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domingo, 30 de abril de 2023

Feria de San Marcos 1973. La consolidación de un proyecto (XI)

Triunfal cierre de feria para Antonio Lomelín y Mariano Ramos


La octava corrida del serial de hace medio siglo se celebró la noche del lunes 30 de abril. Aunque al final se lidiaron toros de tres hierros distintos, originalmente se anunció un encierro del Doctor Labastida para Antonio Lomelín, Mario Sevilla y Mariano Ramos, siendo el cierre de la participación en la feria del torero de Acapulco, que cerraba su tercera actuación, en tanto que el charro de La Viga, completaba su cuarta presentación, esta última, por la vía de la sustitución pues originalmente la fecha era de Francisco Ruiz Miguel, quien se cayó de nuestra feria, al ser contratado de última hora para actuar en la de Sevilla.

Decía que se lidiaron toros de tres hierros diferentes y es que, de las crónicas del festejo, se aprecia que el primero que saltó a la arena fue uno de Torrecilla, pues el del encierro titular murió en los chiqueros y al final, Mario Sevilla regaló otro de Valparaíso, completándose así el número de ganaderías que se lidiaron en ese festejo nocturno, el último a celebrarse en ese horario durante el ciclo que me ocupa en esta oportunidad.

Antonio Lomelín se alza con un triunfo

En sus dos actuaciones anteriores Antonio Lomelín tuvo algunos momentos de lucimiento, dejando claro que estaba ya totalmente repuesto de aquella cornada que Querendón, de Mimiahuápam le había inferido poco más de un año antes, pero el factor de la falta de pujanza en los toros que el sorteo le deparó, impidió el redondeo de alguna faena, quedando, para el recuerdo, algunos detalles con las telas y sobre todo, su espectacular manera de oficiar en el segundo tercio.

En esta tarde del 30 de abril del 73, Lomelín salió a por todas. Así lo contó en su día don Jesús Gómez Medina:

Desde el primer momento; desde que salió a vérselas con el burel de Torrecilla lidiado en sustitución de uno del encierro del Dr. Labastida que murió en los chiqueros, el de Acapulco dio prueba patente de que venía por el triunfo… se quedó quieto en los lances iniciales; encendió el fuego emotivo mediante un quite por gaoneras ceñidísimo… con la franela, se hizo del burel mediante una tanda de trincherillas con garbo, con arte, para tirar luego del aplomado astado y pasárselo por la pechera en una y varias tandas de templadísimos derechazos, con aguante, con ajuste, con emoción… media estocada y descabello al segundo golpe. Ovación y vuelta al ruedo… El cuarto, “Gallito”, de salida remató en el burladero de matadores. A guisa de bienvenida. Lomelín se quedó quieto en los lances iniciales, a los que añadió una serie de chicuelinas más que estatuarias, estáticas, en los propios medios, arrancando una ovación… un formidable tercio de banderillas. Porque fueron tres pares en los que Lomelín hizo derroche de gallardía, de arrojo y de destreza, saliendo inclusive rebotado y con la taleguilla rota del segundo, al que añadió, en cuanto le repararon el flux, otro espectacular par; determinante todo esto de que Lomelín hubiese tenido que saludar, emocionado, desde el tercio, entre las aclamaciones de los espectadores… Y para remate, una faena meritoria en extremo, pisándole el terreno y aguantando a un toro aplomado, al que hizo pasar mediante el prodigio del temple y a la que puso término, previa labor de aliño para cuadrar al burel y liquidarlo con un estoconazo a un tiempo, llegando con la mano al pelo y descabello al tercer golpe. Gran ovación. Una oreja y la vuelta entre aclamaciones, flores y prendas de vestir, concluida toreramente en los medios del redondel…

Antonio Lomelín también dejó claro que pedía paso. La historia nos deja claro que lo tendría más complicado, que los toros le pasarían caras facturas a cubrir, pero también que él no se arredraría y que, aprovechando las oportunidades adecuadas, se pondría en el sitio de privilegio que le correspondía. En esta oportunidad dejó su signatura en nuestra plaza y se aseguró volver a ella con asiduidad.

El batiente cierre de feria de Mariano Ramos

Mariano Ramos iba a triunfo por tarde en el San Marcos de 1973. Sin barruntar siquiera cual sería el techo de su hacer ante los toros, y sin sentirse apabullado por los blasones de sus alternantes, salió a darle a los toros que le tocaron en suerte la lidia que requerían y sobre todo, a conectar con los tendidos, activos estos, que se supone son esenciales en toda figura del toreo.

La noche de su cierre de compromiso en la feria de hace medio siglo, no tuvo precisamente toros a modo, de acuerdo con la narración de don Jesús Gómez Medina, la faena que realizó al primero de su lote, fue totalmente obra suya:

“Marquesito”, el tercero, salió con una alegría que no mostraron sus hermanos; sin embargo, Mariano Ramos no se acomodó al torearlo de capa… El puyazo de rigor y más tarde, frente a un bicho aplomado, reservó, la gran faena, ¿qué digo?: el faenón de Mariano, quien, a base de aguante, de llegar con admirable serenidad hasta la cara, de estar siempre allí, sin titubeos ni desfallecimientos, consiguió, con la virtud del temple, supremo definidor de los grandes toreros y de las grandes faenas, realizar una de altísimos y brillantes quilates. Los derechazos, por su dimensión inusitada, por el mando, por la tersa y pulida trayectoria del engaño, por la exactitud en el remate de capa pase y la trabazón con el siguiente, hasta integrar varias series en las que, asimismo, campeó el ajuste y la emoción, causaron la euforia, la explosión colectiva en el graderío. ¡Era aquella la lección admirable de un joven maestro del toreo!, cuyo arte está avalado con dos características de inapreciable valía: el aguante y el ritmo; un ritmo, un temple exquisito, que dio pábulo a aquellos pases por abajo y de pecho, en los que el torero tiró del astado con lentitud tal, que se antojaba inverosímil… Entre el desbordamiento de entusiasmo, un pinchazo en lo duro. Y, acto seguido, tres cuartos de acero que hicieron doblar al burel. Estrepitosa ovación; la oreja, la vuelta al ruedo y saludo desde los medios para el flamante astro en que salió convertido de esta feria, Mariano Ramos…

De nuevo fue la espada la que le privó de obtener más trofeos, pero la relación del cronista deja claro que la faena tuvo estructura, que el torero se tuvo que meter en terrenos que se consideran comprometidos y que tuvo que obligar al toro, que, como relata don Jesús, se aplomó, se quedó parado.

Mario Sevilla

En la feria del año anterior, Mario Sevilla había dejado un buen sabor de boca en la afición de Aguascalientes. Le cortó una oreja a uno de los toros de don Valentín Rivero el día que se presentó en ella Curro Rivera y dio vueltas al ruedo con el ganadero y el empresario don Guillermo González Muñoz. En la corrida del Escapulario, ya no estuvo tan bien con un toro más complicado. Pero esa primera actuación le valió regresar para el calendario siguiente, en esta tarde que trato de presentarles y en la que, a decir de don Jesús Gómez Medina, poco o nada dejó para recordar:

Emparedado entre dos toreros triunfadores y plenamente embalados, la actuación de Mario Sevilla resultó más insulsa, más deslucida. Poco, muy poco plausible hubo en su labor, pese a que, buscando el desquite, regaló un séptimo astado, de Valparaíso, mansurrón, pero manejable.

Y seguramente que así fue, porque en esta feria de 1973, varios toreros actuaron en ella por última vez, y Mario Sevilla es uno de esos diestros que ya no volvimos a ver por aquí vestidos de luces.

Aviso parroquial: Los resaltados en los textos transcritos son obra imputable exclusivamente a este amanuense, pues no obran así en sus respectivos originales.


viernes, 22 de abril de 2022

La Feria de San Marcos hace medio siglo (VI)

Cuarta de feria. Curro Rivera se presenta

Desde los prolegómenos del serial sanmarqueño de hace 50 años, quedó definido que el peso del mismo quedaría sobre los hombros de Curro Rivera, quien con menos de cuatro años de alternativa, tendría la responsabilidad de ser el eje de un serial que, si bien era de cuño reciente, tenía las características suficientes para tomar carta de naturalidad entre la afición mexicana. Interrumpió para ello una campaña europea que cerró con más de 40 festejos toreados y muy importantes triunfos en las principales plazas de aquella geografía. Era un albur fuerte, pues actuaría al final esa cuarteta de festejos aquí y uno más en Acapulco, el último día de abril.

Notas previas del festejo

En el ambiente flotaba todavía la redonda actuación que tuvo la noche anterior Alfredo Leal. Tengo un recuerdo muy vago de esa corrida – la presencié – y es más que nada, referido al emotivo ambiente que en ella se generó. Francisco Lazo, en El Sol del Centro, refiere:

Gran ambiente en el sorteo de Valentín Rivero, propietario de la ganadería de Valparaíso. Muchos taurinos de México y del extranjero, bajo un sol abrasador y metidos en las discusiones de siempre, pero todos de acuerdo en una cosa: la faena que hizo anoche Alfredo Leal a “Lupillo” de Las Huertas, fue excepcional. Y ahí los ve usted, pegando pases a toros imaginarios, a la vez que manifiestan entusiastas: “¡así se lo pasó...!

En ese sorteo de los toros de Valparaíso que se lidiarían la tarde del 22 de abril, el propio Lazo refiere la presencia de personajes que hoy resultan memorables y algunos hasta entrañables, entre apoderados, toreros retirados, ganaderos y demás taurinos de la época:

…Ángel Procuna, Enrique Vargas y Abraham Ortega, apoderados de los toreros que harán el paseíllo esta tarde, Mario Sevilla, “Currito” Rivera y Adrián Romero formaban los lotes, mientras don Valentín Rivero nos da los números y nombres de los toros: 101, “Tango”; 6, “Bolero”; 10, “Danzón”; 42, “Huapango”; 82, “Bambuco” y 90, “Porro”. Una corrida musical… También por allí, Fermín Rivera, padre de “Currito”, elegantemente vestido, con 10 kilos menos de peso y sin acusar nada de los momentos desagradables que vivió últimamente cuando su corazón alteró su ritmo y hubo necesidad de hospitalizarle. Atendía a las cuestiones administrativas de su vástago… Chucho Arroyo, quien estuvo al lado de su muy amigo Luis Castro “El Soldado”, cuando fue operado. Cuenta Chucho que el doctor que extrajo la piedrecilla que lesionaba el riñón de Luis era tal su tamaño que exclamó: “¡Pípila, este señor es el Pípila!”, y Mario Sevilla padre, comentó: “Si esa piedra es producto de la buena vida que se ha dado ‘El Soldado’, debe valer más que las rocas lunares”…

Ese era el gran ambiente que se vivía en el pasillo de los corrales de nuestra plaza de la calle de la Democracia el mediodía del 22 de abril de 1972.

Una anécdota que vale la pena tener presente

Cuenta en la misma columna Francisco Lazo:

Un chiquillo pide su autógrafo a Fermín Rivera y este lo atiende, pero hace un amargo comentario: “¿Para qué quieres sobras, hijo?”. Y allí cerca, Adrián Romero, le dice: “¡Vale más ahora, pues bien se acuerdan de usté!”. Eso hace sonreír grandemente a Fermín...

Un hecho que hoy sería difícil poder apreciar, el viejo maestro pretendiendo hacerse a un lado, suponiendo que ya nadie le reconoce y dejando el paso a quienes en el momento actual cargan el estandarte. Y también, por otra parte, el detalle de torería de Adrián Romero, que reconoce el valor y la posición que ocupa en la fiesta y en su historia el llamado Maestro de San Luis, don Fermín Rivera Malabehar.

Una corrida triunfal

A la corrida de don Valentín Rivero los toreros le cortaron cinco orejas, si bien dos de ellas a un toro de regalo. El cartel, balanceado con una figura joven y dos de reciente alternativa que se abrían paso, justificó la apuesta del empresario Guillermo González.

Mario Sevilla le cortó la oreja al primero de la tarde, Bolero de nombre y ante el cuarto, se desdibujó. Así le vio Francisco Lazo en su crónica:

A Mario Sevilla le correspondió en primer término “Bolero”, un toro extraordinario al que toreó soberbiamente de capa. El astado fue de largo a los caballos, y era una seda en el último tercio. Mario lo toreó con mucho arte y mucho sentimiento, echando la muleta muy adelante para embarcar, jalar, templar y mandar, y remató varias veces los ayudados con la “capetillina” para que sonara la música y escuchara coros de “¡torero – torero!”. Dos pinchazos, dos ayudados más y una entera desprendida, de rápidos efectos. Oreja, vuelta con el ganadero, con “Currito”, sacando al tercio al empresario. Pero Mario tiene un problema a resolver: su inconsistencia, esa que no le permite escalar con firmeza. Su segundo fue un toro propicio para otra faena y si es cierto que lo toreó muy bien de capa, cierto es también que se hizo un lío con la muleta y no pudo ligar la faena que el torito le estaba pidiendo a gritos. Y se desdibujó, y después de derribar, se retiró en silencio... a sabiendas de que había dejado escapar otra gran oportunidad.

Por su parte, Curro Rivera se llevó las dos orejas del primero de su lote, al que le realizó una faena importante:

…Pronto llegará el día en que Francisco Rivera Agüero, madure física y anímicamente y se consolide como gran figura del toreo… En su primero, nos regaló hasta en tres ocasiones con el “circurret”, ese pase que arranca de un derechazo, continúa en un alto por la espalda y vuelve al frente cuando el torero pone nuevamente la muleta en la cara del toro como si fuera a dar otro derechazo. Su temple no ha sufrido merma a pesar de la aspereza del toro español al que se ha estado enfrentando en los últimos meses y la largueza y profundidad de sus pases, no tienen mancha. De una gran estocada derribó al primero, atravesándolo. Dos orejas hacen sonreír ampliamente a Fermín Rivera, padre del torero y quien recibió el brindis por la muerte del morito. Con su segundo que no se dejaba, “Currito” mostró que le puede al bueno y al malo. Le dio pases, sin cuajar la faena, pero le hizo pasar al son que le marcaba. Hacia el final del trasteo, se desataron las pasiones en los tendidos de sol, pero al final, el joven maestro se retiró entre aplausos, después de derribar de dos pinchazos y entera desprendida…

Y en lo que refiere al tijuanense Adrián Romero la reflexión de Francisco Lazo es en el sentido siguiente:

…Su segundo se llamó “Porro”, que arrolló a Romero cuando toreaba de capa, sin consecuencias. Brindó a Rafael Longoria. La res resultó sosa, deslucida, distrayéndose con cualquier cosa. Poco había que hacer allí que no fuera poner voluntad, como lo puso de manifiesto Adrián. Prometió obsequiar uno y tumbó al sexto de pinchazo y estocada caída. También fue de Valparaíso el de regalo, un toro bravo deveras y de gran clase al que Adrián lanceó con mucho arte con verónicas, a la manera de Ortiz y chicuelinas. Hermoso toreo de capa en el centro del anillo. Y nos sorprende gratamente el joven doctor en tauromaquia al cuartear muy bien en un segundo par y al jugarse la piel con banderillas mini – cortas, lo mismo que con una faena artística, variada, que le corean con calor. Tres supernaturales y la plaza ya está al revés. El toro es magnífico y el torero le está haciendo honor. Media en el rincón para terminar y los gritos de “¡torero – torero!”, dos orejas y vuelta a hombros de los entusiastas, que así se lo llevan a la calle...

Los de Valparaíso

Acerca del encierro enviado por don Valentín Rivero, escribió en su día Francisco Lazo:

Hoy día los públicos piden faenas de sesenta pases y quieren que todos sean con mucho temple, largos, sin importarle generalmente las condiciones del toro. Exigen toreo sedeño, artístico, de gran dimensión y profundidad. Para lograr eso, se necesita un toro propicio, que embista de principio a fin de su lidia, que no tenga resabios, que sea claro y noble, pues de otra forma, no es posible que el torero consiga lo primero. Muy pocos diestros logran faenas con toros que no reúnan esas características y son insuficientes para llenar todos los carteles. Don Valentín Rivero ha logrado ese toro en muchos casos, sin demérito alguno de la bravura. Ayer dos de sus pupilos pelearon de firme con los montados y llegaron al tercio mortal queriéndose comer la muleta; fueron tercero y séptimo, éste último que regaló Adrián Romero… Puede decirse que el balance favorece al ganadero, pues además de que sus toros se dejaron hacer, les cortaron cinco orejas…

Así fueron los sucesos de la cuarta corrida de feria de hace medio siglo. Al día siguiente, Curro Rivera acometería la hazaña, por segunda ocasión en nuestra plaza San Marcos, de lidiar en solitario una corrida de toros, en esta ocasión, de Torrecilla. El día de mañana recordaremos lo allí sucedido.

domingo, 24 de enero de 2021

24 de enero de 1971: Don Manuel de Haro lidia su primera corrida de toros en la Plaza México. Confirman su alternativa Mario Sevilla y Raúl Ponce de León

De izquierda a derecha: atrás Víctor José López El Vito, Antoñete
don Manuel de Haro, Manuel de Haro hijo y Carlos Hernández Pavón

En otro espacio de estas páginas virtuales ya había contado los conflictos con los que inició la temporada 1970 – 71 en la Plaza México, causados principalmente por la exportación de ganado a Sudamérica. Eso abrió, lo que hoy llamaríamos una ventana de oportunidad para que algunas ganaderías de nuevo cuño pudieran presentarse en la plaza más grande del mundo y para don Manuel de Haro Caso, la oportunidad se presentó en la novena corrida de ese ciclo, en la que ante César Girón y Raúl Contreras Finito, confirmarían sus alternativas Mario Sevilla y Raúl Ponce de León.

La ganadería de don Manuel de Haro

Se funda en el año de 1966, cuando al partirse la herencia de don Wiliulfo González, se adjudica a doña Martha González de De Haro, una fracción de La Laguna, consistente, según Heriberto Lanfranchi en 46 vacas y un semental. Esa transmisión de ganado les permite lidiar un primer encierro a su nombre al año siguiente, el el 11 de agosto de 1967, en Huamantla, cuatro toros para Manolo Espinosa Armillita y Eloy Cavazos, a nombre de Martha González de Haro.

Se presenta bajo la misma denominación en la Plaza México el 9 de noviembre de 1969, con seis novillos para Miguel Villanueva y Raúl Ponce de León, mano a mano. En esa oportunidad se lidiaron solamente cinco, pues el 4º fue devuelto por débil y sustituido por uno de Santoyo.

La crianza del toro de lidia ha sido una forma de vida en la familia de don Manuel y doña Martha, y así, cinco de sus hijos varones son, o han sido criadores de reses de lidia: Jorge quien lidia a su nombre o como La Antigua desde 1973; Manuel, fallecido en 2013, quien reinstauró la denominación de Tepeyahualco, también en 1973, actualmente de la titularidad de Ignacio; Xalmonto hierro instaurado en 2011, de Pablo y Antonio quien es el titular del hierro originario de la familia, que como decimos, data de 1966.

La corrida de la presentación

La corrida de la presentación en la Plaza México ya se lidió a nombre de don Manuel de Haro y fue de ocho toros. El primero que salió al ruedo se llamó Quiebra Platos y fue el que sirvió para que Mario Sevilla confirmara su alternativa, pero también lo envió a la enfermería con una cornada. La crónica de Ernesto Navarrete Don Neto, para la Agencia France Presse (AFP), aparecida en el diario El Informador de Guadalajara del día siguiente del festejo, en lo conducente dice:

Sevilla toreó con mucha clase y arte con el percal. Sus verónicas fueron muy bonitas. Con la muleta toreó a ese magnífico toro de Haro estupendamente con la derecha y con la zurda, por alto y por abajo y cuando quiso dar un pase cambiado por la espalda, el toro lo prendió y le propinó una cornada en el tercio superior, cara interna del muslo derecho con dos trayectorias, una de ocho y otra de 10 centímetros y una pequeña cornada en la axila derecha. El joven diestro se quedó en la arena hasta ver morir al causante de su percance. Fue despedido con una gran ovación…

El segundo de la corrida se llamó Brisquero y fue el de la confirmación de Raúl Ponce de León. De la lectura de las breves crónicas de agencia que pude consultar, parece haber sido el mejor de la corrida y ante él, el confirmante pudo llevarse apéndices, más se hizo presente el pero de la toledana, según versiona el nombrado Don Neto:

Ponce de León se llevó un bravísimo ejemplar y con él toreó bien a secas con el capote, pero con la muleta realizó un bonito trasteo en el que hubo derechazos de magnífica calidad y muy toreados naturales. La faena la estructuró con mucho temple y clase y al finalizar su labor de varias punzaduras dio una vuelta al ruedo…

En crónica aparecida en el diario El Siglo de Torreón, de la misma fecha que el anterior, sin firma, de la agencia Informex, se dice que Ponce de León dio dos vueltas al ruedo:

Raúl Ponce de León fue ovacionado con el capote y en una brillante faena de muleta con pases de todas marcas, citó a recibir, dejando una estocada, añadió un pinchazo y estocada para ser premiado con dos vueltas al ruedo…

César Girón, el padrino de la ceremonia tuvo una actuación que fue de más a menos, misma que terminó en una gran bronca. Dice el corresponsal del semanario El Ruedo de Madrid, en el número aparecido el 26 de enero de 1971:

César Girón hizo al tercero de la tarde faena con buenos pases sobre las dos manos. Dos pinchazos y estocada. Silencio. En el quinto toro, soso, que embestía con la cara echada hacia arriba, hizo faena enterada. Mató con estocada y falló en repetidas ocasiones al descabellar, lo que provocó una ensordecedora rechifla. Hubo palmas para él toro en el arrastre. Mató al séptimo toro en sustitución de Mario Sevilla. Otro toro soso, provocando el público «olés» burlones, lo cual determinó que Girón pidiese la espada para pinchar en cuatro ocasiones y dejar media estocada en medio de fenomenal bronca…

Finito por su parte se vio ausente, quizás ya acusando los problemas que posteriormente serían causa indirecta de su muerte. Fue silenciado en sus dos toros.

Acerca del encierro, las crónicas coinciden en que fue muy bien presentado, bravo para los caballos y que algunos de los toros acusaron debilidad de remos.

El parte médico de Mario Sevilla

En el citado número de El Ruedo, se transcribe el siguiente parte médico:

«Ingresó en la enfermería después de la lidia del primer toro el diestro Mario Sevilla, presentando dos heridas por cuerno de toro. La primera, de siete centímetros de longitud, en el hueco axilar derecho, interesando piel y tejido celular. La otra, tiene orificio de tres centímetros y está situada en el tercio superior, cara posterior del muslo derecho, con dos trayectorias, una de diez centímetros hacia arriba y adentro y otra de ocho hacia arriba, interesando músculos de la región. Tardará en sanar quince días si no presentan complicaciones.»

Dramatis personae

Manuel de Haro: Se convertiría en un referente de la crianza del toro bravo en México y sería un ganadero de gran predicamento en Venezuela, lugar en el que sus toros darían la ocasión a que Antoñete la que fue quizás la última y definitiva de sus resurrecciones. Hoy, la labor que inició con su esposa doña Martha, se ve reflejada en el hacer de sus hijos ganaderos y en el respeto con el que se ve a los toreros que se anuncian con los toros de su casa.

César Girón: Sin saberlo, hoy hace medio siglo que el ahijado de Carlos Arruza toreó la última de las doce corridas en las que actuó en la Plaza México. Ya no era el huracán que todo lo arrasaba como cuando llegó a ese ruedo en 1953, ni el torero maduro y centrado que exactamente diez años antes había cortado el rabo al toro Cascarrabias de Tequisquiapan allí mismo. Al César le sucedió al contrario que a Guerrita, no se fue, lo echaron de la México. Moriría en las astas del toro negro de la carretera el 19 de octubre de ese mismo año en su Venezuela natal.

Raúl Contreras Finito: El torero que debió ser emparejado con Manolo Martínez para formar un dúo de atractivo comercial y taurino estaba inmerso en una espiral de esas de las que es difícil de salir y eso se veía en los altibajos que su carrera sufría por esas calendas. Los días felices de cuando cortó a Sonajero de Torrecilla el rabo allí mismo el año 68, parecían historia cada día que pasaba. Tanto así, que ya nada más le quedaban por delante tres tardes más en la gran plaza.

Mario Sevilla: Alternativado el 1º de mayo de 1969 en San Luis Potosí por Antonio Velázquez, en la última corrida que éste toreo en su vida y llevando de testigo a Curro Rivera con toros de Santa Marta, fue herido por el toro de su confirmación. Volvería para la 13ª corrida del serial y volvería a ser víctima de las astas de los toros, esa tarde particularmente, no tendría oportunidad de matar ninguno, pues fue herido al abrirse de capa con el primero de su lote.

Raúl Ponce de León: Fue hecho matador de toros en Ciudad Juárez el 19 de julio de 1970, siendo su padrino Raúl Contreras Finito y en presencia de Mario Sevilla, cediéndosele los trastos para matar al toro Huracán de Santacilia. No obstante haber sido el mejor librado la tarde que hoy me ocupa, no regresaría a la Plaza México sino hasta la última corrida de la temporada 1972 – 73.

Así sucedieron los hechos en la plaza más grande del mundo, hoy hace medio siglo.

domingo, 29 de julio de 2012

En el Centenario de José Alameda (VII)

Alameda antes de Alameda (VI)

El Toreo de la Condesa, fotografía obra de
Margaret Bourke - White y archivada en LIFE - Google

La crónica firmada por Carlos Fernández Valdemoro respecto de los sucesos ocurridos en la novillada del domingo 9 de julio de 1944 en El Toreo de la Condesa exalta los valores de la tarde sobre lo valioso de lo sucedido en el ruedo. No obstante, aunque para quien años después y para la posteridad sería José Alameda, varios de los novillos de Santín que lidiaron en el turno ordinario Mario Sevilla, Nacho Pérez y Tacho Campos y el séptimo que a modo de fin de fiesta enfrentó el hidrocálido Roberto Gómez merecieron ser mejor aprovechados por sus matadores, también se preocupa por destacar los momentos importantes que cada uno de ellos tuvieron en su actuación de ese festejo, el que, de cualquier forma lamenta, se vio iluminado por el sol que faltó en alguno de los anteriores en los que a su juicio, hubo mayores hazañas que narrar.

La crónica en cuestión, aparecida en el en número 86 del semanario La Lidia, que salió a la circulación el viernes 14 de julio de 1944, es la siguiente:

El héroe fue el sol

Muchas veces hemos asistido en tardes grises a corridas luminosas y bajo cielos entoldados hemos tenido la suerte de contemplar faenas memorables. Pero el domingo pasado nos sucedió lo contrario. Había una luz sesgada, de iniciación de poniente, una luz de oro sutil, ligeramente rebajado, en la que las siluetas de los toreros parecían más airosas y más rico el bordado de sus trajes. Era como para iluminar lances definitivos, creaciones singulares. Y, sin embargo, no vimos nada de eso. En balde el oro fino del sol mexicano buscó por el ruedo como según cuenta la leyenda, buscaba Diógenes por el mundo. Este no encontró un hombre y aquél tuvo que ocultarse tras las montañas que rodean nuestro valle, sin haber conseguido alumbrar tampoco un momento de grandeza. No quiere decir esto que no hubiera en la corrida manifestaciones de arte y de valor. Pero indudablemente el conjunto hubiese estado más a tono con el gris de otras tardes que también por su parte hubieran merecido, mejor que la del domingo, aquella luz privilegiada que fue lo único en verdad bello que disfrutamos. 
Se lidiaron toros de Santín, la antigua y brava ganadería de la Casa Barbabosa, que tan nobles y encastados ejemplares ha enviado a “El Toreo” últimamente. El encierro del domingo fue desigual, y en él descollaron dos toros, primero y quinto, que embistieron por derecho y facilitaron el lucimiento de los diestros. Pero no fueron los más bravos, porque segundo, tercero y séptimo los superaron en su pelea con los caballos, recargando en todos los encuentros.  
Tanto al primero como al quinto se les aplaudió en el arrastre y también de salida, pues además de ser nobles, estuvieron muy bien presentados. En resumen, la vacada de Santín mantuvo, con la novillada del domingo, su alto y viejo prestigio. 
Actuó como primer espada Mario Sevilla, un torero que se presentó hace varios años en una novillada – concurso y que, habiendo resultado triunfador, merecía el premio de su inclusión en un cartel de categoría. La plaza de “El Toreo” es, en orden de importancia, el primer edificio de la tauromaquia americana, casi el palacio de la Monarquía de Tauro en este Continente, y, ya es sabido, las cosas de palacio van despacio. Consiguientemente, Mario Sevilla tuvo que armarse de paciencia e irse a torear a los Estados, hasta que, al cabo del tiempo, se han cumplido sus deseos. 
Comenzó muy bien Mario Sevilla, aguantando al primero de la tarde en verónicas a pies juntos, cerca de tablas y, luego, ganándole terreno al lancear con el compás abierto. Cuando remató con una rebolera escuchó la primera ovación. La segunda vino en el primer quite, que Mario hizo con tres verónicas de muy buena clase. 
La faena que realizó con ese novillo fue muy lucida. La comenzó cerca de tablas, con serenidad, y la continuó en el tercio, con lucimiento. El momento más feliz del trasteo fue en un pase de trinchera muy templado, en el que el artista llevó toreado a su enemigo, marcándole – a la vez suave e imperiosamente – un itinerario que dejó huellas en la arena y también en el público, al que indudablemente conmovió. 
Tras de aquél toreo sereno, vino el toreo espectacular cuando Mario, de hinojos, muleteó muy ceñido y acabó con un desplante. Tenía el éxito bien amarrado en los vuelos de su muleta, pero con la espada lo dejó escapar y en entusiasmo del público decayó. 
Al cuarto también comenzó a muletearlo muy bien. Le dio pases por bajo de gran eficacia, demostrando que conoce muy bien el toreo y sabe que los muletazos se dan para algo, que la lidia tiene un fin, un desemboque y que todo lo demás es camino hacia esa meta. Mario logró que el toro – antes un tanto incierto – se fijara en la muleta y comenzara a seguirla con nobleza. Una vez que hubo hecho esto, se puso a torear con la izquierda y con la derecha, logrando buenos pases a la manera de La Serna y sobre todo, uno de pecho con la zurda que fue lo mejor de la faena. El trasteo no resultó, sin embargo, totalmente ligado y parte del público comenzó a encariñarse con el toro, olvidando que el torero, al aguantarlo y castigarlo eficazmente en la primera parte de la faena, había contribuido no poco al mejoramiento de la res. 
Necesita Mario Sevilla una mayor familiaridad con este público del que indebidamente estuvo alejado. Merced a ella lograría dar cumplimiento a muchas cosas que ahora vislumbra y cuyo secreto no consigue atrapar definitivamente. Pero su propósito es noble, su estilo bien orientado. Y siempre son preferibles los que luchan en el camino hacia buenas metas, que los que alcanzan realizaciones plenas por rutas indebidas. 
Con Mario Sevilla alternaron Nacho Pérez y Tacho Campos, dos toreros de corte muy distinto, y a quienes la suerte trató también de manera muy diferente, porque a Nacho le correspondió el mejor toro y a Tacho los dos peores. 
Con el toro bueno, el quinto, Nacho alcanzó un triunfo en el primer tercio. Lo lanceó a la verónica con el más definido estilo silverista, parándole mucho y tomándolo al hilo y en el viaje, para ceñírselo bárbaramente y provocar el entusiasmo del público, que le ovacionó con delirio. 
En el primer quite ejecutó un lance parecido a la chicuelina, en el que giró en contra del viaje del toro, al mismo tiempo que pasaba el capote por sobre él. Realizó la suerte de tal manera cerca, apurando tanto los terrenos que al intentar repetirla, el astado lo prendió y lo lanzó a lo alto, dejándolo maltratado, aunque felizmente, no herido. Tuvo Nacho que retirarse entre barreras para reponerse de aquél vapuleo. 
Volvió para muletear al bravísimo novillo y lo hizo con brillantez, aunque no consiguió ligar su faena, sin duda por las condiciones de inferioridad en que había quedado después del percance sufrido en el primer tercio. Sin embargo, logró derechazos ceñidísimos, pases por alto estatuarios, algunos muletazos con la izquierda que el público celebró mucho y adornos tales como lasernistas, ayudados y un molinete ajustadísimo. Mató de una estocada contraria, que provocó derrame, y fue ovacionado al mismo tiempo que lo era el toro. 
Con su segundo, que tenía mal estilo, se limitó a un trasteo muy breve, que remató con un pinchazo y media desprendida. Antes, le había toreado de capa con éxito, particularmente en varias chicuelinas increíblemente ajustadas. 
Tacho Campos, el torero de excepcional calidad que en la corrida anterior nos maravilló con su gran arte, tuvo que contender con el peor lote. Ninguno de sus dos novillos se prestó al lucimiento del espada. Para haberlo logrado, hubiera tenido Tacho que hacer esfuerzos que no son propios de su temperamento, pues acostumbra tomar las cosas con calma. 
Con calma, con reposo de gran artista torea cuando se acomoda, y con calma y reposo espera también a que pasen las malas circunstancias. No fueron buenas las del domingo. Y a quienes admiramos el arte del joven lidiador, no nos queda más que aguardar su próxima actuación y pedirle al dios Tauro que a Tacho le toquen novillos toreables. 
Como fin de fiesta, el joven Roberto Gómez lidió un novillo bravo y noble, con el que demostró su inexperiencia y sangre fría. Es decir, demostró que puede ser torero, aunque para ello tenga todavía que ejercitarse largamente en el llamado arte de Cúchares, si bien lo que tiende a hacer Roberto Gómez es muy diferente a lo que, según la historia y la leyenda, hacía el señor Francisco Arjona – que así se llamaba Cúchares –. Era éste un lidiador muy avisado, que conocía todas las triquiñuelas del oficio y que, merced a ellas, esquivaba todos sus riesgos. En cambio, el incipiente Roberto Gómez se limita a quedarse quieto, con valor estoico, pero no sabe defenderse de su enemigo. Gracias a que el séptimo de los lidiados el domingo fue de una nobleza ejemplar, salió el torero incólume de su aventura. Pero como es valiente y mató con fortuna, se lo llevaron en hombros. 
La ovación de la tarde fue para Pancho Lora “Pericás”, que clavó al cuarto novillo dos superiores pares de banderillas.
Una incógnita sin despejar

José Alameda, Cª 1940
Me llama la atención un concepto que expresa el joven Alameda al referirse a la actuación de Tacho Campos, cuando pide que le toquen novillos toreables. Hoy en día vuelve a estar en boga esa noción de la toreabilidad. Es una pena que del conjunto de las ideas expresadas por el escritor no se pueda deducir lo que él entiende por esa idea, hogaño tan interesadamente manoseada, así que solamente dejo aquí el apunte y espero que en algún texto futuro, sea el propio Alameda quien despeje la incógnita que nos plantea.

Dramatis personae

De Tacho Campos y de Nacho Pérez ya les había hecho relación en otro apartado de esta serie de remembranzas. Mario Sevilla por su parte, recibió la alternativa en Arles, el 21 de septiembre de 1947, de manos de Antonio Velázquez y llevando como testigo a Antonio Toscano, el toro de la ceremonia fue Lagartero de Yonnet; la confirmó en la Plaza México el 27 de abril de 1952, de manos de Paco Ortiz, con el toro Cubanito de Piedras Negras. El testigo fue Morenito de Talavera Chico, aunque pretendió que su actuación del 21 de marzo de 1950 en el mismo ruedo, para la película The Brave Bulls (Robert Rossen, 1950), se considerara como tal, pues actuó con El Soldado y Paco Rodríguez en la lidia de ganado de Santa Marta. Destacó en el mundo del cine, donde participó en alrededor de 85 películas como actor y fue autor de varios guiones y obras de teatro. Roberto Gómez por su parte, tuvo una breve y fulgurante carrera novilleril, más nunca llegó a tomar la alternativa.

Aclaración necesaria: El subrayado en la crónica de Alameda, es obra imputable solamente a este amanuense.

Aldeanos