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domingo, 14 de mayo de 2023

14 de mayo de 1934: Cuatro mexicanos en Barcelona

Rafael Cueli, aficionado y Bibliófilo de pro, no hace mucho tiempo, publicó una interesantísima lectura acerca de la corrida de toros que marcó, en los hechos, el inicio del coloquialmente llamado Boicot del miedo – expresión atribuida a Juan Belmonte, y de la que no he podido localizar la fuente exacta – y que se celebró el 11 de junio de 1936, en la plaza de toros de Murcia. Allí alternaron el maestro Armillita, Luis Castro El Soldado y Carnicerito de México, ante toros de Villamarta. La combinación se produjo por efectos del azar y representó, repito, el cierre de las actuaciones de nuestros toreros en aquellos ruedos por casi una década.

Cuando Rafael estaba en la etapa de recolección de información para la confección de su opúsculo, preguntó acerca de otras fechas en las que en ruedos españoles se hubieran realizado festejos con espadas mexicanos únicamente. Le apunté que el 23 de agosto de 1931, en la Ciudad Condal, el valentísimo Luis Freg se despidió de aquellos públicos alternando con Juan Espinosa Armillita, Pepe Ortiz y Alberto Balderas – me he ocupado de ese festejo en esta ubicación – pero en esos días las relaciones entre toreros españoles y mexicanos no estaban agrias, y tanto El Rey del Acero como El Orfebre Tapatío gozaban del cariño y el respeto de la afición barcelonesa.

Buscando la manera de retomar el paso en estas páginas virtuales después de la Feria de San Marcos, me encontré con esta efeméride, la que por supuesto, adelanté a Rafael Cueli y ahora intento contársela a ustedes.

Aguas revueltas

Es una especie de verdad sabida que los conflictos entre las torerías de México y España surgieron en 1936, pero la realidad es que las cosas empezaron a subir de temperatura quizás desde el advenimiento de la Segunda República Española. En el ejemplar del semanario de Barcelona La Fiesta Brava, fechado el 27 de abril de 1934, se publica una carta abierta de la Asociación de Matadores de Toros y Novillos de Madrid, que dice:

Nuestro distinguido amigo y compañero: En la asamblea que celebró esta sección Autónoma se acordó nombrar una Ponencia, integrada por los compañeros Fortuna, Fuentes Bejarano, Barajas, Rayito, Posada y Lagartito, para que redacten el proyecto que debe ser sometido al estudio del Jurado Mixto taurino y del señor ministro de Trabajo reglamentando la entrada, estancia y actuación en España de los toreros extranjeros… Asimismo, se acordó abrir una información por término de ocho días para que los matadores de toros que lo deseen hagan por escrito sus proposiciones relativas a dicho tema, y seleccionadas las que merezcan ser discutidas, se convocará nueva asamblea de sección, a la que asistirán representantes de la Sección Autónoma de Matadores de Novillos y de la unión de Picadores y Banderilleros, cuya solidaridad también se ha acordado recabar… Interesa hacer constar que nuestro proyecto no implica animosidad contra los artistas extranjeros, sino que nos limitamos a proponer la adopción de medidas que en otros países ya están en vigor, y cuyas consecuencias vienen tocando desde hace varios años los toreros españoles… Le saludan atentamente sus afectísimos, seguros servidores. La Junta de Gobierno.

Como se puede leer, desde un par de años antes del rompimiento, ya se planteaban las situaciones que al final de cuentas se hicieron efectivas el 15 de mayo de 1936 en Madrid. Matadores de toros hispanos, movidos por intereses que, hasta donde he podido investigar, no eran precisamente taurinos, pretendían limitar la actuación de nuestros toreros, aunque directamente, no invocaran su nacionalidad.

Una semana después, en el mismo semanario, apareció una respuesta a esa comunicación pública, suscrita por Fermín Espinosa Armillita, Jesús Solórzano, Pepe Ortiz y José González Carnicerito de México, del tenor siguiente:

Los abajo firmados, matadores de toros mejicanos, le agradeceríamos la publicación de esta carta, en la que recogemos una noticia dada a la Prensa en la que se decía que la Sociedad de Toreros Mejicana había elevado un escrito a las autoridades pidiendo no dejaran torear a ningún torero español en Méjico… Nosotros protestamos de tan absurda decisión, estando decididos, y si las autoridades los hubiera sorprendido, a recabar de las mismas la libre contratación como ha existido hasta ahora, aprovechando este momento para salir al paso de los comentarios que aquí se hacen de que en Méjico no dejaron torear a los españoles, o nada más que un número reducido, salimos al paso de tal falsa calumnia, y sólo para justificar que lo que en ésta decimos es cierto apelamos al testimonio de la Empresa que fue en Méjico el año pasado española, y con su residencia en Madrid, para que deje aclarado y en ridículo las versiones vertidas con mala fe, y pudiendo ésta perjudicar los intereses de los toreros, que no se ocupan de nada más que de torear y no de intrigas tanto mejicanos como españoles… Fermín Espinosa (Armillita), Jesús Solórzano, Alberto Balderas, José Ortiz, José González (Carnicerito de Méjico).

Nuestros toreros dejaron bien señalado que, si en alguna forma se llegó a limitar la actuación, al menos en el caso de la capital, de diestros hispanos, fue por la propia empresa española que llevaba la plaza, encabezada nada menos que por Domingo González Dominguín.

La corrida del 14 de mayo del 34 en Barcelona

Sin importarle esos amagos de revolver las aguas, don Pedro Balañá hizo honor a su hospitalidad hacia los toreros mexicanos y para ese lunes 14 de mayo, anunció una corrida de ocho toros, seis de Ramón Mora Figueroa y dos de Mariano Bautista (4º y 7º) para Pepe Ortiz, Alberto Balderas, Jesús Solórzano y Carnicerito de México. La corrida se dio en lunes, debido a que el domingo, en el estadio de Montjuic, se dio una función de boxeo en la que combatieron el alemán Max Schmeling y el vasco Paulino Uzcudun, y calculó la empresa que no habría público para ambos eventos en la misma fecha.

Fernando Sayos Trincherilla, director y cronista de La Fiesta Brava, prologa su crónica del festejo así:

PLEITO FALLADO. Los firmantes de esa desdichada proposición que ha rodado estos días por la prensa, en la que se pedían limitaciones para las actividades artísticas de los toreros mejicanos, han quedado en el más espantoso de los ridículos… Esta corrida ha venido a fallar un pleito que no tenía razón de ser: cartel mejicano “cien por cien”, y, para mayor sarcasmo, organizado para día laborable … ¡Tomen del frasco los protestantes! … Lástima que lo que pudo haber constituido un éxito de taquilla haya resultado un accidente desgraciado para la economía de los organizadores… Fallaron los cálculos de la empresa. Vio ésta en que el match de boxeo celebrado el domingo en el Estadium atraería sobre Barcelona gran número de forasteros y que éstos se quedarían aquí para presenciar la corrida. Y se equivocó. No vino nadie, y si alguien vino se volvió a sus lares por el medio más rápido de locomoción… Resultado fue que la corrida se dio exclusivamente para los de casa y que éstos no juzgaron imperioso dejar sus ocupaciones para ir a la Monumental… Un error de cálculo que debió costar un buen puñado de duros…

Así entonces, nos enteramos de que don Pedro Balañá erró el cálculo y la entrada fue poco menos que deprimente. Pero el festejo se dio y ha quedado para la historia del toreo.

El resultado de la corrida

La actuación más conseguida de la tarde fue, de acuerdo con las crónicas de agencia aparecidas en los diarios madrileños La Libertad y El Liberal, la de Jesús Solórzano, sin corte de apéndices, por el mal manejo de la espada. Del primer diario mencionado copio:

Tercero. – Solórzano da unos lances vistosos, aunque movidos. Se le aplaude en el primer quite. Balderas, en su turno, torea por gaoneras y es aplaudido. Vuelve a torear, haciendo el quite de la mariposa y suena la música. Solórzano coge los palos y clava dos pares de poder a poder, que se aplauden. El toro llega al último tercio muy suave. Solórzano comienza la faena de muleta con una tanda de pases estatuarios por alto. Sigue toreando por bajo, cerca y valiente. Pincha cinco veces y al fin logra media estocada. Siete intentos de descabello para que doble el toro. (Palmas y algunos pitos.) Solórzano da la vuelta al ruedo entre protestas. Se aplaude al toro en el arrastre.

Carnicerito de México cortó la única oreja de la tarde, al octavo, de Mora Figueroa. Trincherilla, de su actuación en conjunto, escribió:

Se creció el hombre, prodigó sus arrestos, mantuvo al público pendiente de sus cosas en todo momento y en definitiva fue quien sobresalió del cuarteto... Banderilleó sus dos toros haciendo alardes de valor y de facultades, entrando por dentro en terrenos inverosímiles; hizo dos grandes quites de gran exposición a un piquero y con la muleta se mostró temerario en la faena del que cerró plaza, dando varios pases, sentado en el estribo emocionantísimos… Su primero le achuchó varias veces, no sufriendo un desavío por puro milagro… Decidido con la espada. Se le ovacionó en su primero, cortó la oreja del último y se lo llevaron en hombros los entusiastas…

Por su parte, El Torero de México, tuvo una actuación de esas que no vale la pena recordar. Al igual que la víspera en Madrid, se le vio falto de sitio y con cierta desgana. 

La tarde de Pepe Ortiz

Dejo aparte la actuación de Pepe Ortiz porque el espacio de la crónica de Trincherilla está dedicado casi todo a él. No tanto a su actuación, sino a la expresión de su deseo de ver las maravillas de las que era capaz El Orfebre Tapatío. Entre otras cosas, escribió:

Alejado la última temporada de la plaza de “El Toreo”, una sola actuación le bastó para que el entusiasmo de aquellos aficionados se desbordara y otorgase a Pepe Ortiz la oreja de oro que se disputaba en esa corrida… Dominguín, gran catador de toreros, testigo presencial de esa grandiosa faena de Ortiz, quedó asombrado ante el maravilloso estilo de este artista y no vaciló un momento en traerlo a España, seguro de que la tarde que el tapatío dé aquí con un toro de su estilo, habrá de consagrarse ante este público como una figura extraordinaria, a la que habrán de rendirse los máximos honores… Pepe Ortiz no ha tenido suerte cuantas veces ha venido a España. Como si sobre él pesara una maldición, apenas pudo lucir destellos de su arte… Y fue una lástima, porque Pepe, salió animoso y tuvo momentos de indudable valor… No tuvo suerte con la espada, pues hubo de pinchar varias veces y en su primero se hizo pesado al descabellar… En el quinto toro, el único que se dejó torear mientras Ortiz estuvo en el ruedo, hizo Pepe un quite con “orticinas” que fue lo más torero que se hizo esta tarde con el capote. Un quite primoroso que fue premiado con una ovación fragorosa… El público lamentó la poca fortuna de Ortiz con el lote que le correspondió y que le imposibilitó de mostrarse el torero fastuoso que ansiaba ver…

Como se puede ver, Fernando Sayos era un incondicional partidario de Pepe Ortiz, apenas habiéndole visto destellos de lo que era capaz de hacer delante de los toros. En el recuento de la historia, diré que es una pena grande que la afición y los públicos de Europa no le hayan podido conocer en plenitud, más de una sorpresa se habrían llevado.

Terminando

Hay cuestiones que no se germinan de un día para otro, ya lo podemos ver. Pero también hay historias que merecen ser contadas, aunque en apariencia no tengan un corolario triunfal. Pero ese lunes laborable de hace 89 años, se produjo un acontecimiento taurino que necesariamente debe constar en los libros de la historia del toreo.

Aviso parroquial primero: Los resaltados en los textos transcritos son imputables exclusivamente a este amanuense, pues no obran así en sus respectivos originales.

Aviso parroquial segundo: La lectura taurina de la autoría de Rafael Cueli a la que me refiero al inicio es Tres mexicanos acartelados en Murcia. Boicot del miedo de 1936. Número 74 de la Colección de Lecturas Taurinas de Bibliófilos Taurinos de México A.C. Entiendo que todavía hay ejemplares disponibles y se puede preguntar sobre la forma de adquirirlos a través de las redes sociales de BTM.

domingo, 7 de febrero de 2021

5 de febrero de 1947: La celebración del primer aniversario de la Plaza México

Gregorio García a hombros
El Ruedo, Madrid, 27/02/47
La corrida del 5 de febrero en la Plaza México, planteada como el eje de la temporada taurina de la capital mexicana es un asunto bastante reciente. Antes de 1995 y sin contar la tarde de la inauguración, apenas se habían dado diez corridas en esa fecha en ese casi medio siglo de existencia del gran coso taurino.

Resultaba evidente que, de no coincidir la fecha con un domingo, no habría toros en el día del aniversario, independientemente de que durante muchos años era día inhábil a nivel nacional. De los festejos celebrados en ese lapso, cinco fueron en domingo (50, 56, 61, 67 y 84), dos en miércoles (47 y 92) y uno en lunes (79), martes (91) y viernes (93). Me queda claro que celebrar el cumpleaños de la México no tenía carta de naturalidad.

Es a partir de la gestión del escenario que hace el inefable Rafael Herrerías, cuando en torno al cincuentenario del mismo, que la corrida del 5 de febrero se organiza con regularidad anual. Hace apenas veintiséis años pues, que se puede considerar a este festejo como un acontecimiento fijo en la Temporada Grande del coso de Insurgentes y en la temporada taurina de México. Tan es así, que en los setenta y cinco años que ha cumplido la plaza, solo se han dado treinta y siete corridas en la fecha, las veintisiete que corren a partir de 1995, esas sí, de forma consecutiva.

El primer aniversario

Para el 5 de febrero de 1947, don Antonio Algara, gerente de la empresa encargada de los destinos de la México ofreció un cartel que en el papel se veía interesante, pues propuso un encierro de ocho toros de La Laguna para Joaquín Rodríguez Cagancho, Jesús Solórzano, Emiliano de la Casa Morenito de Talavera y Gregorio García. En la combinación se reunían dos parejas de toreros de significativas afinidades, los artistas y los estetas del segundo tercio.

Para Cagancho y El Rey del Temple era su presentación en la temporada y además este último, era nuevo en esta plaza. Morenito de Talavera reaparecía después de la tarde de su confirmación el 17 de noviembre de 1946, en la que cortó una oreja al 5º de la tarde que mató por Fermín Rivera quien fue herido por el 3º. Completó el cartel Luis Castro El Soldado. Ese día se lidiaron toros de Coaxamalucan.

Por su parte, Gregorio García volvía después del triunfo que tuvo el 1º de diciembre de 1946, cuando alternó con Lorenzo Garza y Manolo Escudero con toros de La Laguna. Con el 3º de la tarde, Pimiento, realizó una gran faena que no remató con la espada, dio dos vueltas y salió a hombros.

No está de más hacer notar que el festejo se dio entre un turbulento ambiente generado por las idas y venidas de los representantes sindicales de los toreros de España y México. El intercambio restablecido apenas un par de años antes, pendía de un hilo.

La corrida y su resultado

La entrada a los tendidos fue paupérrima, al final, en esos días, era una más de las corridas de la temporada, que si bien, en el papel tenía su interés, no llevaba a ninguna de las figuras del momento. El triunfador de la tarde fue el potosino Gregorio García, quien venía embalado y se impuso a toros y alternantes. La relación que aparece en el ejemplar del semanario El Ruedo, publicado en Madrid el 13 de febrero de 1947, entre otras cosas se asegura lo siguiente:

Para celebrar el primer aniversario de la Plaza Monumental de Méjico se corrieron en dicho coso taurino ocho toros de La Laguna. Con excepción de la última, las reses fueron sosotas. Carancho fue aplaudido en su primero por su labor con el capote. Hizo a este toro faena breve, y le mató de media tendida, fué ovacionado y salió al tercio. En el quinto hizo faena pinturera y mató de media buena. Oyó aplausos. Jesús Solórzano no hizo nada notable en el segundo. Brindó la faena del sexto a Domecq, y cuajó una faena valiente y adornada, que remató con un pinchazo y una entera desprendida. Fué ovacionado y saludó desde el tercio. A Morenito de Talavera se le ovacionó por cuatro verónicas y media y per un quite por chicuelinas en el tercero. Cogió las banderillas, a petición del público, y puso dos pares al cuarteo y uno al sesgo, magníficos. Se lució con la muleta y mató de un estoconazo. Fué ovacionado con entusiasmo.  En el séptimo cogió banderillas y se las ofreció a Gregorio García. Los dos se lucieron en cuatro colosales pares y tuvieron que salir al terció a saludar, Morenito hizo brillantísima faena por naturales, molinetes y derechazos. Perdió la oreja porque, después de entrar a matar dos veces, acertó d descabello al tercer intento. Fué ovacionado con entusiasmo. Gregorio García se lució con la capa y con las banderillas en el cuarto. Hizo faena variada y brillante, pero sin ligazón, y mató de una atravesada y varios intentos. En el octavo estuvo colosal con la capa. Ofreció banderillas a Morenito, y los dos se lucieron en este tercio. Gregorio García aprovechó las buenas condiciones del toro y cuajó faena por naturales, en redondo y adornos, para una buena estocada. Cortó la oreja y fué sacado en hombros…

No relaciona la actuación de Jesús Solórzano, sin embargo, en la edición de El Siglo de Torreón del día siguiente al del festejo, se comenta que fue aplaudido por su toreo de capa únicamente.

Así pues, para la estadística, es Gregorio García el que corta el primer trofeo en una corrida de aniversario, al toro Hilandero de La Laguna, y es también el primero en salir en hombros de la plaza en un festejo de esa naturaleza.

Al día siguiente…

Tras de la corrida se anunció la ruptura de relaciones entre las torerías de España y México. Los diestros hispanos no volverían a actuar en ese ruedo sino hasta el 25 de febrero de 1951, cuando se celebraron corridas de la concordia en México, Madrid y Barcelona.

Las cosas estaban agrias desde un año antes cuando se acusó a Manolete de no querer torear la corrida de la Rosa Guadalupana no obstante haber sido anunciado y no contribuyó a la mejora de las cosas que un grupo de diestros hispanos que no hicieron campaña en estas tierras encabezados por Antonio Bienvenida, Luis Miguel Dominguín y Juan Belmonte Campoy, quienes invocando falta de reciprocidad, dieran por terminado el convenio

Aunque el propio Manolete y otro grupo de toreros hispanos intentaron reparar las cosas, al final, en junio de ese 1947, los toreros mexicanos que estaban en España – entre otros los matadores Fermín Rivera, Antonio Velázquez, Carlos Arruza, Ricardo Torres, Cañitas, Manuel Gutiérrez Espartero y Antonio Toscano y los novilleros Pepe Luis Vázquez y José Antonio Chatito Mora – tuvieron que regresar, pues ya no se les permitió seguir actuando allá.

La consecuencia de ello fue que para Morenito de Talavera, este festejo fue el último que toreó en la Plaza México; Cagancho volvería una última vez el 24 de enero de 1954 a despedirse, alternando con Rafael Rodríguez y Pedrés y toros de La Laguna. Jesús Solórzano tendría un par de tardes más, pues regresaría el 16 de noviembre de 1947 con Alejandro Montani que confirmaba y Gregorio García con toros de Carlos Cuevas y terminaría su andar por los ruedos el 10 de abril de 1949 con Luis Procuna y Rafael Rodríguez y toros de Matancillas y La Punta.

Gregorio García, por su parte, pudo capitalizar el par de triunfos de esa temporada del inicio de 1947. En el ciclo 1947 – 48 torearía 5 tardes; en la 48 – 49, una y terminaría su paso por la gran plaza el 20 de marzo de 1952. Siguió en los ruedos hasta el año de 1965.

En resumen

La paupérrima entrada
El Ruedo, Madrid, 27/02/47

Si algo tuviera que agradecerle la fiesta de los toros a Rafael Herrerías sería la institucionalización de la fecha del 5 de febrero como eje de la temporada capitalina. El problema, desde mi punto de vista, es la manera en la que planteó la situación, porque para realizar una gran celebración, sacrificó el contenido y esencia de lo que es la temporada en sí.

Una plaza de temporada no puede depender de una sola fecha de su calendario, la que en todo caso debería ser el punto de llegada de lo más destacado de un ciclo equilibrado, constante y atractivo para el aficionado. La celebración de algo que se convirtió en lo que los millenials llaman un happening no puede ser el eje y el cimiento de algo más amplio y tradicional como es una temporada de toros.

Hoy, 75 años después, la plaza está cerrada. No hay condiciones para festejar su aniversario cual debe ser, con una corrida de toros, pero no hay mal que dure cien años… ¿Aguantaremos nosotros?

lunes, 21 de diciembre de 2020

En el centenario de Carlos Arruza (y XVII) / II

Carlos Arruza. Torero a caballo

El anuncio de su segunda tarde en Lisboa
Fuente: Diario de Lisboa

El retorno a la patria

A partir de 1958 la actividad de Arruza como torero a caballo se verificará exclusivamente en ruedos de México. El 7 de septiembre de 1958 se levantó triunfador en la corrida de Covadonga de Torreón, acartelado con Manuel Capetillo y Curro Ortega, para lidiar toros de Pastejé. Le cortó las dos orejas al primero de su lote. La crónica de don Guillermo V. Zamudio, para El Siglo de Torreón, entre otras cosas, relata:

A su primero, de nombre “Tortolero” negro zaino, paliabierto, número 77, le clava dos rejones, dos pares de banderillas a una mano, un par de banderillas a dos manos, todo esto con la gracia y la maestría de todo un señor caballista consintiendo a su enemigo, saliendo en falso para alegrar la embestida de la res, galleando con alegría y dejando de manifiesto sus grandes conocimientos y sus inigualables facultades, para después, a pie, ejecutar una faena del más puro sabor taurino en donde su gran calidad de lidiador nos hizo saborear el muletazo por alto, el derechazo en redondo, el natural clásico y el forzado de pecho mandando y templando como en sus grandes tiempos de torero excepcional, Dos orejas, vuelta al ruedo y salida a los medios como corolario magnífico a una estocada hasta la empuñadura...

Pero quizás una de las efemérides más importantes de ese calendario es la del 12 de diciembre, cuando se reinaugura la plaza de El Progreso de Guadalajara, a la que se añadió un segundo tendido en sus graderías. Alternó con Luis Procuna y Rafael Rodríguez en la lidia de toros de Tequisquiapan. festejo al que asistieron como invitados especiales don Rodolfo Gaona, el Maestro Armillita, Silverio Pérez, Jesús Solórzano y Eduardo Solórzano.

La crónica sin firma del festejo aparecida en el diario tapatío El Informador del día siguiente de la corrida, entre otras cosas refiere:

Carlos Arruza resultó a la postre el triunfador de la corrida, ya que fue el único que logró cortar apéndice... En su segundo triunfó más fuerte con los rejones y con las banderillas, sobresaliendo un extraordinario par a dos manos. Clavó tres rejones en magnífica forma, demostrando gran capacidad taurina, pues en todas las ocasiones se dejó llegar al burel a muy corta distancia de su jaca, logrando hacer una reunión perfecta a la hora de ejecutar la suerte... Pie a tierra nos hizo recordar sus mejores tiempos de matador, pues pegó con la muleta extraordinarios pases, en los que corrió la mano en varios derechazos de muy buena factura, y como a la hora de la verdad clavó certera estocada, fue premiado con una oreja y dio la vuelta al ruedo devolviendo prendas de vestir...

Al año siguiente, el 26 de abril, en Aguascalientes, realiza una suerte que en pocas ocasiones es vista, matar desde el caballo con la espada. Fue en la Plaza de Toros San Marcos, donde se acarteló con Humberto Moro y Antonio del Olivar para lidiar toros de Peñuelas. Don Jesús Gómez Medina, desde su tribuna de El Sol del Centro recuerda así el acontecimiento:

Con el cuarto, Carlos se superó toreando a caballo: lo mismo su forma de encelar al bicho, manejando a la jaca con alarde de mando y seguridad, que clavando rejones y banderillas con una y con las dos manos, el Ciclón hízose aplaudir rotundamente.

Y, para concluir, acometió una hazaña sin precedente hasta la fecha, según nuestro leal saber y entender: la de estoquear desde el caballo. Acero en la diestra, echóse Arruza sobre el morrillo del morlaco y le dejó un estoconazo hasta la bola, en el propio morrillo... Estalló, naturalmente, una ovación de las gordas. Dos orejas, el rabo del burel y una vuelta al ruedo en triunfo: tal fue el premio a la proeza del Ciclón…

El año de 1960 fue sangriento en México. Carlos Vera Cañitas y Curro Ortega quedaron impedidos para continuar con su ministerio en los ruedos en las astas de los toros. Y volvió a aparecer el Arruza solidario para intentar aliviar a sus pares en momentos de tribulación. Primero fue en la Plaza México, el 16 de septiembre de 1960, cuando anunció su presentación como rejoneador en ese escenario junto a Alfonso Ramírez Calesero, Luis Procuna, Rafael Rodríguez, Jorge El Ranchero Aguilar y José Zúñiga Joselillo de Colombia para recaudar fondos a beneficio del valentísimo Cañitas. La corrida se torció por el juego de los toros y por el clima, pero la afición respondió al reclamo del Ciclón y sus compañeros y el cometido de la corrida en lo económico se cumplió.

Poco más de un mes después, en El Toreo de Cuatro Caminos, Carlos Arruza se vio de nuevo en la tesitura de organizar un beneficio para Curro Ortega. El 30 de octubre volvió a actuar junto a Manolo dos Santos, Manuel Capetillo, Juan Silveti, Alfredo Leal, Joselito Huerta y Antonio del Olivar para lidiar 5 toros de Valparaíso y uno de San Mateo para rejones. El resultado de este festejo fue triunfal. Juan Silveti cortó el rabo a Farolero, Joselito Huerta también se lo tumbó a Soldado y he encontrado recientemente información de que Arruza también se lo cortó a Azteca, el toro que lidió en esta corrida.

El festejo pro Curro Ortega se anunció como la despedida de Arruza del público de la capital mexicana, aunque el último festejo que torearía en esta etapa sería el 6 de noviembre de 1960 en Ciudad Juárez, actuando por delante de Luis Procuna, Rafael Rodríguez y el ecuatoriano Fernando Traversari El Pando, cortando la oreja al toro de Peñuelas que le tocó en suerte. Su intención era, dedicarse ahora sí, a ser criador de toros de lidia y a su familia de tiempo completo.

Cinco años después

En esta serie de estampas de la vida torera de Carlos Arruza hemos insistido en que era un hombre inquieto. Y la prueba está en que cinco años después de haber dejado los ruedos en su arista de rejoneador, decidió volver a calzarse los zahones para volver a enfrentarse a los toros en público. Lo hizo por primera vez en Tijuana el 20 de junio de 1965 formando parte de un cartel que completaron Abel Flores El Papelero y Antonio Sánchez Porteño, lidiándose dos toros de Santacilia para rejones y cuatro de Armillita Hermanos para los de a pie.

Esta etapa final de su camino en los ruedos sería breve. Carlos Arruza torearía apenas veintitrés corridas de toros. Las primeras once serían en el año de 1965 y casi todas constreñidas a la frontera norte de México, pues cuatro se verificarían en Tijuana, tres en Ciudad Juárez, una en Piedras Negras y las tres restantes, al final del calendario en Morelia, Irapuato y Querétaro. Lo que también puedo observar del análisis de los anuarios, es que se Arruza ya hacía una mejor selección del ganado que lidiaba y era muy diferenciado del que enfrentaban sus alternantes de a pie, lo que, en buena medida, pretendía en alguna medida, procurarle alguna certidumbre de éxito.

En 1966 torearía su última docena de festejos y volvería por última vez a la Plaza México, donde tuvo los más sonados éxitos de esta etapa de su vida en los redondeles. Comenzó el año en Puebla y llegó a la gran plaza el día 22 de enero, en un cartel interesante, formado por Jorge El Ranchero Aguilar, el hispano Manuel Amador y el queretano Rafael Muñoz Chito, confirmantes estos dos últimos, para enfrentar un encierro de Tequisquiapan

Esa tarde Carlos Arruza realizaría un hecho inédito en la gran plaza, cortaría un rabo a un toro como rejoneador, el primero en la historia de los veinte años de existencia de ese redondel y que tardaría 34 años en ser replicado. La crónica de quien firma como Pepe Luis, de la agencia United Press International, aparecida en el diario El Informador de Guadalajara del día siguiente del festejo, entre otras cosas relata:

Lleno rebosante en la Plaza “México”, para presenciar la séptima corrida de la temporada... El rejoneador mexicano Carlos Arruza estuvo monumental en todo, cortando las orejas y rabo de su enemigo... Los toros de “Tequisquiapan” disparejos en su presentación y en su lidia, predominando los difíciles.

El rejoneador Carlos Arruza consintió a su enemigo, que no quería saber nada de su cabalgadura, hasta hacerlo embestir, clavando rejoncillos de lujo, un par de banderillas con una mano que quedó en lo alto y otro a dos manos que fue un monumento de precisión y maestría, recibiendo una gran ovación. El rejón de muerte no lo usó porque se lo impidió el público.

Echó pie a tierra, aguantó enormemente en varios ayudados por alto, sin moverse, para después instrumentar varios derechazos templados y doblones rodilla en tierra. Terminó con una estocada entera. Ovación, orejas y rabo, dos vueltas al ruedo y saludos desde los medios. Buen toro para los de a pie, pero manso para el caballo...

Dos domingos después, acartelado con Jaime Rangel, Santiago Martín El Viti y Manolo Espinosa Armillita, le corta las dos orejas a Peregrino de Reyes Huerta. Sería la última vez que pisara el ruedo de Insurgentes. Le quedaban por delante solamente las tardes de Mérida, Acapulco, Villa de Álvarez, Aguascalientes, Torreón y la última, en Chihuahua, el 15 de mayo, en la que alternó con el lusitano Armando Soares y Gabino Aguilar en la lidia de toros de Suárez del Real.

Para terminar

Llega a su final el calendario de 2020 y el año del centenario del natalicio de Carlos Arruza concluye. Es así que también doy por terminadas estas estampas sobre el paso por los ruedos y por la vida de quien ha sido una de las grandes figuras del toreo mexicano y mundial. 

Carlos Arruza, tras de este último capítulo podemos ver, es el único torero mexicano que ha actuado a pie y a caballo en corridas de toros en las cuatro principales plazas del mundo – Madrid, México, Sevilla y Barcelona – igualmente es el único que ha cortado rabos en ambos caracteres en la Plaza México y en El Toreo de Cuatro Caminos.

Así pues, puedo asegurar sin temor a equivocarme que todavía queda mucho por escribir y por investigar acerca de la vida y la trayectoria de Carlos Arruza, un torero mexicano sobre el que no se ha dicho todo lo que se merece y se debe.

Espero que lo publicado hasta ahora sobre este tema en estas páginas virtuales, haya resultado de su interés. Hasta una nueva ocasión.

domingo, 20 de diciembre de 2020

En el centenario de Carlos Arruza (y XVII) / I

Carlos Arruza. Torero a caballo

Carlos Arruza
Cortesía: altoromexico.com

Si hemos de aceptar lo que Ignacio Sáez Boil narra en su obra Antología del Toreo a Caballo, la primera vez que Carlos Arruza toreó a caballo fue en Lisboa el año de 1939. Esta historia la recoge a su vez Luis Nieto Manjón en La Historia Insólita del Toreo a Caballo, de la manera siguiente:

La importancia del matador de toros Carlos Arruza en el toreo – fue uno de los máximos competidores de ‘Manolete’ – es trascendental y muy conocida; en contraposición a su breve e insólito paso por el rejoneo. Sáez Boil apunta que en 1939, en Portugal, un aficionado le hizo una apuesta al inquieto y valiente diestro mexicano. La misma consistía en rejonear un astado a caballo. El historiador asevera:

«Entrenando media hora con una montura prestada, lidió un novillo sin embolar... En América, Portugal y España se hizo un sitio en los carteles con su simpatía y pundonor. Su empeño en abrirse nuevas sendas le hizo progresar rápidamente, dominando incluso los pares de banderillas a dos manos...»

Por supuesto que ese hecho aislado no se puede interpretar como el arranque de la carrera del Ciclón Mexicano como rejoneador. No sería más que una mera anécdota, pues en esos días sus ilusiones y sus intereses estaban fijados en ser figura del toreo a pie, lo que, como hemos desarrollado ya en esta serie, consiguió con creces. La etapa del toreo a caballo vendría de forma deliberada, meditada y bastantes años después.

Las angustias del retiro

Cuando tras de la Corrida Guadalupana de 1953 y la de Ciudad Juárez del siguiente domingo a beneficio de su cuadrilla, Carlos Arruza se decide a dejar los ruedos y dedicarse al campo y a su familia, pronto entra en una espiral que había padecido en el tiempo de la primera vez que decidió irse de los ruedos, en 1948, la de no tener una actividad con la cual ocupar una gran parte de su tiempo y sobre todo, mantener contacto con la gente que lo admiraba. En ese año del 48 incluso llegó a incursionar al servicio público, pero su honradez intachable le impidió aceptar determinadas costumbres inveteradas y lo dejó.

Esta ocasión su compadre Jesús Solórzano le propuso aprender a montar a la alta escuela y aprender a jugar polo, un deporte en el que tendría contacto con el público, en el que en principio no estaría de constante gira por todas partes y con el que podría consumir esa angustia de no saber qué se es, como decía Rafael Rodríguez cuando estaba a las puertas de la despedida.

Carmelita Madrazo, en el libro biográfico de El Rey del Temple brevemente narra esta cuestión:

Carlos fue motivado por Ponciano para que aprendiera a montar a caballo, cosa que no sabía hacer ni le interesaba. Pero como el matador Solórzano pretendía que algún día Carlos Arruza jugara polo, de allí la insistencia para que Arruza supiera montar; efectivamente que aprendió, pero jamás lo convenció de que jugara al polo, por considerar Arruza que era un deporte muy peligroso.

Entonces Chucho le aconseja compre la ganadería de Pastejé. Al comprarla el matador Arruza, se traslada a vivir al campo y las visitas de Solórzano a la ganadería eran muy frecuentes.

Dicha hacienda Chucho la conocía perfectamente. Primero, había pertenecido a sus parientes los Pliego, luego a don Eduardo Iturbide y Tono Algara...

Verbalmente, Salvador Solórzano me contó que Arruza intentó jugar polo, pero que en una caída de un caballo se lastimó un hombro y que por ello desistió del intento. Mi impresión es que la consideración del peligro no hubiera hecho a Arruza dejar de jugar polo, más bien, creo que en el aprendizaje de la monta a la alta escuela se encontró con algo que llamó más su atención y fue precisamente el toreo a caballo.

El aprender a montar y la tenencia digamos, ilimitada, de toros en el campo son una combinación que fácilmente pueden mitigar la angustia a la que vengo refiriéndome. Ya había citado lo que Budd Boetticher, en el biopic Arruza decía a partir de un hecho campero de una vaca o novillo desmandado:

La tranquilidad de la vida en el campo era una bendición, pero la rutina diaria de Pastejé se volvió aburrida y el fastidio era una nueva y misteriosa experiencia para Carlos Arruza… Entonces, una tarde sucedió… hay un caballo suelto, un vaquero se descuidó al atarlo… una vaca que va a reunirse con la manada… una vaca embravecida embiste a cualquier cosa en movimiento… el plan de Arruza es muy simple, atraer a la vaca hacia él y llevarla hacia la manada… ahora con el sombrero, está atrayendo a la vaca… Mari Arruza reconoce ese juego por su niñez vivida en Sevilla… se llama rejoneo…

Así es que decide iniciar un nuevo camino por los ruedos con la cuadra de caballos portugueses que en principio había adquirido con la única finalidad de aprender a montar.

La primera etapa

Carlos Arruza inicia su andar como torero a caballo en Nogales, el 16 de septiembre de 1956 con toros de Pastejé, su ganadería y llevando en el cartel a Luis Briones y Luis Solano, comenzando así un camino que tendría un punto y seguido cuatro años después, en Ciudad Juárez. 

Es en este tiempo cuando se decide volver a los ruedos europeos, en los que había dejado de actuar desde 1952, el año de las corridas del millón y contrata para 1957 veintinueve fechas, siendo el segundo del escalafón de rejoneadores detrás de Ángel Peralta. Inicia su trayectoria allá nada menos que en Lisboa, donde actúa los días 14 de abril y 19 de mayo, anunciándose en la publicidad del Diario de Lisboa que torearía a pie y a caballo

Las crónicas de El Terrible Pérez en ese mismo periódico aseguran que clavó buenos fierros, entrando directo por dentro, siempre con alegría y destreza, realizando acertados pasos y recortes y consumando las suertes con facilidad. Es decir, aunque el público lisboeta esperaba ver al torero de a pie, reconoció que Carlos Arruza era también un buen torero a caballo.

La presentación en España sería en Barcelona, el 2 de junio siguiente, para lidiar por delante un toro de Manuel Sánchez Cobaleda junto con José María Martorell, Miguel Báez Litri y Manolo Vázquez, quienes se enfrentarían a un encierro de Baltasar Ibán. La tarde fue un acontecimiento. La crónica de Eduardo Palacio en La Vanguardia de Barcelona, refiere que dentro del gran lleno observó en los tendidos al Ministro de Comercio, al Capitán General de la Región, a toreros retirados como Julio Pérez Vito, Chaves Flores, Manolo Carmona o Esparterito y también expresó lo siguiente:

Tarde calurosa y sol verdaderamente cegador... Estamos a 25 de julio. Santiago, Patrón de España… La tarde de toros a que aludo tuvo efecto el año de 1944. El cartel componíanlo seis reses de Cobaleda para Manuel Jiménez «Chicuelo», el espada local Mario Cabré y trufado entre ambos, un diestro azteca de raigambre española llamado Carlos Arruza que hacía su presentación en Barcelona... Al final de la corrida el espada fue tomado a hombros, paseado así primero por el circo y luego por la avenida de José Antonio y Ramblas hasta el Hotel España donde se hospedaba... Pues bien, desde hace unos meses se aseguraba en los medios taurinos que Arruza volvía a los ruedos como rejoneador y que haría su presentación en la madre Patria, en una de las benéficas corridas de más tronío de las que anualmente tienen por escenario el coso de la capital de España. No lo creí ni me hice eco de ese rumor, por entender que si Arruza era verdad que públicamente pisaba un circo taurino, habría ser necesariamente el de Barcelona el primero. Aquí se hizo, aquí se le clasificó de fenómeno y aquí tiene, a más de infinitos admiradores, un empresario que siempre lo ha querido y mimado como merecía. En efecto, el domingo, con la Monumental abarrotada... presentóse el rejoneador don Carlos Arruza... En el tendido 5 exhibíase un cartelón que decía: «Arruza, tu Peña te saluda». Hizo el paseo y ocurrió lo que tenía que ocurrir... Porque si en la presentación recordada cortó dos orejas, igual número de ellas recibió al volver como caballista a Barcelona... El artista es el mismo y el público idéntico. Igual que hace doce años...

Mejor arranque de campaña española no pudo tener. Cuatro días después, el 6 de junio, se presentó en Las Ventas, en la Corrida de Beneficencia. Allí las cosas no se dieron bien para Arruza, ni para Aparicio, Litri o Manolo Vázquez, pues los toros de Urquijo y Felipe Bartolomé apartados para lo que entonces era la fecha más señalada del calendario taurino de España se encargaron de dar al traste con ella. En la crónica que hace José María del Rey Caballero Selipe para el ABC madrileño, señala que Arruza se baja del caballo a petición de la parroquia, pero que sin alarde, únicamente prepara la suerte y descabella con efectividad.

El siguiente puerto de montaña de Arruza en España es en Sevilla y llega allí el 21 de junio, para actuar en la Corrida de la Prensa. Actúa junto con Antonio Vázquez, Pepe Cáceres y Mariano Martín Carriles. La crónica de Gómez Bajuelo para la edición sevillana del ABC señala que Arruza, de nuevo, únicamente bajó del caballo para descabellar y al terminar su labor fue llamado al tercio a saludar, agregando que bien pudo dar la vuelta al ruedo, sin que nadie se lo hubiera reclamado. 

Al margen de su actividad en los ruedos hispanos, el 27 de mayo le fue entregada en Santander la Gran Cruz de Beneficencia, otorgada por el Gobierno de España en reconocimiento a sus repetidos gestos solidarios con distintas causas nobles en aquellas tierras. La entrega se realizó por el General Díaz de Villegas, Director de Provincias Africanas previo a la novillada en la que actuaron Rafael Pedrosa, Claudio Prieto y Juanito Vázquez ante novillos de Salvador Guardiola.

Completó esa campaña en ruedos de ultramar en las plazas de Palma de Mallorca, Cabra, Badajoz, Zaragoza, Valencia, Jerez de la Frontera, Huelva, Alicante, Málaga, Cádiz, San Sebastián, Santander, Linares, Cehegín y Zamora.

El día de mañana concluiré con estos apuntes.

domingo, 27 de septiembre de 2020

A 90 años de la alternativa sevillana de El Rey del Temple

Anuncio de la feria
de San Miguel de 1930
El final de la temporada de novilladas de 1929 en El Toreo se centró en cuatro nombres: Carmelo Pérez, Esteban García, José González Carnicerito y Jesús Solórzano. Ellos disputaron la Oreja de Plata en una novillada extraordinaria celebrada el domingo 8 de septiembre de ese año y el que se la llevó fue quien después sería conocido como El Rey del Temple. Es también de hacer notar que los otros tres alternantes morirían al paso del tiempo a consecuencia de las cornadas que dan los toros y que solamente uno de ellos, Esteban García, no recibiría la alternativa antes de su mortal percance en Morelia apenas dos meses después de esa novillada de triunfadores.

El haber obtenido el argentino trofeo le aseguró a Solórzano la alternativa en la temporada de corridas siguiente y así, el domingo 15 de diciembre siguiente, en la novena corrida de la temporada 1929 – 1930, el santanderino Félix Rodríguez, con el testimonio de Heriberto García, le cedió los trastos para matar al toro Cubano de La Laguna. Esa tarde Rodríguez realizó su más grande obra en nuestros ruedos al cuajar al toro Cafetero de Piedras Negras en el máximo escenario taurino de nuestro país.

Alboreando 1930 Jesús Solórzano marcha a España y como en aquellos años las alternativas americanas no eran consideradas válidas allá – eso se vino a resolver hasta el año de 1944 – debió torear por aquellas tierras como novillero, tratando de obtener una alternativa española que le permitiera ingresar con fuerza en las filas de los matadores de toros allá. Se presenta en la Maestranza de Sevilla el 11 de mayo, alternando con Alberto Balderas – debutante también – y Diego Gómez Laine y pierde apéndices por el mal manejo de la espada, regresando a ese escenario los días 18 y 29, alternando de nueva cuenta con Balderas en ambos festejos, el último, mano a mano.

Debuta en Madrid el 21 de julio de ese año, alternando con Rafael Saco Cantimplas y Manuel Zarzo Perete en la lidia de novillos de Juliana Calvo Viuda de Bueno, Duque de Tovar y Galache (se puede ver aquí) y esa tarde tiene un triunfo resonante, pues con el segundo de su lote armó una gran escandalera, cortando, según a quien se lea, un rabo o dando nada más una vuelta al ruedo… El hecho incontrastable y en eso coinciden los seis cronistas que pude consultar sobre el particular, es que la multitud se lo llevó en hombros de la plaza.

La alternativa

En esa línea triunfal llevó su decurso novilleril Jesús Solórzano durante el año de 1930 en España. Tanto así que se le ofreció la alternativa para la Feria de San Miguel de Sevilla de ese mismo año y en un cartel inmejorable. Le apadrinaría Antonio Márquez – quien además llevó siempre una estrecha amistad con Jesús – y sería testigo Marcial Lalanda. Se apartó para la ocasión un encierro de los hermanos Luis y José Pallarés (antes Peñalver).

Antonio Márquez fue herido el jueves 25 en Barcelona y estando anunciado como cabeza de cartel para las dos corridas de feria, la edición de El Correo de Andalucía del sábado 27 anunciaba que sería sustituido el domingo 28 por Cayetano Ordóñez Niño de la Palma y el lunes 29, día de San Miguel, por Joaquín Rodríguez Cagancho, así pues el padrino de la alternativa de Jesús Solórzano sería Marcial Lalanda, diestro de mayor antigüedad.

El toro de la ceremonia se llamó Niquelado y no fue precisamente uno que permitiera el lucimiento, sin embargo el toricantano estuvo esforzado y digno. La crónica de Juan Mª Vázquez, en el ABC de Sevilla, entre otras cosas, cuenta lo siguiente de esta trascendente tarde:

De la campaña que el novillero Solórzano desarrolló entre nosotros – olvidando descensos inevitables –, quedaban, para hacerle merecedor de la categoría máxima, los buenos recuerdos de sus lances de capa, ceñidos, templados y elegantes, y, sobre ello, la emoción de la soberbia faena de muleta con que enardeció a los sevillanos, en la tarde en que se les dio a conocer. Las crónicas y comentarios que inspiró su labor afortunada constituía – aún sin el aditamento de su triunfo en Madrid – documentación suficiente para unir a la solicitud de alternativa, escalada hoy por cualquier audaz exento de valor personal y de méritos artísticos. Ya la tiene Solórzano, y alcanzada en la cuna y la sede de su arte. Que siempre use de ella con pundonor y decoro, mirando a completar su personalidad en el oficio – que es ya distinguida – y evitando a quienes fueron los primeros en aplaudirle por estas tierras el mal sabor de las retractaciones.

En su día solemne, el notable lidiador se produjo con ese pundonor que para lo futuro le pedimos; animoso, lleno de los mejores deseos se esforzó en agradar al concurso, y si no siempre el éxito correspondió al designio, por lo general su labor fue buena y dejó grato sabor. 

Capeó al natural al que abrió plaza de salida y en los quites – adornándose aquí con una vistosa serpentina – estirado, quieto y apretándose. Aunque el toro no tenía buen estilo – la corrida de los Sres. Pallarés en ese respecto, dejó bastante que desear –, quiso sumar al esfuerzo de su arte banderillero, y reuniéndose muy bien puso con gran facilidad dos pares y medio – derrotando el bicho las dos últimas veces – que le fueron – como los lances consignados – aplaudidísimos. En fin: investido por Marcial, libró con un buen ayudado una acometida imprevista y, seguidamente, entre dos naturales aceptables, consumó, sereno y valiente, un gran pase de pecho. Con la derecha, cerquísima de las astas, aunque sufriera más de un derrote, siguió con adornos el estimable trasteo, hasta que, igualada la res, entrando muy ligero, dejó una estocada atravesada. Un descabello a la segunda tumbó al enemigo, y Solórzano, afectuosamente ovacionado, dio la vuelta al dorado círculo…

Por su parte, Enrique Feria Triquitraque, en El Correo de Andalucía, reflexiona lo siguiente:

Marcial Lalanda le entregó los trastos al mejicano, que por cierto y como dato que estimarán los historiadores, vestía flamante traje de seda blanca con adornos de oro. ¡De «durce»! Se abrazaron, etc., etc., y el público, tan propenso a contagiarse de estas escenas, aplaudió a Solórzano con cariño.

Jesús brindó al presidente (don Jesús Mensaque, el simpático edil trianero), y luego a gran aficionado don Agustín García Mier. El muchacho se encaró con el bicho todavía no hemos dicho que el ganado lidiado en esta corrida era de los señores Pallarés, sucesores de Peñalver. El toro, manso, cabeceaba mucho.

Jesús, molesto por el viento, inició su faena con un pase ayudado por alto bueno, a los que siguieron dos naturales, el segundo muy apretado, y uno de pecho muy forzado. El toro no era el toro ideal... Jesús, desde cerca, muy voluntarioso, siguió toreando con la muleta, dando varios pases de tirón y otros ayudados por bajo.

La tranquilidad del espada, su buena voluntad, hizo que esta faena fuera subrayada con la intervención de la banda de música. Siguieron otros pases lucidos, entre ellos uno de la firma bueno, y perfilándose desde cerca y entrando a matar con ganas, dejó una estocada corta y caída, y puso fin a la vida del adversario con un descabello a pulso al segundo intento.

El público ovacionó entusiásticamente al nuevo doctor, al que obligó a dar la vuelta al ruedo.

En el resto de la corrida, Solórzano estuvo decidido y dispuesto e hizo varios quites buenos y principalmente uno EXTRAORDINARIO en el tercero. Había entrado en quites Marcial derrochando alegrías. Siguió el Niño de la Palma en su quite entusiasmando al público con unos lances por gaoneras y media verónica estupenda... y Solórzano se creció e hizo el quite de la corrida ¡el mejor!... Fueron dos lances soberbios, insuperables, y media verónica aún mejor que los lances ¡imposible de mejorar!...

Tercia en estas apreciaciones José María del Rey Caballero Selipe, quien en su tribuna de El Noticiero Sevillano escribió:

...Jesús Solórzano ha llegado a la alternativa con dotes que han de facilitarle el triunfo en su carrera; tiene entusiasmos, valentía, dominio y buenos deseos. Da el paso de novillero a matador conscientemente; cuando ha alcanzado la alternativa y la ha merecido, la toma y de este modo podrá encumbrarse, ascendiendo serenamente por sus únicos méritos.

Solórzano toreó muy bien de capa; en varias ocasiones se apretó de veras con el toro, y siempre por su animado estilo y la mucha emoción que imprimía a la suerte, levantó aplausos nutridísimos. Sobre todo en el repetido primer tercio del tercero, en el que Solórzano intervino modelando unos lances ceñidísimos de irreprochable finura.

Banderilleó a sus dos toros con suma facilidad y gran soltura. La faena del toro de la alternativa fue hecha en terreno del enemigo, aguantando el espada el cabeceo de la res, de la que estuvo siempre bien cerca. Entró ligerito a herir y dejó el estoque atravesado; descabelló al segundo intento.

El público, que apreció la buena voluntad del torero, lo ovacionó y obligó a dar la vuelta al ruedo. 

En el sexto, después de un trasteo discreto y voluntarioso, dejó, entrando con rectitud, una estocada delantera y baja.

El viento que sopló con violencia fue atenuante de la labor de los toreros. La brisa de Eolo molestó con más obstinación a Jesús Solórzano en la faena del primero...

Ese sería el primer paso de una historia que se escribiría con nombres como los de Revistero, de Aleasal que cortó las dos orejas en la plaza vieja de MadridGranatillo, Redactor, Cuatro Letras, Batanero, Brillante, Príncipe Azul, Pies de Plata, Tortolito, Picoso o Pimiento y que lograron construir la historia y la leyenda de El Rey del Temple.

Jesús Solórzano se despidió de los ruedos el 10 de abril de 1949 en la Plaza México, en una corrida de toros en la que alternó con Luis Procuna y Rafael Rodríguez en la lidia de un encierro de Matancillas. El último toro que mató vestido de luces se llamó Campasolo y llevaba en el anca el hierro de La Punta – ganadería hermana de la anunciada – también propiedad de sus cuñados Francisco y José C. Madrazo, al que le cortó una oreja. 

Jesús Solórzano Dávalos falleció en la Ciudad de México el 24 de septiembre de 1983.

Avisos parroquiales: 1. - Los resaltados en los textos transcritos son imputables exclusivamente a este amanuense, pues no obran así en sus respectivos originales. 

2. - Y por otra parte, una versión anterior de estas líneas la publiqué en esta misma bitácora hace seis años, la pueden contrastar en esta ubicación.


domingo, 26 de julio de 2020

21 de julio de 1930: Se presenta Jesús Solórzano en la plaza de Madrid

Jesús Solórzano
Roberto Domingo en La Libertad
23 de julio de 1930
Jesús Solórzano fue el triunfador de la temporada de novilladas de 1929 en El Toreo de la Condesa. Ganó la Oreja de Plata la tarde del 15 de septiembre de ese año disputándola con Esteban García, José González Carnicerito y Carmelo Pérez ante novillos de Santín. Eso le redituó el derecho de obtener la alternativa de matador de toros en la siguiente temporada de corridas de toros en esa misma plaza, lo que se materializó en la novena corrida del ciclo 1929 – 1930, cuando el diestro de Santander, Félix Rodríguez, le cedió al toro Cubano de La Laguna, en presencia de Heriberto García. Esa tarde el toricantano tuvo una actuación aclamada por la concurrencia y Félix Rodríguez tuvo su mejor actuación en nuestras plazas, cortando el rabo de Cafetero de Piedras Negras, después de una serie de tardes aciagas en lo que era la gran plaza de la capital mexicana.

Tras de la alternativa, decide dar el salto al otro lado del Atlántico, aunque por alguna cuestión administrativa que aún no alcanzo a entender, pero que apenas se vino a resolver hasta el año de 1944, las alternativas no concedidas en ruedos españoles no eran consideradas válidas allá, así que el diestro de Morelia tuvo que retomar el camino toreando novilladas para obtener el grado nuevamente y poder torear allá corridas de toros.

Así, se presenta el domingo 11 de mayo de ese 1930 en la Maestranza de Sevilla, alternando con Alberto Balderas – también debutante – y Diego Gómez Laine en la lidia de novillos del Conde de Santa Coloma. El defectuoso manejo de la espada le impidió cortar apéndices, pero le permitió convencer a Salguero de que había en él un torero, por lo que actuó allí tres tardes consecutivas más, los días 18 y 29 – jueves de Ascensión – de mayo y 8 de junio. En todas ellas le acompañó Balderas en el cartel y la del 29 de mayo, fue mano a mano.

Esas sólidas actuaciones le pusieron en la mira de las empresas y así, Carlos Gómez de Velasco, gerente de la empresa de Madrid, decide llevarle al coso de la Carretera de Aragón, acartelado con Rafael Saco Cantimplas y Manuel Zarzo Perete. Los novillos a lidiar serían originalmente tres de Juliana Calvo viuda de Bueno y tres del Duque de Tovar, aunque al final uno de estos, que hizo cuarto, fue sustituido con uno de Galache.

La actuación de Jesús Solórzano en Madrid, ese día de su presentación fue rotunda de acuerdo con  el sentido unánime de las crónicas del acontecimiento. Citaré algunas de ellas, que a mi parecer reflejan la magnífica impresión que en ese señalado día causó quien después sería conocido como El Rey del Temple.

En primer lugar está la de Federico Morena en el Heraldo de Madrid, aparecido la noche misma del festejo. La tituló En Madrid se ha revelado como un gran torero el mejicano Jesús Solórzano y de ella extraigo lo siguiente:
…Y Jesús, luego de brindar la muerte del novillo al Sr. Del Oro, excelentísimo aficionado, que ocupaba una barrera del 2, salió al tercio con la muleta en la zurda. Citó desde lejos, arrancóse el novillo con fuerza y el espada le vio llegar serenamente; le metió la muleta en el hocico y corrió la mano con destreza en un pase natural de mérito imponderable porque el cornúpeto se le fué encima como una exhalación. Giró el torero con pasmosa tranquilidad, se revolvió el novillo impetuoso y hubo otro pase al natural, y un tercero, magníficos por lo valerosos, ya que el exceso de fuerza en la embestida de la res impidió que el artista templara. Ligó este último pase con el de pecho por los terrenos de dentro el novillo, y estalló una frenética salva de aplausos. 
Dio luego el espada unos cuantos excelentes pases con la derecha, muy ajustados con el cornúpeto, y terminó esta segunda parte de la faena con dos molinetes. 
Y, en fin, metió guapamente la espada por el hoyo de las agujas, en un volapié magnífico, y el novillo echó las patas por alto. 
El entusiasmo, mal contenido por el dique de la presidencia, se desbordó entonces, y la presidencia, muy justamente, concedió a Jesús Solórzano las dos orejas del novillo tan excelentemente muerto. 
Jesús Solórzano es torero de los pies a la cabeza, torero por la gracia de Dios...
Por su parte, Corinto y Oro, en La Voz, también de edición nocturna en la fecha del festejo, exaltó las virtudes del diestro de Morelia y tituló su crónica Otra figura. Solórzano, la estatua que torea y en ella dijo:
En la plaza de toros de Madrid se registró ayer un “suceso”. De no tratarse de un “suceso”, yo habría puesto a esta crónica el encabezamiento acostumbrado en las novilladas: “Fulano, Zutano y Mengano. Toros de Tal”. Pero el suceso fue gordo, fue una cosa muy seria, y reclama un alto en la marcha y un punto y aparte. La estridencia – el estridor – es estruendo, es sorpresa, es... “suceso”. 
El protagonista del “suceso” de ayer tarde es un torero mejicano; otro torero mejicano que entusiasmó, que excitó, puso fuera de sí a una multitud por un triunfo extraordinario. De dos temporadas a esta parte, Méjico ha mandado a España una hornada de toreros buenos, de toreros con ruido y con personalidad propia. En Madrid y sus alrededores conocíamos y admirábamos la finura de Armillita, el arte y el valor, en una tarde que se recordará mucho, de Heriberto García; el estilo de Balderas y el genio de Carnicerito y Contreras, alborotadores del cotarro de la plaza de Tetuán... 
Jesús Solórzano debutó ayer en Madrid con un triunfo tan completo, tan resonante y tan definitivo, que ya se le puede echar a reñir con todas las figuras del toreo, y en esta manifestación ni hay hipérbole, ni hay cristales de aumento; el atlético mocetón mejicano, sobre su privilegiada contextura física, se reveló ayer como un señor torero, como un superior banderillero y como un señor matador de toros. ¡Poca cosa! Los aficionados que por su devoción calurosa a la fiesta se toman la molestia de estar al tanto de la temporada, ya llevaban a la plaza el tufillo del alboroto por las referencias que nos habían llegado de Andalucía, y algunos las tenían anteriores aún, las tenían de Méjico... 
Buena, muy buen a esta última hornada de toreros importados de Méjico. Pero lo que en su presentación ante el público madrileño hizo ayer Jesús Solórzano es tan excepcional, que, como lo repitan en seis plazas de toros de importancia, a la vanguardia del toreo irá con una velocidad de avión…
Por su parte Chavito, en La Nación, en crónica titulada ¡Cuidado, coletudos, que tiene nombre de Mesías!..., vio a Jesús Solórzano en los siguientes términos:
La alegría de Margarita Carvajal. 
La escultural “vedette” de la compañía de Eulogio Velasco, a cada lance de Solórzano, a cada ovación que el diestro recibía, saltaba en su localidad loca de contenta, emocionada, Jesús Solórzano, el novillero mejicano que debutaba ayer en Madrid, como si se hubiese dado cuenta de la presencia de su simpática compatriota; se propuso alcanzar un gran triunfo, y como en esta vida todo es proponérselo, salió, al terminar e! festejo, en hombros de los capitalistas, y con una oreja de su segundo enemigo en la mano.  
¿Qué hizo Solórzano? Una cosa bien sencilla: torear bien, torear a conciencia, torear como se debe torear. Eso fué todo… 
En, quites, Solórzano supo siempre colocarse en su sitio y sacar del lugar del peligro a las reses, a las que llevó siempre prendidas en los vuelos de su capotillo… El de Méjico pareó sus dos novillos, y en ambos demostró ser un banderillero fácil y dominador…
Con la muleta supo ajustarse al enemigo. A! tercero de la tarde le dio unos cuantos pases por alto parados, y se lo quitó de delante de una estocada y un descabello, tras un intento. Dio la vuelta al ruedo y saludó desde el tercio… 
Muleteó con la izquierda al principio, dando cuatro naturales, ligados con el de pecho, de los que uno de ellos fué sencillamente magistral. Luego, con la derecha, dio molinetes, pases por alto y de pecho, y mató de una estocada caidilla. Su labor fué premiada con la oreja y la consiguiente apoteosis…
En El Imparcial, quien firma como Quilez, titula su crónica Méjico ha enviado un torero y en ella afirma:
Habría que rebuscar en el Diccionario muchos adjetivos y poseer una retina de maravilla para reflejar toda la magistral labor de Solórzano en «Capotero», un bicho negro, descarado de cabeza, apretado de carnes, bravo y pujante, de la ganadería de Albaserrada. 
Alegre, codicioso y pujante salió el bicho, y en tercios del diez desplegó Solórzano el tesoro de ensueño de su capote, y allí se repitió la hazaña, y allí surgieron hasta cuatro lances interminables, baja la mano, erguida la figura, abierto suavemente el compás, en un movimiento de tristeza de soleá, sin enmendar el viaje, clavadas las plantas como a tornillo, mientras la bestia acariciaba en un ir y volver de pesadilla la mimbreña cintura del lidiador; Volvió a repetirse el cuadro maravilloso, y el público lanzó al ruedo docenas de sombreros para premiar tanto arte... 
¡Y después de lo que se presentía...! 
En los tercios, dando todas las ventajas al bravo bicho, todo temperamento, nerviosidad y codicia, Solórzano, sin acordarse de la mano derecha, dio tres maravillosos pases al natural, llevando el pitón de la bestia sujeta a la cintura, apenas quebrada por una suave ondulación, en que un centímetro de desviación era la cornada... Otro sugestionante banderazo al natural, acabado, perfecto, de una rotunda línea, y el engarce con otro de pecho inenarrable. Por último, cinco altos de ensueño, dos molinetes girando entre los pitones de la fiera y al final, mientras de los tendidos salían lanzados al ruedo sombreros y flores, el Califa de Morelia, jugando a maravilla el engaño y perfilándose con el pitón contrario, cruzaba inimitablemente la zona de peligro para colocar un volapié clásico, mazzantinesco, en que antes de salir la fiera de los vuelos de la muleta había rodado ya con las cuatro pezuñas al aire... 
¡Ni un grito, ni una exclamación! Mudo el público, sugestionado por tanta belleza, no tuvo más que manos para agitar rabiosamente los pañuelos y convertir el circo en un gigantesco nido de palomas. Poco fueron las orejas y el rabo del bicho que el presidente concedió. Los espectadores se lanzaron al ruedo y, paseándolo por él enmedio de las ovaciones del público, quieto en el graderío, lo tuvieron cerca de media hora. 
Así como España conquistó hace cuatro siglos el Imperio de Moctezuma por la fuerza de sus armas y el valor de sus soldados, Méjico quiere conquistar a España por el arte insuperable de sus ídolos populares... 
Como avanzada esplendorosa ha enviado a Jesús Solórzano. Califa del vergel de Morelia…
En el ABC madrileño, tribuna de don Gregorio Corrochano, la crónica se tituló De cómo puede perderse una elección por un torero, aludiendo otras cosas del momento, pero en lo que nos interesa, entre otras cosas dice:
...A Solórzano le vimos tan capacitado que le dimos matrícula de honor. Estuvo muy tranquilo, toreó con buen estilo y mató con decisión. Aunque es matador con alternativa en Méjico, se nos presentó como novillero, y así le juzgamos. Venía toda la tarde dejándose ver, aunque mejor diríamos dejándose adivinar, porque los toros de Bueno y Tovar, con su desigual pelea, no daban ocasión a muchas intervenciones... Y con estos buenos antecedentes llegó el último toro, bravo y noble, para medir a un torero. 
Solórzano le toreó muy bien de capa, destacando en los remates a media verónica, que la da con mucho arte. Cogió las banderillas. Paso a paso, de frente, llegó a la cara del toro, andándole cada vez más. En el tercer par llegó a tres metros del toro muy despacio, y puso un par notable... La ovación fue cerrada... cogió estoque y muleta... toreó con la derecha y con la izquierda, y no se interrumpieron los aplausos hasta que rodó el toro de una estocada desprendida, pero atacando muy bien. Como tan olvidado está por los de alternativa el toreo al natural, cuando veo un novillero con la muleta en la mano izquierda, ya me agrada, aunque no toree con perfección; si además torea con naturalidad, ya me parece excepcional... Le dieron la oreja del último toro y le sacaron en hombros. Dejó una bonísima impresión, que esperamos que consolide, si no sigue la costumbre de otros toreros de escaparse de Madrid al primer éxito...
Y por último, cito algo de lo que Alfonso, en El Liberal reflexionó al respecto, bajo el título de En Madrid el debut de Solórzano constituyó un acontecimiento taurino:
Así como en el mundillo taurino existen primeras figuras, a las que a codazo limpio se aproximó el domingo el nuevo diestro mejicano Jesús Solórzano, entre los aficionados hay también otras primeras figuras. Entre ellas merece destacarse A D. Clemente de Oro, a quien Solórzano brindó la muerte del último toro de la tarde. No es el Sr. Del Oro partidario del toreo del retorcimiento y del relumbrón; por eso cuando en una conversación se alza su voz fuerte y un poco atropellada es para defender el arte sin la más mínima mixtificación. Por ello fue partidario de Juan Belmonte, y lo es en la actualidad de Antonio Márquez y de Gitanillo de Triana. Seguramente desde el domingo tendrá en la lista de su fervor taurino a Jesús Solórzano, diestro que comienza a brillar con ese mismo estilo único e inconfundible de los grandes artistas. Porque él lo asegura, nosotros creemos que haya nacido en Méjico. Pero si en los carteles se hubiera anunciado como de Triana nadie le hubiera podido discutir su nacimiento en la tierra de Juanito Terremoto. Su éxito como torero ha sido uno de los más grandes que se han registrado en el ruedo madrileño. Cierto que le correspondió el mejor lote, pero ciertísimo que supo aprovecharle de una manera insuperable Cuentan que allá en su tierra era ya matador de toros, pero respetuoso con el público de España había renunciado a la alternativa, queriendo obtener el «placet» de éste para figurar como tal matador de toros. Por las actuaciones que lleva y sobre todo después de la del domingo no ha de tardar en ser uno de los favorecidos por los aplausos del público. Su presentación en un quite del segundo toro ya causó excelente impresión. A partir de este momento puede decirse que no cesaron las ovaciones. Al lancear de capa al tercero y después en unos finísimos pares de banderillas. A la hora final faltó enemigo, pero así y todo, en los pocos muletazos que dio se pudo apreciar un anticipo de lo que iba a venir después. Murió el toro de una estocada y un descabello y Solórzano dio la vuelta al ruedo, recogiendo una merecida y justa ovación...
Como se puede ver de las distintas relaciones transcritas, la actuación de Jesús Solórzano resultó redonda. Existe en las crónicas discrepancia en cuanto a los apéndices que le fueron concedidos tras la lidia del sexto, pues Federico Morena habla de dos orejas; Chavito y Corrochano de una nada más; Quilez de orejas y rabo; Corinto y Oro no menciona concesión de apéndices y Alfonso únicamente menciona la vuelta al ruedo, cinco apreciaciones distintas de la premiación de una faena que unánimemente fue considerada grandiosa.

Tras de esa tarde salió lanzado Solórzano para recibir la alternativa, que llegaría el 28 de septiembre de ese 1930 en Sevilla, le apadrinaría Marcial Lalanda y atestiguaría la ceremonia Antonio Márquez con la cesión del toro Niquelado de Pallarés, antes Peñalver. Pero de esto espero poder ocuparme en unas cuantas semanas.

Así fue el debut madrileño de Jesús Solórzano hace 90 años, en una plaza en la que escribiría páginas importantes de su historia torera.

Aviso parroquial: Los resaltados en las transcripciones hechas, son imputables exclusivamente a este amanuense, pues no obran así en sus respectivos originales.

domingo, 22 de diciembre de 2019

15 de diciembre de 1929: alternativa de Jesús Solórzano en el Toreo de la Condesa

Jesús Solórzano
El Rey del Temple
La temporada de novilladas de 1929 en El Toreo de la Condesa generó una interesante cosecha de toreros. De la promoción de 1926 participó Esteban García; de la de 1928 participaron Alberto Balderas y José El Negro Muñoz. Y ya en el concurso del calendario correspondiente surgieron Carmelo Pérez, José González Carnicerito y Jesús Solórzano.

Es curioso ver que en esa temporada de novilladas, marcada por la acendrada rivalidad que mantuvieron Esteban García y Carmelo Pérez, misma que en alguna manera fue el eje y el sostén de ese ciclo novilleril, cuatro de los participantes en ella, tendrían un final trágico delante de los toros. El propio Esteban ese mismo año de 1929 en Morelia; Carmelo moriría en Madrid en 1931 a consecuencia de la cornada recibida en El Toreo unas semanas después de la que mandó a la tumba a su rival; Alberto Balderas sería el primer torero en morir en esa misma plaza el año de 1940 y Carnicerito terminaría sus días trágicamente en Vila Viçosa en Portugal en 1946. Personalmente, no creo que haya habido una generación de toreros con un final más trágico que esta.

En esta temporada de novilladas se disputaron dos galardones. Primeramente se disputó un anillo de oro con un gran brillante entre Esteban García y Carmelo Pérez, mismo que sería adjudicado al que resultara ser el triunfador en tres novilladas mano a mano que se celebrarían los días 18 y 25 de julio y 2 de agosto de 1929. 

Al final las novilladas terminarían celebrándose los días 18 de julio y Carmelo resultaría herido en un quite al primero de la tarde, quedándose Esteban con toda la corrida. La segunda se verificaría el 18 de agosto y Carmelo triunfaría y la tercera se verificaría hasta el 1º de septiembre y de nuevo Carmelo sería herido por el segundo de la tarde, aunque le sería llevado el rabo de su oponente a la enfermería. 

El 15 de septiembre se disputó la Oreja de Plata y ante novillos de Santín actuaron Esteban García, José González Carnicerito, Jesús Solórzano y Carmelo Pérez. El triunfador de la tarde y ganador del argentino trofeo fue el moreliano Solórzano. El premio llevaba añadido además el aliciente de recibir la alternativa en la temporada de festejos mayores inminente. Además, al final de ese festejo, se anunció al ganador del anillo, con valor de tres mil pesos que se disputaron Esteban García y Carmelo Pérez. El jurado designado al efecto decidió que era para Carmelo Pérez, independientemente de que de nueve toros que debió haber matado, solamente mató a cuatro. Cosas del destino.

La alternativa de Solórzano

La novena corrida de la temporada 1929 – 1930 se anunció con el santanderino Félix Rodríguez, Heriberto García y la alternativa de Jesús Solórzano, que, como había señalado líneas arriba, ganó esa oportunidad al obtener la Oreja de Plata el 15 de septiembre anterior. El encierro que se anunció para la ocasión fue uno de Piedras Negras, pero siempre hay contratiempos en esas cuestiones de los toros que se presentan a la plaza. La crónica del festejo, firmada por Edmundo Fernández Mendoza con su pseudónimo de Martín Galas, aparecida en el ejemplar de El Taurino publicado el 16 de diciembre de 1929, refiere lo siguiente:
La empresa de toros invitó al público a que fuera a admirar la hermosa estampa de los bureles de Piedras Negras que iban a lidiarse ayer. Pero, contra lo que era de esperarse, los aficionados hicieron poco caso del reclamo y se abstuvieron de ir a conocer la magnífica corrida (¿) que había encerrada. 
Y una prueba de lo que dejamos dicho, es que, habiendo anunciado que se correrían seis toros de Piedras Negras, hubo necesidad de sustituir dos de ellos, por otros tantos de La Laguna – ¡al fin de la misma camada! – porque los primeros tenían unas pezuñotas enormes, eran bastos, con exagerados pitones y con todas las hechuras de los bueyes que suelen pastar en las dehesas tlaxcaltecas de las que es propietario el bueno de Viliulfo González. 
Quizás en el cambio hayan salido perdiendo los aficionados, porque los dos bureles de La Laguna que pisaron el ruedo la tarde de ayer, se repararon de la vista a las primeras de cambio y dieron mal juego, sin que esto quiera decir que sus primos de Piedras Negras les fueran a la zaga, porque, en realidad, resultaron menos mansos de lo que se esperaba. Uno de los bichos tuvo que ser devuelto a los corrales porque también se reparó de la vista y… porque era manso. ¡Nada, que las ganaderías tlaxcaltecas no aciertan una ni por casualidad!...
Como vemos, ya de entrada se sustituyeron dos de los toros anunciados por otros de una ganadería distinta – si bien del mismo titular y residente en los mismos potreros – y durante la lidia se tuvo que sustituir a otro por resultar defectuoso de la vista, así pues, la mitad de la corrida que se anunció no se lidió.

Uno de los toros sustituidos fue el de la alternativa de Jesús Solórzano. Todas las relaciones históricas consignan que el toro de su alternativa en El Toreo fue de Piedras Negras, sin embargo, la crónica a la que he venido aludiendo relata lo siguiente:
Al toro que abrió plaza, que se llamó “Cubano” y que era negro zaino, bien puesto de defensas y oriundo de La Laguna, el de Morelia lo toreó por verónicas templando, mandando y recogiendo, hasta engranar cuatro lances que se le premiaron con ovación y música. En quites, el nuevo doctor hizo una chicuelina graciosa y ceñida, una verónica y media para rematar, que también se le aplaudieron con entusiasmo. El bicho se reparó de la vista desde el primer puyazo y los alternantes de Chucho no tuvieron lugar a lucirse en los turnos que les correspondían… 
Eran las cuatro y nueve minutos de la tarde, cuando Félix Rodríguez cedió los trastos a Solórzano, sonando las palmas para el nuevo doctor, que, tras de cumplir con la Presidencia, brindó desde el centro del ruedo a todo el público. Erguido, con calma, sabiendo el terreno que debía pisar, Chucho desplegó la muleta; pero, como el animal no acometiera, insistió repetidas veces, hasta que consiguió la arrancada del burel y entonces se produjo superior pase por alto, al que siguió un natural derechista, uno de pecho, que se le premian con palmas abundantes. Después otro alto y un natural con la izquierda; dos altos más, de muy fina factura y cuidando la línea, uno por abajo y otro de pecho. Sobre corto, atacando con fe y decisión, Solórzano cobró una estocada entera desprendida, que hizo que “Cubano” se entregara a los pocos instantes. Y para el nuevo doctor, que con este toro demostró que puede llegar a ser figura del toreo, hubo ovación y dianas, salida a los medios y vuelta al anillo. 
La alternativa de Chucho, como se ve, quedó sancionada por la opinión unánime del concurso…
Es decir, Cubano, el toro de la alternativa mexicana de Jesús Solórzano, fue de La Laguna. Muchos textos de historia tendrán que ser corregidos. Un testigo de excepción y de primera mano deja clara esa circunstancia.

Félix Rodríguez cortó un rabo a Cafetero, ese sí de Piedras Negras esa tarde. La crónica refiere que fue un torillo de escasa presencia con el que el torero de Santander pudo estar a gusto. Esa fue la gran tarde de Félix Rodríguez en México, que ya exhibía los estragos de la enfermedad que acabaría unos años después con su vida.

Colofón

Jesús Solórzano se vería forzado a renunciar a esa alternativa al año siguiente. Se fue a torear a España y realizó una intensa e interesante campaña novilleril, con triunfos en Barcelona, Sevilla y Madrid, para terminar recibiendo la alternativa el 30 de septiembre de 1930 en la Maestranza de manos de Antonio Márquez, con el testimonio de Marcial Lalanda, siéndole cedido el toro Niquelado de Pallarés Hermanos, antes Peñalver.

La historia de quien sería conocido como El Rey del Temple se llenó con nombres como Granatillo, Cuatro Letras, Leonés, Redactor, Tortolito, Brillante, Picoso y por supuesto, el de Revistero, toro de Aleas con el que realizó una de las faenas que entraron entre las más importantes que se realizaron en la historia de la plaza de toros de la Carretera de Aragón en Madrid.

Jesús Solórzano se despidió de los ruedos el 10 de abril de 1949 en la Plaza México, alternando con Luis Procuna y Rafael Rodríguez y el último toro que estoqueó fue Campasolo, de La Punta, propiedad entonces de sus cuñados Francisco y Jose C. Madrazo.

Jesús Solórzano falleció en la ciudad de México el 21 de septiembre de 1978.

Aviso parroquial: Los resaltados en los textos transcritos son imputables exclusivamente a este amanuense, pues no obran así en sus respectivos originales.

domingo, 2 de junio de 2019

Tres ternos de seda blanca

Victoriano La Serna
(Archivo El Mundo)
Hace poco menos de tres años en una conversación que sostuve con el Maestro Jesús Solórzano, me trajo a ella el recuerdo de una tarde en la que su padre, El Rey del Temple, alternó con Cagancho y Victoriano de la Serna en la plaza vieja de Madrid y en la que los tres toreros vistieron de blanco. Me comentaba con emoción lo que su padre le refirió de aquella tarde de los ternos blancos y me pidió que le localizara alguna información acerca de lo sucedido en esas calendas.

Me puse manos a la obra y pude encontrar que se trató de la corrida final del abono madrileño de 1932. Se celebró el día 8 de mayo y en los hechos, se lidió un encierro de Villamarta para los toreros ya nombrados. No fue una tarde de esas en las que se cortaran múltiples despojos, pero sí fue, de acuerdo con la hemerografía, un festejo de esos que dejan huella en la memoria de quienes lo presenciaron y en la Historia del Toreo.

Encontré varias crónicas de escritores importantes, con las que trataré de armar algo que pueda resultar de su interés.

Baile de corrales

Hoy en día son frecuentes los bailes de corrales por la imposibilidad de presentar encierros adecuados a la categoría de una plaza determinada. Hace 87 años quizás no era frecuente verlos, pero tampoco imposible. Estaba originalmente anunciada una corrida de don Juan Manuel Puente – antes Vicente Martínez – pero no superó el reconocimiento veterinario. Para sustituirla, se aprobó una de Villamarta, rechazada el 27 de abril anterior y que permanecía, entiendo, en las dependencias de la plaza.

Don Gregorio Corrochano, a propósito del asunto, en su tribuna del ABC madrileño relata lo siguiente:
Hace unos días que vino la corrida de Villamarta. Ignoramos las razones científicas que aconsejaron rechazarla. El domingo se lidió, es decir, a los pocos días, cuando los toros, en vez de ganar, sufrieron los estragos de los primeros días del cambio, y nada tenemos que oponer a la presentación de la corrida. En esta última de abono había de jugarse la de Juan Manuel Puente y fue cambiada por la de Villamarta. No es fácil, por lo visto, venir con una corrida a Madrid…
Y abunda en el tema Federico Morena, del Heraldo de Madrid, que expone con más amplitud lo sucedido y se atreve a vaticinar lo que vendría después:
Hay cosas inexplicables – decía yo –, y una de ellas es cómo la corrida de Villamarta que rechazaron por falta de trapío los profesores veterinarios en el reconocimiento del miércoles 27 de abril pudo ser aceptada como buena diez días después. Tengo fama de hombre imaginativo y, sin embargo, nunca pude pensar que mejorase tan sorprendentemente una corrida de toros en doscientas cuarenta horas. ¿A qué maravilloso tratamiento fue sometida? ¿Qué mago de la veterinaria obró el portento?...
¡Nada de prodigios! – me respondieron –. Los profesores veterinarios tienen para estas ocasiones un procedimiento muy expeditivo: el de la comparación. Los toros de Villamarta no resistían el parangón, en cuanto a presencia, con los lidiados en corridas anteriores, ni aún con los novillos jugados en las primeras funciones de la temporada.
Exacto – asentí –.
Pero a la vista de las «fieras» que envió para la cuarta de abono D. Juan Manuel Puente, el flamante criador colmenareño, los toros del ex marquesado parecieron a los facultativos «catedrales» y aceptaron la sustitución...
¿Luego la corrida de don Juan Manuel...?
Se lidiará en cuanto llegue una más chica. Acaso el jueves próximo.
¡A lo que hemos llegado, señor director general de Seguridad, en la plaza de Madrid!...
Con esos mimbres se celebró una corrida que resultó al final de cuentas memorable, que ha trascendido a la historia como la corrida de los trajes blancos, en la que el toreo se reafirmó como un arte mayor.

Preliminares

La vestimenta uniforme de los toreros solamente fue advertida por Federico Morena, de la siguiente guisa:
Al hacer el despejo las cuadrillas recibimos la impresión de que íbamos a presenciar cosas extraordinarias. Los tres matadores, como si estuviesen de acuerdo, vestían trajes de tono claro con guarnición de plata. Y es éste un vestido que adoptó Antonio Márquez – otro «estilista»  – para los días de gran solemnidad, cuando salía a la plaza dispuesto a «hacer la estatua»...
Cagancho

Joaquín Rodríguez Ortega, natural de la calle del Evangelista en la Triana de Sevilla, las dio de cal y de arena. Sin embargo, tuvo la ocasión de exhibir la pureza de su toreo con la capa y la manera tan limpia en la que manejaba la espada. De manera aislada, sin duda, pero sin menoscabo de su cartel en la plaza mayor. 

Maximiliano Clavo Corinto y Oro, en la edición del diario La Voz del 9 de mayo de 1932, relata lo siguiente acerca de su actuación:
…en  el  cuarto  toro,  el    Calé   fue   el  torero   de   nuestros   ensueños. A   un   lance    magnífico     con   los  pies  juntos   seguía  otro   encorvado, saliendo   despavorido.  El  bicho  comenzó   a  pelear  con  nervio,  y  un   soberbio  puyazo   de   Catalino   lo   dejó   idealmente   ahormado   para   el   estilo   de   Carancho,   que   al   final   recuperó  todas   las   simpatías   y   todo   el   cartel   de   torero   genial   que  tiene  en  Madrid.  Comenzó  con  tres   muletazos   por   alto   con   una   arrogancia  sugestiva.  A  partir   del  último  pase,   el  público   inició   una   reacción   en  favor   del  gitano,   que   al   verse   animado   por   las   masas   se  confió   y  derrochó  salero,  no  ya  para   regar   la   plaza,   sino   todo   el   pavimento   de   la   calle de Alcalá.  Mezclando   lo   serio   con   lo jocoso, dio  una  serie  de  muletazos  por   la  cara,   cada,  vez  más   estirado,   cada  vez  más  cerca   y  cada  vez  más interesante   en   el  procedimiento y  en  el  ademán.  Cada  pase   arrancaba   una   tempestad   de   aplausos y risas. ¿De   qué   clase  fueron    estos   muletazos    de    la    salerosa     faena    del   “cañí”?   No   lo   sé;   no   los   he  visto   descritos    en   las   nomenclaturas    de   los   libros   taurinos.   Pero  tampoco   en   estas   nomenclaturas  está  escrita  la  gracia   con  que Carancho   jugó    con    este     cuarto  toro. Lo   único   que   yo    recuerdo,   como   conclusión,   es   que  las   risas  formaron   estrépito,  y   las  ovaciones  se  sucedieron  unas  a  otras. El éxito   del   gitano   se   coronó    como    estoqueador,   y   en   este   punto,   la   pinturería   y   la   gracia   dieron   paso  a  la  seriedad,  para  que  hubiera de  todo.  El  caso  es  que  en  los  tres viajes   que   Carancho   hizo   con   la  espada     (dos   medias   altas    y    un  pinchazo)   vimos  un  estilo  de   matador   de  toros  limpio,  por  la   rectitud   en   el  arranque,  por   lo  irreprochablemente   que  jugó  la  muleta   en    los   embroques,   por   la    fe  que   puso   en   buscar    siempre     el    morrillo.  Y   el  rato   de   singularísima   gracia   que  nos   dio   en  la   faena     con   los   tres   momentos    completamente   en  serio  que  nos   ofreció   como   estoqueador,   derivó   todo  en  una   ovación    final…
Y en el Heraldo de Madrid, Federico Morena, la misma fecha, agrega:
…Tengo más en el haber de Joaquín. Dos quites – uno en el segundo y otro en el sexto toro – que fueron un verdadero alarde de bien torear. Las medias verónicas finales, realmente prodigiosas.
En suma: el cartel de Joaquín se ha afianzado mucho con el éxito resonante de Barcelona y su actuación de ayer en Madrid. ¡Hay filón a explotar, señores empresarios!...
Jesús Solórzano

El Rey del Temple ya había dejado su tarjeta de presentación el 7 de junio de 1931 cuando realizó al toro Revistero de Aleas una de las faenas importantes de la historia de la plaza de la Carretera de Aragón. En esa fecha impactó a la afición precisamente por la facilidad que mostró para templar a los toros y también por la pureza con la que toreaba con la capa. Al cronista al que mejor impresionó en la tarde que me ocupa en esta ocasión – y que espero que les llegue a ocupar a Ustedes también – fue a Federico M. Alcázar, de El Imparcial, en su crónica titulada Solórzano o el arte de torear de capa, entre otras cosas dijo esto:
Cuando hablamos de Solórzano giramos siempre alrededor del mismo tema: el tema eterno del arte de bien torear. Decir que el capote de Solórzano es el más maravilloso del toreo, es repetir lo que casi todos sabemos. Hay que agregar que es el de corte más clásico, el de temple más puro, el de más refinado y exquisito vuelo. En su seda amarilla y grana, debía ir escrito aquél famoso verso de Rubén:
«Era un aire suave de pausados giros.»
No es el capote de un estilista, en la acepción taurina del vocablo, es decir, el que espera el toro adecuado para sacarle un lance, sino al capote que se prolonga en el curso de la lidia de seis toros, como el domingo, y cada lance o serie va sellada de buen estilo, de acabada técnica, de belleza incomparable. Esa técnica de la mano baja, de la pierna adelante, del mando lento del toro toreado y de la suerte cargada, prolongada, rematada. Escuela que tiene su solera en Ronda, y se derrama en Triana como el licor de una copa. El capote de Solórzano hace el toreo como es, como debe hacerse. Por eso en sus momentos culminantes, puede servir de modelo, de norma, de punto de referencia para torear a la manera clásica. Cuando alguien nos pregunta cómo debe torearse de capa, respondemos sin vacilar: “Como Solórzano”. ¿Para qué adjetivarlo? Donde está su capote está el arte de bien torear. Otros le aventajarán en emoción, en finura. Ninguno le llega hoy en pureza, en clasicismo.
El domingo se remontó a la cumbre del toreo. Y no fue únicamente en el segundo toro, que se superó, sino en los seis. Este es su mayor mérito y lo que da valor excepcional a su toreo de capa. No tuvo un momento deslucido, borroso. Todos sus lances fueron de superior calidad, hasta culminar en las cinco verónicas y los dos quites que hizo en el segundo toro. No se puede torear mejor. No hay quien ejecute el toreo con mayor pureza, con mayor sabor clásico. Esas cinco verónicas y esos dos quites exceden los términos de toda hipérbole. Fueron algo fantástico, ideal. Cada lance iba seguido de un clamor delirante, y cuando remataba con la portentosa media verónica, o arrodillado de espaldas al toro, la plaza se levantaba impulsada por un loco arrebato de entusiasmo. ¿Cuánto tiempo duraron algunos lances? No lo sé; para los que contaron el tiempo mirando el reloj, segundos; para los que teníamos la mano en el pecho y veíamos pasar el toro lentamente, despaciosamente, una eternidad. Ese ha sido, ese es y ese será, el toreo en su última y definitiva expresión artística. Que torear no es, como equivocadamente cree la mayoría de la gente, «dejar pasar» el toro más o menos ceñido y ajustado, sino «pasarlo» tan asombrosamente toreado como el domingo Solórzano. Que un lance dure aquél minuto de silencio que duraba en el capote de Gitanillo y en éste de Solórzano…
También Corinto y Oro tuvo sus elogios para el torero de Morelia. Sobre su toreo de capa escribió:
Jesús Solórzano es otro torero por  el  que  no  puede  perder   interés  el público de la   plaza  “grande”.  Conformes  todos  los  aficionados  en  que  hoy  se  torea  muy  bien,  pese   a   las  obligadas  desigualdades  en  que  en   esta   época   se   desenvuelve   la   lidia de  reses  bravas,  Solórzano  es  uno   de  los   que   acreditan   aquella   aseveración.   ¡Qué  bien  torea   este   mejicano!  Su  sosiego,  su  temple   y   su  característico   modo   de   cargar   la   suerte   nos   lo  mostró   una   vez   más en  aquel  bravo,  toro  bravo  de  verdad,   segundo   toro,   que   es   al   que  en  justicia  pudo  habérsele   dado   la   vuelta   al   ruedo.   Solórzano   armó   una   polvareda   en   las   verónicas  iniciales  y  en  la  superiorísima  media  con  que  las  remató.  En  el  primer   quite   volvió   a   pararse  delante del  bicho  y  le  dio  otra  serie    de    verónicas    irreprochables.   No  hay   que   decir   que   los  oles   y  la   ovación   debieron   de   repercutir,  en  el  mismo  Méjico,  adonde   quizá  llegaron  también  las  que  se  hicieron   a   los  otras   dos  espadas,   porque  esto  tercio   de  quites,  como   el   que  nos  dieron  en  el  sexto  toro,  dejó  en  el   paladar    del    aficionado  un  sabor  que  no  se  va   fácilmente…
Victoriano de la Serna

El torero de Sepúlveda apenas había recibido la alternativa el 29 de octubre de 1931. Era, además de ser el más joven de la terna, uno de los matadores de toros que iban a renovar el escalafón. Ya en su presentación como novillero en Madrid había dejado constancia de que tenía la posibilidad de caminar un trecho largo en la fiesta y en esta tarde lo confirmaría.

Corinto y Oro tituló su crónica La Serna: ha vuelto Usted a envenenar el toreo. Y explica sus motivos de la siguiente manera:
Para   establecer   la   obligada   relación  entro  un  feliz  tiempo   pasado  para  la  tauromaquia   y   el  presente,  el  crítico  rememora  hoy  una  fecha  y  un  nombre.  La  fecha  es  el  año   de   1913,   y   el   hombre,   Juan   Belmonte,   novillero   debutante   en   la  plaza  de  Madrid    en  una   tarde  del  mes   de   marzo.  Aquella   tardo   empezó   a  trazarse  una  línea  divisoria   entre    dos   épocas; aquella tarde   Juan   aguantó a los toros como no se   había   hecho   nunca; aquella   tarde    quedó    envenenado  el  arte   de   torear,   y   con   el   envenenamiento   quedó   consagrado   un  estilo  nuevo,  puro  y  peligroso,  que abrió    manicomios    y    sepulturas,  aunque   el   público   fue   el   primer  envenenado,   porque   se   le   descubrió  un  sabor  y  una  exigencia.   A  partir  del  año  1913,  todo  el  torero  que   como   tal   torero   ha    querido  ser  “algo”  en  su  profesión   no  ha  tenido  más  remedio   que  seguir   la   ruta  trazada  por   “aquél”. 
Otro   hombre   revolucionarlo   ha   vuelto  a  envenenar  la   fiesta   de  toros  en  la  corrida   de  ayer,   y   precisamente  cuando  la  corrida   estaba  para   expirar.   Este   otro   hombre  es  Victoriano  de  la  Sema,   que  no  es  sevillano,  ni  “siquiera”   madrileño,  puesto   que  ha   nacido   en   el  corazón  de  Castilla  la   Vieja…
…Pero  salió  el  sexto  toro,  un  castaño  de   bonita   estampa,   codicioso,   y   pastueño,   y...   el   toreo   volvió    a   envenenarse  otra  vez,  como  se  envenenó   en   el   año   1913.   ¡Qué   no   haría   con   este  toro   el  “loco”   torero   de  Castilla   la  Vieja!...   A   ver   si   lo  recordamos:   En   cuanto   pisó  la  arena   el  noble  bruto,  La   Serna  se  descaró   con   él   precipitadamente   en   el   tercio   del   2,   y   el   caos.   El   caos,    al   ver    a   aquel    hombre substantiva,  gramaticalmente,   clavado   en   el  suelo   con   las   piernas  en  ángulo   y   sin  mover  un   pie   en  las   cuatro   arrancadas   que   le   dio  la  bestia;   el  caos   al  ver  aquel   capote  también   a  ras  del  suelo,  que  se  llevaba  el  toro  de un lado  para  otro   con   una   suavidad,   una    elegancia   y  un   arte  nunca   vistos,   y   aquellos   brazos    movidos    con    la    misma   lentitud   de   derecha   a   izquierda;   el  caos  al  trazar   aquella   maravillosa  media   verónica  en   la   que  el  toro  tomó  la  forma  de   una   pescadilla   (como   a  las   pescadillas estamos   acostumbrados   a   verlas),   rodeando   la  cintura   del  torero;   y   el   caos   al   ver  a   los   catorce   mil   espectadores    que    abarrotaron    la    plaza,    en    pie,    entregados    a    un    verdadero     delirio    que     simbolizó     una   ovación   y  un  olear   de   verdadero   frenesí.   Repitió   su   toreo,   su  excepcional   toreo,   su    personalísimo   toreo,  el  toreo  cuyo  estilo   inverosímil   ha   traído    otra    vez    el     envenenamiento  de  la   fiesta   el  torero   segoviano,   y   las   aclamaciones   volvieron   a   oírse   imponentes  y     arrolladoras.     Carancho    hizo   otro  quite  también   maravilloso,   y  con   otro   por   el   estilo   cerró   Solórzano  el  tercio,  que,  como   el  del  segundo   toro,   nos   puso    a    todos  en  un  transporte   de  emoción  y   de   alegría     difícilmente     descriptible. Las   ovaciones   se   sucedían   impetuosas;    pero   la    de   la   Sema    se   prolongaba    y   se   prolongaba,    sin   cesar   hasta   el   tercio   de   banderillas. ¡Qué  estilo  no  pondría   aquel  hombre  en  aquella  manera  de  lancear   tan   arrolladora,   tan   selecta,  tan   escalofriante!   Una   consideración  de  crítica:   si  como  toreó  ayer de   capa   este   sexto   toro   en   Madrid  torea  quince   o  veinte  en  provincias,   de   respetarle   los   bichos,  su exaltación   definitiva   tendrá   la   velocidad  de  un   tiro. 
La   revolución  ya  estaba   armada;  pero  aun  debíamos  esperar  con  el  natural  interés  la  faena  de  muleta,    que    Victoriano    ofrendó    al   querido  camarada   el  popularísimo  poeta  de  la  democracia   madrileña  Antonio  Casero.  La  revolución  tiene  un  empalme.  El  torero  sale  paso   a  paso,   con  la  muleta   plegada sobre  la  mano   izquierda,   y   llama  la  atención  del  toro,  que  sigue  embistiendo  bien,  aunque  adelanta  un poco  por  el  pitón  izquierdo.  El  bicho   se   arranca,   el  torero   espera,  da  un  quiebro  de  cintura  en  la  reunión   y   comienza   con  un   cambio  emocionante.  Inmediatamente   despliega  la  muleta  y  prepara  el  pase  natural,   que  no  sale  limpio  por   el   defecto  del  toro.  Cambia  de  mano,  y el  caos  otra  vez:  sobre  la  derecha   ejecuta  una  labor   formidable,  que  se  compone  de  cuatro  muletazos   bajos,   llevando   al  cornúpeto con  el hocico matemáticamente  adherido   a  los  vuelos  de  la   franela; de  tres  altos,  dos  de  pecho,  en  los  que  el  toro,  de  pitón   a  rabo,   roza   la  cintura  del  torero,   y  otros   dos  bajos  también,   en  los  que   hombre  y   bestia   forman   un   solo   cuerpo.  Pero  en  estos   dos  pases  no   se  ha  tramitado    el   eterno   muletazo    de    parar   y   cargar   la  suerte,  no;   estos   dos  muletazos  son  tan   excepcionales, tan  desconocidos  en  todas las  épocas  del  toreo,  que  el   lidiador   se   ha   quedado   convertido   en  una   verdadera    estatua,    mientras  el   toro   ha   ido   y  ha   vuelto   en   el  viaje  sin  que  el  torero   descomponga  su  figura  ni  se  tome  un   nuevo  centímetro  de  terreno  para   prepararse  contra  el  ímpetu   y  la   fuerza   del   adversario;   es   decir,   sin   preocuparse   de  una   probable   cogida.  La  multitud,  que  apenas  ha   tenido   tiempo  de  reaccionar  en  pro  de  un sosiego  necesario,  vuelve  a  desbordarse  en  esa  asombrosa  faena   de  muleta,   y   el  entusiasmo   que   produce  este  segundo  acto  del  envenenamiento   del  toreo  es   francamente    indescriptible.    Una     estocada   corta   tiene  por  remate   la  faena   y   la  vida  del  castaño  codicioso  y  pastueño,  y  la   ovación   final   se   hace  imponente,    avasalladora,    Gran   parte   del   gentío   pide   la   oreja,    y  el  presidente,   después   de  un   titubeo   reflexivo,   acuerda   no    concederla.  Bien  hecho.  La  negación  del  premio  es  muy   eficaz,  porque   con   ello   crece   el   clamor   del   público,   cuyo    nervosismo    de    entusiasmo    termina,  por  fin,  en  coger  al  torero  en  hombros,  pasearlo  por  el  redondel  y  depositarlo  en  el  automóvil…
Maximiliano Clavo presiente aquí un nuevo canon para hacer el toreo. Una revolución le llama él.

Una de color

Señalan las crónicas que La Serna brindó la muerte del sexto a Antonio Casero. También revelan que tras la gran faena al sexto, la muchedumbre – no los costaleros a sueldo – se lo llevó en hombros. La rápida sucesión de los hechos impidió al torero o a sus ayudantes recuperar la montera dejada en prenda al pintor y así narra Corrochano lo sucedido con ella:
El interés de la corrida, por unas cosas o por otras, no decayó un momento. Fue una corrida distraída, muy interesante. Cuando salíamos, como La Serna se había marchado, vimos a Antonio Casero sin saber qué hacer con la montera.
- ¿Vamos, Antonio?
- Espera que salga la gente - dijo muy preocupado.
Y cuando creía que nadie le veía, arrojó la montera entre barreras y salió de prisa, muy sonriente, como si no hubiera hecho nada…
Ligas a las crónicas

Las crónicas completas de este festejo las pueden consultar pulsando sobre el nombre del diario en cuestión:





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