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domingo, 28 de marzo de 2021

Armando Mora: su alternativa a 50 años vista

Armando Mora
Matador de toros
Los Mora de nuestro Barrio de Triana tienen raíces toreras que se remontan a la mitad de la década de los cuarenta del pasado siglo, cuando la cabeza de ella Juventino, intentó ser matador de toros. Después siguió sus pasos su sobrino Víctor y tras de él su hermano Armando, desde el principio de la década de los sesenta, se tiró a correr la legua y a buscar la gloria vestido de seda y alamares.

Tenía condiciones y por ello don Manuel Arellano, el legendario transportista de toros de lidia lo llevó a Monterrey, con don César Garza, quien le proporcionó las primeras oportunidades y ante las buenas actuaciones se le abrieron las puertas de las demás plazas de importancia de nuestra República, como San Luis Potosí, Guadalajara y por supuesto, la Plaza México, donde se presentó el 31 de mayo de 1964, alternando con César Romano y Víctor Pastor en la lidia de novillos de El Romeral.

Su carrera no estuvo exenta de percances. Armando Mora sufrió una cornada en Monterrey el 7 de julio de 1963, de un toro de nombre Cantinero, de la ganadería de Presillas que lo frenó en su ascenso, pero que no le impidió seguir adelante coleccionando hazañas, como la del domingo 17 de agosto de 1969 en la Plaza de Toros San Marcos. Esa tarde alternó con José Luis Rodríguez El Praga, Eduardo Rivas y José Manuel Montes en la lidia de una seria novillada de La Punta, ganadería que conmemoraba su 45º aniversario en los ruedos de México y el mundo. Armando selló su tarde indultando a Maragato, 5º de la tarde, teniendo también Eduardo Rivas una gran actuación, pues le cortó el rabo a Romancero el penúltimo de la corrida. Existe en los pasillos del coso de la calle de la Democracia, una placa conmemorando esa hazaña del torero trianero.

El ambiente previo al festejo

La alternativa de Armando Mora se programó para un festejo que bien pudiera ser considerado de pre – feria, pues se fijó para el domingo 28 de marzo de 1971. Le apadrinaría su combarriano Jesús Delgadillo El Estudiante, que reaparecía en Aguascalientes después de varios años de ausencia y sería testigo de la ceremonia el torero regiomontano Fernando de la Peña. Los toros vendrían de la ganadería de Corlomé, propiedad en esos días de don José C. Lomelí.

Dentro de la información previa al festejo, se publicó el anuncio de que el día de la corrida se estrenaría el pasodoble Armando Mora, obra del miembro de la Banda Municipal de Aguascalientes, don Ponciano Bernal Dávalos, la información aparecida en El Sol del Centro del 26 de marzo de 1971, es de la siguiente guisa:

El próximo domingo, durante la corrida que lidiarán Jesús Delgadillo “El Estudiante”, Fernando de la Peña y Armando Mora, la Banda Municipal, por acuerdo de su Director, el Maestro don Fernando Soto, estrenará el pasodoble del señor Ponciano Bernal “trombón” de nuestro formidable conjunto musical.

La Banda Municipal lo ensayó ya dos veces y habrá un tercer ensayo en la Casa de la Cultura.

El estreno, la inspiración de don Ponciano – nombre muy taurino – habla de cómo “ha llegado” a la afición la alternativa del trianero, quien arriba por propios méritos a la alternativa. 

Igualmente, se entrevistó a diversos aficionados notables de nuestra ciudad, como el hostelero, don Juan Andrea, que expresó:

¡Ya era tiempo! La alternativa de Armando Mora es muy merecida, nos dijo el señor Juan Andrea, aficionado de hueso colorado, al opinar sobre la corrida del próximo domingo. “Yo estoy prácticamente retirado de los toros como aficionado”, nos dice Juanito. Y su aserto nos confirma que las cosas no andan bien en la fiesta, cuando alguien tan aficionado como él se destierra voluntariamente de la plaza. Ojalá y se den las cosas bien, en esta y sucesivas corridas al trianero Armando Mora…

Por su parte, el ya nombrado don Manuel Arellano, dijo a la prensa:

Armando – nos dice –, tiene 7 años de novillero. Lo que llevo yo con mi camión transportador. Llevará a lo sumo toreadas unas treinta y cinco novilladas y es ejemplo de que un torero sí se puede formar entrenando, practicando y conservando una excelente condición física”.

Armando se ha hecho – sigue diciendo – a base del cariño que le tiene a la fiesta. Y es también algo extraordinario lo que prueba su constante entrenamiento, que haya podido dar triunfos rotundos como el de Guadalajara, donde toreó maravillosamente”.

Aquí mismo, la afición lo vio dar una demostración de poder y pundonor, cuando después de una grave cornada se levantó, sin verle la cara a una vaca, a un novillo, para cortarle las orejas a verdaderos toros. Esto, ninguna figura lo ha hecho, porque las figuras sí son invitados a las tientas de las ganaderías. Y un novillero ignorado, no. Al novillero rara vez se le invita.

Como se ve, la alternativa de Armando Mora era bien recibida por la afición local y se generó un ambiente interesante en torno a ella.

El día de la corrida

Tuve la fortuna de asistir a ese festejo con mi padre. Teníamos de vecinos de localidad al pediatra Alfonso León Quezada y a su hijo Sergio Alfonso, quien era mi compañero en la escuela. El Estudiante vestía de blanco y oro, Fernando de la Peña, de azul marino y oro y el toricantano de azul celeste y plata. La plaza no se llenó, según recuerdo, pero la entrada fue bastante buena y la tarde en su conjunto, satisfactoria para el aficionado.

Don Jesús Gómez Medina, en su tribuna de El Sol del Centro, el lunes 29 siguiente, contó entre otras cosas, esto:

Fue en el primer toro, que era eso: un TORO. Con edad, con trapío y peso.

Vestido de azul celeste y plata, el inminente nuevo doctor, tras los capotazos preliminares de la peonería, se enfrentó a “Pinocho”, que así se llamaba el de Corlomé, para lancearlo quieta y ceñidamente a pies juntos, si bien remató prematuramente por partida doble.

Bravo de verdad el corlomeño, fue al caballo con presteza y recargó de firme, antes de que Armando Mora interviniese para ejecutar una breve tanda de chicuelinas, precursoras de la revolera final.

Y llegamos al momento cumbre, a la tan anhelada alternativa. En el tercio, frente al burladero de matadores, “El Estudiante”, tras un discurso castelariano por su extensión, entregó a Mora el estoque y la muleta, en presencia de Fernando de la Peña. Se cumplía una vez más un ritual que tiene ya dos siglos de vigencia; y, mediante su realización, Armando Mora quedaba convertido en matador de toros entre el beneplácito de los numerosos parroquianos.

Y allá fue Armando en pos de “Pinocho” que, como los toros de clase, esperaba muy quieto, muy fijo, en la división de sol y sombra. Unos muletazos de exploración y, acto seguido, la muleta en la mano de las empresas mayores. Fueron tres naturales, en los que el bravo y dócil astado, en pos de la enseña diestramente manejada por el nuevo doctor, recorrió el arco de círculo del pase natural.

Para lograr los últimos, cuando el agotamiento había hecho presa de “Pinocho”, necesitó Mora de citar muy de cerca, a cuerpo descubierto; pero sin descomponerse, sin enmienda, cifrándolo todo al mando de su muleta. Y, además, mostrando un aplomo y un asentamiento de torero cuajado. Solo en el ruedo con su enemigo. Como un matador de toros, en suma.

Para su desgracia, en el momento supremo no mostró el mismo acierto. Tres pinchazos y otros tantos golpes con el estoque de descabellar, enturbiaron la limpidez de la que, de otra forma, hubiese resultado una alternativa triunfal.

En cambio, con el sexto, de mucha menor presencia que “Pinocho” y que de salida anduvo incierto, con la muleta Armando se hizo del bicho y lo toreó largamente por derechazos; muchos de estos, estupendos de temple, aprovechando la docilidad que a estas alturas mostraba el corlomeño. Vino luego el espadazo final y tras de éste el otorgamiento de un apéndice y la vuelta al ruedo entre ovaciones…

Otro momento de gran torería se produjo durante la lidia del segundo de la tarde, primero del lote de El Estudiante:

Ocurrió en la primera década del siglo. “Bombita” y “Machaquito” detentaban el mando del cotarro taurino durante el interregno que medió entre la despedida del Guerra y la aparición de Joselito y Belmonte.

Y una tarde, en Madrid, Machaco se fue tras del estoque con férrea determinación y lo clavó todo en el morrillo de un imponente miureño. Del pitón de éste pendían luego los encajes de la camisa del bravo cordobés, en testimonio de cómo se entregó Rafael González en el trance supremo.

“Don Modesto”, pontífice de la crítica taurina de la época, emocionado ante la hazaña del Machaco, urgió al escultor Mariano Benlliure: – “¡Apresúrate, ilustre alfarero! ...” – decíale en su crónica el célebre revistero. Y Benlliure, tan buen aficionado como artista eximio, atendió el reclamo de don José de la Loma y sus manos prodigiosas produjeron esa estupenda obra de arte que se llama “La estocada de la tarde”.

Ayer, en la muerte del segundo burel, la sombra de “Machaquito” pareció aletear sobre el coso. Porque, al igual que entonces lo hiciera Rafael González, “El Estudiante” se perfiló marchosamente, fija la mirada en el morrillo de “Guapo”; el estoque, centrado entre ambos pitones y tan cerca de éstos que la punta parecía rozar sobre el testuz. Y al arrancar, lo hizo recta y decididamente; con tal precisión y maestría, que mientras la mano izquierda vaciaba la acometida del corlomeño, la diestra, empuñando el alfanje, concluía su viaje en el morrillo de “Guapo”, del que emergía solo la bola de la empuñadura.

¡Fue la estocada de la tarde!... De ésta y de muchas más...

Los espectadores, al unísono, botaron de sus asientos y tributaron a Delgadillo una cálida, estruendosa ovación. Y tras la ovación, la oreja, ganada en la mejor forma: con la verdad incuestionable del acero…

Fernando de la Peña lució sobre todo en el primer tercio de los toros que le tocaron en suerte. Todavía recuerdo la manera en la que toreó a la verónica al primero de su lote. Saldó su actuación con una aclamada vuelta al ruedo tras la muerte de ese toro.

Lo que llegó después

Poco toreó ya Armando Mora como matador de toros – apenas 8 corridas de toros – pero no se ha de olvidar aquella tarde del 1º de mayo de 1977, en la que alternando con Fabián Ruiz y Guillermo Montero en la lidia de un muy bien presentado encierro de Peñuelas, le cortó en la Plaza Monumental Aguascalientes las dos orejas al toro Rubio, sexto de la tarde, vestido de blanco y oro. 

Armando Mora ha centrado sus esfuerzos en formar toreros. Y a fe mía que los enseña a torear como es debido. Desde aquí le recuerdo en el cincuentenario de su alternativa. ¡Enhorabuena Maestro!

domingo, 27 de abril de 2014

Ponerse donde queman los pies…

No es mi costumbre publicar en esta bitácora cuestiones relativas a la actualidad inmediata, pero el pasado jueves tuvimos aquí en Aguascalientes un acontecimiento que creo que no debo dejar perderse en la noche de los tiempos, así que me tomo la libertad de comentarlo aquí de manera excepcional.

Toreros quieren el arte y la fiesta. Con toreros – unos seres especiales que hacen de su oficio liturgia y lo viven con la fe propia de los catecúmenos – la tauromaquia no estaría en cuestión ni los taurinos bajo sospecha.
Joaquín Vidal


Asistir a la presentación de un libro resulta es azaroso. Puede uno encontrarse con que quienes tienen a su cargo la tarea de comunicar a la concurrencia simplemente recurran a la repetición de los textos concentrados en la obra o que saliéndose por peteneras, intenten entretener a la audiencia con el repaso de algún anecdotario relacionado con el autor o alguno de los personajes relacionados con el libro en cuestión, pero asumir las aristas humanas que tiene toda obra impresa destinada a circular es difícil y más aún, el transmitirlas a quienes asisten a esta clase de eventos.

La tarde del pasado miércoles, el primer patio de la antigua Escuela Normal del Estado, hoy Museo de la Ciudad de Aguascalientes, albergó una de las presentaciones en las que las fibras sensibles y las impresiones intelectuales se movieron en un sentido positivo, cuando por supuesto José Tomás y antes, Francisco González, Director del Grupo Milenio y editor de la versión mexicana de Diálogo con Navegante, expusieron, éste último los motivos de publicar el libro en un plazo breve – 45 días – de este lado del Atlántico y por supuesto, el torero, lo que se puede considerar el decálogo de su decurso por los ruedos del mundo…

Ponerse donde queman los pies…

José Tomás condensó en algo más de seis minutos lo que significa para él el ser una figura del toreo y construyó su discurso a partir de un diálogo sostenido la mañana del lunes 28 de febrero de 1994 en la cafetería del Hotel Francia – el tradicional y añorado Café de Andrea, que al final de ese mismo año sucumbió a los embates de lo que hemos dado en llamar el progreso – al día siguiente de su presentación como novillero en la plaza de toros San Marcos. Su interlocutor en esa oportunidad fue Andrés García El Cholula, aficionado a los toros y asiduo del café quien, dijo el torero, le recomendaba: siempre que te vistas de luces y te ates los machos, hazlo con la intención de ponerte en el sitio donde queman los pies.... Y le ponía como ejemplo de aquellos que se ponían allí a sus admirados Lorenzo Garza, Silverio Pérez y Manolo Martínez quienes sin duda, son y han sido gente en esto.

También nos hizo saber José Tomás que le recordaba El Cholula que el riesgo es un elemento esencial de la fiesta de los toros y que como tal, es condicionante para encontrar el arte en ella, tanto así, que el torero que pretenda crear arte, tendrá que moverse en dirección contraria a la que su instinto le sugiere, pero siempre, siempre, respetando al toro, porque cuando al toro se le pierde el respeto, la fiesta pierde su sentido y los resultados pueden ser trágicos. 

Hace veinte años, un muchacho de dieciocho que venía cargado de ideales, quizás no encontró de pronto mucho sentido a lo que Andrés García le intentó explicar esa mañana de lunes cuando José Tomás leía el pie de foto de un diario local que señalaba que había impactado por su quietud. Sin embargo, el tener presentes esas palabras dos décadas después demuestra que tenía bien claro que el escuchar y aprender eran herramientas útiles para alcanzar esos ideales. Al menos a mí hoy, eso me queda bien claro.

Se siempre fiel a tus sentimientos, a tus principios...

Uno de los distintivos de José Tomás durante su carrera ha sido la independencia con la que se ha manejado. No se conduce con metas cuantitativas, sino cualitativas y esa es una cuestión que en estos tiempos que corren causa enormes quebraderos de cabeza a quienes difunden, estudian y promueven las cosas de los toros debido a que hacia las masas, la cantidad prima sobre la calidad. Hoy ya no cuenta tanto en donde se torea, sino cuanto se torea. Y la mayoría cifra su valuación de torero en ese baremo de cantidad. 

José Tomás, siguiendo esa línea de fidelidad a lo que siente, a lo que considera los cimientos de su ser y de su estar en la vida y en el toreo, ha preferido mantener una línea de actuación en donde la calidad sea primero y la cantidad lo que menos tenga que ver. Eso no le ha granjeado amistades precisamente en lo que Antonio Díaz – Cañabate llamara en su día el planeta de los toros, pero precisamente ese no dejarse llevar por los poderes que manejan al mundo del toro – otra recomendación o consejo de El Cholula – es lo que le ha dado ese halo de autenticidad que cautiva y que le hace ser único.

Andrés García El Cholula

Me cuenta el memorioso – y mejor amigo –, don Gustavo de Alba que Andrés García El Cholula, fue un comerciante en chiles secos, granos y semillas – y una especie de enólogo amateur en la trastienda de su bar Las Vegas, ubicado en la segunda calle del 5 de Mayo de esta ciudad, entre Rivero y Gutiérrez y Unión – que formó parte de una tertulia integrada entre otros por Héctor de Granada padre, novillero retirado y al paso del tiempo, gerente de la empresa taurina de Aguascalientes; Melesio González, empresario de boxeo y lucha libre, amigo del que fuera campeón mexicano de peso ligero Bernabé Babe Vázquez, quien también participaba en el grupo en sus visitas a Aguascalientes; Alfonso Pedroza La Gripa y Arturo Muñoz La Chicha, banderilleros retirados; José Luis Ornelas, novillero retirado y hoy en día, corresponsal de un diario capitalino; Francisco Iriarte El Buchacón; Andrés Díaz El Picorete, novillero retirado; el abogado Manuel de Alba; Jesús Chito Ponce; Alejandro Cervantes La Santa, mozo de estoques del matador Rafael Rodríguez, quien ocasionalmente se unía al grupo y Felipe García Felipillo, también ayuda del Volcán de Aguascalientes entre los más notables.

En esa especie de academia cafeinómana es probable que El Cholula haya abrevado los principios que le transmitió a José Tomás esa mañana del 28 de febrero de hace 20 años.

Transparencia ante todo

Hace algo más de cuatro años, escribía a propósito de la presentación de las actividades Fundación José Tomás en Aguascalientes que tras de conversar brevemente con el torero sus intenciones revelaban transparencia y sinceridad en sus propósitos. Hoy, sin cruzar una palabra con él puedo afirmar que nada de mi apreciación ha cambiado. Al contrario, se ha reforzado al escuchar las líneas que rigen su actuación dentro y fuera de los ruedos y al contrastarlas – de memoria – con los hechos de su historia.

La presentación de la versión mexicana de Diálogo con Navegante es una de esas a las que da gusto haber asistido, de las que se lamentaría uno no haber asistido y de las que hablará uno mucho después de haber asistido. Sin duda, uno de los grandes hitos de este muy taurino año 2014.

El vídeo

El vídeo con la alocución completa de José Tomás lo pueden ver en esta ubicación. Dura algo más de seis minutos.

viernes, 30 de abril de 2010

Tal día como hoy: 2000. Manuel Caballero y Cinco Estrellas de Reyes Huerta.

A Manuel Caballero le conocimos en Aguascalientes el año de 1998. Esa feria nos ofreció una de las actuaciones del serial. Cortó la oreja la tarde inicial de la feria a un toro de don Luis Barroso Barona y otra en su siguiente actuación ante uno de Begoña, perdiendo en cada caso cuando menos otra por sus fallos con la espada, aunque hay que consignar que siempre pinchó arriba. Al igual que en la Ciudad de México, entró en el gusto de la afición de Aguascalientes y dio la impresión de que por mucho tiempo sería un torero imprescindible en nuestra Feria de San Marcos.

Ese año 2000 quedó marcado por un doloroso hecho. Don Juan Andrea Borbolla, un verdadero artista de la gastronomía y de la hotelería, en esos días titular de la sede de la torería en Aguascalientes, había fallecido el día 5 de abril. La corrida del último día de ese mes, 7ª del serial, en la que actuaron José Antonio Hernández Andrés ante un toro de Cerro Viejo y el citado Manuel Caballero, Fernando Ochoa y Alfredo Gutiérrez se dedicó a su memoria y de esa manera, los toros de los herederos de don Reyes Huerta, llevaron nombres alusivos al personaje homenajeado, sobre el que Jorge Cuesta escribió lo siguiente:

Juan Andrea amó a la fiesta de los toros y la fiesta le amó a él. ¿Por qué no habría de ser así?

A través de cinco décadas en su querido Hotel Francia y después en el Andrea Alameda de Aguascalientes, don Juan trató a muchos protagonistas del mundo del toro que hacían del hotel su casa.

Muchos toreros de la legua, tiesos de dinero, con hambre de gloria, pero también de alimentos, se le presentaban de pasada para cualquier tienta, pachanga o festejo, en busca de cama y sustento, a nadie se lo negó; a todos les brindó afecto y solicitud.

Siempre para los toreros que actuaban en "Agüitas", en la feria o fuera de ella, sin importar su jerarquía, la habitación del hotel estaba lista y sin costo.

Y a los novilleros que triunfaban les incluía en la cortesía, los alimentos y las bebidas espirituosas para brindar por su éxito. Tenía arte don Juan y clase para obsequiar sin ostentación y con tacto.

Y tenía arte para tratar golfos buenos.

¿De cuántas vagancias no fue testigo don Juan en la famosa feria de San Marcos?...

Mil anécdotas y mil recuerdos compartidos con don Juan, que como dijo Antonio Machado... "Fue en el buen sentido de la palabra, bueno". ¿Por qué no se le iba a querer a don Juan?

No recuerdo cuando me hice viejo, pero sí me dolió la partida de Juan Andrea, seguramente la Feria San Marcos 2000 será distinta sin él.

Que Dios lo guarde.

Es lo que digo yo...

En ese ambiente en el que la festividad de la corrida, con el dolor que produce la ausencia del amigo querido produce se entrecruzan, Manuel Caballero, el torero de Albacete que pronto desarrolló una especial empatía con la afición mexicana, se dice que por su hacer en los ruedos parecido al de otro Manuel, pero este nuestro, de Monterrey, se encontró con el cuarto de la tarde, nombrado Cinco Estrellas por sus criadores, con el que logró una de las faenas más importantes – a mi juicio – de las que se han desarrollado en los ya casi 36 años de existencia de la Plaza Monumental Aguascalientes.

La impresión que me produjo esa faena fue la siguiente:

Manuel Caballero sin duda, ha realizado una de las faenas más importantes de los veinticinco años de vida de la Plaza Monumental de Aguascalientes, cuando materialmente bordó por naturales a “Cinco Estrellas” de Reyes Huerta, en los medios del redondel. Ya ante el primero de la tarde había mostrado su calidad, sobre todo al torear con la mano derecha y como matara de pinchazo y estocada, se le concedió la única oreja de la tarde, pero como decía al inicio, lo trascendente vino cuando al cuarto de la tarde, lo sujetó en la boca de riego y se dio a torear relajado, gustándose y con una suavidad y un temple que hicieron estallar a la concurrencia en gritos de ¡Torero!, ¡Torero!, rubricando una gran obra taurina, que seguramente podrá contarse dentro de las que formarán parte de la parte más brillante de la historia de esta plaza. Desgraciadamente pinchó en dos ocasiones ante de dejar una entera en lo alto, razón por la cual no se le concedieron apéndices, aunque dio una vuelta al ruedo con mucha fuerza, acompañado en un tramo de la misma por el representante de la ganadería. Al final del festejo, se retiró entre grandes ovaciones de los asistentes.

Esta faena de Manuel Caballero mereció todos los premios otorgados a la mejor de la Feria del año 2000 y confirmó el gusto de la afición mexicana por el toreo de largo y templado trazo del albaceteño, lo que le llevaría en años posteriores a levantarse también como uno de los triunfadores de la Plaza México y a mantenerse en el gusto de la afición de su patria hasta el momento de su retirada.

Aldeanos