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lunes, 24 de abril de 2023

Feria de San Marcos 1973. La consolidación de un proyecto (VI)


Sin toro no hay fiesta posible (segunda parte)

La información previa a la crónica del festejo no se centra en promocionar la corrida del 24 de abril. El Sol del Centro reproduce la columna de Francisco Lazo que en la fecha también apareció en el diario deportivo Esto de la capital mexicana, misma en la que el tema medular es la visita que hizo a Chichimeco, la finca del maestro Armillita, misma en la que anunció que se iría a España para llevar allá a su hijo Fermín a hacer algo de campo, en vía de preparación para iniciar su carrera como novillero:

...el maestro de Saltillo nos dijo que será el domingo próximo cuando se marche a España para ver unas corridas de la feria de Sevilla, luego las de Madrid. “Las de aquí no me las voy a perder – manifestó –. Hay carteles buenos de veras...”. ¿Y cuándo suelta usted a Fermincito?, le preguntamos. Y el maestro respondió: “Ahora me lo llevo a España. Allá toreará en algunas ganaderías. Y si les puede a aquellos cómo a los de acá; este mismo año se vestirá de luces...”. Ya hemos dicho que Fermincito ha mostrado cualidades excepcionales y parece ser que en él hay una figura grande del toreo. Esperamos vivir para comprobarlo...

Fermín Espinosa hijo se presentaría como novillero en León, Guanajuato el 30 de diciembre de ese 1973 y haría una breve campaña española entre julio y septiembre de ese año, actuando en plazas de importancia como Bilbao y Valencia en España o Dax, en Francia.

El deshonor de la palabra de los toros

Ese 24 de abril de 1973, se anunció un encierro de don Jesús Cabrera para Eloy Cavazos, Antonio Lomelín y Curro Rivera, en la presentación de este último en la feria. De nueva cuenta los toros titulares volvieron a dejar que desear. Relata don Jesús Gómez Medina:

Como el gran clásico español del siglo XVI, para reseñar lo que fue anoche, la lidia de los seis primeros astados, bastaría con repetir la tan conocida frase: “Decíamos ayer...”.

Pues al igual que la víspera, habíamos asistido al desfile de un sexteto de bureles desprovistos de acometividad, tan sosos, tan reacios a embestir, tan mansos, en suma, que podrían constituir, a la verdad, la antítesis, la negación del verdadero toro de lidia…

El reenvío que hace don Jesús a su crónica del festejo de la víspera es en obvio de repeticiones. El año anterior, los toros que enviaron respectivamente don Valentín Rivero y don Jesús Cabrera fueron la materia que permitió escribir páginas de gran brillantez de aquel serial abrileño. Un calendario después, mostraron la otra cara de la moneda.

La noche salvada por un toro de regalo

La corrida, segunda nocturna de la feria, iba por el desfiladero, hasta que Eloy Cavazos, en una acción – o arrebato – poco frecuente en su forma de conducirse en los ruedos, decidió anunciar a la concurrencia que regalaría un toro. Ese toro de regalo fue Caperuzo, número 87, de la ganadería del ingeniero Mariano Ramírez.

Ante Caperuzo, Eloy Cavazos realizó, en palabras de don Jesús Gómez Medina, lo siguiente:

Salió pues “Caperuzo”, y como por ensalmo la escena se modificó radicalmente: el tedio, el aburrimiento que a esas alturas habíanse enseñoreado de los tendidos, desaparecieron como por encanto; y la alegría y la acometividad del toro, a su estilo de claro linaje, a su bravura, en suma, aunóse el torero cascabelero, siempre espectacular, en ocasiones zaragatero, pero realizado siempre en la proximidad de los pitones por Eloy Cavazos, y la escena se transformó radicalmente… Resurgieron entusiasmos que parecían definitivamente dormidos; la plaza se inundó de luz y de calor; el tedio y la languidez que habíase apoderado de todos los circunstantes, convirtióse en clamor, en fuego, en cálido comentario que a estas horas corre, entre el golpeteo de los dados y el grito bravío de las cantadoras, por todos los rincones de la Feria… ¡“Caperuzo”, con su bravura, operó el prodigio...! … En el toreo, hoy y siempre, lo primero será la bravura del astado. Y cuando ésta va aparejada al buen estilo, a la docilidad y alegría, asistimos a espectáculos de la brillantez de que anoche protagonizaron Eloy Cavazos, el de la Villa de Guadalupe y “Caperuzo”, el burel del Ing. Mariano Ramírez; y que culminó en la concesión de ambas orejas y el rabo para Eloy, en el arrastre lento para los despojos de “Caperuzo” y en los recorridos triunfales que, una y otra vez realizaron el torero, el ganadero y el empresario Guillermo González, entre el júbilo de un público que, pese a lo avanzado de la noche, resistíase a abandonar los tendidos...

El toro, se afirma, pone a todo el mundo en su sitio. Y cuando es debidamente aprovechado, también permite que se aprecie la grandeza de la fiesta y se aquilate, en su real medida el peso específico de cada uno de los factores que hacen posible la realización del espectáculo. Así quedó demostrado después de que Caperuzo se mostrara bravo y noble en una noche que se iba encaminando, irremisiblemente, parecía, al despeñadero.

El resto del festejo

Antonio Lomelín cortó una oreja esa noche, y más que cortarla, se la arrancó al segundo de la noche. Escribió don Jesús Gómez Medina:

Antonio Lomelín, en sus dos turnos, mostró en múltiples ocasiones, las características que le llevan a hacer el bien torear, con estridencias que no siempre resultan oportunas. A su primero lo toreó de capa y particularmente de muleta con lucimiento y calidad en la ejecución de los lances y de los pases; lo banderilleó, además, en forma lucida, y lo estoqueó en forma superior, haciéndose acreedor, por esto solo, a la obtención de la oreja y a la vuelta al ruedo…

Curro Rivera, por su parte, se llevó el lote más complicado de un mal encierro y también tuvo que enfrentarse a la malquerencia de un grupo de reventadores que lo hostilizaban al menor titubeo, sigue relatando el cronista de El Sol del Centro:

Toda la decisión y el torerismo innegables de Curro estrelláronse casi siempre ante las condiciones de sus adversarios. El primero, manso y con peligro, que, en varias ocasiones, ya al banderillear como al torear de muleta, le puso los pitones en el pecho. Además, tuvo siempre en su contra la hostilidad de un sector de espectadores, incapaces, al parecer, de aquilatar lo que fue una faena como la realizada el domingo por Curro con “Cartujo” … Al último, al que a base de tesón y de aguante consiguió meter en la muleta para cuajarle meritísimas series de pases en redondo, tuvo Curro la desgracia de pincharlo mucho y mal, inclusive de atravesarlo, amén de que el garapullo de una banderilla lo hirió en la mano derecha, dificultando con ello su labor final, hasta escuchar el aviso…

Un evento inesperado vino a cambiar el curso de un festejo que parecía quedarse con la imborrable marca del tedio en su historia. Esa circunstancia inesperada – por infrecuente – también vino a encaminar por otras vías el rumbo de la feria, como veremos en los siguientes días.


domingo, 5 de marzo de 2023

3 de marzo de 1963: Alfredo Leal corta un rabo en El Toreo de Cuatro Caminos

Ya había apuntado por aquí, para más señas, el pasado 18 de diciembre, al rememorar la confirmación de alternativa de Mondeño, que el ciclo de festejos mayores 1962 – 63 se dio a plaza partida. La primera docena de festejos se celebró en la Plaza México, más que nada, creo, por las cuestiones que regulan el llamado derecho de apartado, que exigen precisamente ese número de tardes para sacarlo a la venta. Después de esa última corrida, verificada el 24 de febrero de 1963, con toros de La Laguna para Humberto Moro, Joselito Huerta y Curro Romero que confirmaba su alternativa, al domingo siguiente, la fiesta se trasladó a Naucalpan, al coso de Cuatro Caminos.

El elenco de toreros anunciado para el serial de siete fechas que se dieron entre el 3 de marzo y el 7 de abril de 1963 en El Toreo se formó con los mexicanos Manuel Capetillo, Juan Silveti, Joselito Huerta, Alfredo Leal, Antonio del Olivar, Luis Procuna, José Ramón Tirado, Víctor Huerta, y Morenito, los hispanos Paco Camino, El Viti, Joaquín Bernadó, Diego Puerta y Curro Romero, y el lusitano José Julio y en el renglón ganadero se presentaron encierros o toros sueltos de Coaxamalucan, Tequisquiapan, Mimiahuápam. Jesús Cabrera, Pastejé, Santo Domingo, Mariano Ramírez, La Laguna, La Punta, Torrecilla, Las Huertas, José Julián Llaguno, Reyes Huerta y Valparaíso.

En una nota aparecida en El Redondel del mismo día de la confirmación del Faraón de Camas, que ya he citado en parte, se adelantaba lo siguiente:

La empresa ofreció dar doce corridas, y la de hoy fue precisamente la duodécima, no prolongándose la temporada por incosteabilidad… Además de los toreros anunciados, se contrató a Luis Procuna, a Juan Silveti, a Jorge Aguilar, a José Ramón Tirado, a Joaquín Bernadó, a Curro Romero, que se presentó hoy… Así pues, con mejores perspectivas para la empresa, se pasa a la plaza El Toreo desde el próximo domingo, abriendo un derecho de apartado para un mínimo de seis corridas, que podrían ser muchas más y para las cuales se cuenta con todos los toreros que han actuado en la México con los cuatro triunfadores a la cabeza: Capetillo, Joselito Huerta, Paco Camino y Diego Puerta, para combinar carteles que satisfagan ampliamente a la afición… Tenemos noticias de que, dentro de ocho días, actuarán Paco Camino y Joselito Huerta, con un tercero, con lo que el lleno está previamente asegurado…

Y con la anticipación reglamentaria, como lo anticipó la nota de prensa del domingo anterior, efectivamente el cartel inaugural se formó con un encierro de don Jesús Cabrera para Alfredo Leal, Joselito Huerta y Paco Camino, quienes consiguieron un importante lleno en la plaza de Cuatro Caminos

La corrida inaugural del Toreo de Cuatro Caminos

La corrida fue accidentada. Los toros de Cabrera no tuvieron ese día el trapío suficiente para agradar a la concurrencia y fueron protestados de continuo y para más INRI, el tercero de la tarde, primero del lote de Paco Camino, llamado Tragabuches, se despitorró al estrellarse contra el estribo de la silla del picador en su primer viaje hacia los montados y fue devuelto y sustituido por otro de la misma ganadería, el que según la crónica de Ojo, con más edad al parecer, y bien puesto de cuerna... Ya había molestia por la poca presencia de los primeros dos toros, sin importar el tesón que puso Joselito Huerta para tratar de agradar a la parroquia.

La corrida siguió por el despeñadero. Quizás el momento crítico fue durante la lidia del cuarto, donde el ya citado don Alfonso de Icaza señala que el Juez de Plaza aguantó la bronca y mantuvo en el ruedo a otro toro carente de trapío y que El Príncipe del Toreo se empeñó en torearlo, por lo que a la mitad del trasteo la concurrencia, en son de chunga, comenzó a sacar pañuelos pidiéndole las orejas. 

Joselito Huerta tuvo momentos de lucimiento ante el quinto Curro Puya, luciendo con la capa y logrando sujetar a un toro que tendía a buscar el abrigo de los machihembrados tableros de Cuatro Caminos. En la labor de recoger y sujetar se le fue caminando el tiempo y la concurrencia de los tendidos empezó a impacientarse y las opiniones a dividirse. 

Paco Camino, tras de que el primero de su lote tuvo que ser sustituido, no las tuvo todas consigo. Pero le esperaban tardes mejores en los días siguientes y en ese mismo ruedo.

El séptimo de la tarde

Alfredo Leal anunció el regalo de un toro, sin que la crónica de Ojo precise el momento. El obsequio se llamó Carpintero, procedía de Pastejé y era de pelo negro. La actuación del Príncipe ante este toro fue descrita así por el invocado cronista de El Redondel:

Leal lo recoge con la capa y entre las verónicas que le propina tres que le resultan de recibo y le valen palmas… Una vara recargando, que dura eternidades y cambio de tercio a petición del donante… Cumplen los banderilleros y la plaza entera aplaude a Joselito Huerta, que anuncia a su vez que va a regalar un toro… Brinda Alfredo e inicia su faena con dos magníficos pases en el estribo. La continúa con otro de rodillas, también valentísimo y la sigue con dos magníficos derechazos, rematando con un soberbio pase de pecho. Ovación general… Alfredo se crece, se agiganta y liga muletazos superiores de toda superioridad, entre ovaciones y dianas continuas. Sus naturales, ligados a la perfección, tienen precioso remate con un pase de pecho que ni dibujado… Más naturales y otro de pecho monumental, para seguir con un adorno muy torero y varios derechazos estatuarios. Da un afarolado, sigue con uno de pecho y da unas manoletinas ceñidísimas que caldean aún más el ambiente. Entra a herir en derechura; se vuelca sobre el morrillo de la res y deja una estocada hasta el puño que sospechamos de defectuosa dirección a juzgar por la premura con que sus peones extraen el arma. El toro queda de todas maneras anonadado, pero no dobla, estallando la plaza de entusiasmo cuando se entrega, para que lo pare el puntillero; se amorcilla la res que por fin se entrega al punto de que miles de pañuelos flamean en los tendidos, pidiendo para Alfredo Leal los máximos honores, Le concede la autoridad las dos orejas y el rabo, pero el público protesta éste. Leal lo tira y da la vuelta al ruedo mostrando orgulloso los dos apéndices auriculares del bravo astado de Pastejé, a quien se conceden los honores del arrastre lento…

Como lo deja bien patente don Alfonso de Icaza, la concurrencia hizo a Leal tirar el rabo por considerar que la autoridad se excedió en la concesión del trofeo, pero para la estadística, fue el número 27 de los 36 allí concedidos. Joselito Huerta regalaría esa misma tarde otro toro de Pastejé, pero no tendría suerte con él.

Lo demás que traería esa temporada

Aunque se disputaría una Oreja de Oro que quedaría desierta, en el ciclo se tendrían tardes de gran calado con faenas como las de Diego Puerta a Limoncito y a Soñador de Valparaíso,  la de Santiago Martín El Viti a Marismeño de Tequisquiapan, o las Paco Camino a Catrín de Pastejé, toro de regalo la noche de la mencionada Oreja de Oro y días después las realizadas a los ya históricos berrendos de Santo Domingo.

También habría tardes aciagas, como la de Luis Procuna con Ojitos de Mimiahuápam, que se le fue vivo sin siquiera haber intentado tirarse a matar, o la de Curro Romero el siguiente domingo cuando armó la marimorena en sus dos toros e incluso fue multado por doblarse y encajar el estoque en los ijares del toro al rematar la suerte en su segundo. 

Esa fue la inauguración de una temporada de hace seis décadas, la que seguramente tendrá material para seguir contando aquí en las siguientes semanas.

domingo, 24 de abril de 2022

La Feria de San Marcos hace medio siglo (VIII)

Una triunfal ¿despedida? de Alfredo Leal

La sexta corrida de nuestra feria de abril se anunció con el atractivo adicional de que sería la última que el llamado Príncipe del Toreo, torearía ante la afición hidrocálida. Alfredo Leal, desde el inicio de la década de los cincuenta, tuvo actuaciones señaladas en la Plaza de Toros San Marcos y se distinguió siempre por ser un torero fiel a su concepto, a un toreo de clase, sin concesiones a la galería y pudiéndole a los toros. No por nada se decía que su hacer era de trazo limpio, puro, transparente como el cristal.

Se apartó para la ocasión un encierro de don Jesús Cabrera, un ganadero que siempre tuvo fe y admiración por el torero de la capital mexicana, el cartel con el diestro de Acapulco, Antonio Lomelín y con Curro Rivera, que cumplía así su tercera tarde consecutiva en el serial sanmarqueño y que, en los hechos, pretendía resarcirse de las pérdidas de la víspera. La nota previa al festejo, en El Sol del Centro de la fecha de la corrida, sin firma, entre otras cosas, cuenta:
Repite el justamente llamado “Príncipe del Toreo”, Alfredo Leal, que en su actuación anterior bordó una faena de ensueño que provocó las primeras ovaciones fuertes cuando toreó magistralmente al quinto de la tarde, de nombre “Lupillo”, de la ganadería de Las Huertas, faena que hizo salir del letargo a los aficionados que hasta esos momentos habían visto transcurrir la corrida más sin pena que con gloria… Esta tarde regresa para proseguir exhibiendo su arte y ante los de don Jesús Cabrera, habrá de volver a instrumentar esas faenas portentosas, porque quiere despedirse entregándose al público, que, en justo reconocimiento a su valor, su arte y su voluntad, deberá ovacionarlo como se merece…
Todavía flotaba en el ambiente el importante de Alfredo Leal triunfo en la tercera de feria, el más sólido del serial hasta ese momento.

Reflexiones sobre un adiós

En la crónica que escribió Francisco Lazo para El Sol del Centro, antes de relatar el hacer del Príncipe del Toreo ante los astados, reflexiona entre otras cosas:
Un día me dijo Alfredo Leal: “Es inútil todo lo que me digas. No puedo dar ese pasito adelante. En quince años de alternativa – hoy tiene 17 – no lo he podido hacer. Menos ahora...”. 
Y la paradoja, hoy, en el umbral del retiro, Leal se ha echado pa’lante y ha puesto a flote todo el arte que atesora. Él mismo me decía anoche, a la salida de la plaza: “No sé qué ha pasado. Veo con más claridad las condiciones del toro, y cuando menos me doy cuenta, ya estoy ahí, en terrenos que nunca antes pensé llegar a pisar...”. 
No, Alfredo Leal no debe irse todavía. Tiene que dar a los públicos ese toreo tan puro, sin las concesiones del adorno, del temple y belleza singular. Se lo debe a la afición que le ha esperado siempre, que le ha estimulado para que pusiera de manifiesto su toreo de seda. Anoche cuando daba la vuelta al ruedo con las orejas del que se supone es el último toro que matará en Aguascalientes, se escucharon gritos de “¡torero – torero!”, juntamente con otros de “¡no te vayas todavía!” ...Alfredo lloró emocionado, lo mismo que muchos hombres de las cuadrillas. Y lo vimos recorrer el anillo, recordando algunas de sus buenas tardes, donde hacía lucir su clase y otras en las que, indeciso, dejaba ir con todo y orejas a los toros, mientras él, con la cabeza gacha, se retiraba al burladero. Lo que no recordamos es que Alfredo le caminara a los toros… Y cruzarse sin afligirse. Y ponerle un sentimiento especial, a veces muy erguido, luego quebrando la cintura y a otras, rabioso, metiéndose con el astado para arrancarle, a base de exponer, magníficos ayudados y salir airosamente, echando tipo, después del remate… No, Alfredo Leal no debe irse todavía. Debe corresponder a la afición con ese toreo que ha puesto a flote, ese arte que todos sabían que lleva dentro, pero que tanto escatimó. Tiene una deuda que pagar...
Ya al contar su actuación ante el segundo toro de su lote esa noche, llamado Chamaco, refiere lo siguiente:
…en su segundo armó la gorda deveras. Se llamó “Chamaco” y salió haciendo cosas feas, parecía deslumbrado, pero después de arremeter contra el caballo, se compuso y dio una lidia clara, aunque se agarrara pronto al piso y tuviera el torero que meterse en terrenos comprometidos para encelarlo. Fue una faena breve, pero de pases de seda con ambas manos y cuando tocaron “Las Golondrinas”, Leal contrarrestó la dulzona melancolía de las notas, con un toreo rabioso sin demeritar la calidad del lance. Y vuelta al muletazo lento, al ritmo que imponía el diestro, no al de la arrancada del toro, con un valor sereno que no le conocíamos. Y la estocada. La brindó al público, como el toro lo había brindado al ganadero Cabrera. Entró muy derecho, vaciando suavemente y sepultando todo el acero, un tanto traserillo. La ejecución lo valió todo. Dobló la res, flamearon los pañuelos, dos orejas y vueltas otra vez, con “Las Golondrinas”. Se salta una dama, le abraza y le besa. Y le invitan vino en botas y se mantiene el grito de “¡torero – torero!”, y ese otro muy significativo: “¡no te vayas todavía!” Otra vuelta más, pedida por el público que abarrotó los graderíos del coso San Marcos… No, Alfredo Leal no debe irse aún…
El resto del festejo

Antonio Lomelín fue llamado a dar la vuelta al ruedo tras la lidia de su primero, un toro que duró poco y salió al tercio tras de echar a perder – paradójicamente – la faena que hizo al quinto, con la espada. Por su parte, a Curro Rivera se le pasó la factura de los hechos de la víspera y asegura Lazo en su crónica, que fue muy exigido. El hijo de Fermín, el de San Luis Potosí, todavía tenía una tarde pendiente ante nuestra afición.

Alfredo Leal se reitera

El 29 de abril, casi oculta en las páginas interiores de El Sol del Centro, aparece una nota en la que se contiene una entrevista para la Cadena García Valseca (CGV), sin firma, con Alfredo Leal. En ella, el torero reitera su decisión de irse de los ruedos y cuenta que ha estado regalando a amigos y compañeros de profesión, vestidos y avíos de torear y que quizás, en días próximos, pudiera torear una corrida más, en Nuevo Laredo, benéfica, a petición de sus amigos, los señores Longoria, propietarios de la plaza. Hace otras declaraciones, muy interesantes, de las que cito lo que sigue:
Fue un paso dado después de platicar ampliamente con mis familiares – dice Alfredo – me lo habían solicitado desde hace tiempo y no había querido decidirme, sino hasta estar completamente seguro de que no daría marcha atrás...
Quiero aclarar que no me voy de la fiesta, que me ha dado grandes e inolvidables satisfacciones, con amargura, dejo la profesión porque me parece insostenible la situación en la que se me ha colocado y no culpo a la fiesta misma, sino a quienes de momento la manejan y a cuyo arbitrio no quiero someterme. 
Prefiero irme con dignidad y no permanecer en un medio que se me ha vuelto hostil, de manera injustificada. De momento pienso no torear más, pero sí algún día cambian las cosas, quizás volvería a vestirme de luces, si las condiciones físicas me lo permiten.
Y concluye manifestando que se dedicará en lo futuro a sus actividades cinematográficas y de televisión, así como a administrar una finca que tiene en Guanajuato, actualmente a cargo de uno de sus hermanos.

La realidad es que al final de cuentas la afición y las empresas no dejaron ir a Alfredo Leal. Aquí en Aguascalientes volvió para la Feria de San Marcos de 1973 y estuvo tres tardes en ella, firmando, casi estoy seguro recordar, otra gran noche el 26 de abril de ese calendario. Antes, el 25 de marzo, había realizado la que fue su última gran obra en la Plaza México, ante Hortelano, también de don Jesús Cabrera, al que le cortó las dos orejas. Seguiría en activo hasta bien entrados los años ochenta, aunque ya no le volveríamos a ver vestido de luces por aquí.

domingo, 20 de febrero de 2022

11 de febrero de 1962: Gran faena de Jaime Rangel, cornada grave a Luis Segura en El Toreo de Cuatro Caminos

Jaime Rangel
Archivo Santos Yubero
La octava corrida de la temporada llamada hispano – mexicana del Toreo de Cuatro Caminos para el periodo 1961 – 62, se formó con un cartel de reapariciones. Encabezaría la combinación el caballero andaluz don Ángel Peralta, quien en la sexta no tuvo fortuna con el toro de Xajay que le correspondió en un festejo accidentado que presenció en el tendido la hija del primer ministro soviético Nikita Kruschev. A pie, se anunció a Alfonso Ramírez Calesero, quien, en la segunda tarde, el día de año nuevo, salió abroncado; al madrileño Luis Segura, quien en la cuarta mostró sitio, oficio y valor y Jaime Rangel que en la séptima cortó una oreja a un buen toro de Luis Javier Barroso.

Con esos mimbres se ofreció a la afición de la capital un cartel atractivo en el papel y que provocó una extraordinaria entrada en el desaparecido coso naucalpense, al decir de don Alfonso de Icaza:

Sin llegarse al lleno de los domingos pasados, hay una magnífica entrada en ambos departamentos, y como la tarde es espléndida, y el ánimo del público propicio para que tengamos una gran tarde, sólo nos resta desear que los mejores augurios se confirmen, y que los toros de Jesús Cabrera salgan bravos; el rejoneador Peralta se luzca a sus anchas y los toreros de a pie – “El Calesero”, Luis Segura y Jaime Rangel – corten orejas… ¡Qué así sea! … Hay palmas para todos a la hora del paseo…

El percance de Luis Segura

El torero madrileño venía a reivindicar su posición. Había toreado 34 corridas en la campaña de su tierra con éxito y tenía buen concepto al hacer el toreo. El primero de su lote fue un cabrereño llamado Minero. Su actuación ante él realmente no tiene mayor reseña, según se lee de lo que contó en su día Ojo en El Redondel:

Luis Segura muletea molestado por el aire a un bicho que, reservón y todo, toma bien la franela. Se suceden los doblones, lo que motiva que unos aplaudan y otros piten. El de Madrid compone la figura a ratos, pero sólo al citar, pues en cuanto se le arranca el de Cabrera se encorva y trata sólo de defenderse. Cambia la decoración cuando Segura da un buen pase por alto y aguanta en unos derechazos rápidos pero valientes. Un buen pase de pecho. Otro con la diestra que termina en desarme; breve intervención de la peonería y más toreo por arriba, barriendo los lomos. Nuevos derechazos de valiente, y entre tantos, uno muy bien instrumentado. Se le ovaciona con calor un pase forzado de pecho y dase entonces a instrumentar lasernistas y afarolados, con beneplácito del monstruo. Está a punto de ser cogido, pero como cada vez se muestra más valeroso, acaba por echarse al público a la bolsa. Dos molinetes seguidos, muy feo el segundo… Más muletazos a la trágala; labor de aliño en busca de la igualada, que se dificulta, y un pinchazo llevándose el arma, con salida apurada, que se resuelve con una aparatosa cogida en el pecho, que milagrosamente no tuvo mayores consecuencias. Brega empeñosamente Valencia… Segura parece resentirse del percance, y pincha nuevamente. Ya no puede más el diestro hispano, que en brazos de las asistencias es conducido a la enfermería. “El Calesero” toma los trastos y después de breve muleteo, pincha sin soltar; deja tres cuartas partes de espada que escupe la res; pincha de nuevo entre pitos de los tendidos; deja una media tendenciosa y acaba con un certero descabello…

Lo que aparentaba ser un percance de poca importancia, resultó ser una cornada de grandes proporciones. El parte rendido por el doctor Morales Ortiz fue de la siguiente guisa:

Herida por cuerno de toro como de 8 centímetros en el triángulo de Scarpa derecho, con una trayectoria hacia arriba y afuera que desgarra el músculo psoas ilíaco, con fractura de la espina ilíaca superior. Otra hacia abajo y hacia adentro como de 20 centímetros que rompe el músculo costurero (sartorio) disecando el paquete femoral sin herirlo y la otra hacia abajo y hacia afuera como de 25 centímetros que caló el muslo. Tardará en sanar más de 30 días de no haber complicaciones. Se practicaron las primeras curaciones en la enfermería de la plaza y posteriormente se trasladó al torero herido al sanatorio de Santa María de Guadalupe para proceder a su tratamiento.

La descripción de la herida deja ver que, aunque no fue aparatosa a la vista de los espectadores, sí causó grandes destrozos y aún cuando el torero madrileño intentó, pundonorosamente terminar con los días de su heridor, llegó el momento en el que las fuerzas le abandonaron y tuvo que saldar su tarde sin matar uno solo de los toros que sacó en el sorteo.

Jaime Rangel y Amapolo de Jesús Cabrera

La más firme promesa con la que contaba la tauromaquia mexicana por aquellas calendas era el hidalguense Jaime Rangel, heredero de la real escuela mexicana del toreo, que nace en México con Saturnino Frutos Ojitos y se va trasladando por vía de los discípulos de éste, en el caso particular por vía de Samuel Solís a Ricardo Torres, tío de Jaime – y de Manolo su hermano – que fue uno de los primeros en los que intervinieron en su formación como torero.

Esa tarde de hace seis décadas, Jaime Rangel no salió con las orejas en las manos porque no mató a Amapolo bien y a la primera, pero dejó en el ruedo de Cuatro Caminos una importante declaración de intenciones:

“Amapolo” llega al final conservando facultades y Jaime Rangel que ha brindado a un particular, hace derroche de hombría al dar cuatro pases con las dos rodillas en tierra, que le son ovacionados. Cita de lejos y liga en el centro mismo del anillo, cuatro buenos derechazos, que remata con dos lucidísimos pases de pecho. Ovación y música… Sopla aire, pero Jaime no se aflige por ello y vuelve a ligar derechazos en los que corre la mano desde aquí hasta allá. Los remata con un superior pase de pecho y convierte a la plaza en un manicomio… Claro que el toro es bueno, buenísimo, pero tiene casta y hay que aguantarlo y Jaime lo aguanta como los hombres… Ahora con la zurda; uno, dos, tres, cuatro naturales rematados con el de pecho. Muchas palmas. Se adorna Jaime con medios pases, estando solo en la arena con su adversario y vuelve a correr la mano en derechazos que le resultan pintados y que remata superiormente. Palmas y dianas… Busca Jaime la igualada pero su adversario no humilla, por lo que se precipita y pincha a un tiempo. Más tela y nuevas fatigas para matar. Nueva punzadura, que se comenta con pitos. Tercer alfilerazo; cuarto, otro más... y otro: “Amapolo” se le ha vuelto de hueso al matador… Media estocada delantera; capotazos a granel y el nervioso bicho que se entrega momentáneamente, para ser descabellado por Jaime al segundo intento… Ovación al toro en el arrastre, empeñándose los monosabios en que se le dé la vuelta al ruedo. La autoridad ordena lo contrario y así termina la lidia de “Amapolo” que pudo haber constituido el triunfo definitivo de su matador…

Lo demás del festejo

El otro toro que se prestó fue el piedrenegrino Tabaquito, que abrió el festejo, para rejones y que correspondió a don Ángel Peralta, le permitió un buen lucimiento, logrando como premio a su labor la vuelta al ruedo al término de la misma. Por su parte Calesero tuvo que matar cuatro toros ese domingo, el que hirió a Luis Segura, los dos de su lote y el segundo del madrileño.

El Poeta del Toreo estuvo definitivamente desafortunado, pues fue pitado en el primero de su lote, silenciado en el segundo que sorteó y francamente abroncado en el segundo que hubiera correspondido a Segura. Fue una tarde que el trianero de Aguascalientes seguramente no añadió a sus memorias. Alguno le vio tan mal, como el que firmó como Juan de Dios, para el semanario madrileño El Ruedo, que en su número aparecido el 22 de febrero siguiente, reflexiona:

Por su historial, por su porte y sus hechos, de gran persona, por su indudable aportación a la Fiesta de los toros, nosotros le queremos tratar con cariño y benevolencia. Pero precisamente por este cariño le tenemos que decir al buen Alfonso que ya no está para estos trotes. En ocasiones le fallan las fuerzas; el ánimo, con los años, se hace más reposado; aun cuando en las facciones no se aprecie, el transcurrir de los años, sin embargo, en la Plaza y ante sus enemigos, se ve que el tiempo no pasa en balde, y el que fue una figura señera de la torería mundial, se ve hoy ridiculizado, tomado a broma y criticado por sus propios amigos. Por eso nosotros le recomendaríamos a Alfonso una retirada a tiempo. ¡Y que conste que aún está a tiempo! …

Así fue como se desarrolló una corrida de toros que, sin haber producido triunfos apoyados en una profusión de apéndices, dejó para el recuerdo hechos que se marcan en la memoria de la afición, como lo son el surgimiento de un torero que pudo marcar una época en la historia de la fiesta de este lado del mar y un grave percance de otro, que en su día, llegó a cautivar a la afición más exigente del mundo, la de Madrid.

Aldeanos