domingo, 25 de diciembre de 2022

25 de diciembre de 1968: Richard Corey gana el Estoque de Plata en Guadalajara

The Virginian

En mis primeros años de vida, vi a mi madre leer con fruición una novela titulada como este acápite varias veces. Ella era una feroz devoradora de novelas en lengua inglesa, sobre todo aquellas que venían en el formato paperback tan popular en la tierra que le vio nacer. La verdad es que el título de la obra permanece en mis recuerdos, pero es hasta que me siento delante de la hoja en blanco para escribir estas líneas, que me preocupo por saber acerca de esa obra.

Así, me entero que The Virginian (1902), obra de Owen Wister, resulta ser, según la opinión mayoritaria, el primer western de ficción, que vino a permitir el establecimiento de un género literario y cinematográfico – versiones de la novela de Wister se filmaron en 1914, 1923, 1929 y 1946 – en los Estados Unidos. 

Pero también The Virginian es el título del séptimo capítulo de la obra de mi amigo Lyn Sherwood titulada Yankees in the Afternoon, en la que hace un repaso histórico de los toreros estadounidenses que han dejado alguna huella en la historia de esta fiesta. En ese séptimo capítulo Sherwood se dedica a relatar la vida y hazañas en los ruedos de Richard Corey, precisamente nativo de Charleston, West Virginia.

Ese virginiano vendría a hacer una interesantísima carrera en los ruedos de España y de México, a donde llegó a mitades de los años 60 y comenzó a aprender las bases del toreo en los Viveros de Coyoacán, mostrando una voluntad de aprender y una afición que no le cabían en el cuerpo. Eran los días en los que no había escuelas taurinas y a torear se aprendía en las prácticas de salón y recorriendo la legua.

Tal era la afición de Richard Corey, que el domingo 3 de diciembre de 1967, en El Toreo de Cuatro Caminos, se le tiró de espontáneo a Manolo Martínez en el segundo de su lote. Existen algunas fotografías del considerado anarquista de la fiesta en las que corre con largueza la mano diestra a ese Fundador de Mimiahuápam. La crónica de Carlos León de ese histórico festejo, recoge lo siguiente sobre este particular:

...Ahora está el de Monterrey ante “Fundador”, otro toro de solera que desde su salida se come los capotes y da ocasión a que Manolo se luzca con el suyo, en magníficas verónicas y en pinturero quite. Por desgracia la intromisión inoportuna de un espontáneo siembra el desconcierto sobre la arena. En la captura del intruso se excede brutalmente la Gestapo de San Bartolo, dando un clima de bronca y repulsa contra los esbirros y sus macanas. Para calmar las iras populares, Manolo tiene que rifársela de verdad y logra otra faena torera y temeraria. Y hunde bien la espada. Pero “Fundador” sostenido por su casta, se niega a doblar. Y entonces, Manolo echa a perder todo con una serie interminable de intentos de descabello, al grado que no hay más remedio que tocarle un aviso...

El en ese momento ignoto Richard Corey logró llamar la atención y de esa manera conseguir su vuelta a los tendidos. Ah, y, además, le puso cara la papeleta al anunciado para matar ese toro.

Toreando vestido de luces

El valor indiscutible que mostraba le permitió recorrer distintas plazas de la república. El 16 de junio de 1968 se presenta en la Monumental Jalisco, alternando con Ángel García El Chaval y Carlos Campos El Ahijado en la lidia de novillos de don Jesús Cabrera. Eso le valió torear los festejos del 8 y 15 de diciembre, además del que da motivo a que meta yo los pies en esta historia.

En Aguascalientes sería cobijado primero por el Grupo de los 5 – integrado por Gabriel Salazar, Héctor de Granada, Mario Rentería, José Luis Ornelas y Paco Muro – y posteriormente por la empresa de don Guillermo González Muñoz. En esos días asentó sus reales en esta tierra y en torno a su persona se tejían algunas leyendas, como aquella de que era un desertor de las filas estadounidenses, que no quiso ir a la guerra en Vietnam. Todavía hoy, se cuenta esa situación por quienes saben de su paso por nuestra ciudad. En algún momento de estas fechas, se le empezó a anuncia con su nombre castellanizado, como Ricardo Corey.

En el año de 1970, en la novillada de la Feria de San Marcos, ganó el Cristo Negro del Encino, después de que fuera uno de los soportes de la temporada 1969 – 70. También en ese calendario se dio su presentación en la Plaza México, el domingo 25 de julio, fecha en la que alternó con Raúl Ponce de León y el regiomontano Enrique Fernández, en la lidia de novillos de Gustavo Álvarez. En su debut le cortó la oreja al 6º, Alemán. Eso le valió torear seis novilladas en ese ciclo, entre ellas, un mano a mano con Adrián Romero, aunque salió con dos cornadas y solamente mató al primero de su lote y la del Estoque de Plata el primero de noviembre.

El Estoque de Plata de Guadalajara en 1968

El día de Navidad del año de los Juegos Olímpicos en la capital mexicana, se anunció la 14ª novillada de la temporada, en la que en disputa del Estoque de Plata aportado por la empresa de don Leodegario Hernández, actuarían en el ruedo de la Monumental Jalisco el acalitano Armando Mora, Arturo Ruiz Loredo, el portugués Oscar Rosmano, Ricardo Corey, Jorge Blando y Alfredo Alonso ante novillos de Guayabé, hierro de la titularidad de don Luis Obregón Santacilia.

Richard Corey le cortó las dos orejas al cuarto de la tarde, la relación del festejo, firmada por Enrique Aceves Latiguillo, cronista titular del diario El Informador de Guadalajara, dice sobre este particular:

Al norteamericano correspondió lidiar el mejor novillo del encierro, aprovechándolo perfectamente bien, tanto con el percal como con la muleta, con aquel en valientes faroles de rodillas y en preciosas orticinas, y con ésta, en templados derechazos, en estupendos naturales, en estatuarios ayudados por alto, en riñonudos molinetes de hinojos y en algunos estatuarios de pecho, y como mató de un pinchazo en buen sitio y de una media de rápidos efectos, se le concedieron las dos orejas de su adversario y con ellas tuvo más que suficiente para quedarse también con el trofeo ofrecido por la Organización de Leodegario Hernández.

El trofeo se lo disputó con cercanía el lusitano Oscar Rosmano, quien le cortó la oreja al segundo del festejo. Por su parte, Armando Mora, Arturo Ruiz Loredo, Jorge Blando y Alfredo Alonso no pudieron más que mostrar voluntad ante los bravos novillos de Guayabé.

En ruedos de España

Para 1971 Richard Corey enfrentó a su destino en ruedos hispanos. Torearía nueve novilladas ese ciclo, presentándose en Sevilla el 11 de julio y el 1º de agosto, y en la primera de esas tardes, en la que alternó con Curro Vega y Diego Sanlúcar en la lidia de novillos de Alfonso y Manuel Lacave, le cortó una oreja al primero de su lote. Sobre esa primera actuación en el ruedo maestrante, Manuel Olmedo Don Fabricio II, escribió en el ABC hispalense:

Dio la nota de emoción, en el segundo de la tarde, el mexicano Ricardo Corey, torero físicamente granado, que acreditó un valor desmedido al aguantar impávido los impresionantes derrotes del novillo, en una faena sin calidad, pero con el mérito indiscutible de la decisión inquebrantable que la inspiró. A lo largo del trasteo imperó el ¡uy! sobre el ¡olé!. Corey sufrió una aparatosa cogida. No se amilanó por el percance, incruento afortunadamente. Continuó cerquísima, jugándose el tipo, y coronó sus temeridades con una certera estocada. Obtuvo una oreja...

Al llegar al cierre de la temporada recibió una primera alternativa en la plaza castellano – manchega de Guadalajara, de manos de José Ruiz Calatraveño y con Rafael Torres de testigo, ante toros de don Luis Algarra Polera, cortando una oreja al toro de la ceremonia.

No ejercería mucho como matador de toros con ese doctorado, pues para el siguiente calendario lo renunció y toreó una decena de novilladas, a las que sumó otras once en 1973. En 1974 fue investido en definitiva como matador de toros en Cabra, apadrinándole Curro Girón y atestiguando José Fuentes. Los toros fueron de Clemente Tassara. Esa tarde le cortó las dos orejas a cada uno de sus toros.

Después de la alternativa actuó en otras ocho corridas en ruedos andaluces y para 1975, solamente se le registra una actuación el día 12 de octubre, en la Monumental de Barcelona, donde compartió cartel con César Morales y Félix López El Regio, en la lidia de toros de Juan Guardiola Soto y Manuel Sanz Jiménez (2º). Esa tarde en la capital catalana es la que se registra como su última actuación vestido de luces.

El devenir de Richard Corey

Tras de su presentación en Barcelona, volvió a los Estados Unidos y se dedica desde entonces a negocios agroindustriales. Richard Corey ya no confirmó su alternativa, ni en Madrid ni en México, tierra en la que, de acuerdo a los anuarios, tampoco se presentó ya como matador de toros.

Una apostilla final

El festejo taurino de Navidad es una tradición verdadera de esta fiesta. Ese 25 de diciembre de 1968, en Guadalajara, se dio, además del festejo que aquí me ha ocupado, otra novillada en El Progreso, en la que alternaron Alberto Martínez, Miguel Ángel Núñez y un fenómeno que, de no haberse encontrado con las astas de los toros, hubiera llegado lejos, me refiero a Curro Gama, quienes lidiaron novillos de Cerro Viejo.

Las crónicas reflejan que El Progreso se llenó y que la Monumental Jalisco registró la mejor entrada de su temporada novilleril, entradas ambas, prueba de que cuando se presentan carteles formados con imaginación y con nombres que interesan a la afición, ésta acude al llamado de las empresas.

No me resta más que desearles que tengan una Feliz Navidad en unión de aquellos a quienes quieren y pedirles que si está en su mano ayudar a alguien que tenga la suerte en contra en estos días, lo hagan, que algún día serán recompensados.

domingo, 18 de diciembre de 2022

En la confirmación de Mondeño, Jesús Córdoba sale en hombros y Joselito Huerta corta las orejas

Después de que en noviembre de 1961 se arreglaran las cosas entre las torerías de España y México – una vez más – principalmente la empresa de la Plaza México, a cargo del doctor Alfonso Gaona, se encontraron en la posibilidad de traer toreros de aquellas tierras, muchos de ellos al menos visualmente conocidos para nuestra afición, porque los noticieros cinematográficos de la época, a instancias de José Alameda, en el caso del titulado Continental, contenían breves reportajes acerca de sus más destacadas actuaciones en los ruedos de allende el mar.

Ese arreglo permitió que un importante grupo de toreros hispanos confirmaran, al menos, sus alternativas en la capital mexicana. Así, la temporada se inauguró con la de Paco Camino (16 de diciembre), quien ya había incendiado el ambiente mexicano con sus triunfales actuaciones en El Toreo de Cuatro Caminos. Le seguirían las de Santiago Martín El Viti (30 de diciembre), Diego Puerta (1º de enero), Joaquín Bernadó (20 de enero) y Curro Romero (24 de febrero), casi todos ellos con una triunfal historia en su paso por nuestros ruedos.

La segunda corrida de la temporada 1962 – 63, el 23 de diciembre, también contenía una confirmación, la de un torero de Puerto Real que tenía por esencia de su hacer ante los toros la quietud. Me refiero a Juan García Mondeño, diestro que seguiría actuando nuestras tierras y que ve su nombre inscrito en alguna de las más importantes efemérides de la historia reciente de nuestra fiesta. El cartel de esa corrida de confirmación lo completarían Jesús Córdoba y Joselito Huerta, con un encierro de don Luis Barroso Barona, de Mimiahuápam.

La confirmación de Mondeño

Juan García Jiménez había recibido la alternativa en Sevilla, el Domingo de Resurrección de 1959, le apadrinó Antonio Ordóñez y atestiguó Manolo Vázquez. Ese día le cortó la oreja a Cañamazo, el primero de la tarde, de doña Raimunda Moreno de Guerra. En el San Isidro del siguiente año confirmaría su doctorado en Madrid y siguiendo la costumbre de su padrino de alternativa, el cartel de toreros de ese festejo confirmatorio se repitió, para enfrentar en esa ocasión toros de don Atanasio Fernández.

La tauromaquia de Mondeño tenía por divisa la quietud no desprovista de clase, que para aquellos que buscan antecedentes de las cosas que hoy ocurren, quizás represente una epifanía de lo que varias décadas después sería la tauromaquia, por ejemplo, de José Tomás. El portuense Juan García ya había dejado claro una vez más, que el aforismo de Espartero en el sentido de que, si uno no se quita, lo quita el toro, era cosa de tiempos idos, que, con una adecuada colocación y un buen juego de brazos y muñecas, era posible el evitar los encontronazos con los astados.

Jesús Córdoba le cedió esa tarde prenavideña de 1962 al toro Rociero con 468 kilos anunciados en el cartelito y ante él, don Alfonso de Icaza Ojo, en su semanario El Redondel de la misma fecha del festejo, le reseña lo siguiente:

Juan García brinda a la plaza entera, muy ceremoniosamente y comienza su faena con pases por alto a pie firme, seguidos de otros en que trata de despegarse al burel, sin conseguirlo. Intenta torear por derechazos y el bicho le tira un derrote y de ahí en adelante, aunque “Mondeño” trata de hacer su toreo, el astado, que es muy pegajoso, no se lo permite. Tres naturales que no pasarán a la historia; toreo derechista sin nada de particular; insistente cite con la zurda para nuevos pases rápidos, viéndose molestado el diestro por el aire… “Mondeño” sigue toreando y otra vez se ve en peligro, optando al fin por entrar a matar, lo que logra sin estrecharse ni tanto así y mediante notorio arqueo de brazo, logra hundir casi todo el estoque sin estrecharse. Como la espada ha quedado tendenciosa, vienen capotazos de la peonería y nuevo viaje del diestro hispano con muy parecidos resultados al anterior. Descabello al primer intento…

Es decir, únicamente pudo el torero portuense cumplir con el trámite, pues entre el viento y las condiciones del toro, poco pudo lograr de lucimiento. Ya tendría más ocasiones de mostrar aquí su valía.

El triunfo sin apéndices de Jesús Córdoba

Ante la posibilidad de hacer una nueva campaña en ruedos hispanos, el Joven Maestro sabía que un triunfo en la principal plaza mexicana le daría credenciales para colocarse en las más importantes ferias españolas. Así, enfrentó con decisión a los toros que le tocaron en el sorteo, destacando su toreo de capa ante el primero de su lote y la faena de muleta al cuarto, toro que decía Ojo, se dejó crudo para el tercio final. 

Pero el triunfo vendría ante un toro de regalo. No es desconocida la cercana e íntima amistad que tuvieron don Luis Barroso y Jesús Córdoba. Así, y aunque las crónicas no lo consignen, puedo afirmar con poco margen de error, que el ganadero le obsequió a su amigo a Cantarero, que hizo séptimo lugar y ante el que, dice don Alfonso de Icaza, el torero de León, Guanajuato, estuvo:

Tres varas, recargando en la segunda que resulta en tres tiempos, y ningún quite destacado, porque así el de Mimiahuápam le da por rascar la arena… Los peones cumplen y “Mondeño” tiene el rasgo de compañerismo de permanecer en la arena, sin obligación alguna a estas alturas… Jesús brinda e inicia su faena con la derecha, ante un toro que escarba la arena y dobla en una ocasión los remos. Le liga tres derechazos, uno de ellos de vuelta entera y se hace aplaudir estrepitosamente de cuantos aficionados permanecen en la plaza. Un buen pase de la firma y más derechazos un poco angustiados en el remate, por quedársele el burel. Los intermedios se suceden y Córdoba vuelve a derechear con primor, aunque se enmiende entre pase y pase. Torea Jesús por alto; sufre un desarme; vuelve a correr la diestra, quedándosele el toro al final y entrando a herir con fe, sepulta el estoque, que queda un poquitín desprendido, doblando “Cantarero” a los pocos instantes. Ovación, petición de oreja que no concede la autoridad y paseo en hombros por el ruedo entre aplausos generales.

Como se ve, Jesús Córdoba apuró hasta su última carta para tratar de salir triunfante ese domingo y lo consiguió. Eso le valió volver a la gran plaza algunos domingos después, para apadrinar la confirmación de alternativa de Diego Puerta.

Joselito Huerta cortó las orejas

El testigo de la confirmación de Mondeño fue quien se llevó a casa las orejas. Le cortó dos a Romancero, tercero de la tarde, entre el regocijo colectivo y del quinto, Poderoso, le fue concedida otra, protestada ésta por la concurrencia, razón por la cual dio la vuelta al ruedo sin ella en las manos.

Ante Romancero, dice Ojo que sucedió lo siguiente:

Joselito Huerta, tras el doble brindis que ya va siendo de rigor, muletea a su adversario con tranquilidad y mando. El astado dobla los remos en dos ocasiones, pero Joselito tira de él con el trapo rojo en dos derechazos superiores que remata, previo cambio de mano, con un superior pase de pecho. Ovación y música. Sigue toreando superiormente, dando pases largos y sentidos que entusiasman a la gente estallando ovación tras ovación, mientras el diestro de Tetela se recrea ante un bicho de admirable nobleza, pero al que había que torear tan bien como él lo ha toreado para sacarle partido… Joselito se crece; se adorna airosamente en carios momentos; iguala a la res y pincha en lo duro, llevándose el arma… Fue mejor que así sucediera, porque ahora vemos a José torear con la izquierda como nunca lo habíamos visto. Sus naturales son eternos y su pase de pecho, auténticamente magistral. Igualada la res, atiza Joselito un estoconazo que mata sin puntilla. Ovación clamorosa; miles de pañuelos agitándose en los tendidos, concesión presidencial de dos orejas y arrastre lento a un toro que fue un dechado de nobleza. Con la plaza entera en pie, Joselito Huerta recorre el anillo en son de triunfo una y otra vez…

Así pues, la tarde resultó ser redonda para los nuestros, que acreditaron de nueva cuenta su calidad de figuras del toreo y la necesidad de formar parte con carteles imaginativos que, por una parte, llevaran a la gente a los tendidos y por la otra, facilitaran la competencia entre ellos.

Temporada a plaza partida

La corrida de la confirmación de Curro Romero vino a ser el cierre de ese ciclo para la Plaza México, pero continuaría en el vecino Toreo de Cuatro Caminos. La razón básicamente era económica, porque en la Ciudad de México se arrastraba, desde los años 40, esa inconstitucional sobretasa del diez por ciento sobre la entrada bruta, en cualquier espectáculo taurino, para la asistencia pública. Escribe Daniel Medina de la Serna:

La entrada, con plaza llena, monta a medio millón de pesos, pero de ellos hay que cubrir impuestos del Departamento del Distrito Federal de 17.5%; el de Asistencia Pública de 10% y la renta de la plaza que importa el 10%; de modo que los pesos se convierten en setenta y cuatro y medio centavos; el medio millón se reduce a $322,500, de los que hay que pagar $60,000 de los toros, $50,000 de cuadrillas, $40,000 de publicidad, $10,000 de empleados; total $160,000 que rebajados de los $322,500 dejan un saldo de $162,500, de los que hay que cubrir, sueldos de los toreros, servicios de la plaza y otros muchos gastos más que determinan que, aun con llenos, se pierde dinero en la Plaza México… A continuación, señala dicho boletín que en El Toreo la cosa es diferente, desde luego sin el impuesto a Salubridad – que el “doctor” Gaona, cuando regresó para hacerse cargo nuevamente de la empresa, había asegurado que se condonaría –. Los impuestos en el Estado de México eran, así mismo, menores por lo que es lógico pensar que, con la gente metida en toros, mayores ganancias tendría la empresa si se trasladaba al coso de Cuatro Caminos. Y seguramente no se equivocaron...

Así pues, como el calendario anterior, la temporada tuvo dos partes bien definidas. Esta sería la última ocasión en la que el doctor Gaona tendría la oportunidad de operar en esa manera, pero dejó bien claro que la capital de México, en esos días, podía soportar dos plazas de toros en funcionamiento. 

Hoy, tristemente, no hay quien le pueda a la gran Plaza México

domingo, 11 de diciembre de 2022

Hace 45 años: José Antonio El Capitán y Pelotero de San Martín

La Plaza México cumplirá 77 años el próximo mes de febrero. Ha sido el escenario de muchas hazañas de la fiesta que son las que han hecho que sea más que un escenario de la fiesta y la han transformado en un recinto histórico, aunque en estos tiempos que corren se intente considerarle más valor al suelo sobre el que está levantada, lastimosamente.

Una importante cantidad de novilleros han pisado su ruedo en busca de la gloria que deja el triunfo delante de los toros y algunos de ellos han terminado su paso por las primeras etapas del ejercicio del toreo avocados a ser figuras de la fiesta. Pero entre ellos, los autores de faenas que pueden considerarse de culto, son apenas una breve terna.

Algunos años antes, en El Toreo, fue Rafael Osorno quien dejó, también para la historia, una obra ante Mañico de Matancillas. Una faena que fue premiada con el rabo del astado con la que, dejó su nombre y su obra dentro de los libros de la historia del toreo. 

En el nuevo escenario taurino, primero está lo realizado por Alfonso Ramírez Calesero Chico, el domingo 14 de junio de 1964, cuando ante Monarca de San Antonio de Triana, dejó la impronta de ser un torero de alta calidad y con buen oficio. Esa tarde, la de su presentación en la gran plaza, todavía dejó más, pues, aunque recibió dos avisos tras de su faena a Chaparrito, el sexto de la función, le hicieron dar dos vueltas al ruedo.

La tercera tarde que nos dejó una obra de esas que algunos llaman de culto, fue la del domingo 18 de octubre de ese mismo 1964. En esa oportunidad fue el entendimiento entre Jesús Solórzano y Bellotero de Santo Domingo, en una tarde en la que, a diferencia entre lo ocurrido unos meses antes, desde las tribunas pedían el indulto del astado, pero Jesús Solórzano se fue tras de la espada para obtener el rabo del novillo.

Tres tardes en las que, un aspirante a ser matador de toros, se inserta en la historia y en la memoria colectiva. Tres tardes dentro de muchas, que quedaron para la posteridad.

José Antonio Ramírez El Capitán

Es el segundo de los hijos varones de Calesero. Dados sus antecedentes familiares, difícil sería que hubiera dedicado sus afanes a ser otra cosa que no fuera ser torero. Se vistió por primera vez de luces aquí en Aguascalientes, el 5 de noviembre de 1967, en un festejo que da la impresión de querer ser una especie de encore de otro, ocurrido el 16 de agosto de tres años antes, cuando se anunciaron en el cartel los hijos del nombrado Poeta del Toreo, de El Rey del Temple y de Armillita.

En esta nueva oportunidad los actores eran los hijos de Fermín Rivera, Antonio Velázquez y por supuesto El Capitán, representando a la dinastía de los Ramírez de nuestro Barrio de Triana. Curro Rivera era el más avezado de los tres debutantes en esta tierra, aunque la tarde de José Antonio Ramírez se saldó con una excelente impresión, según lo contó en su día don Jesús Gómez Medina:

...el chaval, amén de tener simpatía, exhibió al torear de capa a la verónica un estilo de auténtica cepa caleseril; lo que equivale a decir buen estilo. Pero, además, se mostró más valiente, más decidido de cuanto fuera de suponerse... Con la muleta, especialmente, José Antonio, a cambio de explicables torpezas, está siempre en terreno del enemigo, obligándolo, insistiendo para hacerlo embestir. Y luego lo lleva en el engaño con temple y medida, y corre la mano y liga los pases con arte y limpieza. Naturalmente en ocasiones se ve en aprietos; más por encima de todo queda en el recuerdo la evidencia de un toreo de calidad y de una decisión, de una valentía que permiten presagiar un brillante futuro al novel lidiador...

Eso le llevó a recorrer diversas plazas en nuestro país y se presentaría en la Plaza México el 27 de septiembre de 1970. En la novillada de triunfadores de la Feria de San Marcos de 1972, fue el ganador del Cristo Negro del Encino y en el siguiente agosto, de nuevo en la Ciudad de los Deportes, se estrelló con un muy duro encierro de Zamarrero, que le llevó a replantearse el destino de su vida y tras de pasaportar al cuarto, se desprendió el añadido y lo dejó en el centro del redondel. Esa fue la única ovación que se escuchó esa tarde. Escribió el anónimo cronista que dejó su parecer en El Siglo de Torreón el lunes 21 de agosto de ese año:

José Antonio, en el que abrió plaza, tras sufrir una aparatosa cogida sin mayores consecuencias… se desconfió y tras breve labor de aliño mató con media estocada. Peor aún anduvo en el lidiado en cuarto turno… motivando que la gente se metiera fuerte con él y la bronca arreció cuando necesitó de tres pinchazos y estocada para terminar con el astado. Fue entonces cuando se fue a los medios y allí se despojó del añadido…

Parecía que un torero se iba de las plazas.

Volver para triunfar

A principios de 1977 José Antonio Ramírez volvía a vestirse de luces. Lo hacía de la mano de Humberto Vega, criador de toros de lidia, que lo llevó a El Progreso en Guadalajara, en tarde en la que, si bien fue Jorge Gutiérrez el que se alzó como el triunfador, la impresión que le causó a Francisco Baruqui, cronista en esos días de El Informador de Guadalajara:

La buena escuela y los justos procedimientos son cualidades que deberá aprovechas José Antonio Ramírez “El Capitán”, poniendo mayor decisión…

Regresaría a la capital tapatía en el mes de mayo y a la Plaza México el 18 de septiembre siguiente, en tarde en la que, según Daniel Medina de la Serna, se le vio así:

José Antonio Ramírez, llamado “El Capitán”, se había desprendido del añadido en señal de retirada después de su lamentable última actuación; cuatro años más tarde consideró que todavía podía hacer algo en los redondeles y reapareció en los de provincia; aquí en la México lo hizo el 18 de septiembre (15ª) y se mostró hasta voluntarioso y aun se puede decir que hubiera cortado un apéndice si no hubiera sido por sus deficiencias con el acero…

Esa tesonera actuación le valió ser repetido el 9 de octubre siguiente. Quizás con la idea de que le sirviera de telonero a los hermanos Guillermo y Manuel Capetillo, quienes se habían convertido en la sensación del último tramo de ese serial novilleril. La terna enfrentaría un encierro de San Martín, del que, un día me contó don José Chafik, lo había vendido al apoderado de El Capitán, quien tenía la idea de llevarlo a Guadalajara, para que, en la Feria de Octubre, lo lidiara allí su torero junto con dos de los triunfadores de la capital. Pero don Nacho García Aceves tenía otra idea y al final, Humberto Vega convenció al doctor Gaona para que se quedara con él y de que pusiera a su torero con el mismo.

Así, la tarde de ese 9 de octubre de 1977, ante una muy buena entrada en los tendidos, quedó todo preparado para que se escribiera una de las tardes más importantes de la historia de la Plaza México.

El Capitán y Pelotero

El cuarto de la tarde fue el número 95, negro entrepelado y bragado, al que se le anunciaron 418 kilos en la tablilla. Mal saltó al ruedo y a la derecha de la puerta de toriles saltó un espontáneo que, con una muleta sin armar, le dio tres o cuatro faroles de rodillas que fueron aclamados. Como pudo regresó a los tendidos y dejó visto al novillo. Alrededor de un año después, ese espontáneo, que no era más que Rodolfo Rodríguez El Pana, iniciaría por su cuenta, en el mismo ruedo, a escribir su propia historia y a construir su leyenda.

El Capitán, criado entre toreros y ganaderos, pudo percibir, del comportamiento del novillo ante el anarquista de la fiesta, que tenía una perla en sus manos. Y se decidió a aprovecharla y a crear una obra cuya historia se quedará para siempre entre nosotros. Escribió don Carlos Loret de Mola Médiz, firmando como Luis Soleares, lo siguiente:

“El Capitán”, sin inmutarse, dibuja tres verónicas y rebolera. Y en el quite – no permite intervenir a sus alternantes, “lagarto” … –, alterna caleserinas con fregolinas y remata con larga cordobesa. Ahí sí. No puedo dejar de acordarme del 15 de noviembre de 1946. cuando "Calesero" – alternando con “Manolete” y “Armillita”, que inmortalizó esa tarde a “Nacarillo” –, pintó en los medios de esta misma plaza la más bella larga cordobesa de la historia… Cuida del toro con cabeza de verdadero as. No deja que ningún capote se lo estropee. Manda banderillear a los subalternos con tacto… Cita, muleta en mano, en el centro del redondel, y ejecuta un perfecto péndulo de calosfrío. Repite el viaje “Pelotero”, de largo, y da Ramírez el pase de la muerte y en el tercer cite a distancia, otro péndulo superior. Derechazos, cinco con corte pinturero, avanzada la pierna, vertical el cuerpo, imperativo el brazo, ágil la muñeca de donde escapaba el duende, sobre todo cuando cambia de mano y deja caer la pañosa, con la izquierda, en un imperial doblón… Naturales. Varias series con el primor de un cartel de feria buena en Sevilla. Muy desdeñosa, con pereza y con magia, corre la muleta pequeña como el pétalo de un clavel. El pase de pecho redondo, interminable. Luego, los diestros de vuelta entera. Les precede uno girando de contrario, derecho hacia la izquierda, de círculo completo. Corre mano, todo ello en los medios, como lo que es: un grande de la fiesta, cuando quiere levantar la espada, el grito del pueblo la detiene, el juez indulta y todavía ofrece “El Capitán” más derechazos y un afarolado…

Esa tarde tuve la fortuna de estar en la plaza, de ver la realización de una obra de esas que nunca se van a olvidar, de poder apreciar la labor de un torero del que, no se esperaba una realización de tal magnitud, pero que entendiendo al toro que tenía delante, le esculpió una faena histórica.

Reflexionó el citado Luis Soleares acerca de la inevitable comparación que se haría entre El Capitán y su padre, Calesero:

“El Capitán”, se reveló como un grande del toreo, pero para muy largo. Llegó a quedarse. Hijo de “Calesero”, no se parece su toreo al de Alfonso Ramírez. Poetas ambos, claro, pero muy distintos son sus versos. Yo vi al incomparable hidrocálido en su tiempo de novillero y en su largo peregrinar por los ruedos y estuve en su despedida. Puedo decir, a medio siglo de haber ido a mi primera corrida, que a Alfonso lo admiré en todos sus tiempos que su capote era un envío de los ángeles a los hombres y que sabe de toros como si los hubiera inventado, pero no hizo nunca una faena de esa dimensión artística precisa. Hizo probablemente, de modo aislado, cosas más depuradas y finas, pero “El Capitán” no llegará y pasará a la historia como el hijo de “Calesero”, sino como José Antonio Ramírez…

Lo que después siguió

José Antonio Ramírez Ibarra despegó de allí para recibir la alternativa, que se anunció para el sábado 10 de diciembre de ese mismo año. Le apadrinaría Paco Camino y saldría como testigo Eloy Cavazos, ante toros de Torrecilla. El toro de la ceremonia se llamó Mariscal y escribiría el mismo Luis Soleares, que fue una tarde fría para El Capitán.

El Capitán sumaría entre el calendario de su doctorado y el siguiente, apenas una docena de festejos, para en silencio, dar por terminado su paso por los ruedos.

Otros recuerdos personales de la fecha

Ese domingo en la mañana, junto con Luis Armenta, Javier Gil Ortiz, Jorge del Rincón, Genaro de la Torre, Enrique Terrazas y algunos más que ya mi memoria no guarda, estuvimos en el Estadio Azteca para ver a la Selección Mexicana golear a su similar de Haití, en preparación para el campeonato mundial del año siguiente. Del futbol nos fuimos a los toros, fue un domingo redondo, sin duda.

domingo, 4 de diciembre de 2022

4 de diciembre de 1949: Bronca monumental y ¿alternativa? de Jesús Quintero en San José, Costa Rica


La tauromaquia es una de las herencias que hemos recibido a causa de nuestra hispanidad. En territorio europeo se tienen vestigios de enfrentamientos de los hombres con bovinos desde hace algunos miles de años y esas luchas han pasado de la mera necesidad de las personas de procurarse su alimentación, a ser un medio de entrenamiento para la guerra; después un verdadero regocijo popular y hasta llegar a lo que hoy conocemos como espectáculo que se lleva a cabo en un recinto cerrado, diseñado especialmente para el ejercicio taurómaco.

Según el historiador costarricense Francisco Enríquez Solano, desde el siglo XVI hay registros de que se corrían toros para celebrar las fiestas cívicas; y en ese país centroamericano, la tauromaquia se ha ido adaptando a la idiosincrasia y gustos de los que allí habitan, celebrándose actualmente espectáculos que no tienen más relación con la tauromaquia a la española, en el sentido de que un hombre se enfrenta a un toro, pero las suertes y formas de celebrarlo en Costa Rica ha establecido una especie propia de tauromaquia, que es llamada toros a la tica.

Este tipo de festejos se generalizó en el entresiglos del XIX al XX cuando ya se habla de las fiestas cívicas de San José, existiendo registros de las corridas multitudinarias donde la gente se metía al redondel con los toros. Enríquez agrega que, al paso del tiempo, los festejos en la capital San José fueron desapareciendo y se arraigaron en localidades como Zapote, Alajuela, Cartago y en Guanacaste, localidad esta última, la monta de toros es una práctica común y que ha tomado fuerza en las corridas de otras zonas del país centroamericano.

Pero independientemente de ese desarrollo de una tauromaquia particular de Costa Rica, en el mediodía del siglo XX se intentaba mantener viva la presencia del llamado toreo a la española. Así, para el final del año 1949, se anunció que la Empresa Campanero ofrecería una temporada de toros, presentando en la plaza de La Solera, a toreros de gran cartel a nivel internacional.

La inauguración de la temporada 1949 – 50 se daría precisamente el domingo 4 de diciembre de 1949, con la presentación de la primera figura Luis Castro El Soldado, Mario Sevilla y Jesús Quintero, que recibiría la alternativa de manos del diestro de Mixcoac. Los toros que se correrían en la ocasión, de acuerdo a los anuncios, serían absolutamente criollos, es decir, ganado local que braveaba y que se consideraba apto para la lidia.

Jesús Quintero

Diestro originario de la Ciudad de México, donde nació en el año de 1913. Se presentó como novillero en El Toreo de la Condesa el sábado 14 de septiembre de 1929, en la víspera de la novillada de la Oreja de Plata. Alternó en la lidia de novillos de Ajuluapan, anunciados como fracción de Tepeyahualco con Cayetano Palomino, Paco Hidalgo, Miguel Gutiérrez, Pedro Peña y Juan Prieto. Algo interesante le habrá visto la empresa, pues volvió a ese escenario el 13 de julio de 1930, para alternar con Roberto Hernández Rubito y Gabino García en la lidia de novillos de Atenco y Matancillas.

Poco más pude localizar acerca del paso de Jesús Quintero por los ruedos antes del festejo que ahora me ocupa, pero habrá que tener en cuenta que a la fecha en la que se anunció su alternativa, tenía ya la friolera de 36 años de edad.

La fallida corrida inaugural

El festejo de apertura de la temporada fue un auténtico fracaso. Los toros descompusieron todo y los diestros apenas pudieron salir del paso. Quien firmó como Banderillas de Fuego en el Diario de Costa Rica aparecido el día 6 siguiente, entre otras cosas relata:

De Jesús Quintero no tengo muchos datos… en la malograda corrida del domingo, “El Soldado” le iba a conceder la tan preciada alternativa, para tratar de confirmársela en la capital mexicana; debido a la calidad de los toros y al hecho de que no se permitió la muerte de ninguno de ellos, no se la concedió… “El Soldado” quiso salvar la tarde... quiso salvar a la empresa y casi lo logra. Si el próximo animal hubiera sido sólo regular; si hubiera permitido a Mario Sevilla hacer algo, todo hubiera terminado normalmente. Desgraciadamente los toros que siguieron fueron iguales o peores que los primeros. Y entonces vino la enorme bronca. ¿Bronca justa? ¿Tiene razón el público? Tal vez tenga razón; pero, en resumidas cuentas, el único culpable, “El Campanero”, no ha sufrido nada, nada absolutamente…

Así pues, llegamos al punto en el que, de lo inicialmente anunciado, solamente se presentaron los diestros, porque al final la corrida fue incruenta y el capitalino Jesús Quintero, de acuerdo con esa crónica, se quedó sin recibir la alternativa, a causa de la falta de calidad del ganado a lidiar y por el hecho de que los toros no se lidiarían a muerte.

Por su parte, el diario La Prensa Libre, salido a los puestos al día siguiente del festejo, en relación sin firma, complementa el retrato de lo realmente sucedido esa tarde:

Ocurren sucesos trascendentes en el desarrollo de los días que cuando ellos suceden, exclama casi sin reflexión alguna: ¡Tenía que suceder! … Eso le ocurrió ayer al redactor que comenta los espectáculos taurinos de la Plaza Solera. Cuando la fanaticada enfurecida por la pésima calidad del espectáculo, luego de pagar boletos carísimos, se dio a la tarea, primero de lanzar botellas, luego sillas y por último destruir palcos y otros sitios de la plaza, fue esa la única exclamación que salió de su ser… no aplaudimos lo que ayer hizo el público, no, ello no. Pero, así como condenamos ese acto violento, también hemos de condenar el engaño que se hace a un público que paga y paga bien, por un espectáculo que no se le da. En todo el país, – para que no se asusten los timoratos –, existen estas reacciones del público cuando se le engaña. Para ayer se hizo anuncio de grandes figuras del toreo, se dijo de “grandes carteles”; se habló y publicó de un magnífico ganado; de unas “cuadrillas” de cada diestro y, vino la hora de la verdad y vimos: unos toreros sin ningún deseo de “hacer alguito” con el pésimo ganado; la ausencia total de las anunciadas “cuadrillas” y un ganado, señores, que ni en el encierro del rastro se logra ver, por lo flaco, lo entumido, golpeado y atorzalado. Es decir, un engaño perfecto. Y ante ese engaño, fue que vino lo que habíamos relatado… ¿Culpa de quién? Esa pregunta se la dejamos contestar al propio público que se sintió defraudado…

Poco faltó para que se incendiara la plaza La Solera, pero el intenso aguacero que se soltó al final del festejo, fue lo que quizás impidió que terminara sus días siendo pasto de las llamas. Lo que sí, de una de las gráficas publicadas en este último diario, se advierte que se destruyó por la concurrencia ofendida, todo lo que admitió ser destruido.

La mala elección del ganado a lidiar

En el anuncio del festejo, la empresa de El Campanero – a quien no pude identificar por su nombre, pese a haber intentado buscarlo en varios medios y obras – señala respecto del ganado a lidiarse:

La empresa Campanero manifiesta a la afición taurina que a costa de enormes sacrificios ha podido presentar este sensacional cartel en que actuarán diestros mundialmente conocidos por sus capacidades taurinas, y que el ganado escogido y seleccionado escrupulosamente será exclusivamente criollo, sin que se presente en la plaza ganado maizol...

Maizol es el modismo local para designar al ganado vacuno de origen indostano, es decir, el que aquí llamamos cebú. Así, coloquialmente, echar el maizol encima, significa el dejar a alguien solo para enfrentar un determinado problema.

De la crónica de Banderillas de Fuego, citada en primer término, se puede desprender que el ganado presentado en ese festejo inaugural fue probablemente maizol, según podemos leer:

“El Campanero” puede estar muy tranquilo… el único culpable de lo del domingo, es él… porque si deveras quiere dar corridas con los mejores toros y los mejores toreros, debía irse ido a las pampas guatemaltecas a escoger personalmente los toros; no debió haber escatimado gasto, y, en lugar de economizarse tanto por toro, haber comprado “Catalinas” que son nuestros mejores toros para esos menesteres… Es cierto que trajo toreros, en esa parte cumplió su palabra; pero nos engañó a todos en cuanto a cuadrilla. Ni los toros sirvieron, ni había cuadrilla en el ruedo. Por ambos aspectos nos engañó y por ambos aspectos se burló de los toreros que debía cuidar y atender mejor, ya que ellos son los que le permiten comer… A los tres toreros los contrató diciéndoles que torearían “Catalinas”. Pero no compró esos magníficos animales y los presentó con unos bichos indignos del público costarricense y de los matadores mexicanos. Ellos venían confiados, pues en México, nuestros humildes “Catalinas” tienen fama…

Así pues, la empresa defraudó a quienes pagaron su entrada, ofreciendo un espectáculo y presentando otro. Al día siguiente de la corrida, en el diario La Prensa Libre, expresó lo siguiente en una inserción pagada:

La empresa taurina “Campanero” manifiesta a la afición que deplora lo sucedido ayer en la plaza La Solera, pues su mejor deseo es complacer al público aficionado a la fiesta brava... por razones fuera de su alcance... encargó la escogencia del ganado a un conocido ganadero de esta capital quien siempre manifestó que el ganado era de gran bravura... la más sorprendida con la pésima calidad del ganado ha sido la propia empresa y juzgando que no debe defraudarse a la afición del país, MANIFIESTA: Que suspende la temporada hasta el ocho de enero próximo, en que ofrecerá al público ganado “CATALINA” debidamente probado y escogido...

Quiso tapar el pozo después de ahogado el niño. Espero más adelante tratar de averiguar quienes complementaron la citada Temporada de Oro y en qué condiciones lo hicieron. He de manifestar aquí que no encontré referencia que me explicara qué es el ganado Catalina. De las crónicas transcritas se puede leer que es de origen guatemalteco. Sería quizás entonces ganado de media casta, producto de la cruza de reses criollas con toros de lidia, muy probablemente, mexicanos.

Las consecuencias de la corrida

Como pudimos leer en las crónicas, no fue posible otorgarle a Jesús Quintero la alternativa que con afán buscó. Pero lo interesante es que aquí en su tierra, México, se le consideró a partir de esa fecha como matador de toros. Así, incluso se recogen algunos festejos toreados por él ya como matador de toros. Uno de ellos en Campeche, donde en festejo mixto alternó con el novillero Mario Castellanos y otro en Tuxtla Gutiérrez, donde alternó con Arturo Álvarez El Vizcaíno, Jesús Guerra Guerrita y Juan Estrada en la lidia de toros chiapanecos de Coapantes.

Una reflexión final

La picaresca y la falta de responsabilidad de los profesionales de la fiesta terminan por hartar hasta al aficionado más ecuánime. El intento del Campanero de llevarse el oro y el moro en esa apertura de temporada pudo terminar en mucho más que daños materiales. En estos tiempos que corren, cada vez es más frecuente que se de gato por liebre al que paga su entrada a la plaza. Los aficionados a los toros somos gente tranquila, pero después de una tras otra, puede llegar el momento en el que las cañas se cambien por lanzas. Ojalá que se rectifique antes de llegar a ese lamentable extremo.

Aldeanos