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domingo, 16 de julio de 2023

16 de julio de 1939: Presentación y triunfo de Lorenzo Garza en Bogotá


La temporada 1938 – 39 en el Toreo de la Condesa se sostuvo en las columnas que representaron los nombres de Armillita, Lorenzo Garza y Alberto Balderas, en tanto que, en el capítulo ganadero, fueron los hierros de Piedras Negras, La Laguna, San Mateo y La Punta los que aportaron el elemento esencial ante el cual los toreros escribieron páginas importantes de la historia patria del toreo.

Quizás una de las páginas que más trascendió nuestras fronteras, fue la que escribió Lorenzo Garza el domingo 15 de enero de 1939, cuando despachó en solitario una corrida de don Antonio Llaguno y ante dos toros de vuelta al ruedo, Terciopelo – al que le cortó el rabo – y Escribano, reafirmó su posición de ser una de las más destacadas figuras con las que contaba en ese momento, la torería mexicana.

La temporada invernal 1939 en Bogotá

Para el año de 1939, la conducción de los asuntos de la plaza Santamaría de Bogotá estaba a cargo de la propia corporación municipal a cargo del alcalde doctor Germán Zea Hernández y don Enrique de la Concha, administrador del coso. Y aunque la temporada taurina típica es a finales del calendario o inicios del año siguiente, para ese invierno del 39 diseñaron una breve temporada de tres festejos, edificada sobre toros colombianos de Mondoñedo y tres diestros nada más. Ellos serían los mexicanos Lorenzo Garza y David Liceaga, quien había recibido la alternativa definitiva el 18 de diciembre de 1938 en el Toreo de la Condesa, cerrando esa tarde cortándole el rabo al toro Trianero de La Punta y el torero zamorano Félix Rodríguez II.

La presencia del Califa de Monterrey resultaba ser el eje de ese breve ciclo. En una nota firmada por T.V.G. en la edición del diario El Tiempo de Bogotá salida el 13 de julio, se decía:

Lorenzo Garza es un torero de vergüenza. Pertenece a la «raza de reyes» loada en estupendo romance por Federico García Lorca, cantor de gitanos y toreros que se jugaban la vida en las encrucijadas del azar con un cantar en los labios. Vamos a verlo ahora reviviendo en el circo de Santamaría la clásica estampa de España, la que nos recuerda las navajas de Albacete y la sangre irrestañable de Federico…

En ese ambiente, el festejo inaugural se anunció para el día 16 de julio de ese calendario y sería un mano a mano entre el zamorano Félix Rodríguez II y Lorenzo Garza, evidentemente, enfrentando los toros de los señores José B. de Santamaría y Francisco García, es decir, de Mondoñedo, en esos días de origen Santa ColomaBuendía.

La corrida inaugural

La crónica firmada por K – Milo en el mismo diario El Tiempo, al día siguiente del festejo, tiene un interesante introito:

¡Así me las den todas! Sobre la corrida de ayer hice toda clase de pronósticos... que nadie me creyó. La gente supuso que Lorenzo Garza era un torero valiente e ignorante; creyó esa gente que Mondoñedo mandaría seis becerrotes; y nadie – ni yo mismo – pude convencerme de que el actual empresario – el municipio de Bogotá – pudiera hacer nunca una temporada de éxito… La primera emoción de la tarde la tuve al llegar al parque, y conste que entonces eran apenas las dos y cuarto de la tarde. La «cola» de espectadores formaba ya una larga fila hasta las puertas de sol, sobre la carrera quinta. Las ventanillas de los expendios no se veían, rodeadas de aspirantes a depositar su dinero allí, a cambio de boletos; y en ese momento apareció sobre las puertas el muy taurino y muy agradable letrero – para la empresa, se entiende – «se agotaron las entradas» … ¡Que viva el municipio! …

Como se ve, los carteles de toros, ofrecidos con imaginación y seriedad atraen a la afición y consiguen que las plazas se llenen. Pruebas en la historia hay, y muchas.

El triunfo de Lorenzo Garza

El concepto de triunfo hoy en día está reducido a la suma de orejas y rabos que un torero pueda obtener en una tarde determinada. Nunca está de más recordar aquella afirmación que se atribuye a Manolo Martínez, en el sentido de que esos apéndices no son más que retazos de toro. El triunfo real consiste en penetrar en el ánimo de la afición y en que esta espere ver a ese torero en una siguiente tarde, independientemente del marcador de trofeos o de salidas en hombros reglamentadas y, por ende, prefabricadas. El triunfo tiene su esencia en los tendidos, en los que pagan su entrada y no en porristas habilidosos y costaleros a sueldo.

Hago la anterior reflexión porque El Ave de las Tempestades triunfó en Bogotá ese domingo, aunque solamente se haya llevado una oreja en la espuerta. Pero el triunfo fue suyo. Así lo contó el nombrado K – Milo:

De Garza recuerdo toda su actuación. Sin embargo, quiero rememorar, en su primer toro, los cinco naturales a los acordes del pasodoble «El Novillero», en redondo, que le dio para iniciar la faena. Cinco naturales que no recuerdo habérselos visto nunca a ningún torero que haya actuado en Bogotá. Y, para que no se contradiga, rememoro: Ortega no los dio, porque nunca se «echó» la muleta a la izquierda; «Niño de la Palma» los dio una vez, pero ayudados con el estoque… Estoy hablando de figuras... Garza se llevó la oreja que obsequió el tendido 8. El de los grandes aficionados… Recuerdo también la forma de entrar a matar al primer toro; lentamente, cruzando, exponiendo y dejando al toro para el arrastre. Y algo más, la manera de matar al toro último de la tarde, un toro engatillado (corto de cuello), que por contextura física no dejaba pasar el brazo del espada, el cual lo «finiquitó» de media lagartijera clásica… En mi opinión, para no alargarme, lo que vi ayer a Garza con la muleta, me dejó plenamente satisfecho. Me declaro, desde ahora, «garcista» cerrado. ¡Y ya veremos el domingo lo que sucede!

La crónica afirma que el lote que le correspondió al torero de Monterrey fue el más complicado del encierro y que, sin embargo, el debutante se impuso a esas condiciones y dejó constancia del por qué era en su tierra uno de los diestros más cotizados. 

Félix Rodríguez II, también triunfador

El torero de Fuentelapeña también salió con la oreja del quinto en sus manos. El cronista refiere que sacó el mejor lote en el sorteo y, evidentemente, lo aprovechó:

El mejor lote le correspondió a Félix Rodríguez. Tuvo, sobre todo, un quinto toro, un ejemplar de bandera, a quien le colocaron el poco agradable nombre – no por importancia sino por ser ajeno a nuestro idioma y a nuestra raza – de «Marconi» … Y Félix logró triunfar con ese toro. Y le cortó la oreja. Y dio vueltas al ruedo. Y recogió flores. Así le formó el zamorano la pelea a Garza a base de voluntad, de deseos de agradar y de torear bien, sobre todo con el capote… Y, ¡qué bien toreó ayer con el capote Félix Rodríguez! ¡Tan bien como Garza con la muleta! ...

Hace algunos domingos escribía aquí sobre la redondez de una tarde de toros. Quizás esta puede ser un buen ejemplo de otra de esas tardes en las que todo sale como se debe y todos los que asistieron a la plaza, salieron satisfechos, contentos y deseosos de volver al siguiente festejo.

Los toros de Mondoñedo

El cronista planteaba al inicio sus temores de que el encierro a lidiarse fuera chico, cómodo, vamos. Sin embargo, los ganaderos presentaron un lote adecuado a las circunstancias y como todos los toros de lidia, algunos no tuvieron palabra de honor:

Bello lote de toros enviaron ayer los señores José B. de Santamaría y Francisco García. Gordos y buenos mozos. Como de rigor – aquí, en España, Méjico, y la Conchinchina rusa – salieron bravos y mansos…

De lo hasta aquí contado, creo que se puede apreciar que esos toros fueron aprovechados debidamente de acuerdo a sus condiciones y que sus criadores terminaron la tarde con su prestigio al alza.

El resto de la breve temporada

Para el segundo festejo de ese corto serial, se anunció para el 23 de julio a Lorenzo Garza y David Liceaga mano a mano y el cierre se daría el domingo 30 con una terna formada por Félix Rodríguez II, Lorenzo Garza y David Liceaga. En ambos casos, los toros serían también de Mondoñedo, ganadería colombiana que en ese momento era la que estaba a la cabeza de la crianza del toro de lidia en esas tierras.

Una feria breve, con un corto elenco, pero que, acomodando las piezas con imaginación, pudo captar la atención de la afición de la capital colombiana, dejándonos claro que entonces, como ahora, Bogotá es una de las capitales importantes de la América taurina.

domingo, 26 de febrero de 2023

La redondez de una tarde de toros

La estocada de David Liceaga a Afinador
Antonio Ximénez en La Lidia
4 de enero de 1944

En estos días que vivimos, el concepto de tarde redonda está indisolublemente ligado al triunfo de los toreros vinculado al corte de un incontable número de apéndices, de una importante suma de vueltas al ruedo y por supuesto, de una inexcusable salida en hombros por la puerta principal de la plaza de que se trate, salida hogaño a cargo de un costalero a sueldo, cuando en otros tiempos la realizaba la multitud que se tiraba del tendido a la arena y se llevaba al triunfador hasta el hotel o a pasear sin rumbo por las calles del lugar del festejo. 

Pero hubo días en los que si bien se cortaban apéndices, la redondez de la tarde no descansaba precisamente en el marcador de orejas y rabos y tampoco era mandatorio que el torero triunfador fuera sacado en volandas de la plaza. Se valoraba más la presencia de los toros, el hacer de los diestros delante de ellos y el conjunto del festejo para determinar si ese festejo merecía pasar a la memoria y a la historia de la fiesta.

Tarde redonda fue, sin duda, la del domingo 2 de enero de 1944, cuando en El Toreo de la Condesa se encontraron los toros enviados por don Julián Llaguno para que los lidiaran Luis Castro El Soldado, Silverio Pérez y David Liceaga. Ese día se recuerda principalmente por dos faenas, la del Compadre a Azulito y la de David Liceaga a Afinador. Pero hay más todavía que contar.

Los toros de Torrecilla

Refiere acerca del encierro de la divisa verde y blanco, Roque Armando Sosa Ferreyro, Don Tancredo, en el ejemplar de La Lidia salido a los puestos el 4 de enero siguiente:

Se lidiaron seis hermosos ejemplares de Torrecilla, la prestigiada ganadería de don Julián Llaguno, que no pelearon con la alegría característica de su divisa por el exceso de carnes y por el tremendo castigo que les infringieron los del castoreño. Sobresalieron en el encierro los toros segundo, quinto y sexto, que se llamaron “Azulito”, “Churumbelo” y “Afinador”. Al diestro de Mixcoac tocaron en suerte los menos propicios a la faena de escándalo: "Changuito", el primero, y “Argelino”, el cuarto; y “Tabaquero”. el tercero de la corrida, tuvo mucha fuerza y desarrolló nervio. En conjunto, los bureles zacatecanos dieron magnífico juego y se prestaron al éxito de los toreros, siendo desorejado “Azulito” por Silverio y Liceaga cortó las orejas y el rabo de “Afinador”…

En el mismo ejemplar de La Lidia, don Luis de la Torre, El – Hombre – Que – No – Cree – En – Nada, hace una comparativa de este encierro con el de la misma ganadería lidiado en la fecha inmediata anterior y concluye en que aquel fue infinitamente superior en fuerza y en clase, aunque el de esta última tarde no hubiera causado dificultades a sus lidiadores.

La tarde de El Soldado

Se puede triunfar sin cortar orejas. Esa fecha, en la que se conmemoraba el año nuevo taurino y se guardó un minuto de silencio en recuerdo de Alberto Balderas, el diestro de Mixcoac reiteró que la clase y el arte no están reñidos con el oficio y el poderío ante los toros. Le correspondieron por su orden Changuito y Argelino – brindados respectivamente a don Miguel Lanz Duret, director de El Universal y a don Daniel Vela, director de Vel – A – Gas – al decir de las relaciones del festejo, los dos malos del lote de Torrecilla corrido esa tarde. A propósito de su actuación, escribió El – Hombre – Que – No – Cree – En – Nada:

La forma como Luis Castro lidió al toro de obsequio el domingo anterior, causó efectiva sorpresa, no precisamente por el triunfo alcanzado... sino debido a que la técnica empleada en el trasteo de muleta fue en realidad bien distinta de la que ahora usan la mayoría de los modernos diestros. Sus pases admirablemente rematados, no valiéndose solamente de la bravura de su enemigo como ayuda eficaz, sino poniendo el torero de su parte, aguante y mando, peleándole de verdad, derrotándolo, que es precisamente lo que los cánones establecen para la labor de un diestro que se precie de serlo, fueron el motivo de tal sorpresa y admiración... Pues bien, “El Soldado”, en esta su siguiente actuación, prosiguió la misma táctica y debido a ello lo vimos en todo momento desahogado, pudiendo con el toro, no obstante haberle correspondido en el sorteo algo de lo más malito que salió por la puerta de chiqueros...

Luis Castro El Soldado ha pasado a la historia como uno de los toreros – artistas más grandes que ha dado este país, pero también ha dejado estampas de reciedumbre torera, imponiéndose a las condiciones de los toros que no tenían aptitudes para lucir la clase delante de ellos. Esta primera tarde del año 44, fue una de esas.

Silverio y Azulito

Silverio Pérez, lo había manifestado hace un par de semanas, es un torero irrepetible. Y lo es tanto en su proceder ante los toros, como en sus estados de ánimo que lo llevaban del triunfo que provocaba el delirio en los tendidos, a la tarde en la que incomprensiblemente hacía que las cañas se volvieran lanzas en su contra. Y sin embargo, era el torero más querido por la afición mexicana. Para Silverio, siempre había un compás de espera, porque se sabía que llegaría ese domingo en el que se entendería con un toro y con una faena, se pondría a mano con los que acudían a verlo a las plazas.

Ese segundo día del año 44, fue uno de esos fastos silveristas, se encontró en primer término con Azulito, un buen toro de don Julián Llaguno, que le permitió desplegar su personalísima tauromaquia, faena acerca de la que Don Tancredo, escribió:

“Azulito” el segundo Torrecilla, fue saludado por Silverio con ceñidos y emotivos lances a pies juntos, media verónica y un remate con el capote plegado. Y en su quite, el texcocano provocó un terremoto en los tendidos con sus chicuelinas angustiosas, inverosímiles, trágicas, incrustándose en el toro, que hicieron que las palmas sonaran en su honor con entusiasmo y asombro. El cornúpeta pasó con sólo dos varas, pues la segunda, a cargo de Lindbergh, valió por tres, y lo hizo sangrar hasta la pezuña. Y vino el faenón: doblones con una rodilla en tierra, como prólogo del trasteo, y luego los derechazos silveristas que fueron rubricados con una ovación, pases por alto, un cambio de muleta por la espalda instrumentado en la propia cara del burel y rodillazos de escándalo mientras la arena se alfombraba de sombreros. Finalizó con una estocada honda, delantera y desprendida, y se le otorgaron las dos orejas de “Azulito”, aplausos delirantes, dianas, dos vueltas al ruedo y dos salidas a los medios.

En este caso, El Faraón de Texcoco sí salió con las orejas en las manos, las cosas se acomodaron, el sorteo le deparó un toro propicio y él supo darle la lidia adecuada para hacer lucir sus cualidades y hacer destacar las propias, de forma tal, que fue así recompensado, pero más que las orejas, el hecho de que la faena de Silverio Pérez a Azulito sea una de las que se recuerdan como una de las importantes de su carrera, es el triunfo real.

David Liceaga y Afinador

Los nombres de los toros Ilustrado, Risquero, Zamorano y Bonfante entre otros lidiados en el coso de la colonia Condesa, llevaban la signatura de David Liceaga, un torero que tenía por divisa el poderío ante los toros y la expresión de aquellos que hacen evidente que llevan el toreo dentro de la cabeza.

La tarde que hoy me ocupa, se llevó quizás el mejor toro del encierro lidiado, el sexto, nombrado Afinador y agregaría un nombre ilustre más a la prolongada estela de triunfos que le fueron consolidando como una de las figuras históricas de nuestra fiesta y como cabeza de una de las dinastías toreras más largas que la historia del toreo reconoce.

Acerca de esa tarde, escribió el ya invocado Don Tancredo:

Con “Afinador”, el sexto, vino lo grandioso, lo espectacular e impresionante al mismo tiempo que de calidad y valía. Sus lances por el lado derecho fueron buenos de verdad, al quitar se adornó con vistosos faroles y pinturero recorte. A petición del público tomó los garapullos y derrochando facultades, alegría y majeza, galleó como sólo él sabe hacerlo: dándole todas las ventajas, dejándose pisar su terreno cambiándole el viaje al toro. El prodigioso banderillero clavó cuatro pares de emocionante preparación e impecable ejecución dando categoría al segundo tercio. Y con la muleta, refrendó sus mejores éxitos. El toro tenía fuerza y alegría, pero era tardo en la embestida, y David le llegó hasta la propia cara y tiró de él obligándole a seguir el engaño. En su trasteo hubo ayudados por abajo, derechazos y de pecho, naturales que remató con el afarolado, y en la zona de toriles lasernistas y de costado en que provocó la embestida encelando al cornúpeta con el cuerpo, teniendo la muleta a la espalda. Entre ovaciones y dianas epilogó su faena citando a recibir, y dejó una estocada a un tiempo que le valió las orejas y el rabo de “Afinador”, los más entusiastas aplausos, vueltas al ruedo y el homenaje del paseo en hombros.

También David Liceaga se llevó trofeos en la espuerta y a ellos sumó el que se lo llevaran los enfebrecidos aficionados en hombros de la plaza. Ese paseo triunfal no fue montado, sino espontáneo, sincero, surgido de la emoción que generó en los tendidos la actuación del torero guanajuatense. 

La redondez de la tarde

De lo presentado hasta aquí, creo que podemos apreciar que todos los factores de la corrida confluyeron en una misma dirección y el resultado fue una tarde de toros de esas que por mérito propio ingresan en la historia de la fiesta como ejemplo de lo que es una tarde de toros que llega a buen puerto, una tarde de toros redonda en la que todos sus participantes, desde el punto que les toca estar, quedan satisfechos, sin necesidad de externalidades que en nada engrandecen lo que ante el toro y la afición se lleva a cabo.

domingo, 5 de febrero de 2023

Hace 90 años: David Liceaga e Ilustrado de Villamarta

El Eco Taurino
23 de marzo de 1933
La temporada 1932 - 33 en El Toreo de la Condesa constó de 22 corridas de toros. Inició el 22 de octubre de 1932, con un festejo en el que actuaron Pepe Ortiz, Cagancho y Alberto Balderas ante toros de La Laguna y terminó el domingo 16 de abril de 1933.

El elenco de toreros para ese ciclo anual, se compuso con Fermín Espinosa Armillita (10), Alberto Balderas (10), Jesús Solórzano (9), Pepe Ortiz (6), David Liceaga (6), Luciano Contreras (4), Heriberto García (3), Luis Castro El Soldado (2) y Paco Gorráez (1), así como con los españoles Joaquín Rodríguez Cagancho (9), Luis Gómez Estudiante (5), Victoriano La Serna (4) y Francisco Tamarit Chaves (1).

Los toros procedieron de las ganaderías nacionales de La Laguna (36), San Mateo (20), Piedras Negras (18), La Punta (15), Torrecilla (13), San Diego de los Padres (9), Coaxamalucan (7), Zacatepec (7), Rancho Seco (6), Zotoluca (6) y Atenco (1) y de las españolas Carmen de Federico (6) y Marqués de Villamarta (6).

Durante esta temporada se entreveró una novillada el 6 de enero en la que actuaron Jorge Álvarez, Agustín García Barrera, Jesús González El Indio, Manuel Molina, Liborio RuizEduardo Solórzano, Ricardo Torres y Edmundo Zepeda, ante novillos de Ayala y Zotoluca y en la corrida final de la temporada, Ricardo Torres mató como fin de fiesta un novillo de Ajuluapan.

La 15ª corrida de la temporada

El 5 de febrero de 1933 se celebraría el décimo quinto festejo del serial 1932 - 33. Para actuar el él se anunció a Joaquín Rodríguez Cagancho, David Liceaga y Luis Gómez Estudiante y la presentación en la mayor plaza mexicana de la ganadería española del Marqués de Villamarta, propiedad del titular del marquesado, don Álvaro Dávila y Agreda, con su divisa verde botella y oro viejo.

Los asistentes a ese festejo serían testigos de un hecho casi inusitado en la historia del coso de la colonia Condesa, pues se le perdonaría la vida a un muy bravo toro del encierro lidiado esa tarde. 

El único antecedente que existía en El Toreo era el del toro Bonito, de Arribas, allí lidiado el 16 de febrero de 1908, llegado a la plaza para la temporada anterior, pero en tan mal estado, que tuvo que permanecer en los corrales hasta la siguiente, al cuidado del guardaplaza Miguel Bello quien prácticamente lo domesticó e incluso consiguió que permitiera que otras personas se acercaran a él. Son famosas las imágenes publicadas en la prensa de la época, donde la vedette María Conesa está acariciándole la testuz, en medio de los corrales de la plaza.

El encaste Villamarta

Don Álvaro Dávila y Agreda forma su ganadería en el año de 1914 con diversas ramas del tronco VistahermosaMurube, Urcola y Parladé – y agregados vazqueños de Medina Garvey, que con repetidos cruces dan lugar a lo que hoy en día se reconoce como un encaste propio.

En la actualidad, mantienen esta sangre los hierros de Salvador Guardiola, Fidel San Román y muy señaladamente los de Carlos Núñez y Alcurrucén.

Su capa es fundamentalmente negra con algunos accidentes como girones, calzados, bragados o luceros y son toros algo más cuesta arriba, muy finos y estilizados, de empuje y temperamento, enrazados y encastados.

La tarde del 5 de febrero de 1933

Ante la ausencia de crónicas sustanciales del festejo, quedan las gacetillas de prensa únicamente. Ellas refieren que la corrida fue inenarrable y que Cagancho estuvo precisamente en Cagancho y que dejó ir a un gran primero de la tarde, Rompelindes, al que no quiso ni ver.

Por su parte, Estudiante, ante el tercero, Bergantín, tuvo buen lucimiento y lo despachó de una extraordinaria estocada, obteniendo una aplaudida oreja.

David Liceaga, por su parte, ante el quinto, nombrado Ilustrado – la brevísima relación de El Siglo de Torreón dice El Ilustrado – realiza una faena en la que despliega toda la tauromaquia que llevaba dentro de la cabeza y se tira a matar, señalando un pinchazo en lo alto. 

Intenta reparar su fallo, volviendo a pasar de muleta y es cuando la concurrencia empieza a pedir el indulto, mismo que es concedido a juicio de la autoridad.

Vuelto el toro a los corrales, David Liceaga es llamado a dar una vuelta al ruedo entre aclamaciones.

El destino de Ilustrado

Normalmente, cuando un toro de una ganadería extranjera es indultado, de no mediar pacto previo en contrario, al regresar a los corrales, debe ser inmediatamente sacrificado. En esta oportunidad, seguramente surgieron distintos interesados en adquirirlo como reproductor para sus ganaderías, porque en la portada del número del semanario El Eco Taurino, de don Armando de María y Campos aparecido el 23 de marzo de 1933, aparece la siguiente información:

El toro indultado de Villamarta fue adquirido para Queréndaro. El señor don Emilio Huerta Corujo adquirió, en su calidad de mejor postor, la propiedad del toro “Ilustrado”, de Villamarta, que fue indultado por el público, por bravo, por codicioso, por pastueño y por noble, en la corrida del cinco de febrero del presente año.

La subasta tuvo lugar, con arreglo a la Ley, en el Consulado General de España, y las autoridades españolas y mexicanas que la presenciaron se preocuparon porque se cumpliesen exactamente las disposiciones que para la adquisición del famoso toro había dado el ganadero español señor Marqués de Villamarta.

La adjudicación fue hecha con apego absoluto a la Ley, y desde ese día el señor Huerta Corujo, propietario de la ganadería de Queréndaro, es el dueño del toro “Ilustrado”.

Así pues, ese toro pasó a formar el pie de simiente de esa ganadería michoacana, que fue formada inicialmente con ganados de Quiriceo de origen Parangueo y Gamero Cívico y después agregados con vacas y sementales de Campos Varela, estos últimos de encaste Parladé

Emilio Huerta Corujo

Era de nacionalidad española, nació en Oviedo en 1888. De acuerdo con la documentación existente en el Archivo General de la Nación, llegó a México por el puerto de Veracruz en el año de 1900. Entre otras actividades fue presidente del Casino Español y empresario ocasional de El Toreo de la Condesa

Adquirió la hacienda de Queréndaro en Michoacán en 1929, lugar en el que se dedicó a la crianza de toros de lidia. A partir de 1934, su propiedad fue afectada en múltiples ocasiones por la Reforma Agraria, por lo que decide dejar de ser ganadero, enajenando la mayor parte de su ganado de lidia a don Maximiano Chávez, que funda su hierro de Santa Marta, entre esa enajenación iba precisamente el toro Ilustrado

Falleció en la ciudad de México el 5 de junio de 1959. Hasta donde pude averiguar, no dejó descendencia, y en la actualidad existe la fundación de beneficencia que lleva su nombre, dedicada a apoyar a otras instituciones de auxilio a los necesitados.

Corolario

Hace una docena de años, escribió mi amigo don Horacio Reiba, a propósito de un indulto en la Plaza México:

Tan ajena era la idea de indultar toros – y cuidado que si algo abundaba era el poder y la bravura – que, en 40 años de vida de El Toreo de la Condesa, apenas dos casos se registraron, ambos de toros españoles (“Bonito”, de Arribas, en 1908 y bajo circunstancias muy especiales), e “Ilustrado”, de Villamarta, el 5 de febrero del 33, sin que David Liceaga alcanzara más honores que la vuelta al ruedo, al considerarse absurdo premiarlo con los apéndices de un animal al que no había dado muerte…

Eso lo escribió don Horacio cuando se produjo el indulto número 26 en la gran plaza. Ya llevamos 35, y por las razones de sobra conocidas, no puedo afirmar que seguimos contando.

Termino citando a don Carlos Urquijo, que lapidariamente se pronunció en contra del indulto de los toros en la plaza y se manifestó a favor de la tienta en la plaza de la ganadería:

La experiencia demuestra que un toro muy bravo en tres puyazos puede cantar la gallina en el cuarto, y sobre todo a partir del quinto. Por eso, muchos toros indultados en la plaza por bravos, después de tomar tres puyazos superiores, son luego malos sementales y no sirven para padrear. El ganadero debe ver los toros en el campo y no en la plaza, donde los pican pocas veces en su sitio y casi nunca a la distancia conveniente. Por eso soy partidario de la tienta de machos. Por eso te dije hace cinco años que la mayor vergüenza de un ganadero es que le indulten un toro en la plaza porque es señal que no lo ha sabido ver en el campo. Y sigo diciéndote que, si a un toro mío le perdonan la vida, soy capaz de cortarle la cabeza antes de echárselo a las vacas. Porque cuando se manda un toro a la plaza es porque no sirve para semental...

Yo estoy de acuerdo con lo que expresó en su día don Carlos Urquijo. Y ahora sí, hasta el próximo domingo.

Aviso Parroquial: Los números entre paréntesis que siguen a los nombres de los toreros y de las ganaderías que participaron en la temporada 1932 - 33 de El Toreo de la Condesa, se refieren respectivamente al número de actuaciones que tuvieron y al número de toros que lidiaron en ella respectivamente.

domingo, 9 de octubre de 2022

25 de septiembre de 1931: David Liceaga confirma su alternativa en Madrid

David Liceaga a la verónica
Foto: Orduña
Prestada del blog Toro, Torero y Afición

Hace algo más de un año, por estas mismas páginas virtuales, recordaba el nonagésimo aniversario de la primera campaña que hizo por ruedos europeos David Liceaga, así como de la alternativa que, el 21 de junio, en la plaza de Barcelona, le otorgó Manolo Bienvenida, en presencia de Domingo Ortega, cediéndole al toro Chuponero del Marqués de Guadalest. A partir de esa fecha, el torero nacido en Romita, Guanajuato – aunque hay quien afirma que nació en la Ciudad de México – quedaba a disposición de las empresas para dar variedad a los carteles de esos días.

La alternativa en la Monumental catalana era la segunda que recibía el Maestro incómodo – Leonardo Páez dixit – pues como triunfador de la temporada de novilladas de 1930 en El Toreo, fue reconocido con la concesión del doctorado en la temporada grande, misma que recibió el domingo 11 de enero de 1931, cuando Manuel Jiménez Chicuelo le cedió al toro Palillero de Zacatepec, en presencia de Carmelo Pérez.

Como lo explicaba en los recuerdos de esa alternativa barcelonesa, David Liceaga coronaba con ella una brillante campaña novilleril, en la que llegó a torear hasta tres domingos seguidos en la Maestranza de Sevilla, compartiendo carteles con su compañero de quinta, Alberto Balderas

La tarde de la confirmación en Madrid

En corrida extraordinaria dentro del abono madrileño, se anunció para el viernes 25 de septiembre de 1931, un encierro de patas blancas de José Encinas para Nicanor Villalta, Domingo Ortega y David Liceaga, que se había presentado como novillero en la Plaza de la Carretera de Aragón el 30 de mayo anterior, alternando con Juan Martín Caro Chiquito de la Audiencia, Manuel Fuentes Bejarano y Antonio García Maravilla, en la lidia de 7 novillos de don Alipio Pérez Tabernero y uno de Clairac, octavo bis. Esa tarde cortó una oreja y Recorte, en el diario La Libertad del día siguiente al del festejo, escribió:

En Liceaga hemos observado condiciones para ser matador de toros en plazo breve. Además de lo ya dicho, tiene valor, como demostró en el revolcón peligroso que le dio el toro de la oreja durante la faena de muleta…

Esas fueron las condiciones en las que llegó a la tarde de su confirmación, esperando refrendar el buen momento que había dejado patente la tarde de su debut.

El toro de la confirmación se llamó Buñuelo, negro, girón y bien armado según las crónicas y el segundo de su lote fue Prisionero según unas crónicas o Caminante, según otras. La versión de César Jalón Clarito, en su tribuna del diario El Liberal del día siguiente al del festejo, es en el siguiente sentido:

...Torero de raza mejicana, si se entiende que el genio torero de aquella raza era así: fino, compuesto, más pagado de la bella forma que de la eficacia, más atento al adorno que a dominar. Mientras los toreros españoles han sacrificado toda su iniciativa taurina a una copia, no siempre vil, de Belmonte, los mejicanos han tenido frecuentemente su espejo en Gaona... Ninguno de ellos me lo hubiera recordado tanto como este David Liceaga, confirmado torero ayer, sino porque en su repertorio natural o instintivo intercala a ratos, cuando se preocupa, «pasos de toreo» de dos diestros que han hecho furor en su tierra: de Chicuelo y de Márquez... Salpicada de ovaciones y de olés toda la obra torera – lances de capa, pares de banderillas por ambos lados y faenas de muleta «redondeadas» por el estoque –, he estado yo más atento que a reseñarla al detalle, a penetrarme de los rasgos salientes de un nuevo astro. Repertorio de quites. Conocimiento de la suerte de banderillas, que sus enormes facultades le permitirán ejecutar en todos los terrenos. Mano izquierda desenvuelta. (Se ha despegado los dos toros tomándolos en medio palmo de tierra.) Y facilidad asimiladora. Del Gaona que no quebrantaba – la muleta y el capote no hacían más daño que un pañolillo de seda – salta Liceaga en el último toro a los pases con los pies juntos de Chicuelo y después al toreo de costado de Márquez, tan justamente tomado de su patrón, que si en vez de un ahijado artístico de allí, en vez de Solórzano, lo sería Liceaga... Mi interés, mi curiosidad – lo confieso – pueden en mí más que, mi entusiasmo. El entusiasmo no es obra de un día. Aunque – sin duda por haberlo visto más – Liceaga no sólo ha confirmado su alternativa con ovaciones entusiastas, sino que se ha llevado el título de la confirmación a hombros de sus entusiastas...

La suma de su actuación esa tarde, definitivamente deja en claro que, sin despojos en las manos, tuvo una tarde muy interesante, sombreada quizás, por la gran faena de Nicanor Villalta al toro Cabrero, segundo de la función, al que le cortó las dos orejas. Por su parte, Maximiliano Clavo Corinto y Oro, en el nocturno La Voz del día de la corrida, le vio de la siguiente manera en el segundo de su lote:

...Brinda el mejicano a su íntimo amigo el aficionado valenciano señor Musolé y comienza con tres soberbios y espeluznantes muletazos de estatua por alto, juntos los pies y rígido. Los olés y la ovación pueden oírse desde la avenida mejicana de Bucareli. Continúa el nuevo y ya profesor toreando a medio centímetro de los pitones, en un combate por altos y de pecho todo valentía. Salsa y enjundia de torero de clase extra... Tanto entusiasma la faena, que el público, cuando se prepara para matar dos veces, le pide a grito pelado que siga toreando. Y sigue el mozo desde cerca y con un estilo admirable, siempre pisándole el terreno al toro, entre incesantes aclamaciones. Después de un pinchazo arriba agarra una estocada corta en lo alto, que cae tendenciosa, dentro de un viaje de absoluta decisión. Un descabello a pulso al primer golpe y con el toro arrancado y ovación final, con salida en hombros, como los héroes de punta...

Por su parte, Federico M. Alcázar, en El Imparcial, recoge las siguientes impresiones:

...Villalta entrega los trastos al nuevo doctor. El toro está quedado, y Liceaga le llega con la muleta a los hocicos y corre superiormente la mano en dos naturales, que se jalean. Se queda el de Encinas, y el mejicano le porfía hasta darle con las «bambas» en la cara. Se arranca el toro sin fijeza y el muchacho le da otros dos naturales con más voluntad que lucimiento. Se lleva el toro a los medios, pero tampoco logra que embista. A fuerza de pisarle el terreno y atravesarse provocando la arrancada logra dar dos pases por bajo y dos de pecho estupendos. Hay facilidad, finura y sosiego, condiciones de excelente torero. Además, está cerca del toro con sentido, que es una de las cosas más difíciles. Entra muy bien a matar y coloca una estocada superior. Le ovacionan y da la vuelta al ruedo. «Debut» lisonjero, con la promesa de más espléndidos resultados... Y vamos con el último. Jirón también, pero con manchas, casi berrendo. Liceaga lancea con más voluntad que lucimiento, pues el toro echa la cara arriba y tiene tendencia a la huida. Se aplaude a Villalta en un quite, y Ortega remata el suyo con media verónica estupenda. Banderillea Liceaga, prendiendo un par al cambio desigual; repite con uno al cuarteo, cayéndose un palo, y termina con un tercero estupendo. que se aplaude... El nuevo matador de toros brinda a un amigo y comienza con tres pases por alto estatuarios, inmóviles, sacando la muleta por el rabo. Estalla la ovación y Liceaga se queda con la muleta en la zurda y liga tres naturales buenos. Continúa con la derecha toreando en redondo y de pecho colosalmente. Cada muletazo es una explosión de entusiasmo. La faena es de una finura, un arte y un sabor torero magníficos. Lo más sorprendente en este muchacho es la tranquilidad, el sosiego y el sentido con que ejecuta el toreo. El público se entrega al nuevo matador de toros, que continúa la faena por altos y de pecho estupendos. Pincha arriba y repite con una corta defectuosa. Le despiden con una ovación y unos espontáneos le alzan en hombros. Alternativa brillante de un buen torero, un artista admirable, sobre todo en el último tercio. Torero fino, bonito, fácil y con el valor necesario. Es de lo mejorcito que ha venido de Méjico...

Y tercia don Gregorio Corrochano, en su sitio del ABC de Madrid, escribió:

...Liceaga tomaba la alternativa en Madrid. Estuvo valiente, fácil, ágil, muy ágil, y tranquilo en la cara de los toros. Tiene unas facultades extraordinarias que, bien empleadas, pueden ser buenos recursos. En el tercio de banderillas, al que le vimos aficionado, pueden serle de gran utilidad y rendimiento. Banderilleó los dos toros con facultades... El primero era un toro mansote, pero Liceaga, muy cerca, desafiando mucho, entre los pitones, sacó partido del toro. Entró derecho a matar y dio una estocada entera, de la que murió el toro. El torero dio la vuelta al ruedo. Tiene un toreo alegre y simpático. Al sexto toro – esto es lo terrible de la alternativa, la distancia del primero al sexto – le dejó pasar con los pies juntos tres o cuatro veces, y yo, que no soy partidario del toreo a pies juntos, hubo un momento en que me asusté, porque el toro se volvió una vez un poco vencido, y Liceaga, sin enmendarse, le esperó. El público se emociona también; sigue la faena ya con mejor estilo, esto es, llevando al toro más toreado, y mató de un pinchazo, media atravesada y un descabello a toro arrancado. Salió en hombros. Sereno, alegre y ágil, muy ágil...

Los siguientes días de David Liceaga

El torero de Guanajuato sumó apenas cuatro corridas esa campaña del 31, pero su buen hacer le obtuvo el verse anunciado en la feria de San Miguel en Sevilla, en idéntico cartel al de la tarde de su alternativa, pues le precedían en la lidia Manolo Bienvenida y Domingo Ortega, ante los toros del Marqués de Guadalest.

Volvería a México y en la temporada 1931 – 32, tendría en El Toreo un par de tardes rotundas, pues en la del 17 de enero de 1932, le cortó el rabo a Hortelano de La Laguna y el 5 de febrero siguiente obtuvo el de Consentido, también de La Laguna en la primera corrida de la Oreja de Oro.  Regresaría a España en 1932, toreando seis festejos y de regreso en México tendría, el 5 de febrero de 1933, una tarde en la que se produjo un hecho entonces inusitado, pues el toro Ilustrado del Marqués de Villamarta que le tocó en suerte, fue indultado en El Toreo de la Condesa.

En 1938 renunciaría a la alternativa que recibió en Barcelona y la tomaría en definitiva en El Toreo de la Condesa, el 18 de diciembre de 1938, siendo su padrino Fermín Espinosa Armillita y atestiguando la ceremonia Silverio Pérez. Los toros fueron de La Punta y el de la alternativa fue llamado por sus criadores Cabrero. Esa tarde, lo grande lo realizó ante el sexto, Trianero, al que le cortó el rabo.

Todavía le quedaban grandes faenas por firmar a David Liceaga: las de Bombonero de La Laguna, Azafranero de Carlos Cuevas, Zamorano de San Mateo, Bonfante de Xajay, Afinador de Torrecilla, Cirquero de Zotoluca o Florista, también de Torrecilla. Algunas ya las he tratado de contar por aquí, y seguramente me ocuparé de las otras.

David Liceaga fue el primer diestro en torear una despedida en la Plaza México, fue el 2 de febrero de 1947. Reaparecería el 20 de junio de 1948 en Ciudad Juárez, Chihuahua y seguiría actuando con frecuencia, hasta llegar a la que fue su última corrida en Mérida, Yucatán, el 11 de enero de 1959.

David Liceaga, tronco de una larga dinastía de toreros, falleció en León, Guanajuato, el 2 de noviembre de 1996.

Aviso parroquial: Los resaltados en los textos de Clarito, Corinto y Oro, Alcázar y Corrochano son obra de este amanuense, pues no obran así en sus originales... Esta es la entrada número 700 de este blog...

domingo, 20 de junio de 2021

Hace 90 años: La alternativa de David Liceaga en Barcelona

El anuncio de la alternativa de David Liceaga
Mundo Deportivo, Barcelona 21/06/1931
David Liceaga fue uno de los triunfadores de la temporada novilleril de 1930 en El Toreo – sumó 11 festejos en ella – y eso le valdría el boleto para recibir allí mismo la alternativa en la temporada grande 1930 – 31. El hecho ocurrió el domingo 11 de enero de 1931, apadrinándole Chicuelo y fungiendo como testigo Carmelo Pérez con un encierro de Zacatepec. David tuvo una actuación triunfal con Palillero, toro de la ceremonia y fue sacado a hombros de la plaza al final del festejo.

Volvería al coso de la colonia Condesa el 8 de febrero de ese año para alternar con Chicuelo, Marcial Lalanda, Pepe Ortiz, Heriberto García, Manolo Bienvenida, Carmelo Pérez y Alberto Balderas en la lidia de toros de La Laguna y disputándose la Oreja de Oro. Fue una tarde de esas que quedan en la memoria de los aficionados, pues Manolo Bienvenida le cortó el rabo a Corbetero, el quinto de la corrida y se daba por hecho que era el ganador del trofeo, pero David Liceaga tenía todavía algo que decir y con Melandro, el que cerró plaza, realizó una faena de esas que hacen historia, le cortó el rabo y el público asistente a la plaza le adjudicó al final el trofeo en disputa.

Reaparecería el domingo siguiente acartelado con Chicuelo, mano a mano, en la corrida de Covadonga para lidiar tres toros de San Mateo y tres de Queréndaro. Esa tarde le cortaría el rabo a Espartero de San Mateo, tras de cuya lidia daría la vuelta al ruedo junto con don Antonio Llaguno y al final del festejo, saldría nuevamente en hombros de El Toreo.

Su campaña española de 1931

Con ese bagaje David Liceaga marchó a hacer campaña en ruedos hispanos. Tenía, sin duda, las credenciales para obtener con inmediatez una alternativa allá y comenzar a actuar como matador de toros de inmediato, pero prefirió comenzar por torear novilladas y de esa manera adquirir rodaje ante el toro español y darse a conocer ante los distintos públicos de aquellas tierras.

Se presentó el 3 de mayo de ese calendario nada menos que en la plaza de Sevilla, alternando con Juan Martín Caro Chiquito de la Audiencia y Antonio García Maravilla en la lidia de novillos del conde de Santa Coloma. Su buena actuación le valió para que al cartel ya anunciado para el siguiente domingo se le agregaran otros dos novillos de la ganadería anunciada, Miura y repetir junto a Pepe Bienvenida, Chiquito de la Audiencia y Alfredo Corrochano y esa tarde le consiguió actuar por tercer domingo consecutivo en la Maestranza, ante novillos del marqués de Guadalest junto a José Luis Bernal Capillé y Maravilla.

Acerca de su actuación ante los novillos de Miura, José María del Rey Caballero Selipe, en esas calendas cronista del diario Noticiero Sevillano, escribió:

David Liceaga se aparta como banderillero de todos los rehileteros conocidos; juega con el toro venciendo en las vueltas y los quiebros las acometidas bruscas y violentas que todavía tienen los animales en el segundo tercio; llega con precisión rara a coger los pitones de los toros, salvando matemáticamente el embroque de frente; conoce los momentos del tercio de tal modo que puede hacer cara al cornúpeto deteniéndolo en su embestida... Con la flámula marca y acusa de un modo absoluto su personalidad exclusiva y en este particular de su labor confirmó hasta el máximo las loables cualidades apuntadas en su debut que nos hicieron decir al juzgarle que recordaba por su esfuerzo y por su consciente arrojo los tiempos en los que se toreaba a todos los toros... Fue sacado de la plaza, en hombros, por la Puerta del Príncipe y así lo llevaron hasta el hotel, y al balcón de éste lo hicieron asomarse repetidas veces para corresponder al entusiasmo de las numerosas personas que le aplaudían...

En ese entonces las salidas por la Puerta del Príncipe no estaban reguladas como hoy en día, pero el hecho de que la afición hispalense haya sacado por allí a David Liceaga, sin que las crónicas reflejen corte de apéndices, deja ver la importancia de su actuación esa tarde.

Tras de esas actuaciones continuadas en la plaza del Baratillo, David Liceaga hizo una campaña intensa por las principales plazas de España, hasta llegar de nueva cuenta a la alternativa, la que recibiría el 21 de junio de ese año del 31, en la Plaza Monumental de Barcelona.

La corrida de la alternativa

La empresa de don Pedro Balañá siempre fue generosa con los toreros mexicanos. No es gratuito que se considere siempre que Barcelona fuera el puerto de entrada de los diestros de nuestra tierra a las plazas de España. Me cuentan quienes lo conocen, que en el despacho del Balañá viejo, había un gran muro tapizado de fotografías de diestros mexicanos que habían actuado en sus plazas. Es una pena que hoy eso sea solamente un recuerdo.

Para el domingo 21 de junio se anunciaron toros del marqués de Guadalest para Manolo Bienvenida, un novedoso torero toledano que recién había confirmado en Madrid llamado Domingo Ortega y como decía, la alternativa de David Liceaga.

A la vuelta de los años lo que trascendió fue la efeméride, porque el mal juego de los toros echó a perder las ilusiones del toricantano y las de sus alternantes. Trincherilla, cronista del semanario barcelonés La Fiesta Brava, en el ejemplar fechado el 26 de junio de ese 1931, reflexiona acerca del ganado lidiado lo siguiente:

¿Pero a quién se le ocurriría destinar para tan solemne ocasión los productos ganaderiles del Sr. Marqués de Guadalest? … Colgar este nombre en los carteles y darle al aficionado en la nariz un tufo nauseabundo a buey de carreta todo fué uno… Era cosa prevista el indecente juego de las reses del prócer sevillano, pero no podíamos imaginar que llegase a tanto la desesperante mansedumbre. Grandotes, con pitones, bastos y zancudos. Una verdadera delicia de presentación. ¡Y fué lo mejor que tuvieron! La desesperante mansedumbre de los Guadalest sacaron de sus casillas a los espectadores que no cesaron en toda la tarde de abroncar al ganadero, y momento hubo en que la paciencia del público llegó al límite y a punto estuvo de originarse un conflicto… Si en la tierra hubiera justicia el nombre de este ganadero no figuraría jamás en los carteles de Barcelona… Lo de hoy fué una indecencia en la más amplia acepción de la palabra…

Manolo Bienvenida le cedió los trastos a David Liceaga para pasaportar a Chuponero, negro y cornalón, un toro que pudo traer de cabeza a más de alguno. Sigue contando Trincherilla:

La flamenquería de “Chuponero” crecía por momentos, cuando Bienvenida entregó los trastos a Liceaga, aplaudiendo el pueblo la ceremonia… Un ayudado por bajo, doblando bien, fue la inicial de la faena en la que el nuevo doctor hubo de porfiar mucho y meterle al bicho la franela en los hocicos para que embistiera. No cabían fililíes con aquel huesarranco que cabeceaba sin parar, espantándose las moscas a cornadas. Unos tirones y unas dobladas eficaces por bajo y cuando el galán se puso a tiro, un pinchazo bien señalado, y dos medias estocadas. Dobló el mansurrón, volvió a ponerse en pie y atronó Liceaga con el descabello…Se pitó de recio al toro en el arrastre y al nuevo doctor se le ovacionó fuertemente. Tenía mucho que roer aquel hueso que se le hubiera atragantado a muchos toreros y Liceaga se lo quitó de encima con más decoro del que merecía el flamenco “Chuponero” …

Ante el sexto de la corrida tuvo David oportunidad de lucimiento. Los diarios madrileños se ocuparon del festejo con mayor o menor extensión. El corresponsal de El Heraldo de Madrid, refleja lo siguiente:

Sexto. – Mansurrón y sosote. Liceaga se luce con la capa, toreando a la verónica ceñido y con arte. (Ovación.) El toro cumple en varas, luciéndose en los quites los maestros. Liceaga coge los palos y prende tres superiorísimos pares, que se ovacionan con entusiasmo. Con la franela el mejicano instrumenta una gran faena por naturales, en redondo, ayudados y de pecho, que se jalean, ovacionan y premian con música. Liceaga, muy valiente, hace toda la faena metido entre los pitones. En cuanto el toro cuadra Liceaga se arranca por derecho y cobra una entera, de la que rueda sin puntilla. (Ovación y petición de oreja.) …

En El Imparcial, José Quilez relata con brevedad lo ocurrido en la corrida, pero atribuye a David Liceaga el haber cortado la oreja del sexto:

David Liceaga, que tomaba la alternativa, trasteó al peligrosísimo bicho primero cerca y tranquilo y lo tumbó de un gran pinchazo y dos medias estocadas. En el último, manso también, lo sacó al centro del ruedo y allí hizo una excelente faena con la muleta, valentísima y torera, artística y emocionante, para una entera superior. Oyó una gran ovación, se le concedió la oreja y dio la vuelta al ruedo en medio de una clamorosa ovación…

La crónica aparecida en La Fiesta Brava ya referida, señala al final que la afición quiso sacar en hombros a David Liceaga, pero que él se opuso con rotundidad, en lo que hoy calibro yo como un gesto de honradez, al no haber culminado un triunfo redondo en esa tarde.

El resto del festejo

Manolo Bienvenida trajo el santo de espaldas, pues le correspondió lidiar un lote de sobreros, el segundo bis de Gabriel González y el cuarto bis de Mariano Bautista. Con el primero que le tocó estuvo discreto y con el cuarto, fue abroncado junto con el ganadero. Domingo Ortega por su parte, fue aplaudido en el primero de su lote y dio una vuelta al ruedo tras de una fuerte petición de oreja, después de despachar al quinto.

El día después de David Liceaga

Confirmaría su alternativa barcelonesa el 25 de septiembre de ese mismo año de manos de Nicanor Villalta y fungiendo como testigo Domingo Ortega, los toros fueron de José Encinas y el de la cesión se llamó Buñuelo.

Posteriormente renunciaría a la alternativa que recuerdo este día y volvería a recibir otra en El Toreo de la Condesa, la definitiva, el Fecha: 18 de diciembre de 1938, siendo su padrino Fermín Espinosa Armillita y atestiguando la ceremonia Silverio Pérez. Los toros fueron de La Punta y el de la alternativa fue llamado por sus criadores Cabrero. Esa tarde, lo grande lo realizó ante el sexto, Trianero, al que le cortó el rabo.

Todavía quedaban grandes faenas que firmar por David Liceaga: Bombonero de La Laguna, Azafranero de Carlos Cuevas, Zamorano de San Mateo, Bonfante de Xajay, Afinador de Torrecilla, Cirquero de Zotoluca o Florista de Torrecilla, historias todas que merecen ser contadas y a las que seguramente, en su día encontraré un espacio por aquí.

Aviso Parroquial: Los resaltados en los textos de Selipe, Trincherilla y José Quilez son obra imputable únicamente a este amanuense, pues no están así en sus respectivos originales.

domingo, 28 de febrero de 2021

25 de febrero de 1945: David Liceaga y Florista de Torrecilla

David Liceaga
La decimosexta corrida de la temporada hispano – mexicana 1944 – 45 en El Toreo de la Condesa, primera que contaba con toreros españoles después del rompimiento de 1936, se programó inicialmente para el 18 de febrero de 1945, pero el repentino fallecimiento – en circunstancias nunca aclaradas – en Atlixco o en Puebla – según se vea –, la víspera, del general Maximino Ávila Camacho, en esos días Secretario de Comunicaciones y Obras Públicas y además accionista mayoritario de El Toreo, S.A., propietaria del principal coso de este país, complicó las cosas para sus operadores en la plaza de la colonia Condesa.

En esas circunstancias, don Maximino, que en los hechos era el factótum de las cosas de la fiesta en este país, al fallecer repentinamente, motivó que en señal de luto, varias corridas programadas para el día siguiente se suspendieran o pospusieran. Esa suerte la corrieron las de El Toreo en la que estaban anunciados Silverio Pérez, David Liceaga y Antonio Bienvenida con toros de Torrecilla; la de San Luis Potosí en la que deberían haber actuado Luis Castro El Soldado y Pepe Luis Vázquez y la de Orizaba, en la que estaba anunciado Rafael Ortega Gallito como cabeza de cartel, aunque algunas otras, como la de Guadalajara, en la que actuaron Gitanillo de Triana y Luis Procuna con toros también de don Julián Llaguno, se llevaron a cabo con normalidad.

La 16ª de la temporada 44 – 45 

Dado el infausto hecho anterior, don Antonio Algara recorrió una semana el festejo anunciado y éste se celebro el domingo 25 de febrero. Las crónicas no revelan que se haya recordado o guardado algún minuto de silencio en memoria del general Ávila Camacho.

Fue una corrida triunfal, Silverio Pérez le cortó el rabo al toro Escultor, después de una faena derechista de las suyas y aunque su estocada fue defectuosa, la gente se le entregó como sabía hacerlo. Antonio Bienvenida por su parte, tuvo, creo, su actuación más redonda en la plaza de la colonia Condesa, pues le cortó una oreja a cada uno de los toros de su lote Cafetero y Sabroso. Hubiera obtenido más trofeos, pues ambas orejas las obtuvo después de pinchar en lo alto a ambos toros.

El otro gran triunfador fue don Julián Llaguno, quien envió una corrida seria, brava, bien presentada. Tras la lidia del quinto, que recibió los honores de la vuelta al ruedo, fue sacado a dar la vuelta por David Liceaga que vestía de negro y oro en compañía de Silverio Pérez, con terno azul rey y oro y Antonio Bienvenida que llevaba un vestido blanco y oro. Don Luis de la Torre El – Hombre – Que – No – Cree – En – Nada en su columna aparecida en el semanario La Lidia de México del 9 de marzo de 1945, juzga así el encierro de Torrecilla lidiado en la fecha:

La vacada de Torrecilla, envió para esta corrida seis toros, muy bien presentados, de magnífico trapío y de los cuales, solamente los corridos en primero y segundo turno mansurronearon en los tres tercios, siendo los cuatro restantes de bravura ejemplar, fuertes, codiciosos, de envidiable suavidad y nobles a carta cabal, no ofreciendo dificultad alguna y mereciendo por ello su criador los honores de recorrer el anillo en compañía de quienes supieron hacerlos lucir, realzando su bravura.

¡Así siempre, señor Llaguno!...

Por su parte, Roque Armando Sosa Ferreyro, Don Tancredo, en el ejemplar de La Fiesta, aparecido el 28 de febrero de 1945, reflexiona lo siguiente acerca de los toros de Torrecilla lidiado en esa ocasión:

...Torrecilla envió un encierro de toros que tuvieron la edad, el peso y el trapío requeridos, toros de ejemplar bravura y nobleza que acusaron su casta en los tres tercios e hicieron posible el triunfo de los toreros... El público, envenenado por interesadas y sistemáticas campañas en contra de los ganaderos zacatecanos don Antonio y don Julián Llaguno, está predispuesto contra los toros que lucen las divisas de San Mateo y Torrecilla; y sí en otras vacadas se toleran... Pero la calidad de los bureles de Torrecilla exigió que se rindiera el homenaje de la ovación popular al ganadero, y después del faenón de Liceaga y después de la hazaña de “Bienvenida”, mientras que los despojos de los toros quinto y sexto eran paseados triunfalmente por el ruedo, don Julián Llaguno tuvo que recorrer la arena para recibir las palmas de los aficionados mientras las notas jubilosas de la marcha “Zacatecas” enmarcaban su victoria...

David Liceaga y Florista

El quinto de la tarde fue nombrado Florista, número 18, negro y dice la crónica de quien firmó como Francisco Montes en el semanario La Lidia de México del 2 de marzo de 1945, que era cómodo de cabeza. Poco hizo David con la capa y contra su costumbre, no tomó las banderillas, pues en el primero se recrudeció una lesión que venía padeciendo y no pudo concluir el segundo tercio. Desde el inicio tomó la muleta con la mano izquierda y como dice la crónica, solamente utilizó la derecha para empuñar la espada a la hora de matar:

David toma los trastos y viene la faena más clásica que hemos visto de muchos años a la fecha, el toreo izquierdista que tiene gran mérito en su mejor expresión, una faena en la que no se acordó de la mano derecha más que para entrar a matar; la inició con una serie de estupendos naturales en los que corrió la mano y que ligó clásicamente, como mandan los cánones, con el forzado de pecho; una pausa y otra serie de naturales engarzados armónicamente, que arrancaron delirantes ovaciones y hacen sonar la charanga; liga sus naturales con un pase afarolado, seguido de uno de pecho estupendo; otra serie de naturales que le resultaron eternos y que convierten la plaza en un manicomio, se tira a matar y deja una estocada a un tiempo en buen sitio que hace rodar al bravo astado, con el que David ha ejecutado una de las faenas más meritorias y más clásicas que hemos visto en el coso de la Condesa; la plaza entera, emocionada, pide los máximos honores para David al que conceden la oreja y el rabo, dando la vuelta al anillo devolviendo prendas de vestir, otra vuelta más en la que saca al ganadero que en compañía de los diestros alternantes recorre el ruedo en medio de la apoteosis del respetable. David Liceaga se ha consagrado definitivamente con una faena clásica, como mandan los cánones. David Liceaga, figura indiscutible de la torería contemporánea…

Una gran faena realizada exclusivamente con la mano izquierda, toreo al natural puro y duro. Algo que no se veía frecuentemente y que no se ve todavía con regularidad en estos tiempos que corren.

La visión de Don Tancredo, en el ejemplar de La Fiesta ya mencionado, cuenta:

David, el torero de las sorpresas, que siempre responde a las esperanzas de los aficionados y pone su corazón y su arte en la realización de hazañas memorables, logró superar el faenón de Silverio, ¡Y ya es decir! Para nuestro gusto el trasteo del texcocano fue de mayor calidad; pero el de Liceaga tuvo mayor mérito, pues con el quinto cornúpeta, “Florista”, trazó una de las páginas más notables en la historia de la tauromaquia en México; dando cátedra de bien torear y de clasicismo, ligó una faena exclusivamente izquierdista, con diecinueve pases naturales, cinco pases de pecho, un afarolado y un molinete, coronándola con una estocada honda y desprendida que le valió los máximos galardones; oreja y rabo... lo hecho con “Florista” destaca su nombre y su éxito para situarlo en las cimas de la fama. ¡Qué maravilla de faena, de verdadero clasicismo, exclusivamente izquierdista, que se recordará siempre como una de las más meritorias realizadas en la plaza “El Toreo” y en cualquier ruedo del mundo! ...

En el número de La Lidia de México aparecido el 9 de marzo siguiente, El – Hombre – Que – No – Cree – En – Nada, hace el siguiente análisis:

¡Sí señores! Un FAENÓN netamente izquierdista en el que brillaron de forma radiante y bella los dos pases fundamentales de toreo clásico por excelencia y por ello los más difíciles en ejecución. ¿Fueron dos o tres los que se bordaron en tan estupendo trasteo? ¡NO! La faena completísima estuvo compuesta de varias tandas de naturales auténticos, rematada cada una de ellas con el consiguiente de pecho y la intercalación de afarolados y molinetes. Ni una sola vez recurrió el Gran David al uso de la mano derecha. No la necesitó absolutamente para nada, empleándola solamente para empuñar y montar el estoque, el que, a no ser por la carencia de facultades ocasionada por la molesta dolencia, de seguro hubiera hundido en las carnes de la res, practicando la suerte de recibir, de la que en la actualidad guarda la exclusiva David Liceaga. ¡ASÍ SIEMPRE DAVID!

Lo que siguió después

Tres días después, para el último día de ese febrero, se anunció a David Liceaga en la corrida de la Oreja de Oro junto a Cagancho, El Soldado, Pepe Luis Vázquez, Antonio Bienvenida y Luis Procuna con toros de Torreón de Cañas. La lesión que arrastraba David no le permitió actuar y abrió la puerta para el surgimiento de otra figura mexicana… Ese fue el día que el sol le salió de noche a Antonio Velázquez, quien por un volado se ganó la sustitución.

Cualquiera pensaría que independientemente de este último hecho, David Liceaga sería tenido en cuenta para el resto de la temporada. No fue así, esta corrida del 25 de febrero era su tercera y última comparecencia en el ciclo, algo que hoy a la vista de los resultados, cuando menos a mí, me resulta incomprensible.

David Liceaga confesó a Leonardo Páez alguna vez:

Ser torero es muy bonito, pero más aún es respetar al toro, al público y a uno mismo. Nunca le falté a un compañero ni permití que nadie lo hiciera conmigo, pero es indudable que en el medio taurino la dignidad se vuelve un estorbo...

Quizás haya sido el hecho de tratar de defender lo logrado lo que le impidió obtener más posiciones en esa temporada o quizás fue el hecho de que, como dice el mismo Páez, era un alternante muy incómodo para las figuras de la época, porque una vez en el ruedo salía a darlo todo, estuviera quien fuera allí en el ruedo.

Sin embargo, el recuerdo de David Liceaga como uno de los grandes toreros que ha dado México estará siempre presente en la memoria de los buenos aficionados.

Aviso Parroquial: Agradezco a mi amigo Librado Jiménez el haberme puesto en los toros acerca de la crónica de Don Tancredo relativa a esta histórica tarde, se me había pasado de largo. Igualmente hago notar que los resaltados en los extractos de esa relación, en la de Francisco Montes y en el análisis de El – Hombre – Que – No – Cree – En – Nada, son imputables exclusivamente a este amanuense pues no obran así en sus respectivos originales.  

domingo, 13 de diciembre de 2020

El gozo del toreo al natural...

13 de diciembre de 1942: David Liceaga y Zamorano de San Mateo

David Liceaga, foto: Orduña
Tomada "prestada" de: Toro, torero y afición

La temporada 1942 – 43 fue quizás la cumbre de lo que se ha dado en llamar la independencia taurina de México posterior a la ruptura de las relaciones con la torería española en mayo de 1936. Es el ciclo capitalino en el que se escribieron grandes páginas de la historia taurina mexicana y en el que quedó preparado el terreno para la reanudación de ese intercambio con la Península. Armillita se mostró poderoso con Pichirichi de Zacatepec y artista con Clarinero de Pastejé; Silverio remontó el toreo a lo onírico con Tanguito y nos dejó también la obra de Cocotero de Torrecilla; Pepe Ortiz, en una tarde de inspiración bordó para la posteridad el Quite de Oro y David Liceaga recordó que allí estaba para lo que hubiera menester con Bonfante de Xajay.

Pero este día y parafraseando un feliz título de mi amigo Horacio Reiba, voy a recordar en su aniversario otra de las grandes tardes de esa temporada. Una tarde en la que Lorenzo Garza, Silverio Pérez y David Liceaga enfrentaron, según las crónicas, un extraordinario encierro de don Antonio Llaguno. Esa tarde el que estaba designado a ser el convidado de piedra fue el que salió de la plaza en volandas. Garza y Silverio, al decir de las relaciones del festejo, realizaron también grandes obras, pero no las culminaron con la espada, como decía el Tesoro de la Isla, Rafael Ortega, escribieron la carta, pero no la firmaron, no fue suya y por ende, agrego yo, el gran triunfo tampoco.

David Liceaga y Zamorano de San Mateo

Decía que David Liceaga era una especie de convidado de piedra en ese cartel. Y es que, aunque había ganado la Oreja de Oro en 1931 y tenido actuaciones triunfales en años posteriores, se le había ido relegando a las corridas económicas en las temporadas primaverales que se organizaban en El Toreo en aquellas calendas. La fuerza con la que arrancaron ese domingo sus alternantes no lo arredró, salió a darlo todo. La prolija crónica de Don Tancredo publicada en el número 4 del semanario La Lidia del 18 de diciembre de 1942, relata con emoción su actuación y de ella recojo algunos pasajes:

…Corrida de verdadera prueba para Liceaga fue la del 13 de diciembre de 1942, porque salía a la sombra de Garza y de Silverio alternantes que están en el mejor momento de su carrera taurina y que tienen con que borrar a cualquiera... menos a David Liceaga, que reverdeció sus laureles, que no solo hizo un papel decoroso al lado de los ases, sino que estuvo en el mismo plano que ellos y además los superó con la espada y por ello cortó los apéndices del bravo y noble “Zamorano”.

Después de las grandes faenas de Garza y Silverio con los toros que se lidiaron en primero y segundo turnos, ¿qué podría hacer David? Con ímpetu juvenil, decidido a colocarse de una vez en el lugar que le corresponde, toreando con gran valor y con finura, con sabor y con elegancia, con gracia y alegría, Liceaga hizo que el público se le entregara; primero con dos cambios de rodillas; luego con verónicas en las que vimos los tres tiempos de cada lance y media monumental como remate; y después un gran quite por gaoneras estatuarias, ganándose la simpatía, los aplausos y la admiración general.

Y con las banderillas, tercio en el que es el amo, hizo derroche de valor, de facultades y de alegría, obligando a la música a tocar en su honor. Inició su epopeya de gran rehiletero con un par al quiebro en las tablas, tan comprometido y sin salida, que nadie creyó pudiera salir limpio de la suerte. Fue algo pocas veces visto, por la auténtica exposición del torero, por lo cerrado que estaba el toro, porque era un par que solo podría intentarlo un suicida, un loco o un maestro de los garapullos como David Liceaga. Después, adornándose con un vistoso galleo, clava el segundo para cambiando el viaje para cuartear en la propia cara y repite el adorno del galleo con vistosa vuelta para dejar los palos en lo alteo y finalizar con carreras de frente y de espaldas, encelando al maravilloso toro de bandera, “Zamorano”, que cubrió de gloria el prestigio de la ganadería de San Mateo.

Con la muleta en la mano izquierda inició David la faena de la reconquista, y toreó por alto y al natural, como en las tardes en que se reveló como un astro del toreo, como en la corrida que le valiera la Oreja de Oro en 1931. Siguió con la derecha corriendo la mano, templando como un maestro, y engranó pases de costado, lasernistas, afarolados, de la firma, de pecho, cambios de muleta por la espalda, todos con un colorido y una luminosidad de solera sevillana, muy mandón y muy alegre, adornos oportunos, con gracia, con arte... Y como digno remate de su hazaña, un estoconazo en que dio el pecho – no el hombro, que así no se matan los toros – y salió rebotado por cómo se entregó al clavar la tizona, y el toro de bandera rodó sin puntilla a los pies de Liceaga, que por unánime petición de la parroquia fue premiado con las orejas y el rabo de “Zamorano”, cuyos despojos se pasearon triunfalmente por la arena, mientras su criador, don Antonio Llaguno y su matador recorrían el ruedo devolviendo sombreros y agradeciendo las palmas al compás de la torerísima marcha “Zacatecas”. En este homenaje también compartieron las ovaciones Lorenzo y Silverio por sus imponentes quites, dando la vuelta al anillo con David y el ganadero de los grandes éxitos…

La manida frase de que David Liceaga puso en esta faena, alma, vida y corazón, viene al caso. Se entregó como hombre y como torero y sin que las importantes actuaciones de sus alternantes le redujeran el ánimo, salió a hacer lo suyo y a aprovechar a cabalidad al gran toro que el sorteo le deparó.

Pero no todo fueron halagos. Don Carlos Septién le vio de otra manera. Su crónica epistolar, publicada en el semanario La Nación, bajo el seudónimo de El Quinto, hace una analogía del festejo con la construcción de una columna salomónica, en la que Garza y Silverio son el fuste, la basa y el capitel – sobre todo el fuste – y David Liceaga

…Lo que Liceaga puso en las columnas fueron las flores y los frutos que adornan los paños desnudos que va dejando la espiral de cantera. Alegró los espacios con júbilo de banderillas y decoró los claros con valor indomable. No es posible recordar detalles porque sería excesivo pedirle a él tales cosas. Su obra fue un conjunto feliz de facultades y esfuerzo: tarea de ágil decorado indispensable…

Eso es lo que escasamente concede El Quinto a lo que la historia ha considerado como una de las grandes obras de David Liceaga. Cuestión de gustos y de pareceres, sin duda alguna.

El resto del festejo

Tanto Roque Armando Sosa Ferreyro Don Tancredo, como Carlos Septién García, firmando en esta ocasión como El Quinto, coinciden en que en los toros primero Colombiano y Divertido segundo de la tarde Lorenzo Garza y Silverio PérezDon Tancredo llama Papa al texcocano – estuvieron magníficos toreando y desastrosos con la espada. Afirma Septién:

Con menos facultades que antes, con menos poderío que en su época de gloria, Lorenzo Garza ha llegado en lo interno a su madurez artística. Y lo que se ha perdido en voluntad, se ha ganado en belleza… Si Lorenzo imprimió el tono e hizo nacer en el centro del ruedo la voluta del goce, Silverio la llevó a sus más altas posibilidades. En su primera faena, con ese toque de arrebato y con esas pinceladas que son como jirones temblorosos de un genio que no conoce límites de línea ni fronteras de perfil depurado. Nada tiene que hacer con la filigrana y la línea perfecta el choque humanamente bello de la sombra que es la angustia creadora y la luz que es la creación. Claridad y tiniebla se penetran y se apartan mutuamente en un absurdo encuentro amoroso; y hay por ello dolor y goce de alumbramiento en cada muletazo de Silverio. Si Garza es el drama de la voluntad, Pérez es el drama del alma… Y Silverio no cortó orejas, pero fue el más alto triunfador. Posiblemente porque la exaltación de los humildes es una promesa de la doctrina cristiana…

Los toros de San Mateo

Por su orden de salida se llamaron Colombiano, número 7; Divertido, número 19; Zamorano, número 33; Manzanito, número 14; Mosquetero, número 68 y Sardinero, número 11.

Acerca de Zamorano, en el referido ejemplar de La Lidia, quien firma como El Resucitado, analiza:

Zamorano. – Marcado con el número 33, negro, bragado, listón de pinta, descarado, abierto y vuelto de pitones y caribello, enchiquerado en cuarto lugar, fue el tercero de la tarde. Desde su salida mostró claramente su perfecto estilo de embestir pues aceptó magníficamente dos cambios de rodillas, y luego se dejó lancear a la verónica, ya en las tablas, ya en el tercio. Recibió tres puyazos arrancándose de largo con gran codicia, metiendo la cabeza abajo y empujando al caballo sin despegarse de él en la pelea. Dio un formidable tumbo; permitió tres largos y lucidos quites, el último de ellos por lances naturales, doblando, lo que no restó un ápice a sus excelentes condiciones de lidia.

En banderillas siguió demostrando su docilidad y nobleza, pues tanto en el primer par, que fue quebrado al hilo de las tablas, como en los que le siguieron con los terrenos cambiados, el toro hizo la reunión a la perfección, sin hacer un extraño al torero. Fue toreado largamente de muleta con pases por arriba y por abajo, con la derecha e izquierda, sin que nunca hubiese hecho un extraño que demostrara haber aprendido algo con la larga lidia de que fue objeto. No era un borrego, sabía para qué traía los pitones y prueba de ello fue el achuchón que dio al matador durante el trasteo, y la zarandeada cuando éste se quedó en la cara al entrar a matar. Justamente se le dio la vuelta al ruedo y el ganadero hizo su aparición...

Lanfranchi afirma que solamente se dio la vuelta al ruedo a Zamorano, pero que a su juicio, algunos más del encierro merecieron también tal honor.

Para concluir

En suma, aquí dejo este recuerdo de lo que las crónicas refieren que fue una redonda tarde de toros y de toreros, independientemente de los apéndices que se hayan cortado, espero resulte de su interés.

Aviso parroquial: El resaltado en la transcripción de la crónica de Don Tancredo es imputable exclusivamente a este amanuense, pues no obra así en su respectivo original.

domingo, 18 de agosto de 2019

18 de agosto de 1946. Muere Eduardo Liceaga por cornada recibida en la plaza de San Roque

Eduardo Liceaga
Foto: El Ruedo
La dinastía Liceaga es una de las más largas que han existido dentro del llamado planeta de los toros. El tronco inicial surge de Mauro, David y el personaje que me ocupa el día de hoy. Después vendrían Anselmo, un segundo Mauro, otro Eduardo, Javier, Carlos y para cerrar temporalmente el círculo, un nuevo David.

Eduardo Liceaga Maciel nació en la Ciudad de México el 20 de noviembre de 1922, estando ya dedicados sus hermanos Mauro y David a las cosas del toreo, su familia procuró que él se dedicara a los estudios y logró avanzar hasta iniciar los de bachillerato. Sin embargo al cumplir ya los 17 años inició su andadura por los ruedos actuando como sobresaliente en algunos festejos en los que actuaba David su hermano, adquiriendo preparación para presentarse como novillero.

Se presenta en El Toreo de la Condesa el 6 de agosto de 1944, para lidiar novillos de Rancho Seco, alternando con Tacho Campos y Nacho Pérez, tarde en la que dio dos vueltas al ruedo y de la que me he ocupado en este lugar en esta misma Aldea. Se presentó en la plaza de Las Ventas el 26 de agosto de 1945, alternando con Rafael Llorente y Luis Álvarez Andaluz Chico, en la lidia de novillos de Garro y Díaz Guerra, cortando una oreja en esa tarde y logrando hacer una interesante campaña en ruedos hispanos que le invitó a permanecer en aquellas tierras el invierno de ese año para preparar la temporada siguiente. De acuerdo con las informaciones de la prensa de la época, la intención de Eduardo era recibir la alternativa al final de la campaña de 1946, para regresar a México como matador de toros. La fecha escogida sería el 6 de octubre en Barcelona, con Carlos Arruza como padrino.

La tragedia de San Roque

Pero para llegar a ese día tendría que cumplir con varios contratos pendientes. Entre ellos se encontraba el pactado para las fiestas de la plaza de San Roque en el Campo de Gibraltar. La fecha se pactó para el domingo 18 de agosto de ese 1946 y para lidiar novillos de Concha y Sierra se le anunció con Julio Pérez Vito y Manuel Chaves Flores.

El primero del festejo se llamó Jaranero, era el número 93 y era de pelo cárdeno. Por antigüedad le correspondía a Eduardo Liceaga. La crónica publicada en el ABC de Sevilla el martes siguiente al festejo, relata lo siguiente:
Liceaga había sido aplaudido al lancear, a pesar de que el novillo embestía de muy mal estilo. Igualmente fue ovacionado al quitar, repitiéndose las ovaciones al colocar tres pares de banderillas, el último, al cambio. Brindó el infortunado diestro al público, empezando con tres estatuarios que causaron emoción, porque el bicho derrotaba. Lo saca a los medios, y al dar un pase de costadillo es cogido, suspendiéndolo el de Concha y Sierra uno segundos, lanzándolo aparatosamente. Acudieron al quite Vito, Chaves Flores y los peones, pasando el diestro a la enfermería en brazos de la asistencia, quedando en la plaza la desagradable impresión de la mortal cogida. Vito remata al novillo…
Por su parte, la Hoja del Lunes de Madrid del día siguiente al festejo cuenta lo siguiente:
El novillero comenzó a torear con la muleta, dando unos pases con la derecha bastante aceptables que el público aplaudió. Algunos espectadores le pidieron que toreara con la izquierda, y el diestro, accediendo a ello, se dispuso a hacerlo. En el instante de cambiarse la muleta de mano fue empitonado por la espalda y arrojado al suelo, de donde el novillo volvió a recogerlo y lo encunó por la entrepierna, teniéndole suspendido cerca de dos minutos y arrojándole nuevamente al suelo de forma violenta, hasta que acudieron al quite algunos de sus compañeros…
El recuento de la manera en la que se produjo el percance es breve, casi telegráfico y sin imágenes que nos puedan ilustrar para darnos una idea de lo que en verdad ocurrió hace setenta y tres años en San Roque.

Trasladado a la enfermería, se inició una lucha que tuvo un final indeseado. La historia que cuenta la prensa sigue estos derroteros de acuerdo con el ABC sevillano:
En la enfermería. El traslado a Algeciras. Fallecimiento del diestro. El parte facultativo. – Algeciras 19. – Una vez el diestro mejicano en la enfermería de la plaza de San Roque, le fue desinfectada y taponada la herida por los doctores Marenco y Luna, apreciándole dichos facultativos una grave cornada en la región glútea, por lo que dispusieron el traslado a Algeciras, lo que se efectuó, acompañándole el empresario de la Plaza de Toros de Algeciras, don José Casero y el médico señor Luna…
La Hoja del Lunes de la capital de España no es más prolija en detalles, según vemos enseguida:
Inmediatamente fue conducido a la enfermería, donde le practicaron la primera cura de urgencia el médico forense don Fernando Marenco Pereztébar y el capitán de Sanidad Militar señor Luna. Una vez curado y en vista de la gravedad de la herida, situada en la región glútea, y de no disponerse de medios suficientes en la localidad, se dispuso el traslado inmediato al Hospital Militar de Algeciras…
En Algeciras

Eduardo Liceaga, de acuerdo con la información periodística, ingresó en el Hospital Militar de Algeciras a las nueve de la noche. Algeciras se encuentra a trece o catorce kilómetros de San Roque, aunque trazar una línea de tiempo es complicado, porque no existe constancia de la hora de inicio del festejo, así como tampoco hay señalamiento de la hora en la cual el torero ingresó en la enfermería. Es de suponer, además, que la magnitud de la cornada, exigió a los médicos que la atendieron en primera oportunidad, invertir tiempo para contener la hemorragia que producía y estabilizar al torero herido para preparar su traslado al hospital en el que pudiera ser intervenido.

Las informaciones de la prensa refieren lo siguiente y continuando con el orden utilizado hasta ahora, recurro a la versión del ABC de Sevilla:
El señor Casero, a la llegada del Hospital Militar y por haber sufrido el diestro “schot” traumático a consecuencia de la hemorragia, se ofreció a dar su sangre para la transfusión no llegando, desgraciadamente a realizarse, porque sobrevino un nuevo “schot”, falleciendo a las veintidós horas. 
Rodeaban al diestro en aquél instante, su mozo de estoques y banderillero facilitando los doctores Martínez Zaldívar y Pérez Espá el siguiente parte facultativo: 
“A las 21 horas de ayer ingresó en este Hospital el diestro Eduardo Liceaga, el que, según manifestaciones del mismo y de sus acompañantes, fue herido por un toro en la plaza de San Roque, donde fue curado de primera intención. El diestro sufre una herida de asta de toro en la región pironeal, penetrante en pelvis que produce grandes destrozos, rotura de plexon, con gran hemorragia y “schot” traumático de carácter gravísimo, falleciendo en este hospital una hora después sin salir de dicho “schot”, a consecuencia de las heridas sufridas”
La Hoja del Lunes de Sevilla refiere esto:
Algeciras 18. – Eduardo Liceaga ha fallecido en el hospital de esta localidad a consecuencia de la cogida sufrida en el primer novillo de la corrida de esta tarde en San Roque. El infortunado diestro fue trasladado a Algeciras después de serle taponada la herida en San Roque. En el hospital, al tratar de intervenirle el doctor Pérez Espá sufrió dos “schots” traumáticos seguidos que no dieron lugar a empezar la operación, falleciendo a los ocho minutos de ingresar en el citado centro benéfico. – CIFRA
La Hoja del Lunes de Madrid refiere una ruta distinta en el traslado de Eduardo Liceaga al Hospital Militar de Algeciras como se ve enseguida:
En la enfermería de la plaza le fue taponada al diestro la herida, ordenando los doctores el traslado inmediato a Algeciras. Seguidamente, y en su coche particular, fue traído a esta localidad el diestro mejicano por el empresario de esta plaza de toros, don José Casero Pesino, que lo llevó primeramente a la clínica del doctor Pérez Espá, quien reconoció al herido y, en vista de la gravedad de la herida, ordenó su traslado al Hospital Militar, donde procedió inmediatamente, en unión del director de dicho centro benéfico, don Tomás Martínez Zaldívar, a operar; pero debido a la pérdida de sangre, sobrevino “shock” traumático por dos veces, falleciendo a las diez y media de la noche, después de recibir los Santos Sacramentos…
Como se advierte de esta última información, que de ser cierta, quizás se perdió un tiempo importante en la atención de Eduardo Liceaga en su traslado a la primera clínica, en lugar de llevarlo directamente al Hospital Militar para ser intervenido, pero al no haber uniformidad en las relaciones sobre ese suceso, es preferible ponerle un signo de interrogación.
Algeciras 19. – Hoy le ha sido practicada la autopsia, facilitando los mismos doctores Martínez Zaldívar y Pérez Espá el siguiente parte facultativo: “El parte de la autopsia ratifica en todo sentido el facilitado esta mañana”.
Es decir, que ratifica el parte médico dado originalmente.

La temporada de Eduardo Liceaga

En la temporada de 1946 toreó 15 novilladas más ésta en la que se encontró con la fatalidad. Actuó en las plazas de Barcelona, Valencia, Sevilla (3), Madrid (2), Badajoz, Granada, Peñarroya, Huelva, La Coruña, Málaga, Cantillana, Cazalla de la Sierra y San Roque y como apuntaba líneas arriba, tenía en apariencia, apalabrada la alternativa para el 6 de octubre en Barcelona, con Carlos Arruza como padrino. Todo eso se quedó como un apunte para la historia.

Algunas reflexiones sobre Eduardo Liceaga

José Carrasco, en la edición del semanario El Ruedo aparecida el 22 de agosto de 1946 escribió lo siguiente:
A Liceaga, el destino le empujó hacia los ruedos. Su envidiable posición le obligaba a arriesgarse en la dura pelea con los astados. Pero los recuerdos de su hermano mayor obraron como vivos estímulos en Eduardo, hasta hacerle abandonar los estudios del Bachillerato, que cursaba en la capital de Méjico. 
A los diecinueve años, edad que contaba el infortunado diestro, era ya una figura de la novillería. Y triunfó en España y en Méjico, y abandonó por completo su preparación académica, para la que reunía magníficas condiciones. 
Inteligente, culto, con facilidad para alcanzar el éxito en otras profesiones, el desgraciado diestro mejicano sentía mas honda la atracción del riesgo que el goce de una vida tranquila. Estaba dotado de gran valor, y su arte hacía suponer que en un futuro próximo alcanzaría las cumbres de la fama. 
Desde que llegó a la capital de España vivía para su profesión. Y la alternativa constituía para él la ilusión más fuerte de su carrera artística. El doctorado de manos de su paisano y maestro, Carlos Arruza le tenía en tensión. Ese 6 de octubre, en que alcanzaría la codiciada borla, con la que tanto había soñado, le preocupaba. 
Vino a España con esa ilusión. Y cifraba toda su gloria con regresar a Méjico de matador de toros. Por este motivo no fue el pasado invierno a Méjico y se quedó en España, para actuar en tentaderos, recobrar fortaleza y entregarse de lleno al entrenamiento con las vaquillas en las ganaderías... Esta obsesión de arrimarse a los toros y de exponer le ha cortado su vida en plena juventud. Por valiente y por pundonoroso, ha caído en la plaza...
Por su parte Roque Armando Sosa Ferreyro Don Tancredo, en su libro La Fiesta que fue de Toros y Toreros. Recopilación histórica hasta 1987, expresa lo siguiente acerca de este torero:
Había en él consistencia, tenía sitio en la arena y frente al toro, estaba en plena madurez. Era valiente, pero sin temeridades, sin locuras, y fundíanse en él – casos raros en el historial de la fiesta – el dominador y el artista. No era sólo una esperanza sino una floreciente realidad, aunque podía haber llegado a un desenvolvimiento de mayores dimensiones hasta culminar en la cima de los elegidos, mandones de su generación y de su época. Torero completo, practicaba todas las suertes del primero y el segundo tercios; con la muleta era poderoso y afiligranado — clásico y rondeño y sevillano — y con la espada sabía coronar sus faenas haciendo gala de la verdad y la maestría de los grandes estoqueadores de antaño...
Así fue como se rompió otra promesa que pudo engrandecer el nombre de México en los ruedos del Mundo.

Aldeanos