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domingo, 21 de septiembre de 2014

Un centenario pasado por alto

Alfonso Cela Celita
El pasado 12 de julio se cumplió un siglo de una hazaña – de las verdaderas –, sucedida en lo que es la actual plaza Monumental de Barcelona. En esa tarde del año de 1914 el primer matador de toros gallego – y hasta donde mi entender alcanza, el único –, Alfonso Cela Celita, mató en solitario seis toros de Pérez de la Concha alcanzando uno de los éxitos importantes de su carrera en los ruedos.

Celita

Alfonso Cela Vieito, nació el 11 de julio de 1886 en San Vicente de Carracedo, Láncara, Lugo en Galicia, lugar en el que vivió hasta que cumplió los once años de edad, pues entonces su familia se traslada a vivir a Madrid, donde aprende el oficio de tablajero, que desarrolla en el matadero de esa capital. Eso le permite aprender allí los rudimentos del toreo y comenzar a moverse en el mundillo de las capeas.

Se presenta como novillero en la plaza de la Carretera de Aragón en 1910. Acerca de este debut, cuenta la profesora María Celia Forneas:
Lo que sucedió fue que una tarde en el Café Inglés le dijo Retana: “¿Quieres torear el domingo?”… “Sí señor”, respondió Celita… Retana replicó: “Te advierto que si no te encuentras con facultades, no debes precipitarte. La plaza de Madrid da y quita. Si fracasas, te costará gran trabajo volver”… “Anúncieme, don Manuel”, respondió Celita y salió con Dominguín y Pacomio… Gustó tanto que Retana para evitar que le explotase algún apoderado desaprensivo, se ofreció incondicionalmente a arreglarle algunas corridas en provincias y en la Corte… “Casi todos los toreros pasaron fatigas, pero ninguno ha sufrido lo que yo, – declara Celita – porque además de ser un desconocido, nací en Galicia. Y como Galicia no es tierra de toreros…”
El 10 de julio de ese 1910, apenas unas semanas después de su presentación ante la cátedra, Celita sale al ruedo madrileño como sobresaliente de Manuel Mejías Bienvenida que mataría en solitario seis toros de Trespalacios. El cárdeno tercero de la tarde, Viajero, hirió de mucha gravedad al Papa Negro que a partir de esa herida vio truncada su aspiración de encaramarse a la cumbre de la torería de su tiempo. Alfonso Cela despachó al toro heridor y a los otros tres que quedaron enchiquerados con valor y con una solvencia inusitada en un principiante, siendo sacado en hombros de la plaza al finalizar la jornada.

Ese episodio forjó una sólida amistad entre Bienvenida y Celita, por ello que le otorgó la alternativa el 15 de septiembre de 1912, en La Coruña, según lo cuenta Calín Fernández Barallobre:
…el gran escritor madrileño Pérez Lugín, autor de la novela La Casa de la Troya, Don Pío como le gustaba firmar sus artículos taurinos, convenció a Celita, del que era muy amigo, a que tomase la alternativa en nuestra ciudad en un festejo a beneficio de la asociación de la prensa puesto que el novillero gallego está convencido de tomarla en Barcelona. “¡Qué rayo de Barcelona! ¡Carballeira, como le llamaba el escritor a Celita, tú tomas la alternativa aquí en la Coruña como está mandado. Es más vamos a fijar ya la fecha. Será el domingo día 15 de septiembre y se convertirá en la primera alternativa realizada en nuestra plaza”. “No se hable más” dijo Lugín”. Ahora vamos a ponernos a trabajar para buscar padrino y ganado”. “Pepe: Dame un habano”. Celita replicó. “Me gustaría que el padrino fuese Manolo Bienvenida”…
Su alternativa coruñesa la confirmó en Madrid una semana después, de manos de Agustín García Malla, que le cedió al toro Primavera de Rafael Surga.

Los seis pérezconchas

El cartel originalmente anunciado para el 12 de julio de 1914 era un mano a mano entre Joselito y Celita, pero el domingo anterior Coletero, tercer toro de la misma ganadería sevillana le hirió y le produjo la fractura de la clavícula izquierda, dejando de entrada incompleto el cartel de toreros, aunque la aceptación de Alfonso Cela para estoquear él solo el encierro no alteró el interés del festejo originalmente anunciado.

Y Celita no desilusionó al público que hizo una gran entrada en la Plaza del Sport. Despachó a los seis toros con lucimiento, tal y como se desprende de la relación firmada por Miureño, en el número de Palmas y Pitos aparecido el 20 de julio de 1914:
«Veni, vidi, vinci», seguramente que fueron las frases pronunciadas al terminar la corrida por el representante coletudo de Lugo… Al anuncio de que «Celita» iba a liarse él solito con seis bichos de Pérez de la Concha, se llenó casi por completo el novísimo circo. Teníamos noticias de que era un gran estoqueador, pero no podíamos concebir que llegara a realizar con tanto éxito la proeza que nos anunciaron… Se portó como un héroe; estuvo en todo, activísimo en quites, y hasta se permitió el lujo de banderillear, haciéndolo superiormente… Ante la evidencia de los hechos, muy pocas palabras bastan para reseñar lo visto… Dos pinchazos, seis estocadas y un descabello bastaron para lanzar patas arriba a los seis Pérez; la presidencia ordenó que se cortara la oreja a cinco de los bichos, pero el público que estaba compuesto de la verdadera afición barcelonesa, le concedió por unanimidad las seis orejas… El presidente aguantó el correspondiente meneo por su injusticia… La tarde del 12 de julio de 1914, tendrá un recuerdo eterno en la memoria de Cela, y no se borrará tampoco de los que nos extasiamos contemplando cuando ejecutan con verdadera limpieza la suerte suprema.
En La Lidia del 28 de julio de 1914, Relance reflexiona lo que sigue:
…También en el coso del Sport, de la ciudad condal, triunfó «Celita» recientemente… Y también fueron de los hermanos Pérez de la Concha los bichos lidiados del 12 de julio último… Los animales se portaron desigualmente. Pero no así su matador, su único matador, que realizó colosal hazaña, escribiendo la página más brillante de su historia torera… Sin necesitar puntillero y consumando a perfección el volapié, tumbó los seis astados mediante dos pinchazos superiorísimos y seis soberanas estocadas… Las ovaciones eran indescriptibles y el maruso cortó cuatro orejas, mas las dos del sexto toro, y salió en hombros… De novillero vimos en Madrid a Alfonso Cela estoquear magníficamente varias reses. Hacía el volapié de modo maravilloso. Así es que su triunfo de ahora no me ha sorprendido. Lo esperaba de un momento a otro… Hay que seguir por ahí, «Celita». Usted sabe matar bien y puede matar bien…
Celita en Barcelona, 12 de julio de 1914. Foto Sautés
Aparecida originalmente en Palmas y Pitos, 20/07/1914
Seis estocadas, solamente dos pinchazos, un golpe de descabello y el puntillero de parroquiano, como dice la revista que de la corrida publicó el diario madrileño El Heraldo de Madrid, dan cuenta de la eficacia con la que estoqueó esa tarde Celita, pero también deducimos de esa y de las demás aparecidas en El Imparcial, El Liberal o La Correspondencia de España, que el torero gallego se lució en quites y cuando lo consideró oportuno, colocó banderillas, dando a la lidia de los seis toros la variedad necesaria para no sumir a la concurrencia en el sopor que produce la monotonía o la reiterada repetición de procedimientos y suertes.

Celita cortó seis orejas esa tarde. Una a cada uno de los toros segundo, tercero, cuarto y quinto y se le concedieron las dos del sexto de la tarde. Podrá considerarse que la plaza de Barcelona tenía en esos días un baremo de exigencia menor para el otorgamiento de trofeos, pero el cortarlos en avalancha tal, refleja una actuación de gran calado del diestro que obtuvo esa carretada de orejas y más aún, cuando la concesión de éstas era una cuestión excepcional.

Para la estadística. Celita vistió de pizarra y oro, según se consigna en La Correspondencia de España y sacó de sobresaliente al novillero afincado en Barcelona apodado Crespito. Llevó en su cuadrilla a dos banderilleros mexicanos: Mariano Rivera y Luis Frontana, quienes llegaron a España en la Cuadrilla Juvenil que organizara Eduardo Margeli con Manuel Martínez Feria.  

Para concluir, copio esta reflexión del doctor Rafael Cabrera Bonet acerca de lo que significó esta tarde que hoy recuerdo – con retraso – para el paso por los ruedos de Alfonso Cela Celita:
El cénit lo hallaría en la corrida en solitario que estoqueó en Barcelona el 12 de julio de 1914, nueve días más tarde de la hazaña de José ante los de Martínez en Madrid. Fueron de la, por entonces, dura vacada de Pérez de la Concha, y estuvo francamente soberbio. Don Quijote, en La Fiesta Brava, tal y como señala el redactor de la biografía del diestro en el Cossío, se deshizo en elogios, admirado por lo que hasta entonces era el culmen de lo que habían contemplado sus ojos, y que repetiría en su conocida obra Cinco lustros de toreo… (Barcelona, 1933): “¡Triunfo estupendo! Fue aquella una de esas corridas de fortuna en que llega a parecer imposible –e imposible llega a resultar- que nada salga mal. El artista, tocado de la gracia, se supera, y consigue fundir, equiparar y hacer una sola cosa de su intención y del resultado de sus intentos. Aquella tarde, sobre culminar y consolidarse para siempre su prestigio de matador excelso, Celita hizo lo que nunca había hecho y nunca habría de volver a hacer, por lo menos con tal abundancia de detalles, como lidiador completo. Fue una de las corridas más gloriosas que yo he presenciado., una de las que más grabadas han quedado en mi recuerdo, y, desde luego, el florón más alto de la ejecutoria del buen torero gallego… Mató los seis toros de seis estocadas y dos pinchazos, y las ocho veces pinchó en la cruz. De las ocho veces, siete entró a volapié neto, purísimo, recto. De los seis toros, cinco rodaron sin puntilla… Se pidió para él la oreja en los seis toros, y sólo en el primero no se le concedió, y del sexto le dieron las dos. Seis orejas, pues. Y despachó la corrida en siete cuartos de hora. Pero hizo más. No se limitó a matar el magnífico matador. Dio un gran cambio de rodillas, dibujó en un quite unas gaoneras inenarrables, puso un par de banderillas cambiando el viaje, forzado, de altísimo mérito; inició una de las faenas con un pase, las dos rodillas en tierra, digno de la oreja de Machaquito…
Nunca es tarde para recordar las hazañas verdaderas que son la armazón de la historia del toreo.

Aldeanos