domingo, 26 de febrero de 2023

La redondez de una tarde de toros

La estocada de David Liceaga a Afinador
Antonio Ximénez en La Lidia
4 de enero de 1944

En estos días que vivimos, el concepto de tarde redonda está indisolublemente ligado al triunfo de los toreros vinculado al corte de un incontable número de apéndices, de una importante suma de vueltas al ruedo y por supuesto, de una inexcusable salida en hombros por la puerta principal de la plaza de que se trate, salida hogaño a cargo de un costalero a sueldo, cuando en otros tiempos la realizaba la multitud que se tiraba del tendido a la arena y se llevaba al triunfador hasta el hotel o a pasear sin rumbo por las calles del lugar del festejo. 

Pero hubo días en los que si bien se cortaban apéndices, la redondez de la tarde no descansaba precisamente en el marcador de orejas y rabos y tampoco era mandatorio que el torero triunfador fuera sacado en volandas de la plaza. Se valoraba más la presencia de los toros, el hacer de los diestros delante de ellos y el conjunto del festejo para determinar si ese festejo merecía pasar a la memoria y a la historia de la fiesta.

Tarde redonda fue, sin duda, la del domingo 2 de enero de 1944, cuando en El Toreo de la Condesa se encontraron los toros enviados por don Julián Llaguno para que los lidiaran Luis Castro El Soldado, Silverio Pérez y David Liceaga. Ese día se recuerda principalmente por dos faenas, la del Compadre a Azulito y la de David Liceaga a Afinador. Pero hay más todavía que contar.

Los toros de Torrecilla

Refiere acerca del encierro de la divisa verde y blanco, Roque Armando Sosa Ferreyro, Don Tancredo, en el ejemplar de La Lidia salido a los puestos el 4 de enero siguiente:

Se lidiaron seis hermosos ejemplares de Torrecilla, la prestigiada ganadería de don Julián Llaguno, que no pelearon con la alegría característica de su divisa por el exceso de carnes y por el tremendo castigo que les infringieron los del castoreño. Sobresalieron en el encierro los toros segundo, quinto y sexto, que se llamaron “Azulito”, “Churumbelo” y “Afinador”. Al diestro de Mixcoac tocaron en suerte los menos propicios a la faena de escándalo: "Changuito", el primero, y “Argelino”, el cuarto; y “Tabaquero”. el tercero de la corrida, tuvo mucha fuerza y desarrolló nervio. En conjunto, los bureles zacatecanos dieron magnífico juego y se prestaron al éxito de los toreros, siendo desorejado “Azulito” por Silverio y Liceaga cortó las orejas y el rabo de “Afinador”…

En el mismo ejemplar de La Lidia, don Luis de la Torre, El – Hombre – Que – No – Cree – En – Nada, hace una comparativa de este encierro con el de la misma ganadería lidiado en la fecha inmediata anterior y concluye en que aquel fue infinitamente superior en fuerza y en clase, aunque el de esta última tarde no hubiera causado dificultades a sus lidiadores.

La tarde de El Soldado

Se puede triunfar sin cortar orejas. Esa fecha, en la que se conmemoraba el año nuevo taurino y se guardó un minuto de silencio en recuerdo de Alberto Balderas, el diestro de Mixcoac reiteró que la clase y el arte no están reñidos con el oficio y el poderío ante los toros. Le correspondieron por su orden Changuito y Argelino – brindados respectivamente a don Miguel Lanz Duret, director de El Universal y a don Daniel Vela, director de Vel – A – Gas – al decir de las relaciones del festejo, los dos malos del lote de Torrecilla corrido esa tarde. A propósito de su actuación, escribió El – Hombre – Que – No – Cree – En – Nada:

La forma como Luis Castro lidió al toro de obsequio el domingo anterior, causó efectiva sorpresa, no precisamente por el triunfo alcanzado... sino debido a que la técnica empleada en el trasteo de muleta fue en realidad bien distinta de la que ahora usan la mayoría de los modernos diestros. Sus pases admirablemente rematados, no valiéndose solamente de la bravura de su enemigo como ayuda eficaz, sino poniendo el torero de su parte, aguante y mando, peleándole de verdad, derrotándolo, que es precisamente lo que los cánones establecen para la labor de un diestro que se precie de serlo, fueron el motivo de tal sorpresa y admiración... Pues bien, “El Soldado”, en esta su siguiente actuación, prosiguió la misma táctica y debido a ello lo vimos en todo momento desahogado, pudiendo con el toro, no obstante haberle correspondido en el sorteo algo de lo más malito que salió por la puerta de chiqueros...

Luis Castro El Soldado ha pasado a la historia como uno de los toreros – artistas más grandes que ha dado este país, pero también ha dejado estampas de reciedumbre torera, imponiéndose a las condiciones de los toros que no tenían aptitudes para lucir la clase delante de ellos. Esta primera tarde del año 44, fue una de esas.

Silverio y Azulito

Silverio Pérez, lo había manifestado hace un par de semanas, es un torero irrepetible. Y lo es tanto en su proceder ante los toros, como en sus estados de ánimo que lo llevaban del triunfo que provocaba el delirio en los tendidos, a la tarde en la que incomprensiblemente hacía que las cañas se volvieran lanzas en su contra. Y sin embargo, era el torero más querido por la afición mexicana. Para Silverio, siempre había un compás de espera, porque se sabía que llegaría ese domingo en el que se entendería con un toro y con una faena, se pondría a mano con los que acudían a verlo a las plazas.

Ese segundo día del año 44, fue uno de esos fastos silveristas, se encontró en primer término con Azulito, un buen toro de don Julián Llaguno, que le permitió desplegar su personalísima tauromaquia, faena acerca de la que Don Tancredo, escribió:

“Azulito” el segundo Torrecilla, fue saludado por Silverio con ceñidos y emotivos lances a pies juntos, media verónica y un remate con el capote plegado. Y en su quite, el texcocano provocó un terremoto en los tendidos con sus chicuelinas angustiosas, inverosímiles, trágicas, incrustándose en el toro, que hicieron que las palmas sonaran en su honor con entusiasmo y asombro. El cornúpeta pasó con sólo dos varas, pues la segunda, a cargo de Lindbergh, valió por tres, y lo hizo sangrar hasta la pezuña. Y vino el faenón: doblones con una rodilla en tierra, como prólogo del trasteo, y luego los derechazos silveristas que fueron rubricados con una ovación, pases por alto, un cambio de muleta por la espalda instrumentado en la propia cara del burel y rodillazos de escándalo mientras la arena se alfombraba de sombreros. Finalizó con una estocada honda, delantera y desprendida, y se le otorgaron las dos orejas de “Azulito”, aplausos delirantes, dianas, dos vueltas al ruedo y dos salidas a los medios.

En este caso, El Faraón de Texcoco sí salió con las orejas en las manos, las cosas se acomodaron, el sorteo le deparó un toro propicio y él supo darle la lidia adecuada para hacer lucir sus cualidades y hacer destacar las propias, de forma tal, que fue así recompensado, pero más que las orejas, el hecho de que la faena de Silverio Pérez a Azulito sea una de las que se recuerdan como una de las importantes de su carrera, es el triunfo real.

David Liceaga y Afinador

Los nombres de los toros Ilustrado, Risquero, Zamorano y Bonfante entre otros lidiados en el coso de la colonia Condesa, llevaban la signatura de David Liceaga, un torero que tenía por divisa el poderío ante los toros y la expresión de aquellos que hacen evidente que llevan el toreo dentro de la cabeza.

La tarde que hoy me ocupa, se llevó quizás el mejor toro del encierro lidiado, el sexto, nombrado Afinador y agregaría un nombre ilustre más a la prolongada estela de triunfos que le fueron consolidando como una de las figuras históricas de nuestra fiesta y como cabeza de una de las dinastías toreras más largas que la historia del toreo reconoce.

Acerca de esa tarde, escribió el ya invocado Don Tancredo:

Con “Afinador”, el sexto, vino lo grandioso, lo espectacular e impresionante al mismo tiempo que de calidad y valía. Sus lances por el lado derecho fueron buenos de verdad, al quitar se adornó con vistosos faroles y pinturero recorte. A petición del público tomó los garapullos y derrochando facultades, alegría y majeza, galleó como sólo él sabe hacerlo: dándole todas las ventajas, dejándose pisar su terreno cambiándole el viaje al toro. El prodigioso banderillero clavó cuatro pares de emocionante preparación e impecable ejecución dando categoría al segundo tercio. Y con la muleta, refrendó sus mejores éxitos. El toro tenía fuerza y alegría, pero era tardo en la embestida, y David le llegó hasta la propia cara y tiró de él obligándole a seguir el engaño. En su trasteo hubo ayudados por abajo, derechazos y de pecho, naturales que remató con el afarolado, y en la zona de toriles lasernistas y de costado en que provocó la embestida encelando al cornúpeta con el cuerpo, teniendo la muleta a la espalda. Entre ovaciones y dianas epilogó su faena citando a recibir, y dejó una estocada a un tiempo que le valió las orejas y el rabo de “Afinador”, los más entusiastas aplausos, vueltas al ruedo y el homenaje del paseo en hombros.

También David Liceaga se llevó trofeos en la espuerta y a ellos sumó el que se lo llevaran los enfebrecidos aficionados en hombros de la plaza. Ese paseo triunfal no fue montado, sino espontáneo, sincero, surgido de la emoción que generó en los tendidos la actuación del torero guanajuatense. 

La redondez de la tarde

De lo presentado hasta aquí, creo que podemos apreciar que todos los factores de la corrida confluyeron en una misma dirección y el resultado fue una tarde de toros de esas que por mérito propio ingresan en la historia de la fiesta como ejemplo de lo que es una tarde de toros que llega a buen puerto, una tarde de toros redonda en la que todos sus participantes, desde el punto que les toca estar, quedan satisfechos, sin necesidad de externalidades que en nada engrandecen lo que ante el toro y la afición se lleva a cabo.

domingo, 19 de febrero de 2023

Detrás de un cartel (XVII)

Se presenta el trianero Rubén Salazar en la plaza de Las Ventas

El mediar de la década de los cincuenta produjo en México, como consecuencia a la aparición de los Tres Mosqueteros una interesante generación de novilleros. Algunos llegaron a recibir la alternativa y caminar más o menos largo en los caminos y veredas que entrelazan las plazas de toros. Otros, por el azar que representan muchas cosas de esta fiesta, prendieron la flama de la esperanza y después se apagaron, fueron, diría mi amigo José de la Luz López, toreros de medio sol, de esos que lo dan todo… y que son, sin duda, piezas importantes en la argamasa que sostiene el edificio de la Historia Universal del Toreo.

Jaime Bolaños, Eliseo El Charro Gómez, Chano Ramos, Heriberto García hijo, José Ramón Tirado, Roberto Ocampo o Américo Garza Romerita son algunos de esos nombres que se ven reunidos en los carteles con uno de los personajes que hoy me piden reclamarles su atención, el torero de nuestra Triana, Rubén Salazar, de quien ya me había ocupado en estas páginas.

Rubén Salazar

Originario de Aguascalientes – del merito barrio de Triana – donde nació el 5 de junio de 1935, a temprana edad se decidió a intentar ser torero y así, se presenta como novillero en la plaza de toros San Marcos el día 1º de mayo de 1951, alternando con Fernando Brand, Pepe Gaona y José Sánchez Joselete, para lidiar novillos de Malpaso. Su debut en la Plaza México fue el 18 de mayo de 1952, alternando con Joselito Méndez y el norteamericano Sam James en la lidia de novillos de Peñuelas

En la misma Plaza México fue uno de los triunfadores de la temporada 1953 y el 9 de agosto torea un mano a mano con Jaime Bolaños y novillos de Pastejé. Ganó el Estoque de Plata disputado en Ciudad Juárez por la temporada novilleril de 1954, lo disputó con José Lara, Carlos Cruz Portugal, Eliseo Gómez El Charro, Heriberto García hijo y Emilio Rodríguez, lidiando novillos de Campo Alegre.

Para el año de 1956 decide hacer campaña española y torea cinco festejos por aquellas tierras, en Barcelona, Barcarrota, Palma, Castellón y Huelva. Su presentación fue en Barcelona, el lunes 7 de mayo de 1956 en una novillada monstruo de 12 toros, con Joselito Clavel, Roberto Espinosa, José Ramón Tirado, Rubén Salazar, Rafael Girón y Curro Girón y novillos en concurso de, por su orden: Alfredo Blanco, María Montalvo, Leopoldo Lamamié de Clairac, Eusebia Galache de Cobaleda, Aurora Lamamié de Clairac, Manuel Arranz, José Matías Bernardos, Hoyo de la Gitana, Alipio Pérez Tabernero, Antonio Pérez de San Fernando, Pérez Angoso y Vizconde de Garci – Grande. La crónica de El Ruedo dice que los novillos iban: Pasaditos de edad y con cuajo y lidia…, Su actuación tuvo por saldo palmas en el de Galache y vuelta tras petición en el de Pérez de San Fernando, que fue premiado como el mejor del concurso.

Para el año siguiente volvió a cruzar el mar junto con Roberto Ocampo, Heriberto García, Chano Ramos, Américo Garza Romerita, y Rodolfo Palafox. Torearía dos novilladas en ese calendario, una en Cartagena, el 8 de mayo, para enfrentar novillos de Miura alternando con José Rodríguez El Pío y Pepe Montero Minuto y la segunda, la que da motivo a estas líneas.

El cartel

Para los días domingo 17 – inauguración de temporada – y martes 19 de marzo de 1957, la empresa de la plaza de toros de Las Ventas anunció dos novilladas. La primera de ellas contemplaba un encierro de don Celestino Cuadri Vides para Luis Díaz, Manuel Blázquez, originario de Medina del Campo, Valladolid y Mario Granero, de Méjico – dice el cartel –. Estos dos últimos nuevos en esta plaza. La segunda anunciaba al riojano Antonio León, al sevillano Ruperto de los Reyes y a Rubén Salazar de Méjico, nuevo en esta plaza, para enfrentar un encierro de El Jaral de la Mira, de Madrid.

La novillada del 17, inauguración de temporada

Poco me detendré en esta novillada, pero habrá que hacer algo parecido a una precisión. Se anuncia a Mario Granero como originario de México. El amigo Horacio Reiba afirma que es guatemalteco y por su parte, Nelson Arreaza lo señala como nativo de la Ciudad de México. La novillada fue un éxito para Blázquez, según narra quien firma como D.L. en la Hoja del Lunes siguiente a la fecha del festejo:

El debutante Manolo Blázquez, de Medina del Campo, se encontró con el mejor novillo de la tarde, y arrancó la primera ovación al lancearlo superiormente de capa. Superiormente, sí; pues no es que torease más o menos quieto y menos o más erguido y ceñido, sino que lo hizo con ese temple y recreo en la suerte que constituye el intríngulis del arte de torear. Magnífica impresión la que causó Blázquez desde que se abrió de capa hasta que vio arrastrar a su enemigo. Porque con la muleta volvió a exhibir esa misma suavidad en la ejecución de los pases, especialmente en los redondos sobre la derecha, que se jalearon entusiásticamente. Al rematar su brillante labor con un pinchazo y una estocada corta – le convendría no dejar muerta la muleta sobre la pierna, sino adelantarla más hacia afuera, para vaciar mejor –, muchos pañuelos pidieron la oreja y todas las manos palmotearon durante la merecida vuelta al ruedo...

El otro debutante, Mario Granero, mejicano, está menos hecho, aunque no menos sobrado de voluntariosa decisión. Lo que mejor hizo, como torero, fue manejar el capote por chicuelinas en dos o tres quites. Con su primer novillo de aceptable condición, se le aplaudió al azteca su valentía al pararse y ceñirse en diversos muletazos con ambas manos, no exentos de buen estilo, y al terminar con una estocada corta.

En el sexto, también sosote y probón en la arrancada, ya no anduvo tan suelto el diestro, aunque tampoco por falta de voluntad, y acabó con un pinchazo, media estocada y un descabello. Tiene valor, apunta detalles y puede ir soltándose a medida que se placee más...

Como se ve, mexicano o guatemalteco, Mario Granero dejó impresión de ser decidido y valiente. No volvió a presentarse en Las Ventas.

El festejo del día de San José

El festejo de la presentación de Rubén Salazar fue accidentado. La manifiesta debilidad de los novillos de El Jaral de la Mira puso de uñas a la concurrencia y nada de lo que se intentó ante ellos fue motivo de una valoración comedida. Benjamín Bentura Sariñena Barico, en el ejemplar de El Ruedo aparecido el 21 de marzo siguiente, reflexiona así:

Así como los primeros efluvios primaverales nos traen las mariposas nuevas, las flores en sueños adivinadas y los furúnculos en pesadillas entrevistos, así la aparición en el ruedo de las Ventas, de reses de la «acreditada» ganadería de Jaral de la Mira trae aparejada una serie de broncas, con el advertido cortejo de gritos y frases más o menos hirientes y los lamentables espectáculos del lanzamiento de almohadillas al ruedo y de frases desagradables a la presidencia y el desdichado final de las detenciones.,, De los cinco novillos que fueron lidiados de Jaral de la Mira, «acreditada» ganadería de Madrid, cuatro estaban cojos y. todos cinco sin poder alguno. Entre los cinco tomaron seis picotazos —no varas — y se cayeron veintidós veces. El de Hernández Pla, lidiado en lugar del sexto de la «acreditada» ganadería de Jaral de la Mira, entró cuatro veces a las plazas montadas y no midió la arena hasta que no fue herido de muerte...

De la actuación de Rubén Salazar, el cronista del ABC madrileño, José María del Rey Caballero Selipe, comenta esto:

El mejicano Salazar no tuvo demasiada suerte en su presentación, debido al enfado del público por la mínima resistencia de las reses: a la que le correspondió en primer lugar la capeó sin fijeza y le suministró adornos al modo de manoletinas con el capote; tomó al bicho con la muleta con doblones, como si se tratara de dominar una pujanza inexistente y prosiguió la faena, aisladamente efectista y siempre pundonorosa, sin sistema de dominio; agotó los pases y verificó el volapié valeroso, aunque no limpio, despenando al enemigo de una estocada corta. Porfió ante la sosería mansurrona del sexto bis, siempre humillado, y volvió con apuros a las arrucinas, que ejecutó también en el tercero; tras tres entradas del estoqueador, de las que resultaron otros tantos pinchazos; y un golpe de verduguillo, puso término a la novillada, sin historia...

Como se ve, las cosas no se acomodaron para que Rubén Salazar obtuviera un triunfo en su presentación madrileña.

Lo que después vino

El torero de Aguascalientes volvería a su tierra y recibiría la alternativa en la plaza de toros San Marcos el 1º de mayo de 1960, de manos de Luis Briones. Poco duraría su andadura en ese escalafón, pues en 1963, una cornada en Ciudad Juárez le partiría el tendón de Aquiles y le limitaría la movilidad del pie derecho, por lo que, sin anunciarlo, en los hechos se despidió de los ruedos.

A partir de allí dirigió su afición a la organización de festejos y a la enseñanza de las artes toreras y fue el instructor titular de la primera Escuela de Tauromaquia que se tuvo en Aguascalientes, llamada Abogado Jesús Ramírez Gámez, esa que organizara Guillermo González Martínez, entonces empresario de las plazas de Aguascalientes y que funcionó en la propia plaza de toros San Marcos en los años ochenta del siglo pasado y en la que contribuyó a la formación de toreros como José María Luévano, Jorge Mora, Pedro Montes, Fabián Barba o César Delgadillo, todos ellos matadores de toros y quienes en la primera etapa de su preparación, pasaron por lo que ha sido la primera escuela taurina formal de Aguascalientes

Rubén Salazar falleció en su tierra el día 15 de diciembre de 2006.

domingo, 12 de febrero de 2023

13 de febrero de 1944: Silverio Pérez y Zapatero de La Punta

Un brindis de Silverio

La temporada 1943 – 44 en El Toreo de la Condesa se inició en medio de una ruidosa controversia. En el verano del 43, trascendió a los medios que la Unión Mexicana de Matadores había enviado a España a un grupo de toreros mexicanos, encabezados por Luis Briones, a tratar de negociar un reencuentro entre las torerías de ambos lados del Atlántico, separadas desde mayo de 1936. También se pudo saber que detrás de esa embajada se encontraba el empresario de El Toreo, don Antonio Algara, quien poco más de un lustro después de la ruptura, calculaba necesario el introducir algunos cambios de fondo en la oferta de festejos taurinos en México.

Las publicaciones especializadas, y muy señaladamente La Lidia, se censuró abiertamente ese hecho de tratar de negociar con los españoles. Así, los columnistas de ese semanario, don Flavio Zavala Millet, quien firmaba como Paco Puyazo, Luis de la Torre El – Hombre – Que – No – Cree – En – Nada y el politólogo e historiador Roberto Blanco Moheno criticaron y diría que hasta maltrataron a Briones y a aquellos que lo enviaron a negociar la paz, por considerar que traicionaban un movimiento que podía generar, lo que ellos consideraban, una total independencia de la fiesta de toros en México.

Pero esos críticos ignoraban, o pretendían hacerlo, que la iniciativa la impulsaba realmente Maximino Ávila Camacho, quien era el tenedor de la mayoría accionaria de la sociedad que era propietaria de la plaza de la colonia Condesa y de la empresa que daba los festejos taurinos y que la intención de fondo era que a la brevedad, Manolete viniera a presentarse a la capital mexicana. Al general Ávila Camacho en ciertas cosas – casi todas – no se le podía contradecir, y me atrevo a asegurar que esta, era una de ellas.

Así, el 11 de julio de 1944 se anunció que el Sindicato Nacional del Espectáculo en España autorizaba la contratación de toreros mexicanos para actuar en sus plazas, pactándose como única condición que torero español o mexicano que pretenda actuar en México o España, deberá llevar firmados cuando menos tres contratos, mínimo que entiendo perdura hasta nuestros días. Y así, una semana después, en Martes, en la plaza de Las Ventas, se daba lo que puede considerarse la primera corrida de la concordia, con la confirmación de alternativa de Carlos Arruza.

La 11ª corrida de la temporada 43 – 44

Para el domingo 13 de febrero de 1944, se anunciaron toros de La Punta para Luis Castro El Soldado, Silverio Pérez y Carlos Arruza. La combinación, vista en retrospectiva, es de suyo interesante y si añadimos como ingrediente al cartel, el hecho de que el domingo anterior en Puebla, al Faraón se le había ido vivo un toro a los corrales, había un ingrediente adicional para ir a verle a la plaza y ver si entregaba a su público cal o arena.

La narración más extensa sobre esa tarde la hace para La Lidia don Roque Armando Sosa Ferreyro Don Tancredo y la inicia citando una crónica suya de un año antes, reflexionando sobre el hecho de que no era posible exigir a Silverio Pérez el desplegar una tauromaquia clásica:

...hemos de repetir que el arte de Silverio está al margen de la técnica de ayer y de hoy, al margen del clasicismo, y que el exigirle torear de igual manera a reses que no sean francas y claras en su acometida, es poner a este innovador de la tauromaquia en las astas de los toros...

Y es que Silverio Pérez tenía su propia concepción de lo que era lidiar a los toros. No se guiaba por los principios generalmente aceptados en el arte y por esa misma razón ha sido un diestro que no dejó escuela. Es un caso único, auténtico e irrepetible en la historia del toreo. 

Pero Silverio Pérez ese domingo quería salir a refrendar su sitio de figura del toreo. Al primero de esa tarde, que le correspondía a El Soldado, le realizó un gran quite por fregolinas. Relata El – Hombre – Que – No – Cree – En – Nada:

Con el primero de la tarde, correspondiente a “El Soldado”, después del primero quite de éste, el diestro de Texcoco se llevó el capote a la espalda para ligar de modo maravilloso hasta cinco fregolinas que levantaron una tempestad de aplausos. Difícil resulta decir que se haya visto en “El Toreo” la suerte de Romero Freg tan magistralmente ejecutada como la cinceló el faraón de Texcoco con el toro “Cachucho” de La Punta, el domingo 13 de febrero de 1944. ¡VAYA MANERA DE TOREAR! …

Don Luis de la Torre remató su comentario del festejo celebrando que en esa tarde no se hubieran dado chicuelinas. Yo hoy, casi ocho décadas después, agregaría que también se reveló que Silverio Pérez no era un torero tan corto como a veces nos lo han querido presentar.

Zapatero, número 117, negro como todos los de su casa, fue el segundo de la tarde. No se distinguió precisamente por bravo, pues, aunque se acercó cuatro veces a los montados, salió a dos refilonazos y otros dos puyacitos señalados, eso sí, se movía, y requirió una faena de muleta con poderío para someterlo. De ese último trance, cuenta Don Tancredo:

...Silverio inició su trasteo con magníficos doblones, que remató con un gran derechazo y cambiándose el engaño por la espalda, mientras el punteño mugía cobardemente... Vino luego un pase de costado, y tres naturales atropellados, en los medios, que le valieron estruendosa ovación. Y otra vez con la franela en la diestra, un derechazo que intentó rematar con otro cambio del engaño por la espalda; al hacerlo, cortó el viaje el toro, que viéndolo descubierto movió la cabeza y lo prendió, zarandeándolo en forma impresionantísima más de medio minuto. Cuando Silverio fue arrojado a la arena, intentó levantarse; pero se fue de bruces, revelando en la expresión de su rostro y en la actitud de sus manos, sobre la ensangrentada taleguilla, la importancia y la gravedad de la herida que sufrió...

Por su parte, El – Hombre – Que – No – Cree – En – Nada lo apreció así:

...tomó en sus manos la muleta y estoque decidido a armar la escandalera, empezando con una serie de pases ayudados por abajo de su exclusiva, recibiendo fuerte achuchón en el segundo de ellos, por lo que ordenó el cambio de terreno, logrado lo cual, continuó toreando por alto en forma irreprochable; hizo un paréntesis y echándose la muleta a la zurda toreó al natural, si no con perfección, pues no hubo el temple en Silverio acostumbrado y sí, en cambio, enmendadura constante de terreno, con un valor extraordinario en cada uno de los muletazos rematados a la altura de la cadera, tal como debe ser tan meritoria suerte. Mas sin acordarse tal vez del achuchón recibido al principio del trasteo, llevó de nuevo el engaño a la derecha para repetir el doblón con mando y poderío; pero al iniciar el siguiente muletazo, también a la altura de la cintura, fue enganchado por la parte superior de la pierna, recibiendo tremenda cornada que pudo ser mortal como lo fuera para el inolvidable Alberto...

Ambos escribas coinciden en que Silverio salió decidido a triunfar, sin importar la condición de Zapatero y el precio que pagó al primer parpadeo fue el siguiente, según el parte rendido por los doctores Javier Ibarra y José Rojo de la Vega:

Herida por cuerno de toro, de ocho centímetros de longitud, en la región inguinoescrotal derecha, con exteriorización del testículo; presenta tres trayectorias: una hacia arriba, que llega hasta la fosa ilíaca externa, interesando piel, tejido celular subcutáneo, aponeurosis y músculos ampliamente desgarrados, y tejido celular subperitoneal; la segunda hacia afuera, que llega a la cara externa del muslo; y la tercera que llega al tercio medio del muslo, interesando piel, tejido celular subcutáneo y aponeurosis, y fibras musculares. Mide en total veintidós centímetros de extensión. Anestesia con balsoformo, desinfección con agua oxigenada, clorazena y sulfatiazol; contraabertura en la cara externa, tercio medio del muslo; ligadura de vasos; resección de porciones musculares; reducción testicular y canalización con cinco tubos de hule. En caso de no presentarse complicaciones, tardará en sanar alrededor de cuarenta y cinco días.

Al final de cuentas, Silverio Pérez requirió de 72 días para volver a vestirse de luces y no solamente los 45 calculados por los médicos. Volvió a torear hasta el 25 de abril de 1944 aquí en Aguascalientes, mano a mano con Armillita, toros de Torrecilla. Y lo hizo triunfando.

Silverio y su percepción sobre el miedo

Ya en estas páginas he transcrito lo que Silverio Pérez creía entender por el miedo. Juan Belmonte también le contó a Chaves Nogales la manera en la que él lo racionalizaba. Pero de lo que el Faraón de Texcoco escribió para su compadre José Pagés Llergo, extraigo estas pocas líneas:

Llegaba en forma de escalofrío y me engarrotaba los músculos, como sudor viscoso que hacía resbalar el capote sobre mis manos, como dolor en los muslos y sabor de cloroformo en la boca... No te imaginas lo que es presentir el olor de la anestesia y sentir que por las piernas resbala la vida. Con decirte que se le oye gotear...

Silverio Pérez sobrevivió a sus miedos y nos dejó, afortunadamente, grandes lecciones de vida. Lecciones que solamente puede dar alguien que tiene grandeza.

domingo, 5 de febrero de 2023

Hace 90 años: David Liceaga e Ilustrado de Villamarta

El Eco Taurino
23 de marzo de 1933
La temporada 1932 - 33 en El Toreo de la Condesa constó de 22 corridas de toros. Inició el 22 de octubre de 1932, con un festejo en el que actuaron Pepe Ortiz, Cagancho y Alberto Balderas ante toros de La Laguna y terminó el domingo 16 de abril de 1933.

El elenco de toreros para ese ciclo anual, se compuso con Fermín Espinosa Armillita (10), Alberto Balderas (10), Jesús Solórzano (9), Pepe Ortiz (6), David Liceaga (6), Luciano Contreras (4), Heriberto García (3), Luis Castro El Soldado (2) y Paco Gorráez (1), así como con los españoles Joaquín Rodríguez Cagancho (9), Luis Gómez Estudiante (5), Victoriano La Serna (4) y Francisco Tamarit Chaves (1).

Los toros procedieron de las ganaderías nacionales de La Laguna (36), San Mateo (20), Piedras Negras (18), La Punta (15), Torrecilla (13), San Diego de los Padres (9), Coaxamalucan (7), Zacatepec (7), Rancho Seco (6), Zotoluca (6) y Atenco (1) y de las españolas Carmen de Federico (6) y Marqués de Villamarta (6).

Durante esta temporada se entreveró una novillada el 6 de enero en la que actuaron Jorge Álvarez, Agustín García Barrera, Jesús González El Indio, Manuel Molina, Liborio RuizEduardo Solórzano, Ricardo Torres y Edmundo Zepeda, ante novillos de Ayala y Zotoluca y en la corrida final de la temporada, Ricardo Torres mató como fin de fiesta un novillo de Ajuluapan.

La 15ª corrida de la temporada

El 5 de febrero de 1933 se celebraría el décimo quinto festejo del serial 1932 - 33. Para actuar el él se anunció a Joaquín Rodríguez Cagancho, David Liceaga y Luis Gómez Estudiante y la presentación en la mayor plaza mexicana de la ganadería española del Marqués de Villamarta, propiedad del titular del marquesado, don Álvaro Dávila y Agreda, con su divisa verde botella y oro viejo.

Los asistentes a ese festejo serían testigos de un hecho casi inusitado en la historia del coso de la colonia Condesa, pues se le perdonaría la vida a un muy bravo toro del encierro lidiado esa tarde. 

El único antecedente que existía en El Toreo era el del toro Bonito, de Arribas, allí lidiado el 16 de febrero de 1908, llegado a la plaza para la temporada anterior, pero en tan mal estado, que tuvo que permanecer en los corrales hasta la siguiente, al cuidado del guardaplaza Miguel Bello quien prácticamente lo domesticó e incluso consiguió que permitiera que otras personas se acercaran a él. Son famosas las imágenes publicadas en la prensa de la época, donde la vedette María Conesa está acariciándole la testuz, en medio de los corrales de la plaza.

El encaste Villamarta

Don Álvaro Dávila y Agreda forma su ganadería en el año de 1914 con diversas ramas del tronco VistahermosaMurube, Urcola y Parladé – y agregados vazqueños de Medina Garvey, que con repetidos cruces dan lugar a lo que hoy en día se reconoce como un encaste propio.

En la actualidad, mantienen esta sangre los hierros de Salvador Guardiola, Fidel San Román y muy señaladamente los de Carlos Núñez y Alcurrucén.

Su capa es fundamentalmente negra con algunos accidentes como girones, calzados, bragados o luceros y son toros algo más cuesta arriba, muy finos y estilizados, de empuje y temperamento, enrazados y encastados.

La tarde del 5 de febrero de 1933

Ante la ausencia de crónicas sustanciales del festejo, quedan las gacetillas de prensa únicamente. Ellas refieren que la corrida fue inenarrable y que Cagancho estuvo precisamente en Cagancho y que dejó ir a un gran primero de la tarde, Rompelindes, al que no quiso ni ver.

Por su parte, Estudiante, ante el tercero, Bergantín, tuvo buen lucimiento y lo despachó de una extraordinaria estocada, obteniendo una aplaudida oreja.

David Liceaga, por su parte, ante el quinto, nombrado Ilustrado – la brevísima relación de El Siglo de Torreón dice El Ilustrado – realiza una faena en la que despliega toda la tauromaquia que llevaba dentro de la cabeza y se tira a matar, señalando un pinchazo en lo alto. 

Intenta reparar su fallo, volviendo a pasar de muleta y es cuando la concurrencia empieza a pedir el indulto, mismo que es concedido a juicio de la autoridad.

Vuelto el toro a los corrales, David Liceaga es llamado a dar una vuelta al ruedo entre aclamaciones.

El destino de Ilustrado

Normalmente, cuando un toro de una ganadería extranjera es indultado, de no mediar pacto previo en contrario, al regresar a los corrales, debe ser inmediatamente sacrificado. En esta oportunidad, seguramente surgieron distintos interesados en adquirirlo como reproductor para sus ganaderías, porque en la portada del número del semanario El Eco Taurino, de don Armando de María y Campos aparecido el 23 de marzo de 1933, aparece la siguiente información:

El toro indultado de Villamarta fue adquirido para Queréndaro. El señor don Emilio Huerta Corujo adquirió, en su calidad de mejor postor, la propiedad del toro “Ilustrado”, de Villamarta, que fue indultado por el público, por bravo, por codicioso, por pastueño y por noble, en la corrida del cinco de febrero del presente año.

La subasta tuvo lugar, con arreglo a la Ley, en el Consulado General de España, y las autoridades españolas y mexicanas que la presenciaron se preocuparon porque se cumpliesen exactamente las disposiciones que para la adquisición del famoso toro había dado el ganadero español señor Marqués de Villamarta.

La adjudicación fue hecha con apego absoluto a la Ley, y desde ese día el señor Huerta Corujo, propietario de la ganadería de Queréndaro, es el dueño del toro “Ilustrado”.

Así pues, ese toro pasó a formar el pie de simiente de esa ganadería michoacana, que fue formada inicialmente con ganados de Quiriceo de origen Parangueo y Gamero Cívico y después agregados con vacas y sementales de Campos Varela, estos últimos de encaste Parladé

Emilio Huerta Corujo

Era de nacionalidad española, nació en Oviedo en 1888. De acuerdo con la documentación existente en el Archivo General de la Nación, llegó a México por el puerto de Veracruz en el año de 1900. Entre otras actividades fue presidente del Casino Español y empresario ocasional de El Toreo de la Condesa

Adquirió la hacienda de Queréndaro en Michoacán en 1929, lugar en el que se dedicó a la crianza de toros de lidia. A partir de 1934, su propiedad fue afectada en múltiples ocasiones por la Reforma Agraria, por lo que decide dejar de ser ganadero, enajenando la mayor parte de su ganado de lidia a don Maximiano Chávez, que funda su hierro de Santa Marta, entre esa enajenación iba precisamente el toro Ilustrado

Falleció en la ciudad de México el 5 de junio de 1959. Hasta donde pude averiguar, no dejó descendencia, y en la actualidad existe la fundación de beneficencia que lleva su nombre, dedicada a apoyar a otras instituciones de auxilio a los necesitados.

Corolario

Hace una docena de años, escribió mi amigo don Horacio Reiba, a propósito de un indulto en la Plaza México:

Tan ajena era la idea de indultar toros – y cuidado que si algo abundaba era el poder y la bravura – que, en 40 años de vida de El Toreo de la Condesa, apenas dos casos se registraron, ambos de toros españoles (“Bonito”, de Arribas, en 1908 y bajo circunstancias muy especiales), e “Ilustrado”, de Villamarta, el 5 de febrero del 33, sin que David Liceaga alcanzara más honores que la vuelta al ruedo, al considerarse absurdo premiarlo con los apéndices de un animal al que no había dado muerte…

Eso lo escribió don Horacio cuando se produjo el indulto número 26 en la gran plaza. Ya llevamos 35, y por las razones de sobra conocidas, no puedo afirmar que seguimos contando.

Termino citando a don Carlos Urquijo, que lapidariamente se pronunció en contra del indulto de los toros en la plaza y se manifestó a favor de la tienta en la plaza de la ganadería:

La experiencia demuestra que un toro muy bravo en tres puyazos puede cantar la gallina en el cuarto, y sobre todo a partir del quinto. Por eso, muchos toros indultados en la plaza por bravos, después de tomar tres puyazos superiores, son luego malos sementales y no sirven para padrear. El ganadero debe ver los toros en el campo y no en la plaza, donde los pican pocas veces en su sitio y casi nunca a la distancia conveniente. Por eso soy partidario de la tienta de machos. Por eso te dije hace cinco años que la mayor vergüenza de un ganadero es que le indulten un toro en la plaza porque es señal que no lo ha sabido ver en el campo. Y sigo diciéndote que, si a un toro mío le perdonan la vida, soy capaz de cortarle la cabeza antes de echárselo a las vacas. Porque cuando se manda un toro a la plaza es porque no sirve para semental...

Yo estoy de acuerdo con lo que expresó en su día don Carlos Urquijo. Y ahora sí, hasta el próximo domingo.

Aviso Parroquial: Los números entre paréntesis que siguen a los nombres de los toreros y de las ganaderías que participaron en la temporada 1932 - 33 de El Toreo de la Condesa, se refieren respectivamente al número de actuaciones que tuvieron y al número de toros que lidiaron en ella respectivamente.

Aldeanos