigos de hechos que pueden marcar o cambiar el rumbo de la historia del toreo. Perdóneseme por hablar en primera persona, pero en esta oportunidad llega la ocasión de hacerlo acerca de algunos hechos vividos por este amanuense. Por motivos que aquí no vienen al caso, residí en la Ciudad de México de 1977 a 1981 y tuve la oportunidad de ver temporadas de novilladas y corridas de toros en la Plaza México y en esa etapa pude conocer de primera mano el desarrollo inicial allí de Rodolfo Rodríguez El Pana, desde aquel domingo 9 de octubre de 1977, cuando se le tiró de espontáneo a José Antonio Ramírez El Capitán en el cuarto novillo de la tarde, Pelotero de San Martín, con el cual, el hijo de Calesero realizaría al final de cuentas, una faena que es considerada una de las modélicas para un novillero en la historia de la gran plaza.

Esa tarde de Pelotero, me enteré por la cofradía que habitaba el balcón dos de sol donde me agregué desde mi primera entrada a esa plaza, que se trataba de un maletilla de Tlaxcala apodado El Panadero y que se dedicaba principalmente a recorrer la legua y a tirársele de espontáneo a quien fuera posible, ante la falta de oportunidades para torear.

Alrededor de año después, la temporada de novilladas del año 78 se inició después de que en las fechas previas dos novilleros, José Pablo Martínez y Gabriel de la Cruz hicieran una huelga de hambre a las puertas de la México. Arrancada la temporada, levantaron su protesta, pero el comentario generalizado era en el sentido de que el doctor Gaona nunca les daría una oportunidad, al menos en esa temporada concreta.

Pero la sorpresa llegó para el tercer festejo del ciclo, cuando se anunció una atípica novillada de selección como culminación de los festejos del Día del Novillero y en ella formaron cartel Rodolfo Rodríguez El Pana, Jesús Trigueros El Tabaco, Héctor de Alba El Pinturero, Longinos Mendoza y sorpresivamente, los huelguistas José Pablo Martínez y Gabriel de la Cruz, quienes enfrentarían un encierro de la debutante ganadería de Santa María de Guadalupe, propiedad del doctor Alfonso Castro Flores y que originariamente fuera fundada por el maestro Juan Silveti Reynoso.

La revelación del festejo fue precisamente El Pana, quien le cortó las dos orejas a Reyezuelo, el que abrió plaza y eso le valió para convertirse, en unión de César Pastor, en el eje de una temporada de festejos menores que es una de las verdaderamente importantes en la historia del llamado Coso de Insurgentes.

Rodolfo Rodríguez El Pana terminó siendo, tras de torear diez novilladas y un festival en ese año, el candidato natural a ser alternativado en la temporada grande siguiente, pero su grandilocuencia y su personalidad desenfadada le granjearon animadversión en el ambiente entre los profesionales. Escribe Daniel Medina de la Serna:

…le gustaba hablar y faltarle al respeto al pinto de la paloma; de hecho, las figuras le tenían decretado un boicot que se prolongó hasta el momento de encontrarle padrino para la alternativa…

Por su parte, el abogado y librero José Rodríguez Téllez – coloquialmente Pepe Rodríguez – expone en su extraordinaria obra El Pana, torero surrealista. Los inicios de una leyenda:

Se anunció la alternativa de “EL PANA” en primera página del periódico “El Redondel”, anunciándose al diestro como un “TORERO DE LEYENDA”, era su primera tarde corno matador de toros y ya era considerado ¡UN TORERO DE LEYENDA"… En esas condiciones cuesta arriba llegó “EL PANA” en la fecha 12 de la temporada a tomar la alternativa el día 18 de marzo de 1979, de manos de Mariano Ramos y de testigo Curro Leal, completando cartel el Caballero en Plaza Gastón Santos, quien abrió el festejo…

Así fue la manera en la que el doctor Alfonso Gaona dio cumplimiento a una regla no escrita de nuestra fiesta, que establecía que el triunfador del ciclo de novilladas anterior, recibiría como una especie de trofeo, su alternativa en la siguiente temporada de corridas de toros.

La corrida del 18 de marzo del 79

La crónica completa que he podido rescatar es la de Carlos León, quien en sus Cartas Boca Arriba publicada en el diario Novedades al día siguiente del festejo, dirigida en la ocasión a don José Ángel Conchello, proclamaba en su exordio lo siguiente:

Llamarse Rodolfo, como el inolvidable califa leonés, que fue el máximo Petronio de la fiesta nacional. Y apellidarse Rodríguez, como el ojiverde “Cagancho”, aquel gitano de leyenda, que a su vez encajó en el gusto de nuestro público como uno de sus ídolos predilectos. Y después de eso, salir a los ruedos desde una modesta tahona de Apizaco, donde en la paz provinciana, lejos del nublumo que envenena la metrópolis, aún se respira lo que López Velarde cantó en las tardes olfativas de su Suave Patria, “El santo olor de la panadería”…

Esa era la expectación que producía la presencia del toricantano que llegó en calesa o jardinera a la plaza y que por alguna razón hasta esas fechas solamente usaba vestidos bordados en plata o en pasamanería. Un torero que, como se deduce del párrafo del cronista, penetró profundamente en el gusto de la afición de la capital mexicana.

De su hacer ante los toros, sigue contando Carlos León:

Verá usted. “El Pana” se ha hecho matador de toros con el astado “Mexicano”, de la vacada de don Alfredo Ochoa Ponce de León, que ha enviado un lote muy bien presentado en cuanto a trapío y con varios de sus ejemplares de bondadosa bravura. Así fue el doctorado, estupendo para el torero, que no pudo con él. Con detalles sensacionales que provocaban un clamor, pero con torpezas que desataban las rechiflas. Pésimo con la espada llegó a escuchar un aviso, mientras se concedió arrastre lento al toro tan lamentablemente desaprovechado. Más tarde, con “Serenito” otro burel que vino de las dehesas de Zinapécuaro con más nobleza que un duque, tampoco pudo “El Pana” justificar la expectación que despertó su alternativa. Cierto que, tanto con el capote como con las banderillas y la muleta, ejecutó cosas que parecen imposibles, pero las hace. Mostró la clase, el aguante, su manera diferente de interpretar el toreo, pero otra vez la faena total se le escapó de las manos, a pesar de contar con otro toro de “Campo Alegre” que fue un dechado de boyantía y fue aplaudido en el arrastre, mientras para su matador hubo división de opiniones. Cosa encomiable, pues provoca pasiones, quedando en incógnita interesante lo que este singular matador pueda dar cuando madure…

Al final de cuentas, el peso de la púrpura superó la voluntad de El Pana. No estuvo absolutamente mal, pero se vio superado por las circunstancias de ese momento y quienes esperaban ver en la corrida de su doctorado una prolongación de los triunfos obtenidos en la temporada novilleril anterior, quedaron de alguna manera, defraudados.

Pepe Rodríguez, en su libro antes citado, lo resume de esta manera:

“EL PANA” recibió la borla de matador de toros con el toro “Mexicano” de Campo Alegre, con el que estuvo voluntarioso y bien a secas, sin lograr el triunfo grande, lo mismo sucedió con su segundo, sin nada digno que comentar, salvo la pasión que empezaba a despertar en los tendidos, unos apoyaban al toricantano, y otros no estaban convencidos de la torería de este diestro, lo que no se discutía era la personalidad del mismo…

La apreciación de Pepe Rodríguez, hecha en retrospectiva, refleja en una importante medida lo que sería una gran porción de la carrera de El Pana en los ruedos, la exposición de una personalidad arrolladora que muchas veces ocultaba al gran torero que llevaba dentro. Pasarían casi dos décadas de altibajos para que la personalidad y la torería encontraran su punto de equilibrio y pudiera eclosionar la figura del toreo que había anunciado ser desde ese domingo 6 de agosto de 1978 en una novillada de selección que nadie, quizás ni él mismo, esperaba.

En conclusión

Decía el pasado domingo, a propósito de otro genio, que el camino hacia la cima no está siempre pavimentado, sino que más bien es pedregoso y lleno de baches. El caso de El Pana que se tuvo que enfrentar a todos y principalmente a sí mismo, es otro ejemplo palpable de que eso es cierto. Ya cerca del ocaso de su andar por los ruedos es cuando pudo vivir el triunfo y su final, fue quizás el que él mismo hubiera esperado, en las astas de los toros. La fiesta es y seguirá siendo porque la nutren hombres como El Pana.

domingo, 24 de diciembre de 2023

21 y 22 de diciembre de 1963: El Cordobés se presenta en México (II/II)

El Cordobés
La primera tarde de El Cordobés en nuestro país se saldó en unos términos que no dejaron convencida a la afición mexicana, sobre todo después del enorme despliegue informativo y publicitario que se hizo de su surgimiento, prácticamente a partir de la nada, hasta escalar a las más altas cumbres de la fiesta. Pero también quedó un sabor agrio en el paladar de quienes asistieron o intentaron asistir a ese primer festejo en la plaza de Cuatro Caminos, porque, se dijo con insistencia, los precios para ver al Huracán de Palma del Río fueron incrementados con exageración. La empresa salió al paso de esas afirmaciones en los siguientes términos:

La empresa “Espectáculos Artísticos y Deportivos”, S.A., hace las siguientes aclaraciones, respecto a los falsos rumores sobre los aumentos de precios de entrada a la plaza de toros “El Toreo”, para las corridas de los días sábado 21 y domingo 22 de diciembre en las que actuará “El Cordobés” … Los precios de entrada no fueron aumentados un solo centavo a los tenedores de Derecho de Apartado, ni en las localidades de sol y sombra general, que se han vendido a los precios de siempre: Sol, $10.00; Sombra, $15.00… La empresa declara que no ha existido, ni existe, ni existirá la reventa en su temporada…

Resulta interesante ver que los tenedores de derecho de apartado pagaron precios diferenciados a quienes adquirieron entradas sueltas, y, afirmo a título personal, es la primera vez que me entero de manera fiable, que la tenencia de ese derecho, concede una ventaja así a sus titulares. Por su parte, la redacción de El Redondel, asegurando que era de justicia, aclaró que en todas las plazas del mundo en las que actuaba Manuel Benítez se incrementaban los precios, y que, en el extranjero, eran significativamente más elevados que los cobrados aquí en México. 

El festejo del domingo 22 de diciembre de 1963

Para la segunda actuación de El Cordobés se anunció un encierro de don Reyes Huerta y como alternantes del hispano a Manuel Capetillo y a Jorge El Ranchero Aguilar. De nueva cuenta en El Redondel se señala que la plaza no se llenó.

Ni el nombre de “El Cordobés” logró llenar la plaza de “El Toreo” de Cuatro Caminos, en domingo, y en competencia con la plaza “México”. La entrada es floja, y en ambas localidades se ven varios huecos, por más que en conjunto, sea la mejor entrada dominguera, en lo que va de temporada… Son muy ovacionados, a la hora del paseo, Manuel Capetillo, Jorge Aguilar y Manuel Benítez, a quienes veremos lidiar seis toros de la ganadería de Reyes Huerta…

Ojo señalaba en su columna semanal lo que a su juicio eran las razones de las entradas no óptimas en Cuatro Caminos. Ya en su crónica del festejo del día anterior apuntaba que el acceso a ese coso era complicado y en su espacio de opinión, agregaba:

La gente sigue prefiriendo la plaza México, que con un cartel flojo superó en entrada, con grandísima diferencia a su rival, donde el programa era mucho mejor... Para nosotros, ojalá y se llenaran las dos plazas, para que además de todos los privilegios de que disfruta, contara nuestra ciudad con ser la única en el mundo que sostuviera dos temporadas simultáneas de corridas de toros... ¿Habrá afición para llenar las dos plazas más grandes del mundo? Cuando este número de EL REDONDEL circule, ya se habrá despejado la incógnita... Seamos optimistas y recordemos aquello de que cómo México no hay dos...

Por su parte, Alberto A. Bitar, algo más de medio siglo después, dice que la concurrencia a la plaza ese domingo apenas llegó a media entrada:

Ese domingo, con escasa media entrada, alternó con Manuel Capetillo y Jorge Aguilar “El Ranchero”, con toros de Reyes Huerta y “El Cordobés” se remontó a las alturas cortando dos orejas de cada uno de sus toros…

Ambos escritores son de la misma casa editorial y con muchos años de diferencia, la crónica in situ y la remembranza de quien asistió al festejo presentan una importante diferencia en su apreciación, la que al final, no incide en el resultado, pero deja un hueco de conocimiento para el historiador.

El rotundo triunfo de El Cordobés

Al final de cuentas, Manuel Benítez terminaría por resarcir a la afición de la capital de lo sucedido el día anterior, porque se levantaría como el triunfador absoluto del festejo, imponiéndose a las condiciones de los toros que le tocaron en suerte y también a la animadversión que por momentos se le expresó desde los tendidos, según podemos advertir de lo que escribió en su crónica para El Redondel en esta oportunidad, Alfonso de Icaza hijo:

TERCER TORO: “Mexicano”, de 480 kilos, la misma pinta de los anteriores y cómodo de cabeza… Manuel Benítez “El Cordobés” está fatal con el capote, pues ni para, ni manda, ni nada. Pitos… “El Cordobés” comienza con muletazos de castigo, consintiendo y a poco se para, para varios derechazos, en los que aguanta mucho, pero toreando con la mano muy alta. De todas maneras, la gente que lo estaba abucheando cambia de actitud. Más derechazos, perdiendo el engaño al dar el pase de pecho con la izquierda… Hay un derechazo de vuelta y media, después del cual, aguantando a ley, se saca al toro por arriba y de ahí en adelante se va para arriba, demostrando que tiene una muñeca privilegiada, al correr la mano en derechazos eternos, pasándose siempre al toro por la propia faja. Es cogido sin consecuencias y cita para el natural izquierdista, dando tres pases juntos. Ya se ha echado al público a la bolsa… Derechazos van y vienen, unos largos y otros cortos, pero dados con una indiscutible personalidad y mostrando serenidad, que parecería que no tuviera toro enfrente. Este es magnífico, y el melenudo diestro, con un toreo que no se parece al de nadie sigue haciéndose ovacionar en forma entusiasta… Con feo estilo, pero entregándose, deja un estoconazo delanterillo, refrescado con certero descabello. Ovación, unánime petición de oreja, gritos de ¡torero!, ¡torero!, y dos orejas concedidas por la autoridad, con las cuales recorre el anillo en son de triunfo, entre otras tantas ovaciones...

SEXTO TORO: “Payaso”, con 515 kilos de peso, berrendo en negro y abierto de carniceras… Con el capote está perdido Manuel Benítez, que no hace sino bailar ante la cara de la res, provocando protestas… Benítez, molestado por su mechón, trata de hacerse de “Payaso”, que así se llama el toro, para dar después una serie de derechazos cortos, que no le dicen nada a nadie. Pero a medida que pasa el tiempo, va parando más y más, corriendo la mano como se debe… Cita de largo, se va acercando a la res como si fuera un león, y le receta más derechazos, de todos calibres que se jalean, venga o no al caso. Vienen ahora cuatro o cinco, de un ajuste extraordinario y nuevamente se echa al público en la bolsa… Siempre sobre la diestra, sigue corriendo la mano cuantas veces le viene en gana, con esa tranquilidad suya, que parece ser su mejor arma. Hay un momento en que se le queda su enemigo a medio pase, y se lo saca con un ligero movimiento de muñeca. Luego, uno de dos vueltas, en los que sólo gira sobre sus talones. La plaza parece un manicomio. Más de media estocada, tendida y tendenciosa, que hace doblar a poco, levantándose el animal, que se entrega junto a las tablas. Ovación, petición de oreja, que concede el compadre Silverio por partida doble, y salida triunfal por la puerta grande…

Cuatro orejas en la espuerta y la primera salida en hombros para su contabilidad personal. La personalidad y la aptitud torera de El Cordobés, destacada por Icaza hijo como un extraordinario juego de muñecas del torero, terminaron por imponerse a la poca paciencia que parecía demostrar la concurrencia al Toreo de Cuatro Caminos, que esperaba quizás, una actuación más explosiva del torero andaluz.

Manuel Capetillo saludó desde el tercio tras la lidia del primero de su lote y al finalizar su labor en el cuarto, las opiniones se dividieron, en tanto que el Ranchero Aguilar dio la vuelta al ruedo después de pasaportar al segundo de la tarde y el quinto, se le fue vivo a los corrales por sus fallos con la espada. La crónica me sorprendió en el sentido de que se ordenó la devolución del toro después del segundo aviso, seguramente por estar así legislado en el Reglamento entonces vigente en el Estado de México.

Lo que siguió después

El primer sorprendido y seguramente reconvenido, fue el doctor Alfonso Gaona, quien, a consejo de un anónimo informante, decidió que El Cordobés no era un torero para el gusto de la afición mexicana, de manera tal que no lo llevó al anuncio de su temporada en la Plaza México. Así lo cuenta don Alberto A. Bitar:

Una vez que El Mechudo emprendió viaje, los accionistas de la empresa – creo recordar que eran Emilio Azcárraga Milmo y el ingeniero Alejo Peralta – llamaron a cuentas al galeno y, obviamente, le reclamaron por los millones que pudieron engrosar sus respectivos bolsillos, así que, sintiéndolo mucho, le retiraban el cargo de gerente de la plaza México, noticia que corrió, como vulgarmente se dice, como reguero de pólvora, preguntándose los aficionados quien sería el elegido…

La salida del doctor Gaona no se dio precisamente en esos tiempos, pero sí al final de la temporada, pero la apreciación de don Alberto es clara en el sentido de que el error de cálculo del gerente de la empresa de la Plaza México fue gravísimo y el haber dejado a El Cordobés para el elenco de la competencia, efectivamente les causaría un quebranto importante.

Por otra parte, citaba en la primera parte de estos apuntes, al referirme a lo declarado por Manuel Benítez a Clarinero, que había manifestado que solamente estaba contratado por dos corridas y más adelante en la misma charla, agregó que tenía pensado descansar un mes completo antes de iniciar su preparación para la temporada española. 

El triunfo del 22 de diciembre del 63 en Cuatro Caminos le abrió prácticamente todas las plazas de la República y a inicios de 1964 regresaría a México para iniciar un auténtico “maratón” taurino, pues toreó la friolera de 32 corridas de toros en 39 días, iniciando su recorrido del territorio nacional el sábado 18 de enero en el Toreo de Cuatro Caminos y lo concluyó el miércoles 25 de febrero en Uruapan. 

En esa extensa jornada, toreaba todos los días de la semana – laborables o no – y salvo un corte profundo en una mano que sufrió en Torreón el 28 de enero, que le hizo perder sus tres compromisos en la feria de Manizales, estuvo presto a salir al ruedo en todas las plazas para las que fue contratado.

En conclusión

La llegada de El Cordobés a los ruedos del mundo representó, sin duda, una transición etaria en la historia del toreo. También vendría a constituirse en un agente de cambio para la forma en la que los festejos se organizaban y, sobre todo, en los mandos prevalecientes en los estamentos de la fiesta, porque, sin duda, un par de años después, no se movía nada en el ambiente de los toros, sin el plácet de Manuel Benítez.

Toreros, ganaderos, empresarios y aficionados del mundo entero, quedaron subyugados y sometidos al nuevo modo de hacer las cosas que sugirió la irrupción de El Cordobés a los ruedos. Se produjo, sin duda, una revolución en la fiesta, no en la forma de hacer delante de los toros, sino en la forma de hacer la fiesta misma.

Es por eso que en estas fechas que se cumplen 60 años de la presentación de El Cordobés en tierras mexicanas, precisamente en el Toreo de Cuatro Caminos que externo estos recuerdos, que indudablemente, impactaron a la fiesta en nuestro país.

domingo, 3 de diciembre de 2023

1º de diciembre de 1963: Guillermo Sandoval confirma su alternativa en la Plaza México

Guillermo Sandoval confirma en
Madrid 1° agosto 1965
Foto: Martín Santos Yubero
El inicio de la década de los sesenta fue promisoria para el toreo en México. Surgió una generación de novilleros que parecía que representarían el relevo de los toreros de nuestra Edad de Plata de una manera tersa, sin sobresaltos. Así, vimos surgir en las plazas México y el Toreo de Cuatro Caminos a Abel Flores El Papelero, Gabino Aguilar, Mauro Liceaga, Fernando de la Peña, y Guillermo Sandoval quienes atrajeron la atención de las casas de apoderamiento españolas que se hicieron presentes aquí a finales de 1961, en la persona entre otros de Alberto Alonso Belmonte, Cristóbal Becerra y los diestros retirados Pepe Iglesias y Antonio Posada, quienes buscaban contratar para sus grupos a algunos de esos novilleros y por supuesto a varios de los matadores que encabezaban nuestro escalafón.

Guillermo Sandoval, originario del barrio de Peralvillo de la capital mexicana, que se había presentado en Cuatro Caminos el 7 de mayo de 1961 y en la Plaza México el 16 de julio siguiente – ambas plazas las llevaba al mismo tiempo el Dr. Alfonso Gaona – se fue a España dándole poderes a Pepe Iglesias, quien por las plazas en las que actuó el torero capitalino, debió ser cercano a la empresa Jardón, que tenía a su cargo la plaza de Las Ventas. Así, casi al bajarse del avión, le contrata su presentación en Zaragoza, para el 8 de abril de 1962, alternando con El Cordobés y Rafael Ataide Rafaelillo en la lidia de novillos de Baltasar Ibán

Así iniciaría una campaña en la que torearía 27 novilladas, destacando sus actuaciones en plazas como Zaragoza (5), Madrid (3), Barcelona (2), Valencia (2), San Sebastián (2) o Alicante. Fue el novillero mexicano que más tardes sumó ese año y quedó arreglado para volver el siguiente, cuando toreó 5 novilladas más otras tres en Madrid, una más en Zaragoza y cerró ese capítulo de su carrera en Calatayud.

La alternativa la recibió en Barcelona el 18 de agosto de 1963, de manos de Joaquín Bernadó y fungiendo como testigo Vicente Fernández El Caracol. El toro de la ceremonia se llamó Algarrobito y fue de la ganadería salmantina de Lamamié de Clairac. Ese calendario todavía alcanzó a sumar otras tres corridas de toros, todas en Palma de Mallorca, entre el 25 de agosto y el 20 de octubre de ese año.

La confirmación de alternativa de Guillermo Sandoval

La temporada de toros 1963 – 64 en la capital mexicana se verificó en dos plazas. Por una parte, la México tenía como cabezas de su elenco a Luis Procuna, Joselito Huerta, Jaime Rangel, Paco Camino, Diego Puerta, El Viti y proponía como confirmantes a Guillermo Sandoval, Fernando de la Peña, Oscar Realme y Abel Flores El Papelero, todos ellos doctorados entre agosto y el final de septiembre en ruedos hispanos y en el caso de Realme, ya hasta confirmado en Madrid.

El elenco de Cuatro Caminos, plaza llevada en esta oportunidad por Alejo Peralta y Dolores Olmedo, se apoyaba en Calesero, Antonio Velázquez, Rafael Rodríguez, Jesús Córdoba, Manuel Capetillo, Juan Silveti, El Ranchero Aguilar, Alfredo Leal y era el gran atractivo del mismo Manuel Benítez El Cordobés, que venía junto con Pedrés, El Caracol y el venezolano César Girón. En algún otro punto de esta bitácora, conté ya que el punto débil de esta empresa estuvo en la obtención de ganado de garantías, porque la empresa de la México, le bloqueó cualquier posibilidad de conseguirlo.

La corrida inaugural de esa temporada en la Plaza México se celebró el 1º de diciembre de 1963, cuando para lidiar un encierro de Tequisquiapan, se anunció a Humberto Moro, Santiago Martín El Viti y Guillermo Sandoval, quien confirmaría su alternativa. A propósito de ese festejo de apertura de temporada, escribió para El Redondel don Alfonso de Icaza Ojo:

La corrida inaugural de la temporada grande siempre es un acontecimiento en nuestra incomparable Ciudad de los Palacios... Hoy la gente ha llenado las localidades numeradas, mucho más que las generales, lo que demuestra que no persigue la baratura de los precios, sino el ver la fiesta desde más cerca y en el mejor asiento posible... Nuestras corridas seguirán siendo grandes, en tanto el público responda a los buenos carteles que se le ofrecen... Preside la corrida el licenciado Jacobo Pérez Verdía, asesorado por Samuel Solís... El tiempo es magnífico, pues brilla el sol en el azul de nuestro cielo, calentando el ambiente que al amanecer de hoy era gélido...

No fue precisamente un lleno el que provocó esa primera tarde, pero sí una entrada respetable, que reflejaba el interés de un cartel imaginativo, balanceado y que dejaba a la afición esperar que en ella se dieran hazañas dignas de ser recordadas.

El primer toro de la corrida se llamó Indiano, de pelo cárdeno claro y se le anunciaron 520 kilos en la tablilla. Fue el de la confirmación de Guillermo Sandoval. Su actuación ante él, de acuerdo con el ya invocado Ojo fue de la siguiente guisa:

Brinda el diestro de Peralvillo a un señor que suponemos sea su padre y pasa a habérselas con un toro que toma muy bien el engaño, yendo hasta donde lo mandan. Comienza a muletearlo cerca de las tablas, siempre por alto, hasta que remata la serie con un pase de trinchera bien instrumentado... Cita de largo con la zurda... resultando cogido a poco... Varios buenos derechazos llevando al toro desde aquí hasta allá, y nueva cogida, rompiéndole la taleguilla. Se levanta y el público lo aplaude ruidosamente... trata de entrar a herir, pero una parte del público se opone. Nueva ración de trapo, con abundancia de derechazos eternos, que demuestra que el toro tenía todavía mucho que torearle... media estocada delantera y perpendicular a un tiempo... los peones capotean y extraen el arma y Sandoval entra de nuevo y deja el estoque delantero, casi hasta el puño, doblando casi de inmediato la res... Hay palmas al toro en el arrastre y ovación para Guillermo Sandoval que saluda desde el tercio...

Por su parte, Carlos León, en sus Cartas Boca Arriba del diario Novedades, dirigiéndose en esta oportunidad a Pedro Chicote, en su Museo Internacional de Bebidas en Madrid, discurre:

Guillermo se pasó dos años en España y, si actuó bastante como novillero, viene apenas con cuatro actuaciones como matador de toros. Su verdor, pues, era lógico que fuera como el de un ligero vino abocado. Sin embargo, el novel espada salió con ansias novilleriles y, en el sorteo, tuvo mejor suerte que la venturosa del sacristán de Boccaccio 70... Nobilísimo era el cárdeno que Don Fernando de la Mora envió para abrir plaza. Un toro para consagrarse, pero... el neófito no lo comprendió y trató de muletearlo a salga pez o salga rana. Y así no es posible. Se llevó dos impresionantes volteretas, de las que se levantó como sólo podían hacerlo Adán y Eva: sin verse la ropa. Pero la voluntad y el valor no fueron suficientes ante un burel de seda que exigía un torero…

Guillermo Sandoval fue herido por el toro que cerró la corrida, llamado Rumbero, sexto – bis del encierro, ante el cual parecía estarse acomodando y presentando por fin el toreo de clase que le caracterizaba. Escribe Carlos León:

Con el sustituto del sexto volvió a tener la suerte de topar con un bicho excelente, más apenas empezaba a armar la escandalera con el capote, cuando se produjo otra cogida, que ahora sí lo mandó a la enfermería...

Por su parte, Ojo reflexiona acerca de la actuación del confirmante ante este segundo toro de su lote:

...después de unos cuantos capotazos de tanteo liga hasta media docena de buenas verónicas, que remata por partida triple con un recorte muy ceñido, una “brionesa” y una rebolera, oyendo palmas en abundancia de la concurrencia... Sandoval, en el quite, chicuelea primorosamente, pero es cogido después de la manera más tonta: remata de rodillas, el toro hace por él y él hace por el toro, que no tiene sino estirar la gaita, para inferirle una cornada en el muslo derecho, que provoca hemorragia...

Cuando parecía que Guillermo Sandoval iba a redimir su crédito ante la afición de la capital, se encontró con los pitones de los toros y sus intenciones se quedaron en mera declaración. Volvería a la Plaza México el 26 de enero de 1964, para alternar con Luis Procuna y Diego Puerta ante un encierro del Ing. Mariano Ramírez y ya no regresaría vestido de luces a la gran plaza.

El resto de la corrida

Santiago Martín El Viti firmó esa tarde una de sus grandes obras en el coso de Insurgentes. Lo hizo ante el quinto de la corrida, Hortelano, al que le cortó las dos orejas, faena de la que Carlos León dijo: Santiago era un ausente de sí mismo y de su alrededor – de su yo y sus circunstancias, como diría Ortega y Gasset – pues allí no existía sino el toro, sólo el toro que el “Viti” iba creando a la medida de su muleta...

Por su parte, Humberto Moro no tuvo una reaparición feliz en la Plaza México, no obstante que tuvo tres toros para revitalizar su cartel ante la afición capitalina. Fue una de esas tardes en la que simplemente no se acomodó.

El futuro de Guillermo Sandoval

Guillermo Sandoval confirmaría su alternativa en Madrid el 1º de agosto de 1965, recibiendo los trastos nuevamente de manos de Joaquín Bernadó y en presencia de Antonio Sánchez Fuentes, cediéndole el primero de los toros de Miguel Zaballos corridos esa tarde veraniega. Fue la única corrida en la que actuó ese año en aquellas tierras y sufrió una cornada grave, según se deduce del parte médico rendido:

Durante la lidia del primer toro ingresó en esta enfermería el diestro Guillermo Sandoval, con herida por asta de toro situada en cara antero interna del muslo izquierdo en la unión con el tercio superior con el medio, que interesa piel, tejido celular y aponeurosis femoral con una trayectoria de cinco centímetros de longitud dirigida hacia atrás y hacia arriba que produce grandes destrozos en el muslo, vasto interno y abductores; contusionando el paquete vascular con espasmo arterial, desgarro de la vena femoral y arrancamiento de la colateral con abundante hemorragia que hizo precisa transfusión de sangre durante todo el acto operatorio. Luxación escapulo humeral del lado derecho. Pronóstico grave.

Como se puede ver, a Guillermo los toros lo castigaron duramente en los momentos menos oportunos.

En 1966 se produjo un cisma sindical entre la torería mexicana y nació lo que hoy es la Asociación Nacional de Matadores de Toros, Novillos, Rejoneadores y Similares. Pero quedó subsistente en el ámbito local de la Ciudad de México la Unión Mexicana de Matadores de Toros y Novillos, misma que fue liderada por Luis Procuna. El semanario El Ruedo de Madrid, fechado el 27 de diciembre de 1966 contenía la siguiente información:

Después de consumada la escisión entre los toreros mejicanos, las personas que forman los Comités o Juntas Directivas de la Unión y de la Asociación son las siguientes: Unión. - Luis Procuna, reelegido secretario general, Jesús Córdoba, Oscar Realme, Víctor Huerta, Guillermo Sandoval y Fernando de la Peña. En Honor y Justicia, Emilio Sosa, Eduardo Moreno y el novillero Rafael Ramírez. En Hacienda y Vigilancia, Emilio Rodríguez Vela, Jorge Carrillo y el novillero Roberto Segovia...

Prácticamente todos los toreros que se integraron a la Unión y que ocuparon cargos directivos en ella, terminaron casi en ese momento sus carreras, pues por una especie de pacto de caballeros, las empresas contrataban preferentemente a los afiliados a la Asociación. Guillermo Sandoval siguió toreando intermitentemente hasta el año de 1978, año en el que encontré el último registro de una actuación suya, el 19 de octubre, en Acapulco, mano a mano con el diestro ecuatoriano Bolívar Vasco, en la lidia de toros de Matancillas. Esa tarde cortó tres orejas a los toros de su lote.

Hoy recuerdo a Guillermo Sandoval en el sexagésimo aniversario de su confirmación de alternativa, un torero que por su clase pudo ocupar un sitio de privilegio en los ruedos de México.

domingo, 10 de septiembre de 2023

1963 – 64. La gran temporada de Jaime Rangel

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El Redondel 12 de enero 1964
La temporada de toros 1963 – 64 en la capital mexicana constó de la friolera de 32 corridas, aunque se diera en una especie de plaza partida, porque 18 de ellas se celebraron en la Plaza México y los 14 festejos restantes, tuvieron lugar en el hoy difunto Toreo de Cuatro Caminos. Las cabezas del elenco de Insurgentes eran Paco Camino, Joselito Huerta, Diego Puerta, Juan García Mondeño y Santiago Martín El Viti, en tanto que el ciclo de Naucalpan fue construido por doña Dolores Olmedo en sociedad con el ingeniero Alejo Peralta alrededor de la personalidad de Manuel Benítez El Cordobés, quien tendría como alternantes a los integrantes de la Edad de Plata mexicana: Antonio Velázquez, Rafael Rodríguez, Jesús Córdoba, Manuel Capetillo, Jorge El Ranchero Aguilar, Juan Silveti y Alfredo Leal, así como el as venezolano César Girón.

En ambos elencos había varios toreros que podríamos llamar emergentes de ambas orillas del Atlántico. De los de allá podemos encontrar a Joaquín Bernadó y a Manuel García Palmeño y entre los nuestros, a Guillermo Sandoval, Antonio Duarte El Nayarit, Raúl García, Oscar Realme, Víctor Huerta y muy significadamente un torero hidalguense de dinastía: Jaime Rangel, quien estuvo siempre anunciado en la Plaza México, regentada por el doctor Alfonso Gaona.

A propósito de esos días, recuerda el torero de San Miguel Vindhó, en entrevista concedida en el año de 1968 al periodista de Guadalajara, Pacorro Páez, recopilada en su libro Soñadores de Gloria:

Mi primer traje de luces lo vestí en Matamoros, Tamaulipas, en 1957... vino la alternativa en la Plaza México el 1º de enero de 1962... En mayo confirmé el doctorado en Madrid... Las tardes de fortuna en la nueva categoría que me dieron el sitio deseado han sido el 22 de diciembre de 1964, en México, alternando con Joselito Huerta y “El Viti”. Otra con toros de La Punta, en la que Oscar Realme sufrió grave cornada antes de recibir el doctorado y siendo el otro alternante “Palmeño” y recuerdo otras tardes muy completas lidiando toros extraordinarios...

Esa temporada que inició el 1º de diciembre de 1963 y que casi todos los domingos tuvo corridas en las dos plazas y casi siempre llenos en ambas, Jaime Rangel fue el torero que sumó más actuaciones, con siete tardes, seguido por El Cordobés del elenco de El Toreo, con seis. Y de esas tardes logró para la historia cuatro actuaciones que le consolidaron en un sitio de figura del toreo, porque lo logrado en ellas, sin duda, no puede calificarse de manera distinta.

22 de diciembre de 1963

La cuarta corrida de la temporada se conformó con un encierro de don Jesús Cabrera para Joselito Huerta, Jaime Rangel y Santiago Martín El Viti. La entrada esa tarde fue casi un lleno, a causa de unos cuantos claros en los tendidos generales. La actuación triunfal de la tarde estuvo a cargo del torero del Estado de Hidalgo, que le cortó una oreja al quinto de la tarde Turronero. A propósito de esa actuación escribió para El Redondel don Alfonso de Icaza Ojo:

Entiende por “Turronero” pesa 450 kilos y es negro como sus hermanos y bien armado... Rangel liga varios excelentes derechazos con los que logra armar la escandalera. El muchacho tiró del toro, se lo pasó a dos dedos de la faja y lo despidió con suavidad, para volverlo a meter en la muleta y repetir una y otra vez. Ovacionaza. Repite la hazaña con igual éxito y cuando acaba por ser desarmado, lo aclama la plaza entera. También con la izquierda hace Jaime un buen toreo, obligando mucho a su adversario que se ha ido quedando poco a poco… Hay naturales cumbres y sobre todo hay un valor heroico y un propósito firme de triunfar. Lo logra clamorosamente cuando da un primoroso pasa por la espalda y después de señalar un pinchazo, sigue toreando confiadísimo y deja más de media estocada desprendida, mortal de necesidad. Ovación, música, nutrida petición de oreja que concede la autoridad y vueltas triunfales a la arena devolviendo sombreros y prendas de vestir…

Esa misma tarde, en Cuatro Caminos, El Cordobés cortó cuatro orejas a los toros que enfrentó alternando con Manuel Capetillo y El Ranchero Aguilar. Como nota adicional, el Juez de Plaza esa tarde era el Faraón Silverio Pérez.

5 de enero de 1964

La sexta de la temporada en Insurgentes se conformó con toros de La Punta para Jaime Rangel, Manuel García Palmeño y Oscar Realme quien confirmaría la alternativa que recibió en Oviedo el 21 de septiembre del año anterior. Señorito el abreplaza, mandó al presunto confirmante a la enfermería y la tarde quedó en un forzado mano a mano entre el hidalguense y el cordobés. Esa tarde la redondeó Jaime Rangel ante el cuarto punteño, Malicioso, al que le cortó las dos orejas. Vuelvo a recurrir al testimonio de Ojo, quien en su crónica dictada por teléfono a la redacción de El Redondel, entre otras cosas dijo:

Jaime brinda al presidente de la Federación Internacional de Futbol, nuestro huésped, que es ruidosamente ovacionado y después de recoger a su enemigo con pases de tanteo, da dos naturales, mejor el primero que el segundo, por en este le cabeceó el socio. Cambia de mano Jaime y con la derecha torea muy bien, con absoluta frescura y corriendo la mano de aquí hasta allá. Pierde la franela, pero cuando la recupera la usa magistralmente, ligando derechazos tan largos como sentidos. Sigue el muleteo de maestro, y cuando remata la serie con un pase de pecho muy ceñido, el público se le entrega totalmente. Aguanta Jaime hasta lo increíble; vuelve a barrer los lomos de su enemigo, pasándoselo muy cerca; torea al natural, con auténtica maestría, cuantas veces le da la gana; sufre un desarme, torna a poner cátedra y entre gritos de "¡torero, torero!", busca la igualada, dando magníficos trincherazos, y termina su gran faena con media estocada contraria que hace doblar… Jaime Rangel oye la ovación más clamorosa de su vida, concediéndole la autoridad las dos orejas del noble astado punteño al que toreó tan bien…

La declaración de intenciones de Jaime Rangel quedó efectivamente expresada y le ganó la repetición – costumbre hoy perdida, parece que para siempre – para dos domingos después, en uno de los carteles señeros del ciclo, como enseguida veremos.

19 de enero de 1964

La octava corrida ofrecida por la empresa del doctor Gaona se formó con toros de don Reyes Huerta para Joselito Huerta, Paco Camino y Jaime Rangel. No queda duda de que la entrada fue un lleno hasta el reloj de la Plaza México. Dos figuras consagradas y un diestro que, en la temporada en curso, pidió sitio y lo aseguró repitiendo actuaciones macizas y triunfales. Esa tarde Jaime se llevó todo ante Moctezuma y Húngaro, tercero y sexto de la función. En primer término, dice Alfonso de Icaza Ojo:

Logra Jaime que “Moctezuma” embista una y otra vez y arma la escandalera con sus pases naturales que ni dibujados serían más bonitos. Vuelve a irse el toro; lo sujeta otra vez Rangel, lo cita a mínima distancia y desde allí se lo pasa en muletazos de maravilla. ¡Eso es torear! Qué tal estarían los ánimos de caldeados, que cuando el espada es desarmado nuevamente, estalla una ovación delirante… Más naturales, y van cincuenta: cites en la propia cara; un muletazo monstruo en el que de tanto ceñirse es atropellado; nuevo trompicón al dar un pase por alto y lograda y conseguida la igualada, viene el estoconazo hasta el puño, haciendo la suerte con perfección y convirtiendo la plaza entera en un manicomio. La espada queda un poquitín contraria y no surte demasiados efectos, pero el astado dobla al fin, concediéndosele a Jaime Rangel las dos orejas y el rabo de un toro difícil, admirablemente toreado y matado. Parte del público protesta este último trofeo, en nuestra opinión muy bien concedido por el licenciado Pérez Verdía. Tira Rangel el rabo, por las exigencias de marras y con las dos orejas recorre el anillo quién sabe cuántas veces, devolviendo sombreros y prendas de vestir… Ha estado inconmensurable, a un toro que no se dejaba torear le ha dado más de cincuenta pases naturales de extraordinaria calidad y lo ha matado de una estocada hasta el puño, practicando a ley la suerte suprema… ¡Así se triunfa!

Como nota adicional. La faena de Jaime Rangel a Moctezuma se puede ver en el cuarto DVD de la colección Tesoros Taurinos de la Filmoteca de la UNAM, titulado Recuerdos del Toreo en México (1947 – 1964). Dejo aquí la información para quienes tengan en su poder esa joya.

22 de marzo de 1964

La décima séptima y penúltima corrida de la temporada se dio con un cartel integrado por Paco Camino, Jaime Rangel y Antonio Duarte El Nayarit, quienes enfrentarían un encierro de Torrecilla. Al final de cuentas, solamente se lidiaron cinco de los toros de la ganadería titular, puesto que el cuarto de los que salieron al ruedo, fue de Mimiahuápam, en esas calendas, de don Luis Barroso Barona.

De lo que he podido leer, quizás esa tarde, ante Solitario de Torrecilla, Jaime Rangel tuvo su actuación más contundente, aunque solamente haya saldado su tarde con una vuelta al ruedo, a causa del defectuoso manejo de los aceros. Otra vez es la crónica de Ojo, precedida por un cintillo en la portada de El Redondel que dice Faenón de Jaime Rangel en la Plaza México, que nos cuenta:

Rangel brinda a la plaza entera, manda retirar a la gente e inicia su faena con dos pases en el estribo, que resultan espectaculares. Ya de pie, torea, ahora sí, con verdadero primor. Sus trincherazos le resultan plásticos y sus derechazos de asombro, pues corriendo la mano con lentitud indescriptible, da varios pases en redondo que arman verdadera escandalera. El toro es bueno y Jaime lo está aprovechando de maravilla. Hay un pase que ni dibujado y nuevos derechazos en los que el hidalguense mide admirablemente el arranque de su enemigo. Sufre una interrupción, reanuda su cátedra de bien torear con la zurda, con la misma perfección con que lo había hecho con la diestra. Varios de sus naturales son de maravilla y no fueron dos o tres, sino diez o doce, obligando a la embestida y tirando del toro prodigiosamente bien… En estos momentos se produce una escena espectacular: dobla los remos “Solitario” como si quisiera rendir homenaje a quien tan bien le ha toreado. Naturales increíbles y el de pecho, digno de ellos, como digno resulta el adorno que se produce entre dianas y gritos de entusiasmo. Dos riverinas muy ceñidas, toreo por delante en busca de la igualada y conseguida esta, entra Jaime y pincha. Segundo pinchazo. Tercero; el toro que se echa, que se vuelve a parar y que se entrega, al fin y al cabo, estallando entusiasta la ovación en honor de Jaime Rangel, a pesar de sus desaciertos con la espada. Si ha matado bien y a la primera, a estas horas estaría recorriendo el ruedo con las orejas y el rabo del noble astado de Torrecilla. Tan grande fue la faena, que Jaime recorre el anillo devolviendo sombreros y prendas de vestir...

Sin abandonar el rigor de sus apreciaciones, don Alfonso de Icaza al justipreciar la actuación de Jaime Rangel en esa tarde, deja claro que lo único que le impidió volver a alzarse con los máximos trofeos en sus manos, fue el defectuoso uso de la tizona para rematar su faena, pero también deja claro que, en ese momento, asegundó con contundencia, su asalto a la cumbre.

Más breve es la reseña que hizo en su día Ernesto Navarrete Don Neto, para la AFP y publicada en el diario El Informador de Guadalajara al día siguiente del festejo:

Jaime Rangel dio esta tarde una de cal y otra de arena... tuvimos que esperarnos hasta la lidia del quinto de la tarde, toro bravo, toro de Torrecilla con el que Rangel cuajó una faenaza a base de naturales... Faena de hombre y de torero. Faena ribeteada con el celo y la casta de este joven y magnífico matador de toros... Una faena puramente izquierdista, la que lamentablemente no fue coronada con la espada, pues necesitó de tres viajes para terminar con la vida de ese bravísimo toro... Una vuelta al ruedo devolviendo prendas de vestir...

Coincide Don Neto en el hecho de que la faena de Jaime Rangel a Solitario de Torrecilla se generó a partir de poderle primero al toro y de bordarlo con la mano izquierda después. No hace pronóstico de los apéndices que pudo haber cortado, pero deja entrever que fue una de esas obras que se quedan para la historia.

Lo que vendría enseguida

Jaime Rangel fue un diestro que ocupó siempre un lugar en los carteles de importancia durante un cuarto de siglo, pues toreó su última tarde el domingo 5 de mayo de 1985 en la Plaza México, en el mismo ruedo en el que había recibido la alternativa. 

Se dedicó a representar y a formar toreros, dando continuidad a la escuela mexicana del toreo que iniciara Ojitos y que llegara a él por conducto de su padre y de su tío Ricardo, quienes a su vez la abrevaron de Samuel Solís, quien fuera discípulo del llamado Maestro de Gaona.

Jaime Rangel entró en la inmortalidad el pasado 7 de septiembre. Hoy le recuerdo con estas estampas de sus triunfos en la plaza más grande del mundo y espero que su paso por los ruedos sirva de ejemplo para todos aquellos que aspiran a ser toreros. 

domingo, 5 de marzo de 2023

3 de marzo de 1963: Alfredo Leal corta un rabo en El Toreo de Cuatro Caminos

Ya había apuntado por aquí, para más señas, el pasado 18 de diciembre, al rememorar la confirmación de alternativa de Mondeño, que el ciclo de festejos mayores 1962 – 63 se dio a plaza partida. La primera docena de festejos se celebró en la Plaza México, más que nada, creo, por las cuestiones que regulan el llamado derecho de apartado, que exigen precisamente ese número de tardes para sacarlo a la venta. Después de esa última corrida, verificada el 24 de febrero de 1963, con toros de La Laguna para Humberto Moro, Joselito Huerta y Curro Romero que confirmaba su alternativa, al domingo siguiente, la fiesta se trasladó a Naucalpan, al coso de Cuatro Caminos.

El elenco de toreros anunciado para el serial de siete fechas que se dieron entre el 3 de marzo y el 7 de abril de 1963 en El Toreo se formó con los mexicanos Manuel Capetillo, Juan Silveti, Joselito Huerta, Alfredo Leal, Antonio del Olivar, Luis Procuna, José Ramón Tirado, Víctor Huerta, y Morenito, los hispanos Paco Camino, El Viti, Joaquín Bernadó, Diego Puerta y Curro Romero, y el lusitano José Julio y en el renglón ganadero se presentaron encierros o toros sueltos de Coaxamalucan, Tequisquiapan, Mimiahuápam. Jesús Cabrera, Pastejé, Santo Domingo, Mariano Ramírez, La Laguna, La Punta, Torrecilla, Las Huertas, José Julián Llaguno, Reyes Huerta y Valparaíso.

En una nota aparecida en El Redondel del mismo día de la confirmación del Faraón de Camas, que ya he citado en parte, se adelantaba lo siguiente:

La empresa ofreció dar doce corridas, y la de hoy fue precisamente la duodécima, no prolongándose la temporada por incosteabilidad… Además de los toreros anunciados, se contrató a Luis Procuna, a Juan Silveti, a Jorge Aguilar, a José Ramón Tirado, a Joaquín Bernadó, a Curro Romero, que se presentó hoy… Así pues, con mejores perspectivas para la empresa, se pasa a la plaza El Toreo desde el próximo domingo, abriendo un derecho de apartado para un mínimo de seis corridas, que podrían ser muchas más y para las cuales se cuenta con todos los toreros que han actuado en la México con los cuatro triunfadores a la cabeza: Capetillo, Joselito Huerta, Paco Camino y Diego Puerta, para combinar carteles que satisfagan ampliamente a la afición… Tenemos noticias de que, dentro de ocho días, actuarán Paco Camino y Joselito Huerta, con un tercero, con lo que el lleno está previamente asegurado…

Y con la anticipación reglamentaria, como lo anticipó la nota de prensa del domingo anterior, efectivamente el cartel inaugural se formó con un encierro de don Jesús Cabrera para Alfredo Leal, Joselito Huerta y Paco Camino, quienes consiguieron un importante lleno en la plaza de Cuatro Caminos

La corrida inaugural del Toreo de Cuatro Caminos

La corrida fue accidentada. Los toros de Cabrera no tuvieron ese día el trapío suficiente para agradar a la concurrencia y fueron protestados de continuo y para más INRI, el tercero de la tarde, primero del lote de Paco Camino, llamado Tragabuches, se despitorró al estrellarse contra el estribo de la silla del picador en su primer viaje hacia los montados y fue devuelto y sustituido por otro de la misma ganadería, el que según la crónica de Ojo, con más edad al parecer, y bien puesto de cuerna... Ya había molestia por la poca presencia de los primeros dos toros, sin importar el tesón que puso Joselito Huerta para tratar de agradar a la parroquia.

La corrida siguió por el despeñadero. Quizás el momento crítico fue durante la lidia del cuarto, donde el ya citado don Alfonso de Icaza señala que el Juez de Plaza aguantó la bronca y mantuvo en el ruedo a otro toro carente de trapío y que El Príncipe del Toreo se empeñó en torearlo, por lo que a la mitad del trasteo la concurrencia, en son de chunga, comenzó a sacar pañuelos pidiéndole las orejas. 

Joselito Huerta tuvo momentos de lucimiento ante el quinto Curro Puya, luciendo con la capa y logrando sujetar a un toro que tendía a buscar el abrigo de los machihembrados tableros de Cuatro Caminos. En la labor de recoger y sujetar se le fue caminando el tiempo y la concurrencia de los tendidos empezó a impacientarse y las opiniones a dividirse. 

Paco Camino, tras de que el primero de su lote tuvo que ser sustituido, no las tuvo todas consigo. Pero le esperaban tardes mejores en los días siguientes y en ese mismo ruedo.

El séptimo de la tarde

Alfredo Leal anunció el regalo de un toro, sin que la crónica de Ojo precise el momento. El obsequio se llamó Carpintero, procedía de Pastejé y era de pelo negro. La actuación del Príncipe ante este toro fue descrita así por el invocado cronista de El Redondel:

Leal lo recoge con la capa y entre las verónicas que le propina tres que le resultan de recibo y le valen palmas… Una vara recargando, que dura eternidades y cambio de tercio a petición del donante… Cumplen los banderilleros y la plaza entera aplaude a Joselito Huerta, que anuncia a su vez que va a regalar un toro… Brinda Alfredo e inicia su faena con dos magníficos pases en el estribo. La continúa con otro de rodillas, también valentísimo y la sigue con dos magníficos derechazos, rematando con un soberbio pase de pecho. Ovación general… Alfredo se crece, se agiganta y liga muletazos superiores de toda superioridad, entre ovaciones y dianas continuas. Sus naturales, ligados a la perfección, tienen precioso remate con un pase de pecho que ni dibujado… Más naturales y otro de pecho monumental, para seguir con un adorno muy torero y varios derechazos estatuarios. Da un afarolado, sigue con uno de pecho y da unas manoletinas ceñidísimas que caldean aún más el ambiente. Entra a herir en derechura; se vuelca sobre el morrillo de la res y deja una estocada hasta el puño que sospechamos de defectuosa dirección a juzgar por la premura con que sus peones extraen el arma. El toro queda de todas maneras anonadado, pero no dobla, estallando la plaza de entusiasmo cuando se entrega, para que lo pare el puntillero; se amorcilla la res que por fin se entrega al punto de que miles de pañuelos flamean en los tendidos, pidiendo para Alfredo Leal los máximos honores, Le concede la autoridad las dos orejas y el rabo, pero el público protesta éste. Leal lo tira y da la vuelta al ruedo mostrando orgulloso los dos apéndices auriculares del bravo astado de Pastejé, a quien se conceden los honores del arrastre lento…

Como lo deja bien patente don Alfonso de Icaza, la concurrencia hizo a Leal tirar el rabo por considerar que la autoridad se excedió en la concesión del trofeo, pero para la estadística, fue el número 27 de los 36 allí concedidos. Joselito Huerta regalaría esa misma tarde otro toro de Pastejé, pero no tendría suerte con él.

Lo demás que traería esa temporada

Aunque se disputaría una Oreja de Oro que quedaría desierta, en el ciclo se tendrían tardes de gran calado con faenas como las de Diego Puerta a Limoncito y a Soñador de Valparaíso,  la de Santiago Martín El Viti a Marismeño de Tequisquiapan, o las Paco Camino a Catrín de Pastejé, toro de regalo la noche de la mencionada Oreja de Oro y días después las realizadas a los ya históricos berrendos de Santo Domingo.

También habría tardes aciagas, como la de Luis Procuna con Ojitos de Mimiahuápam, que se le fue vivo sin siquiera haber intentado tirarse a matar, o la de Curro Romero el siguiente domingo cuando armó la marimorena en sus dos toros e incluso fue multado por doblarse y encajar el estoque en los ijares del toro al rematar la suerte en su segundo. 

Esa fue la inauguración de una temporada de hace seis décadas, la que seguramente tendrá material para seguir contando aquí en las siguientes semanas.

domingo, 15 de enero de 2023

13 de enero de 1963: Diego Puerta corta cuatro orejas en su segunda tarde en la México


Hace seis décadas se vivía un profundo ambiente en México dentro de la fiesta de los toros. Se podía hablar y escribir libremente acerca del tema, con el respeto de quienes no tenían afición por ella y la reciprocidad de los que sí eran aficionados. Fueron días en los que una tradición casi religiosa, era el dedicar la tarde del domingo a asistir a la plaza de toros. No es mi imaginación la que construye esa afirmación. Al abrir la crónica del festejo que hoy me tiene aquí, don Alfonso de Icaza Ojo, en su semanario El Redondel, hace el siguiente aserto:

Cero y van seis los llenazos que se han venido sucediendo en esta temporada… El público se alborota por una u otra causa: acude presurosamente al coso; colma su cupo; se divierte a sus anchas y sale comentando los resultados de la corrida, que le sirven de conversación durante toda la semana… En otras palabras, más breves desde luego: México está metido en toros…

Hoy el ambiente social se inunda de los comentarios que organizadamente – muy bien organizada – vierten en contra de la fiesta en sí y en contra de quienes tenemos afición por ella, grupos de personas con intenciones nada claras y evidentemente, con un financiamiento que roza las lindes de lo inconfesable. En estos días, ser aficionado a la fiesta de los toros resulta ser una especie de estigma que nos convierte, ante los ojos de algunos, en verdaderos parias.

Por otra parte, habrá que reconocer que en aquellas calendas, quienes llevaban los asuntos de los toros, parecieron tener mejores intenciones y mucha más imaginación que los de hogaño. La oferta que transmitían al público para invitarlo a asistir a las plazas era intrínsecamente atractiva, pocas dudas se tenían sobre la asistencia a los festejos, porque los carteles ofertados destacaron, en su mayoría por su redondez.

Así se construyó una sólida afición que tenía, insisto, casi de una manera religiosa, el gusto por asistir a las plazas. Hoy ante cualquier anuncio, casi siempre hay una señal en los carteles que nos pone a dudar sobre asistir o no. ¿Recuperaremos alguno de estos días ese interés que parece cosa de tiempos idos?

La sexta corrida de la temporada 62 – 63 

El doctor Alfonso Gaona aprovechaba las cartas que tenía contratadas y las barajaba con destreza a partir de los resultados que los diestros iban generando en sus actuaciones, de modo tal que domingo a domingo, tuviera un reclamo convincente para seguir haciendo a la afición presentarse en las taquillas primero y en la plaza después. El día de año nuevo había confirmado su alternativa un jovencito sevillano llamado Diego Puerta y en esa tarde materialmente se echó a la bolsa al cónclave de la capital mexicana. Así, un par de domingos después, lo repitió y lo arropó con dos toreros mexicanos de distintas hechuras, pero de gran atractivo: Alfredo Leal y José Ramón Tirado. Para ese redondo cartel de toreros, puso un encierro de Tequisquiapan, ganadería queretana que estaba en la punta de la ola.

A pesar del reciente triunfo de Diego Puerta, la concurrencia se abrió más hacia sus paisanos. Escribe de nueva cuenta Ojo, en el número de El Redondel salido el 13 de enero de 1963, día de la corrida a la que me refiero:

Hoy se lidian seis de la prestigiada ganadería de Tequisquiapan, propiedad de don Fernando de la Mora, y están encargados de despacharlos Alfredo Leal, José Ramón Tirado y Diego Puerta… Hay palmas a la hora del paseo, pero menos entusiastas que otras veces. ¿Por qué? Al fin se aplaude a Alfredo Leal, que saluda desde el tercio...

El llamado Príncipe del Toreo se llevó la ovación de apertura y sería prácticamente la única que conquistaría en la tarde, pero el corolario aquí, es que la afición mexicana arropaba e impulsaba a sus paisanos toreros.

El gran triunfo de Diego Puerta

En esta tarde de hace seis décadas, Diego Puerta asegundó lo realizado en su tarde de confirmación. Salió en hombros de la plaza con cuatro orejas en la espuerta, tarea que refleja, en la opinión externada por Ojo el día de la confirmación del diestro del barrio de San Bernardo, en cuanto al valor de las orejas en la capital mexicana: …para obtener un apéndice en la plaza “México” hay que hacer cosas extraordinarias…

El primero de su lote se llamó Tortolito y fue negro con bragas. No fue un toro de esos de entra y sal. Más bien tuvo sus complicaciones, puesto que prácticamente al salir del segundo puyazo – con tumbo de latiguillo y toda la cosa – se dedicó a gazapear y a meter en conflictos a los encargados del segundo tercio. Carlos León, desde su tribuna del diario Novedades, en crónica epistolar dirigida a la actriz mexicana Dolores del Río, reflexiona lo siguiente:

…mérito tuvo su primera labor muleteril con “Tortolito”, pues la res no tenía la candorosa ingenuidad de la xochimilca María Candelaria. Mas, como el chavalillo sevillano es un pecho honrado de corazón gigante, le cuajó un trasteo cumbre que valió un Potosí, enhebrando los naturales y los derechazos como quien va ensartando perlas para hacer un collar. Y con media estocada que valía lo que el diamante del rajá de Borneo, tuvo para ser premiado con el primer par de orejas…

La opinión de Carlos León es puntillosa y ditirámbica, pero ilustrativa también. Deja ver que Diego Puerta se impuso a un toro dificultoso y salió adelante en su empeño, llevándose ambas orejas, mismas que paseó en triunfo en varias vueltas al ruedo.

El sexto de la corrida se llamó Bandolero, negro listón. Tampoco fue un dechado de cualidades el toro, pero tenía delante suficiente torero como para ser aprovechado en aras de otro trasteo triunfal. Escribe quien firmó como Juan de Dios, en calidad de corresponsal del semanario madrileño El Ruedo, salido el 24 de enero siguiente:

…Cuando llegó a la muleta, «Bandolero» aún levantaba la de «pensar»; Diego se dobla con él. Y aquí, amigos, instrumenta unos ayudados por bajo que podrían haber servido de modelo para la escultura del pase más bello que se pudiera esculpir. Eficacia y, al mismo tiempo, «un son con cadencia por soleares», que hace que los cuarenta y seis mil espectadores de la Plaza Monumental Méjico se enardezcan y la corrida vuelva otra vez a alcanzar el alto nivel que en el tercer toro tuvo. De aquí para arriba, encelando a su enemigo, corrigiendo sus defectos, enseñándole a embestir, y con todo ello consiguiendo una de las faenas más completas que en ruedo alguno se hayan podido presenciar. Cante grande por soleares y alegrías, tientos, veridales, serranas, martinetes y unas «tarantas» cantados con la muleta en la derecha, que conmocionan en «frenesí» a todo el respetable. Todo fue bueno, pero, vuelvo a insistir, según mi modesto entender, los cadenciosos pases en redondo que dio a «Bandolero» fueron superiores… Cuando Diego hace rodar al «bandido» con media delantera (por esto perdió el rabo), le traen las dos orejas, y los entusiastas se echan al ruedo para así pasearlo por él y sacarlo por la puerta grande…

Resume así esta tarde Carlos León:

En esta tarde luminosa, Diego Puerta ha estado positivamente diamantino: duro, persistente, inquebrantable. Fue firmeza y luz, como cristal de roca. Y en forma tan tremenda se arrimó a sus enemigos, que la amatista de su terno acabó fundida en la sangre de pichón del rubí de los morrillos... Y fue que, en sus dos esplendorosas faenas – dos señoras faenas – Diego resultó un artífice que atendió al consejo de Calderón de la Barca: “Todos vuestros pesares, señoras, cúbranse con joyas y aderezos”. Y de esa labor de filigrana, se encargó el orfebre sevillano... Porque así resultó aquello, Lolita. No fueron dos trasteos de desnuda y sobria belleza, sino adornados en forma preciosista con la orfebrería luminosa de la escuela sevillana...

No creo poder agregar algo más a esta tarde que fue de epopeya para el inconmensurable Diego Puerta.

El resto de la corrida

Alfredo Leal, anticipaba yo, no tuvo una tarde merecedora de ser recordada. Los toreros de su cuerda a veces salen destemplados a la plaza y difícilmente encuentran la manera de abandonar ese estado. Podría decirse que a pesar de la ovación tras el paseíllo, terminó por pasar de puntitas por el ruedo de Insurgentes.

Por su parte, José Ramón Tirado tuvo de cal y de arena. Le tocó el mejor toro de la corrida y ahora sí, según a quien se lea, estuvo a la altura o simplemente lo dejó ir. A pesar de las cuatro orejas cortadas por Diego Puerta, la cabeza de la crónica de don Alfonso de Icaza se dedica precisamente a la actuación del diestro mazatleco, pero si leemos al corresponsal de El Ruedo o en Novedades a Carlos León, podríamos entender que Tirado solamente apuntó, pero se abstuvo de disparar. Jardinero, ese quinto toro de la tarde, fue premiado con el arrastre lento, pero se fue al destazadero con las orejas en su sitio. 

La trascendencia de estos hechos

No sería esta la última tarde en la que Diego Puerta se destacara con triunfos en nuestras plazas. De hecho, estaba enfilado a ser parte de algunos eventos taurinos que pasarían con lustre a la historia patria del toreo, estableciéndose como un diestro del gusto de la afición mexicana y correspondiendo él siempre, con su inagotable entrega.

Como decía al principio, hoy nos lo pensamos para asistir a los toros, en aquellos días era difícil privarse de ir. Algo y alguien tienen que revolucionar el estado de cosas que actualmente vivimos, pues es la única manera en la que la fiesta tendrá futuro. 

domingo, 18 de diciembre de 2022

En la confirmación de Mondeño, Jesús Córdoba sale en hombros y Joselito Huerta corta las orejas

Después de que en noviembre de 1961 se arreglaran las cosas entre las torerías de España y México – una vez más – principalmente la empresa de la Plaza México, a cargo del doctor Alfonso Gaona, se encontraron en la posibilidad de traer toreros de aquellas tierras, muchos de ellos al menos visualmente conocidos para nuestra afición, porque los noticieros cinematográficos de la época, a instancias de José Alameda, en el caso del titulado Continental, contenían breves reportajes acerca de sus más destacadas actuaciones en los ruedos de allende el mar.

Ese arreglo permitió que un importante grupo de toreros hispanos confirmaran, al menos, sus alternativas en la capital mexicana. Así, la temporada se inauguró con la de Paco Camino (16 de diciembre), quien ya había incendiado el ambiente mexicano con sus triunfales actuaciones en El Toreo de Cuatro Caminos. Le seguirían las de Santiago Martín El Viti (30 de diciembre), Diego Puerta (1º de enero), Joaquín Bernadó (20 de enero) y Curro Romero (24 de febrero), casi todos ellos con una triunfal historia en su paso por nuestros ruedos.

La segunda corrida de la temporada 1962 – 63, el 23 de diciembre, también contenía una confirmación, la de un torero de Puerto Real que tenía por esencia de su hacer ante los toros la quietud. Me refiero a Juan García Mondeño, diestro que seguiría actuando nuestras tierras y que ve su nombre inscrito en alguna de las más importantes efemérides de la historia reciente de nuestra fiesta. El cartel de esa corrida de confirmación lo completarían Jesús Córdoba y Joselito Huerta, con un encierro de don Luis Barroso Barona, de Mimiahuápam.

La confirmación de Mondeño

Juan García Jiménez había recibido la alternativa en Sevilla, el Domingo de Resurrección de 1959, le apadrinó Antonio Ordóñez y atestiguó Manolo Vázquez. Ese día le cortó la oreja a Cañamazo, el primero de la tarde, de doña Raimunda Moreno de Guerra. En el San Isidro del siguiente año confirmaría su doctorado en Madrid y siguiendo la costumbre de su padrino de alternativa, el cartel de toreros de ese festejo confirmatorio se repitió, para enfrentar en esa ocasión toros de don Atanasio Fernández.

La tauromaquia de Mondeño tenía por divisa la quietud no desprovista de clase, que para aquellos que buscan antecedentes de las cosas que hoy ocurren, quizás represente una epifanía de lo que varias décadas después sería la tauromaquia, por ejemplo, de José Tomás. El portuense Juan García ya había dejado claro una vez más, que el aforismo de Espartero en el sentido de que, si uno no se quita, lo quita el toro, era cosa de tiempos idos, que, con una adecuada colocación y un buen juego de brazos y muñecas, era posible el evitar los encontronazos con los astados.

Jesús Córdoba le cedió esa tarde prenavideña de 1962 al toro Rociero con 468 kilos anunciados en el cartelito y ante él, don Alfonso de Icaza Ojo, en su semanario El Redondel de la misma fecha del festejo, le reseña lo siguiente:

Juan García brinda a la plaza entera, muy ceremoniosamente y comienza su faena con pases por alto a pie firme, seguidos de otros en que trata de despegarse al burel, sin conseguirlo. Intenta torear por derechazos y el bicho le tira un derrote y de ahí en adelante, aunque “Mondeño” trata de hacer su toreo, el astado, que es muy pegajoso, no se lo permite. Tres naturales que no pasarán a la historia; toreo derechista sin nada de particular; insistente cite con la zurda para nuevos pases rápidos, viéndose molestado el diestro por el aire… “Mondeño” sigue toreando y otra vez se ve en peligro, optando al fin por entrar a matar, lo que logra sin estrecharse ni tanto así y mediante notorio arqueo de brazo, logra hundir casi todo el estoque sin estrecharse. Como la espada ha quedado tendenciosa, vienen capotazos de la peonería y nuevo viaje del diestro hispano con muy parecidos resultados al anterior. Descabello al primer intento…

Es decir, únicamente pudo el torero portuense cumplir con el trámite, pues entre el viento y las condiciones del toro, poco pudo lograr de lucimiento. Ya tendría más ocasiones de mostrar aquí su valía.

El triunfo sin apéndices de Jesús Córdoba

Ante la posibilidad de hacer una nueva campaña en ruedos hispanos, el Joven Maestro sabía que un triunfo en la principal plaza mexicana le daría credenciales para colocarse en las más importantes ferias españolas. Así, enfrentó con decisión a los toros que le tocaron en el sorteo, destacando su toreo de capa ante el primero de su lote y la faena de muleta al cuarto, toro que decía Ojo, se dejó crudo para el tercio final. 

Pero el triunfo vendría ante un toro de regalo. No es desconocida la cercana e íntima amistad que tuvieron don Luis Barroso y Jesús Córdoba. Así, y aunque las crónicas no lo consignen, puedo afirmar con poco margen de error, que el ganadero le obsequió a su amigo a Cantarero, que hizo séptimo lugar y ante el que, dice don Alfonso de Icaza, el torero de León, Guanajuato, estuvo:

Tres varas, recargando en la segunda que resulta en tres tiempos, y ningún quite destacado, porque así el de Mimiahuápam le da por rascar la arena… Los peones cumplen y “Mondeño” tiene el rasgo de compañerismo de permanecer en la arena, sin obligación alguna a estas alturas… Jesús brinda e inicia su faena con la derecha, ante un toro que escarba la arena y dobla en una ocasión los remos. Le liga tres derechazos, uno de ellos de vuelta entera y se hace aplaudir estrepitosamente de cuantos aficionados permanecen en la plaza. Un buen pase de la firma y más derechazos un poco angustiados en el remate, por quedársele el burel. Los intermedios se suceden y Córdoba vuelve a derechear con primor, aunque se enmiende entre pase y pase. Torea Jesús por alto; sufre un desarme; vuelve a correr la diestra, quedándosele el toro al final y entrando a herir con fe, sepulta el estoque, que queda un poquitín desprendido, doblando “Cantarero” a los pocos instantes. Ovación, petición de oreja que no concede la autoridad y paseo en hombros por el ruedo entre aplausos generales.

Como se ve, Jesús Córdoba apuró hasta su última carta para tratar de salir triunfante ese domingo y lo consiguió. Eso le valió volver a la gran plaza algunos domingos después, para apadrinar la confirmación de alternativa de Diego Puerta.

Joselito Huerta cortó las orejas

El testigo de la confirmación de Mondeño fue quien se llevó a casa las orejas. Le cortó dos a Romancero, tercero de la tarde, entre el regocijo colectivo y del quinto, Poderoso, le fue concedida otra, protestada ésta por la concurrencia, razón por la cual dio la vuelta al ruedo sin ella en las manos.

Ante Romancero, dice Ojo que sucedió lo siguiente:

Joselito Huerta, tras el doble brindis que ya va siendo de rigor, muletea a su adversario con tranquilidad y mando. El astado dobla los remos en dos ocasiones, pero Joselito tira de él con el trapo rojo en dos derechazos superiores que remata, previo cambio de mano, con un superior pase de pecho. Ovación y música. Sigue toreando superiormente, dando pases largos y sentidos que entusiasman a la gente estallando ovación tras ovación, mientras el diestro de Tetela se recrea ante un bicho de admirable nobleza, pero al que había que torear tan bien como él lo ha toreado para sacarle partido… Joselito se crece; se adorna airosamente en carios momentos; iguala a la res y pincha en lo duro, llevándose el arma… Fue mejor que así sucediera, porque ahora vemos a José torear con la izquierda como nunca lo habíamos visto. Sus naturales son eternos y su pase de pecho, auténticamente magistral. Igualada la res, atiza Joselito un estoconazo que mata sin puntilla. Ovación clamorosa; miles de pañuelos agitándose en los tendidos, concesión presidencial de dos orejas y arrastre lento a un toro que fue un dechado de nobleza. Con la plaza entera en pie, Joselito Huerta recorre el anillo en son de triunfo una y otra vez…

Así pues, la tarde resultó ser redonda para los nuestros, que acreditaron de nueva cuenta su calidad de figuras del toreo y la necesidad de formar parte con carteles imaginativos que, por una parte, llevaran a la gente a los tendidos y por la otra, facilitaran la competencia entre ellos.

Temporada a plaza partida

La corrida de la confirmación de Curro Romero vino a ser el cierre de ese ciclo para la Plaza México, pero continuaría en el vecino Toreo de Cuatro Caminos. La razón básicamente era económica, porque en la Ciudad de México se arrastraba, desde los años 40, esa inconstitucional sobretasa del diez por ciento sobre la entrada bruta, en cualquier espectáculo taurino, para la asistencia pública. Escribe Daniel Medina de la Serna:

La entrada, con plaza llena, monta a medio millón de pesos, pero de ellos hay que cubrir impuestos del Departamento del Distrito Federal de 17.5%; el de Asistencia Pública de 10% y la renta de la plaza que importa el 10%; de modo que los pesos se convierten en setenta y cuatro y medio centavos; el medio millón se reduce a $322,500, de los que hay que pagar $60,000 de los toros, $50,000 de cuadrillas, $40,000 de publicidad, $10,000 de empleados; total $160,000 que rebajados de los $322,500 dejan un saldo de $162,500, de los que hay que cubrir, sueldos de los toreros, servicios de la plaza y otros muchos gastos más que determinan que, aun con llenos, se pierde dinero en la Plaza México… A continuación, señala dicho boletín que en El Toreo la cosa es diferente, desde luego sin el impuesto a Salubridad – que el “doctor” Gaona, cuando regresó para hacerse cargo nuevamente de la empresa, había asegurado que se condonaría –. Los impuestos en el Estado de México eran, así mismo, menores por lo que es lógico pensar que, con la gente metida en toros, mayores ganancias tendría la empresa si se trasladaba al coso de Cuatro Caminos. Y seguramente no se equivocaron...

Así pues, como el calendario anterior, la temporada tuvo dos partes bien definidas. Esta sería la última ocasión en la que el doctor Gaona tendría la oportunidad de operar en esa manera, pero dejó bien claro que la capital de México, en esos días, podía soportar dos plazas de toros en funcionamiento. 

Hoy, tristemente, no hay quien le pueda a la gran Plaza México

Aldeanos