Jesús Solórzano Roberto Domingo en La Libertad 23 de julio de 1930 |
Jesús Solórzano fue el triunfador de la temporada de novilladas de 1929 en El Toreo de la Condesa. Ganó la Oreja de Plata la tarde del 15 de septiembre de ese año disputándola con Esteban García, José González Carnicerito y Carmelo Pérez ante novillos de Santín. Eso le redituó el derecho de obtener la alternativa de matador de toros en la siguiente temporada de corridas de toros en esa misma plaza, lo que se materializó en la novena corrida del ciclo 1929 – 1930, cuando el diestro de Santander, Félix Rodríguez, le cedió al toro Cubano de La Laguna, en presencia de Heriberto García. Esa tarde el toricantano tuvo una actuación aclamada por la concurrencia y Félix Rodríguez tuvo su mejor actuación en nuestras plazas, cortando el rabo de Cafetero de Piedras Negras, después de una serie de tardes aciagas en lo que era la gran plaza de la capital mexicana.
Tras de la alternativa, decide dar el salto al otro lado del Atlántico, aunque por alguna cuestión administrativa que aún no alcanzo a entender, pero que apenas se vino a resolver hasta el año de 1944, las alternativas no concedidas en ruedos españoles no eran consideradas válidas allá, así que el diestro de Morelia tuvo que retomar el camino toreando novilladas para obtener el grado nuevamente y poder torear allá corridas de toros.
Así, se presenta el domingo 11 de mayo de ese 1930 en la Maestranza de Sevilla, alternando con Alberto Balderas – también debutante – y Diego Gómez Laine en la lidia de novillos del Conde de Santa Coloma. El defectuoso manejo de la espada le impidió cortar apéndices, pero le permitió convencer a Salguero de que había en él un torero, por lo que actuó allí tres tardes consecutivas más, los días 18 y 29 – jueves de Ascensión – de mayo y 8 de junio. En todas ellas le acompañó Balderas en el cartel y la del 29 de mayo, fue mano a mano.
Esas sólidas actuaciones le pusieron en la mira de las empresas y así, Carlos Gómez de Velasco, gerente de la empresa de Madrid, decide llevarle al coso de la Carretera de Aragón, acartelado con Rafael Saco Cantimplas y Manuel Zarzo Perete. Los novillos a lidiar serían originalmente tres de Juliana Calvo viuda de Bueno y tres del Duque de Tovar, aunque al final uno de estos, que hizo cuarto, fue sustituido con uno de Galache.
La actuación de Jesús Solórzano en Madrid, ese día de su presentación fue rotunda de acuerdo con el sentido unánime de las crónicas del acontecimiento. Citaré algunas de ellas, que a mi parecer reflejan la magnífica impresión que en ese señalado día causó quien después sería conocido como El Rey del Temple.
En primer lugar está la de Federico Morena en el Heraldo de Madrid, aparecido la noche misma del festejo. La tituló En Madrid se ha revelado como un gran torero el mejicano Jesús Solórzano y de ella extraigo lo siguiente:
…Y Jesús, luego de brindar la muerte del novillo al Sr. Del Oro, excelentísimo aficionado, que ocupaba una barrera del 2, salió al tercio con la muleta en la zurda. Citó desde lejos, arrancóse el novillo con fuerza y el espada le vio llegar serenamente; le metió la muleta en el hocico y corrió la mano con destreza en un pase natural de mérito imponderable porque el cornúpeto se le fué encima como una exhalación. Giró el torero con pasmosa tranquilidad, se revolvió el novillo impetuoso y hubo otro pase al natural, y un tercero, magníficos por lo valerosos, ya que el exceso de fuerza en la embestida de la res impidió que el artista templara. Ligó este último pase con el de pecho por los terrenos de dentro el novillo, y estalló una frenética salva de aplausos.
Dio luego el espada unos cuantos excelentes pases con la derecha, muy ajustados con el cornúpeto, y terminó esta segunda parte de la faena con dos molinetes.
Y, en fin, metió guapamente la espada por el hoyo de las agujas, en un volapié magnífico, y el novillo echó las patas por alto.
El entusiasmo, mal contenido por el dique de la presidencia, se desbordó entonces, y la presidencia, muy justamente, concedió a Jesús Solórzano las dos orejas del novillo tan excelentemente muerto.
Jesús Solórzano es torero de los pies a la cabeza, torero por la gracia de Dios...
Por su parte, Corinto y Oro, en La Voz, también de edición nocturna en la fecha del festejo, exaltó las virtudes del diestro de Morelia y tituló su crónica Otra figura. Solórzano, la estatua que torea y en ella dijo:
En la plaza de toros de Madrid se registró ayer un “suceso”. De no tratarse de un “suceso”, yo habría puesto a esta crónica el encabezamiento acostumbrado en las novilladas: “Fulano, Zutano y Mengano. Toros de Tal”. Pero el suceso fue gordo, fue una cosa muy seria, y reclama un alto en la marcha y un punto y aparte. La estridencia – el estridor – es estruendo, es sorpresa, es... “suceso”.
El protagonista del “suceso” de ayer tarde es un torero mejicano; otro torero mejicano que entusiasmó, que excitó, puso fuera de sí a una multitud por un triunfo extraordinario. De dos temporadas a esta parte, Méjico ha mandado a España una hornada de toreros buenos, de toreros con ruido y con personalidad propia. En Madrid y sus alrededores conocíamos y admirábamos la finura de Armillita, el arte y el valor, en una tarde que se recordará mucho, de Heriberto García; el estilo de Balderas y el genio de Carnicerito y Contreras, alborotadores del cotarro de la plaza de Tetuán...
Jesús Solórzano debutó ayer en Madrid con un triunfo tan completo, tan resonante y tan definitivo, que ya se le puede echar a reñir con todas las figuras del toreo, y en esta manifestación ni hay hipérbole, ni hay cristales de aumento; el atlético mocetón mejicano, sobre su privilegiada contextura física, se reveló ayer como un señor torero, como un superior banderillero y como un señor matador de toros. ¡Poca cosa! Los aficionados que por su devoción calurosa a la fiesta se toman la molestia de estar al tanto de la temporada, ya llevaban a la plaza el tufillo del alboroto por las referencias que nos habían llegado de Andalucía, y algunos las tenían anteriores aún, las tenían de Méjico...
Buena, muy buen a esta última hornada de toreros importados de Méjico. Pero lo que en su presentación ante el público madrileño hizo ayer Jesús Solórzano es tan excepcional, que, como lo repitan en seis plazas de toros de importancia, a la vanguardia del toreo irá con una velocidad de avión…
Por su parte Chavito, en La Nación, en crónica titulada ¡Cuidado, coletudos, que tiene nombre de Mesías!..., vio a Jesús Solórzano en los siguientes términos:
La alegría de Margarita Carvajal.
La escultural “vedette” de la compañía de Eulogio Velasco, a cada lance de Solórzano, a cada ovación que el diestro recibía, saltaba en su localidad loca de contenta, emocionada, Jesús Solórzano, el novillero mejicano que debutaba ayer en Madrid, como si se hubiese dado cuenta de la presencia de su simpática compatriota; se propuso alcanzar un gran triunfo, y como en esta vida todo es proponérselo, salió, al terminar e! festejo, en hombros de los capitalistas, y con una oreja de su segundo enemigo en la mano.
¿Qué hizo Solórzano? Una cosa bien sencilla: torear bien, torear a conciencia, torear como se debe torear. Eso fué todo…
En, quites, Solórzano supo siempre colocarse en su sitio y sacar del lugar del peligro a las reses, a las que llevó siempre prendidas en los vuelos de su capotillo… El de Méjico pareó sus dos novillos, y en ambos demostró ser un banderillero fácil y dominador…
Con la muleta supo ajustarse al enemigo. A! tercero de la tarde le dio unos cuantos pases por alto parados, y se lo quitó de delante de una estocada y un descabello, tras un intento. Dio la vuelta al ruedo y saludó desde el tercio…
Muleteó con la izquierda al principio, dando cuatro naturales, ligados con el de pecho, de los que uno de ellos fué sencillamente magistral. Luego, con la derecha, dio molinetes, pases por alto y de pecho, y mató de una estocada caidilla. Su labor fué premiada con la oreja y la consiguiente apoteosis…
En El Imparcial, quien firma como Quilez, titula su crónica Méjico ha enviado un torero y en ella afirma:
Habría que rebuscar en el Diccionario muchos adjetivos y poseer una retina de maravilla para reflejar toda la magistral labor de Solórzano en «Capotero», un bicho negro, descarado de cabeza, apretado de carnes, bravo y pujante, de la ganadería de Albaserrada.
Alegre, codicioso y pujante salió el bicho, y en tercios del diez desplegó Solórzano el tesoro de ensueño de su capote, y allí se repitió la hazaña, y allí surgieron hasta cuatro lances interminables, baja la mano, erguida la figura, abierto suavemente el compás, en un movimiento de tristeza de soleá, sin enmendar el viaje, clavadas las plantas como a tornillo, mientras la bestia acariciaba en un ir y volver de pesadilla la mimbreña cintura del lidiador; Volvió a repetirse el cuadro maravilloso, y el público lanzó al ruedo docenas de sombreros para premiar tanto arte...
¡Y después de lo que se presentía...!
En los tercios, dando todas las ventajas al bravo bicho, todo temperamento, nerviosidad y codicia, Solórzano, sin acordarse de la mano derecha, dio tres maravillosos pases al natural, llevando el pitón de la bestia sujeta a la cintura, apenas quebrada por una suave ondulación, en que un centímetro de desviación era la cornada... Otro sugestionante banderazo al natural, acabado, perfecto, de una rotunda línea, y el engarce con otro de pecho inenarrable. Por último, cinco altos de ensueño, dos molinetes girando entre los pitones de la fiera y al final, mientras de los tendidos salían lanzados al ruedo sombreros y flores, el Califa de Morelia, jugando a maravilla el engaño y perfilándose con el pitón contrario, cruzaba inimitablemente la zona de peligro para colocar un volapié clásico, mazzantinesco, en que antes de salir la fiera de los vuelos de la muleta había rodado ya con las cuatro pezuñas al aire...
¡Ni un grito, ni una exclamación! Mudo el público, sugestionado por tanta belleza, no tuvo más que manos para agitar rabiosamente los pañuelos y convertir el circo en un gigantesco nido de palomas. Poco fueron las orejas y el rabo del bicho que el presidente concedió. Los espectadores se lanzaron al ruedo y, paseándolo por él enmedio de las ovaciones del público, quieto en el graderío, lo tuvieron cerca de media hora.
Así como España conquistó hace cuatro siglos el Imperio de Moctezuma por la fuerza de sus armas y el valor de sus soldados, Méjico quiere conquistar a España por el arte insuperable de sus ídolos populares...
Como avanzada esplendorosa ha enviado a Jesús Solórzano. Califa del vergel de Morelia…
En el ABC madrileño, tribuna de don Gregorio Corrochano, la crónica se tituló De cómo puede perderse una elección por un torero, aludiendo otras cosas del momento, pero en lo que nos interesa, entre otras cosas dice:
...A Solórzano le vimos tan capacitado que le dimos matrícula de honor. Estuvo muy tranquilo, toreó con buen estilo y mató con decisión. Aunque es matador con alternativa en Méjico, se nos presentó como novillero, y así le juzgamos. Venía toda la tarde dejándose ver, aunque mejor diríamos dejándose adivinar, porque los toros de Bueno y Tovar, con su desigual pelea, no daban ocasión a muchas intervenciones... Y con estos buenos antecedentes llegó el último toro, bravo y noble, para medir a un torero.
Solórzano le toreó muy bien de capa, destacando en los remates a media verónica, que la da con mucho arte. Cogió las banderillas. Paso a paso, de frente, llegó a la cara del toro, andándole cada vez más. En el tercer par llegó a tres metros del toro muy despacio, y puso un par notable... La ovación fue cerrada... cogió estoque y muleta... toreó con la derecha y con la izquierda, y no se interrumpieron los aplausos hasta que rodó el toro de una estocada desprendida, pero atacando muy bien. Como tan olvidado está por los de alternativa el toreo al natural, cuando veo un novillero con la muleta en la mano izquierda, ya me agrada, aunque no toree con perfección; si además torea con naturalidad, ya me parece excepcional... Le dieron la oreja del último toro y le sacaron en hombros. Dejó una bonísima impresión, que esperamos que consolide, si no sigue la costumbre de otros toreros de escaparse de Madrid al primer éxito...
Y por último, cito algo de lo que Alfonso, en El Liberal reflexionó al respecto, bajo el título de En Madrid el debut de Solórzano constituyó un acontecimiento taurino:
Así como en el mundillo taurino existen primeras figuras, a las que a codazo limpio se aproximó el domingo el nuevo diestro mejicano Jesús Solórzano, entre los aficionados hay también otras primeras figuras. Entre ellas merece destacarse A D. Clemente de Oro, a quien Solórzano brindó la muerte del último toro de la tarde. No es el Sr. Del Oro partidario del toreo del retorcimiento y del relumbrón; por eso cuando en una conversación se alza su voz fuerte y un poco atropellada es para defender el arte sin la más mínima mixtificación. Por ello fue partidario de Juan Belmonte, y lo es en la actualidad de Antonio Márquez y de Gitanillo de Triana. Seguramente desde el domingo tendrá en la lista de su fervor taurino a Jesús Solórzano, diestro que comienza a brillar con ese mismo estilo único e inconfundible de los grandes artistas. Porque él lo asegura, nosotros creemos que haya nacido en Méjico. Pero si en los carteles se hubiera anunciado como de Triana nadie le hubiera podido discutir su nacimiento en la tierra de Juanito Terremoto. Su éxito como torero ha sido uno de los más grandes que se han registrado en el ruedo madrileño. Cierto que le correspondió el mejor lote, pero ciertísimo que supo aprovecharle de una manera insuperable Cuentan que allá en su tierra era ya matador de toros, pero respetuoso con el público de España había renunciado a la alternativa, queriendo obtener el «placet» de éste para figurar como tal matador de toros. Por las actuaciones que lleva y sobre todo después de la del domingo no ha de tardar en ser uno de los favorecidos por los aplausos del público. Su presentación en un quite del segundo toro ya causó excelente impresión. A partir de este momento puede decirse que no cesaron las ovaciones. Al lancear de capa al tercero y después en unos finísimos pares de banderillas. A la hora final faltó enemigo, pero así y todo, en los pocos muletazos que dio se pudo apreciar un anticipo de lo que iba a venir después. Murió el toro de una estocada y un descabello y Solórzano dio la vuelta al ruedo, recogiendo una merecida y justa ovación...
Como se puede ver de las distintas relaciones transcritas, la actuación de Jesús Solórzano resultó redonda. Existe en las crónicas discrepancia en cuanto a los apéndices que le fueron concedidos tras la lidia del sexto, pues Federico Morena habla de dos orejas; Chavito y Corrochano de una nada más; Quilez de orejas y rabo; Corinto y Oro no menciona concesión de apéndices y Alfonso únicamente menciona la vuelta al ruedo, cinco apreciaciones distintas de la premiación de una faena que unánimemente fue considerada grandiosa.
Tras de esa tarde salió lanzado Solórzano para recibir la alternativa, que llegaría el 28 de septiembre de ese 1930 en Sevilla, le apadrinaría Marcial Lalanda y atestiguaría la ceremonia Antonio Márquez con la cesión del toro Niquelado de Pallarés, antes Peñalver. Pero de esto espero poder ocuparme en unas cuantas semanas.
Así fue el debut madrileño de Jesús Solórzano hace 90 años, en una plaza en la que escribiría páginas importantes de su historia torera.
Aviso parroquial: Los resaltados en las transcripciones hechas, son imputables exclusivamente a este amanuense, pues no obran así en sus respectivos originales.
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