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domingo, 1 de junio de 2025

25 de mayo de 1975: El sobresaliente Julián de Mata, paga su cuota de sangre en Las Ventas

Ya había planteado, al comentar la confirmación de alternativa de Manolo Arruza, que el San Isidro de 1975 se caracterizó por la gran cantidad de encierros rechazados en todo o en parte. El 24 de mayo, la corrida de José Luis Osborne que debieron enfrentar Miguelín, Paquirri y Paco Alcalde fue echada para atrás y la solución que dio la empresa, fue tomar el encierro de Alonso Moreno de la Cova anunciado para el día siguiente, que, en teoría, enfrentarían Francisco Ruiz Miguel y Antonio José Galán mano a mano.

Al final de cuentas, el encierro sería sustituido por otro de la misma procedencia, pero de menos presencia que el que se apropiaron las figuras para poder cumplir su compromiso la víspera. Y es que no estaba rematado todavía. Le contó José María Recondo, apoderado de Antonio José Galán a Manuel Molés, en esos días, redactor del diario madrileño Pueblo:

La empresa tuvo un problema y se llevó nuestra corrida. Podían haber lidiado la de Palha. ¿A que no se atreven a quitársela a Camino...?» «Naturalmente», contesta Recondo, mientras atiende a su torero. Galán no le ha dado importancia al toro, ha metido el pico y ha toreado con la muleta muy retrasada. «Ese – contesta Recondo – es un vicio de casi todos los toreros...» … La corrida es una de las más chicas de la feria. Resulta que Alonso Moreno no la tenía prevista para Madrid. Es más, esta corrida iba a lidiarse en Valencia en el mes de julio...

Como es de costumbre, quienes tienen una posición preponderante en los estamentos taurinos, disponen de las cosas a favor de su interés. Y a veces, el resultado final, se tuerce.

La decimoséptima del San Isidro del 75

El festejo del domingo 25 de mayo se celebró en un ambiente bastante caldeado. Ya se había apuntado por aquí, que uno de los signos de esta feria fue el del constante baile de corrales que motivó la sustitución de los toros anunciados originalmente por otros que no estaban originalmente contemplados en el programa del serial y por el reacomodo de otros encierros en detrimento del interés de los espadas anunciados con ellos.

En el caso del mano a mano entre Francisco Ruiz Miguel y Antonio José Galán, al menos inicialmente, en el papel, no parecía haber cambio alguno, pero en el fondo, el encierro reseñado por la empresa y por sus apoderados para la fecha, el 25 de mayo de 1975, no era el que habían aceptado, pues como se planteó líneas arriba, se había lidiado la fecha anterior para suplir a otro distinto que había sido rechazado y lo que teóricamente saldría por toriles, era otra corrida que estaba siendo preparada para ir a Valencia el mes siguiente.

Y al final de cuentas, lo que aprobaron las autoridades madrileñas ni siquiera fueron los seis toros, porque se sortearon solamente cinco de los de Alonso Moreno y uno de El Jaral de la Mira. Y de los titulares, el abreplaza sería aceptado por la concurrencia hasta el primero tris.

Ante un lleno de no hay billetes, Ruiz Miguel y Galán tuvieron que enfrentarse a un encierro complicado. Las crónicas del festejo no cuentan mucho acerca de sus actuaciones, porque el difícil juego de los urcolas de don Alonso, los mandó a ambos a la enfermería. El primero en caer allí fue Ruiz Miguel, quien tras la lidia del tercero ingresó, emitiéndose el siguiente parte médico por el doctor Máximo García Padrós:

El diestro Francisco Ruiz Miguel ingresó en la enfermería tras la lidia del tercer toro de la tarde, presentando heridas en la región superciliar y malar izquierda; puntazo corrido en la cara posterior del muslo izquierdo. Conmoción cerebral. Pronóstico reservado...

Durante la lidia del quinto de la tarde también fue lesionado Antonio José Galán. El parte médico emitido es el siguiente:

Contusiones y erosiones múltiples. Conmoción cerebral. A descartar fractura de fémur. Pronóstico reservado...

Esa última lesión y el dictamen facultativo, dejaron las cosas dispuestas para que la tragedia que merodeaba la plaza de Las Ventas, se consumara.

Julián de Mata, sobresaliente de espadas

Heridos los diestros anunciados en el cartel, el sobresaliente de espadas tenía que terminar el festejo. Ese 25 de mayo del 75 se había anunciado en el cartel a Julián de Mata – civilmente Julián de la Mata González – nativo de Cehegín, Murcia, de donde salió para Madrid, para tratar de hacerse torero, pero terminó de taxista y siguió pagándose el carnet, para poder seguir vistiendo el terno de luces y al menos poder salir de sobresaliente. Escribió Juan Teba de Montes, en el número de El Ruedo fechado el 10 de junio de ese 1975:

Y se hizo taxista. Y de aquí para allá, transportando seres humanos que le hablaban de extrañas historias que no comprendía. Y mire usted por dónde se le brinda la oportunidad de torear dos novilladas... Y al final, lo de siempre. Sobresaliente. Ni banderillero, ni corredor. Nada. Bueno, sobresaliente. Y con la misión propia del cargo, a contemplar los rostros crispados de los maestros y los chanchullos de los «hombres de confianza». Sí, el pago: cuatro migajas...

La oportunidad que terminó en tragedia se le presentó a los cuarenta y dos años de edad, en un momento en el que muchos toreros ya empiezan a pensar en dejar de vestir el terno de luces. Pero Julián de Mata tenía todavía la ilusión de demostrar que podía ser alguien en el planeta de los toros. Le tocó aprender el toreo junto a la vía del tren de Arganda con Alfonso Merino, Luis Parra Parrita, y Martín Sánchez Pinto, entre otros.

Pero el oficiar como sobresaliente no era una manera muy sencilla de exhibir sus aptitudes. Desde el inicio de la década de los 70, era un fijo en los festejos que organizaba la casa Chopera y que requerían sobresaliente. Le pude localizar al menos tres presentaciones en tal calidad en Las Ventas, una, el 4 de octubre de 1970, cuando el torero canario Pepe Mata despachó en solitario una corrida del Conde de la Maza, resultando herido; el 28 de mayo de 1972, en el mano a mano que torearon don Antonio Bienvenida y Andrés Vázquez con toros de Victorino Martín y el 20 de junio de 1974, con un cartel de toreros igual al de la fecha que nos ocupa, pero con toros de Martínez Benavides, con motivo de la Corrida de la Prensa de ese calendario.

Como todo sobresaliente, entonces y en la actualidad, su actividad es espaciada, limitada y el sitio que tienen delante de los toros es evidentemente escaso.

El hacer de Julián de Mata quien estrenaba esa tarde un vestido grana y oro, estuvo marcado entre el escándalo en los tendidos y la tragedia. Cuando se llevaron a Antonio José Galán a la enfermería, Jaime Ostos desde su localidad, le hacía saber al presidente García Valiño que debía suspender la corrida, porque el sobresaliente no estaba en capacidad de terminar con el festejo. Posteriormente, Bartolomé Sánchez Simón también matador de toros, se tiró al ruedo ofreciéndose a despachar al quinto y al sexto, recibiendo por respuesta la orden presidencial de ser detenido y remitido a la comisaría. Escribió Alfonso Navalón en la edición de Pueblo ya citada:

Aquí, señor presidente, en el instante justo que se llevaban a la enfermería al segundo matador, era el momento justo de suspender la corrida. Así lo pedía el público y ésta sería la solución lógica, habida cuenta que Julián de Mata es un hombre que no podía afrontar semejante prueba. En todo caso, cabía acceder al ruego de un matador de toros para matar el sexto. Porque esto ha pasado ya muchas veces en casos semejantes. “Simón” bajó a pedir permiso y fue detenido. Con todos mis respetos, considero que no era la decisión adecuada. “Simón” no era un espontáneo, puesto que, al no haber ningún toro en la plaza, mal pudo interrumpir la lidia. Cabía, aceptar o denegar su ruego. Nada más...

Posteriormente, García Valiño esgrimiría los argumentos de que el reglamento no lo permitía y también el de que no había precedente. Este último es el favorito de la autoridad cuando no quiere actuar en determinado sentido, pero cuando menos, encontré uno en la hemeroteca, cuando el domingo 23 de agosto de 1953, el matador Octavio Martínez Nacional, bajó del tendido para despachar un novillo devuelto que no quería regresar al corral, con el permiso de la presidencia de ese día. En conclusión, el precedente existe.

Y salió el sexto de El Jaral de la Mira. La intervención del sobresaliente fue brevísima, sigue contando Navalón:

Luego llegó el horror de la cornada a Julián de Mata. Como era previsible, nada más abrirse de capa quedó a merced del toro, y todos volvimos la cara con horror, cuando, cosido en la mazorca del pitón, llevaba un pedazo del chaleco del pobre sobresaliente, víctima absurda de una situación todavía más absurda. Porque aquí no cabe invocar el reglamento. Estábamos ante un caso de conciencia. Estaba en juego la vida de un hombre...

Y es que, García Valiño, policía de formación y ocupación, al fin y al cabo, se escudó siempre en la interpretación literal del texto legal, según se lo declaró a Pilar Trenas en la edición del ABC madrileño del día 27 siguiente:

Mientras haya un sobresaliente vestido de torero, la corrida debe continuar, según el reglamento... Lamento el percance, pero el reglamento lo dice así...

El parte médico de Julián de Mata

Después de ser intervenido en la enfermería de la plaza, el doctor Máximo García Padrós, extendió el siguiente parte facultativo:

Herida por asta de toro en la cara posterior del hemitórax derecho, entre la novena y décima costillas, penetrando en la cavidad torácica con grandes destrozos en los lóbulos inferiores y medio del pulmón derecho, contusionando el pericardio. «Shock» traumático intenso que precisó transfusión de 1200 centímetros cúbicos de sangre. Pronóstico muy grave...

Le declaró el doctor García Padrós a Manuel F. Molés:

¡Chico qué cornalón!... Un cornalón. Pero tengo esperanza de que se recupere; claro, que luego hay que contar con las complicaciones. Pero ha sido algo muy gordo. Fíjate que tenía tres cornadas en el pulmón: pero tres boquetes así de grandes. Ya veremos...

Tras de concluir la intervención se dudaba si trasladar al torero herido al Sanatorio de Toreros o a otra unidad hospitalaria de alta especialidad para continuar su tratamiento, al final de cuentas, se decidió llevarle al Francisco Franco, para que un especialista en cirugía de tórax continuara con su tratamiento.

En su cama del hospital, atendió a Manuel F. Molés, quien en la edición de Pueblo del 29 de mayo siguiente, publicó lo siguiente:

Me duele más el no haber estado bien que la cornada.

- Pero, Julián, si no podías estar bien.

- ¿Por qué?

- Porque no estabas preparado.

- Sí lo estaba. Toreo mucho de salón.

- Pero el toro es otra cosa. Torear de salón es torear al aire. Imaginar un sueño. Hace falta el toro, la práctica. ¿Desde cuándo no te has puesto delante de un toro?

- El año pasado.

- ¿Te das cuenta de que era imposible estar bien, de que lo más seguro era la cornada?

- No. Lo que pasa es que en la voltereta que me dio el quinto me dislocó la mano derecha y no pude mandar debidamente al sexto con el capote. Si no es por la mano estropeada a estas horas hubiera cambiado mi futuro.

- Ya. ¿Cuánto te han pagado, Julián?

- Todavía no he cobrado. Lo estipulado son ocho mil, y vienen a quedar seis mil y pico limpias... Pero la empresa es muy buena conmigo.

- ¿A cuánto asciende esa bondad?

- El año pasado me dieron doce mil...

- En la taquilla habría seis o siete millones ¿Te parece suficiente ese sueldo tuyo?

- No lo sé...

Insisto: es increíble, pero real. Charlando con él me duele hacer preguntas necesariamente duras. Nadie puede convencer a Julián de Mata que era una barbaridad dejarlo salir. Nadie puede convencerle que no le bastaba un carnet si no tenía una preparación. Nadie puede convencerle que le contrataron como comparsa precisamente porque no tenía nada que hacer. El sueña un sueño imposible, temerario, bárbaro, y al fin y al cabo comprensible.

- Molés, yo tengo que ser matador de toros...”

Julián de Mata no perdía, ni en la cama del hospital, la intención de recibir la alternativa de matador de toros algún día.

En un apunte de interés meramente económico, a un tipo de cambio directo, las ocho mil pesetas de 1975, equivalen a 48.08 euros de estos tiempos y deflactados, serían aproximadamente 2000 euros contantes y sonantes. Es decir, casi nada.

El día después

La tragedia de Julián de Mata movió a los estamentos de la fiesta. La posición y función del sobresaliente se cuestionó y se pidió opinión a personas destacadas dentro del medio. Entre otras, destaca la opinión de Antonio Bienvenida, quien dijo al respecto:

Debería ser un novillero con experiencia, que conociera el oficio. También un matador de toros, aunque siempre o casi siempre hayan sido novilleros. Yo exigiría que estuviesen en activo y que hubiesen toreado un mínimo de corridas, porque en caso contrario se exponen a una catástrofe...

Por su parte, Paco Camino también comentó su parecer sobre ese particular:

La culpa la tienen las empresas. Hay gente joven capaz de resolver un problema con rapidez. Yo exigiría que fuese capaz, un número de actuaciones por año con caballos y que tengan también ilusión, que es algo muy importante. Lo que sucede es que si son novilleros piden que les den alguna compensación, y las empresas no quieren complicaciones de ese estilo...

Ambas opiniones me hacen pensar que los dos toreros ven al sobresaliente como una especie de convidado de piedra que no se luzca, que sea eficiente nada más, que se mantenga en la sombra y evite destacar en toda medida.

Julián de Mata se tuvo que quitar de torero a causa de esta cornada, aunque en el lecho del dolor le insistiera a Molés que tenía que llegar a matador de toros. En 2016 varios toreros que don Máximo García Padrós curó de sus cornadas se reunieron con él con motivo del cincuentenario de su actividad como cirujano en la plaza de Las Ventas. Sobre esa reunión escribió Ana María Ortiz para el diario El Mundo, de Madrid y entre otras cosas dijo:

En representación de la década de los 70, la primera de García Padrós en el servicio médico de Las Ventas, Julián González de Mata. Traje chaqueta azul marino, 82 años bien llevados, aunque pierda el resuello cuando circulamos arriba y abajo por el graderío. «Julián, ahora te ponemos un poco de oxígeno cuando bajemos a la enfermería», bromea el doctor. Aquel 25 de mayo de 1975 Julián de Mata – ese era su nombre artístico – era sobresaliente – suplente, coloquialmente hablando – pero los dos titulares en el cartel sufrieron sendas cogidas y tuvo que salir. «Me metió el pitón en la cintura, me levantó en el aire y me llegó el pitón a dos centímetros del corazón. Me quedé con seis pulsaciones, pensé que me moría», rememora. Tras el envite no pudo ya retomar la carrera taurina y se hizo taxista, profesión que también tuvo que abandonar por las secuelas. «Gracias a la bondad de señora Cuqui Fierro (famosa aristócrata madrileña) que me ayuda desde entonces», pide que se recoja en estas líneas...

Las cornadas de los toros tienen secuelas que se arrastran, a veces, por toda la vida. Esta de Julián de Mata es una prueba de ello.

domingo, 9 de abril de 2023

Feria de San Marcos 1973. La consolidación de un proyecto (II)

Las primeras vicisitudes


El día 6 de abril se dieron a conocer los carteles del serial abrileño del 73 y para el día 15, aparecía en los diarios de esta capital el anuncio de que los boletos para el acceso a los festejos, estaba abierto al público en general. La inserción pagada que se publicó en El Sol del Centro, era de la siguiente guisa:


Los festejos anunciados eran atractivos y seguramente la afluencia de público a los puntos de venta, que eran el lobby del Hotel Francia – donde se manejaban los numerados –, las taquillas de la plaza, la Bolería Calesero, la farmacia Colonial y la peluquería Imperial era constante durante las horas de atención a los interesados en asistir.

Lo que se cocía allende el mar

El semanario madrileño El Ruedo, en su número aparecido el 10 de abril de 1973 publicaba una nota en la que se daba a conocer que Paco Ortega, apoderado de Francisco Ruiz Miguel, le había arreglado a su torero una gira de diez festejos por México para el mes de abril y los primeros días de mayo, toda vez que no se había podido arreglar su participación en la feria de Sevilla.

Las fechas anunciadas fueron: el 8 de abril en San Miguel de Allende; el día 15 en Acapulco; el 22, Ciudad Juárez; el día 28 en Tepic; el 1º de mayo en Orizaba; el 5 de mayo en Puebla y el 6 de mayo en Tijuana. También se le incluían dos actuaciones aquí en Aguascalientes, aunque en términos distintos a los que al final se anunciaron. La primera tarde se decía, sería el 23 de abril, alternando con Curro Rivera y un tercer alternante sin designar, con toros de Piedras Negras y la segunda, para el día 29, con Manolo Martínez, Eloy Cavazos y Curro Rivera, con toros pendientes de anunciar.

Cumplido el compromiso de Tijuana, decía la información, Ruiz Miguel regresaría a España para actuar dos tardes en la feria de San Isidro y seguir adelante la temporada que su apoderado, primo de Rafael Ortega El Tesoro de la Isla y quien llevó los primeros pasos de diestros como Paquirri o Luis Parra Jerezano, le tenía preparada para ese año.

En ese orden de ideas, la feria sanmarqueña anunciada parecía que se cumpliría íntegramente y tal como se ofreció en un inicio, pero muchas cosas pueden cambiar en un breve lapso de tiempo y así, el día 16 de abril de ese año del 73, se anunció que Ruiz Miguel no vendría a nuestro San Marcos, que sería sustituido el día del santo patrono por el príncipe Alfredo Leal y el día último del mes, por Mariano Ramos.

Al día siguiente, en Madrid, El Ruedo publicaba la siguiente información:

Se han producido los últimos reajustes en la discutida Feria de Sevilla de este año. Pedro Moya «El Niño de la Capea» se «cae» de los carteles por decisión de sus apoderados. Julián García, el discutido torero valenciano, también ha sido víctima de última hora, al parecer, por diferencias importantes entre el empresario de Sevilla y los responsables de la Empresa de Madrid. (Ya saben nuestros lectores que Manolo Cortés, apoderado por Canorea, no vendrá a Madrid, y la baja de Julián García en Sevilla puede ser la réplica de don Diodoro.) … El valeroso y joven torero Francisco Ruiz Miguel, olvidado inexplicablemente en un principio por la Empresa sevillana, ha salido favorecido con estos últimos toques de los carteles de la famosa Feria. Ha sido contratado dos tardes. En la primera, el próximo día 24, alternará con Jaime Ostos y Santiago López; en la segunda, el día 30, hará el paseíllo con Miguel Márquez y Manolo Cortés. Los toros, respectivamente, serán de don Celestino Cuadri y don Ramón Sánchez. Con Ruiz Miguel se ha hecho, sencillamente, justicia. No hay que olvidar las dos buenas actuaciones del diestro de San Fernando en las dos últimas ferias de Sevilla.

Al final, un desacuerdo en los despachos fue el que vino a hacerle justicia a Ruiz Miguel, quien el 25 de abril de 1971, entrando al cartel por la vía de la sustitución, le cortó el rabo al toro Gallero de Miura y al año siguiente, refrendó lo hecho el anterior, ganándose a ley el derecho a ser llamado de nueva cuenta por don Diodoro a sus carteles abrileños. Pero no fue así. Se tuvo que producir un desacuerdo entre quienes no torean, para que el torero isleño pudiera ocupar el sitio que delante de los toros se había ganado sin margen para la discusión.

Al final Ruiz Miguel toreó en Sevilla el 24 de abril los toros de Celestino Cuadri, alternando con Jaime Ostos y Santiago López tarde en la que cortó la primera oreja de esa feria a Lechón, quinto de la tarde y el día 30, compartiendo cartel con Miguel Márquez y Manolo Cortés en la lidia de un encierro, al final compuesto por tres toros de Manuel Arranz (3º, 4º y 5º) y otros tres de Ramón Sánchez. En este festejo solamente mató un toro, pues fue herido por el sexto, de Ramón Sánchez, Torerito, apenas al abrirse de capa.

Así pues, no había iniciado propiamente la feria y ya se había tenido que remendar la cartelera. Se prefirió a los diestros nacionales y al final de cuentas veremos que el resultado deja claro que don Guillermo González no se equivocó en su decisión.

Un encontronazo con las autoridades

Apenas un par de días después del anuncio de la salida de Francisco Ruiz Miguel de la feria, apareció en las páginas de El Sol del Centro la siguiente información:

El Ayuntamiento de la capital decidió intervenir con energía en el caso de la venta condicionada, y la reventa de boletos para las corridas de toros de la Feria de San Marcos, y aplicó tres infracciones a la empresa, por hacer caso omiso de los reglamentos… Lo anterior fue informado por el Regidor de Espectáculos, señor Atanasio López, quien indicó que una de las infracciones había sido aplicada por la venta condicionada de boletos, otra por la reventa y una más por los insultos que un empleado de la empresa, de nombre Julio Saleri, profirió en contra del citado funcionario municipal, cuando éste intervino para detener las maniobras de la empresa y sus empleados… Señaló el Regidor de Espectáculos que, de acuerdo con lo expresado por el Presidente Municipal, señor Ángel Talamantes Ponce, las infracciones levantadas no serán revocadas bajo ningún aspecto, sino que se harán efectivas como medida ejemplar para que la empresa de las corridas de toros se ciña a lo que señalan los reglamentos municipales… Por otra parte, se informó que la empresa había sido conminada en forma enérgica a cesar en sus maniobras de reventa, para lo cual se obligó a vender los boletos exclusivamente en las taquillas de la plaza y en algunos estanquillos previamente aprobados por el Ayuntamiento… Finalmente, el Regidor de Espectáculos, señor López, indicó que el Alcalde Talamantes Ponce desea que el público coopere con las autoridades para frenar y evitar en forma definitiva las maniobras de la empresa, denunciando a los revendedores y toda clase de artimañas que se observen al adquirir boletos, pues de otra manera no será completa la labor que ha emprendido el Ayuntamiento en defensa de la afición a la fiesta brava.

Como se ve, lo que hoy es una práctica usual, es decir, la de condicionar la adquisición de la entrada a unos festejos, a la compra obligada de las de otros menos atractivos, hace medio siglo fue motivo de sanción. Sobre el capítulo de la reventa, prefiero guardar silencio, que es una actividad que persiste y que, en lugar de ser regulada y controlada, únicamente es objeto de un remedo de combate, porque en cualquier espectáculo de masas que resulte atractivo estará presente, funcionando a todo tren, sin que nada la detenga.

Lo que seguiría

Estas primeras vicisitudes se produjeron, casi todas, antes de que saltara el primer toro a la arena del ruedo de la San Marcos. El próximo sábado intentaré comentar lo que puede ser considerado, según se vea, el primer festejo de la feria o si nos ceñimos al calendario oficial, el festejo de preferia, la novillada de triunfadores. Hasta entonces.

lunes, 4 de octubre de 2021

Ruiz Miguel y Gallero de Miura. 50 años (II/II)

José Martínez Limeño
Foto: El Mundo

José Martínez Limeño

De Sanlúcar de Barrameda, fue alternativado en Sevilla el 29 de junio de 1960. Un torero que se distinguió por sus buenas maneras y por su porte, del que Paco Aguado escribió en su obra Figuras del siglo XX:

Fue siempre con elegancia, con el empaque de su figura y con la quietud de su planta, no con aspavientos ni alardes de pretendida valentonería, como el sanluqueño se fue haciendo ese marchamo de solvente ‘especialista’ en corridas duras, sobre todo en la Maestranza, allí donde su nombre se unió para siempre al de las corridas de Miura: las mató durante siete ferias de Abril, con un balance total de once orejas cortadas. (…) Limeño, como el anterior titular de su apodo, aquel eterno compañero de los inicios de Joselito El Gallo, no llegó a grandes cotas numéricas, pero solo el orgullo de esos logros sevillanos le habrán bastado para sentirse satisfecho de una carrera más que respetable.

De la relación de Paco Aguado podemos deducir, además, que aparte de ese buen hacer ante los toros, Limeño era dueño de un buen oficio para lidiar toros, porque mantenerse en un sitio en el que con frecuencia se tiene que enfrentar encierros a de esos a los que se les cuelga el sambenito de ser duros, requiere que el torero que los enfrenta sea poseedor de un conocimiento técnico superior al de la media.

Ese camino generalmente hace madurar a los toreros más lentamente, pues hay más percances y más acertijos que resolver, así, Limeño tardó casi una década en instalarse en el gusto y en el corazón de la afición hispalense, como veremos enseguida.

Desorejando corridas de Miura

Pepe Limeño fue a Sevilla en abril del 68 le cortó dos orejas al quinto Miura de la tarde, escribiendo, en palabras de Filiberto Mira, un verdadero poema épico. Ese triunfo, rotundo, le valió obtener la Oreja de Oro que anualmente concedía el diario Sevilla al triunfador de la feria abrileña.

En abril del 69, nuevamente en la de Miura, el 20 de abril, vestido de salmón y oro se entretuvo en cortarle las cuatro orejas a los toros de su lote, que por su orden fueron Cuidadito y Herizo y por segundo año consecutivo le sería adjudicada la Oreja de Oro del diario Sevilla.

La década de los setenta le vería de nuevo con los toros de Miura y otra vez saldría con las orejas de Cumbrero y Judío, los que integraron su lote. La corrida fue buena y también sus alternantes les cortaron orejas a los que les tocaron en suerte. Limeño se fue por la Puerta del Príncipe y los otros dos por la de la Calle Iris… De nuevo se le concedió a Limeño la Oreja de Oro del diario Sevilla.

El hasta cierto punto fatídico 1971

Tres grandes triunfos consecutivos, logrados todos ante toros de Miura, le generaron a Limeño el derecho de estar una vez más en los carteles de la Feria de Abril de Sevilla. La empresa Pagés, que le apoderaba, le acomodó en dos tardes, la del 22 de abril, con toros de Arranz, El Cordobés y José Luis Parada y la segunda, el día 25, fin de feria, de nueva cuenta con los de Miura, con Andrés Hernando y Florencio Casado El Hencho.

La primera corrida fue la única que toreó Limeño. En los actos previos a ella se produjeron una serie de hechos que dejaron al torero sin voluntad de seguir actuando. Así lo cuenta Paco Cañamero en su portal Glorieta Digital:

La jugada sucia contra Limeño comienza por la mañana al amañarse el sorteo a sus espaldas y no informarle nadie de ello hasta que, por la tarde, en la plaza, comprueba cómo salen cuatro toros muy cómodos de Arranz para sus dos compañeros y, sin embargo, en su turno saltan al ruedo dos sobreros fuera de tipo. Nada más salir su primer toro, Limeño incrédulo por lo que sucedía, se dirige a su peón de confianza y éste le confiesa el fraude que le habían ocultado…

El propio diestro, décadas después, le contó su versión a José Ignacio de la Serna, en los siguientes términos:

El Cordobés tenía tanto poder que se negó a sortear. Eligió los toros más bonitos, le dejó otros dos a Parada y a mí me reservaron dos torazos muy feos y astifinos que ni siquiera eran del mismo hierro. Yo no sabía nada, ni lo podía imaginar, pero cuando salió el segundo de mi lote me mosqueé. Que en una corrida te toque el más serio entra dentro de lo normal, porque a alguien le tiene que tocar. Pero ¿los dos y de otro hierro? No tenían nada que ver con la corrida. Luego en el hotel Colón uno de mis banderilleros me lo contó. Pensó que yo lo sabía…

Efectivamente, el primero de la tarde, aunque el encierro anunciado fue de Manuel Arranz, fue de Ramón Sánchez y el cuarto, aunque del hierro titular, desentonaba con el resto de la corrida. Quizás, se pensó, como Limeño era torero de la casa, tragaría sin chistar, pero el camino de esta historia fue bien distinto.

La entrega de la Oreja de Oro

La Oreja de Oro que el diario Sevilla entregaba cada año al triunfador de la feria del anterior, según votación de sus lectores, correspondió por tercer año consecutivo a Limeño. Así, el evento protocolario se anunció para la noche del 24 de abril en la caseta de la Asociación de la Prensa sita en el Real de la Feria. Se informó por los otorgantes del premio, que, en esta oportunidad, en lugar de otorgar una Oreja de Oro, se entregaría un Rabo de Oro, dado que Limeño ya se había llevado las dos orejas en los certámenes anteriores.

En el acto de la entrega, Limeño anunció que se iba de los toros por los hechos ocurridos en el sorteo de la corrida del día 22, denunciando el fraude del que fue objeto. La prensa de la época intentó silenciar la denuncia, aunque el ABC de Sevilla del día siguiente, en la nota alusiva a la entrega del premio, algo deja ver:

...Por último, Limeño dio las gracias con emocionadas palabras. Destacó la trascendencia del premio, que le ha sido otorgado tres veces, y afirmó que era «la última oreja y el último rabo que le concedían», porque ciertos «hechos de trastienda» relacionados con la corrida que toreó en la Maestranza anteayer, lo impulsaban a la retirada. Dijo que el festejo mencionado era el último, al menos por el momento, y quizás definitivamente. Tras su inesperada declaración, reiteró su gratitud sincera…

Por supuesto, las fuerzas vivas de la fiesta se confabularon para encubrir el suceso. La Hoja del Lunes de Sevilla presenta una versión higienizada y edulcorada de la retirada de Limeño y por otra parte, en la entrevista que treintaitantos años después concedió al nombrado José Ignacio de la Serna y publicada en la revista Taurodelta, se ve que el propio gobierno del Estado Español aportó lo suyo para evitar que se corrieran esos hechos de trastienda de la fiesta, como dice el diario ABC:

Cuando lo denuncié, la prensa dijo que Pepe Limeño se había vuelto loco y estaba ingresado en un manicomio… Me dejaron vendido. Pero no solo la prensa. Una persona que no quiero nombrar, con un cargo de mucha responsabilidad en Sevilla, me dijo: “Ya es usted mayorcito. Usted sabrá lo que dice”. Entonces sentí la impotencia y la rabia más grande del mundo. Todos se callaron. Nadie tuvo el valor de defenderme. Me pusieron una multa por denunciar aquella injusticia. Incluso estuve en comisaría. Allí, otro señor con poder, fuera de sí, se me arrancó con ademán de pegarme un rodillazo en la entrepierna. ¡Qué humillación…!

Y es que, al final de cuentas, la carrera taurina de Pepe Limeño dependía en una importante medida de Diodoro Canorea, que era el mandamás de la casa Pagés, que era la que lo apoderaba y también de El Cordobés que lo llevaba de telonero y que para ese 1971 le tenía firmadas algo así como treinta corridas. Ese arranque de dignidad profesional y humana, le vino a costar la carrera al torero de Sanlúcar.

Lo que siguió

Ante esos hechos, como decía al principio de este mamotreto, Pepe Limeño no salió a torear a los Miura el 25 de abril. Cosa curiosa es que los diarios sevillanos de esa fecha, seguían manteniéndole a la cabeza de los carteles anunciadores del festejo. Los malpensados afirman que se dejaron así con la intención de devolver el importe de la menor cantidad de entradas posibles.

Por esa razón y quizás sin saber la causa, la noche del día 24 o quizás la madrugada del 25, fue que se le avisó a Francisco Ruiz Miguel que torearía esa corrida en sustitución de alguien. Y le tocó la lotería y despegó una carrera que le hizo figura del toreo.

Pepe Limeño no duraría en el paro muchos días, pues el 2 de mayo ya estaba toreando en Toledo. Allí le dijo a Carlos Briones, de El Ruedo salido a los puestos el 4 de ese mes, entre otras cosas, lo siguiente:

Un grave problema de carácter moral es la clave de todo, comienza diciendo. Han dicho que estoy loco. No es verdad. El grave problema que me afectó – y que me gustaría contarle, pero no puedo – me hizo reaccionar en consecuencia. Unos buenos amigos me aconsejaron que no hablara. Y creo que han acertado plenamente. Yo nunca dije que me retiraba definitivamente, sino que lo hacía por una temporada... De verdad que Manuel Benítez no tuvo la culpa, aunque se ha dicho por ahí que fue el único culpable... Tengo seis corridas firmadas. No sé qué haré. Esto está cada vez más complicado. Yo tengo tres hijos a los que, sin remedio, debo defender. Algún día... Me gustaría decirle... Ya se aclararán las cosas...

Al final del día se vería que ya le quedaban pocos paseíllos por hacer a José Martínez Limeño. Se dedicaría después a ser veedor de toros y era uno de los buenos. Falleció en su Sanlúcar, el 18 de diciembre de 2015.  

domingo, 3 de octubre de 2021

Ruiz Miguel y Gallero de Miura. 50 años (I/II)

Francisco Ruiz Miguel
Hoy se debe lidiar la corrida de Miura en la Feria de San Miguel de Sevilla, que este año caótico, se convirtió en un sucedáneo de la Feria de Abril. La intención de estos apuntes es el recordar una hazaña que hace unos meses cumplió medio siglo de haberse realizado y por otra parte, el dejar patente que también a los encierros llamados – mal por cierto – por todo el mundo, como duros, también se les pueden cortar las orejas y triunfar con ellos. 

Unos las contratan, otros las torean…

El día de San Marcos de este año se cumplió medio siglo de que Francisco Ruiz Miguel cortara lo que es, hasta hoy, el último rabo concedido en la plaza de toros de Sevilla. Y el discípulo de Rafael Ortega ni siquiera estaba anunciado para torear esa corrida de Miura que cerraba la Feria de Abril del 71 con Andrés Hernando y Florencio Casado El Hencho. Es más, si se revisa la prensa hispalense del día del festejo, se podrá ver que todavía la mañana de la corrida se publicaba el cartel ofrecido originalmente a la afición, encabezado por el torero sanluqueño José Martínez Limeño.

Unas décadas después Ruiz Miguel, que el torero que quizás ha toreado más corridas de hierros considerados duros, como el que pasta en Zahariche o el de Victorino Martín, le contaba lo siguiente a José Ignacio de la Serna para la revista Taurodelta:

...Tenía 21 años, llevaba dos como matador de alternativa y era la primera vez que me ponía delante de uno de Miura. Le corté las dos orejas y el rabo. El último rabo que se ha cortado en la Maestranza de Sevilla. Recuerdo que ni siquiera en el campo había toreado una vaca de este hierro. Estaba muy nuevo y apenas tenía oficio. Pero mi maestro, Rafael Ortega, antes de torear me dio un consejo que me sirvió mucho, me dijo que me olvidara del hierro, y que la clave del éxito estaba en que el toro se fuera para el desolladero sin haberme visto. Antes que yo, él también había cortado un rabo a uno de Miura en Sevilla… Recuerdo que no estaba anunciado en el cartel original, así que la víspera me llamó mi apoderado para decirme que íbamos a Sevilla a matar la de Miura. “¿La de Miura?”, le pregunté. “Sí, ¿Pasa algo?”, me contestó muy enfadado. “Nada, nada, sólo preguntaba” …

Honesta la confesión de un torero que a partir de ese momento cambió el rumbo de su destino. Que apenas un par de años antes se había presentado en la Maestranza y en el San Isidro anterior había confirmado en Madrid en una tarde pasada por agua y en la que estuvo “interesante” ante una complicada corrida de Osborne. Iniciaba la ascensión de la cuesta y la pendiente parecía ser empinada.

El cierre de la Feria de Abril del 71

Como le contó a José Ignacio de la Serna, la noche anterior Ruiz Miguel fue llamado para sustituir a Limeño en la corrida de Miura. La versión oficial fue que José Martínez no actuaría por enfermedad, habiendo presentado parte médico. Y así lo consigna la cabeza de la crónica de Manuel Olmedo Don Fabricio II, en el ABC de Sevilla, publicada el martes 27 siguiente:

Plaza de la Real Maestranza de Caballería. Decimotercera y última corrida de feria. Un toro de don Fermín Bohórquez Gómez, «Aceitero», negro zaino, para el rejoneador Fermín Bohórquez Escribano, y seis de don Eduardo Miura. Primero, número 95, «Tomate», negro listón, 549 kilos; segundo, número 100, «Gallero», negro bragao meano, 521: tercero, número 149, «Espigado», cárdeno salpicado, 526 kilos; cuarto, número 127, «Boquituerto», de igual pelo, 520 kilos; quinto, número 77, «Boquerón», negro bragao meano, 535 kilos; sexto, número 63, «Gañafote», cárdeno salpicado, 605 kilos. Espadas: Andrés Hernando, Ruiz Miguel, sustituto de Limeño, ausente por enfermedad, y Florencio Casado «El Hencho».

El gran éxito de Ruiz Miguel sucedió con el segundo de la tarde, Gallero, al que le cortó el rabo. Las crónicas son en su mayoría coincidentes en la importancia de la faena que le realizó. En la Hoja del Lunes de Sevilla del día siguiente del festejo, sin firma visible, se escribió:

Desde hace mucho tiempo, en la corrida de Miura, no se mataba un toro recibiendo. Hoy hemos visto esta suerte antigua, pero maravillosa, ejecutada por un torero moderno, casi con cara de niño, valiente hasta la temeridad, cual es Ruiz Miguel, que protagonizó una jornada inolvidable. El toro fue su colaborador, porque era muy bravo, pero él supo sacarle el máximo partido, llegó a la cumbre, entre clamores de la multitud. De capa y de muleta, poniéndolo en suerte, ganándole terreno, con parsimonia y arte, Ruiz Miguel nos demostró cuáles son sus cualidades artísticas y cuánto el valor que posee. Había brindado la faena a la plaza, y aceptó la responsabilidad, saliendo a jugárselo todo en pos del triunfo. Su faena con la franela, bellísima toda ella, fue coreada con olés, y, al final, en el momento sublime de la entrada a matar, aún nos sorprendió más en su forma de hacerlo, citando a la res, que se vino pronta tras la espada que casi entera quedó enterrada en su morrillo. La muerte sin puntilla, espectacular en grado sumo, elevó más aún el rango de la faena. Y para él fueron las dos orejas y el rabo, que esta vez, estamos seguros, hasta el propio presidente, señor Mediano, los entregó con sumo gusto...

Por su parte, el ya invocado Don Fabricio II, relata desde su tribuna, lo que sigue:

Un bravo toro de Miura y un prometedor torero, en feliz conjunción, en armoniosa inteligencia, han dado la nota cumbre de la Feria. «Gallero» se llamaba el toro; Ruiz Miguel fue su afortunado matador. El animal embistió incansablemente y con el mejor son del principio al fin de su lidia, de su bella lidia, promotora de un caluroso entusiasmo. Ruiz Miguel aprovechó cumplidamente la boyantía del toro, que tomó bravamente dos varas. El joven isleño jugó el capote con arrogancia y temple en verónicas de la mejor ley y compuso una enjundiosa y vibrante faena de muleta, a tono con las condiciones del extraordinario toro. En los medios desarrolló el lucido trasteo, iniciado con dos ayudados altos y uno de pecho sin enmendar la posición de la erguida figura. Ruiz Miguel explayaría luego con superlativo acierto, con decisión y buen arte, toda la teoría del toreo fundamental, esmaltada de airosos adornos, entre ellos un pase rodilla en tierra, de singular prestancia. La gallardía y la calidad se aunaron y complementaron en el excelente trasteo al noble, al suave toro, siempre bien toreado, siempre embebido en el engaño. Citó a recibir Ruiz Miguel, y, marcando admirablemente los tiempos de la bellísima suerte, clavó en los rubios, parte del acero. Fue una estocada perfecta, realizada con destreza y tino superlativos, deslumbrante colofón de la extraordinaria faena. El joven matador obtuvo, con plena justicia, las dos orejas y el rabo de su bravo y dócil colaborador, toro de bandera, al que se otorgaron merecidamente los honores póstumos de la vuelta al ruedo en el arrastre...

Incluso, el cronista difícil de convencer, como lo es don Antonio Díaz – Cañabate, terminó conforme con la actuación del torero de la Isla ese domingo 25 de abril. En la edición madrileña del diario ABC, salida el martes 27 siguiente, entre otras cosas, escribió:

El miura era un toro con estilo. Recta, sostenida, alegre su embestida. Metía la cabeza en la muleta y la seguía como si no tuviera el cuello largo ni instintos de rufián que pelea buscando la ventaja, como si desconociera la leyenda miureña. En una palabra, embestía como lo que era: un toro bravo, noble y pastueño. Ruiz Miguel no tenía más remedio que darse cuenta. ¡Ay!, pero de esto ahora no puede uno fiarse. Una cosa es que los toreros se den cuenta del toro y otra que lo toreen dándose cuenta de cómo lo torean, porque ya sabemos que casi todos los actuales trabajan mecánicamente. La inspiración, tan remisa en acudir cuando se la necesita, descendió próvida a la muleta de Ruiz Miguel. El toro encontró a un torero y la faena fue de entera colaboración. Toro y torero se entendieron, y de la compenetración surgían los pases, a los que se unía el temple y el mando del torero, el arte y la obediencia del toro... La excelente faena (justa, medida y cabal) culmina con perfección más aquilatada, con una gran estocada dentro de las estrictas reglas de la suerte de recibir... Al fin hemos visto en toda su pureza esta difícil, y hoy muy rara suerte, premiada con las dos orejas y el rabo. Al toro se le dio la vuelta al ruedo...

La triunfal Feria de 1971

La feria sevillana de 1971 concluyó bajo el signo del triunfo. Fueron trece los festejos y en ellos obtuvieron actuaciones resonantes Curro Rivera, quien debió salir por la Puerta del Príncipe el 18 de abril; Curro Romero, que se llevó tres orejas en dos tardes, José Luis Parada, que cortó dos orejas en  las tres corridas en las que actuó. También alguna oreja suelta cortó El Cordobés. Por el capítulo de los rejoneadores, don Ángel Peralta se llevó un rabo en las alforjas en la matinal del 24 de abril y don Fermín Bohórquez otras dos orejas en el festejo que en este momento me ocupa.

De acuerdo con el doctor Carlos Crivell, el rabo concedido a Ruiz Miguel era el decimocuarto otorgado en la Maestranza desde 1939 y apenas el segundo cortado a un toro de Miura en ese lapso de tiempo. El anterior se lo había cortado a Tormenta su maestro, Rafael Ortega, el 20 de abril de 1956 – tarde en la que se quedó con media corrida por cornada de Gregorio Sánchez – y el inmediato anterior lo había cortado Diego Puerta, al colorao Gallineto, número 114, del Marqués de Domecq, el 26 de abril de 1968. 

El día de mañana continuaré con estos apuntes…

Aviso parroquial: El resaltado en el texto de Don Fabricio II, es obra exclusiva de este amanuense, pues no obra así en su respectivo original.

Aldeanos