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domingo, 30 de marzo de 2025

A un siglo de la despedida de los ruedos de Rodolfo Gaona (IV)

Rodolfo Gaona y la evolución del toreo

El toreo había cambiado con una rapidez inusitada en las dos décadas que Rodolfo Gaona permaneció en los ruedos como matador de toros. Por una parte, Juan Belmonte apareció y depuró el elemento del temple y después vendría Gallito a traer los primeros esbozos del toreo en redondo. Sin embargo, a esas dos piezas les faltaba un tercer elemento para que unidas debidamente produjeran una verdadera evolución. Escribe José Alameda:

La consideración preferente de los valores espaciales, de postura o de plasticidad es una trampa en la que ha caído la crítica y la historiografía taurina... Los valores de tiempo son esenciales en el toreo... Y Gaona los tenía... Gaona les andaba a los toros, pero no solo en banderillas... también con la muleta... dentro del desarrollo de la faena, para mantener la reunión entre suerte y suerte, en el enlace de ellas... en las pocas filmaciones que se conservan, se encuentran algunos momentos en que le anda al toro con un “tempo”, con una cadencia, que no son frecuentes hoy en día, pero menos lo eran en aquellos...

El tercer elemento era ese tempo o ritmo que aportaba Gaona y que como dice Alameda, se le escapa a la mayoría de los historiadores del toreo. Por azar o por preclara inteligencia, Chicuelo reúne las piezas y las expresa por primera vez en México el 1º de febrero de ese 1925 ante Lapicero de San Mateo, demostrando que otra forma de hacer el toreo es posible.

Gaona ante la crítica en su última temporada

El Califa de León alguna vez confesó que Belmonte había llevado a todos los toreros de su tiempo a terrenos que nunca sospecharon pisar. Igualmente, con el paso del tiempo, la tauromaquia del torero de León fue evolucionando de manera imperceptible, distinguiéndose con claridad diferencias entre lo que le hacía a los toros el Gaona anterior a 1916 cuando permaneció prácticamente exiliado en España hasta 1921, y lo que realizó en sus últimas temporadas en México. Escribe una entonces jovencísima Esperanza Arellano, quien después sería conocida por su seudónimo de Verónica sobre este particular:

Ha toreado con esa arrogancia, con esa elegancia suya, es cierto, pero siempre en el terreno del más neto de los modernismos. Y sigue siendo, no lo niego, el amo, el único, modernista y todo, porque sabe lo que nadie y domina como nadie. Ahí lo imperdonable. ¿Qué necesidad tiene Gaona de torear así? ¿El mal gusto de los públicos? ¡No y mil veces no! ¿Es que Rodolfo dejaría de ser el gran torero que es, dejaría de querérsele y aplaudírsele, sólo porque no prodigara el relumbrón, la chabacanería y no torease con refinado modernismo? Él, el gigante, el coloso, debía imponerse e imponer al relajamiento, la degeneración, el mal gusto de los públicos, su arte grande, quintaesenciado; su toreo clásico, bello y gallardo, y aquéllos no tendrían más remedio que rendirse a la verdad, avasallándose al arte que satisface y a la belleza que cautiva y subyuga...

Estas duras afirmaciones contenidas en el ejemplar de El Universal Taurino aparecido el 5 de enero de 1925, cuestionan la evolución de la tauromaquia de Gaona, le critican que se haya adaptado a los cambios que evidentemente estaba sufriendo el toreo y de alguna manera le exigían que volviera a sus maneras originales.

Pero no es solamente Verónica quien alza la voz para señalar que la evolución del toreo del llamado Petronio es motivo de desagrado. También don Luis de la Torre El – hombre – que – no – cree – en – nada, en el ejemplar del El Universal Taurino del 19 de enero siguiente, se expresa en semejante sentido:

En su libro “Mis Veinte Años de Torero”, Capítulo IX, Párrafos II y IV de la página 117, refiriéndose a la mejor faena de su vida, ejecutada el día 21 de abril de 1912, en la plaza de Sevilla, España, dice Gaona: “La faena de muleta fue breve y artística: quince muletazos magistrales, solo, derecho y toreando de brazos... Aquella fue una faena seria. Sin arrodillamientos. Sin molinetes, ni cogerse de los pitones. Nada: toreo clásico, del que yo sabía... Los pases fueron ligados todos, en el terreno que yo quise, mandando y. haciendo del toro lo que me dio la gana”. ¿Se dan cuenta, señores gaonistas (?), de lo que es una faena cumbre de las que ahora se ven pocas, simple y sencillamente porque no las entendemos? Junto a ese modelo de faena y comparadas con algunas otras que han ejecutado no sólo Gaona, sino también otros diestros modernistas a quienes no queremos darles mayor importancia, digan ustedes, ¿qué lugar les corresponde a las tan cacareadas de “Pavo”, “Faisán” y algunas más? Yo juzgo que colocadas entre el modernismo – lugar que les corresponde –, son faenas magníficas, pero nunca comparables con otras portentosas en las que, según opinión netamente gaonista, ha sobrado toro o ha faltado torero, únicamente porque no ha sido el ídolo quien las ha ejecutado. Para las de Gaona hubo oreja bien ganada; para las otras, aunque también la hubo, se concedió por indulgencia y nada más. ¡Vaya imparcialidad y buena fe! ...

Algo de miopía, sin duda, ante el inminente cambio de maneras que estaba ya tocando a la puerta. El 1º de febrero de ese mismo año ocurrió la epifanía y el 25 de octubre siguiente Manuel Jiménez Chicuelo regresaría a ratificar que el modelo a seguir para la realización de una faena en una plaza de toros, sería a imagen y semejanza de la que él realizó ese domingo a otro toro de San Mateo, ahora llamado Dentista. A veces somos renuentes al cambio, pero con afición, terminamos aceptándolo.

15 de febrero de 1925, el encuentro de Gaona y Azote de San Diego de los Padres

En el año de 1921, a iniciativa de los directores de los diarios El Universal, El Gráfico, El Demócrata, El Heraldo, El Mundo y Últimas Noticias entre otros, se inició la edificación de la Casa de Salud del Periodista en la zona conocida ese entonces como Chapultepec Heights hoy las Lomas de Chapultepec en la Ciudad de México. Entre los eventos generados para financiarla, se incluyó en la temporada 1921 – 22 una corrida de toros, que se volvió tradicional desde entonces.

La correspondiente a la temporada 1924 – 25 se ofreció el día 15 de febrero de 1925 y para lidiar toros de San Diego de los Padres, se anunció a Rodolfo Gaona, Manuel Jiménez Chicuelo y Antonio Márquez. Esa tarde fue fecha de uno de los grandes hitos de la campaña final del Indio Grande, por su hacer ante el toro Azote, del que el torero recordó ante su biógrafo Carlos Quirós Monosabio:

A “Revenido II” y a “Azote” también los maté a mi gusto... Entre los pares que vivirán muchos años, dejo el de “Pinturero” y el de “Azote” – de San Diego los dos –; éste muy parecido al de “Pavo”... En la corrida de la Casa de Salud del Periodista, con “Peinador” y “Triciclo”, hice dos tercios de quites que, vaya, todavía se están aplaudiendo...

La crónica escrita por Verduguillo para El Universal Taurino acerca de la actuación de Gaona ante el sandieguino, en lo esencial es la siguiente:

En cuarto turno aparece “Azote”, cárdeno bragado, coletero, calcetero. Número 12. Tiene todo el tipo de aquel célebre toro “Sangre Azul”, de quien se dice que es hermano… toma el Califa las banderillas; y después de gallear, prende un colosalisímo par de poder a poder. Y sigue con otro, llegando a la cara, y levantando los brazos, maravillosamente. El tercer par es imponente. Vaya forma de medir los terrenos y de cuadrar en la misma cabeza… Rodolfo tiene que contender con un enemigo que, aunque escaso de poder, conserva codicia y acude donde le llaman. El primer pase es ayudado por alto; sigue un natural muy vistoso, aunque despegadillo. Se pasa el leonés la muleta a la derecha. Un natural, luego el de pecho, con los pies juntos, corriendo la mano, y pasándose todo el toro por la faja. Y después de esto, toda esa serie de pases y medios pases que el Califa lleva guardados en el baúl, y sólo saca los días grandes. ¡Qué faenaza! Cuánto valor, cuánta salsa ha derrochado el mexicano. Los que han opinado que para tener salsa torera hay que nacer en las márgenes del Guadalquivir, se han equivocado; que no contaban con que en el Estado de Guanajuato hay una ciudad que se llama León, que también da lo suyo… Y cuando “Azote” junta las manos, nuestro entusiasmo se torna en locura, al ver a Gaona volcarse, materialmente, sobre el toro, y hundirle la tizona un poquito del lado de allá pero con magnífica dirección. El toro tarda en doblar y Rodolfo descabella a pulso… Ovación delirante: las dos orejas, el rabo, tres vueltas al redondel. Sombreros, pañuelos, palomas, bastones… El acaboselipsis…

La faena de Gaona no fue precisamente breve y tendiente únicamente a despachar al toro que, falto de fuerza, pocas opciones dejaba para esperar la realización de algo de lucimiento ante él. Y sin embargo, tirando de una nueva manera de hacer, de una tauromaquia que estaba por llegar para quedarse, pudo evitar el adormecimiento de la concurrencia, alegrarla y alzarse con un gran triunfo en esa señalada tarde.

15 de marzo de 1925. Gaona y Hortelano de Veragua

La corrida a beneficio del Montepío de Toreros fue la penúltima que toreó Gaona en El Toreo. Se repetía el cartel de un mes antes, para alternar con Chicuelo y Antonio Márquez en la lidia de un encierro del Duque de Veragua, que permitió a los lidiadores recaudar recursos para sus compañeros heridos y también para los actuantes, que tuvieron una tarde redonda. Gaona le cortó el rabo al cuarto del festejo, Hortelano. Escribe Verduguillo acerca de su actuación:

“Hortelano” se llama el cuarto: es negro entrepelado, listón… Tras de brindar al señor Secretario de Industria y Comercio don Luis N. Morones, que ocupa un delantero de tendido, Rodolfo pasa a contender con “Hortelano”, al que encuentra aplomadísimo, pero dando la cara. Al dar Gaona el primer pase, de pecho con la derecha, el toro clava los pitones y da la voltereta, y con esto se le acaba el poco gas que le quedaba… El Indio supo aprovechar las condiciones de inmovilidad de su adversario y lejos de aburrirnos le sacó gran partido. Vimos al artista adornarse en todos los momentos, aunque el toro no le embistiera. No fueron pases los que dio el leonés, fueron simples adornos al margen de la fiera que le veía asombrada del dominio que derrochaba el maestro… Sí, señor, porque maestría y mucha se necesita para alcanzar lucimiento con un toro que no solamente no pasa, sino que ni siquiera se mueve…  Gaona ha logrado hacer del toro lo que se le da la gana. Y así vemos que lo lleva de un sitio a otro, como si fuera un corderito amaestrado. Le gustó a Rodolfo para dar la estocada, la querencia natural de los toriles, donde el torito podría hacer algo por él. Y sí que lo hizo. El leonés se perfiló en corto, dando la espalda a la misma puerta de los chiqueros, entró derecho, y hundió todo el acero en la misma cruz. Después descabelló al segundo golpe. Ovación grande, las dos orejas, el rabo, etc. Ovación también al toro…

La descripción que hace Rafael Solana de esa actuación es importante, porque no refleja una actuación tradicional, de manual, diríamos, ante un toro aplomado, agarrado al piso. Rodolfo Gaona quería cerrar su temporada regular con un gran triunfo y lo consiguió recurriendo a cuanto recurso estuvo en su mano para salir avante. Aparte del bien dominado oficio y de su evidente raza, recurrió a formas de salir a enfrentar a los toros que entonces eran novedosas.

Para terminar

La grandeza del toreo y de los toreros se demuestra en su capacidad de adaptarse a su evolución, siempre que se respete su esencia. En esos días el toro estaba siendo objeto en México de una profunda transformación genética, hecho que, sumado a la que estaba ya sufriendo el toreo, lo que exigía una manera nueva de enfrentar a los toros en los redondeles. Rodolfo Gaona, en el cierre de su brillante carrera, dejó bien claro que estaba perfectamente adaptado a esos cambios y en aptitud de contender con los nuevos valores de la fiesta, en sus propias claves. A veces, pareciera, a los que nos cuesta adaptarnos es a nosotros, los aficionados.  

domingo, 27 de octubre de 2024

24 de octubre de 1924: Con una dura corrida de San Mateo, se presenta Valencia II en el Toreo de la Condesa

La temporada 1924 – 25 en el Toreo de la Condesa estaba destinada a ser histórica, pues fue la de la despedida de los ruedos de Rodolfo Gaona, uno de los más grandes toreros que ha dado México y también uno de los más importantes de la historia universal de esta fiesta. Aunque el Califa de León cargaría con el peso del ciclo, la empresa formada por José del Rivero y el doctor Luna buscó conformar un elenco adecuado para revestir el acontecimiento que cerraría esa señalada temporada. Escribe Rafael Solana Verduguillo:

Llegó el Dr. Luna a Madrid dispuesto a ver corridas antes de hablar con ningún apoderado. Asistió a casi todas las ferias importantes, comenzando por la de Valencia y acabando por la de San Sebastián. Y pensó que entre todos los toreros que había visto, sólo tres podían interesar a los aficionados mexicanos... El primero que contrató fue “Chicuelo”; era entonces Manolo Jiménez el artista por excelencia... En Madrid, el más aplaudido era un torero paisano, muy buen banderillero, poderoso con la muleta, Se llamaba Antonio Márquez. También lo contrató el doctor Luna... a este Márquez le disputaba todas las tardes las ovaciones otro madrileño, un muchacho chaparrón, cuyo nombre era Victoriano Roger y lo apodaban “Valencia II”, o bien el “Chato Valencia”... era muy valiente y se pasaba los pitones muy cerca lo mismo al torear con el capote que con la muleta, y tenía una media verónica que no se había vuelto a ver desde Belmonte. Su hermano José ya estaba contratado, y así consideró el doctor que con los “Valencias”, Márquez y “Chicuelo”, ya tendría Gaona para divertirse...

A los toreros hispanos que menciona en su libro Solana, se sumaron Mariano Montes, José García Alcalareño, Antonio Sánchez, Gregorio Garrido y Rafael Rubio Rodalito, quienes tendrían como contrapartes nacionales, aparte del ya nombrado Gaona, a Luis Freg, Joselito Flores, Arcadio Ramírez Reverte Mexicano, quien se despedía de los ruedos, José Ramírez Gaonita y Juan Espinosa Armillita, que recibiría la alternativa.

En esas condiciones se presentaba a la afición una temporada que se esperaba fuera memorable en muchos de sus aspectos y la puerta de inicio a una nueva etapa de la historia de la tauromaquia en este lado del mar.

La tercera corrida de la temporada 24 – 25 

Para el domingo 24 de octubre de 1924 se anunció un singular cartel, con toros de San Mateo para los madrileños José Roger Valencia I y Victoriano Roger Valencia II, quien se presentaba en la capital mexicana, mano a mano. Quizás para la afición los toros de San Mateo representaban el principal atractivo en el anuncio, por ser ya producto de la simiente de Saltillo importada por los hermanos Antonio y Julián Llaguno algo más de tres lustros antes. En cuanto a los toreros, Valencia I ya era conocido de la afición capitalina, porque se había presentado la temporada anterior y era reconocido como un torero valiente y pundonoroso, pero su hermano Victoriano representaba una incógnita que solamente se conocía por las relaciones contenidas en la prensa taurina de la época. 

Y sin embargo, la plaza se llenó, en su crónica aparecida en El Universal Taurino del 27 de octubre siguiente, el propio Verduguillo refiere lo siguiente:

Por primera vez hemos visto esta temporada los tendidos rebosantes de aficionados. El anuncio de Valencia II, en fraternal competencia con su hermano mayor, bastó para que la gente acudiera en masa a presenciar las proezas de los matadores, hijos de aquel célebre. banderillero de grata memoria… En sombra no cabía la gente. Y en sol, el graderío estaba totalmente ocupado, sin hacerse necesario subir a las azoteas. Fue un lleno, pero no un llenazo… La empresa ha dado una nota simpática, no alterando los precios, tratándose como se trató de un cartel mucho más costoso que el de domingos anteriores. Así han demostrado los señores Luna y Rivero que, aunque tanto ellos como sus socios han entrado en el negocio para ganar y no para perder dinero, no les ciega la ambición. La presentación de Valencia II, torero mucho más caro que Luis Freg y Mariano Montes debió suponer un pequeño aumento en los precios de entrada. Sin embargo, fueron los mismos. Mi enhorabuena a todos los que desembolsan la pastilla para adquirir el billete…

Los tiempos eran otros. Los precios de acceso a la plaza estaban fijados de antemano y no se hacían diferencias entre unos toreros y otros para exprimir a la afición, sino que se le consentía y se procuraba asegurar el lleno. Y se conseguía.

Los toros de San Mateo

Esta tarde no fue precisamente una de triunfo para la divisa rosa y blanco. De seis toros que se anunciaron, salieron al final nueve de los toriles. Fueron devueltos a los corrales el primero Peluquero, por manso; el primero bis, Peregrino por la misma causa. El cuarto Fortuna fue condenado a banderillas negras, pero refiere la crónica citada: Béjar ordena que se le pongan banderillas de fuego. Pero don Antonio Llaguno, que como he dicho antes, no persigue los duros, sino el prestigio de su vacada, manda que por su cuenta salga otro toro más... El cuarto bis nombrado Canta Claro sí tuvo que sufrir las banderillas de fuego, al igual que Peligroso el quinto de la corrida. Únicamente generó reconocimiento para su criador el primero tris, Mala Sombra por el cual don Antonio Llaguno recibió una fortísima ovación.

En alguna forma se trató de justificar ese mal juego de los toros por, dice Rafael Solana en su crónica, un distinguido aficionado cuyo nombre no es forzoso mencionar, en el siguiente sentido:

Tenemos que andar constantemente a salto de mata; no sabemos ya dónde esconder los toros. Los echamos un día en un potrero y al día siguiente nos vemos obligados a sacarlos porque los agraristas y otros “istas” meten el desorden, y la seguridad de las reses está en peligro… No quiero decirle las que pasamos en los tiempos de la revolución. Aquello fue horrible... Como que hubo día en que tuvimos que encerrar los toros en un corral pequeño, donde aperas podían moverse… Todos estos movimientos y estas andanzas, dan por resultado que los toros se estropeen, y que cuando salen a la plaza no den el juego que la afición tiene el derecho de esperar de ellos, ya que son de pura sangre española…

Allí queda la justificación no pedida acerca del pésimo juego de esa corrida, que en esos días resultaría ser un hecho inusitado.

Los hermanos Valencia

José Roger Valencia I reafirmó las condiciones que se le conocieron desde la temporada anterior. Tanto así que al salir al primero de la corrida tuvo que ser llevado a la enfermería por un fuerte golpe que le propinó el toro antes de ser devuelto a los corrales. Regresaría a finiquitar a los otros dos de su lote. Esperanza Arellano, a quien después conoceríamos por su seudónimo de Verónica, reflexionó lo siguiente acerca de su actuación:

Mi admiración fue grande y sincera, cuando vi a José salir de la enfermería después de la cogida que sufrió en el primer toro, y destaparse por verónicas y gaoneras estatuarias. Pero mi admiración se tradujo en entusiasmo indescriptible cuando el madrileño armó el escándalo de la tarde después de sufrir otra emocionante cogida en el tercer toro. Ahí José fue el torero macho para el que las caricias del enemigo son un motivo más para derrochar el valor y la vergüenza por quintales; ahí José nos hizo sentir toda la fuerza, toda la potencialidad viril de la fiesta brava, cuando con el rostro ensangrentado, las ropas en desorden y con la serenidad que sólo proporciona el valor positivo, toreó a la fiera sabiamente, dominándola, para más tarde hundirla el estoque en las entrañas… ¡Bravo, José, eso es tener el corazón bien plantado y lo demás son tonterías! ¡Ah, si todos los toros hubiesen sido como el tercero, qué tarde, qué gran tarde, nos hubieran dado los hermanos Valencia!

Por su parte, el debutante Valencia II tuvo una presentación que dejó espacio para que se le quisiera volver a ver. Le tocaron los huesos del encierro y resolvió con atingencia. Así lo calificó la citada Verónica:

Hay que verlo con el toro boyante, con el que se hace gala de arte y “jechuras” y con el toro difícil con el que hay que hacer derroche de conocimientos y acopio de habilidades. Entonces podremos juzgar a conciencia y sin temor a posibles equivocaciones. Antes, no. Por esto, no externaré mis opiniones definitivas sobre el diestro de Madrid. Me limitaré a decir que por simples detalles Victoriano me parece un torero verdad que desconoce el truco y las artimañas. Que presumo, por lo que vi hacerle con el capote que tarde llegará en la que nos vuelva locos al torear de capa a un toro que embista franco y, sobre todo, pronto. Si con toros como los de San Mateo, Valencia II dio el parón verdad, no sé qué hará con toros... que no sean los de San Mateo... ¿Me han entendido? … Y no queriendo entrar en más detalles, diré, para terminar, que Victoriano estuvo valientísimo, conocedor y habilidoso, con los toros que, en suerte, (¡vaya suerte!) le tocaron…

Al final de cuentas, los toreros fueron los que salvaron una tarde que por las condiciones de los toros estaba destinada a irse por el despeñadero. Y es que, todos los toros tienen lidia, su lidia.

Lo que el futuro deparaba

La anunciada despedida de Rodolfo Gaona dejaba una importante interrogación en el ambiente taurino mexicano. Algo más de un mes después de esta corrida, el Califa le daría la alternativa a Juan Espinosa Armillita, a quien muchos consideraban que podría ser el sucesor del torero de León de los Aldama. Pero también en el mismo ciclo se produciría, en el siguiente febrero, un acontecimiento en el ruedo de El Toreo, que representaría un giro histórico en la manera en la que se hacía el toreo, cuando Lapicero de San Mateo y Chicuelo se encontraron en esa arena.

Allí quedó demostrado que la historia del toreo está en constante movimiento, la conclusión de una de sus etapas siempre será el prólogo de la siguiente. Por eso la fiesta se ha extendido en el tiempo hasta nuestros días.


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