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domingo, 21 de marzo de 2021

Maximino Ávila Camacho: fallido criador de toros de lidia (I/II)

Maximino Ávila Camacho
Nota aclaratoria: El próximo martes se cumplen 80 años de un hecho que por sí solo no merece ser recordado, pero que es parte de la Historia del Toreo en México y que a juicio de este amanuense, es la muestra de lo que sucede cuando se entremezclan con la fiesta la política, la estulticia y la impericia.

El personaje 

A partir de la mitad de la década de los treinta del siglo pasado y por la siguiente década, Maximino Ávila Camacho se convertiría en el factótum de las cosas de los toros en este país. A partir de la ruptura de las relaciones entre las torerías de España y México y la consiguiente salida de Domingo González Mateos Dominguín de México y de la muerte de Eduardo Margeli, se convirtió en el principal accionista de El Toreo, S.A., y con eso tenía el gobierno de la fiesta en la Capital de la República y por vía de consecuencia, el destino de lo que sucedería en el resto de ella.

Por las fechas de los sucesos que enseguida intentaré bosquejar, es por esas mismas fechas que el general Ávila Camacho decidió convertirse en criador de toros de lidia. El par de crónicas que relatan su breve paso por las plazas como tal, refieren su ganadería como veracruzana, lo que me hace pensar que la aventura la llevó a cabo en el rancho La Soledad, ubicado en la municipalidad de Martínez de la Torre, Veracruz, si bien no de su propiedad – era de su hermano Manuel – sí estaba vinculado a su familia.

No hay tampoco precisión en cuanto a la simiente con la que formó su vacada. Pero hay información digna de crédito, en este caso dentro de la obra de Luis Niño de Rivera, Sangre de Llaguno, que, en un determinado momento de su aventura, don Maximino se acercó a San Mateo y que don Antonio Llaguno, inteligentemente, le cedió algunos elementos para mejorar su hato:

…el 21 de diciembre de 1940, cuatro meses antes de tan triste debut, que por cierto también se convirtió en despedida, puesto que nunca más volvió a lidiar sus toros en El Toreo, compró 15 vacas de procedencia San Mateo a Antonio Llaguno. Tres de ellas de la camada de 1936 y las doce restantes de la de 1937. El lote era de buena calidad, derivada de tres ejemplares que tenían nota Más buena, otras tres Buena y las otras nueve, nota Regular.

En los siguientes cuatro años, don Antonio siguió colaborando con Ávila Camacho para mejorar su ganadería. El 14 de agosto de 1942, le regaló un toro de origen San Mateo número 20 P37, negro bragado, de nota Más bueno. Al año siguiente le obsequió dos erales más, nacidos en 1941: el 28 S41, mulato bragado, y el 45 S41, cárdeno bragado coletero, ambos con nota Regular. Y para cerrar el apoyo con broche de oro, el qe de agosto de 1944 le remitió un toro de la rama Saltillo, el Platillero 5 S 41, nieto del 42 Viejo, por conducto del Cominito 35 O36, y de la Platillera 82 D33, de pelo negro bragado y Regular de nota…

Afirma Niño de Rivera que no había entre don Antonio y el general amistad alguna, que todo esto fue una operación de conveniencia, como alguna anterior – con el general Dámaso Cárdenas – y otras posteriores, con políticos de influencia nacional o regional que podrían asegurarle a él y a su hermano y por añadidura a los demás criadores de toros de lidia, los necesarios certificados de inafectabilidad ganadera, que les aseguraría la tenencia más o menos tranquila de la tierra para el manejo y crianza de sus ganados.

La presentación de El Rodeo

Maximino Ávila Camacho decidió anunciar su ganadería como El Rodeo y escogió para presentarla una fecha entonces señalada en el calendario taurino de la capital mexicana: la Corrida de Covadonga, que por razones del calendario taurino se celebraría el 23 de marzo de 1941, tiene, junto con las demás celebraciones relativas sus orígenes en nuestro país en las dos últimas décadas del siglo XIX, según nos cuenta la profesora María del Mar Gutiérrez Domínguez:

…mientras que en origen la celebración se caracterizó por una impronta religiosa y militar, que mantendría durante los años siguientes, cabe destacar la noción del alzamiento de don Pelayo como detonante de la primera independencia hispánica, que es lo que otorga a la Reconquista una singularidad propia en el contexto mexicano. Además, la Batalla de Covadonga estableció diálogos con otras efemérides como el grito de Dolores, el 15 de septiembre, y la Batalla de Chapultepec, el 13 de septiembre, donde sin duda la cercanía entre las celebraciones enriqueció el uso político de la Reconquista en México…

Es decir, el festejo tenía su significación y el cartel de toros y toreros tenía que ser de tronío. Para esa fecha se anunció a Fermín Espinosa Armillita y Lorenzo Garza mano a mano con los toros del general Ávila Camacho. El resultado fue desastroso. La prensa local que pude consultar – El Informador de Guadalajara y El Siglo de Torreón – guardan piadoso silencio acerca del resultado de la corrida. Pero en los libros de referencia, encontré dos breves versiones sobre esos sucesos. La primera es la de Guillermo Ernesto Padilla, en su obra monumental sobre la plaza de El Toreo y es del tenor siguiente:

En la Corrida de Covadonga, celebrada el domingo 23 de marzo, hizo su debut la ganadería de El Rodeo, propiedad del Gral. Maximino Ávila Camacho. El pésimo estilo de las ilidiables reses, convirtió el postinero festejo en un desastroso espectáculo.

Fermín Espinosa, con la garra de su muleta, pudo hallarles alguna lidia a aquellos infumables bichos.

Lorenzo, con la cornada aún sangrante, la moral deshecha e insólitamente abatido, dejó ir vivo a “Charifas”, su primero, entre improperios y cojinazos. En sus otros dos astados, sin posibilidades de éxito, se dejó arrastrar por la fatalidad…

La segunda nos la proporciona don Heriberto Lanfranchi y es de esta guisa:

23 de marzo de 1941. – 17ª corrida (Corrida de Covadonga): Fermín Espinosa “Armillita” y Lorenzo Garza con 6 toros de El Rodeo. Desafortunada presentación de la ganadería, que sólo mandó un toro aceptable, y desastrosa actuación de Lorenzo Garza, que fue ruidosamente abroncado en sus tres toros y se dejó vivo al segundo de ellos…

Por su parte, con varias imprecisiones, Luis Niño de Rivera escribe lo siguiente:

El decimoséptimo festejo de la temporada 1940 – 1941, que tuvo lugar el domingo 23 de marzo de 1941, se celebró la corrida de Covadonga, con un mano a mano entre las dos luminarias del toreo Fermín Espinosa “Armillita chico” y Lorenzo Garza. Nada más y nada menos. En ese festejo fue que se le ocurrió a don Maximino debutar como ganadero, con seis bueyes de El Rodeo.

Como pudo el maestro Armilla despachó los tres marrajos que le correspondieron en suerte. Lorenzo, por su parte, que no pasaba por uno de sus mejores momentos, sufrió a más no poder con el primero de su lote, segundo de la tarde, de nombre Charifas. Fue tan desastroso el toro y el desempeño del regiomontano que acabó Charifas regresando vivo al corral. Ya para cerrar plaza, la bronca era tan grande que el ruedo se encontraba tapizado de cojines. Cuando dobló el sexto, el público enardecido se lanzó al ruedo, cubrió al moribundo toro de Maximino con los cojines y le prendió fuego. Querían rostizar lo que quedaba de tan evidente mansedumbre.

Para colmo de males, el señor general no asistió al debut de su ganadería por encontrarse fuera de la Ciudad de México ese día, Por ello, únicamente se limitó a ver la crónica que hizo de la corrida Fernando Marcos, que fue mucho más famoso por sus narraciones y conocimientos de futbol que de toros. Indignado por los comentarios de Marcos, el señor ministro mandó llamar al cronista a su despacho para recriminarlo por haber hablado tan mal de su corrida. Conociendo a don Maximino, Fernando anticipó que la entrevista sería por lo menos muy difícil, si no es que grave, así que llevó consigo la película de la corrida. Cuando la reprimenda del general había llegado a su punto más álgido, Marcos se concretó a preguntarle si por casualidad había visto la corrida. El ministro respondió que no, que se encontraba de viaje. Fernando le volvió a preguntar: “¿Le gustaría verla? Traigo aquí la película”. Afortunadamente le entró la curiosidad al ganadero y aceptó que le pasara la película. Apenas habían llegado al tercer toro cuando Maximino interrumpió la transmisión, y dijo: “Es suficiente Marcos, puede retirarse…”

Más adelante se podrá advertir cuales son las imprecisiones y confusiones en las que incurre Luis Niño de Rivera en la narración que hace.

Dada la extensión que van cobrando estos apuntes, concluiré con ellos el día de mañana.

domingo, 14 de marzo de 2021

Félix Briones. A 50 años de su despedida de los ruedos

Desprendiendo el añadido a Félix Briones
Imagen: Manolo Saucedo
Cortesía: Francisco Tijerina
El anuncio de la despedida de los ruedos de Félix Briones el 14 de marzo de 1971 en Monterrey, motivó la reflexión de lo que fue su paso por los ruedos, en los que estaba activo desde el inicio de la década de los cuarenta y en la que, ya en la capital de la República, fue compañero de quinta de novilleros como Luis Procuna, Gregorio García o Eduardo Liceaga en la época en la que actuó en el Toreo de la Condesa, plaza en la que se presentó el 6 de junio de 1943 o Fernando López El Torero de Canela, Joselillo o Pepe Luis Vázquez (mexicano), de su tiempo ya de la Plaza México, donde debutó el 23 de junio de 1946 y siendo ya uno de los triunfadores de ese ciclo, salió proyectado hacia la alternativa.

Fue doctorado por Lorenzo Garza en la desaparecida plaza de el Coliseo en su ciudad natal, Monterrey, el 24 de noviembre de 1946, en festejo mano a mano, lidiándose toros de la ganadería del propio padrino. El toro de la ceremonia se llamó Reinero. Poco más de un mes después, el 29 de diciembre de ese mismo 1946, confirmaría en la Plaza México, de manos del propio Magnífico y testificando Jaime Marco El Choni, también confirmante, siéndole cedido a Félix el toro Huerfanito de Zotoluca. Esa tarde pudo cortar orejas, pero la espada se lo impidió.

Félix Briones fue uno de los diestros emergentes – junto con Chicuelín, El Ahijado del Matadero, Guerrita o Vizcaíno – que apoyó Manolete en sus campañas mexicanas y así, alternó con el Monstruo de Córdoba y Luciano Contreras en Mérida, el 22 de diciembre de 1946, para lidiar toros yucatecos de Sinkeuel.

Un trofeo presidencial

El jueves 6 de junio de 1947, se celebró la 19ª corrida de la temporada 1946 – 47 en la Plaza México, organizada por un patronato pro construcción de escuelas en el entonces Distrito Federal, encabezado por los señores Pablo B. Ochoa y Fernando Reyes Spíndola. En dicha corrida, se disputaría el Trofeo Presidencial Cigarrera de Oro, cedido por el entonces Presidente de la República, Miguel Alemán Valdés y el Secretario de Educación Pública, Manuel Gual Vidal – ¡qué tiempos aquellos, cuando a los gobernantes no les daba prurito patrocinar trofeos taurinos! –.

El cartel de ese festejo extraordinario se integró con Fermín Espinosa Armillita, Lorenzo Garza, Luis Castro El Soldado, Fermín Rivera y Alfonso Ramírez Calesero, lidiando todos un encierro de La Punta. El sexto de la tarde se llamó Gamito y en una tarde en la que ninguno de los diestros actuantes obtuvo trofeos, Félix Briones realizó una destacada y valerosa faena, que le valió la obtención del trofeo, que le fue entregado por los dirigentes del patronato.

El ambiente previo

Félix Briones – como su hermano Luis – fue un torero muy querido en Monterrey. La prensa de la época refleja el buen ánimo que producía su anuncio de dejar de vestir el terno de luces y así se desprende de esta nota previa aparecida en el diario El Porvenir de esa ciudad, de un par de días anteriores a la corrida:

Ha despertado expectación entre los aficionados regiomontanos el cartel del domingo en la Monumental Monterrey, en el cual Félix Briones habrá de decir adiós a la profesión de torero. Precisamente el hecho de que el pundonoroso diestro local cierre con su actuación del domingo su brillante trayectoria en los ruedos, hará que mucha gente acuda al coso para ver a quien supo ganarse la admiración de los públicos taurinos de México y Sudamérica, con actuaciones sensacionales, en la que nunca impuso condiciones y salió siempre a dar la pelea a todos los alternantes, desde el más encumbrado hasta el más modesto…

Y quienes vieron y vivieron los triunfos y sinsabores del peregrinar de Félix desde su época de novillero hasta la tarde que Lorenzo “El Magnífico” lo hizo matador de toros en el desaparecido Coliseo, estarán deseando que llegue el momento de verle asomar por el portón de cuadrillas, listo a dar la pelea a Joaquín Bernadó y a Mauro Liceaga, últimos alternantes que tendrá Félix en su vida profesional…

Había ilusión por ver al torero de la tierra torear su última tarde…

La tarde del adiós

Vestido de rosa y oro partió plaza Félix Briones, iba a la izquierda del paseo, con Joaquín Bernadó a la derecha y entre ellos, otro torero de dinastía, Mauro Liceaga. En los toriles les aguardaban seis buenos mozos de don Eliezer Gómez, ganadería neoleonesa que se unía al acontecimiento para despedir al torero de la tierra. Al final de los hechos, Félix Briones se pudo ir en aire de triunfo. Arrollando, como era su divisa. La relación que hizo en su día Antonio Córdova para el diario El Porvenir de Monterrey, entre otras cosas cuenta esto:

…“Doblecolo”, se llamó el primero de la tarde, al que Félix recibió con lances de tanteo, pero luego le fijó los pies en varias series de verónicas cargando la suerte, incluso le hizo un torerísimo quite por chicuelinas. Y aunque Félix tomó los palos y dejó excepcional par de cortas, el toro vino a menos, es decir, se agotó pronto, y Félix tuvo que aliñar, matando de una estocada un tanto desprendida. 

Con “Fierroesponja”, el otro de su lote, Félix salió decidido a dar el todo por el todo, y lo recibió en el centro de la plaza con faroles de rodillas y lances estupendos, cargando la suerte. Siguió en plan triunfal con una faena en la que hubo derechazos extraordinarios, naturales soberbios, en la que toro y torero fundieron en una sola la figura, y cuando mató de magnífica estocada, la autoridad no vaciló en concederle las orejas y el rabo, mis colegas los cronistas regiomontanos, no tuvimos empacho alguno en alzarlo a hombros y pasearlo por el ruedo, sobre todo después de que Félix Gerardo, su hijo, le desprendió el simbólico añadido, dando fin a una página de gloria dentro de la fiesta taurina…

Félix Briones fue cargado en hombros por los cronistas taurinos de Monterrey y por el comediante Gaspar Henaine Capulina, después de que su hijo Félix Gerardo, que pocos años después sería uno de los destacados novilleros que le dieron la pelea al fenómeno que fue Rodolfo Rodríguez El Pana le despojara del añadido. Sigue contando Antonio Córdova:

…Emotivo el momento en el cual Félix Gerardo, su hijo, le desprendió el añadido dando por terminada toda una vida dedicada a la profesión de torero, y más emotivo aún, el momento en el cual “Pablote”, Arturo García, Memo Guerra y Gaspar Henaine “Capulina” le cargamos a hombros como fiel reconocimiento a lo que Félix hizo en su larga trayectoria dentro de la fiesta…

Para redondear la tarde, Joaquín Bernadó salió al tercio en su primero y dio dos vueltas en el quinto, tras de que se le negara la oreja que fue insistentemente pedida y Mauro Liceaga dio la vuelta tras la lidia del tercero y le cortó la oreja al sexto, lo que permitió culminar una tarde en la que Félix Briones tuvo la despedida que pudo soñar, arropado por la gente de su tierra y triunfando. No muchos toreros tienen esa suerte.

Así pues, ese domingo 14 de marzo de hace medio siglo, se cerró un gran volumen de historia taurina que representaba la carrera del torero de Monterrey.

El ganado que se lidió

La ganadería de don Eliezer Gómez González se fundó en el año de 1933 y se asentó en el rancho Las Bravas del municipio de Cadereyta, Nuevo León. El pie de simiente, de acuerdo con don Heriberto Lanfranchi fue de vacas de Jalpa y Xajay y sementales de Zacatepec. A partir de 1948, la dirigió don Eliezer Gómez Sada, por el fallecimiento de su fundador y en 1976 fue enajenada a Valdemar Saucedo Galindo. Su divisa era con los colores blanco y negro.

Una estampa torera

Bien es sabido que la tauromaquia de Félix Briones estaba fundada en el valor. Pero no era un valor exento del oficio bien aprendido. Del conocimiento de los terrenos y de la colocación. Recojo, de la crónica que, firmada a nombre de Carlos Fernández Valdemoro en el ejemplar de “La Lidia” del 25 de agosto de 1944, el después José Alameda, relata una escena ocurrida en la novillada del 20 de agosto de 1944 en el Toreo de la Condesa. Se lidiaban novillos de Ajuluapan para Félix Briones, Leopoldo Gamboa y Raúl Iglesias y nos cuenta:

...veroniqueó Briones también con mucho valor y, luego, al hacer el primer quite por orticinas, – que han vuelto a estar en boga desde que Luis Procuna las resucitó en la corrida de la Oreja de Oro – resultó cogido y aparatosamente volteado. Se levantó y quiso repetir los lances, demostrando con ello más carácter que malicia, pues el novillo no era ciertamente propio para tales adornos… A la muerte llegó el novillo con acusada querencia hacia las tablas, y aún más allá de ellas. Y saltó al callejón, cuando Félix brindaba ya su muerte. Estaba el novillo decidido a evitarla y apenas lo sacaban de entre barreras, volvía a internarse. Abrieron por fin los monosabios la puerta del callejón que está ante la puerta de cuadrillas y allí se quedó aquerenciado el toro. Félix Briones hizo cuanto pudo para sacarlo, y aprovechó una arrancada para sacarlo hacia las afueras, logrando dejar una estocada un tanto pasada. Saltó el novillo, ya herido, al callejón y allí murió, mientras el público premiaba la voluntad y la decisión de Félix con nutridos aplausos…

Es decir, sabía torear y sabía estar en su sitio . En suma, Félix Briones sabía ser torero, en el ruedo… y fuera de él.

Félix Briones falleció en León, Guanajuato, el 11 de julio del año 2011.

Es por eso que, en este día, que se cumple medio siglo de su despedida de los redondeles, le recuerdo con respeto y admiración.

Aviso Parroquial: De nueva cuenta y como en todos los casos que tienen que ver con asuntos de la llamada Sultana del Norte, agradezco a mi Patrón, don Francisco Tijerina, el haberme proporcionado los materiales para garabatear estas líneas. Asimismo, advierto que los resaltados en los textos transcritos son imputables exclusivamente a este amanuense, pues no obran así en sus respectivos originales.

domingo, 13 de diciembre de 2020

El gozo del toreo al natural...

13 de diciembre de 1942: David Liceaga y Zamorano de San Mateo

David Liceaga, foto: Orduña
Tomada "prestada" de: Toro, torero y afición

La temporada 1942 – 43 fue quizás la cumbre de lo que se ha dado en llamar la independencia taurina de México posterior a la ruptura de las relaciones con la torería española en mayo de 1936. Es el ciclo capitalino en el que se escribieron grandes páginas de la historia taurina mexicana y en el que quedó preparado el terreno para la reanudación de ese intercambio con la Península. Armillita se mostró poderoso con Pichirichi de Zacatepec y artista con Clarinero de Pastejé; Silverio remontó el toreo a lo onírico con Tanguito y nos dejó también la obra de Cocotero de Torrecilla; Pepe Ortiz, en una tarde de inspiración bordó para la posteridad el Quite de Oro y David Liceaga recordó que allí estaba para lo que hubiera menester con Bonfante de Xajay.

Pero este día y parafraseando un feliz título de mi amigo Horacio Reiba, voy a recordar en su aniversario otra de las grandes tardes de esa temporada. Una tarde en la que Lorenzo Garza, Silverio Pérez y David Liceaga enfrentaron, según las crónicas, un extraordinario encierro de don Antonio Llaguno. Esa tarde el que estaba designado a ser el convidado de piedra fue el que salió de la plaza en volandas. Garza y Silverio, al decir de las relaciones del festejo, realizaron también grandes obras, pero no las culminaron con la espada, como decía el Tesoro de la Isla, Rafael Ortega, escribieron la carta, pero no la firmaron, no fue suya y por ende, agrego yo, el gran triunfo tampoco.

David Liceaga y Zamorano de San Mateo

Decía que David Liceaga era una especie de convidado de piedra en ese cartel. Y es que, aunque había ganado la Oreja de Oro en 1931 y tenido actuaciones triunfales en años posteriores, se le había ido relegando a las corridas económicas en las temporadas primaverales que se organizaban en El Toreo en aquellas calendas. La fuerza con la que arrancaron ese domingo sus alternantes no lo arredró, salió a darlo todo. La prolija crónica de Don Tancredo publicada en el número 4 del semanario La Lidia del 18 de diciembre de 1942, relata con emoción su actuación y de ella recojo algunos pasajes:

…Corrida de verdadera prueba para Liceaga fue la del 13 de diciembre de 1942, porque salía a la sombra de Garza y de Silverio alternantes que están en el mejor momento de su carrera taurina y que tienen con que borrar a cualquiera... menos a David Liceaga, que reverdeció sus laureles, que no solo hizo un papel decoroso al lado de los ases, sino que estuvo en el mismo plano que ellos y además los superó con la espada y por ello cortó los apéndices del bravo y noble “Zamorano”.

Después de las grandes faenas de Garza y Silverio con los toros que se lidiaron en primero y segundo turnos, ¿qué podría hacer David? Con ímpetu juvenil, decidido a colocarse de una vez en el lugar que le corresponde, toreando con gran valor y con finura, con sabor y con elegancia, con gracia y alegría, Liceaga hizo que el público se le entregara; primero con dos cambios de rodillas; luego con verónicas en las que vimos los tres tiempos de cada lance y media monumental como remate; y después un gran quite por gaoneras estatuarias, ganándose la simpatía, los aplausos y la admiración general.

Y con las banderillas, tercio en el que es el amo, hizo derroche de valor, de facultades y de alegría, obligando a la música a tocar en su honor. Inició su epopeya de gran rehiletero con un par al quiebro en las tablas, tan comprometido y sin salida, que nadie creyó pudiera salir limpio de la suerte. Fue algo pocas veces visto, por la auténtica exposición del torero, por lo cerrado que estaba el toro, porque era un par que solo podría intentarlo un suicida, un loco o un maestro de los garapullos como David Liceaga. Después, adornándose con un vistoso galleo, clava el segundo para cambiando el viaje para cuartear en la propia cara y repite el adorno del galleo con vistosa vuelta para dejar los palos en lo alteo y finalizar con carreras de frente y de espaldas, encelando al maravilloso toro de bandera, “Zamorano”, que cubrió de gloria el prestigio de la ganadería de San Mateo.

Con la muleta en la mano izquierda inició David la faena de la reconquista, y toreó por alto y al natural, como en las tardes en que se reveló como un astro del toreo, como en la corrida que le valiera la Oreja de Oro en 1931. Siguió con la derecha corriendo la mano, templando como un maestro, y engranó pases de costado, lasernistas, afarolados, de la firma, de pecho, cambios de muleta por la espalda, todos con un colorido y una luminosidad de solera sevillana, muy mandón y muy alegre, adornos oportunos, con gracia, con arte... Y como digno remate de su hazaña, un estoconazo en que dio el pecho – no el hombro, que así no se matan los toros – y salió rebotado por cómo se entregó al clavar la tizona, y el toro de bandera rodó sin puntilla a los pies de Liceaga, que por unánime petición de la parroquia fue premiado con las orejas y el rabo de “Zamorano”, cuyos despojos se pasearon triunfalmente por la arena, mientras su criador, don Antonio Llaguno y su matador recorrían el ruedo devolviendo sombreros y agradeciendo las palmas al compás de la torerísima marcha “Zacatecas”. En este homenaje también compartieron las ovaciones Lorenzo y Silverio por sus imponentes quites, dando la vuelta al anillo con David y el ganadero de los grandes éxitos…

La manida frase de que David Liceaga puso en esta faena, alma, vida y corazón, viene al caso. Se entregó como hombre y como torero y sin que las importantes actuaciones de sus alternantes le redujeran el ánimo, salió a hacer lo suyo y a aprovechar a cabalidad al gran toro que el sorteo le deparó.

Pero no todo fueron halagos. Don Carlos Septién le vio de otra manera. Su crónica epistolar, publicada en el semanario La Nación, bajo el seudónimo de El Quinto, hace una analogía del festejo con la construcción de una columna salomónica, en la que Garza y Silverio son el fuste, la basa y el capitel – sobre todo el fuste – y David Liceaga

…Lo que Liceaga puso en las columnas fueron las flores y los frutos que adornan los paños desnudos que va dejando la espiral de cantera. Alegró los espacios con júbilo de banderillas y decoró los claros con valor indomable. No es posible recordar detalles porque sería excesivo pedirle a él tales cosas. Su obra fue un conjunto feliz de facultades y esfuerzo: tarea de ágil decorado indispensable…

Eso es lo que escasamente concede El Quinto a lo que la historia ha considerado como una de las grandes obras de David Liceaga. Cuestión de gustos y de pareceres, sin duda alguna.

El resto del festejo

Tanto Roque Armando Sosa Ferreyro Don Tancredo, como Carlos Septién García, firmando en esta ocasión como El Quinto, coinciden en que en los toros primero Colombiano y Divertido segundo de la tarde Lorenzo Garza y Silverio PérezDon Tancredo llama Papa al texcocano – estuvieron magníficos toreando y desastrosos con la espada. Afirma Septién:

Con menos facultades que antes, con menos poderío que en su época de gloria, Lorenzo Garza ha llegado en lo interno a su madurez artística. Y lo que se ha perdido en voluntad, se ha ganado en belleza… Si Lorenzo imprimió el tono e hizo nacer en el centro del ruedo la voluta del goce, Silverio la llevó a sus más altas posibilidades. En su primera faena, con ese toque de arrebato y con esas pinceladas que son como jirones temblorosos de un genio que no conoce límites de línea ni fronteras de perfil depurado. Nada tiene que hacer con la filigrana y la línea perfecta el choque humanamente bello de la sombra que es la angustia creadora y la luz que es la creación. Claridad y tiniebla se penetran y se apartan mutuamente en un absurdo encuentro amoroso; y hay por ello dolor y goce de alumbramiento en cada muletazo de Silverio. Si Garza es el drama de la voluntad, Pérez es el drama del alma… Y Silverio no cortó orejas, pero fue el más alto triunfador. Posiblemente porque la exaltación de los humildes es una promesa de la doctrina cristiana…

Los toros de San Mateo

Por su orden de salida se llamaron Colombiano, número 7; Divertido, número 19; Zamorano, número 33; Manzanito, número 14; Mosquetero, número 68 y Sardinero, número 11.

Acerca de Zamorano, en el referido ejemplar de La Lidia, quien firma como El Resucitado, analiza:

Zamorano. – Marcado con el número 33, negro, bragado, listón de pinta, descarado, abierto y vuelto de pitones y caribello, enchiquerado en cuarto lugar, fue el tercero de la tarde. Desde su salida mostró claramente su perfecto estilo de embestir pues aceptó magníficamente dos cambios de rodillas, y luego se dejó lancear a la verónica, ya en las tablas, ya en el tercio. Recibió tres puyazos arrancándose de largo con gran codicia, metiendo la cabeza abajo y empujando al caballo sin despegarse de él en la pelea. Dio un formidable tumbo; permitió tres largos y lucidos quites, el último de ellos por lances naturales, doblando, lo que no restó un ápice a sus excelentes condiciones de lidia.

En banderillas siguió demostrando su docilidad y nobleza, pues tanto en el primer par, que fue quebrado al hilo de las tablas, como en los que le siguieron con los terrenos cambiados, el toro hizo la reunión a la perfección, sin hacer un extraño al torero. Fue toreado largamente de muleta con pases por arriba y por abajo, con la derecha e izquierda, sin que nunca hubiese hecho un extraño que demostrara haber aprendido algo con la larga lidia de que fue objeto. No era un borrego, sabía para qué traía los pitones y prueba de ello fue el achuchón que dio al matador durante el trasteo, y la zarandeada cuando éste se quedó en la cara al entrar a matar. Justamente se le dio la vuelta al ruedo y el ganadero hizo su aparición...

Lanfranchi afirma que solamente se dio la vuelta al ruedo a Zamorano, pero que a su juicio, algunos más del encierro merecieron también tal honor.

Para concluir

En suma, aquí dejo este recuerdo de lo que las crónicas refieren que fue una redonda tarde de toros y de toreros, independientemente de los apéndices que se hayan cortado, espero resulte de su interés.

Aviso parroquial: El resaltado en la transcripción de la crónica de Don Tancredo es imputable exclusivamente a este amanuense, pues no obra así en su respectivo original.

domingo, 22 de noviembre de 2020

Detrás de un cartel (XVI)

Una verdadera corrida de expectación…


Antes de entrar a los intríngulis de este asunto, quiero expresar mi agradecimiento al Abogado y Librero o Librero y Abogado – tanto monta, monta tanto – don Pepe Rodríguez, quien me autorizó a usar la imagen que ilustra y da motivo a esta intervención y que corresponde a la cuarta corrida de la temporada 1903 – 1904 celebrada en la antigua Plaza de Toros México que estuvo ubicada en la Calzada de la Piedad en la capital mexicana y cuyo original es pieza de su colección personal.

El vasto refranero taurino nos refiere que la corrida de expectación resulta ser corrida de decepción y como leeremos a continuación, esa cuarta corrida del serial referido, vino a confirmar la conseja encerrada en su versificación.

La temporada capitalina 1903 – 1904

El texto de historia de don Heriberto Lanfranchi nos indica que se celebró únicamente en el coso de la Calzada de la Piedad, pues la otra plaza de la Capital, la de Chapultepec, permaneció cerrada por ese periodo. Se compuso de 16 festejos entre el 1º de noviembre de 1903 y el 14 de febrero de 1904 y el elenco se integró puramente por diestros hispanos encabezados por Rafael González Machaquito que actuó una docena de tardes, seguido por el trianero Antonio Montes que lo hizo en nueve y completaron el elenco Chicuelo padre (6), Saleri (3), Faíco y Bebe Chico (2), Jarana y Silverio Chico (1). 

Los toros que se lidiaron vinieron de Piedras Negras (29), Santín (26), Tepeyahualco (23), San Diego de los Padres (13), Atenco (6), San Nicolás Peralta, antes Cazadero (6) y españoles de Conradi (2), Murube (1), Miura (1), Juan Carreros (1) y Espoz y Mina antes Carriquiri (1).

El cartel inaugural se dio con la actuación de Antonio Montes en solitario, lidiando toros de San Diego de los Padres, siendo sobresaliente José Machío Trigo.

El beneficio de Montes se llevó a cabo el 10 de enero de 1904 y el del empresario Ramón López fue el 24 de ese mes con Montes, Machaquito quien regaló un séptimo al que mató de una gran estocada, considerada la estocada de la temporada y Chicuelo padre, quienes lidiaron toros de Tepeyahualco.

La corrida del 22 de noviembre de 1903

El mano a mano entre Machaquito y Antonio Montes provocó un gran revuelo entre la afición de la capital de México, sobre todo porque el encierro que lidiarían provendría de la ganadería de Piedras Negras, una de las más prestigiadas en ese momento de la historia taurina de México. En la crónica aparecida en el diario El Imparcial del día siguiente del festejo, firmada por El Torilero, se hace la siguiente relación de los sucesos previos a la corrida:

La fiesta se anunció con bombo superlativo, se exhibieron toros si no monumentales, sí dignos de aceptación para la primera plaza del país; se empezaron disputas en los corrillos, se propalaron versiones acerca de un reto serio entre los matadores que anunciaba el cartel y en medio de tanto comentario y del afán prosaico de que se rompiese la monotonía a que estamos acostumbrados todos esperábamos un éxito en relación con ese mismo bombo, escaramuza primordial de frases y alegrías con que los aficionados se autosugestionan.

Y llegó la hora y la plaza crujió al peso de la muchedumbre ansiosa. Llenos los asientos de distinción, tendidos, lumbreras, todo estaba pletórico, como las arcas de la empresa, la que habita en la maravillosa Jauja americana de la leyenda que en un coro de deseos se canta allende los mares…

Pero una vez iniciado el festejo y en cuanto empezaron a salir los toros al ruedo, las circunstancias planteadas inicialmente cambiaron de modo radical. Y aquí apelaré de nuevo al manido refranero taurino: El hombre propone, Dios dispone, pero sale el toro y todo lo descompone…

El encierro es descrito por El Torilero como variopinto y no es de sorprendernos, faltaban unos años para que llegara a Tlaxcala la simiente de Saltillo que definiría el pelaje cárdeno de los toros de esa casa; pero por su parte Punterete, encargado de la crónica en el diario El País no repara en esa circunstancia, solamente en algunos detalla la pinta a su juicio.

El segundo de la tarde fue pasaportado por el cordobés Machaquito. Fue un toro que tomó cinco varas al decir del cronista de El Imparcial y el de El País no hace señalamiento al respecto, pero después narra lo que sigue:

Comienza “Machaquito” con un pase alto, otro de pitón a rabo, un cambiado, dos con la derecha, uno por bajo con la misma diestra, uno redondo, un ayudado, otros dos más redondos, acariciando la frente de la fiera; dos altos más para señalar un buen pinchazo. Esto exaspera más al matador, y sigue su faena con otro alto, uno redondo, otro por bajo, uno cambiado con la derecha para tirarse y señalar otro pinchazo por lo alto, superior. Palmas.

Más nervioso el chico de Córdoba, vuelve a tirarse y deja una corta y después una media en buen sitio, que bastó. El matador se coge la mano derecha y presencia la caída del toro, yéndose para la enfermería cuando la fiera rodó por la arena…

Machaquito no volvió a salir de la enfermería, dejó al antiguo sacristán de la parroquia de Santa Ana de Triana con el resto de la corrida, que a partir de ese momento se fue por el despeñadero. Antonio Montes había saludado una ovación en el que abrió plaza, el tercero se devolvió por falto de presencia, en el cuarto y en el quinto Montes se eternizó con la espada y el sexto también fue devuelto por chico.

Sigue contando Punterete:

“Machaquito”, después del quinto toro, pretendió salir a despedirse del público, llevando la diestra en cabestrillo, pero apenas asomó, fue silbado, y entró de nuevo al patio para tomar el carruaje e irse a casa. Esto es lo mejor que pudo hacer.

Merece una censura muy enérgica el ganadero por haber mandado bueyes en lugar de toros de lidia; el cartel de que gozaba la ganadería de Piedras Negras, está completamente por los suelos. Los bueyes de referencia estaban resentidos y a cada paso caían al suelo. ¿Es posible que sólo un toro haya habido en las dehesas del señor González Muñoz?

Terminada la corrida nos propusimos averiguar qué es lo que le había pasado a Rafael, pero no había certificado médico y tan solo dijo el mismo matador, que creía que estaría malo solo esta noche, es decir, de la de anoche, que para la corrida próxima estaría ya bueno.

Advertencia a la empresa: El entusiasmo del público ha decaído mucho, y la generalidad decía que, de seguir así las corridas, no volverían más, sacrificando sus aficiones por los cuernos.

En conclusión

Una corrida que despertó los mejores ánimos de la afición de la capital mexicana terminó siendo un fiasco. Era la temporada de la presentación en México de Antonio Montes, un torero que terminaría siendo un ídolo en nuestra Patria y que terminaría también aquí sus días en las astas de un toro. Machaquito estaba apenas en los inicios de su andadura como matador de toros, en una carrera a la que le quedaba todavía una década por delante y la generación de un gran legado histórico que le llevaría a ser uno de los Califas de la Tauromaquia cordobesa.

domingo, 4 de enero de 2015

3 de enero de 1965: Javier Garfias lidia su primera corrida en la Plaza México. Confirma su alternativa Victoriano Valencia

Victoriano Valencia
La temporada 1964 – 65 de la Plaza México inició el 13 de diciembre de 1964 con dos carteles de los llamados económicos, tanto así, que la corrida inaugural fue la tercera del ciclo. Además, los primeros cuatro festejos se dieron sin cuadrillas de la Unión Mexicana de Picadores y Banderilleros, pues a instancias de su Secretario General, el inefable Panchito Balderas, hicieron un paro de labores para exigir que fueran las empresas las que signaran con ellos un contrato colectivo de trabajo y no los matadores como hasta entonces se hacía.

En esos festejos actuaron como subalternos picadores de tentadero y matadores de toros y novilleros. Don Daniel Medina de la Serna destaca entre ellos a David Rodríguez, hijo del ganadero de Atlanga y a Jorge Belmont, que sufrió una luxación de vértebras cervicales a causa de un tumbo y entre los de a pie, a Luis Briones, Anselmo Liceaga, Emilio Sosa, Manuel Jiménez Chicuelín, Rafael Rodríguez Vela y Gregorio Puebla como banderilleros, así como al puntillero Luis del Pozo

Señala también que el picador hispano que venía con Joaquín Bernadó hizo causa común con sus colegas mexicanos y vestido de luces, se negó a salir a picar el día de la corrida inaugural – tercera – de la temporada y que el picador Gabriel Márquez, que salía en la cuarta corrida con Victoriano Valencia – en el primero de la tarde – fue agredido por Felipe Bedolla El Hielero, Agustín Salgado El Muelón, Antonio Martínez La Crónica e Israel Vázquez entre otros subalternos, para tratar de bajarle del caballo e impedirle que saliera a picar y de esa manera boicotear el festejo.

Sainete en la Unión de Matadores

El día 1º de enero se llevó a cabo la asamblea de la Unión de Matadores en la que se elegiría a quien habría de suceder a Fermín Rivera en el cargo de Secretario General de ella y a los demás miembros de esa representación sindical. La elección la ganó Jorge El Ranchero Aguilar, pero en un ambiente enrarecido, que terminó en una violenta trifulca entre los asistentes. En una nota escrita por Don Neto para la agencia France – Presse y publicada en el diario El Informador de Guadalajara al día siguiente, se relata lo siguiente:
Desde un principio, se sintió el ambiente caldeado que rodeaba a todos y cada uno de los asistentes. Transcurrido el tiempo, los ánimos se fueron poniendo al rojo vivo, hasta que llegó un momento en que Luis Procuna, Juan Cañedo, Eduardo Moreno “Morenito” y Jorge Rosas increparon duramente a Fermín Rivera, tratando incluso de quitarle por la fuerza la documentación que llevaba en el portafolio. Allí comenzó la gresca… Primero, las palabras salieron en todos los tonos y en diversas formas. Después vinieron las amenazas, más tarde los golpes y, por último, ya en plena batalla campal, volaron las sillas, rompieron los teléfonos de la mesa del Secretario, etc…. Todo este marco bochornoso tuvo lugar minutos después de que oficialmente se había nombrado a Jorge Aguilar como el nuevo Secretario General de la Unión Mexicana de Matadores de Toros y Novillos… Después del escándalo se nombró una mesa directiva que fungirá como tal hasta el próximo quince de enero, en que volverán a reunirse para designarla ya con carácter formal y oficial… Luis Procuna, Jesús Córdoba, Óscar Realme, Joselito Huerta y Antonio Duarte “El Nayarit”, fueron designados en los puestos directivos de la citada mesa directiva de la Unión de Matadores… Como la asamblea terminó en medio de una gran escandalera en la que tuvieron que intervenir fuerzas policiales para calmar los ánimos, los que tuvimos la suerte de refugiarnos debajo de una mesa o aquellos que tuvieron la fortuna de escudarse con alguna silla, fuimos testigos oculares de lo que allí aconteció y que ojalá no vuelva a suceder…
Al final de cuentas se celebro una nueva asamblea unas semanas después y El Ranchero volvió a salir electo Secretario General. Luis Procuna, Jesús Córdoba, Óscar Realme, Juan Cañedo y Eduardo Moreno Morenito entre los más notables, terminaron segregados de lo que fue la Unión y con sus carreras en los ruedos virtualmente terminadas y lo más importante quizás, es que nació lo que actualmente es la Asociación Nacional de Matadores de Toros y Novillos y Similares.

La corrida del 5 de enero de 1965

Joselito Huerta
(Foto: Lyn Sherwood)
El cartel ofrecido por la empresa era atractivo por varias razones. Primeramente se presentaban dos toreros mexicanos que llevaban tras de ellos una importante estela de triunfos en las plazas mexicanas de mayor importancia el calendario anterior; luego, se presentaba a confirmar su alternativa un diestro español que también había realizado en su tierra una interesante campaña y para cerrar el círculo, se presentaba en la plaza más grande del mundo con su primera corrida de toros una ganadería formada con la más pura simiente sanmateína y que con el devenir de los años, se convertiría en una de las vacadas madres más importantes del último tercio del siglo XX en la cabaña brava mexicana.

Victoriano Valencia

Victoriano Valencia había recibido la alternativa en Barcelona el 27 de julio de 1958 y la confirmó en Madrid el 14 de mayo de 1959. Entre sus curiosidades, había obtenido en Salamanca el título de Abogado unos meses antes de recibir la alternativa de matador de toros. Sobre su primera actuación en la Plaza México, Pepe Luis, en crónica escrita para la agencia United Press International y publicada en el diario tapatío El Informador al día siguiente del festejo, señala lo que sigue:
Victoriano Valencia se enfrentó a los dos toros de su lote, de Garfias, y uno de Piedras Negras que regaló. No se prestaron para el lucimiento a pesar de la voluntad que puso el diestro hispano. Algunas verónicas buenas al primero. Palmas. La ceremonia de la alternativa despertó entusiasmo en los tendidos, actuando de padrino Joselito Huerta y de testigo Jaime Rangel. Principió doblándose superiormente rodilla en tierra y un trincherazo como remate. Ovación. Derechazos demasiado buenos, se cambió la muleta por la espalda y ligó el pase de pecho. Aplausos. Varios naturales y pases por alto. Terminó con lasernistas y afarolados. Pinchazo hondo y estocada. Descabello al primer empujón. Aplausos. Con magníficas verónicas recibió al quinto. Aplausos. Joselito Huerta ejecutó la fregolina, ciñéndose. Aplausos. El toro llegó al tercio final venciéndose por ambos lados y además se caía. Algunos naturales aislados sacados a base de empeño para después abreviar. Media estocada y descabello al tercer golpe. Aplausos. Regaló un séptimo toro de Piedras Negras, que embestía con alegría y buen estilo. El diestro español lo veroniqueó estupendamente y remató con dos medias muy buenas, por cierto. Aplausos. Quite por lances al natural, lentos y sedosos. Ovación. Cuando esperábamos la faena grande el toro se vino a menos, poniéndose por delante y frenando sus embestidas. Tres muletazos por alto, derechazos y naturales. Más no se podía hacer. Pinchazo, media estocada y un intento de descabello. Ovación.
El toro de la ceremonia se llamó Centinela y fue el primero que lidió don Javier Garfias de los Santos en la capital mexicana.

Joselito Huerta

El León de Tetela fue quien destacó esta tarde. Mató cuatro toros por lesión de Jaime Rangel y de haber estado fino con la espada hubiera cortado un par de orejas al sexto de la corrida. De la relación que hace Pepe Luis del festejo, se advierte que aparte del gran lucimiento que tuvo con ese sexto, estuvo empeñoso toda la tarde, saliendo triunfador al dar las únicas dos vueltas al ruedo de la sesión:
Joselito Huerta, con el segundo, protestado por chico dio lances al natural, pero en vista de que arreciaba la bronca, abrevió con la muleta. El cuarto, que era un manso, le hizo una faena de dominio con doblones muy buenos y lo despachó de media estocada. En el otro le dio entre ovación de principio a fin verónicas templadísimas y remate por partida triple con ceñidas medias verónicas. Ovación. Quite por fregolinas. Ovación y música. Victoriano Valencia en su turno ejecutó lances muy templados que remató con media. Aplausos. Faena excelente, con series de derechazos largos y templados y como remate el de pecho. Ovación y música. Volvió a torear con la diestra en excelente forma. Ovación. Luego naturales rematados con el de pecho, de exquisitez manifiesta. Ovación. Hubo derechazos de vuelta entera, cambiándose la muleta de mano. Ovación. Dos pinchazos antes de dejar buena estocada. Ovación, dos vueltas al ruedo y saludos desde los medios…
Jaime Rangel

Jaime Rangel no mató a ninguno de los toros de su lote, pues el primero le provocó una fractura en la muñeca derecha que le mantuvo en el dique seco durante siete semanas – reapareció en la misma Plaza México hasta el 21 de febrero en la 11ª corrida de la temporada, alternando con Emilio Rodríguez y El Viti – y fue el primer espada del cartel quien cargó con su lote en términos reglamentarios.

Los toros de don Javier Garfias

Los toros por su orden de salida fueron Centinela, Pirulí, Azulito, Campanillero, Rumboso y Tinterillo. El regalo de Piedras Negras se llamó Arrayán. La crónica de Pepe Luis que he invocado ya en este espacio, dice lo que sigue acerca del encierro:
Toros de Javier Garfias, defectuosos, disparejos en presentación, con mal estilo y algunos de ellos mansos, excepto el sexto que fue aplaudido en el arrastre. Se lidió un séptimo de Piedras Negras que regaló Victoriano Valencia, que dio excelente juego en el primer tercio, apagándose al final…
Jaime Rangel
Esta información es contradicha por don Heriberto Lanfranchi, quien en su Historia del Toreo refiere que el cuarto, Campanillero, fue muy bravo y que recargó fuerte en ¡seis puyazos!, en tanto que el sexto, Tinterillo, mereció los honores de la vuelta al ruedo – no concedida – por su nobleza. 

Así fueron los acontecimientos de dos presentaciones hace medio siglo, permaneciendo más en el recuerdo quizás la de la ganadería de don Javier Garfias, que en ese tránsito ha visto que a sus toros se les han cortado siete rabos y se le han indultado un toro – Boca Seca, el 17 de febrero de 1980 – y un novillo – Jardinero, el 13 de noviembre de 1977 – en una tarde que fue de casi lleno. 

sábado, 4 de abril de 2009

Hace seis décadas: La Feria de San Marcos sin toros (I)


En realidad hace un poco más de las 6 décadas. Fue en el año de 1947 cuando nuestra feria abrileña transcurrió sin uno de sus ejes, es decir, sin corridas de toros no obstante que en el febrero anterior, se podría haber barruntado un serial de gran tronío, pues se había presentado en la Plaza de San Marcos el Monstruo de Córdoba, que aún sin salir con los apéndices en la espuerta, dejó constancia ante la afición hidrocálida de su trascendencia en el mundo del toreo.

La razón de la ausencia de la fiesta de los toros en la feria, se atribuyó al combate a una epizootia de fiebre aftosa que se había reconocido por un decreto presidencial publicado en diciembre de 1946, en el que se declaró de interés público el combate a esa enfermedad del ganado, principalmente vacuno.

La realidad es que las primeras referencias del mal ya fuera de control se produjeron en el mes de octubre de 1946, cuando veterinarios oficiales del estado de Veracruz reportaron la incidencia de la enfermedad en esa zona de México, aparentemente diseminada por la extracción de una estación cuarentenaria establecida en la Isla de Sacrificios, de ganado cebú importado de Brasil, antes de que se cumpliera el plazo de su estancia en ese lugar.

Las primeras entidades afectadas fueron la propia Veracruz, Tlaxcala, Puebla y el Distrito Federal y el avance del mal amenazó con quedar fuera de control. Lo anterior motivó la alerta de las autoridades sanitarias de los Estados Unidos, país con el que compartimos 3,000 kilómetros de frontera, que a toda costa pretendía evitar el ingreso del mal a su territorio.

Lo anterior motivó la creación de una comisión binacional encargada del combate y erradicación de la fiebre aftosa y la aplicación de una serie de medidas zoosanitarias que incluían la vacunación de la cabaña ganadera existente, la zonificación del país de acuerdo con la incidencia del mal y la utilización del llamado rifle sanitario para exterminar a todo el ganado enfermo o sospechoso de estarlo. La utilización del citado rifle era casi siempre por técnicos norteamericanos, pues en ese entonces, solamente había una escuela de Veterinaria en México, la de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

La última circunstancia mencionada, motivó un grave disgusto en la población, pues muchos tenían por todo activo unas cuantas cabezas de ganado. Así, en un estado laico, en el que apenas se cerraban las heridas de la Guerra Cristera, fue necesario que el Arzobispo Primado de México, don Luis María Martínez, en concordancia con la posición estatal, entrara al quite y dejara patente a la feligresía católica – la mayoría de la población mexicana – que la utilización del temido rifle sanitario era indispensable en esas circunstancias y aún en esas condiciones se relatan casos en los cuales los tenedores de ganados en esas condiciones ejercieron actos de violencia contra los que pretendían sacrificar sus animales - aún mediando indemnización -, hablándose de más de algún linchamiento.

Entre el final de 1946 y 1952, que fue el lapso en el cual se llevó esa campaña de erradicación de la fiebre aftosa, se sacrificaron más de un millón de cabezas de ganado de un hato total que rondaba los 14 millones. La zona infestada, fue el Sur de México, que aproximadamente llegaba hasta la ciudad de México; la zona de seguridad que era el Centro del País, llegaba hasta la ciudad de San Luis Potosí y la zona libre, que abarcaba el Norte de la República hasta los Estados Unidos era objeto de rígidos controles y aduanas, con los llamados vados de la aftosa, en los que las personas y vehículos al cruzar de una a otra, debían desinfectar su calzado y rodamientos pasando por tapetes y vados desinfectantes. En cada puesto había una guarnición militar que obligaba a los renuentes a hacerlo, para evitar una mayor propagación del mal.

Quién haya llegado hasta este punto de la entrada, podrá preguntarse: ¿y esto qué tiene que ver con los toros? Pues mucho. En su obra La Fiesta Brava en México y España, 1519 – 1969, Heriberto Lanfranchi dedica un breve párrafo a este problema, mencionando que muchos ganaderos de lidia sufrieron los estragos del rifle sanitario, aunque no se conoce una estadística confiable del número de toros de lidia que hayan sido sacrificados por enfermos o sospechosos de padecer la glosopeda.

Las 10 ganaderías que más toros lidiaron (encierros o toros sueltos) en las plazas de la capital del país en ese tiempo (México y El Toreo), fueron por su orden La Laguna (17 veces), Pastejé (16 veces), Coaxamaluca (15 veces), Piedras Negras (13 veces), San Mateo (13 veces), Torrecilla (11 veces), Zotoluca (10 veces), La Punta (9 veces), Xajay (8 veces) y Tequisquiapan (6 veces), veremos que la mitad de ellas están fuera de la zona infestada, pero dentro de la de seguridad y en el caso de las de San Mateo y Torrecilla, habrá que considerar si los toros que jugaron no estaban aclimatándose en los potreros que tenían en el Estado de México, pues entonces, su situación cambiaría radicalmente, pues aunque nacidos en la zona libre, se desarrollaron en la infestada.

La fiebre aftosa pues impedía el libre movimiento de ganado vacuno, motivó la reducción y hasta la supresión del uso de bueyes en las labores agrícolas y su sustitución por acémilas, la suspensión de la exportación de carne, la disminución en la producción de lana, pieles, lácteos y por supuesto el trasiego de los toros de lidia necesarios para los festejos que ese daban en las plazas de la República. Ya planteaba en una entrada anterior, que para la presentación de Manolete en nuestra tierra, se le anunció con toros de Pastejé, pero la restricción de la aftosa motivó que tuviera que lidiar toros locales de Peñuelas.

Pues bien, ese estado de cosas motivó que en abril de 1947 se anunciara que no habría corridas de toros en la Feria de San Marcos y que el desaguisado se atribuyera a la fiebre aftosa. En la continuación de este asunto, pondré a la consideración de Ustedes la visión de don Luis de la Torre, El-hombre-que-no-cree-en-nada, a quién ya les había presentado, sobre este particular asunto.

Sobre el problema de la fiebre aftosa en México, les recomiendo la lectura de este número especial de la revista Imagen Veterinaria, de la UNAM.

Aldeanos