Mostrando entradas con la etiqueta Las Ventas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Las Ventas. Mostrar todas las entradas

domingo, 27 de febrero de 2022

28 de febrero de 1982: Yiyo confirma su alternativa en la Plaza México

Programa anunciador de la confirmación de Yiyo

El cartel de la quinta corrida de la temporada 1982 de la Plaza México tenía un atractivo adicional a la presencia en él de Manolo Martínez y Jorge Gutiérrez. Se anunciaba la presentación en ruedos nacionales de un joven diestro madrileño que era producto de la entonces Escuela Nacional de Tauromaquia, que tenía su sede en las instalaciones en El Batán de la Casa de Campo en Madrid.

Se trataba de José Cubero Yiyo, quien durante su etapa de novillero sin picadores formó junto con Lucio Sandín y Julián Maestro una terna de promisorios aspirantes que pronto fueron apodados Los Príncipes del Toreo y que como tales recorrieron todas las plazas de España y Francia. Aunque en aquellos días la información que nos llegaba del otro lado del mar era impresa y escasa, los avances y logros de esos tres jovencitos formados de una manera que hace cuatro décadas resultaba novedosa, pronto fue del conocimiento de la afición mexicana y la llegada del primero de ellos que alcanzó la alternativa a nuestras plazas atraía al público a las taquillas.

Yiyo cumpliría los 18 años el siguiente abril, pero ya había abierto como novillero la puerta grande de Las Ventas y eso le valió recibir la alternativa el 30 de junio de 1981 en Burgos, de manos de Ángel Teruel y frente a José Mari Manzanares, siéndole cedido el toro Comadrejo de Joaquín Buendía.

Escribe Alfonso Santiago en Por siempre Yiyo:

Entrados ya en 1982, en la segunda parte de su primer viaje americano, le esperaban la plaza colombiana de Manizales, la ecuatoriana de Ambato y la Plaza México. El compromiso con Alfonso Gaona, el empresario del embudo de Insurgentes, estaba hecho, aunque por distintos motivos la fecha de la confirmación de alternativa de Yiyo fue variando. Se habló en un principio del 31 de enero, pero no fue posible. Luego parecía seguro el 14 de febrero, pero tampoco. Hasta que, finalmente, el domingo 28 de ese mismo mes se cerró definitivamente el cartel, toros de Begoña para Manolo Martínez, Jorge Gutiérrez y Yiyo...

La tarde de la confirmación

La Plaza México registró una gran entrada. Los toros de Begoña tuvieron una presentación, de acuerdo a las crónicas, que iba más allá de lo correcto, fueron cinco negros y un colorado, este el quinto de la tarde. Manolo Martínez vistió de bugambilia y oro, Jorge Gutiérrez de tabaco y oro y el confirmante, de obispo y oro. 

El primero de la corrida se llamó Sonriente, llevaba el número 95 y se le anunció un peso de 480 kilos. La actuación del diestro de Canillejas fue resumida así por Enrique Guarner, cronista del diario Novedades:

El primero de la tarde se llamó “Sonriente” y llevaba el número 95 y con 480 kilos. "Yiyo" lo recibió con lances, pero al ver que el toro embestía con la cabeza alta y poco risueño, Cubero le largó una serie de chicuelinas que remató con estupendo recorte… Vinieron varas de Antonio Flores e Israel Vázquez para que a la salida de la segunda “Yiyo” nos deleitara con dos lances templadísimos. En banderillas cumplieron Antonio Martínez y José Luis Hernández Rojano… Inmediatamente se celebró la ceremonia de la alternativa y el diestro español brindó a los asistentes. Su faena fue acertada y la comenzó por alto. Hubo intentos de toreo en redondo, pero el burel llevaba la cabeza suelta buscando el cuerpo de su rival. Como no lograba el lucimiento debido, “Yiyo” se tiró a matar dejándose ver y logró un estocadón en todo lo alto. La ovación del público hizo que saludara desde el tercio…

Por su parte, quien firmó como Juan Rafael, para el diario El Siglo de Torreón, dijo:

El españolito, José Cubero “El Yiyo”, comete el error de no placearse antes por los ruedos de la provincia. Llega, de golpe y porrazo, a la Plaza México y, claro, no logra entender la suave embestida de las reses mexicanas, acostumbrado a la fiereza del toro español… Sin embargo, dejó entrever que es un torero artista y, con el capote, logró momentos de gran belleza. A su primero, con el que confirma su alternativa, “Sonriente”, con 480 kilos, lo lancea por delante con verdadero primor. Hay una verónica, a pies juntos, que dura una hora. Pero, por desgracia, no logra acoplarse con la lenta e incierta embestida del morlaco. Pases por aquí y por allá y una gran estocada entrando por derecho, que le vale la salida al tercio…

Ante el sexto de la corrida, tuvo Yiyo otra buena actuación. Vuelvo a la crónica de Enrique Guarner, que describe así lo que ocurrió ante ese toro:

El sexto de la jornada se llamó “Cariñoso” y llevaba el número 118 y con 500 kilos. Inmediatamente saltó un espontáneo que actuó como una especie de “obstáculo para caballos”, pues el toro lo saltó por encima dos veces. Desde luego que esto contribuyó para avisar al burel que se volvió difícil. A pesar de ello “Yiyo” le ejecutó algunos excelentes lances y un mejor capotazo a una mano… El español brindó al ganadero Alberto Bailleres y su faena resultó bastante bonita. Hubo algunos redondos espléndidos que desgraciadamente fueron cortos. Por fin “Yiyo” cita a recibir y logra imponente estocada. Desgraciadamente se enmendó un poco, pero aun así estos espadazos aguantando debe ser más apreciados por un público conocedor…

El resto de la corrida

Jorge Gutiérrez tuvo una tarde que rozó la apoteosis. La espada le impidió salir con orejas en las manos, pero dio tres vueltas al ruedo tras la lidia del tercero de la corrida y una más tras la lidia del quinto. Por su parte, el primer espada, Manolo Martínez tuvo una tarde de las que los toreros no hablan. La lidia del primero de su lote la saldó con las opiniones divididas y el cuarto, llamado Amigable, seguramente daría nombre a una nueva cicatriz en su cuerpo, pues le infirió una cornada, de las siguientes características:

Herida por asta de toro como de 4 centímetros en el tercio medio, cara interna del muslo izquierdo, con dos trayectorias. Una hacia abajo y hacia afuera como de 12 centímetros y la otra hacia arriba y hacia adentro como de 20 centímetros que diseca los grandes vasos de la región sin lesionarlos. De no presentarse complicaciones, las lesiones tardarán quince días en sanar. Dr. Xavier Campos Licastro.

Amigable fue despachado por Jorge Gutiérrez.

Algunas reflexiones finales

Yiyo solamente torearía una corrida más en ruedos mexicanos. Sería otra vez en la Plaza México, el 25 de abril de ese mismo 1982 y no le volveríamos a ver por aquí. Se concentró en pelear una posición en los ruedos de su tierra, la que le era discutida sin razón aparente. Estaba pagando el precio de mantenerse al lado del que fuera su único apoderado, Tomás Redondo y caminar por la vía de la independencia, al margen de las grandes casas de apoderamiento. El costo a cubrir sería ralentizar su ascenso a la cumbre y tener que conformarse con lo que los demás no estaban por la tarea de aceptar.

Confirmó su alternativa en Madrid el 27 de mayo de 1982, de manos de José Mari Manzanares y llevando como testigo a Emilio Muñoz con toros de Félix Cameno y una contundente actuación le valió sustituir a Espartaco el 1º de junio siguiente, cuando abrió, como matador de toros, por primera vez la puerta grande de Las Ventas. A partir de ese momento la carrera de Yiyo fue, aunque no ausente de contratiempos, siempre en ascenso. Y en esa línea seguiría hasta la tarde de Colmenar Viejo.

Dice Luis Miguel Villalpando, hoy apoderado y contemporáneo de Yiyo en la Escuela de Tauromaquia:

Yiyo fue un privilegiado, un portento, un ser que nace con la condición de torero. Con 7 años que le conocí ya tenía el tío aquello que se necesita para ser torero, carisma. Fue desarrollando una personalidad arrolladora y un valor y compromiso excepcional. Él era sin lugar a dudas el más aventajado de la Escuela siendo de los más chicos por sus condiciones innatas. Los demás los teníamos que aprender y él nació con ellas…

Quien hoy lleva los destinos de Diego Urdiales, en retrospectiva, retrata la fuerza natural que envolvía a José Cubero, aquel hijo de emigrantes, que, como dice un amigo mío por un mero accidente demográfico, nació en Burdeos, pero era tan madrileño como la Calle de Alcalá.

El corolario que no es muy agradable, es el que tuvieron esos tres príncipes del toreo. Dice Luis Nieto:

En los carteles los anunciaban como “Los príncipes del toreo”. Sin embargo, en esos bajonazos con que la Providencia despacha a la mayoría de toreros, ninguno pudo reinar. Lucio pagó el tributo de perder un ojo por una cornada en la Maestranza. Y Maestro pudo continuar en el toreo, pero ya como banderillero…

Retomo el axioma de Frascuelo, aunque pudiera parecer un mero lugar común: Los toros dan cornadas porque no pueden dar otra cosa… El que no quiera eso, que se meta a obispo…

José Cubero Yiyo, decidió ser figura del toreo. Y lo consiguió. Y se transformó en leyenda.

domingo, 8 de septiembre de 2019

En el 45 aniversario de la confirmación madrileña de Arturo Ruiz Loredo

La confirmación de Arturo Ruiz Loredo
Foto: El Ruedo
El caso de Arturo Ruiz Loredo es uno que lleva el signo de la precocidad. Actuó en su infancia como becerrista y Rafael Gómez, en su bitácora Toreros Mexicanos, le anota una presentación también como rejoneador en Ciudad Juárez el 4 de mayo de 1958, juntamente con sus hermanas Graciela y María Eugenia, previo a la actuación de los diestros de alternativa Andrés Blando y Miguel Ángel, con toros de La Noria.

Al avance de los tiempos, decidiría vestir el terno de seda y alamares y su presentación como novillero en la Plaza México se daría el 12 de mayo de 1968, cuando se corrieron novillos de San Miguel de Mimiahuápam en tarde en la que alternó con Diego O’Bolger y Mario Sevilla. En esa temporada en la que destacaron entre otros Curro Rivera, Mario de la Borbolla, Fabián Ruiz, Gonzalo Iturbe, Pepe Bravo, Guillermo Montes Sortibrán, Arturo Magaña, Paco Villalba, Pepe Orozco, Pepe Caro, José Luis Medina, Leonel Álvarez El Diplomático, Daniel Vilchis, Carlos Málaga El Sol, Gilberto Ruiz Torres, Óscar Rosmano o Polo Meléndez; Ruiz Loredo sumó seis tardes en una temporada que tuvo treinta y una novilladas y a decir de Daniel Medina de la Serna, fue el auténtico triunfador de ella.

Recibió la alternativa en Tijuana, el 15 de junio de 1969, le apadrinó el regiomontano Raúl García y atestiguó la ceremonia su compañero de quinta Curro Rivera, el toro de la cesión fue Bullicioso, de San Miguel de Mimiahuápam como todos los lidiados esa tarde. Ese doctorado lo confirmaría en la Plaza México el 21 de febrero 1971, de manos de Leonardo Manzano que le cedió la muerte del toro Pajarito, de don Gustavo Álvarez, en presencia de Mario Sevilla.

La confirmación en Las Ventas

Su confirmación madrileña se arregló para el domingo 8 de septiembre de 1974, en una combinación típica del verano de la capital de España. Le apadrinaría Joaquín Bernadó y sería testigo el cordobés Florencio Casado El Hencho, quienes tendrían que dar cuenta de una corrida de Joaquín Murteira Grave, habitual en esas fechas de la temporada de Las Ventas.

Seleccioné dos relaciones del festejo para esta remembranza. La primera en tiempo es la que escribe quien firmó como Pepe Luis en la Hoja del Lunes de Madrid el día siguiente del festejo y es de la siguiente guisa:
Bonito, pero difícil ganado en Madrid 
Confirmó su alternativa el mejicano Ruiz Loredo; le correspondió el único toro bravo y noble de Murteira Grave 
Portugal, Méjico... y Córdoba 
Todos los domingos, confirmación de alternativa. Ayer le correspondió a un muchacho nacido hace veinticuatro años en la capital mejicana. Se llama Arturo Ruiz Loredo y llegó a Madrid sin otro bagaje noticiable que el haber merecido la atención de un hombre tan despierto y conocedor del mundo taurino de ambos continentes como es Raúl Ochoa Rovira (le apoderó hasta hace muy poco tiempo); que tomó la alternativa en la plaza de toros de Tijuana el 15 de junio de 1971 y que la confirmó en la Monumental Méjico el 8 de febrero del año siguiente. Otros datos de su pequeño historial son que es un buen jinete y que incluso antes de torear a pie quiso probar fortuna como rejoneador. Ayer, para el solemne acontecimiento de refrendar su doctorado en nuestra Monumental, tuvo un precioso toro, enmorrillado y lustroso, largo y hondo, que como los cinco restantes de la tarde pertenecía a la ganadería portuguesa de don Joaquín Manuel Murteira Grave; se llamaba “Sirviente”, estaba marcado con el número 87 y pesaba 520 kilos. Haciendo honor a su nombre, el animal “sirvió” noble y bravamente al lucimiento de Ruiz Loredo – que éste lo lograse o no, es otra cuestión – y al prestigio de su divisa azul y amarilla. El torero ultramarino se mostró bullicioso y variado con el capote, lo que se premió con aplausos y menos divertido con la muleta. Toreó mucho y por todos los registros, pero el gentío estaba más pendiente del comportamiento del bóvido que de lo que el diestro realizaba. Faena larga, que por muchas razones no llegó a calar en la sensibilidad pública. Cuando se convenció de la inutilidad de su porfía, mató de media estocada traserilla que bastó. Se le aplaudió... pero se aplaudió más, y con justicia a “Sirviente” al ser llevado al desolladero. En el sexto, el menos malo de los cinco restantes, el azteca tampoco logró lucirse a pesar de sus esfuerzos por agradar. Mató de dos medias estocadas y un descabello al borde mismo del aviso, después de muchos intentos. Digamos en su honor que salvó a El Chuli de un percance casi seguro, cuando el peón, a merced del toro, iba a ser corneado en el suelo. Y también que con este sexto toro volvió a lucirse como alegre y variado torero de capa... 
Tarde cálida y tres cuartos de plaza, tres cuartos que para la empresa son muchos cuartos.  
¡Enhorabuena!...
Enseguida está la que firma en el ABC madrileño Pérez Mateos, que con un ánimo más conciliador, expresa:
Tarde de capotes caídos 
Serio y duro ganado de Murteira y vuelta al ruedo de «El Hencho» 
También han venido los toros de don Joaquín Manuel Murteira Grave que, por estas calendas septembrinas al margen de San Isidro, suelen hacerle una visita a esta plaza. Los «murteiras» han venido hechos unos auténticos galanes; preciosos de lámina, guapos de trapío. Se les notaba que su dueño, el señor Murteira, hombre aficionado, muy aficionado, los había tratado a cuerpo de rey allá por los pagos de «Galiana» una extensa finca portuguesa con mucho de extremeña en la misma muga hispano – lusa. 
Ya digo que los «murteiras» venían a exhibirse como si el ruedo de las Ventas fuera una pasarela para modelos taurinos. Aquí creo que el jurado, en este caso el público, no ha opuesto ningún reparo a estos guapos galanes. Pero en lo que se refiere a bravura siento de veras que la sangre no les bulliese con el mismo entusiasmo que al ganadero a la hora de criarlos. Solamente me ha gustado el primero, que obedecía por «Serviente» y que de haberlo toreado el mejicano Arturo Ruiz Loredo sin ahogarlo, a más distancia, hubiese brillado mucho. Los demás, serios y duros, acusaron mansedumbre y sentido. 
Y tras este exordio, dedicado a los toros, vámonos, amigo lector, a ver que hicieron los toreros con estos guapos galanes a los que se les recibió con aplausos y admiración cuando aparecieron por los chiqueros. Era lo justo. 
Ahí está Ruiz Loredo que confirma la alternativa. Unas verónicas, unas chicuelinas y unos lances con cierto gusto. Llega el último tercio y el mejicano se encamina hacia «Serviente», que es noble de embestida y, si el torero le cita desde más lejos, ¡ay, qué bien puede ir! Una voz – un apuntador taurino – se lo dice altamente. Se agradece el consejo, debe pensar el manito, pero hace falta mucho corazón para saludar desde lejos a este galán. Debe parecer un ciclón... El mejicano torea cerca por redondos llenos de voluntad, mata con decoro y saluda. «Rabino», que así se denominaba el sexto, nada más salir se dedicó a corretear. Unos lances airosos de Ruiz Loredo. El tercio de banderillas se transforma en un rubicón para los subalternos. Con la muleta algún pase que otro y nada más. «Rabino» tarda en embestir y cuando lo hace actúa distraídamente. El mejicano tarda en matar a «Rabino». Algunos pitos...”
Como podrán ver, Arturo Ruiz Loredo resolvió la papeleta con una absoluta dignidad. El encierro no era para una ocasión de triunfo, pero de lo transcrito se aprecia que lo aprovechó en lo permisible. 

Después de su confirmación de alternativa, Arturo Ruiz Loredo compareció en la Plaza México tres ocasiones más. En la actualidad se dedica a la enseñanza de la monta a la alta escuela.

Retales de la prensa de esa fecha

Navacerrada, 8 de septiembre. Antoñete, alternando con Curro Vázquez y el rejoneador Joaquín Moreno de Silva, sufre probable fractura de un dedo de la mano izquierda.

Barcelona, 8 de septiembre. Rafael Gil Rafaelillo corta dos orejas a su primero, que le provocó una contusión abdominal, no salió a matar a su segundo. Alternó con Julio Vega Marismeño, que corta dos orejas y José Mari Manzanares, que corta una oreja a cada uno de sus toros. Toros de Ignacio Pérez Tabernero.

Utrera, 8 de septiembre. Toros del Conde de la Maza. Curro Girón, 2 orejas; Manolo Aroca, tres orejas, Richard Corey, cuatro orejas y Juan Montiel, una oreja.

Murcia, 8 de septiembre. Toros de Mercedes Pérez Tabernero (2), Juan Mari Pérez Tabernero (3) y Sánchez Fabrés (1). Diego Puerta, palmas en su lote; Paco Camino, palmas en su lote; Niño de la Capea, dos orejas.

jueves, 23 de mayo de 2019

Democracia en el ruedo

Nota Aclaratoria: Hace casi tres años que tengo abandonada esta bitácora. Pero los hechos sucedidos hace unos días en el tendido de la plaza de Las Ventas a propósito de la actuación del Presidente Gonzalo de Villa Parro, me hacen retomar este texto que escribí hace casi nueve años y que se publicó con el mismo título en el año 2010 como un capítulo del libro titulado Arte, Realidad y Ficción, una apreciación social, aquí en Aguascalientes. Espero que sirva para entender la posición que guardamos como espectadores en los espectáculos taurinos y que me sirva a mí, para de una vez por todas, retomar estos apuntes.

Durante mi primera juventud leí en algún lugar que las plazas de toros eran los escenarios más democráticos que existen, más que nada, porque los ocupantes de un espacio en sus tendidos, dada su disposición más o menos circular, tienen un punto de vista equidistante de lo que sucede en el ruedo. En ese tiempo no entendí a cabalidad la expresión – cuyo autor no recuerdo – pero hoy comprendo que la posibilidad de apreciar en la vida una misma situación desde una perspectiva igualitaria, genera una posibilidad de quizás, resolver con menos sobresaltos los problemas que ésta nos presenta.

Los orígenes de la fiesta
  
Aunque hoy la fiesta de los toros tiene una dirección y un entorno netamente popular, se origina como un ejercicio bélico, temporalmente nacido durante las guerras de la Reconquista Española. José Alameda, uno de los que postulan esta particular teoría del origen del toreo lo explica de la siguiente manera:
Estaba sencillamente, en el baño de La Cava, según le llamaría un francés al baño de Florinda y la torre que veía junto a mí era la torre del Rey Don Rodrigo. Desde aquella ventana, Rodrigo, oculto tras de una cortina, espiaba a las jóvenes en el baño y vio a la bella Florinda medirse la pierna y la de sus compañeras para ver quien la tenía más redonda y mejor formada. ¡Ved en lo que se fundan los grandes acontecimientos! Si Florinda hubiese tenido la pantorrilla poco formada y la rodilla fea, los árabes no hubiesen ido a España. Desgraciadamente, Florinda tenía el pie pequeño, los tobillos finos y la pierna más blanca y mejor formada del mundo. Rodrigo se enamoró de la bañista imprudente y la sedujo. El Conde Julián, padre de Florinda, furioso por aquél ultraje, traicionó a su país para vengarse y llamó a los moros en su ayuda. Rodrigo perdió aquella famosa batalla de que se habla en los romanceros… Fue una idea absurda la de colocar un baño delante de la torre de un Rey joven. (ALAMEDA, José. La Pantorrilla de Florinda  y el Origen Bélico del Toreo. Ed. Diana. 1ª Edición. México, 1980. Págs. 32 – 33).
Esa invasión de Europa por los árabes, motivada por una indiscreción duraría algo más de siete siglos, mismos en los cuales, se produciría una serie de guerras, que los especialistas de hoy calificarían como de baja intensidad y en las que había muchos tiempos muertos.

A partir de esa idea es que el ya nombrado Alameda ofrece como origen del toreo a partir de la utilización del toro y del caballo para el entrenamiento de la guerra de la siguiente forma:
Esta guerra de ocho siglos, larguísima guerra, tiene también grandes treguas y durante las treguas, los guerreros de uno y otro bando se entrenan en grandes torneos a caballo, a veces incluso, confraternizando provisionalmente para matarse mejor después. La caballería es el arma fundamental, a la que hay que mantener a punto ‘en condición’ como decimos en el lenguaje deportivo de hoy, y para que el entrenamiento sea eficaz, para que se asemeje a la guerra, allí está el toro. Nacen así, por el espíritu de guerra, por el clima y las necesidades de la guerra, los grandes torneos de alanceamiento de toros.
La intención bélica está patente porque no se emplea instrumento ‘taurino’ (como el rejón, que vendrá después) sino un instrumento de guerra, la lanza…
El hecho de la guerra es determinante. El toreo se produce en España y no en otra parte, porque España es el único país que vive en guerra. El origen no está en el bravío carácter español, ni en el fastuoso carácter musulmán, sino en el hecho de la guerra…
Expulsados los moros, termina el largo drama de la reconquista, que deja, como tantas veces antes y después, en el bravío suelo de Iberia la estela de un recuerdo poblado de cadáveres, de sombras. Pero quedan dos muertos en pie: la aristocracia y la caballería. Dos piezas de un centauro que corre todavía más ligero que el río, pero cuyo manantial ya está cegado…
¿Que puede hacerse cuando, sin haber ya guerra, hay todavía aristocracia, hay caballería y hay un toro? Se hace lo de siempre en las épocas de decadencia: un remedo de lo anterior, más refinado, pero ya vacío… Lo que antaño era lanzada contra el moro, es ahora quebrar de rejoncillos contra el toro y estocadas a los galanes audaces… (ALAMEDA, José Op. Cit., Págs. 21 a 23)
Como vemos, el toreo como ejercicio de jinetes, nace justo al tiempo de las guerras de reconquista española y es preciso señalar una cuestión, nace como ejercicio de la aristocracia, que era la que tenía los caballos y la que se encargaba de proteger los territorios de la Corona Española. La presencia del pueblo se dará en este tiempo de manera marginal, solo en soporte o apoyo de los caballeros, en cuyo auxilio vendrían cuando quedaban comprometidos o a merced de los astados.

El cambio de poderes

Alameda hace un señalamiento importante en su postulado, al final de la guerra quedan la aristocracia y la caballería, pero ya no hay una razón de fondo para practicar esos ejercicios de jinetes. Por otra parte, como lo dijera Von Ihering, muchos mañanas han quedado asegurados, entonces, los que se arriesgaron ante los moros o ante los toros, pueden dedicarse a otras cuestiones que entrañan menos peligro.

Es allí cuando abandonan la escena como principales los toreros de a caballo y aquellos que en principio eran solo auxiliadores o chulos de a pie, toman las riendas de lo que se transforma en espectáculo; deja el campo abierto para trasladarse a los centros de población y presentarse primero, en las plazas públicas de las poblaciones y después, en escenarios diseñados específicamente para el efecto.

Cuando las fiestas de toros se urbanizan, se democratizan. Ya no se puede dejar al azar el comportamiento de los toros y de los hombres. La autoridad toma providencias al respecto y es así que se previene evitar las averías causadas por las reses cerriles que eran conducidas a las zonas urbanas y una segunda, consistente en el hecho de que los juegos de toros tenían que celebrarse en lugares especialmente preparados para ello, a fin de evitar que durante la lidia se produjeran desaguisados.

Esas dos razones, entre otras varias, motivaron que los cabildos y las diferentes autoridades forales emitieran disposiciones dedicadas a regular la manera y el lugar en el cual se podían correr toros bravos, como el que enseguida cito, correspondientes a la localidad de Zamora, del siglo XIII, fechado en el año de 1270:
Defendemos que ninguno sea osado de correr toro ni vaca brava en el cuerpo de la villa, sino en aquél lugar que fue puesto que dicen Sancta Altana; y allí cierren bien, para que no salga a hacer daño. Y si por ventura saliere, mátenlo para que no haga daño. Y aquél que esto contraviniere, pague C maravedíes de la moneda mayor corriente en la tierra, la mitad para los muros de la villa y la otra mitad para los jueces y para enmendar el daño que el animal hiciere. (BADORREY MARTÍN, Beatriz, Primeras disposiciones jurídicas sobre las fiestas de toros. – En La Fiesta de los Toros ante el Derecho. – Unión Taurina de Abonados de España, 1ª Edición, Madrid, 2002, Pág. 21.)
En los aspectos propios de la lidia, se atribuye a Francisco Montes, Paquiro el ser el primer legislador de la fiesta, pero también José Delgado, Pepe – Illo aportó lo suyo a este asunto y tiene que ver en mucho con el comportamiento de los públicos en las plazas. En su expresión, Pepe – Illo distingue el comportamiento de las personas consideradas bien nacidas con el de aquellas que se considera que no lo son, la referencia que hace es la siguiente: 
La indiscreta e inmoderada conducta que el pueblo bajo observa en las  funciones de toros, influye conocidamente en el poco acierto de los toreros, contra los cuales dirigen sus obscenas y torpes palabras, su estrepitoso ruido de voces, palos y cuantos excesos y descomposturas inspira solo la embriaguez. (SAVATER, Fernando. – Caracterización del espectador taurino en Arte y Tauromaquia, Universidad Internacional Menéndez Pelayo. – Ediciones Turner, 1ª edición, Madrid, 1983, Pág. 111).
Acerca de esta proposición de Pepe – Illo, diestro que muriera el 11 de mayo de 1801, en la plaza de Madrid, a consecuencia de la cornada que en el pecho le infiriera el toro Barbudo de Peñaranda de Bracamonte, el filósofo Fernando Savater hace las siguientes reflexiones:
El autor de la tauromaquia invoca a la autoridad para que mantenga el orden de las plazas, es decir, para que los espectadores tiendan a interiorizar su embriaguez y no distraigan al toro y al torero de la suya.
Las recomendaciones de Pepe Illo que venimos comentando no responde tanto a un deseo policial de la ley y orden de la plaza, como al más comprensible de proteger al torero.
Pensemos en que la tauromaquia es el conjunto de las reglas que pretende imponer un torero a las funciones de toros: Por el más elemental instinto de conservación, tiene que intentar en ellos controlar por medio del apoyo de la autoridad competente el asalto del peligroso entusiasmo como la temible decepción a que se expone. (SAVATER, Fernando, Op. Cit., Págs. 114 a 118).
De lo comentado hasta aquí, podemos ver que los primeros pasos que se dan para regular los festejos taurinos, son aquellos que tienden a la conservación de la tranquilidad pública, sea mediante la imposición de normativas o sea mediante la contratación con el responsable de la organizar los festejos de que se trate.

No obstante, se mantiene una distinción entre aquellos que pertenecen al pueblo y aquellos que, por su cuna, parecieran merecer una consideración especial, distinta a la de la generalidad de la población. Distinción que al paso del tiempo, desaparecerá en los tendidos de las plazas de toros.

Democracia y toros

Al avanzar en su desarrollo la tauromaquia como hoy la concebimos, las diferencias entre los ocupantes de una localidad en los tendidos de una plaza se van borrando. Ya no se trata de encontrar una localización especial para unos y otros, sino de obtener la posibilidad de disfrutar el goce que produce la presencia del toro, como lo pedía Ortega y Gasset, con casta, poder y pies y el torero que crea arte con él.

Los nuevos circos taurinos, circulares en su mayoría, otorgan una nueva posibilidad en la apreciación que era la que comentaba al principio. En cualquier punto determinado de la circunferencia, hay una relación equidistante al lugar en el que los hechos se suceden en la arena. Las posiciones cambian, las perspectivas también y los privilegios se borran, dejando atrás la posibilidad de que solo unos cuantos puedan tener la oportunidad de apreciar en su integridad la creación del diestro. La circunferencia democratiza la tauromaquia.

Posteriormente se comenzó a premiar la labor de los diestros. Primero era el juicio del encargado de presidir el festejo el que determinaba el trofeo, después, se reguló en el sentido de que la premiación sería en orden a la petición de la concurrencia. Algunas plazas, como dice Savater, son más maniáticas y alguacilescas y otras, simplísimas y acomodaticias, pero en todas, es la decisión popular la que motivará la concesión de trofeos.

Sobre este particular escribió Federico Jiménez Losantos:
…El coso venteño es quizás el último del mundo donde se vigila con extremado celo que la lidia se atenga a las ordenanzas y que el toreo se haga como mandan los cánones – aunque en algunos tendidos vendrían bien unos cursillos de derecho canónico –. Madrid es la primera plaza del mundo porque es la más exigente. Otra cosa es que siempre exija con razón y educación, esto es más raro… el otro día el presidente señor Lamarca, hombre de recia personalidad había concedido una oreja a en su primero a Ponce a petición del público – tuve allí la impresión de que muchos creyeron que le había dado las dos – se negó a conceder la oreja de su segundo, aunque el público la pedía en cantidad harto suficiente de pañuelos… El criterio liberal, personal, de mérito y exigencia, primó aquí sobre el criterio democrático y eso me parece un abuso intolerable de la presidencia… Por encima del sagrado derecho a opinar, está en la fiesta, la Ley, o sea, el Reglamento, al que debe servir la autoridad competente y si no lo sirve, deja de ser autoridad… Al negar Lamarca a la mayoría de aficionados venteños su derecho a conceder la primera oreja… lo que ha hecho Lamarca es cargarse precisamente el liberalismo, que exige en las organizaciones modernas – y la fiesta lo es más de lo que parece – un respeto escrupuloso a la base democrática. (JIMÉNEZ LOSANTOS, Federico. Democracia taurina. En ABC, Madrid, 28 de mayo de 1994, Pág. 22).
Como se puede apreciar, el extremo democrático que se vive en la apreciación y sobre todo, en la toma de decisiones dentro de los escenarios taurinos llega casi al extremo del aforismo vox populi, vox dei. Sin embargo, como dijera el personaje de Ibsen en Un enemigo del pueblo, no siempre las mayorías tienen la razón - pero la pueden llegar a tener -, aunque he de convenir en que cada plaza tiene sus propias peculiaridades, que en el fondo, son más fuertes que las de sus ocupantes, que en muchos casos, se han llegado a convertir en el espíritu de ellas.

A guisa de remate

Cito a mi amigo Enrique Martín:
Algo tan trascendental como las orejas, las de los toros, se otorgan de la mejor forma posible, se le da el poder al pueblo soberano y decide. Que bonito, sale un chico, se lía a pegar pases y más pases y sus paisanos tienen la facultad de convertirle en un triunfador, en un héroe, en el ídolo local para las próximas veinticinco fiestas patronales. Pero me van a permitir que proponga una pequeña modificación a un sistema tan perfeccionado a lo largo de los años y que con el paso del tiempo se ha visto reforzado y suficientemente contrastado. Aquel simple flamear de pañuelos ha encontrado su complemento en el griterío. Pañuelos y voces, ¿quién podría sustraerse a semejante embrujo?...
...Pero yo me andaba por presentar mi aportación personal a este modelo secular. De la misma forma que los que piden la oreja agitan pañuelos blancos, digo yo que por qué no nos dan la oportunidad a los que creemos lo contrario, y que por ejemplo sólo tuviéramos que mostrar un pañuelo verde, morado o a cuadros. Que el asesor del usía cuente y una vez hechos públicos los resultados, decidir...
...Pero como los tiempos han cambiado, el modelo democrático debería extenderse a más aspectos de la lidia y así tendríamos un espectáculo a gusto del consumidor y llevaríamos a su máximo esplendor esa ley que dice: el que paga manda. No me parece bien que el cambio de tercio se lo ventilen entre dos personas, el presidente y el matador, ¿y los demás? ¿No decidimos ni pintamos nada? ¿Y por qué el espada de turno puede elegir entre la derecha o la izquierda? ¿Por qué no podemos votar si queremos que el espada ponga banderillas? De esta forma seguro que todos saldríamos mucho más satisfechos de la plaza...
...Puede que así estuviéramos ante una fiesta perfecta, en la que el que paga es el dueño absoluto de este manicomio. Puede que alguien haya reparado en que no he incluido en las decisiones a tomar por sufragio universal la sustitución de los toros, sea en los corrales o ya en el ruedo. Para eso existen profesionales perfectamente capacitados que saben más que nosotros del tipo de toro que gusta en cada plaza. Como muestra los becerros de la novillada, que a algunos nos parecieron eso, becerros, descastados, no aptos para Madrid, pero que seguro que salieron porque a los aficionados se nos escapan matices a los que no podremos llegar en la vida... (Las orejas y el sufragio universal)
Es decir, algunos matices de la participación del aficionado o del asistente a los festejos taurinos pudieran ampliarse. Enrique lo dice en son de broma, criticando lo que se ha hecho con la intervención popular en esa toma de decisiones dejada al asistente a los festejos.

Porque ya no es solamente el hecho de la equidad en la perspectiva la que democratiza la tauromaquia, sino que, como en todo principio de autoridad, hoy, el gobernado tiene también parte fundamental en la toma de las decisiones finales y en la libertad de expresarse.

domingo, 13 de marzo de 2016

Detrás de un cartel (XII)

El festejo que hoy me ocupa – y espero que a Ustedes – tuvo lugar el domingo 18 de agosto de 1946 y actuaron en la plaza de Las Ventas a un torero que ya había pasado por estas revisiones, Ricardo Balderas, el melillense Antonio Corona y se presentaba ante la cátedra el valenciano Francisco Honrubia. Los novillos para la ocasión fueron de Concha y Sierra.

La relación del festejo publicada en el ABC madrileño el martes 20 siguiente, suscrita por Giraldillo tiene miga, por ello no me resisto a transcribirla en su integridad y es de la siguiente guisa:
Novillería...
Se corrieron el domingo seis novillos de Concha y Sierra. Hubo muy buena entrada. La afición, un poco desencantada y aburrida de matadores de toros, que creen tener todo hecho, se ha vuelto hacia los novilleros. Yo no sé si los novilleros habrán entendido el toque de atención, pero ello es que, cuando menos lo piensen, se van a encontrar unos cuantos con el pase a la reserva, desplazados por un plantel de novilleros, que viene, con ganas de pelea, en busca de la alternativa, convencidos de que con el “toro” tendrán que pelear menos que con el novillo, pues el toro de 1946 – y de años atrás – no es otra cosa que un novillito limpio. La afición está por los novilleros. ¡Vamos en busca de valores nuevos, que, unos por muy vistos y otros porque no quieren dejarse ver, cultivando un absurdo “ocultismo”, estamos cansados de matadores de toros! La afición madrileña ha hecho rumbo a la novillería. Ello es muy explicable. Por más que hagan los propios matadores de toros en contra de ella, la fiesta seguirá y tendremos resonantes novilladas extraordinarias y la revelación de nuevos valores. ¡Pues no faltaba más! Por lo que a nosotros toca, pondremos todo nuestro entusiasmo en los que llegan y merezcan el honrado calor de nuestra pluma. Con el calor de la afición, que tan buenas entradas está dando, ya cuentan.
¡Conque, al novillo, muchachos! Al novillo, que aún siendo poquita cosa los de ahora, mucho menos hallareis al llegar a matadores.
Los de Concha y Sierra que se jugaron el domingo fueron buenos. Abantos en la salida, con lidia más adecuada por parte del peonaje, hubieran dado juego mejor a los matadores. Se dio más de una vez el caso entre los novillos dos peones a la vez, y ambos toreándolos a dos manos.
Ricardo Balderas toreó muy bien con la muleta, destacándose en el primero unos derechazos superiores y unas manoletinas de gran efecto. Le aplaudieron mucho y cuando mató, de un estoconazo, le ovacionaron largamente y hubo petición de oreja, vuelta al ruedo y saludos desde el tercio.
Durante la lidia del cuarto, llovió bastante. Se empeñó Ricardo en torear con la izquierda y sufrió unos achuchones por no correr la mano. Mató, empleando una estocada, metisaca, media y un descabello.
El melillense Antonio Corona oyó palmas en la faena que realizó con el segundo, sobresaliendo unos derechazos de buena factura y unos molinetes. Con la izquierda empalmó unos pases. Una estocada corta mató al toro sin puntilla, y hubo muchos aplausos y salida al tercio para saludar. En el quinto, que le tiró un gañafón impresionante, dio unos rodillazos y mató con estocada y descabello. (Palmas). En quites, bien.
Francisco Honrubia, de Valencia, nuevo en Madrid, tuvo en sus dos novillos más voluntad que concierto. Le hallamos poca soltura en el manejo de la muleta. Cumplió en el tercero y en el sexto le pitaron.
Cuide la empresa a los novilleros. Aproveche el camino que le ha marcado la propia afición. Pero prescinda de los que no tienen preparación notoria y vaya en busca de valores nuevos. Si las corridas de toros dejan de celebrarse alguna vez en España, que no sea por la voluntad de media docena de engreídos. Que no toda la culpa sea de “Manolete” y Arruza. Que son muchos los que se creen que Arruza y Manolete en una pieza. Naturalmente, sin serlo, ni en taquilla, ni en el ruedo. Ahora bien, que la empresa sea discreta y tenga tino en la elección de los nombres nuevos, esperados por la afición. El domingo por lo pronto, no estuvo muy atinada.

Como pueden darse cuenta, el descontento con las figuras no era novedad y el pedir que se apoyara a los novilleros tampoco. Por lo visto el hecho de que los encumbrados copen los principales puestos y los que buscan ascender encuentran las vías bloqueadas es cíclico. Escrito está.

Retales de la prensa del día

Eduardo Liceaga moría en el Hospital Militar de Algeciras después de ser herido en San Roque el mismo domingo 18 por Jaranero de Concha y Sierra, primero de la tarde, alternaba con Julio Pérez Vito y Chaves Flores.

Juan Estrada, saldaba su actuación en Barcelona alternando con Manolo Escudero y Julián Marín en la lidia de toros de Domecq dando una vuelta al ruedo.

Carlos Vera Cañitas, corta oreja en Ciudad Real, alternando con Antonio Bienvenida, Rovira y el rejoneador Pepe Anastasio, toros de Víctor y Marín.

Armillita, ovacionado en Gijón, con Pepe Luis Vázquez, Pepín Martín Vázquez y Conchita Cintrón, toros de Antonio Pérez de San Fernando

Fermín Rivera fue ovacionado en San Sebastián, alternando con Domingo Ortega y Juan Belmonte Campoy.

Andaluz corta 2 orejas en Bilbao (1ª de Feria lunes 19) con Pepe Luis Vázquez y Pepín Martín Vázquez, lidiando toros de Carmen de Federico. Los toreros llevaban brazaletes negros por la muerte de Eduardo Liceaga.

domingo, 20 de julio de 2014

La confirmación de alternativa de Carlos Arruza a 70 años vista

Un rehiletero portentoso
Carlos Arruza visto por Carlos Ruano Llopis
El 12 de abril de 1936 Valencia II le cedía el primero de los toros de Pallarés al hidalguense Ricardo Torres en presencia de José Amorós y Pepe Gallardo para confirmarle su alternativa, inaugurando así esa temporada madrileña. Un mes después vendría la orden ministerial que exigía a los toreros extranjeros en España un permiso de trabajo para poder actuar allí y con ella se inició lo que coloquialmente se conoce como el Boicot del Miedo. A partir de esas fechas y con una Guerra Civil de por medio, transcurrieron ocho años, tres meses y seis días para que un torero mexicano pisara de nuevo la arena de la plaza de toros de Las Ventas vestido de luces.

Las circunstancias se produjeron de forma tal que el diestro que reanudaría el camino de nuestros compatriotas en los cosos hispanos sería Carlos Arruza, alternativado en el Toreo de la Condesa el 1º de diciembre de 1940 por Armillita y que según lo cuenta el periodista mexicano Alberto Abraham Bitar en el diario La Jornada de la capital mexicana, se encontraba en Europa con fines de recreo: 
a fines de 1943, decidió emprender viaje a Portugal, ya no sintiéndose la “divina garza”, sino con los pies bien puestos en la tierra. ¿Quería torear? Más bien su idea era pasar a España y reunirse con su madre que poco después llegaría a la tierra que la vio nacer. Y convencido de lo anterior, no empacó absolutamente nada relacionado con el toro: vamos, ni siquiera zapatillas de torear. De eso, nada. Y menos en la madre patria, ya que seguía vigente el odioso boicot que aquellos habían declarado a los mexicanos, debiendo señalarse que en el pecado se llevaron la penitencia, ya que durante aquellos años de la guerra fratricida se quedaron sin torear allá y tampoco pudieron hacerlo aquí... Carlos, con todo el dinero que había ganado y algo más, compró un epatante Lincoln Continental y en compañía del también matador Antonio Rangel salió rumbo a Nueva York con el propósito de embarcarse en el Serpa Pinto de tantos recuerdos...
Al llegar a tierras lusitanas, la buena fama dejada en temporadas anteriores – a pesar de no poder actuar en España, los toreros mexicanos hacían verdaderas campañas en Francia y Portugal por esas calendas durante el verano – motivó a los empresarios a hacer la corte a Arruza y a proponerle actuar en esas tierras. El futuro Ciclón Mexicano se negaba, aduciendo que no iba preparado para torear, hasta que en un determinado momento la oferta fue tentadora. Sigue contando Bitar:
Desde que Arruza llegó a Portugal, se dio a tramitar la visa para entrar a España y cuando la obtuvo, de nuevo se le acercó el empresario diciéndole que reconsiderara su decisión, a lo que Arruza se negó, diciéndole que no tenía ni con qué, ni avíos ni ropa de torear, pero el lusitano insistía un día sí y otro también, hasta que, harto Carlos ya de todo aquello y para que lo dejara de importunar, le dijo: “Mire, si de verdad quiere que toree lo haré pero bajo estas condiciones: cincuenta mil escudos por corrida, pero deben de ser dos, una con Domingo Ortega y la otra con Manolete...” El compatriota pensó que con esas pretensiones lo dejaría en paz y acertó, porque el empresario le dijo: “¡está usted loco!...”. Carlos vivía en casa de Ginja, así que sus gastos eran diversiones y paseos, pero tanto fue el cántaro al agua, que los dineros se fueron mermando y todavía tenía en capilla el viaje a España y sus consiguientes gastos. Así que, a vender tocan y se deshizo del formidable Lincoln, por el que le pagaron lo que quiso ya que en esos años eran muy escasos los coches de lujo en Europa. Estaba a punto de irse a España cuando lo invitaron a una comida que le ofrecían a Gregorio García y ahí se encontró con el empresario lusitano que volvió a insistirle para que toreara en Campo Pequenho: “Mire, ya sabe cuáles son mis condiciones, así que, por favor, no insista…” “Bueno, sea, yo no sé quién estará más loco, si usted o yo, aunque creo que yo, así que mañana lo espero para firmar el contrato…”. Carlos no podía ni creerlo, nunca esperó un sí, pero a partir de ese momento comprendió que tenía que cambiar de vida, ya que para todo estaría muy bien pero no para ponerse enfrente de un toro. Además, no tenía nada para torear, capotes y muletas tal vez se los prestarían Rivera o El Ahijado, pero ¿vestidos, medias, zapatillas, camisas, fajas, capote de paseo y lo demás?...
Esas dos corridas le sirvieron a Carlos Arruza de preparación y de reencuentro con el toro europeo y le dejaron enseñanzas para toda la vida, según su dicho:
en aquellas dos tardes alternando con esos señorones que fueron Domingo Ortega y Manuel Rodríguez Manolete, aprendí más que en toda mi vida pasada y en lo que viviría después... ¿Y eso?... Mira… los impactos que recibí fueron algo así como dos revelaciones del cielo. Por un lado, la sabiduría y el poder de Ortega, que metía a los toros en su muleta como si jalara de ellos y Manolete, pisando terrenos increíbles, pasándose a los toros a dos dedos de la faja y con una naturalidad que te dejaba con la boca abierta...
Tras de esas dos corridas se arregló su visado español y se trasladó a Madrid a reunirse con su madre, pero sin dejar de recibir ofertas para torear en Portugal y en Francia. En Madrid se encontraba ya Antonio Algara, empresario de El Toreo, intentando resolver la interrupción de relaciones taurinas entre España y México. La narración de Bitar es como sigue:
Más ofertas para torear, y que Carlos no aceptó, ya que lo que ansiaba era reunirse con su madre en Madrid y para España se fue y por allá se encontraba don Antonio Algara con el fin de arreglar el reprobable boicot que la torería hispana le había decretado a los nuestros, aunque, en el fondo de todo ello estaba el deseo – orden – del zar de la fiesta en México, Maximino Ávila Camacho, para que Manolete pudiera vestir de luces en México. Convencidos los de allá de lo mucho que habían perdido por el llamado boicot del miedo, aceptaron y, entonces, para celebrar el arreglo, se pensó en organizar dos corridas de la Concordia, una en México y la otra en Madrid, con matadores de ambos rumbos y para hacerlo en Madrid, se pensó en Fermín Rivera, sólo que estaba impedido de hacerlo, ya que estando en Portugal no había arreglado la documentación para pasar a España, así que no había más opción que Carlos Arruza, que era casi desconocido en España…
Es así que se anuncia para el 18 de julio de 1944 un festejo en el que se lidiarían toros salmantinos de Vicente Muriel para Antonio Bienvenida, Emiliano de la Casa Morenito de Talavera y la presentación en Madrid y confirmación de alternativa del torero mexicano Carlos Arruza. Sigue narrando Bitar:
El matador de toros mexicano ideal para la ocasión era Fermín Rivera, pero entre que no había arreglado su visa para ingresar a España y a que tenía firmada una corrida en Lisboa, no había más remedio que echar mano de Carlos, cuyo nombre poco decía a los madrileños... En tanto, don Andrés Gago, que de toros sabía un rato largo, consiguió que la estupenda cuadrilla de Pepe Luis Vázquez saliera con Arruza, ya que el sevillano estaba convaleciente de una fractura de clavícula, y cuando parecía que los nervios se iban calmando, no faltó quienes fueran a decirle a Carlos que un grupo de matadores, inconformes con lo del arreglo, se le iban a tirar al ruedo en bola para tundirlo a palos, que otros irían a la plaza a reventarlo de continuo y, cómo decimos en México, para acabarla de amolar, no tenía traje para torear... Telefonazos incesantes al sastre Ripollés, que lo único que respondía era no desesperen que todo llegará a tiempo, pero nada, así que algunos de los allegados fueron a ver a Manolete para pedirle les facilitara un traje para Arruza, a lo que accedió galantemente, y aunque ni remotamente le quedaba pintado al compatriota al menos como dicen que decía un tuerto algo es algo...Y cuando Carlos tenía ya puesta la taleguilla llegó Ripollés, así que a desvestir al matador para volver a vestirlo...
Al final de cuentas las cosas se encauzaron, Carlos Arruza tuvo la posibilidad de sortear los obstáculos que las circunstancias le fueron poniendo para su presentación madrileña y terminó la tarde con un gran triunfo, que le permitió abrir, junto a Manolete, una etapa brillante en la historia del toreo. Así lo contó Celestino Espinosa R. Capdevila, en su tribuna de Arriba, del 19 de julio de ese 1944:
Un rehiletero portentoso. Para Carlos Arruza pidieron la oreja ayer tarde, en el tercio de banderillas. Y por si hubiera alguno que echara la cosa a mala parte, dada la significación que llevaba la corrida en sí, conviene decir en seguida que esa petición no se hizo por hache o por be, sino por eso. Por las banderillas… No es que a mí me parezca ni bien ni regular que se pida la oreja por un quite, ni por una estocada, ni siquiera por una faena. La oreja se debe pedir por la lidia completa de un toro, Pero eso es otra cosa. Es otro problema. Distinto en absoluto del hecho y de la afirmación, de que ayer se pidiera una oreja por un tercio de palos. Y se pidió. Y tiene explicación… Arruza, el ultramarino simbólico de la corrida de ayer tarde – a quien saludo desde aquí con la frase morisca y poética «Y la paz» – venía precedido de fama de banderillero y confirmó ese renombre a los cinco minutos de estar en la arena. Por facultades y conocimiento, por facilidad y seguridad, los dos primeros pares que le puso al manso de su confirmación, fueron bastantes de por sí para extenderle cédula de banderillero grande: ¡Qué bien había andado, o mejor dicho, corrido! ¡Qué forma de medir y de llegar, de calcular y de asomarse, de levantar los brazos, de hacer el apoyo y salir! Pero cuando se le vio del todo, fue en el tercer par: Cuando con el toro en tablas del burladero de cuadrillas, el muchacho echó a andar desde los medios, meciendo los brazos de un modo originalísimo – acompasado con los pasos y subiendo y bajando los palos como colgándose de ellos o apoyándose en ellos – y yendo hacia tableros, hasta media docena de metros del toro, como si el toro no estuviera allí. Como si el toro no estuviera allí, aguardando… Se estaba metiendo en la jurisdicción de la enfermería – y no lo digo porque el terreno fuera aquel – y seguía y seguía como si se hubiera quedado ciego. Daba angustia. Aún cuando no hubiera clavado, que clavó – ¡Y cómo clavó! – la cosa estaba vista. El rehiletero estaba visto… Pero no estaba visto, por lo visto. Porque faltaba ver lo que se vio en el cuarto toro, después de otros dos pares en los que el tal Carlos Arruza confirmó lo que teníamos visto de su medir y de su andar, de su entrar y salir, de su clavar y, sobre todo, del ritmo con que mantiene – con los brazos arriba y abajo – su camino de ciego hacia el toro. De ciego de valor, que se mete tan hondo en el campo de las astas como mete de hondos los palos junto a sus propias zapatillas mientras anda y como las alza luego igual que alza los brazos en el instante de clavar, que no se cómo no le saltan las sisas de la camisola… Todo estaba visto, como digo, cuando repitió en el cuarto toro. Pero quedaban dos encuentros de más sorpresa aún. Y no se cual más portentoso, si el tercero o el que vino por fin… El tercero fue un par que declaro no haber visto jamás y que ni siquiera sé cómo se llama. Arrancársele al toro en el tercio, desde bastante más allá de los medios, en una carrerilla decidida y sin posible enmienda que viene no en zig – zag – no en la línea quebrada y de pasitos cortos que para cuartear le vimos muchas veces a ciertos rehileteros – sino en una ondulada sinuosa de curvas amplísimas como la de un velero que nada a bordadas, y todo ello sin perderle la rectitud al toro, es cosa que da vértigo. ¿En dónde está el encuentro? ¿De qué manera se compensa cualquier error de cálculo que pueda producir el asombro – en sus dos acepciones – del toro? ¿Y, por fin, cómo puede medirse la «metida» que hacen los cuernos de la res con la «caída» de los palos (que aquí también seguían yendo abajo, a su ritmo, igual que bastones de aquella carrera o aquél andar de ciego de que antes hablábamos)?... ¡Ah señores!: Pregúntenle a Arruza, que yo no lo sé. Peor me explico ese último par que puso. Porque es éste, que fue de poder a poder, para explicarse aquél asombro bastará con pensar en el poder enorme de este muchacho. Por él solamente y salvando el resto de las incógnitas que me he dejado en el camino, se puede explicar que tras de tantos inconvenientes, las ocho banderillas se quedaran primero derechas y luego en abanico o en rosa de los vientos sobre el morrillo de la res. ¿No iba a pedir la gente que le dieran la oreja al muchacho? Pues, claro que sí… Y eso que he dicho «claro», y no está tan claro. Porque, si bien pedida estaba, también lo hubiera estado el pedirla – o mejor, el obtenerla – para Antoñito Bienvenida. Una gran tarde la de Antonio. Una tarde de casta. Muy justa. Muy exacta. Y con dos mansos, por falta de uno. Con numerosas muestras de buen lidiador, a lo largo de todos los toros. Con sabor de torero. Y con nervio torero para no venirse abajo a lo largo de todas las dificultades. Morenito se vino abajo, una vez más y Antonio no. Y es que hay que estar hasta contra el público. No digo en contra, sino contra sus malas corrientes… Las malas corrientes, pasan. El público se entrega. El público hasta pide la oreja por un tercio aislado. Y conste que no lo digo como censura a lo de ayer. Lo de ayer me parece muy bien. Porque aparte de todo – y añadiéndole a todo, cuanto detallo en la reseña – Arruza es un rehiletero portentoso. Y como estuvo muy brillante y con dignidad torera en la faena y la estocada con las que coronó su inolvidable tercio de rehiletes, le doy la bienvenida. Y la paz…
El resto de la historia es bastante conocido. Carlos Arruza durante varias temporadas encabezó el escalafón de matadores, fue Presidente del Montepío de Toreros, ganadero al mismo tiempo en España y México y promotor de numerosas obras de beneficencia en las que la fiesta estuvo involucrada en su día. Hoy solamente recuerdo aquí el primer paso que dio para realizar todos esos logros.

domingo, 15 de junio de 2014

El traje nuevo del emperador

La pasada semana escribía aquí acerca de la aparente bipolaridad del público de Las Ventas. Después de haber dejado aquí las líneas que anteceden a éstas, tuve un feliz encuentro con un amigo con el que compartí lides peñistas y recordamos aconteceres de aquellos días. Entre lo que sacamos del cajón del olvido fue un tema que presentó titulado Los toreros elegantes y que despertó entre los reunidos en aquellos años – hará unos 15, quizás – una interesante discusión porque la elegancia en el toreo es una variable que se comenta poco y cuando se valora, tiene un sentido secundario y hasta peyorativo. 

Dice Alameda a propósito de Rodolfo Gaona y su traída y llevada elegancia:
Le llamaron en México “El Petronio del toreo” y con ello no le hicieron favor alguno, pues con ello se recalca lo más externo de su arte, la ya dicha y redicha elegancia… Algunos, por ensalzar a un torero, lo rebajan. Llamarle a Gaona “Petronio del toreo”, no es lo más, es lo menos que puede decirse de él… (El Hilo del Toreo, Págs. 151 – 152)
Alfonso Langle – es el nombre de mi amigo – me facilitó una copia del texto que leyó aquella noche de jueves y tras de leerla de nuevo, me encontré con la remembranza que hace Bebe Chico en sus Festivales de España acerca de la épica vivida por César Rincón con Bastonito de Baltasar Ibán hace veinte años, me pareció que ambos temas están vinculados de alguna manera con lo que hoy ocurre en lo que se da en considerar como la plaza de toros más importante del mundo.

Bebe Chico cita entre otras, la glosa que en su día hizo Andrés de Miguel para el desaparecido Diario 16 de Madrid y se lee lo que sigue:
«No hay más toreo que el toreo… el que se hace exponiendo generosamente la vida a cambio de ganar la vida del toro, después de someterlo a la voluntad dominadora del hombre… Alucinados, asistíamos a la ofrenda generosa de la vida del profeta que entregaba su vida al toro bravo arquetípico en los primeros derechazos de cada tanda, cargando la suerte y desviando el viaje del toro. El toro, bravísimo, no cesaba de pedir más, y puesto que más pedía, Rincón lo dominó en el toreo al natural… El rito pide la sangre del toro, pero éste sólo estaba dispuesto a entregarla a cambio de la del torero, y Rincón, generoso, le cambió la vida por la suya, que entregó al ara de los cuernos del toro bravo. Nunca había asistido a un momento tan fuerte, donde un torero de verdad estaba representando el rito del toreo con un toro mítico. Lo representó como debió ser el encuentro primero, a sangre y fuego…»
Ergo, lo que se hace con los engaños delante de un toro que no quepa dentro de los calificativos tan claramente descritos por Andrés de Miguel será cualquier cosa, menos toreo. En beneficio de la duda, lo calificaré como pegar pases o dar pases para no abandonar los terrenos de la tauromaquia y recurrir a la expresión textual de don Domingo Ortega, quien con acierto define así a la simulación del toreo.

Pero, ¿qué sucede cuando el dar pases se envuelve en un ropaje de elegancia? Pues que la belleza más o menos extravagante – elegante – del pegapasismo es capaz de deslumbrar y de engañar al espectador, haciendo posible que se le considere toreo y por añadidura, artístico.

Esa situación me recordó un cuento de Andersen, que me sirvió para titular esta entrada, en el que entre otras cosas, se narra lo que sigue:
«...montaron un telar y simularon que trabajaban; pero no tenían nada en la máquina. A pesar de ello, se hicieron suministrar las sedas más finas y el oro de mejor calidad, que se embolsaron bonitamente, mientras seguían haciendo como que trabajaban en los telares vacíos hasta muy entrada la noche... Todos los moradores de la capital hablaban de la magnífica tela, tanto, que el Emperador quiso verla con sus propios ojos antes de que la sacasen del telar. Seguido de una multitud de personajes escogidos, entre los cuales figuraban los dos probos funcionarios de marras, se encaminó a la casa donde paraban los pícaros, los cuales continuaban tejiendo con todas sus fuerzas, aunque sin hebras ni hilados...»
Así sucede hoy en Madrid – desde mi particular perspectiva –, se hila en el vacío. Se aclama el pegado de pases envuelto en la vacía elegancia a la que en su día señaló José Alameda como un mero accidente y se ignora o se deja de reconocer el toreo que es llamado eterno y que ni siquiera requiere calificativos, como afortunadamente lo expresó hace dos décadas Andrés de Miguel. El traje nuevo del emperador es pues, ese pegapasismo envuelto en elegancia al que todo mundo aclama y en el que cree ver el toreo.

¿Será que la cátedra se ha vuelto cateta? ¿Será que en la Feria, el clavel es ahora el distintivo de los isidros? Pareciera ser así, porque la falta de respeto con la que se ha tratado a quienes han hecho el toreo y con la que se ha aclamado a toros que – voy a repetir – ocultaron su mansedumbre tras un velo de genio, no es propio de una afición que reclama para sí el estandarte de la primera del mundo.

Retomo el cuento de Andersen:
«Nadie permitía que los demás se diesen cuenta de que nada veía, para no ser tenido por incapaz en su cargo o por estúpido. Ningún traje del Monarca había tenido tanto éxito como aquél... ¡Pero si no lleva nada! -exclamó de pronto un niño... ¡Dios bendito, escuchen la voz de la inocencia! -dijo su padre; y todo el mundo se fue repitiendo al oído lo que acababa de decir el pequeño... ¡No lleva nada; es un chiquillo el que dice que no lleva nada!... ¡Pero si no lleva nada! -gritó, al fin, el pueblo entero... Aquello inquietó al Emperador, pues barruntaba que el pueblo tenía razón; mas pensó: “Hay que aguantar hasta el fin”. Y siguió más altivo que antes; y los ayudas de cámara continuaron sosteniendo la inexistente cola».
La comunicación de la fiesta, al igual que en la historia que cito pretende soslayar la oquedad de lo que hoy por hoy pasa en casi todos los ruedos y de acallar las voces que señalan esa ausencia del toreo en los festejos que se dan. Pero no hay mal que dure cien años y como en el cuento, seguramente irá creciendo el número de voces que se enteren de que eso que se quiere hacer pasar por toreo – con su envoltura de elegancia – es otra cosa bien distinta, que produce emociones auténticas.

Aclaración necesaria: Al tener casi concluido este mamotreto, me crucé en el éter con mi amigo Enrique Martín y al comentarle el título pensado me comentó que él ya lo había utilizado. Encontré la entrada que él publicó el viernes 2 de abril del año 2010 – y que pueden leer aquí –. Ya decidirán Ustedes si Enrique y servidor nos referimos a la misma ropita o si el emperador anda de estreno.

domingo, 2 de agosto de 2009

1934 – 1935: Lorenzo Garza y El Soldado, mano a mano, los amos de Madrid (y II)


Para el año de 1935, la fiesta en Madrid se había trasladado a una nueva casa, la Plaza de Toros de Las Ventas. Como todos los escenarios taurinos nuevos, la plaza de toros que todavía hoy es el principal escenario táurico del mundo era objeto de múltiples críticas, tanto por su ubicación, como por la oportunidad de su puesta en funcionamiento, dado que la tradición y la historia registrada en la de la Carretera de Aragón hacían creer que la nueva era hasta cierto punto superflua.

Los personajes de esta historia ya no eran en este momento dos novilleros deseosos de gloria. Lorenzo Garza había recibido la alternativa el 29 de septiembre de 1934 en Aranjuez, de manos de Juan Belmonte – había renunciado a una que el 6 de agosto de 1932 le diera en Santander Pepe Bienvenida –, en tanto que El Soldado se había hecho matador de toros el 24 de marzo de 1935 en Castellón, de manos de Rafael El Gallo y había renunciado a una alternativa que Cagancho le había otorgado en El Toreo de México el 5 de marzo de 1933.

26 de mayo de 1935. 4 toros de Gallardo y dos de Ramón Ortega (5º y 6º) para Manuel Jiménez Chicuelo, Lorenzo Garza y Luis Castro El Soldado.

Solo Garza cortó la oreja del quinto esa tarde, que fue infumable por la combinación de los problemas que causaron los toros y el piso del ruedo. La relación de don Gregorio Corrochano en el ABC de Madrid del 28 de mayo siguiente resalta en lo siguiente:

...He de averiguar a qué término municipal pertenecen los terrenos donde está enclavada la nueva plaza de toros, porque tengo la esperanza de que no sea término de Madrid. Y me refugio en la esperanza, porque si lo que está ocurriendo en esa plaza ocurre fuera de Madrid, aun no siendo muy recomendable, tendría menos trascendencia; ahora si se demuestra que esa plaza es la plaza de Madrid, está la fiesta perdida...

...El hecho es que dede que nos hemos trasladado a las Ventas del Espíritu Santo, o nos hemos salido de Madrid o hemos perdido ya la noción de lo que eran las corridas en Madrid. La plaza vieja - ¡vieja admirable! - nos ve ir y nos ve venir y no se derrumba, como si esperara que una tarde, cansados, volvamos a ella, a ver si encontramos los toros de Madrid...

...El domingo vino una de esas corridas que antes no venían a Madrid, y que vienen ya sabemos por qué, y fue, como era de esperar, una corrida impresentable: toros que no tenían fuerza, ni la precisa para sostenerse en pie... toros que había que lidiarlos con gran cuidado, por delante y con las manos altas, para sostenerles, evitar que se cayeran y no hacerles daño. Es decir, todo lo contrario de lo que debe ser el toreo cuando hay toros, que es castigo y dominio y riesgo. Los toros de Gallardo venían ya castigados desde Algeciras... Dos toros fueron retirados, el quinto, que parecía tener más fuerza que los otros, porque salió correteando abanto y el sexto porque no se podía tener, ahora que los sobreros de Ramón Ortega eran más chicos, sobre todo el último, verdaderamente abecerrado... Nota curiosa. Como el piso de la plaza está en muy malas condiciones, y constantemente tienen que tapar hoyos los areneros, me hicieron observar que con los toros en la plaza, estaban los areneros tranquilamente trabajando. Ni para los areneros había toros. Y sin toros no puede haber ni corrida, ni reseña…

30 de junio de 1935. 5 toros de Clairac y uno de Bernardo Escudero (6º) para Marcial Lalanda, Lorenzo Garza y El Soldado.


Con este festejo se dio por terminada la temporada madrileña de ese año y fue uno de esos que solamente quedan para la bitácora, pues ningún hecho memorable se produjo en el mismo. El juicio que de este festejo hace don Gregorio Corrochano en el diario madrileño ABC del 2 de julio siguiente es agrio, sin acabar de digerir la manera de hacer en el ruedo de Lorenzo y de Luis y cuestionando duramente la actuación de Marcial. De su crónica extraigo lo siguiente:

...Marcial era el único que podía poner en la tarde la nota de torero. No la puso y la corrida fue una calamidad. Para mí estuvo desacertado incluso en hacer señas al presidente para que cambiara el tercio de varas. No porque el toro necesitara más, sino porque nos estamos lamentando siempre que no se pican los toros, y es preferible un error por exceso que por defecto; no vayan a contribuir los propios toreros a lo que luego lamentan...

...Con Marcial falló toda la corrida, pues Garza y El Soldado demostraron una vez más todo lo que desconocen del toreo...




Este fue el epílogo de una historia que dos de los más grandes toreros que ha dado este país iniciaron en Madrid. De allí salieron a labrarse una gran carrera que les puso en un lugar privilegiado en la Historia del Toreo y es por eso que hoy pongo a consideración de Ustedes el recuerdo de estos fastos que sin duda, son parte de la razón de la grandeza de esta fiesta.

domingo, 14 de junio de 2009

2 mexicanos / españoles 2


En un comentario al post anterior, que trata sobre los novilleros que han cortado oreja en Madrid en las últimas seis décadas, Bastonito inquiría sobre cuántos carteles con dos toreros mexicanos se habían ofrecido en Las Ventas. Esa es una respuesta que solo la biblioteca y la hemeroteca pueden proporcionar y creo tener aquí una buena parte de ella, más no solo de la Plaza de Las Ventas de Madrid, sino que de una vez, dirigí mis pasos a ver, cuando menos – y por ahora – en lo que a corridas de toros se refiere, qué ha sucedido a la inversa en la Plaza de Toros México y en el ya fenecido Toreo de Cuatro Caminos.

El repaso de los datos que deja la historia, nos revela muchas cosas, pero en esta ocasión solamente pondré a la consideración de Ustedes los hechos sucedidos y quizás, en futuras entradas, entre en particularidades de algunas de las fechas aquí resaltadas, sea por interés propio o sea porque alguno de quienes pasan por aquí, muestren interés por conocer esa información.

Entre corridas de toros y novilladas, la Plaza de Las Ventas ha visto catorce festejos en los que han actuado dos toreros mexicanos en el mismo cartel, 6 han sido novilladas, 7 corridas de toros y una corrida mixta. Las fechas y carteles son los siguientes:

26 de mayo de 1935: 4 toros del Marqués de Salas y 2 de Ramón Ortega para Chicuelo, Lorenzo Garza y Luis Castro El Soldado.

30 de junio de 1935: 5 toros de Leopoldo Lamamié de Clairac y 1 de Bernardo Escudero para Marcial Lalanda, Lorenzo Garza y Luis Castro El Soldado.

26 de septiembre de 1935: Ventura Núñez Venturita,  Arturo Álvarez Vizcaíno y Silverio Pérez. - Novillos de Juan Terrones (1º), Sánchez Fabrés (2º), Rafael Lamamié de Clairac (3º), Leopoldo Lamamié de Clairac (4º), Francisco Melgar (5º) y Lorenzo Rodríguez (6º). (Novillada. Presentación de Silverio Pérez)

10 de septiembre de 1944: 8 toros de Concha y Sierra para Carlos Vera Cañitas, Arturo Álvarez Vizcaíno, Paquito Casado y Rafael Albaicín. (Confirmación de Vizcaíno y Cañitas).

24 de junio de 1945: 8 novillos de Claudio Moura para Rafael González Machaquito de Madrid, Manolo Navarro, Manuel Jiménez Chicuelín y Tacho Campos. (Novillada. Presentación de Chicuelín y Tacho Campos).

15 de agosto de 1945: 4 novillos de Hermanos Hidalgo y 4 de Julio Garrido para Rafael Ponce Rafaelillo, Mario Cabré, Andrés Blando y Manuel Gutiérrez Espartero. (Novillada. Presentación de Espartero y Andrés Blando).

2 de septiembre de 1945: 7 novillos de Concha y Sierra y 1 de Sánchez de Terrones para Morenito de Talavera Chico, Ricardo Balderas, Eduardo Liceaga y Manuel Perea Boni. (Novillada)

1 de octubre de 1945: 8 novillos de Hoyo de la Gitana para Antonio Toscano, Manolo Navarro, Tacho Campos y Curro Rodríguez. (Novillada)

21 de octubre de 1945: Corrida mixta. 2 toros de Hoyo de la Gitana y 6 novillos, 4 de Claudio Moura, 1 de Sánchez Fabrés y 1 de Juan José Cruz para Manuel Gutiérrez Espartero y los novilleros José Guerra, Manuel Perea Boni y Paco Rodríguez.

22 de junio de 1952. - 5 toros de Juan Pedro Domecq y 1 de Batanejos (5º). Antonio Velázquez, Rafael Llorente y Juan Silveti. (Velázquez y Silveti cortan oreja).    

13 de julio de 1952: 7 toros de Manuel García Aleas y 1 de Sánchez Valverde para Luis Briones, Manolo Navarro, Jorge Ranchero Aguilar y Jaime Malaver. (Confirmación del Ranchero).

5 de octubre de 1952: 6 novillos de Francisco Ramírez para Lorenzo Guirao Morenito de Córdoba, Pepe Luis Méndez y Antonio Durán. (Novillada. Presentación de Pepe Luis Méndez)

17 de mayo de 1953: 6 toros de Joaquín Buendía para Antonio Bienvenida, Rafael Rodríguez y Jorge Ranchero Aguilar.

11 de junio de 2009: 6 novillos de Hermanos Torres Gallego para Arturo Saldívar, Francisco Pajares y Ernesto Javier Tapia Calita. (Novillada. Saldívar sustituyó a José Manuel Mas).

Hay dos situaciones que no caben precisamente en la premisa planteada al inicio, pero que creo que merecen ser incluidas aquí y que son las de los días 22 de mayo de 1971, fecha en la que se lidiaron 6 toros mexicanos de San Miguel de Mimiahuápam para Victoriano Valencia, Antonio Lomelín y José Luis Parada y la del 24 de mayo de 1987 en la que saltaron al ruedo venteño 4 toros mexicanos, 2 de San Mateo, 2 de San Marcos y que con otros 2 de José Samuel Pereira Lupi, completaron el encierro lidiado por Nimeño II, David Silveti y Tomás Campuzano, en la tarde en la que David confirmó su alternativa.

En la Capital Mexicana

En México se recuerda especialmente la corrida del 17 de febrero de 1946 celebrada en El Toreo de la Condesa, en la que alternaron Manolete, Pepe Luis Vázquez y Luis Procuna en la lidia de toros de Coaxamaluca como una de las más grandes de la historia reciente de la tauromaquia mexicana. Hoy se pretende invocar una serie de razones – sinrazones más bien – para mantener una absurda prohibición que impide la confección de carteles con mayoría de toreros extranjeros en la Capital de la República.

Sin embargo, la idea es más bien reciente, porque todavía en los años 70 del pasado siglo, se dieron festejos en con esas características y nada negativo sucedió, pero los tiempos han cambiado y lo que ayer se podía hacer, hoy está vedado. En las plazas de la capital mexicana, las combinaciones en corridas de toros, a partir de la inauguración de la Plaza México (5 de febrero de 1946), son las que siguen:

26 de febrero de 1946: Toros de Torrecilla para Manolete, Luis Procuna y Rafael Perea Boni.

9 de diciembre de 1951: Toros de Pastejé para Silverio Pérez, Litri y Alfredo Jiménez.

13 de enero de 1952: Toros de Rancho Seco para Antonio Velázquez, José María Martorell y Manolo González.

20 de enero de 1952: Toros de Torrecilla para Fermín Rivera, Manolo González y José María Martorell.

17 de febrero de 1952: Toros de La Laguna para Antonio Velázquez, José María Martorell y Julio Aparicio.

30 de noviembre de 1952: Toros de Torrecilla para Silverio Pérez, José María Martorell y Antonio Ordóñez.

14 de diciembre de 1952: Toros de Pastejé para Antonio Velázquez, Pepe Dominguín y Luis Miguel Dominguín.

11 de enero de 1953: Toros de Zotoluca para Manolo González, Rafael Rodríguez y José María Martorell.

18 de enero de 1953: Toros de El Rocío para Juan Silveti, Antonio Ordóñez y Rafael Llorente.

13 de diciembre de 1953: Toros de Zotoluca para Jorge Ranchero Aguilar, Manuel Jiménez Chicuelo II y Manuel Calero Calerito.

24 de enero de 1954: Toros de La Laguna para Joaquín Rodríguez Cagancho, Rafael Rodríguez y Pedro Martínez Pedrés.

7 de febrero de 1954: Toros de Pastejé para Juan Silveti, Pedro Martínez Pedrés y Antonio Chenel Antoñete.

6 de marzo de 1955: Toros de Ernesto Cuevas para Gastón Santos (Rej.), Luis Briones, Emilio Ortuño Jumillano y Juan Posada.

En El Toreo de Cuatro Caminos:

3 de enero de 1954: Toros de Rancho Seco para Héctor Saucedo, Manolo Vázquez y Emilio Ortuño Jumillano.

31 de enero de 1954: Toros de La Laguna para Manolo Vázquez, Emilio Ortuño Jumillano y Guillermo Carvajal.

14 de marzo de 1954: Toros de Santo Domingo (6) y Tequisquiapan (2) para Fermín Rivera, Luis Procuna, Emilio Ortuño Jumillano y Manuel Jiménez Chicuelo II.

9 de diciembre de 1956: Toros de San Mateo para Miguel Báez Litri, Antonio Ordóñez y Joselito Huerta.

11 de diciembre de 1956: Toros de La Punta (3) y Matancillas (3) para Rafael Rodríguez, Miguel Báez Litri y Antonio Ordóñez.

24 de marzo de 1963: Toros de Tequisquiapan para Manuel Capetillo, Curro Romero, Santiago Martín El Viti y Víctor Huerta.

6 de junio de 1966: Toros de Piedras Negras (4) y La Laguna (3) para Juan Cañedo (Rej.), Jesús Delgadillo El Estudiante, José Fuentes y Paco Pallarés.

Estos son, salvo error u omisión, los festejos que se dan en estas condiciones y como podrán ver - y pendientes las novilladas -, hay muchos nombres ilustres y algunos otros que no vienen a la memoria con facilidad, pero todos ellos son parte de esta historia, que decididamente tiene muchos episodios bien interesantes…


La fotografía de la Plaza México es obra de CEPx09.

jueves, 11 de junio de 2009

Novilleros mexicanos triunfadores en Madrid en las últimas seis décadas


A veces conviene repasar la historia, pues al recorrer sus páginas nos encontramos nombres y sucesos interesantes, que son parte de la argamasa que mantiene unido ese gran edificio que es la Fiesta de los Toros. Hoy en particular, hago este recordatorio, porque para un novillero, obtener una oreja en Madrid, no es cosa de todos los días, sobre todo, cuando vemos que en los últimos tiempos el tránsito de noveles de un lado a otro del Atlántico apenas se empieza a reasumir, cuando hubo algún tiempo, en que para los de aquí y los de allá, el comparecer en las principales plazas de ambos países era prácticamente mandatorio.

Hoy parece ser que se recupera esa interesante costumbre, que nos permite ver prácticamente desde el embrión, a quienes tienen por idea la de encabezar la torería de sus respectivas patrias, dejándonos la oportunidad de calibrar sus posibilidades y de ir adquiriendo el gusto por verles, lo que entre paréntesis, me parece una buena forma de inducción al gusto de la afición.


Pero el objeto de estas líneas es otro. Es el comentar cuales novilleros mexicanos han alcanzado el significativo logro de obtener al menos una oreja en la Plaza de Las Ventas, a partir de la segunda mitad del pasado siglo y son los siguientes:

1956. Del puerto de Mazatlán, José Ramón Tirado cortó tres orejas en una semana; la primera, el 8 de julio a un novillo de don Atanasio Fernández, cuando alternaba con el maño Fermín Murillo y Paco Pita; la segunda, cuatro días después, acartelado con Pepe Cáceres y Victoriano Valencia, se llevó otra oreja de un novillo de la misma procedencia y cerró su cuenta el 15 del mismo mes, abriendo la puerta grande al llevarse dos orejas de su segundo novillo de Garro y Díaz Guerra, cuando alternó con Juan Jiménez El Trianero y de nuevo el colombiano Pepe Cáceres.


1962. El 29 de junio el fino torero regiomontano Fernando de la Peña, se lleva la oreja del tercero de la tarde, de Ana Peña, siendo sus compañeros de cartel Antonio León y José Luis Barrero. El 26 de agosto, será el turno de Óscar Realme, que alternaba con Rafael Montero Rafaelete y Pepe Mata y obtendrá la oreja de su primer novillo, que llevaba el legendario hierro de don Manuel García – Aleas.

1963. Es de nueva cuenta Fernando de la Peña quien abre la senda de los triunfos, cuando se lleva una oreja de un novillo del Marqués de Albaserrada el día 1º de mayo, acartelado con Antonio Medina y Efraín Girón. Posteriormente el 1º de septiembre, un torero de dinastía, Mauro Liceaga formando cartel con Francisco Raigón y José Ortas, se lleva una oreja de un novillo de Samuel Flores.

1964. El acapulqueño Antonio Sánchez Porteño, abre la Puerta Grande el día 31 de mayo, cuando se lleva dos orejas de su primer novillo del Marqués de Albayda, en tarde que alternó con José Luis Barrero y Antonio Sánchez Fuentes. Es el único que asegundó el logró de José Ramón Tirado de casi una década antes.

Es el mismo 1964 y el día 19 de julio, el hidrocálido Jesús Delgadillo El Estudiante, corta una oreja a un novillo de Luis Frías Piqueras, cuando hizo terna con Eduardo Ordóñez y José González Copano.

1966. – Es el hijo de El Rey del Temple, Jesús Solórzano Pesado, quien continúa con esta relación de triunfos, al obtener la oreja del tercero de la tarde de Sotillo Gutiérrez, cuando formaba cartel con Manuel Linares y José Ramón Lafuente el 18 de julio de ese calendario.

1977. – Algo más de una década después, es el torero de la colonia La Joya, José Luis Ortega, logrará en dos domingos seguidos la hazaña y así, en su presentación, el 4 de septiembre, cuando se acarteló con Eladio Peralvo y Pedro Somolinos, se llevó la oreja del sobrero de El Jaral de la Mira que cerró plaza y a los siete días exactos, se volvió a llevar otra, ahora del quinto de los Hermanos García Romero, que lidió en unión de Manolo Sales y Pepe Luis Chaves.

2000. – Veintitrés años pasaron entre la anterior oreja y la siguiente, que correspondió al tapatío Antonio Bricio, que integrando terna con Luis Vilches y Torres López, el día 21 de julio, obtuvo la oreja del tercero de la tarde de la ganadería debutante de Román Sorando.

2007. – Domingo 16 de septiembre, día de la Independencia Nacional. Octavio García El Payo, de Querétaro, corta una oreja al cuarto de la tarde de la ganadería de Hermanos Torres Gallego, cuando alternaba con Alberto Lamelas y Salvador García.

2008. – Domingo 6 de abril, el novillero de Aguascalientes, Mario Aguilar, corta la oreja al sexto de Martelilla, en tarde que formó cartel con Agustín de Espartinas y Eliseo Gallardo. Este trofeo fue el primero de la temporada en la plaza de Las Ventas y el segundo para un diestro hidrocálido de este escalafón en este periodo de tiempo.

2009. – Jueves 11 de junio, Festividad del Corpus. Arturo Saldívar, novillero hidrocálido que entró al cartel en sustitución del originalmente anunciado José Manuel Más, corta la oreja al cuarto de los novillos de Hermanos Torres Gallego, en tarde que actuó junto a Francisco Pajares y Ernesto Javier Tapia Calita, en un curioso cartel en el que dos novilleros mexicanos se conjuntaron en un mismo cartel en la principal plaza de toros del mundo.

En total son doce los compatriotas que han cortado orejas en Madrid en el último medio siglo. Solo José Ramón Tirado y Porteño abrieron la Puerta Grande y los únicos que lograron repetir su hazaña con más de una tarde cortando apéndices, fueron el propio Tirado, Fernando de la Peña y el capitalino José Luis Ortega.

Debo destacar que los tres últimos triunfadores son producto del proyecto de formación taurina Tauromagia iniciado en México por un grupo de taurinos que integraron entre otros Enrique Martín Arranz, Carlos Neila, Julio Esponda, Manuel Villalvazo Baz, Juan Cubero, Alberto Elvira y otros destacados personajes de la fiesta de aquí y de allá que vinieron a México a buscar talento que formar para destacar en los ruedos.

Por último, también recalco que las dos últimas orejas cortadas por novilleros mexicanos en Madrid, fueron concedidas a dos toreros de Aguascalientes, orgullosamente hidrocálidos, quizás llamados a tomar el testigo dejado por otros toreros de esta tierra que tuvieron vocación y carácter de figuras del toreo como Rafael Rodríguez El Volcán de Aguascalientes o Miguel Espinosa Armillita Chico.

Aldeanos