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domingo, 14 de enero de 2024

Jesús Solórzano y Fedayín de Torrecilla, a 50 años vista

Jesús Solórzano
Foto: Lyn Sherwood

El seguro azar del toreo

José Alameda ha explicado con claridad lo que pudiera considerarse una de las grandes paradojas de la fiesta de los toros, en el sentido de que lo único seguro en ella, sea precisamente el azar, entendido éste, en el sentido de que por más previsiones que se tomen al respecto de una situación determinada, no necesariamente se dará el resultado que se previene, sino uno que puede ser fortuito, accidental o involuntario.

Era quizás miércoles y todavía no estaba definido el cartel de la sexta corrida de la temporada 1973 – 74 de la Plaza México. Muchos rumores circulaban entre la afición y los medios especializados. Dadas las importantes actuaciones de Manolo Martínez y Mariano Ramos el domingo anterior, las voces más fuertes propalaban un mano a mano entre ambos toreros ante el encierro de Torrecilla que era lo único fijo para la fecha. Pero también se decía, que en las oficinas de la empresa se manejaba que en la combinación que se diera podría participar Jesús Solórzano, anunciado en el apartado y que a esa fecha aún no se había presentado ante la afición capitalina.

Cuenta don Alberto A. Bitar que ante la sola mención de que Jesús Solórzano podría entrar en el cartel en el que se lidiarían los toros de Torrecilla, don José Julián Llaguno montó en cólera:

José Julián Llaguno, llevado por su encono en contra de Jesús – nunca se supo bien a bien el fondo de la cuestión – amenazó con que su familia no permitiría que se lidiaran los de Torrecilla, que convocaría a una conferencia de prensa y que entablaría una demanda contra la empresa… José Julián Llaguno era famoso por dos motivos: el primero, por sus chistes, y el segundo, por lo violento de su carácter, sólo que no tomó en cuenta a la Delegación, que amenazó con retirar del cartel a la ganadería para el Distrito Federal, amén de aplicarle una cuantiosa multa… (La Jornada, 29 de octubre de 2017)

Bastó el apercibimiento de la autoridad para que la ira de don José Julián se apagara y aceptara la terna de toreros que la empresa formó para enfrentar a los toros de su hermano José Antonio, que se completó con Eloy Cavazos y Mariano Ramos, para dar cuerpo a ese sexto festejo del serial 73 – 74. De esa manera el azar jugó la primera de sus cartas, abriendo una puerta que inicialmente estaba casi absolutamente cerrada para Jesús Solórzano.

El segundo pase del azar se produjo con los toros de Torrecilla. La corrida llegó a los corrales de la Plaza México seguramente la tarde del día 8 de enero de ese 1974, con la idea de que estuviera allí los cinco días anteriores al festejo, según lo marcaba el Reglamento. Pero el jueves siguiente, dos toros se pelearon y uno quedó inutilizado. Así lo cuenta don Francisco Madrazo Solórzano en su libro El Color de la Divisa:

…una llamada de Carlos González me inquietó, me contó con detalle como el toro número 38, inutilizó durante una pelea, al número 31, quebrándole una pata… Llamé por teléfono a Carmelita Llaguno y le pedí que embarcara otro toro a la mañana siguiente. Y como yo no podía ir, llamé también a “Chemel” para que me sustituyera: “Entre el 50 y el 49, que escoja Toño el que más le guste, están muy iguales en trapío y peso”, le dije… El jueves 10 de enero festejan sus aniversarios de nacimiento mi tío Jesús Solórzano Dávalos – 1908 –, y Manuel Martínez Ancira – 1947 –, les llamé a ambos para felicitarlos. Ese mismo día nació mi hijo, Antonio Manuel. Mientras acompañaba a Esperanza, me enteré por la prensa que mi primo, Chuchito Solórzano Pesado, completaría el cartel de la corrida del domingo… Toño, acompañado por su primo “Chemel” Garamendi, embarcaba al toro número 49, sustituyendo al lastimado. Cuatro días después, el solitario viajero y el diestro postergado, se unirían – cómplices felices – en una de las más grandes, bellas y mejor trazadas faenas en la historia de la Plaza México: la de Jesús Solórzano Pesado, al toro “Fedayín”, No 49, negro, de Torrecilla, con divisa verde y blanca...

La segunda carta del azar fue la del triunfo. Fedayín no iba, en principio, a esa tarde en la Plaza México, tuvo que darse un percance en los corrales para que de manera emergente fuera llevado a sustituir a uno de sus hermanos que se inutilizó. Y jugó también para que en el sorteo le correspondiera a Jesús Solórzano quien lo aprovechó a plenitud.

Jesús Solórzano y Fedayín ante la crónica

El quinto toro de esa corrida, el que de acuerdo a la voz popular, nunca es malo, fue nombrado Fedayín y ante él, Jesús Solórzano realizó una faena que hoy es considerada por muchos como de culto, pero que, en el fondo, es una de esas que, cuando se haga un recuento de las grandes obras realizadas en el ruedo de la Plaza México, tendrá que ser considerada, necesariamente. José Alameda, en su tribuna de el Heraldo de México, entre otras cosas, expresó lo siguiente a propósito de ella:

Siempre que el arte hace su aparición, la fiesta se desintoxica. Porque, no lo dude usted, la fiesta vive intoxicada. Intoxicada de monotonía… Pero el arte verdadero, ¡aparece tan de tarde en tarde! Sin embargo, es suficiente con que asome para que cambie toda la valoración del toreo. Solórzano acabó ayer, de un solo golpe, con esa faena de molde, monótona e industrial, esa faena que se imprime en serie, como las estampas de calendario, la misma que hemos visto ya este año y el anterior y el otro y el otro… ¿hasta cuándo?... Lo que hizo ayer Solórzano fue poner en evidencia la realidad del arte auténtico, fragante, inspirado, sincero, frente al arte de “los pintores de calendario”. Dicho con bíblico lenguaje: Solórzano vino a correr a los mercaderes del templo… La obra de arte tiene siempre que dar la impresión de algo único, distinto, sin par. Es todo lo contrario de la copia fotostática. La obra de arte, hija de la inspiración, es un modelo único. Por eso vale tanto. El público de la plaza México, este público dotado de tan impalpable sensibilidad y tan implacable juicio, lo comprendió, también de golpe, de corazón, con el alma desnuda. Y se entregó al artista con voto unánime para poner en las manos de Solórzano las dos orejas del toro. Porque en los grandes momentos, hay una emoción de la mente y un juicio del corazón… Solórzano, sí. Pero no sólo él. Fue también el aficionado mexicano, en su puesto de honor de la plaza México, el que dio el ejemplo: moralmente, expulsó a los mercaderes del templo… (Heraldo de México, 14 de enero de 1974)

Por su parte, Carlos León, en su crónica epistolar, dirigida a don Lucas Lizaur, de la zapatería El Borceguí, apunta:

Jesús Solórzano II, que inesperadamente entró al cartel como con calzador, parecía que iba a ser el “Ceniciento” de la tarde; un simple “arrimado”, marginado en un rincón de la cocina mondando patatas, mientras otros se despachaban el caldo gordo con la cuchara grande… ¿Qué fue lo que hizo Chucho para armar la que armó y colocarse, de golpe y porrazo, en un sitial que nunca había tenido? Pues muy sencillo: Volver los ojos hacia el toreo de antaño, al toreo clásico, al torear rondeño. En vez de dejarse llevar por el camino herético de la supuesta e iconoclasta “Escuela Mexicana del Toreo”, retornó a la verdad y a la naturalidad, a la pureza de procedimientos, a la estética desahogada. Y con eso tuvo para abrirle los ojos al público, que en una revelación volvía a ver los viejos moldes que creían haber roto los falsos profetas… Si bien con el capote anduvo desdibujado – lo estuvieron todos –, en lo demás, hasta en adornarse en banderillas que ya casi nadie las clava, hizo una faena de “las de ayer”, un trasteo de los que quitan años de encima, con muletazos y buenas maneras de otras épocas. Todo lo gris que había estado en su primero, fue luminosidad con este quinto toro, que en mala hora bautizaron “Fedayín”, nombre aborrecible para personas civilizadas. Para tan bella faena, pocas nos parecieron dos orejas y dos vueltas al ruedo. Pero eso era lo de menos, había resucitado el bien torear y eso nos llenaba de regocijo… (Novedades, 14 de enero de 1974)

Por su parte, el licenciado Antonio García Castillo Jarameño, titular de la sección taurina del diario deportivo Ovaciones de la capital mexicana se pronunció en el sentido siguiente:

Con la franela, la obra cumplida; la faena en que estuvo impreso un estilo personalísimo, tanto en las formas como en la construcción, muletazos acendrados, con el ritmo preciso, a la distancia justa, a la altura necesaria, engolosinando al noble y bravo burel de Torrecilla, haciendo que el enorme coso fuera un solo olé, y que la gente sintiera que admiraba algo distinto, nuevo, que no era más que eso: el personal sentir de un hombre frente a un toro... ¡nada más! Ahí trenzados en magníficas formas derechazos y naturales; ahí la culminación con el muletazo de pecho cumplido en su cabal dimensión; ahí la arrucina, pero la arrucina sin aprovechar el viaje, sino citando, embarcando, es decir, toreando y el remate justo con uno de pecho de cabo a rabo. Y los adornos – suficiencia y torerismo – en esos derechazos en redondo citando casi de espaldas, los medios pases ligados con otros por bajo sobre la diestra. Pero sobre todo y además de todo, todo ejecutado con un aliento de personal calidad... sí, “El estilo del hombre”. Dos orejas, tras un pinchazo y una más de media. Ovación inacabable y dos vueltas al anillo con salida a los medios... (Ovaciones, 14 de enero de 1974)

La relación de Alameda anota una cuestión importantísima que parece hoy de actualidad, pero que es un mal, que pareciera ser crónico para la fiesta, en el sentido de que llegan momentos en que el toreo se estereotipa, y las faenas se parecen demasiado unas a otras. La crónica de Carlos León resalta el valor intrínseco y esencial de la faena, la pureza en su trazo y en los procedimientos utilizados y que no resultan ser más que el reflejo de una tauromaquia concebida a partir de la naturalidad en su ejecución y en una técnica muy depurada en su concepción. Es por eso que el cronista del Novedades, al describirla, la señala como una faena de las de ayer. Por su parte, Jarameño deja en claro que la obra realizada por el hijo del Rey del Temple ante Fedayín no era cosa de cualquier domingo, sino una de esas que se recordarían por siempre.

El juicio personal de Jesús Solórzano

Cinco años después del hito, en el programa de televisión Toros y Toreros del entonces Canal 11 de la capital mexicana, que, en esas fechas, (1979) conducían Julio Téllez, Luis Carbajo y José Luis Carazo Arenero, se proyectó el vídeo de la faena y lo comentó el propio Jesús Solórzano, quien entre otras cuestiones dijo sobre ella lo siguiente: 

Esa tarde era de mucho compromiso, el único vestido que tenía para estrenar era ese y yo me dije: “o me retiro de los toros, o me compro más vestidos…”, me la estaba jugando al todo por el todo… son faenas que te ponen en tu sitio y que te dan aire para caminar… no podía yo fallar con el toro, todo lo que tenía que hacer era muy pensado, ya después te vas gustando, te olvidas de todo y te entregas al placer de torear… había que darle la pausa al toro, dejarle respirar… mi toreo tiene la influencia de la buena tauromaquia… hoy me doy cuenta de lo grande que puede ser la amalgama de las suertes que tiene el toreo… los toreros hemos perdido mucho porque estamos haciendo un toreo estándar, un toreo igual… esta faena recurre al toreo clásico… lo de ahora es muy bueno, pero con lo de ahora y lo de antes, hay que hacer algo mejor…

Como se aprecia, a un lustro de distancia, Jesús Solórzano distinguía, sin petulancia, el valor de su obra ante Fedayín, y establecía las líneas divisorias entre el toreo puro y lo que se pudiera considerar el toreo moderno. No se mostraba refractario a lo que algunos han dado en llamar la evolución del toreo, pero sí dejaba bien claro que las bases fundamentales de la tauromaquia son inamovibles, que son esenciales y cualquier modificación que se plantee, ha de ser a partir de ellas.

En conclusión

En este día se cumplen cincuenta años de esta gran obra de Jesús Solórzano, una faena clásica, en la que se reiteró una vez más que el toreo puro, ese toreo en el que, como lo dejó dicho Rafael Ortega, para transmitir, primero se tiene que sentir, es y será siempre el que mueva las fibras sensibles de afición y público, el que deje en nosotros su huella indeleble y que nos invite a volver a la plaza el siguiente domingo, con la esperanza de volver a encontrar esa conjunción entre toro y torero que es la razón de nuestra afición, eso que llaman el toreo eterno.

domingo, 22 de octubre de 2023

A 30 años del I Congreso Mundial de Criadores de Toros de Lidia

Gráfica de la ceremonia inaugural
El Informador, 22 de octubre de 1993
De una manera casi silenciosa, con mucho tiento, en 1993, un grupo de ganaderos mexicanos, del Estado de Jalisco para ser precisos, se echaron a cuestas la tarea de reunir a los ganaderos de todos los países en los que se cría el toro de lidia. Jesús González Gortázar El Chacho, entonces titular del hierro de Castro Urdiales y a la vez Senador de la República y presidente de la Confederación Nacional de Propietarios Rurales, junto con Ignacio García Villaseñor, en esas fechas ganadero de San Mateo y de San Marcos, Francisco y Carmelita Madrazo, de La Punta, Francisco Torre ganadero de Torrevieja y el escultor Jorge de la Peña, se constituyeron en el comité organizador de ese importante evento, autorizado por la Asociación Nacional de Criadores de Toros de Lidia (ANCTL) y con el aval de la Secretaría de Agricultura y Ganadería a través de su Dirección General de Fomento Pecuario.

La revista madrileña El Ruedo salida el 19 de octubre de ese año, contenía la siguiente información remitida por su corresponsal Tadeo Alcina:

En las oficinas de la asociación nacional de Criadores de Toros de Lidia, en una sencilla ceremonia, el gobernador del estado de Jalisco tomó la protesta a los integrantes del Comité organizador del primer congreso mundial de ganaderos de lidia. Para tal evento se cuenta con la participación de España, Francia, Portugal, Colombia, Venezuela, Perú, Ecuador, Guatemala y Estados Unidos, que en conjunto suman unos 205 participantes… La reunión se llevará a cabo del 21 al 24 de octubre; de España estarán presentes el ganadero Conde de la Maza, Jaime Sebastián, Juan Pedro Domecq, Victorino Martín, Álvaro Domecq y Diez, José Murube, Iñigo Sánchez y otros. A través de su presidente, el señor Alberto Gamazo, ha pedido que España sea la sede del segundo congreso mundial en 1995. De Portugal se confirmó la asistencia del ganadero Murteira Grave…

Pareciera, por la brevedad del tiempo, que el proyecto se realizó de manera rápida o precipitada, pero el 22 de octubre, en el diario El Informador de Guadalajara, don Francisco Baruqui cuenta:

El poder de congregar a miembros pertenecientes a una actividad tal de diferentes partes del mundo es, a no dudar, una labor de gran positivismo cuando lo que se busca es el acercamiento en vías de una mayor identificación y el inicio o el fortalecimiento de lazos de amistad… Y si tal acercamiento se refiere entre gente que lo mismo procede de España, Portugal, Francia o Centro y Sur América, dedicada a la apasionante crianza de uno de los ejemplares más hermosos de la creación como lo es el toreo de lidia, cobra una relevancia singular y ejemplarizante, cuando, iniciándose, se logra organizar el Primer Congreso Mundial de Ganaderos de Lidia… El proyecto me lo comentó desde hace más de un año mi estimado amigo el Lic. Jesús González Gortázar, ganadero jalisciense de Castro Urdiales, quien inquieto siempre y con el deseo permanente de una relación significativa entre los criadores de bravo, se dio a la tarea de echar a andar el plan…

Como se puede ver, la preparación y organización del Congreso, en esas fechas único en su naturaleza, se llevó a cabo con el tiempo adecuado, dando los pasos medidos, pero firmes. Y aunque de manera protocolaria, unos días antes de su inauguración, el comité que realizaba con antelación los trabajos organizativos, fue formalmente constituido, diría yo, únicamente de cara a la galería.

La ceremonia inaugural

La mañana del jueves 21 de octubre de 1993 se abrieron las puertas del Teatro Degollado en Guadalajara, para que el entonces gobernador de Jalisco, Carlos Rivera Aceves declarara abiertos los trabajos del Congreso, en una mesa presidida por el doctor Igor Romero, director general de Fomento Pecuario y representante personal del Secretario de Agricultura y Ganadería en México, Carlos Hank González, el ganadero Jorge de Haro González, presidente de la ANCTL, y representantes de las asociaciones ganaderas de los países que concurrieron a la reunión.

El gobernador destacó en su alocución la cultura que los jaliscienses tienen en las actividades agropecuarias y la importancia que tendría, para todos los asistentes a la reunión, la generación de conclusiones que fortalezcan la crianza del toro de lidia, actividad en la que el Estado de Jalisco tiene una posición destacada a nivel nacional.

Por su parte, el presidente de la ANCTL expresó:

Nos reunimos aquí con motivo de lo que nos motiva y desvela: el toro de lidia. El día de hoy los ganaderos de reses bravas iniciaron una estrecha relación que esperamos sea para siempre… en nuestro país se vive la experiencia de un rápido desarrollo que necesariamente nos lleva a una transformación, respaldado por los principios de modernidad que también incluyen el cambio…

Concluida la ceremonia los asistentes se trasladaron al Museo de la Ciudad, donde se inauguró, bajo el auspicio de la casa Pedro Domecq, una exposición de esculturas de Jorge de la Peña, cuadros del pintor nativo del Puerto de Santa María, Juan Lara, con temática del campo bravo mexicano y de monturas charras obra del talabartero oaxaqueño Jesús Mejía Olea. Allí las atenciones corrieron a cargo de don José Ariza, funcionario de la compañía vinícola.

Posteriormente los congresistas e invitados se trasladaron al Lienzo Charro Ignacio Zermeño, en donde se les ofreció una charreada y como fin de fiesta el matador de toros tapatío Pepe Murillo lidió y mató un toro con lucimiento.

Juan Pedro Domecq y el toro artista

El viernes 22 se presentaron las distintas ponencias, a cargo de los ganaderos Juan Pedro Domecq, Victorino Martín hijo, José Chafic, el escritor y periodista Filiberto Mira y de don Francisco Madrazo Solórzano.

Juan Pedro Domecq expuso su punto de vista sobre la crianza del toro de lidia y el proyecto que pretendía realizar en su ganadería, que lleva el legendario hierro de Veragua. Quizás por primera vez en un evento público, externó su teoría sobre lo que el llamó el toro artista, que dijo, es el toro que tiene fijeza y ritmo y que llega embistiendo hasta el final de la faena. Lo opuso al toro fiero, del que dijo, es el que al final de la lidia tiende a rajarse, aunque reconoció que es el toro fiero es el que permite ver la diferencia entre toreros.

En su turno, Filiberto Mira hizo un esbozo genealógico de lo que era en esas fechas la ganadería brava en México y alabó la adaptación del toro traído de España a las condiciones que tenemos en México. Afirmó que el toro de lidia aquí estaba debidamente mexicanizado. También evocó a nuestros toreros de la Edad de Oro, recordando grandes faenas de Fermín Espinosa Armillita, Lorenzo Garza, Alberto Balderas, José González Carnicerito y haciendo una evocación de la creatividad capotera de nuestros toreros reflejada en los bellos quites de Pepe Ortiz y de Calesero.

No hay evidencia periodística de la participación de la doctora Irina Maltseva, pero don Pepe Chafic, habló largo sobre la inseminación artificial como una importante herramienta en el futuro de la ganadería de lidia en el mundo, y le recordó a los presentes que el primer ganadero de toros de lidia en el mundo que aprovechó con éxito la inseminación artificial fue don Luis Obregón Santacilia. Terminó comentando a los presentes que él estaba experimentando con ella, aunque fuera del país, porque la legislación no le permitía aplicar a plenitud esas técnicas en México.

Posteriormente, Victorino Martín García expuso a los presentes un panóptico sobre el origen y los diversos encastes del toro de lidia actual en España y la presencia que tienen en las diferentes plazas europeas.

Y le tocó cerrar la sesión a don Francisco Madrazo Solórzano, quien expuso un trabajo de revisión histórica evocadora de una importante época de la fiesta en México que provocó muchas emociones en los asistentes y que conmovió a más de alguno. Fue quizás, la intervención más aplaudida de toda la reunión.

La tienta en El Cuadrado

El sábado 23 de octubre don Ignacio García Villaseñor organizó una faena de tienta para los asistentes al Congreso en su rancho El Cuadrado, en esos días asiento de las ganaderías de San Mateo y San Marcos, en donde nuestros visitantes del extranjero podrían apreciar la manera en la que se llevan a cabo las distintas tareas que son consustanciales a la selección del ganado de lidia.

En la tienta de hembras, la sorpresa grata para los asistentes fue el asolerado toreo del ganadero de El Batán, el matador de toros Gabino Aguilar, el único torero mexicano que ha recibido la alternativa en la Corrida de la Beneficencia en Madrid. Ese día, muchos de los ganaderos españoles que le habían visto vestido de luces, salieron emocionados del tentadero de El Cuadrado por lo hecho por el torero de la Hacienda de Piedras Negras.

El mensaje de Conchita Cintrón

En el diario El Informador de Guadalajara, el mismo 23 de octubre, apareció una publicación en la columna semanal que allí llevaba la torera universal Conchita Cintrón, que entre otras cosas dice:

Quienes rodean la fiesta, y sobre ella escriben, hablan y pontifican, suelen tener ideas heterogéneas sobre las causas de su aparente decadencia; las razones que rodean las figuras de relumbrón; los fracasos de los empresarios, la ignorancia de los toreros neófitos, la desvergüenza del afeite y la falta de trapío, que se verifica en ciertos encierros.

Pues bien: los ganaderos son, han sido y serán, los únicos responsables de todo lo miserable y todo lo grande dentro de las tardes de toros. Ellos tienen, en sus manos, el único elemento puro e incorruptible de la fiesta. Esperemos que de este Congreso resulte una unión fuerte y fraternal entre ellos. Romántica, porque “lo otro” no tiene cabida en las dehesas del campo bravo. Y aprendan a hacerse respetar como es debido, pues olímpica es su responsabilidad de ser fieles guardianes de la única verdad que nutre el planeta de los toros.

El mensaje de la llamada Diosa Rubia es contundente. Los criadores del toro de lidia son quienes tienen la verdad de la fiesta en sus manos. Y esa verdad sigue siendo válida, a tres décadas de distancia.

La clausura

El Congreso fue clausurado la mañana del domingo 24 de octubre y por la tarde se celebró en el Nuevo Progreso una corrida de toros en la que actuaron Mariano RamosCésar Pastor y Jorge Gutiérrez ante toros de José Julián Llaguno

De acuerdo con la información publicada en El Ruedo de Madrid el 3 de noviembre siguiente, se acordó que la sede del siguiente Congreso sería España, a determinarse la ciudad en la que se celebraría:

España será la sede en el 95 del Segundo Congreso Mundial de Ganaderos de Toros de Lidia. El primero se celebra por estas fechas en México… Aunque aún no está determinada la ciudad, se tienen en mente los nombres de Sevilla y Salamanca. Uno de los puntos que se han tratado con mayor interés es el posible intercambio de semen de toro, ya que en países de la Comunidad Económica Europea existen restricciones sanitarias que harían muy caro el transporte de sementales, con lo que vendría muy bien ese intercambio, labor que también refrescaría el campo bravo en Sudamérica.

Como se puede ver de la nota, el tema de la inseminación artificial parece ser que fue el que más llamó la atención para la transferencia de simiente de Europa hacia América, aunque en los hechos, faltaba poco más de un año, al menos en el caso de México, para que se reabrieran las fronteras a la importación de ganado de lidia de España, con fines de reproducción.

Para concluir

Así, a vuelapluma, recuerdo la celebración del primer Congreso que reunió a criadores de toros de lidia de todos los lugares del mundo en los que esta actividad pecuaria especializada está presente, con la finalidad de mantener la cercanía entre quienes se dedican a esa actividad y el intercambio de conocimientos entre ellos.

Los ganaderos del mundo han seguido reuniéndose cada dos años. La próxima reunión será aquí en Aguascalientes el próximo 2024, esperemos que el estrechamiento de sus lazos de amistad y el intercambio de conocimientos los lleve a seguir engrandeciendo la fiesta.

domingo, 8 de octubre de 2023

Alfredo Leal, a 20 años del adiós de un príncipe

Alfredo Leal
La temporada novilleril del 48 fue generosa al proporcionar toreros que caminaron más o menos largo en las veredas del arte del toreo. Varios de ellos se habían presentado en alguno de los dos calendarios anteriores, pero fue en ese año cuando consolidaron su posición y dejaron sentado que podían “ser gente” en el planeta de los toros. Así, toreros como Héctor Saucedo, Nacho Treviño, Jorge El Ranchero Aguilar, Alfonso Pedroza La Gripa, Curro Ortega, Fernando López El Torero de Canela, Tacho Campos, Rubén Rojas El Jarocho o Paco Ortiz fueron quienes, independientemente de Los Tres Mosqueteros, que llevaron el estandarte de esa generación, demostraron con el tiempo que lo que apuntaron era verdadero.

Dentro de ese grupo estaba un joven de la capital mexicana, Alfredo Leal, quien impresionó a la afición de la capital por la apostura con la que llevaba el terno de luces, como por la clase y la naturalidad con la que se desenvolvía delante de los toros. En el mes de septiembre de ese año, cuando se presentó en el viejo coso de El Progreso de Guadalajara, cautivó también a la afición tapatía y le produjo a don Francisco Madrazo Solórzano la siguiente impresión:

Tres presentaciones, y de los tres novilleros en esta plaza, sólo sobrevivió – y con creces – en el mundo de los toros, Alfredo Leal Kuri, que sería andando el tiempo, un diestro de fino hacer y limpio trazo, que lo convirtieron en un torero de primerísima fila en nuestra fiesta... Aquella tarde se quedó solo con la novillada de Santín, pues resultaron heridos sus compañeros... y la gente comenzó a hablar de Leal, un torero de cristal...

Como podemos ver, pronto quedó claro que Alfredo Leal llevaba bien unidos el ser y el parecer del torero. No era únicamente una figura que vestía bien y representaba adecuadamente lo que debería ser un diestro, sino que delante de los toros, lo confirmaba.

El hacer del Príncipe del Toreo ante los toros

Se atribuye a Curro Romero la afirmación de que el toreo es natural cuando las cosas se hacen a lo que da el brazo y la muñeca… Cuando las cosas se hacen sin estar forzado… Pues vamos, así toreaba Alfredo Leal. A pesar de medir un metro ochenta y seis de estatura – confesión hecha al entrevistador de El Ruedo días antes de su alternativa – no abusaba de sus extraordinarias dimensiones corporales para dar, en apariencia, mayor extensión a las suertes, sino que, manteniendo una majestuosa verticalidad y aplicando las reglas del Faraón de Camas, únicamente ponía en juego el vuelo natural de sus brazos y el giro de sus muñecas. 

Esas premisas teóricas las llevaba a la práctica. Así describió una actuación suya Francisco Lazo en abril de 1972:

Lanceó en el centro del anillo, cargando ligeramente sobre la pierna de salida, a ritmo lento. Y con la muleta, echándola apenas adelante, embarcaba, templaba y mandaba, muy erguido, moviendo solo el brazo, con elegancia... Y ahora con la izquierda, más lento todavía, haciendo flamear el trapo rojo en el último tiempo, con un suave muñecazo. Trataba al toro con delicadeza para hacerlo sentir a gusto y sentirse él, Alfredo, igual. Y todo allí, en el centro del anillo, sin paréntesis que pudieran romper la continuidad, que sacaran de su embeleso al torero y cortaran aquel coro de ¡torero, torero!, o las aclamaciones que, de tan continuas, parecían una sola...

Esa verticalidad y esa natural verdad con la que se conducía en los ruedos, le convirtió en un torero que, si bien no se puede afirmar con rotundidad que ocupó la cima de la torería de su tiempo, sí estuvo presente en las principales plazas y en los mejores carteles, lo que no deja lugar a dudas de que ha sido una figura del toreo.

Ese hacer ante los toros hacía de Alfredo Leal un torero que levantaba interés en cualquiera de las plazas en las que se presentaba y evidente resulta que en las que los toreros artistas son preferidos, el interés que despertaba era aún mayor. En el año de 1968 fue un activo impulsor de la reanudación de las relaciones taurinas hispano – mexicanas y le correspondió torear la Corrida de la Concordia en Sevilla. Para esas calendas, en muchos medios había una nueva generación de escritores. Es el caso de El Ruedo, donde un joven Jesús Sotos comentó acerca de su reaparición allí en la feria abrileña del siguiente calendario:

¡Qué gran planta la de Alfredo Leal! Tenía ganas de encontrarlo en un coso, y Canorea nos ha dado la oportunidad de saborear su talento. Bien por el mejicano que abrió la última temporada el camino – y la buena esperanza – al finiquitado “tiquis – miquis” taurino hispano mejicano. Muy bien Leal. Y eso que no le salieron los toros que él necesita para brillar a gran escala, a esa que su arte merece… Sabe estar…

El Príncipe del Toreo no fue uno de esos diestros que se quedan anclados en el tiempo de su surgimiento. Su personalidad y su forma de ser y de estar delante de los toros les hacen atractivos aún a quienes llegamos al conocimiento de la fiesta muchos años después. Ese conjunto de cualidades, reitera sin espacio para la duda, de que fue y será siempre una figura de los ruedos.

Alfredo Leal y los demás artistas

Cuando hablamos de naturalidad en el toreo a veces simplificamos diciendo el toreo de siempre o más poéticamente el toreo eterno. Lo hacemos para referirnos a ese toreo que parece sencillo, puro, adaptado anatómicamente a las proporciones corporales del que lo practica y que por supuesto, nos mueve las fibras espirituales, haciéndonos botar en nuestros asientos – Armillita dixit – llenos de alegría y de emoción.

Pero a veces, por buscar extensión a las suertes del toreo, se sacrifica la naturalidad, se busca ir más allá de lo que la extensión corporal da y se cae en una dudosa corriente artística que, si bien va acompañada de la personalidad propia del ejecutante y de la emoción que es propia del momento en el que se ejecuta, resulta antiestética, por precisamente, su carencia de naturalidad.

Casi podría afirmar que esa corriente es una especie de manierismo taurino, en el que por intentar forzar lo que constituye la armonía y la belleza del hacer ante los toros, se incurre en una serie de aberraciones y absurdos que terminan por destruir la esencia de su ejecución, porque la naturalidad, con el personalísimo aporte de quien lleva a cabo la faena, es la esencia de cualquier tauromaquia.

La naturalidad en el toreo no se aprende, es innata. Otras formas de expresión son generalmente resultado de la imitación – lógica o extralógica – de algún o algunos toreros vistos en los ruedos o en los videos. Encontrar la manera propia de ejecutar con naturalidad el toreo, debe ser quizás la tarea más complicada para el torero que inicia, porque en alguna manera, implica el encontrarse a sí mismo. Algunos nacen con la habilidad innata, otros tienen que trabajar para descubrirla, pero una vez hallada, su camino por las veredas del arte queda más o menos resuelto.

Para rematar

Alfredo Leal partió de este mundo hace 20 años el día 2 de octubre. Ha sido quizás, de los novilleros de su promoción, el que tuvo la carrera más longeva, porque todavía a mediados de los años ochenta siguió vistiendo el terno de luces. Nos ha dejado un interesante legado tanto en los ruedos como fuera de ellos, pues una vez que dejó de vestir el terno de luces se dedicó un par de años a dirigir los destinos de la Asociación de Matadores de Toros y Novillos y en su gestión se concluyeron las obras del auditorio Silverio Pérez que es una parte importante del patrimonio material de esa asociación sindical.

Mucho hay todavía que contar acerca de Alfredo Leal dentro y fuera de los ruedos, pero hoy, en la cercanía su aniversario luctuoso, dejo aquí estos recuerdos y estas reflexiones.

sábado, 15 de abril de 2023

Feria de San Marcos 1973. La consolidación de un proyecto (III)

En la novillada de preferia, José Antonio Picazo El Zotoluco se lleva el Cristo Negro del Encino


La Feria de San Marcos de 1973 arrancaría oficialmente la noche del 21 de abril con la coronación de la Reina de la Feria y sería a partir del día 22 cuando se iniciara el ciclo continuado de festejos taurinos – corridas de toros – en la plaza de toros de la calle de la Democracia. Sin embargo, el inicio o el cierre del serial se consideraba, en esos días, el momento propicio para ofrecer a la afición la novillada de triunfadores de la temporada que mediaba entre el cierre de la feria abrileña del año anterior y las vísperas de la del calendario en que ese festejo se celebraría. 

Ante el incremento del número de corridas de toros, el de novilladas bajó en nuestra ciudad, pero no nos quedamos sin ver a los principales valores locales, disputarle las palmas a quienes se destacaban en otras plazas – las principales – de la república. De allí que el cartel que se confeccionó para el domingo 15 de abril del 73, fuera atractivo desde el papel, puesto que en él venían propuestos nombres que, incluso en la Plaza México, eran los que animaban la llamada temporada chica.

Gilberto Ruiz Torres, José Manuel Montes, Aurelio García Montoya, Luis Niño de Rivera, Rafael Velázquez y José Antonio Picazo El Zotoluco enfrentarían un encierro de Chinampas, ganadería propiedad de don Francisco Madrazo Solórzano y que, desde el anuncio de su desencajonamiento, hecho en el diario El Heraldo del 10 de abril, provocó interés:

Será el día de mañana cuando sean desencajonados los novillos de Chinampas que serán estoqueados el domingo durante el festejo en cuyo cartel figuran punteros de la novillería mexicana… los seis astados de Chinampas llegarán a las corraletas del coso San Marcos después de mediodía sin especificarse una hora exacta, pero lo seguro es que desde mañana estarán a la vista del público… Como se sabe, éste será el primer festejo de los once que presentará la empresa del coso sanmarqueño… el interés por la novillada se ha dejado sentir; la gente ha acudido a las taquillas, síntoma de que el ambiente es propicio para que ese festejo “de aperitivo” sea presenciado por un público entusiasta que llenará los tendidos.

Se amplía el cartel

El 14 de abril se anunció en los diarios locales que se agregaba al cartel para matar un séptimo novillo, fuera de concurso, Rafael Íñiguez El Rivereño, quien después de haberse presentado en El Progreso de Guadalajara y en las plazas de La Aurora en las cercanías de la Ciudad de México y en la Antonio Velázquez del Restaurante Arroyo en la capital, llegaba a Aguascalientes en busca de sumar actuaciones en el ruedo de la San Marcos, según se relata en El Sol del Centro de esa fecha:

Rafael Yñiguez “El Rivereño” hará su debut ante la afición hidrocálida, matando un séptimo toro en la novillada que se dará mañana en el coso San Marcos, en la que estará en disputa el trofeo Escapulario del Cristo Negro del Señor del Encino… En breve visita que “El Rivereño” hizo anoche a nuestra redacción, informó que el año pasado toreó 5 novilladas en la plaza “La Aurora”, 2 en la placita “Antonio Velázquez” de Chucho Arroyo y que tuvo destacadas actuaciones en Puebla, Guadalajara y Yahualica, Jal., esperando el domingo correr con la misma suerte que en los cosos mencionados.

El resultado del festejo

Al final de cuentas, el encierro de Chinampas no se emparejó con los que con anterioridad había enviado a nuestra plaza, pues sus condiciones de fuerza y trapío no fueron precisamente las óptimas. Por su orden, se llamaron Cuchillero, Capanegra, Guindorito, Cordillero, Lagrimoso y Nazareno. Al séptimo, lidiado por El Rivereño, no se le reseña nombre. Sobre todo esto, escribió en su día, en su tribuna de El Sol del Centro, don Jesús Gómez Medina:

Los festejos con seis espadas – a la postre, el de ayer constó de siete matadores – suelen convertirse en un muestrario de cuanto constituye el arte taurino: de bien torear, como también del “destorear”… En esas condiciones, la novillada de ayer, aperitivo de lo que es ya la máxima feria taurina de México, no desmintió lo que de axiomático se establece en el párrafo anterior; porque la novillada, al final de cuentas, se tradujo en un muestrario de gallardías y torpezas; de instantes brillantes, pero, también, de etapas anodinas o francamente deslucidas. Vimos, en fin, que es torear, como presenciamos a la vez – por desgracia, muchas veces – lo que podríamos conceptuar como ejemplo de mal torear, de destoreo, en suma… Y vimos, por principio de cuentas, un encierro chico y desprovisto de fuerzas, que, ciertamente, no contribuyó de manera alguna a abrillantar los prestigios de la ganadería de Chinampas. Pues, aunque los novillos, en general, se mostraron de buena condición, su debilidad, su menguada fortaleza, restó emoción y frustró en buena parte el resto de la jornada...

Así, Gilberto Ruiz Torres saldó su actuación con una vuelta al ruedo tras pasaportar al primero; José Manuel Montes lo hizo saliendo al tercio después de la muerte del segundo; Aurelio García Montoya fue aplaudido después de su actuación; Luis Niño de Rivera, también dio vuelta al ruedo después de finiquitar al cuarto; Rafael Velázquez, tuvo el silencio por respuesta a su labor con el quinto; y, El Rivereño, escuchó palmas al retirarse.

El Cristo Negro del Encino

José Antonio Picazo El Zotoluco, se presentaba vestido de luces en la San Marcos. Y cayó de pie en ese su debut, pues disputando el trofeo de triunfador de la temporada con quienes eran los punteros de la temporada capitalina, se lo llevó a su casa, aunque haya sido más por obra de la fortuna que por su buen hacer ante los toros. Escribe el nombrado don Jesús Gómez Medina:

...José Antonio Picazo es poseedor de una cualidad inempatable: la de “llegarle” muy fuerte a los aficionados; la de serle simpático a los espectadores. En esto fundamentalmente se basan sus actuaciones y sus éxitos, pues, hoy por hoy, el muchacho está escaso de técnica. Sería ideal que, con base en esa inapreciable característica de que hablábamos al principio, el muchacho se esfuerce en aprender a torear, haciéndolo con el reposo y la quietud y ligazón que avaloran definitivamente a los discípulos de Cúchares. Porque lo otro podrá durar mientras los públicos no se percaten de la verdad o hasta que salga un astado que haga de los achuchones y volteretas de ayer, percances de mayor cuantía. De todas maneras, José Antonio fue muy ovacionado por sus “cosas”; dio una vuelta al ruedo y, por aclamación, recibió la medalla con el Cristo del Encino en disputa...

Como se puede desprender de la sincera apreciación del cronista de El Sol del Centro, a José Antonio le faltaba mucho camino por andar, pero tenía el afecto de su afición para a partir de allí, evolucionar en su hacer ante los toros.

¿Qué fue de ellos?

Gilberto Ruiz Torres: Se presentó en la Plaza México el 30 de abril de 1967, alternando con Guillermo Montes Sortibrán y Leonardo Manzanos en la lidia de novillos de Santa Marta. Recibió la alternativa el 15 de septiembre de 1979, en Barquisimeto, Venezuela, de manos de Antonio Chenel Antoñete y con Carlos Rodríguez El Mito como testigo, cediéndosele el toro Tejero de Los Aranguez. Nunca confirmó esa alternativa. Actualmente funge como Juez de la Plaza México y en lugares cercanos a la capital mexicana,

José Manuel Montes: Se presentó en la Plaza México el 20 de julio de 1970, formando cartel con Adrián Romero y Rogelio Leduc, novillos de El Romeral. Llegó a actuar una docena de tardes en la gran plaza. Recibió la alternativa en Aguascalientes el 24 de abril de 1974 de manos de Manolo Martínez y siendo Mariano Ramos el testigo, con el toro Mandarín de Suárez del Real. Nunca confirmó su alternativa. Padre del matador de toros José Manuel Montes hijo. Falleció en Aguascalientes el 28 de junio de 2021.

Aurelio García Montoya: Originario de Lérida, aunque criado en Sevilla. Se presentó en Madrid (nocturna) el 6 de agosto de 1966, para enfrentar novillos de José Luis Hernández Cabanzón junto con José Luis López Maganto, Pablo Fernández Norteño, José Faria, Mariano Vela, y Manuel Valverde. Se presentó en Sevilla el 1º de septiembre de 1968, con Antonio Gil y Antonio Manuel Nogales, con novillos de Arturo Pérez. En la Plaza México se presentó el 25 de junio de 1972, alternando con Gilberto Ruiz Torres y Luis Niño de Rivera, novillos de Suárez del Real. Nunca recibió la alternativa.

Luis Niño de Rivera: Se presentó en la Plaza México el 25 de junio de 1972, para lidiar novillos de Suárez del Real junto con Gilberto Ruiz Torres y Aurelio García Montoya. Nunca recibió la alternativa. Comentarista de radio y televisión y autor del que quizás sea el mejor libro que permite entender la realidad del toro de lidia mexicano: Sangre de Llaguno. Fue presidente de la Asociación Mexicana de Bancos.

Rafael Velázquez: Se presentó en la Plaza México el 14 de julio de 1974, alternando con José Manuel Espinosa Armillita y Leonardo López El Caporal en la lidia de novillos de Peñuelas. Nunca recibió la alternativa. Hijo de Antonio Velázquez Corazón de León. Nunca recibió la alternativa.

José Antonio Picazo Zotoluco: Se presentó en la Plaza México el 3 de agosto de 1975, alternando con José Luis Ortega y Benjamín Magallanes. Novillos de Campo Alegre. Nunca recibió la alternativa. Falleció en Aguascalientes.

Rafael Íñiguez El Rivereño: Se presentó en El Progreso de Guadalajara el 4 de mayo de 1972, con Oscar Balderas, Francisco Acosta Paquiro, Rafael Sandoval, Felipe Bedolla y Eduardo Córdoba, lidiando novillos de La Playa. Nunca recibió la alternativa. Falleció en Aguascalientes el 11 de noviembre de 2020.

Aviso parroquial: Hoy salgo en sábado y es que la fecha del festejo coincide con este día de la semana. Ya nos veremos más seguido a partir del día 22.


jueves, 5 de mayo de 2022

La Feria de San Marcos hace medio siglo (XI/I)

5 de mayo, 8ª de feria, un impresionante encierro de La Punta

El anuncio inicial del serial taurino de 1972 únicamente comprendía siete corridas de toros y el aviso de que se ofrecería la novillada – vigésimo segunda – de triunfadores de la temporada iniciada a mediados del año anterior. No obstante, el 6 de abril se hizo pública una entrevista telefónica con el empresario Guillermo González Muñoz, de la que entre otras cuestiones se dedujo:

En definitiva, don Guillermo González afirmó que la temporada taurina constará de siete corridas formales y una novillada, aunque dejó abierta la posibilidad de que se efectúe otro festejo…

Es decir, la celebración de una corrida extraordinaria nunca estuvo fuera de cuestión. Todo estribaba en que las condiciones entre afición, toreros y ganaderos se conjuntaran para que se habilitara una fecha y se pudiera ofrecer el festejo. En la columna de Francisco Lazo, cronista huésped de El Sol del Centro ese año, publicada el día 23 de abril, se relata lo que sigue:

Ya habíamos dicho que en La Punta hay un encierro que mete miedo, en 680 kilos de peso, con un toro que dio 714 en la báscula. Nos dice Guillermo González que es de su propiedad, pues lo compró ya al ganadero Francisco Madrazo. ¿No iba esa corrida a Tijuana? “No creo, dijo Guillermo, pues la quiere lidiar aquí...

Como se ve, las cosas se iban acomodando. Otras informaciones periodísticas afirmaban que esa corrida de La Punta era una de las que había reseñado la Asociación de Matadores para su corrida del Estoque de Oro que se verificó a principios de marzo. Al final, la corrida se quedó en el campo y entre don Francisco Madrazo Solórzano y don Guillermo González, decidieron que se lidiara aquí en Aguascalientes, a manera de un magno fin de feria.

La conformación del cartel

El 29 de abril se informó que la corrida extraordinaria se verificaría el viernes 5 de mayo y que, junto con los toros de La Punta, estaba ya listo Jesús Solórzano, que no está de más decirlo, era torero de la casa. Se adelantó que se esperaría a la celebración de la novillada del día primero de mayo, para rematar la combinación que se enfrentaría a los toros que ya eran esperados por la afición de Aguascalientes. 

El 1º de mayo se anunció que Fabián Ruiz, torero de Aguascalientes que trataba de remontar la cuesta de un grave percance sufrido el 29 de julio de 1969 en la Monumental de Tijuana, cuando alternaba con Eloy Cavazos y Curro Rivera. Esa tarde, Montañés de Reyes Huerta le partió el pecho y le perforó un pulmón entraba en el cartel. Dijo el doctor José Rodríguez Olivas, jefe de los servicios médicos de las plazas de Tijuana en esos días acerca del percance:

Fue una de las cornadas más graves que se han visto en Tijuana. La herida está localizada a escasos cuatro centímetros del corazón, y hay perforación del pulmón derecho... De estas cosas no sabe uno el tiempo crítico, por tanto, no puede decirse nada sobre el término de 72 horas...

El percance mantuvo parado a Fabián hasta el 2 de febrero del año siguiente, por lo que prácticamente estaba reiniciando su andadura como matador de toros. La fecha además implicaba su presentación en esta, su tierra, como torero de alternativa.

El día primero de mayo se anunció que el encierro sería desencajonado en los corrales de la plaza de toros, quedando a la vista del público a partir del día siguiente y ese día, con el encierro ya manifiesto, se dio a conocer que Joaquín Bernadó era el tercer torero que formaría el cartel:

…está por delante el interés de la afición hidrocálida por ver a Fabián Ruiz, el extraordinario torero de esta tierra, quien, por primera vez, como matador de toros, pisará el ruedo del Coso San Marcos. La animación por ver a Fabián es indescriptible. En todos los medios sociales no se habla de otra cosa que no sea de irlo a ver… La empresa ya confeccionó el cartel, y por esta ocasión se puede decir que tres fundamentales aspectos determinantes han sido conjugados. El tercer espada es el catalán Joaquín Bernadó… Es decir, en la corrida se habrán de juntar los máximos atributos que se requieren para que sobre el ruedo se vea la corrida soñada, La valentía y enjundia de Fabián Ruiz. La plasticidad de Jesús Solórzano y la maestría de Joaquín Bernadó…

Así fue como, casi por entregas, supimos quienes serían los que se enfrentarían al singular encierro de La Punta, que, hasta estos días, medio siglo después, sigue siendo el más grande en cuanto a promedio de peso que se haya lidiado en una plaza de toros mexicana.

En el día de la corrida

Las taquillas de la plaza y los demás puntos de venta de entradas se vieron colmados de interesados en asistir a ese festejo, que por el ángulo que se le mire, era verdaderamente extraordinario. La nota previa al festejo, aparecida en El Sol del Centro, presenta una reseña pormenorizada de los toros que se lidiarían:

“Sombrerero” marcado con el número 61 y con 580 kilos sobre los costillares; “Lagrimoso”, marcado con el número 40 y con 635 kilos; “Recobito”, marcado con el número 65 y 620 kilos; “Carretero”, marcado con el número 20 y 630 kilos de peso; “Enanito” marcado con el número 25 y con 672 kilos y finalmente, el más impresionante de los extraordinarios ejemplares de La Punta: “Candilejo”, marcado con el número 49 y la friolera de 730 kilos de peso… Son esas las características del encierro que ha sido admirado por una considerable cantidad de aficionados, quienes los observaron en los corrales de la plaza, con la opinión unánime de que están verdaderamente imponentes, sobre todo “Candilejo”, para el que se han vertido elogiosos comentarios y la incógnita de que ¿por quién será lidiado esta tarde?, pregunta que será despejada cuando se conozca el sorteo que al mediodía se verifique en la misma plaza de toros…

Es decir, el reclamo de la corrida era precisamente el toro, que presentado en su integridad y con el debido trapío y remate que debiera tener cualquier encierro que se envíe a una plaza, debe ser más que suficiente para hacer que la gente se interese en asistir. No por nada, la fiesta es de toros.

Los rumores sobre Candilejo

Hoy, a cincuenta años de distancia, se sigue rumorando acerca del origen de Candilejo, dudando acerca de su origen punteño y afirmándose, hasta con firmeza, que era un toro de El Colmenar, ganadería entonces de la titularidad del ingeniero Gerardo Martínez Ancira. Lo que cuenta el ganadero Francisco Madrazo Solórzano en su libro El Color de la Divisa acerca de este asunto, es lo que sigue:

...En 1969, le compré, al ingeniero don Gerardo Martínez Ancira, dilecto amigo mío, su ganadería de “El Colmenar”, formada con vacas de “Matancillas” y “La Punta”, aumentada después, con vientres de varias casas de prestigio como la de don Jesús Cabrera, “Mimiahuápam”, Javier Garfias, don Mariano Ramírez, y cinco sementales de las dos primeras vacadas… Lote que un año después vendí, en su totalidad, a don Alberto Bailleres, para su ganadería de “Begoña”. Durante una primavera, empadré con mis vacas, dos de los “Mimiahuápam”, uno de ellos, de pelo colorao bragado, “Vencido” Nº 110, muy bonito toro, muy bien construido y bien puesto de cabeza, que dio estupenda corrida. Y el otro, número 80, entrepelado, listón, bragado y meano, con mucha cabeza, padre de “Candilejo”, Nº 49, negro bragado, que el día de su brillantísima lidia (Aguascalientes, 5 de mayo de 1972), pesó 736 kilos en pie y 434 en canal. Hasta hoy ha sido el toro más grande que se ha lidiado en la historia de nuestra fiesta… Teniendo, por lo tanto, para estas fechas, en la corta piara del ganado bravo que me queda, sangre de “Mimiahuápam”. Hago este pequeño comentario al margen, porque nunca he ocultado lo que pasta en La Punta, y porque jamás he sido un comerciante de ganado bravo, al que tanto quiero, y tanto he respetado… (El Color de la Divisa, Págs. 348 – 349)

A confesión de parte, relevo de prueba. Candilejo quizás no era un toro puro de sangre Parladé, pero era definitivamente de La Punta. Espero que la cita anterior aclare las dudas y los bulos que en torno suyo se han construido y que, con relación a El Colmenar, únicamente tienen que ver en cuanto a que el padre de ese toro, venía con el ganado que compró allí don Francisco Madrazo en su oportunidad.

Pero estas notas ya se van extendiendo más allá de lo recomendable, así que las dejo aquí por hoy y continuaré el día de mañana.

domingo, 1 de mayo de 2022

La Feria de San Marcos hace medio siglo (X)

El Capitán se lleva el Cristo Negro del Encino

La Feria de 1972, que teóricamente se cerraría el 1º de mayo de hace cincuenta años, era la fecha de la celebración de la vigésimo segunda novillada de la temporada 71 – 72, y afirmo que era el cierre del serial en teoría, porque en la víspera se anunció una corrida de toros, que, por su naturaleza, tendría el carácter de extraordinaria, para el viernes 5 de mayo siguiente. Únicamente se puso sobre el papel un encierro de La Punta, que de acuerdo con los apuntes dados en fechas anteriores era descomunal y a Jesús Solórzano como actuante en ese singular festejo.

La nota previa al festejo aparecida en El Sol del Centro la víspera del festejo, entre otras cosas relata lo siguiente acerca del cartel anunciado y de los tres diestros locales que actuarían en esa tarde:

El cartel, es positivamente extraordinario, alternan: Arturo Magaña, José Manuel Montes, José Antonio Ramírez “El Capitán”, Gabriel Soto “El Momo”, David Cavazos “El Vito” y Pepe Luis Sánchez, que se enfrentarán a seis bien presentados novillos de la acreditada ganadería de Pastejé… Arturo Magaña de todos es conocido que inauguró con el pie derecho la temporada de novilladas el pasado domingo en la Plaza México, siendo el primer novillero en cortar un apéndice y es que el hidrocálido está dispuesto a llegar pronto a la alternativa de matador de toros… José Manuel Montes, el popular “Ratoncito”, un valor a toda prueba, un novillero de una entrega total ante los astados… Finalmente, Pepe Luis Sánchez recibe de nuevo la oportunidad de alternar ante figuras ya consolidadas y ello debe impulsarlo a estar a tono con ellos, cumpliendo con satisfacción y para demostrar a los aficionados que en él hay una futura figura…

El día del festejo, el mismo diario decano de esta capital, se refirió al festejo a celebrar en los siguientes términos:

El cartel es de los más postineros que se han presentado en cuanto a novilladas de feria se refiere y es que se quiere dar una culminación brillante para que la afición, reciba el justo premio a lo que se pide y a lo que se exigirá a los seis alternantes cuyo sello de triunfadores   justifica la expectación desbordante que existe y que ha logrado hacer que el boletaje esté a punto de agotarse o lo que es lo mismo, habrá plaza llena y con un público dispuesto a tributar sin limitaciones la ovación espontánea a quien logre bordar la faena llena de arte, valor y plasticidad que se espera…

En la prensa se refleja el interés que despertaba la novillada y que, al socaire de lo sucedido en los siete festejos mayores celebrados con anterioridad, tenían a afición y público metidos en el ambiente que genera la fiesta de los toros. Así, la intención de animar a asistir al mismo, era evidente en la actividad del escribidor de entonces.

Un festejo accidentado

El primer resultado que se conoció del festejo, por la cabeza de la crónica que escribió Everardo Brand Partida del mismo, es que tres actuantes se fueron a la enfermería. Fueron don Alfonso Pedroza La Gripa, que, al ser volteado por el tercero de la jornada, se golpeó contra el estribo de la barrera y se hizo una herida de consideración en la cabeza; Pepe Luis Sánchez, que no mató ninguno, se fue para adentro al ser herido por el quinto y Arturo Magaña, al tomar su quite en el sexto, también fue herido y pasó a la enfermería. Como veremos más adelante, esos percances no se debieron a que los lesionados fueran precisamente unos indocumentados.

Inconsistencias entre lo ofrecido y lo anunciado

El festejo se anunció a las cinco de la tarde. En el cartelillo anunciador de la novillada publicado el 30 de abril, señalaba como hora del inicio las cuatro y media de la tarde, pero al día siguiente la hora del inicio se corrigió y se anunció en congruencia con la del comienzo de los demás festejos de ese ciclo ferial, es decir, las diecisiete horas. No obstante, el enojo del cronista por ese hecho se hizo patente:

No cabe duda que entre la afición hidrocálida hay efervescencia, hay verdaderos deseos de ver toros, prueba de lo cual es el lleno que registró el Coso San Marcos, en el que se suponía era el último festejo ferial. El tendido cálido, desde las 16:30 horas – cuando debería comenzar la novillada conforme a los carteles y los anuncios oficiales que se hicieron previos a la celebración del festejo – estaba materialmente abarrotado y las localidades de sombra y numerados se completaron ya para las cinco de la tarde. Muchas y muy marcadas irregularidades, que el público, ese complaciente público tolera, la espera innecesaria de media hora, en tanto se llenen los tendidos…

Por otra parte se presentó el hecho de que el encierro anunciado en los programas fue de Pastejé, propiedad en esas calendas de don Francisco Madrazo Solórzano, pero al ruedo saltaron seis toros – por su catadura – con el hierro de La Punta y el cronista de El Sol del Centro, montó en cólera:

Se anunció “Pastejé” ... y se “lidiaron” novillos de “La Punta”, mansos y difíciles la mayoría de ellos, que embestían con la cabeza en alto, poniendo los pitones en el pecho a los seis muchachos que iban en pos del “Cristo Negro del Encino” … queremos subrayar el engaño de que fue objeto la afición, a quien se había anunciado un encierro de Pastejé, y si bien es cierto que esa ganadería fue adquirida por Francisco Madrazo, no es esto suficiente justificación para que envíe a una plaza lo que le viene en gana. Si se anunció Pastejé, pues a enviar un encierro de esa ganadería, o por lo menos, con el fierro de la misma y no “seleccionar” seis novillos, bonitos en su presencia, hay que reconocerlo y con el peso apropiado para un festejo como el que se anunció, pero sumamente difíciles, sin estilo, sin clase, mansos y lo que es peor, desarrollando sentido, sin fijeza, que trajeron de mal en peor a los seis espadas actuantes y que echaron por tierra el festejo novilleril…

Como se puede leer, el encierro, a más de llevar marcado un hierro que no correspondía a la ganadería anunciada, fue complicado, exigió ser toreado y puso en aprietos a los muchachos actuantes. Don Everardo Brand con cierta justicia reclamó entonces un hecho que hoy en día es muy frecuente entre los ganaderos que son titulares de más de un hierro, y que consiste en que anuncian el encierro de uno y envían mezclados toros de varios de ellos, o simplemente el encierro completo de otro. Eso, en mi particular óptica, representa un fraude a la afición, sobre todo, cuando el atractivo principal de un festejo, son los toros que se lidiarán.

El triunfo de José Antonio Ramírez

Cuenta Everardo Brand Partida acerca de la actuación de El Capitán, ante el novillo que le tocó, tercero de la tarde, hace medio siglo:

El tercero correspondió a José Antonio Ramírez “El Capitán”, quien tuvo en ese torete, el mejor del encierro, aún y cuando evidenció mansedumbre y sosería. Durante el desarrollo del segundo tercio. Alfonso Pedroza se hizo aplaudir y sonar la música en su honor, tras de colocar el primer par de banderillas en todo lo alto, pero al cerrar el tercio, el novillo le ganó el viaje y lo prendió aparatosamente, estrellándolo contra el estribo de la barrera, causándole dos heridas en la cabeza… “El Capitán” logró algunas series de muletazos, pero el novillo no colaboraba, por su misma mansedumbre y sosería con el torero. Dio cuenta de él, de dos pinchazos y media muy delantera, que fue suficiente para que se entregara a los servicios del puntillero. El vástago de “El Calesero”, se tomó una vuelta al ruedo, con algunas protestas en el tendido caro…

Antes había elogiado su buena colocación en el ruedo durante la lidia del segundo, que habiendo prendido a José Manuel Montes, se evitó un percance de consecuencias, gracias al oportuno quite de José Antonio por estar ubicado en el sitio que debía estar.

Arturo Magaña, ante el primero, el otro que medio se dejó, tuvo también una faena con momentos de lucimiento y también dio una vuelta al ruedo tras de despacharlo con media desprendida y se deshizo con prontitud del quinto, el que hirió a Pepe Luis Sánchez; José Manuel Montes salió del paso ante uno de los complicados, al igual que Vito Cavazos. Por su parte, Gabriel Soto El Momo, tuvo el tercer novillo llamémosle potable, ante el cual estaba empezando a armar una faena que recababa el interés de la concurrencia que casi llenó la plaza San Marcos, cuando fue volteado y sacó un rayón en un muslo, que le hizo replantearse el camino y terminó con rapidez.

El otorgamiento del Cristo Negro

Los trofeos que se disputan en los festejos taurinos, cuando no se cortan orejas, quedan a la voluntad de la afición soberana, y cada quien interpreta el sentido de esa voluntad que se calcula por el volumen de su aplauso. Escribió en su día Everardo Brand Partida:

El trofeo en disputa, presea que tenía bien ganada el hidrocálido Magaña, fue colocada, inexplicablemente, sobre el cuello de José Antonio Ramírez “El Capitán”, quien sorteó el único torero que se dejó sacar algunos pases, pero que al igual que sus otros cinco hermanos de sangre, evidenció mansedumbre y sosería… la gente quería salir de la plaza y cuando se apresuraba a buscar las puertas para retirarse del coso, se recordó a la afición que estaba en disputa un trofeo, el del “Cristo Negro del Señor del Encino” y por el sonido local, pasaron rápidamente los nombres de Magaña y “El Ratón”, cuando se escuchó el nombre de “El Capitán” y brotaron algunas palmas, por lo que procedieron a colocarle el trofeo prendido al cuello, cuando ese Cristo, merecía estar en poder de Arturo Magaña…

No asistí a ese festejo, así que no tengo memoria personal de esos hechos, pero de la lectura de la crónica me ha quedado claro que el torero de la preferencia del cronista en ese día era Arturo Magaña. Quizás los hechos se produjeron como él lo dejó escrito, o quizás su apreciación fue interesada. Lo único real es que hoy hace 50 años, José Antonio Ramírez El Capitán, se llevó a su casa el Cristo Negro del Encino puesto en disputa en la novillada de triunfadores de la temporada 1971 – 72, celebrada en la Feria Nacional de San Marcos.

domingo, 31 de octubre de 2021

Ignacio García Aceves. A 90 años del inicio de su aventura empresarial

Don Ignacio con Jesús Solórzano
Paco Madrazo y Alberto Topete (1964)
El lunes 19 de octubre de 1931 los diarios de Guadalajara anunciaban el fallecimiento de Carmelo Pérez en Madrid la tarde del día anterior y el de Thomas Alva Edison, en West Orange, New Jersey, también la madrugada de esa víspera. En las páginas interiores, específicamente de El Informador, se daba cuenta de una novillada celebrada en la plaza de toros El Progreso, en la que alternaron Saúl Guaso, Jesús González El Indio y Manuel Molina, ante novillos de La Estancia. Fue una tarde en la que, de acuerdo con la crónica firmada por Tío Castuera, destacaron la clase y el valor de El Indio.

Esa novillada fue organizada por el doctor Ildefonso Zaragoza en sociedad con quien entonces era un joven estudiante del segundo año de la carrera de Derecho, Ignacio García Aceves, quien seguramente no se veía defendiendo causas en los tribunales y buscaba encauzar su existencia por otros derroteros. Allí comenzó ese joven de gran estatura y de ojos claros, una andadura por lo que años después sería llamado el planeta de los toros que duraría más de medio siglo.

Ignacio García Aceves aprendió pronto los intríngulis del manejo de los asuntos de la fiesta, y supo hacerse acompañar en diversas etapas de su vida como empresario, de personajes que le ayudaron a establecer y a dar lustre a la fiesta de los toros en Guadalajara. Nombres como el del licenciado Cenobio González, Miguel Manogrande, Manuel González Pinocho, su inseparable Alberto Topete, apodado El Teco o El Tecolote y en su última etapa don Paco Madrazo Solórzano, fueron cada uno en su tiempo el complemento ideal para resolver las distintas vicisitudes que va presentando el manejo de una empresa de toros.

Remozó y reinauguró dos veces El Progreso y le tocó tomar la amarga decisión de que fuera derruido para dar paso a lo que unos cuantos llaman la modernidad. Llevo a ese ruedo a todas las figuras mexicanas y extranjeras – pueden ustedes nombrar la que se les ocurra, que con seguridad allí estuvo – entre 1931 y 1978 y por supuesto, dio oportunidades a muchos, muchos novilleros que pretendían alcanzar la gloria que dan los toros. Le contó a don Francisco Madrazo Solórzano, para su libro Agotado el Boletaje, que, sin hacer números, él calculaba que en sus primeros 50 años como empresario, seguramente dio más novilladas que corridas de toros. Así se hilaban las cosas en otros días.

La feria de su cincuentenario

Para el mes de octubre de 1981, don Ignacio tiró la casa por la ventana para celebrar el medio siglo que completaba al frente de las cosas de los toros en Guadalajara. Ya no lo hacía en El Progreso, sino en la plaza que, llamada originalmente Monumental de Jalisco, fue rebautizada – malamente al decir de algunos, pues no existe entre ambas relación de causa a efecto – como Nuevo Progreso. Y lo hizo con grandeza. Entre el 17 de octubre y el 1º de noviembre de ese año, ofreció a la afición una novillada y 8 corridas de toros con figuras del toreo de España y México y también con quien era, en ese momento quizás, el mejor rejoneador del mundo.

En ese calendario del 81, estuvieron en nuestro país varios diestros europeos, pero llamó importantemente la atención la presencia en Guadalajara de dos toreros andaluces que, casi recién alternativados, tenían cautivada la atención de la afición española. Ellos eran Juan Antonio Ruiz Espartaco y el trianero Emilio Muñoz. El rejoneador portugués Joao Moura también era otro de los reclamos importantes y vendrían a formar carteles con Mariano Ramos, Manolo Arruza, David Silveti, Jorge Gutiérrez, Miguel Espinosa Armillita y por la torería de la tierra Alfonso Hernández El Algabeño.

Los actuantes en la novillada serían Carlos Vidal, Curro Calesero y Luis Fernando Sánchez y los encierros anunciados fueron de San Mateo, De Santiago, Jorge Barbachano, Santo Domingo, dos de Carranco, San Marcos con una corrida y una novillada y Mimiahuápam. Al final, solamente se lidió una de las corridas de Carranco que fueron anunciadas, pues la que saldría al ruedo el día 31 de octubre fue rechazado en el reconocimiento y fue sustituido por uno de San Mateo.


El resultado de la feria de octubre del 81

El 17 de octubre se lidió una novillada de San Marcos de excelente presentación y en esa tarde Luis Fernando Sánchez cortó la única oreja de la tarde a Vaquerito tercero de la tarde. Al día siguiente, en la corrida del cincuentenario, con toros de San Mateo, se vivió una de las tardes grandes del serial, pues el quinto, Buen Amigo fue indultado tras una gran faena de Manolo Arruza y Jorge Gutiérrez le cortó una oreja al sexto Cumplido. Se lidió uno de Peñuelas, sobrero, sustituto del 7º Caprichudo que se mató al estrellarse en un burladero, le tocó a Emilio Muñoz.

El segundo tramo de la feria inició el 23 de octubre, con un encierro de De Santiago, del que escribió Francisco Baruqui que fueron muy chicos, Emilio Muñoz le cortó una oreja al tercero. El día 24 con toros de Jorge Barbachano, chicos y débiles, Joao Moura dio la vuelta al ruedo en los dos de su lote. Esa tarde se despitorraron tres toros. Y el 25 de octubre, una corrida de Santo Domingo, justa de presencia, pero pareja, variopinta y bien criada. Espartaco dio vuelta en sus dos toros. 

El cierre de la feria inició el 29 de octubre, la corrida de San Marcos, fue calificada por Baruqui como su majestad el toro. Ante ella, Joao Moura dio vueltas al ruedo por fallar con el rejón de muerte. Al día siguiente, toros de Carranco, justitos en presentación. Emilio Muñoz y Joao Moura dan una vuelta al ruedo cada uno. El último día de octubre se lidia una segunda corrida de San Mateo, que sustituye a la de Carranco originalmente anunciada. Joao Moura, Jorge Gutiérrez y Alfonso Hernández El Algabeño cortan dos orejas cada uno y Mariano Ramos se lleva una protestada. Don Luis Ruiz Quiroz consigna que se le entregó a El Algabeño el trofeo Crónica de Plata, pero Francisco Baruqui en su crónica de El Informador no hace mención de ello. La feria cerró el 1º de noviembre, con un encierro de Mimiahuápam, muy terciado, dice Baruqui que tres toros estaban para festival de corto. Lo más destacado de la tarde que Espartaco le cortó las dos orejas al tercero.

Como se puede ver, aunque queda en la memoria colectiva que ese viaje único de Emilio Muñoz y de Espartaco a México de hace 40 años fue desde un punto de vista optimista, discreto, la realidad es que de las crónicas de Francisco Baruqui se puede advertir que tuvieron ambos un par de tardes interesantes, no rubricadas con la espada y por ello el trianero solamente cortó una oreja y el de Espartinas dos en una tarde. 

Fue una pena que no les volviéramos a ver por nuestras plazas cuando estaban en plenitud, pues volvieron nada más a confirmar a la Plaza México, para completar su expediente ya de salida, Espartaco, el 22 de noviembre de 1999 y Emilio Muñoz el 2 de enero de 2000. Así pues, la carrera de ambos, vestidos de luces en México, se reduce apenas a cinco tardes y casi con dos décadas de diferencia entre las cuatro primeras y la última.

El legado de don Ignacio

Don Ignacio García Aceves continuó siendo el empresario de la plaza de toros ya llamada Nuevo Progreso. Lo sería hasta su último aliento, que llegó el 30 de mayo de 1984. Era además ganadero, pues en 1965 se había asociado con José Antonio Llaguno García en la titularidad de los hierros de San Mateo y Pozo Hondo – actualmente San Lucas – cuya propiedad total adquirió en el año de 1980 y en 1970 adquirió la ganadería que fuera de don Miguel Franco y la renombró como San Marcos.

Su trayectoria empresarial durante más de medio siglo sin duda que tuvo sus luces y sus sombras, pero los resplandores son los que más permanecen en la memoria colectiva. Su forma de hacer fiesta en Guadalajara convirtió a su plaza de El Progreso y después a la del Nuevo Progreso, en la que dio festejos desde el 20 de octubre de 1979, en un referente a nivel nacional e internacional. No es en vano, que siempre se tenga por necesario triunfar en Guadalajara para poder acreditarse como figura del toreo en México.

Por estas y otras muchas razones, es que hoy deseo recordar a don Nacho, en la cercanía de los 90 años de sus inicios como empresario de toros y de los 40 de la celebración del cincuentenario de ese fructífero arranque empresarial.

domingo, 10 de enero de 2021

El Premio Nobel del Toreo

10 de enero de 1954. Calesero realiza la mejor tarde de su carrera en la Plaza México

El Premio Nobel se instauró a finales del siglo XIX para galardonar e incentivar las investigaciones y avances en la ciencia. También se incluyó una vertiente artística en el mismo al establecerse uno para la literatura, entendiéndose que todos esos avances y obras literarias tendrían que haber aportado algo a la humanidad. 

Es curioso que esos premios se concentren en disciplinas científicas y solamente uno de los seis que se entregan – en 1968 se creó uno para las ciencias económicas – se destine a las artes, siendo quizás que, en la evolución de la humanidad, las artes expresan mejor el ser y el sentir de lo que somos y se alejan de las implicaciones políticas que la mayoría de los que se otorgan tienen.

No voy a defender el otorgamiento de un Premio Nobel para el toreo. Entiendo y acepto que su propuesta fue un ditirambo de Carlos León, cronista en su día del diario Novedades de la Ciudad de México, pero ese aparente desatino ilustra la necesidad de que quienes otorgan ese tipo de galardones volteen sus ojos a la fiesta, y se enteren de que allí hay una manifestación artística que merece ser valorada y por qué no, recompensada.

La enorme hazaña de Calesero

Alfonso Ramírez Alonso, natural de la Triana de Aguascalientes, era uno de los toreros que hicieron la transición de El Toreo de la Condesa a la Plaza México, pues recibió en el antiguo coso la alternativa el 24 de diciembre de 1939. Era conocido por su extraordinaria clase y por su creatividad con el capote, pero en las plazas de la capital no había redondeado una tarde. Podría afirmarse, sin afán peyorativo, que apuntaba, pero no disparaba, aunque en plazas como Guadalajara o Aguascalientes tuviera tardes redondas que le mantuvieran en el ánimo de la afición e hicieran que se le esperara una temporada y la otra también.

Ese domingo 10 de enero de 1954 le correspondieron dos toros de Jesús Cabrera que por su orden de salida se llamaron Campanillero y Jerezano y con ellos Calesero se encontró con su toreo y se encontró con la afición de la capital mexicana. Solamente les cortó una oreja por un mal manejo de la espada, pero lo que les hizo con la capa, las banderillas y la muleta sigue allí y si algún día se hiciera un recuento de las grandes faenas hechas en el ruedo de la Plaza México, al menos una de ellas sería tomada para esa relación.

Decía al principio que Carlos León, del extinto diario Novedades, propuso un Premio Nobel del Toreo. Pues para recibirlo designó a Calesero precisamente en esta tarde. Lo hizo en sus Cartas Boca Arriba, dirigida en esta ocasión a don Rodolfo Gaona, y entre otras cosas, le refiere lo siguiente:

El Calesero saturó de arte a la Plaza México; cortó una oreja, pero merecía el Premio Nobel de la torería

…Maestro, es necesario que usted vea torear a Alfonso Ramírez, ese extraordinario artista, que al fin, ha redondeado en la capital, una actuación inolvidable…

… ¡Qué alegría siente el aficionado cuando triunfan los auténticos artistas del toreo! Estoy seguro de que usted, si hubiera contemplado lo que en los tres tercios de la lidia realizó el diestro hidrocálido, habría sentido una gran emoción estética y, muy en lo íntimo, la satisfacción de ver el resurgir a quien es capaz de seguir su escuela y continuar el dogma artístico que usted dejó como ejemplo de lo que debe ser el arte del toreo…

A partir de los lances sedeños con que saludó a ‘Campanillero’, lances de una suavidad y de un temple exquisitos, empezamos a saborear el resurgimiento de este gran torero que sublimó en esta fecha memorable la limpia ejecución de las suertes. Ese quite con dos faroles invertidos, una chicuelina y el clásico remate de la larga cordobesa, llenaron la plaza de sabor a torero. Y por ahí siguió, alegre y variado, finísimo en todo instante, como en la gallardía con que citó para un par al quiebro, marcando la salida y saliendo deliberadamente en falso, para inmediatamente volver a citar y dejar al cuarteo un par perfecto que aún ligó con un rítmico galleo…

…Y hoy, ¡con qué alborozo me he unido al clamor popular, celebrando el renacimiento de un auténtico torero!…

Pues así ha ocurrido maestro, en esta inolvidable tarde. Cuando salió ‘Jerezano’, el quinto del encierro, todavía Alfonso Ramírez iba a superarse. La suavidad de aquellos lances a pies juntos y la lentitud que puso en las chicuelinas para rematarlas con un recorte teniendo ambas rodillas en la arena, volvieron a poner de relieve que nos hallábamos ante un artista de los que se ven pocas veces. Descubierto y en los medios, Alfonso tuvo que agradecer la ovacionaza que premiaba su excelsitud con el capote.

Clavó un solo par, al cuarteo, y no es exagerar si decimos que usted mismo lo hubiera rubricado como propio, por la majestad y la exposición con que el hidrocálido cuadró en la cara y alzó los brazos. Luego brindó al doctor Gaona; al empresario que tendrá que poner al Calesero todos los domingos de lo que resta de la temporada. Y salió de hinojos, para iniciar su trasteo con tres muletazos dramáticos. Pero en seguida, ya de pie, volvió a bordar el toreo. Sobre todo, allí quedaron dos series de naturales que nadie – así: ¡nadie! – ha trazado con más naturalidad y mayor lentitud desde los buenos tiempos de Lorenzo Garza en 1935.

Sin suerte con la espada, se le fueron las orejas de ‘Jerezano’. Pero otra vez ha dado dos vueltas al ruedo y ha saludado desde los medios, en una apoteosis inacabable.

…Y luego ha salido en hombros, consagrándose de la noche a la mañana como el artista de más clase de cuantos hoy por hoy visten el traje de torero...

Si solamente tuviéramos a la vista esta crónica, pudiéramos pensar que Carlos León vio algo parecido a un espejismo. Pero afortunadamente el maestro Julio Téllez, en la obra que el Gobierno de Aguascalientes dedicó al Poeta del Toreo, cita otra crónica, aparecida ésta en el diario El Universal, sin firma, en la que se manifiesta entre otras cuestiones esto:

Alfonso Ramírez lo hizo todo, y todo con una inspiración y una belleza insuperables; cortó una oreja y fue paseado en hombros por las calles de la capital.

Alfonso Ramírez, Poeta del Toreo; porque eso ere tú Alfonso – nada más, en toda su sencilla inmensidad – ¡El Poeta del Toreo!

Teníamos empañada la visión de las cosas, como la tenemos siempre, porque las miramos con tristes ojos de adulto, que presumen de ya saber, de ya conocerlo todo. Y lo que pasa es que hemos olvidado al niño que en nosotros quedó atrás, y que fue asomándose al mundo con ojos nuevos, sorprendidos, jubilosos de cada encuentro y de cada hallazgo.

Hemos olvidado, olvidamos casi siempre al poeta que quedó atrás, allá en la infancia lejana. Porque dicen – y tú debes saberlo bien Calesero – que ser poeta es volver a ser niño. Que es crear, volver a crear en nosotros aquella mirada de sorpresas y de júbilo fresco ante el mundo, ante todas las cosas: el sol y las aves, la rosa y el agua.

Las vemos todos los días, y porque creemos presuntuosamente conocerlas, se nos quedan sólo en la mirada, y no nos penetran hasta la raíz del alma, ahí donde se halla el verdadero conocimiento, la comprensión auténtica, emocionada e íntima. Ahí donde sabe llegar el poeta, para comprender, para sentir la música oculta y ofrecérnoslas luego, y hacernos el regalo de su propia emoción, de su comprensión, de su inspiración, en suma.

Ahí donde llegaste tú ayer, Calesero poeta.

¿A que seguir? ¡Todo el toreo, de rodillas y de pie, por verónicas y chicuelinas, en las largas cordobesas y en las vitaminas, en los derechazos y en los naturales, en los remates y en los desplantes, nos los diste como poeta: como cosas nuevas, frescas, estrenadas ahí mismo, descubiertas en ese momento, desconocidas -o mejor, reconocidas en su perfil primero, en su sabor inicial, ¡en su autenticidad más honda…!

Así pues, podemos advertir que esa tarde del 10 de enero de 1954, Calesero conmovió las estructuras del toreo hasta sus cimientos. 

Cuenta don Julio Téllez, testigo también de esa tarde:

¿Por qué esa gran emoción? ¿Por qué esa locura colectiva? Todo era como un gran juego de niños; remataba de rodillas, y la gente se paraba gritando. Pegaba una seria de naturales y la gente de pie enloquecida se miraba entre sí diciendo: “Esto no puede ser”. Y la locura final, con aquella cadenciosa larga cordobesa. ¿Cuántos años hace que no ven algo parecido?, nos preguntaban los compañeros de tendido.

Salimos de la plaza exhaustos, felices, por primera vez vi a mi padre con una alegría que no le conocía, y a boca de jarro le pregunté: ¿El Calesero es el mejor torero del mundo? ¡Hoy lo fue!, y cada vez que toreé en esta forma, lo será, me contestó…

Creo que está claro por qué Carlos León propuso un Premio Nobel para el toreo y a Alfonso Ramírez Calesero para recibirlo.

El predicamento inicial de la corrida

Inicialmente, el interés del festejo se depositó en la reaparición de Fermín Espinosa Armillita, que volvía a la gran plaza después de haber toreado allí su despedida el 3 de abril de 1949. El Maestro había iniciado lo que resultaría ser una breve campaña de retorno el 20 de diciembre anterior en Aguascalientes alternando con el propio Calesero y Antoñete.

Esa temporada del regreso de Armillita constaría de quince festejos y concluiría el 5 de septiembre en Nogales. Dos de esas corridas se verificaron en el extranjero, una en Bogotá y otra en Arles.

El tercer espada del cartel fue Jesús Córdoba, quien fue herido por Gordito, el primero de su lote durante la faena de muleta y pasó inédito esa tarde. Fue la tercera de una racha de cuatro cornadas consecutivas que el llamado Joven Maestro sufrió en la Plaza México.

Para terminar

Dijo don Francisco Madrazo Solórzano acerca del propio torero: Cuando los artistas se enfadan y les sale un toro a su modo, cuidado con ellos, porque no perdonan… 

Probablemente Calesero sorteó el mejor lote esa tarde, pero indudablemente que no se trata únicamente de llevarse los mejores toros, sino de saber que hacer ante ellos. Y Calesero lo hizo, por eso hoy, sesenta y siete años después, se le sigue recordando, entre otras cosas, por esa señalada tarde. 

Aldeanos