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domingo, 29 de junio de 2025

29 de junio de 1965: Presentación de Jesús Solórzano en ruedos de España

La muy taurina Cádiz es hoy en día una ciudad sin plaza de toros. Está por cumplirse medio siglo de que el último coso que tuviera fuera derribado y casi seis décadas de que en él se diera la última corrida de toros. Sin embargo, desde el siglo XVIII existen evidencias históricas, como nos lo describen escritores gaditanos como Guillermo Boto Arnau o Francisco Javier Orgambides Gómez, de la existencia y funcionamiento de plazas de toros en las que se presentaron las principales figuras del toreo de sus respectivas épocas. 

La última, que, por cierto, fue la única de obra, tuvo una vida relativamente corta, porque operó entre 1929 y 1967, siendo cerrada por una serie de problemas estructurales y por la renuencia del ayuntamiento de la antigua Gades a invertir en su reparación, como nos lo refiere el nombrado Francisco Javier Orgambides:

Pero la plaza murió joven. Al finalizar el festejo del 17 de julio de 1967, el arquitecto municipal Sánchez Esteve – que también era técnico municipal cuando se construyó el coso – informó al alcalde – el hijo de quien tan decididamente había impulsado el edificio – del estado ruinoso de una parte de la plaza y del peligro que corrían los espectadores. Había ruina estructural en uno de los cascos de la plaza próximos al mar... Se acordó el cierre del coso nombrándose una comisión en la que además de Sánchez Esteve se integraron el ingeniero Moreno Torres y dos arquitectos designados por su colegio profesional, para estudiar el problema. En el estudio se concluyó que la plaza debía permanecer cerrada hasta su reparación, que proyectaron y presupuestaron en 12.572.000 pesetas...

A partir de esa fecha la plaza de toros de Cádiz permaneció cerrada y fue aprobada su demolición en agosto de 1976, iniciándose casi de inmediato las obras, para terminarse a finales de octubre de ese mismo año. Ese fue el final de una plaza de toros histórica.

Los Solórzano en la plaza de Cádiz

Los hermanos Jesús y Eduardo Solórzano, en la década de los treinta del pasado siglo, consiguieron tejer una profunda amistad con la familia Domecq que estaba afincada en Jerez de la Frontera. Eso les permitió en algunos años, hacer el invierno en sus fincas de aquellos lares, pero también acomodarse en los carteles de las plazas del llamado Rincón del Sur, sobre todo cuando ellos iniciaban por aquellas tierras su andar por los ruedos. 

Así, quien después sería conocido como El Rey del Temple, en 1930, la campaña que cerraría con su alternativa en la sevillana Feria de San Miguel, se presentó allí en tres ocasiones, los días 01 de junio, 05 de julio y 10 de agosto, alternando en el segundo de esos festejos, con Alberto Balderas, el futuro Torero de México y en el tercero con Carnicerito de México en el cartel.

Por su parte, en 1934, su hermano Eduardo tendría una actuación destacada en el coso gaditano al presentarse allí el día primero de junio, cuatro años justos después de la primera actuación allí de su hermano mayor. Así pues, los Solórzano toreros, tenían historia escrita en Cádiz.

Jesús Solórzano hijo

El hijo de El Rey del Temple se había presentado como novillero en Nogales en 1962, debutó en la Plaza México en 1963, con el hijo mayor de Armillita se presentó en Lima en 1964 y el 18 de octubre de ese mismo año, le cortó en la propia Plaza México el rabo al novillo Bellotero de Santo Domingo, en festejo televisado a nivel nacional.

A inicios de 1965, Jesús Solórzano hijo anunció su interés de hacer campaña en ruedos hispanos, trasladándose a la península para hacer tentaderos y adaptarse al toro de aquellas tierras. Al tardarse su presentación, la prensa de estos lares comenzó a elucubrar sobre esa dilación y a achacarla al incumplimiento del convenio. Se publicó entre otras cosas, lo siguiente en el ejemplar de El Ruedo fechado el 8 de junio de 1965:

Lean la versión que da un conocido cronista – Juan de Marchena – del caso de Solórzano; «Jesús Solórzano, Jr., ha decidido regresar de España. Auténtico novillero puntero, autor de la mejor faena de Ja temporada veraniega del año pasado, una faena, además, de las mejores que se han visto, en verano o en invierno, en la plaza capitalina. Durante tres meses Solórzano ha esperado que se le abrieran las puertas de alguna plaza española. Tiene derecho a una plaza de cierta categoría, por lo menos, para empezar, o a integrar un cartel adecuado y de importancia. Después de tres meses de inactividad, se le ofrece, de golpe y porrazo, y para darle un golpe y porrazo a su carrera, una novillada desesperada, alternando con dos desconocidos, en la plaza de Madrid y con novillos, seguramente, difíciles, traídos de Portugal. Un tropiezo en Madrid sería gravísimo y, tal vez, definitivo en la vida torera de Solórzano, que es acreedor, por su comprobado torerismo, a un trato decente y justo, que sería una expresión de reciprocidad, perfectamente lógica, correspondiente al trato que aquí reciben, por igual, figuras, segundones, maletas y maletillas que vienen de Ultramar. Pero en cambio, ya se rumorea que vamos a ver en los carteles de la plaza de Insurgentes los nombres de novilleros hispanos. Sé muy bien que otra vez, la enésima, voy a ser culpado de antiespañol. Pero nada más irritante, nada más indignante que la injusticia con que se trata a nuestros toreros en tierras de España...»

Sin evidencias o bases que sustenten las afirmaciones, se intentó justificar una inactividad que, por una parte, estaba por terminar y por la otra, quizás estaba planificada.

La inauguración de la temporada del 65 en Cádiz

La temporada de toros de 1965 en Cádiz llevaría dos fastos en su inauguración. El arranque de los festejos taurinos de ese calendario y la puesta en funcionamiento de un nuevo sistema de alumbrado de la plaza de toros, la que, a partir de esa fecha, sería anunciada como la Plaza mejor iluminada del mundo. Para la oportunidad, a celebrarse el 29 de junio de ese año, se anunció una novillada en la que actuarían el palentino Amado Ordóñez, el madrileñísimo José Teruel El Pepe y Jesús Solórzano, todos nuevos en esa plaza, ante un encierro de origen Hidalgo Barquero, vía Benítez Cubero de don Diego Romero Gallego

Gracias al encargado de la información taurina del Diario de Cádiz, Francisco Javier Orgambides Gómez, he obtenido la crónica del festejo publicada en ese medio, escrita por Francisco Gómez Carrasco, firmando FRANGOCA, misma que describe la actuación de Solórzano de la siguiente guisa:

El mejicano recibió al tercero de la serie con un arriesgado lance con ambas rodillas en tierra y otros en los que el novillo se le quedó. Colocó un gran par de banderillas, levantando muy bien los brazos y luego medio de superior ejecución. Brindó al público y empezó con dos muletazos rodillas en tierra siguiendo con redondos, dos naturales y una tanda de otros cuatro ligados con el de pecho. Un molinete arrodillado y dos manoletinas. Mató de media estocada sin puntilla. (Ovación, oreja y vuelta)… En el último, el mejicano puso a prueba su valor y su inteligencia ante un novillo peligroso que sólo buscaba el bulto. Lo lanceó con valor, clavó tres soberbios pares de banderillas y con la muleta toreó por redondos, naturales ceñidos y otros pases salvando con vista los derrotes de la res, que empitonó al torero al dar un pase por alto, derribándolo sin consecuencias. Entró sin igualar y dejó una entera atravesada, asomando la punta del acero y a renglón seguido, media que no necesita el puntillero. (Ovación y saludos)…

Como se puede ver, la actuación de Jesús fue casi redonda, pues por la precipitación al entrar a matar a su segundo, perdió seguramente el apéndice que le hubiera abierto la puerta grande. Destaca también la calidad que demostró con las banderillas y lo destacado de su toreo al natural.

No debo dejar de mencionar que Amado Ordóñez y El Pepe también cortaron una oreja cada uno al primero de su lote y que, en el segundo de este último, se tiró un espontáneo que se enfrentó con violencia a los agentes del orden que intentaron detenerlo.

El resto de la temporada de Jesús Solórzano

Al igual que su padre y que su tío, logró una breve pero intensa campaña apoyado por la familia Domecq y en ese calendario suma siete festejos, casi todos en el llamado Rincón del Sur, pues actuó posteriormente en las plazas de Sanlúcar de Barrameda (2 tardes), La Línea de la Concepción, Ayamonte, Jerez de la Frontera y Valencia. En ese ciclo actuaron allá otros novilleros mexicanos, como Manolo Espinosa Armillita, Raúl Contreras Finito, Joel Téllez El Silverio, Juan de Dios Salazar, Mario de la Borbolla y Juan Anguiano.

Ya volvería al año siguiente para presentarse en plazas de mayor responsabilidad y recibir la alternativa en Barcelona al final de la temporada, la que le serviría para escribir una serie de páginas importantes en la historia del toreo en México.

Aviso parroquial: Agradezco a mi amigo Francisco Javier Orgambides Gómez el haberme facilitado la crónica aparecida en el Diario de Cádiz que se cita en este texto y los apuntes hechos acerca de la plaza de toros de Cádiz, por su gran utilidad para lo que hoy les presento aquí.

miércoles, 23 de abril de 2025

Abril de 1975: La primera Feria de San Marcos en la Plaza Monumental (V)

Miércoles 23 de abril. Antonio Lomelín reafirma su total recuperación

La cuarta corrida de la Feria de San Marcos del 75 también fue nocturna y tuvo como aliciente la presentación de Curro Rivera en el ruedo de la Plaza Monumental, que permitió que la entrada al coso fuera mejor que en los días anteriores. No obstante, la cultura feriante de nuestra ciudad aún no estaba totalmente arraigada. Los días de entre semana las labores ordinarias seguían su curso de manera casi normal y eran los fines de semana los que se dejaban para festejar, aparte hecho, para el día del santo patrono. Al paso de los años, el serial taurino se agruparía en fines de semana, para atraer a los festejos la mayor cantidad de público posible.

Nuevamente don Guillermo González confeccionó un cartel que en el papel tenía visos de redondez, porque aparte del hijo de Fermín el de San Luis, completaban la terna Jesús Solórzano y Antonio Lomelín, quienes ya habían actuado en el serial con fortuna diversa. Los tres enfrentarían un encierro de Las Huertas, en esos días de la titularidad de don Luis Javier Barroso, el inolvidable Chacho, quien en ferias anteriores había logrado triunfos importantes.

La importante tarde de Antonio Lomelín

Ya habíamos anotado por aquí que el lunes 21 anterior, Antonio Lomelín había dejado bien claro que no cargaba secuelas de la gravísima cornada que sufrió el 16 de febrero anterior en la Plaza México. En esa noche de dos días antes, los toros que le salieron en el sorteo no se prestaron a muchas florituras, pero en esta nueva ocasión tuvo la ocasión de mostrarse como el torero poderoso y valiente que siempre fue, terminando por alzarse como el triunfador de la corrida. Escribió para El Sol del Centro su cronista huésped, Francisco Lazo:

Antonio Lomelín achicó la muleta y la movió para fijar al toro, al mismo tiempo que se echó la espada a la cara, a la altura de la barbilla. Y entró a matar dando el pecho, volcándose luego sobre el morrillo en un perfecto volapié. Ejecución valiente y emocionante, aunque el acero quedara un tanto perpendicular sin producir los efectos deseados. Y Antonio repitió la escena, para dejar ahora sí, una estocada muy bien colocada, mientras el público se ponía de pie, aclamándole. Dobló el toro. El público pidió las orejas, el juez concedió una con la que Antonio dio dos vueltas al ruedo, bajo lluvia de prendas, y se retiró al callejón sonriente, cerrando así su actuación de esta noche, de torero valiente, de banderillero excepcional y de eficiente matador. Parece ser que, como decíamos hace días, a Antonio no le hizo ni cosquillas esa terrible cornada que le puso al borde de la muerte. Se desplaza por el ruedo como por su casa, seguro, con tanto valor, que por momentos aborda el terreno de la temeridad. Y creemos también que ha encontrado el camino, al fin, hacia la cumbre, porque a sus dos enemigos les ha toreado, cuando no parecían tener un pase, dos mansos peligrosos, sobre todo su primero que tiraba cornadas a diestra y siniestra sin que Antonio se descompusiera. Finalmente, resultó ser el triunfador del cuarto festejo de la feria taurina de esta Aguascalientes...

Más adelante relata el que en la fecha era el jefe de información taurina del diario deportivo Esto de la Ciudad de México, que en el quinto de la corrida, puso hasta cuatro pares de banderillas y que si solamente cortó una oreja, cuando le eran pedidas las dos, fue únicamente porque la primera estocada que dejó, hasta la empuñadura, le quedó perpendicular y en lugar de intentar una prolongada labor de enterramiento, extrajo la espada y se volvió a tirar a matar con la misma decisión, dejando, ahora sí, una estocada en todo lo alto, de instantáneos efectos. El ingeniero Herrera, entonces Juez de Plaza, se llevó una bronca, dice el cronista, por no conceder esa segunda oreja.

El desconcertante Jesús Solórzano

Cuando el hijo del Rey del Temple sentía que salía con los hados de su lado, hacía el toreo como ninguno. Pero si sentía que no le acompañaban, también generaba broncas que podían llegar a alcanzar buenas proporciones. Esta fue una de esas últimas fechas, en las que, al salir del hotel anunciaba algo grande, pero al llegar a la plaza, daba lo contrario. Sigue adelante el cronista:

Poco antes de la corrida, Chucho Solórzano me dijo que la iba a armar. Y la armó. ¡Por poco se le va vivo el primero! Le pegaron dos avisos después de doce pinchazos y diez golpes de descabello. Al principio parecía decidido, hasta banderilleó, pero pronto volvió a las dudas y dejó escapar otra oportunidad. En su segundo, un toro refugiado en tablas, pareció dispuesto a jugarse la piel y hasta le puso la barriga al toro para dar algunos buenos muletazos, sólo que siempre sobre piernas. Y tumbó al buey de media delanterilla. Este Chucho parece no tener remedio...

Me tocó ver a Jesús Solórzano en ambas versiones dentro de los ruedos y la verdad es que tuvo todo para ser una gran figura del toreo. Es uno de esos casos en los que uno no se explica las razones por las cuales no llegó a serlo.

Un voluntarioso Curro Rivera

La noche de su presentación no pudo ser triunfal para Curro Rivera, y es que le tocó lo menos lidiable del encierro de Las Huertas. Sin embargo, eso no le impidió intentar por todos los medios, resalta la crónica, buscar el triunfo para mantener la posición que guardaba en el escalafón nacional.

Curro Rivera pasa por muy buen momento. Eso todos lo saben. Y hoy, ante reses impropias para el toreo, tuvo chispazos de su calidad y hasta le hizo la faena a su primero, un toro que atacó al caballo, pero que se dolió pronto y quería escapar. Lances a pies juntos, luego despatarrado, que le fueron coreados. El toro llegó al tercer tercio áspero, reservón, pero allí le anduvo Curro, poniéndole la pierna como diciendo, ¡aquí, aquí tienes dónde herir!, para irle encelando. Le dio diez muletazos, de bella ejecución, y se clavó una banderilla en un pie. Cojeando, entró a herir para pinchar y luego dejar medio acero de efectos fulminantes. Le llamaron al tercio a escuchar la aclamación. A este toro le hizo un quite por mandiles, muy ajustado, que encendió los entusiasmos. Su segundo suspiraba por el surco. Y después de intentos y de algunos pases, lo mató de pinchazo y entera...

Siguiendo la semántica del cronista, estoy en condiciones de afirmar, que ni la impropiedad de los toros que le tocaron, iban a detener la marca de quien era ya apodado Curro Cumbre. Ya tendría ocasión de resarcirse en esta misma feria.

El encierro de Las Huertas

Mencionaba antes que Chacho Barroso había tenido triunfos significativos en nuestra feria. En esta oportunidad las cosas no se le dieron como lo hubiera esperado. Éste es el juicio de Francisco Lazo a propósito de la corrida que envió en esos días:

Bien presentado el encierro de Las Huertas, reses con cara de toros y kilos, muy en tipo de la ganadería. Pero mansos cinco de ellos, y los seis terminaron poniéndose a la defensiva y finalmente huidizos, buscando por donde escapar. Si acaso, se salvó un tanto el primero, que tuvo pases, no muchos, pero sí los suficientes para hacerle la faena. Pero le tocó a Chucho Solórzano y ya se imaginan ustedes lo que pasó. En conclusión, el encierro de Las Huertas estuvo por debajo del crédito de la vacada y las reses que lo integraron, merecen llamarse bueyes.

Así fue la cuarta corrida de feria que se celebró en la entonces nueva Plaza Monumental Aguascalientes. La Feria Taurina de San Marcos iba a la mitad de su camino y el signo que llevaba era de pocos triunfos y entradas paupérrimas. Pero veremos que esa tendencia se iría corrigiendo. Hasta mañana.

domingo, 20 de abril de 2025

Abril de 1975: La primera Feria de San Marcos en la Plaza Monumental (II)

Domingo 20 de abril, primera corrida de feria en la Monumental

La apertura del ciclo de corridas de toros abrileñas en la Plaza Monumental se ofrecía con un cartel formado por un encierro del ingeniero Mariano Ramírez para ser lidiado por Jesús Solórzano, Mariano Ramos y Humberto Moro. El hijo de El Rey del Temple venía con la vitola de ser el primer gran triunfador de la nueva plaza, pues el 24 de noviembre anterior había cortado el primer rabo que se otorgaba en ese ruedo al toro Pinocho de la misma ganadería jalisciense que lidiaba en esta señalada fecha; por su parte, Mariano Ramos había sido, de manera arrolladora, el triunfador indiscutible de la feria de 1974 y al igual que Humberto Moro, era nuevo en esta plaza.

La ganadería del ingeniero Mariano Ramírez venía a tratar de recuperar aquel impresionante paso que demostró en el año de 1973, cuando lidió dos encierros, el segundo programado en corrida extraordinaria, mismos que en su conjunto fueron extraordinarios. Al año siguiente, tanto en la feria de abril, como en los festejos de inauguración de la nueva plaza, apenas un par de toros lograron salvar el honor de su divisa, así que el compromiso era importante también para el ganadero. 

Así, todos los elementos sumados, daban a la afición un cartel interesante en el papel y con la posibilidad de imprimir un rumbo triunfal al serial sanmarqueño desde el inicio.

La presentación de Humberto Moro

Humberto Moro, nacido en esta ciudad, es hijo del Humberto Moro nativo de Linares, Nuevo León, llamado El de la Izquierda de Oro, había recibido la alternativa en León, Guanajuato, apenas el 19 de enero anterior, de manos de Manolo Martínez y atestiguando Curro Rivera la cesión del toro Buena Suerte de San Miguel de Mimiahuápam. Esta corrida de apertura de feria le representaba su presentación en la Plaza Monumental, y por ello, en la edición del 20 de abril de 1975, el diario El Sol del Centro, don Jesús Gómez Medina publicó un artículo dedicado al hecho de su presentación y al primer festejo ferial, del que extraigo:

...en marzo de 1974, en Durango, toreaba su primer novillada y diez meses más tarde, el 19 de enero, en León, con veintiséis novilladas en su haber, el imberbe torero obtenía el doctorado en su profesión... Humberto alterna - alternar es un verbo muy taurino - la profesión de lidiador de reses bravas con la de estudiante de primero de Preparatoria en el Instituto Aguascalientes. Y con buen aprovechamiento, por cierto... ahora, está ya a punto de debutar como matador de toros en Aguascalientes... Y en la Feria de San Marcos, nada menos. En el primer festejo ferial, al lado de Chucho Solórzano, artista supremo, supremo definidor del toreo de calidad, y de Mariano Ramos, el arrollador torero capitalino, triunfador indiscutible de la recién concluida temporada en México... Y si a todo esto añadimos que el Ing. Mariano Ramírez es quien aporta la materia prima – ¡hay que ver la preciosidad del encierro enviado por el ingeniero! – tenemos la evidencia de que la feria iniciará por todo lo alto... ¡Suerte, Humberto! … ¡Suerte, Chucho y Mariano! … ¡Suerte Ing. Ramírez! … ¡Suerte, aficionados! …

La idea de don Jesús no iba mal encaminada, porque reitero, en el papel, la corrida de toros anunciada era redonda, pero hasta que no sale el toro al ruedo, es cuando se puede saber si el presagio que representa el cartel anunciador, se va a cumplir.

El encierro lidiado esa tarde

Al final de cuentas, el festejo no resultó triunfal como su anuncio lo prometía. De las relaciones que guarda la prensa de aquellos días, resulta que los toros no tuvieron las aptitudes para que se lograran con ellos grandes hazañas. Escribió Alejandro Hernández para el diario Heraldo de Aguascalientes:

“Los toros no tienen palabra de honor”, reza un refrán taurino, y como tal, y la corrida que tantas esperanzas había fincado, merced a los triunfos obtenidos en ferias pasadas, ahora ha fallado… El encierro del Ing. Mariano Ramírez resultó ser débil de fuerza, cayéndose casi todos los toros y llegando al tercio final con medias embestidas o muy agarrados al piso…

Por su parte, don Jesús Gómez Medina, en su crónica para El Sol del Centro, con un poco más de desarrollo, expresó:

Integraron un encierro de buena presencia y fino corte; todos de pelaje cárdeno, aunque con distintos matices. Y todos también, bravos para las caballerías y con magnífico estilo para los infantes. ¡Ah!; pero, cinco de ellos manifiestamente faltos de vigor, endebles en grado tal que, pese a su nobleza y bravura, su lidia resultó deslucida e inclusive tediosa...

Como se puede apreciar, la materia prima falló. Sin toro, no hay lidia posible y esto es lo que al parecer ocurrió esa tarde de hace medio siglo.

El hacer de los toreros

Ante el problema que implica el tener que desarrollar labor de enfermero ante toros inválidos o simplemente intentar cumplir por la manifiesta inutilidad de los astados que se enfrentan, los diestros quedan en desventaja, porque tienen que agradar a la concurrencia, sin mimbres para ello.

El toro que cumplió de toda la corrida resultó ser Andaluz, el primero de la tarde, al que, unánimemente, las crónicas consideran que no fue debidamente aprovechado. Escribió don Jesús Gómez Medina a ese propósito:

El mejor, el que amén de magnífico estilo poseyó más resistencia que el resto del encierro, fue “Andaluz”, el cárdeno lidiado en primer término, al que Solórzano aprovechó cumplidamente con el percal, toreándolo por verónicas plenas de solera, de clasicismo; si bien con la muleta, luego de un preámbulo brillante, prometedor, en el resto del trasteo, no logró Chucho mantener el ritmo, dejando la impresión de que “Andaluz” era merecedor de mejor suerte...

Por su parte, Alejandro Hernández, en el Heraldo de Aguascalientes, con más dureza, reflexionó lo siguiente:

El primer espada Jesús Solórzano tuvo una tarde mala merced a sus dudas y falta de afición, pues en primer término se enfrentó a “Andaluz”, un cardenito muy bonito y con algo de presencia, siendo este toro el que mejor llegó al tercio final y concretándose su matador a torearlo con desmedida precaución, "zumbándose" al toro que iba con la cabeza baja, muy lejos. Fue pitado…

A veces, a alguno le toca el toro de la corrida y no se entera o si lo hace, prefiere esperarse a la siguiente tarde.

Mariano Ramos y Humberto Moro cargaron con los toros que no anduvieron. Refiere don Jesús Gómez Medina:

…Mariano Ramos y Moro se excedieron en determinación y llegaron a terrenos vedados a los pusilánimes, intentando, con raquítico fruto, hacer pasar a sus menguados antagonistas... Con “Fundador”, el segundo de la jornada, plasmó Mariano Ramos su trance más lucido, fue al torearlo de capa, con quietud extraordinaria, ciñéndose, apretándose con el cárdeno y templando a la vez, en forma superior, tanto en las verónicas, como en otros pintureros lances con el capote a media altura... Pero de allí en fuera nada, o casi nada... Humberto Moro reafirmó que lo suyo es un caso de determinación... pues sin enemigos adecuados, puesto que sus dos adversarios terminaron sosos, embistiendo cuando Humberto los obligaba, paso a paso y con la cabeza encima de la muleta, logró, sin embargo, hacerse ovacionar con sus lances al natural en uno y otro turno, y en forma especialísima en tres estatuarias y ceñidas chicuelinas con el tercero...

La conclusión que pronuncia don Jesús Gómez Medina puede dar una idea bastante acercada a la realidad de lo ocurrido en esa, la primera corrida de feria que se dio en la historia de la Plaza Monumental:

En el espectáculo taurino todo es aleatorio, imprevisible... Cualquier resultado, en este que Enrique Vila llama “el negocio de los toros”, se deriva de la intervención de tantos y tan diversos factores que allí concurren: el toro, los toreros, también los empresarios. ¿Y cómo olvidar lo que en un momento cualquiera puede significar la actitud de los aficionados o la gestión de la autoridad? De aquí la conclusión: en toros, nada hay escrito; en un festejo taurino, todo puede ocurrir… Como aconteció... o dejó de ocurrir ayer, en la tan esperada primera corrida de feria… ¿Cómo esperar que, con tan selectos ingredientes, el platillo haya resultado insulso, frío, “esaborío”? … Y, sin embargo, así ocurrió… Ni siquiera la persistente intervención de la charanga, actuando casi siempre a destiempo – a destiempo porque lo que ocurría en la arena no justificaba su intervención – fue capaz de levantar el tono del festejo; de un festejo que se hundía en el piélago de la mediocridad y del tedio a la medida en que la bravura de los bureles naufragaba bajo el faro de su manifiesta debilidad... Y fue de esta manera que el primer festejo ferial, tan esperado y del que pendían tantas esperanzas, haya concluido tristemente, en un clima de hastío y desencanto, a mil años luz del que imperaba cuando dos horas antes, Su Majestad, Luz María I y sus gentiles princesas inundaron la plaza con su lozanía y belleza al hacer el primer “paseíllo” de la feria...

Un apunte importante que hace don Jesús, es la intervención indiscriminada de la Banda Municipal, dirigida en esas calendas por el maestro don Fernando Soto García, quien, por falta de regulación al respecto, “se arrancaba” a petición de los diestros actuantes y que es el antecedente mediato de lo que hoy ocurre todavía, previo permiso de la autoridad, en la misma plaza.

Así transcurrió la primera corrida de feria en la historia de la Plaza Monumental. Nos vemos el día de mañana.

domingo, 10 de marzo de 2024

10 de marzo de 1974: triunfal despedida de Luis Procuna en la Plaza México

Luis Procuna
15 de febrero 1953
Desde 1964 las cosas estaban enrarecidas en el sindicato de los matadores. Fermín Rivera estaba a punto de concluir su gestión al frente del mismo y se formaron dos grupos que pretendían sucederlo, uno encabezado por Jorge El Ranchero Aguilar y el otro, que era liderado por Luis Procuna. El 1º de enero de 1965 se verificó una asamblea de la Unión de Matadores y en un ambiente muy revuelto salió electo como Secretario General El Ranchero Aguilar.

La asamblea se impugnó y unas semanas después se volvió a celebrar, repitiéndose el triunfo en las urnas del torero de Tlaxcala. Luis Procuna y sus seguidores quedaron desde entonces en entredicho y, al final los toreros se dividieron en dos asociaciones sindicales, una nueva, la Asociación Nacional de Matadores de Toros y Novillos, encabezada por El Ranchero Aguilar y lo que sobrevivió de la Unión Mexicana de Matadores de Toros y Novillos, con jurisdicción solamente en la Ciudad de México, encabezada por Luis Procuna, en la que se alinearon toreros como Jesús Córdoba, Víctor Huerta, Guillermo Sandoval o Fernando de la Peña, y casi todos ellos, a partir de ese momento vieron languidecer sus carreras.

Luis Procuna no resintió de pronto la reticencia de las empresas de los Estados que no tenían vínculos con DEMSA, que tenía el control de la Plaza México y de otras varias de importancia en la República, pero a partir del año 1966, el número de sus actuaciones decreció, hasta llegar al paro total en 1968 y hasta 1970. Dirían los cronistas de la política de hoy: Procuna fue cancelado.

Una pausa inesperada

Casi de repente, el último torero activo de la Edad de Oro del toreo en México se vio detenido en su andar por los ruedos. Y tuvo que buscarse la vida en otros menesteres. Tuvo, como le contó a Javier Santos Llorente, que encontrar trabajo:

Me mandaron a trabajar, cosa que nunca había sabido hacer. Un amigo me llevó a la compañía del ron “Castillo”, aprendí, y allí me quedé diez años que pasé como cualquier empleado hasta llegar a gerente de marca... En todo ese tiempo no frecuenté ni toreros, ni ganaderos. Me olvidé completamente de los toros y de todo aquello que fuera en función de lo taurino... (Javier Santos Llorente, Luis Procuna. Retrato surrealista de un torero. Pág. 61)

La medición del tiempo que hace Procuna es un poco exagerada, porque en realidad volvió a empezar a torear otra vez en 1972, cuando le dio la alternativa en Ciudad Juárez a su hijo Luis y al año siguiente junto con él, en plazas de menor entidad, casi siempre acompañando a su vástago, sumó catorce tardes. Más bien, de lo que se trataba, era de ir dándole cuerpo a la idea que ya tenía El Berrendito, de irse de los ruedos por la puerta grande, como figura del toreo que era.

Los prolegómenos de una despedida

Aunque ya habían pasado algunos años de las disputas sindicales que causaron el ostracismo de Luis Procuna y de varios toreros más, la empresa de la capital – DEMSA – parecía no haber olvidado los agravios, presuntos o ciertos, que la actividad sindical del torero les haya causado. Entonces, cuando éste se acercó para plantear la posibilidad de torear una corrida de despedida en la Plaza México, don Javier Garfias, representante de la empresa en ese coso, dijo el torero al citado Javier Santos Llorente, no estuvo por la labor de hablar con él:

Ya se había anunciado que me despediría, pero el contrato no era legal... Entonces le dije a Carlos González: “Te voy a agradecer que le digas a Javier Garfias que quiero hablar con él”, a lo que contestó: “A Javier Garfias ni en helicóptero lo haces salir de donde está”. Era viernes. “Bueno, pasado mañana es la supuesta despedida y Luis Procuna no va a torear si no se le paga algo decoroso... (Santos Llorente, op. cit., Págs. 62 – 63)

Como se puede ver, el camino a la tarde redonda que tuvo Luis Procuna en la Plaza México hace medio siglo, fue pedregoso y lleno de baches. Pero las vías que llevan al triunfo, por lo regular, no son pavimentadas.

La tarde del 10 de marzo de 1974

El cartel de la última tarde se anunció con un encierro del ingeniero Mariano Ramírez para Luis Procuna, Eloy Cavazos y Jesús Solórzano. La corrida, para la afición del resto de la República, tenía el incentivo de que sería transmitida en abierto por el canal 2 de televisión y narrada por José Alameda.

Vi esa corrida por televisión y si mi memoria no me traiciona, la plaza se llenó hasta el tope y el ambiente que reflejaba, aunque en las crónicas se le llegó a calificar hasta de sensiblero, sí estaba cargado de un gran sentimiento de admiración y de respeto, reitero, a la única figura que quedaba en activo, de la mejor etapa que haya tenido la fiesta en México en toda su historia y que en esa señalada tarde, pondría punto final a su andar por los ruedos.

La guinda de ese ambiente sentimental y festivo lo pondría Luis Procuna al enfrentar al cuarto de la tarde, Caporal, número 160 y con 448 kilos de peso, al que le cortaría el rabo. Escribió Carlos León desde su tribuna del Novedades capitalino a ese propósito:

Pocas despedidas habrán tenido un mejor marco de cariño, de entusiasmo y de entrega populares para quien fue uno de sus favoritos. Pero Luis no se limitó a dejarse querer aprovechando el sentimentalismo que propiciaba su adiós, sino que salió cual si tuviera el hambre novilleril de sus inicios, a demostrar que “aquí ‘nomás’ mis chicharrones truenan”... Y le sonrió la fortuna en el sorteo, confirmando que “al que nació pa’ tamal, del cielo le caen las hojas”. Si bueno fue “Brillantito” el penúltimo de su carrera, excepcional fue “Caporal”, con el que epilogó su luminosa trayectoria. El toro soñado para irse “a lo grande”, cuajando uno de sus personalísimos trasteos, con esa infinita variedad de suertes que dan alegre tono a las faenas sacándolas de la monotonía y del aburrimiento de quienes nunca salen de lo mismo. Los aficionados nuevos, que no habían alcanzado la época de oro de Procuna, apenas salían de su asombro. No era la “batea de mondongo” con la que se conformaban otras tardes, creyendo que ese era el único “rancho” pues se daban cuentan gratamente sorprendidos, de que existen otras “delicatessen” en la infinita gama de la lidia. Los que ya estaban ahítos de tunas potosinas y charamuscas norteñas, descubrían de pronto que había otras golosinas. Demasiado tarde, por desgracia, pues el confitero capaz de endulzar la lidia agria, se estaba despidiendo para siempre... Muy justas las orejas y el rabo concedidos a Luis, que, hasta el último aliento de su vida torera y bañado en lágrimas, despedido por una ovación interminable después de que "El Soldado" le mutiló la coleta, se fue de los ruedos heroicamente, escribiendo una página memorable, una tarde de torero de los pies a la montera...

Sin apartarse de la mordacidad en sus comentarios, sobre todo al referirse a las figuras del momento, Carlos León describe con precisión la esencia de la faena final de Luis Procuna, la fidelidad a un estilo y a una tauromaquia personalísima que le convirtió en un diestro que fue admirado y reconocido por aficionados y por toreros, sobre todo por estos últimos, que reconocían la dificultad de mantener, ante todo, un estilo personalísimo y original.

Por su parte, en el diario deportivo Esto, Francisco Lazo, cronista titular de esa publicación, relata lo siguiente:

Y Luis hizo su toreo. Allí en el centro del anillo. Ayudados, cortos de extensión, pero a ritmo lento, ligeramente doblada la cintura, firmes las plantas., quebrando el cuello y encajaba la barbilla en el pecho. Y ahora al natural y las “sanjuaneras” y los afarolados y las manoletinas, más quieto que un poste. ¡Ese toreo por alto de Luis! Emocionado y entregado, como entregado estaba el toro y emocionado el público, Luis siguió adelante. En un arrebato, le cogió los pitones al toro y le hizo seguir el viaje de la muleta. Bonita faena, de principio a fin. Pinchó... ¡Y no quería trofeos “simbólicos”! Fue allá a “borrar” el pinchazo con dos afarolados y un desplante... Otra punzadura y más ayudados tratando de limpiar el manchón de la falla con la espada. Ahora sí, dejó tres cuartos que hicieron doblar. Petición unánime. Orejas y rabo. Y vino lo demás, los abrazos, las vueltas, “Las Golondrinas” con su acento melancólico, y sacó al ganadero, que se llevó gran ovación...

Por descriptiva, la crónica de Lazo resulta complementaria de la anterior, porque hace, quizás a vuelapluma, un recuento de las suertes, en esas fechas – y hoy también – casi en desuso que Luis Procuna realizó al toro de su adiós y que para muchos que quizás lo vimos esa única vez, solamente las conocíamos de nombre o en las descripciones literarias. En lo que hay coincidencia en ambas, es en el hecho de que el rabo que se le concedió al torero que se iba, no fue cuestionado y desde mi punto de vista, uno de los mejor concedidos en la historia de esa plaza.

El resto de la corrida

Jesús Solórzano le cortó una oreja al segundo de la tarde, Billetero. Pero antes, invitó a Luis Procuna a poner banderillas cuando decidió cubrir el segundo tercio. La cuadrilla de Jesús se esforzó por poner al toro en el que El Berrendito consideraba adecuado y allí se invirtió una buena cantidad de capotazos. Al final, Procuna pudo lucirse en un buen par al cuarteo y Solórzano en otro al sesgo por los adentros, porque Billetero, aunque fue bravo y con clase, empezó a acusar falta de fuerza y se movía mejor hacia los terrenos de tablas. Tras de culminar su actuación, recuerdo que Jesús declaró ante los micrófonos de la televisión que transmitía a nivel nacional que no se arrepentía de no haber cuidado al toro, que de lo que se trataba era que el Maestro se despidiera en un ambiente de triunfo y que lo hecho, bien invertido estaba.

Por su parte, Eloy Cavazos se encontró con los dos toros del ingeniero Mariano Ramírez que no caminaron. Tanto así, que, en un gesto casi inusitado, regaló un séptimo de Javier Garfias, que para mayor contrariedad, tampoco se prestó a su lucimiento. Así que en esta señalada tarde, terminó pasando de puntitas.

Lo que después vino

El ejemplar del semanario madrileño El Ruedo salido el día 9 de abril de 1974, daba a conocer que el día 5 anterior se habían dado a conocer los resultados del jurado que elegía a los ganadores de los Trofeos Domecq a lo más destacado de la temporada de la capital mexicana. En el caso, tres protagonistas de esta memorable tarde fueron objeto de mención en esa premiación: el ingeniero Mariano Ramírez, quien se llevó el trofeo al Mejor Encierro; el toro Billetero, tercero de esa corrida y primero del lote de Jesús Solórzano, que al empatar a cinco votos con Abarrotero de José Julián Llaguno, motivó que el correspondiente al Mejor Toro se declarara desierto y que a Luis Procuna se le otorgó, por decisión unánime de ese jurado un Trofeo Especial en reconocimiento a su brillante trayectoria y triunfal despedida.

Así se dieron las cosas un domingo como hoy de hace cincuenta años. Se despidió de los ruedos un singularísimo torero que fue el exacto reflejo de las luces, las sombras y, sobre todo, de los claroscuros que hay en esta fiesta, cosa que muy pocos en la historia del toreo han podido alcanzar.

domingo, 14 de enero de 2024

Jesús Solórzano y Fedayín de Torrecilla, a 50 años vista

Jesús Solórzano
Foto: Lyn Sherwood

El seguro azar del toreo

José Alameda ha explicado con claridad lo que pudiera considerarse una de las grandes paradojas de la fiesta de los toros, en el sentido de que lo único seguro en ella, sea precisamente el azar, entendido éste, en el sentido de que por más previsiones que se tomen al respecto de una situación determinada, no necesariamente se dará el resultado que se previene, sino uno que puede ser fortuito, accidental o involuntario.

Era quizás miércoles y todavía no estaba definido el cartel de la sexta corrida de la temporada 1973 – 74 de la Plaza México. Muchos rumores circulaban entre la afición y los medios especializados. Dadas las importantes actuaciones de Manolo Martínez y Mariano Ramos el domingo anterior, las voces más fuertes propalaban un mano a mano entre ambos toreros ante el encierro de Torrecilla que era lo único fijo para la fecha. Pero también se decía, que en las oficinas de la empresa se manejaba que en la combinación que se diera podría participar Jesús Solórzano, anunciado en el apartado y que a esa fecha aún no se había presentado ante la afición capitalina.

Cuenta don Alberto A. Bitar que ante la sola mención de que Jesús Solórzano podría entrar en el cartel en el que se lidiarían los toros de Torrecilla, don José Julián Llaguno montó en cólera:

José Julián Llaguno, llevado por su encono en contra de Jesús – nunca se supo bien a bien el fondo de la cuestión – amenazó con que su familia no permitiría que se lidiaran los de Torrecilla, que convocaría a una conferencia de prensa y que entablaría una demanda contra la empresa… José Julián Llaguno era famoso por dos motivos: el primero, por sus chistes, y el segundo, por lo violento de su carácter, sólo que no tomó en cuenta a la Delegación, que amenazó con retirar del cartel a la ganadería para el Distrito Federal, amén de aplicarle una cuantiosa multa… (La Jornada, 29 de octubre de 2017)

Bastó el apercibimiento de la autoridad para que la ira de don José Julián se apagara y aceptara la terna de toreros que la empresa formó para enfrentar a los toros de su hermano José Antonio, que se completó con Eloy Cavazos y Mariano Ramos, para dar cuerpo a ese sexto festejo del serial 73 – 74. De esa manera el azar jugó la primera de sus cartas, abriendo una puerta que inicialmente estaba casi absolutamente cerrada para Jesús Solórzano.

El segundo pase del azar se produjo con los toros de Torrecilla. La corrida llegó a los corrales de la Plaza México seguramente la tarde del día 8 de enero de ese 1974, con la idea de que estuviera allí los cinco días anteriores al festejo, según lo marcaba el Reglamento. Pero el jueves siguiente, dos toros se pelearon y uno quedó inutilizado. Así lo cuenta don Francisco Madrazo Solórzano en su libro El Color de la Divisa:

…una llamada de Carlos González me inquietó, me contó con detalle como el toro número 38, inutilizó durante una pelea, al número 31, quebrándole una pata… Llamé por teléfono a Carmelita Llaguno y le pedí que embarcara otro toro a la mañana siguiente. Y como yo no podía ir, llamé también a “Chemel” para que me sustituyera: “Entre el 50 y el 49, que escoja Toño el que más le guste, están muy iguales en trapío y peso”, le dije… El jueves 10 de enero festejan sus aniversarios de nacimiento mi tío Jesús Solórzano Dávalos – 1908 –, y Manuel Martínez Ancira – 1947 –, les llamé a ambos para felicitarlos. Ese mismo día nació mi hijo, Antonio Manuel. Mientras acompañaba a Esperanza, me enteré por la prensa que mi primo, Chuchito Solórzano Pesado, completaría el cartel de la corrida del domingo… Toño, acompañado por su primo “Chemel” Garamendi, embarcaba al toro número 49, sustituyendo al lastimado. Cuatro días después, el solitario viajero y el diestro postergado, se unirían – cómplices felices – en una de las más grandes, bellas y mejor trazadas faenas en la historia de la Plaza México: la de Jesús Solórzano Pesado, al toro “Fedayín”, No 49, negro, de Torrecilla, con divisa verde y blanca...

La segunda carta del azar fue la del triunfo. Fedayín no iba, en principio, a esa tarde en la Plaza México, tuvo que darse un percance en los corrales para que de manera emergente fuera llevado a sustituir a uno de sus hermanos que se inutilizó. Y jugó también para que en el sorteo le correspondiera a Jesús Solórzano quien lo aprovechó a plenitud.

Jesús Solórzano y Fedayín ante la crónica

El quinto toro de esa corrida, el que de acuerdo a la voz popular, nunca es malo, fue nombrado Fedayín y ante él, Jesús Solórzano realizó una faena que hoy es considerada por muchos como de culto, pero que, en el fondo, es una de esas que, cuando se haga un recuento de las grandes obras realizadas en el ruedo de la Plaza México, tendrá que ser considerada, necesariamente. José Alameda, en su tribuna de el Heraldo de México, entre otras cosas, expresó lo siguiente a propósito de ella:

Siempre que el arte hace su aparición, la fiesta se desintoxica. Porque, no lo dude usted, la fiesta vive intoxicada. Intoxicada de monotonía… Pero el arte verdadero, ¡aparece tan de tarde en tarde! Sin embargo, es suficiente con que asome para que cambie toda la valoración del toreo. Solórzano acabó ayer, de un solo golpe, con esa faena de molde, monótona e industrial, esa faena que se imprime en serie, como las estampas de calendario, la misma que hemos visto ya este año y el anterior y el otro y el otro… ¿hasta cuándo?... Lo que hizo ayer Solórzano fue poner en evidencia la realidad del arte auténtico, fragante, inspirado, sincero, frente al arte de “los pintores de calendario”. Dicho con bíblico lenguaje: Solórzano vino a correr a los mercaderes del templo… La obra de arte tiene siempre que dar la impresión de algo único, distinto, sin par. Es todo lo contrario de la copia fotostática. La obra de arte, hija de la inspiración, es un modelo único. Por eso vale tanto. El público de la plaza México, este público dotado de tan impalpable sensibilidad y tan implacable juicio, lo comprendió, también de golpe, de corazón, con el alma desnuda. Y se entregó al artista con voto unánime para poner en las manos de Solórzano las dos orejas del toro. Porque en los grandes momentos, hay una emoción de la mente y un juicio del corazón… Solórzano, sí. Pero no sólo él. Fue también el aficionado mexicano, en su puesto de honor de la plaza México, el que dio el ejemplo: moralmente, expulsó a los mercaderes del templo… (Heraldo de México, 14 de enero de 1974)

Por su parte, Carlos León, en su crónica epistolar, dirigida a don Lucas Lizaur, de la zapatería El Borceguí, apunta:

Jesús Solórzano II, que inesperadamente entró al cartel como con calzador, parecía que iba a ser el “Ceniciento” de la tarde; un simple “arrimado”, marginado en un rincón de la cocina mondando patatas, mientras otros se despachaban el caldo gordo con la cuchara grande… ¿Qué fue lo que hizo Chucho para armar la que armó y colocarse, de golpe y porrazo, en un sitial que nunca había tenido? Pues muy sencillo: Volver los ojos hacia el toreo de antaño, al toreo clásico, al torear rondeño. En vez de dejarse llevar por el camino herético de la supuesta e iconoclasta “Escuela Mexicana del Toreo”, retornó a la verdad y a la naturalidad, a la pureza de procedimientos, a la estética desahogada. Y con eso tuvo para abrirle los ojos al público, que en una revelación volvía a ver los viejos moldes que creían haber roto los falsos profetas… Si bien con el capote anduvo desdibujado – lo estuvieron todos –, en lo demás, hasta en adornarse en banderillas que ya casi nadie las clava, hizo una faena de “las de ayer”, un trasteo de los que quitan años de encima, con muletazos y buenas maneras de otras épocas. Todo lo gris que había estado en su primero, fue luminosidad con este quinto toro, que en mala hora bautizaron “Fedayín”, nombre aborrecible para personas civilizadas. Para tan bella faena, pocas nos parecieron dos orejas y dos vueltas al ruedo. Pero eso era lo de menos, había resucitado el bien torear y eso nos llenaba de regocijo… (Novedades, 14 de enero de 1974)

Por su parte, el licenciado Antonio García Castillo Jarameño, titular de la sección taurina del diario deportivo Ovaciones de la capital mexicana se pronunció en el sentido siguiente:

Con la franela, la obra cumplida; la faena en que estuvo impreso un estilo personalísimo, tanto en las formas como en la construcción, muletazos acendrados, con el ritmo preciso, a la distancia justa, a la altura necesaria, engolosinando al noble y bravo burel de Torrecilla, haciendo que el enorme coso fuera un solo olé, y que la gente sintiera que admiraba algo distinto, nuevo, que no era más que eso: el personal sentir de un hombre frente a un toro... ¡nada más! Ahí trenzados en magníficas formas derechazos y naturales; ahí la culminación con el muletazo de pecho cumplido en su cabal dimensión; ahí la arrucina, pero la arrucina sin aprovechar el viaje, sino citando, embarcando, es decir, toreando y el remate justo con uno de pecho de cabo a rabo. Y los adornos – suficiencia y torerismo – en esos derechazos en redondo citando casi de espaldas, los medios pases ligados con otros por bajo sobre la diestra. Pero sobre todo y además de todo, todo ejecutado con un aliento de personal calidad... sí, “El estilo del hombre”. Dos orejas, tras un pinchazo y una más de media. Ovación inacabable y dos vueltas al anillo con salida a los medios... (Ovaciones, 14 de enero de 1974)

La relación de Alameda anota una cuestión importantísima que parece hoy de actualidad, pero que es un mal, que pareciera ser crónico para la fiesta, en el sentido de que llegan momentos en que el toreo se estereotipa, y las faenas se parecen demasiado unas a otras. La crónica de Carlos León resalta el valor intrínseco y esencial de la faena, la pureza en su trazo y en los procedimientos utilizados y que no resultan ser más que el reflejo de una tauromaquia concebida a partir de la naturalidad en su ejecución y en una técnica muy depurada en su concepción. Es por eso que el cronista del Novedades, al describirla, la señala como una faena de las de ayer. Por su parte, Jarameño deja en claro que la obra realizada por el hijo del Rey del Temple ante Fedayín no era cosa de cualquier domingo, sino una de esas que se recordarían por siempre.

El juicio personal de Jesús Solórzano

Cinco años después del hito, en el programa de televisión Toros y Toreros del entonces Canal 11 de la capital mexicana, que, en esas fechas, (1979) conducían Julio Téllez, Luis Carbajo y José Luis Carazo Arenero, se proyectó el vídeo de la faena y lo comentó el propio Jesús Solórzano, quien entre otras cuestiones dijo sobre ella lo siguiente: 

Esa tarde era de mucho compromiso, el único vestido que tenía para estrenar era ese y yo me dije: “o me retiro de los toros, o me compro más vestidos…”, me la estaba jugando al todo por el todo… son faenas que te ponen en tu sitio y que te dan aire para caminar… no podía yo fallar con el toro, todo lo que tenía que hacer era muy pensado, ya después te vas gustando, te olvidas de todo y te entregas al placer de torear… había que darle la pausa al toro, dejarle respirar… mi toreo tiene la influencia de la buena tauromaquia… hoy me doy cuenta de lo grande que puede ser la amalgama de las suertes que tiene el toreo… los toreros hemos perdido mucho porque estamos haciendo un toreo estándar, un toreo igual… esta faena recurre al toreo clásico… lo de ahora es muy bueno, pero con lo de ahora y lo de antes, hay que hacer algo mejor…

Como se aprecia, a un lustro de distancia, Jesús Solórzano distinguía, sin petulancia, el valor de su obra ante Fedayín, y establecía las líneas divisorias entre el toreo puro y lo que se pudiera considerar el toreo moderno. No se mostraba refractario a lo que algunos han dado en llamar la evolución del toreo, pero sí dejaba bien claro que las bases fundamentales de la tauromaquia son inamovibles, que son esenciales y cualquier modificación que se plantee, ha de ser a partir de ellas.

En conclusión

En este día se cumplen cincuenta años de esta gran obra de Jesús Solórzano, una faena clásica, en la que se reiteró una vez más que el toreo puro, ese toreo en el que, como lo dejó dicho Rafael Ortega, para transmitir, primero se tiene que sentir, es y será siempre el que mueva las fibras sensibles de afición y público, el que deje en nosotros su huella indeleble y que nos invite a volver a la plaza el siguiente domingo, con la esperanza de volver a encontrar esa conjunción entre toro y torero que es la razón de nuestra afición, eso que llaman el toreo eterno.

sábado, 29 de abril de 2023

Feria de San Marcos 1973. La consolidación de un proyecto (X)

Mariano Ramos se lleva el Escapulario de San Marcos

Hace unos días conversaba a la distancia con Carlos Hernández González, el entrañable Pavón y a propósito de la novillada de preferia ya comentada por estos andurriales, me decía que se extrañaba la presencia de la Casa Domecq en los toros y de los certámenes que organizaba en las principales ferias y temporadas de nuestro país. No tuve más que asentir y reconocer que en estos tiempos que corren, las grandes empresas que antaño se ufanaban por patrocinar a la fiesta de los toros, hoy se refugian en un acomodaticio concepto que titulan publicidad responsable, que les impide relacionarse por esa vía con la tauromaquia, independientemente de que, en lo económico, puedan signar jugosos contratos con las empresas taurinas, para comercializar, en exclusiva, sus productos dentro de las plazas. Como se ve, juegan con una moneda que tiene dos caras y siempre que la tiran al aire, cae hacia arriba, la que les da el triunfo a ellos.

Y es que tanto el trofeo novilleril del Cristo Negro del Encino, como el Escapulario de San Marcos para los matadores de alternativa y en un inicio, dos trofeos a designar por un jurado nombrado ex – profeso, para el triunfador de la feria y el mejor encierro, consistentes en aquella época, en esculturas del maestro Humberto Peraza, eran parte del Certamen Taurino Domecq, que al paso de los años y de la introducción cultural de ideas que no corresponden a nuestra manera de concebir la existencia, se fue diluyendo hasta desaparecer completamente. Hoy en día, son los colectivos de aficionados, quienes, con sus propios medios, reconocen a los triunfadores, sin apoyo o patrocinio de ninguna de esas grandes firmas comerciales, que “en lo oscurito”, siguen medrando con la fiesta.

La corrida del toro de 1973

Se empezaba a generar como tradición en las ferias con el formato como la que se instauraba en Aguascalientes, que los toreros se contrataran por un determinado número de tardes, mas la corrida del toro, un festejo en el que, en disputa de un trofeo, actuaban seis matadores, una especie de beneficio de la empresa. Era una tarde en la que el lleno estaba casi asegurado, pues mucha gente acudía a la plaza para ver, por un solo boleto, a seis de las principales figuras anunciadas en el serial.

En el caso de Aguascalientes, durante muchos años tuvo un incentivo importante, porque el Escapulario de San Marcos era una pieza de oro macizo que la casa vitivinícola arriba citada, ponía en disputa y tenía, aparte del valor propiamente taurino, un valor económico considerable, por ello es que ese cartel era una especie de festejo de triunfadores, aunque se anunciara desde antes de arrancar la feria y los toreros en ella, en realidad se disputaban las palmas, el trofeo y el triunfo.

Posteriormente esa corrida se aprovechó con fines de beneficencia, y no creo estar equivocado que el incentivo en esos casos, sería algún medio para obtener deducciones fiscales, porque los carteles seguían llevando los nombres más destacados del momento taurino. En los últimos tiempos, se propuso la celebración de la Corrida de la Oreja de Oro, a beneficio de la Asociación de Matadores, pero desvirtuando su inicial propósito, que era el de acartelar a los triunfadores de una temporada, para convertirla en apenas una corrida de la oportunidad.

Pues bien, hace 50 años se anunció un encierro de Las Huertas, ganadería de don Luis Javier Barroso, que iba al alza en ese momento, para que la lidiaran Manolo Espinosa Armillita, Manolo Martínez, Jesús Solórzano, Antonio Lomelín, Curro Rivera y Mariano Ramos y esa tarde del domingo 29 de abril, la Plaza San Marcos se llenó hasta en la azotea del tendido de sombra.

El encierro de Las Huertas

A propósito del encierro enviado por don Luis Javier Barroso, titular del hierro de Las Huertas, don Jesús Gómez Medina escribió:

Astados con el respeto adecuado a un festejo de matadores de toros; inclusive hubo uno, el quinto, que, al salir de los chiqueros, arrancó una exclamación unánime de los aficionados; así era de impresionante su catadura… Más, además de respeto, los toros tuvieron bravura y encima buen estilo, exceptuando el mismo quinto ya mencionado… Fue, en suma, la de Las Huertas una corrida con la que los matadores anduvieron cómodos, desahogados y en plan torero; características que los taurófilos supieron estimar cumplidamente… Tan solo una tacha mostraron casi todos los bichos: su escasa fuerza de patas. ¿Deficiencia congénita? ¿Falta de la adecuada alimentación o, quizás, del terreno necesario para que los toros, con el ir y venir, vigoricen sus músculos...?

Mariano Ramos reitera su intención de ser figura

Decía al inicio que Mariano Ramos fue quien se llevó el Escapulario. Ya había hecho su declaración de intenciones la noche del lunes 23 y la tarde del día de San Marcos, día este último, en el que desorejó a un toro de Piedras Negras. Pues bien, en el festejo que hoy me ocupa, se enfrentó al sexto de la corrida y don Jesús Gómez Medina escribió lo siguiente en su crónica para El Sol del Centro, a propósito de su actuación de esa tarde:

Para el joven as del toreo mexicano fue “Candidato”, otro burel de buen estilo, si bien terminó aplomado. Con el percal, lances de diversa factura, con los pies juntos, abierto el compás o realizados a modo de mandil… Y con la franela, imponiéndose al agotamiento de “Candidato”, Mariano, tesonero, valiente por sobre toda ponderación, pero, además, con una seguridad y un sitio y un mando admirables, cuajó una faena que tuvo periodos de gran brillantez y emotividad; que colmó los entusiasmos populares; y que, por último, cuando Ramos se fue sobre el morrillo de “Candidato”, recto, decidido, en entrega total, y dejó el acero en todo lo alto; aunque luego “Candidato” se amorcilló, requiriendo del descabello al segundo intento; albearon los tendidos y, al hacerse acreedor a las dos orejas, Mariano Ramos, a la vez, se convirtió en el triunfador del festejo, ganador, asimismo, del Escapulario San Marcos, entre las ovaciones del respetable…

El cronista, a la vez Juez de Plaza, le concedió al llamado Torero Charro, las dos orejas después de haber finiquitado a su toro al segundo golpe de descabello. Esa es una señal importante de la magnitud de la faena de Mariano Ramos al toro de Las Huertas, misma que le valió para que por aclamación popular – así se adjudicaba ese trofeo – se le premiara con el Escapulario en disputa.

El resto de la corrida

Manolo Martínez le cortó una oreja al segundo de la tarde. Una oreja que al final del día no le resultó suficiente para llevarse el premio del festejo. Así fue su labor:

Se la cortó, en buena lid, a “Cantaclaro”, al que lanceó al natural yendo de menos a más en cuanto a lucimiento; adornóse luego haciendo la chicuelina en forma estatuaria, personalísima y remató con señorío. Un puyazo, y el de Las Huertas dobló los remos. Así llegó al trance final: muy suave, apurado de facultades, pero excelente de estilo. Y Manolo lo aprovechó cumplidamente para torearlo en redondo, con una y otra mano, con temple, con largueza en los naturales y derechazos; molinetes exactos, escultóricos; el del desdén, repetido con idéntico alarde de señorío y torerismo; el adorno espectacular del toreo con el engaño por la espalda y, para culminar, media en lo alto, que hizo pupa a “Cantaclaro”. Ovación; una oreja ganada en buena forma, y la vuelta al ruedo entre ovación general…

Otra faena destacada, aunque fuera de más a menos, fue la de Jesús Solórzano, de la que don Jesús nos cuenta:

“Talismán”, el tercero. Chucho Solórzano lo toreó por verónicas de clásica instrumentación; abierto el compás y a la vez, con temple, con ritmo, rematadas con media estatuaria. Tras el puyazo de rigor, un quite, el único de la tarde, por gaoneras de límpido trazo y con ajuste… A instancias del respetable, tomó los garapullos Chucho para cuajar el periodo más brillante, tal vez, de su labor. Fue el primero un par desigual; mejoró sensiblemente en la realización y colocación en el cuarteo que vino luego y que arrancó una sonora ovación; para concluir con un paresazo de perfiles extraordinarios: salió de las tablas sesgando por fuera, para quebrar en falso y al relance, en la cara y cuadrando superiormente ante los pitacos, igualó los garapullos en todo lo alto, ante el clamor unánime de los espectadores, que, de pie, aclamaban al magnífico rehiletero… La faena ya no tuvo idéntico nivel: la inició Chucho de hinojos, sufriendo un achuchón; y de pie toreó con la derecha en repetidas series, con limpieza, sí, aunque sin la emoción que fuera de desearse y que se hubiese producido si Chucho se aprieta más con "Talismán". Tres pinchazos y una entera, desprendida, dieron cuenta del de Las Huertas. Y, entre palmas generales, Solórzano dio la vuelta al ruedo…

Antonio Lomelín se lució en el segundo tercio con el cuarto, que se apagó pronto y Manolo Armillita y Curro Rivera no tuvieron mucha tela de donde cortar, por lo que solamente pudieron cumplir con decoro en su actuación.

martes, 25 de abril de 2023

Feria de San Marcos 1973. La consolidación de un proyecto (VII)

El día de San Marcos, surge una nueva figura

Mariano Ramos se había revelado ya ante nuestra afición, desde el anterior abril, en la única tarde en la que actuó, como un torero de poderío y de posibilidades y en la noche de la antevíspera, pudo dejar constancia de que sería en este serial hidrocálido donde saldría definitivamente lanzado a la cabeza del escalafón y de las preferencias de la afición, a partir de hacer un toreo sobrio, dominador y que le buscaba las posibilidades a todos los toros que le salían por la puerta de toriles. Era un caso de esos que se dan muy de cuando en cuando, pues no había para él un toro a contraestilo, pues a todos les encontraba la faena que llevaban dentro, a poco que se movieran.

La corrida del 25 de abril de 1973 se componía con la actuación del caballero en plaza Gastón Santos y en la lidia ordinaria, Alfredo Leal, Jesús Solórzano y el nombrado Mariano Ramos. La prensa divulgó que los siete toros a lidiarse serían de la prócer ganadería tlaxcalteca de Piedras Negras, aunque el desenvolvimiento de los hechos revelaría que los toros para los toreros de a pie efectivamente fueron de la ganadería anunciada y que el toro de rejones al final de cuentas llevaba el hierro del ingeniero Mariano Ramírez.

Mariano Ramos y Parrito de Piedras Negras

El tercero de lidia ordinaria y cuarto del festejo se llamó Parrito, y con él, Mariano Ramos escribió la página más brillante de la tarde y una de las más importantes de todo el serial. Fue, de conformidad con las crónicas, una faena lograda a partir de exponer y de porfiar. Así lo relató don Jesús Gómez Medina desde su cátedra de El Sol del Centro:

Mariano Ramos es un torero con celo, con afán de triunfo, con afición, en suma; y sobre tales cimientos el joven diestro logró erigir la sólida trabazón de una faena en la que el aguante, el dominio y el bien torear – pues torear, nunca será ocioso repetirlo, es parar, templar y mandar – desembocaron en la explosión de entusiasmo que enmarcó la gran faena de “Parrito” … Pues la gran faena fue esta, prototipo de entrega, sí, pero a la vez, del más cumplido torerismo; admirable por la forma de consentir, de aguantar a pie quieto y con el pitón en el muslo cuando no enfilando hacia el pecho, al agotado piedrenegrino; tirando, luego, de su débil embestida con un temple tan exquisito y exacto, que logró con ello el prodigio de que “Parrito” pasara en una y en muchas ocasiones, para eslabonar el toreo que, hoy en día, conmueve más intensamente la sensibilidad de los públicos; el toreo en redondo… ¡Oh!, los efectos de tener afición y eso indefinible, inapreciable que entre los taurinos se llama “sitio”. Porque Mariano es poseedor, en alto grado, de ambas virtudes; y con ellas, habrá de llegar muy lejos en la profesión… Es, por ahora, la inminente nueva figura de la torería nacional…Una estocada en sitio mortal. La ovación, que adquiere niveles tormentosos. Y las dos orejas y el recorrido triunfal a la arena, entre un diluvio de flores y prendas de vestir, inclusive de la condición más íntima…

Afición, oficio y poderío, tres prendas suficientes para llevar a un torero a la cima, y en ese día de San Marcos de hace 50 años, Mariano Ramos las dejó patentes en la arena de la Plaza San Marcos… Pero aún tendría más por decir en esa feria delante de los toros.

Tan bueno el toro, que Gastón Santos se bajó del caballo

El toro que abrió plaza, para rejones, decía, fue uno del ingeniero Mariano Ramírez y ante él, Gastón Santos estuvo certero con los rejones de castigo y con las banderillas y al llegar a la parte final de su lidia, en lugar de utilizar el rejón de muerte, se bajó del caballo y decidió matar pie a tierra, dadas las extraordinarias condiciones del toro de don Mariano, al que, conforme a la costumbre de entonces, no se le anunció nombre. Sigue contando don Jesús Gómez Medina:

Tras el preámbulo siempre espectacular que significó la actuación de Gastón Santos, rejoneando a la usanza portuguesa a un alegre bicho cárdeno del Ing. Mariano Ramírez, al que colocó entre otros, dos rejones en todo lo alto y un par de banderillas de excelente factura; pie a tierra toreó por alto y por pases de pecho; sufrió un achuchón y concluyó de un pinchazo y honda en lo alto, para escuchar palmas…

Un hecho inusitado, sin duda, porque si bien, los toreros a caballo echan pie a tierra cuando se les complican las cosas con el rejón de muerte, raro es el caso en el que lo hacen, evitando el uso de ese rejón.

Lo demás del festejo

Jesús Solórzano dio de cal y de arena. Ante el primero de su lote se estrelló con la debilidad que sacó y ante el quinto del concurso ordinario, Tintorero, tuvo momentos de lucimiento en el segundo tercio:

Al quinto de lidia ordinaria, “Tintorero”, lo toreó Chucho sin gran quietud. Lo mejor de su labor, los tres pares de banderillas, particularmente el tercero, zigzagueando en el cite, y el prólogo espectacular del trasteo, con pases de hinojos rematados lucidamente de pie. “Tintorero”, aunque escaso de fuerza como todos sus hermanos, tenía buen estilo, pero tampoco ante este burel se resolvió Solórzano a pisarle el terreno, a aguantarlo como el caso requería para cuajar un trasteo lucido. Por el contrario, su actuación con el acero fue muy deficiente, escuchando pitos…

Por su parte, Alfredo Leal, el triunfador de la feria del año anterior, seguía manteniéndose en esa línea abúlica que le caracterizó en muchos momentos de su dilatada trayectoria en los ruedos:

A su vez Alfredo Leal, en contraste con el entusiasmo de Mariano Ramos, con el primer piedrenegrino, “Tintorro”, que terminó aplomado, se concretó a cumplir; con facilidad, sí, pero a la vez, con frialdad suma. Un estoconazo, y Alfredo escuchó leves aplausos… A “Barba Blanca” un cárdeno claro, caribello, débil de remos, pero de buen estilo, Alfredo lo toreó a la verónica en dos tandas, superándose en la segunda y en una tanda de quietas chicuelinas que ejecutó luego… Muleta en mano, comenzó en buena forma su cometido; instrumentó varios pases de límpida factura, pero sin la emoción y el sabor que logró imprimir Mariano a cuanto llevó a cabo. Sin afición, en suma. Para concluir, un espadazo con travesía que bastó…

Todavía se vería más adelante al Príncipe del Toreo en la feria y, como todos los toreros llamados de la onza, aprovecharía la ocasión para cambiarla.

Los toros de Piedras Negras

La corrida enviada por don Raúl González, como se desprende de lo contado hasta aquí, pecó de la escasez de fuerza, aunque no de bravura:

El encierro de Piedras Negras, terciado en general, mostró la bondad de su casta, su bravura congénita. Pero, a la vez una debilidad, una carencia de fortaleza tales, que en buena parte contribuyeron a hacer, de la tradicional corrida, un festejo gris, con el paréntesis luminoso, triunfal, de la faena de Mariano Ramos a “Parrito”.

Es dura la conclusión final de don Jesús Gómez Medina, en el sentido de considerar que el festejo fue gris. Quizás no fue enteramente triunfal, pero el triunfo bien conquistado de Mariano Ramos, seguramente dejó bien cubierto el precio de la entrada de todos aquellos que llenaron la Plaza San Marcos el 25 de abril de hace medio siglo.

domingo, 25 de septiembre de 2022

Hoy hace 56 años: la alternativa de Jesús Solórzano en Barcelona

El anuncio de la alternativa
Diario La Vanguardia de Barcelona
Ya me había ocupado por estas páginas de relatar la llegada a los ruedos y el ascenso de quienes fueron llamados Los tres cachorros por don Jesús Gómez Medina en su tribuna de El Sol del Centro, cuando se presentaron en la plaza de toros San Marcos de Aguascalientes precisamente Jesús Solórzano, Alfonso Ramírez Calesero Chico y Manolo Espinosa Armillita. Esa tarde se produjo en el mes de octubre de 1964, después de que los hijos de Armillita y El Rey del Temple, hicieran una breve gira por Sudamérica para actuar en Lima y en Bogotá.

Para la temporada de 1965, Jesús Solórzano decidió hacer campaña en ruedos hispanos. Comenzó ya en casi en el verano y entre el 29 de junio y el 19 de septiembre se vistió de luces siete tardes – Algeciras, Sanlúcar de Barrameda, La Línea de la Concepción, Ayamonte, Jerez de la Frontera y Valencia – compartiendo carteles con José Luis Teruel El Pepe, Sebastián Palomo Linares, Agapito Sánchez Bejarano y Rafael Astola, entre los nombres que han trascendido a la historia.

Fue un comienzo medido por parte de Jesús, quien el 18 de octubre de 1964 cortó el rabo al novillo Bellotero de Santo Domingo en la Plaza México. Para el año de 1966, tuvo como principales alternantes en ruedos hispanos a Pedrín Benjumea, Gabriel de la Casa, José Rivera Riverita y Ricardo de Fabra, pero sus actuaciones se extendieron ya a plazas de mayor categoría, pues actuó en Zaragoza, Madrid – 2 veces –, San Sebastián, Barcelona, Almería y Cieza. En la Monumental de Barcelona se quedó con 5 de los novillos de Manuel Álvarez Gómez y hermanos, por herida de sus alternantes. Esa noche le cortó las dos orejas al quinto de la sesión. Julio Ichaso escribió a propósito de ese festejo, lo siguiente, en La Vanguardia de la capital catalana:

...en el quinto... alcanzó un gran éxito al son de la música y de las aclamaciones del concurso; esta estupenda faena fue premiada con las dos orejas, con reiterada petición del rabo y dos vueltas al ruedo entre el entusiasmo general de la concurrencia; al sexto y último de la noche lo liquidó con media estocada en su sitio. Le dieron la vuelta al ruedo a hombros y así lo sacaron por la puerta de la Monumental... Buena presentación, seguida de un alentador triunfe. Felicitamos al nuevo en esta plaza y a su padre, el notable matador de. toros, hace años retirado, Chucho Solórzano, por la actuación de su hijo Jesús...

Acerca de su presentación en Madrid, entre otras cosas, don Antonio Díaz – Cañabate escribió:

El novillo acusó su escasa fuerza en la muleta. Tenía voluntad, pero embestía tardo y había que obligarle para que siguiera la muleta, y esto es precisamente lo que hizo Solórzano, hijo de «Chucho» Solórzano, el fino y elegante torero mejicano que recordamos con toda admiración. Su hijo tiene, por lo que le vimos, algo que ahora se manosea y se cotiza mucho: personalidad. Pero no una personalidad basada en detalles adjetivos al toreo, sino personalidad toreando, haciendo el buen toreo...

Pese a que al apodado Cañas por sus pares, no le parecía bien el toreo que llegaba del otro lado del mar, tuvo que reconocer que uno de los activos importantísimos de Jesús Solórzano, era tener una acentuada personalidad.

La alternativa de Jesús

Como había sido muy frecuente, la plaza de Barcelona fue la elegida para que el hijo del Rey del Temple recibiera la alternativa. La historia nos demuestra que las plazas que regentaba don Pedro Balañá Espinós, fueron, o la puerta de entrada o el punto de arranque de las carreras de muchos toreros mexicanos y honrando esa inveterada costumbre, anunció en los carteles de la Feria de la Merced de 1966, precisamente en la tarde que cerraba el ciclo, la alternativa de Jesús Solórzano, quien fue acartelado con Jaime Ostos en calidad de padrino y Fermín Murillo, que estaba en campaña de despedida como testigo, y a caballo, don Álvaro Domecq. Los toros serían de Atanasio Fernández. El diario La Vanguardia, después de relatar la corrida inicial del ciclo, celebrada el domingo 18 de septiembre, donde Antonio Bienvenida se despidió de la afición barcelonesa, actuando junto a Miguel Mateo Miguelín y Manuel Cano El Pireo frente a toros de don Alipio Pérez Tabernero, anunció lo siguiente:

La segunda función tendrá efecto mañana jueves, con ganado de don Antonio Garde para los diestros Paco Camino, «El Cordobés» y «Paquirri». La tercera consistirá en otra corrida, el sábado, día de la Merced, con reses de don José Benítez Cubero. Intervendrán los matadores Diego Puerta, «Mondeño» y José Fuentes, y en la cuarta, y última, actuará el rejoneador don Álvaro Domecq y, en la lidia ordinaria los espadas Jaime Ostos, Fermín Murillo y el mejicano Jesús Solórzano, que tomará la alternativa con toros de la vacada de don Atanasio Fernández. Todas las funciones comenzarán a las cinco y media de la tarde…

El toro de su alternativa se llamó Rayito, de acuerdo con las crónicas periodísticas de la época. La narración de Eduardo Palacio Valdés, en La Vanguardia, entre otras cuestiones relata:

El diestro azteca veroniqueó guapamente el toro que rompió plaza, negro, listón, con 503 kilogramos en los lomos y de nombre «Rayito». Consistió su quite en unas «chicuelinas», también ovacionadas, y empuñando los rehiletes, dejó un buen par, de frente, luego un solo palo y finalmente un gran par arrancando desde el estribo. Y cuando eran las cinco y cuarenta de la tarde, el bravo ecijano Jaime Ostos lo armó matador de toros, en presencia del baturro Fermín Murillo. La faena de muleta, amenizada por la música, así se desarrolló: Tres pases de tanteo, cuatro naturales, un molinete de rodillas, seis naturales, una arrucina, siete naturales y un molinete de rodillas. Dos pinchazos, una buena estocada y un descabello al tercer viaje, le proporcionaron una ovación, que agradeció desde los medios, En el sexto veroniqueó bien, y a petición del público tomó los garapullos, de los que clavó dos pares y medio, obligándosele a saludar. A la concurrencia ofrendó este franeril trabajo: Cuatro pases por bajo, cinco naturales, uno de pecho, tres naturales y un molinete. Arreó una estocada entera y algo torcida, y se le despidió con aplausos...

De acuerdo con lo que escribió en su día Palacio Valdés, se puede deducir que aún, sin obtención de trofeos, Jesús Solórzano tuvo una actuación destacada en esa tarde histórica para él, sobre todo, si se tiene en cuenta que el encierro no fue precisamente de dulce, según lo describe Rafael Manzano, corresponsal de el semanario madrileño El Ruedo:

Se celebró la cuarta y última corrida de la fiesta de la Merced. Don Atanasio Fernández envió del campo charro un encierro gordo, cornalón, muy dentro de la línea de los toros de la antigua usanza. No han tenido fuerzas con los caballos – ninguno derribó –, pero todos tomaron más de las varas reglamentarias y llegaron muy duros a la muerte...

Esa impresión la ratifica en su columna feriante Barrera de sombra, del diario La Vanguardia del 27 de septiembre siguiente, Julio Ichaso hace la siguiente apreciación de color:

Cable a Méjico, Distrito Federal: «Chucho Solórzano» (padre de Jesús Solórzano). Texto: «Al tomar mi alternativa de matador de toros, te mando un fuerte abrazo. Jesús». Un toro (el primero) por el pitón izquierdo: un angelito; por el derecho: un auténtico barrabás... La tenaz onda mortífera de los capotes, no le ayudó a doblar...»

De vuelta en México

El 19 de febrero del siguiente 1967, confirmaría su alternativa en la Plaza México, ante el toro Zapatero de Santo Domingo, apadrinándole Manuel Capetillo y siendo testigo Antonio Chenel Antoñete, en un festejo en el que los toros potosinos se encargaron de echar a perder la tarde, sobresaliendo únicamente las buenas maneras del confirmante, que esa ocasión vistió el casi mandatorio vestido blanco con bordados en oro.

Hace 56 años, en resumen

Jesús Solórzano y Alfonso Ramírez Calesero Chico fueron los únicos novilleros mexicanos que actuaron en ruedos hispanos. Por los matadores de toros, estuvieron Jesús Córdoba (13 corridas, 2 orejas), Jesús Delgadillo El Estudiante (9 corridas, 14 orejas), Raúl García (5 corridas, 1 oreja), Raúl Contreras Finito (4 corridas, 1 oreja y 1 cornada) y Fernando de la Peña (3 festejos).

Así fueron las cosas hace 56 años, cuando todavía había toros por La Merced en Barcelona.

viernes, 6 de mayo de 2022

La Feria de San Marcos hace medio siglo (XI/II)

La corrida del 5 de mayo y el triunfo de Fabián Ruiz

La corrida con la que se cerró la feria del año de 1972 ha pasado al capitulado de los grandes acontecimientos de la historia taurina de la Feria San Marcos, porque, como lo hemos ido planteando, en ella se lidió la corrida que, en presencia, tipo y por supuesto, pasando por el ineludible baremo de la báscula, resulta ser la corrida de toros más grande que se haya jugado en la Historia del Toreo en México.

Encabezó el cartel Joaquín Bernadó quien durante varios años de la década anterior había tenido triunfos significados en el serial sanmarqueño, como en el de 1964, en la que se alzó como triunfador máximo. Jesús Solórzano hijo, prácticamente un torero de la casa, conceptuado por los más como torero de arte, pero que tenía en su haber un profundo conocimiento de la técnica del toreo y que en el decurso de su andar por los ruedos, acometería varias gestas como la de este 5 de mayo y la presentación ante la afición de su tierra de un torero que tenía por divisa el valor a toda prueba, Fabián Ruiz, quien después de la gravísima cornada penetrante de tórax que sufrió en Tijuana, luchaba por retomar el paso y llegar a ser una figura de los redondeles.

A las cinco de la tarde se abrió la puerta de cuadrillas y salieron a la arena Joaquín Bernadó, vestido de verde claro y oro; Jesús Solórzano, de verde bandera y oro y Fabián Ruiz, de rosa mexicano y plata. La suerte estaba echada.

El comportamiento de los toros en el ruedo

La crónica de Everardo Brand Partida para El Sol del Centro refleja respecto del juego de los toros lidiados, lo siguiente:

Contrariamente a lo que suponía el grueso de los aficionados, tomando en consideración el peso de los astados, éstos no salieron parándose ni a la defensiva. Llegaron al tercio mortal plenos de facultades, esto es, con poder, embistiendo de aquí para allá, francamente, con estilo definido, con son y sólo necesitaban que un torero se les parara, los templara y los mandara, para que hubieran pasado a formar parte de un capítulo memorable de la historia taurina mexicana, y hubieran cubierto de gloria a la divisa y a su criador, el pundonoroso ganadero don Francisco Madrazo… El encierro de La Punta, bonito en verdad, demostró que los toros no llegan al último tercio con media embestida, semi – parados o completamente a la defensiva, exclusivamente por su peso. No, los punteños fueron graneados – no cebados ni engordados prematuramente para cumplir con el requisito del peso – se les apreció fibra y poder, y su sangre brava los hizo embestir en todo momento…

Es decir, los toros no sucumbieron a su volumen. Los toreros que los enfrentaron tuvieron la ocasión de lucirse con ellos, aunque en principio, las intenciones de la concurrencia estaban inclinadas hacia los astados.

El triunfo de Fabián Ruiz

Al cerrarse la tarde el de Aguascalientes, Fabián Ruiz fue el único que salió con una oreja en la espuerta. Se la cortó precisamente al primero de su lote y tercero de la tarde, el toro que acaparaba todas las miradas y comentarios, Candilejo, cuya muerte brindó al maestro Fermín Espinosa Armillita. Esto se escribió sobre su actuación:

Fue “Candilejo”, corrido en tercer lugar, marcado con el número 49, el toro más grande del encierro, con 730 kilogramos de peso. Imponente el astado, y cuando Fabián se enfrentó con él, los olés se dejaron escuchar, pero sin ninguna justificación, si acaso el valor del torero al pararse frente al toro. Porque, como lo decíamos anteriormente, el hidrocálido no toreó, fueron mantazos por aquí, otros más allá, unos intentos de torear por chicuelinas... pero nada, y el público todo se lo tomaba a bien, porque se enfrentó al toro más grande… Con la muleta en la diestra las cosas no mejoraron, y si bien el toro no pasaba de aquí hasta allá, como sus hermanos de sangre, tampoco representaba mayores problemas, y cuanto muletazo ejecutaba Fabián, se lo coreaban, especialmente en el tendido cálido. De una estocada caída y acierto al cuarto intento de descabello, dio cuenta de “Candilejo”, y pese a todo, afloraron muchos pañuelos en los tendidos, por lo que el Juez otorgó la única oreja de la tarde, una oreja que bien podemos señalar que fue cobrada por el impresionismo y el valor del hidrocálido, al enfrentarse al toro más pesado que se ha lidiado en plazas mexicanas…

Con la oreja de Candilejo en la mano, Fabián sacó a dar la vuelta al ruedo al ganadero Francisco Madrazo y al empresario Guillermo González, quienes agradecieron con él desde los medios. Ante el sexto, Sombrerero, el torero de esta tierra se limito a cumplir, que el triunfo ya lo había conseguido.

Bernadó y Solórzano

Joaquín Bernadó se enfrentó a Carretero y a Lagrimoso. El primero de su lote lo brindó al ganadero Francisco Madrazo y mejor estuvo con el cuarto:

Con el cuarto, “Lagrimoso” de nombre, marcado con el número 40 y con 635 kilos de peso, un espontáneo se arrojó al ruedo, alborotó los tendidos con unos pases por alto rodillas en tierra, empero molestó en forma considerable al matador, que veroniqueó rapidillo para ordenar que hicieran acto de presencia las cabalgaduras. Dos puyazos en lo alto, hicieron sangrar al de La Punta, que fue lidiado por Bernadó, pero sin mayor entrega…Mucho conocimiento del oficio, faenas muy parecidas las del catalán, pero hasta ahí las cosas. Con un pinchazo y un estoconazo ligeramente desprendido culminó su actuación, haciéndose merecedor de una vuelta al ruedo…

Por su parte, Jesús Solórzano sacó del sombrero a Recobito y Enanito. También fue que con el segundo de su lote, el hijo del Rey del Temple tuvo sus mejores momentos en esta tarde:

…con la muleta logró algunas series de ayudados, en redondo y por abajo, así como unos naturales, éstos no fueron ligados y menos aún conjuntados como lo merecía el burel. El toro tenía una embestida franca, nobilísima, iba de aquí hasta allá, y al finalizar el trasteo… Rápido se deshizo de él Jesús, cuando la autoridad hizo que la trompeta sonara en una ocasión, ordenando con ello el arrastre lento, pero la cuadrilla “interpretó mal” el toque y fue a cortar una oreja para entregarla a Solórzano, que se vio precisado a tirarla en el centro del redondel, cuando se “tomaba” una vuelta, con algunos pitos del público…

Así fueron los hechos en una tarde que todavía permanece en la memoria de los aficionados de Aguascalientes y que ha motivado la colocación de tres placas en el escenario en el que se produjo, en la Plaza de Toros San Marcos: una dedicada al encierro de La Punta, otra a recordar el triunfo de Fabián Ruiz y una tercera al paso de Jesús Solórzano por su ruedo, en la que se incluye su actuación en esta memorable tarde.

El devenir de La Punta

Don Francisco Madrazo Solórzano afirmaba que esta tarde del 5 de mayo de 1972 había sido su despedida – sin anunciar – como criador de toros de lidia. Sin embargo, después de esa tarde, a su nombre, como titular del hierro y divisa de La Punta, todavía se lidiaron tres encierros aquí en Aguascalientes. 

El primero de ellos fue una novillada lidiada el 8 de mayo de 1977 en la plaza Monumental. El cartel lo formaron José Antonio Ramírez El Capitán, Paco Olivera Bombita, Roberto Ramírez El Oriental, Saúl Saleri, Gerardo Navarro y Ricardo Sánchez.

Posteriormente se presentó en la misma plaza Monumental una corrida de toros el día 26 de abril de 1981. La lidiaron Eloy Cavazos, Jesús Solórzano Humberto Moro. Eloy Cavazos le cortó el rabo al 4º de la tarde, Mayoral y Humberto Moro una oreja a Señorito, sexto de la corrida

Y, el último encierro que bajo su responsabilidad se lidió en Aguascalientes, fue en la Plaza de Toros San Marcos el día 2 de junio de 1991. Fue una muy seria corrida de toros, que fue anunciada antes, con fotografías de los toros para ir predisponiendo el ambiente y la lidiaron Ricardo Sánchez, David Bonilla y Héctor de Granada.

Después de esos festejos, no tengo noticia de que se haya lidiado otro encierro bajo la titularidad de don Francisco Madrazo Solórzano, aunque éste afirmara que eso era cosa de sus hijos.

Así es como concluyo con esta historia y con estos recuerdos de la Feria de San Marcos de hace 50 años.

Aldeanos