domingo, 23 de febrero de 2020

Antonio Lomelín y Bermejo de Xajay. Hace 45 años

Antonio Lomelín
La temporada 1974 – 75 en la Plaza México fue confeccionada por Carlos González, gerente de DEMSA por esas fechas, contando con quince matadores de toros. Entre ellos no se encontraba Manolo Martínez, sin duda el más atractivo de los mexicanos en ese momento. De los quince que contrató, seis eran confirmantes de alternativa, por su orden, Manolo Arruza, Rafael Gil Rafaelillo, Antonio José Galán, Humberto Moro hijo, Enrique Calvo El Cali y Guillermo Montero.

Con esos mimbres sin embargo, la temporada tuvo episodios para la memoria. Es la de Pedro Gutiérrez Moya Niño de la Capea con Corvas Dulces de don Javier Garfias y la de Mariano Ramos con Azucarero de Tequisquiapan, dos faenas que en un hipotético recuento de los grandes fastos de la plaza de toros de más capacidad del mundo, probablemente tengan un lugar preponderante. Así pues, se salvó con honor lo que en el principio pareció algo condenado al naufragio.

Pero también la 74 – 75 sirvió para recordar que la tragedia es pariente consanguíneo de la fiesta. Y en la décima corrida de la temporada se hizo presente, sin invitación previa, como siempre lo hace.

La 10ª de la temporada 1974 – 75

La décima corrida de esa temporada se confeccionó llevando como atractivo la presentación del torero de Acapulco, Antonio Lomelín y la reaparición de dos de los confirmantes mencionados arriba, Antonio José Galán, quien había sido herido por el toro de esa confirmación, al que no pudo matar y fue objeto de discusiones en el sentido de que si la mera cesión de trastos era suficiente para tenerle por confirmado o necesitaba matar al toro para completar la ceremonia y Rafaelillo como tercer espada para dar cuenta de un encierro queretano de Xajay.

El primero de la tarde fue Bermejo, correspondió a Antonio Lomelín. Lo que ocurrió en su lidia prácticamente no trascendió a las crónicas, sino hasta el tercio de banderillas. Una de agencia aparecida en El Siglo de Torreón del día siguiente del festejo, describe lo siguiente:
México (Excélsior). – El diestro Antonio Lomelín sufrió ayer una tremenda cornada en el vientre, durante la lidia del primer toro de ayer en la Plaza México. 
El burel de la ganadería de Xajay, de nombre “Bermejo”, con 484 kilos de pesos prendió a Lomelín, cuando intentaba realizar la suerte con las banderillas al quiebro, el toro se arrancó, cerca del matador se frenó, esto desconcertó un poco al diestro. El toro arrancó nuevamente y prendió en el vientre al torero. 
Un grito de angustia se dejó escuchar en los tendidos cuando los espectadores vieron al diestro con el vientre abierto. De inmediato fue conducido a la enfermería, carios médicos que estaban en las tribunas saltaron al callejón y fueron a ayudar en la operación en la enfermería. Luego de una intervención de 2:20 horas, los médicos informaron que el estado del matador es grave…
Mi recuerdo personal se reduce a lo escuchado por la radio en casa de mi abuela y a las imágenes vistas en el noticiero de la televisión de la noche posterior a la corrida. Ignacio Solares y Jaime Rojas Palacios, en su libro Las Cornadas (1981) describen así el hecho:
...Lomelín había puesto dos pares que le fueron muy aplaudidos. Para el tercero se colocó en los medios de la plaza dando la espalda a la puerta de toriles. El toro se arrancó de largo; hizo Antonio el quiebro, pero perdió unos instantes. Bermejo le metió el pitón en el estómago y cuando el torero cayó al suelo, el público vio con espanto cómo tenía los intestinos de fuera. Rodó por el piso y se levantó con el dolor reflejado en el rostro. La cornada ha sido una de las que más han conmocionado al público capitalino... (241 – 242)
Sin duda, fue una herida gravísima y de gran impacto visual. El parte facultativo rendido por el doctor Javier Campos Licastro, en esos días Jefe de los Servicios Médicos de la Plaza México, es del tenor siguiente:
Es una herida en el mesogastrio penetrante de abdomen, con cuatro heridas en el intestino delgado y cuatro en el mesenterio intestinal. Hemoperitoneo – colección de sangre – de 400 centímetros cúbicos, fue necesario resecar el epiplón mayor y reconstruir la pared abdominal por medio de zetaplastía. La vida del torero estuvo en peligro, cuando al llegar a la enfermería, sufría un shock traumático, luego reaccionó.
La historia nos cuenta que con el tratamiento adecuado sacaron adelante a Antonio Lomelín, quien en el proceso de la preparación del libro de Solares y Rojas Palacios, les contó lo siguiente:
Ha sido mi cogida más impresionante. Sentí el frío de la muerte. Al llegar a la enfermería, cuando me quitaron la taleguilla, brotó todo el paquete intestinal y me espanté. Creí que me moría. Experimenté cómo se me iba la vida, poco a poco. Me desesperaba de la impotencia de no poder hacer nada por impedir mi fin... Entré en shock... Afortunadamente, tuve una atención médica increíble y no he tenido consecuencias. Se pensaba que podía venir la peritonitis, pero no pasó nada, gracias a Dios...(242)
Pero Antonio Lomelín no fue el único herido ese día. Rafaelillo también se fue al hule. El que hubiera sido el segundo toro del lote de Antonio, hirió al Gitano de Tijuana. La crónica de la United Press International, aparecida en el diario El Informador de Guadalajara el día después de la corrida, describe lo siguiente:
En su segundo fue cogido con el capote, ingresando a la enfermería con traumatismo en la pierna derecha y posible fractura en la clavícula del mismo lado… Rafaelillo, al ser auscultado por los médicos de la plaza y después de habérsele tomado varias placas radiográficas, solamente mostró contusión de segundo grado y hematoma en la región posterior del hombro derecho, así como contusiones y escoriaciones en la rodilla izquierda y cadera del mismo lado, amén de otras escoriaciones en diversas partes del cuerpo…
Así pues, Antonio José Galán terminó matando 5 toros, los dos de su lote (2º y 5º), el primero que hirió a Lomelín, el cuarto que hirió a Rafaelillo y el sexto que correspondía a éste último ya en la enfermería. Los toros por su orden se llamaron Bermejo, Bate II, Buena Suerte, Consentido, Palomo Rojo y Lajeño.

El resto del festejo

La última crónica citada señala lo siguiente:
…El español Antonio José Galán tuvo que matar cinco toros. El primero de Lomelín y en el primero de su lote cumplió. En su segundo recibió aplausos. En el tercero, pitos. En el cuarto fue ovacionado con el capote, faena por naturales y derechazos, aunque con prisas, rematados por el de pecho y el de la firma. Media estocada. Una oreja y vuelta con el ganadero. En el último salió del paso. Rafaelillo, que fue ovacionado con el capote, llevó a cabo una magnífica faena de muleta y, entre ovaciones, media estocada. Una oreja…
La reaparición

En la vigilia hospitalaria, Raúl Acha Rovira, en esas calendas apoderado de Antonio Lomelín, estimaba que su torero estaría listo para reaparecer en Aguascalientes, durante los festejos de la feria de San Marcos, en abril.

Efectivamente, Antonio reapareció en abril, el día 20, pero en Durango. Lo hizo matando él solo seis toros de Reyes Huerta, a los que cortó la oreja al primero y al sexto, y sí, al día siguiente estuvo en Aguascalientes para torear la primera de las tres corridas que contrató en nuestra feria con Manolo Martínez y Fermín Espinosa Armillita y toros de Suárez del Real, era la segunda corrida de ese ciclo, primero que se verificaba en la entonces nueva Plaza Monumental Aguascalientes.

La Plaza México se le resistiría un poco más, Antonio Lomelín no volvería a ella sino hasta cuatro años después de lo de Bermejo, el 11 de febrero de 1979, para alternar en la lidia de toros de Las Huertas con El Niño de la Capea y Manolo Arruza. Esa corrida la presencié en la plaza.

Lomelín y la Sentencia de Frascuelo

Antonio Lomelín fue un torero duramente castigado por los toros. La cornada de Bermejo era la décima que recibía hasta ese momento y no era la primera grave. Cuatro años antes, en Tijuana, una le había partido el hígado y le puso a las puertas de la muerte.

De las primeras cosas que recogió la prensa sobre su recuperación fueron estas:
“...La primera noche de Lomelín, después de la cornada, fue intranquila, tuvo dolores en el vientre y constantes náuseas, pocas veces pudo dirigir la palabra a sus familiares. “Ya me tocaba otra vez”, le dijo a su esposa Patricia Berúmen de Lomelín, al referir que por décima ocasión está postrado, herido, a causa de los toros...”
La reflexión que el torero hacía a su entonces esposa me recordó la que hacía Frascuelo cuando se recuperaba de la cornada del toro Peluquero de Antonio Hernández, sufrida en la corrida a beneficio de la sociedad El Gran Pensamiento el 13 de noviembre de 1887. Al condolerse los miembros de su cuadrilla de su estado, les dijo:
Los toros dan esto porque no pueden dar otra cosa. Si dieran caramelos daría gusto torear... Pa evitar verse así no hay más que dos caminos: huir o cortarse la coleta… No me había tocao en toa la temporada un toro tan bueno como éste. Le toree a placer y cuando le vi cuadrado, quise meterle el pie a favor de obra, porque yo daba la espalda a los chiqueros. Entonces, se tapó. Quise ponerle en suerte y como hoy había en Madriz una teja que tenía que caerle a alguien en la cabeza, me cayó a mí. No ha pasao más…
Esta es la fiesta de los toros. Recuerdo esto hoy, aunque el pasado domingo fuera cuando se hayan cumplido 45 años del hecho, pero a veces las efemérides se acumulan y tiene uno que ir acomodando las cosas.

Antonio Lomelín falleció en la Ciudad de México el 8 de marzo de 2004 a los 58 años de edad.

domingo, 16 de febrero de 2020

En el centenario de Carlos Arruza (II)

17 de febrero de 1920, nace Carlos Arruza en la Ciudad de México

Carlos Arruza
Imagen: Archivo Casasola
Carlos Arruza – civilmente Carlos Ruiz Camino – fue el tercer hijo del matrimonio formado por José Ruiz Arruza y María Cristina Camino Galicia. Le precedieron sus hermanos José, nacido en 1915 y Manuel venido a este mundo en 1918. Ellos dos nacieron en España. 

Nacidos en una familia de clase media, donde el padre era un reputado sastre y la madre tenía un comercio de ropa para niños, los hermanos Ruiz Camino hicieron sus primeros estudios en el Colegio Williams, ubicado en aquella época en Mixcoac, en la finca conocida como la Quinta Limantour – Mariscal y en el caso específico de Carlos y Manuel, iniciaron allí la secundaria, misma que continuarían primero en la Número Uno de las calles de Regina y después en la Nocturna número Cinco que se alojaba en el mismo edificio que la anterior.

Sin antecedentes taurinos en la familia que predispusieran que él y su hermano Manuel se decidieran a ser toreros, la asistencia a un festejo taurino les despertó la afición por la fiesta. Así lo contó el torero a Barnaby Conrad en la autobiografía que en los años cincuenta publicaron en collera titulada My Life as a Matador (1955):
Hasta que tuve trece años, era un muchacho despreocupado que afligía a sus padres. Mi madre, una capaz mujer de negocios, sentía que era tiempo de que comenzara a pensar que hacer de mi vida más allá de ir al cine o de jugar en la selección del colegio americano al que asistía… Es por esta época cuando mi padre se volvió aficionado a los toros… cuando le escuchábamos describir las hazañas de los toreros en la plaza le rogábamos que nos llevara el siguiente domingo. Finalmente, una mañana llegó mostrándonos unos boletos y nos dijo “vamos muchachos, ¡a los toros, a los toros!” 
Nunca olvidaré detalle alguno de esa tarde. Actuaban Armillita y Domingo Ortega mano a mano. No pudo haber mejor presentación para un futuro torero que apreciar al mejor maestro de España, que era Ortega y al más grande maestro de México, que era Armillita (ambos siguen en activo ahora que escribo esto y son los matadores en activo más antiguos…)
La tarde en cuestión, si Arruza tenía 13 años, debió ser o el 24 o el 31 de diciembre de 1933, fechas en las que, en domingos consecutivos actuaron mano a mano los dos Maestros. La primera, con toros de La Punta, cortando Armillita el rabo al primero y Ortega una oreja al segundo y otra al sexto y en la segunda fecha, con toros de Zacatepec, tarde en la que Armillita volvió a cortar el rabo al tercero de la tarde y el de Borox una oreja al segundo. Fueron tardes en las que se comenzó a manifestar la hostilidad del público mexicano hacia Domingo Ortega, calificando de iguales todas sus faenas.

El inicio del camino

Los hermanos Arruza, Manuel y Carlos, después de esa tarde de toros decidieron que querían ser toreros y comenzaron a averiguar la manera de introducirse en el llamado planeta de los toros. Sus constantes charlas en la sastrería de su padre sobre el tema, dieron fruto, un cliente les indicó que en el Café Tupinamba de las calles de Bolívar se reunían aficionados y taurinos y que allí podrían, quizás, obtener respuestas a las dudas que se planteaban.

En el Tupinamba alguien guió sus pasos hacia uno de esos personajes que forman parte de la historia y de la picaresca de la fiesta, José Romero Frascuelillo, que lo mismo era empresario, apoderado, profesor de toreo o torero bufo y que como principal modus vivendi tenía un despacho de alquiler de ropa de torear. Llegaron los Arruza con Frascuelillo y evidentemente les alquiló unos vestidos de torear para que se hicieran una foto con ellos y les enseñó algunos rudimentos de toreo de salón.

Pero lo que Frascuelillo enseñaba no les era suficiente. Así que siguieron frecuentando el Tupinamba y alguien más les informó que Samuel Solís impartía clases más formales en la plaza vieja de Tacuba. Se fueron al domicilio de Solís a buscar su aprobación para ingresar al grupo que se preparaba en Tacuba y lograron convencerlo. Eso motivó que después de que les invitaran a salir del Colegio Williams, sucediera lo mismo de la Secundaria Uno y tuvieran que seguir estudiando en la Nocturna Cinco.

Al obtener enseñanzas con Solís, Arruza conocería a dos personas que le acompañarían prácticamente durante toda su carrera en los ruedos. Uno era entonces un matador de toros con pocos contratos que entrenaba allí en Tacuba, Alfonso Alvírez. El otro acudía también a aprender el toreo del discípulo de Ojitos, era Javier Cerrillo.

Pronto se harían notar los hermanos Arruza, pues el 23 de julio de 1934, durante un festival del gremio de ferreteros que se celebraba en El Toreo, se tiran de espontáneos durante la lidia del cuarto eral. Impresionan a la concurrencia y también a los actuantes, por lo que les permiten estoquearlo. Le correspondería hacerlo a Manolo en esta oportunidad.

Esa improvisada actuación permitió que Samuel Solís les gestionara una más formal. Fue una especie de toro de once que se dio el 23 de agosto siguiente, durante la desencajonada de los novillos de Ajuluapan que se lidiarían el domingo 26. Allí se encerró un eral de Albarrada para cada uno de los hermanos, que impresionaron satisfactoriamente a la afición.

Así iniciaba para Carlos Arruza un camino que le llevaría a ser una de las figuras del toreo más destacadas en la historia. 

Algunos de los hitos más importantes de su trayectoria, a mi entender son estos:

Presentación como novillero en la capital de la República: Fue el 22 de marzo del 1936, en la placita de Vista Alegre. Alternó con su hermano Manuel y Ramón Estrada. El encierro fue de Heriberto Rodríguez.

Presentación en El Toreo de la Condesa: Fue el 5 de abril de 1936, alternando con su hermano Manuel y Andrés Blando en la lidia de novillos de Peñuelas. Carlos se alzó como el triunfador de la tarde al cortar la oreja al segundo novillo.

Alternativa: La recibió en El Toreo de la Condesa el 1º de diciembre de 1940. Le apadrinó Fermín Espinosa Armillita y fue testigo Paco Gorráez. El toro de la ceremonia se llamó Oncito, fue de Piedras Negras y éste le hirió al entrar a matar.

Confirmación de alternativa: La confirmó en Las Ventas de Madrid el 18 de julio de 1944, con el toro Figurón de Vicente Muriel. Su padrino fue Antonio Bienvenida y atestiguó la ceremonia Emiliano de la Casa Morenito de Talavera. También actuó el rejoneador Simao da Veiga. Fue una Corrida de la Concordia, pues con ella se celebraba el restablecimiento de las relaciones taurinas hispano – mexicanas.

Temporada 1945: Carlos Arruza es el torero mexicano que más fechas ha toreado en una temporada española. Lo hizo en la temporada de 1945, cuando sumó 108 festejos toreados. Existe la creencia de que al llegar a ese número interrumpió su campaña por respeto a Juan Belmonte, que había toreado 109 en 1919. La marca establecida por Arruza no fue superada sino hasta 1965, cuando El Cordobés toreó 111 corridas en ruedos hispanos.

A esas actuaciones habrá que sumar las cuatro que tuvo en ruedos de México y los cuatro festivales benéficos en los que se presentó. A este propósito cuenta en la autobiografía ya citada:
Poco a poco el final de la temporada se acercaba y yo toreaba todos los días. Pero un día, el 7 de octubre, no podía más. Toreaba en Valencia, mano a mano con Manolete y al mediar la corrida le dije a Andrés “cancela todo, ya no puedo torear otra corrida”. Andrés pudo apreciar que estaba quemado y dio por terminada mi temporada española ese día. Los números finales fueron así: firmé 154 corridas de las que toreé 108. Están además las 4 en las que actué en México, lo que da un total de 112, más cuatro festivales benéficos. De esos 232 toros que maté, banderilleé a 190 y les corté 219 orejas, 74 rabos y 20 patas. Tengo el orgullo de afirmar que en la mayoría de esas corridas alterné con Manolete…
Entonces, en 1945, Carlos Arruza toreó en realidad 116 festejos en ambos lados del mar, entre corridas de toros y festivales.

Solidaridad gremial: Carlos Arruza fue Presidente del Montepío de Toreros en España. En tal calidad toreó múltiples festejos a beneficio de sus pares, como las del Montepío de 1945 y 1946 en Madrid o la de la Vejez del Torero en Sevilla, también en 1946. Aquí se puede incluir la Corrida Monstruo pro – monumento a Manolete, celebrada en el coso cordobés de Los Tejares en 1951, en la que actuaron cuatro toreros mexicanos (Arruza entre ellos), cuatro hispanos y un rejoneador igualmente de esa nacionalidad. También en México hizo labor por los toreros caídos en desgracia y se recuerdan las corridas que organizó en 1960, corridas a beneficio de Carlos Vera Cañitas y de Curro Ortega, que por cornadas quedaron imposibilitados para seguir toreando. No creo necesario señalar que aparte de ser el organizador, actuó en ambos festejos.

Por esta labor, el 26 de mayo de 1957 le fue concedida por el gobierno español la Cruz de Beneficencia, una de las principales condecoraciones que se otorgan a civiles en aquel país.

Actor cinematográfico y de televisión: Carlos Arruza tuvo papeles estelares en dos películas de cine argumental, Mi Reino por un Torero (1944) donde compartió créditos con María Antonieta Pons y Sangre Torera (1950), en la que su contraparte femenina fue la Chula Prieto. También participó en The Alamo, actuada y dirigida por John Wayne. En la televisión americana participó en un par de episodios de The Chevy Show, conducido por Janet Blair y Ricardo Montalbán, en el que se presentó al torero y su ambiente familiar.

Mención especial merece lo que hoy se llamaría el biopic Arruza, escrito y dirigido por Budd Boetticher y quien comenzó a realizar tomas para el mismo desde el año de 1959 y concluyó abruptamente su obra cuando el torero falleció en un accidente automovilístico. La película se estrenó en México hasta 1973 y refleja la vida dentro y fuera del ruedo Carlos Arruza.

Ganadero de reses de lidia: Carlos Arruza fue criador de reses de lidia, y durante un lapso de tiempo tuvo ese carácter al mismo tiempo en México y España. De 1946 a 1954 mantuvo el hierro que compró a Juan Luis Fraile Valle en España, lidiando a su nombre y en México, a partir de 1953 y hasta 1961 fue titular del hierro de Pastejé. Este hito fue igualado hasta 1997 como torero, por César Rincón, que en Colombia mantiene la ganadería de Las Ventas del Espíritu Santo y en España la de El Torreón y en México por José Moro Jiménez, que en España y México tiene los hierros de La Cardenilla (España 1992, México 1997). En 2014, también don Alberto Bailleres adquiere esa condición al convertirse en España en titular del hierro de Zalduendo.

Tres corridas en un día: Después de que en 1895 Guerrita toreara 3 corridas en un día (San Fernando, Cádiz; Jerez y Sevilla), Carlos Arruza toreó, el 1º de abril de 1951, 3 corridas. Por la mañana en Morelia, por la tarde en la Plaza México y por la noche en Acapulco. En todas actuó mano a mano con Manolo dos Santos. La hazaña fue igualada hasta el 1º de enero de 1972 por Paquirri, quien actuó por la mañana en Querétaro, por la tarde en Guadalajara y por la noche en San Luis Potosí (dos ternas y un mano a mano). Eloy Cavazos en alguna forma superó esta marca el 2 de octubre de 1977 (San Luis de la Paz, Dolores Hidalgo, San Miguel de Allende y Celaya).

Las corridas del millón: Carlos Arruza ha sido el primer torero en cobrar un millón de pesetas (“un kilo”) por torear dos corridas en la Feria de la Merced de Barcelona en 1952. Esos festejos se dieron el 27 y 28 de septiembre de ese año, esta última, fecha de la alternativa de César Girón.

Arruza declaró a Fernando del Arco, para el Diario de Barcelona, en la víspera de su presentación lo siguiente acerca del millón:
- Aquí se ha dicho formalmente que por estas dos corridas de Barcelona, cobra un millón de pesetas, ¿es cierto?
- Eso me han dicho.
- ¿Eso pidió?
- Yo, para torear, nunca pido dinero, es cuestión de Gago...
Triunfador en la Plaza México: Carlos Arruza es el único torero que ha cortado rabos como torero de a pie y como rejoneador en la Plaza México. Vistiendo el traje de luces se llevó los de Holgazán de Pastejé (25/Feb./51); Maestro de Pastejé (03/Feb./52); Tanguero de Pastejé (05/Feb./52) y Bardobián de Zacatepec (16/Nov./52) en tanto que como caballero en plaza cortó el de Gavilán de Tequisquiapan (23/Ene./66).

Esta es pues, una breve relación de algunos hechos que nos permiten conocer a un gran hombre y a un gran torero, que cumple en esta fecha cien años de haber nacido y de haber iniciado una vida que ha refrendado la grandeza de la fiesta de los toros.

domingo, 9 de febrero de 2020

De Orejas y Estoques de Oro y otros trofeos disputados

Cupón y resultado de cómputo
Oreja de Oro 1922 -23
El Universal Taurino
Este día se disputa el Estoque de Oro en la Plaza México después de casi 44 años de que no se verifique en ese escenario una corrida de esa naturaleza. Muchas versiones han circulado en los distintos medios acerca de este trofeo y su antecedente inmediato, la Oreja de Oro, mismos que en su día sirvieron originalmente para premiar al triunfador de una corrida en la que actuaban los triunfadores de una temporada de corridas de toros.

La primera Oreja de Oro

La realidad de los hechos es que la primera Oreja de Oro se entregó al final de la temporada 1922 – 23, celebrada en El Toreo de la Condesa. También es prudente resaltar que ese trofeo no se disputó en una corrida de toros, sino que su otorgamiento se decidió mediante una suscripción pública que difundió El Universal Taurino, a iniciativa del poeta queretano Samuel Ruiz Cabañas El Vate y Rafael Solana Verduguillo, quien a propósito, cuenta lo siguiente:

De pronto, Ruiz Cabañas, dirigiéndose a mí – entonces era jefe de redacción de El Universal Taurino – me dijo: 
- Tengo una idea que te va a gustar. 
- ¿De qué se trata?, pregunté al Vate
- De un concurso que hará que aumente la circulación de El Universal Taurino
- Entonces habla con Regino Hernández Llergo, que es el propietario y director del periódico. 
Con cualquier pretexto dimos por terminada la reunión, y El Vate y yo salimos en busca de Llergo. Lo encontramos en la redacción de El Taurino y desde luego Ruiz Cabañas le expuso el plan.  
El Universal Taurino crearía el galardón La Oreja de Oro, que se concedería al matador que tuviera mayor número de votos. La votación se haría por medio del cupón que semanariamente publicaría el periódico; en ese cupón se asentaría el nombre del matador y la faena ejecutada por él, que ameritaba el voto…
El primer ganador de la Oreja de Oro bajo ese sistema fue Rodolfo Gaona, quien la recibió en el teatro Esperanza Iris la noche del 11 de abril de 1923, de manos del empresario Pepe del Rivero.

Las corridas de la Oreja de Oro

La disputa del trofeo en una corrida de toros se da por primera ocasión el 20 de febrero de 1927. Ante un encierro de Piedras Negras, alternan Manuel Jiménez Chicuelo, Marcial Lalanda, Pepe Ortiz y Nicanor Villalta. El triunfador del festejo resulta ser Villalta, que corta el rabo a Fogonero y es designado como ganador del trofeo por el jurado instaurado para el caso.

En el coso de La Condesa se celebran 20 corridas de la Oreja de Oro y los máximos triunfadores en esos festejos son Fermín Espinosa Armillita, quien la obtuvo en tres ocasiones (1928, 1932 y 1937) y Lorenzo Garza en tres oportunidades también (1935, 1936 y 1938).

En la Plaza México, la Oreja de Oro se disputó siete veces entre 1949 y 1965. Hechos anecdóticos a recordar hay varios, como aquél ocurrido en la de 1950, cuando la cámara de Jenaro Olivares captó a un carterista en plena labor, birlándole la billetera al abuelo de Juan Pablo Sánchez, quien cargaba en hombros al Volcán de Aguascalientes, la gran estocada recibiendo de Jorge El Ranchero Aguilar al berrendo Sol de Santo Domingo, que le valió el trofeo en disputa o la entrega de la afición hacia Paco Camino en marzo de 1964, que le valió obtener el áureo trofeo.

Pero también el desaparecido Toreo de Cuatro Caminos albergó dos corridas de la Oreja de Oro, la primera fue la que correspondió al año de 1954, se celebró el 14 de febrero y ante toros de Coaxamaluca se las vieron Fermín Rivera, Jorge Medina, Julio Aparicio, Manolo Vázquez, Guillermo Carvajal y Chicuelo II. Julio Aparicio cortó la oreja de Azucarero, el toro que el sorteo le deparó y se llevó también la metálica en la espuerta y la segunda fue la del 15 de abril de 1962, que fue cuando Joselito Huerta cortó el rabo a Superior de Mimiahuápam y ganó el trofeo en disputa.

El Estoque de Oro

El año de 1966 prácticamente se inició con una nueva asociación sindical de los toreros mexicanos. El año anterior hubo una especie de cisma en la Unión Mexicana de Matadores de Toros y Novillos y nació lo que hoy es la Asociación Nacional de Matadores de Toros, Novillos, Rejoneadores y Similares, quedando la primera como una asociación sindical con jurisdicción únicamente en el entonces Distrito Federal y la segunda en toda la República Mexicana.

El derecho a usar la denominación y el trofeo Oreja de Oro, por alguna cuestión legal correspondía a la Unión, así pues, la naciente Asociación, para seguir dando la corrida de triunfadores, que tenía un fin benéfico, pues sus utilidades engrosaban sus cuentas, principalmente para satisfacer los gastos médicos de sus agremiados, recurrieron a establecer como trofeo a disputar en el festejo el del Estoque de Oro.

Pero el de 1966 no era el primer Estoque de Oro que se disputaba, pues ya en el año de 1948, en El Toreo de Cuatro Caminos se había puesto uno en juego. Los toreros de la corrida fueron Armillita, El Soldado, Fermín Rivera, Silverio Pérez, Antonio Velázquez y Luis Procuna, quienes lidiaron un encierro de Zotoluca. Sin cortar orejas, la faena de Antonio Velázquez al quinto, Periodista, fue considerada la más completa y merecedora del premio.

Pero aquello ha sido solamente un antecedente. La Plaza México albergó entre los años de 1967 y 1978 nueve veces la corrida del Estoque de Oro, mismo que fue obtenido por Manolo Martínez tres veces (1967, 1970 y 1973), Curro Rivera otras tres (1969, 1972 y 1978), una Joselito Huerta (1971), una también Mariano Ramos (1975) y Manolo Arruza también una sola vez (1976). Cabe hacer notar aquí que en todas las corridas en las que se disputaron trofeos por los toreros, en la única en la que se ha indultado un toro, es precisamente en la del Estoque de Oro de 1978, cuando Saltillero de Campo Alegre, lidiado por Curro Rivera, recibió esa gracia.

El retorno de la Oreja de Oro

Habiendo recuperado la Asociación de Matadores el derecho a usar el trofeo y denominación de Oreja de Oro, el 28 de febrero de 1993 se volvió a disputar en la Plaza México. El cartel lo integraron la rejoneadora Karla Sánchez (fuera de concurso, al igual que su toro), Mariano Ramos, Miguel Espinosa Armillita, Jorge Gutiérrez, Eulalio López Zotoluco, Alejandro del Olivar y Teodoro Gómez ante toros de seis distintas ganaderías que estaban en concurso, disputándose también el Toro de Oro. El trofeo de los toreros fue declarado desierto y el de los ganaderos se lo llevó el toro Madroño de Tequisquiapan.

Al año siguiente – 27 de marzo – se repitió la fórmula del concurso de toreros con Mariano Ramos, El Niño de la Capea, Guillermo Capetillo, David Silveti, Jorge Gutiérrez, Manolo Mejía, Zotoluco y Arturo Manzur, con toros por su orden de Celia Barbabosa, Fernando de la Mora, De Santiago, José Julián Llaguno, La Gloria, Huichapan, Xajay y La Paz. La Oreja de Oro se la llevó Guillermo Capetillo y el Toro de Oro fue para Siempre Fiel de De Santiago.

Con posterioridad el concepto de la corrida de la Oreja de Oro fue cambiando. De ser una corrida de triunfadores, se fue transformando en una corrida de oportunidad. Salió de la Plaza México y fue llevándose a otras plazas del país, con mayor o menor fortuna, pero siempre con el interés de allegar a la organización sindical de los toreros recursos para sus agremiados.

Otros trofeos que se han disputado

En El Toreo de la Condesa en 1938 se disputó un Trofeo Presidencial que ganó Lorenzo Garza y en 1946 se disputó la Rosa Guadalupana que ganó Armillita en cerrada disputa con Pepín Martín Vázquez; en la Plaza México se disputó un Trofeo Presidencial Cigarrera de Oro que ganó Félix Briones en 1947; la Rosa Guadalupana que ganó Manolo dos Santos en 1950; Fermín Rivera en 1955, Fernando de los Reyes El Callao en 1959 y Manuel Capetillo en 1966. Y para finalizar, el 12 de diciembre de 1956, en El Toreo de Cuatro Caminos se disputó también una Rosa Guadalupana, misma que fue declarada desierta y en mayo de 1958, se disputó un Trofeo de la Cruz Roja, que ganó Juan Silveti por su faena al toro Rielero de Torrecilla.

Este es pues, un breve repaso por las corridas en las que se han disputado trofeos en las plazas de la capital mexicana.

domingo, 2 de febrero de 2020

4 de febrero de 1951: Jesús Córdoba y Luminoso de San Mateo. Alternativa de Humberto Moro

Jesús Córdoba
La temporada grande 1951 en la Plaza México inició con retraso. Comenzó hasta el final de enero porque se negociaba desde los últimos del año anterior la reanudación de las relaciones con la torería hispana, rotas desde 1947. Así, entre el ir y venir de noticias de esa continuación del intercambio, se programó para los dos primeros carteles de esa temporada, la alternativa de los triunfadores de la temporada de novilladas 1950 y en la corrida inaugural se le dio a Jorge El Ranchero Aguilar y en esta que hoy me entretiene aquí, se le daría al linarense Humberto Moro.

Un ejemplo de esas informaciones que cruzaban el Atlántico es la siguiente nota:
Valencia, febrero 4. – Refiriéndose a la inminente solución del pleito taurino hispano – mexicano, lo empresarios de la plaza de Toros de Valencia, que acaban de llegar de Madrid, afirman que si se llega al arreglo apetecido, los carteles de las corridas incluirán además de los toreros españoles, en la Feria de Julio a los mexicanos Antonio Velázquez, Jesús Córdoba, Luis Procuna, Carlos Arruza y Rafael Rodríguez. 
Tratarán de contratar además a los toreros Luis Miguel Dominguín, Aparicio, Litri, Martorell, Calerito y Manolo González, todos ellos españoles. 
La temporada valenciana comenzará con las corridas falleras en marzo. Luis Miguel Dominguín, Litri y Aparicio figuran en la primera el día 18. El 19 se enfrentarán mano a mano Aparicio y Luis Miguel Dominguín…
La segunda corrida de la temporada 1951

La segunda corrida de esa temporada 1951 fue anunciada con Manolo dos Santos, Jesús Córdoba y como ya señalaba arriba, la alternativa del torero de Linares, Nuevo León, Humberto Moro. El encierro seleccionado para la ocasión fue uno muy bien presentado de San Mateo.

El momento culminante de la tarde se dio en el quinto toro, llamado Luminoso por el ganadero y que correspondió en el sorteo al Joven Maestro. Ante este toro haría el primer asalto a la cumbre que ratificaría un mes después ante Cortijero de Zotoluca. La crónica de Paquiro en el ejemplar de La Lidia de México fechado el 9 de febrero de ese año, entre otras cosas, relata lo siguiente acerca de esa faena:
Jesús Córdoba sostuvo su cartel de primera figura de los ruedos y categoría de maestro del arte. Y para lograrlo tuvo que arriesgar la vida, salir con un puntazo en un muslo y con la taleguilla hecha trizas. Pero en las manos, orgullosamente lucía las orejas y el rabo del quinto de la tarde...  
Se portó pues, como un primate heróico... 
No le fue posible esculpir la obra la líneas suaves, serenas, plácidas, románticas. Correspondióle interpretar momentos de arte y de drama; de sol y de sangre, de calma y tempestad, de suspiros y de gritos. Porque la faena de Córdoba al quinto fue vibrante, roja, cálida... ¡de aguafuerte! 
Hubo inspiración y belleza, sí, pero también drama y tragedia. 
Los muletazos fueron surgiendo entre el alarido histérico de la multitud, que se asombraba al ver como el torero desafiaba y burlaba los puñales de su enemigo con una constancia de mártir, y con un temperamento de héroe. La hazaña – para que nada faltara – quedó rubricada con una estocada en la que el corazón fue entregado sin ninguna artimaña. Fue una estocada a lo hombre, a lo torero, llegando la mano hasta los mismos rubios después de haber metido todo el acero. Córdoba olvidóse salir del embroque, ¿para qué? Y el lógico resultado fue que saliera tropezado rodando por tierra. Una vez más había alcanzado las gestas únicas de los toreros y de los héroes. 
Fue aquello, en suma, la muestra más vibrante de lo que una figura de los ruedos debe hacer para sostener el máximo grado. 
Córdoba toreó al 5º con el corazón. Por eso, además de artista, fue un trágico avasallador. 
El ascenso prosigue 
Actuando en plan de testigo de la alternativa del día, se encargó de pasaportar en primer lugar al bicho que ocupó el tercer sitio. Este fue “Novelista”, bien armado y bien cubierto de riñones. Con la capa toreó Córdoba como lo hacen los maestros. Y con la muleta continuó en el mismo plan dándole al morlaco la lidia requerida y siempre manteniéndose limpio, desahogado y poderoso, El bicho acabó sus días un tanto soso, y fue entonces cuando surgieron las delicadezas del toreo por la cara, que Chucho hizo con todo acierto. Un pinchazo. La estocada y la ovación. Aquello había sido el prólogo. 
El quinto, el maravilloso “Luminoso”, fue saludado por Córdoba con verónicas de tres tiempos. El remate fue piramidal. El bicho acudió a los montados y tanto Córdoba como Dos Santos arrancaron ovaciones en sus respectivos quites. Moro, el ridi. 
Banderilleado por la peonería, “Luminoso” quedó a disposición de la muleta del leonés. Pases por alto; naturales citando de largo, templando a ley, estrechándose como los hombres, los remates de príncipe, la “vitamina” estrujante, una cogida quedando destrozada la taleguilla y el muslo con un puntazo. Levantóse Córdoba entre el manicomio que había forjado en los tendidos y siguió toreando ya con la diestra, ya con la zurda, burilando pases de factura indescriptible. ¡El drama y el arte habían tenido realización! 
Y tras de los últimos pases se acostó materialmente sobre el morrillo del bovino, en un volapié clásico y perfecto, saliendo rebotado de la suprema suerte. A los pocos instantes, el bravísimo y nobilísimo “Luminoso” rodó sin vida. 
Para Córdoba fueron las dos orejas y el rabo, además de incontables vueltas al anillo escuchando, una vez más, el himno de los consagrados ¡torero...! ¡torero...! 
Después de la apoteosis internóse en la enfermería...
De acuerdo con la estadística, ese es el único rabo que Jesús Córdoba cortó como matador de toros en la Plaza México, pero la cornada que se llevó, a esas alturas era la ya segunda de las siete que sufriría en el mismo escenario. Sin duda, el llamado Joven Maestro fue un torero duramente castigado por los toros en momentos especialmente inoportunos.

No obstante, esta faena es una de las que, dentro de un recuento que se hiciera de las grandes obras realizadas en el ruedo de la gran plaza, debería estar como una de las importantes.

El parte facultativo

La crónica nos refiere que se llevó un puntazo. La misma publicación a la que me he referido, transcribe el siguiente parte facultativo:
Herida por cuerno de toro en el tercio medio, cara externa del muslo izquierdo, con orificio de entrada de cuatro centímetros y trayectoria hacia adentro de doce centímetros. Interesó piel, tejido celular, aponeurosis y fibras musculares. Tiene también escoriaciones en el cuerpo de diversos grados. Se le aplicó anestesia con pentotal sódico, resección de piel, desbridación, desinfección, canalización con tubo de goma y suero antitetánico. Tardará en sanar quince días. Se traslada al Sanatorio Santa María de Guadalupe.
Como se puede leer, la herida sufrida por Jesús Córdoba fue algo más que un puntazo. Sin embargo no le restó ni afición, ni valor para seguir transitando por los ruedos.

El resto del festejo

Humberto Moro recibió la alternativa de manos de Manolo dos Santos con el toro Muchachito y fue herido por el sexto del festejo. A su vez, el padrino de la ceremonia cortó la oreja al cuarto, Jardinero, entre división de pareceres.

La de la concordia

Dos domingos después, el 25 de febrero se celebró en la quinta corrida de la temporada, la versión mexicana de la Corrida de la Concordia con Curro Caro, Carlos Arruza y Antonio Velázquez, los toros fueron de Pastejé y Arruza cortó el rabo a Holgazán, quinto de la tarde.

Aldeanos