Mostrando entradas con la etiqueta Universidad Autónoma de Aguascalientes. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Universidad Autónoma de Aguascalientes. Mostrar todas las entradas

domingo, 30 de octubre de 2022

Dr. Alfonso Pérez Romo. Una aproximación personal

Dr. Alfonso Pérez Romo
Plaza de Toros San Marcos (Cª 1955)

El otoño climático hizo su aparición en Aguascalientes y al abrir la puerta, hizo mutis por ella un hombre que en todo lo que intentó en la vida persiguió, no me queda duda alguna, dejar algún beneficio para todos los que lo rodeaban. Concretar una existencia así, no es una realización fácil, aunque los hechos que la fueron conformando, se hayan distinguido por la sencillez de trato con la que se fueron realizando. Y hago esta última afirmación, porque independientemente de la trascendencia de las obras que emprendía – y terminaba – el doctor Alfonso Pérez Romo, la divisa de su hacer era el trato afable, sencillo – nunca le oí alzar la voz – y la humildad, entendida esta última virtud, como la facultad humana de mantener los pies firmes en el suelo – del latín humus – sean como hayan sido las circunstancias en que los hechos de su vida se hubieran producido.

El doctor Alfonso Pérez Romo recorrió un amplio espectro de actividades humanas. Desde las más mundanas que implican los negocios y la empresa, hasta las que tienen un importante contenido humano, principalmente, las que se relacionan con la salud y la integridad física de las personas, en el caso, las más vulnerables, los niños; o las que tienen que ver con las artes, otras relacionadas con la filosofía y por supuesto, las encaminadas a la formación de las personas hacia el futuro. Toda regla tiene su excepción y seguramente cuando llegue el momento de elaborar el balance, se verá que mucho abarcó y también mucho apretó, demostrando su excepcionalidad.

El Doctor Pérez Romo y la fiesta de los toros

Aparte de su obra sustantiva, don Alfonso también tuvo aficiones. Una de ellas, muy arraigada, fue la que tuvo por la fiesta de los toros. Una de las primeras referencias que encontré a su gusto por ella fue en un número de La Lidia del año de 1943, calculo que estudiaba el primer año de la carrera de Medicina y don Luis de la Torre, El – Hombre – Que – No – Cree – En – Nada, lo presentaba a la afición del país – ese semanario circulaba en toda la República – como un joven aficionado:

…Raro es entre la moderna juventud encontrar ideas taurinas tendientes a conservar teorías que son patrimonio de la vieja afición. Alfonso Pérez Romo participa en mucho de las viejas doctrinas sin que por ello deje de manifestarse con entusiasmos juveniles… descubrí que la afición de Alfonso se extiende hasta aprovechar sus magníficas aptitudes de dibujante para producir cuadros taurinos, representando a toreros de su predilección en momentos culminantes de sus actuaciones…

Así pues, don Luis, un importante y poco recordado escritor y periodista taurino de Aguascalientes, nos presenta también a un dibujante y pintor que entre los temas que acometía estaba el de la fiesta.

Ejerció como aficionado práctico – la imagen que ilustra estas líneas así lo denuncia – y siempre que actuó lo hizo por satisfacer su gusto, pero principalmente para apoyar alguna causa benéfica. La citada fotografía muy probablemente fue lograda en el año de 1955, en un festival al que ya me había referido en este sitio, cuando compartió cartel con don Humberto Elizondo, Guillermo González Muñoz, Gabriel Arellano Guerra y Rafael Rodríguez El Volcán de Aguascalientes.

Escribió el doctor Pérez Romo acerca de esta fiesta de vida y muerte:

Una atracción irresistible; un aprecio del toreo que va mucho más allá de su abigarrado colorido, su pintoresquismo, su derroche de valentía y su efusión de sangre; un asombro siempre nuevo por esa hermosa y noble bestia que es el toro de lidia; y una admiración respetuosa por el torero, extraño personaje del arte hispánico que cumple su actuación dramática al filo de la muerte…

Esa afición le llevó a constituirse como empresario de la plaza de toros Monumental Aguascalientes en la mitad de la década de los 80, junto con don Julio Díaz Torre y el matador en el retiro Eduardo Solórzano, terminando el giro copernicano iniciado en la década anterior para la organización de la arista taurina de nuestra Feria de San Marcos y en la combinación de sus aficiones, fue quien animó a Alfonso Ramírez Calesero, para que reuniera en el papel sus memorias, las que fueron la base del libro que mano a mano escribieron bajo el título de El Aroma del Toreo y después todavía escribió sobre este tema en solitario Rafael Rodríguez. El sentido profundo del toreo. Estas dos obras son, creo, su personal y sentido homenaje a las dos más grandes figuras que ha dado Aguascalientes al toreo universal.

En primera persona

Voy a hablar en primera persona y ofrezco hacerlo con brevedad. La vida me dio la invaluable oportunidad de tener una relación personal y entrañable con el doctor Alfonso Pérez Romo y siento la necesidad de contarla.

Aparte de lo que el día a día ponía en las informaciones de uno de los hombres, repito, que es uno de los hacedores del Aguascalientes moderno, la profesión de mi padre acercaba alguna información más especializada, digamos, de quien fue en su día, el primer director de la entonces Escuela de Medicina del IACT, después de la Universidad Autónoma de Aguascalientes y que posteriormente sería Director del Hospital Hidalgo. En esos días yo pensé que podría ser médico y mi padre – creo que durante alguna etapa de su vida tuvo la ilusión de fuera cirujano como él – me acercaba a charlas y eventos accesibles a un estudiante de finales de secundaria e inicios de bachillerato y nebulosamente recuerdo haber asistido a una conferencia de don Alfonso sobre Historia de la Medicina. Hace más o menos medio siglo de eso.

Pero torcí el camino y la vida me llevó por otros derroteros. Y hace unos 17 años recibí una llamada del Doctor, en la que me invitaba a participar en la presentación de su libro El Aroma del Toreo. Casi me voy para atrás en la silla del escritorio. 

Unos días antes, le enseñé a mi padre el ejemplar que me hizo llegar don Alfonso para imponerme de su contenido y le comenté con cierto orgullo, que lo presentaría en uno de los auditorios de la Universidad Autónoma. Me hizo una advertencia que me puso los pies en el suelo: Pues prepárate muy bien, porque sentarse en una mesa a conversar públicamente con Alfonso Pérez Romo no es cosa fácil… Ni tú, ni yo queremos que quedes mal… Ese día salí preocupado de la casa de mi padre.

Afortunadamente las cosas salieron bien y el doctor Pérez Romo y este amanuense pudimos seguir conviviendo en el ambiente de los toros. En más de alguna ocasión nos hizo estar juntos Manolo Espinosa Armillita por allá en su casa de Valladolid, Jesús María, con cualquier explicación que rebasa los límites de la lógica, vamos, por el mero placer de hacerlo y siempre la reunión llevaba algún ingrediente sorpresivo con la presencia de un personaje o amigo inesperado que la hacía mucho más interesante. En la última, recuerdo, nos acompañó el inolvidable José Antonio Morales.

Su conocimiento derivado de la lectura y de lo vivido, era inagotable. En la presentación del libro Vertientes del Toreo Mexicano, de Heriberto Murrieta, hizo un extraordinario recorrido del devenir del toreo mexicano a partir de Manolete y hasta los días de la obra motivo del evento. Y lo hizo de memoria, apelando a lo visto y a lo vivido. Esta fue la impresión que en ese momento le causara al amigo Gustavo Arturo de Alba:

Pérez Romo no con el pretexto de presentar “Vertientes del Toreo Mexicano”, sino a partir de ello y mostrando un profundo conocimiento del texto de Murrieta, dejo que aflorara a borbotones el efecto que su lectura provocó en su persona, llevándolo a su propio recorrido de setenta y tantos años de ver toros, para en una brillante y resumida síntesis, en algo similar a una conferencia magistral, la compartiera con el poco más de centenar de asistentes que estuvimos esa noche en el Museo del Número 8.

Una segunda oportunidad en ese sentido fue la que pude compartir con él en la capital de Zacatecas en septiembre de 2017. Junto con Horacio Reiba y Juan Antonio de Labra, nos tocaría hablar acerca de la presencia de Manolete en México con motivo del centenario de su nacimiento. Prácticamente se convirtió en una sesión de preguntas y respuestas del Doctor a los diversos planteamientos que le íbamos haciendo sobre las realizaciones del llamado Monstruo de Córdoba en nuestros ruedos y en nuestra sociedad. Como en el caso del libro de Heriberto Murrieta, ninguna nota escrita llevaba como apoyo, su memoria era su único recurso para la exposición.

La última vez que vi al doctor Pérez Romo fue el pasado 27 de agosto, nuevamente atendiendo una invitación que me hizo para participar en un proyecto de difusión de la Universidad Autónoma de Aguascalientes, denominado Helikon.

Cuando don Alfonso me pidió hablar sobre la fiesta de los toros, le pregunté si el tema no era demasiado políticamente incorrecto como para llevarlo al recinto universitario. Con su particular mesura me respondió que la universidad era un espacio plural y universal y que allí había espacio para todos los pareceres. Pude superar mis temores iniciales y hacer una exposición que considero extensa, responder a las preguntas que se me hicieron allí de manera respetuosa y recibir, de manos del Doctor, un reconocimiento por mi participación en la apertura de esos ensayos de comunicación, tan necesarios en nuestros días.

Un hasta luego

El 14 de octubre pasado su hijo Juan Ángel, mi amigo, me avisó que su padre había tenido un quebranto de salud y que estaba hospitalizado. Un par de días después me comunicó de nueva cuenta que se había recuperado y que ya estaba en su casa recuperándose y a los días me dijo, que, para sorpresa de todos, pidió a su chofer que lo llevara a la Universidad, donde estuvo un buen rato, hasta que se sintió algo fatigado.

El domingo 23 fue objeto de un homenaje en ceremonia previa a la corrida de toros con la que se conmemoró el aniversario 477 de la fundación de Aguascalientes, cuando se develó una placa en su honor en el patio de cuadrillas de la plaza Monumental, recordando su actividad como empresario de ella. Posteriormente acompañó a la Gobernadora del Estado en el festejo.

El lunes 24 de octubre fue su día final, tuvo una recaída y aunque fue llevado a un centro hospitalario ya no pudo superarla. El 13 de diciembre hubiera cumplido 98 años.

Concluyo estos atropellados apuntes con algo que expresó el doctor Alfonso Pérez Romo en uno de los eventos que cité anteriormente.

El estilo es el carácter propio que distingue a los hombres, el plus que pone de relieve su personalidad. Quién no tiene estilo vive sin definición, opaco y deslavazado, sumido en la aniquilante monotonía. En cambio, quién lo tiene, llama la atención y no pasa inadvertido.

El Doctor tuvo estilo propio y personalidad, por eso llamó la atención y a fe mía, que no pasó, ni pasará inadvertido jamás. 

Aldeanos