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domingo, 15 de agosto de 2021

15 de agosto de 1926: Se presenta la ganadería de Matancillas en El Toreo de la Condesa

La historia de La Punta y Matancillas es un poco el reflejo el de la vida de quienes fueron sus fundadores y por muchos años sus propietarios, don Francisco y don José C. Madrazo. La primera, el hierro titular de la casa, el que vino a pasar a la historia como uno de los fundacionales de la actual cabaña brava mexicana y el segundo, en un plano más recatado, como una derivación de gran categoría que vino a ser el que regó en muchas otras ganaderías nacionales la sangre de Parladé, porque es una verdad sabida, que los señores Madrazo nunca cedieron por ningún título, vacas con el hierro de La Punta con fines de reproducción.

Sin embargo, la finca de Matancillas, contigua a la de La Punta, sería el lugar en donde ésta última fraguaría su grandeza. Don Francisco Madrazo Solórzano, en su obra El Color de la Divisa, narra lo siguiente:

La historia de nuestra casa... principió en un tentadero realizado en la finca de Matancillas, en el potrero de las Cacalotas, en una plaza construida de piedra sobre unas viejas tapias de calicanto. 

Era el mes de noviembre de 1921, y se celebraba una tienta de las vacas primitivas. Mi padre invitó a su gran amigo, Juan Belmonte García – que por entonces hacía su segunda campaña en cosos mexicanos – a torear unas terneras.

El trianero permaneció durante toda la faena sentado en los tejadillos de la plaza. No bajó ni una sola vez a darle un capotazo a las vacas, que toreaban – como podían – amigos íntimos de la casa: Tono Algara, Luis Vidrio y Pepe Cobián, auxiliados por el matador hidrocálido Rodolfo Rodarte.

Al terminar el tentadero, durante la comida de cordero al pastor, servido a pleno campo, Juan le dijo a mi padre: “Mire Paco, si usted es ganadero sólo por divertirse, lo que tiene está bien. Pero si usted quiere ser de verdad un criador de toros bravos y competir con los de su país sin desdoro, mate todo lo que hoy tiene. Venga a España, que yo con mucho gusto sabré aconsejarle en lo que compre, para que, con eso, y al cabo de un largo tiempo, pueda usted enorgullecerse de La Punta. Yo conozco, y soy muy buen amigo de varios ganaderos de lo mejor, que estarán dispuestos a venderle una punta de vacas escogidas y toros padres seleccionados por tienta y reata, de lo más selecto de sus piaras. Piénselo bien, y cuando usted lo decida, avíseme. Estaré, como siempre, dispuesto a servirle lo mejor que me sea posible...

Y es que, en esos años, la actual finca de La Punta no existía, pues se empezó a construir hasta 1927 y entonces las pruebas del ganado de lidia, originario primero de San Nicolás Peralta con toros padres de Parladé y Saltillo y después, procedente de San Mateo, se hacían precisamente en Matancillas, en la plaza levantada allí a ese efecto. Pocos años después, Matancillas iniciaría su andadura con nombre propio por los ruedos de México.

La 14ª novillada de la temporada 1926

El día de la Asunción de 1926 se celebraría la 14ª novillada del ciclo correspondiente a ese calendario. Se anunció la presentación de la ganadería de Matancillas – como fracción de La Punta – con un encierro para Julián Rodarte, Edmundo Maldonado Tato y la revelación Fermín Espinosa Armillita Chico. La publicidad anunciadora del festejo en el semanario Toros y Deportes, señalaba que la sangre de la ganadería era cruza española de Parladé, cuestión que luego veremos, resulta algo inexacta.

Los toros de La Punta, después de la importación de la simiente parladeña, se distinguieron, la mayor parte de su tiempo, por ser negros. Esa uniformidad en su capa produjo en don Francisco Madrazo Solórzano, una cierta fascinación por los toros de pintas diversas – raras, les llama él – y en su ya citada obra, hace este apuntamiento:

En los viejos libros de la casa vienen las fichas de dos novillos jaboneros. “Garrapato”, Nº 44 y “Palomito”, Nº 49, ambos hijos del toro de Parladé, con vacas de San Nicolás Peralta. El primero de ellos, lidiado por Fermín Espinosa “Armillita”, – novillero – en El Toreo de la Condesa, el 15 de agosto de 1926; y el segundo, regalado por mi padre a su gran amigo y aficionado práctico, don Luis Vidrio… El lote primitivo se mandó matar íntegro, y no volvimos a tener “pintas raras” en La Punta...

Es decir, el encierro de la presentación de Matancillas en El Toreo no era de origen Parladé puro, don Paco menciona al novillo jabonero número 44 y más adelante veremos que Verduguillo hará referencia a otro colorado ojo de perdiz, también del lote de Armillita. Y tiene su lógica, apenas hacía poco más de un año que el ganado adquirido por medio de Juan Belmonte, de Campos Varela, había llegado a La Punta, por lo que era materialmente imposible que estuviera en posibilidad de lidiar, aunque fuera una novillada de ese origen en tan breve tiempo.

El triunfo de Armillita

Rafael Solana Verduguillo, tituló su crónica publicada en su tribuna del Toros y Deportes salido a los puestos el día 17 siguiente: Triunfó Fermín el Sabio. Lo grande ese día, lo realizó ante el segundo de la tarde, del que relata:

Voy a ocuparme en primer lugar de la labor de Espinosa, porque fue el amo de la situación esta tarde. En segundo lugar, apareció un becerrote crecidito, castaño, ojo de perdiz, y con dos buenos pitones… el coahuilense logró quedarse con el animalito, y soltó una, dos, tres, cuatro verónicas estupendas, conservando los pies quietos y juntos, mandando únicamente con los brazos y pasándose por la barriga hasta el último pelo de la cola. Nos pusimos de pie, y ovacionamos esos cuatro lances maravillosos; vinieron después dos verónicas más, solamente buenas, luego un farol regular, y un recorte ceñido y vistoso…

“Armillita” encontró a su primer enemigo barbeando las tablas y con pocas ganas de pelea. Buscó al de “Matancillas” en el terreno que éste eligió; allí le dio un muletazo por alto, dos ayudados por bajo, obligando y consintiendo mucho para que el morito no se marchara. Un ayudado por bajo más, y el de costado con la derecha, aprovechando el viaje. Esto causa alboroto en las galerías, y, naturalmente, la escena se repite; sólo que esta vez el toro se va con la música a otra parte. Ya lo esperábamos.

En la zona de toriles, se desarrolla ahora la escena. “Armillita” que conoce las querencias muy bien y por eso digo que sabe mucho de estas cosas, se mete en el terreno enemigo; ahí pesan los toros. Dos ayudados por bajo, y después un natural con la zurda, corriendo muy bien la mano, otro igual, pasándose los pitones horrorosamente cerca, y el tercero nos pone los pelos de punta porque vemos como el maestrito ha tirado del toro, y se lo ha pasado por delante con la velocidad de un galápago. Así.

El toro sigue peleando en su querencia, y el torero sigue metido en ese peligroso terreno, porque sabe que ahí es donde las dan y las toman. Otra serie de tres naturales, soberbios, torerísimos. La cuadratura se logra, Fermín entra derecho, y sepulta la mitad del estoque en el mismo hoyo de las agujas; segundos después, el toro cae sin puntilla.

La concurrencia se pone de pie y aclama al maestro; y aparecen los albos pañuelos pidiendo la oreja, que el regidor Rochín concede. Nueva ovación y petición de la otra oreja. Y otra ovación más, y ahora es el rabo lo que exige la afición para el torero triunfador. Dos vueltas al ruedo, salida a los medios. ¡El delirio! ¡Bravo “Armillita”!

El devenir de Matancillas

Los hermanos Madrazo comenzaron a lidiar los productos del ganado de origen Parladé que importaron a partir del año de 1927, cuando se obtiene el cartel para la ganadería de La Punta tras de lidiar una corrida completa en El Toreo de la Condesa, el 23 de enero, para Chicuelo, Emilio Méndez y Marcial Lalanda

Matancillas dejaría de ser fracción de La Punta en 1942. Tendría ya su propio hierro y divisa. Cuenta doña María Luisa Solórzano:

Los hermanos Madrazo escogieron la divisa color oro, gris y rojo, y el hierro es como una flor de lis con círculo. Cuando formaron la ganadería de Matancillas, en 1942, escogieron el mismo hierro, pero sin el círculo, y los colores verde y negro para la divisa…

Y así, Matancillas, ya con hierro y divisa propios, la ganadería predilecta de Conchita Cintrón – en 1939, mató con Jesús Solórzano y Alberto Balderas, la camada completa – presentó su primera corrida de toros en El Toreo de la Condesa el 10 de enero de 1943, para el nombrado Rey del Temple, Lorenzo Garza y Carlos Arruza.

Mucho se afirmó que en Matancillas se dejaban las vacas que no superaban los exigentes criterios de selección de don Francisco y don José C. Madrazo, pero que tampoco merecían ser desechadas. Yo agregaría que quizás también iban allí aquellas que, habiendo superado la prueba, no eran absolutamente negras, al igual que los machos que tentados con el caballo, superaban la prueba, pero no la de la negrura o que allí se ensayaban cruces entre familias antes de establecerlos en La Punta.

Nombres ilustres de toros de Matancillas son entre otros Cirilo, aquel toro con el que el Faraón Silverio dijera más de una vez, que hizo la mejor faena de su vida; Mañico, el novillo que fue cima y sima para Rafael Osorno; Tepiqueño, un novillo que encumbró a Finito en Guadalajara, o Solimán, otro novillo que nos mostró los espléndidos alcances de Jesús Solórzano aquí en Aguascalientes.

Aproximadamente en 1958 los caminos de La Punta y Matancillas comenzaron a separarse. Esta última quedó en la titularidad exclusiva de don José C. Madrazo, quien la conservó hasta el año de 1967 y al salir de la familia de sus fundadores, varió su base genética. Sin embargo, durante noventa y cinco años ya, su nombre ha estado presente en las principales plazas y ferias de México y de la América taurina durante una buena parte de ese casi ya un siglo.

domingo, 12 de abril de 2020

José C. Madrazo. Esbozo de un retrato

José C. Madrazo a la izquierda de Luis Miguel Dominguín
y Lucía Bosé, Plaza de Las Ventas Cª 1956 
Durante alrededor de cuatro décadas los toros de La Punta se anunciaron en los carteles como propiedad de don Francisco y don José C. Madrazo. La propiedad de la ganadería por ambos hermanos data del año de 1918, cuando inician la crianza de ganado de lidia con vacas de San Nicolás Peralta y dos sementales españoles: uno de Parladé, llamado Pinchasapos, y el otro de Saltillo, de nombre Finezas.

En 1925 los hermanos Madrazo se decantan por el encaste Parladé e importan, en dos lotes, ganados de Gamero Cívico y de Campos Varela. En ese giro, que sería histórico, formarían una ganadería que sería durante muchos años la más larga del mundo, tanto en superficie territorial como en número de vientres, pues en algunos años llegarían a tener mil vacas núbiles, todas con una importante característica, su sangre no había sido mezclada con ganados criollos nacionales; es decir, el encaste original se mantuvo siempre en pureza.

Interesante es que aún cuando los carteles anunciadores contemplaban a don José Madrazo como condueño de La Punta, el grueso de la grey taurina y de los medios de comunicación consideraran a don Francisco como el artífice de la ganadería. Pareciera que se hacía menos a don José. Sin embargo, hurgando un poco en los acontecimientos, se puede advertir que cada uno de los hermanos tenía una función bien definida en el devenir de La Punta – y de Matancillas, después – y que la huella de esta histórica vacada tiene la firma de ambos.

Una gran collera

José Cipriano Madrazo y García Granados nació, como todos los varones de su familia, en la casa de la hacienda de La Punta, el 14 de septiembre de 1889. Fue el cuarto hijo del matrimonio formado por don Ignacio Madrazo y Carral y doña Carlota García Granados. Recibió, seguramente, una educación esmerada y se le formó para dirigir lo que hoy llamaríamos una empresa agropecuaria de gran envergadura. Al fallecimiento de sus padres, por herencia se adjudicaron a él y a su hermano Francisco las fincas de La Punta y Matancillas.

Su segundo nombre – Cipriano – no era de su gusto, según nos cuenta su sobrina Carmelita Madrazo en el libro Mis Muertos:
Era el hermano pequeño de mi padre, quien le llevaba casi cuatro años. Todo el mundo lo conoció por José C., o Pepe Madrazo. El ponerse José C. se debió a que su segundo nombre – Cipriano – no le agradaba mucho, pero tampoco le disgustaba tanto como para no poner el toque «chic» de José C.
El manejo de las cosas del campo lo llevaba don Paco con la ayuda de su esposa, María Luisa Solórzano, hermana del matador Jesús, El Rey del Temple. Eso era su pasión y la razón de su vida. Sin embargo, el funcionamiento de una ganadería de toros de lidia a veces trasciende lo que sucede en los cerrados y en los tentaderos. Y más aún en aquella época en la que México acababa de salir de una Revolución que dejó como una de sus herencias una reforma agraria, que mal entendida, se enfocó en deshacer unidades eficientes de producción con la finalidad de repartir tierras a campesinos inhábiles para hacerlas producir por falta de recursos para ello.

Así lo refiere Carmelita Madrazo, sobrina de don Pepe en Cornadas al Viento:
Mi padre y mi tío Pepe fueron en cierta forma una sola persona. Yo misma nunca supe en dónde comenzaba uno y en dónde terminaba el otro. Es como cuando en un día nublado se mira al horizonte, es muy difícil distinguir en dónde terminan los cerros y en dónde empieza el cielo. No puedo pensar en uno de ellos sin recordar al otro. Siempre estaban juntos, unas veces discutiendo y otras no...
Y es que en esa especie de teoría del alter ego, don Pepe era el diplomático, el negociador, el que hacía las gestiones en la Presidencia de la República, en las Secretarías de Estado, con los Gobernadores o en los despachos de los taurinos. Su carácter y su forma de llevar la mano de hierro envuelta en un guante de seda le permitieron siempre obtener resultados convenientes para sus ganaderías y para sus pares.
Todo ese boato, a su hermano Paco no le atraía demasiado y aprovechaba la habilidad de Pepe para las relaciones públicas y que él tuviera contacto con Presidentes, Ministros, Gobernadores que los ayudaran a solucionar los problemas que en el campo se iban presentando...
Esa habilidad para relacionarse con las personas le permitió sentar a su mesa y dialogar con todo tipo de personas. Tuvo una profunda amistad con el embajador Justo Sierra Casasús – en su día Secretario Particular del Presidente Adolfo López Mateos y aficionado práctico –, quien llegó a pasar temporadas en La Punta. También pudo reunir en torno suyo a personajes como los ganaderos Manuel Buch y Escandón, Agustín Barbabosa y Jerónimo Merchand; los empresarios Antonio Algara, Alfonso Gaona y Jesús Ramírez Alonso, o a los escritores Carlos León y José Alameda.

Con todos esos personajes tuvo amistad y pudo establecer una importante trama de relaciones que le fueron útiles para el desarrollo de sus funciones tanto como ganadero de La Punta, como en las distintas funciones que desarrollaría en los entretelones de la Fiesta en tiempos futuros.

Como aficionado, gustaba de acudir a España todos los años (muchos de ellos en compañía de su sobrino Francisco Madrazo Solórzano) y tenía una estrecha relación con todos los taurinos relevantes de aquellos años, ya fueran empresarios, ganaderos o apoderados, lo que sin duda facilitaba su desempeño en cuanto a relaciones públicas se refiere.

Primer presidente de los ganaderos

Los ganaderos de lidia mexicanos se reunieron en una Unión de Criadores en el año de 1930. Fundadores de ésta fueron, por supuesto, don Francisco y don José C. Madrazo. En el año de 1946, al recibir reconocimiento oficial como Asociación Ganadera, la Unión se transforma en la Asociación Nacional de Criadores de Toros de Lidia. Don Pepe Madrazo fue su primer presidente y estuvo al frente durante cuatro periodos, los que iniciaron los años de 1946, 1949, 1955 y 1957, un caso único en esa agrupación.

Los dos últimos periodos fueron extremadamente sensibles. El campo mexicano pasó por una gran sequía entre los años de 1949 y 1958. Todos los aspectos de la actividad agropecuaria en México se vieron afectados y especialmente diría yo, los dedicados a la ganadería extensiva, que sin pastos naturales para alimentar a sus animales se vieron en la necesidad de recurrir a la adquisición de forrajes y piensos y, en casos extremos, al sacrificio de pies de cría para la subsistencia de sus vacadas.

Sus gestiones en esa posición le permitieron obtener apoyos gubernamentales para la actividad, lo que facilitó la continuidad de la Fiesta en esos tiempos difíciles, con la conservación de puestos de trabajo y la generación de recursos que implica todo ello.

El árbitro de las cosas de los toros

Cossío señala que, en su día, Eduardo Margeli llegó a ser el árbitro de las cosas de los toros en México. Quizás al gaditano le valió ser el que manejaba los destinos de la plaza más importante del país. 

Las informaciones de la prensa de su tiempo reflejan también que don José C. Madrazo fue el fiel de la balanza en muchas cuestiones. Sus dotes para la diplomacia y la conciliación le permitieron resolver distintas situaciones que durante su paso por la vida se fueron presentando en las cosas de los toros.

Quizás el primer hecho notable que tuvo que resolver, junto con su hermano Francisco, fue el enfrentamiento de Ignacio Sánchez Mejías con Rodolfo Gaona en Aguascalientes.

Los dos diestros fueron anunciados para actuar los días 24 y 25 de abril de 1921 en la plaza San Marcos. Gaona no se presentó a la primera, invocando una cláusula de su contrato que establecía que él podía alternar con quien quisiera, por lo que mandó a Zapaterito a sustituirle y el día 25, trajo a Carlos Lombardini para completar el cartel con él. Sánchez Mejías se quedó, como decimos vestido y alborotado, El – Hombre – Que – No – Cree – En – Nada cuenta lo siguiente al respecto de este asunto:
Para el segundo festejo se anunció como estaba prevenido, el mano a mano Gaona-Mejías, sorprendiéndose la afición el día de la corrida con la circulación de nuevos programas conteniendo la novedad de un cambio radical en el cartel: Sánchez Mejías sería sustituido por Carlos Lombardini en atención (esto no lo rezaban los programas) a la famosa cláusula de imposición. Mejías alegó insistentemente su compromiso y absoluto derecho para tomar parte en la lidia de esa tarde; Gaona se impuso y hubo de recurrirse a la intervención de las autoridades, inclusive la del señor don Rafael Arellano, Gobernador del Estado, para hacer desistir a Sánchez Mejías de su decisión de presentarse en la plaza vestido de luces a la hora de la corrida, llegándose por fin a hacer uso de la fuerza armada para que impidiera aquella justa determinación, lo que se logró gracias a la intervención de los señores Madrazo, propietarios de la ganadería de La Punta, quienes se llevaron a Ignacio a su finca poco antes de que empezara el festejo…
Otro asunto relevante en el que don José Madrazo tomó parte, fue en el arreglo del convenio hispano - mexicano de 1944, cuando, en combinación con su amigo Antonio Algara (por entonces gerente de la plaza El Toreo de la Condesa), allanó el camino ante la Asociación de Matadores de España, para que las relaciones taurinas entre ambos países se restablecieran. Y tras el acuerdo alcanzado, se movieron los hilos con el empresario Livinio Stuyck para cerrar la contratación de Carlos Arruza, que confirmó su alternativa en la plaza de Las Ventas de Madrid aquel 18 de julio de 1944. Así fue como quedó zanjada la ruptura de relaciones que se venía arrastrando desde 1936 al suscitarse el llamado Boicot del Miedo.

Más adelante, en los años cincuenta, las cuestiones de los toros estaban revueltas en México. En la capital operaban dos empresas, una en la Plaza México y la otra en El Toreo de Cuatro Caminos. Algunos consideraban que se hacían una competencia desastrosa. En una columna aparecida en El Ruedo de Madrid, el 24 de julio de 1958, Don Dificultades escribió:
Las dos empresas, la de la Plaza México, con su fuerza taquillera, y la del El Toreo, con carteles atractivos, siguen trenzadas en la pelea, pero lo gracioso del caso es que unos ganando poco y los otros perdiendo también poco, no tienen ganas de cejar en la guerra. En El Toreo han interesado Rubén Bandín, que de cuajarse será un magnífico torero, y Gabriel España que es artista, pero endeble. En la México no ha logrado interesar nadie, pero interesa la Plaza, y ella es la preferida… Los «señores de la México» tienen puestas sus miradas en la casa «Camará», y don José Madrazo, el ganadero de La Punta, ha sido requerido, sin mayor resultado, para que intervenga; pero parece que ya están tendidos los cables, y hasta hay por ahí una proposición de don Moisés Cosío entregada al señor Oñós de Plantolit, encargado oficioso en Méjico del Estado español. Los señores de El Toreo, parece que con intervención tapada del señor Algara (¡), andan en pláticas con Domingo González, hijo, y con el mismo Luis Miguel...
Y ya cerca del final de ese 1958, ante la división de los toreros en dos agrupaciones sindicales, su intervención fue de nuevo clave para llevarlos a la unidad, según cuenta de nuevo José Jiménez Latapí, en el número del mismo semanario aparecido el día 13 de noviembre:
Bien. Ya están unificados todos los ganaderos mexicanos, gracias a la mano izquierda de oro de don José Madrazo. Ya no habrá cuentos chinos ni yugoslavos. También con la muñeca áurea de don Pepe Madrazo se han unificado los matadores de toros y novillos en la Unión de Matadores, habiendo desaparecido la Asociación. Tal fusión fue hecha en el local de la Unión de Ganaderos, y firmamos como testigos don José Madrazo y un servidor...
Mano izquierda de oro… Eso dice Don Difi. Yo escribía arriba, mano de hierro envuelta en guante de seda. José C. Madrazo aprendió, quizás desde su niñez, la necesidad del trabajo en equipo, el desarrollo de actividades donde cada uno de los miembros del grupo – breve o extenso – tiene una función específica que desarrollar, y así se convirtió en lo que hoy llamaríamos un magnífico ejecutivo.

También, de su actuación se observa su entendimiento de que el choque frontal debía evitarse a toda costa, pues es más fácil obtener las cosas por las buenas.

El final

Don José C. Madrazo fue un codiciado soltero que no tuvo descendencia. Su relación amorosa más sonada fue con la excéntrica poetisa Pita Amor, y en el ocaso de su vida contrajo matrimonio cuando contaba con 78 años, y lo hizo con una mujer – Manuela Roselló, española – 46 años más joven que él.

Duró menos de seis meses casado, pues falleció el 12 de febrero de 1969 en la Ciudad de México, nueve años más tarde que su querido hermano Francisco, con el que había formado una extraordinaria mancuerna de trabajo.

Ya había dejado de ser ganadero de toros de lidia, pues dos años antes de su muerte, había vendido la ganadería de Matancillas, que fue la que le correspondió en la división de los bienes familiares. 

Sin embargo, creo que este esbozo sobre lo que ha sido y lo que representó para la fiesta de los toros en México es necesario, pues a veces, personajes como él pasan desapercibidos y en realidad su labor resulta ser trascendente para lo que hoy vivimos.

domingo, 11 de enero de 2015

En el Centenario de Silverio Pérez (I)

Silverio Pérez y Cirilo de Matancillas

Silverio Pérez
Aclaraciones importantes

El día 20 de junio de este año se cumplen cien años del nacimiento de Silverio Pérez, El Faraón de Texcoco o El Compadre - el más amado de todos los mexicanos - y que por su propio derecho tiene un sitio propio e importante en la Historia Universal del Toreo.

A partir de este día y cuando menos una vez al mes, procuraré ocuparme de alguno de los hechos notables de su paso por los ruedos del mundo. Espero que los encuentren de interés y que sirvan para dejar claro que aunqeu hay un océano entre América y Europa, la Fiesta es una y así debe seguir siendo.

Aparte. El texto que viene a continuación, ya lo había publicado en otro sitio de esta misma Aldea, pero por lo cercano de la fecha de la efeméride, así como por el valor mismo del hecho que relata, considero que vale la pena traerlo de nuevo al punto de la discusión. Ojalá consideren Ustedes lo mismo.

9 de enero de 1944: Silverio y Cirilo

Cuando a un torero se le pregunta acerca de la que haya sido su mejor o su más grande faena, su opinión coincidirá en la mayoría de los casos con la de gran parte de la afición y de la prensa, pues seguramente será una de esas obras calificadas de imperecederas en las que el diestro salió de la plaza con todos los trofeos posibles en la mano y en olor de multitud.

Rarísimos son los casos en los que un torero señale como una de sus grandes obras una que haya pasado desapercibida para la historia. Ese es el caso que les presento hoy, sucedido hace 67 años en el viejo Toreo de la Condesa, cuando Silverio Pérez se encontró con el toro Cirilo de Matancillas y según su decir, realizó lo que para él, fue una de las faenas que más le gustó, dejando al margen a las realizadas a toros como Pizpireto, Guitarrista, Cocotero, Cantaclaro, Guitarrista, Peluquero, Caraba o Barba Azul – todos parte de su historia y su leyenda – y que sin embargo, reconocemos a fuerza de que, ha sido el propio Faraón de Texcoco quien nos la recordó cada vez que tuvo la oportunidad, pues la memoria de la historia no la coleccionó entre las que a su juicio, tuvieron ese dejo de grandeza.

El parecer de Silverio sobre su faena a Cirilo

Decía antes que es el propio torero, en múltiples entrevistas, quien se encargó de dejarnos claro cuál era a su juicio, si no su mejor faena, sí una de las mejores. Recurro, por su inmediatez a la que le realizara don Carlos Septién García, El Tío Carlos, en el año de 1947, primero publicada en el diario El Universal de la Ciudad de México y después reproducida en el número 227, correspondiente al 11 de abril de 1947 del semanario La Lidia de México. En la parte relativa, dice lo siguiente:
...hablando de faenas, le diré que la que me dio el sitio de torero, fue la de Pizpireto de La Punta, un toro grande y fuerte al que toree muy a gusto... Tanguito es el toro más difícil que he toreado... Porque aquél toro era excesivamente suave... Tenía que torearlo centímetro a centímetro, con una suavidad absoluta, porque si modificaba tanto así la velocidad de la muleta, el toro me derrotaba como pasó en los primeros muletazos. Recuerde usted que ni Fermín, ni Velázquez pudieron hacerle quites. Fue por eso...

...Pero la que yo prefiero fue una faena a la que el público no le dio la importancia que a esas. Fue la que hice con el toro Cirilo de Matancillas la tarde del 9 de enero de 1944, toreando con Armillita y Chucho Solórzano... Fue la temporada de la cornada – agregó con cierto dejo –... Cirilo – prosigue – era un toro codicioso y bravo al que había que poderle. Lo toree con mucha limpieza, con mucho desahogo, haciendo cada muletazo a todo mi sabor. Sentí mucho el toreo en esa faena... Me gustó mucho – agrega con una sinceridad espléndida –...
El derechazo silveriano
La entrevista del Tío Carlos es a propósito de una despedida que anunció Silverio en la Plaza México al final de la corrida del 16 de marzo de 1947, en la que para lidiar toros de Zotoluca, actuó mano a mano con Lorenzo Garza. Es una pieza periodística de un gran valor, pues hace un repaso por la vida torera del Tormento de las Mujeres, desde el momento en que decide adoptar la profesión de torero y hasta el día en que sin anunciarlo previamente, pretendió dejar para siempre su actividad en los ruedos vestido de luces.

Esa despedida no sería definitiva, pues reaparecería el 21 de diciembre de ese mismo año en El Toreo de Cuatro Caminos, alternando con el mismo Lorenzo Garza y el portugués Diamantino Vizeu, para lidiar toros de Matancillas y el 8 de febrero de 1948 haría lo propio en la Plaza México, alternando con Carlos Arruza y Alejandro Montani, dando cuenta de un encierro de Pastejé. El adiós definitivo quedaría para el 1º de marzo de 1953.

Los recuentos en la prensa de la época

De los documentos que he podido localizar, he encontrado tres relatos de lo ocurrido esa tarde. El primero de ellos, en orden de inmediatez, es el aparecido el día 10 de enero de 1944 – día siguiente de la corrida – en el diario El Informador de la ciudad de Guadalajara, que sobre el particular dice lo siguiente:
Los toros de La Punta no permitieron lucimiento. En la corrida efectuada ayer en El Toreo, en que alternaron Fermín Espinosa "Armillita", Chucho Solórzano y Silverio Pérez. (Por hilo directo) México, D.F. – Enero 9. – La Plaza de El Toreo registró un lleno imponente. Los bichos de La Punta, ahora de Matancillas fueron de mala estampa, sosos, cumplieron con los de a caballo, pero ninguno fue lucido. Durante el paseo hubo palmas para los matadores... En el tercero Silverio no puede hacer nada en el primer tercio. Con la muleta logra una faena Silverista, con los pies abiertos mandando tranquilo con su peculiar estilo. Ovaciones. Sus derechazos se repiten. El terno está mojado con la sangre del bicho. Toda la plaza se encuentra entusiasmada. Nuevos pases asombrosos, entre ellos el trincherazo de Ortega. Hay gritos de entusiasmo. Logra un pinchazo hondo, otro sin soltar de metisaca. Por eso Silverio perdió la oreja que tenía bien ganada, pero da dos vueltas al ruedo... La corrida en general fue aburrida.
Aquí haré una reflexión sobre la última expresión que contiene la crónica del corresponsal de la agencia que transmitía las noticias al diario tapatío con relación al resto de la crónica. Señala que la corrida fue aburrida. Yo más bien creo que la expresión final fue de desencanto. La propia narración del cronista no transmite un festejo aburrido, sino uno que tuvo un gran momento no culminado y en todo caso, la sensación que a eso sigue es el desencanto, no el aburrimiento.

Le sigue en el tiempo el comentario de don Luis de la Torre, El – Hombre – Que – No – Cree – En – Nada, publicado en el número 61 del semanario capitalino La Lidia de México, correspondiente al 21 de enero de 1944, mismo que sobre el particular relata:
…UNA DE CAL POR OTRA DE ARENA. – Silverio Pérez, que con la capichuela se limitara a largar toda la tarde, sin asomo de acierto en momento alguno, se AGIGANTÓ en la faena de muleta en su primer enemigo. Doblándose con él en los primeros muletazos, instrumentados con ese sabor especialísimo que les imprime el texcocano, prosiguió toreándolo ya por alto, ya por bajo, pero en todo momento con el aguante y ligazón tan peculiares en este torero EXCEPCIONAL, aunque exclusivamente derechista. ¡Portentosa fue la faena de Silverio!, como enorme fue la ovación que se le premió, habiendo perdido el corte de la oreja y aún el rabo por la fea manera de estoquear. Tres veces entró a herir en forma que en nada correspondió a su fenomenal trasteo, dando fin al cornúpeta de horrendo chalecazo. ¡Qué desilusión! No alcanzo a comprender cómo un torero poseedor de semejante arrojo al torear, sobre todo con la franela, no quiera exponer lo más mínimo al estoquear. Esto no puede ser por cobardía; pero es el caso que con ello resta mucho mérito a lo que pudiera ser más grandioso, pese a quienes se empeñan a todo trance en pretender quitar el mérito inigualable a lo que fue SUERTE SUPREMA por la belleza y valor que requiere.

El sexto toro de los corridos, enmorrillado y de hermosa lámina, fue merecedor de trasteo semejante al practicado por su matador con el que ocupó el tercer lugar. Pero aquí la decoración cambió por completo, al grado que en parte nos hizo olvidar, aunque fuera momentáneamente, por la impresión final recibida, lo asombroso del toreo netamente silverista con que nos obsequiara “el compadre” mientras duró el postrer tercio en la lidia de “Cirilo” de Matancillas.

A pesar de los soberbios detalles admirados durante la sexta corrida de la temporada, el resultado general no satisfizo a la copiosa concurrencia que abarrotó las graderías de la plaza desde temprana hora.
Don Luis de la Torre captura, a mi juicio, de mejor manera, ese sentimiento que califico como desencanto que provocó el resultado final del festejo, sobre todo, cuando por el mal manejo de los aceros, no pudo homenajear debidamente a Silverio Pérez, tras de su gran obra con Cirilo. Incluso, publica el nombre del toro, lo que me sugiere el gran impacto que la faena tuvo en el escritor y al igual que la crónica aparecida en El Informador, considero que capta y transmite la grandeza de la obra y el impacto que tuvo entre los que la presenciaron.

La relación final que les presento es la que hace El Tío Carlos en la entrevista que cito antes. Tras de dejarnos conocer el punto de vista del torero, el periodista expresa lo siguiente:
…Y junto con él hemos recordado la faena de Cirilo de la que este cronista dijo entonces, que era una de las más toreras de Silverio.

Aquello comenzó en las tablas con tres doblones suaves y un pase de pecho. Siguió una serie doble en la que combinó el pase alto y el de pecho ciñéndose cada vez más. Luego vinieron cuatro derechazos a pies juntos ciñéndose, muy limpios, muy bien ejecutados. Y más afuera lo grande, tres pases con la derecha, abierto el compás, ligando asombrosamente y un orteguista perfecto. Cerró el trasteo con tres pases lasernistas tomando al toro un poco sesgado y recibiendo el derrote a la espalda y con un pase de la firma texcocana.

Y de este toro no cortó Silverio la oreja porque el estoque le arrebató lo premios. Pero la ovación fue grande.

He aquí cual es la faena predilecta de Silverio Pérez...
Quizás porque el análisis lo hizo el propio torero, don Carlos Septién se limita a reproducir el contenido de la faena, pero no deja de señalar que a su juicio, era una de las más toreras del Faraón de Texcoco.

El por qué del desencanto

Silverio Pérez
Aquí, de manera consciente, me meto en un berenjenal y voy a teorizar el por qué la faena de Cirilo se quedó solamente en la memoria y el gusto de Silverio y en la noche de la historia.

La temporada 43 – 44 iba en ascenso y la afición estaba engolosinada con los triunfos que se iban sucediendo, Gregorio García había arrancado una oreja a Vigilante de Santín en la inauguración, que fue la tarde de su alternativa; en la cuarta corrida, El Soldado había cortado el rabo de Rayito de San Mateo y apenas el domingo anterior, el propio Silverio había firmado la obra de Azulito de Torrecilla cortándole las orejas y David Liceaga la de Afinador, llevándose el rabo, lo que incubó una gran expectación en el redondo cartel del 9 de enero, sexto de la temporada.

Cuando ese imponderable – el fallo a espadas – no permitió decorar con apéndices la gran obra, facilitó su caída en cierto olvido para la memoria colectiva y por eso 61 años después, el propio Silverio Pérez le decía al periodista José Mata:
…hubo un toro que incluso ningún apéndice le corté y se llamó Cirilo, un toro de la ganadería de Matancillas. Fue una de las faenas que más me ha gustado, que no me dio miedo, tenía el toro una embestida armoniosa, que no daba la impresión de peligro. Anduve muy a gusto, sin embargo, el público no le dio la importancia que en mi interior como torero se la di, y bueno no trascendió como yo esperaba…
No obstante, los documentos que perpetuaron en su día el hecho, nos dejan ver su grandeza y nos confirman que la apreciación del torero no está exenta de razón, tanto en la magnitud de la faena, como en la escasa trascendencia que en su momento tuvo. Quizás por eso fue que poco más que un mes después, el 13 de febrero de ese mismo 1944, Silverio Pérez se pegó el arrimón que le causó lo que fue la cornada más grave de su carrera, la del toro  Zapatero de La Punta. Pero de eso quizás me ocuparé en otro momento, aquí mismo.

domingo, 14 de agosto de 2011

16 de agosto de 1964: Tres dinastías en el ruedo de la Plaza San Marcos

Desde el inicio de la década de los cincuenta se inició en Aguascalientes el cultivo de la vid aprovechando la facilidad de extraer aguas del subsuelo de profundidades escasas. Pocos años después eso daría pábulo al establecimiento de una industria vinícola que parecía ser floreciente. Fueron algunos millares de hectáreas los que se plantaron en los alrededores de esta ciudad – muchas de ellas ya son parte de la traza urbana – y durante los tiempos de bonanza, en la vendimia, se programó una Feria que coincidía en sus fechas con la principal celebración religiosa de nuestra ciudad – el 15 de agosto, día de la Asunción aquí – y en la cual, no faltaban los festejos taurinos.

En esos años no se hablaba de cambio climático o de calentamiento global. La electricidad necesaria para la extracción del agua del subsuelo tenía amplios subsidios gubernamentales y no se tenía una dimensión exacta del costo real de la producción vitícola en Aguascalientes. Una vez que los subsidios se recortaron o se terminaron, los acuíferos se abatieron y fue necesario bombear agua de profundidades mayores, la industria de la vid y el vino se acabaron y la feria que generaron también. Aún quedan algunos jirones testimoniales de esa bonanza, pero no son más que una mera sombra de lo que en su día fue.

La XI Feria de la Uva de 1964

La Feria de la Uva del año de 1964 tenía como uno de sus atractivos la novillada que se daría el domingo 16 de agosto, en la que se actuarían en el ruedo de la Plaza San Marcos tres toreros que hoy calificaríamos como de dinastía. Jesús Solórzano hijo, de Alfonso Ramírez Calesero Chico y Manolo Espinosa Armillita se enfrentarían a una novillada de Matancillas. Los tres hijos de los grandes maestros eran la gran atracción para la afición local, como se puede deducir de lo que se leía en la nota previa al festejo, aparecida en el diario El Sol del Centro, la víspera:

Indiscutiblemente entre todos los carteles novilleriles que a la fecha pueden montarse, ninguno tan interesante, tan atractivo, tan prometedor como el confeccionado para esta corrida de la Feria de la Uva... Y he aquí que ahora, por un regalo del destino, los aficionados de Aguascalientes, antes que los de cualquiera otra ciudad, tenemos el privilegio de ver actuar a la vez a los críos, a los retoños de los tres grandes toreros mencionados. A la tercia novilleril que, al parecer, está destinada a conmocionar hondamente, intensamente al santuario del toreo mexicano... La corrida de Matancillas es sencillamente primorosa. Digna de la solemnidad en que va a ser lidiada. ¡Como para ser corrida en la Plaza México! No exageramos: los aficionados todos pueden constatar la verdad de nuestras afirmaciones, yendo a ver los seis cromos que ha seleccionado Paquito Madrazo. Si son uniformes en el pelaje, también lucen idénticos en trapío y finura. ¡A golpe de vista están proclamando la calidad de su brava estirpe!...

Vista del paseo de cuadrillas, Calesero Chico y
Manolo Espinosa, descubierto (Archivo Carlos Meza Gómez)
Una aclaración que creo prudente. Don Francisco Madrazo Solórzano – coloquialmente Paquito Madrazo – era en esas fechas el encargado de llevar las ganaderías de La Punta – propiedad suya y de su hermana Carmelita – y la de Matancillasgemela de La Punta – pero propiedad esta de su tío, don José C. Madrazo y García Granados y ambas vacadas estaban encastadas en Murube Ybarra Parladé, vía Gamero Cívico y Campos Varela, ganados que se llevaron siempre en pureza, sin hacer cruces con reses nacionales.

Jesús Solórzano y Manolo Espinosa se presentaban ante la afición de Aguascalientes. Calesero Chico ya había actuado aquí en varias oportunidades y tenía ya algún predicamento entre la afición. El ambiente previo al festejo motivó que la entrada fuera un lleno, que no puedo calificar de “no hay billetes”, porque como me lo contara Carmelita Madrazo, sobrina del ganadero que lidiaba en la fecha y condueña de La Punta, a don Jesús Ramírez Alonso, empresario de la Plaza San Marcos, se le quedó una sola entrada en las taquillas, misma que mandó colocar en un marco y la tuvo durante muchos años en un rincón taurino de su casa en la Ciudad de México.

La crónica del festejo

Recurro, como ya me resulta costumbre en estos casos, al veraz y certero testimonio de don Jesús Gómez Medina, quien en El Sol del Centro del 17 de agosto de ese año, narra así lo sucedido:

Los tres cachorros llenaron la plaza al máximo
Una completa faena de Chucho; soberbios naturales de Calesero y el fácil hacer de Manolo
Primoroso encierro de Matancillas del que destacaron tres novillos
Jesús Gómez Medina
La tarde, espléndida. Y el lleno total, rebosante. Clima y ambiente de una gran solemnidad, en suma.
Y dispersos aquí y allá, entre barreras y el tendido, los miembros del senado taurino en pleno: el Maestro Fermín, Carlos Arruza, Chucho y Lalo Solórzano. También Humberto Moro y Juanito Silveti. Y ganaderos y aficionados de postín en gran número. 
Todo ello a tono con la gran categoría y la importancia del cartel.
En estas circunstancias hicieron el paseo los tres herederos: Chucho Solórzano, Calesero Chico y Manolo Armilla.
El brillante capítulo inicial
Ya está en el ruedo “Solimán”, el primero de los astados de Matancillas. ¡Hermoso ejemplar de toro de lidia! Fino, recortado, con amplio morrillo y cómodo de pitacos. Y, además, muy bravo, muy dócil y alegre.
Breve intervención de la peonería, y tras de ella, Chucho clava en tierra ambas rodillas para instrumentar un apretado farol. Luego, de pie, lancea al natural con gran lucimiento; añade dos airosas chicuelinas y concluye con la revolera. Y estalla la primera ovación.
Un primer picotazo acepta el de Matancillas. Al librar, Solórzano se ciñe toreando por gaoneras a las que pone término con un remate al estilo de Lagartijo, el de Córdoba. Las palmas continúan sonando con estrépito.
Segundo puyazo, recargando el morito. Y Calesero se adorna en dos chicuelinas y en la revolera final.
El segundo tercio corre a cargo de Chucho. Y a fe que el muchacho lo hace con sobra de lucimiento, superándose de uno a otro par. 
El primero, un cuarteo bien igualado, precedido del giro que patentó Fermín. Para el siguiente Solórzano arrancó zigzagueando, al modo de Arruza, mejorando la ejecución y la colocación de los garapullos. Pero el tercero supera con creces todo lo anterior: ¡Cómo cuadró y alzó los brazos entre los propios pitones! ¡Y qué enhiestos y exactos quedaron los garapullos en lo más alto del morrillo! ¡Lo que se llama un gran par, un extraordinario par de banderillas!
Naturalmente, la ovación resurgió imponente.
Brindó Chucho al pueblo soberano. Y, sobre una y otra mano, fue forjando un trasteo que alcanzó su ápice en dos pases en redondo con la diestra, enormes de temple y longitud, y en otros tantos derechazos rodilla en tierra igualmente templados y con mando.
El de Matancillas, nobilísimo, de sedeña embestida, daba pábulo a estas excelencias.
Estocada honda, que hace doblar. Gran ovación. Doble otorgamiento de apéndices, que la protesta de las mayorías reduce a la mitad. Y dos vueltas al ruedo, entre aclamaciones y música, para el vástago del Rey del Temple.
Durante el arrastre, los despojos del bravo “Solimán” recibieron el reconocimiento de los buenos aficionados.
Con el cuarto, menos claro, menos propicio que el que abrió plaza, Chucho Solórzano continuó exhibiéndose pleno de afición y con un aplomo y una destreza, producto de sus reiteradas actuaciones en plazas sudamericanas.
Lo más destacado: el espectacular farol de hinojos inicial, un quite por chicuelinas antiguas y el tercer par – sesgando por las afueras – en el que expuso con ganas.
Al tercio final, el de Matancillas llegó aplomado, defendiéndose, Solórzano lo trasteó sobre piernas, sin intentar hazañas mayores. Cuando trató de quedarse quieto, el bicho lo volteó aparatosamente.
Hizo coraje el chaval y, entrando con decisión, tras de un pinchazo, clavó el acero con resultados definitivos. Ovación y vuelta al ruedo.
El arte de Calesero
Esplendió por igual con el percal y con la franela. Se hizo patente ante el clamoreo de los aficionados, en el primero y en el último tercios.
¡Ah! Porque ayer, este admirable estilizador del toreo nos sorprendió toreando a la verónica con señorío, con sentimiento y temple. Adelantando el engaño y tirando del bicho y llevándolo perezosamente toreado, con ritmo y limpieza de elegido.
Fue en su primer toro, “Hermosillo”, marcado con el número 42, bravo y alegre, noble y bonito como un marqués.
A las estupendas verónicas iniciales, púsoles Alfonso el broche regio de una media de antología, mientras en los tendidos, crepitaba la ovación.
Más cuando se presagiaba la faena triunfal, un puyazo caído dejó al de Matancillas apurado de facultades.
Ante un adversario aplomado, Calesero Chico trató de lucir, lográndolo tan solo esporádicamente, en tal o cual derechazo. Por el contrario, prolongó con exceso el trasteo, sin provecho propio ni de la clientela. Por fortuna, fue más breve con el acero.
En el quinto, “Regalón”, noblote y suave de embestida, aunque sin mayor enjundia, reapareció el cincelador del pase natural. 
En tres o cuatro tandas, cruzándose con el socio, llegándole al sitio justo, insistiendo y tirando de él con admirable exactitud; templando, mandando, prolongando la dimensión del muletazo en fuerza de llevar embebido, aprisionado a “Regalón” en el embrujo de esa muleta tersa, pulida, como si el arte diese textura y gravidez a la ruin franela de que está construida, este nuevo Calesero buriló, frente al éxtasis colectivo, el pase fundamental del toreo de muleta.
No dio para más la menguada acometividad del toro. Por ello, resultaron ociosos los posteriores intentos de Alfonso. El cual, tras de un pinchazo, clavó una estocada casi entera, que bastó.
Gran ovación. Doble vuelta triunfal. Y una oreja recibida entre protestas: pero ganada de sobra con el prodigio de su toreo izquierdista.
El heredero de Armillita
El domingo 25 de abril de 1937, actuaron por vez primera en el coso San Marcos los colosos de la época: Fermín Espinosa y Lorenzo Garza.
Fue aquella una corrida memorable, de la que, quienes la presenciaron, todavía se hacen lenguas. Fermín se ataviaba con un terno grana y oro; el de El Magnífico era blanco, con áureos bordados.
Ayer, al presentarse ante la afición hidrocálida Manolo Espinosa, enfundábase en un terno similar al que ostentara en aquella remota fecha, su ilustre progenitor: corinto y oro.
¡Ah! Pero no fue tan solo el color del traje lo que nos hizo recordar el árbol de que es vástago este chaval. Su notable facilidad para realizar el toreo y el tranquilo desenfado con el que deambula por el ruedo y ante la cara de los bureles, son reflejo, indudablemente, de similares virtudes que en grado eminente poseyó Fermín. 
A Manolo, por lo que ayer le pudimos apreciar, fáltale madurar debidamente para que pueda exhibir cuanto de torero lleva dentro. Por hoy, su misma facilidad resta calor y brillantez a su labor. Le hace falta, por tanto, exponer más; mostrarse menos fácil, si ello fuere posible, para arrancar de las masas la reacción entusiasta que tan sólo se provoca por la vía de la emoción o del arte.
Por lo demás, Manolo sabe torear, y torea estupendamente. Díganlo sus lances a “Flamenco”, el tercero: con el compás abierto, el engaño bajo, templado y sedeño el ritmo del percal. El remate lo constituyeron dos medias verónicas superiorísimas, que desataron la ovación.
Un puyazo doble de Pradito aceptó el de Matancillas. Al librar, Manolo se estiró toreando por chicuelinas para concluir – nueva evocación ferminesca – con el manguerazo de Villalta.
“Flamenco” terminó aplomado. Pero ello no obstó para que Manolo Armilla llevase a cabo una faena limpia, desahogada, en la que, junto a los pases altos y de trinchera, intercaló derechazos y naturales con ritmo y mando; pero en pugna siempre con el agotamiento del burel.
Llegado el capítulo de adornos, ciñóse Manolo toreando por manoletinas, en tal grado que se llevó una voltereta con rotura del flux. Volvió al bicho, para liquidarlo de una estocada contraria, que hizo pupa.
Ovación estruendosa y vuelta al ruedo para el vástago de Fermín.
Tal expectación causó el festejo, que hasta para el comentario político dio pretexto


Calesero Chico saluda tras el paseo. Sobre la puerta de
toriles se advierte el nombre del primero de la tarde, Solimán.
(Archivo Carlos Meza Gómez)
Ante la lucidez del relato de don Jesús, creo que no hay más que agregar. La pérdida de la industria vitivinícola nos costó una parte de nuestra temporada taurina, porque hogaño, en esta época del año ya no se ofrecen festejos en nuestras plazas, al no existir razón para ello, siendo que cada festejo puede ser, como el que motiva esta entrada, un gran acontecimiento.

Espero que esta remembranza les cause el interés que a mí me produce.

domingo, 9 de enero de 2011

9 de enero de 1944: Silverio y Cirilo de Matancillas

Cuando a un torero se le pregunta acerca de la que haya sido su mejor o su más grande faena, su opinión coincidirá en la mayoría de los casos con la de gran parte de la afición y de la prensa, pues seguramente será una de esas obras calificadas de imperecederas en las que el diestro salió de la plaza con todos los trofeos posibles en la mano y en olor de multitud.

Rarísimos son los casos en los que un torero señale como una de sus grandes obras una que haya pasado desapercibida para la historia. Ese es el caso que les presento hoy, sucedido hace 67 años en el viejo Toreo de la Condesa, cuando Silverio Pérez se encontró con el toro Cirilo de Matancillas y según su decir, realizó lo que para él, fue una de las faenas que más le gustó, dejando al margen a las realizadas a toros como Pizpireto, Guitarrista, Cocotero, Cantaclaro, Guitarrista, Peluquero, Caraba o Barba Azul – todos parte de su historia y su leyenda – y que sin embargo, reconocemos a fuerza de que, ha sido el propio Faraón de Texcoco quien nos la recordó cada vez que tuvo la oportunidad, pues la memoria de la historia no la coleccionó entre las que a su juicio, tuvieron ese dejo de grandeza.

El parecer de Silverio sobre su faena a Cirilo

Decía antes que es el propio torero, en múltiples entrevistas, quien se encargó de dejarnos claro cuál era a su juicio, si no su mejor faena, sí una de las mejores. Recurro, por su inmediatez a la que le realizara don Carlos Septién García, El Tío Carlos, en el año de 1947, primero publicada en el diario El Universal de la Ciudad de México y después reproducida en el número 227, correspondiente al 11 de abril de 1947 del semanario La Lidia de México. En la parte relativa, dice lo siguiente:


...hablando de faenas, le diré que la que me dio el sitio de torero, fue la de Pizpireto de La Punta, un toro grande y fuerte al que toree muy a gusto... Tanguito es el toro más difícil que he toreado... Porque aquél toro era excesivamente suave... Tenía que torearlo centímetro a centímetro, con una suavidad absoluta, porque si modificaba tanto así la velocidad de la muleta, el toro me derrotaba como pasó en los primeros muletazos. Recuerde usted que ni Fermín, ni Velázquez pudieron hacerle quites. Fue por eso...

...Pero la que yo prefiero fue una faena a la que el público no le dio la importancia que a esas. Fue la que hice con el toro Cirilo de Matancillas la tarde del 9 de enero de 1944, toreando con Armillita y Chucho Solórzano... Fue la temporada de la cornada – agregó con cierto dejo –... Cirilo – prosigue – era un toro codicioso y bravo al que había que poderle. Lo toree con mucha limpieza, con mucho desahogo, haciendo cada muletazo a todo mi sabor. Sentí mucho el toreo en esa faena... Me gustó mucho – agrega con una sinceridad espléndida –...

La entrevista del Tío Carlos es a propósito de una despedida que anunció Silverio en la Plaza México al final de la corrida del 16 de marzo de 1947, en la que para lidiar toros de Zotoluca, actuó mano a mano con Lorenzo Garza. Es una pieza periodística de un gran valor, pues hace un repaso por la vida torera del Tormento de las Mujeres, desde el momento en que decide adoptar la profesión de torero y hasta el día en que sin anunciarlo previamente, pretendió dejar para siempre su actividad en los ruedos vestido de luces.



Esa despedida no sería definitiva, pues reaparecería el 21 de diciembre de ese mismo año en El Toreo de Cuatro Caminos, alternando con el mismo Lorenzo Garza y el portugués Diamantino Vizeu, para lidiar toros de Matancillas y el 8 de febrero de 1948 haría lo propio en la Plaza México, alternando con Carlos Arruza y Alejandro Montani, dando cuenta de un encierro de Pastejé. El adiós definitivo quedaría para el 1º de marzo de 1953.


Los recuentos en la prensa de la época

De los documentos que he podido localizar, he encontrado tres relatos de lo ocurrido esa tarde. El primero de ellos, en orden de inmediatez, es el aparecido el día 10 de enero de 1944 – día siguiente de la corrida – en el diario El Informador de la ciudad de Guadalajara, que sobre el particular dice lo siguiente:
Los toros de La Punta no permitieron lucimiento. En la corrida efectuada ayer en El Toreo, en que alternaron Fermín Espinosa "Armillita", Chucho Solórzano y Silverio Pérez. (Por hilo directo) México, D.F. – Enero 9. – La Plaza de El Toreo registró un lleno imponente. Los bichos de La Punta, ahora de Matancillas fueron de mala estampa, sosos, cumplieron con los de a caballo, pero ninguno fue lucido. Durante el paseo hubo palmas para los matadores... En el tercero Silverio no puede hacer nada en el primer tercio. Con la muleta logra una faena Silverista, con los pies abiertos mandando tranquilo con su peculiar estilo. Ovaciones. Sus derechazos se repiten. El terno está mojado con la sangre del bicho. Toda la plaza se encuentra entusiasmada. Nuevos pases asombrosos, entre ellos el trincherazo de Ortega. Hay gritos de entusiasmo. Logra un pinchazo hondo, otro sin soltar de metisaca. Por eso Silverio perdió la oreja que tenía bien ganada, pero da dos vueltas al ruedo... La corrida en general fue aburrida.
Aquí haré una reflexión sobre la última expresión que contiene la crónica del corresponsal de la agencia que transmitía las noticias al diario tapatío con relación al resto de la crónica. Señala que la corrida fue aburrida. Yo más bien creo que la expresión final fue de desencanto. La propia narración del cronista no transmite un festejo aburrido, sino uno que tuvo un gran momento no culminado y en todo caso, la sensación que a eso sigue es el desencanto, no el aburrimiento.

Le sigue en el tiempo el comentario de don Luis de la Torre, El – Hombre – Que – No – Cree – En – Nada, publicado en el número 61 del semanario capitalino La Lidia de México, correspondiente al 21 de enero de 1944, mismo que sobre el particular relata:

…UNA DE CAL POR OTRA DE ARENA. – Silverio Pérez, que con la capichuela se limitara a largar toda la tarde, sin asomo de acierto en momento alguno, se AGIGANTÓ en la faena de muleta en su primer enemigo. Doblándose con él en los primeros muletazos, instrumentados con ese sabor especialísimo que les imprime el texcocano, prosiguió toreándolo ya por alto, ya por bajo, pero en todo momento con el aguante y ligazón tan peculiares en este torero EXCEPCIONAL, aunque exclusivamente derechista. ¡Portentosa fue la faena de Silverio!, como enorme fue la ovación que se le premió, habiendo perdido el corte de la oreja y aún el rabo por la fea manera de estoquear. Tres veces entró a herir en forma que en nada correspondió a su fenomenal trasteo, dando fin al cornúpeta de horrendo chalecazo. ¡Qué desilusión! No alcanzo a comprender cómo un torero poseedor de semejante arrojo al torear, sobre todo con la franela, no quiera exponer lo más mínimo al estoquear. Esto no puede ser por cobardía; pero es el caso que con ello resta mucho mérito a lo que pudiera ser más grandioso, pese a quienes se empeñan a todo trance en pretender quitar el mérito inigualable a lo que fue SUERTE SUPREMA por la belleza y valor que requiere.

El sexto toro de los corridos, enmorrillado y de hermosa lámina, fue merecedor de trasteo semejante al practicado por su matador con el que ocupó el tercer lugar. Pero aquí la decoración cambió por completo, al grado que en parte nos hizo olvidar, aunque fuera momentáneamente, por la impresión final recibida, lo asombroso del toreo netamente silverista con que nos obsequiara “el compadre” mientras duró el postrer tercio en la lidia de “Cirilo” de Matancillas.

A pesar de los soberbios detalles admirados durante la sexta corrida de la temporada, el resultado general no satisfizo a la copiosa concurrencia que abarrotó las graderías de la plaza desde temprana hora.
Don Luis de la Torre captura, a mi juicio, de mejor manera, ese sentimiento que califico como desencanto que provocó el resultado final del festejo, sobre todo, cuando por el mal manejo de los aceros, no pudo homenajear debidamente a Silverio Pérez, tras de su gran obra con Cirilo. Incluso, publica el nombre del toro, lo que me sugiere el gran impacto que la faena tuvo en el escritor y al igual que la crónica aparecida en El Informador, considero que capta y transmite la grandeza de la obra y el impacto que tuvo entre los que la presenciaron.

La relación final que les presento es la que hace El Tío Carlos en la entrevista que cito antes. Tras de dejarnos conocer el punto de vista del torero, el periodista expresa lo siguiente:

…Y junto con él hemos recordado la faena de Cirilo de la que este cronista dijo entonces, que era una de las más toreras de Silverio.

Aquello comenzó en las tablas con tres doblones suaves y un pase de pecho. Siguió una serie doble en la que combinó el pase alto y el de pecho ciñéndose cada vez más. Luego vinieron cuatro derechazos a pies juntos ciñéndose, muy limpios, muy bien ejecutados. Y más afuera lo grande, tres pases con la derecha, abierto el compás, ligando asombrosamente y un orteguista perfecto. Cerró el trasteo con tres pases lasernistas tomando al toro un poco sesgado y recibiendo el derrote a la espalda y con un pase de la firma texcocana.

Y de este toro no cortó Silverio la oreja porque el estoque le arrebató lo premios. Pero la ovación fue grande.

He aquí cual es la faena predilecta de Silverio Pérez...
Quizás porque el análisis lo hizo el propio torero, don Carlos Septién se limita a reproducir el contenido de la faena, pero no deja de señalar que a su juicio, era una de las más toreras del Faraón de Texcoco.

El por qué del desencanto

Aquí, de manera consciente, me meto en un berenjenal y voy a teorizar el por qué la faena de Cirilo se quedó solamente en la memoria y el gusto de Silverio y en la noche de la historia.

La temporada 43 – 44 iba en ascenso y la afición estaba engolosinada con los triunfos que se iban sucediendo, Gregorio García había arrancado una oreja a Vigilante de Santín en la inauguración, que fue la tarde de su alternativa; en la cuarta corrida, El Soldado había cortado el rabo de Rayito de San Mateo y apenas el domingo anterior, el propio Silverio había firmado la obra de Azulito de Torrecilla cortándole las orejas y David Liceaga la de Afinador, llevándose el rabo, lo que incubó una gran expectación en el redondo cartel del 9 de enero, sexto de la temporada.

Cuando ese imponderable – el fallo a espadas – no permitió decorar con apéndices la gran obra, facilitó su caída en cierto olvido para la memoria colectiva y por eso 61 años después, el propio Silverio Pérez le decía al periodista José Mata:

…hubo un toro que incluso ningún apéndice le corté y se llamó Cirilo, un toro de la ganadería de Matancillas. Fue una de las faenas que más me ha gustado, que no me dio miedo, tenía el toro una embestida armoniosa, que no daba la impresión de peligro. Anduve muy a gusto, sin embargo, el público no le dio la importancia que en mi interior como torero se la di, y bueno no trascendió como yo esperaba…
No obstante, los documentos que perpetuaron en su día el hecho, nos dejan ver su grandeza y nos confirman que la apreciación del torero no está exenta de razón, tanto en la magnitud de la faena, como en la escasa trascendencia que en su momento tuvo. Quizás por eso fue que poco más que un mes después, el 13 de febrero de ese mismo 1944, Silverio Pérez se pegó el arrimón que le causó lo que fue la cornada más grave de su carrera, la del toro  Zapatero de La Punta. Pero de eso me ocuparé en otro momento, aquí mismo.

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