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domingo, 8 de junio de 2025

8 de junio de 1933: Armillita corta un rabo en Madrid en el homenaje a Martín Agüero

Foto de Baldomero aparecida en el diario La Nación
Madrid 9 de junio de 1933

El quinto toro de la sexta corrida del abono madrileño de 1928, celebrada el domingo 20 de mayo, llamado Aceitero, marcado con el número 6, de los herederos de Esteban Hernández, ganadería conocida en sus mejores días como los pablorromeros de Madrid, le infirió una cornada al diestro bilbaíno Martín Agüero.

El parte facultativo que rindió el doctor Jacinto Segovia acerca del percance sufrido fue el siguiente, según se publicó en el diario La Libertad:

«Durante la lidia del quinto toro ha ingresado en esta enfermería el espada Martin Agüero con una herida por asta de toro en la cara posterior, tercio superior, del muslo izquierdo, que interesa piel, aponeurosis, músculos abductores, y tiene dos trayectorias: una hacia la tuberosidad isquiática y otra hacia fuera. Pronóstico menos grave. – El profesor Segovia.» 

En una primera impresión parecía un percance menor que permitiría a Agüero regresar a los ruedos en unas cuantas semanas, pero de la descripción de las lesiones, no se advierte un puntazo corrido en el pie izquierdo y que quizás, junto con el compromiso circulatorio en el miembro herido, impidió que la herida le cicatrizara debidamente. Pudo reaparecer el 29 de junio siguiente, y el 9 de agosto vuelve a ser herido en Bayona. Después de ese percance suma cinco tardes más en el calendario, advirtiéndose que tenía serias dificultades para caminar y reponerse delante de los toros.

Con esas limitaciones físicas, seguirá en los ruedos las campañas de 1929 y 1930 y en 1931, se le somete a una intervención quirúrgica para amputarle los dedos del pie izquierdo, anunciándose por la prensa taurina de la época por el mes de julio, que había quedado imposibilitado para torear. Martín Agüero tenía apenas 28 años de edad.

En 1933, hizo pública su retirada de los ruedos, porque después de probarse con vacas en tentaderos, se percató de que no estaba ya apto para enfrentar a los toros en los ruedos y así lo comunicó epistolarmente a la prensa española de la época. Publicó el diario madrileño La Libertad el 3 de febrero de ese año:

Martin Agüero se retira. El que fue excelente estoqueador de toros, Martin Agüero, nos escribe una carta en la que nos comunica que el intentar entrenarse para reanudar su profesión y convencerse de que no está en condiciones paira ello, ha decidido retirarse del toreo... Las esperanzas que abrigaban el matador bilbaíno, sus amigos y los aficionados a la fiesta taurina no se han confirmado, y Martin, inútil a consecuencia de la operación que tuvo que sufrir en el pie derecho, no volverá a vestir el traje de luces... Sinceramente lo lamentamos, porque toreros del temple de Martín Agüero, toreros de tan acrisolada honradez profesional, toreros que se «vayan detrás de la espada» y den con el pecho en el morrillo de los toros, van quedando tan pocos que no es fácil resignarse con la desaparición de uno de los más caracterizados cultivadores de la escuela. Y, además, cuando el torero se retira porque ha logrado alcanzar la meta de sus aspiraciones... pero en este caso de Martín Agüero, cuando en plena juventud y lleno de afición se anhela el triunfo y se ve rota la carrera, desvanecidas las ilusiones y truncado el porvenir, sólo puede producir amargura y tristeza...

Tras de hacer pública su necesaria decisión, los estamentos de la fiesta se pusieron en movimiento para intentar auxiliar al compañero caído, como enseguida lo veremos.

La solidaridad del toreo

Anunciado el retiro de Martín Agüero y las causas del mismo, prontamente se movilizaron los distintos estamentos de la fiesta para auxiliar al torero de Bilbao. No fue precisamente un camino de rosas el llegar a la corrida que en este momento me ocupa y una posterior celebrada en su tierra natal, como lo narra Alfonso, cronista del diario El Liberal, en su edición del 9 de junio de 1933:

Bombita tuvo el rasgo, de todos conocido y alabado, de crear el Montepío. Ha habido necesidad de llegar a estos tiempos para que la benéfica institución haya dejado de ser un culto para los toreros... Bombita, Vicente Pastor, Marcial Lalanda y Domingo Ortega han hecho verdaderos sacrificios para el sostenimiento de la misma. Hay que pintar el cuadro con toda dureza para que no se repita el caso de que un hombre como Martín Agüero, cuando se hallaba en el apogeo de su arte y de su fama, por un desgraciado accidente tuvo que abandonar la profesión, y se ha visto en la imprescindible necesidad de organizar este beneficio. Pues bien; cuando esto sucede hay diestros... que se niegan a torear la corrida del Montepío, o piden cifras tan fantásticas, que de antemano sabe cuál ha de ser la contestación... Hay que hacer un escarmiento serio para terminar con estas cosas. Medios legales existen para que los hombres de corazón – en la plaza y en la calle – se nieguen a actuar con los que anteponen su conveniencia particular al interés general de los compañeros desvalidos. Aislarlos es un beneficio...

Y, sin embargo, la corrida se pudo organizar, contando con Nicanor Villalta, Fermín Espinosa Armillita, Domingo Ortega y Fernando Domínguez, quienes enfrentarían en el inicio, un encierro de Julián Fernández, antes Vicente Martínez, del que al final, solamente se aprobaron cuatro toros, completándose el lote, con otros cuatro salmantinos de Clairac.

La corrida contó, además, con la presidencia honoraria de Vicente Pastor, diestro madrileño en el retiro, quien, en su día, también fuera presidente del Montepío de Toreros.

Los triunfos de Armillita y Ortega

Las crónicas de casi todos los diarios de Madrid se ocuparon de señalar primordialmente la faena de Domingo Ortega al toro Tesorero, número 32, corrido en tercer lugar, ante el que el torero toledano recuperó, en el sentido colectivo de los cronistas, el sitio que parecía tener perdido. Le cortó las dos orejas y se llevó una de las grandes ovaciones de la tarde.

Por su parte, Armillita tuvo una labor breve ante el primero de su lote, de Julián Fernández, el que casi al abrirse de capa lo volteó y le destrozó la taleguilla, dejando para la posteridad una imagen suya poco frecuente, pues tuvo que terminar la corrida con un pantalón de arenero, pues los destrozos a su vestido de luces, eran irreparables.

Armillita visto por Roberto Domingo
Diario La Libertad, Madrid 9 de junio 1933

Ante el sexto de la tarde, Saltillo, negro bragado y escurrido de carnes, de Clairac, realizó una de las grandes faenas de su historia en los ruedos hispanos. Escribió Rafael Hernández y Ramírez de Alda, firmando como Rafael para el diario La Libertad:

Su segundo toro fue bravo y lo aprovechó Armillita para hacer una faena grande y completa, una faena de maestro y de artista. Empezó toreando de capa con mucho temple y mucha quietud y siguió en quites derrochando arte y valentía. El toro, bravo y noble, se arrancó bien a los caballos… Tomó Armillita los palos, y después de citar insistentemente para quebrar clavó un gran par al cuarteo. Volvió a citar al quiebro, y a fuerza de aguantar obligó al toro a que se arrancara; pero tan de cerca que no había sitio para ejecutar la suerte, y así resultó el par desigual y Armillita atropellado. Sin embargo, fue tan grande el valor con que aguantó al toro, que se le ovacionó con entusiasmo. Cerró el tercio con otro par al cuarteo muy bueno y se reprodujeron las ovaciones… Brindó la muerte del toro desde el centro del ruedo e inició la faena con un pase por alto superior, y seguidamente, con la muleta en la izquierda, dio seis naturales admirables de temple, de mando y de valor, y luego, ligado con ellos, uno de pecho soberbio, corriendo bien la mano y pasándose todo el toro por delante. Estalló la ovación en honor del gran torero y ya siguió durante toda la faena, en la que hubo pases de todas marcas y adornos de todo género, incluso un molinete de rodillas, realizado todo con una elegancia, un arte y una maestría imponderables. Entrando bien dio una estocada que mató sin puntilla, y a petición unánime del público se le concedió una oreja, luego la otra y el rabo (que Armillita tiró con muy buen acuerdo) y dio la vuelta al ruedo entre aclamaciones y tuvo que salir a los medios y aun se le ovacionaba durante la lidia del otro toro. Un éxito, en suma, tan grande como merecido...

La tarde triunfal del homenaje y beneficio a Martín Agüero quedó redonda, con esta importante faena del Maestro de Saltillo.

Nicanor Villalta y Fernando Domínguez terminaron por enfrentarse a los huesos del encierro y terminaron por demostrar su voluntad de agradar y de auxiliar a su compañero caído ante las astas de los toros.

El homenaje a Martín Agüero

Tras despachar al tercero de la tarde, Domingo Ortega sacó a Martín Agüero al ruedo y le invitó a dar la vuelta al ruedo junto con los demás diestros actuantes en el festejo. Escribió Eduardo Palacio en su crónica aparecida en el diario ABC de Madrid:

Martín Agüero salió al ruedo de la mano de Ortega en el toro en que triunfó plenamente el de Bórox, y ambos y los otros tres espadas escucharon muchos aplausos... Ver a Martín Agüero cojeando sobre la arena donde tantas tardes triunfara su gallardía, en ese coso que fue el de sus éxitos y del que salió en hombros infinidad de veces, producía una tristeza infinita. No obstante, el inválido, correspondiendo a los aplausos que se le tributaban, sonreía satisfecho, reconociendo que aquella prueba de cariño era el epílogo de la historia brillante de un pundonoroso matador de toros. Y así era, en efecto...

Era un reconocimiento justo, aunque la plaza no se haya llenado. Quizás si se hubiera dado en domingo, la entrada pudo ser otra. En fin...

Termino estos apuntes con una reflexión que hizo en su día el citado Eduardo Palacio, en el introito de la crónica de esta corrida histórica:

El 31 de agosto de 1924 tomó en Málaga la alternativa de manos de Chicuelo, que le cedió el toro de Pablo Romero, “Sotillo”, chorreao en verdugo, el diestro bilbaíno Martín Agüero, que contaba a la sazón veintidós años de edad… llegó a sumar cincuenta y dos corridas el año 27, y eso que perdió algunas por diversos percances, marchando luego a Méjico ventajosamente contratado, y realizando allí una brillante campaña. Regresó a su patria, y la temporada de 1928 se le presentaba espléndida, teniendo ya en su haber las orejas de oro de la Asociación de la Prensa de los años 26 y 27, cuando en la corrida del domingo 20 de mayo, alternando con Fuentes Bejarano y Mendoza, un toro de los lidiados, su segundo, de D. Esteban Hernández, le infirió una cornada en un muslo y un puntazo en el pie derecho, determinando esta última lesión, tras dos años de lucha y sufrimientos, el tener que abandonar el arte a que había consagrado sus desvelos, por encontrarse cojo. Su última actuación fue en Logroño, el 24 de septiembre del 30, matando un toro de Murube, tan admirablemente, que cortó la oreja del bicho…. Tristezas, ingratitudes, decepciones del pobre inválido, y una lucha homérica para llegar al día de ayer, en la que se verificó, ¡al fin!, una corrida en su beneficio. Antes de hablar de ella quiero en estas líneas enviar a Martín Agüero un fuerte abrazo, compendio de la sincera admiración que le profesé siempre, como artista y como hombre. Primero supo luchar con los toros; después ha sabido luchar denodadamente con otra fiera más temible: la adversidad. Y ni con aquéllos ni con ésta trató de defenderse con ningún truco. A los primeros dio su valor sin par y su arte, y a esta ha hecho frente con una sonrisa de desdén y la firmísima voluntad de consagrarse al trabajo. Por eso deseo al valiente inválido que, como fin de su jornada, encuentre convertidas en rosas las espinas que bordearon el camino de su triunfo. Todo lo merece por bueno y por hombre...

Martín Agüero, quien nos dejó para la posteridad la muestra de la manera de matar correctamente a los toros y que también ha sido el inspirador de uno de los más hermosos pasodobles que la música del toreo conoce, falleció en el año de 1977, perseguido por las secuelas de la cornada de Aceitero. Que haya encontrado el merecido reposo.

domingo, 6 de octubre de 2024

Recuerdos de un festival en honor de Nicanor Villalta

Nicanor Villalta
Foto: Martín Santos Yubero
Nicanor Villalta y Serrés fue originario de Cretas, provincia de Teruel, hijo de Joaquín Villalta Odena, banderillero, quien fuera discípulo del matador de toros zaragozano Nicanor Villa Villita y en cuyo honor fue nombrado así. En el año de 1907 su familia se trasladó a México a causa de la profesión de su padre y es en estas tierras donde Nicanor Villalta inicia sus pasos en los ruedos, puesto que el 22 de junio de 1918, al decir de unos, en Querétaro y de otros, en Veracruz, es donde se viste de luces por primera vez, cuando tenía veintiún años de edad.

En 1919 los Villalta regresan a España y será el 2 de abril de 1922 cuando se presente en Madrid, alternando con Francisco Peralta Facultades y José Moreno Morenito de Zaragoza, enfrentando un encierro de Moreno Santamaría. Después de esa tarde encadenó una importante cadena de triunfos, mismos que le llevaron a recibir la alternativa en San Sebastián el 6 de agosto siguiente, apadrinándole Luis Freg, en presencia de Marcial y Pablo Lalanda. El toro de la ceremonia se llamó Capotero y fue de la ganadería de José Bueno. Esa alternativa la confirmaría el 21 de septiembre posterior, de manos de Diego Mazquiarán Fortuna y atestiguando Emilio Méndez. Los toros fueron de Matías Sánchez.

A partir de esa fecha Nicanor Villalta se convirtió en un fijo en las temporadas madrileñas y al final de su carrera fue quizás el torero que más orejas había cortado en la plaza vieja de Madrid. También es importante destacar que actuó en la Corrida de la Beneficencia de 1923 a 1935 de forma ininterrumpida, cuando la Beneficencia era un festejo de triunfadores; también actuó en varias corridas del Montepío de Toreros, de la Cruz Roja y del Montepío de Empleados de la Diputación Provincial. Como se ve, la presencia de Nicanor Villalta en un cartel extraordinario, era un atractivo adicional.

El anuncio de un festival de auténtico lujo

En el número de El Ruedo salido el 20 de septiembre de 1956, se anunciaba que una semana después se verificaría en el ruedo de la plaza de Las Ventas – cuya corrida inaugural toreó Nicanor Villalta – un festival en su honor y beneficio:

El cartel organizado para esta corrida de homenaje a Villalta es por demás atractivo. La comisión organizadora que preside el marqués de la Valdavia, se ha visto y deseado para poder hacer una selección de los ofrecimientos que han llegado... Y es que son muchos los amigos y admiradores del ex diestro aragonés. En definitiva, según el cartel dado a conocer por la comisión se lidiarán seis magníficos ejemplares de acreditada ganadería de Escudero Calvo hermanos, antes de Albaserrada… como espadas irán Antonio Márquez, Nicanor Villalta, Luis Fuentes, «Bejarano»; «Gitanillo de Triana», Manolo Escudero y Paquito Muñoz. Un cartel, pues, que suma nombres «ilustres» de todos los tiempos; de ayer y de anteayer…

Agregaba la información que saldrían de banderilleros toreros como Jaime Marco El Choni, Antonio del Olivar, Juanito Bienvenida, Pepe Bienvenida, José María Martorell, Antonio Bienvenida o Gregorio Sánchez, y que serían picadores entre otros César Girón, Rafael Ortega, Mario Carrión y Raúl Acha Rovira. Agregaba la nota al final que serían asesores de la autoridad del festejo actuarán los matadores retirados Vicente Pastor y Manuel Mejías Bienvenida

Como se puede ver, toda la torería presente en España en ese momento se puso a la disposición de Nicanor Villalta para reconocerle y también para tratar de auxiliarle en el momento de dificultad en el que se encontraba.

En el ABC madrileño del día del festival, aparece una entrevista que realizó Santiago Córdoba al diestro homenajeado, en el que habla, primero, de las razones por las que se tuvo que retirar de los ruedos en 1935 y después, de las causas que motivaban la realización del festival:

Estuve hasta el 35, en que me tuve que ir, no por falta de facultades, sino por política, yo que era apolítico... Fue cuando la revolución de Asturias. A raíz de aquello brindé un toro en Madrid a la Guardia de Asalto y ya no me dejaron en paz...

¿Recuerda usted el dinero que tenía al cortarse la coleta?

Una finca de campo, valorada en sesenta mil duros, y una casa en Madrid, de un valor aproximado. En total, alrededor de un millón de pesetas. Por cada toro que maté, unas seiscientas pesetas... En la guerra disminuyó el capital considerablemente. Ese fue el motivo de volver a torear en el año 39. Pero ya no podía seguir, porque como dice el refrán “toro de cinco y torero de veinticinco”. O sea, que nos engaña el pensamiento y el corazón... Puse un salón de té en Argüelles y, como no lo entendía, tuve que abandonarlo de mala manera. Entonces me hice empresario de toros y era muy complicado ser empresario de una sola plaza en estos tiempos. Tuve que desistir también...

Entonces, el festival tenía su razón y su mérito. 

La tarde del festejo

El jueves 28 de septiembre de 1956 llegó con algunos ligeros cambios al cartel que originalmente se anunció, porque Antonio Márquez no comparecería al festival como era la intención original, por lo que quedaría de la siguiente manera: Nicanor Villalta, Luis Fuentes Bejarano, Gitanillo de Triana, Manolo Escudero, Jaime Marco El Choni y Paquito Muñoz, estando fijos los novillos de Escudero Calvo, así como la presencia de numerosos matadores, novilleros y subalternos que integrarían las cuadrillas de los espadas actuantes en el festival.

Del inicio del festejo y de la actuación de Nicanor Villalta, escribió el que firmó como Un Reserva, en el diario madrileño Pueblo del día siguiente del festival:

Lleno en la Plaza, como, cuando torea el trío de moda. Casi todos españoles, porque los extranjeros se van marchando... Habanos de las grandes solemnidades. Parecía que estábamos en San Isidro, cuando apareció Nicanor y sus compañeros, en una tarde de fino vientecillo, tarde otoñal, como la figura enhiesta del torero, con traje marrón claro y sombrero de ala ancha… Sale el primero, un novillito que recoge Nicanor y le instrumenta unos lances muy pintureros que hacen brotar la primera ovación de la tarde y los olés surgidos de gargantas roncas, gargantas viejas que han fumado mucho, porque son de aficionados que vieron a Villalta en sus tiempos… El único en desacuerdo de la Plaza, porque el resto no cesa de ovacionar los redondos, los pases que fue el primero en instrumentar y que llamaron “el parón de Villalta” a toros con más de 200 kilos sobre el peso actual, que mataba como él sólo sabía. “¡Así!”, parece que dijo ayer, al perfilarse y cobrar media estocada en todo lo alto que hizo rodar al novillo sin puntilla, entre ovaciones do la gente que aclamaba al torero con las dos orejas de su enemigo, las últimas orejas cortadas en la Plaza de Madrid…

Fuentes Bejarano, Gitanillo de Triana, Manolo Escudero y El Choni cortaron una oreja cada uno al novillo que sacaron en el sorteo. Pero en el sexto, correspondiente a Paquito Muñoz, sucedió otro de los sucesos relevantes del festival y que lo han hecho pasar a la historia. Aparece en un pie de foto de El Ruedo del 4 de octubre de 1956:

Nunca dejó de tener sangre joven un corazón generoso. He aquí a don Manuel Mejías y Rapela, torero en Madrid desde 1898 y matador de toros en 1905, «El Papa Negro» de «Don Modesto», que abandonó el lugar que ocupaba en la presidencia para lanzarse al ruedo dispuesto a prender un par de banderillas. No le dejaron, pero el gesto queda ahí para siempre, ejemplar y emocionante...

Las crónicas del festejo tocaron con brevedad el hecho. José María del Rey Selipe, en el ABC madrileño, refiere:

...dejemos constancia del último título o subtítulo que llevado al papel cuando D. Manuel Mejías Bienvenida, padre, quiso prender el par de rehiletes de que se había provisto...

Y por su parte, el cronista ya citado del diario Pueblo, señala tras relatar lo sucedido en el sexto del festejo:

Bienvenida, padre, quiso poner un par de banderillas a este novillo, ¡a sus setenta y pico de años!, pero no lo dejaron…

El Papa Negro pretendiendo banderillear
Foto: El Ruedo

Un extraordinario gesto de afición y de torería el del Papa Negro, que más que formar parte de un palco de autoridades, quería participar como torero en el festival a beneficio del amigo y compañero de lides. 

Un espontáneo autorizado

Domingo Ortega estaba en el tendido acompañando al comité organizador del festival, entre los que destacaban el Marqués de la Valdavia, como presidente del mismo; Carlos de Larra, Curro Meloja, que fue iniciador y promotor de la idea del festival y Tomás Martin, Thomas, presidente de la Peña Taurina El 7, que, con sus asociados, fue quien llevó la idea a buen término. En ese sitio se invitó a Ortega a bajar al ruedo a lidiar el sobrero. El de Bórox no se hizo del rogar y saltó al ruedo, y una vez allí obtuvo el permiso de la presidencia para lidiar al sobrero vestido de paisano. Sigue narrando Selipe:

Por último, Domingo Ortega, invitado a saltar al redondel, despachó, previa la venia presidencial, al séptimo novillo, ya fuera del nutrido programa, y bordó el toreo especialmente en pases modelo de suavidad y temple; al matar de un estoconazo sin puntilla, fue objeto de las aclamaciones del complacido graderío... Y para terminar y dar idea de la singularidad del festejo, señalemos que la música, a requerimiento del público, amenizó las dos últimas faenas, rompiendo el formal protocolo madrileño, incomprensible para quien tantas veces oyó en la añeja y gloriosa plaza de la Maestranza los sones de la banda para subrayar el mérito de las faenas practicadas en el mismo redondel donde hicieron sus proezas los fundadores del toreo...

Otra singularidad del festival se nos cuenta aquí. La música sonó durante la lidia en la plaza de Las Ventas. No es un hecho común y por ello merece ser destacado. 

Agrega Selipe su reconocimiento a quienes colaboraron en la lidia a guisa de cuadrillas:

Gustaríamos de mencionar a todos y cada uno de los que intervinieron en el festival... más como ello exigiría extenso espacio, consignemos que banderillearon con acierto Antonio Sánchez, Pepe y Juanito Bienvenida, este marcadamente lucido; Manolo Martín Vázquez, que reverdeció no lejanos laureles; Manolo Sevilla y Emilio González Garzón, y que entre otros, actuaron de picadores Jaime Malaver, Mario Carrión y “Chicuelo III”...

La reflexión posterior

Muchos fueron los comentarios que se hicieron acerca del éxito del festival en honor de Nicanor Villalta, la mayoría de ellos girando alrededor del lleno en los tendidos y de la importante suma recaudada para auxiliar al torero. Pero también se meditó públicamente sobre la solidaridad que es parte del medio taurino. Escribió quien firmó como C en el número de El Ruedo del 4 de octubre de 1956:

En él vibró intensamente, no sólo el altruismo nunca desmentido de los toreros, si se trata de colaborar en causas nobles, sino el público, que, llenando la Plaza como en los acontecimientos taurinos de más fuste, permaneció en sus localidades incluso después de acabado el festejo, ovacionando incansablemente a cuantos lidiadores, ya retirados en su mayoría, habían intervenido en él… No era fiesta mayor taurinamente hablando; no había trajes de luces ni pasiones enconadas; pero tuvo una solemnidad imponente por el tono de nobleza, de generosidad que en ella pusieron todos – toreros y público –, en una emulación consoladora frente a tantas pequeñitas miserias y tantos rencores agazapados como a menudo la vida pone al paso. Acaso no sea demasiado cierta la observación benaventina de que para medrar en la vida mejor que crear afectos es crear intereses. O quizá sí; pero cuando ya se anda por el final de ella hay una satisfacción intima en haber creado afectos, o intentado crearlos; aunque en muchas ocasiones no hayan sido correspondidos. Nicanor Villalta, con su buena hombría, su manera de ser y de estar, sencilla y abierta, halló, por fortuna, una correspondencia merecida…

Nicanor Villalta supo hacer amigos, por lo que se puede desprender de estos sucesos. Sobreviviría todavía casi un cuarto de siglo al festival que hoy trato de recordar. Fue asesor de la presidencia de la plaza de Madrid y se le recuerda siempre como un torero honrado, valiente, pundonoroso y, sobre todo, como un extraordinario estoqueador que alternó con todas las figuras de su tiempo, desde Belmonte y hasta Manolete

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