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domingo, 15 de octubre de 2023

Manolo Vázquez, a 40 años de su despedida de los ruedos

Manolo Vázquez
Foto: Santos Yubero
Manolo Vázquez, llamado por muchos El Brujo de San Bernardo, fue un torero de dinastía, formado en el matadero donde trabajaba su padre y miembro de una extensa familia de toreros, porque aparte de su hermano Pepe Luis – el Sócrates de San Bernardo le apodaban –, otra figura fundamental en la historia del toreo, sus hermanos Rafael y Juan fueron novilleros primero y hombres de plata después, y Antonio también recibió la alternativa y posteriormente cambiaría el oro por la plata también.

Manolo Vázquez se vistió de luces por primera vez el 13 de junio de 1947 en Cabezalavaca, Badajoz y debutó con picadores en Ciudad Real el 11 de julio del año siguiente. Su presentación en Madrid ocurrió el 4 de junio de 1950, alternando con los hermanos Juan de la Palma y Antonio Ordóñez. Recibió la alternativa el 6 de octubre de 1951, cuando Pepe Luis su hermano, en presencia de Antonio Bienvenida, le cedió al toro Perdulario, de Domingo Ortega y la confirmó en Madrid una semana después, con el mismo cartel de toreros, pero con toros de Fermín Bohórquez. Le cortó la oreja a Calamar, el toro de la ceremonia.

Una carrera con pausas

Manolo Vázquez toreó ininterrumpidamente desde la fecha de su alternativa hasta 1962. Se apartó de los ruedos durante el año de 1963 y volvió a la actividad el año de 1964, para anunciar su despedida la tarde del 28 de septiembre de 1968, en Sevilla, cuando alternó con Alfredo Leal y Curro Romero en la lidia de toros de Concha y Sierra. Después de esa corrida se mantuvo fuera de los ruedos durante 13 años. Esa temporada de 1981 se convirtió en la novedad en el escalafón y en el ejemplo para los nuevos aficionados. A propósito de su actuación en Sevilla el día de la alternativa de su sobrino Pepe Luis, escribió Joaquín Vidal:

Manolo Vázquez resucitó el toreo puro y este fue el acontecimiento verdadero del domingo en la Maestranza… El veterano matador ha vuelto, doce años después de su retirada, para explicarles a las jóvenes promociones qué es, exactamente, torear… Torear es aquello de aplicar las suertes adecuadas a las características y estados de los toros. Es decir, lo de Manolo Vázquez el día de la “operación retorno”. Y a mayor abundamiento, instrumentar esas suertes como mandan los cánones, en el marco de la regla de oro del toreo, que es parar – templar – mandar…

En ese año de su reaparición fue que lograría abrir por primera vez la Puerta del Príncipe en Sevilla, fue el 18 de junio, en la Corrida del Corpus y a ese propósito, escribió Filiberto Mira:

Estimulado Manolo por los muy artísticos quites que hicieron al cuarto toro Curro Romero y Rafael de Paula, se la jugó muy de verdad. En cinco minutos – suficientes – cuajó (tras muy apretadas chicuelinas después de su turno) una faena, tan sevillana como superclásica, que fue exaltación y resumen de cuanto el toreo atesora como representación plástica de belleza, enjundia y gracia”

A propósito de esa campaña de reaparición, escribía Joaquín Vidal que la vuelta de Antoñete y la de Manolo Vázquez más que dejar satisfechas las aspiraciones de los aficionados viejos, representó una verdadera revolución que llevó a la juventud a las plazas y le dejó claro que el toreo era más que la producción en serie de las figuras de aquel momento. Le comentó El Brujo de San Bernardo al cronista de El País a ese propósito:

Mi personalidad en el ruedo consiste en mi forma de concebir el toreo, que, buena o mala, es distinta a la de mis compañeros. Reaparecí porque pensaba que aún podía aportar algo importante a la fiesta… Luego, todo se desarrolló bien. Aquel día fue cuando, ¡al cabo de tantos años!, Sevilla vio a Manolo Vázquez quiero decir que reconoció mi categoría. La tarde del Corpus supuso el refrendo, y la de la feria de San Miguel, la confirmación definitiva…

Esa fue la cimentación de las últimas temporadas de Manolo Vázquez, quien terminaría su andadura vestido de luces el 12 de octubre de 1983.

La víspera de la despedida

La víspera de la tarde final, Manolo Vázquez fue entrevistado por Rafael Moreno para el ABC de Sevilla y le externó varias cuestiones interesantes:

Estoy muy ilusionado, ¿sabes?, muy ilusionado... me siento muy a gusto toreando, que mi vida es esto... pienso que todavía podría hacer cosas importantes, pero hay una razón por encima de todas las demás y es que ha llegado la hora y no tiene vuelta de hoja... Las fuerzas no me faltan; no me sobran tampoco, pero tengo las precisas para ponerme delante del toro... Cuando tomé la alternativa... mi ilusión era alcanzar una meta. Ahora esa ilusión de entonces se ha transformado en la alegría de haber alcanzado muchas cosas...

Después reflexionó sobre su hacer ante los toros, que como escribió Joaquín Vidal, causó una revolución en los tendidos de las plazas:

Las formas han sido siempre las mismas. Únicamente en mi primera etapa esas formas eran las juveniles, y ahora creo que les he imprimido más pureza, más sentimiento. Ahora creo que toreo con más cadencia, con más reposo. Quizá eso es lo que ha sorprendido al público. Ahora puede que toree con más profundidad...

Así se veía un torero que dejaba los ruedos alrededor de tres décadas después de haber recibido la alternativa y que intentaba encajar el efecto que producía lo que le hacía a los toros a una afición y con un público que quizás no había nacido en ese entonces. Así llegaba a la que sería su última tarde.

La corrida del 12 de octubre

Para el miércoles 12 de octubre de 1983 se anunció un mano a mano entre Manolo Vázquez, quien llevó un terno turquesa y oro y Antonio Chenel Antoñete quien salió vestido de lila y oro, para enfrentar toros de Juan Pedro Domecq (1o y 6o); Núñez Moreno de Guerra (2o); González - Sánchez Dalp (3o); y, Manolo González (4o y 5o). El sobresaliente fue Manuel Rodríguez El Estudiante.

De la actuación de Manolo Vázquez en esa señalada tarde, escribió Joaquín Caro Romero para el ABC hispalense:

La corrida de ayer en Sevilla, en la tarde histórica de la despedida de Manolo Vázquez, superó con creces todos los pronósticos acerca de su resultado... Decir adiós a una gloriosa profesión saliendo a hombros por la Puerta del Príncipe es un caso sin precedentes... El público, que abarrotaba la plaza, dedicó al gran maestro una enorme ovación antes que soltaran a su primer toro... Con su segundo, Manolo hizo una faena de ensueño sobre ambas manos... La música, como en el toro que abrió plaza, volvió a acompañar la inauguración y el levantamiento de la estatua de la maravilla. Dos series con la derecha y una con la izquierda pusieron el coso a revientacalderas. Luego, media docena de pases con la diestra, con las plantas como atornilladas en el albero, ligando y mandando en trance de inspiración, en las fronteras de las irrealidades sublimes, que el toreo, como la vida es sueño. Y es éxtasis...

Caro Romero se lamentaba de la brevedad del espacio y del tiempo para describir lo vivido en la Maestranza esa tarde y de prisa, pero con emoción, expuso su punto de vista de lo allí sucedido. Por su parte, Joaquín Vidal, enviado especial del diario madrileño El País, relata:

Por la puerta del Príncipe salía a hombros Manolo Vázquez, después de haber protagonizado una tarde memorable. Su despedida ha sido una continua apoteosis. Cuando su propio hijo le cortaba la coleta, rodeado de la cuadrilla y fotógrafos, lloraba el torero y yo creo que llorábamos todos en la plaza. La emoción era incontenible. Las restantes cuadrillas, con Antoñete al frente, se rompían las manos de aplaudir. Éramos conscientes de que habíamos vivido un acontecimiento histórico y nadie quería abandonar los tendidos. ¿Qué había ocurrido allí? A las cinco en punto de la tarde, hora torera y hora de romance, había comenzado el gran acontecimiento... Pero la apoteosis se produjo en el tercero, un cinqueño terciado, manso, que acabó nobilísimo. O nobilísimo lo convirtió Manolo Vázquez en los ayudados por alto ganando terreno y curvando a la cadera la trayectoria del viaje; los remates por bajo en ligazón; las series de redondos y naturales. Del toreo puro hacía esencia, y aquello ya no era torear, sino oficiar de pontifical el rito de la tauromaquia. De frente o cargando la suerte, ligando pases de pecho de espeluznante exposición, pero también de mágico dibujo. Lo tendidos se cuajaban de pañuelos la gente daba brincos y la Maestranza era un clamor: “¡torero, torero!”. Manolo Vázquez caminaba en majestad; ebrio de torería reemprendía el toreo de filigrana. Y, además, pases de pecho en vaivén, ligados, del corte de esos que han dado fama al torero de la vertical impavidez; hasta esos dio, a manera de lección, y como con desdén. Un alarde de poderío, que abandonó, porque el toreo auténtico, y el difícil, es el otro, el que había desgranado y siguió desgranando después, en medio del delirio. La grandeza de la faena de Manolo Vázquez convirtió la Maestranza en un manicomio...

A Manolo Vázquez le dieron una vuelta al ruedo a hombros los miembros de su cuadrilla y fueron relevados – relata Vidal – por la afición sevillana para cruzar la Puerta del Príncipe con él en andas y en olor de multitud se lo llevaron por el Arenal.

Al día siguiente

El citado Rafael Moreno, del ABC de Sevilla acudió a recabar las impresiones de Manolo Vázquez al día siguiente de su triunfal corrida de despedida. En cuanto comenzaron el diálogo, comenzaron las sorpresas:

Sí, es verdad... me han ofrecido, ¡fíjate!, cinco corridas de toros en la feria de Sevilla del año que viene y veinte corridas más a lo largo de la temporada... De dinero me han dicho que lo que ha ganado este año Paco Ojeda se iba a quedar en pañales... Hay cosas que no son cuestión de dinero. Yo volví a los toros cuando creí que debía hacerlo y me he ido cuando he creído que había llegado el momento de irme. Creo que he hecho lo que tenía que hacer...

La honradez del torero, ante todo. Por esas fechas era Ojeda el que más cobraba y al menos, de palabra, la oferta para que reapareciera Manolo Vázquez el siguiente abril, era con unos honorarios más sustanciosos. Y, sin embargo, se resistió a poner donde dije digo, digo Diego

Concluyo reproduciendo estas reflexiones de Joaquín Vidal acerca de lo que aportó Manolo Vázquez al toreo y que, a veces perdemos de vista, analizando únicamente hechos aislados:

Dijeron de Manolo Vázquez en su primera época que había puesto el toreo de frente. Lo decían por su característica forma de citar al natural, el pecho por delante, juntitas las zapatillas, la pañosa cogida por el centro del estaquillador y adelante también; “¡Vente, torito, vente!”, solía gritar con su voz aguda. Pero lo decían también porque acabó con la moda de torear de espaldas que unos cuantos pretendían perpetuar, a raíz de la invención de una desafortunada suerte que llamaban espaldina… Ahora ha puesto el toreo en su sitio. La gran aportación de Manolo Vázquez en su retorno a los ruedos – y la de Antoñete, en parecida dimensión – ha consistido en exhibir el toreo tal cual es; tal cual había sido siempre hasta que llegaron las figuras de las exclusivas. Estas figuras, cuya hegemonía ha durado dos décadas, impusieron la regularidad de su oficio, el cual excluía arte y se limitaba a reiterar pases de muleta, muchos pases, siempre los mismos pases, adocenados, monótonos, cortos, citando de perfil y ahogando las embestidas…

domingo, 2 de enero de 2011

3 de enero de 1954: Manolo Vázquez corta el rabo a un toro de Xajay en El Toreo de Cuatro Caminos

Monumento a Manolo Vázquez
Paseo Colón, Sevilla
Obra de Luis Álvarez Duarte
Ya expresaba en algún otro espacio de esta misma Aldea que Manolo Vázquez tuvo sus mejores momentos en México en El Toreo de Cuatro Caminos, plaza en la que se presentó ante la afición mexicana en la temporada 1953 – 54 y en la que fue uno de los ejes de la temporada allí ofrecida pues actuó en 5 tardes de las 14 que se dieron en ella.

Para la quinta corrida de esa temporada de Cuatro Caminos se anunciaron toros de Rancho Seco, y a los diestros Héctor Saucedo, Manolo Vázquez y Jumillano. La corrida al final fue remendada con tres toros de Coaxamalucan y ni los de la ganadería titular, ni los de la suplente dieron el juego esperado. El torero del barrio de San Bernardo, que esperaba refrendar la buena impresión dejada el 20 de diciembre anterior ante Cartero de Tequisquiapan, se vio precisado a recurrir al regalo de un toro. Estaba como sobrero uno de la ganadería de Xajay, del que no se anunció su nombre – en esos días no se acostumbraba hacerlo en la mayoría de las plazas – y la remembranza que hace Don José – presumiblemente José Octavio Cano – en el ejemplar de la Revista Taurina correspondiente al 6 de febrero de 1966 es la siguiente:


...Se anunciaron toros de Coaxamalucan y Rancho Seco, pero ni con “Estudiante”, el segundo toro de la primera ganadería, ni con “Tejedor”, de la segunda, había logrado el sevillano el éxito de la tarde de su presentación.

Fue con uno de Xajay, la ganadería queretana que entonces pertenecía a los señores Edmundo y Jorge Guerrero, que Manolo lució plenamente, aún más que en su primera tarde ante nuestro público. Si en aquella ocasión causó magnífica impresión por sus características, esta vez triunfó rotundamente, manifestando su torerismo, la alegría de su estilo, el arte luminoso que atesoraba y sus peculiaridades diferentes.

Casi todos los toreros podían verse y siguen viéndose hasta la fecha, a través de un mismo corte y bajo la influencia de una misma norma, confundiéndose en sus procedimientos y en la realización muy semejante de las pocas suertes que le han quedado al arte del toreo.

De ahí que Manolo Vázquez, con la gracia propia de los toreros sevillanos, con el celo propio de un lidiador joven e impetuoso, que salía en pos del triunfo siempre en todas las ocasiones y buscándolo en todos los toros y en cada tarde, hizo que el público se le entregara con todo su alboroto, por el sabor, el aroma y el colorido de su toreo, capaz de arrebatar a los públicos, que lo veían distinto y se dejaban embriagar con el son alegre de sus faenas, con la emoción de su verdad y con la diferente forma y variantes que presentaba.

Armó la escandalera al torear de capa al de Xajay, con cinco lances formidables. Y continuó alborotando a toda la plaza al quitar, combinando las verónicas y las chicuelinas, hasta rematar la serie con una ondulante rebolera.

Y más tarde, desarrolló un faenón indescriptible, ejecutando primeramente los pases por alto, estatuarios y engarzando enseguida los derechazos rítmicos, templados y de ligazón ejemplar. Como acostumbraba, citó de frente, a la manera más clásica, con la muleta pendiente de la mano zurda, desde largo, para correr la mano con suavidad maravillosa en varias tandas de naturales, que se sucedieron entre el escándalo del gentío, que los coreaba ensordecedoramente. Añadió adornos variados, el molinete, el afarolado, los medios pases, el remate por bajo, los cambios de mano, en medio de aquél manicomio en que saltaban millares de espectadores desquiciados, mientras el ruedo se alfombraba de sombreros.

¡Daba gloria ver torear así a Manolo Vázquez! Engarzaba los pases para luego rematarlos con gracia luminosa y desbordante y salir andando, paso a paso, acariciado por las aclamaciones y las dianas. Y para coronar su labor, entró decidido, recto, entregándose y metiendo un estoconazo, que hizo rodar al pupilo de los hermanos Guerrero a los pocos momentos, sin puntilla y con las patas por alto.

Entonces se cubrió de pañuelos toda la torera plaza cuatro caminera y se otorgaron las dos orejas y el rabo, pedido con creciente insistencia. Y vinieron las vueltas al ruedo, una, dos, cuatro, hasta cinco, así como otras tantas salidas a los medios, sin que aquella ovación ensordecedora ni aquella apoteósica escena, pareciera tener fin.
Del resto del festejo, cabe relatar que el saltillense Héctor Saucedo no tuvo posibilidad de lucimiento ante toros deslucidos y Jumillano salió con dos puntazos, uno en el pecho, otro en la cadera  y varias contusiones – según lo reportado por la Agencia Efe y con una cornada en el pecho, según Heriberto Lanfranchi – que le dejó Sultán, de Rancho Seco, sexto de la tarde.

¿Pero cuál es el recuerdo del torero acerca de esta faena? Transcribo lo que le contó a mi amigo Heriberto Murrieta en una entrevista realizada para su sección Jueves Taurino del noticiero 24 Horas del Canal 2 de la televisión mexicana, el año de 1985:

...Guardo como uno de los gratos recuerdos de mi vida profesional como torero el haber sido aquí en México, donde he toreado uno de los toros que yo recuerdo con muchísimo cariño, un toro de la ganadería de Xajay, en El Toreo de Cuatro Caminos, que tuve la suerte de acomodarme con él, de ponernos de acuerdo los dos y al final le corté el rabo. Para mí aquello fue muy importante, fue muy bonito y desde entonces, no he dejado de tener a México presente...
De esta manera Manolo Vázquez había entrado en el gusto de la afición mexicana, aún antes de confirmar la alternativa, pues su presentación en la Plaza México no tendría lugar sino hasta casi dos años después, ya que sería hasta el 11 de diciembre de 1955, en la inauguración de la temporada 1955 – 56 cuando Juan Silveti, en presencia de Jaime Bolaños le cedería al toro Bandolero de Tequisquiapan. Actuaría 3 corridas en esa temporada y no le volveríamos a ver en La México sino hasta el 12 de octubre 1985, cuando junto con Antoñete vino a torear un festival a beneficio de los damnificados por los sismos que casi destruyó la Ciudad de México el 19 de septiembre anterior, junto con Alfredo Leal, Joselito Huerta, Jaime Rangel y Eloy Cavazos.

Como podemos ver, la historia de El Toreo de Cuatro Caminos tiene muchos y grandes episodios que merecen ser contados. Este es uno de ellos, cuyo recuerdo me han despertado la propia efeméride y una hermosa viñeta de Enrique Martín, que pueden ver aquí.

Apostilla final

Esa temporada de El Toreo coincidirá con la 53 – 54 de la Plaza México y el mismo domingo 3 de enero de este último año, se ofreció en la plaza más grande del mundo, una corrida a beneficio de la Asociación de la Protección de la Infancia, en la que actuaron Rafael Rodríguez, Jesús Córdoba, El Ranchero Aguilar, Calerito, Pedrés y Antoñete para lidiar toros de Pastejé. Esa tarde Pedrés cortó la oreja de Gitanito, 5º de la tarde; Antoñete la de Giraldillo, el que cerró plaza y Jesús Córdoba escribió una de las páginas más importantes de su historia en los ruedos ante el segundo de la tarde, Estanquero, del que también se llevó la oreja. Lo que también es relevante aquí es que la Plaza México estuvo llena, al igual que El Toreo.

De este asunto del Maestro Córdoba con Estanquero, ofrezco ocuparme en otro tiempo y en otro lugar de esta misma Aldea.

Post - scriptum: El subrayado en la remembranza de Don José, es imputable solamente a este amanuense.

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