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domingo, 10 de noviembre de 2013

No hay quinto malo

No hay quinto malo
(La foto me la robé de Errox's blog)
Buscando un dato me di cuenta de que esta bitácora cumple mañana lunes cinco años – y 406 entradas – de estar dando la tabarra en el éter informático.

Así como cuando la abrí un martes 11 de noviembre de 2008, este día dudé en recordar y señalar que ya hay aquí un lustro de recuerdos, comentarios, críticas – confieso que de esto, lo menos – y paseos por la historia de una tauromaquia que un día fue. Y es que quizás lo que hoy sucede en la Fiesta y en su entorno, poco o nada le anima a uno a escribir.

Un gran amigo, el que más me animó a poner esto, me decía que esperaba ver aquí cosas jugosas de lo que era y es la Fiesta en México. No sé si he logrado ese cometido, pero si puedo asegurar que por una parte La Aldea de Tauro me ha permitido conocer mejor sus raíces y me ha enseñado también a quererla y respetarla por lo que es y representa a partir de su historia y su tradición.

También – me ha dado buenos amigos, que también entienden a la Fiesta como un conjunto de valores atemporales y por ello, trascendentes. A todos ellos y a quienes sin manifestarse pasan por esta Aldea virtual, mi gratitud, pues sin Ustedes, esto carecería de razón de ser.

Pero hay que seguir andando y espero que dentro de cinco años haya ocasión de hacer otra reflexión como esta.

Un breve reconocimiento

Mañana lunes, en La Casa de Coahuila de la capital mexicana, se rendirá un sentido homenaje al matador de toros en el retiro Óscar Realme, por el cincuentenario de su alternativa, recibida el 21 de septiembre de 1963 en Oviedo, de manos de Diego Puerta, con toros de Atanasio Fernández y con el testimonio de Manuel Benítez El Cordobés.

Óscar Realme en
El Toreo de Cuatro Caminos
Óscar Realme es miembro de una generación de toreros mexicanos que se atrevieron a cruzar el Atlántico para formarse en ruedos hispanos y en su caso, obtener la alternativa en ellos, como Guillermo Sandoval, Fernando de la Peña, Rafael Bejarano, Abel Flores El Papelero, Gabino Aguilar, Jesús Delgadillo El Estudiante, Juan de Dios Salazar, Carlos Chávez Barrón, Joel Téllez El Silverio, Raúl Contreras Finito o Mauro Liceaga.

Confirmó la alternativa en Madrid al día siguiente de recibirla, con un toro de Francisco Ramírez, de manos de José Martínez Limeño y en presencia de José María Montilla. En la Plaza México hizo lo propio hasta el 13 de diciembre de 1965, apadrinándole Jaime Bolaños y fungiendo como testigo Benjamín López Esqueda. El toro de la ceremonia fue Chamacón de Zamarrero.

Óscar Realme toreó su última corrida el 21 de julio de 1974 en la Plaza de Toros Monumental de Monterrey, alternando con Fernando de la Peña, quien se despedía de los ruedos y Jesús Delgadillo El Estudiante. Fue el adiós no anunciado de un torero que fue condenado al ostracismo por cuestiones de política sindical y no por sus méritos o deméritos en los ruedos.

¡Enhorabuena, torero!

domingo, 1 de julio de 2012

Cañitas, Cataluña y Luciano Cobaleda

Hace 65 años... y un mes

El anuncio de la alternativa de Luciano Cobaleda
La Vanguardia (Barcelona 01/06/1947)
Hoy hace un mes que se cumplieron sesenta y cinco años de la alternativa de Luciano Cobaleda en la Plaza Monumental de Barcelona. La recibió de manos de Curro Caro y atestiguó la ceremonia el diestro mexicano Carlos Vera Cañitas. El festejo por sí traspasa la mera efeméride del doctorado del que fuera  Ganadero de Toros de Lidia, miembro del Ejército del Aire de España, Licenciado en Derecho y Matador de Toros – creo que ese es el orden de los hechos – porque como lo comentaba hace un par de semanas, al final de 1946 se comenzaron a deteriorar las relaciones entre las torerías española y mexicana y así, a mediados de mayo de 1947, un grupo de toreros encabezados por Antonio Bienvenida, Luis Miguel Dominguín y Juan Belmonte Campoy – que no hicieron temporada aquí e invocaban falta de reciprocidad – declararon terminado el convenio que permitía que los nuestros actuaran allá y los hispanos aquí.

Manolete y otro grupo de toreros – que si vinieron a torear a México el invierno anterior – intentaron reparar las cosas y un par de semanas después, se declararon restablecidas las relaciones, situación que perduró algo menos de un mes, porque el 28 de junio de ese año se tuvo por definitivamente suspendido el intercambio y ese estado de cosas permaneció hasta 1951. Nuestros toreros que se quedaron parados allá – y acabaron tomando el camino de regreso – fueron entre otros Fermín Rivera, Antonio Velázquez, Carlos Arruza, Ricardo Torres, Manuel Gutiérrez Espartero y Antonio Toscano entre los matadores y los novilleros Pepe Luis Vázquez y José Antonio Chatito Mora. También Cañitas, que logró actuar catorce tardes antes de la ruptura, se quedó en la estacada y es así como pasa a ser personaje de esta historia.

Los toros

El encierro anunciado fue de la ganadería de Hijos de Pablo Romero, de los que al final de cuentas se lidiaron solo cinco, por haberse inutilizado uno en los corrales y fue sustituido por uno, salmantino, de don Vicente Muriel. De este particular encierro, cuenta lo siguiente Eduardo Palacio, cronista del diario La Vanguardia de Barcelona, en su edición del 3 de junio de 1947:

…seis buenos mozos de la vacada sevillana propiedad de los señores hijos de don Felipe de Pablo Romero, cuyas reses, procedentes de Gallardo y Vázquez, fueron cruzadas hace siete años con una parte de lo de don Clemente Tassara, sangre de lo de Gamero Cívico. La divisa es celeste y blanca. Desechóse en el apartado de la corrida uno de los toros sevillanos, substituyéndosele con otro del campo charro, ganadería de don Vicente Muriel, divisa encarnada y caña, bicho que fue el que rompió plaza. Era una res grande, gorda, y bien puesta de cuerna...

En el número de El Mundo Deportivo aparecido en la Ciudad Condal al día siguiente del festejo, el cronista A. de Castro resume así las características y comportamiento de los toros:

...Primero. – «Pajarito», Núm. 4, cárdeno, grandote y descarado de cuerna. Es de Muriel... El reserva, al primer puyazo deja enhebrada la vara y admite después el de Muriel otros tres lancetazos derribando al piquero en el primero... Segundo. – «Pichileto», Núm. 48, berrendo en colorado, capirote, grande y bien puesto de pitones... Empujando y recargando admite el Pablo Romero hasta seis varas... Tercero. – «Trillador», Núm. 30, negro bragado, largo y brocho... También este toro es duro y poderoso, toma seis varas y proporciona en dos sendos coscorrones a los del castoreño... Cuarto. – «Pañero», Núm. 70, negro meano, veleto y de peso como sus hermanos... También saca el bicho genio y poder y arremete codicioso seis veces a los caballos... Quinto. – «Espantoso», Núm. 10, cárdeno, astifino... Seis varas... Sexto. – «Espejuelo», Núm. 50, negro entrepelado, bragado y astifino... El de tanda mete el palo seis veces...

Carlos Vera Cañitas
De lo leído, aprecio varias cosas. Primero me llama la atención la afirmación de Eduardo Palacio acerca de un supuesto cruce hecho en 1940 por los señores Pablo Romero con ganados de origen Gamero Cívico vía Clemente Tassara. Lo malo en este caso, es que no cita la fuente de su información. Después, de la descripción de los toros hecha por De Castro, me resulta interesante la del segundo, berrendo en colorado y capirote, una clara reminiscencia del origen Gallardo – Cabrera de los toros hoy anunciados como Partido de Resina y por último, que entre los cinco que se lidiaron, solamente haya salido al ruedo uno solo de pelo cárdeno, cuando hoy en día, esa pinta es prácticamente la insignia de la ganadería.

Luciano Cobaleda Gajate

Curro Caro, leíamos arriba, le cedió los trastos a Luciano Cobaleda para dar muerte a Pajarito, número 4 de la ganadería de don Vicente Muriel. Ante ese toro, al que las crónicas del festejo consideraron uno de los mejores vistos hasta ese momento en la temporada barcelonesa – las mismas relaciones hablan de que el toro era ya famoso por haber sido sobrero en varios festejos ese mismo tramo de temporada –, el toricantano se mostró solvente y hasta con gusto para realizar las cosas, llegando al tendido y dejando en claro que el ser torero no era solamente un pasatiempo para él. La reflexión que hace José Martín Villapecellín en el citado número de Mundo Deportivo sobre su actuación es así:

…Cuando se toma la alternativa en una plaza de la responsabilidad de la de Barcelona, es preciso salir a torear como ha salido esta tarde Luciano Cobaleda; o para llevarse una oreja de la res vencida, muerta, o para llevarse una cornada grande... Hoy el gentío de pie ovacionaba a Luciano Cobaleda cuando iba con el cuerpo roto, camino de la enfermería, porque quiso hacer un quite lento, tan lento cómo va el agua de ese Tormes en su ensanche. Por exceso de dignidad, de una profesión que para Luciano Cobaleda es el más agradable recreo, no le dio tiempo de devolver los trastos a Curro Caro, pero el nuevo torero de Salamanca ya había triunfado apoteósicamente en el toro de su alternativa, dando la vuelta al ruedo… La faena de Cobaleda ha sido reposada, maciza, señorial. Faena campera, sin campo. Con olor a tomillo y sabor a aire de montañas en noche de media luna. Pases por alto, en lo más alto de la emoción, para una serie de tandas naturales con naturalidad de movimientos, en perfecta acción desganada. Pero lo mejor de este nuevo matador de toros, con ser todo muy bueno, es eso: la forma de matar los toros. En corto y por derecho y acusando una recia personalidad, pincha dos veces para agarrar media estocada de matemática perfección. Luciano Cobaleda ha tomado la alternativa y el bautismo de sangre. Justificados están los deseos que él tenía de torear en nuestra plaza...

Como apunta el relator, ya no saldría Luciano Cobaleda a matar al sexto, pues al salir a quitar en el segundo de la tarde, fue herido y pasó a la enfermería. El parte facultativo es el siguiente:

«El diestro Luciano Cobaleda sufre una cornada que le produce una herida inciso – contusa en la región antero – superior del muslo derecho, que interesa aponeurosis y produce desgarro de los abductores, de unos cinco centímetros de extensión por quince de profundidad. Pronóstico menos grave. Doctor Olivé Gumá.»
Para conocer mejor el paso por esta fiesta de Luciano Cobaleda Gajate, principalmente en su arista ganadera, les remito a una extraordinaria pieza escrita por Martín Ruiz Gárate, publicada en su Taurofilia y visible aquí.

Cataluña

Hoy se invoca la falta de taurinidad de Cataluña y de los catalanes. De la crónica del festejo que me tiene aquí, publicada en La Vanguardia, extraigo lo siguiente:

A la fiesta... acudió mucho público a las localidades de sombra y poco a las de sol. No creo que en esto último influyera el hecho de que en las cuatro capitales catalanas hubiese el domingo gestas taurinas: En Gerona actuaron Pepe Luis Vázquez, «Andaluz» y Llorente; en Lérida, «Cagancho» (padre e hijo), «Pedrucho», «Morenito de Valencia» y «Fuentes», y en Tarragona, Carceller, Bamala y «Frascuelo». ¡Vaya si hay afición en Cataluña!...

Agregaría, que Palacio omite señalar que en Gerona actuó también el rejoneador Balañá y que también en Palma de Mallorca se dieron toros, plaza que si bien no está territorialmente en Cataluña, si era parte de la esfera de influencia de la empresa de don Pedro Balañá Espinós.

Cañitas

Curro Caro
Carlos Vera Muñoz resultó a la postre ser el triunfador de la tarde. Le cortó una oreja a cada uno de sus toros a base de lucir y exponer enormidades en el segundo tercio y de pelearse con los toros en el último, como siempre fue su signo. Y se lo llevaron en hombros por la entonces llamada Avenida de José Antonio. Pero antes del triunfo, su presencia fue bien recibida en la Monumental de Barcelona, según se lee en la crónica de Eduardo Palacio, titulada Yerro enmendado:

…Lo cierto y positivo es que los malos entendidos se han aclarado y que desde el domingo pueden los mejicanos pisar nuestros circos. A ningún «aficionado» de España habrá, pues, sorprendido que fuera el señor Balañá el primero que incluyó en un cartel a un diestro azteca...

Ya delante de los toros, Cañitas hizo valer su repertorio e intentó poner los medios para hacer perdurar un restablecimiento de relaciones que se veía endeble – y que a los pocos días se vería que así era – como lo relata la misma crónica citada:

…El mejicano «Cañitas» salió eufórico a la Monumental, comportándose cordialísima y cortésmente con la «afición» y sus compañeros, como verá el que leyere. En sus dos toros derrochó valor, hecho que sirvióle en diversas ocasiones para salvar su no muy extenso arte; banderilleó guapa y soberbiamente ambos cornúpetas, amenizó la música sus faenas de muleta, pasaportando su primer enemigo de un estoconazo en las agujas y el otro de un volapié en la cruz y hasta la cruz. Cortó orejas en entrambos toros, dio sendas vueltas al ruedo recogiendo cigarros y ramos de flores, salió a los medios, incluso después de banderillear, y vio escoltada, en suma, toda su actuación por grandes ovaciones... Y vamos con la cordialidad y la cortesía del valentísimo diestro azteca. Cuando tocaron a matar en su primer toro, el muchacho, antes de brindar a la multitud, destocóse ante: el palco presidencial y dijo: «Saludo al señor presidente y grito con el alma: ¡Viva España!, y ¡Viva Méjico!» Después, cuando el clarín ordenó comenzar el último tercio en el quinto toro, «Cañitas» fue al encuentro del único espada que había en el ruedo, que era Curro Caro, brindóle su actuación y estrechóle efusivamente en un abrazo que simbolizaba el cariño de los diestros mejicanos a todos sus compañeros españoles...

Al comentar las incidencias de la lidia del sexto, que Curro Caro mató por la cornada sufrida por Luciano Cobaleda, en su crónica, Eduardo Palacio le reprocha el no haber correspondido al brindis de Cañitas, calificándolo de una falta de cortesía. Así lo cuenta:

…debe saber Curro Caro que, entre las varias cosas en que no se puede aventajar a los españoles, es en la cortesía con los extranjeros, y si se está en Barcelona, que, según Cervantes, es el archivo de ella, menos todavía… Por eso, por estar aquí ese archivo, terminar la corrida, echarse el público al ruedo, tomar a «Cañitas» en hombros, pasearlo así en derredor del anillo y sacarlo de tal guisa a la calle, fue todo uno. Yo vi el grupo desembocar en la Avenida de José Antonio, y vi cómo la gente se paraba a aplaudir al diestro, aun no habiendo mucha parte de ella asistido a la corrida, y pensé para mi capote que el glorioso manco, que en todo tenía razón, habría gozado al columbrar, desde la mansión de su gloria literaria, cómo el pueblo remediaba gentilmente la falta de cortesía cometida con un extranjero. En definitiva – habrá pensado – así fue, es y será siempre España…

Curro Caro pasó diríamos, con discreción esa tarde.

Así fueron los sucesos de hace sesenta y cinco años. Tres hechos, a mi juicio, dignos de ser recordados.

domingo, 4 de abril de 2010

Tesoros taurinos de la filmoteca de la UNAM: Los Orígenes: Cine y Tauromaquia en México 1896 – 1945

Apuntes acerca de la historia del toreo en México

La historia del toreo no ha sido realmente objeto de un estudio sistemático. No lo ha sido no tanto porque no tenga el interés para serlo, sino porque como su objeto se produce en todo tiempo y en diversos lugares, resulta bastante complicado el compilar y ordenar las informaciones que se producen en lugares tan disímbolos como las principales capitales y en las aldeas más recónditas de la geografía de los países que conforman lo que Díaz Cañabate llamó en su día el planeta de los toros.

Si tratamos de ubicar el intento sistematizador en el final del siglo XIX y los albores del XX en México, tendremos que enfrentar otro problema de grandes proporciones, la nuestra era una tierra que tenía prácticamente tres cuartos de siglo en guerra permanente. A veces de baja intensidad, a veces con las potencias internacionales y al final de cuentas, la posibilidad de documentar y de conservar los datos sobre las cuestiones que iban más allá de lo estrictamente indispensable para vivir o mejor dicho, sobrevivir, era una cuestión que podría considerarse superflua. Por eso las noticias que tenemos de la historia de la fiesta en esos días son casi siempre de carácter regional, fragmentado y de difícil localización.

Es por eso que cualquier intento que se haga en la actualidad por ubicar, clasificar y publicar esos documentos, cualquiera que sea su naturaleza, es una verdadera actividad de amor a una fiesta que hoy, se encuentra en manos de una oligarquía que no ve más allá de la utilidad que pudiera redituarle la taquilla del festejo de esta tarde, cuando de las cartas de relación que en forma escrita o de imágenes se nos revela que la fiesta de los toros en México siempre ha sido un emblema de la grandeza de nuestro pueblo, que a través de ella ha encontrado la manera de expresar sus más hondos sentimientos de nacionalidad y que ha hecho de ella, desde hace ya casi cinco siglos, una forma de engrandecer sus fastos.

Los métodos de almacenar, reproducir y distribuir la información de hoy nos permiten recuperar muchas cosas que por su estado de conservación, estarían confinadas a la bóveda de seguridad de un banco o de un museo y a ser objeto nada más, del relato sobre su existencia. La ciencia y la técnica nos han dado la oportunidad de recuperarlas, de divulgarlas y de a partir de ellas, comenzar a escribir con sistema y método, esa historia del toreo que los que tenemos afición por estas cosas, creemos conocer a pedazos. Un preclaro hombre de estas tierras, don Aquiles Elorduy, diría que la obra es una verdadera tarea de romanos, pero vale la pena emprenderla y el DVD titulado Los Orígenes: Cine y Tauromaquia en México 1896 – 1945, que será objeto de estas líneas, en verdad que la justifica.

La trashumancia de la imagen

Por trashumancia se entiende el proceso de cambiar los ganados de unas tierras a otras. En los primeros tiempos del cine en México, el cargar toda la parafernalia necesaria para realizar las filmaciones, a lomo de mula, por los polvorientos caminos de herradura, era efectivamente un proceso trashumante que tuvieron que acometer los norteamericanos y franceses que para hacer viable el negocio que les representaba el novedoso producto de la modernidad que tenían en sus manos, se dedicaron a perpetuar hechos que se pudieran considerar insólitos, en donde estos se produjeran, para con su exhibición, recuperar las inversiones que habían realizado.

Es así que las primeras vistas que se nos presentan resultan de una plaza de toros en Durango, mitad de mampostería y mitad de trancas, justo en los tiempos en los que la tauromaquia a la española acababa de adquirir carta de naturalidad en México, pues no debemos olvidar que de este lado del Atlántico, se comenzó a gestar una tauromaquia propia de estas tierras, en la que se combinaban suertes de lo que hoy conocemos propiamente como toreo y de lo que también hoy llamamos charrería.

No olvidemos que la suerte por ejemplo, de poner banderillas a caballo, es una creación mexicana, del potosino Ignacio Gadea, quien a mediados del siglo XIX la perfeccionara y que encontrara después su mejor exponente en el atenqueño Ponciano Díaz, quien incluso, tras de ser alternativado en Madrid por Frascuelo, con éxito ejecutó en aquellas tierras la tauromaquia autóctona. Pero la semilla que dejara el gaditano Bernardo Gaviño fructificó y todavía hoy, con matices más de forma que de fondo, la fiesta de aquí y de allá, es la misma.

El hilo del toro… y del toreo

Otra cuestión importante que se nos presenta en Los Orígenes: Cine y Tauromaquia en México 1896 – 1945, es la demostración fáctica de que la teoría de José Alameda sobre la hilación histórica del toreo es susceptible de ser comprobada en los hechos.

Vemos en las imágenes captadas en los últimos años del ochocientos y en los primeros de la siguiente centuria, festejos en los que se lidian toros de la región, que en cuanto a su fenotipo, no dejan de parecer aptos para la lidia. Varios de los que se captaron en la plaza de Durango son de pelo berrendo aparejado, lo que puede dar a entender que en su procedencia, los de esa capa, tendían a embestir y a permitir a los diestros que los enfrentaban, el lucirse con ellos. El no señalar la procedencia específica de los ganados que se lidiaban en esos festejos, puede entenderse como que las fincas ganaderas de su origen no se dedicaban a esos menesteres, pero la más o menos uniformidad del pelo de los lidiados, implica de alguna manera un incipiente proceso de selección con esa finalidad, que vendría a ser completado con las grandes importaciones realizadas en el primer cuarto del siglo XX por las cuatro familias fundacionales de la ganadería brava mexicana: Barbabosa, González, Llaguno y Madrazo.

Otro aspecto que se nos presenta acerca de la evolución del toro, es el estado evolutivo que guardaban algunas ganaderías que hoy, se conciben de manera muy distinta. Pensar en estas fechas que un toro español de Partido de Resina antes Pablo Romero o uno mexicano de Piedras Negras llevara pelo berrendo, sería francamente descabellado. Pues en el DVD se nos presentan vistas de una corrida celebrada el 23 de octubre de 1910, con toros tlaxcaltecas de don Lubín González, entre los que destaca un precioso berrendo capirote y otras de un festejo del 12 de febrero de 1911, con toros sevillanos de la familia Pablo Romero, en los que dos o tres de los toros corridos eran berrendos en negro. Hoy, hablar de cualquiera de estas dos ganaderías es hacer referencia al toro cárdeno por antonomasia. De hecho, en España se habla de un pelo cárdeno romero o arromerado en alusión al que es constante actualmente en los de Partido de Resina y los toros de Tlaxcala, todos de matriz piedrenegrina, son cárdenos platinados y sin embargo, un día fueron berrendos.

El hilo del toro también nos deja ver cómo el protagonista de la fiesta va cambiando su comportamiento en el ruedo, a partir del manejo genético y de la selección. Vemos los primeros ejemplares de casta, que eran poco uniformes en cuanto a su tipo y de un comportamiento indefinido, para que al llegar al mediodía de la pasada centuria, encontrarnos con un toro fiero, pero afinado en su apariencia exterior y adecuado para una manera de practicar el toreo que había evolucionado enormemente en los últimos cincuenta años.

El toreo captado por los camarógrafos de la Casa Edison era el dominante en el siglo XIX, es decir, el de calibrar la bravura del toro en la suerte de varas, encontrar el diestro lucimiento en los quites, que entonces tenían la doble función de proteger la vida de los pencos y de los picadores y después, terminar, de la manera más rápida y efectiva posible, con la vida del toro.

A éste propósito se nos presenta una imagen verdaderamente interesante. Una escena de un festejo en el que interviene Ponciano Díaz con su cuadrilla, en el que se practica la suerte de varas desde un caballo protegido por un incipiente peto, llamado por la prensa de la época babero. ¿Cuál sería la razón de usar el aditamento? De pronto se me ocurren dos: En primer lugar, pensaría que por estar México en guerra en esos momentos, los caballos eran un artículo de primera necesidad para la milicia y eran entonces escasos y caros como para dejarlos destripar en festejos taurinos y en segundo término, consideraría que por ser Ponciano hombre de a caballo antes que torero, quizás le dolía ver que los toros mataran tantos caballos en las corridas, así que urdió el aparato de referencia, para tratar de evitar tantas pérdidas en ese sentido.

Después, se recogen en una reveladora antología una serie de realizaciones que nos permiten conocer las hazañas tempranas de Rodolfo Gaona, el ver en movimiento a toreros que si acaso conocíamos mediante vistas fijas como Cocherito de Bilbao, Emilio Torres Bombita, Machaquito, Torquito, Vicente Pastor, Chiquito de Begoña y otros varios que venidos de España fueron los animadores de las temporadas del primer cuarto del siglo XX en México, junto con los nacionales Juan Silveti, Luis Freg y Reverte Mexicano entre otros. Es significativa la recuperación de las imágenes de la actuación de Ignacio Sánchez Mejías en 1921, dado que en su momento no se les dio importancia y en lugar de cuidarlas, las latas que contenían las películas, sirvieron durante años como soporte a una maceta, lo que contribuyó al deterioro de la cinta y que aún en sus condiciones, nos dan una buena idea de lo que fue en el ruedo el personaje de la obra cimera de Federico García Lorca.

Solo encuentro una cuestión que a mi juicio rompe con el fino entramado que llevaba la historia contada con imágenes, que es en el caso, la faena de la presentación de Manolete en México, en 1945, tras de la de Sánchez Mejías. El único criterio que encontraría para emparejarlos en ese momento de la narración sería el de la nacionalidad. Si más o menos se había seguido una secuencia cronológica, ¿Por qué no sacarla así hasta el final? De mantenerse esa secuencia, quizás se hubiera bien acomodado, tras del documental Arlequines de Oro, de 1944 y antes de la secuencia de Cantinflas, pero, eso es al fin y al cabo, pecata minuta.

Otras visiones de la tauromaquia por el cine

Pero la tauromaquia en estado puro no es el único argumento de los materiales fílmicos que se nos recuperan. Nos encontramos también con una serie de documentos que pueden caber en las más diversas clasificaciones que del cine se hacen, así, vemos un par de ejemplares de noticieros cinematográficos, uno de ellos dedicado a Rodolfo Gaona, que recupera filmaciones hechas seguramente en 1922, cuando Antonio Fuentes vino a torear una corrida de despedida a México y el otro, dedicado a Alberto Balderas, ambos estupendamente narrados por Pepe Alameda.

Vemos también la variante promocional para la que se comenzó a utilizar el cine, con un magnífico documental titulado Alma Tlaxcalteca, en el que se recaba lo sucedido en un festival realizado en 1929 en la plaza de toros de Tlaxcala, hoy nombrada Jorge Ranchero Aguilar, en el que Wiliulfo González, ganadero de Piedras Negras, da una lidia completa a un novillo de su casa, desecho de cerrado, pues es bizco del pitón izquierdo. La lidia es a la mexicana, poniendo banderillas a caballo, como Ponciano y después a la española, con la muleta y la espada, demostrando que lo que afirmaba el Gallo Viejo era cierto, en cuanto a que los González de Tlaxcala siempre fueron buenos ganaderos y buenos toreros.

No podía faltar el cine argumental y se nos recuperan tres ejemplos. Primus tempus está el melodrama El Tren Fantasma, en el que El Tigre de Guanajuato Juan Silveti Mañón nos muestra la reciedumbre de su tauromaquia; después, la aplicación de una de las grandes faenas del Magnífico Lorenzo Garza, a la cinta Un Domingo en la Tarde, en la que el regiomontano tiene el papel principal y además, algunos descartes de lo filmado por Sergei Eisestein para ¡Qué Viva México!, en los que podemos apreciar a David Liceaga, Marcial Lalanda, Carmelo Pérez y a Chicuelo, siendo quizás en el caso de Carmelo, las únicas imágenes que se conserven de su corta y trágica carrera en los redondeles.

También la vertiente documental la encontramos dentro de esta relación y así vemos por una parte, la presentación de Arlequines de Oro, en la que se nos narran las vicisitudes del torero – Antonio Velázquez – que se prepara para ir a la plaza a cumplir con su compromiso y por la otra, la visión jocunda que puede contener lo taurino, cuando se le encuentra la arista de lo bufo y así, se nos presenta una extraordinaria actuación de tres cumbres de la comedia mexicana, Cantinflas, quizás el más grande torero bufo que haya existido, Germán Valdés Tin – Tán y Manuel Medel, quienes demostraron también no ser unos indocumentados a la hora de enfrentarse a los astados.

Comparación con el anterior

Es notable e importante la mejoría de Los Orígenes: Cine y Tauromaquia en México 1896 – 1945, con relación a Tesoros de la Filmoteca de la UNAM, Tauromaquia I, Momentos cumbre del toreo en México 1940 – 1946, pues en primer lugar se eliminaron los espeluznantes hiatos de silencio que dificultaron el apreciar en toda su magnitud éste último, tanto por una más amplia selección de la música de fondo, como por una mejor y más completa redacción de los textos alusivos a las imágenes, en cuya narración participa con acierto y frescura Juan Antonio de Labra Madrazo, quien es hoy por hoy, uno de los periodistas taurinos que mejor conocen, hablan y escriben de toros y de toreros.

Es aquí donde debo reconocer de nuevo la desinteresada y paciente labor de Paco Coello para ubicar y clasificar el material visual, así como para lograr la aceptación de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, de la Fundación Carmen Toscano I.A.P. y last but not least del también buen amigo, Julio Téllez García, que es uno de los grandes coleccionistas de películas con tema taurino en este país y en el mundo, para que sus materiales, algunos de ellos inéditos después de más de un siglo, vieran la luz precisamente en este DVD que desde mi punto de vista, es una obra que nos permite conocer desde el punto de vista de la imagen en movimiento, la verdadera evolución del toreo en México.

Post - scriptum: Otra versión de este texto la publiqué años atrás aquí.

Igualmente, mi gran amigo Martín Ruiz Gárate, en su extraordinaria Taurofilia, se ha ocupado de una parte de este DVD, en esta ubicación recomendando principalmente la sección de comentarios y el vídeo adjunto, tomado del DVD.

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