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domingo, 21 de mayo de 2023

21 de mayo de 1952: Jesús Córdoba confirma su alternativa en Madrid

Confirmación de Jesús Córdoba
Foto: El Ruedo
La temporada novilleril mexicana de 1948 se distinguió por la aparición en los ruedos, principalmente, de los llamados Tres Mosqueteros, la terna formada por Rafael Rodríguez, Jesús Córdoba y Manuel Capetillo, quienes como los de la novela de Dumas, tuvieron en Paco Ortiz a su D’Artagnan. Pero la cosecha no paró allí, porque en ese calendario aparecieron por la Plaza México también toreros como Alfredo Leal o Jorge El Ranchero Aguilar, quienes en calendarios posteriores madurarían y llegarían a ocupar posiciones importantes en el escalafón de toreros y dentro de la historia de la fiesta.

Jesús Córdoba recibiría la alternativa el día de Navidad de la temporada en la que saltó a las candilejas, en Celaya, Guanajuato, ciudad cercana a León, su tierra adoptiva, de manos de Fermín Espinosa, Armillita, en mano a mano, ante toros de Xajay. Esa alternativa la confirmaría en la Plaza México el 16 de enero siguiente de manos nuevamente de Fermín el Sabio y fungiendo como testigo el venezolano Luis Sánchez Diamante Negro. El toro de la ceremonia se llamó Zalamero y fue de La Punta, como todos los lidiados esa tarde.

El año de 1951 tiene una gran temporada. El 28 de enero le corta las orejas a Criticón de La Laguna; el 4 de febrero realiza una gran faena y se lleva el rabo de Luminoso de San Mateo y algo más de un mes después, el 11 de marzo se lleva a casa una oreja de Muñequito y las dos de Cortijero, ambos de Zotoluca, y terminará ese ciclo 8 de abril en la corrida de la Oreja de Oro obtiene la oreja de Espinoso de Xajay.

Es a partir de esa línea de triunfos que Jesús Córdoba atrae a los taurinos de España. Si bien las relaciones entre las torerías de ambos lados del Atlántico estaban interrumpidas desde 1947, se negociaba ya la reanudación por conveniencia de ambos grupos en conflicto. Independientemente de lo anterior, el maestro Córdoba había realizado en 1949 una breve campaña por ruedos de Portugal y Francia, de once festejos, iniciándola en Lisboa el 1º de mayo y terminándola el 18 de septiembre en Arles, por lo que no era absolutamente desconocido para esos públicos, pero en España, al eco de sus triunfos en las principales plazas de México, se le esperaba con interés.

La tarde de la confirmación madrileña

El apoderado del maestro Córdoba en España fue siempre don Rafael Torres. Para esa campaña de toma de contacto le pudo cerrar 14 tardes en ruedos hispanos y tres más en plazas de Francia. Dos de ellas fueron en Madrid, en la Feria de San Isidro, que en 1952 constó de 11 corridas, comenzó el día 14 y terminó el 25 de mayo de ese año y aparte de Jesús Córdoba, también confirmó su alternativa en ella Manuel Capetillo y actuó en la tarde final del ciclo Juan Silveti. La torería mexicana estuvo bien representada en ese serial isidril.

La séptima corrida de la feria se anunció con toros de don Fermín Bohórquez para Pepín Martín Vázquez, Jesús Córdoba y José María Martorell. Como en todas las tardes de ese ciclo, la entrada fue un lleno. El confirmante vestía, de acuerdo con la versión de Manuel Sánchez del Arco Giraldillo, de malva y oro y sobre su actuación de esa tarde, cuenta en su tribuna del ABC madrileño del día siguiente al del festejo:

Se había hablado mucho de él y se le esperaba con expectación. Vino a confirmar la alternativa por mano de Pepe Martín Vázquez, quien le cedió la muerte del toro “Gestador”, número 38, negro; animal muy suave. Córdoba vestía traje malva y oro, y brindó, como era natural, su faena, al público madrileño. Desde las tablas llevó a la res al centro, donde toreó muy tranquilo y con aguante, dando airosa salida al primer grupo de pases. Dando al toro la presencia favorable, citó con la mano izquierda, pero la res no le acudió. Luego logró los ¡olés! madrileños con unos pases por alto y, enseguida, logró una estocada buena, acertando al primer descabello. Faena serena, justa, sin dramatismo. Hay muchas palmas y salida al tercio. Verificada la ceremonia de confirmación – tan fundamental en el quisquilloso protocolo taurino –, Córdoba pasó a ocupar el puesto que por antigüedad le correspondía en el escalafón y mató al toro quinto, por cierto, de muy bonito tipo…

Dice la crónica que el toro de la cesión se llamó Gestador. Otras fuentes hablan de que el nombre era Gastador y el semanario madrileño El Ruedo señala a su vez que el nombre era Cortador. Al final de cuentas podría pensarse que los nombres de los toros son meras minucias, pero al quedar vinculados a los fastos de la historia de los toreros, son datos periféricos, sí, pero complementarios.

Ante el quinto de la tarde, Jesús Córdoba tuvo quizás la actuación más completa de la corrida. Y tuvo también el gesto de invitar a Graciano González, picador de su cuadrilla, a compartir el reconocimiento popular. Sigue contando Giraldillo:

Había en la plaza un grupo de mejicanos luciendo el pintoresco traje nacional, y a ellos brindó Jesús la muerte de ese toro, en el que se había lucido “Chano”, picador azteca. Toreó el espada a base de redondos, cerquísima, y se le aplaudió mucho. Muy cruzado, empleó la mano izquierda, pisando el área de los compromisos graves, en la que sólo los valientes tienen sitio. El valor frío de Córdoba convenció al concurso. Para el adorno empleó unos pases por alto girando al vuelo de la muleta. Cuando se perfiló, el toro le hizo un extraño, y enseguida surgió el buen matador que hemos podido apreciar en el mejicano, para meter la mitad del acero por el mismo hoyo de las agujas. Lo bastante para que el toro cayese fulminado. Hubo ovación grande, satisfacción de los paisanos, que le obsequiaron con flores españolas unidas por una cinta con los colores de Méjico, y complacida vuelta al ruedo, en la que sacó a recibir las palmas a su buen picador. Consignaremos también que hubo petición de oreja, pero en minoría…

Por su parte, Benjamín Bentura Sariñena Barico, en su crónica aparecida en El Ruedo, salido a los puestos también al día siguiente de la corrida, cuenta lo siguiente:

Desde aquel momento la corrida fué hacia arriba. Picó bien Chano, brindó Córdoba a un grupo de paisanos suyos que vestían el traje típico de los charros y comenzó su faena con cuatro muletazos por bajo y ocho en redondo de bonísima factura. Siguió con la derecha, probó con poca fortuna a torear al natural, y, sobre la derecha siempre, cuajó una faena más que lucida. Hizo un extraño el toro cuando Córdoba entró a matar, y tuvo que repetir la suerte, para colocar más de medio estoque en todo lo alto. Hubo ovación de gala para el mejicano, que dio la vuelta al ruedo... Córdoba brindó al público la muerte del toro de su confirmación de alternativa. Estuvo bien el mejicano. Demostró que es torero enterado y valiente, sus muletazos por alto, sus pases de pecho y los en redondo fueron todos excelentes. La impresión que dejó esta primera faena de Córdoba en Madrid fue gratísima. Mató de un pinchazo sin soltar, una entera y el descabello al primer intento. Oyó muchos aplausos y salió al tercio a saludar...

Así pues, una salida al tercio y una complacida vuelta al ruedo después de una petición de oreja no atendida, fue el resultado de ese primer contacto del Joven Maestro con la afición madrileña, la que lo tendría como un torero de su plaza y le vería siempre con gusto en los carteles postineros en los que era anunciado.

La actuación de Graciano González

Acerca de la labor de Graciano González, hay que decir que resultaba ser la epifanía de lo que estaba por apreciar la afición madrileña, pues unos años después llegarían por allí Sixto Vázquez, Nacho Meléndez, Efrén Acosta y varios picadores mexicanos más, que dan lustre al toreo a caballo de este lado del mar. Pero el citado Barico le dedica un buen trozo de su relación del festejo:

En el primer tercio de este quinto toro vimos lo mejor de la corrida por obra del gran picador azteca Graciano González, y vimos el mejor quite de la tarde gracias a José María Martorell, al capote mágico del nuevo califa cordobés. Tres varas. No hubo más labor de Chano González, y ello bastó para que desde ayer se tenga a este piquero por excepcional figura de su especialidad. Chano puede dar lecciones prácticas, hasta de cómo se ha de llevar el castoreño y qué forma ha de tener éste, a la inmensa mayoría de los que en la actualidad se titulan picadores de toros. Las ovaciones que oyó el magnífico piquero mejicano fueron tres, una por vara, mientras picó; otra cuando dejó su cabalgadura, y otra al dar su jefe de cuadrilla la vuelta al ruedo. Fué entonces cuando el público pidió a Córdoba que sacase al ruedo al picador para hacerle partícipe de la ovación que le dedicaba, v así lo hizo el espada. El homenaje era merecido. Pocas veces se ve picar tan bien y con tanta limpieza y elegancia. Yo también aplaudí a Chano González…

Ese fue el resultado de la corrida en la que confirmara en Madrid su alternativa Jesús Córdoba. Pepín Martín Vázquez reaparecía en Las Ventas y tuvo una tarde de poca fortuna, sobre todo por sus desaciertos con el estoque, en tanto José María Martorell tuvo una actuación valerosa, reconocida por el público y se retiró entre las ovaciones de los ocupantes de los tendidos. Los toros de Fermín Bohórquez estuvieron bien presentados en su mayoría, pero pecaron de sosería, lo que hizo complicado que lo que se hacía en el ruedo, trascendiera a los tendidos.

Jesús Córdoba volvería a actuar en Las Ventas el sábado 24 de mayo, dentro de esa misma feria, alternando con Miguel Báez Litri y Manolo Vázquez en la lidia de toros de Pilar Sánchez Cobaleda. Pero de eso habrá tiempo de comentar en una nueva oportunidad.

domingo, 18 de diciembre de 2022

En la confirmación de Mondeño, Jesús Córdoba sale en hombros y Joselito Huerta corta las orejas

Después de que en noviembre de 1961 se arreglaran las cosas entre las torerías de España y México – una vez más – principalmente la empresa de la Plaza México, a cargo del doctor Alfonso Gaona, se encontraron en la posibilidad de traer toreros de aquellas tierras, muchos de ellos al menos visualmente conocidos para nuestra afición, porque los noticieros cinematográficos de la época, a instancias de José Alameda, en el caso del titulado Continental, contenían breves reportajes acerca de sus más destacadas actuaciones en los ruedos de allende el mar.

Ese arreglo permitió que un importante grupo de toreros hispanos confirmaran, al menos, sus alternativas en la capital mexicana. Así, la temporada se inauguró con la de Paco Camino (16 de diciembre), quien ya había incendiado el ambiente mexicano con sus triunfales actuaciones en El Toreo de Cuatro Caminos. Le seguirían las de Santiago Martín El Viti (30 de diciembre), Diego Puerta (1º de enero), Joaquín Bernadó (20 de enero) y Curro Romero (24 de febrero), casi todos ellos con una triunfal historia en su paso por nuestros ruedos.

La segunda corrida de la temporada 1962 – 63, el 23 de diciembre, también contenía una confirmación, la de un torero de Puerto Real que tenía por esencia de su hacer ante los toros la quietud. Me refiero a Juan García Mondeño, diestro que seguiría actuando nuestras tierras y que ve su nombre inscrito en alguna de las más importantes efemérides de la historia reciente de nuestra fiesta. El cartel de esa corrida de confirmación lo completarían Jesús Córdoba y Joselito Huerta, con un encierro de don Luis Barroso Barona, de Mimiahuápam.

La confirmación de Mondeño

Juan García Jiménez había recibido la alternativa en Sevilla, el Domingo de Resurrección de 1959, le apadrinó Antonio Ordóñez y atestiguó Manolo Vázquez. Ese día le cortó la oreja a Cañamazo, el primero de la tarde, de doña Raimunda Moreno de Guerra. En el San Isidro del siguiente año confirmaría su doctorado en Madrid y siguiendo la costumbre de su padrino de alternativa, el cartel de toreros de ese festejo confirmatorio se repitió, para enfrentar en esa ocasión toros de don Atanasio Fernández.

La tauromaquia de Mondeño tenía por divisa la quietud no desprovista de clase, que para aquellos que buscan antecedentes de las cosas que hoy ocurren, quizás represente una epifanía de lo que varias décadas después sería la tauromaquia, por ejemplo, de José Tomás. El portuense Juan García ya había dejado claro una vez más, que el aforismo de Espartero en el sentido de que, si uno no se quita, lo quita el toro, era cosa de tiempos idos, que, con una adecuada colocación y un buen juego de brazos y muñecas, era posible el evitar los encontronazos con los astados.

Jesús Córdoba le cedió esa tarde prenavideña de 1962 al toro Rociero con 468 kilos anunciados en el cartelito y ante él, don Alfonso de Icaza Ojo, en su semanario El Redondel de la misma fecha del festejo, le reseña lo siguiente:

Juan García brinda a la plaza entera, muy ceremoniosamente y comienza su faena con pases por alto a pie firme, seguidos de otros en que trata de despegarse al burel, sin conseguirlo. Intenta torear por derechazos y el bicho le tira un derrote y de ahí en adelante, aunque “Mondeño” trata de hacer su toreo, el astado, que es muy pegajoso, no se lo permite. Tres naturales que no pasarán a la historia; toreo derechista sin nada de particular; insistente cite con la zurda para nuevos pases rápidos, viéndose molestado el diestro por el aire… “Mondeño” sigue toreando y otra vez se ve en peligro, optando al fin por entrar a matar, lo que logra sin estrecharse ni tanto así y mediante notorio arqueo de brazo, logra hundir casi todo el estoque sin estrecharse. Como la espada ha quedado tendenciosa, vienen capotazos de la peonería y nuevo viaje del diestro hispano con muy parecidos resultados al anterior. Descabello al primer intento…

Es decir, únicamente pudo el torero portuense cumplir con el trámite, pues entre el viento y las condiciones del toro, poco pudo lograr de lucimiento. Ya tendría más ocasiones de mostrar aquí su valía.

El triunfo sin apéndices de Jesús Córdoba

Ante la posibilidad de hacer una nueva campaña en ruedos hispanos, el Joven Maestro sabía que un triunfo en la principal plaza mexicana le daría credenciales para colocarse en las más importantes ferias españolas. Así, enfrentó con decisión a los toros que le tocaron en el sorteo, destacando su toreo de capa ante el primero de su lote y la faena de muleta al cuarto, toro que decía Ojo, se dejó crudo para el tercio final. 

Pero el triunfo vendría ante un toro de regalo. No es desconocida la cercana e íntima amistad que tuvieron don Luis Barroso y Jesús Córdoba. Así, y aunque las crónicas no lo consignen, puedo afirmar con poco margen de error, que el ganadero le obsequió a su amigo a Cantarero, que hizo séptimo lugar y ante el que, dice don Alfonso de Icaza, el torero de León, Guanajuato, estuvo:

Tres varas, recargando en la segunda que resulta en tres tiempos, y ningún quite destacado, porque así el de Mimiahuápam le da por rascar la arena… Los peones cumplen y “Mondeño” tiene el rasgo de compañerismo de permanecer en la arena, sin obligación alguna a estas alturas… Jesús brinda e inicia su faena con la derecha, ante un toro que escarba la arena y dobla en una ocasión los remos. Le liga tres derechazos, uno de ellos de vuelta entera y se hace aplaudir estrepitosamente de cuantos aficionados permanecen en la plaza. Un buen pase de la firma y más derechazos un poco angustiados en el remate, por quedársele el burel. Los intermedios se suceden y Córdoba vuelve a derechear con primor, aunque se enmiende entre pase y pase. Torea Jesús por alto; sufre un desarme; vuelve a correr la diestra, quedándosele el toro al final y entrando a herir con fe, sepulta el estoque, que queda un poquitín desprendido, doblando “Cantarero” a los pocos instantes. Ovación, petición de oreja que no concede la autoridad y paseo en hombros por el ruedo entre aplausos generales.

Como se ve, Jesús Córdoba apuró hasta su última carta para tratar de salir triunfante ese domingo y lo consiguió. Eso le valió volver a la gran plaza algunos domingos después, para apadrinar la confirmación de alternativa de Diego Puerta.

Joselito Huerta cortó las orejas

El testigo de la confirmación de Mondeño fue quien se llevó a casa las orejas. Le cortó dos a Romancero, tercero de la tarde, entre el regocijo colectivo y del quinto, Poderoso, le fue concedida otra, protestada ésta por la concurrencia, razón por la cual dio la vuelta al ruedo sin ella en las manos.

Ante Romancero, dice Ojo que sucedió lo siguiente:

Joselito Huerta, tras el doble brindis que ya va siendo de rigor, muletea a su adversario con tranquilidad y mando. El astado dobla los remos en dos ocasiones, pero Joselito tira de él con el trapo rojo en dos derechazos superiores que remata, previo cambio de mano, con un superior pase de pecho. Ovación y música. Sigue toreando superiormente, dando pases largos y sentidos que entusiasman a la gente estallando ovación tras ovación, mientras el diestro de Tetela se recrea ante un bicho de admirable nobleza, pero al que había que torear tan bien como él lo ha toreado para sacarle partido… Joselito se crece; se adorna airosamente en carios momentos; iguala a la res y pincha en lo duro, llevándose el arma… Fue mejor que así sucediera, porque ahora vemos a José torear con la izquierda como nunca lo habíamos visto. Sus naturales son eternos y su pase de pecho, auténticamente magistral. Igualada la res, atiza Joselito un estoconazo que mata sin puntilla. Ovación clamorosa; miles de pañuelos agitándose en los tendidos, concesión presidencial de dos orejas y arrastre lento a un toro que fue un dechado de nobleza. Con la plaza entera en pie, Joselito Huerta recorre el anillo en son de triunfo una y otra vez…

Así pues, la tarde resultó ser redonda para los nuestros, que acreditaron de nueva cuenta su calidad de figuras del toreo y la necesidad de formar parte con carteles imaginativos que, por una parte, llevaran a la gente a los tendidos y por la otra, facilitaran la competencia entre ellos.

Temporada a plaza partida

La corrida de la confirmación de Curro Romero vino a ser el cierre de ese ciclo para la Plaza México, pero continuaría en el vecino Toreo de Cuatro Caminos. La razón básicamente era económica, porque en la Ciudad de México se arrastraba, desde los años 40, esa inconstitucional sobretasa del diez por ciento sobre la entrada bruta, en cualquier espectáculo taurino, para la asistencia pública. Escribe Daniel Medina de la Serna:

La entrada, con plaza llena, monta a medio millón de pesos, pero de ellos hay que cubrir impuestos del Departamento del Distrito Federal de 17.5%; el de Asistencia Pública de 10% y la renta de la plaza que importa el 10%; de modo que los pesos se convierten en setenta y cuatro y medio centavos; el medio millón se reduce a $322,500, de los que hay que pagar $60,000 de los toros, $50,000 de cuadrillas, $40,000 de publicidad, $10,000 de empleados; total $160,000 que rebajados de los $322,500 dejan un saldo de $162,500, de los que hay que cubrir, sueldos de los toreros, servicios de la plaza y otros muchos gastos más que determinan que, aun con llenos, se pierde dinero en la Plaza México… A continuación, señala dicho boletín que en El Toreo la cosa es diferente, desde luego sin el impuesto a Salubridad – que el “doctor” Gaona, cuando regresó para hacerse cargo nuevamente de la empresa, había asegurado que se condonaría –. Los impuestos en el Estado de México eran, así mismo, menores por lo que es lógico pensar que, con la gente metida en toros, mayores ganancias tendría la empresa si se trasladaba al coso de Cuatro Caminos. Y seguramente no se equivocaron...

Así pues, como el calendario anterior, la temporada tuvo dos partes bien definidas. Esta sería la última ocasión en la que el doctor Gaona tendría la oportunidad de operar en esa manera, pero dejó bien claro que la capital de México, en esos días, podía soportar dos plazas de toros en funcionamiento. 

Hoy, tristemente, no hay quien le pueda a la gran Plaza México

domingo, 6 de marzo de 2022

Jesús Córdoba, a 95 años de su natalicio

Jesús Córdoba, Luis Miguel DominguínJoaquín Bernadó
Madrid, 29 de septiembre de 1957
ARCM Fondo Martín Santos Yubero

Una de las grandes guerras civiles que registra la Historia de México es la llamada Revolución Mexicana, con la que, diría, se abrió el siglo XX en nuestro país. Los historiadores señalan que uno de sus saldos negros fue la causación de un millón de muertes, pero omiten o no mencionan otra cuenta, aquella que debe sumar el importante número de familias y de personas, que, huyendo del horror de la violencia, emigraron a otras tierras buscando horizontes de tranquilidad para desarrollar sus actividades y sacar adelante a sus allegados.

Ese fue el caso del matrimonio formado por Benjamín Córdoba Razo y María de Jesús Ramírez, quienes durante el año de 1920 tomaron sus bártulos y el camino hacia el Norte, con la intención de establecerse en los Estados Unidos de América y así formar en paz a su familia. Decía un tío abuelo mío – reclutado por el ejército y enviado al frente europeo en la Primera Guerra Mundial – que pasó por lo mismo, que en aquellos años las leyes migratorias americanas no eran tan duras y que bastaba con que tuviera uno el cuarto de dólar que costaba el cruce del puente para que casi sin preguntas, le permitieran el paso a quien quisiera entrar.

Así, muchas de las familias mexicoamericanas que actualmente residen en diversos sitios de la Unión Americana, son descendientes de aquellos migrantes por necesidad del inicio del siglo pasado y se situaron no solamente en los lugares en los que la población tenía raíces nuestras, sino que entraron a las profundidades de los Estados Unidos – la familia de mi abuela fue a parar a Nebraska –, por lo que no nos debe resultar extraño encontrar casi paisanos en cualquier rincón de ese país.

Winfield, Kansas

Winfield, en el Estado de Kansas, es una ciudad fundada en el año de 1870 y nombrada así en honor de Winfield Scott, aquel que comandaba las tropas americanas que ocuparon la Ciudad de México el 15 de septiembre de 1847. Ese fue el sitio, de unos 9,500 habitantes, elegido por el matrimonio Córdoba Ramírez para retomar la vida familiar y es allí donde el 7 de marzo de 1927, diría un buen amigo mío, por un mero accidente demográfico, nació su hijo Jesús, quien siempre se consideró originario de León, Guanajuato, pues de esa región eran sus padres.

Allí aprendió las primeras letras y conoció de la intolerancia de muchos hacia aquellos que tienen alguna diferencia con la mayoría. Eso le templó el carácter y le enseñó que para superar a esos que se conforman con integrar una mayoría, hay que cultivar las habilidades y las virtudes con las que uno cuenta.

 De León, Guanajuato… ¡Para el mundo! 

Es a finales de los años treinta que los Córdoba Ramírez regresan a León, Guanajuato, aunque el padre permanecería en Kansas para mantener su empleo en el ferrocarril local y allí Jesús Córdoba emprenderá sus estudios que llevará hasta la secundaria. Será también el lugar en el que tendrá por primera vez contacto con la fiesta de los toros. Escribe Ann D. Miller:

...asistió por primera vez a una novillada a los 16 años. Si tuvo alguna duda acerca de lo que era el toreo antes de esa tarde, ninguna le quedó después del festejo... la impresión que le causó lo que vio le decidió a ser torero. Junto con otros aspirantes, recorrió de un pueblo a otro y de ganadería en ganadería buscando la oportunidad de probarse y de aprender... Pronto pudo actuar en algún festival...

El recorrer ganaderías le llevó a la que tenía Pepe Ortiz en la Hacienda de Calderón. Allí, frente a las vacas, El Orfebre Tapatío le advierte cualidades y le imparte sus enseñanzas. Jesús Córdoba tuvo la ocasión de adquirir el conocimiento de la real Escuela Mexicana del Toreo, la que viene en línea directa de Saturnino Frutos Ojitos, en este caso por vía de Luis Güemes, que fue el mentor de Pepe Ortiz y éste a su vez, el formador inicial de quien sería después conocido mundialmente como El Joven Maestro.

Eso le permitió desarrollar una tauromaquia de una técnica impoluta y de un notable sello artístico. Así, llega al año de 1948 a una serie de novilladas que daba en el Rancho del Charro el varilarguero y ganadero Juan Aguirre Conejo Chico, prácticamente calando novilleros para después llevarlos a la Plaza México, pues después del fenómeno de Joselillo el doctor Gaona buscaba noveles que le siguieran llenando la plaza en la temporada chica.

Conejo Chico le vio posibilidades al joven Jesús y se lo propuso al empresario de la gran plaza, quien lo presentó allí el 18 de julio de ese año, formando cartel con Luis Solano, Paco Ortiz y Rafael García. Los novillos serían de La Laguna, dando la vuelta al ruedo tras la lidia de Apizaquito y Rondinero, cuarto y octavo del festejo. 

Esa tarde, sin saberlo, Jesús Córdoba abría una de las etapas más brillantes de la historia del toreo en México. Al cabo de trece fechas, esa temporada de novilladas, la del 48, era la de Los Tres Mosqueteros, pues con Rafael Rodríguez y Manuel Capetillo, se formó una terna de toreros que, trascendieron y llevaron el aire de la fiesta mexicana a todos los rincones del mundo.

Ganó la Oreja de Plata en el festejo del 31 de octubre y ya se le empezaba a llamar El Joven Maestro. Escribe Daniel Medina de la Serna:

Sí todo iba bien hasta la sexta corrida, mejor iba a ir a partir de la séptima. El 18 de julio se presentó el primero de los que serían bautizados más tarde como “Los Tres Mosqueteros”: Chucho Córdoba, quien esa tarde dio dos vueltas al ruedo, pero llegó a completar ocho actuaciones, confirmando una a una que no era mentira aquello de “El Joven Maestro”...

Recibió la alternativa el 25 de diciembre de ese 1948 en Celaya de manos de Armillita con toros de Xajay y la confirmó el 16 de enero siguiente de manos nuevamente de Fermín Espinosa y llevando como testigo a Luis Sánchez Diamante Negro, siendo ahora los toros de La Punta.

La confirmación en Madrid tuvo lugar el 21 de mayo de 1952, apadrinándole Pepín Martín Vázquez y llevando como testigo a José María Martorell, con toros de Fermín Bohórquez y en abril de 1953, la Feria de Sevilla será suya, cuando el 24 de abril corta una maciza oreja a un toro de Miura y al día siguiente, el de San Marcos, se lleve otra de un sobrero que los Maestrantes le obsequiaron, de Benítez Cubero.

De Los Tres Mosqueteros, fue Jesús Córdoba el que tuvo mayor permanencia en los ruedos de ultramar, pues estuvo presente en ellos hasta bien entrados los años sesenta del pasado siglo.

La suerte para Jesús Córdoba estuvo en los nombres de Criticón y Pastelero de La Laguna, Luminoso de San Mateo, Muñequito y Cortijero de Zotoluca o Espinoso de Xajay y la mala fortuna en los de Cañonero de La Laguna, Colmenareño y Gordito de Jesús Cabrera o Cumparsito de Rancho Seco

Jesús Córdoba, el hombre

La vida me dio la ocasión – la gran ocasión – de conocer y de tratar a Jesús Córdoba. La profesión de mi padre me acercó a un gran abanico de personas y un grupo importante de ellas fueron las que estaban relacionadas con la fiesta de los toros. A esa profesión de mi padre le debo – y le agradezco – mi afición, que me ha llevado por caminos insospechados y me ha permitido conocer a muchas personas de un gran valor.

La cercanía profesional de mi padre con Rafael Rodríguez y su familia devino en una cercanía familiar después. Mi amistad con Nicolás, uno de los hijos de El Volcán de Aguascalientes me acercó a Jesús Córdoba, su padre político y me permitió conversar con él, de la vida y de los toros y en un par de ocasiones quizás, sentarme con él en el tendido de una plaza. Así percibí a un hombre de un carácter fuerte, pero sensible. De convicciones bien arraigadas y sin duda, enamorado de una fiesta a la que dio mucho y de la que también mucho recibió.

Ejemplo de esa firmeza es cuando se mantuvo en su posición de defender la libertad de asociación de los toreros ante el embate de las empresas, que querían utilizar a la asociación sindical de ellos como arma arrojadiza para fijar precios, plazos y fechas y convertir a los artistas en una especie de funcionarios o burócratas que cobrarían un sueldo fijo y estarían siempre a disposición de esas organizaciones. Le costó terminar abrupta y anticipadamente su carrera en los ruedos y por la puerta de atrás…

Ejemplo de su sensibilidad es la buena familia que formó. Tengo la fortuna de conocer a su esposa y a sus hijos y la seguridad de afirmar que son personas de bien. En estos días eso es un activo invaluable y escaso. Se afirma con insistencia – casi hasta convertirlo en lugar común – que nadie nos enseña a ser padres. Hay mucho de cierto en ese aserto, pero se requiere, como ante los toros, echarse el trapo a la izquierda y darle a cada miembro de la casa, la lidia que requiere, y como los dedos de una mano, no hay dos iguales. Para entender eso, se necesita sensibilidad, y mucha. De esa tuvo, y de la buena Jesús Córdoba.

Mañana se cumplen 95 años del nacimiento de Jesús Córdoba, repito, por un “mero accidente demográfico”, en los Estados Unidos, pero era de León, Guanajuato de corazón. ¡Qué tenga un feliz día Maestro, allí donde se encuentre!

domingo, 6 de junio de 2021

Plaza México: Un año, tres meses y diecinueve días cerrada… y contando

La gran Plaza México
Foto: EFE
La plaza de toros México, de la capital de la República es una plaza de temporada. Es una plaza que tiene dos ciclos de festejos bien definidos. Siguiendo el calendario, el primero más o menos de marzo a octubre, es el de las novilladas y de noviembre a febrero del año siguiente, el de las corridas de toros, llamado coloquialmente la temporada grande

Alguna vez me contó el Maestro Jesús Córdoba, y tiene su lógica lo que me dijo, que ese orden temporal se dio en los inicios de la adopción de la manera española de hacer los festejos taurinos, cuando se dependía mayormente de los toreros hispanos y había que esperar a que la temporada de allá concluyera para que ellos pudieran viajar a estas tierras, razón por la cual la temporada de corridas de toros comenzaba en los alrededores del primer o segundo domingo de noviembre.

Yo agregaría al argumento del llamado Joven Maestro, que esa época del año está casi siempre exenta de lluvias y que siendo el otoño y el invierno nuestro más benignos que los de Europa, es posible dar festejos en ese tiempo en las plazas mexicanas sin mayores complicaciones.

Las anteriores ideas darían como corolario que la Plaza México estuviera constantemente en actividad, con breves plazos de reposo para trabajos de necesario mantenimiento. Pero eso no ha sido siempre así. En sus 75 años de historia, se registran tres periodos de cierre prolongado, como el que actualmente vive y que intentaré relatar enseguida.

1957 – 1958: 1 año, 4 meses y 19 días de inactividad. (473 días) 

Al terminar la 11ª corrida de la temporada 1956 – 57, en la que alternaron Juan Silveti, el madrileño Dámaso Gómez y Fernando de los Reyes El Callao en la lidia de toros de Coaxamalucan, el doctor Alfonso Gaona anunció que dejaba las cosas de la empresa de la gran plaza por las pérdidas económicas que estaba sufriendo. En carta abierta fechada el 10 de marzo de ese año y publicada originalmente en el diario Esto y replicada posteriormente en el semanario madrileño El Ruedo del 21 de marzo de 1957, el doctor Gaona explicaba entre otras cosas:

… En las corridas, todas, he sufrido pérdidas de consideración; he ofrecido los mejores carteles, y los aficionados deben tener presente que nunca escatimé esfuerzos para presentar los mejores toreros mexicanos y extranjeros, lidiando toros de nuestras más famosas ganaderías. Durante mi gestión ha habido tardes inolvidables, como la reciente y triunfal despedida de Fermín Rivera, corrida en la que, a pesar de haberse llenado la Plaza sufrí una gran pérdida…

… Puedo asegurar que ninguna persona se atreverá a tomar la Plaza México, para la explotación de la fiesta brava en las condiciones en que la tenía yo, a menos que quiera a sabiendas ir al sacrificio. Mi ejemplo será bastante, pues con los presupuestos actuales no hay defensa posible. La única solución sería que el propietario del coso renunciara a sus muchos ingresos por concepto de anuncios, cojines, cervezas y refrescos, radio, televisión, y la mitad del Derecho de Apartado.

Por lo que respecta a mis acreedores, les participo que les pagaré hasta el último centavo, tan pronto como mis circunstancias lo permitan, dándoles las gracias por todas las atenciones que han tenido para mí…

Pronto se habló de concurso de acreedores, de quiebra y de juicios por contratos no cumplidos y se empezaron a barajar nombres en la prensa de quienes habrían de sustituir a don Alfonso en la tarea de dar toros en la capital y así se mencionó sin dar el nombre, al empresario de Guadalajara, don Ignacio García Aceves, al de Tijuana, a Teófilo Cuevas, a Pablo B. Ochoa y hasta a Gabriel Alarcón como probables nuevos empresarios de la Plaza México.

Un párrafo de la carta del doctor Gaona es ilustrativo de una situación que hacía difícil el dar toros en la capital mexicana:

…La afición debe saber que las exigencias elevadísimas de la propiedad del inmueble, y los múltiples impuestos que, en su conjunto son muchos mayores que los que paga cualquier otro espectáculo. convierten los pesos en sesenta centavos y ello ha motivado esta situación, agravada por la imposibilidad de aumentar el precio de las localidades de lujo…

Y es que en la Ciudad de México particularmente, a más de los impuestos ordinarios a la renta, a los ingresos mercantiles y a los espectáculos en particular, desde aquella oscura donación de las acciones de la sociedad El Toreo que hicieron los sucesores de Maximino Ávila Camacho a la Secretaría de Salubridad y Asistencia, los festejos taurinos tenían que cubrir a esa dependencia un impuesto extraordinario del diez por ciento sobre la entrada bruta, tasa que duró vigente hasta bien entrados los años ochenta del siglo XX, lo que hacía, si no incosteable dar festejos, sí reducía la posibilidad de hacerlo con utilidad para el empresario.

La Plaza México fue reabierta por una sociedad denominada Diversiones y Espectáculos de México, Sociedad Anónima, cuyo acrónimo DEMSA, es de triste memoria en la historia de esta fiesta y la dirigió el licenciado Ignacio Garciadiego, abogado de la familia Cosío, propietaria de la plaza. Lo hizo el domingo 15 de junio de 1958, con una novillada en la que actuaron Raúl Márquez, José Antonio Enríquez y Ramón Ortega en la lidia de 5 novillos de Coaxamalucan y 1 de Rancho Viejo (1º bis), resultando Enríquez herido por el primero. No obsta señalar que se permitió a Arturo Álvarez El Vizcaíno, ofrecer dos novilladas de selección los domingos 20 de abril y 10 de mayo anteriores.

Pero en ese caso la capital mexicana no se quedó sin toros. El Toreo de Cuatro Caminos, apenas cerrada la Plaza México, abrió sus puertas el día 10 de marzo de 1957 y estuvo al frente… Sí, el doctor Gaona. Y entre esa fecha de apertura y el 10 de mayo de 1959, año en el que se ofreció la siguiente temporada grande en la México, se dieron en Naucalpan 63 novilladas y 20 corridas de toros y en las novilladas aparecieron toreros como Raúl García, Gabriel España, Oscar Realme, Gabino Aguilar, Abel Flores El Papelero o Antonio Sánchez Porteño.

1988 – 1989: 1 año, 1 mes, 3 días (398 días)

Nuevamente resulta estar el doctor Gaona en el ojo del huracán. Tras de anunciar una Temporada Taurina de Primavera 88 e iniciarla, después de la segunda corrida, celebrada el 24 de abril de 1988 con el vallisoletano Roberto Domínguez, Jorge Gutiérrez y Javier Bernaldo en la lidia de toros de Huichapan, la propiedad de la plaza anunció que recuperaba su inmueble pues el contrato de arrendamiento celebrado con el empresario había concluido.

Por su parte, el doctor Gaona afirmó que tenía derecho a un año más en el uso de la plaza. A propósito, dice Daniel Medina de la Serna:

…Esta disputa sonaba inverosímil pues hubiera bastado que el poseedor de la razón exhibiera su contrato, cosa que nunca sucedió y en cambio se limitaban simplemente ambas partes a hacer declaraciones. ¿No estaría la razón en las pobres entradas que se registraron en esas dos corridas? Lo cierto es que los chilangos, y algunos visitantes foráneos y ocasionales, de nueva cuenta nos volvimos a quedar sin toros…

En ese estado de cosas se dio una corrida benéfica el 12 de junio de ese 1988 con Eloy Cavazos y José Mari Manzanares, mano a mano y toros de Real de Saltillo, llevando por delante al rejoneador Gerardo Trueba. Un festejo que terminaría en aires de escándalo, porque días después se harían públicos los resultados de los exámenes post – mortem de las cornamentas de las reses lidiadas y resultaría que presentaban signos de manipulación.

Tras de propuestas de expropiación y otras de similar guisa, la entonces Regencia de la Ciudad de México consiguió que los propietarios del coso cedieran su explotación a un Patronato presidido por Salvador Trueba Rodríguez y en el que participaron personalidades como Javier Jiménez Espriú – sí, es el que Ustedes están imaginando – y en la parte operativa, Eduardo Azcué, Jesús Arroyo y Joselito Huerta.

La plaza se reabrió y se entregó a la afición el 5 de febrero de 1989, el entonces Jefe del Departamento del Distrito Federal, Manuel Camacho Solís cortó un listón simbólico y se dejó pasar a la concurrencia a recorrer las instalaciones del coso y posteriormente, en uno de los patios de la plaza, se simuló una corrida de toros con una carretilla de las que se usan para entrenar. Tomás Pérez Turrent, crítico de cine, apodado El Choni en sus días de novillero, escribió lo siguiente en la revista El Redondel:

...Nadie puede dudar que fue un acto con una gran carga simbólica, doblemente simbólica diría, Doblemente simbólica como protesta y celebración, como ejemplo de la afición recalcitrante que no quiere renunciar a sus pasiones – y bravo por ello – y como símbolo doloroso del estado en el que han dejado al gremio de los toreros, los ganaderos, los empresarios y todos los llamados taurinos arrimados a equis o zeta intereses, los cuales, no hace falta decirlo, no coinciden ni han coincidido nunca con los de la verdadera fiesta…

La plaza se reabrió formalmente con una corrida de toros el 28 de mayo de 1989 en la que alternaron Manolo Martínez, David Silveti y Miguel Espinosa Armillita ante toros de Tequisquiapan y después se dio una temporada de 28 novilladas que inició el 4 de junio siguiente, la que abrieron Manolo Sánchez, Hugo García Méndez y Alfredo Lomelí, con novillos de La Soledad.

2020 – 2021: Un año, tres meses, 19 días (474 días) … y contando

Ayer, sábado 5 de junio de 2021, se superó el número de días que la Plaza México estuvo cerrada y sin actividad taurina, en el periodo 1957 – 1958, que fue de 473 días y que ha sido, en sus 75 años de existencia, el más prolongado.

Quizás este es el cierre que tiene una explicación más sencilla. El último festejo de la temporada 2019 – 2020 se dio el 16 de febrero de 2020 y actuaron en él Pablo y Guillermo Hermoso de Mendoza, Arturo Saldívar y José María Hermosillo, ante toros de Los Encinos, Santa Fe del Campo y Bernaldo de Quirós. Menos de un mes después – el 11 de marzo de 2020 –, la Organización Mundial de la Salud (OMS), declaró que una serie de brotes de una enfermedad denominada Covid – 19, había adquirido la calidad de pandemia.

A la declaración de la OMS, correspondió la del Gobierno Federal en México, el 31 de marzo, declarando la emergencia sanitaria, que entre otras medidas estableció las del llamado distanciamiento social, que entre otras cosas implica la menor interacción posible entre personas y la supresión total, diría yo, de actividades en las que se suponga reuniones más o menos masivas de personas, por la forma en la que el virus causante de la enfermedad se transmite.

Eso y la ausencia de vacunas y tratamientos específicos para la nueva enfermedad, detuvieron en muchas vertientes la actividad económica de nuestro país y la de la fiesta de los toros fue una de las grandemente afectadas, porque por una parte, no existe un real interés de los sectores llamados profesionales porque se transmitan por televisión de pago los festejos y por la otra, la inicial descoordinación entre las autoridades federales y locales en la materia, no permitieron establecer protocolos que facilitaran la oferta de espectáculos.

En ese estado de cosas, la Plaza México no podía ser reabierta, pues, aunque la etapa que seguía era la de las novilladas, las que en la actualidad son allí meramente testimoniales y consideradas por la empresa como un trámite más para poder obtener el permiso para vender el Derecho de Apartado de la temporada grande, la política de salubridad general lo impidió, así como tampoco permitió el organizar la siguiente temporada de corridas de toros.

En estas fechas, la pandemia parece, al menos en las versiones oficiales, estar remitiendo y así, ya se permite asistencia en número limitado a espectáculos deportivos como el futbol, lo que, desde mi punto de vista, permitiría igualmente una asistencia controlada a las plazas de toros. La cuestión aquí sería ya de viabilidad económica. El deporte de la pelotita con los pies tiene un gran soporte de ingresos por la televisión. La fiesta de los toros, no. Quizás es ya tiempo de que los llamados profesionales se replanteen la posibilidad de salir en la tele para levantar a la fiesta de la postración en la que una enfermedad incontrolada todavía, la ha puesto.

Así pues, estamos en el lapso de cierre más extenso de la historia de la gran Plaza México, la que según su anuncio publicitario es la más grande y cómoda del mundo. Ojalá que pronto vuelva a albergar los sueños y las ilusiones de aficionados, ganaderos y toreros.

Aviso parroquial: Con mi disculpa por la extensión, pero no encontré forma de partir esto en dos...

domingo, 31 de enero de 2021

Plaza México, 31 de enero de 1971: Despedida de Humberto Moro. Reaparición de Joselito Huerta

Humberto Moro
En la décima corrida de la temporada 1970 – 71 de la Plaza México, se reunieron dos hechos que tienen relevancia medio siglo después. El linarense Humberto Moro se despedía de los ruedos en definitiva y Joselito Huerta El León de Tetela, reaparecía en los ruedos de la capital mexicana después de dos años de ausencia. El redondo cartel se completaba con la presencia de Curro Rivera, una de las figuras emergentes que se labraban un sitio en la fiesta y los toros de don José Julián Llaguno.

Humberto Moro había recibido la alternativa en el ruedo de Insurgentes el domingo 4 de febrero de 1950. Le apadrinó Manolo dos Santos y fue testigo Jesús Córdoba, siéndole cedido el toro Muchachito, número 11 de San Mateo. El segundo de su lote Melenillo, le pegó una cornada. Esa tarde el testigo de la ceremonia fue el gran triunfador, al cortarle el rabo a Luminoso, siendo esa una de las más importantes actuaciones del Joven Maestro en la gran plaza.

La tarde de la despedida

De acuerdo con los anuarios, Humberto Moro había tenido muy poca actividad desde el año de 1968. En 1970, animado por su amigo Guillermo González, se vistió de luces dos tardes para participar en la Feria de San Marcos que barruntaba un nuevo formato. Y en el siguiente calendario, su apoderado y amigo de toda la vida don Jesús Ramírez Gámez El Abogao, le arregló la que sería la última tarde vestido de luces de su vida y sería en la Plaza México.

Ese domingo 31 de enero Humberto Moro, el que dejó la contabilidad para hacerse torero, enfrentó en cuarto lugar al toro Durangueño, ante el cual tuvo algunos momentos de lucimiento, pero acusando sí, la falta de sitio que genera el estar sin torear todos los días. La relación del festejo aparecida en el semanario El Ruedo de Madrid del 2 de febrero siguiente a la corrida entre otras cosas dice:

…Humberto Moro en el que abrió plaza no hizo nada con el capote. Faena precavida sin relieve, para pinchazo y media estocada. Piadoso silencio. En el cuarto se mostró voluntarioso con la. muleta, dando algunos buenos pases con la derecha, pero sin lograr mayor lucimiento. Mal con la espada. Pinchazo, media y nueve intentos de descabello. Escuchó un aviso, sonando algunos pitos. Después de la ovación en la vuelta al ruedo de despedida, se terminó con la ceremonia del corte de la coleta, a cargo del que fuera su apoderado, Ramírez Gámez…

Al final la concurrencia, que llenó la plaza, recordó y reconoció al torero que fue el triunfador de la temporada novilleril de 1950, que fue el digno padrino de las confirmaciones de alternativa de El Callao, Curro Romero, Guillermo Sandoval y Fernando de la Peña; de la alternativa de Felipe Rosas y testigo en las confirmaciones de Manolo González, Eduardo Vargas, Luis Miguel Dominguín, Antonio Chaves Flores, Gregorio Sánchez y Paco Camino.

En 1952 hizo una campaña española tardía, debutando en la Corrida del Corpus de Sevilla el 12 de junio con Luis Miguel Dominguín y Parrita con toros de Félix Moreno. Actuaría también en Barcelona, donde tuvo una destacada actuación; Vitoria, Requena, Albacete y cuatro tardes en Carabanchel, donde obtendría un importante triunfo el 29 de agosto al cortar dos orejas a toros de Pablo Romero alternando con Gitanillo de Triana y Pepe Dominguín.

Se iba el torero que ejecutó el pase natural con gran pureza, el que con su izquierda de oro cautivó al público de la capital y que firmó obras como las de los toros Fandanguillo de Torrecilla o Venado de Tequisquiapan la tarde de la confirmación de El Callao y que después de un grave percance sufrido en Xico, Veracruz, exigió reaparecer allí, en la Plaza México y lo hizo triunfando, cortándole una oreja al toro Petenero de su amigo José Julián Llaguno; el que también le cortó las dos orejas a Don Verdades de Tequisquiapan el día de la alternativa de Felipe Rosas

En suma, ese domingo se iba parte de una época grande del toreo en esa gran plaza y la gente se lo reconoció en una festejada vuelta al ruedo acompañada con el melancólico son de Las Golondrinas.

La reaparición de Joselito Huerta

La vez anterior que Joselito Huerta había actuado ante el público de la capital fue el 30 de noviembre de 1968 en El Toreo de Cuatro Caminos, alternando con Eloy Cavazos y Palomo Linares para enfrentar toros de Reyes Huerta. Esa tarde pasaría a la historia por el grave percance que sufrió el diestro poblano al iniciar su faena de muleta al cuarto de la tarde, llamado Pablito, que le infirió una cornada penetrante de vientre.

Complicaciones post – quirúrgicas comunes en ese tipo de intervenciones – episodios repetidos de lo que se llama íleo paralítico, según las noticias – tuvieron a Joselito Huerta en el hospital mucho tiempo y fuera de los ruedos durante casi un año, pues no estaría en condiciones de reaparecer sino hasta el día 26 de octubre de 1969 en la plaza Monumental Jalisco de Guadalajara, alternando con El Cordobés y Mauro Liceaga, en la lidia toros de José Julián Llaguno. Era la tercera corrida de la Feria de Octubre y cortó tres orejas a los toros que le tocaron en suerte.

Sin embargo, su regreso a la capital mexicana se tardaría un tiempo más. Desencuentros con quien llevaba los asuntos de la Plaza MéxicoÁngel Vázquez – impidieron que se pudiera anunciar para la temporada 1969 – 70 y habiéndose cerrado El Toreo de Cuatro Caminos con la idea de cubrirlo con un domo para dar además de toros, otro tipo de espectáculos, no fue posible que volviera a la capital mexicana o a sus aledaños en ese momento.

Así pues, cambiada la administración de la gran plaza, se dieron las condiciones para su reaparición en un cartel redondo. Y lo haría triunfando, pues se llevaría tres orejas y un rabo en la espuerta. Y también una multa, pues la oreja concedida por la faena al primero de su lote la tiró al ruedo y el Juez de Plaza le sancionó por considerar que eso era un desacato.

Lo grande vino en el cuarto de la tarde, llamado Rebocero, al que le cortó el rabo, el sexto de los ocho que cortaría en su trayectoria triunfal en la Plaza México. La misma relación contenida en el ejemplar de El Ruedo arriba citado dice: 

…Joselito Huerta tuvo una tarde redonda de triunfos. En su primero fue aclamado en verónicas y en un quite por chicuelinas antiguas. Inició la faena con estatuarios, para añadir después pases y adornos de todas las marcas. Estocada y descabello. Una oreja, que tira, pensando que merecía mayor premio, paira luego dar triunfal vuelta al ruedo y agradecer aplausos desde los medios. En el quinto fue aplaudido con el capote. Brindó al astronauta Collins y realizó extraordinaria faena por de rechazos, naturales y el de pecho con gran clasicismo, alfombrándose el ruedo con sombreros. Estocada, que tira sin puntilla. Dos orejas y rabo y dos vueltas al ruedo, una de ellas con el ganadero. Al toro se le dio arrastre lento…

El parón de casi un año no fue más que un punto y seguido en el andar por los ruedos de El León de Tetela, quien también diría adiós en esa plaza un par de años después, acuciado por problemas de salud, pero en ese momento volvía entero a defender el sitio que había ganado delante de los toros.

El resto del festejo

El primero del lote que correspondió a Curro Rivera acusó debilidad y en el sexto de la tarde tuvo la ocasión de cortar una oreja tras de una lidia completa, pero sus fallos con la espada lo tuvieron que conformar con una ovación.

Lo que entonces era la corrección política

Las crónicas reflejan que entre los asistentes al festejo se encontraban el astronauta norteamericano Michael Collins, tripulante del Apolo XI, que logró que pies humanos hollaran por primera vez la superficie de la luna y que éste recibió el brindis del toro al que Joselito Huerta le cortó el rabo. También nos dejan ver que estuvo en los tendidos La Novia de México, la cantante y actriz Angélica María, que fue brindada por Curro Rivera.

No cabe duda de que los tiempos eran distintos, de que los personajes públicos no tenían que esconder su afición a los toros o la curiosidad por saber qué era lo que sucedía dentro de una plaza. Hogaño, el mero hecho de pensar alrededor del tema, es motivo para que esos personajes sean satanizados. O témpora, o mores!

domingo, 10 de enero de 2021

El Premio Nobel del Toreo

10 de enero de 1954. Calesero realiza la mejor tarde de su carrera en la Plaza México

El Premio Nobel se instauró a finales del siglo XIX para galardonar e incentivar las investigaciones y avances en la ciencia. También se incluyó una vertiente artística en el mismo al establecerse uno para la literatura, entendiéndose que todos esos avances y obras literarias tendrían que haber aportado algo a la humanidad. 

Es curioso que esos premios se concentren en disciplinas científicas y solamente uno de los seis que se entregan – en 1968 se creó uno para las ciencias económicas – se destine a las artes, siendo quizás que, en la evolución de la humanidad, las artes expresan mejor el ser y el sentir de lo que somos y se alejan de las implicaciones políticas que la mayoría de los que se otorgan tienen.

No voy a defender el otorgamiento de un Premio Nobel para el toreo. Entiendo y acepto que su propuesta fue un ditirambo de Carlos León, cronista en su día del diario Novedades de la Ciudad de México, pero ese aparente desatino ilustra la necesidad de que quienes otorgan ese tipo de galardones volteen sus ojos a la fiesta, y se enteren de que allí hay una manifestación artística que merece ser valorada y por qué no, recompensada.

La enorme hazaña de Calesero

Alfonso Ramírez Alonso, natural de la Triana de Aguascalientes, era uno de los toreros que hicieron la transición de El Toreo de la Condesa a la Plaza México, pues recibió en el antiguo coso la alternativa el 24 de diciembre de 1939. Era conocido por su extraordinaria clase y por su creatividad con el capote, pero en las plazas de la capital no había redondeado una tarde. Podría afirmarse, sin afán peyorativo, que apuntaba, pero no disparaba, aunque en plazas como Guadalajara o Aguascalientes tuviera tardes redondas que le mantuvieran en el ánimo de la afición e hicieran que se le esperara una temporada y la otra también.

Ese domingo 10 de enero de 1954 le correspondieron dos toros de Jesús Cabrera que por su orden de salida se llamaron Campanillero y Jerezano y con ellos Calesero se encontró con su toreo y se encontró con la afición de la capital mexicana. Solamente les cortó una oreja por un mal manejo de la espada, pero lo que les hizo con la capa, las banderillas y la muleta sigue allí y si algún día se hiciera un recuento de las grandes faenas hechas en el ruedo de la Plaza México, al menos una de ellas sería tomada para esa relación.

Decía al principio que Carlos León, del extinto diario Novedades, propuso un Premio Nobel del Toreo. Pues para recibirlo designó a Calesero precisamente en esta tarde. Lo hizo en sus Cartas Boca Arriba, dirigida en esta ocasión a don Rodolfo Gaona, y entre otras cosas, le refiere lo siguiente:

El Calesero saturó de arte a la Plaza México; cortó una oreja, pero merecía el Premio Nobel de la torería

…Maestro, es necesario que usted vea torear a Alfonso Ramírez, ese extraordinario artista, que al fin, ha redondeado en la capital, una actuación inolvidable…

… ¡Qué alegría siente el aficionado cuando triunfan los auténticos artistas del toreo! Estoy seguro de que usted, si hubiera contemplado lo que en los tres tercios de la lidia realizó el diestro hidrocálido, habría sentido una gran emoción estética y, muy en lo íntimo, la satisfacción de ver el resurgir a quien es capaz de seguir su escuela y continuar el dogma artístico que usted dejó como ejemplo de lo que debe ser el arte del toreo…

A partir de los lances sedeños con que saludó a ‘Campanillero’, lances de una suavidad y de un temple exquisitos, empezamos a saborear el resurgimiento de este gran torero que sublimó en esta fecha memorable la limpia ejecución de las suertes. Ese quite con dos faroles invertidos, una chicuelina y el clásico remate de la larga cordobesa, llenaron la plaza de sabor a torero. Y por ahí siguió, alegre y variado, finísimo en todo instante, como en la gallardía con que citó para un par al quiebro, marcando la salida y saliendo deliberadamente en falso, para inmediatamente volver a citar y dejar al cuarteo un par perfecto que aún ligó con un rítmico galleo…

…Y hoy, ¡con qué alborozo me he unido al clamor popular, celebrando el renacimiento de un auténtico torero!…

Pues así ha ocurrido maestro, en esta inolvidable tarde. Cuando salió ‘Jerezano’, el quinto del encierro, todavía Alfonso Ramírez iba a superarse. La suavidad de aquellos lances a pies juntos y la lentitud que puso en las chicuelinas para rematarlas con un recorte teniendo ambas rodillas en la arena, volvieron a poner de relieve que nos hallábamos ante un artista de los que se ven pocas veces. Descubierto y en los medios, Alfonso tuvo que agradecer la ovacionaza que premiaba su excelsitud con el capote.

Clavó un solo par, al cuarteo, y no es exagerar si decimos que usted mismo lo hubiera rubricado como propio, por la majestad y la exposición con que el hidrocálido cuadró en la cara y alzó los brazos. Luego brindó al doctor Gaona; al empresario que tendrá que poner al Calesero todos los domingos de lo que resta de la temporada. Y salió de hinojos, para iniciar su trasteo con tres muletazos dramáticos. Pero en seguida, ya de pie, volvió a bordar el toreo. Sobre todo, allí quedaron dos series de naturales que nadie – así: ¡nadie! – ha trazado con más naturalidad y mayor lentitud desde los buenos tiempos de Lorenzo Garza en 1935.

Sin suerte con la espada, se le fueron las orejas de ‘Jerezano’. Pero otra vez ha dado dos vueltas al ruedo y ha saludado desde los medios, en una apoteosis inacabable.

…Y luego ha salido en hombros, consagrándose de la noche a la mañana como el artista de más clase de cuantos hoy por hoy visten el traje de torero...

Si solamente tuviéramos a la vista esta crónica, pudiéramos pensar que Carlos León vio algo parecido a un espejismo. Pero afortunadamente el maestro Julio Téllez, en la obra que el Gobierno de Aguascalientes dedicó al Poeta del Toreo, cita otra crónica, aparecida ésta en el diario El Universal, sin firma, en la que se manifiesta entre otras cuestiones esto:

Alfonso Ramírez lo hizo todo, y todo con una inspiración y una belleza insuperables; cortó una oreja y fue paseado en hombros por las calles de la capital.

Alfonso Ramírez, Poeta del Toreo; porque eso ere tú Alfonso – nada más, en toda su sencilla inmensidad – ¡El Poeta del Toreo!

Teníamos empañada la visión de las cosas, como la tenemos siempre, porque las miramos con tristes ojos de adulto, que presumen de ya saber, de ya conocerlo todo. Y lo que pasa es que hemos olvidado al niño que en nosotros quedó atrás, y que fue asomándose al mundo con ojos nuevos, sorprendidos, jubilosos de cada encuentro y de cada hallazgo.

Hemos olvidado, olvidamos casi siempre al poeta que quedó atrás, allá en la infancia lejana. Porque dicen – y tú debes saberlo bien Calesero – que ser poeta es volver a ser niño. Que es crear, volver a crear en nosotros aquella mirada de sorpresas y de júbilo fresco ante el mundo, ante todas las cosas: el sol y las aves, la rosa y el agua.

Las vemos todos los días, y porque creemos presuntuosamente conocerlas, se nos quedan sólo en la mirada, y no nos penetran hasta la raíz del alma, ahí donde se halla el verdadero conocimiento, la comprensión auténtica, emocionada e íntima. Ahí donde sabe llegar el poeta, para comprender, para sentir la música oculta y ofrecérnoslas luego, y hacernos el regalo de su propia emoción, de su comprensión, de su inspiración, en suma.

Ahí donde llegaste tú ayer, Calesero poeta.

¿A que seguir? ¡Todo el toreo, de rodillas y de pie, por verónicas y chicuelinas, en las largas cordobesas y en las vitaminas, en los derechazos y en los naturales, en los remates y en los desplantes, nos los diste como poeta: como cosas nuevas, frescas, estrenadas ahí mismo, descubiertas en ese momento, desconocidas -o mejor, reconocidas en su perfil primero, en su sabor inicial, ¡en su autenticidad más honda…!

Así pues, podemos advertir que esa tarde del 10 de enero de 1954, Calesero conmovió las estructuras del toreo hasta sus cimientos. 

Cuenta don Julio Téllez, testigo también de esa tarde:

¿Por qué esa gran emoción? ¿Por qué esa locura colectiva? Todo era como un gran juego de niños; remataba de rodillas, y la gente se paraba gritando. Pegaba una seria de naturales y la gente de pie enloquecida se miraba entre sí diciendo: “Esto no puede ser”. Y la locura final, con aquella cadenciosa larga cordobesa. ¿Cuántos años hace que no ven algo parecido?, nos preguntaban los compañeros de tendido.

Salimos de la plaza exhaustos, felices, por primera vez vi a mi padre con una alegría que no le conocía, y a boca de jarro le pregunté: ¿El Calesero es el mejor torero del mundo? ¡Hoy lo fue!, y cada vez que toreé en esta forma, lo será, me contestó…

Creo que está claro por qué Carlos León propuso un Premio Nobel para el toreo y a Alfonso Ramírez Calesero para recibirlo.

El predicamento inicial de la corrida

Inicialmente, el interés del festejo se depositó en la reaparición de Fermín Espinosa Armillita, que volvía a la gran plaza después de haber toreado allí su despedida el 3 de abril de 1949. El Maestro había iniciado lo que resultaría ser una breve campaña de retorno el 20 de diciembre anterior en Aguascalientes alternando con el propio Calesero y Antoñete.

Esa temporada del regreso de Armillita constaría de quince festejos y concluiría el 5 de septiembre en Nogales. Dos de esas corridas se verificaron en el extranjero, una en Bogotá y otra en Arles.

El tercer espada del cartel fue Jesús Córdoba, quien fue herido por Gordito, el primero de su lote durante la faena de muleta y pasó inédito esa tarde. Fue la tercera de una racha de cuatro cornadas consecutivas que el llamado Joven Maestro sufrió en la Plaza México.

Para terminar

Dijo don Francisco Madrazo Solórzano acerca del propio torero: Cuando los artistas se enfadan y les sale un toro a su modo, cuidado con ellos, porque no perdonan… 

Probablemente Calesero sorteó el mejor lote esa tarde, pero indudablemente que no se trata únicamente de llevarse los mejores toros, sino de saber que hacer ante ellos. Y Calesero lo hizo, por eso hoy, sesenta y siete años después, se le sigue recordando, entre otras cosas, por esa señalada tarde. 

viernes, 18 de diciembre de 2020

Mi amigo Marco

Foto: Landín-Miranda
Mi primer contacto con la familia Ramírez Villalón se produjo en abril de 1993. En la Feria de San Marcos de ese año mis compadres Nicolás Rodríguez Arellano y su esposa Lucero nos presentaron a Lucía mi esposa y a mí – y perdóneseme que escriba en primera persona – con Florentino, ganadero de Real de Valladolid quien después tendría ese vínculo también con él y con su esposa Luisa. Tino es una persona con la que es imposible no conectar. De inmediato nuestra común afición a esta fiesta nos llevó a concertar otra cita, esta vez en Morelia para el entrante mes de mayo, fecha en la que su familia organizaba una corrida en el Palacio del Arte en homenaje a un singular personaje del toreo mexicano, Francisco Gómez El Zángano

Así que nos desplazamos a Morelia y allá fue donde conocí a Marco Antonio, con quien mi compadre pretendió hacerse lenguas acerca de mi habilidad de emborronar cuartillas. La verdad es que Nicolás me tuvo siempre mucha estima, quizás más de la que yo merecía. En esa ocasión Marco nos llevó a su casa en Santa María de Guido, la Hacienda de la Flor, donde tenía ya el esbozo de lo que es la Biblioteca hoy llamada Salvador García Bolio, radicada en el Centro Cultural Tres Marías y en la que resguardaba el fondo de su tío, Monseñor José Villalón Mercado y la colección de textos taurinos que tenía ya tiempo de ir formando, junto con una pinacoteca que era un lujo.

Allí me enteré de que estudió Medicina, se especializó en Cardiología, que ejerció su profesión y que tiempo después por necesidades de los negocios de la familia, tuvo que apartarse de la vocación. También confirmé lo que por noticias de la prensa se dijo, en el sentido de que, al fallecimiento de su tío, el ingeniero Mariano Ramírez, brevemente fue titular de los dos hierros que éste tuvo, el que lidiaba a su nombre y el de Montecillo, mismos que por no tener tiempo para atenderlos debidamente y mantener su bien ganado prestigio, se vio en la necesidad de enajenar. Pero eso sí, siempre llevó con orgullo en uno de sus dedos anulares un anillo con el hierro de don Mariano.

Los libros nos acercaron a Marco y a mí. Cada vez que adquiría un lote interesante para su biblioteca o que tenía noticia de que algo se publicaba por estas tierras, me llamaba por teléfono y comentábamos acerca de esas novedades, me hacía recomendaciones de la manera de como conservar los libros que tengo en mi poder y me sugería formas de adquirir obras, sobre todo aquellas que están descatalogadas o que se consideran difíciles de conseguir. Se había vuelto un gran maestro de la bibliofilia.

Un tanto, importantísimo que hay que anotar a Marco Antonio Ramírez, es la creación del primer medio taurino de comunicación digital. Él y Salvador García Bolio crean y sacan a la luz la Gaceta Taurina en el año de 1996. Quizás el formato no es precisamente el de un portal o sitio de internet, pero sí es un documento digital elaborado por y para los lectores de este medio. Decía en su cabecera todo lo que de toros es… en internet. Su primera época abarcó de agosto de 1996 a enero de 1999 y ambos me hicieron el honor de invitarme a participar en ella. Actualmente vive una segunda época que comenzó en mayo de este año que corre.

Tuve el honor de que Marco me guiara personalmente un recorrido por el Museo Taurino del Centro Cultural Tres Marías, su gran obra a favor de la cultura de la fiesta. En ese momento tenía en construcción una sala para dedicarla a obras taurinas de Pablo Picasso y me comentaba la ilusión de edificar otra para destinarla a la dinastía de los Solórzano, que tiene su punto de partida allí, en Morelia. Cada vez que conversábamos tocábamos el tema y los avances eran lentos, pero él no perdía la esperanza de lograrlo. Quizás sus sucesores puedan concluir ese proyecto pendiente.

Más no solamente dedicó Marco Antonio sus esfuerzos a la cultura de la fiesta de los toros. Estuvo involucrado en un importante número de obras sociales que tienen como fin el apoyar a aquellos que están en situaciones desventajosas. Y lo hacía de manera silenciosa, sin buscar los reflectores ni las noticias en la prensa. Llevaba así a cabo una solidaridad bien entendida, que es aquella en la que no se tiene que alardear del bien que se hace.

Marco ha sido un hombre sencillo que supo disfrutar de la vida. Todavía recuerdo aquel 23 de abril de 1996, reunidos en la casa en la que vivo, con Tino su hermano y su esposa, Nicolás y Lucero, el coronel Chávez, abuelo de Fernando Ochoa, mi otro compadre Isidoro Cárdenas y Rosi su esposa y el Maestro Jesús Córdoba y su esposa. Íbamos a comer allí para después ir a la presentación del libro que el Centro Taurino México España había publicado por el centenario de la Plaza de Toros San Marcos. Nos dispusimos en el comedor y Marco, el coronel y el Maestro Córdoba sigilosamente se mudaron a la mesa de la cocina, porque allí las tortillas estarían más calientes… Maniobra inteligente de los tres.

La última vez que vi a Marco Antonio en persona fue en Madrid, en la Feria de Otoño del año 2018, el viernes 28 de septiembre, justamente en el puesto de libros que se pone en los bajos de la Plaza de Las Ventas – ¿dónde más podría ser? – sabía que estaba allí, pero ese tiempo para él no era de toros, sino de ópera y de teatro. Me confesó que el bombo de Simón Casas le intrigó y le llevó a la plaza y allí nos encontramos y conversamos. Después tuvimos algunas conversaciones telefónicas hasta que la mañana del jueves me encontré con la noticia.

Pues ya Marco y Nicolás están reunidos otra vez. Seguramente discutiendo si el toro Tejón de su tío Mariano que inmortalizara Alfredo Leal en Cuatro Caminos era o no de vuelta al ruedo. Hoy me he quedado un poco huérfano de amistad. 

Transmito desde aquí nuestra sincera solidaridad en este momento de tristeza a Enrique y a Tino, sus hermanos y a Valentina y a Rafael, sus hijos. Me consta que es complicado asumir una pérdida así, pero la única solución que tienen es aprender a seguir viviendo con ella.

Por mi parte digo: ¡Te voy a extrañar mucho Marco!

domingo, 16 de agosto de 2020

1º de mayo de 1949: Jesús Córdoba hace su presentación en plazas europeas

Anuncio de la presentación de Jesús Córdoba en Lisboa
Diario de Lisboa, 30 de abril de 1949
De convenios y rupturas

Aunque desde el principio del año los ánimos estaban caldeados, fue a mediados de mayo de 1947, cuando Antonio Bienvenida, Luis Miguel Dominguín, Juan Belmonte Campoy y otros toreros que no hicieron campaña invernal en México, invocaron falta de reciprocidad de nuestras empresas y toreros y declararon definitivamente terminado el convenio de 1944 que regulaba las relaciones taurinas entre México y España. Ante tal hecho, Manolete y otros diestros que si actuaron en nuestras plazas en ese periodo, intentaron recomponer esa situación y lo reinstalaron un par de semanas después, pero el 28 de junio se declararon definitivamente suspendidas las relaciones taurinas entre ambos países.

En esa tesitura, se quedaron parados entre otros allá los matadores Fermín Rivera, Antonio Velázquez, Carlos Vera Cañitas, Ricardo Torres, Manuel Gutiérrez Espartero y Antonio Toscano, así como los novilleros Pepe Luis Vázquez y José Antonio Chatito Mora. De nada valió que Carlos Arruza, otro de los afectados, fuera el Presidente de la Asociación de Toreros de España y de su Montepío, simplemente no fue escuchado y El Ciclón, al ver que su opinión no era tenida en cuenta, terminó por renunciar a ese cargo en septiembre de ese calendario.

Es interesante ver que Armillita, en entrevista concedida a El Tío Carlos en abril de ese mismo 1947, publicada en El Universal y después en La Lidia, en la que hace un análisis de su paso por los ruedos y anuncia su inminente despedida de los ruedos, estimó que la normalidad se restablecería en unos tres meses. La realidad es que los nuestros volvieron a los ruedos hispanos hasta el año de 1951.

Las otras plazas europeas

No obstante el cierre de las plazas de España para los nuestros, quedaban francas las de Portugal y las de Francia y durante los veranos, era casi mandatorio que fueran por allá a hacer campaña varios de nuestros toreros. Durante el boicot del 36, allí estuvieron para los nuestros y ahora allí seguían. En el año de 1949 Jesús Córdoba fue uno de los que acudieron a ellas. Estando en Aguascalientes, como visitante en la Feria de San Marcos, fue entrevistado para El Sol del Centro el día 21 de abril y manifestó entre otras cosas lo siguiente:

…La “cosa” taurina tenía que salir a colación. “Mi deseo – nos dijo – era actuar en la Feria de Abril. Tú te diste cuenta. Hace apenas cuatro meses que toree en Aguascalientes mi última corrida como novillero. Dos horas después mi apoderado, el doctor Ruiz, había arreglado un contrato para que yo toreara en las Fiestas. Luego hubo ciertas dificultades y el contrato se rompió. Fueron líos internos, Bueno, ahí será en otra ocasión”.

Córdoba esperaba ayer comunicación de México. Se mencionaba su nombre como uno de los probables espadas que saldrían en domingo en la Monumental en la presentación de Conchita Cintrón. Todavía no se sabía nada en firme. Se hablaba insistentemente de un mano a mano entre Capetillo y El Soldado; pero nada seguro. “Mira si no reaparezco el domingo allá – refiriéndose a la Capital – me quedaré aquí. Sí, hasta después del famoso día 25. Pero nada. Tengo pasajes para el día 27 a Portugal, en donde debutaré el próximo domingo”.

- ¿Te gustaría que se arreglara el intercambio taurino hispano – mexicano?

- ¡Claro que sí! Arruza ya está haciendo gestiones desde hace tiempo. Ahora vamos Antonio Velázquez, Gregorio García y yo. Todos metemos “canilla” en favor de la solución del lío. Yo me presento el 1o de mayo, actuando con Parrita que es una de las figuras españolas y Manolo dos Santos.

- ¿Cuántas fechas llevas contratadas?

- Quince, nos contestó. Pero hay posibilidades de que ese número aumente. Todo depende de lo que yo haga frente al toro. “Armillita” me ha dicho que allá me “pondré” mucho, pues el toro de lidia es más grande y de mayor pujanza que el de México. Y debe tener mucha razón porque conoce como nadie de toros, como lo está demostrando con su ganadería que será una de las mejores de México…

Así pues en ese orden de acontecimientos, El Joven Maestro sería el primero de Los Tres Mosqueteros en presentarse en las plazas de toros del otro lado del mar.

Lisboa, 1º de mayo de 1949

La empresa de Campo Pequeno anunció para esa fecha una corrida de toros – tourada le llaman allá – en la que a pie actuarían Pepín Martín Vázquez y el debutante Jesús Córdoba, con toros del Duque de Palmela y los caballeros en plaza Simao da Veiga y José Casimiro con toros de Francisco dos Santos y el grupo de forcados de Antonio Matías.

La tarde se torció en el aspecto climatológico, de acuerdo con la breve crónica aparecida en el Diario de Lisboa del día siguiente del festejo, firmada por F, en sustitución de quien tradicionalmente lo hacía como El Terrible Pérez y es, en traducción libre efectuada por este amanuense, de la siguiente guisa:

Si ayer hubiera sido un día primaveral, Campo Pequeno ciertamente se hubiera inundado, porque no solo era atractivo el cartel en su conjunto, sino que también había en él una persona que la afición, anhelaba ver en carne y hueso, tras las estupendas «faenas» de este «Currito de la Cruz», rehabilitando esta fiesta brava, tan distorsionada y dañada por películas, novelas y artículos pseudo – humanitarios...

Lamentablemente, el temporal que azotó con fuerza desde la madrugada, no solo perjudicó a la empresa, sino a los toreros y al público que, a su vez, dejó de lado una serie de pases redondos y dos molinetes del alegre y valiente sevillano, y unas notas con el capote, del mexicano Jesús Córdoba. Poco se pudo ver en la lidia con los trapos, de los cuatro toros de Casa Palmela, los cuales, descontando su amplia encornadura, estaban bien presentados y mostraron casta, bravura y suavidad, mostrando por qué la ganadería es de las primeras nacionales.

Los cuatro toros del Sr. Francisco dos Santos que salieron para los caballeros, también fueron de buena presentación, denotando las conocidas características de la finca ganadera de la que proceden, que tiene muchos admiradores en Portugal.

Simao da Veiga, a pesar de haber llevar en la lidia de toros ya un cuarto de siglo, mantiene la alegría que durante tantos años ha conquistado a nuestro público, al de España y al de México. Estuvo empeñoso, pisando los terrenos a los toros, y las ovaciones que le dieron fueron bien merecidas.

José Casimiro lució con su habitual seriedad y serenidad, clavando hierros largos y cortos en suertes que fueron justamente apreciadas y que le valieron una entusiasta llamada a los medios.

Alé nos dio con el capote, un poco del aire de su gracia, teniendo los peones restantes –Procopio, Correia, Joaquinillo, Gorjao, Gloria, Alemao, Navajas, Rubichi y Pla – voluntad de cumplir, luchando con el viento fuerte e incómodo.

Los forcados de Antonio Matías hicieron buenas pegas, como el «combolo», que funciona bien siempre que la «locomotora», – el  pegador – no «descarrile»...

Incomprensible la cogida de Jesús Córdoba – a quien queremos ver en una tarde más apacible – al intentar clavar un par, entrando al toro, sin pensar en la salida.

Manuel dos Santos, como siempre, es competente y rápido en la dirección de la lidia.

El próximo domingo fiesta para todos los paladares en Campo Pequeno. Parrita y otro torero, y destacan José Rosa Rodrigues y Fernando Salgueiro; y en Santarem el «mano a mano»  Diamantino – Manuel dos Santos con Simao y Manuel Conde.

Como se puede ver, salvo el hecho de que la fecha representó para Jesús Córdoba su primera actuación en un ruedo ultramarino, poco más hay para contar. 

La campaña europea de Córdoba en el 49

Al final del calendario Jesús Córdoba toreó en Europa once corridas, seis en Portugal los días 1º de mayo en Lisboa; 29 de mayo en Tomar; 31 de julio en Pavoa do Varzim; 8 de agosto en Guimaraes; 14 de agosto en Figueira da Foz y 28 de agosto en Espinho y cinco en Francia, el 19 de junio y el 14 de julio en Burdeos; el 19 de julio en Mont de Marsan; el 16 de agosto, en Collioure y cerró su temporada europea el 18 de septiembre en Arles.

Quizás el impedimento de actuar en ruedos españoles redujo el número de actuaciones de nuestros toreros en Europa, pero no impidió la circulación de ellos por esas tierras. Su paso por Portugal y por Francia es una arista de la historia de nuestra tauromaquia que está poco estudiada. Aquí un detalle de esos hechos que vale la pena averiguar. 

domingo, 2 de febrero de 2020

4 de febrero de 1951: Jesús Córdoba y Luminoso de San Mateo. Alternativa de Humberto Moro

Jesús Córdoba
La temporada grande 1951 en la Plaza México inició con retraso. Comenzó hasta el final de enero porque se negociaba desde los últimos del año anterior la reanudación de las relaciones con la torería hispana, rotas desde 1947. Así, entre el ir y venir de noticias de esa continuación del intercambio, se programó para los dos primeros carteles de esa temporada, la alternativa de los triunfadores de la temporada de novilladas 1950 y en la corrida inaugural se le dio a Jorge El Ranchero Aguilar y en esta que hoy me entretiene aquí, se le daría al linarense Humberto Moro.

Un ejemplo de esas informaciones que cruzaban el Atlántico es la siguiente nota:
Valencia, febrero 4. – Refiriéndose a la inminente solución del pleito taurino hispano – mexicano, lo empresarios de la plaza de Toros de Valencia, que acaban de llegar de Madrid, afirman que si se llega al arreglo apetecido, los carteles de las corridas incluirán además de los toreros españoles, en la Feria de Julio a los mexicanos Antonio Velázquez, Jesús Córdoba, Luis Procuna, Carlos Arruza y Rafael Rodríguez. 
Tratarán de contratar además a los toreros Luis Miguel Dominguín, Aparicio, Litri, Martorell, Calerito y Manolo González, todos ellos españoles. 
La temporada valenciana comenzará con las corridas falleras en marzo. Luis Miguel Dominguín, Litri y Aparicio figuran en la primera el día 18. El 19 se enfrentarán mano a mano Aparicio y Luis Miguel Dominguín…
La segunda corrida de la temporada 1951

La segunda corrida de esa temporada 1951 fue anunciada con Manolo dos Santos, Jesús Córdoba y como ya señalaba arriba, la alternativa del torero de Linares, Nuevo León, Humberto Moro. El encierro seleccionado para la ocasión fue uno muy bien presentado de San Mateo.

El momento culminante de la tarde se dio en el quinto toro, llamado Luminoso por el ganadero y que correspondió en el sorteo al Joven Maestro. Ante este toro haría el primer asalto a la cumbre que ratificaría un mes después ante Cortijero de Zotoluca. La crónica de Paquiro en el ejemplar de La Lidia de México fechado el 9 de febrero de ese año, entre otras cosas, relata lo siguiente acerca de esa faena:
Jesús Córdoba sostuvo su cartel de primera figura de los ruedos y categoría de maestro del arte. Y para lograrlo tuvo que arriesgar la vida, salir con un puntazo en un muslo y con la taleguilla hecha trizas. Pero en las manos, orgullosamente lucía las orejas y el rabo del quinto de la tarde...  
Se portó pues, como un primate heróico... 
No le fue posible esculpir la obra la líneas suaves, serenas, plácidas, románticas. Correspondióle interpretar momentos de arte y de drama; de sol y de sangre, de calma y tempestad, de suspiros y de gritos. Porque la faena de Córdoba al quinto fue vibrante, roja, cálida... ¡de aguafuerte! 
Hubo inspiración y belleza, sí, pero también drama y tragedia. 
Los muletazos fueron surgiendo entre el alarido histérico de la multitud, que se asombraba al ver como el torero desafiaba y burlaba los puñales de su enemigo con una constancia de mártir, y con un temperamento de héroe. La hazaña – para que nada faltara – quedó rubricada con una estocada en la que el corazón fue entregado sin ninguna artimaña. Fue una estocada a lo hombre, a lo torero, llegando la mano hasta los mismos rubios después de haber metido todo el acero. Córdoba olvidóse salir del embroque, ¿para qué? Y el lógico resultado fue que saliera tropezado rodando por tierra. Una vez más había alcanzado las gestas únicas de los toreros y de los héroes. 
Fue aquello, en suma, la muestra más vibrante de lo que una figura de los ruedos debe hacer para sostener el máximo grado. 
Córdoba toreó al 5º con el corazón. Por eso, además de artista, fue un trágico avasallador. 
El ascenso prosigue 
Actuando en plan de testigo de la alternativa del día, se encargó de pasaportar en primer lugar al bicho que ocupó el tercer sitio. Este fue “Novelista”, bien armado y bien cubierto de riñones. Con la capa toreó Córdoba como lo hacen los maestros. Y con la muleta continuó en el mismo plan dándole al morlaco la lidia requerida y siempre manteniéndose limpio, desahogado y poderoso, El bicho acabó sus días un tanto soso, y fue entonces cuando surgieron las delicadezas del toreo por la cara, que Chucho hizo con todo acierto. Un pinchazo. La estocada y la ovación. Aquello había sido el prólogo. 
El quinto, el maravilloso “Luminoso”, fue saludado por Córdoba con verónicas de tres tiempos. El remate fue piramidal. El bicho acudió a los montados y tanto Córdoba como Dos Santos arrancaron ovaciones en sus respectivos quites. Moro, el ridi. 
Banderilleado por la peonería, “Luminoso” quedó a disposición de la muleta del leonés. Pases por alto; naturales citando de largo, templando a ley, estrechándose como los hombres, los remates de príncipe, la “vitamina” estrujante, una cogida quedando destrozada la taleguilla y el muslo con un puntazo. Levantóse Córdoba entre el manicomio que había forjado en los tendidos y siguió toreando ya con la diestra, ya con la zurda, burilando pases de factura indescriptible. ¡El drama y el arte habían tenido realización! 
Y tras de los últimos pases se acostó materialmente sobre el morrillo del bovino, en un volapié clásico y perfecto, saliendo rebotado de la suprema suerte. A los pocos instantes, el bravísimo y nobilísimo “Luminoso” rodó sin vida. 
Para Córdoba fueron las dos orejas y el rabo, además de incontables vueltas al anillo escuchando, una vez más, el himno de los consagrados ¡torero...! ¡torero...! 
Después de la apoteosis internóse en la enfermería...
De acuerdo con la estadística, ese es el único rabo que Jesús Córdoba cortó como matador de toros en la Plaza México, pero la cornada que se llevó, a esas alturas era la ya segunda de las siete que sufriría en el mismo escenario. Sin duda, el llamado Joven Maestro fue un torero duramente castigado por los toros en momentos especialmente inoportunos.

No obstante, esta faena es una de las que, dentro de un recuento que se hiciera de las grandes obras realizadas en el ruedo de la gran plaza, debería estar como una de las importantes.

El parte facultativo

La crónica nos refiere que se llevó un puntazo. La misma publicación a la que me he referido, transcribe el siguiente parte facultativo:
Herida por cuerno de toro en el tercio medio, cara externa del muslo izquierdo, con orificio de entrada de cuatro centímetros y trayectoria hacia adentro de doce centímetros. Interesó piel, tejido celular, aponeurosis y fibras musculares. Tiene también escoriaciones en el cuerpo de diversos grados. Se le aplicó anestesia con pentotal sódico, resección de piel, desbridación, desinfección, canalización con tubo de goma y suero antitetánico. Tardará en sanar quince días. Se traslada al Sanatorio Santa María de Guadalupe.
Como se puede leer, la herida sufrida por Jesús Córdoba fue algo más que un puntazo. Sin embargo no le restó ni afición, ni valor para seguir transitando por los ruedos.

El resto del festejo

Humberto Moro recibió la alternativa de manos de Manolo dos Santos con el toro Muchachito y fue herido por el sexto del festejo. A su vez, el padrino de la ceremonia cortó la oreja al cuarto, Jardinero, entre división de pareceres.

La de la concordia

Dos domingos después, el 25 de febrero se celebró en la quinta corrida de la temporada, la versión mexicana de la Corrida de la Concordia con Curro Caro, Carlos Arruza y Antonio Velázquez, los toros fueron de Pastejé y Arruza cortó el rabo a Holgazán, quinto de la tarde.

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