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domingo, 10 de marzo de 2024

10 de marzo de 1974: triunfal despedida de Luis Procuna en la Plaza México

Luis Procuna
15 de febrero 1953
Desde 1964 las cosas estaban enrarecidas en el sindicato de los matadores. Fermín Rivera estaba a punto de concluir su gestión al frente del mismo y se formaron dos grupos que pretendían sucederlo, uno encabezado por Jorge El Ranchero Aguilar y el otro, que era liderado por Luis Procuna. El 1º de enero de 1965 se verificó una asamblea de la Unión de Matadores y en un ambiente muy revuelto salió electo como Secretario General El Ranchero Aguilar.

La asamblea se impugnó y unas semanas después se volvió a celebrar, repitiéndose el triunfo en las urnas del torero de Tlaxcala. Luis Procuna y sus seguidores quedaron desde entonces en entredicho y, al final los toreros se dividieron en dos asociaciones sindicales, una nueva, la Asociación Nacional de Matadores de Toros y Novillos, encabezada por El Ranchero Aguilar y lo que sobrevivió de la Unión Mexicana de Matadores de Toros y Novillos, con jurisdicción solamente en la Ciudad de México, encabezada por Luis Procuna, en la que se alinearon toreros como Jesús Córdoba, Víctor Huerta, Guillermo Sandoval o Fernando de la Peña, y casi todos ellos, a partir de ese momento vieron languidecer sus carreras.

Luis Procuna no resintió de pronto la reticencia de las empresas de los Estados que no tenían vínculos con DEMSA, que tenía el control de la Plaza México y de otras varias de importancia en la República, pero a partir del año 1966, el número de sus actuaciones decreció, hasta llegar al paro total en 1968 y hasta 1970. Dirían los cronistas de la política de hoy: Procuna fue cancelado.

Una pausa inesperada

Casi de repente, el último torero activo de la Edad de Oro del toreo en México se vio detenido en su andar por los ruedos. Y tuvo que buscarse la vida en otros menesteres. Tuvo, como le contó a Javier Santos Llorente, que encontrar trabajo:

Me mandaron a trabajar, cosa que nunca había sabido hacer. Un amigo me llevó a la compañía del ron “Castillo”, aprendí, y allí me quedé diez años que pasé como cualquier empleado hasta llegar a gerente de marca... En todo ese tiempo no frecuenté ni toreros, ni ganaderos. Me olvidé completamente de los toros y de todo aquello que fuera en función de lo taurino... (Javier Santos Llorente, Luis Procuna. Retrato surrealista de un torero. Pág. 61)

La medición del tiempo que hace Procuna es un poco exagerada, porque en realidad volvió a empezar a torear otra vez en 1972, cuando le dio la alternativa en Ciudad Juárez a su hijo Luis y al año siguiente junto con él, en plazas de menor entidad, casi siempre acompañando a su vástago, sumó catorce tardes. Más bien, de lo que se trataba, era de ir dándole cuerpo a la idea que ya tenía El Berrendito, de irse de los ruedos por la puerta grande, como figura del toreo que era.

Los prolegómenos de una despedida

Aunque ya habían pasado algunos años de las disputas sindicales que causaron el ostracismo de Luis Procuna y de varios toreros más, la empresa de la capital – DEMSA – parecía no haber olvidado los agravios, presuntos o ciertos, que la actividad sindical del torero les haya causado. Entonces, cuando éste se acercó para plantear la posibilidad de torear una corrida de despedida en la Plaza México, don Javier Garfias, representante de la empresa en ese coso, dijo el torero al citado Javier Santos Llorente, no estuvo por la labor de hablar con él:

Ya se había anunciado que me despediría, pero el contrato no era legal... Entonces le dije a Carlos González: “Te voy a agradecer que le digas a Javier Garfias que quiero hablar con él”, a lo que contestó: “A Javier Garfias ni en helicóptero lo haces salir de donde está”. Era viernes. “Bueno, pasado mañana es la supuesta despedida y Luis Procuna no va a torear si no se le paga algo decoroso... (Santos Llorente, op. cit., Págs. 62 – 63)

Como se puede ver, el camino a la tarde redonda que tuvo Luis Procuna en la Plaza México hace medio siglo, fue pedregoso y lleno de baches. Pero las vías que llevan al triunfo, por lo regular, no son pavimentadas.

La tarde del 10 de marzo de 1974

El cartel de la última tarde se anunció con un encierro del ingeniero Mariano Ramírez para Luis Procuna, Eloy Cavazos y Jesús Solórzano. La corrida, para la afición del resto de la República, tenía el incentivo de que sería transmitida en abierto por el canal 2 de televisión y narrada por José Alameda.

Vi esa corrida por televisión y si mi memoria no me traiciona, la plaza se llenó hasta el tope y el ambiente que reflejaba, aunque en las crónicas se le llegó a calificar hasta de sensiblero, sí estaba cargado de un gran sentimiento de admiración y de respeto, reitero, a la única figura que quedaba en activo, de la mejor etapa que haya tenido la fiesta en México en toda su historia y que en esa señalada tarde, pondría punto final a su andar por los ruedos.

La guinda de ese ambiente sentimental y festivo lo pondría Luis Procuna al enfrentar al cuarto de la tarde, Caporal, número 160 y con 448 kilos de peso, al que le cortaría el rabo. Escribió Carlos León desde su tribuna del Novedades capitalino a ese propósito:

Pocas despedidas habrán tenido un mejor marco de cariño, de entusiasmo y de entrega populares para quien fue uno de sus favoritos. Pero Luis no se limitó a dejarse querer aprovechando el sentimentalismo que propiciaba su adiós, sino que salió cual si tuviera el hambre novilleril de sus inicios, a demostrar que “aquí ‘nomás’ mis chicharrones truenan”... Y le sonrió la fortuna en el sorteo, confirmando que “al que nació pa’ tamal, del cielo le caen las hojas”. Si bueno fue “Brillantito” el penúltimo de su carrera, excepcional fue “Caporal”, con el que epilogó su luminosa trayectoria. El toro soñado para irse “a lo grande”, cuajando uno de sus personalísimos trasteos, con esa infinita variedad de suertes que dan alegre tono a las faenas sacándolas de la monotonía y del aburrimiento de quienes nunca salen de lo mismo. Los aficionados nuevos, que no habían alcanzado la época de oro de Procuna, apenas salían de su asombro. No era la “batea de mondongo” con la que se conformaban otras tardes, creyendo que ese era el único “rancho” pues se daban cuentan gratamente sorprendidos, de que existen otras “delicatessen” en la infinita gama de la lidia. Los que ya estaban ahítos de tunas potosinas y charamuscas norteñas, descubrían de pronto que había otras golosinas. Demasiado tarde, por desgracia, pues el confitero capaz de endulzar la lidia agria, se estaba despidiendo para siempre... Muy justas las orejas y el rabo concedidos a Luis, que, hasta el último aliento de su vida torera y bañado en lágrimas, despedido por una ovación interminable después de que "El Soldado" le mutiló la coleta, se fue de los ruedos heroicamente, escribiendo una página memorable, una tarde de torero de los pies a la montera...

Sin apartarse de la mordacidad en sus comentarios, sobre todo al referirse a las figuras del momento, Carlos León describe con precisión la esencia de la faena final de Luis Procuna, la fidelidad a un estilo y a una tauromaquia personalísima que le convirtió en un diestro que fue admirado y reconocido por aficionados y por toreros, sobre todo por estos últimos, que reconocían la dificultad de mantener, ante todo, un estilo personalísimo y original.

Por su parte, en el diario deportivo Esto, Francisco Lazo, cronista titular de esa publicación, relata lo siguiente:

Y Luis hizo su toreo. Allí en el centro del anillo. Ayudados, cortos de extensión, pero a ritmo lento, ligeramente doblada la cintura, firmes las plantas., quebrando el cuello y encajaba la barbilla en el pecho. Y ahora al natural y las “sanjuaneras” y los afarolados y las manoletinas, más quieto que un poste. ¡Ese toreo por alto de Luis! Emocionado y entregado, como entregado estaba el toro y emocionado el público, Luis siguió adelante. En un arrebato, le cogió los pitones al toro y le hizo seguir el viaje de la muleta. Bonita faena, de principio a fin. Pinchó... ¡Y no quería trofeos “simbólicos”! Fue allá a “borrar” el pinchazo con dos afarolados y un desplante... Otra punzadura y más ayudados tratando de limpiar el manchón de la falla con la espada. Ahora sí, dejó tres cuartos que hicieron doblar. Petición unánime. Orejas y rabo. Y vino lo demás, los abrazos, las vueltas, “Las Golondrinas” con su acento melancólico, y sacó al ganadero, que se llevó gran ovación...

Por descriptiva, la crónica de Lazo resulta complementaria de la anterior, porque hace, quizás a vuelapluma, un recuento de las suertes, en esas fechas – y hoy también – casi en desuso que Luis Procuna realizó al toro de su adiós y que para muchos que quizás lo vimos esa única vez, solamente las conocíamos de nombre o en las descripciones literarias. En lo que hay coincidencia en ambas, es en el hecho de que el rabo que se le concedió al torero que se iba, no fue cuestionado y desde mi punto de vista, uno de los mejor concedidos en la historia de esa plaza.

El resto de la corrida

Jesús Solórzano le cortó una oreja al segundo de la tarde, Billetero. Pero antes, invitó a Luis Procuna a poner banderillas cuando decidió cubrir el segundo tercio. La cuadrilla de Jesús se esforzó por poner al toro en el que El Berrendito consideraba adecuado y allí se invirtió una buena cantidad de capotazos. Al final, Procuna pudo lucirse en un buen par al cuarteo y Solórzano en otro al sesgo por los adentros, porque Billetero, aunque fue bravo y con clase, empezó a acusar falta de fuerza y se movía mejor hacia los terrenos de tablas. Tras de culminar su actuación, recuerdo que Jesús declaró ante los micrófonos de la televisión que transmitía a nivel nacional que no se arrepentía de no haber cuidado al toro, que de lo que se trataba era que el Maestro se despidiera en un ambiente de triunfo y que lo hecho, bien invertido estaba.

Por su parte, Eloy Cavazos se encontró con los dos toros del ingeniero Mariano Ramírez que no caminaron. Tanto así, que, en un gesto casi inusitado, regaló un séptimo de Javier Garfias, que para mayor contrariedad, tampoco se prestó a su lucimiento. Así que en esta señalada tarde, terminó pasando de puntitas.

Lo que después vino

El ejemplar del semanario madrileño El Ruedo salido el día 9 de abril de 1974, daba a conocer que el día 5 anterior se habían dado a conocer los resultados del jurado que elegía a los ganadores de los Trofeos Domecq a lo más destacado de la temporada de la capital mexicana. En el caso, tres protagonistas de esta memorable tarde fueron objeto de mención en esa premiación: el ingeniero Mariano Ramírez, quien se llevó el trofeo al Mejor Encierro; el toro Billetero, tercero de esa corrida y primero del lote de Jesús Solórzano, que al empatar a cinco votos con Abarrotero de José Julián Llaguno, motivó que el correspondiente al Mejor Toro se declarara desierto y que a Luis Procuna se le otorgó, por decisión unánime de ese jurado un Trofeo Especial en reconocimiento a su brillante trayectoria y triunfal despedida.

Así se dieron las cosas un domingo como hoy de hace cincuenta años. Se despidió de los ruedos un singularísimo torero que fue el exacto reflejo de las luces, las sombras y, sobre todo, de los claroscuros que hay en esta fiesta, cosa que muy pocos en la historia del toreo han podido alcanzar.

domingo, 14 de enero de 2024

Jesús Solórzano y Fedayín de Torrecilla, a 50 años vista

Jesús Solórzano
Foto: Lyn Sherwood

El seguro azar del toreo

José Alameda ha explicado con claridad lo que pudiera considerarse una de las grandes paradojas de la fiesta de los toros, en el sentido de que lo único seguro en ella, sea precisamente el azar, entendido éste, en el sentido de que por más previsiones que se tomen al respecto de una situación determinada, no necesariamente se dará el resultado que se previene, sino uno que puede ser fortuito, accidental o involuntario.

Era quizás miércoles y todavía no estaba definido el cartel de la sexta corrida de la temporada 1973 – 74 de la Plaza México. Muchos rumores circulaban entre la afición y los medios especializados. Dadas las importantes actuaciones de Manolo Martínez y Mariano Ramos el domingo anterior, las voces más fuertes propalaban un mano a mano entre ambos toreros ante el encierro de Torrecilla que era lo único fijo para la fecha. Pero también se decía, que en las oficinas de la empresa se manejaba que en la combinación que se diera podría participar Jesús Solórzano, anunciado en el apartado y que a esa fecha aún no se había presentado ante la afición capitalina.

Cuenta don Alberto A. Bitar que ante la sola mención de que Jesús Solórzano podría entrar en el cartel en el que se lidiarían los toros de Torrecilla, don José Julián Llaguno montó en cólera:

José Julián Llaguno, llevado por su encono en contra de Jesús – nunca se supo bien a bien el fondo de la cuestión – amenazó con que su familia no permitiría que se lidiaran los de Torrecilla, que convocaría a una conferencia de prensa y que entablaría una demanda contra la empresa… José Julián Llaguno era famoso por dos motivos: el primero, por sus chistes, y el segundo, por lo violento de su carácter, sólo que no tomó en cuenta a la Delegación, que amenazó con retirar del cartel a la ganadería para el Distrito Federal, amén de aplicarle una cuantiosa multa… (La Jornada, 29 de octubre de 2017)

Bastó el apercibimiento de la autoridad para que la ira de don José Julián se apagara y aceptara la terna de toreros que la empresa formó para enfrentar a los toros de su hermano José Antonio, que se completó con Eloy Cavazos y Mariano Ramos, para dar cuerpo a ese sexto festejo del serial 73 – 74. De esa manera el azar jugó la primera de sus cartas, abriendo una puerta que inicialmente estaba casi absolutamente cerrada para Jesús Solórzano.

El segundo pase del azar se produjo con los toros de Torrecilla. La corrida llegó a los corrales de la Plaza México seguramente la tarde del día 8 de enero de ese 1974, con la idea de que estuviera allí los cinco días anteriores al festejo, según lo marcaba el Reglamento. Pero el jueves siguiente, dos toros se pelearon y uno quedó inutilizado. Así lo cuenta don Francisco Madrazo Solórzano en su libro El Color de la Divisa:

…una llamada de Carlos González me inquietó, me contó con detalle como el toro número 38, inutilizó durante una pelea, al número 31, quebrándole una pata… Llamé por teléfono a Carmelita Llaguno y le pedí que embarcara otro toro a la mañana siguiente. Y como yo no podía ir, llamé también a “Chemel” para que me sustituyera: “Entre el 50 y el 49, que escoja Toño el que más le guste, están muy iguales en trapío y peso”, le dije… El jueves 10 de enero festejan sus aniversarios de nacimiento mi tío Jesús Solórzano Dávalos – 1908 –, y Manuel Martínez Ancira – 1947 –, les llamé a ambos para felicitarlos. Ese mismo día nació mi hijo, Antonio Manuel. Mientras acompañaba a Esperanza, me enteré por la prensa que mi primo, Chuchito Solórzano Pesado, completaría el cartel de la corrida del domingo… Toño, acompañado por su primo “Chemel” Garamendi, embarcaba al toro número 49, sustituyendo al lastimado. Cuatro días después, el solitario viajero y el diestro postergado, se unirían – cómplices felices – en una de las más grandes, bellas y mejor trazadas faenas en la historia de la Plaza México: la de Jesús Solórzano Pesado, al toro “Fedayín”, No 49, negro, de Torrecilla, con divisa verde y blanca...

La segunda carta del azar fue la del triunfo. Fedayín no iba, en principio, a esa tarde en la Plaza México, tuvo que darse un percance en los corrales para que de manera emergente fuera llevado a sustituir a uno de sus hermanos que se inutilizó. Y jugó también para que en el sorteo le correspondiera a Jesús Solórzano quien lo aprovechó a plenitud.

Jesús Solórzano y Fedayín ante la crónica

El quinto toro de esa corrida, el que de acuerdo a la voz popular, nunca es malo, fue nombrado Fedayín y ante él, Jesús Solórzano realizó una faena que hoy es considerada por muchos como de culto, pero que, en el fondo, es una de esas que, cuando se haga un recuento de las grandes obras realizadas en el ruedo de la Plaza México, tendrá que ser considerada, necesariamente. José Alameda, en su tribuna de el Heraldo de México, entre otras cosas, expresó lo siguiente a propósito de ella:

Siempre que el arte hace su aparición, la fiesta se desintoxica. Porque, no lo dude usted, la fiesta vive intoxicada. Intoxicada de monotonía… Pero el arte verdadero, ¡aparece tan de tarde en tarde! Sin embargo, es suficiente con que asome para que cambie toda la valoración del toreo. Solórzano acabó ayer, de un solo golpe, con esa faena de molde, monótona e industrial, esa faena que se imprime en serie, como las estampas de calendario, la misma que hemos visto ya este año y el anterior y el otro y el otro… ¿hasta cuándo?... Lo que hizo ayer Solórzano fue poner en evidencia la realidad del arte auténtico, fragante, inspirado, sincero, frente al arte de “los pintores de calendario”. Dicho con bíblico lenguaje: Solórzano vino a correr a los mercaderes del templo… La obra de arte tiene siempre que dar la impresión de algo único, distinto, sin par. Es todo lo contrario de la copia fotostática. La obra de arte, hija de la inspiración, es un modelo único. Por eso vale tanto. El público de la plaza México, este público dotado de tan impalpable sensibilidad y tan implacable juicio, lo comprendió, también de golpe, de corazón, con el alma desnuda. Y se entregó al artista con voto unánime para poner en las manos de Solórzano las dos orejas del toro. Porque en los grandes momentos, hay una emoción de la mente y un juicio del corazón… Solórzano, sí. Pero no sólo él. Fue también el aficionado mexicano, en su puesto de honor de la plaza México, el que dio el ejemplo: moralmente, expulsó a los mercaderes del templo… (Heraldo de México, 14 de enero de 1974)

Por su parte, Carlos León, en su crónica epistolar, dirigida a don Lucas Lizaur, de la zapatería El Borceguí, apunta:

Jesús Solórzano II, que inesperadamente entró al cartel como con calzador, parecía que iba a ser el “Ceniciento” de la tarde; un simple “arrimado”, marginado en un rincón de la cocina mondando patatas, mientras otros se despachaban el caldo gordo con la cuchara grande… ¿Qué fue lo que hizo Chucho para armar la que armó y colocarse, de golpe y porrazo, en un sitial que nunca había tenido? Pues muy sencillo: Volver los ojos hacia el toreo de antaño, al toreo clásico, al torear rondeño. En vez de dejarse llevar por el camino herético de la supuesta e iconoclasta “Escuela Mexicana del Toreo”, retornó a la verdad y a la naturalidad, a la pureza de procedimientos, a la estética desahogada. Y con eso tuvo para abrirle los ojos al público, que en una revelación volvía a ver los viejos moldes que creían haber roto los falsos profetas… Si bien con el capote anduvo desdibujado – lo estuvieron todos –, en lo demás, hasta en adornarse en banderillas que ya casi nadie las clava, hizo una faena de “las de ayer”, un trasteo de los que quitan años de encima, con muletazos y buenas maneras de otras épocas. Todo lo gris que había estado en su primero, fue luminosidad con este quinto toro, que en mala hora bautizaron “Fedayín”, nombre aborrecible para personas civilizadas. Para tan bella faena, pocas nos parecieron dos orejas y dos vueltas al ruedo. Pero eso era lo de menos, había resucitado el bien torear y eso nos llenaba de regocijo… (Novedades, 14 de enero de 1974)

Por su parte, el licenciado Antonio García Castillo Jarameño, titular de la sección taurina del diario deportivo Ovaciones de la capital mexicana se pronunció en el sentido siguiente:

Con la franela, la obra cumplida; la faena en que estuvo impreso un estilo personalísimo, tanto en las formas como en la construcción, muletazos acendrados, con el ritmo preciso, a la distancia justa, a la altura necesaria, engolosinando al noble y bravo burel de Torrecilla, haciendo que el enorme coso fuera un solo olé, y que la gente sintiera que admiraba algo distinto, nuevo, que no era más que eso: el personal sentir de un hombre frente a un toro... ¡nada más! Ahí trenzados en magníficas formas derechazos y naturales; ahí la culminación con el muletazo de pecho cumplido en su cabal dimensión; ahí la arrucina, pero la arrucina sin aprovechar el viaje, sino citando, embarcando, es decir, toreando y el remate justo con uno de pecho de cabo a rabo. Y los adornos – suficiencia y torerismo – en esos derechazos en redondo citando casi de espaldas, los medios pases ligados con otros por bajo sobre la diestra. Pero sobre todo y además de todo, todo ejecutado con un aliento de personal calidad... sí, “El estilo del hombre”. Dos orejas, tras un pinchazo y una más de media. Ovación inacabable y dos vueltas al anillo con salida a los medios... (Ovaciones, 14 de enero de 1974)

La relación de Alameda anota una cuestión importantísima que parece hoy de actualidad, pero que es un mal, que pareciera ser crónico para la fiesta, en el sentido de que llegan momentos en que el toreo se estereotipa, y las faenas se parecen demasiado unas a otras. La crónica de Carlos León resalta el valor intrínseco y esencial de la faena, la pureza en su trazo y en los procedimientos utilizados y que no resultan ser más que el reflejo de una tauromaquia concebida a partir de la naturalidad en su ejecución y en una técnica muy depurada en su concepción. Es por eso que el cronista del Novedades, al describirla, la señala como una faena de las de ayer. Por su parte, Jarameño deja en claro que la obra realizada por el hijo del Rey del Temple ante Fedayín no era cosa de cualquier domingo, sino una de esas que se recordarían por siempre.

El juicio personal de Jesús Solórzano

Cinco años después del hito, en el programa de televisión Toros y Toreros del entonces Canal 11 de la capital mexicana, que, en esas fechas, (1979) conducían Julio Téllez, Luis Carbajo y José Luis Carazo Arenero, se proyectó el vídeo de la faena y lo comentó el propio Jesús Solórzano, quien entre otras cuestiones dijo sobre ella lo siguiente: 

Esa tarde era de mucho compromiso, el único vestido que tenía para estrenar era ese y yo me dije: “o me retiro de los toros, o me compro más vestidos…”, me la estaba jugando al todo por el todo… son faenas que te ponen en tu sitio y que te dan aire para caminar… no podía yo fallar con el toro, todo lo que tenía que hacer era muy pensado, ya después te vas gustando, te olvidas de todo y te entregas al placer de torear… había que darle la pausa al toro, dejarle respirar… mi toreo tiene la influencia de la buena tauromaquia… hoy me doy cuenta de lo grande que puede ser la amalgama de las suertes que tiene el toreo… los toreros hemos perdido mucho porque estamos haciendo un toreo estándar, un toreo igual… esta faena recurre al toreo clásico… lo de ahora es muy bueno, pero con lo de ahora y lo de antes, hay que hacer algo mejor…

Como se aprecia, a un lustro de distancia, Jesús Solórzano distinguía, sin petulancia, el valor de su obra ante Fedayín, y establecía las líneas divisorias entre el toreo puro y lo que se pudiera considerar el toreo moderno. No se mostraba refractario a lo que algunos han dado en llamar la evolución del toreo, pero sí dejaba bien claro que las bases fundamentales de la tauromaquia son inamovibles, que son esenciales y cualquier modificación que se plantee, ha de ser a partir de ellas.

En conclusión

En este día se cumplen cincuenta años de esta gran obra de Jesús Solórzano, una faena clásica, en la que se reiteró una vez más que el toreo puro, ese toreo en el que, como lo dejó dicho Rafael Ortega, para transmitir, primero se tiene que sentir, es y será siempre el que mueva las fibras sensibles de afición y público, el que deje en nosotros su huella indeleble y que nos invite a volver a la plaza el siguiente domingo, con la esperanza de volver a encontrar esa conjunción entre toro y torero que es la razón de nuestra afición, eso que llaman el toreo eterno.

sábado, 29 de abril de 2023

Feria de San Marcos 1973. La consolidación de un proyecto (X)

Mariano Ramos se lleva el Escapulario de San Marcos

Hace unos días conversaba a la distancia con Carlos Hernández González, el entrañable Pavón y a propósito de la novillada de preferia ya comentada por estos andurriales, me decía que se extrañaba la presencia de la Casa Domecq en los toros y de los certámenes que organizaba en las principales ferias y temporadas de nuestro país. No tuve más que asentir y reconocer que en estos tiempos que corren, las grandes empresas que antaño se ufanaban por patrocinar a la fiesta de los toros, hoy se refugian en un acomodaticio concepto que titulan publicidad responsable, que les impide relacionarse por esa vía con la tauromaquia, independientemente de que, en lo económico, puedan signar jugosos contratos con las empresas taurinas, para comercializar, en exclusiva, sus productos dentro de las plazas. Como se ve, juegan con una moneda que tiene dos caras y siempre que la tiran al aire, cae hacia arriba, la que les da el triunfo a ellos.

Y es que tanto el trofeo novilleril del Cristo Negro del Encino, como el Escapulario de San Marcos para los matadores de alternativa y en un inicio, dos trofeos a designar por un jurado nombrado ex – profeso, para el triunfador de la feria y el mejor encierro, consistentes en aquella época, en esculturas del maestro Humberto Peraza, eran parte del Certamen Taurino Domecq, que al paso de los años y de la introducción cultural de ideas que no corresponden a nuestra manera de concebir la existencia, se fue diluyendo hasta desaparecer completamente. Hoy en día, son los colectivos de aficionados, quienes, con sus propios medios, reconocen a los triunfadores, sin apoyo o patrocinio de ninguna de esas grandes firmas comerciales, que “en lo oscurito”, siguen medrando con la fiesta.

La corrida del toro de 1973

Se empezaba a generar como tradición en las ferias con el formato como la que se instauraba en Aguascalientes, que los toreros se contrataran por un determinado número de tardes, mas la corrida del toro, un festejo en el que, en disputa de un trofeo, actuaban seis matadores, una especie de beneficio de la empresa. Era una tarde en la que el lleno estaba casi asegurado, pues mucha gente acudía a la plaza para ver, por un solo boleto, a seis de las principales figuras anunciadas en el serial.

En el caso de Aguascalientes, durante muchos años tuvo un incentivo importante, porque el Escapulario de San Marcos era una pieza de oro macizo que la casa vitivinícola arriba citada, ponía en disputa y tenía, aparte del valor propiamente taurino, un valor económico considerable, por ello es que ese cartel era una especie de festejo de triunfadores, aunque se anunciara desde antes de arrancar la feria y los toreros en ella, en realidad se disputaban las palmas, el trofeo y el triunfo.

Posteriormente esa corrida se aprovechó con fines de beneficencia, y no creo estar equivocado que el incentivo en esos casos, sería algún medio para obtener deducciones fiscales, porque los carteles seguían llevando los nombres más destacados del momento taurino. En los últimos tiempos, se propuso la celebración de la Corrida de la Oreja de Oro, a beneficio de la Asociación de Matadores, pero desvirtuando su inicial propósito, que era el de acartelar a los triunfadores de una temporada, para convertirla en apenas una corrida de la oportunidad.

Pues bien, hace 50 años se anunció un encierro de Las Huertas, ganadería de don Luis Javier Barroso, que iba al alza en ese momento, para que la lidiaran Manolo Espinosa Armillita, Manolo Martínez, Jesús Solórzano, Antonio Lomelín, Curro Rivera y Mariano Ramos y esa tarde del domingo 29 de abril, la Plaza San Marcos se llenó hasta en la azotea del tendido de sombra.

El encierro de Las Huertas

A propósito del encierro enviado por don Luis Javier Barroso, titular del hierro de Las Huertas, don Jesús Gómez Medina escribió:

Astados con el respeto adecuado a un festejo de matadores de toros; inclusive hubo uno, el quinto, que, al salir de los chiqueros, arrancó una exclamación unánime de los aficionados; así era de impresionante su catadura… Más, además de respeto, los toros tuvieron bravura y encima buen estilo, exceptuando el mismo quinto ya mencionado… Fue, en suma, la de Las Huertas una corrida con la que los matadores anduvieron cómodos, desahogados y en plan torero; características que los taurófilos supieron estimar cumplidamente… Tan solo una tacha mostraron casi todos los bichos: su escasa fuerza de patas. ¿Deficiencia congénita? ¿Falta de la adecuada alimentación o, quizás, del terreno necesario para que los toros, con el ir y venir, vigoricen sus músculos...?

Mariano Ramos reitera su intención de ser figura

Decía al inicio que Mariano Ramos fue quien se llevó el Escapulario. Ya había hecho su declaración de intenciones la noche del lunes 23 y la tarde del día de San Marcos, día este último, en el que desorejó a un toro de Piedras Negras. Pues bien, en el festejo que hoy me ocupa, se enfrentó al sexto de la corrida y don Jesús Gómez Medina escribió lo siguiente en su crónica para El Sol del Centro, a propósito de su actuación de esa tarde:

Para el joven as del toreo mexicano fue “Candidato”, otro burel de buen estilo, si bien terminó aplomado. Con el percal, lances de diversa factura, con los pies juntos, abierto el compás o realizados a modo de mandil… Y con la franela, imponiéndose al agotamiento de “Candidato”, Mariano, tesonero, valiente por sobre toda ponderación, pero, además, con una seguridad y un sitio y un mando admirables, cuajó una faena que tuvo periodos de gran brillantez y emotividad; que colmó los entusiasmos populares; y que, por último, cuando Ramos se fue sobre el morrillo de “Candidato”, recto, decidido, en entrega total, y dejó el acero en todo lo alto; aunque luego “Candidato” se amorcilló, requiriendo del descabello al segundo intento; albearon los tendidos y, al hacerse acreedor a las dos orejas, Mariano Ramos, a la vez, se convirtió en el triunfador del festejo, ganador, asimismo, del Escapulario San Marcos, entre las ovaciones del respetable…

El cronista, a la vez Juez de Plaza, le concedió al llamado Torero Charro, las dos orejas después de haber finiquitado a su toro al segundo golpe de descabello. Esa es una señal importante de la magnitud de la faena de Mariano Ramos al toro de Las Huertas, misma que le valió para que por aclamación popular – así se adjudicaba ese trofeo – se le premiara con el Escapulario en disputa.

El resto de la corrida

Manolo Martínez le cortó una oreja al segundo de la tarde. Una oreja que al final del día no le resultó suficiente para llevarse el premio del festejo. Así fue su labor:

Se la cortó, en buena lid, a “Cantaclaro”, al que lanceó al natural yendo de menos a más en cuanto a lucimiento; adornóse luego haciendo la chicuelina en forma estatuaria, personalísima y remató con señorío. Un puyazo, y el de Las Huertas dobló los remos. Así llegó al trance final: muy suave, apurado de facultades, pero excelente de estilo. Y Manolo lo aprovechó cumplidamente para torearlo en redondo, con una y otra mano, con temple, con largueza en los naturales y derechazos; molinetes exactos, escultóricos; el del desdén, repetido con idéntico alarde de señorío y torerismo; el adorno espectacular del toreo con el engaño por la espalda y, para culminar, media en lo alto, que hizo pupa a “Cantaclaro”. Ovación; una oreja ganada en buena forma, y la vuelta al ruedo entre ovación general…

Otra faena destacada, aunque fuera de más a menos, fue la de Jesús Solórzano, de la que don Jesús nos cuenta:

“Talismán”, el tercero. Chucho Solórzano lo toreó por verónicas de clásica instrumentación; abierto el compás y a la vez, con temple, con ritmo, rematadas con media estatuaria. Tras el puyazo de rigor, un quite, el único de la tarde, por gaoneras de límpido trazo y con ajuste… A instancias del respetable, tomó los garapullos Chucho para cuajar el periodo más brillante, tal vez, de su labor. Fue el primero un par desigual; mejoró sensiblemente en la realización y colocación en el cuarteo que vino luego y que arrancó una sonora ovación; para concluir con un paresazo de perfiles extraordinarios: salió de las tablas sesgando por fuera, para quebrar en falso y al relance, en la cara y cuadrando superiormente ante los pitacos, igualó los garapullos en todo lo alto, ante el clamor unánime de los espectadores, que, de pie, aclamaban al magnífico rehiletero… La faena ya no tuvo idéntico nivel: la inició Chucho de hinojos, sufriendo un achuchón; y de pie toreó con la derecha en repetidas series, con limpieza, sí, aunque sin la emoción que fuera de desearse y que se hubiese producido si Chucho se aprieta más con "Talismán". Tres pinchazos y una entera, desprendida, dieron cuenta del de Las Huertas. Y, entre palmas generales, Solórzano dio la vuelta al ruedo…

Antonio Lomelín se lució en el segundo tercio con el cuarto, que se apagó pronto y Manolo Armillita y Curro Rivera no tuvieron mucha tela de donde cortar, por lo que solamente pudieron cumplir con decoro en su actuación.

martes, 25 de abril de 2023

Feria de San Marcos 1973. La consolidación de un proyecto (VII)

El día de San Marcos, surge una nueva figura

Mariano Ramos se había revelado ya ante nuestra afición, desde el anterior abril, en la única tarde en la que actuó, como un torero de poderío y de posibilidades y en la noche de la antevíspera, pudo dejar constancia de que sería en este serial hidrocálido donde saldría definitivamente lanzado a la cabeza del escalafón y de las preferencias de la afición, a partir de hacer un toreo sobrio, dominador y que le buscaba las posibilidades a todos los toros que le salían por la puerta de toriles. Era un caso de esos que se dan muy de cuando en cuando, pues no había para él un toro a contraestilo, pues a todos les encontraba la faena que llevaban dentro, a poco que se movieran.

La corrida del 25 de abril de 1973 se componía con la actuación del caballero en plaza Gastón Santos y en la lidia ordinaria, Alfredo Leal, Jesús Solórzano y el nombrado Mariano Ramos. La prensa divulgó que los siete toros a lidiarse serían de la prócer ganadería tlaxcalteca de Piedras Negras, aunque el desenvolvimiento de los hechos revelaría que los toros para los toreros de a pie efectivamente fueron de la ganadería anunciada y que el toro de rejones al final de cuentas llevaba el hierro del ingeniero Mariano Ramírez.

Mariano Ramos y Parrito de Piedras Negras

El tercero de lidia ordinaria y cuarto del festejo se llamó Parrito, y con él, Mariano Ramos escribió la página más brillante de la tarde y una de las más importantes de todo el serial. Fue, de conformidad con las crónicas, una faena lograda a partir de exponer y de porfiar. Así lo relató don Jesús Gómez Medina desde su cátedra de El Sol del Centro:

Mariano Ramos es un torero con celo, con afán de triunfo, con afición, en suma; y sobre tales cimientos el joven diestro logró erigir la sólida trabazón de una faena en la que el aguante, el dominio y el bien torear – pues torear, nunca será ocioso repetirlo, es parar, templar y mandar – desembocaron en la explosión de entusiasmo que enmarcó la gran faena de “Parrito” … Pues la gran faena fue esta, prototipo de entrega, sí, pero a la vez, del más cumplido torerismo; admirable por la forma de consentir, de aguantar a pie quieto y con el pitón en el muslo cuando no enfilando hacia el pecho, al agotado piedrenegrino; tirando, luego, de su débil embestida con un temple tan exquisito y exacto, que logró con ello el prodigio de que “Parrito” pasara en una y en muchas ocasiones, para eslabonar el toreo que, hoy en día, conmueve más intensamente la sensibilidad de los públicos; el toreo en redondo… ¡Oh!, los efectos de tener afición y eso indefinible, inapreciable que entre los taurinos se llama “sitio”. Porque Mariano es poseedor, en alto grado, de ambas virtudes; y con ellas, habrá de llegar muy lejos en la profesión… Es, por ahora, la inminente nueva figura de la torería nacional…Una estocada en sitio mortal. La ovación, que adquiere niveles tormentosos. Y las dos orejas y el recorrido triunfal a la arena, entre un diluvio de flores y prendas de vestir, inclusive de la condición más íntima…

Afición, oficio y poderío, tres prendas suficientes para llevar a un torero a la cima, y en ese día de San Marcos de hace 50 años, Mariano Ramos las dejó patentes en la arena de la Plaza San Marcos… Pero aún tendría más por decir en esa feria delante de los toros.

Tan bueno el toro, que Gastón Santos se bajó del caballo

El toro que abrió plaza, para rejones, decía, fue uno del ingeniero Mariano Ramírez y ante él, Gastón Santos estuvo certero con los rejones de castigo y con las banderillas y al llegar a la parte final de su lidia, en lugar de utilizar el rejón de muerte, se bajó del caballo y decidió matar pie a tierra, dadas las extraordinarias condiciones del toro de don Mariano, al que, conforme a la costumbre de entonces, no se le anunció nombre. Sigue contando don Jesús Gómez Medina:

Tras el preámbulo siempre espectacular que significó la actuación de Gastón Santos, rejoneando a la usanza portuguesa a un alegre bicho cárdeno del Ing. Mariano Ramírez, al que colocó entre otros, dos rejones en todo lo alto y un par de banderillas de excelente factura; pie a tierra toreó por alto y por pases de pecho; sufrió un achuchón y concluyó de un pinchazo y honda en lo alto, para escuchar palmas…

Un hecho inusitado, sin duda, porque si bien, los toreros a caballo echan pie a tierra cuando se les complican las cosas con el rejón de muerte, raro es el caso en el que lo hacen, evitando el uso de ese rejón.

Lo demás del festejo

Jesús Solórzano dio de cal y de arena. Ante el primero de su lote se estrelló con la debilidad que sacó y ante el quinto del concurso ordinario, Tintorero, tuvo momentos de lucimiento en el segundo tercio:

Al quinto de lidia ordinaria, “Tintorero”, lo toreó Chucho sin gran quietud. Lo mejor de su labor, los tres pares de banderillas, particularmente el tercero, zigzagueando en el cite, y el prólogo espectacular del trasteo, con pases de hinojos rematados lucidamente de pie. “Tintorero”, aunque escaso de fuerza como todos sus hermanos, tenía buen estilo, pero tampoco ante este burel se resolvió Solórzano a pisarle el terreno, a aguantarlo como el caso requería para cuajar un trasteo lucido. Por el contrario, su actuación con el acero fue muy deficiente, escuchando pitos…

Por su parte, Alfredo Leal, el triunfador de la feria del año anterior, seguía manteniéndose en esa línea abúlica que le caracterizó en muchos momentos de su dilatada trayectoria en los ruedos:

A su vez Alfredo Leal, en contraste con el entusiasmo de Mariano Ramos, con el primer piedrenegrino, “Tintorro”, que terminó aplomado, se concretó a cumplir; con facilidad, sí, pero a la vez, con frialdad suma. Un estoconazo, y Alfredo escuchó leves aplausos… A “Barba Blanca” un cárdeno claro, caribello, débil de remos, pero de buen estilo, Alfredo lo toreó a la verónica en dos tandas, superándose en la segunda y en una tanda de quietas chicuelinas que ejecutó luego… Muleta en mano, comenzó en buena forma su cometido; instrumentó varios pases de límpida factura, pero sin la emoción y el sabor que logró imprimir Mariano a cuanto llevó a cabo. Sin afición, en suma. Para concluir, un espadazo con travesía que bastó…

Todavía se vería más adelante al Príncipe del Toreo en la feria y, como todos los toreros llamados de la onza, aprovecharía la ocasión para cambiarla.

Los toros de Piedras Negras

La corrida enviada por don Raúl González, como se desprende de lo contado hasta aquí, pecó de la escasez de fuerza, aunque no de bravura:

El encierro de Piedras Negras, terciado en general, mostró la bondad de su casta, su bravura congénita. Pero, a la vez una debilidad, una carencia de fortaleza tales, que en buena parte contribuyeron a hacer, de la tradicional corrida, un festejo gris, con el paréntesis luminoso, triunfal, de la faena de Mariano Ramos a “Parrito”.

Es dura la conclusión final de don Jesús Gómez Medina, en el sentido de considerar que el festejo fue gris. Quizás no fue enteramente triunfal, pero el triunfo bien conquistado de Mariano Ramos, seguramente dejó bien cubierto el precio de la entrada de todos aquellos que llenaron la Plaza San Marcos el 25 de abril de hace medio siglo.

domingo, 25 de septiembre de 2022

Hoy hace 56 años: la alternativa de Jesús Solórzano en Barcelona

El anuncio de la alternativa
Diario La Vanguardia de Barcelona
Ya me había ocupado por estas páginas de relatar la llegada a los ruedos y el ascenso de quienes fueron llamados Los tres cachorros por don Jesús Gómez Medina en su tribuna de El Sol del Centro, cuando se presentaron en la plaza de toros San Marcos de Aguascalientes precisamente Jesús Solórzano, Alfonso Ramírez Calesero Chico y Manolo Espinosa Armillita. Esa tarde se produjo en el mes de octubre de 1964, después de que los hijos de Armillita y El Rey del Temple, hicieran una breve gira por Sudamérica para actuar en Lima y en Bogotá.

Para la temporada de 1965, Jesús Solórzano decidió hacer campaña en ruedos hispanos. Comenzó ya en casi en el verano y entre el 29 de junio y el 19 de septiembre se vistió de luces siete tardes – Algeciras, Sanlúcar de Barrameda, La Línea de la Concepción, Ayamonte, Jerez de la Frontera y Valencia – compartiendo carteles con José Luis Teruel El Pepe, Sebastián Palomo Linares, Agapito Sánchez Bejarano y Rafael Astola, entre los nombres que han trascendido a la historia.

Fue un comienzo medido por parte de Jesús, quien el 18 de octubre de 1964 cortó el rabo al novillo Bellotero de Santo Domingo en la Plaza México. Para el año de 1966, tuvo como principales alternantes en ruedos hispanos a Pedrín Benjumea, Gabriel de la Casa, José Rivera Riverita y Ricardo de Fabra, pero sus actuaciones se extendieron ya a plazas de mayor categoría, pues actuó en Zaragoza, Madrid – 2 veces –, San Sebastián, Barcelona, Almería y Cieza. En la Monumental de Barcelona se quedó con 5 de los novillos de Manuel Álvarez Gómez y hermanos, por herida de sus alternantes. Esa noche le cortó las dos orejas al quinto de la sesión. Julio Ichaso escribió a propósito de ese festejo, lo siguiente, en La Vanguardia de la capital catalana:

...en el quinto... alcanzó un gran éxito al son de la música y de las aclamaciones del concurso; esta estupenda faena fue premiada con las dos orejas, con reiterada petición del rabo y dos vueltas al ruedo entre el entusiasmo general de la concurrencia; al sexto y último de la noche lo liquidó con media estocada en su sitio. Le dieron la vuelta al ruedo a hombros y así lo sacaron por la puerta de la Monumental... Buena presentación, seguida de un alentador triunfe. Felicitamos al nuevo en esta plaza y a su padre, el notable matador de. toros, hace años retirado, Chucho Solórzano, por la actuación de su hijo Jesús...

Acerca de su presentación en Madrid, entre otras cosas, don Antonio Díaz – Cañabate escribió:

El novillo acusó su escasa fuerza en la muleta. Tenía voluntad, pero embestía tardo y había que obligarle para que siguiera la muleta, y esto es precisamente lo que hizo Solórzano, hijo de «Chucho» Solórzano, el fino y elegante torero mejicano que recordamos con toda admiración. Su hijo tiene, por lo que le vimos, algo que ahora se manosea y se cotiza mucho: personalidad. Pero no una personalidad basada en detalles adjetivos al toreo, sino personalidad toreando, haciendo el buen toreo...

Pese a que al apodado Cañas por sus pares, no le parecía bien el toreo que llegaba del otro lado del mar, tuvo que reconocer que uno de los activos importantísimos de Jesús Solórzano, era tener una acentuada personalidad.

La alternativa de Jesús

Como había sido muy frecuente, la plaza de Barcelona fue la elegida para que el hijo del Rey del Temple recibiera la alternativa. La historia nos demuestra que las plazas que regentaba don Pedro Balañá Espinós, fueron, o la puerta de entrada o el punto de arranque de las carreras de muchos toreros mexicanos y honrando esa inveterada costumbre, anunció en los carteles de la Feria de la Merced de 1966, precisamente en la tarde que cerraba el ciclo, la alternativa de Jesús Solórzano, quien fue acartelado con Jaime Ostos en calidad de padrino y Fermín Murillo, que estaba en campaña de despedida como testigo, y a caballo, don Álvaro Domecq. Los toros serían de Atanasio Fernández. El diario La Vanguardia, después de relatar la corrida inicial del ciclo, celebrada el domingo 18 de septiembre, donde Antonio Bienvenida se despidió de la afición barcelonesa, actuando junto a Miguel Mateo Miguelín y Manuel Cano El Pireo frente a toros de don Alipio Pérez Tabernero, anunció lo siguiente:

La segunda función tendrá efecto mañana jueves, con ganado de don Antonio Garde para los diestros Paco Camino, «El Cordobés» y «Paquirri». La tercera consistirá en otra corrida, el sábado, día de la Merced, con reses de don José Benítez Cubero. Intervendrán los matadores Diego Puerta, «Mondeño» y José Fuentes, y en la cuarta, y última, actuará el rejoneador don Álvaro Domecq y, en la lidia ordinaria los espadas Jaime Ostos, Fermín Murillo y el mejicano Jesús Solórzano, que tomará la alternativa con toros de la vacada de don Atanasio Fernández. Todas las funciones comenzarán a las cinco y media de la tarde…

El toro de su alternativa se llamó Rayito, de acuerdo con las crónicas periodísticas de la época. La narración de Eduardo Palacio Valdés, en La Vanguardia, entre otras cuestiones relata:

El diestro azteca veroniqueó guapamente el toro que rompió plaza, negro, listón, con 503 kilogramos en los lomos y de nombre «Rayito». Consistió su quite en unas «chicuelinas», también ovacionadas, y empuñando los rehiletes, dejó un buen par, de frente, luego un solo palo y finalmente un gran par arrancando desde el estribo. Y cuando eran las cinco y cuarenta de la tarde, el bravo ecijano Jaime Ostos lo armó matador de toros, en presencia del baturro Fermín Murillo. La faena de muleta, amenizada por la música, así se desarrolló: Tres pases de tanteo, cuatro naturales, un molinete de rodillas, seis naturales, una arrucina, siete naturales y un molinete de rodillas. Dos pinchazos, una buena estocada y un descabello al tercer viaje, le proporcionaron una ovación, que agradeció desde los medios, En el sexto veroniqueó bien, y a petición del público tomó los garapullos, de los que clavó dos pares y medio, obligándosele a saludar. A la concurrencia ofrendó este franeril trabajo: Cuatro pases por bajo, cinco naturales, uno de pecho, tres naturales y un molinete. Arreó una estocada entera y algo torcida, y se le despidió con aplausos...

De acuerdo con lo que escribió en su día Palacio Valdés, se puede deducir que aún, sin obtención de trofeos, Jesús Solórzano tuvo una actuación destacada en esa tarde histórica para él, sobre todo, si se tiene en cuenta que el encierro no fue precisamente de dulce, según lo describe Rafael Manzano, corresponsal de el semanario madrileño El Ruedo:

Se celebró la cuarta y última corrida de la fiesta de la Merced. Don Atanasio Fernández envió del campo charro un encierro gordo, cornalón, muy dentro de la línea de los toros de la antigua usanza. No han tenido fuerzas con los caballos – ninguno derribó –, pero todos tomaron más de las varas reglamentarias y llegaron muy duros a la muerte...

Esa impresión la ratifica en su columna feriante Barrera de sombra, del diario La Vanguardia del 27 de septiembre siguiente, Julio Ichaso hace la siguiente apreciación de color:

Cable a Méjico, Distrito Federal: «Chucho Solórzano» (padre de Jesús Solórzano). Texto: «Al tomar mi alternativa de matador de toros, te mando un fuerte abrazo. Jesús». Un toro (el primero) por el pitón izquierdo: un angelito; por el derecho: un auténtico barrabás... La tenaz onda mortífera de los capotes, no le ayudó a doblar...»

De vuelta en México

El 19 de febrero del siguiente 1967, confirmaría su alternativa en la Plaza México, ante el toro Zapatero de Santo Domingo, apadrinándole Manuel Capetillo y siendo testigo Antonio Chenel Antoñete, en un festejo en el que los toros potosinos se encargaron de echar a perder la tarde, sobresaliendo únicamente las buenas maneras del confirmante, que esa ocasión vistió el casi mandatorio vestido blanco con bordados en oro.

Hace 56 años, en resumen

Jesús Solórzano y Alfonso Ramírez Calesero Chico fueron los únicos novilleros mexicanos que actuaron en ruedos hispanos. Por los matadores de toros, estuvieron Jesús Córdoba (13 corridas, 2 orejas), Jesús Delgadillo El Estudiante (9 corridas, 14 orejas), Raúl García (5 corridas, 1 oreja), Raúl Contreras Finito (4 corridas, 1 oreja y 1 cornada) y Fernando de la Peña (3 festejos).

Así fueron las cosas hace 56 años, cuando todavía había toros por La Merced en Barcelona.

viernes, 6 de mayo de 2022

La Feria de San Marcos hace medio siglo (XI/II)

La corrida del 5 de mayo y el triunfo de Fabián Ruiz

La corrida con la que se cerró la feria del año de 1972 ha pasado al capitulado de los grandes acontecimientos de la historia taurina de la Feria San Marcos, porque, como lo hemos ido planteando, en ella se lidió la corrida que, en presencia, tipo y por supuesto, pasando por el ineludible baremo de la báscula, resulta ser la corrida de toros más grande que se haya jugado en la Historia del Toreo en México.

Encabezó el cartel Joaquín Bernadó quien durante varios años de la década anterior había tenido triunfos significados en el serial sanmarqueño, como en el de 1964, en la que se alzó como triunfador máximo. Jesús Solórzano hijo, prácticamente un torero de la casa, conceptuado por los más como torero de arte, pero que tenía en su haber un profundo conocimiento de la técnica del toreo y que en el decurso de su andar por los ruedos, acometería varias gestas como la de este 5 de mayo y la presentación ante la afición de su tierra de un torero que tenía por divisa el valor a toda prueba, Fabián Ruiz, quien después de la gravísima cornada penetrante de tórax que sufrió en Tijuana, luchaba por retomar el paso y llegar a ser una figura de los redondeles.

A las cinco de la tarde se abrió la puerta de cuadrillas y salieron a la arena Joaquín Bernadó, vestido de verde claro y oro; Jesús Solórzano, de verde bandera y oro y Fabián Ruiz, de rosa mexicano y plata. La suerte estaba echada.

El comportamiento de los toros en el ruedo

La crónica de Everardo Brand Partida para El Sol del Centro refleja respecto del juego de los toros lidiados, lo siguiente:

Contrariamente a lo que suponía el grueso de los aficionados, tomando en consideración el peso de los astados, éstos no salieron parándose ni a la defensiva. Llegaron al tercio mortal plenos de facultades, esto es, con poder, embistiendo de aquí para allá, francamente, con estilo definido, con son y sólo necesitaban que un torero se les parara, los templara y los mandara, para que hubieran pasado a formar parte de un capítulo memorable de la historia taurina mexicana, y hubieran cubierto de gloria a la divisa y a su criador, el pundonoroso ganadero don Francisco Madrazo… El encierro de La Punta, bonito en verdad, demostró que los toros no llegan al último tercio con media embestida, semi – parados o completamente a la defensiva, exclusivamente por su peso. No, los punteños fueron graneados – no cebados ni engordados prematuramente para cumplir con el requisito del peso – se les apreció fibra y poder, y su sangre brava los hizo embestir en todo momento…

Es decir, los toros no sucumbieron a su volumen. Los toreros que los enfrentaron tuvieron la ocasión de lucirse con ellos, aunque en principio, las intenciones de la concurrencia estaban inclinadas hacia los astados.

El triunfo de Fabián Ruiz

Al cerrarse la tarde el de Aguascalientes, Fabián Ruiz fue el único que salió con una oreja en la espuerta. Se la cortó precisamente al primero de su lote y tercero de la tarde, el toro que acaparaba todas las miradas y comentarios, Candilejo, cuya muerte brindó al maestro Fermín Espinosa Armillita. Esto se escribió sobre su actuación:

Fue “Candilejo”, corrido en tercer lugar, marcado con el número 49, el toro más grande del encierro, con 730 kilogramos de peso. Imponente el astado, y cuando Fabián se enfrentó con él, los olés se dejaron escuchar, pero sin ninguna justificación, si acaso el valor del torero al pararse frente al toro. Porque, como lo decíamos anteriormente, el hidrocálido no toreó, fueron mantazos por aquí, otros más allá, unos intentos de torear por chicuelinas... pero nada, y el público todo se lo tomaba a bien, porque se enfrentó al toro más grande… Con la muleta en la diestra las cosas no mejoraron, y si bien el toro no pasaba de aquí hasta allá, como sus hermanos de sangre, tampoco representaba mayores problemas, y cuanto muletazo ejecutaba Fabián, se lo coreaban, especialmente en el tendido cálido. De una estocada caída y acierto al cuarto intento de descabello, dio cuenta de “Candilejo”, y pese a todo, afloraron muchos pañuelos en los tendidos, por lo que el Juez otorgó la única oreja de la tarde, una oreja que bien podemos señalar que fue cobrada por el impresionismo y el valor del hidrocálido, al enfrentarse al toro más pesado que se ha lidiado en plazas mexicanas…

Con la oreja de Candilejo en la mano, Fabián sacó a dar la vuelta al ruedo al ganadero Francisco Madrazo y al empresario Guillermo González, quienes agradecieron con él desde los medios. Ante el sexto, Sombrerero, el torero de esta tierra se limito a cumplir, que el triunfo ya lo había conseguido.

Bernadó y Solórzano

Joaquín Bernadó se enfrentó a Carretero y a Lagrimoso. El primero de su lote lo brindó al ganadero Francisco Madrazo y mejor estuvo con el cuarto:

Con el cuarto, “Lagrimoso” de nombre, marcado con el número 40 y con 635 kilos de peso, un espontáneo se arrojó al ruedo, alborotó los tendidos con unos pases por alto rodillas en tierra, empero molestó en forma considerable al matador, que veroniqueó rapidillo para ordenar que hicieran acto de presencia las cabalgaduras. Dos puyazos en lo alto, hicieron sangrar al de La Punta, que fue lidiado por Bernadó, pero sin mayor entrega…Mucho conocimiento del oficio, faenas muy parecidas las del catalán, pero hasta ahí las cosas. Con un pinchazo y un estoconazo ligeramente desprendido culminó su actuación, haciéndose merecedor de una vuelta al ruedo…

Por su parte, Jesús Solórzano sacó del sombrero a Recobito y Enanito. También fue que con el segundo de su lote, el hijo del Rey del Temple tuvo sus mejores momentos en esta tarde:

…con la muleta logró algunas series de ayudados, en redondo y por abajo, así como unos naturales, éstos no fueron ligados y menos aún conjuntados como lo merecía el burel. El toro tenía una embestida franca, nobilísima, iba de aquí hasta allá, y al finalizar el trasteo… Rápido se deshizo de él Jesús, cuando la autoridad hizo que la trompeta sonara en una ocasión, ordenando con ello el arrastre lento, pero la cuadrilla “interpretó mal” el toque y fue a cortar una oreja para entregarla a Solórzano, que se vio precisado a tirarla en el centro del redondel, cuando se “tomaba” una vuelta, con algunos pitos del público…

Así fueron los hechos en una tarde que todavía permanece en la memoria de los aficionados de Aguascalientes y que ha motivado la colocación de tres placas en el escenario en el que se produjo, en la Plaza de Toros San Marcos: una dedicada al encierro de La Punta, otra a recordar el triunfo de Fabián Ruiz y una tercera al paso de Jesús Solórzano por su ruedo, en la que se incluye su actuación en esta memorable tarde.

El devenir de La Punta

Don Francisco Madrazo Solórzano afirmaba que esta tarde del 5 de mayo de 1972 había sido su despedida – sin anunciar – como criador de toros de lidia. Sin embargo, después de esa tarde, a su nombre, como titular del hierro y divisa de La Punta, todavía se lidiaron tres encierros aquí en Aguascalientes. 

El primero de ellos fue una novillada lidiada el 8 de mayo de 1977 en la plaza Monumental. El cartel lo formaron José Antonio Ramírez El Capitán, Paco Olivera Bombita, Roberto Ramírez El Oriental, Saúl Saleri, Gerardo Navarro y Ricardo Sánchez.

Posteriormente se presentó en la misma plaza Monumental una corrida de toros el día 26 de abril de 1981. La lidiaron Eloy Cavazos, Jesús Solórzano Humberto Moro. Eloy Cavazos le cortó el rabo al 4º de la tarde, Mayoral y Humberto Moro una oreja a Señorito, sexto de la corrida

Y, el último encierro que bajo su responsabilidad se lidió en Aguascalientes, fue en la Plaza de Toros San Marcos el día 2 de junio de 1991. Fue una muy seria corrida de toros, que fue anunciada antes, con fotografías de los toros para ir predisponiendo el ambiente y la lidiaron Ricardo Sánchez, David Bonilla y Héctor de Granada.

Después de esos festejos, no tengo noticia de que se haya lidiado otro encierro bajo la titularidad de don Francisco Madrazo Solórzano, aunque éste afirmara que eso era cosa de sus hijos.

Así es como concluyo con esta historia y con estos recuerdos de la Feria de San Marcos de hace 50 años.

jueves, 5 de mayo de 2022

La Feria de San Marcos hace medio siglo (XI/I)

5 de mayo, 8ª de feria, un impresionante encierro de La Punta

El anuncio inicial del serial taurino de 1972 únicamente comprendía siete corridas de toros y el aviso de que se ofrecería la novillada – vigésimo segunda – de triunfadores de la temporada iniciada a mediados del año anterior. No obstante, el 6 de abril se hizo pública una entrevista telefónica con el empresario Guillermo González Muñoz, de la que entre otras cuestiones se dedujo:

En definitiva, don Guillermo González afirmó que la temporada taurina constará de siete corridas formales y una novillada, aunque dejó abierta la posibilidad de que se efectúe otro festejo…

Es decir, la celebración de una corrida extraordinaria nunca estuvo fuera de cuestión. Todo estribaba en que las condiciones entre afición, toreros y ganaderos se conjuntaran para que se habilitara una fecha y se pudiera ofrecer el festejo. En la columna de Francisco Lazo, cronista huésped de El Sol del Centro ese año, publicada el día 23 de abril, se relata lo que sigue:

Ya habíamos dicho que en La Punta hay un encierro que mete miedo, en 680 kilos de peso, con un toro que dio 714 en la báscula. Nos dice Guillermo González que es de su propiedad, pues lo compró ya al ganadero Francisco Madrazo. ¿No iba esa corrida a Tijuana? “No creo, dijo Guillermo, pues la quiere lidiar aquí...

Como se ve, las cosas se iban acomodando. Otras informaciones periodísticas afirmaban que esa corrida de La Punta era una de las que había reseñado la Asociación de Matadores para su corrida del Estoque de Oro que se verificó a principios de marzo. Al final, la corrida se quedó en el campo y entre don Francisco Madrazo Solórzano y don Guillermo González, decidieron que se lidiara aquí en Aguascalientes, a manera de un magno fin de feria.

La conformación del cartel

El 29 de abril se informó que la corrida extraordinaria se verificaría el viernes 5 de mayo y que, junto con los toros de La Punta, estaba ya listo Jesús Solórzano, que no está de más decirlo, era torero de la casa. Se adelantó que se esperaría a la celebración de la novillada del día primero de mayo, para rematar la combinación que se enfrentaría a los toros que ya eran esperados por la afición de Aguascalientes. 

El 1º de mayo se anunció que Fabián Ruiz, torero de Aguascalientes que trataba de remontar la cuesta de un grave percance sufrido el 29 de julio de 1969 en la Monumental de Tijuana, cuando alternaba con Eloy Cavazos y Curro Rivera. Esa tarde, Montañés de Reyes Huerta le partió el pecho y le perforó un pulmón entraba en el cartel. Dijo el doctor José Rodríguez Olivas, jefe de los servicios médicos de las plazas de Tijuana en esos días acerca del percance:

Fue una de las cornadas más graves que se han visto en Tijuana. La herida está localizada a escasos cuatro centímetros del corazón, y hay perforación del pulmón derecho... De estas cosas no sabe uno el tiempo crítico, por tanto, no puede decirse nada sobre el término de 72 horas...

El percance mantuvo parado a Fabián hasta el 2 de febrero del año siguiente, por lo que prácticamente estaba reiniciando su andadura como matador de toros. La fecha además implicaba su presentación en esta, su tierra, como torero de alternativa.

El día primero de mayo se anunció que el encierro sería desencajonado en los corrales de la plaza de toros, quedando a la vista del público a partir del día siguiente y ese día, con el encierro ya manifiesto, se dio a conocer que Joaquín Bernadó era el tercer torero que formaría el cartel:

…está por delante el interés de la afición hidrocálida por ver a Fabián Ruiz, el extraordinario torero de esta tierra, quien, por primera vez, como matador de toros, pisará el ruedo del Coso San Marcos. La animación por ver a Fabián es indescriptible. En todos los medios sociales no se habla de otra cosa que no sea de irlo a ver… La empresa ya confeccionó el cartel, y por esta ocasión se puede decir que tres fundamentales aspectos determinantes han sido conjugados. El tercer espada es el catalán Joaquín Bernadó… Es decir, en la corrida se habrán de juntar los máximos atributos que se requieren para que sobre el ruedo se vea la corrida soñada, La valentía y enjundia de Fabián Ruiz. La plasticidad de Jesús Solórzano y la maestría de Joaquín Bernadó…

Así fue como, casi por entregas, supimos quienes serían los que se enfrentarían al singular encierro de La Punta, que, hasta estos días, medio siglo después, sigue siendo el más grande en cuanto a promedio de peso que se haya lidiado en una plaza de toros mexicana.

En el día de la corrida

Las taquillas de la plaza y los demás puntos de venta de entradas se vieron colmados de interesados en asistir a ese festejo, que por el ángulo que se le mire, era verdaderamente extraordinario. La nota previa al festejo, aparecida en El Sol del Centro, presenta una reseña pormenorizada de los toros que se lidiarían:

“Sombrerero” marcado con el número 61 y con 580 kilos sobre los costillares; “Lagrimoso”, marcado con el número 40 y con 635 kilos; “Recobito”, marcado con el número 65 y 620 kilos; “Carretero”, marcado con el número 20 y 630 kilos de peso; “Enanito” marcado con el número 25 y con 672 kilos y finalmente, el más impresionante de los extraordinarios ejemplares de La Punta: “Candilejo”, marcado con el número 49 y la friolera de 730 kilos de peso… Son esas las características del encierro que ha sido admirado por una considerable cantidad de aficionados, quienes los observaron en los corrales de la plaza, con la opinión unánime de que están verdaderamente imponentes, sobre todo “Candilejo”, para el que se han vertido elogiosos comentarios y la incógnita de que ¿por quién será lidiado esta tarde?, pregunta que será despejada cuando se conozca el sorteo que al mediodía se verifique en la misma plaza de toros…

Es decir, el reclamo de la corrida era precisamente el toro, que presentado en su integridad y con el debido trapío y remate que debiera tener cualquier encierro que se envíe a una plaza, debe ser más que suficiente para hacer que la gente se interese en asistir. No por nada, la fiesta es de toros.

Los rumores sobre Candilejo

Hoy, a cincuenta años de distancia, se sigue rumorando acerca del origen de Candilejo, dudando acerca de su origen punteño y afirmándose, hasta con firmeza, que era un toro de El Colmenar, ganadería entonces de la titularidad del ingeniero Gerardo Martínez Ancira. Lo que cuenta el ganadero Francisco Madrazo Solórzano en su libro El Color de la Divisa acerca de este asunto, es lo que sigue:

...En 1969, le compré, al ingeniero don Gerardo Martínez Ancira, dilecto amigo mío, su ganadería de “El Colmenar”, formada con vacas de “Matancillas” y “La Punta”, aumentada después, con vientres de varias casas de prestigio como la de don Jesús Cabrera, “Mimiahuápam”, Javier Garfias, don Mariano Ramírez, y cinco sementales de las dos primeras vacadas… Lote que un año después vendí, en su totalidad, a don Alberto Bailleres, para su ganadería de “Begoña”. Durante una primavera, empadré con mis vacas, dos de los “Mimiahuápam”, uno de ellos, de pelo colorao bragado, “Vencido” Nº 110, muy bonito toro, muy bien construido y bien puesto de cabeza, que dio estupenda corrida. Y el otro, número 80, entrepelado, listón, bragado y meano, con mucha cabeza, padre de “Candilejo”, Nº 49, negro bragado, que el día de su brillantísima lidia (Aguascalientes, 5 de mayo de 1972), pesó 736 kilos en pie y 434 en canal. Hasta hoy ha sido el toro más grande que se ha lidiado en la historia de nuestra fiesta… Teniendo, por lo tanto, para estas fechas, en la corta piara del ganado bravo que me queda, sangre de “Mimiahuápam”. Hago este pequeño comentario al margen, porque nunca he ocultado lo que pasta en La Punta, y porque jamás he sido un comerciante de ganado bravo, al que tanto quiero, y tanto he respetado… (El Color de la Divisa, Págs. 348 – 349)

A confesión de parte, relevo de prueba. Candilejo quizás no era un toro puro de sangre Parladé, pero era definitivamente de La Punta. Espero que la cita anterior aclare las dudas y los bulos que en torno suyo se han construido y que, con relación a El Colmenar, únicamente tienen que ver en cuanto a que el padre de ese toro, venía con el ganado que compró allí don Francisco Madrazo en su oportunidad.

Pero estas notas ya se van extendiendo más allá de lo recomendable, así que las dejo aquí por hoy y continuaré el día de mañana.

jueves, 21 de abril de 2022

La Feria de San Marcos hace medio siglo (V)

Tercera de feria: Alfredo Leal borda al natural un toro de Las Huertas


Prudente aclaración:
Hace 10 años publiqué una primera versión de estos hechos. Hoy los retomo, agregando alguna información y aproximándome a la que aquella versión contenía de otra manera.

La previa de Pancho Lazo

El cronista titular del Esto, encargado por este serial del menester también en El Sol del Centro en la columna que escribía con información previa al festejo, expresó abiertamente su poco gusto por la presentación del encierro enviado por don Luis Javier Barroso:

La verdad no nos gustó el encierro de Las Huertas que se lidiará esta noche: es disparejo, fuera de tipo y algunos toros dan la impresión de estar pasaditos en edad. Pero como dijo Alfonso Ramírez “Calesero”: “Yo no quiero que me gusten, quiero que me embistan...” … Roberto Mendoza “El Sándwich” quien lleva los poderes de Joaquín Bernadó parecía un tanto desconsolado: “Nos tocó, como siempre, el más cabezón, es el número 196, al que echaremos por delante”...

Los médicos veterinarios Antonio Feregrino y Omar de Luna fueron designados por el Municipio para que verifiquen post – mortem la edad de los toros estoqueados y que las astas no hayan sufrido manipulaciones.

“Ambos somos aficionados – nos decía el doctor Feregrino – pero nunca habíamos ocupado un cargo semejante. Lo hacemos con mucho gusto y ayudamos a que se cumpla el Reglamento. Además, entramos gratis a los festejos...”

Y dentro de la crónica del festejo, Lazo se reiteró:

Los pupilos de Las Huertas, confirmaron nuestra primera apreciación al verlos en los corrales: disparejos en presentación aparentemente en edad. Había unos que parecían novillos adelantados y otros, toros arriba de los cinco años... El de regalo, fue de la ganadería de Chucho Cabrera, un toro... que le tiró de patadas a los caballos, pero de extraordinario son, que metía la cabeza muy abajo, arando con los hocicos...

Lo que debió ser la penúltima corrida aquí de El Príncipe del Toreo

En el anuncio que se hizo de los carteles de la feria, se dejó patente que la corrida de la noche del lunes 24 de abril sería la última que Alfredo Leal torearía, al menos aquí en Aguascalientes. Esta que sería para él, la víspera de su despedida de esta plaza, bajo la luz de las candilejas también, le representó un importantísimo triunfo. Lo consiguió con el quinto de la noche, llamado Lupillo, según la crónica, por ser hijo de aquel Guadalupano que indultara en la Plaza México el regiomontano Raúl García más o menos cinco años antes. Sobre el andar de El Príncipe ante ese toro, Lazo escribió:

Lanceó en el centro del anillo, cargando ligeramente sobre la pierna de salida, a ritmo lento. Y con la muleta, echándola apenas adelante, embarcaba, templaba y mandaba, muy erguido, moviendo solo el brazo, con elegancia. Eran los primeros muletazos, bellos en ejecución, pero aún sin el sentimiento que iba a desbordar Alfredo sobre el ruedo de la plaza de San Marcos... Y ahora con la izquierda, más lento todavía, haciendo flamear el trapo rojo en el último tiempo, con un suave muñecazo. Trataba al toro con delicadeza para hacerlo sentir a gusto y sentirse él, Alfredo, igual. Y todo allí, en el centro del anillo, sin paréntesis que pudieran romper la continuidad, que sacaran de su embeleso al torero y cortaran aquel coro de ¡torero, torero!, o las aclamaciones que, de tan continuas, parecían una sola... Pocas, pocas veces se ha visto torear así; repetimos, pocas veces se encuentran un toro de tanta calidad y un torero de tanto arte... Se echó la espada a la cara Alfredo y el público, engolosinado gritaba ¡no, no!, pues quería seguir disfrutando de aquellos momentos. Solo que era ya hora de entrar a matar, y lo hizo Leal, muy derecho, dejando una estocada entera, un tanto traserilla, que hizo rodar sin puntilla al noble animal. Petición unánime. Dos orejas concedió la autoridad, solamente, quizás por la colocación defectuosa del acero. A Leal no le importaban los trofeos, como tampoco pareció importarle al público. Y juntos, torero y aficionados se entregaron a la celebración, uno sonriendo ampliamente y los otros vitoreándolo. Y le dijo Alfredo al “Chacho” Barroso: “¡Qué toro!”. Y le respondió el ganadero: “¡Qué torero!” ...

Tras de su faena al quinto de la noche, se refiere en la crónica la siguiente declaración de Alfredo Leal:

Sí; me voy. Pero deseo hacerlo con dignidad... y toreando, así como pude hacerlo hoy. Hubo momentos en que no escuchaba nada, como si el toro y yo estuviéramos en el vacío, él embistiendo y yo llevándolo suavemente... Luego parecía reventar todo y escuchaba la aclamación. ¡No veas que feliz me siento...!

La actuación de Jesús Solórzano

La afición tenía en la memoria todavía la actuación de Jesús Solórzano en el festejo que abrió el serial el domingo anterior, en el que, si bien los elementos y los toros tuvieron que ver en el resultado, dio la impresión de no emplearse a cabalidad con el quinto de aquella corrida. En esta noche, salió con una actitud diferente y ahora sí, los toros fueron los que le impidieron refrendar hazañas de otros días: 

Parecía que el primero de Chucho Solórzano se iba a prestar a la faena. Chucho toreó a la verónica con mucho sabor, echando la pierna adelante y jugando bien los brazos. Preciosos aquellos lances, como el quite por chicuelinas antiguas. Luego banderilleó con sobradas facultades, en dos cuarteos y el tercer par saliendo del estribo. El toro cambió de lidia y se tornó incierto... De pinchazo y bajonazo lo mandó al destazadero... Su segundo fue bravo a carta cabal. De salida remató en los burladeros, repitiendo hasta tres veces en el que está cerca de toriles y luego, cuando lo hizo en el de matadores, pareció lastimarse las vértebras y se le inmovilizaron las patas traseras... después del primer puyazo que le hizo sangrar recobró facultades... y Chucho prometió uno de regalo... El público ya no quiso ver al toro y le ordenó al toro que lo matara, lo que hizo de una entera delantera... Salió el de Chucho Cabrera, manso, pero queriéndose comer la muleta. Muy buenos momentos tuvo Solórzano con ese toro, aunque no redondeó el trasteo. Derribó de dos viajes y se retiró entre aplausos cuando el reloj marcaba un cuarto para las doce de la noche...

Joaquín Bernadó y Calesero Chico

Los temores de El Sándwich se materializaron. El lote que le tocó no se desplazó y el maestro de Santa Coloma de Gramanet no pudo mas que estar digno ante semejante colección:

Al catalán Joaquín Bernadó le correspondieron un toro muy joven y otro muy viejo... Bernadó es un torero honrado y le busca a todos los toros, empeñoso, poniéndose cerca, tratando de agradar. El público lo comprendió y le aplaudió con fuerza. Pasó fatigas para matar a aquellos bichos que mantuvieron, hasta el último momento, la cabeza en las nubes...

Por su parte, el hijo mayor del Poeta del Toreo tenía su dosis de malquerientes en los tendidos y no se le toleraba la menor duda ante la cara del toro:

A Alfonso Ramírez “Calesero Chico”, el público le hostiliza desde el paseíllo... Ayer tuvo un toro propicio para que brillara su clase. Fue el séptimo, "Pingüino" de nombre, bravo, claro. Y Alfonso se decidió por momentos y el público le respondió entusiasta. Sólo que no sostuvo el ritmo el torero y los aficionados volvieron a lo mismo: a hostilizarle y a ratos a ridiculizarle con gritos hirientes... Su primero, bravo, pero que presentó dificultades, fue buen motivo para que el público se cebara en los sustos que pasó “Calesero Chico”...

Para el día siguiente

La cuarta corrida del serial se llevaría a cabo el sábado 22 de abril, con toros de Valparaíso para la presentación de Curro Rivera, Mario Sevilla y Adrián Romero, regresando la actividad a la tradicional hora de las cinco de la tarde.

sábado, 16 de abril de 2022

La Feria de San Marcos hace medio siglo (III)

16 de abril de 1972, primera corrida de feria

Tras del anuncio formal de los carteles que conformarían la Feria de San Marcos del 72, todo quedó dispuesto para que el domingo 16 de abril de ese año se abriera el serial taurino. El cartel, como ya lo había comentado, lo conformaba un encierro de La Punta, para el salmantino de La Fuente de San Esteban, Paco Pallarés quien hacía campaña en México desde el final del año anterior, Jesús Solórzano y Mariano Ramos.

La nota previa aparecida en El Sol del Centro, el día del festejo, reseñaba lo siguiente:

Al mencionar el ganado de este festejo, no podemos dejar de hacer hincapié en las brillantes características de los bureles enviados por Paquito Madrazo. ¡Vaya arrogancia y fina estampa! ¡Vaya trapío y respeto de los siete buenos mozos que están en los corrales, proclamando, con su sola presencia, la calidad de su brava estirpe! … Y si el aficionado encontrará ocasión de admirar la prestancia y gallardía del toro de lidia, los matadores Paco Pallarés, Chucho Solórzano y Mariano Ramos, podrán elaborar una actuación triunfal al enfrentarse y torear a enemigos que, como los de La Punta, reúnen por igual las dos más preciadas características del toro de lidia: bravura y trapío.

Certámenes taurinos

En la misma nota previa se anunció la instauración de un certamen para premiar al triunfador y el mejor encierro lidiado en el serial, patrocinado por la Casa Pedro Domecq:

…un grupo de entusiastas aficionados consideraron oportuno el organizar un certamen taurino en relación con los festejos feriales. Un certamen que, desde luego, tenga la significación y la categoría de nuestros festejos sanmarqueños, cuya brillantez atrae cada año mayor número de visitantes, y mayor número de aficionados… En suma, un concurso taurino de auténtica jerarquía, equiparable a los que se verifican en ferias tan sonadas como las de Jerez, Bilbao, San Isidro, Sevilla, etc. … En estas condiciones, solicitaron el patrocinio de una entidad de indiscutible abolengo taurino: la Casa Pedro Domecq. Y, según era de esperarse, dicha empresa accedió de inmediato a la petición de los aficionados en cuestión y en tal virtud, han quedado establecidos dos estupendos premios… ambos trofeos constituyen dos piezas de singular calidad. Son dos admirables esculturas del gran artista mexicano Raymundo Cobo, cuyo mérito artístico podrán calibrar en breve los aficionados, ya que van a ser exhibidos en céntrico aparador de la ciudad… La adjudicación de estos premios estará a cargo de un jurado integrado por los taurinos y aficionados… y la fiesta de entrega tendrá lugar con todo boato y esplendor por la Casa Pedro Domecq, el miércoles 26 del presente mes, en un salón del Hotel Francia…

Esos premios se sumaron al Escapulario de Oro de San Marcos que la Compañía Vinícola de Aguascalientes otorgaba al triunfador de la corrida del día 25 de abril, en la que seis toreros se disputaban el trofeo.

El festejo y su resultado

El 16 de abril de 1972 tuvo un clima desapacible, frío y lluvioso. Eso ahuyentó a la gente de los tendidos de la plaza restando lucimiento a la inauguración taurina de la Feria del 72. No obstante, hubo momentos de lucimiento de los diestros actuantes que quedaron plasmados en la crónica escrita por Everardo Brand Partida para El Sol del Centro, cubriendo la ausencia que se autoimpuso el cronista titular, don Jesús Gómez Medina, quien ocupaba el palco de la autoridad.

De la actuación que tuvo Paco Pallarés ese día, resalta entre otras cosas lo siguiente:

Correspondió al español lidiar en primer lugar, recibiendo a “Relámpago”, número 77, con una serie de lances a pies juntos rematando limpiamente, con la media… Sentado en el estribo inició la faena muleteril, que prosiguió con la derecha, pero sin mayor ajustamiento, manteniéndose siempre discreto, y sin despertar la emoción fuerte en los tendidos. Acabó con el primero de la tarde de un pinchazo y una estocada ligeramente desprendida. Saludos desde el tercio… Con el corrido en cuarto lugar, “Coleto” de nombre, Pallarés inició también el trasteo al filo de las tablas, pero no pudo sostener el ritmo con que lo inició, y fue a menos acabando por sumir al público en el tedio y el aburrimiento. Dos pinchazos y una entera desprendida, fueron suficientes para finalizar su debut ante el público hidrocálido…

Paco Pallarés terminaría ese año con 15 corridas en su haber aquí en México. No logró esa tarde penetrar en el gusto de la afición de Aguascalientes y sería la única actuación que tuvo en nuestras plazas. Todavía regresaría a México el año siguiente para sumar 6 actuaciones y ya no le volveríamos a ver por aquí.

Por su parte, Jesús Solórzano venía con el signo de ser uno de los grandes triunfadores del serial de 1970, con la gran faena que hizo a Poeta de Torrecilla el día 24 de abril y todavía con la impronta de varias faenas importantes realizadas el año anterior no coronadas con la espada. Era un torero que tenía predicamento entre la afición de Aguascalientes. Así le vio el cronista de El Sol del Centro:

Dio la impresión Solórzano, que con el 5º obtendría un triunfo grande, ya que con su particular estilo, con mucha clase, lo recibió con una serie de verónicas, y el remate con la media, cargando la suerte, alborotó a los tendidos… Aceptó la petición para que cubriera el segundo tercio. Y en qué forma lo hizo. ¡Fueron tres cuarteos, de los que sobresalió el tercero, dejando los palitroques en todo lo alto, muy unidos, tras de una ejecución formidable! Y ya el público veía llegar una de esas faenas solorzanistas, que en otras tardes enloquecieron a las multitudes… Tras de iniciar la faena – previo brindis al público – con excelentes ayudados, corriendo la mano, no acabó de comprender del todo, las condiciones del punteño… La faena vino a menos, y un pase aquí, otro más allá, algunos adornos, lasernistas y ... nada. Dio cuenta de ese 5º de la tarde, con un pinchazo, media desprendida y acierto al tercer intento de descabello. Para colmo de males se “tomó” una vuelta, que algunos solorzanistas aceptaron…

Sin terminar de convencer, al final de cuentas, el hijo del Rey del Temple saldó su primera tarde del serial con una vuelta al ruedo. No es quizás el premio más anhelado por un torero, pero tampoco implica haber hecho el viaje de vacío.

Por su parte, Mariano Ramos debutaba en Aguascalientes como matador de toros. Su actuación fue un atisbo de lo que se podría esperar de él en el futuro, pues se mostró como un torero poderoso y sapiente, convenciendo a la afición de inmediato de sus posibilidades.

A su primer enemigo, Mariano lo recibió con ajustados “parones”, lances a pies juntos, que arrancaron la primera ovación fuerte, ya que el remate, con media verónica rodilla en tierra, al estilo de Lorenzo “El Magnífico”, puso al público de pie… “Atrevido”, llegó visiblemente aplomado al último tercio... Empero, frente a sí tenía un torero todo pundonor y vergüenza, y su faena transcurrió en medio de los pitones, a la mínima distancia, pasándose al burel por la faja… Lamentablemente no pudo colocar el acero en lo alto sino hasta el tercer viaje, y de igual forma, fue en el tercer intento de descabello que acertó, y hubo de concretarse a saludar desde el tercio… Con el que cerró plaza, Mariano Ramos estuvo en plan de torero grande. Esas verónicas – “dignas de un cromo” – y la serie de chicuelinas tras del primer puyazo a “Gaitero”, arrancaron la ovación fuerte… Muleta en diestra, Mariano se dobló torera y artísticamente con su adversario, prosiguiendo el trasteo aseadamente, muy ajustado y llevando bien toreado al socio. Surgieron así series de naturales y derechazos mandones, y brotaron las dianas y las palmas para el muchacho, que pasó apuros, al igual que con su primer enemigo, para despacharlo. Su presentación como matador de toros, si no fue triunfal, puede señalarse como estupenda, ya que innegablemente el público estará ansioso de verlo nuevamente en el Coso San Marcos.

Everardo Brand señala en su crónica que, en ambos toros de su lote, pudo cortar las orejas Mariano Ramos, pero que sus fallos con la espada le impidieron hacerlo. Sería esta la única comparecencia del torero charro en este serial, pero tendríamos oportunidad de seguirle viendo en años venideros, pues se convertiría en uno de los casi insustituibles de los carteles rematados de nuestro serial.

Terminando

La apertura de la feria taurina de hace 50 años no tuvo en su conjunto, la brillantez que pudiera esperarse de un evento de esta naturaleza, sin embargo, de la relación que he traído a recuerdo, podemos apreciar que tuvo pasajes de interés para el aficionado.

La segunda corrida del serial se verificaría el siguiente jueves 20 de abril, a las 9 de la noche: abriría plaza el rejoneador Felipe Zambrano y a pie irían Antonio Lomelín, Raúl Contreras Finito y Rafael Gil Rafaelillo, anunciándose toros de Suárez del Real.

Ya en la fecha, procuraré ocuparme de los sucesos alrededor de esa corrida.

Aviso Parroquial: Durante estos días de feria, apareceré por aquí con un poco más de frecuencia que lo usual y no necesariamente en domingo, sino coincidiendo con las fechas en las que se dieron toros hace 50 años, o cuando se hayan dado acontecimientos que estime que pueden ser reseñados.

Aldeanos