domingo, 26 de octubre de 2025

La otoñada taurina en Aguascalientes (IV)

Manolo Armillita, Jesús Solórzano y Curro Rivera abren los caminos a una nueva etapa de la fiesta en México

Aunque la venta se formalizó hasta agosto de 1970, la Plaza de Toros San Marcos había sido adquirida en propiedad por don Guillermo González Muñoz desde mediados del año anterior, poco después de concluir la Feria de San Marcos, una vez que concluyó el contrato de arrendamiento que tenía celebrado don Jesús Ramírez Alonso, el empresario de la misma. A partir de esa adquisición, se anunció la reconstitución de la forma de llevar los asuntos del coso de la calle de la Democracia y que sería el nombrado don Guillermo González el empresario, con el conocido taurino Héctor de Granada como gerente de la nueva empresa.

La primera corrida de toros que ofrecería esa nueva organización empresarial, se programó para el domingo 23 de noviembre de 1969, fecha en la que reaparecería uno de los triunfadores de la reciente feria de abril y se presentarían como matadores de toros en su ruedo, dos conocidos de la afición, Jesús Solórzano y Curro Rivera, quienes como novilleros tuvieron tardes exitosas en años anteriores, pero regresaban por primera ocasión como matadores de alternativa.

La terna enfrentaría un encierro del ingeniero Mariano Ramírez, mismo que, por lo que se venía anunciando en la prensa local desde días antes, tenía una presencia impecable. Escribió Everardo Brand Partida, redactor de la fuente taurina del diario El Sol del Centro, en la edición de la víspera del festejo:

Una multitud se congregó para presenciar el desencajonamiento de los toros, y ¡vaya!, causaron admiración, ya que nunca antes un ganadero había enviado un encierro semejante. La pinta de los astados, como ya señalábamos en líneas anteriores, son cárdenos, todos bien armados, de preciosa lámina y, con más de 500 kilos. El encierro deja complacido al aficionado más exigente… Desde que el público admiró los seis bureles en los corrales, ha cundido el entusiasmo entre los aficionados, que olfatean una gran tarde de toros...

En la misma nota, Brand Partida hacía notar que quizás el clima frío que se presentaba sobre nuestra ciudad en esas fechas, podría desanimar a los aficionados a asistir a la plaza al día siguiente, pero recalcaba que, la excelente presencia de los toros del ingeniero Mariano Ramírez, superaba cualquier inclemencia climática que pudiera presentarse.

Decía hace unas líneas que Manolo Espinosa Armillita reaparecía después de ser uno de los triunfadores de la Feria de San Marcos, y es que el 25 de abril anterior, en tarde en la que alternó con Jaime Rangel y Manolo Martínez, le cortó las dos orejas al sexto de la corrida de Jesús Cabrera que se corrió ese día, alzándose como el mejor de esa tarde; por otra parte, Curro Rivera, llegaba con el impulso de ser el ganador del Estoque de Oro, disputado en la Plaza México, al cortarle el rabo al toro Soy de Seda de Piedras Negras, el primero de su carrera, el 24 de abril anterior; y, por su parte, Jesús Solórzano, que si bien no se presentó en la capital, en fechas cercanas a esta corrida, tuvo un par de resonantes triunfos en Mérida.

El día del festejo, en el mismo diario El Sol del Centro, apareció publicada una entrevista realizada por el citado Everardo Brand Partida a Curro Rivera, quien, entre otras cosas, declaró:

De mi toreo mucho se ha hablado – comentó el joven diestro potosino – algunos lo han catalogado como sicodélico, ¡pero hombre!, está muy lejos de serlo. Yo lo considero un toreo con inspiración y que va de acuerdo con la época, que sin duda será del agrado de la afición hidrocálida... Aquí ya me han visto torear, pero como novillero – agregó Curro – y de entonces acá, han transcurrido muchos meses, y creo que he madurado mucho... Desde mi presentación en Aguascalientes recibí el respaldo de la afición y confió tenerlo de nuevo hoy y todas las tardes en que actúe ante ella... Vi la corrida esta tarde en los corrales, y ni que decir de ella. Está en peso, con presencia, su pinta es preciosa y creo que me daré gusto toreando para deleite del público...

Así, entonces, ese era el ambiente previo a la primera corrida de toros que ofrecía la nueva empresa dirigida por don Guillermo González Muñoz y que, en alguna medida, representaba el inicio de un cambio de rumbo en las cosas de los toros en este país.

Una tarde redonda, de triunfo

Todo salió bien ese domingo 23 de septiembre de hace 56 años. El clima mejoró, la plaza se llenó y los toreros dieron lo mejor de sí para el gozo de la afición. Quedaron para la memoria dos faenas, la de Jesús Solórzano a Piel de Plata y la de Curro Rivera a Pitero. Por su parte, Manolo Armillita cargó con el lote más flojo de la corrida, pero, aun así, dejó constancia de ser un torero que, como lo había dejado constante en la recién concluida temporada de la capital, tenía maneras para volar muy alto.

El Sol del Centro 24/11/1969

Jesús Solórzano y Piel de Plata

El quinto de la corrida fue, quizás, el momento en el que se vivieron los momentos en los que se tuvo más oportunidad de apreciar el toreo artístico. Y es que, lo que un lustro antes había barruntado aquí en una histórica novillada el hijo del Rey del Temple, en este domingo lo llevó a una expresión altísima. Así lo contó en su tribuna de El Sol del Centro, don Jesús Gómez Medina:

Fue durante la faena del quinto, el nobilísimo “Piel de Plata”, que brotó, impregnado de la autenticidad de la solera moreliana, el arte de Solórzano. Pues, sí en el primer tercio había aquel asomado en las verónicas a compás abierto y en la media, trazada con el desmayado ritmo de la de “Redactor”; fue en la etapa postrera cuando Chucho Solórzano revitalizó en sus manos jóvenes las clásicas formas del toreo moreliano que brotó entonces de su muleta, límpido, elegante, con una calidad y un acento que ha tiempo que no paladeábamos. Con una clase y un ritmo de auténtica aristocracia. Con empaque y solera. Con torerismo, en suma... “Piel de Plata”, docilísimo, aunque apurado de facultades, colaboraba al éxito, que llegó a su culminación cuando Chucho sepultó casi todo el acero, un tanto desprendido. Gran ovación. La música, que actúa con estruendo. Las dos orejas y el rabo del noble “Piel de Plata”. Y las vueltas al ruedo, múltiples, acompañado Solórzano del ganadero, de sus alternantes, del empresario Guillermo González... Triunfo total, en suma...

Esta tarde nació una relación profunda entre Jesús Solórzano con nuestras plazas, en las que realizó, sin duda, faenas importantes, tardes que tienen nombre propio, el nombre de los toros que inmortalizó, entre ellos Artista, Poeta, Príncipe o Pinocho, faenas que le refrendaron siempre como un gran artista de los ruedos.

Curro Rivera y Pitero

El toreo fresco y con un aire más moderno de Curro Rivera se dejó ver con el que, de acuerdo con el juicio de don Jesús Gómez Medina, fue el mejor toro de la corrida y ante él, nos dice el cronista, que el torero de San Luis estuvo así:

“Pitero”, el tercero, fue como el resto el encierro, bravo y noble. Pero tuvo más fuerza que los demás. Por ello lo que con él hizo Currito, tuvo un diapasón más prolongado, más intenso. Todo comenzó en los lances iniciales, realizados en varias formas: a pie junto o abierto el compás, cuando no llevando el engaño a media altura, para terminar con una revolera que fue un estallido de color, un grito de euforia en el pardear del crepúsculo... El de don Mariano Ramírez, como bravo, se durmió bajo el peto, para que luego Rivera mandileara con exactitud en su quite... Brindó Curro a Fabián Ruiz, de nuevo en pie de guerra tras de su última odisea. Inició su labor toreando por alto; remató con uno de pecho, larguísimo, y, hecho esto, en los medios trazó una serie de pases con la derecha que, por su sabor, por su hondura, por el temple, la longitud y el mando, pusieron de pie a los espectadores. Y por ese tenor prosiguió el trasteo; mezclando armónicamente el severo trazo del arte de Ronda con las alegrías y florituras del que se originó en Sevilla. ¡Una sucesión de estampas restallantes de color y torerismo! Y, para concluir, el estoconazo, al volapié limpio. Ovación estruendosa. Los apéndices del estupendo “Pitero”. Las vueltas al ruedo, en pleno triunfo. Triunfo que fue también para don Mariano Ramírez, cuyos astados fueron materia prima para el éxito del festejo...

También el toreo cascabelero, impetuoso – como lo calificó el cronista – llega a los tendidos, sobre todo, cuando tiene hondura. Y en el caso de Curro Rivera, la hondura en el trazo siempre fue una de sus signaturas. Por esa razón fue que pudo aprovechar a cabalidad al mejor toro de la tarde y cortarle también las orejas y el rabo.

Manolo Espinosa Armillita

Sacar adelante una tarde ante toros que tienen complicaciones requiere tener el oficio bien aprendido. Pero si además de tirar de ese oficio, se tiene la inteligencia para aprovechar las pocas bondades de esos toros complicados y hacerles algunas fiestas, la cosa se pone mejor. Refiere el cronista citado:

“Garambullo”, el primero del sexteto de cárdenos fue de magnífico estilo, noble hasta la saciedad; pero parco de energías como sus congéneres. Y Manolo Espinosa, que lo había toreado parcamente, sosamente, en el trance final superó lo antes hecho para realizar una faena toda quietud, serenidad, temple y señorío, que iniciada con pases por alto, prosiguió con series de derechazos y de toreo izquierdista, yendo a más en ajuste y ritmo; pisando el terreno del socio, cuando el dosificado caudal de fuerza del astado lo hizo necesario; intercalando remates y adornos y concluyendo don un pinchazo en lo duro y media estocada tendida que tardó en surtir efectos. Ovación final. La vuelta al ruedo y un apéndice de “Garambullo” otorgado por la autoridad y protestado por los “ersigentes”...

El segundo de su lote, además de falto de fuerza, estaba reparado de la vista, así que más que justificado estaba el tirar por la calle de en medio y quitárselo de encima con brevedad.

En resumen

El mejor sumario de lo que sucedió esa tarde fue lo que planteó don Jesús Gómez Medina como introito de su crónica:

En el marco apacible de un atardecer de otoño y sobre el amarillo mate del ruedo, perfiláronse las siluetas de los triunfadores... Eran éstos de los incluidos en las recientes promociones de matadores de toros. Toreros que, por su juventud, representan y personifican el futuro – una buena parte del futuro – de la fiesta brava en nuestro país... Toreros en quienes la ambición todavía insatisfecha, aún latente, permite prever la consecución de nuevas y mejores victorias, de nuevos y más sólidos éxitos... Y era también la figura de un ganadero, de uno de entre varios ganaderos que, en México, a la vuelta de esfuerzos sin tasa, con paciencia sin límites, con cuidados rayanos en la exquisitez, han logrado clarificar y perpetuar las características - las cualidades - del toro de lidia... Era, en suma, dicha escena, trasunto y compendio de una jornada de cuya brillantez, y de cuyos logros tendrá que hablarse durante mucho tiempo: ¡la tarde de los cárdenos del ingeniero Mariano Ramírez! ¡La tarde en la que con “Piel de Plata”, Chucho Solórzano refrendó su derecho a representar a la real casa taurina moreliana! ¡La tarde aquella en la que Currito Rivera, hizo de la lidia de “Pitero”, una admirable síntesis de hondura, torerismo y alegría! … La tarde, en suma, en la que Manolo Espinosa, pese a haber navegado con viendo menos propicios, encontró en su acervo taurino los recursos requeridos para ser un digno alternante del vástago del “Rey del Temple” y del cachorro de Fermín II, Que no en balde es él mismo, retoño del Coloso de Saltillo...

Así pues, como antes decía, la tarde daba ya un apunte de que las cosas de los toros en este país iban a tomar una nueva dirección. Se venía un relevo generacional y tres de sus actores, aquí, ese día, expusieron su declaración de intenciones.

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