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sábado, 6 de mayo de 2023

Feria de San Marcos 1973. La consolidación de un proyecto (XIV)

Rafaelillo y Miraflores de Rancho Seco


Hipotético monterazo
: No estoy seguro de que lo que en este apartado hago sea correcto, o siquiera adecuado, pero esto lo dedico a mi amigo, don Carlos Hernández González Pavón, quien seguramente, hace 50 años, acompañó a su padre a esta corrida y la disfrutó, como yo lo hice desde el tendido, junto con el mío.

La corrida del cierre de la Feria, se anunció con la actuación del diestro colombiano Pepe Cáceres, Raúl Contreras Finito y el tijuanense Rafael Gil Rafaelillo, quienes enfrentarían un bien presentado encierro que trajo a nuestra feria don Carlos Hernández Amozurrutia desde Tlaxco, Tlaxcala. Prácticamente en la víspera del festejo, se anunció que se integraba al cartel el Centauro Potosino, Gastón Santos, quien tuvo una destacada actuación el 25 de abril anterior.

La Feria de San Marcos de 1973 tuvo una inusual y no vuelta a repetir presencia del campo bravo de Tlaxcala. El 25 de abril se lidió un encierro de Piedras Negras; el 1º de mayo uno de Coaxamalucan y el día 6 de mayo, fecha que en este momento me ocupa uno de Rancho Seco. Y si he de ser exhaustivo, tanto la corrida que abrió el serial, como la extraordinaria del 5 de mayo, fueron de la ganadería del ingeniero Mariano Ramírez, que en esos días era pura de ese origen, pues se fundó en 1956 con la mitad de la original vacada de Zotoluca, la que hogaño lleva el hierro que originalmente fuera de la fundacional de Tepeyahualco.

El sorteo del encierro fue accidentado, pues un toro, el número 73, que al salir al ruedo sería llamado Miraflores y saldría en séptimo lugar, presentaba en un anca una lesión, que para el ganadero y los apoderados era un mero puntazo o rayón y para don Jesús Gómez Medina, que ocupaba el palco de la Autoridad, podía ser una cornada. Tras de un largo rato de discusión y de observación del toro, que no tenía signos de cojera y tampoco presentaba síntomas de fiebre o de otros daños derivados de una lesión profunda, compatible con una cornada, por lo que el toro fue aceptado condicionado a que de mostrar signos de claudicación en el ruedo o de ser protestado por el público, sería devuelto a los corrales sin miramientos. Afortunadamente eso no sucedió y pudimos ver al toro de la Feria, y de muchas más.

La gran faena de Rafaelillo

Paso sin más a la relación de don Jesús Gómez Medina sobre esta gran tarde:

Rafaelillo y Rancho Seco dieron broche triunfal a la Feria. A la memoria de don Enrique Bohórquez, cronista ejemplar, que supo expresar como pocos “el sentimiento del toreo”; a Eduardo Solórzano y Rafael Rodríguez que, aunque alejados de los ruedos, sienten aún la fiesta a pleno corazón; a Juan Luis y Pepe Pérez Jaén, en cuya afición pervive la savia torera del inolvidable don José Pérez Gómez “Nili”... Fue a la hora del crepúsculo, durante esos minutos propicios al ensueño, ricos en presagios, en los que las sombras nocturnas se esparcen lenta e insensiblemente, prestas a ganar la diaria contienda a los esplendores solares. Durante ese breve lapso crepuscular que oscila entre la luz y las tinieblas y que constituyó, dicen, el marco de las grandes proezas belmontinas... Fue entonces que salió el séptimo de Rancho Seco, sexto de la lidia ordinaria. Se llamó “Miraflores”, tenía el número 73 y era negro, de cabeza acarnerada, tirando a veleto y con cuatro años largos en la boca. Nada más ni nada menos que un toro... “Rafaelillo” – desde ayer, tras la faena a "Miraflores" y mientras prosiga por el mismo camino, don Rafael Gil, torero artista si los hay –, se dio a torear al de Rancho Seco en una serie de lances a pies juntos, en una forma si no del todo clásica, de todas maneras espectacular y brillante, a lo que contribuía la brava acometida de “Miraflores”. Remató con pinturería, y oyó una ovación, la primera de las que luego brotarían en incontable sucesión... “Miraflores”, tras el fuerte puyazo y el trajín de las banderillas, había llegado al final con su bravura intacta, atemperada por el castigo recibido; dócil, nobilísimo, embistiendo con el hocico al ras del suelo; con una alegría, con un estilo, con un “son” extraordinarios... Erguido, sonriente, el chiquillo desafiaba al de Rancho Seco, llevando la faena en la diestra; acometía aquél sobre el señuelo que a su bravura se ofrecía, y brotaba, así, el derechazo lento, pausado, solemne. Cada pase superaba en calidad y en intensidad emotiva al precedente; y el ¡olé! que provocaba subía de diapasón a medida que la serie íbase redondeando... ¡El torero, ebrio de emoción artística, impelido por el fuego creador que crepitaba en su pecho, volcaba sobre la arena todo el profundo sentimiento – ¡“el sentimiento del toreo”! – que albergaba su corazón de artista ansioso de encontrar la fórmula de expresión para su mensaje! Y de los tendidos brotaba de inmediato la réplica, el eco más contundente y halagador para quienes usan coleta: ¡torero!... ¡torero!... clamaban a coro los espectadores, saboreando, ellos también y viviendo con toda la intensidad de que es capaz un aficionado, la gesta que en el ruedo se realizaba... En las alturas, las sombras eran cada vez más densas; pero en la arena había un incendio de arte que bañaba en luz y fuego a “Rafaelillo” y a “Miraflores”... Las series de toreo en redondo, con la derecha se sucedían; la emoción crecía de punto y el ritmo de triunfo aumentaba en la misma proporción en que cada muletazo resultaba más pulido, más templado, de mayor longitud. En algunos de estos, “Rafaelillo” toreó sin ver al burel; ¡tal era su nobleza!, ¡admirable toro de Rancho Seco, embistiendo con idéntica alegría, con la misma claridad, con tan depurado estilo como si en él confluyese toda la sangre bravía de muchas generaciones de bureles próceres!... Tan solo un bache registró la gran faena: fue cuando “Rafaelillo” confundió su condición de torero – artista con la de director de la banda; le perdió la cara al toro, acometió éste y le propinó la voltereta y el susto consiguiente. Mas, en cuento Rafael tornó a ponerse en torero – torero, dejándose de recursos que suelen emplear los mediocres, incapaces de provocar en otra forma la emoción popular, resurgió el bien torear; renació la emoción derivada de la evidencia del arte; y aquel sentimiento del toreo sustituido pasajeramente por la sensación del susto, readquirió la primacía conferida por la plena entrega del gran artista del toreo que es – que ayer fue cumplida plenamente – Rafael Gil “Rafaelillo”... Una entrega que encontró su expresión más dramática en el momento de la estocada: a toma y daca, yéndose sobre el morrillo con la mayor decisión a cambio de salir volteado de manera tan espectacular y peligrosa que provocó hasta la intervención de algunos – como Rafael Rodríguez y Pepe Pérez Jaén – que, como tantos más, desde el callejón presenciaban entusiasmados y extáticos la imprevista proeza. Rafael Gil puso remate a aquella. Y, aunque salió trompicado, al tornar al ruedo, vivió su momento de apoteosis, en unión del ganadero, don Carlos Hernández; las dos orejas y el rabo del admirable “Miraflores”; las vueltas al ruedo entre aclamaciones y a hombros de los capitalistas; las ovaciones, la música; en suma, el fervor popular volcado a sus pies de joven y brillante triunfador... Y para “Miraflores”, el toro que con su bravura y nobilísima condición revivió viejos lauros de su divisa, los honores del arrastre lento en torno a la barrera...

Lo demás de la corrida

El festejo se había desarrollado en un ambiente que medió entre el sopor y la tragedia. Del resto de la corrida unos batallaron para mantenerse en pie y otros fueron la antítesis de Miraflores, pero el primero de la lidia ordinaria fue el que condicionó en gran medida lo que habría de venir. Manolo Pérez, banderillero y compatriota de Pepe Cáceres sufrió una grave cornada al ser prendido y prensado contra el burladero que está exactamente en el tendido de sol, en el otro extremo de la puerta de cuadrillas. Desde ese momento la pesadumbre se apoderó de los presentes y de quienes estaban en el ruedo y ya poco se esperaba del festejo.

Pepe Cáceres y Finito no volvieron a actuar en una de nuestras ferias, y tuvimos que esperar 49 años para volver a ver un encierro de Rancho Seco en nuestras plazas. Y en cuanto a la faena de Rafaelillo, si algún día se hiciera un recuento de las grandes faenas ocurridas en el ruedo de la Plaza de Toros San Marcos, esta es una de las que se deben tomar en cuenta.

Aviso parroquial: Hace 11 años, publiqué una primera versión de este mismo asunto, que pueden consultar, en esta ubicación.

miércoles, 20 de abril de 2022

La Feria de San Marcos hace medio siglo (IV)

Antonio Lomelín y Rafaelillo destacan en la segunda de feria

La noche del jueves 20 de abril de 1972 se celebró la segunda corrida del serial de ese calendario. Se anunciaron toros de Suárez del Real para el rejoneador Felipe Zambrano, Raúl Contreras Finito, Antonio Lomelín y Rafael Gil Rafaelillo. Al final de cuentas, solamente salieron al ruedo seis de los anunciados originalmente, pues el de rejones procedió de La Punta

Lo que costaba hacer una feria

Por su parte, Francisco Lazo, cronista huésped del mismo diario, en columna que publicaba de manera sindicada también en el Esto de la capital mexicana, deja unos trozos de una entrevista que realizó al empresario Guillermo González, en los que le reveló la inversión que realizaba para ofrecer a la afición de Aguascalientes una feria como la que estaba teniendo verificativo:

…orgullosamente, mandó encender la iluminación de la plaza, esta bonita plaza de San Marcos, con capacidad para 3,800 personas. No había una sombra, los reflectores, dando luz de cuarzo, hacen ver el ruedo como si cayera el sol de la tarde. Siguió diciendo Guillermo: “Compré esta plaza en un millón doscientos mil pesos. Le hice mejoras por seiscientos mil, doscientos mil de los cuales, fueron exclusivamente para el alumbrado”.

Guillermo González abrió el domingo pasado la Feria Taurina, dando el primero de los siete festejos que llevará a cabo. “Me fue mal – reconoce –. Hicimos una entrada de 79,800 pesos. Perdí alrededor de 50 mil del águila”.

¿Cuánto cuesta montar la Feria?

“En siete carteles invierto un millón, doscientos mil pesos. Agotando el boletaje en las siete tardes, entran un millón seiscientos mil pesos, lo que me daría una utilidad de 400 mil, aclarando antes, que dentro la inversión, están considerados los impuestos...”.

¿No es mucho arriesgar para lo que puede haber de utilidad?

“Yo trabajo para el futuro. Quiero que la Feria de Aguascalientes llegue a ser la más importante de las que se den en el mundo de los toros. Cuando lo logre, también habré logrado lo otro, ganar mucho dinero...”.

Ya hemos dicho que un lleno total deja 240 mil en taquillas. Guillermo ratifica: “Entre los boletos regalados y pases, hay que descontar un mínimo de $5,000.00 por corrida... Muchas personas, alegando tener algo que hacer en la plaza, consiguen asistir a la corrida sin pagar. Ahí van estos otros números: En la plaza caben 3,800 personas y siempre entran sin pagar un 14 por ciento... No me estoy quejando... Simplemente estoy señalando las cargas que hay en taquillas…”

Si hemos de creer las palabras del Cabezón, la utilidad que obtenía en ese entonces, era meramente marginal y era cierto en verdad que daba toros por pura afición. Es también ilustrativo, el hecho de que señale, con precisión, que más del diez por ciento de los asistentes a un festejo, ingresaban a él sin pagar su entrada. Sin duda, que era una gran carga, sobre todo si se tiene en cuenta el reducido cupo del escenario y el precio accesible de las entradas en aquella época.

La segunda corrida de feria y su resultado

La crónica del nombrado Francisco Lazo nos deja ver que los toros no dieron el juego esperado. El año anterior el encierro de don Francisco Suárez del Real acaparó todos los elogios, pero este 1972 la suerte le fue esquiva:

El encierro que envió el ganadero zacatecano Francisco Suárez del Real, no resultó como el del año pasado; bien presentado sí, cómodo de cabeza, fue disparejo en cuanto a bravura. Tres de ellos mansos sin remedio; otro resultó blando y dos atacaron pronto a la caballería, uno de ellos, el segundo, sacando magnífico estilo y el otro, el que cerró plaza, terminó entregándose al acoso del torero, embistiendo con docilidad. Los conformistas dicen que con dos toros buenos cumple una ganadería. A nosotros nos parece que no, más aún si en el encierro hay reses que acusen falta de sangre brava, que echen la cabeza abajo y rasquen y busquen finalmente por donde huir, como sucedió finalmente con los tres lidiados en primer término. Lo menos que se puede esperar de un toro de lidia, es que peleé, de principio a fin, sea cual fuere la calidad de su embestida. A esos toros que van, los toreros pueden sacarle provecho, mucho o poco según su capacidad, lidiando o toreando, palabras sinónimas que en los toros tienen significado distinto. Si el toro se para, no quiere embestir o busca caminos de salida, todo se desluce, aún el empeño de los diestros…

No obstante, Antonio Lomelín, con el quinto de la jornada, pudo lucir y llevarse una oreja en la espuerta. El toro se llamó Abrileño II, recordando al que el año anterior le correspondió a Manolo Espinosa Armillita y le permitió llevarse el Escapulario de Oro de San Marcos:

…la fortuna sonrió a Antonio y le envió a “Abrileño II” que hizo honor a la familia, pues es sabido que “Abrileño I” dio magnífico juego el año pasado. Bravo fue el torito que llegó al tercio mortal con magnífico estilo, metiendo la cabeza con gran claridad. Y Antonio banderilleó estupendamente, primero al cambio, saliendo un poco comprometido y luego dos cuarteos alzando los brazos, cuadrando y clavando en todo lo alto, le hizo una faena de altibajos. Comenzó con dos cambiados en el centro del anillo, y corrió muy bien la mano para entusiasmar al público... y luego mezcló una serie de vulgaridades que no correspondían ni al toro que tenía enfrente, ni a los pases que había logrado en un principio. De pronto toreó serio, luego toreó de rancho. Pero ya había encendido los entusiasmos y como cobró una magnífica estocada a toro arrancado, fue pedida la oreja que concedió el juez…

Por su parte, Rafaelillo se presentaba en Aguascalientes como matador de toros. Y cayó de pie ante nuestra afición. No cortó orejas por un descuido de la gente, que vista la hora en la que terminó la corrida, salió de la plaza, casi en estampida, para ir corriendo al Palenque a ver el espectáculo de Los Randall:

En su segundo, “Majareta” de nombre, lanceó con mandiles muy suaves y verónicas despatarrándose y cerró el capítulo pintureramente. Ya está la gente con él. Bravo es el toro, se arranca al caballo y llega al tercio mortal un tanto incierto. Pero “Rafaelillo” lo encela y nos regala un trasteo de calidad indiscutible, casi en el mismo terreno y en dos ocasiones el toro se frena a media suerte, pero el chiquillo no mueve una pestaña, solo el brazo para hacerle continuar el viaje. Hay temple y arte, todavía no hay la solidez de una figura consagrada, pero suficiente para tener la seguridad de que “Rafaelillo” va a escalar muy alto. Otra gran estocada y cuando esperamos petición unánime, el público toma las salidas apresuradamente, quizás hacia otros placeres que guardan estas noches de feria en la bella Aguascalientes…

Un hecho poco frecuente

Un error de los torileros hizo que Finito tuviera que matar los dos primeros toros de lidia ordinaria de la jornada. No tuvo suerte con ellos, pero su labor fue reconocida con salida al tercio en ambos casos:

Raúl Contreras “Finito” es un torero que va recuperando el terreno que perdió lastimosamente después de un ostracismo inexplicable. Conserva lo fundamental para su profesión: valor. Y ha refrescado su empeño. Planta los pies de verdad. Su toreo ha sido eso, verdad, y pisa terrenos que lo acercan al drama. Ayer despachó primero y segundo pues el torilero se equivocó y los soltó uno tras otro… La equivocación del torilero dejó aquello en un mano a mano con cuatro toros entre Antonio Lomelín y Rafael Gil “Rafaelillo”…

Felipe Zambrano topó con un toro de La Punta que no se prestó para el toreo a caballo y de acuerdo con la relación que hace Lazo, bastante hizo con poder colocarle los hierros de reglamento y algunas banderillas. Lo dejó para que el sobresaliente – de quien no menciona el nombre – terminara con él, lo que consiguió con una entera caída después de un pinchazo.

Lo que seguiría

Habría toros en días seguidos hasta el de San Marcos. Para la noche del viernes 21, se anunció a Alfredo Leal, Joaquín Bernadó, Jesús Solórzano y Alfonso Ramírez Calesero Chico, con toros de Las Huertas. Ya recordaremos ese festejo el día de mañana.

domingo, 26 de diciembre de 2021

25 de diciembre de 1971: Alternativa de Rafaelillo en San Luis Potosí

Ya había apuntado por estas páginas, que, según el dicho de Daniel Medina de la Serna, la temporada de novilladas de 1971 fue corta, pues solamente se dieron en ella 22 festejos. Pero en ese breve número de festejos, aparecieron varios toreros que dejarían su impronta en la historia patria del toreo en diversas capacidades. Mariano Ramos, Rafael Gil Rafaelillo, Curro Leal y José Antonio Gaona fueron los que acapararon actuaciones en el serial, aunque al final de cuentas, serían los primeros dos nombrados, los que terminarían el calendario ya como matadores de toros.

Don Heriberto Lanfranchi le apunta dos tardes de triunfo a Rafaelillo en ese ciclo. Primero está la del 17 de octubre, cuando salió con las dos orejas de Llorón de San Carlos en las manos y después, la del 31 del mismo mes, cuando se llevó otra de Hechicero de La Laguna. En la novillada del Estoque de Plata, celebrada el 30 de noviembre siguiente, fue el que pudo quitárselo de las manos a Mariano Ramos, pero sus fallas con el acero no le asegundaron el triunfo. La temporada se cerró, por supuesto, con un mano a mano entre los dos destacados del festejo anterior, el 7 de diciembre siguiente.

Rafael Gil cerró su paso por las filas de los novilleros con actuaciones en Aguascalientes, Guadalajara y Celaya, donde el 19 de diciembre, llevando por delante al rejoneador Fernando Álvarez, mató en solitario cuatro novillos de Peñuelas, cortándoles tres orejas y quedando listo para recibir la alternativa.

La corrida de Navidad en San Luis Potosí


La temporada 1971 – 72 vio aparecer por nuestros ruedos a varios toreros españoles, entre los más destacados estuvieron Joaquín Bernadó, Paco Pallarés, Palomo Linares, Dámaso González, José Luis Parada o José Luis Galloso. Evidentemente también hacía campaña por nuestros ruedos Francisco Rivera Paquirri, quien en la Plaza México y también en El Progreso de Guadalajara dejó impronta de ser un torero que no se dejaba ganar la pelea de nadie.

Lo anterior viene a cuento, porque la tradicional corrida navideña en la plaza de toros Fermín Rivera de la capital potosina, se conformaría con Manolo Martínez, el nombrado Paquirri y la alternativa de uno de los triunfadores de la temporada novilleril de ese año en la Ciudad de México, Rafael Gil Rafaelillo. Los toros vendrían de San Martín, la ganadería que fuera en su día del varilarguero Juan Aguirre Conejo Chico y que ya en la propiedad de Marcelino Miaja y José Chafik, comenzaba a lidiar los productos conseguidos a partir de la dirección quienes eran sus dueños desde 1966.

La reseña de la Agencia France Presse que apareció en el diario El Informador de Guadalajara, al día siguiente del festejo, entre otras cosas, cuenta:

El matador de toros español Francisco Rivera “Paquirri” y el mexicano Rafael Gil “Rafaelillo”, que recibió la alternativa, fueron los triunfadores en la corrida navideña celebrada el sábado. El también mexicano Manolo Martínez dio una de cal y otra de arena.

Con buena entrada, se lidiaron seis de San Martín, de los cuales cinco resultaron sosos y quedados en su embestida… Martínez escuchó palmas en su primero y pitos en su segundo.

“Paquirri” lanceó superiormente al tercero de la tarde, cuajó tres pares de banderillas en todo lo alto, ejecutó torerísima faena y mató recibiendo, por lo que le otorgaron dos orejas y rabo, dio dos vueltas al anillo y salió finalmente a hombros… “Rafaelillo” tomó la alternativa en el que abrió plaza y cortó una oreja por bonito y vistoso trasteo. En el sexto fue aplaudido…

El toro de la ceremonia se llamó Caltenguero, en recuerdo quizás de aquella ganadería – Caltengo que tuvo don Felipe Mota, en su día, picador de toros, de los buenos y que al igual que don Juan Aguirre, fue tentador de cabecera de don Antonio Llaguno, quien les cedía a ambos varilargueros, vacas puras de sangre saltillo, para sus ganaderías y en las cuales, junto con la de Cerro Gordo, de don Guillermo Rodríguez Caballero, el entonces titular de San Martín, como gambusino, localizó líneas puras de esa sangre, que Chafik supo aprovechar para construir una importante ganadería en México.

El devenir de Rafaelillo

En un caso que no era infrecuente, Rafael Gil confirmó primero su alternativa en Madrid, el 18 de julio de 1974, de manos de Julio Vega Marismeño y atestiguando Raúl Sánchez. El toro cedido fue Tarifa, de Camaligera, ganadería en esos días propiedad de don Eugenio Marín Marcos, con procedencia Clairac y Albaserrada por vía del Duque de Pinohermoso. Actualmente se anuncia como Aldeaquemada.

La confirmación en México se daría el 29 de diciembre de ese mismo calendario. Le apadrinaría Eloy Cavazos, quien sustituyó al originalmente anunciado Paquirri – que no llegó a México a tiempo por conflictos en los vuelos –, en presencia de Jesús Solórzano, siendo Jerezano de José Julián Llaguno, el toro de la ceremonia. Pudo cortarle las orejas al sexto, pero no estuvo acertado con el estoque.

En su trayectoria se pueden anotar varios triunfos destacados, como el que obtuvo en Aguascalientes el 6 de mayo de 1973, al cortarle el rabo al toro Miraflores de Rancho Seco, siendo en el caso, el último rabo que ha cortado un matador de toros en la plaza San Marcos en corrida de feria de abril.

Su vinculación con la casa Balañá resulta evidente cuando se revisan sus actuaciones en ruedos hispanos. En Barcelona tuvo importantes tardes, la del 8 de agosto de 1974, cuando le cortó las dos orejas al toro Caíto de Domingo Ortega y al jueves siguiente, otras tantas a Calamar de Juan Mari Pérez Tabernero

Su actuación en el San Isidro del 75, el 13 de mayo, sustituyendo a Eloy Cavazos que salió del cartel cuando se confirmó que el encierro de Amelia Pérez Tabernero originalmente anunciado no reunía las condiciones para ser lidiado en Madrid, por lo que fue sustituido por uno de Clemente Tassara – al final se lidiaron 5 de estos y uno de Luciano Cobaleda –, resultó en otra notable actuación, descrita así por Vicente Zabala Portolés en el ABC madrileño del día siguiente del festejo: 

...mató con entrega, pero sin vaciar, saliendo con la pechera rota, como cuentan las viejas crónicas que terminaba “Machaquito” tras los volapiés de atragantón. Le ovacionaron muy fuerte y dio la vuelta al ruedo, recogiendo sombreros de los charros de su país que han venido al homenaje a Agustín Lara. Al sexto lo toreó muy bien con el capote... Faena garbosa y aseadita que le valió una ovación de despedida…

Pero también tuvo sus percances graves. Quizás el primero con resonancia por su gravedad fue el del 14 de mayo de 1977 en Mérida, cuando el toro Cariñoso de Santo Domingo le seccionó la femoral profunda, la tarde de la alternativa de Enrique Fraga. También en Madrid, el 7 de agosto de 1988, alternando con Pascual Mezquita y el confirmante Pascual Gómez Jaén – también herido esa tarde –, el primer toro de su lote, de Cortijoliva, le infirió una cornada penetrante de vientre que le contundió la arteria ilíaca.

Rafaelillo hoy

El torero de Tijuana se mantiene en activo, pues no ha anunciado una despedida formal de los ruedos y todavía en julio de este año se veía anunciado en un cartel, a sus casi 71 años de edad. El festejo se suspendió por las cuestiones sanitarias que nos envuelven en estos tiempos, pero por lo que se ve, la afición no se le ha terminado.

Este día de Navidad se cumplieron 50 años de su alternativa. ¡Enhorabuena!

Aviso parroquial: La imagen del cartel anunciador de la corrida de la alternativa de Rafaelillo me ha sido proporcionada por el amigo El Gallo @ElGallo20364232, a quien agradezco su gentileza por permitirme usarla para ilustrar estas líneas.

domingo, 18 de julio de 2021

18 de julio de 1974. Rafaelillo confirma su alternativa en Madrid

Confirmación de Rafaelillo
Foto: El Ruedo
La temporada de novilladas del 71 en la Plaza México, destacaron entre otros Curro Leal, los regiomontanos José García El Charro, David Vito Cavazos y José Ángel Adame, y los toreros de dinastía José Antonio Gaona y Luis Procuna hijo, pero a la cabeza de esa generación iban sin duda Mariano Ramos y Rafael Gil Rafaelillo, quienes recibieron la alternativa al final de ese calendario.

Rafaelillo fue doctorado el día de Navidad de ese 1971, en un cartel de ensueño, pues le apadrinó Manolo Martínez y fungió como testigo Francisco Rivera Paquirri con toros de San Martín. Cortó la oreja a Caltenguero el toro de la ceremonia y dio la vuelta al ruedo en el sexto. 

Suma 35 corridas en 1972 y 24 al año siguiente en plazas mexicanas y para el año de 1974, inicia una campaña europea tardía, pues la comienza el 23 de junio en Palma de Mallorca donde es anunciado con toros de Francisco Galache para alternar con Dámaso González y Carlos Escolar Frascuelo. Sumó en esas plazas, de acuerdo a los escalafones del semanario El Ruedo, 17 festejos, cortando 24 orejas y 4 rabos. Las plazas en las que actuó fueron Barcelona 7 tardes, Palma de Mallorca 3 corridas, Lloret del Mar y Figueras 2 festejos cada una y Madrid, Valencia y Calatayud una tarde en cada una.

La tarde de su confirmación

El 18 de julio del 74 era su segunda tarde en ruedos españoles. Se le anunció en la plaza más importante del mundo junto con el sanluqueño Julio Vega Marismeño y el toledano Raúl Sánchez para enfrentar una muy seria corrida de Camaligera, ganadería madrileña propiedad de los hermanos Marín Molina, antes Duque de Pinohermoso y actualmente anunciada como Aldeaquemada

La fecha tiene significación especial para la fiesta mexicana, pues ese día se cumplían treinta años de la confirmación de alternativa en Madrid de Carlos Arruza. De hecho, don Antonio Abad Ojuel, director en funciones del semanario madrileño El Ruedo firmando como Don Antonio hacía la siguiente remembranza en su crónica del festejo, publicada en el número salido a los puestos el día 23 siguiente:

Entre Carlos Arruza y Rafaelillo, treinta años nos contemplan

A la sombra de los recuerdos

Mala cosa cuando en una corrida los recuerdos ganan la batalla a lo que pasa en el ruedo. Para mí toda la corrida del jueves transcurrió a la sombra de Carlos Arruza, que en esta misma fecha del 18 de julio de 1944 – hace ya treinta años – confirmó su alternativa en Madrid y con ello vino a reanudar las interrumpidas relaciones taurinas entre España y Méjico… ¡Indudablemente eran otros tiempos! La plaza, llena hasta rebosar; aire de fiesta grande en Madrid en la fecha señera, cartel de lujo en el julio madrileño, acontecimiento internacional y hasta diplomático en el ruedo, triunfo clamoroso del torero azteca... Con él estuvieron en el ruedo Antonio «Bienvenida» y Morenito de Talavera en la lidia de toros de Muriel...

Pero ahora quiero olvidar a Carlos Arruza y centrarme en este Rafael Gil «Rafaelillo», también mejicano, que llega a Madrid a confirmar su alternativa en la Fiesta Nacional española, todo un símbolo...

Efectivamente, como dice Don Antonio, los tiempos ya eran otros. En el 44, el verano era la médula de la temporada de Madrid, la empresa tenía que esmerarse en ofrecer a la afición carteles atractivos para que retirara el abono y, además, para mantener el prestigio de la plaza; también las figuras en esos días tenían que pasar revista por el ruedo madrileño, pues no había Feria de San Isidro, donde ya en el 74, como hoy, la empresa de la capital española parece gastar toda su munición del calendario y deja para el resto, lo que vaya apareciendo.

Así se gestaron los veranos terroríficos de Madrid y apenas en el segundo año de la vigencia del guarismo aplicado en el herradero de los toros – se inició en 1969 – el toro del estío en Madrid empezó a crecer de manera descomunal y a crear un grupo de diestros especialistas entre los que destacaría notablemente el segundo espada de la corrida que hoy me ocupa: Raúl Sánchez.

Rafaelillo, vestido de gris perla y plata, se enfrentó en primer término a Tarifa, número 17, cárdeno oscuro y que pesó 549 kilos al llegar a la plaza. Su labor ante el toro de su confirmación la describe así el ya citado Don Antonio:

El mejicano «Rafaelillo» fue recibido con gran simpatía. Tiene buena planta, simpática presencia, parsimonia en sus movimientos, aire ceremonioso. Creo que vino con la idea preconcebida de lo que iba a hacer, y en las cosas en las que no pusieron obstáculo los toros de «Camaligera» tuvo positivos aciertos. Por ejemplo, al capear por faroles y gaoneras; al ceñirse en molinetes y pases de espalda. Parece torero de largo repertorio, pero ensayado con unos toros que tienen poco de común con éstos que encontró el día de su confirmación. Al lado de momentos brillantes menudearon los de peligro ciego. Fue cogido varias veces, y si los toros hubieran tenido tanta casta como tuvieron presencia no hubiera terminado la corrida. Quiero decir que le faltó sentido de dominio, acoplamiento con sus enemigos – a los que no perdió la cara – y ritmo en el modo de hacer el toreo. Pero cayó bien ante el público madrileño, que no le regateó las palmas y le ovacionó con fuerza al dar la vuelta al ruedo en el toro de la confirmación. Me gustaría verle una vez más…

Para ser su segunda tarde en ruedos hispanos, el balance final es bastante bueno. Además, habrá que sumar a su actuar frente a lo que le tocó en el sorteo, un momento de gran torería, narrado así por el cronista ya citado:

Un detalle – un quite suyo a uno de los banderilleros de «Marismeño» que salió con muchas fatigas de un par al cuarto – arrancó un clamor en el tendido. Como detalle técnico – y no polémico, pues junto mis manos en el aplauso general – anotaré que en el momento del quite ya el peligro mayor había pasado, pues el toro había tirado ya el derrote decisivo al peón, fallando por muy poco; entonces es cuando se interpuso el oportuno capote y evitó el barullo final de llegada…

Es decir, supo estar colocado, pendiente de la lidia y de la integridad de sus compañeros en el ruedo, algo que hasta que el percance no es inminente, no se percibe ni se valora.

En resumen

Al ir avanzando la temporada Rafael Gil iría encontrando el ritmo y el paso de los toros españoles. Los días 8 y 15 de agosto tendría dos importantes tardes en Barcelona cortando tres orejas a toros de Bernardino Giménez Indarte y Domingo Ortega la primera y un rabo a uno de Juan Mari Pérez Tabernero la segunda y volvería a la Ciudad Condal a triunfar el 8 de septiembre cortando otro par de orejas a un toro de Ignacio Pérez Tabernero y dos días después en Calatayud otras dos a otro toro de Ernesto Louro Fernández.

Regresó a México en octubre de ese 1974 y todavía alcanzó a cumplir 21 fechas en territorio nacional, entre ellas la confirmación de su alternativa en la Plaza México el 29 de diciembre de manos de Eloy Cavazos y atestiguando Jesús Solórzano, con toros de José Julián Llaguno, siendo Jerezano el toro que abrió plaza.

Regresaría a España en 1975 y a la plaza de Madrid dos tardes en la Feria de San Isidro, pero de eso ya habrá tiempo para hablar.

domingo, 23 de febrero de 2020

Antonio Lomelín y Bermejo de Xajay. Hace 45 años

Antonio Lomelín
La temporada 1974 – 75 en la Plaza México fue confeccionada por Carlos González, gerente de DEMSA por esas fechas, contando con quince matadores de toros. Entre ellos no se encontraba Manolo Martínez, sin duda el más atractivo de los mexicanos en ese momento. De los quince que contrató, seis eran confirmantes de alternativa, por su orden, Manolo Arruza, Rafael Gil Rafaelillo, Antonio José Galán, Humberto Moro hijo, Enrique Calvo El Cali y Guillermo Montero.

Con esos mimbres sin embargo, la temporada tuvo episodios para la memoria. Es la de Pedro Gutiérrez Moya Niño de la Capea con Corvas Dulces de don Javier Garfias y la de Mariano Ramos con Azucarero de Tequisquiapan, dos faenas que en un hipotético recuento de los grandes fastos de la plaza de toros de más capacidad del mundo, probablemente tengan un lugar preponderante. Así pues, se salvó con honor lo que en el principio pareció algo condenado al naufragio.

Pero también la 74 – 75 sirvió para recordar que la tragedia es pariente consanguíneo de la fiesta. Y en la décima corrida de la temporada se hizo presente, sin invitación previa, como siempre lo hace.

La 10ª de la temporada 1974 – 75

La décima corrida de esa temporada se confeccionó llevando como atractivo la presentación del torero de Acapulco, Antonio Lomelín y la reaparición de dos de los confirmantes mencionados arriba, Antonio José Galán, quien había sido herido por el toro de esa confirmación, al que no pudo matar y fue objeto de discusiones en el sentido de que si la mera cesión de trastos era suficiente para tenerle por confirmado o necesitaba matar al toro para completar la ceremonia y Rafaelillo como tercer espada para dar cuenta de un encierro queretano de Xajay.

El primero de la tarde fue Bermejo, correspondió a Antonio Lomelín. Lo que ocurrió en su lidia prácticamente no trascendió a las crónicas, sino hasta el tercio de banderillas. Una de agencia aparecida en El Siglo de Torreón del día siguiente del festejo, describe lo siguiente:
México (Excélsior). – El diestro Antonio Lomelín sufrió ayer una tremenda cornada en el vientre, durante la lidia del primer toro de ayer en la Plaza México. 
El burel de la ganadería de Xajay, de nombre “Bermejo”, con 484 kilos de pesos prendió a Lomelín, cuando intentaba realizar la suerte con las banderillas al quiebro, el toro se arrancó, cerca del matador se frenó, esto desconcertó un poco al diestro. El toro arrancó nuevamente y prendió en el vientre al torero. 
Un grito de angustia se dejó escuchar en los tendidos cuando los espectadores vieron al diestro con el vientre abierto. De inmediato fue conducido a la enfermería, carios médicos que estaban en las tribunas saltaron al callejón y fueron a ayudar en la operación en la enfermería. Luego de una intervención de 2:20 horas, los médicos informaron que el estado del matador es grave…
Mi recuerdo personal se reduce a lo escuchado por la radio en casa de mi abuela y a las imágenes vistas en el noticiero de la televisión de la noche posterior a la corrida. Ignacio Solares y Jaime Rojas Palacios, en su libro Las Cornadas (1981) describen así el hecho:
...Lomelín había puesto dos pares que le fueron muy aplaudidos. Para el tercero se colocó en los medios de la plaza dando la espalda a la puerta de toriles. El toro se arrancó de largo; hizo Antonio el quiebro, pero perdió unos instantes. Bermejo le metió el pitón en el estómago y cuando el torero cayó al suelo, el público vio con espanto cómo tenía los intestinos de fuera. Rodó por el piso y se levantó con el dolor reflejado en el rostro. La cornada ha sido una de las que más han conmocionado al público capitalino... (241 – 242)
Sin duda, fue una herida gravísima y de gran impacto visual. El parte facultativo rendido por el doctor Javier Campos Licastro, en esos días Jefe de los Servicios Médicos de la Plaza México, es del tenor siguiente:
Es una herida en el mesogastrio penetrante de abdomen, con cuatro heridas en el intestino delgado y cuatro en el mesenterio intestinal. Hemoperitoneo – colección de sangre – de 400 centímetros cúbicos, fue necesario resecar el epiplón mayor y reconstruir la pared abdominal por medio de zetaplastía. La vida del torero estuvo en peligro, cuando al llegar a la enfermería, sufría un shock traumático, luego reaccionó.
La historia nos cuenta que con el tratamiento adecuado sacaron adelante a Antonio Lomelín, quien en el proceso de la preparación del libro de Solares y Rojas Palacios, les contó lo siguiente:
Ha sido mi cogida más impresionante. Sentí el frío de la muerte. Al llegar a la enfermería, cuando me quitaron la taleguilla, brotó todo el paquete intestinal y me espanté. Creí que me moría. Experimenté cómo se me iba la vida, poco a poco. Me desesperaba de la impotencia de no poder hacer nada por impedir mi fin... Entré en shock... Afortunadamente, tuve una atención médica increíble y no he tenido consecuencias. Se pensaba que podía venir la peritonitis, pero no pasó nada, gracias a Dios...(242)
Pero Antonio Lomelín no fue el único herido ese día. Rafaelillo también se fue al hule. El que hubiera sido el segundo toro del lote de Antonio, hirió al Gitano de Tijuana. La crónica de la United Press International, aparecida en el diario El Informador de Guadalajara el día después de la corrida, describe lo siguiente:
En su segundo fue cogido con el capote, ingresando a la enfermería con traumatismo en la pierna derecha y posible fractura en la clavícula del mismo lado… Rafaelillo, al ser auscultado por los médicos de la plaza y después de habérsele tomado varias placas radiográficas, solamente mostró contusión de segundo grado y hematoma en la región posterior del hombro derecho, así como contusiones y escoriaciones en la rodilla izquierda y cadera del mismo lado, amén de otras escoriaciones en diversas partes del cuerpo…
Así pues, Antonio José Galán terminó matando 5 toros, los dos de su lote (2º y 5º), el primero que hirió a Lomelín, el cuarto que hirió a Rafaelillo y el sexto que correspondía a éste último ya en la enfermería. Los toros por su orden se llamaron Bermejo, Bate II, Buena Suerte, Consentido, Palomo Rojo y Lajeño.

El resto del festejo

La última crónica citada señala lo siguiente:
…El español Antonio José Galán tuvo que matar cinco toros. El primero de Lomelín y en el primero de su lote cumplió. En su segundo recibió aplausos. En el tercero, pitos. En el cuarto fue ovacionado con el capote, faena por naturales y derechazos, aunque con prisas, rematados por el de pecho y el de la firma. Media estocada. Una oreja y vuelta con el ganadero. En el último salió del paso. Rafaelillo, que fue ovacionado con el capote, llevó a cabo una magnífica faena de muleta y, entre ovaciones, media estocada. Una oreja…
La reaparición

En la vigilia hospitalaria, Raúl Acha Rovira, en esas calendas apoderado de Antonio Lomelín, estimaba que su torero estaría listo para reaparecer en Aguascalientes, durante los festejos de la feria de San Marcos, en abril.

Efectivamente, Antonio reapareció en abril, el día 20, pero en Durango. Lo hizo matando él solo seis toros de Reyes Huerta, a los que cortó la oreja al primero y al sexto, y sí, al día siguiente estuvo en Aguascalientes para torear la primera de las tres corridas que contrató en nuestra feria con Manolo Martínez y Fermín Espinosa Armillita y toros de Suárez del Real, era la segunda corrida de ese ciclo, primero que se verificaba en la entonces nueva Plaza Monumental Aguascalientes.

La Plaza México se le resistiría un poco más, Antonio Lomelín no volvería a ella sino hasta cuatro años después de lo de Bermejo, el 11 de febrero de 1979, para alternar en la lidia de toros de Las Huertas con El Niño de la Capea y Manolo Arruza. Esa corrida la presencié en la plaza.

Lomelín y la Sentencia de Frascuelo

Antonio Lomelín fue un torero duramente castigado por los toros. La cornada de Bermejo era la décima que recibía hasta ese momento y no era la primera grave. Cuatro años antes, en Tijuana, una le había partido el hígado y le puso a las puertas de la muerte.

De las primeras cosas que recogió la prensa sobre su recuperación fueron estas:
“...La primera noche de Lomelín, después de la cornada, fue intranquila, tuvo dolores en el vientre y constantes náuseas, pocas veces pudo dirigir la palabra a sus familiares. “Ya me tocaba otra vez”, le dijo a su esposa Patricia Berúmen de Lomelín, al referir que por décima ocasión está postrado, herido, a causa de los toros...”
La reflexión que el torero hacía a su entonces esposa me recordó la que hacía Frascuelo cuando se recuperaba de la cornada del toro Peluquero de Antonio Hernández, sufrida en la corrida a beneficio de la sociedad El Gran Pensamiento el 13 de noviembre de 1887. Al condolerse los miembros de su cuadrilla de su estado, les dijo:
Los toros dan esto porque no pueden dar otra cosa. Si dieran caramelos daría gusto torear... Pa evitar verse así no hay más que dos caminos: huir o cortarse la coleta… No me había tocao en toa la temporada un toro tan bueno como éste. Le toree a placer y cuando le vi cuadrado, quise meterle el pie a favor de obra, porque yo daba la espalda a los chiqueros. Entonces, se tapó. Quise ponerle en suerte y como hoy había en Madriz una teja que tenía que caerle a alguien en la cabeza, me cayó a mí. No ha pasao más…
Esta es la fiesta de los toros. Recuerdo esto hoy, aunque el pasado domingo fuera cuando se hayan cumplido 45 años del hecho, pero a veces las efemérides se acumulan y tiene uno que ir acomodando las cosas.

Antonio Lomelín falleció en la Ciudad de México el 8 de marzo de 2004 a los 58 años de edad.

sábado, 12 de mayo de 2012

Tal día como hoy. 1984: Un extraordinario encierro de Tequisquiapan


En el año de 1942, don Fernando de la Mora Madaleno fundó junto con don Carlos Cuevas Lascuráin, a partir de ganados de éste último – de origen San Mateo, Ajuluapan y Zacatepec y a los que se agregaron en 1938 un toro y diez vacas de Sánchez Fabrés Hermanos, provenientes de Coquilla –, la ganadería que a partir de 1949 quedaría en la titularidad exclusiva del primero de los nombrados y cuyos destinos dirigiría hasta su óbito, ocurrido precisamente el año que es motivo de estos recuerdos. 

La ganadería de don Fernando de la Mora dio a la fiesta varios toros importantes, como Aceituno, inmortalizado en la Plaza México por Manolo Martínez; Azucarero, un berrendo aparejado, al que hizo pasar a la historia Mariano Ramos en ese mismo ruedo; o aquí en Aguascalientes, Molinero, lidiado en nuestra Monumental el 29 de abril de 1978 y que desde su estancia en los corrales llamara la atención o el encierro completo al que me referí en la remembranza hecha el pasado 4 de mayo.

En este 12 de mayo de 1984 pues, los toros de Tequisquiapan ocuparon la atención del cronista y de la afición. Don Jesús Gómez Medina hace el siguiente análisis del mismo:

Digamos, de entrada, que el encierro enviado por don Fernando de la Mora resultó de los más bravos que se haya lidiado en los catorce festejos celebrados. Alegres, codiciosos y nobles para la lidia de a pie; prontos y obstinados para enfrentarse a los varilargueros; bien presentados y, algunos de ellos, mejor armados, particularmente el quinto, “Soberano”, que portaba dos antenas a guisa de pitones; fueron acreedores a una lidia más lucida que la que recibieron... Al primero, “Pajarito”, que embistió con presteza y repitió sobre el engaño hasta el fin, sin que menguara su alegría ni desfalleciera su buen estilo, merecidamente se le premió con arrastre lento...

La crónica de don Jesús inicia con una remembranza de la corrida del 25 de abril de 1937, cuando se encontraron en la Plaza de Toros San Marcos, mano a mano, Fermín Espinosa Armillita y Lorenzo Garza, los Colosos del Norte, como allí les llama. La remembranza le viene al caso, al hacer relación de que el segundo espada del cartel José Lorenzo Garza, brindó el quinto de la tarde a Miguel Espinosa Armillita. El hijo mayor del Magnífico, brindando al menor del Maestro de Saltillo... de allí, señala don Jesús, resulta difícil sustraerse al recuerdo y a evitar que algo que de tan manido se ha vuelto superficial, cobre una especial significación por los personajes que en ese momento se involucraron en ello.

De la actuación de los diestros en la corrida, poco hay para contar, pero entresacando de la crónica invocada, está lo siguiente:

Se esperaba más de Rafael Gil, cuyo reciente éxito en la Plaza México avala condiciones toreras que ya el público de Aguascalientes tuvo ocasión de aplaudir. Sin embargo, su actuación de ayer, en conjunto, resultó poco afortunada... José Lorenzo Garza tiene el nombre y algunas actitudes de su ilustre progenitor. Y en ocasiones, además, para a los astados y se los ciñe como lo hiciera el Magnífico. Pero le falta madurez y, quizás, fuera mejor que no tratase de imitar el estilo de su padre, sino que se buscase el suyo propio... Manolito Mejía inició su actuación con un vistoso lance de hinojos, seguido de verónicas a pies juntos, un tanto rápidas... Cubrió el segundo tercio, colgando tres pares alzando muy bien los brazos para dejar los garapullos arriba, pero, con el refajo su labor resultó desigual... El sexto se apagó pronto...

El festejo de hoy. 14ª corrida de feria: 8 de La Estancia para Antonio Barrera, Israel Téllez, Oliver Godoy y Gerardo Adame.

domingo, 6 de mayo de 2012

Tal día como hoy. 1973: Rafaelillo y Miraflores de Rancho Seco


La Feria de San Marcos de 1973 tuvo una inusual y no vuelta a repetir presencia del campo bravo de Tlaxcala. El 25 de abril se lidió un encierro de Piedras Negras; el 1º de mayo uno de Coaxamalucan y el día 6 de mayo, fecha que en este momento nos ocupa uno de Rancho Seco. Y si he de ser exhaustivo, tanto la corrida que abrió el serial, como la extraordinaria del 5 de mayo, fueron de la ganadería del Ingeniero Mariano Ramírez, que en esos días era pura de ese origen, pues se fundó en 1956 con la mitad de la original vacada de Zotoluca, la que hogaño lleva el hierro que originalmente fuera de la fundacional de Tepeyahualco.

Esa corrida del cierre de la Feria, se conformó con la actuación del Centauro Potosino Gastón Santos, el colombiano Pepe Cáceres, Raúl Contreras Finito y el tijuanense Rafael Gil Rafaelillo, quienes enfrentarían ese bien presentado encierro que trajo a nuestra feria don Carlos Hernández Amozurrutia desde Tlaxco, Tlaxcala.

El sorteo del encierro fue accidentado, pues un toro, el número 73, que al salir al ruedo sería llamado Miraflores y saldría en séptimo lugar, presentaba en una anca una lesión, que para el ganadero y los apoderados era un mero puntazo y para don Jesús Gómez Medina, que ocupaba el palco de la Autoridad, podía ser una cornada. Tras de un largo rato de discusión y de observación del toro, que no tenía signos de cojera y tampoco presentaba síntomas de fiebre o de otros daños derivados de una lesión profunda, compatible con una cornada, por lo que el toro fue aceptado condicionado a que de mostrar signos de claudicación en el ruedo o de ser protestado por el público, sería devuelto a los corrales sin miramientos. Afortunadamente eso no sucedió y pudimos ver al toro de la Feria, y de muchas más.

La gran faena de Rafaelillo

Paso sin más a la relación de don Jesús Gómez Medina sobre esta gran tarde:

Rafaelillo y Rancho Seco dieron broche triunfal a la Feria. A la memoria de don Enrique Bohórquez, cronista ejemplar, que supo expresar como pocos “el sentimiento del toreo”; a Eduardo Solórzano y Rafael Rodríguez que, aunque alejados de los ruedos, sienten aún la fiesta a pleno corazón; a Juan Luis y Pepe Pérez Jaén, en cuya afición pervive la savia torera del inolvidable don José Pérez Gómez “Nili”... Fue a la hora del crepúsculo, durante esos minutos propicios al ensueño, ricos en presagios, en los que las sombras nocturnas se esparcen lenta e insensiblemente, prestas a ganar la diaria contienda a los esplendores solares. Durante ese breve lapso crepuscular que oscila entre la luz y las tinieblas y que constituyó, dicen, el marco de las grandes proezas belmontinas... Fue entonces que salió el séptimo de Rancho Seco, sexto de la lidia ordinaria. Se llamó “Miraflores”, tenía el número 73 y era negro, de cabeza acarnerada, tirando a veleto y con cuatro años largos en la boca. Nada más ni nada menos que un toro... “Rafaelillo” – desde ayer, tras la faena a "Miraflores" y mientras prosiga por el mismo camino, don Rafael Gil, torero artista si los hay –, se dio a torear al de Rancho Seco en una serie de lances a pies juntos, en una forma si no del todo clásica, de todas maneras espectacular y brillante, a lo que contribuía la brava acometida de “Miraflores”. Remató con pinturería, y oyó una ovación, la primera de las que luego brotarían en incontable sucesión... “Miraflores”, tras el fuerte puyazo y el trajín de las banderillas, había llegado al final con su bravura intacta, atemperada por el castigo recibido; dócil, nobilísimo, embistiendo con el hocico al ras del suelo; con una alegría, con un estilo, con un “son” extraordinarios... Erguido, sonriente, el chiquillo desafiaba al de Rancho Seco, llevando la faena en la diestra; acometía aquél sobre el señuelo que a su bravura se ofrecía, y brotaba, así, el derechazo lento, pausado, solemne. Cada pase superaba en calidad y en intensidad emotiva al precedente; y el ¡olé! que provocaba subía de diapasón a medida que la serie íbase redondeando... ¡El torero, ebrio de emoción artística, impelido por el fuego creador que crepitaba en su pecho, volcaba sobre la arena todo el profundo sentimiento – ¡“el sentimiento del toreo”! – que albergaba su corazón de artista ansioso de encontrar la fórmula de expresión para su mensaje! Y de los tendidos brotaba de inmediato la réplica, el eco más contundente y halagador para quienes usan coleta: ¡torero!... ¡torero!... clamaban a coro los espectadores, saboreando, ellos también y viviendo con toda la intensidad de que es capaz un aficionado, la gesta que en el ruedo se realizaba... En las alturas, las sombras eran cada vez más densas; pero en la arena había un incendio de arte que bañaba en luz y fuego a “Rafaelillo” y a “Miraflores”... Las series de toreo en redondo, con la derecha se sucedían; la emoción crecía de punto y el ritmo de triunfo aumentaba en la misma proporción en que cada muletazo resultaba más pulido, más templado, de mayor longitud. En algunos de estos, “Rafaelillo” toreó sin ver al burel; ¡tal era su nobleza!, ¡admirable toro de Rancho Seco, embistiendo con idéntica alegría, con la misma claridad, con tan depurado estilo como si en él confluyese toda la sangre bravía de muchas generaciones de bureles próceres!... Tan solo un bache registró la gran faena: fue cuando “Rafaelillo” confundió su condición de torero – artista con la de director de la banda; le perdió la cara al toro, acometió éste y le propinó la voltereta y el susto consiguiente. Mas, en cuento Rafael tornó a ponerse en torero – torero, dejándose de recursos que suelen emplear los mediocres, incapaces de provocar en otra forma la emoción popular, resurgió el bien torear; renació la emoción derivada de la evidencia del arte; y aquel sentimiento del toreo sustituido pasajeramente por la sensación del susto, readquirió la primacía conferida por la plena entrega del gran artista del toreo que es – que ayer fue cumplida plenamente – Rafael Gil “Rafaelillo”... Una entrega que encontró su expresión más dramática en el momento de la estocada: a toma y daca, yéndose sobre el morrillo con la mayor decisión a cambio de salir volteado de manera tan espectacular y peligrosa que provocó hasta la intervención de algunos – como Rafael Rodríguez y Pepe Pérez Jaén – que, como tantos más, desde el callejón presenciaban entusiasmados y extáticos la imprevista proeza. Rafael Gil puso remate a aquella. Y, aunque salió trompicado, al tornar al ruedo, vivió su momento de apoteosis, en unión del ganadero, don Carlos Hernández; las dos orejas y el rabo del admirable “Miraflores”; las vueltas al ruedo entre aclamaciones y a hombros de los capitalistas; las ovaciones, la música; en suma, el fervor popular volcado a sus pies de joven y brillante triunfador... Y para “Miraflores”, el toro que con su bravura y nobilísima condición revivió viejos lauros de su divisa, los honores del arrastre lento en torno a la barrera...”

Rafael Gil Rafaelillo
La corrida se había desarrollado en un ambiente que medió entre el sopor y la tragedia. Del resto de la corrida unos batallaron para mantenerse en pie y otros fueron la antítesis de Miraflores, pero el primero de la lidia ordinaria fue el que condicionó en gran medida lo que habría de venir. Manolo Pérez, banderillero y compatriota de Pepe Cáceres sufrió una grave cornada al ser prendido y prensado contra el burladero que está exactamente en el tendido de sol, en el otro extremo de la puerta de cuadrillas. Desde ese momento la pesadumbre se apoderó de los presentes y de quienes estaban en el ruedo y ya poco se esperaba del festejo.

Pepe Cáceres y Finito no volvieron a actuar en una de nuestras ferias, así como tampoco hemos vuelto a ver un encierro de Rancho Seco en nuestras plazas. Y en cuanto a la faena de Rafaelillo, si algún día se hiciera un recuento de las grandes faenas ocurridas en el ruedo de la Plaza de Toros San Marcos, esta es una de las que se deben tomar en cuenta.

El festejo de hoy, 11ª corrida de feria: 6 de Fernando de la Mora para Eulalio López Zotoluco, José Mari Manzanares y Arturo Macías.

domingo, 2 de octubre de 2011

Los de Abajo


Muy pertinente aclaración

Rafaelillo
Una de las obras mas grandes de la narrativa mexicana es la que lleva el título de este artículo y se debe a la autoría del médico jalisciense, don Mariano Azuela, de quien sospecho, es inclusive personaje de su propia novela, encarnado en el personaje del dotor Luis Cervantes que de ser prisionero del General Demetrio Macías, personaje central de la obra, se convierte primero en su médico de cabecera y después en su principal consejero dentro de una guerra no convencional, desarrollada en una región cercana a Aguascalientes: El cañón de Juchipila.

No pretendo plagiar el título de tan notable obra, pero creo que como en su momento lo interpretara don Mariano, el título que tomo prestado, describe a plenitud el ser y la circunstancia de aquellos a quienes me voy a referir. Ojalá que mi trabajo no falte a lo que Azuela nos legara con su magnífica obra. 

La torería actual 

Hoy en día los hombres principales de la torería son los mismos que la han dominado durante los últimos cuatro lustros. En otros tiempos se producían cíclicamente asaltos a la cumbre, pues de tiempo en tiempo surgían nombres de toreros jóvenes y otros no tanto, que se levantaban como triunfadores en las principales plazas y que con el valor de esos triunfos, reclamaban paso y sitio junto a quienes eran considerados como consagrados por la afición y por las empresas. 

Esta situación ha adquirido, a mi juicio, perfiles de gravedad en los últimos tiempos. Los resultados han demostrado que la parte central de las temporadas tanto mexicana como española, están condenadas al fracaso sí no se cuenta con la comparecencia de los diestros triunfadores de las principales plazas. Así las cosas, hoy en día, el anuncio de cualquier feria es impensable sin el concurso de Ponce, Morante o El Juli y en menor grado Perera, o Talavante y por supuesto, José Tomás; porque los demás coletudos, independientemente de su valía frente al toro, carecen, como dicen los políticos, de capacidad de convocatoria, no llevan gente a las plazas, lo que lleva a concluir en que el pretender fundar un serial de cualquier naturaleza sin el concurso de ellos, sería condenarlo al fracaso económico. 

Agradables sorpresas 

En esta temporada española que está por terminar, gracias a la televisión vía satélite, me he llevado un cuarteto de sorpresas que no puedo calificar más que de agradables. He visto salir a la arena y por ende descubierto a Rafaelillo, a Diego Urdiales, a Iván Fandiño y a David Mora, quienes han triunfado principalmente en Madrid, Sevilla o Bilbao ante encierros de los considerados como duros y demostrando, a veces aparentemente atropellando la razón, su deseo de ser toreros, de salir del ostracismo en el que a despecho de sus virtudes toreras, el status quo de la fiesta les tenía. 

Las que dan y las que quitan 

Iván Fandiño (Foto: Juan Pelegrín)
En México por regla general son los triunfos de la Capital los que trascienden. En España, las cosas funcionan algo diferente, porque el más allá de las tardes exitosas no tiene como referente a una sola plaza. Así, tenemos que Madrid, Sevilla, Bilbao o Valencia, permiten que sus triunfadores sumen fechas en otras de importancia. Es cierto también que Madrid y Sevilla dan más sitio, pero lo que es indudable, es que las plazas que dan y quitan, son más allá y eso repercute en bien de la fiesta. 

El problema fundamental para la gran mayoría de los toreros es el colocarse en los carteles que ofrecen esas plazas. Cuando se es de los de abajo, hay que estar cerca de la empresa, casi, casi mendigando la oportunidad y cuando ésta llega, será fuera de las ferias rumbosas, alternando con dos o más toreros igual de desesperados y enfrentando un encierro catalogado como duro, integrado por seis galafates de pitones pavorosos, generalmente obtenido por la empresa a precio de saldo en alguna ganadería que vivió hace muchos años sus mejores días, o que aún está en veremos sí los ha de vivir. 

Ante ese panorama, el torero de abajo se juega todo a una sola carta, sabiendo que los ases de la baraja no están en sus manos. También sabe que en esas plazas, las medias tintas sirven de poco y que todo lo que no es un triunfo, es en el fondo, un fracaso. Siempre tendremos frescos en la memoria ejemplos de esa naturaleza, que confirman lo hasta aquí expuesto. 

Dejándose matar 

Primero, Rafaelillo, en Sevilla, cerrando la feria con la corrida de Miura, se lleva una meritísima oreja a partir de, como decía don Luis Castro El Soldado, ponerle los tompeates en la jeta a la muerte. Una faena que para muchos careció de lo que se ha dado en llamar gusto, pero que estuvo sobrada de emoción y de exposición. Enseguida, Iván Fandiño le corta una oreja a la corrida de Celestino Cuadri en la corrida que cerró el pasado San Isidro. También hubo la emoción que produce la desgarrada entrega del torero que se lo juega todo a una baza y al final, sale con el triunfo entre las manos.

David Mora
David Mora es quizás el que lo tuvo más complicado, porque le tocó apurar los tragos del verano madrileño, pero eso no pareció arredrarle y en cuanto el sorteo le deparó algún toro que medio metiera la cabeza, se ajustó con él y le hizo el toreo bueno. Eso le valió entrar por la vía de la sustitución en alguna de las ferias del Norte, para refrendar allí que el paso que lleva es firme. Y Diego Urdiales. Le dejaban en el circuito de las duras y la verdad es que nos hacían perdernos de un torero de esos que se ven muy de cuando en cuando. En Bilbao tuvo una tarde muy intensa con los victorinos y no salgo de mi extrañeza de no verle en el abono de Otoño de Madrid. Cosas demasiado científicas que dijera un profesor de la Facultad.

Rafaelillo, Diego Urdiales, David Mora e Iván Fandiño, cada uno dentro de su manera de interpretar el toreo y con las limitaciones que deja el torear poco o nada, salieron a confirmar que la de los toros es una fiesta de vida y de muerte, que es una fiesta en la que no solo el folklore y la luminosidad constituyen las bases de su atractivo, sino que es una fiesta en la que, para sobresalir, se requiere ser muy hombre y muy torero y que al contrario de la forma en la que se manejan aquí y ahora las cosas, el sitio de los toreros, debe de ganarse delante de los toros. Estos cuatro toreros, jugándose la vida con autenticidad, han reclamado lo que en las oficinas de las empresas les habían regateado: La oportunidad de demostrar en las plazas su verdadera valía a costa de lo que sea. 

La corrida del día de ayer – toros de Gavira para Iván Fandiño y David Mora – es un vivo ejemplo de esa entrega rayana en la desesperación. Ante un encierro aparentemente sin opciones, dos de los diestros que me motivan a escribir esto, salieron a arriesgar el tipo y a demostrar que lo suyo no es casualidad, ni obra de la suerte. Como me dijera mi querida amiga Carmelita Madrazo hace algo más de una década sobre una cuestión similar: Están dejándose matar. Quieren ser toreros y se han dado cuenta de que solo la paradoja de jugarse la vida para salvarla, los puede sacar adelante. 

El porvenir 

Diego Urdiales
El estancamiento que vive actualmente la fiesta es evidente. Los carteles y las ferias desde hace ya más de veinte años, son más de lo mismo. Los toreros que han dominado los últimos cuatro lustros están tirados en la poltrona y como no quieren abandonarla, hacen lo indecible para evitar que se les incomode en ella. Por eso procuran evitar que surjan aquellos que pudieran quitarles el sitio. Esto nos explica el por qué de lo relativo que es ser figura del toreo en este momento. 

Las cosas debieran ser de otra manera. El que quiera conservar su sitio tendría que defenderlo, pues al margen de la tauromaquia de escritorio que hace imposibles algunas combinaciones, los de arriba tendrán que aguantar el embate de las antípodas de su escalafón, las que muy temprano en la temporada, han reclamado para ellos una tajada del pastel que hasta antes de la primera feria del año, parecía estar ya repartido. Entonces, para mantener el sitio, habrá que poder con los que estaban y además, con los que vengan empujando fuerte. 

El futuro no se muestra próspero. Aunque nos llegan nuevas de que los de abajo triunfan en alguna plaza importante, porque han sacado la casta buscando salir del anonimato, quienes tienen por negocio ofrecer toros, se adhieren al típico más vale viejo por conocido… Ojalá que quienes hacen empresa entiendan que solo dándoles toros y más toros a esos de abajo, podrán convertirse en los toreros que corten muchas orejas – para satisfacer su particular concepto de triunfo – y que les lleven a las gentes a sus plazas y dinero a sus alforjas.

Aldeanos