domingo, 19 de febrero de 2023

Detrás de un cartel (XVII)

Se presenta el trianero Rubén Salazar en la plaza de Las Ventas

El mediar de la década de los cincuenta produjo en México, como consecuencia a la aparición de los Tres Mosqueteros una interesante generación de novilleros. Algunos llegaron a recibir la alternativa y caminar más o menos largo en los caminos y veredas que entrelazan las plazas de toros. Otros, por el azar que representan muchas cosas de esta fiesta, prendieron la flama de la esperanza y después se apagaron, fueron, diría mi amigo José de la Luz López, toreros de medio sol, de esos que lo dan todo… y que son, sin duda, piezas importantes en la argamasa que sostiene el edificio de la Historia Universal del Toreo.

Jaime Bolaños, Eliseo El Charro Gómez, Chano Ramos, Heriberto García hijo, José Ramón Tirado, Roberto Ocampo o Américo Garza Romerita son algunos de esos nombres que se ven reunidos en los carteles con uno de los personajes que hoy me piden reclamarles su atención, el torero de nuestra Triana, Rubén Salazar, de quien ya me había ocupado en estas páginas.

Rubén Salazar

Originario de Aguascalientes – del merito barrio de Triana – donde nació el 5 de junio de 1935, a temprana edad se decidió a intentar ser torero y así, se presenta como novillero en la plaza de toros San Marcos el día 1º de mayo de 1951, alternando con Fernando Brand, Pepe Gaona y José Sánchez Joselete, para lidiar novillos de Malpaso. Su debut en la Plaza México fue el 18 de mayo de 1952, alternando con Joselito Méndez y el norteamericano Sam James en la lidia de novillos de Peñuelas

En la misma Plaza México fue uno de los triunfadores de la temporada 1953 y el 9 de agosto torea un mano a mano con Jaime Bolaños y novillos de Pastejé. Ganó el Estoque de Plata disputado en Ciudad Juárez por la temporada novilleril de 1954, lo disputó con José Lara, Carlos Cruz Portugal, Eliseo Gómez El Charro, Heriberto García hijo y Emilio Rodríguez, lidiando novillos de Campo Alegre.

Para el año de 1956 decide hacer campaña española y torea cinco festejos por aquellas tierras, en Barcelona, Barcarrota, Palma, Castellón y Huelva. Su presentación fue en Barcelona, el lunes 7 de mayo de 1956 en una novillada monstruo de 12 toros, con Joselito Clavel, Roberto Espinosa, José Ramón Tirado, Rubén Salazar, Rafael Girón y Curro Girón y novillos en concurso de, por su orden: Alfredo Blanco, María Montalvo, Leopoldo Lamamié de Clairac, Eusebia Galache de Cobaleda, Aurora Lamamié de Clairac, Manuel Arranz, José Matías Bernardos, Hoyo de la Gitana, Alipio Pérez Tabernero, Antonio Pérez de San Fernando, Pérez Angoso y Vizconde de Garci – Grande. La crónica de El Ruedo dice que los novillos iban: Pasaditos de edad y con cuajo y lidia…, Su actuación tuvo por saldo palmas en el de Galache y vuelta tras petición en el de Pérez de San Fernando, que fue premiado como el mejor del concurso.

Para el año siguiente volvió a cruzar el mar junto con Roberto Ocampo, Heriberto García, Chano Ramos, Américo Garza Romerita, y Rodolfo Palafox. Torearía dos novilladas en ese calendario, una en Cartagena, el 8 de mayo, para enfrentar novillos de Miura alternando con José Rodríguez El Pío y Pepe Montero Minuto y la segunda, la que da motivo a estas líneas.

El cartel

Para los días domingo 17 – inauguración de temporada – y martes 19 de marzo de 1957, la empresa de la plaza de toros de Las Ventas anunció dos novilladas. La primera de ellas contemplaba un encierro de don Celestino Cuadri Vides para Luis Díaz, Manuel Blázquez, originario de Medina del Campo, Valladolid y Mario Granero, de Méjico – dice el cartel –. Estos dos últimos nuevos en esta plaza. La segunda anunciaba al riojano Antonio León, al sevillano Ruperto de los Reyes y a Rubén Salazar de Méjico, nuevo en esta plaza, para enfrentar un encierro de El Jaral de la Mira, de Madrid.

La novillada del 17, inauguración de temporada

Poco me detendré en esta novillada, pero habrá que hacer algo parecido a una precisión. Se anuncia a Mario Granero como originario de México. El amigo Horacio Reiba afirma que es guatemalteco y por su parte, Nelson Arreaza lo señala como nativo de la Ciudad de México. La novillada fue un éxito para Blázquez, según narra quien firma como D.L. en la Hoja del Lunes siguiente a la fecha del festejo:

El debutante Manolo Blázquez, de Medina del Campo, se encontró con el mejor novillo de la tarde, y arrancó la primera ovación al lancearlo superiormente de capa. Superiormente, sí; pues no es que torease más o menos quieto y menos o más erguido y ceñido, sino que lo hizo con ese temple y recreo en la suerte que constituye el intríngulis del arte de torear. Magnífica impresión la que causó Blázquez desde que se abrió de capa hasta que vio arrastrar a su enemigo. Porque con la muleta volvió a exhibir esa misma suavidad en la ejecución de los pases, especialmente en los redondos sobre la derecha, que se jalearon entusiásticamente. Al rematar su brillante labor con un pinchazo y una estocada corta – le convendría no dejar muerta la muleta sobre la pierna, sino adelantarla más hacia afuera, para vaciar mejor –, muchos pañuelos pidieron la oreja y todas las manos palmotearon durante la merecida vuelta al ruedo...

El otro debutante, Mario Granero, mejicano, está menos hecho, aunque no menos sobrado de voluntariosa decisión. Lo que mejor hizo, como torero, fue manejar el capote por chicuelinas en dos o tres quites. Con su primer novillo de aceptable condición, se le aplaudió al azteca su valentía al pararse y ceñirse en diversos muletazos con ambas manos, no exentos de buen estilo, y al terminar con una estocada corta.

En el sexto, también sosote y probón en la arrancada, ya no anduvo tan suelto el diestro, aunque tampoco por falta de voluntad, y acabó con un pinchazo, media estocada y un descabello. Tiene valor, apunta detalles y puede ir soltándose a medida que se placee más...

Como se ve, mexicano o guatemalteco, Mario Granero dejó impresión de ser decidido y valiente. No volvió a presentarse en Las Ventas.

El festejo del día de San José

El festejo de la presentación de Rubén Salazar fue accidentado. La manifiesta debilidad de los novillos de El Jaral de la Mira puso de uñas a la concurrencia y nada de lo que se intentó ante ellos fue motivo de una valoración comedida. Benjamín Bentura Sariñena Barico, en el ejemplar de El Ruedo aparecido el 21 de marzo siguiente, reflexiona así:

Así como los primeros efluvios primaverales nos traen las mariposas nuevas, las flores en sueños adivinadas y los furúnculos en pesadillas entrevistos, así la aparición en el ruedo de las Ventas, de reses de la «acreditada» ganadería de Jaral de la Mira trae aparejada una serie de broncas, con el advertido cortejo de gritos y frases más o menos hirientes y los lamentables espectáculos del lanzamiento de almohadillas al ruedo y de frases desagradables a la presidencia y el desdichado final de las detenciones.,, De los cinco novillos que fueron lidiados de Jaral de la Mira, «acreditada» ganadería de Madrid, cuatro estaban cojos y. todos cinco sin poder alguno. Entre los cinco tomaron seis picotazos —no varas — y se cayeron veintidós veces. El de Hernández Pla, lidiado en lugar del sexto de la «acreditada» ganadería de Jaral de la Mira, entró cuatro veces a las plazas montadas y no midió la arena hasta que no fue herido de muerte...

De la actuación de Rubén Salazar, el cronista del ABC madrileño, José María del Rey Caballero Selipe, comenta esto:

El mejicano Salazar no tuvo demasiada suerte en su presentación, debido al enfado del público por la mínima resistencia de las reses: a la que le correspondió en primer lugar la capeó sin fijeza y le suministró adornos al modo de manoletinas con el capote; tomó al bicho con la muleta con doblones, como si se tratara de dominar una pujanza inexistente y prosiguió la faena, aisladamente efectista y siempre pundonorosa, sin sistema de dominio; agotó los pases y verificó el volapié valeroso, aunque no limpio, despenando al enemigo de una estocada corta. Porfió ante la sosería mansurrona del sexto bis, siempre humillado, y volvió con apuros a las arrucinas, que ejecutó también en el tercero; tras tres entradas del estoqueador, de las que resultaron otros tantos pinchazos; y un golpe de verduguillo, puso término a la novillada, sin historia...

Como se ve, las cosas no se acomodaron para que Rubén Salazar obtuviera un triunfo en su presentación madrileña.

Lo que después vino

El torero de Aguascalientes volvería a su tierra y recibiría la alternativa en la plaza de toros San Marcos el 1º de mayo de 1960, de manos de Luis Briones. Poco duraría su andadura en ese escalafón, pues en 1963, una cornada en Ciudad Juárez le partiría el tendón de Aquiles y le limitaría la movilidad del pie derecho, por lo que, sin anunciarlo, en los hechos se despidió de los ruedos.

A partir de allí dirigió su afición a la organización de festejos y a la enseñanza de las artes toreras y fue el instructor titular de la primera Escuela de Tauromaquia que se tuvo en Aguascalientes, llamada Abogado Jesús Ramírez Gámez, esa que organizara Guillermo González Martínez, entonces empresario de las plazas de Aguascalientes y que funcionó en la propia plaza de toros San Marcos en los años ochenta del siglo pasado y en la que contribuyó a la formación de toreros como José María Luévano, Jorge Mora, Pedro Montes, Fabián Barba o César Delgadillo, todos ellos matadores de toros y quienes en la primera etapa de su preparación, pasaron por lo que ha sido la primera escuela taurina formal de Aguascalientes

Rubén Salazar falleció en su tierra el día 15 de diciembre de 2006.

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