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domingo, 11 de diciembre de 2022

Hace 45 años: José Antonio El Capitán y Pelotero de San Martín

La Plaza México cumplirá 77 años el próximo mes de febrero. Ha sido el escenario de muchas hazañas de la fiesta que son las que han hecho que sea más que un escenario de la fiesta y la han transformado en un recinto histórico, aunque en estos tiempos que corren se intente considerarle más valor al suelo sobre el que está levantada, lastimosamente.

Una importante cantidad de novilleros han pisado su ruedo en busca de la gloria que deja el triunfo delante de los toros y algunos de ellos han terminado su paso por las primeras etapas del ejercicio del toreo avocados a ser figuras de la fiesta. Pero entre ellos, los autores de faenas que pueden considerarse de culto, son apenas una breve terna.

Algunos años antes, en El Toreo, fue Rafael Osorno quien dejó, también para la historia, una obra ante Mañico de Matancillas. Una faena que fue premiada con el rabo del astado con la que, dejó su nombre y su obra dentro de los libros de la historia del toreo. 

En el nuevo escenario taurino, primero está lo realizado por Alfonso Ramírez Calesero Chico, el domingo 14 de junio de 1964, cuando ante Monarca de San Antonio de Triana, dejó la impronta de ser un torero de alta calidad y con buen oficio. Esa tarde, la de su presentación en la gran plaza, todavía dejó más, pues, aunque recibió dos avisos tras de su faena a Chaparrito, el sexto de la función, le hicieron dar dos vueltas al ruedo.

La tercera tarde que nos dejó una obra de esas que algunos llaman de culto, fue la del domingo 18 de octubre de ese mismo 1964. En esa oportunidad fue el entendimiento entre Jesús Solórzano y Bellotero de Santo Domingo, en una tarde en la que, a diferencia entre lo ocurrido unos meses antes, desde las tribunas pedían el indulto del astado, pero Jesús Solórzano se fue tras de la espada para obtener el rabo del novillo.

Tres tardes en las que, un aspirante a ser matador de toros, se inserta en la historia y en la memoria colectiva. Tres tardes dentro de muchas, que quedaron para la posteridad.

José Antonio Ramírez El Capitán

Es el segundo de los hijos varones de Calesero. Dados sus antecedentes familiares, difícil sería que hubiera dedicado sus afanes a ser otra cosa que no fuera ser torero. Se vistió por primera vez de luces aquí en Aguascalientes, el 5 de noviembre de 1967, en un festejo que da la impresión de querer ser una especie de encore de otro, ocurrido el 16 de agosto de tres años antes, cuando se anunciaron en el cartel los hijos del nombrado Poeta del Toreo, de El Rey del Temple y de Armillita.

En esta nueva oportunidad los actores eran los hijos de Fermín Rivera, Antonio Velázquez y por supuesto El Capitán, representando a la dinastía de los Ramírez de nuestro Barrio de Triana. Curro Rivera era el más avezado de los tres debutantes en esta tierra, aunque la tarde de José Antonio Ramírez se saldó con una excelente impresión, según lo contó en su día don Jesús Gómez Medina:

...el chaval, amén de tener simpatía, exhibió al torear de capa a la verónica un estilo de auténtica cepa caleseril; lo que equivale a decir buen estilo. Pero, además, se mostró más valiente, más decidido de cuanto fuera de suponerse... Con la muleta, especialmente, José Antonio, a cambio de explicables torpezas, está siempre en terreno del enemigo, obligándolo, insistiendo para hacerlo embestir. Y luego lo lleva en el engaño con temple y medida, y corre la mano y liga los pases con arte y limpieza. Naturalmente en ocasiones se ve en aprietos; más por encima de todo queda en el recuerdo la evidencia de un toreo de calidad y de una decisión, de una valentía que permiten presagiar un brillante futuro al novel lidiador...

Eso le llevó a recorrer diversas plazas en nuestro país y se presentaría en la Plaza México el 27 de septiembre de 1970. En la novillada de triunfadores de la Feria de San Marcos de 1972, fue el ganador del Cristo Negro del Encino y en el siguiente agosto, de nuevo en la Ciudad de los Deportes, se estrelló con un muy duro encierro de Zamarrero, que le llevó a replantearse el destino de su vida y tras de pasaportar al cuarto, se desprendió el añadido y lo dejó en el centro del redondel. Esa fue la única ovación que se escuchó esa tarde. Escribió el anónimo cronista que dejó su parecer en El Siglo de Torreón el lunes 21 de agosto de ese año:

José Antonio, en el que abrió plaza, tras sufrir una aparatosa cogida sin mayores consecuencias… se desconfió y tras breve labor de aliño mató con media estocada. Peor aún anduvo en el lidiado en cuarto turno… motivando que la gente se metiera fuerte con él y la bronca arreció cuando necesitó de tres pinchazos y estocada para terminar con el astado. Fue entonces cuando se fue a los medios y allí se despojó del añadido…

Parecía que un torero se iba de las plazas.

Volver para triunfar

A principios de 1977 José Antonio Ramírez volvía a vestirse de luces. Lo hacía de la mano de Humberto Vega, criador de toros de lidia, que lo llevó a El Progreso en Guadalajara, en tarde en la que, si bien fue Jorge Gutiérrez el que se alzó como el triunfador, la impresión que le causó a Francisco Baruqui, cronista en esos días de El Informador de Guadalajara:

La buena escuela y los justos procedimientos son cualidades que deberá aprovechas José Antonio Ramírez “El Capitán”, poniendo mayor decisión…

Regresaría a la capital tapatía en el mes de mayo y a la Plaza México el 18 de septiembre siguiente, en tarde en la que, según Daniel Medina de la Serna, se le vio así:

José Antonio Ramírez, llamado “El Capitán”, se había desprendido del añadido en señal de retirada después de su lamentable última actuación; cuatro años más tarde consideró que todavía podía hacer algo en los redondeles y reapareció en los de provincia; aquí en la México lo hizo el 18 de septiembre (15ª) y se mostró hasta voluntarioso y aun se puede decir que hubiera cortado un apéndice si no hubiera sido por sus deficiencias con el acero…

Esa tesonera actuación le valió ser repetido el 9 de octubre siguiente. Quizás con la idea de que le sirviera de telonero a los hermanos Guillermo y Manuel Capetillo, quienes se habían convertido en la sensación del último tramo de ese serial novilleril. La terna enfrentaría un encierro de San Martín, del que, un día me contó don José Chafik, lo había vendido al apoderado de El Capitán, quien tenía la idea de llevarlo a Guadalajara, para que, en la Feria de Octubre, lo lidiara allí su torero junto con dos de los triunfadores de la capital. Pero don Nacho García Aceves tenía otra idea y al final, Humberto Vega convenció al doctor Gaona para que se quedara con él y de que pusiera a su torero con el mismo.

Así, la tarde de ese 9 de octubre de 1977, ante una muy buena entrada en los tendidos, quedó todo preparado para que se escribiera una de las tardes más importantes de la historia de la Plaza México.

El Capitán y Pelotero

El cuarto de la tarde fue el número 95, negro entrepelado y bragado, al que se le anunciaron 418 kilos en la tablilla. Mal saltó al ruedo y a la derecha de la puerta de toriles saltó un espontáneo que, con una muleta sin armar, le dio tres o cuatro faroles de rodillas que fueron aclamados. Como pudo regresó a los tendidos y dejó visto al novillo. Alrededor de un año después, ese espontáneo, que no era más que Rodolfo Rodríguez El Pana, iniciaría por su cuenta, en el mismo ruedo, a escribir su propia historia y a construir su leyenda.

El Capitán, criado entre toreros y ganaderos, pudo percibir, del comportamiento del novillo ante el anarquista de la fiesta, que tenía una perla en sus manos. Y se decidió a aprovecharla y a crear una obra cuya historia se quedará para siempre entre nosotros. Escribió don Carlos Loret de Mola Médiz, firmando como Luis Soleares, lo siguiente:

“El Capitán”, sin inmutarse, dibuja tres verónicas y rebolera. Y en el quite – no permite intervenir a sus alternantes, “lagarto” … –, alterna caleserinas con fregolinas y remata con larga cordobesa. Ahí sí. No puedo dejar de acordarme del 15 de noviembre de 1946. cuando "Calesero" – alternando con “Manolete” y “Armillita”, que inmortalizó esa tarde a “Nacarillo” –, pintó en los medios de esta misma plaza la más bella larga cordobesa de la historia… Cuida del toro con cabeza de verdadero as. No deja que ningún capote se lo estropee. Manda banderillear a los subalternos con tacto… Cita, muleta en mano, en el centro del redondel, y ejecuta un perfecto péndulo de calosfrío. Repite el viaje “Pelotero”, de largo, y da Ramírez el pase de la muerte y en el tercer cite a distancia, otro péndulo superior. Derechazos, cinco con corte pinturero, avanzada la pierna, vertical el cuerpo, imperativo el brazo, ágil la muñeca de donde escapaba el duende, sobre todo cuando cambia de mano y deja caer la pañosa, con la izquierda, en un imperial doblón… Naturales. Varias series con el primor de un cartel de feria buena en Sevilla. Muy desdeñosa, con pereza y con magia, corre la muleta pequeña como el pétalo de un clavel. El pase de pecho redondo, interminable. Luego, los diestros de vuelta entera. Les precede uno girando de contrario, derecho hacia la izquierda, de círculo completo. Corre mano, todo ello en los medios, como lo que es: un grande de la fiesta, cuando quiere levantar la espada, el grito del pueblo la detiene, el juez indulta y todavía ofrece “El Capitán” más derechazos y un afarolado…

Esa tarde tuve la fortuna de estar en la plaza, de ver la realización de una obra de esas que nunca se van a olvidar, de poder apreciar la labor de un torero del que, no se esperaba una realización de tal magnitud, pero que entendiendo al toro que tenía delante, le esculpió una faena histórica.

Reflexionó el citado Luis Soleares acerca de la inevitable comparación que se haría entre El Capitán y su padre, Calesero:

“El Capitán”, se reveló como un grande del toreo, pero para muy largo. Llegó a quedarse. Hijo de “Calesero”, no se parece su toreo al de Alfonso Ramírez. Poetas ambos, claro, pero muy distintos son sus versos. Yo vi al incomparable hidrocálido en su tiempo de novillero y en su largo peregrinar por los ruedos y estuve en su despedida. Puedo decir, a medio siglo de haber ido a mi primera corrida, que a Alfonso lo admiré en todos sus tiempos que su capote era un envío de los ángeles a los hombres y que sabe de toros como si los hubiera inventado, pero no hizo nunca una faena de esa dimensión artística precisa. Hizo probablemente, de modo aislado, cosas más depuradas y finas, pero “El Capitán” no llegará y pasará a la historia como el hijo de “Calesero”, sino como José Antonio Ramírez…

Lo que después siguió

José Antonio Ramírez Ibarra despegó de allí para recibir la alternativa, que se anunció para el sábado 10 de diciembre de ese mismo año. Le apadrinaría Paco Camino y saldría como testigo Eloy Cavazos, ante toros de Torrecilla. El toro de la ceremonia se llamó Mariscal y escribiría el mismo Luis Soleares, que fue una tarde fría para El Capitán.

El Capitán sumaría entre el calendario de su doctorado y el siguiente, apenas una docena de festejos, para en silencio, dar por terminado su paso por los ruedos.

Otros recuerdos personales de la fecha

Ese domingo en la mañana, junto con Luis Armenta, Javier Gil Ortiz, Jorge del Rincón, Genaro de la Torre, Enrique Terrazas y algunos más que ya mi memoria no guarda, estuvimos en el Estadio Azteca para ver a la Selección Mexicana golear a su similar de Haití, en preparación para el campeonato mundial del año siguiente. Del futbol nos fuimos a los toros, fue un domingo redondo, sin duda.

domingo, 3 de julio de 2022

Manolo Martínez, a 40 años de su despedida de los ruedos

Programa de mano de la corrida de despedida

La temporada correspondiente al año de 1982 se anunció e inició tarde, porque ha sido reiterado que las corridas de toros en la Plaza México inician al final de octubre o inicios de noviembre de un año y terminan en febrero o marzo del siguiente. Pero hace cuatro décadas, el anuncio del serial se realizó hasta el mes de enero e independientemente del elenco que se presentó, la nota aguda fue el anuncio de que, dentro de ella, Manolo Martínez torearía su corrida de despedida. Así lo contó el corresponsal de la Agencia France Presse (AFP) en nota aparecida en el diario El Informador de Guadalajara del día 30 de enero de ese 1982:

En la Plaza México, la despedida de Martínez… México, D.F., enero 29 (AFP). – La despedida del matador de toros mexicano Manolo Martínez, la inclusión de varios valores nuevos de la torería nacional, la presentación del rejoneador portugués Joao Moura y la ausencia de Curro Rivera y Eloy Cavazos, son los matices más interesantes que presenta la temporada que arrancará el domingo próximo en la Plaza México… Las despedidas de los toreros siempre tienen un tono sentimental para aquellos que por una causa u otra están ligados a la fiesta taurómaca… Por otra parte, la no inclusión de Curro Rivera y de Eloy Cavazos, considerados como dos máximas figuras del toreo mexicano, ha sido lamentada por los aficionados capitalinos que esperaban contar con ellos, no solo por sus méritos frente a los astados, sino por el carisma que poseen y el realce que podrían darle a los carteles en que fueran incluidos…

Como puede verse, al menos en el anuncio, se intentó poner como hecho central del ciclo de corridas la despedida del llamado Milagro de Monterrey, pero también resaltó el hecho de que Curro Rivera y Eloy Cavazos no llegaron a un arreglo con el doctor Gaona y estarían ausentes del mismo. Ese fue el inicio de lo que, en teoría, sería la última temporada del mandón en la gran plaza.

Al final de cuentas, los números reflejan que el peso de la temporada descansó precisamente en Manolo Martínez, Mariano Ramos, Jorge Gutiérrez y Nimeño II, quienes torearon cinco tardes cada uno de los dos primeros y el de Tula y el francés, tres cada uno. La del 82, tuvo algunos hechos notables, como la confirmación de José Cubero Yiyo el 28 de febrero, o la faena de Mariano Ramos a Timbalero de Piedras Negras el 21 de marzo. O en el renglón ganadero, el hecho de que Ernesto Cuevas haya lidiado un encierro completo – sin haber sido anunciado en el elenco – o la fiereza de los toros de Corlomé corridos en el serial.

El camino hacia el adiós

Decía que Manolo Martínez actuó en cinco tardes esa temporada. Fueron las corridas 3ª, 5ª, 10ª, 14ª y 15ª. Inició su participación el 14 de febrero dándole la alternativa a José Alonso, triunfador de la anterior temporada de novilladas y en la segunda de esas corridas – la confirmación de Yiyo – sufrió una cornada de dos trayectorias que lo detuvo un par de semanas y cerraría su participación antes de la despedida, haciendo matador de toros a Antonio Urrutia el 18 de abril.

Celebró corridas de despedida en varias plazas emblemáticas para él, como Querétaro, donde el 6 de febrero mató seis toros él solo, Aguascalientes, donde actuó el 24 de abril y el 1º de mayo, fecha en la que alternativó a Ricardo Sánchez, Monterrey, por supuesto y teóricamente concluiría su camino en esa 15ª y última corrida de la temporada de 1982.

La tarde de la despedida

La corrida de la despedida se anunció para el domingo 30 de mayo de 1982. Se anunció igualmente que el festejo sería transmitido por televisión abierta a todo el país, pues se preveía que la Plaza México tendría un lleno absoluto – se afirma que ese día se registró el último gran lleno del coso – y para el hecho, se correrían tres toros de San Martín, ganadería propiedad de Marcelino Miaja y José Chafik, apoderado del torero este último y tres de San Miguel de Mimiahuápam, de don Alberto Baillères, el empresario que controlaba varias de las plazas significativas en la República. 

Los toros seleccionados fueron por su orden, Mi Amigo de San Martín, Adiós de Mimiahuápam, Negrito de San Martín, Artista de Mimiahuápam, Inolvidable y Toda una Época de San Martín. Enrique Guarner, en su crónica aparecida en el diario Novedades del día siguiente al de la corrida, los describió así:

Los seis animales eran de fina lámina, cortos y recogidos de cuello, de no gran corpulencia y dotados de pitones sin exageración. Fue un encierro apropiado en todo a la fiesta de que se trataba… Cuatro fueron negros zainos, dos de ellos bragados, el cuarto era cárdeno entrepelado y de perfecta estampa… El sexto granizado de los cuartos traseros y lucero, aunque anunciaba mayor peso que los otros cinco, resultó terciadillo y compacto… A mi juicio, de los seis bureles hubo tres excelentes y otros tres que cumplieron. El primero de San Martín salió cojeando de la pata derecha trasera y en el tercio final se cayó con frecuencia. El segundo de Mimiahuápam, fue magnífico y permitió cuantos pases quiso su torero…

Salieron como sobresalientes los matadores de toros Rogelio Leduc y Ricardo Balderas, quienes no tuvieron intervención y en su cuadrilla llevó a toreros como Venustiano Pacheco, Alejandro Martínez de la Flor, Alejandro Contreras o Julio Sánchez entre los de a caballo y a Jesús Morales, Juan Vázquez, Ramón Negrete – quien tuvo una gran tarde –, José García Huerta o Ángel Luna – que saldó su actuación con una cornada del sexto – entre las infanterías. Manolo Martínez vistió un terno burdeos y oro.

Entre detalles y muchos desaciertos con el estoque, al momento de anunciarse la salida del sexto, Toda una Época, de San Martín, Manolo Martínez apenas había cortado una oreja al cuarto de la tarde, Artista de Mimiahuápam. La voluntad de la concurrencia de despedir adecuadamente al torero evitó que se le reclamara mucho, pero todo hacía pensar que la tarde no cerraría en ese olor de apoteosis que se calculaba tras del anuncio. Pero Manolo tuvo suerte y con ese toro de su apoderado, que teóricamente era el último de su vida, trocó en cañas las lanzas. Escriben Luis Soleares y Juan Rafael para el diario El Siglo de Torreón:

...con la emoción a flor de piel. Manolo Martínez cuajó su última gran faena, una de las mejores de su vida. Ni una sola duda, ni un tropiezo. Todo es impecable, exacto, perfecto, y esos remates por abajo y los pases del desdén valían por toda una carrera en los ruedos. Pero, Manolo es mucho más que eso: en él conjugaron las glorias de los maestros del ayer para establecer un ejemplo de poder y maestría, como nadie había podido lograr en su tarde de despedida. Esto es lo más grande de Manolo; en su adiós pudo más su grandeza y su carácter que su emoción pasajera. Y, aunadas en una sola faena, emoción y temperamento, pudo lograr el portento: una faena perfecta. Nunca los adjetivos estuvieron mejor justificados. La faena derechista fue consumada, mientras miles de personas lloraban en los tendidos, con una estocada entera, ligeramente desprendida, que valió para que “Toda una Época” se entregara, terminando así una de las épocas más brillantes en el toreo…

Enrique Guarner es menos prosopopéyico y lo cuenta de la siguiente manera:

El último de la vida de Manolo Martínez fue «Toda una época» con el 50, y 492 kilos. Lo recibió con magníficos lances y un precioso recorte. Con un sólo picotazo cambió de tercio y aquí vino algo grande cuando Ramón Negrete le brinda un par que fue extraordinario, dándose las ventajas al burel y cuadrando en todo lo alto. Sucedió después la lamentable cogida de Angel Luna… Manolo brindó el astado a su apoderado Pepe Chafik y empezó la faena con soberbias tandas de redondos con la derecha, en los que además mantenían la posición adecuada citando como debe de ser… Siguió un estupendo desdén y otra tanda buena como la anterior… Parecía que íbamos a ver un faenón, pero Martínez no quiere probar a «Toda una época» con la izquierda, tal vez porque a lo largo de su tiempo toreó mucho con la punta y se tira a matar. Se produce una buena estocada en lo alto y viene la apoteosis consiguiente con orejas y rabo, un público que grita entusiasmado y un grupo de «montoneros» que sin ton ni son lo rodean y no se separan de él…

Al final, surgió el gran triunfo que esperaban los seguidores del regiomontano. Se pudo ir en aroma de multitudes, que lo invitaron a dar la vuelta al ruedo en cinco ocasiones y de la que las imágenes de televisión mostraron a un joven de larga melena, camisa de cowboy y pantalón de mezclilla tirando mandobles a quienes intentaban alzarlo en hombros. Ese joven sería años después el que llevara los destinos de la Plaza México. Su nombre, Rafael Herrerías.

Manolo Martínez brindó sus seis toros. Todos esos brindis, vistos en retrospectiva, tuvieron algún sentido: el primero lo dedicó al público y al empresario, doctor Alfonso Gaona; el segundo a Antonio García Castillo Jarameño, encargado de la sección taurina del diario Ovaciones; el tercero, al inefable Francisco Lazo del diario Esto; el cuarto, a José Alameda de El Heraldo de México; el quinto a don Alberto Baillères empresario y ganadero de Mimiahuápam y el sexto – last but not least – a su apoderado José Chafik.

Lo que después vendría

Poco menos de un lustro después de esta tarde, Manolo Martínez reaparecería vestido de luces en Querétaro, fue el 26 de marzo de 1987 y alternó con Jorge Gutiérrez y Miguel Espinosa Armillita Chico en la lidia de toros de don Javier Garfias. Torearía su última corrida el 4 de marzo de 1990 en la Plaza México en un mano a mano con Jorge Gutiérrez lidiando toros de La Gloria.

Horacio Reiba Alcalino, en su columna semanaria del diario La Jornada de Oriente, reflexionaba así en el vigésimo quinto aniversario del fallecimiento del torero:

1) Como torero, su sentido del temple y del ritmo, así como la capacidad para dotar de unidad argumentativa y creativa a su toreo lo sitúan entre los más grandes de la historia de la tauromaquia universal. En México, esto significa compartir la dimensión de los Rodolfo Gaona, Fermín Espinosa “Armillita”, Lorenzo Garza, Silverio Pérez y Carlos Arruza. Y nadie más… 2) Sobre su papel como obstructor de nuevas generaciones de toreros ya está dicho cómo operó. Habría que agregar que, pese a todo, Manolo fue coetáneo de una generación rica en diversificados valores taurinos que, en todo caso, tendrían que compartir con él la responsabilidad de acaparar plazas y ferias mayores y menores en detrimento de valores emergentes, pues lógicamente no podía prescindir de alternantes, que toreaban y aprovechaban el mismo ganado que Martínez… 3) Donde cobra un sentido realmente trágico la influencia de este enorme torero es en la reducción del toro, que se ha seguido profundizando hasta derivar en su subproducto actual, el post – toro de lidia mexicano –como lo he llamado—, un factor que pone en jaque el futuro de la fiesta en sus valores artísticos y éticos más auténticos, sin los cuales, el toreo es un muerto en pie… Manuel Martínez Ancira murió a los 50 años de edad el 16 de agosto de 1996 en La Jolla, Estados Unidos, donde se encontraba hospitalizado en espera de un trasplante de hígado…

Esa ha sido, para bien y para mal, la herencia de la última gran figura que ha dado la tauromaquia mexicana.

Aviso parroquial: Los resaltados en los textos transcritos son imputables exclusivamente a este amanuense, pues no obran así en sus respectivos originales.

domingo, 5 de agosto de 2012

1979: Manolo Martínez torea su corrida mil en la Plaza México

Algunos prolegómenos

Programa de mano de la corrida 1000
Hoy se cumplen treinta y tres años de que Manolo Martínez lidiara en solitario seis toros de distintas ganaderías y de esa manera celebrar su llegada a las mil corridas toreadas. Hace unos días conversaba con el amigo y abogado Jesús Zavala Pérez – Moreno, quien por razones familiares tenía cercanía tanto con el torero como con el abogado Luis Ruiz Quiroz, quien durante muchos años llevó un recuento estadístico de lo que sucedía en las plazas de México y en particular, de las actuaciones de los principales diestros mexicanos en todas las plazas en las que actuaban y me contaba que cuando se acercaba el torero de Monterrey a la meta que es objeto de este comentario, en alguna reunión el nombrado don Luis Ruiz Quiroz se lo señaló a don Pepe Chafik, a la sazón apoderado del torero, quien no tenía noción de la marca que Martínez estaba por alcanzar y de que, cuando menos en materia de datos fiables, era el primer torero mexicano en alcanzar esa cifra de corridas toreadas.

Conforme fue avanzando la temporada de ese año 1979 y advertida la administración del torero de la realización por alcanzar, su administración preparó las cosas de tal manera que la fecha del milenario llegara el día 5 de agosto. La víspera, Manolo Martínez mató seis toros – Jesús Cabrera, Tresguerras, Xajay, Begoña, Torrecilla y San Antonio de Triana – en la Plaza Monumental Monterrey y les cortó 5 orejas y dio una vuelta al ruedo y para el día de la gran cita se prepararon en los corrales de la Plaza México toros de San Mateo; Tequisquiapan; San Martín; San Miguel de Mimiahuápam; Reyes Huerta y Los Martínez, vacada que se presentaba en la plaza de toros más grande del mundo.

El festejo y su ambiente

La corrida se dio en un lapso que medió en una temporada de novilladas que había sido interrumpida a causa de una disputa entre la empresa de la Plaza México – dirigida por el Dr. Alfonso Gaona – y la Unión Mexicana de Picadores y Banderilleros, que solicitaban un incremento a sus emolumentos en los festejos novilleriles, pero por otra parte, los novilleros y su Asociación sindical, se oponían a éste. Al final de cuentas, por allá por septiembre, los festejos menores se reanudarían con un arreglo satisfactorio para todos, en apariencia.

La recopilación de Alfonso López
Pude asistir a ese festejo, que fuera de la época climática ordinaria para las corridas de toros, se desarrolló entre lluvia y paraguas. No obstante, la Plaza México se llenó hasta el reloj y el ambiente en la plaza fue magnífico, aunque al final del festejo se agriara, dado que no se produjo el gran triunfo que se espera de una corrida como esa, porque si bien en ella no faltaron los detalles de buen toreo, la única faena que se puede considerar redonda se produjo en el tercero de la tarde y en el resto, los reiterados fallos a espadas emborronaron cualquier lucimiento anterior.

El tercer toro de la tarde se llamó Juan Polainas y la manera en la que Luis Soleares – pseudónimo utilizado inicialmente por Carlos Loret de Mola Mediz y posteriormente su hijo Rafael – vio la faena de Manolo Martínez a ese toro berrendo de San Martín, en crónica de agencia publicada por el diario El Informador de Guadalajara, fue la siguiente:

SAN MARTÍN: Era de esperarse que José Chafik, el apoderado del matador y dueño de San Martín, le mandase lo mejor que tenía. Un bicho con historia genética para semental y precioso: berrendo en negro, botinero, calcetero y bien armado, con cuatrocientos noventa y cuatro kilos de peso, llamado “Juan Polainas”. 
Dos espontáneos, mandados por enemigos de Martínez, son detenidos a tiempo y todavía intenta lanzarse, sin lograrlo, uno más. ¡Qué feo es esto! 
El berrendo embiste más alegre que ninguno otro, y claro y fácil. Martínez le instrumenta unas verónicas muy lentas y bajas, exquisitas, y además cuidando del burel. La media es excelsa y el quite por chicuelinas exquisito, con remate que detiene el reloj. 
Juan Carlos Contreras lo prende en la vara de la tarde – quizá del año – y escucha una ovación que le acompaña cuando sale al ruedo. Una de esas puyas de otra época, echando el caballo hacia adelante y clavando desde lejos en el hoyo de las agujas, para resistir la embestida con la fuerza del brazo, y castigar con rudeza pero donde se debe. Queda el toro, con este único pero suficiente castigo, como seda. Cumple en banderillas. 
Tres ayudados por alto abren la faena. Estatuarios. Inmediatamente liga seis derechazos de primor y martinete en un palmo. Cinco naturales impecables y pase de pecho. Otros tantos derechazos y desdén. Y un pase de pecho. Cada vez con más belleza, trincherazo y serie de derechazos y pase de pecho. Naturales exquisitos y pase de pecho. Naturales exquisitos y desdén. La plaza se viene abajo. Se perfila y coloca su mejor estocada de la tarde, completa, bien ejecutada y en el hoyo de las agujas. En el momento en que el berrendo se desploma espectacularmente en los medios, el aguacero tapa con sombrillas los pañuelos y no estalla el escándalo del triunfo. Hay una oreja. Merecía dos. Vuelta al ruedo y salida a los medios con interminable ovación. El aguacero, respetuoso, se retira…
Manolo Martínez cortaría también la oreja a Milenario, cuarto de la tarde, de San Miguel de Mimiahuápam y la tarde parecía remontar, pero los toros quinto y sexto no le dieron mucho margen para lucirse y para mayor complicación, se eternizó con la espada con el último de la tarde, lo que motivó que ésta terminara casi barruntando una bronca.

Una semana después del festejo, Alfonso López, cronista titular del diario Excélsior de la Ciudad de México, en un suplemento gráfico de ese diario, hacía la siguiente recapitulación de lo sucedido en la corrida:

Todo el arte de Manolo se desdibujó con el estoque; lluvia de cojines 
Para celebrar su corrida número 1,000, Manuel Martínez Ancira, oriundo de Monterrey, Nuevo León, se encerró el domingo 5 de agosto en la Plaza México, con: Pajarito, de San Mateo; Juan y Medio, criado en Tequisquiapan; Juan Polainas, precioso berrendo en negro que llevara la divisa de San Martín; Milenario, de San Miguel de Mimiahuápam; Milagro, herrado por Reyes Huerta y Canta Claro de la ganadería de Los Martínez, todos ellos, toros, toros. 
El regiomontano, recibido con un entradón y obligado a ir hasta los medios para agradecer los aplausos, salió al tercio en su primero, al igual que en el segundo; cortó sendas orejas a tercero y cuarto; tuvo silencio después del quinto, y luego soportó gran cojiniza iniciada antes de doblar el sexto, del cual el juez Pérez y Fuentes le perdonó un aviso y quizás dos. 
Los trofeos no fueron más en los cuatro toros iniciales porque en todos pinchó a la primera vez, pero el recital que diera con capote y muleta, sin olvidar la extraordinaria estocada a Juan Polainas, ahí quedó para la antología de lo verdaderamente artístico en la más bella de las fiestas bellas. 
Desgraciadamente, con quinto y sexto toros, las notas del concierto dejaron de ser tan brillantes como al principio y, por lo fatal que estuvo con la espada en el último, la celebración no terminó como él y sus admiradores hubieran querido. 
De todas maneras, Manolo es el primer torero mexicanos que (según las estadísticas de Luis Ruiz Quiroz) llega a 1,000 “corridas, sí” (como el propio espada lo dijo en el patio de cuadrillas) “porque no todas pueden ser en la Plaza México”. 
Además, como hasta sus enemigos debieron notarlo el domingo pasado, Manolo llegó a esta etapa de su vida torera destilando arte, y del bueno...
El mismo Luis Soleares advierte sus fallos con el acero e intenta explicarlos y justificarlos de la siguiente manera:

…Falló, salvo en dos toros, a la hora de consumar la suerte suprema, sobre la cual ha adquirido un gran dominio en los últimos tiempos, Una peligrosa inhibición le saltó anoche en Monterrey – corrida número novecientos noventa y nueve –, y esta tarde en la milésima, y se tradujo en los indecisos pinchazos que le afearon la brillantez de su triunfo. ¿Mala suerte?, permítaseme no creer en ella. Manolo ha estado mal en su última suerte porque le ha faltado ese instante de decisión plena, ese arrogante encuentro final cuando se ponen a disposición de los cuernos – sin verlos –, los vasos más importantes que corren en la cara externa del muslo izquierdo, tercio superior, y el segundo, bravo, seco y peligrosísimo burel – al que había trazado una lidia imperial, de gran mérito –, le arrojó en el momento de la estocada y estuvo a punto de matarlo. Le pescó en el viaje y le hizo alejarse más de la seguridad precisa a la hora de la verdad. Recuperará Martínez, con su profesionalismo y su carácter el tranquillo seguro a la hora de la verdad. Tal vez gracias a esta frustración dentro del cuadro de su carrera triunfal, se haya quedado en los ruedos. De haber redondeado una tarde de gloria plena hoy, se habría cortado súbitamente la coleta. Algo de esto se temía. Sí, se temía, pues el regiomontano tiene que triunfar en España, plena y largamente, un año tan solo por lo menos, antes de hablar de Las Golondrinas. Está en plenitud…

Mi entrada
La historia nos revela que las cosas no fueron como lo planteara en su día Loret de Mola, sino de un modo bien distinto. Manolo Martínez mantendría hasta el final de su carrera su característica de estoqueador irregular; ya no volvería a España a torear y después de esa corrida, todavía le quedarían otras 344 en el cuerpo.

Esas 344 corridas se dividirían en dos etapas, una primera, que llegaría hasta el día 30 de mayo de 1982 – fecha de su anunciada despedida en la Plaza México – y que constaría de 233 festejos y la última que iría del 28 de marzo de 1987 al 9 de marzo de 1990 – fecha de su última actuación vestido de luces, también en la Plaza México – y que completaría los 111 restantes, pero eso sí, con el mando de la fiesta en México, hasta el último día.

Espero que esta remembranza, no obstante su extensión, haya resultado de su interés.

domingo, 1 de abril de 2012

1º de abril de 2001: Plaza de Toros San Marcos. Presentación de la ganadería de Medina Ibarra


Hierro y colores de la divisa de Medina Ibarra

Hoy se cumplen once años de la presentación en sociedad de la ganadería que fundaran al iniciar el año 1997 el arquitecto Jorge Medina Rodríguez y sus hijos, a partir de 23 vacas procedentes de la división familiar de la ganadería de don Roberto Ibarra Mora, procedente a su vez de la de Santa Rosa de Lima. Posteriormente, en el año de 1999 a las vacas originarias de don Roberto Ibarra, agregan otras 84, 50 de El Colmenar y 34 de San Martín, así como 4 sementales de San Martín, 2 de origen mexicano y 2 de origen español, Cerilloso de origen Coquilla y Sargento, de sangre Coquilla - Santa Coloma. En 1999 agregan un toro que por la vía materna desciende del toro Marquito de Ana Romero, al que indultó José Ortega Cano en Granada y Capuchino de Joaquín Buendía, procedentes de la importación que realizara don José Chafik en el año de 1994.

La novillada era la décima y última de la temporada y el cartel que se formó para enfrentar el encierro debutante lo integraron Mario Zulaica, Xavier Ocampo, Raúl Ibarra, Juan Antonio Adame, Claudio Estrada y el salmantino Juan Andrés González. Además, hubo un séptimo – eral – para el entonces becerrista Víctor Mora. La plaza registró una entrada de alrededor de tres cuartos de su cupo, en una tarde de clima agradable. Adame y Estrada cortaron oreja; Mario Zulaica dio la vuelta al ruedo y por su parte Xavier Ocampo saludó desde los medios.

En aquella ocasión, escribí lo siguiente acerca de ese festejo:

…Ha terminado una temporada de novilladas que con intermitencia se desarrolló a partir del mes de julio del pasado año y ha concluido con un festejo en el que seis de los más destacados actuantes en la misma, se disputaron el derecho de ser considerados como el triunfador de la temporada.  
Revestía interés también el conocer el juego de los novillos de los señores Medina Ibarra, procedencia San Martín – Santa Coloma, puesto que la ganadería lidiaba sus primeros productos en este festejo. Al final, el resultado para los ganaderos resultó halagüeño, pues los despojos de dos de los utreros fueron aplaudidos y el sexto recibió los honores del arrastre lento.  
Por otro lado, era esta una tarde en la que se tenía que apreciar el avance de los novilleros, que aparte de los festejos que sumaron en la temporada, lograron sumar otros festejos en diversas plazas del país, pudiendo adquirir el rodaje necesario para acometer mayores empresas. En esa tesitura, el festejo de hoy sirvió para aquilatar en buena medida el progreso de los novilleros actuantes, apreciándose en todos buenas maneras, aunque ahora se hizo patente la necesidad de que algunos de ellos sigan recibiendo oportunidades que les permitan andar con más desahogo delante de los novillos.  
Lo más torero de la tarde lo lograron en esta oportunidad Juan Antonio Adame, Claudio Estrada y el salmantino Juan Andrés González. Los dos primeros cortaron una oreja a sus adversarios, mientras que el tercero tuvo la oportunidad de alzarse como el triunfador de la tarde, pero un desafortunado incidente al intentar extraer una espada de su novillo, consiguió que el público se pusiera en su contra, retirándose entre división de opiniones.  
Al final del festejo se soltó un eral de El Colmenar para el becerrista Víctor Mora, de la Escuela Taurina de Aguascalientes, quien al final de la lidia del mismo, dio la vuelta al ruedo…”

Jorge Medina Ibarra y Jorge Medina Rodríguez
(Foto cortesía burladerodos.com)
De acuerdo con mis notas, los nombres de los novillos lidiados fueron por su orden, número 2 Don Antonio, número 4 Don Roberto, número 13 Don Pepe, número 15 Don Marcelino, número 16 Ing. Gerardo y número 10 Arq. Manolo. Los dos primeros fueron dedicados al recuerdo de don Antonio Ibarra Pedroza, fundador de Santa Rosa de Lima y a don Roberto Ibarra Mora, antecesores familiares en la labor ganadera de los debutantes; el tercero y el cuarto, a don Pepe Chafik y a don Marcelino Miaja, impulsores del proyecto ganadero que comparecía ante la afición hidrocálida y los dos últimos, al ingeniero Gerardo Martínez Ancira, en esas fechas ganadero de El Colmenar y al matador de toros, ganadero y arquitecto Manolo Espinosa Armillita, que llevan una estrecha relación de amistad con los Medina Ibarra y que además han sido importantes guías en el desarrollo de la ganadería que llevan. Aparte, el quinto de la tarde lo brindó el trianero Claudio Estrada al gran torero linarense Humberto Moro y el sexto, el salmantino Juan Andrés González lo dedicó al matador Manolo Espinosa Armillita.

El novillo indultado en la Plaza México
(Foto cortesía burladerodos.com)
A partir de esta fecha, se inició el despegue de una ganadería que se ha caracterizado por presentar al toro con edad y sin adulteraciones, lo que le ha obtenido diversos galardones, como el premio al mejor toro en la Corrida Concurso de Jesús María del 27 de julio de 2005, otorgado al toro Muchachón; el premio Hidrocálido – Domecq al mejor encierro de la Feria de San Marcos del año 2008 y en el mismo 2008, el día 6 de julio, es indultado en la Plaza México el novillo Gordo, número 170, quinto de la tarde, en tanto que su presunto matador Sergio Lejarza, se retiró entre división de opiniones.

Esta es una breve reseña de algunos logros de una ganadería de Aguascalientes, que en el breve paso que lleva por los ruedos mexicanos, ha dejado ya una huella importante del paso que ha marcado en el campo bravo mexicano.

martes, 5 de mayo de 2009

Manuel Capetillo en la Monumental Aguascalientes (In memoriam)


Hace no mucho rato comenzó a circular la noticia de que a las diez de la mañana de este día 5 de mayo del año 2009, falleció el torero mexicano al que el periodista don Alfonso de Icaza Ojo, llamara El Mejor Muletero del Mundo, es decir, el torero tapatío Manuel Capetillo, a la edad de 83 años.

En los alrededores de la pasada Navidad comenté aquí mismo el sexagésimo aniversario de su alternativa y hoy, en una circunstancia distinta y atípica, trataré de recordar su paso por la Plaza Monumental Aguascalientes, escenario que en sus inicios, tuvo como uno de sus actores al único de Los Tres Mosqueteros que alcanzó a pisar su redondel vestido de luces.

La Feria de San Marcos de 1976 era apenas la segunda que se daba en el nuevo escenario que doblaba – en ese entonces – al vetusto Coso San Marcos y uno de los toreros atractivos que funcionaban en el ambiente, no obstante que Enrique Guarner, evidentemente uno de sus malquerientes, afirmara lapidariamente en esos días que un torero que frisaba ya el medio siglo de existencia, no interesaba a nadie.

Manuel Capetillo toreó en la Monumental las noches de los días martes 20 y miércoles 21 de abril de ese año. La primera corrida alternó con Curro Rivera y Humberto Moro en la lidia de toros del Ingeniero Mariano Ramírez y en la segunda, con Manolo Martínez y Eloy Cavazos, en la lidia de toros de Valparaíso, ganadería propiedad de su gran amigo Valentín Rivero Azcárraga y que estaba íntimamente ligada a los grandes triunfos del torero de Guadalajara.

El resultado del festejo fue de esos que no dejan gran cosa para la memoria. Por esas fechas existía en los periódicos un gran debate acerca de la eficacia de la luz artificial para la celebración de festejos taurinos y de los efectos nocivos de ésta sobre el juego de los toros. Aparte, la nueva plaza aún estaba con muchos detalles constructivos sin concluir, lo que la hacía algo inhóspita en la nocturnidad.

Este recuerdo tiene lugar porque entre las cosas que conservo, encontré esta fotografía que tomé la noche del 21 de abril de 1976 desde mi sitio en el tendido. Tiene mala resolución, pero presenta un grupo interesante: Capetillo recargado en el burladero de matadores, a su izquierda, Porfirio Bobadilla El Maestrito, mozo de estoques de Manolo Martínez, enseguida, recargado en las tablas, Pepe Chafik, apoderado de Manolo Martínez y ganadero de San Martín, a la izquierda de Chafik, Rafael Báez, apoderado de Eloy Cavazos y en el ruedo, Manolo Martínez, seguramente cuidando la lidia del toro durante el segundo tercio.

Si observan la mano izquierda de Manolo Martínez, se darán cuenta que luce un abultado vendaje. Es la consecuencia de una voltereta que sufrió la noche del lunes 19, cuando un toro de Suárez del Real lo prendió en festejo en el que alternaba con Jesús Solórzano y Fermín Espinosa Armillita, lesión que en principio se pensó que le impediría continuar con sus compromisos en esta feria de hace 33 años.

Pero en este caso, el tema central es recordar que en este año de la influenza, en el que materialmente nos quedamos sin toros, se nos ha ido por delante el que fuera llamado El Mejor Muletero del Mundo y que es él, Manuel Capetillo Villaseñor, uno de los personajes que han hecho la historia de nuestra Plaza de Toros Monumental y de nuestra Feria de San Marcos. ¡Que encuentre un pacífico reposo!

miércoles, 22 de abril de 2009

Merecido homenaje a Chafik


El próximo viernes 24 el Gobernador del Estado y el Patronato de la Feria de San Marcos rendirán un homenaje a Pepe Chafik en Aguascalientes. Es un reconocimiento que sin duda merece y que por muchas razones, la mayoría difíciles de confesar, se ha dejado de lado por los que deciden en las cosas de la fiesta en este País.

No debemos olvidar que en el último tramo del Siglo XX, fue él quien tomó la iniciativa junto con don Luis Barroso Barona y don Eduardo Martínez Urquidi, de importar simiente de España para dar una nueva perspectiva a la manera de criar toros de lidia en México.

Afortunadamente hay todavía quien reconoce la cultura del emprendedor y procura que los esfuerzos de los que, como Pepe Chafik, ven más allá del corto plazo, se vean recompensados al menos en la esfera de lo entrañable, del saber que hay un grupo de personas que entienden que esa actividad desarrollada tiene algo de extraordinario y que algún día habrá de rendir los frutos que todos esperamos.

Resulta interesante desde este lado del Atlántico, ver que es más sencillo que en España se le reconozca al titular del hierro mexicano de San Martín su aportación, pues el pasado 26 de febrero, la Asociación El Toro de Madrid le rindió un sentido homenaje, con motivo de la premiación al toro Coquito, del San Martín español, hoy de la titularidad de Ignacio Huelva, como el mejor de la temporada madrileña del año 2008, toro que fue criado por don Pepe.

Desde aquí mi enhorabuena al ganadero y al visionario, que con seguridad, pronto verá los frutos de su esfuerzo.

sábado, 21 de marzo de 2009

José Chafik y el retorno de los Coquillas a México


Necesaria aclaración previa: He planteado ya en este espacio algunos aspectos del origen de la ganadería de lidia en México. En esta oportunidad y en torno a un homenaje que en España se ha rendido recientemente al personaje central de esta entrada, me parece que vale la pena el retomar un artículo escrito hace ya una década y media (es de 1994, publicado originalmente en el diario Hidrocálido). Además de lo anterior, tiene de reprochable su extensión, pero aún así, espero que resulte de su interés.


A finales de 1993, en una forma un tanto discreta, José Chafic y Marcelino Miaja, propietarios de los hierros de San Martín, La Gloria y El Olivo, anunciaron la adquisición de la ganadería española de Sánchez Fabrés Hermanos. El móvil de la compra lo expresa así el primero de los ganaderos mencionados: …la unica explicación por lo que a mi se refiere, es que le tengo un gran cariño a la Fiesta de los Toros, un gran cariño al encaste de Saltillo; que en España se va perdiendo poco a poco…


Las palabras de José Chafic son en parte ciertas, porque como ya lo he expuesto alguna otra oportunidad, la generalidad de las grandes ganaderías españolas se inclinaron por la linea de sangre del Conde de Vistahermosa que vía José Arias de Saavedra se derivó en las ganaderías de Murube, Ybarra y Parladé, encaste que en México pervive testimonialmente en las ganaderías de Matancillas, Pastejé y Las Huertas, pues hoy en ellas predomina la línea del Marques del Saltillo, traída principalmente a México en 1908 por don Antonio Llaguno y que igualmente deriva del tronco vistahermoseño.


La critica que puedo hacer a la exposición de motivos de Chafic es, que el origen de la ganadería de Sánchez Fabrés Hermanos, no es Saltillo en pureza, pues si bien comparte el común origen Vistahermosa, con lo de Coquilla, lleva mezclados otras derivaciones del encaste generado por esa casa condal.


Fernando Freire, vecino de Alcalá del Río, en Sevilla, ad¬quiere en 1823 ganados aptos para la lidia de la testamentaria del Conde de Vistahermosa. Filiberto Mira señala que fueron 5 sementales y más de cien vacas. Los Freire eran ganaderos de antiguo, pues ya en 1784, adquirieron doscientas cabezas de ganado bravo a los frailes de la Cartuja de Jerez, reses que por su origen andaluz tendrían características genéticas similares a las de Vistahermosa y demás de esa región y con las que mezclaron lo recién adquirido.


Los Freire enajenan sus toros a Justo Hernández en 1846 y en 1883 las adquiere el romántico Faustino Udaeta, quien cruzó sus nuevos toros con cuatro sementales de Miura, mismos que se dice le ligaron admirablemente. La aventura ganadera de Udaeta termina el 13 de mayo de 1894, cuando una corrida suya despachada por Espartero, Guerrita y Reverte sale mansa de solemnidad. Refiere Fernández Salcedo que esa tarde don Faustino ordenó mandar toda su ganadería al matadero, dado el papelón que jugaron sus toros ante la Infanta doña Isabel de Borbón.


Antes de que Udaeta acabara con su ganadería, vendió simiente a Juan Rico, quien a su vez la transfirió a don Andrés Sánchez Rodríguez, propietario de la finca salmantina de Coquilla, en el año de 1905 y después agregará sementales de Veragua y de Carreros. Con este encaste, hereda la ganadería Francisco Sánchez, hijo de don Andrés, mismo que será universalmente conocido como Paco Coquilla y que vendrá a definir los caracteres de esta ganadería y del encaste que propiamente representa.


Paco Coquilla adquirirá en 1916 ganado tanto del Conde de Santa Coloma como del Marqués de Albaserrada. No encontré referencias de que en Coquilla se haya desechado lo originario, que por cierto, es del mismo origen que lo recién adquirido. Con esas bases, en Coquilla se desarrolló un toro fino, recortado de tipo, bravo y noble, preferido por toreros como Manuel Jiménez Chicuelo.


En 1934 por vicisitudes económicas Paco Coquilla enajena su ganadería en varios lotes, quedando el hierro original en manos de Daniel Ruiz Yagüe y el resto del ganado en poder de Justo Sánchez Tabernero, José Maria López Cobos y el Marqués de Villagodio.


Justo Sánchez Tabernero inscribe su parte de Coquilla a nombre de sus hijos, los señores Sánchez Fabrés, para que en 1951 se vendiera la mitad de la ganadería a José Matías Bernardos y la otra mitad se anunciaría como Herederos de Sánchez Fabrés.


Muere en 1972 Alfonso Sánchez Fabrés y la ganadería se anuncia a nombre de sus herederos, que son representados por Juan Sánchez Fabrés. La ganadería había dejado los primeros planos ya que con la rectificación en la presencia y el tipo del toro en la época posterior a El Cordobés, se alejó de las plazas de importancia y por ello, al final de la década de 1980, Juan Sánchez Fabrés echó a sus vacas un toro de los hermanos Martinez Elizondo, intentando dar más cara y alzada a sus productos.


Por su parte, Pablo Martinez Elizondo en 1946 adquiere la ganadería de Demetrio Fraile, creada con reses de Santa Coloma, Albaserrada y Graciliano Pérez Tabernero. En 1967 se agrega un toro padre de Urquijo, puro Murube y en 1964 un lote de vacas y sementales de Joaquín Buendía, que no es mas que la original ganadería del Conde de Santa Coloma.


Como podemos ver, el encaste predominante en la ganadería de Sánchez Fabrés Hermanos es pues el de Santa Coloma – Albaserrada, que en 1905 fuera fundada con reses de Eduardo Ybarra y añadido en 1912 con reses del Marqués del Saltillo. Es menester señalar que la original ganadería del Marqués de Albaserrada, hoy de Victorino Martín, surge de la de Santa Coloma en 1913. La de Santa Coloma es vendida en 1935 a la sociedad formada por don Joaquín Buendía Peña y don Felipe Bartolomé Sanz, misma que al terminar, dejó el hierro de Santa Coloma en manos de don Joaquín y don Felipe lidiaría en lo sucesivo con el antiguo de Surga.


La conclusión hasta aquí es que si bien el hierro de los Sánchez Fabrés tiene predominantemente sangre de Saltillo, su encaste real es santacolomeño, que en principio es una mezcla de Saltillo y Murube, conjugando características de ambos orígenes, con un sello y personalidad propios.


De lo expuesto puedo deducir que los motivos de Chafic y Miaja no son precisamente los de preservar en España el encaste de Saltillo, sino que como lo veremos enseguida, es dar un nuevo giro a la ganadería brava en México, que de resultar, será muy interesante.


José Chafic y Marcelino Miaja compraron en 1966 al varilarguero Juan Aguirre Conejo Chico quien anunciaba a su nombre la ganadería, que se presentó en El Toreo en 1937. La vacada fue formada con ganado de San Mateo y Zacatepec, de origen saltillero puro de la primera y la segunda fundada con ganados de San Mateo, Piedras Negras y Carmen de Federico. En 1958 se agregan toros de Mimiahuápam de origen San Mateo y Pastejé, este predominantemente murubeño. En 1968 se agregan toros y vacas de San Mateo, José Julián Llaguno y Valparaíso, acentuando el aspecto saltillero de la ganadería.


En 1988, Chafic y Miaja en sociedad con el rejoneador Ramón Serrano adquieren la ganadería de Tequisquiapan, fundada en 1942 por don Fernando de la Mora Madaleno y don Carlos Cuevas Lascuráin con ganados de este último, originarios de Zacatepec, San Mateo, vacas de Coquilla y un toro de Graciliano Pérez Tabernero. Como dato curioso, señalaré que esta ganadería nació en los terrenos de la Hacienda de Los Morales, hoy elegante zona residencial de la capital de la Republica.


En 1990 se rompe la sociedad Chafic – Miaja – Serrano y se hacen una serie de intercambios de ganados de tres hierros involucrados en la transacción (San Martín, La Gloria y Tequisquiapan) y así nace el de El Olivo, que permitiría a Chafic y Miaja el refrescar sus ganados con los de Tequisquiapan, hierro que quedó en manos de Ramón Serrano, refrescado con ganado de San Martín y La Gloria. Agustín Linares señala que la ganadería de Tequisquiapan se formo con cien vacas y cinco sementales de Carlos Cuevas, de puro origen Coquilla, como se dejo sentado con anterioridad.


En la declaración invocada al principio, Chafic señala lo siguiente: ... a nosotros nos beneficiara porque se abrirá la consanguinidad y eso en los ámbitos humanos y genéticos es importante. De esta manera se evitan la consanguinidad, las posibles mutaciones y los problemas de poca fuerza...


Entonces, parece resultar que en el fondo, la finalidad de Chafic y Miaja no es la de salvar en España la sangre de Saltillo, predominante en México, sino la de abrir una nueva linea en sus ganaderías que a la fecha, son únicas en México, dado el origen singular de la sangre Coquilla que hay en ellas; lo que sin duda, dará un nuevo matiz a la crianza del toro bravo en México, que ojala sea para bien.


Si a lo anterior sumamos que se adquirió también para San Martín, El Olivo y La Gloria, simiente de Victorino Martín y que se planea enviar simiente mexicana a España tanto a Victorino como a Sánchez Fabrés (que se anunciará ya como San Martín allá en España), veremos que aunque sin confesión, lo que se pretende en realidad es el ampliar el horizonte genético de la ganadería de lidia de aquí y de allá.


Post – Scriptum: A quince años de distancia, lo que barruntaba entonces parece que se confirmó, aunque con algún cariz distinto. Chafic y Miaja han cedido la mayor parte de su participación en la San Martín hispana a Ignacio Huelva. En México, El Olivo hoy lidia como Julián Hamdam y parece que es donde se ven los frutos de los esfuerzos del que fuera en su día apoderado de Manolo Martínez, pues San Martín, por razones que tienen cierta comprensibilidad, se ve relegada a lidiar en plazas de poco fuste y además, la importación de ganado español se amplió a otras procedencias, lo que nos ha dejado ver, aunque sea a cuentagotas, ejemplares con sangre de encastes como Domecq y Atanasio Fernández, lo que a pausas, ha dado algo de variedad al ganado que se lidia en este país.


No obstante, los que deciden en esto no terminan por aceptar el ganado que trae el renuevo importado a instancias de José Chafic. Las sinrazones que se ponen para ello son múltiples, pero sinrazones al fin. Ojalá que pronto alguien se decida a dejarnos ver lidiar con más frecuencia algo distinto a lo habitual en nuestras plazas.

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