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domingo, 22 de octubre de 2023

A 30 años del I Congreso Mundial de Criadores de Toros de Lidia

Gráfica de la ceremonia inaugural
El Informador, 22 de octubre de 1993
De una manera casi silenciosa, con mucho tiento, en 1993, un grupo de ganaderos mexicanos, del Estado de Jalisco para ser precisos, se echaron a cuestas la tarea de reunir a los ganaderos de todos los países en los que se cría el toro de lidia. Jesús González Gortázar El Chacho, entonces titular del hierro de Castro Urdiales y a la vez Senador de la República y presidente de la Confederación Nacional de Propietarios Rurales, junto con Ignacio García Villaseñor, en esas fechas ganadero de San Mateo y de San Marcos, Francisco y Carmelita Madrazo, de La Punta, Francisco Torre ganadero de Torrevieja y el escultor Jorge de la Peña, se constituyeron en el comité organizador de ese importante evento, autorizado por la Asociación Nacional de Criadores de Toros de Lidia (ANCTL) y con el aval de la Secretaría de Agricultura y Ganadería a través de su Dirección General de Fomento Pecuario.

La revista madrileña El Ruedo salida el 19 de octubre de ese año, contenía la siguiente información remitida por su corresponsal Tadeo Alcina:

En las oficinas de la asociación nacional de Criadores de Toros de Lidia, en una sencilla ceremonia, el gobernador del estado de Jalisco tomó la protesta a los integrantes del Comité organizador del primer congreso mundial de ganaderos de lidia. Para tal evento se cuenta con la participación de España, Francia, Portugal, Colombia, Venezuela, Perú, Ecuador, Guatemala y Estados Unidos, que en conjunto suman unos 205 participantes… La reunión se llevará a cabo del 21 al 24 de octubre; de España estarán presentes el ganadero Conde de la Maza, Jaime Sebastián, Juan Pedro Domecq, Victorino Martín, Álvaro Domecq y Diez, José Murube, Iñigo Sánchez y otros. A través de su presidente, el señor Alberto Gamazo, ha pedido que España sea la sede del segundo congreso mundial en 1995. De Portugal se confirmó la asistencia del ganadero Murteira Grave…

Pareciera, por la brevedad del tiempo, que el proyecto se realizó de manera rápida o precipitada, pero el 22 de octubre, en el diario El Informador de Guadalajara, don Francisco Baruqui cuenta:

El poder de congregar a miembros pertenecientes a una actividad tal de diferentes partes del mundo es, a no dudar, una labor de gran positivismo cuando lo que se busca es el acercamiento en vías de una mayor identificación y el inicio o el fortalecimiento de lazos de amistad… Y si tal acercamiento se refiere entre gente que lo mismo procede de España, Portugal, Francia o Centro y Sur América, dedicada a la apasionante crianza de uno de los ejemplares más hermosos de la creación como lo es el toreo de lidia, cobra una relevancia singular y ejemplarizante, cuando, iniciándose, se logra organizar el Primer Congreso Mundial de Ganaderos de Lidia… El proyecto me lo comentó desde hace más de un año mi estimado amigo el Lic. Jesús González Gortázar, ganadero jalisciense de Castro Urdiales, quien inquieto siempre y con el deseo permanente de una relación significativa entre los criadores de bravo, se dio a la tarea de echar a andar el plan…

Como se puede ver, la preparación y organización del Congreso, en esas fechas único en su naturaleza, se llevó a cabo con el tiempo adecuado, dando los pasos medidos, pero firmes. Y aunque de manera protocolaria, unos días antes de su inauguración, el comité que realizaba con antelación los trabajos organizativos, fue formalmente constituido, diría yo, únicamente de cara a la galería.

La ceremonia inaugural

La mañana del jueves 21 de octubre de 1993 se abrieron las puertas del Teatro Degollado en Guadalajara, para que el entonces gobernador de Jalisco, Carlos Rivera Aceves declarara abiertos los trabajos del Congreso, en una mesa presidida por el doctor Igor Romero, director general de Fomento Pecuario y representante personal del Secretario de Agricultura y Ganadería en México, Carlos Hank González, el ganadero Jorge de Haro González, presidente de la ANCTL, y representantes de las asociaciones ganaderas de los países que concurrieron a la reunión.

El gobernador destacó en su alocución la cultura que los jaliscienses tienen en las actividades agropecuarias y la importancia que tendría, para todos los asistentes a la reunión, la generación de conclusiones que fortalezcan la crianza del toro de lidia, actividad en la que el Estado de Jalisco tiene una posición destacada a nivel nacional.

Por su parte, el presidente de la ANCTL expresó:

Nos reunimos aquí con motivo de lo que nos motiva y desvela: el toro de lidia. El día de hoy los ganaderos de reses bravas iniciaron una estrecha relación que esperamos sea para siempre… en nuestro país se vive la experiencia de un rápido desarrollo que necesariamente nos lleva a una transformación, respaldado por los principios de modernidad que también incluyen el cambio…

Concluida la ceremonia los asistentes se trasladaron al Museo de la Ciudad, donde se inauguró, bajo el auspicio de la casa Pedro Domecq, una exposición de esculturas de Jorge de la Peña, cuadros del pintor nativo del Puerto de Santa María, Juan Lara, con temática del campo bravo mexicano y de monturas charras obra del talabartero oaxaqueño Jesús Mejía Olea. Allí las atenciones corrieron a cargo de don José Ariza, funcionario de la compañía vinícola.

Posteriormente los congresistas e invitados se trasladaron al Lienzo Charro Ignacio Zermeño, en donde se les ofreció una charreada y como fin de fiesta el matador de toros tapatío Pepe Murillo lidió y mató un toro con lucimiento.

Juan Pedro Domecq y el toro artista

El viernes 22 se presentaron las distintas ponencias, a cargo de los ganaderos Juan Pedro Domecq, Victorino Martín hijo, José Chafic, el escritor y periodista Filiberto Mira y de don Francisco Madrazo Solórzano.

Juan Pedro Domecq expuso su punto de vista sobre la crianza del toro de lidia y el proyecto que pretendía realizar en su ganadería, que lleva el legendario hierro de Veragua. Quizás por primera vez en un evento público, externó su teoría sobre lo que el llamó el toro artista, que dijo, es el toro que tiene fijeza y ritmo y que llega embistiendo hasta el final de la faena. Lo opuso al toro fiero, del que dijo, es el que al final de la lidia tiende a rajarse, aunque reconoció que es el toro fiero es el que permite ver la diferencia entre toreros.

En su turno, Filiberto Mira hizo un esbozo genealógico de lo que era en esas fechas la ganadería brava en México y alabó la adaptación del toro traído de España a las condiciones que tenemos en México. Afirmó que el toro de lidia aquí estaba debidamente mexicanizado. También evocó a nuestros toreros de la Edad de Oro, recordando grandes faenas de Fermín Espinosa Armillita, Lorenzo Garza, Alberto Balderas, José González Carnicerito y haciendo una evocación de la creatividad capotera de nuestros toreros reflejada en los bellos quites de Pepe Ortiz y de Calesero.

No hay evidencia periodística de la participación de la doctora Irina Maltseva, pero don Pepe Chafic, habló largo sobre la inseminación artificial como una importante herramienta en el futuro de la ganadería de lidia en el mundo, y le recordó a los presentes que el primer ganadero de toros de lidia en el mundo que aprovechó con éxito la inseminación artificial fue don Luis Obregón Santacilia. Terminó comentando a los presentes que él estaba experimentando con ella, aunque fuera del país, porque la legislación no le permitía aplicar a plenitud esas técnicas en México.

Posteriormente, Victorino Martín García expuso a los presentes un panóptico sobre el origen y los diversos encastes del toro de lidia actual en España y la presencia que tienen en las diferentes plazas europeas.

Y le tocó cerrar la sesión a don Francisco Madrazo Solórzano, quien expuso un trabajo de revisión histórica evocadora de una importante época de la fiesta en México que provocó muchas emociones en los asistentes y que conmovió a más de alguno. Fue quizás, la intervención más aplaudida de toda la reunión.

La tienta en El Cuadrado

El sábado 23 de octubre don Ignacio García Villaseñor organizó una faena de tienta para los asistentes al Congreso en su rancho El Cuadrado, en esos días asiento de las ganaderías de San Mateo y San Marcos, en donde nuestros visitantes del extranjero podrían apreciar la manera en la que se llevan a cabo las distintas tareas que son consustanciales a la selección del ganado de lidia.

En la tienta de hembras, la sorpresa grata para los asistentes fue el asolerado toreo del ganadero de El Batán, el matador de toros Gabino Aguilar, el único torero mexicano que ha recibido la alternativa en la Corrida de la Beneficencia en Madrid. Ese día, muchos de los ganaderos españoles que le habían visto vestido de luces, salieron emocionados del tentadero de El Cuadrado por lo hecho por el torero de la Hacienda de Piedras Negras.

El mensaje de Conchita Cintrón

En el diario El Informador de Guadalajara, el mismo 23 de octubre, apareció una publicación en la columna semanal que allí llevaba la torera universal Conchita Cintrón, que entre otras cosas dice:

Quienes rodean la fiesta, y sobre ella escriben, hablan y pontifican, suelen tener ideas heterogéneas sobre las causas de su aparente decadencia; las razones que rodean las figuras de relumbrón; los fracasos de los empresarios, la ignorancia de los toreros neófitos, la desvergüenza del afeite y la falta de trapío, que se verifica en ciertos encierros.

Pues bien: los ganaderos son, han sido y serán, los únicos responsables de todo lo miserable y todo lo grande dentro de las tardes de toros. Ellos tienen, en sus manos, el único elemento puro e incorruptible de la fiesta. Esperemos que de este Congreso resulte una unión fuerte y fraternal entre ellos. Romántica, porque “lo otro” no tiene cabida en las dehesas del campo bravo. Y aprendan a hacerse respetar como es debido, pues olímpica es su responsabilidad de ser fieles guardianes de la única verdad que nutre el planeta de los toros.

El mensaje de la llamada Diosa Rubia es contundente. Los criadores del toro de lidia son quienes tienen la verdad de la fiesta en sus manos. Y esa verdad sigue siendo válida, a tres décadas de distancia.

La clausura

El Congreso fue clausurado la mañana del domingo 24 de octubre y por la tarde se celebró en el Nuevo Progreso una corrida de toros en la que actuaron Mariano RamosCésar Pastor y Jorge Gutiérrez ante toros de José Julián Llaguno

De acuerdo con la información publicada en El Ruedo de Madrid el 3 de noviembre siguiente, se acordó que la sede del siguiente Congreso sería España, a determinarse la ciudad en la que se celebraría:

España será la sede en el 95 del Segundo Congreso Mundial de Ganaderos de Toros de Lidia. El primero se celebra por estas fechas en México… Aunque aún no está determinada la ciudad, se tienen en mente los nombres de Sevilla y Salamanca. Uno de los puntos que se han tratado con mayor interés es el posible intercambio de semen de toro, ya que en países de la Comunidad Económica Europea existen restricciones sanitarias que harían muy caro el transporte de sementales, con lo que vendría muy bien ese intercambio, labor que también refrescaría el campo bravo en Sudamérica.

Como se puede ver de la nota, el tema de la inseminación artificial parece ser que fue el que más llamó la atención para la transferencia de simiente de Europa hacia América, aunque en los hechos, faltaba poco más de un año, al menos en el caso de México, para que se reabrieran las fronteras a la importación de ganado de lidia de España, con fines de reproducción.

Para concluir

Así, a vuelapluma, recuerdo la celebración del primer Congreso que reunió a criadores de toros de lidia de todos los lugares del mundo en los que esta actividad pecuaria especializada está presente, con la finalidad de mantener la cercanía entre quienes se dedican a esa actividad y el intercambio de conocimientos entre ellos.

Los ganaderos del mundo han seguido reuniéndose cada dos años. La próxima reunión será aquí en Aguascalientes el próximo 2024, esperemos que el estrechamiento de sus lazos de amistad y el intercambio de conocimientos los lleve a seguir engrandeciendo la fiesta.

domingo, 4 de junio de 2023

4 de junio de 1933: Se presenta Eduardo Solórzano en ruedos de España

Eduardo Solórzano visto por Roberto Domingo
Cuando sale al recuerdo el nombre de Eduardo Solórzano, generalmente se nos presenta en lo que parece ser un discreto segundo plano. O lo traemos a la discusión como el hermano menor del Rey del Temple, o ya activo en el ruedo, en esa especie de tercer hombre en la tarde en la que Silverio Pérez le confirmó su alternativa a Manolete en El Toreo de la Condesa y si nos acercamos más en el tiempo tendremos presente a un eficaz y eficiente funcionario de la Casa Domecq o al que junto con el doctor Alfonso Pérez Romo y don Julio Díaz Torre, orquestó el giro copernicano que dio a la arista taurina de nuestra Feria de San Marcos mucho del sentido que actualmente tiene.

Pero Eduardo Solórzano, el torero, escribió en los ruedos su propia historia, quizás no tan prolija como la de su hermano Jesús y tuvo también en su hacer ante los toros el argumentario para haber podido reclamar, en su día, un sitio de figura del toreo. El recuento final quizás no lo acredite así, pero dejó obras suficientes para tener en la historia del toreo un espacio propio a su nombre, con hechos y realizaciones que merecen ser reconocidos.

Eduardo Solórzano había emigrado desde Morelia a la capital de la República a mediados de la década de los veinte del pasado siglo para buscar empleo y así apoyar a los suyos. Se pudo colocar en la Dirección de Alumbrado Público como inspector y también allí empezó a seguir los pasos de su hermano mayor, quien buscaba ser torero. Al final, la historia nos enseña que su hermano mayor, en esos días, fue el ganador de la Oreja de Plata de 1929 y que, en retribución, recibió la alternativa en la temporada grande siguiente.

Eduardo se presentaría en El Toreo de la Condesa el domingo 21 de septiembre de 1930. Lo haría en un festejo de oportunidad, penúltimo de esa temporada de novilladas, en el que junto con Miguel Gallardo El Diablito, César Rendón El Tepiqueño, Jesús Monroy, José Ledesma El Garcero y Rafael Chávez, enfrentarían un encierro de Malpaso. En la misma tarde, se ofrecía como fin de fiesta, la lidia del toro Pregonero de Rancho Seco, por parte de Jesús Guajardo El León de Mixcoac, mismo que el domingo anterior había sido enfrentado a un león, saliendo victorioso. Rafael Solana Verduguillo, en su juicio crítico del festejo, aparecido en El Taurino, salido a los puestos el jueves 25 siguiente, consideró:

Tiene el mismo estilo de su hermano Jesús, quien probablemente le dio las primeras lecciones... Desde luego Eduardo Solórzano es un valiente de verdad; no le asustan los pitacos. Torea muy despacio, tanto con el capote como con la muleta, y entusiasma y emociona por lo cerca que se pasa al enemigo... No vacilo en asegurar que será uno de los ases de la próxima temporada novilleril... Es banderillero fácil, y en todo momento está en su sitio. Hoy conquistó un triunfo auténtico; es un torero de porvenir... Debe corregir el defecto que tiene a la hora de herir, lleva siempre el brazo suelto, y la mano izquierda muy alta. Desaparecido este detalle, Eduardo ocupará sitio envidiable...

Así pues, uno de los críticos más avezados y que más toreros habían visto en la última década, consideró que en Eduardo Solórzano había un torero en ciernes. Y en retrospectiva, creo que no incurro en error al afirmar que no se equivocó.

Su campaña española en 1933

Los hermanos Solórzano salieron rumbo a España desde Veracruz, a principios de abril de 1933. El Rey del Temple convalecía del cornalón que apenas el 26 de febrero anterior le había inferido Lancero de Rancho Seco y que al final de cuentas le arruinó su campaña española y cuenta su sobrina doña Carmelita Madrazo, que Eduardo tenía por tarea el dar masajes a su hermano en la pierna herida, con la finalidad de reanimarle la circulación en el miembro lesionado.

Ya en Madrid, el apoderado del Rey del Temple, don Antonio Barrera, puso a su hermano en contacto con don Juan de Lucas, quien apoderaba toreros y, además, era empresario de la plaza de Vista Alegre en Carabanchel, quien le ofreció colocarlo en alguno de los carteles que ofrecería en esa plaza. Para prepararse, se fue con Jesús a Jandilla, la finca a la que don Juan Pedro Domecq y Núñez de Villavicencio había trasladado los ganados que adquirió en 1930 de Manuel Martín Alonso y que eran originariamente la ganadería del Duque de Veragua y que un par de años antes había aumentado con ganados de origen Parladé provenientes del Conde de la Corte, la Marquesa de Tamarón y de Ramón Mora Figueroa.

Fue en Jandilla donde Eduardo Solórzano tuvo su primer contacto con el toro español y se preparó para iniciar su andadura por aquellos ruedos, seguramente fue uno de los toreros que tomaron parte en el proceso de selección de las pocas vacas veragüeñas que permanecieron en el hato de Domecq, pues el grueso del ganado de ese origen se dejó fuera de la base de la ganadería que actualmente es el origen del encaste mayoritario del toro de lidia español.

Domingo 4 de junio de 1933

Fue en la plaza de Vista Alegre, la popular Chata de Carabanchel, donde se estimó que Eduardo Solórzano debería salir a demostrar a la afición y públicos sus cualidades como torero. Para el efecto, se anunció un encierro de don Celso Pellón, ganadería formada inicialmente con ganados de Campos Varela y aumentada después con sementales de Santa Coloma, para Félix Fresnillo Varelito II, el riojano Vicente Martínez Niño de Haro y el debutante mexicano Eduardo Solórzano.

La impresión que causó el joven torero moreliano al público de Madrid que acudió a Carabanchel en lugar de asistir a la corrida que en la misma fecha se dio en la plaza de la Carretera de Aragón, e igualmente a la prensa especializada, fue extraordinaria. Escribió R. Solís en El Heraldo de Madrid:

Lo da la tierra y además de casta le viene al galgo. Eduardo Solórzano, hermano pequeño – no por la estatura – del matador de toros que en estas tierras conquistara fama y gloria, y que ahora nos dice: «¡Ese es mi hermanito!», y lanza a la fiesta brava la figura de este mozo espigado y cimbreño que muy pronto, muy pronto, se alzará en todos los ruedos españoles como supremo artífice de la torería, dueño y señor de la técnica y del dominio y encarnación suprema del buen arte de torear… ¡De Méjico ha llegado un torero, señores!... De Méjico y más le cuadrara haber venido de Ronda o de Sevilla o de Córdoba la Sultana o de las marismas de Andalucía la baja, porque la gracia de su estilo y la fina solera de su arte y la afición que echa a las suertes pregonan el casticismo de su cuna… Porque Eduardo Solórzano, después de lo de ayer, no apuntó, «dibujó», que como torero ha de ser muy pronto figura máxima de la torería. Y si no, al tiempo…

Por su parte, quien firmó como X, en La Libertad, se expresó de su actuación de la siguiente forma:

En una sola actuación y en un solo toro se ha revelado como un excelentísimo torero el mejicano Solórzano. El domingo, por la noche, no se hablaba en Madrid de otra cosa. Diríase que fué el suceso del día. Que, si Solórzano torea con el capote con igual escuela, pero con más gracia que su hermano; que si banderillea con la elegancia de un Gaona; que si se adorna y domina con la muleta como el mismísimo Ortega... Todo esto y mucho más se comentaba a voz en grito en las peñas y corrillos taurinos. Desde luego, yo ni afirmo ni niego; no le comparo a nadie, porque creo que los artistas, todos en general, pierden valor en cuanto se íes compara. Ahora bien; lo que sí creo, y de ello estoy convencido plenamente, es que, si el joven Solórzano repite aquellos lances maravillosos que le administró al tercero de la tarde, bravo novillo, por cierto; si les anda a los loros con aquella majestad y aquella elegancia con que anduvo en los dos pares de banderillas, y si, finalmente, la faena de muleta ligada que realizó, la primera parte destinada a dominar a la fiera – algo pequeña en este caso –, y la segunda a torear con arte variado y extenso repertorio, no es fruto de la casualidad, mucho, desde luego, se puede esperar de este torero de allende los mares que ha entrado en Madrid por la puerta grande, acompañado por los halagos más entusiastas de nuestra buena afición... Cuando en otros toros se le vea y en ellos se pueda medir la densidad de su valor y sus recursos de toreo, hora será de que yo le enjuicie. Hoy por hoy, sólo diré que en un toro brevísimo se superó...

En el ABC madrileño, M. Reverte hizo las siguientes reflexiones:

Otra novillada bien organizada se celebró el domingo en esta plaza. Se lidiaron toros de Campos Varela, que fueron de buen tamaño, cornalones y de excelente presentación. Pelearon bien con los caballos, especialmente el cuarto... Eduardo Solórzano causó excelente impresión. Toreó muy bien de capa a su primero. Maneja el capote con suavidad y apuntó fineza y buen estilo. Se le aplaudió mucho, así como en el tercio de quites. Puso dos pares de banderillas, y en uno de ellos sufrió un serio achuchón. Con la muleta siguió mostrando dominio y modos de buen torero. Mató de dos pinchazos y media atravesada, y después de dar la vuelta al ruedo pasó a la enfermería...

Y por su parte G. Carrión, en La Voz, escribió en su crónica el siguiente relato:

La presentación en esta plaza del novillero mejicano Eduardo Solórzano había despertado gran interés, pues venía precedido de un cartel estimable. Su debut respondió a la expectación. Con e1 capote toreó de forma admirable, parando, templando, cargando la suerte, adelantando la pierna, llevando las manos bajas; toda la técnica del toreo clásico, macizo, verdad. El público, entusiasmado con la labor del torero mejicano, le aclamó en cada lance y al final la hizo objeto de una gran ovación. La faena de muleta, valiente y lucida, no estuvo a tono con los lances, pero fué también muy aplaudida. Banderilleó a este novillo con facilidad y soltura. Con el acero pinchó tres veces. Se le ovacionó y dio la vuelta al ruedo, pasando después a la enfermería, de donde ya no salió. Un debut brillante y prometedor de mejores tardes…

El parte facultativo

Los doctores Verdú y Lumbreras, encargados del servicio médico en la plaza de Vista Alegre, rindieron el siguiente parte de las lesiones que impidieron a Eduardo Solórzano salir a lidiar el sexto de la tarde:

Durante la lidia del tercer toro ha ingresado en la enfermería el espada Eduardo Solórzano con una distensión ligamentosa en la articulación del pie derecho, que le impide continuar la lidia.

Varias de las crónicas, sobre todo las publicadas en los diarios Ahora, La Tierra y Luz cuestionaron la gravedad de la lesión y el pundonor del diestro y la necesidad de que los médicos decretaran que no podía continuar en la lidia. Por su parte, doña Carmen Madrazo narra en sus apuntes relativos a la vida del torero, que la realidad es que el sexto novillo de Pellón fue desechado por los veterinarios y fue sustituido por uno de Leopoldo Abente, viejo y corraleado y por consejo de don Juan de Lucas, se emitió el parte para que no tuviera que salir a lidiarlo.

Sus números finales

Eduardo Solórzano, de acuerdo con el semanario Toros y Toreros fue uno de los tres novilleros mexicanos que actuaron en España ese 1933 – los otros dos fueron Lorenzo Garza y Luis Castro El Soldado – y sumó 9 tardes en plazas como la mencionada de Vista Alegre y las de Tetuán, La Línea de la Concepción y Barcelona

Eduardo Solórzano permanecería en España hasta el año de 1936, esperando recibir la alternativa hasta el final de esa temporada, pero entre la ruptura de las relaciones entre las torerías de España y México y la Guerra Civil, lo hicieron volver a México a obtener el grado aquí. De esos asuntos habrá espacio y tiempo para escribir en su momento. 

domingo, 4 de septiembre de 2022

5 de septiembre de 1948: Rafael Rodríguez se presenta en la Plaza México

Dr. Alfonso Gaona, Rafael Rodríguez y Juan Espinosa Armillita
Plaza México, 5 de septiembre de 1948 - Foto: Carlos González
Colección de la Familia Rodríguez Arellano

El nombre de Rafael Rodríguez comenzó a sentirse en el ambiente taurino hidrocálido durante el año de 1947. Empezó a ser conocido como un torero de un valor imperturbable, pues se quedaba bien quieto ante las reses que se lidiaban en las ferias regionales de las localidades aledañas a Aguascalientes, en las que generalmente se corrían novillos defectuosos, de media casta o vacas. Muchos pensaron que, si Rafael le pudiera hacer a los toros lo mismo que les hacía a esos animales, casi con seguridad, llegaría a ser figura del toreo.

Don Arturo Muñoz La Chicha, quien fuera banderillero fijo en la cuadrilla de Rafael Rodríguez, le contó en su día a Gustavo Arturo de Alba:

Allá por julio del año 47, todo el mundo lo conocía como “Rafaelillo”. Quién lo trajo aquí fue Alejandro Cázares y luego – luego, comenzó a correr el run – run de que “Rafaelillo” quiere ser torero… Pero en realidad yo no lo había visto torear, sino hasta el día 8 de enero de 1948, en que toreaban en Tlaltenango, Zacatecas, “Calesero” y Jesús Guerra “Guerrita”, en un mano a mano. El empresario de la plaza – no me acuerdo como se llamaba – le preguntó a “Calesero” que, si le podía echar dos novillos a Rafael Rodríguez “Rafaelillo” … Calesero le dijo: “Si hombre, como no, échele los que quiera” … Le echó, entonces, dos toros el empresario ese a Rafael, pero bien servidos, híjole, fue la primera vez que yo vi torear a Rafael Rodríguez, el domingo 8 de enero del año 48. ¿Cómo estuvo Rafael? Mecachis en la mar salada… estuvo imponentísimo, es esa la ocasión en que yo vi torear por primera vez, a ese torero, “Rafaelillo” …

Después de esa actuación de principios de año, Rafael Rodríguez se presentó en un festival que se dio en la plaza de toros San Marcos, el 4 de abril, a beneficio de la Cruz Roja y de los festejos para celebrar el Día del Soldado, lidiando un novillo de Garabato y alternando con Fernando Brand, Felipe Ávila, Andrés Guerrero, Alfredo Rivera y Felipe Bernal El Chelín en la lidia de novillos de Garabato y Presillas.

Las primeras novilladas

Y sí. En esa tarde de festival Rafael Rodríguez dejó una firme declaración de intenciones y captó el interés de los aficionados. Tanto, que dos de ellos, don Jesús Pérez Jiménez y don Rafael Hernández Guerrero, sin dedicarse a ello, se propusieron organizar una novillada para que el todavía conocido como Rafaelillo pudiera presentarse aquí vestido de luces y corroborar lo que se hablaba de él y lo que apuntó en el festival de abril. Esto contó don Rafael Hernández a Carmelita Madrazo sobre ese particular:

Anunciamos la corrida para el 18 de julio. Mi compadre Jesús Pérez quiso que toreara otro muchacho de aquí y que le decíamos “El Trabao” y que se llama Juventino Mora y toreaba bonito... Además, iba a venir un novillero que estaba en el candelero en esa época, y ya nos habíamos arreglado con él en el precio. Se llamaba Tacho Campos... Se me ocurrió invitar a los hermanos “Armilla”, que en paz descansen, pero no los encontré en Chichimeco. Yo tenía ganas de que ellos vieran torear a “Rafaelillo” para que lo ayudaran. “Rafaelillo” tuvo un gran triunfo y cortó oreja. Lo mismo que gané con la entrada, fue lo que perdí. Pero no me importó pagar programas y volantes, que por cierto decían: “¿Quiere usted ver el nacimiento del próximo mandón de la torería de aquí y de allá? Vaya a ver a Rafael Rodríguez…

La crónica aparecida en El Sol del Centro del 19 de julio de 1948, entre otras cosas dice:

“Guadañero” fue el nombre que tocó al novillero “Rafaelillo”, negro bragado y caído de pitones y de buen estilo. Lo recibe con tres verónicas de ensueño, rematando con la brionesa y armando el escándalo en los tendidos. Después de la primera vara logró un quite por gaoneras que le fue coreado por el público con ¡olés!, y cuando hace el segundo quite, también por gaoneras muy ceñidas, los tendidos salen gritando ¡torero!, ¡torero! Campos realizó un quite por ajustadas verónicas y recibió palmas, mientras “Rafaelillo” brinda a todos los aficionados el segundo tercio y deja los tres pares en todo lo alto, siendo el último muy aguantado y exponiendo una barbaridad. Escuchamos música y palmas. Toma la muleta y vemos unos cuantos muletazos de tanteo, un ayudado por alto muy ajustado, tres derechazos mandones, otro ayudado por alto, pasándose al toro cuan largo es y aquí viene lo bueno, cuando ejecuta cuatro derechazos más, una serie de naturales enloqueciendo a los aficionados y cinco manoletinas. Nuevamente escuchamos ¡torero!, ¡torero!, pero fue una verdadera lástima que con el estoque haya estado muy desafortunado, al darle por lo menos cinco pinchazos y una buena estocada hasta el puño, pero la oreja se le fue, siendo premiada su labor con dos vueltas al ruedo y salida a los medios… En su segundo toro casi hizo la misma labor que a su primero, interviniendo en los tres tercios, pero cuando tomó la muleta fue zarandeado por el astado, en que por fortuna no pasó del susto. De todos modos, convirtió la plaza en un manicomio y ahora sí se ganó las dos orejas del toro saliendo en hombros y siendo paseado por las calles, pues bien, se lo mereció ya que, con solo un pinchazo, una estocada hasta el puño, un tanto ladeada y otra entera en buen sitio, terminó esta inolvidable faena...

Juan Espinosa Armillita asistió al festejo e incluso, pospuso un viaje a la capital para ver al torero que le recomendaban los empresarios de esa ocasión. Pero también lo vio el ganadero de Corlomé, don José C. Lomelí, quien al final de la tarde le ofreció a Rafael Rodríguez una nueva actuación, esta vez en San Luis Potosí, el 29 de agosto siguiente, alternando con Manuel Capetillo y Curro Ortega, ambos revelación de la temporada de la capital mexicana. Sigue narrando La Chicha:

...en San Luis Potosí... toreaban Manuel Capetillo, Curro Ortega y Rafael Rodríguez con 6 toros de Corlomé. Se llegó el domingo en la mañana, iba yo para el sorteo a la plaza El Paseo de San Luis y, antes de llegar a la puerta de la plaza venía Enrique Borja... (con voz chillona, “La Chicha”, imita al papá del goleador mexicano): “Chicha, ¿qué andas haciendo, pues eso te tengo que decir a ti, yo vengo a torear y ¿tú?, (otra vez me enfatiza el recuerdo con la voz chillona), no pues yo vine a ver, que me despachó el doctor Gaona a ver a ese “Rafaelillo”, ¿qué tal es?” ... Le dije, mira, si te digo que es bueno y no te gusta, vas a decir que soy muy tonto, y se te digo que es malo y te gusta igual, mejor después de la novillada hablamos...”

La tarde de San Luis se saldó con un triunfo rotundo de Rafael Rodríguez. Don Arturo Muñoz cuenta el desenlace de la siguiente forma:

Enrique Borja le habló por teléfono al doctor Gaona quien le decía, que sí lo podía poner, pero de aquí a un mes... yo estaba escuchándolo, y entonces, Enrique le decía: “¡Qué un mes ni que nada! … ¡Qué de aquí a un mes, ni que nada, pa’ mañana está pa’ ponerse ese torero! …”. Y dicho y hecho al domingo siguiente, el 5 de septiembre se anunció a Valdemaro Ávila, Manuel Capetillo y Rafael Rodríguez con seis novillos de Pastejé...

La presentación en la Plaza México

Valdemaro Ávila, torero de Aguascalientes y que fue parte de la generación de novilleros que hicieron la transición del Toreo de la Condesa a la Plaza México, le contó a Carmelita Madrazo lo siguiente:

Ese 5 de septiembre de 1948, llovió a cántaros. A la hora en que debíamos hacer el paseíllo, el agua no paraba. El ruedo estaba imposible para torear. Por más aserrín que le ponían, corría junto con el agua. Estuvimos esperando hasta las 5.30 para ver si cedía la tormenta, o de plano se suspendía… Como yo era el primer espada, en mí recaía la responsabilidad. “Don Difi” me ordenaba que suspendiera la corrida, pero el empresario Alfonso Gaona me insistía que saliéramos porque la empresa perdía dinero. Me sentí sumamente presionado… Así es que accedí contra la voluntad de “Don Difi” ... La desilusión más grande que tuve fue ver que el público estaba tan frío como la tarde... salió Rafael y aquello fue el acabose. La gente se volcó de entusiasmo. Estuvo en plan grande. Muy valiente. El toro le dio varias marometas, no era raro en él debido a lo que exponía; además, era la época en que él todavía no perfeccionaba su toreo. En cada marometa, Rafael se ponía de pie como si nada, sin verse la ropa. Al toro otra vez… Acercándosele tanto, que los cuernos le rozaban la faja. Así se toreaba en aquellos años…

El diario El Informador de Guadalajara, el 6 de septiembre siguiente, en breve croniquilla de agencia, transmitió la siguiente información acerca del resultado del festejo:

Terminando en las sombras de la noche, la novillada de hoy, que por la intensa lluvia que estuvo cayendo se inició después de las 17:30 horas, fue un triunfo para Rafael Rodríguez, que cortó dos orejas y un rabo saliendo en hombros... Sobresalió su labor en el tercero, en el que, en quites largó cinco fregolinas de clase, rematando con media rebolera que se le aplaudió estruendosamente... Con la muleta, varios derechazos y el de la firma, algunos por alto, uno de pecho. Más derechazos, por alto increíbles cayendo sombreros al ruedo, siguiendo con manoletinas ajustadísimas, terminando de una sola estocada hasta la bola... Cortó oreja y rabo y dio la vuelta al ruedo... En el sexto, ya de noche, Rafael hizo quites por chicuelinas. Al banderillear fue zarandeado aparatosamente, sin consecuencias, clavando un par superior en los medios. Da varios pases por alto de pitón a pitón, adornándose agarrando un cuerno y dominando completamente al toro, matando de una entera que tira sin puntilla. Cortó otra oreja y salió en hombros... Valdemaro Ávila y Manuel Capetillo resultaron opacados por las faenas de Rodríguez, estuvieron voluntariosos, pero poco afortunados debido a que no se pudieron acomodar con el ganado... Capetillo logró algunas palmas en el quinto a la hora de matar por la forma de hacerlo, pero sin nada notable en el trasteo…

Al final de la tarde, Rafael Rodríguez salió de la Plaza México en hombros de los entusiasmados aficionados, con el rabo de Panadero y la oreja de Gitano en las manos, como resultado de una de las presentaciones más sensacionales que haya tenido un novillero en esa plaza.

El devenir de Rafael Rodríguez

Breve tiempo después, Rafael Rodríguez dejaba de ser Rafaelillo para transformarse en El Volcán de Aguascalientes, sobrenombre acuñado por Paco Malgesto. Contó el cronista Alejandro Hernández Rodríguez a Carmelita Madrazo:

En tanto periódico y revista que leí, ninguno menciona quién bautizó a Rodríguez, Capetillo y Córdoba como “Los Tres Mosqueteros”, y lo más curioso, de todas las personas que entrevisté, tampoco tenían la certeza de saberlo. Solamente una de ellas, Alejandro Hernández, me aseveró que lo sabía porque un buen día le dijo a Rafael: “¿Quién te puso “El Volcán de Aguascalientes”? … Paco Malgesto… «Por eso me consta que fue Malgesto. Muchos piensan que fue Don Dificultades, pero no. Don Difi jamás fue simpatizante del Volcán… »

Y así pasaría a la historia, como El Volcán de Aguascalientes, el torero al que, en las casas, el día que toreaba, se le encendían veladoras para pedir al cielo que saliera de la plaza con bien y triunfante. El torero que, según el doctor Gaona, era un dechado de educación:

Rafael Rodríguez fue uno de los po – quí – si – mos toreros atentos y agradecidos que yo conocí. En mis cincuenta y cuatro años que tengo de estar en la fiesta de los toros, solamente puedo recordar como agradecidos a Rafael y a Chucho Solórzano “El Rey del Temple”. Desde el momento en que Rafael llegó a mi oficina y nos tratamos, nunca dejó de buscarme todas las veces que venía a México. También me visitó cuando ya estuve fuera de la empresa…

Esa tarde de domingo de hace 74 años, se gestaba un parteaguas en la historia del toreo mexicano. Rafael Rodríguez fue uno de los que lo generaron.

domingo, 12 de abril de 2020

José C. Madrazo. Esbozo de un retrato

José C. Madrazo a la izquierda de Luis Miguel Dominguín
y Lucía Bosé, Plaza de Las Ventas Cª 1956 
Durante alrededor de cuatro décadas los toros de La Punta se anunciaron en los carteles como propiedad de don Francisco y don José C. Madrazo. La propiedad de la ganadería por ambos hermanos data del año de 1918, cuando inician la crianza de ganado de lidia con vacas de San Nicolás Peralta y dos sementales españoles: uno de Parladé, llamado Pinchasapos, y el otro de Saltillo, de nombre Finezas.

En 1925 los hermanos Madrazo se decantan por el encaste Parladé e importan, en dos lotes, ganados de Gamero Cívico y de Campos Varela. En ese giro, que sería histórico, formarían una ganadería que sería durante muchos años la más larga del mundo, tanto en superficie territorial como en número de vientres, pues en algunos años llegarían a tener mil vacas núbiles, todas con una importante característica, su sangre no había sido mezclada con ganados criollos nacionales; es decir, el encaste original se mantuvo siempre en pureza.

Interesante es que aún cuando los carteles anunciadores contemplaban a don José Madrazo como condueño de La Punta, el grueso de la grey taurina y de los medios de comunicación consideraran a don Francisco como el artífice de la ganadería. Pareciera que se hacía menos a don José. Sin embargo, hurgando un poco en los acontecimientos, se puede advertir que cada uno de los hermanos tenía una función bien definida en el devenir de La Punta – y de Matancillas, después – y que la huella de esta histórica vacada tiene la firma de ambos.

Una gran collera

José Cipriano Madrazo y García Granados nació, como todos los varones de su familia, en la casa de la hacienda de La Punta, el 14 de septiembre de 1889. Fue el cuarto hijo del matrimonio formado por don Ignacio Madrazo y Carral y doña Carlota García Granados. Recibió, seguramente, una educación esmerada y se le formó para dirigir lo que hoy llamaríamos una empresa agropecuaria de gran envergadura. Al fallecimiento de sus padres, por herencia se adjudicaron a él y a su hermano Francisco las fincas de La Punta y Matancillas.

Su segundo nombre – Cipriano – no era de su gusto, según nos cuenta su sobrina Carmelita Madrazo en el libro Mis Muertos:
Era el hermano pequeño de mi padre, quien le llevaba casi cuatro años. Todo el mundo lo conoció por José C., o Pepe Madrazo. El ponerse José C. se debió a que su segundo nombre – Cipriano – no le agradaba mucho, pero tampoco le disgustaba tanto como para no poner el toque «chic» de José C.
El manejo de las cosas del campo lo llevaba don Paco con la ayuda de su esposa, María Luisa Solórzano, hermana del matador Jesús, El Rey del Temple. Eso era su pasión y la razón de su vida. Sin embargo, el funcionamiento de una ganadería de toros de lidia a veces trasciende lo que sucede en los cerrados y en los tentaderos. Y más aún en aquella época en la que México acababa de salir de una Revolución que dejó como una de sus herencias una reforma agraria, que mal entendida, se enfocó en deshacer unidades eficientes de producción con la finalidad de repartir tierras a campesinos inhábiles para hacerlas producir por falta de recursos para ello.

Así lo refiere Carmelita Madrazo, sobrina de don Pepe en Cornadas al Viento:
Mi padre y mi tío Pepe fueron en cierta forma una sola persona. Yo misma nunca supe en dónde comenzaba uno y en dónde terminaba el otro. Es como cuando en un día nublado se mira al horizonte, es muy difícil distinguir en dónde terminan los cerros y en dónde empieza el cielo. No puedo pensar en uno de ellos sin recordar al otro. Siempre estaban juntos, unas veces discutiendo y otras no...
Y es que en esa especie de teoría del alter ego, don Pepe era el diplomático, el negociador, el que hacía las gestiones en la Presidencia de la República, en las Secretarías de Estado, con los Gobernadores o en los despachos de los taurinos. Su carácter y su forma de llevar la mano de hierro envuelta en un guante de seda le permitieron siempre obtener resultados convenientes para sus ganaderías y para sus pares.
Todo ese boato, a su hermano Paco no le atraía demasiado y aprovechaba la habilidad de Pepe para las relaciones públicas y que él tuviera contacto con Presidentes, Ministros, Gobernadores que los ayudaran a solucionar los problemas que en el campo se iban presentando...
Esa habilidad para relacionarse con las personas le permitió sentar a su mesa y dialogar con todo tipo de personas. Tuvo una profunda amistad con el embajador Justo Sierra Casasús – en su día Secretario Particular del Presidente Adolfo López Mateos y aficionado práctico –, quien llegó a pasar temporadas en La Punta. También pudo reunir en torno suyo a personajes como los ganaderos Manuel Buch y Escandón, Agustín Barbabosa y Jerónimo Merchand; los empresarios Antonio Algara, Alfonso Gaona y Jesús Ramírez Alonso, o a los escritores Carlos León y José Alameda.

Con todos esos personajes tuvo amistad y pudo establecer una importante trama de relaciones que le fueron útiles para el desarrollo de sus funciones tanto como ganadero de La Punta, como en las distintas funciones que desarrollaría en los entretelones de la Fiesta en tiempos futuros.

Como aficionado, gustaba de acudir a España todos los años (muchos de ellos en compañía de su sobrino Francisco Madrazo Solórzano) y tenía una estrecha relación con todos los taurinos relevantes de aquellos años, ya fueran empresarios, ganaderos o apoderados, lo que sin duda facilitaba su desempeño en cuanto a relaciones públicas se refiere.

Primer presidente de los ganaderos

Los ganaderos de lidia mexicanos se reunieron en una Unión de Criadores en el año de 1930. Fundadores de ésta fueron, por supuesto, don Francisco y don José C. Madrazo. En el año de 1946, al recibir reconocimiento oficial como Asociación Ganadera, la Unión se transforma en la Asociación Nacional de Criadores de Toros de Lidia. Don Pepe Madrazo fue su primer presidente y estuvo al frente durante cuatro periodos, los que iniciaron los años de 1946, 1949, 1955 y 1957, un caso único en esa agrupación.

Los dos últimos periodos fueron extremadamente sensibles. El campo mexicano pasó por una gran sequía entre los años de 1949 y 1958. Todos los aspectos de la actividad agropecuaria en México se vieron afectados y especialmente diría yo, los dedicados a la ganadería extensiva, que sin pastos naturales para alimentar a sus animales se vieron en la necesidad de recurrir a la adquisición de forrajes y piensos y, en casos extremos, al sacrificio de pies de cría para la subsistencia de sus vacadas.

Sus gestiones en esa posición le permitieron obtener apoyos gubernamentales para la actividad, lo que facilitó la continuidad de la Fiesta en esos tiempos difíciles, con la conservación de puestos de trabajo y la generación de recursos que implica todo ello.

El árbitro de las cosas de los toros

Cossío señala que, en su día, Eduardo Margeli llegó a ser el árbitro de las cosas de los toros en México. Quizás al gaditano le valió ser el que manejaba los destinos de la plaza más importante del país. 

Las informaciones de la prensa de su tiempo reflejan también que don José C. Madrazo fue el fiel de la balanza en muchas cuestiones. Sus dotes para la diplomacia y la conciliación le permitieron resolver distintas situaciones que durante su paso por la vida se fueron presentando en las cosas de los toros.

Quizás el primer hecho notable que tuvo que resolver, junto con su hermano Francisco, fue el enfrentamiento de Ignacio Sánchez Mejías con Rodolfo Gaona en Aguascalientes.

Los dos diestros fueron anunciados para actuar los días 24 y 25 de abril de 1921 en la plaza San Marcos. Gaona no se presentó a la primera, invocando una cláusula de su contrato que establecía que él podía alternar con quien quisiera, por lo que mandó a Zapaterito a sustituirle y el día 25, trajo a Carlos Lombardini para completar el cartel con él. Sánchez Mejías se quedó, como decimos vestido y alborotado, El – Hombre – Que – No – Cree – En – Nada cuenta lo siguiente al respecto de este asunto:
Para el segundo festejo se anunció como estaba prevenido, el mano a mano Gaona-Mejías, sorprendiéndose la afición el día de la corrida con la circulación de nuevos programas conteniendo la novedad de un cambio radical en el cartel: Sánchez Mejías sería sustituido por Carlos Lombardini en atención (esto no lo rezaban los programas) a la famosa cláusula de imposición. Mejías alegó insistentemente su compromiso y absoluto derecho para tomar parte en la lidia de esa tarde; Gaona se impuso y hubo de recurrirse a la intervención de las autoridades, inclusive la del señor don Rafael Arellano, Gobernador del Estado, para hacer desistir a Sánchez Mejías de su decisión de presentarse en la plaza vestido de luces a la hora de la corrida, llegándose por fin a hacer uso de la fuerza armada para que impidiera aquella justa determinación, lo que se logró gracias a la intervención de los señores Madrazo, propietarios de la ganadería de La Punta, quienes se llevaron a Ignacio a su finca poco antes de que empezara el festejo…
Otro asunto relevante en el que don José Madrazo tomó parte, fue en el arreglo del convenio hispano - mexicano de 1944, cuando, en combinación con su amigo Antonio Algara (por entonces gerente de la plaza El Toreo de la Condesa), allanó el camino ante la Asociación de Matadores de España, para que las relaciones taurinas entre ambos países se restablecieran. Y tras el acuerdo alcanzado, se movieron los hilos con el empresario Livinio Stuyck para cerrar la contratación de Carlos Arruza, que confirmó su alternativa en la plaza de Las Ventas de Madrid aquel 18 de julio de 1944. Así fue como quedó zanjada la ruptura de relaciones que se venía arrastrando desde 1936 al suscitarse el llamado Boicot del Miedo.

Más adelante, en los años cincuenta, las cuestiones de los toros estaban revueltas en México. En la capital operaban dos empresas, una en la Plaza México y la otra en El Toreo de Cuatro Caminos. Algunos consideraban que se hacían una competencia desastrosa. En una columna aparecida en El Ruedo de Madrid, el 24 de julio de 1958, Don Dificultades escribió:
Las dos empresas, la de la Plaza México, con su fuerza taquillera, y la del El Toreo, con carteles atractivos, siguen trenzadas en la pelea, pero lo gracioso del caso es que unos ganando poco y los otros perdiendo también poco, no tienen ganas de cejar en la guerra. En El Toreo han interesado Rubén Bandín, que de cuajarse será un magnífico torero, y Gabriel España que es artista, pero endeble. En la México no ha logrado interesar nadie, pero interesa la Plaza, y ella es la preferida… Los «señores de la México» tienen puestas sus miradas en la casa «Camará», y don José Madrazo, el ganadero de La Punta, ha sido requerido, sin mayor resultado, para que intervenga; pero parece que ya están tendidos los cables, y hasta hay por ahí una proposición de don Moisés Cosío entregada al señor Oñós de Plantolit, encargado oficioso en Méjico del Estado español. Los señores de El Toreo, parece que con intervención tapada del señor Algara (¡), andan en pláticas con Domingo González, hijo, y con el mismo Luis Miguel...
Y ya cerca del final de ese 1958, ante la división de los toreros en dos agrupaciones sindicales, su intervención fue de nuevo clave para llevarlos a la unidad, según cuenta de nuevo José Jiménez Latapí, en el número del mismo semanario aparecido el día 13 de noviembre:
Bien. Ya están unificados todos los ganaderos mexicanos, gracias a la mano izquierda de oro de don José Madrazo. Ya no habrá cuentos chinos ni yugoslavos. También con la muñeca áurea de don Pepe Madrazo se han unificado los matadores de toros y novillos en la Unión de Matadores, habiendo desaparecido la Asociación. Tal fusión fue hecha en el local de la Unión de Ganaderos, y firmamos como testigos don José Madrazo y un servidor...
Mano izquierda de oro… Eso dice Don Difi. Yo escribía arriba, mano de hierro envuelta en guante de seda. José C. Madrazo aprendió, quizás desde su niñez, la necesidad del trabajo en equipo, el desarrollo de actividades donde cada uno de los miembros del grupo – breve o extenso – tiene una función específica que desarrollar, y así se convirtió en lo que hoy llamaríamos un magnífico ejecutivo.

También, de su actuación se observa su entendimiento de que el choque frontal debía evitarse a toda costa, pues es más fácil obtener las cosas por las buenas.

El final

Don José C. Madrazo fue un codiciado soltero que no tuvo descendencia. Su relación amorosa más sonada fue con la excéntrica poetisa Pita Amor, y en el ocaso de su vida contrajo matrimonio cuando contaba con 78 años, y lo hizo con una mujer – Manuela Roselló, española – 46 años más joven que él.

Duró menos de seis meses casado, pues falleció el 12 de febrero de 1969 en la Ciudad de México, nueve años más tarde que su querido hermano Francisco, con el que había formado una extraordinaria mancuerna de trabajo.

Ya había dejado de ser ganadero de toros de lidia, pues dos años antes de su muerte, había vendido la ganadería de Matancillas, que fue la que le correspondió en la división de los bienes familiares. 

Sin embargo, creo que este esbozo sobre lo que ha sido y lo que representó para la fiesta de los toros en México es necesario, pues a veces, personajes como él pasan desapercibidos y en realidad su labor resulta ser trascendente para lo que hoy vivimos.

domingo, 12 de enero de 2014

Jesús Solórzano y Fedayín de Torrecilla, a 40 años vista

Jesús Solórzano
(Aguascalientes, 1970)
Hace un año – días más, días menos – había publicado una primera versión relacionada con estos mismos hechos. Hoy retomo la remembranza, porque mañana lunes se cumplen cuarenta años de la realización de esta obra imperecedera y que a mi juicio, debe tenerse en cuenta en cualquier relación que se haga de los principales fastos de la historia de la Plaza México. Aprovecho la ocasión también para insertar una nueva relación de la faena que encontré y un par de nuevas imágenes del torero, que creo que revitalizan el recuerdo de este importante momento de la historia reciente de la fiesta en México.

En otro sitio de esta Aldea había señalado que Jesús Solórzano Pesado pertenece a una generación de toreros que bien pueden ser considerados los hidalgos – hijos de algo – de la torería mexicana. Su padre, lo decía la pasada semana, es una de las columnas fundamentales de nuestra Edad de Oro y él sin duda es uno de los fundamentales en lo que, con todo el compromiso que implica – Benjamín Flores Hernández dixit – me atrevo a calificar como nuestra Edad Moderna. Su decisión de hacerse torero, se la contó así a Carmelita Madrazo:

Me hice torero porque comprendí que lo más bello de la vida era torear un toro como mi padre lo había hecho. Desde niño supe ponerme un traje de luces y jugaba a los toros con José Escutia, quien entonces era el chofer de mi abuela. Mi padre jamás me obligó o entusiasmó a que yo fuera torero. Más bien, todo lo contrario. Recuerdo que el día que le dije que quería ser torero, puso el grito en el cielo, diciéndome que estaba totalmente loco. Se lo dije enfrente de Arruza, y los dos me dijeron horrores. Pero yo estoy completamente convencido, que en el fondo de sus corazones a los dos les fascinó la idea…

Las plazas y su historia

Creo que no incurro en ninguna exageración si afirmo que la temporada 1973 – 74 marcó la historia de la Plaza México con tres grandes hitos: La gravísima cornada que Borrachón de San Mateo infirió a Manolo Martínez y que le hizo ingresar clínicamente muerto a la enfermería; la triunfal despedida de los ruedos de Luis Procuna y la gran faena que el 13 de enero de 1974 realizara Jesús Solórzano al toro Fedayín de Torrecilla, en tarde en la que alternaba con Eloy Cavazos y Mariano Ramos y que es la que da la ocasión para que yo esté aquí por ahora.

La historia de las plazas de toros se escribe a partir de los hechos que los toreros escriben frente a los toros sobre su arena. Algunos serán gloriosos, otros estarán firmados con sangre, muchos más tendrán tintes épicos, pero todos ellos construirán la trama de una relación viva que a través del tiempo dejará constancia de que son escenarios vivos, órganos de la comunidad en la que están enclavados y para la que en una armonía bien entendida, son puntos necesarios de confluencia y de convivencia.

Jesús Solórzano y Fedayín

Algunas informaciones de prensa de la época, sugieren que se tenían dificultades para cerrar el cartel del 13 de enero de 1974, sexta corrida de la temporada. Creo importante señalar que en esos días la ganadería de Torrecilla era una de las que los diestros más importantes se disputaban para lidiar sus toros y en consecuencia, sus encierros, en la Plaza México, eran los que las figuras mataban. Al parecer iban fijos Eloy Cavazos y Mariano Ramos, pero el tercero en discordia era la complicación. Al final, la empresa (DEMSA), se decidió por llevar a Jesús Solórzano, que iría como segundo espada.

Jesús Solórzano
Ya arrancado el festejo, la corrida no dejó mal la fama de su divisa, aunque la falta de fuerza de los toros no permitió el lucimiento de los toreros ante la mayoría de ella. Y es que en ese año de 1974 el campo mexicano estaba convulso, agitado por una nueva implementación de la legislación agraria que regía en esos años, que afectó grandemente a la crianza del toro de lidia, lo que en ese tiempo y en el venidero, tendría consecuencias que aún no han sido debidamente justipreciadas.

El quinto toro de esa tarde fue llamado Fedayín – al socaire de las circunstancias políticas internacionales del momento – y le tocó en suerte a Jesús Solórzano hijo. Ante ese toro, Jesús Solórzano Pesado escribiría uno de los capítulos más trascendentes de la historia de la Plaza México.

Recurro al testimonio de Carlos León, quien en su sección titulada Cartas Boca Arriba, publicada en el desaparecido diario Novedades de la Ciudad de México – 14 de enero de 1974 –, dirigía en forma epistolar, a algún destacado personaje de la vida nacional o internacional, la crónica de la corrida en un tono a veces jocundo y casi siempre mordaz:

Con Chucho “Superstar” renació el toreo estelar: Dos orejas 
Sr. Don Lucas Lizaur
El Borceguí
Bolívar 27
México 1, D.F. 
En la Plaza México, el domingo 13 de enero de 1974 
Jesús Solórzano II, que inesperadamente entró al cartel como con calzador, parecía que iba a ser El Ceniciento de la tarde; un simple “arrimado”, marginado en un rincón de la cocina mondando patatas, mientras otros se despachaban el caldo gordo con la cuchara grande. Pero resultó que el “arrimado” salió a arrimarse, que es, si no lo primordial, sí indispensable para pisar fuerte. Pues, como tu bien sabes, esto del oficio del toreo es como un remendón poniendo medias suelas: Unos le dan al clavo y otros se destrozan los dedos… ¿Qué fue lo que hizo Chucho para armar la que armó y colocarse, de golpe y porrazo, en un sitial que nunca había tenido? Pues muy sencillo: Volver los ojos hacia el toreo de antaño, al toreo clásico, al torear rondeño. En vez de dejarse llevar por el camino herético de la supuesta e iconoclasta “Escuela Mexicana del Toreo”, retornó a la verdad y a la naturalidad, a la pureza de procedimientos, a la estética desahogada. Y con eso tuvo para abrirle los ojos al público, que en una revelación volvía a ver los viejos moldes que creían haber roto los falsos profetas… Por supuesto que, en esto del toreo, como en el bien calzar, cada quien necesita un ejemplar “a su medida”. Ni chicos que le aprieten, ni otros que le vengan grandes, para que el asunto camine. Ni duros, como los de anca de potro, a los que hay que amansar, pues normalmente, entre la torería moderna, se sienten más a gusto con los que ya vienen amansados… Pero Chucho, a la inversa del popular slogan, es un joven con ideas antiguas, con la añeja solera de su padre, el “Rey del Temple”. Si bien con el capote anduvo desdibujado – lo estuvieron todos –, en lo demás, hasta en adornarse en banderillas que ya casi nadie las clava, hizo una faena de “las de ayer”, un trasteo de los que quitan años de encima, con muletazos y buenas maneras de otras épocas. Todo lo gris que había estado en su primero, fue luminosidad con este quinto toro, que en mala hora bautizaron “Fedayín”, nombre aborrecible para personas civilizadas. Para tan bella faena, pocas nos parecieron dos orejas y dos vueltas al ruedo. Pero eso era lo de menos, había resucitado el bien torear y eso nos llenaba de regocijo…

La crónica de Carlos León resalta el valor intrínseco y esencial de la faena de Jesús Solórzano a Fedayín, la pureza en su trazo y en los procedimientos que utilizó y que no resultan ser más que el reflejo de una tauromaquia concebida a partir de la naturalidad en su ejecución y en una técnica muy depurada en su concepción. Es por eso que el cronista, al describirla, la señala como una faena de las de ayer.

La unanimidad de los cronistas fue notable. Don Antonio García Castillo Jarameño, titular de la sección taurina del diario deportivo Ovaciones de la capital mexicana se pronunció en el sentido siguiente:

Con la franela, la obra cumplida; la faena en que estuvo impreso un estilo personalísimo, tanto en las formas como en la construcción, muletazos acendrados, con el ritmo preciso, a la distancia justa, a la altura necesaria, engolosinando al noble y bravo burel de Torrecilla, haciendo que el enorme coso fuera un solo olé, y que la gente sintiera que admiraba algo distinto, nuevo, que no era más que eso: el personal sentir de un hombre frente a un toro... ¡nada más! Ahí trenzados en magníficas formas derechazos y naturales; ahí la culminación con el muletazo de pecho cumplido en su cabal dimensión; ahí la arrucina, pero la arrucina sin aprovechar el viaje, sino citando, embarcando, es decir, toreando y el remate justo con uno de pecho de cabo a rabo. Y los adornos – suficiencia y torerismo – en esos derechazos en redondo citando casi de espaldas, los medios pases ligados con otros por bajo sobre la diestra. Pero sobre todo y además de todo, todo ejecutado con un aliento de personal calidad... sí, “El estilo del hombre”. Dos orejas, tras un pinchazo y una más de media. Ovación inacabable y dos vueltas al anillo con salida a los medios...
Menos ditirámbica que la de Carlos León, la relación de Jarameño deja en claro que la obra realizada por Jesús Solórzano ante Fedayín no era cosa de cualquier domingo, sino una faena de esas que se recordarían por siempre.

Cinco años después del hito, en el programa de televisión Toros y Toreros del Canal 11 de la capital mexicana, que en ese entonces (1979) conducían Julio Téllez, Luis Carbajo y José Luis Carazo Arenero, se proyectó el vídeo de la faena y lo comentó el propio Jesús Solórzano, quien entre otras cuestiones dijo sobre ella lo siguiente: 

Esa tarde era de mucho compromiso, el único vestido que tenía para estrenar era ese y yo me dije: “o me retiro de los toros, o me compro más vestidos…”, me la estaba jugando al todo por el todo… son faenas que te ponen en tu sitio y que te dan aire para caminar… no podía yo fallar con el toro, todo lo que tenía que hacer era muy pensado, ya después te vas gustando, te olvidas de todo y te entregas al placer de torear… había que darle la pausa al toro, dejarle respirar… mi toreo tiene la influencia de la buena tauromaquia… hoy me doy cuenta de lo grande que puede ser la amalgama de las suertes que tiene el toreo… los toreros hemos perdido mucho porque estamos haciendo un toreo estándar, un toreo igual… esta faena recurre al toreo clásico, se inspira por ejemplo en Pepe Luis Vázquez, Manolo Vázquez, Paco Muñoz… lo de ahora es muy bueno, pero con lo de ahora y lo de antes, hay que hacer algo mejor…

Jesús Solórzano (hijo)
Apunte de Pancho Flores
Como se aprecia, a un lustro de distancia, Jesús Solórzano distinguía, creo que sin petulancia, el valor de su obra ante Fedayín, y establecía las líneas divisorias entre el toreo puro y lo que se pudiera considerar el toreo moderno. No se mostraba refractario a lo que algunos han dado en llamar la evolución del toreo, pero sí dejaba bien claro que las bases fundamentales de la tauromaquia son inamovibles, que son esenciales y cualquier modificación que se plantee, ha de ser a partir de ellas.

La leyenda de Jesús Solórzano Pesado no se constriñe solamente a Fedayín. Los capítulos de su historia en la Plaza México llevan también nombres como Bellotero, Pirulí, Sardinero o Billetero y aunque el epílogo pareció escribirse en ese ruedo el 8 de marzo de 1992 con un toro de nombre Joronguito, de vez en cuando se calza la guayabera y la calzona y se amarra los zahones para dejar en los ruedos lecciones de una torería que no se debe perder.

Concluyo con esta reflexión que sobre el torero hace Leonardo Páez:

Estilista, entendido no sólo como el torero de refinado estilo sino, más ampliamente, como el diestro poseedor de un estilo acentuado, interesante, distinto, capaz de provocar en las masas la necesidad de acudir a verlo cada vez que es anunciado…
Decía al inicio que en este día se cumplen cuarenta años de esta gran obra de Jesús Solórzano, misma que resulta ser una de las faenas que son consideradas de culto por la afición y verdaderamente trascendentes en las ya casi siete décadas de existencia de la plaza de toros más grande del mundo.

Pertinente aclaración: Los resaltados en las crónicas de Carlos León y de Jarameño son imputables exclusivamente a este amanuense, pues no obran así en el original.

domingo, 20 de enero de 2013

13 de enero de 1974: Jesús Solórzano (hijo) y Fedayín de Torrecilla

Jesús Solórzano (hijo)

La pasada semana se me presentó un conflicto con las fechas. Se acercaron demasiado el aniversario del natalicio del Rey del Temple y la efeméride que hoy comento, así que aplicando a esta materia aquél principio general del Derecho que establece que el primero en tiempo… y que es más o menos el mismo que informa el principio de la antigüedad en la tauromaquia, cedí el paso al padre y hoy me ocupo del hijo.

En algún otro sitio de esta Aldea había señalado que Jesús Solórzano Pesado pertenece a una generación de toreros que bien pueden ser considerados los hidalgos – hijos de algo – de la torería mexicana. Su padre, lo decía la pasada semana, es una de las columnas fundamentales de nuestra Edad de Oro y él sin duda es uno de los fundamentales en lo que, con todo el compromiso que implica – Benjamín Flores Hernández dixit – me atrevo a calificar como nuestra Edad Moderna. Su decisión de hacerse torero, se la contó así a Carmelita Madrazo:

Me hice torero porque comprendí que lo más bello de la vida era torear un toro como mi padre lo había hecho. Desde niño supe ponerme un traje de luces y jugaba a los toros con José Escutia, quien entonces era el chofer de mi abuela. Mi padre jamás me obligó o entusiasmó a que yo fuera torero. Más bien, todo lo contrario. Recuerdo que el día que le dije que quería ser torero, puso el grito en el cielo, diciéndome que estaba totalmente loco. Se lo dije enfrente de Arruza, y los dos me dijeron horrores. Pero yo estoy completamente convencido, que en el fondo de sus corazones a los dos les fascinó la idea…

Las plazas y su historia

Creo que no incurro en ninguna exageración si afirmo que la temporada 1973 – 74 marcó la historia de la Plaza México con tres grandes hitos: La gravísima cornada que Borrachón de San Mateo infirió a Manolo Martínez y que le hizo ingresar clínicamente muerto a la enfermería; la triunfal despedida de los ruedos de Luis Procuna y la gran faena que el 13 de enero de 1974 realizara Jesús Solórzano al toro Fedayín de Torrecilla, en tarde en la que alternaba con Eloy Cavazos y Mariano Ramos y que es la que da la ocasión para que yo esté aquí por ahora.

La historia de las plazas de toros se escribe a partir de los hechos que los toreros escriben frente a los toros sobre su arena. Algunos serán gloriosos, otros estarán firmados con sangre, muchos más tendrán tintes épicos, pero todos ellos construirán la trama de una relación viva que a través del tiempo dejará constancia de que son escenarios vivos, órganos de la comunidad en la que están enclavados y para la que en una armonía bien entendida, son puntos necesarios de confluencia y de convivencia.

Jesús Solórzano y Fedayín

Algunas informaciones de prensa de la época, sugieren que se tenían dificultades para cerrar el cartel del 13 de enero de 1974, sexta corrida de la temporada. Creo importante señalar que en esos días la ganadería de Torrecilla era una de las que los diestros más importantes se disputaban para lidiar sus toros y en consecuencia, sus encierros, en la Plaza México, eran los que las figuras mataban. Al parecer iban fijos Eloy Cavazos y Mariano Ramos, pero el tercero en discordia era la complicación. Al final, la empresa (DEMSA), se decidió por llevar a Jesús Solórzano, que iría como segundo espada.

Jesús Solórzano (hijo)
Ya arrancado el festejo, la corrida no dejó mal la fama de su divisa, aunque la falta de fuerza de los toros no permitió el lucimiento de los toreros ante la mayoría de ella. Y es que en ese año de 1974 el campo mexicano estaba convulso, agitado por una nueva implementación de la legislación agraria que regía en esos años, que afectó grandemente a la crianza del toro de lidia, lo que en ese tiempo y en el venidero, tendría consecuencias que aún no han sido debidamente justipreciadas.

El quinto toro de esa tarde fue llamado Fedayín – al socaire de las circunstancias políticas internacionales del momento – y le tocó en suerte a Jesús Solórzano hijo. Ante ese toro, Jesús Solórzano Pesado escribiría uno de los capítulos más trascendentes de la historia de la Plaza México.

Recurro al testimonio de Carlos León, quien en su sección titulada Cartas Boca Arriba, publicada en el desaparecido diario Novedades de la Ciudad de México – 14 de enero de 1974 –, dirigía en forma epistolar, a algún destacado personaje de la vida nacional o internacional, la crónica de la corrida en un tono a veces jocundo y casi siempre mordaz:

Con Chucho “Superstar” renació el toreo estelar: Dos orejas 
Sr. Don Lucas Lizaur
El Borceguí
Bolívar 27
México 1, D.F. 
En la Plaza México, el domingo 13 de enero de 1974 
Jesús Solórzano II, que inesperadamente entró al cartel como con calzador, parecía que iba a ser El Ceniciento de la tarde; un simple “arrimado”, marginado en un rincón de la cocina mondando patatas, mientras otros se despachaban el caldo gordo con la cuchara grande. Pero resultó que el “arrimado” salió a arrimarse, que es, si no lo primordial, sí indispensable para pisar fuerte. Pues, como tu bien sabes, esto del oficio del toreo es como un remendón poniendo medias suelas: Unos le dan al clavo y otros se destrozan los dedos… ¿Qué fue lo que hizo Chucho para armar la que armó y colocarse, de golpe y porrazo, en un sitial que nunca había tenido? Pues muy sencillo: Volver los ojos hacia el toreo de antaño, al toreo clásico, al torear rondeño. En vez de dejarse llevar por el camino herético de la supuesta e iconoclasta “Escuela Mexicana del Toreo”, retornó a la verdad y a la naturalidad, a la pureza de procedimientos, a la estética desahogada. Y con eso tuvo para abrirle los ojos al público, que en una revelación volvía a ver los viejos moldes que creían haber roto los falsos profetas… Por supuesto que, en esto del toreo, como en el bien calzar, cada quien necesita un ejemplar “a su medida”. Ni chicos que le aprieten, ni otros que le vengan grandes, para que el asunto camine. Ni duros, como los de anca de potro, a los que hay que amansar, pues normalmente, entre la torería moderna, se sienten más a gusto con los que ya vienen amansados… Pero Chucho, a la inversa del popular slogan, es un joven con ideas antiguas, con la añeja solera de su padre, el “Rey del Temple”. Si bien con el capote anduvo desdibujado – lo estuvieron todos –, en lo demás, hasta en adornarse en banderillas que ya casi nadie las clava, hizo una faena de “las de ayer”, un trasteo de los que quitan años de encima, con muletazos y buenas maneras de otras épocas. Todo lo gris que había estado en su primero, fue luminosidad con este quinto toro, que en mala hora bautizaron “Fedayín”, nombre aborrecible para personas civilizadas. Para tan bella faena, pocas nos parecieron dos orejas y dos vueltas al ruedo. Pero eso era lo de menos, había resucitado el bien torear y eso nos llenaba de regocijo…

La crónica de Carlos León resalta el valor intrínseco y esencial de la faena de Jesús Solórzano a Fedayín, la pureza en su trazo y en los procedimientos que utilizó y que no resultan ser más que el reflejo de una tauromaquia concebida a partir de la naturalidad en su ejecución y en una técnica muy depurada en su concepción. Es por eso que el cronista, al describirla, la señala como una “faena de las de ayer”.

Cinco años después del hito, en el programa de televisión Toros y Toreros que en ese entonces (1979) conducían Julio Téllez, Luis Carbajo y José Luis Carazo Arenero, se proyectó el vídeo de la faena y lo comentó el propio Jesús Solórzano, quien entre otras cuestiones dijo sobre ella lo siguiente: 

Esa tarde era de mucho compromiso, el único vestido que tenía para estrenar era ese y yo me dije: “o me retiro de los toros, o me compro más vestidos…”, me la estaba jugando al todo por el todo… son faenas que te ponen en tu sitio y que te dan aire para caminar… no podía yo fallar con el toro, todo lo que tenía que hacer era muy pensado, ya después te vas gustando, te olvidas de todo y te entregas al placer de torear… había que darle la pausa al toro, dejarle respirar… mi toreo tiene la influencia de la buena tauromaquia… hoy me doy cuenta de lo grande que puede ser la amalgama de las suertes que tiene el toreo… los toreros hemos perdido mucho porque estamos haciendo un toreo estándar, un toreo igual… esta faena recurre al toreo clásico, se inspira por ejemplo en Pepe Luis Vázquez, Manolo Vázquez, Paco Muñoz… lo de ahora es muy bueno, pero con lo de ahora y lo de antes, hay que hacer algo mejor…

Jesús Solórzano (hijo)
Apunte de Pancho Flores
Como se aprecia, a un lustro de distancia, Jesús Solórzano distinguía, creo que sin petulancia, el valor de su obra ante Fedayín, y establecía las líneas divisorias entre el toreo puro y lo que se pudiera considerar el toreo moderno. No se mostraba refractario a lo que algunos han dado en llamar la evolución del toreo, pero sí dejaba bien claro que las bases fundamentales de la tauromaquia son inamovibles, que son esenciales y cualquier modificación que se plantee, ha de ser a partir de ellas.

La leyenda de Jesús Solórzano Pesado no se constriñe solamente a Fedayín. Los capítulos de su historia en la Plaza México llevan también nombres como Bellotero, Pirulí, Sardinero o Billetero y aunque el epílogo pareció escribirse en ese ruedo el 8 de marzo de 1992 con un toro de nombre Joronguito, de vez en cuando se calza la guayabera y la calzona y se amarra los zahones para dejar en los ruedos lecciones de una torería que no se debe perder.

Concluyo con esta reflexión que sobre el torero hace Leonardo Páez:

Estilista, entendido no sólo como el torero de refinado estilo sino, más ampliamente, como el diestro poseedor de un estilo acentuado, interesante, distinto, capaz de provocar en las masas la necesidad de acudir a verlo cada vez que es anunciado…

El vídeo de la faena

Lo pueden apreciar en esta localización

La faena en sí corre del minuto 16:13 al 27:10 y tiene un agregado interesante, que es la faena al novillo Bellotero – del que me he ocupado aquí antes  –  que corre del minuto 6:02 al minuto 15:07.

Pertinente aclaración: Los resaltados en la crónica de Carlos León son imputables exclusivamente a este amanuense, pues no obran así en el original.

domingo, 14 de octubre de 2012

Cuando el sol sale de noche. Antonio Velázquez y la Oreja de Oro de 1945

Portada de La Lidia del 9 de marzo de 1945,
Velázquez y la Oreja de Oro

Antonio Velázquez, que había sido un destacadísimo peón de brega en la cuadrilla de Luis Castro El Soldado y que también, vestido de plata, apoyó los inicios de las carreras de Calesero y Carlos Arruza, debutó como novillero el 19 de junio de 1942, alternando con Antonio Toscano y Luis Briones para lidiar un encierro de Piedras Negras. Su faena al novillo Quitasol le representa su primer triunfo y salida en hombros del viejo Toreo de la capital mexicana. En esa campaña sumaría ocho fechas más, cerrando su temporada en el festejo de la Oreja de Plata el domingo 8 de noviembre, cuando ante novillos de Zacatepec, se disputaron el trofeo Conchita Cintrón a caballo, Rafael Osorno, Luis Procuna, Tacho Campos y el propio Velázquez, que con su faena a Muñeco, se llevó a casa el argentino trofeo.

Recibió la alternativa el 31 de enero de 1943, una fecha que ha quedado inscrita con letras de oro en la historia mexicana de la tauromaquia, pues en ella, Fermín Espinosa Armillita, con el testimonio de Silverio Pérez, hizo matador de toros a Antonio. Los toros fueron de Pastejé, ganadería que se presentaba en el Toreo de la Condesa. Al final, Velázquez naufragó con Andaluz, número 44 y con Jareto, número 19 y la fecha sería recordada por las memorables faenas de Armillita a Clarinero y la del Faraón de Texcoco a Tanguito, dos de las grandes obras de la historia reciente del toreo en México.

La poca fortuna de Antonio Velázquez la tarde de su alternativa le llevó poco menos que al paro. Nadie dudaba de sus aptitudes como torero, ni de su entrega en el ruedo, pero el recuerdo de una tarde que tuvo todo para ser memorable – el toro de su alternativa fue considerado el toro de la temporada – reducida a una mera efeméride, pesó mucho en contra del torero de León de los Aldamas. Así lo contó el torero a José Alameda:
Me iba – cuenta – a la calle de Bolívar – entonces tan taurina –, estacionaba mi coche  junto a la banqueta y me colocaba con la espalda a la pared, en la fachada del restaurante La Flor de México. Allí, permanecía una hora y más hablando con los taurinos, dejándome ver de ellos. Pero no entraba, porque tenía coche, pero no tenía para café...
Antonio Velázquez recibiendo la Oreja de Oro del
empresario Joaquín Guerra (Foto: La Lidia)
La temporada 1944 – 45 representó para nuestra afición el retorno de los toreros españoles después de casi una década de ausencia. Antonio Bienvenida, Pepe Luis Vázquez, Joaquín Rodríguez Cagancho y Rafael Ortega Gallito fueron algunos de los notables embajadores que vinieron de allende el mar a restablecer el intercambio entre nuestras torerías, lo que dio un nuevo aire a la temporada invernal en el coso de La Condesa y también estableció un interés distinto a la corrida de la Oreja de Oro que, a beneficio de la Unión Mexicana de Matadores, se organizaba cerca del final de la temporada.

El cartel que se propuso inicialmente para ese festejo, a celebrarse la noche del miércoles 28 de febrero de 1945, se formaba con un encierro de Torreón de Cañas, propiedad de don Rafael Gurza, para David Liceaga, Cagancho, El Soldado, Pepe Luis Vázquez, Antonio Bienvenida y Luis Procuna. La víspera de la corrida, se anunció que Liceaga no podría actuar por enfermedad, por lo que se citó a Arturo Álvarez Vizcaíno y Antonio Velázquez a la Unión de Matadores y allí lanzando una moneda al aire – tirando un volado diríamos aquí – se decidió quién sustituiría a David. Velázquez resultó el afortunado.

El Editorial de La Lidia del 9 de marzo de 1945, un algo más de una semana después del festejo, reflexiona lo siguiente:
Antonio Velázquez tomó la alternativa prematuramente; cuando recibió el espaldarazo, no sumaba quince actuaciones como matador de novillos… En la temporada organizada por la Empresa “La Lidia” S. de R.L., fue el triunfador indiscutible… A pesar de ello, en la presente temporada 1944 – 1945, injustificadamente se le dejó parado y ya sin esperanzas de tomar parte en la presente serie de corridas, por mero accidente y en sustitución del pundonoroso diestro David Liceaga, que por enfermedad no pudo actuar en la corrida de la Oreja de Oro, salió a nuestro coso máximo, con una gran responsabilidad y con toros que no presentaban ninguna garantía, sin entrenamiento y al lado de los ases de la torería; pero imponiéndose a la adversidad y a su destino, triunfó clamorosamente, ganado la codiciada oreja de oro…
El quinto toro de esa corrida fue el número 11, Cortesano, negro y fue el que le permitió a Antonio Velázquez salir del anonimato y a partir de allí constituirse en una legítima figura del toreo. La actuación de quien a partir de esta fecha sería llamado Antonio Corazón de León fue vista de esta manera por don Luis de la Torre El – Hombre – Que – No – Cree – En – Nada, en su relación publicada el 9 de marzo de 1945 en el número 118 de La Lidia:
…Antonio Velázquez, de manera inesperada, después de haber permanecido ausente de nuestro coso durante toda la temporada hasta esta noche, quedó incluido en el cartel sustituyendo a David Liceaga, e indudablemente que fue para este humilde torero nuestro un triunfo clamoroso, habiendo dado lidia completísima al burel que le correspondió; lidia llena, de principio a fin, de auténtico torerismo, de ese torerismo en que por igual se manifiestan el valor atesorado, cimiento básico del triunfo, como los recursos y amplio conocimiento del oficio para vencer cualesquiera escollo de que está llena tan riesgosa profesión… El triunfo de Velázquez no fue de aquellos en que el toro por inmejorables cualidades de bravura y nobleza más que un enemigo del lidiador se convierte en franco y definitivo colaborador en muchas ocasiones con porcentaje de superioridad. El burel que correspondió a Velázquez fue bravo, ¡qué duda cabe!, pero no con la bravura fácil tan codiciada por quienes sólo eso saben aprovechar, sino con aquella que tantos fracasos ocasiona a quienes no alcanzan a entenderla y mucho menos a domeñarla. Para ello se necesita un corazón bien templado, afición efectiva, pundonor profesional y demás cualidades capaces de formar el conjunto armónico que determine el derecho de llamarse torero. Y Antonio Velázquez, en esta oportunidad que la casualidad le deparó, dejó demostrado, al jugarse la vida en cada momento de su hazaña completísima, que posee en superlativo grado todas esas cualidades tan raras de reunir… ¡ASÍ SE TRIUNFA, AQUÍ Y EN CUALQUIER PARTE. TOREANDO CON EL CAPOTE, PONIENDO BANDERILLAS, CUAJANDO LO QUE SE LLAMA UNA FAENA Y ESTOQUEANDO CON EL CORAZÓN! La oreja de oro fue para él, naturalmente; pero más que este poco significativo galardón, lo que debe enorgullecerlo, lo que debe llenarlo de satisfacción, es el delirio que supo hacer estallar, las cinco vueltas al ruedo que ganara a ley y la manifestación popular que todavía el domingo 4 de marzo se le patentizó en el tendido antes de dar principio la corrida, repitiéndose varias veces durante su desarrollo. ¡SALVE, TORERO!...
La otra crónica de la corrida, que es ya un clásico del género, es la que publicó El Tío Carlos al día siguiente del festejo en el diario El Universal. De ella, por su sentido valor literario, extraigo lo siguiente:
Antonio Velázquez, Corazón de León: ¡Qué hombrada la tuya, anoche, en esa corrida de la Oreja de Oro! Como hombre triunfaste en una lucha de entrega absoluta, completa, total. Una lucha rebelde contra tu propio, adverso destino de los últimos años; una lucha noble y viril sostenida con tu propio alternante en quites – El Soldado – en cuya cuadrilla militaste como peón de brega; una lucha torera con tu enemigo, fuerte, encastado, difícil, una artística lucha bizarra contra los otros cinco maestros que aspiraban al premio de la Oreja de oro. Qué hazaña la tuya de recia y cabal varonía… ¡Antonio Corazón de León!... y triunfaste como mexicano. Mexicano del Bajío que vale decir castellano de México. Echaste tu vida a un albur de triunfar y créeme que hubo momento en que tuve la duda de si eras un ranchero con la frazada en la izquierda y el machete en la diestra, peleando en la noche tu vida y tu honra… Porque entre el revuelo agitado del trapo y los rápidos fulgores del estoque y en el jadeo de la lucha, yo creí oír una ronca voz que cantaba el viejo canto viril: Sí me han de matar mañana, que me maten de una vez… Y era tu voz… ¡Antonio Corazón de León!... No recuerdo ninguna otra Oreja de Oro ganada tan legítimamente en una sola faena… No evoco otras lágrimas de torero tan sinceras, tan justas, tan emocionadas como las tuyas en esos minutos de ayer… ¡Qué hombre, qué torero, que mexicano eres!... ¡Antonio Corazón de León!...
Ambas relaciones, cada una con el sello personal de su autor reflejan, sin duda, el emotivo momento que se vivió esa noche en El Toreo, cuando un torero que se pensaba desahuciado para esto, salió, diría Carmelita Madrazo, a dejarse matar con tal de salir de la plaza triunfante. Y es que Antonio Velázquez sabía bien lo que era estar en el dique seco.

Un mes después del festejo, Antonio Velázquez reflexionaba lo siguiente acerca del triunfo conseguido, en entrevista que concedió a Carmen Torreblanca Sánchez Cervantes para el semanario La Lidia:
¿Qué impresiones dejó en usted la obtención de este último galardón?
Ya puede suponerse cuán variadas y qué profundas fueron. Primero, estar sin haber toreado en “El Toreo” en mucho tiempo y no tener esperanzas de hacerlo. Después, la oportunidad que se presenta por enfermedad de David Liceaga; salir avante de todas las dificultades y ganar la inclusión en el cartel mediante un “volado”… Llegué a la plaza lleno de voluntad, con una confianza enorme en el triunfo, no obstante verme entre todas las figuras de la temporada, tanto españoles como mexicanos. Cuando tocó mi turno, y después del quinto muletazo, no puedo recordar ya con precisión. Solamente conservo memoria de un gigantesco rumor que me rodeaba, del aliento húmedo del toro que mojaba mi rostro y del sabor de las lágrimas que corrían por mis mejillas… Reaccioné al tirarme a matar. Fue un instante en el que pasó por mi mente la historia de mi vida, y después… tomó forma ese inmenso rumor, convirtiéndose en una delirante ovación, volvieron a aparecer ante mis ojos la plaza y el público; era como si hubiera despertado súbitamente de un sueño, en el cual, sin embargo, estuve perfectamente consciente de lo que hacía al lidiar a mi enemigo, aunque todo lo demás desapareció para mí… Momentos más tarde tenía entre mis manos el estuche que contenía la Oreja de Oro…
Antonio Velázquez
Antonio Velázquez no dejaría el sitio de figura del toreo que de manera legítima conquistó esa noche hasta el final de sus días. El 1º de mayo de 1969, en la Plaza El Paseo – Fermín Rivera de San Luis Potosí, corta dos orejas al cuarto toro de los de Santa Marta lidiados esa tarde, que fue la de la alternativa de Mario Sevilla hijo, cerrando la terna Curro Rivera. Esta fue la última vez que Antonio Velázquez mató un toro vestido de luces.

El 15 de octubre de ese 1969, mostraba a sus amistades la casa que logró arrancar de los morrillos de los toros y como la obra estaba en proceso, tropezó con una varilla y cayó al vacío, logrando el piso de la calle lo que los toros no pudieron: Terminar con su vida.

En el 43º aniversario del óbito del gran torero de León, Guanajuato, le recuerdo en su despegue hacia la cima.

Aldeanos