Mostrando entradas con la etiqueta Lyn Sherwood. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Lyn Sherwood. Mostrar todas las entradas

domingo, 14 de enero de 2024

Jesús Solórzano y Fedayín de Torrecilla, a 50 años vista

Jesús Solórzano
Foto: Lyn Sherwood

El seguro azar del toreo

José Alameda ha explicado con claridad lo que pudiera considerarse una de las grandes paradojas de la fiesta de los toros, en el sentido de que lo único seguro en ella, sea precisamente el azar, entendido éste, en el sentido de que por más previsiones que se tomen al respecto de una situación determinada, no necesariamente se dará el resultado que se previene, sino uno que puede ser fortuito, accidental o involuntario.

Era quizás miércoles y todavía no estaba definido el cartel de la sexta corrida de la temporada 1973 – 74 de la Plaza México. Muchos rumores circulaban entre la afición y los medios especializados. Dadas las importantes actuaciones de Manolo Martínez y Mariano Ramos el domingo anterior, las voces más fuertes propalaban un mano a mano entre ambos toreros ante el encierro de Torrecilla que era lo único fijo para la fecha. Pero también se decía, que en las oficinas de la empresa se manejaba que en la combinación que se diera podría participar Jesús Solórzano, anunciado en el apartado y que a esa fecha aún no se había presentado ante la afición capitalina.

Cuenta don Alberto A. Bitar que ante la sola mención de que Jesús Solórzano podría entrar en el cartel en el que se lidiarían los toros de Torrecilla, don José Julián Llaguno montó en cólera:

José Julián Llaguno, llevado por su encono en contra de Jesús – nunca se supo bien a bien el fondo de la cuestión – amenazó con que su familia no permitiría que se lidiaran los de Torrecilla, que convocaría a una conferencia de prensa y que entablaría una demanda contra la empresa… José Julián Llaguno era famoso por dos motivos: el primero, por sus chistes, y el segundo, por lo violento de su carácter, sólo que no tomó en cuenta a la Delegación, que amenazó con retirar del cartel a la ganadería para el Distrito Federal, amén de aplicarle una cuantiosa multa… (La Jornada, 29 de octubre de 2017)

Bastó el apercibimiento de la autoridad para que la ira de don José Julián se apagara y aceptara la terna de toreros que la empresa formó para enfrentar a los toros de su hermano José Antonio, que se completó con Eloy Cavazos y Mariano Ramos, para dar cuerpo a ese sexto festejo del serial 73 – 74. De esa manera el azar jugó la primera de sus cartas, abriendo una puerta que inicialmente estaba casi absolutamente cerrada para Jesús Solórzano.

El segundo pase del azar se produjo con los toros de Torrecilla. La corrida llegó a los corrales de la Plaza México seguramente la tarde del día 8 de enero de ese 1974, con la idea de que estuviera allí los cinco días anteriores al festejo, según lo marcaba el Reglamento. Pero el jueves siguiente, dos toros se pelearon y uno quedó inutilizado. Así lo cuenta don Francisco Madrazo Solórzano en su libro El Color de la Divisa:

…una llamada de Carlos González me inquietó, me contó con detalle como el toro número 38, inutilizó durante una pelea, al número 31, quebrándole una pata… Llamé por teléfono a Carmelita Llaguno y le pedí que embarcara otro toro a la mañana siguiente. Y como yo no podía ir, llamé también a “Chemel” para que me sustituyera: “Entre el 50 y el 49, que escoja Toño el que más le guste, están muy iguales en trapío y peso”, le dije… El jueves 10 de enero festejan sus aniversarios de nacimiento mi tío Jesús Solórzano Dávalos – 1908 –, y Manuel Martínez Ancira – 1947 –, les llamé a ambos para felicitarlos. Ese mismo día nació mi hijo, Antonio Manuel. Mientras acompañaba a Esperanza, me enteré por la prensa que mi primo, Chuchito Solórzano Pesado, completaría el cartel de la corrida del domingo… Toño, acompañado por su primo “Chemel” Garamendi, embarcaba al toro número 49, sustituyendo al lastimado. Cuatro días después, el solitario viajero y el diestro postergado, se unirían – cómplices felices – en una de las más grandes, bellas y mejor trazadas faenas en la historia de la Plaza México: la de Jesús Solórzano Pesado, al toro “Fedayín”, No 49, negro, de Torrecilla, con divisa verde y blanca...

La segunda carta del azar fue la del triunfo. Fedayín no iba, en principio, a esa tarde en la Plaza México, tuvo que darse un percance en los corrales para que de manera emergente fuera llevado a sustituir a uno de sus hermanos que se inutilizó. Y jugó también para que en el sorteo le correspondiera a Jesús Solórzano quien lo aprovechó a plenitud.

Jesús Solórzano y Fedayín ante la crónica

El quinto toro de esa corrida, el que de acuerdo a la voz popular, nunca es malo, fue nombrado Fedayín y ante él, Jesús Solórzano realizó una faena que hoy es considerada por muchos como de culto, pero que, en el fondo, es una de esas que, cuando se haga un recuento de las grandes obras realizadas en el ruedo de la Plaza México, tendrá que ser considerada, necesariamente. José Alameda, en su tribuna de el Heraldo de México, entre otras cosas, expresó lo siguiente a propósito de ella:

Siempre que el arte hace su aparición, la fiesta se desintoxica. Porque, no lo dude usted, la fiesta vive intoxicada. Intoxicada de monotonía… Pero el arte verdadero, ¡aparece tan de tarde en tarde! Sin embargo, es suficiente con que asome para que cambie toda la valoración del toreo. Solórzano acabó ayer, de un solo golpe, con esa faena de molde, monótona e industrial, esa faena que se imprime en serie, como las estampas de calendario, la misma que hemos visto ya este año y el anterior y el otro y el otro… ¿hasta cuándo?... Lo que hizo ayer Solórzano fue poner en evidencia la realidad del arte auténtico, fragante, inspirado, sincero, frente al arte de “los pintores de calendario”. Dicho con bíblico lenguaje: Solórzano vino a correr a los mercaderes del templo… La obra de arte tiene siempre que dar la impresión de algo único, distinto, sin par. Es todo lo contrario de la copia fotostática. La obra de arte, hija de la inspiración, es un modelo único. Por eso vale tanto. El público de la plaza México, este público dotado de tan impalpable sensibilidad y tan implacable juicio, lo comprendió, también de golpe, de corazón, con el alma desnuda. Y se entregó al artista con voto unánime para poner en las manos de Solórzano las dos orejas del toro. Porque en los grandes momentos, hay una emoción de la mente y un juicio del corazón… Solórzano, sí. Pero no sólo él. Fue también el aficionado mexicano, en su puesto de honor de la plaza México, el que dio el ejemplo: moralmente, expulsó a los mercaderes del templo… (Heraldo de México, 14 de enero de 1974)

Por su parte, Carlos León, en su crónica epistolar, dirigida a don Lucas Lizaur, de la zapatería El Borceguí, apunta:

Jesús Solórzano II, que inesperadamente entró al cartel como con calzador, parecía que iba a ser el “Ceniciento” de la tarde; un simple “arrimado”, marginado en un rincón de la cocina mondando patatas, mientras otros se despachaban el caldo gordo con la cuchara grande… ¿Qué fue lo que hizo Chucho para armar la que armó y colocarse, de golpe y porrazo, en un sitial que nunca había tenido? Pues muy sencillo: Volver los ojos hacia el toreo de antaño, al toreo clásico, al torear rondeño. En vez de dejarse llevar por el camino herético de la supuesta e iconoclasta “Escuela Mexicana del Toreo”, retornó a la verdad y a la naturalidad, a la pureza de procedimientos, a la estética desahogada. Y con eso tuvo para abrirle los ojos al público, que en una revelación volvía a ver los viejos moldes que creían haber roto los falsos profetas… Si bien con el capote anduvo desdibujado – lo estuvieron todos –, en lo demás, hasta en adornarse en banderillas que ya casi nadie las clava, hizo una faena de “las de ayer”, un trasteo de los que quitan años de encima, con muletazos y buenas maneras de otras épocas. Todo lo gris que había estado en su primero, fue luminosidad con este quinto toro, que en mala hora bautizaron “Fedayín”, nombre aborrecible para personas civilizadas. Para tan bella faena, pocas nos parecieron dos orejas y dos vueltas al ruedo. Pero eso era lo de menos, había resucitado el bien torear y eso nos llenaba de regocijo… (Novedades, 14 de enero de 1974)

Por su parte, el licenciado Antonio García Castillo Jarameño, titular de la sección taurina del diario deportivo Ovaciones de la capital mexicana se pronunció en el sentido siguiente:

Con la franela, la obra cumplida; la faena en que estuvo impreso un estilo personalísimo, tanto en las formas como en la construcción, muletazos acendrados, con el ritmo preciso, a la distancia justa, a la altura necesaria, engolosinando al noble y bravo burel de Torrecilla, haciendo que el enorme coso fuera un solo olé, y que la gente sintiera que admiraba algo distinto, nuevo, que no era más que eso: el personal sentir de un hombre frente a un toro... ¡nada más! Ahí trenzados en magníficas formas derechazos y naturales; ahí la culminación con el muletazo de pecho cumplido en su cabal dimensión; ahí la arrucina, pero la arrucina sin aprovechar el viaje, sino citando, embarcando, es decir, toreando y el remate justo con uno de pecho de cabo a rabo. Y los adornos – suficiencia y torerismo – en esos derechazos en redondo citando casi de espaldas, los medios pases ligados con otros por bajo sobre la diestra. Pero sobre todo y además de todo, todo ejecutado con un aliento de personal calidad... sí, “El estilo del hombre”. Dos orejas, tras un pinchazo y una más de media. Ovación inacabable y dos vueltas al anillo con salida a los medios... (Ovaciones, 14 de enero de 1974)

La relación de Alameda anota una cuestión importantísima que parece hoy de actualidad, pero que es un mal, que pareciera ser crónico para la fiesta, en el sentido de que llegan momentos en que el toreo se estereotipa, y las faenas se parecen demasiado unas a otras. La crónica de Carlos León resalta el valor intrínseco y esencial de la faena, la pureza en su trazo y en los procedimientos utilizados y que no resultan ser más que el reflejo de una tauromaquia concebida a partir de la naturalidad en su ejecución y en una técnica muy depurada en su concepción. Es por eso que el cronista del Novedades, al describirla, la señala como una faena de las de ayer. Por su parte, Jarameño deja en claro que la obra realizada por el hijo del Rey del Temple ante Fedayín no era cosa de cualquier domingo, sino una de esas que se recordarían por siempre.

El juicio personal de Jesús Solórzano

Cinco años después del hito, en el programa de televisión Toros y Toreros del entonces Canal 11 de la capital mexicana, que, en esas fechas, (1979) conducían Julio Téllez, Luis Carbajo y José Luis Carazo Arenero, se proyectó el vídeo de la faena y lo comentó el propio Jesús Solórzano, quien entre otras cuestiones dijo sobre ella lo siguiente: 

Esa tarde era de mucho compromiso, el único vestido que tenía para estrenar era ese y yo me dije: “o me retiro de los toros, o me compro más vestidos…”, me la estaba jugando al todo por el todo… son faenas que te ponen en tu sitio y que te dan aire para caminar… no podía yo fallar con el toro, todo lo que tenía que hacer era muy pensado, ya después te vas gustando, te olvidas de todo y te entregas al placer de torear… había que darle la pausa al toro, dejarle respirar… mi toreo tiene la influencia de la buena tauromaquia… hoy me doy cuenta de lo grande que puede ser la amalgama de las suertes que tiene el toreo… los toreros hemos perdido mucho porque estamos haciendo un toreo estándar, un toreo igual… esta faena recurre al toreo clásico… lo de ahora es muy bueno, pero con lo de ahora y lo de antes, hay que hacer algo mejor…

Como se aprecia, a un lustro de distancia, Jesús Solórzano distinguía, sin petulancia, el valor de su obra ante Fedayín, y establecía las líneas divisorias entre el toreo puro y lo que se pudiera considerar el toreo moderno. No se mostraba refractario a lo que algunos han dado en llamar la evolución del toreo, pero sí dejaba bien claro que las bases fundamentales de la tauromaquia son inamovibles, que son esenciales y cualquier modificación que se plantee, ha de ser a partir de ellas.

En conclusión

En este día se cumplen cincuenta años de esta gran obra de Jesús Solórzano, una faena clásica, en la que se reiteró una vez más que el toreo puro, ese toreo en el que, como lo dejó dicho Rafael Ortega, para transmitir, primero se tiene que sentir, es y será siempre el que mueva las fibras sensibles de afición y público, el que deje en nosotros su huella indeleble y que nos invite a volver a la plaza el siguiente domingo, con la esperanza de volver a encontrar esa conjunción entre toro y torero que es la razón de nuestra afición, eso que llaman el toreo eterno.

domingo, 12 de noviembre de 2023

John Fulton, a 60 años de su alternativa

John Fulton
Foto: Santos Yubero
Hay toreros que son calificados de exóticos por no ser de origen hispano. Quizás a John Fulton, natural de Filadelfia, en Pennsylvania en los Estados Unidos, se le pueda tratar de encasillar allí, pero no es precisamente así su caso. El hecho de no llamarse hispanamente Juan y apellidarse López, Gutiérrez o Martínez, no le hace precisamente una especie de bicho raro en el ambiente de los toros en los lugares donde se verifican festejos, pues, aunque su apariencia física, su manera de hablar la llamada lengua de Cervantes y su nombre delataban su origen anglosajón, su manera de comportarse en los ambientes propios de la fiesta denotaban que se había asimilado plenamente a ella.

John Fulton fue discípulo de Pepe Ortiz, el Orfebre Tapatío, quien en San Miguel de Allende tenía su ganadería de toros de lidia en la Hacienda de Calderón. Allí se convirtió en uno de los continuadores de la verdadera Escuela Mexicana del Toreo, la iniciada por Saturnino Frutos Ojitos y llegada a él por la vía de Luis Güemes, quien fuera banderillero en la cuadrilla juvenil del maestro de Gaona y después también en la cuadrilla del Petronio de los ruedos. A la vera de Pepe Ortiz se formaron toreros como Jesús Córdoba y Pepe Luis Méndez y es significativo que varios de nacionalidad norteamericana, como Robert Ryan, Diego O’Bolger o el mismo Fulton, aprendieron el toreo allí en la casa del gran artista de Guadalajara.

En ese orden de cosas se presentó como novillero en la Plaza de Toros Oriente en 1953 y tras de observar que era complicado actuar en tierras mexicanas, en 1956 marcha a España, estableciéndose en Sevilla, logrando presentarse como novillero en Cádiz, el 29 de junio de 1958, alternando con Pepe Álvarez y Emilio Oliva, en la lidia de novillos de Pepe Luis Vázquez. Álvarez no mató ninguno por haber sido herido por el que abrió plaza y Fulton fue herido por su primero, pero salió de la enfermería a matar al quinto y al sexto, dando vuelta al ruedo en ambos.

Se presentó en Madrid el 15 de octubre de 1961, para lidiar novillos de Jesús Sánchez Arjona en unión de Luis Alviz y Francisco Raigón. A propósito de esta tarde, Benjamín Bentura Sariñena Barico, en su crónica de El Ruedo, aparecido el día 19 siguiente, dice:

Se presentaba el norteamericano John Fulton, mocetón sobrado de facultades y bastante enterado de las reglas fundamentales del arte de torear... Se adivina en el norteamericano el adiestramiento en las placitas de tienta y una cuidadosa observación de lo hecho por toreros de categoría... Mató al tercero de media estocada caída y perpendicular. En el sexto oyó los tres avisos después de trece pinchazos y diez intentos de descabello...

Esa campaña sumó dos festejos más, uno en Sanlúcar de Barrameda, el 14 de mayo, enfrentando novillos de Álvarez Hermanos, junto con el rejoneador Baldomero Gaviño, Facultades y Joaquín Ceballos Quinito y otro, el 12 de octubre, en el Puerto de Santa María, cuando para lidiar novillos de José G. Barroso, se le acarteló con Mondeño II y Antonio Ruiz.

El número de El Ruedo fechado el 31 de mayo de 1962, daba cuenta de que en el Ateneo de Sevilla, se inauguró una exposición de pintura taurina, obra de John Fulton:

En el Ateneo de Sevilla  ha inaugurado una exposición de pintura taurina John Fulton, el torero de Filadelfia, afincado en la ciudad de la Giralda, y que alterna los pinceles con su afición a los toros. John tenía - y tiene - la ilusión de llegar a doctorarse en tauromaquia. Le anima a ello Antonio Ordóñez, su gran amigo. Fulton no quisiera volver a su tierra sin recibir su alternativa de manos de aquel, y en la Plaza de Ronda. De las dieciséis obras que expone en el Ateneo sevillano, la mitad son interpretaciones del artista sobre temas poéticos de Federico García Lorca. Concretamente, cuatro de los cuadros están dedicados a dar vida al celebérrimo "Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías"...

En los ruedos, esa campaña la cerró con dos festejos toreados.

La tarde de la alternativa

Santiago Sánchez Traver, en su obra Un siglo de corridas de la prensa de Sevilla, narra lo siguiente:

Curioso y original el cartel de la Asociación de la Prensa de 1963, el 18 de julio de nuevo. (se) hablaba de estar orgullosos de haber "logrado formar un cartel verdaderamente revolucionario. Ya está listo para su uso el cartel de no hay billetes. Grandioso cartel que forman Susoni, El Bala y Gabriel Aguilar"… Susoni como El Bala fueron cogidos en esos días… Y sigue la previa: "los periodistas sevillanos cambian la novillada por una corrida. A tal fin han conseguido la contratación de tres diestros hace tiempo alejados de nuestro ruedo". Y no era cierto porque ese cartel del 18 de julio ya estaba organizado mucho antes de la suspensión del día 14. Y destaca: "La primera alternativa que se otorga en España a un torero de ese país"...

La Corrida de la Asociación de la Prensa de Sevilla se anunció finalmente para el jueves 18 de julio de 1963, con seis toros de Félix Moreno Ardanuy (Saltillo) y un novillo de Barcial para rejones que enfrentarían don Rafael Peralta, José María Montilla, César Faraco y John Fulton, que recibiría la alternativa.

Antonio de los Santos Cutiño Santiño, fue el encargado de escribir la crónica para el ABC hispalense, misma de la que extraigo lo que sigue:

John Fulton cumplió plausiblemente su quehacer como matador de toros, teniendo en cuenta sus propias aptitudes y las circunstancias adversas en las que hubo de desenvolverse. A su primero, que cabeceaba ostensiblemente al embestir, lo recogió bien en unos lances, y, tras de recibir los trastos de su padrino Montilla, realizó una faena de reducido repertorio... aprovechando las inconstantes acometidas del enemigo, hasta lograr que la música alegrara el trasteo. Se quitó de enmedio al bruto de un pinchazo, estocada contraria y media en buen sitio y hubo vuelta a la redonda, acreditativa de su primera actuación en la categoría superior... En el sexto, bronco e incierto... el diestro de Filadelfia anduvo decidido con capa y muleta, pero la faena adoleció de falta de ligazón, aunque fueron estimables algunos derechazos... repitiéndose en su honor los aplausos que el respetable le otorgase a lo largo de su voluntariosa actuación...

Por su parte, Don Celes, en el ejemplar de El Ruedo del 25 de julio siguiente, opinó en el siguiente sentido:

De John Fulton no sabemos aún si pensar que es un pintor que torea o es un torero que pinta. Ambas aficiones se dan vigorosas en su curiosa personalidad, que esta tarde afrontó valientemente la suprema ocasión de la alternativa. Recibió ésta, en un toro que cabeceaba, de manos de Montilla, teniendo que limitarse, dadas las condiciones del bicho, a un escaso repertorio de pases con la derecha, acabando de un pinchazo, estocada contraria y media en su sitio, dando la vuelta al redondel. El sexto, que también le correspondió, era bronco; pero el diestro de Filadelfia – ¿qué tal le suena, lector? – mostró decisión, tanto en el capote como con la muleta. Lástima que la faena no lograse un poco de ligazón, pues los derechazos que la integraron tuvieron gallardía y mando. Terminó de pinchazo, media y descabello...

Su alternativa sevillana, en la que el toro de la cesión se llamó Espartoncillo, la confirmaría en Madrid el 29 de octubre de 1967, de manos de José Mata con el toro Dormido de Benítez Cubero, junto a Luis Navarro El Isleño quien también revalidaba ese día. La función la abrió el rejoneador Manuel Vidrié quien enfrentó un novillo de Pío Tabernero de Vilvis.

Torearía su última corrida en España el 30 de septiembre de 1973, en Torremolinos, actuando mano a mano con Bartolomé Sánchez Simón y la rejoneadora Antoñita Linares en la lidia de toros de Isaías y Tulio Vázquez para los de a pie y uno de Pérez Valderrama para la caballista.

Después andaría a caballo entre Sevilla y México, donde actuaba esporádicamente, principalmente en las plazas de la frontera Norte y tendría su última actuación en nuestras plazas el 14 de abril de 1995, donde todo comenzó, en San Miguel de Allende, alternando con Mariano Ramos y llevando por delante al rejoneador José María Fuentes para enfrentar un encierro de San Antonio de Triana.

El Estudio de John Fulton

Después de dejar los ruedos, John Fulton instaló su estudio – galería de arte. Lo hizo en la Plaza de la Alianza número once, a unos pasos de los Reales Alcázares de Sevilla. Allí se dedicó a desarrollar su otra pasión, la pintura y pronto adquirió una gran reputación como ilustrador de temas taurinos. Desarrolló una técnica para pintar obra con sangre de toro, tratada con anticoagulantes para que no perdiera su color característico.

Escribió Félix Machuca para el ABC madrileño en 2022:

…Pintaba con la sangre de los toros. Cosa que descubrió en un viaje a las cuevas de Altamira, quedando impresionado de los que los hombres de la saga del Oso cavernario habían pintado en las rocas de sus paredes. Fulton los imitó. Habló con amigos médicos que le aconsejaron qué hacer para que la sangre no se diluyera. Y dibujó sus toros y toreros con la sangre totémica de un animal al que siempre consideró sagrado…


También quiso ser apoderado y se dedicó a introducir en el planeta de los toros a Atsuhiro Shimoyama, un gimnasta originario de Tokio, a quien anunciaba como El Niño del Sol Naciente, quien después de ver la versión de Sharon Stone de Sangre y Arena se fue a Sevilla, se inscribió en la escuela taurina de Alcalá de Guadaira e intentó hacerse torero.

El 16 de agosto de 1995, El Niño del Sol Naciente fue volteado por un utrero en Pedro Bernardo, en la provincia de Ávila y a consecuencia de ello sufrió, según unas informaciones, una cuadriplejia, según otras, una hemiplejia, pero el resultado final fue que se tuvo que quitar de torero. Actualmente reside en Sevilla, recuperado, pero sin perder su afición.

John Fulton sufrió una serie de eventos cardiovasculares el 7 de febrero de 1998, en Sevilla y no se pudo recuperar de ellos, falleciendo el día 20 siguiente.  

Concluyo estas líneas con una reflexión que hizo el torero de Filadelfia a Lyn Sherwood, para su libro Yankees in the Afternoon, acerca de su manera de entender el por qué a los toreros extranjeros y en particular a los norteamericanos, les cuesta tanto trabajo entrar en el ambiente taurino hispano:

Considero que el factor más determinante que ha impedido que los norteamericanos se conviertan en verdaderas figuras del toreo en España y México, es la creencia de que solamente un español, en particular el andaluz, puede llegar a ser figura. El español puede admitir el valor de un extranjero, pero de inmediato lo etiqueta como suicida o temerario, en lugar de valorarlo como sereno, como el de ellos. El torero extranjero jamás recibirá el apoyo o la pasión incondicional de las masas que pudiera recibir el más torpe o desangelado de los suyos...

domingo, 2 de agosto de 2020

Toros en la frontera. Un patrimonio perdido

Plaza de Toros El Toreo de Tijuana
Aunque el toreo se arraigó en la frontera entre México y Estados Unidos en el último tercio del siglo XIX como consecuencia de la herencia cultural compartida de quienes hacían la vida a uno y otro lado de la línea divisoria y secundariamente, al tráfico de bienes y de personas generado por el tendido de vías férreas que comunicarían a ambos países, es en la segunda mitad del siglo XX cuando la zona se convierte en un importante bastión para la fiesta de los toros en México. 

En el caso particular de Tijuana, durante la época de la prohibición, el hotel y casino de Aguacaliente y la cercanía de esta ciudad con la llamada Meca del Cine, fueron un atractivo para personajes importantes de la farándula, lo que motivó que al atractivo del juego, de la posibilidad de consumir bebidas alcohólicas sin disimulo y sin tener que guardar fingidos recatos que a veces imponía la extrañamente pacata sociedad norteamericana, se adicionara la fiesta de los toros, que en esos días y en muchos por venir, no era considerada políticamente incorrecta de ninguno de los lados de la línea fronteriza. También habrá que tener en cuenta que la base naval de San Diego fue un asiento de muchos nuevos aficionados, que al terminar su servicio allí, la diseminaron por el resto del territorio estadounidense.

Con menos atractivos lúdicos quizás, pero con un mercado potencial del lado estadounidense, estaban Ciudad Juárez, que tenía una fortificación del ejército del país vecino cerca de El Paso y tuvo un efecto y vocación similar al de la base de San Diego; pero además estaban en esa línea divisoria Nogales, San Luis Río Colorado, Ciudad Acuña, Nuevo Laredo, Reynosa y Matamoros y en todas esas localidades que veían transcurrir la existencia entre dos naciones y en ellas la tauromaquia tuvo un lugar destacado entre las diversiones públicas y fue la fuente de una afición seria, informada y conocedora. No era un remedo de fiesta o un mero mexican curios. La fiesta de la frontera Norte era la verdadera fiesta de los toros.

Por razones de tiempo y espacio tomaré como ejemplo la temporada de 1963, misma en la que se dieron en esa franja la friolera de 63 festejos entre mayo y septiembre – con algunos festejos residuales hasta noviembre – y que representan la cuarta parte de todos los que se dieron en la República ese año. A esos festejos acudieron las principales figuras de la época y presentaron sus encierros las mejores ganaderías del momento y por supuesto, las empresas dieron oportunidades a toreros emergentes para que pudieran demostrar que estaban listos para mejores empresas.

La temporada del 63

La parte mayor de ese calendario gravitó en las plazas de Tijuana (26) y Ciudad Juárez (22), que fueron las dos que más festejos dieron en México ese año. Superaron en número a la Plaza México (15), aunque habrá que señalar que ese año la temporada capitalina se repartió con El Toreo de Cuatro Caminos (12) – aunque administrativa y políticamente no sea parte de la capital mexicana –, por lo que sumando los festejos de los dos cosos, se supera en uno la cantidad ofrecida por las dos plazas de Tijuana. También esas dos ciudades de frontera dieron más corridas que Guadalajara (10) y Monterrey (12) y plazas como Nogales (8) o Nuevo Laredo (7) dieron más festejos que Aguascalientes (6), e incluso Acapulco, hoy irremisiblemente perdida para los toros, dio casi un número igual de festejos que la capital del país (14).

La competencia entre dos empresas, la que dirigía el doctor Alfonso Gaona y la que encabezaba el Mayor Salvador López Hurtado hizo posible esa circunstancia. Este último había edificado dos plazas monumentales en Ciudad Juárez (1957 – 2005) y otra en Tijuana (1960) para competir respectivamente con la Alberto Balderas y El Toreo. En la revista Toros de Jim Fergus, publicada del lado americano, ambas empresas hicieron el anuncio de sus elencos para la temporada de esa ciudad bajacaliforniana. El Mayor López Hurtado ofrecía presentar a los mexicanos Alfonso Ramírez Calesero, Andrés Blando, Pepe Luis Vázquez, Jesús Córdoba, Manuel Capetillo, Joselito Huerta, Jorge El Ranchero Aguilar, Humberto Moro, Antonio del Olivar, Eduardo Moreno Morenito y Felipe Rosas; a los españoles Pepe Osuna, Juan Jiménez El Trianero, Victoriano La Serna, Juan Bienvenida, Antonio Ortega Orteguita, Paco Corpas y Curro Montes; a los venezolanos César Girón y Curro Girón. También anunció a Jaime Bolaños, aunque no actuó y como pendientes de contrato a Diego Puerta y Antonio Campos El Imposible.

Por su parte, el doctor Gaona ofreció como bases de su temporada a Luis Procuna, Juan Silveti, Alfredo Leal, Jaime Bravo y José Ramón Tirado; a los españoles Joaquín Bernadó, Juan García Mondeño, Diego Puerta y Paco Camino y al portugués José Julio.

El contingente de diestros que actuaron en alguna de las plazas de la frontera y que no fueron anunciados en elenco alguno fue encabezado por Fermín Rivera, Luis Briones, Antonio Velázquez, Rafael Rodríguez, Félix Briones, Raúl Acha Rovira, Fernando de los Reyes El Callao, Raúl García, Víctor Huerta, Jaime Rangel, Emilio Rodríguez, Jesús Peralta, José Luis Ramírez, Tomás Abaroa, Rodolfo Palafox, Benjamín López Esqueda, José Gómez, Joselito Méndez y Rubén Salazar; el venezolano Rafael Báez; el colombiano Pepe Cáceres; los españoles Enrique Vera, Martín Sánchez Pinto y Juan Gálvez y el portugués Manolo dos Santos

También actuaron los rejoneadores Juan Cañedo, Gastón Santos y Mauricio Locken. Así pues, en las 63 corridas que se celebraron en la frontera de México con los Estados Unidos, estuvo presente casi todo el mundo taurino.

Las ganaderías que lidiaron sus toros en la frontera fueron entre otras Torrecilla, Jesús Cabrera, Santo Domingo, Tequisquiapan, Mimiahuápam, José Julián Llaguno, Valparaíso, Corlomé, Golondrinas, Ernesto Cuevas, Javier Garfias, La Laguna, Las Huertas, Ramiro González, Reyes Huerta, Boquilla del Carmen, La Punta, Matancillas, Santa María, Peñuelas, Viuda de Franco, El Romeral, Santoyo, Juan Aguirre, Hermanos Trouyet, Mariano Ramírez, Atlanga, Rancho Seco y Coaxamalucan

He de hacer notar que de acuerdo a la información recopilada por don Luis Ruiz Quiroz en su Resumen Estadístico 1958 – 1963, resulta complicado precisar, en el caso de de Tijuana y Ciudad Juárez, avanzada ya la temporada, en qué plaza se celebraron los festejos, porque de la composición de los carteles se advierte la presencia de toreros del elenco de una y otra empresa entreverados en los mismos carteles, lo que me deja suponer que no tenían pacto de exclusiva con la empresa que los anunció inicialmente.

La afición del lado americano

Peñas y clubes taurinos existen en los Estados Unidos desde hace más de 70 años, siendo de los vigentes el más antiguo Los Aficionados de Los Ángeles, en El Paso hay una agrupación cercana también a esa antigüedad y desperdigadas por toda la Unión Americana hay agrupaciones de aficionados anglosajones que entienden y sienten lo que es esta fiesta. Desde 1964 además, hay una Unión de Bibliófilos Taurinos (TBA) que a diferencia de las de nuestras tierras, funciona a distancia, por correspondencia diríamos, dada la distancia a la que se encuentran ubicados sus integrantes. 

El caso de los Bibliófilos americanos es curioso en muchos aspectos más. Contaba Bob Archibald – aficionado alumni de la base naval de San Diego – que cuando concibió a los TBA, en 1964 publicó una especie de anuncio clasificado en la revista de Jim Fergus convocando a los interesados en el tema y que el primero que acudió al llamado, fue precisamente Fergus. A la fecha TBA cumple 56 años de fructífera existencia.

Esos aficionados procuran asistir a festejos y ferias no solamente en la frontera, sino que viajan de manera individual u organizada a México, Sudamérica o Europa y disfrutan de festejos, del ambiente y de la cultura de los países que visitan y además se preocupan por difundir y comunicar sus impresiones a la demás afición. De esos grupos de aficionados surgieron fotógrafos como Lyn Sherwood o Don Mengason o escritores como el propio SherwoodTony Brand, Sarita Rosenfield o Luis M. Stumer.

También las estrellas de Hollywood se prodigaban en su asistencia a esos festejos y no era raro ver ocupando barreras a actores de la talla de Gilbert Roland, Rita Hayworth, Marilyn Monroe quien incluso llegó a acudir acompañada por su entonces esposo, el Yankee Clipper Joe Di’Maggio e incluso Walt Disney frecuentaba los tendidos de las plazas de Tijuana, para decepción de aquellos que lo plantean hoy como un tótem del animalismo rampante.

Publicaciones en inglés, otro de los efectos

Hacer una relación de todas las publicaciones que se generaron en la franja fronteriza con motivo de la fiesta debe ser complicado, sin embargo, la afición traída del norte de la línea divisoria pronto encontró la manera de difundir y comunicar lo que sucedía en ese tramo territorial y lo que se producía en otros lugares del llamado planeta de los toros, así, podemos recordar entre otras algunas publicaciones como las siguientes:

Corrida. The American Review of Bullfighting (1956), publicada en mimeógrafo por J.R. Ramadier y Tony Brand; le sigue Toros, nacida inicialmente como Toros y Tauromaquia (1957 – 1966), su editor era Jim Fergus, surge como un boletín mimeografiado y concluye su andadura como una revista de una gran calidad; después está Matador – Life and Culture of the Spanish World, editada por Jim Matthews, de corta vida, fue una revista de gran calidad que solamente publicó dos números en 1964 y un especial sobre El Cordobés en 1968; Clarín, Bullfight Review in English (1965 – 1990), editada por Lyn Sherwood, que comienza con una frecuencia semanal y posteriormente se vuelve mensual, sus últimos años fue de aparición irregular; Bullfight World (1984 – 1990), otra empresa editorial de Lyn Sherwood y last but not least, Cartel: Newsletter of Mexican Toreo (1986 – 1990), editada por David Tuggle.

Como decía antes, estas publicaciones no se restringían a los sucesos de la fiesta en la frontera, sino que cubrían los acontecimientos en otras latitudes y en el caso de Luis M. Stumer, uno de los corresponsales de la revista de Jim Fergus, durante 1968, publicaba en Madrid una reseña en inglés de lo que pasaba en la fiesta de este lado del mar, bajo el título de Bulls.

Aparte de todo ello, estaban los programas de los festejos impresos en la lengua de Shakespeare, algunos en formato de revista, como los titulados Tijuana: Program y Programs: International Bullfight. También es de tenerse en cuenta que el semanario El Redondel llevó durante muchos años una columna en esa lengua, escrita y firmada por la doctora Lee Burnett incansable bibliófila taurina.

Un territorio perdido

Hoy en día la frontera norte de México es una tierra perdida para los toros. En el centro de la República y especialmente en el altiplano, los festejos son escasos durante el verano y durante esa estación del año, durante mucho tiempo ese límite territorial fue el lugar donde tenía lugar la cita de vida y muerte de toros y toreros. Es interesante ver que al menos en Tijuana y Ciudad Juárez, en ese año del 63, había días en los que se daban toros en las dos plazas en una misma fecha, por ejemplo, el 26 de mayo de ese año, entre esas dos ciudades se dieron cuatro corridas de toros y el primero de septiembre, que era la víspera del labor day de los americanos hubo toros en Ensenada, Tijuana, Ciudad Juárez, Nogales, Nuevo Laredo, Reynosa y Matamoros y como un dato adicional, ese día la ganadería de don Javier Garfias lidió dieciséis toros; seis en Tijuana, seis en Juárez y cuatro en Ensenada.

También representó para algunos toreros de nuestra Edad de Oro la oportunidad de seguir en activo, pues ya vimos que Fermín Rivera, Luis Procuna y Luis Briones actuaron en esas plazas fronterizas y fue para otros, quizás la única vez que actuaron en territorio mexicano como el caso de Juan Bienvenida o Victoriano La Serna hijo. 

Por otra parte, en 1963, quizás se inició el camino a la pérdida del territorio fronterizo para la fiesta, pues cuenta Dick Frontain que en ese año, don Pedro González empresario y propietario de la plaza de Nogales, como resultado de una serie de negocios fallidos, tuvo que dar en pago muchos de sus bienes a instituciones de crédito, el coso taurino entre ellos y aunque los toreros y ganaderos se empeñaron en ayudarle a salir del bache, la temporada excepcionalmente larga que se dio en esa ciudad no fue suficiente para rescatar ese reducto taurino.

Hoy los tiempos son otros. La recuperación del espacio de la frontera para la fiesta está en la franja de lo muy difícil a lo imposible, pero nunca hay que olvidar que alguna vez esas tierras, también lo fueron de toros. 

Agradezco a mis amigos Doblón y David Tuggle, editor responsable de La Busca, órgano de difusión de los TBA, la ayuda que me proporcionaron para armar estos pergeños y expreso mi recuerdo a Arturo Díaz, quien dedicó algunos de los últimos años de su vida a investigar sobre este tema, pero el tiempo se le acabó.

domingo, 5 de julio de 2020

Los giros de la fortuna (IV)

Rocky Moody. La férrea voluntad de querer ser torero

Colfax, Iowa

Años después de su lesión
Rocky Moody seguía siendo
un reclamo en Ciudad Juárez
Colfax, Iowa, en el middleast norteamericano, es una población que se fundó en 1866 al influjo de una estación del ferrocarril y una posta de diligencias. Luego se descubrieron yacimientos de carbón, lo que facilitó el desarrollo urbano de la zona, y terminó de detonar ese proceso la aparición de pozos artesianos de aguas de alto contenido mineral que fueron aprovechados con propósitos de salud, dando una época de bonanza al pueblo que terminó con la gran depresión que inició en 1929.

Colfax es conocido además por ser el lugar de origen de James Norman Hall, autor de la novela Mutiny of the Bounty, que fue llevada al cine al menos en tres ocasiones, la primera estelarizada por Clark Gable en 1935; la segunda en 1962, con Marlon Brando en el papel principal, siendo nominada a siete premios Óscar, aunque ese fue el año en el que Lawrence de Arabia arrasó con todo y la tercera en 1984, con Mel Gibson al frente del reparto.

Pues bien, el 27 de agosto de 1931, cuando Colfax contaba apenas con unos 2,200 habitantes, llega al mundo quien nació como Hallis Ivar Warren en un hogar que hoy llamaríamos disfuncional. Poco viviría Hallis en Colfax, pues ya en 1933 su madre, con él y dos hermanas suyas, se mudó a Moline, en el estado de Illinois, una población diez veces mayor y seguramente con mayores oportunidades de empleo para una madre de familia sola y con tres hijos. De esta etapa de su vida Alameda, en Crónica de Sangre”, agrega:
…la mujer debe buscar el sustento suyo y el de sus cuatro hijos (Rocky tiene tres mediohermanas). El trabajo que encuentra en un restaurante le quita mucho tiempo y le da poco dinero. Tiene que acomodar a sus hijos repartiéndolos entre conocidos. Y el matrimonio Moody adopta al pequeño. Así, se convierte en Rocky Moody. Alterna el trabajo con el estudio. Los años pasan. Va a los clubes campestres como caddy y, cuando no, de lavaplatos. Y hace su high school. Le faltan dos años para terminar cuando decide un cambio. Pasa a una escuela especial de marina. Allí, completa sus estudios y obtiene su diploma…
San Diego y Tijuana

Es llamado al servicio militar obligatorio y por su paso en la escuela especial de marina es enlistado en la Armada de los Estados Unidos. Va al frente de guerra en Corea y después regresa a la base de San Diego en California. Allí, un fin de semana cualquiera, cruza la frontera hacia Tijuana, un domingo y se mete a la plaza de toros. Rocky Moody queda cautivado por lo que allí percibió. Sigue asistiendo cada vez que puede y en 1953, cuando termina su servicio, toma una decisión, será como esos hombres que visten trajes brillantes y juegan con la muerte en una forma más leal que como se hace en la guerra y… ganan dinero. Y busca la manera de conocer la forma de hacerlo. 

Trabaja en diversas ocupaciones para proveerse de sus avíos, lee la literatura taurina que cae en sus manos y cuando se entera que hay toros en los jaripeos del lienzo charro, se apersona allí para intentar echarles capa. Esa es su formación al inicio, valor puro, intuición y ganas de ser. Y con eso, el domingo 10 de abril de 1954, cuando para lidiar toros de La Punta alternaban Pepe Luis Vázquez (mexicano), Rafael Rodríguez y Juan Silveti, allí en Tijuana, se tira de espontáneo en el tercero de la tarde. Lyn Sherwood, en Yankees in the Afternoon cuenta:
…en una tarde en Tijuana, se tiró de espontáneo y de rodillas le pegó varios pases a un toro. La gente respondió con emoción. Esa probatura de gloria para Rocky fue breve pero deliciosa. La policía le echó mano y le llevaban a prisión, pero dos de los matadores del cartel, Pepe Luis Vázquez y Rafael Rodríguez intercedieron por él, por lo que volvió al tendido. Andando el tiempo, serían sus mentores…
Unos meses después, consigue que la empresa le permita lidiar un “novillo de regalo” en una corrida que torearon el rejoneador Gastón Santos y Antonio Velázquez, Rafael Rodríguez y Cayetano Ordoñez en la lidia ordinaria. Se le informa que el novillo es de La Laguna. Sale del paso a su entender. Se gastó todos sus ahorros en el intento, pero tuvo la satisfacción de considerarse ya un profesional.

Esos dos hechos consiguieron que Rocky Moody viniera a Aguascalientes, donde residía Rafael Rodríguez y donde Pepe Luis Vázquez pasaba largas temporadas. Aquí, entre nosotros, Rocky comenzó a aprender el toreo, a entender que no era solamente a base de valor seco y ganas de ser como se puede enfrentar a los toros con alguna probabilidad de éxito. Casi me atrevo a asegurar que Rocky vivía en una casona que está a unos pasos de la Plaza de Toros San Marcos, que durante muchos años funcionó como pensión y en la que muchos norteamericanos relacionados con el mundo del toro se alojaban en su paso por esta ciudad.

Andando para hacer camino

Rocky Moody empezó a aprender el toreo, haciéndolo de salón en la plaza de toros y recorriendo el camino que hacían los principiantes de aquella época. En esta región, era visitar las ganaderías cercanas y en temporada, ir casi en peregrinación a los pueblos de Jalisco en los que se celebraban novenarios y en los que se lidiaban toros de media casta o cebúes y que casi siempre sabían latín. En ese entonces no había escuelas taurinas, el noviciado era duro y el que lo superaba tenía alguna probabilidad de alcanzar el triunfo.

Fueron años difíciles. La prensa que pude consultar no le refleja actuaciones sino hasta el primer día de 1958, cuando en Rincón de Romos torea una corrida mixta con su guía, Pepe Luis Vázquez y le corta una oreja a uno de los de Presillas que le tocaron en suerte. Quizás lo mostrado en esa actuación impulsó a Pepe Luis a recomendarlo a la empresa de Juárez para que le dieran una oportunidad en cuanto hubiera un claro en su programación y así, se anunció a Rocky Moody en la Alberto Balderas de la ciudad fronteriza para el 20 de julio de ese 1958. Alternaría con Raúl García y Jorge Rosas El Tacuba en la lidia de novillos de José María Franco.

Rocky no había estado mal con el tercero de la tarde y ante el sexto salió a buscar un triunfo que le permitiera seguir funcionando en las plazas de importancia. Repentinamente, al intentar un muletazo, el novillo se frena, lo prende y le pega una cornada que desde el primer momento se percibió que era grave por el sangrado que brotaba de la herida.

La intervención fue oportuna pero plagada de complicaciones. La ligadura de la femoral partida – procedimiento quirúrgico comúnmente aplicado en la época – se soltó y comprometió la circulación de la pierna izquierda del torero, además, se desarrolló un proceso infeccioso que puso en peligro la vida de Rocky. Se hizo inminente la amputación. Para ello se le trasladó al hospital militar de Fort Bliss, en El Paso, Texas, mismo en el que, tenía derecho a ser atendido por su hoja de servicios militares.

En el semanario madrileño El Ruedo del 7 de agosto de 1958, se publicó la siguiente información:
Rocky Moody, el novillero norteamericano que resultó cogido en la novillada celebrada en Ciudad Juárez el pasado día 20 del actual, sufrió la amputación de la pierna izquierda por debajo de la rodilla en el hospital William Beatmunt, organismo militar del Fuerte Bliss, de El Paso, en Texas. 
El hospital no proporcionó información alguna a la prensa, y solo se supo que José López, apoderado del infortunado lidiador yanqui, comprobó la amputación. López pudo hablar con Rocky, y este le confirmó que piensa establecerse en Aguascalientes con un negocio. 
Entre tanto, el empresario de Ciudad Juárez organiza un beneficio para Rocky Moody. Ya contestó José Ramón Tirado diciendo que está dispuesto a torear a beneficio de Moody.
Al final fue una novillada la que se llevó a cabo en su beneficio. La información que aparecida en el diario El Siglo de Torreón del 8 de septiembre de 1958, dice:
Ciudad Juárez. 7 de septiembre. – En la plaza “Alberto Balderas”, ante un lleno total, en beneficio de Rocky Moody, siendo ovacionadísimo al presentarse en el ruedo, con novillos de Santo Domingo y Peñuelas. Patricia McCormick fue ovacionada en su lote. Rubén Salazar cumplió en uno y cortó oreja en el otro. Víctor Huerta dio la vuelta en uno y recibió la oreja en otro.
Rodando cuesta arriba

La andadura de Rocky Moody comenzó a ir cuesta arriba. Sus derechos como militar no cubrían una prótesis para su pierna amputada. Así, intentó ser agente de seguros, después lavaplatos y un sinfín de ocupaciones para tratar de subsistir. Alguien se apiadó de él y le regaló una pierna artificial, pero no comprendió que esos adminículos deben ser hechos a medida. Esa pierna postiza era más larga que la natural suya y le producía graves lesiones en el muñón de la amputación, así que dejó de usarla.

Pero después de dar tumbos debido a su discapacidad, Rafael Rodríguez volvería a aparecer en su vida. Y lo traería de nuevo a Aguascalientes. Alameda cuenta que la habitación de Rocky Moody en la pensión estaba como la dejó aquél día de julio de 1958 cuando tomó el tren para Ciudad Juárez, ilusionado porque torearía una novillada con dos de los punteros de México.

Eso debió ser el año de 1960. Una de las primeras cosas de las que se proveyó a Rocky Moody fue de una prótesis adecuada a su persona. Ya con la extremidad artificial adecuada, insistía en que quería y podía ser torero. Entonces El Volcán de Aguascalientes decidió ayudarlo a someterse a una prueba y lo llevó a Xajay, con sus amigos los señores Guerrero, para que toreara unas vacas. Allí, entre otras cosas, cuenta Alameda:
...Pero ahí viene otra vez la vaca. Rocky, alerta, se coloca en posición torera sobre las plantas, afloja el cuerpo y suelta el brazo en semicírculo de un derechazo. El animal, como si quisiera beberse la muleta, sigue ciego el engaño. Rocky no tiene más que girar sobre los talones con un pequeño esfuerzo y repite el pase. Limpidez. Aire quieto y silencio. Un momento perfecto… Empero hay algo falso. Y para que no lo olvidemos, la vaca, al revolverse, le come un tiempo a Moody y lo sorprende. No tiene más que apuntar el hachazo y lo alcanza entre la ingle y la cintura, con un desgarrón que a medias lo desnuda. El golpe ha sido seco, como balazo en costal de cuero. Y el muñeco de trapo cae desvencijado. Revuelto de capotes y de gritos. Maraña. Desorden… Meditación. Rocky sabía, antes de venir a Xajay, que no puede volver a torear. Su intento no tiene una finalidad práctica y mucho menos un propósito comercial…
Rocky Moody quizás allí quedó desengañado. Sherwood afirma que hizo algunas pruebas más y que logró dominar a la prótesis, pero que la Asociación de Matadores ya no le permitió actuar. Las verdaderas razones se perderán en la noche de los tiempos.

Por otra parte, el periodista hidrocálido Federico de León, en su columna sindicada Federico de León dice…, aparecida en el Diario de Colima del 6 de octubre de 1960 afirma:
...ROCKY Moody, el novillero norteamericano al que amputaron una pierna a causa de una cornada, estrenó pierna artificial. Abrirá un taller eléctrico en Aguascalientes...
No tengo recuerdos de Rocky Moody, ni de su taller aquí en Aguascalientes. Parece ser que pronto regresó a los Estados Unidos pues no podía soportar el dolor de la derrota en el mundo de los toros. Lyn Sherwood describe así sus últimos años:
...Así, se instaló en Mercier, Tennessee, donde se convirtió en agente de fianzas. También instaló un comercio de licores y una granja de aves, aunque nunca dejó de comentar cuestiones taurinas con amigos y toreros. Se volvió desconfiado y hasta cierto punto, paranoico, desconfiado, entre los pocos con los que tenía trato era con el texano Fred Renk. 
Rocky Moody falleció en septiembre de 1990. Ese fue el final solemne de un hombre derrotado que nunca dejó de maldecir los giros de la fortuna que le negaron una mejor oportunidad de gloria en los ruedos…
Los giros de la fortuna, dice Lyn Sherwood… esos giros que a veces derrumban la existencia… aún de los más valientes.

Aldeanos