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domingo, 10 de agosto de 2025

Aguascalientes en agosto: toros por la Asunción y la vendimia (I)

A 70 años de la primera corrida de una Feria de la Uva

Existen registros en los archivos de que en lo que hoy es Aguascalientes se cultivaba la uva y se producían vino y aguardientes desde el siglo XVIII. En ese entonces la Villa tenía apenas alrededor de seis mil habitantes y de acuerdo con el censo de cepas levantado a propósito de un expediente administrativo, conforme a los procedimientos agrícolas de la época, la superficie cultivada llegaría a lo sumo a unas diez hectáreas.

Posteriormente, en el primer cuarto del siglo XX, con la apertura del Distrito de Riego 01, en lo que hoy es Pabellón de Arteaga, originalmente la Colonia Progreso, ante la posibilidad de contar con aguas para el riego, se plantaron vides en esa región, pero sin la posibilidad de una explotación industrial, siendo su aprovechamiento como fruta en fresco y se relata que se hicieron algunos intentos de vinificación, pero principalmente a nivel doméstico o familiar.

Es a la mitad del pasado siglo cuando don Nazario Ortiz Garza inicia en Aguascalientes la viticultura con vocación industrial, al plantar inicialmente trescientas hectáreas de vid con la intención de vinificación y crea la Vinícola San Marcos, que fue el buque insignia de la vinicultura acalitana durante las casi tres décadas que permaneció esa industria, que junto a los talleres de los ferrocarriles y la del vestido, se convirtieron en el sostén de la economía de Aguascalientes por ese tiempo.

Habrá que señalar que el producto principal que se elaboraba en esas épocas era el aguardiente, comercializado principalmente bajo la forma de brandy, siendo el más reconocido el Brandy San Marcos, a pesar de que existieron otras marcas locales como Parián, Filso, Cardenal, Alonso o Montoro. La superficie cultivada de vides, se afirma fue de alrededor de unas ocho mil hectáreas.

Después de un paréntesis de un par de décadas, causado por la absorción de los primeros viñedos por la mancha urbana, el encarecimiento del costo de la energía eléctrica para extraer el agua del subsuelo para la irrigación por la cancelación de subsidios, y sobre todo, por la apertura comercial de México, que hizo inviable la vitivinicultura en la región, se comenzó a retomar en superficies más reducidas y con la idea de producir vinos de mesa de calidad. Eso ha regresado a nuestra tierra una tradición reciente, pero que arraigó pronto en la población y ha sido, una de nuestras señas de identidad.

La Feria de la Uva

Es en el año de 1954, que el gobernador Benito Palomino Dena, juntamente con don Nazario Ortiz Garza, instauran la Feria de la Uva o Feria de la Vendimia, a celebrarse en la tercera semana de agosto de cada año, en la que se organizarían eventos culturales y sociales y en la que también, muy señaladamente, los viticultores obsequiarían algo de su producto a la población de Aguascalientes. Esto último se hacía mediante un desfile de tractores que remolcaban tolvas cargadas con racimos de uva, que las embajadoras de los viñedos entregaban a los espectadores del desfile.

El quincenario de la Asunción

Aunque la cédula de fundación de la Villa de Nuestra Señora de la Asunción de las Aguas Calientes está fechada en octubre – día 22 –, la ciudad está encomendada a su patronazgo y la fecha de su conmemoración es el día 15 de agosto. 

Los primeros quince días del octavo mes del año convierten a Aguascalientes en el escenario de una serie de expresiones de devoción hacia la patrona de la ciudad. De todos los puntos de la diócesis llegan peregrinaciones hacia la Catedral Basílica a proclamar su fe y su admiración y respeto por la Virgen de la Asunción y los fastos concluyen el día 15 por la noche con la Romería de la Asunción, celebración que tiene ya casi siete décadas de llevarse a cabo.

Los toros, la Asunción y la vendimia

A partir de la mitad del siglo XX, se aprovecharon indistintamente las fiestas de La Asunción o de la Vendimia para ofrecer algún festejo taurino a la afición. Nunca se estructuró una feria taurina en forma, porque la fiesta patronal se concentraba en una sola fecha – el 15 de agosto – y la celebración de la vendimia se reducía inicialmente a un fin de semana largo después de las celebraciones patronales, así que sin una fijeza en el calendario, lo mismo se daba una corrida de toros, una novillada o un festival, vinculado con cualquiera de las dos celebraciones, dependiendo de la forma en la que los días de la semana se acomodaran.

En estas próximas entradas trataré de recordar algunos de los eventos más destacados de los sucesos ocurridos en el ruedo de la plaza de toros San Marcos entre 1955, cuando se dio la primera corrida de toros vinculada a la Feria de la Uva y el año de 1977, en el que, a mi juicio, lo taurino alcanzó su máximo esplendor con un magno festival en homenaje a Calesero. 

Seguramente en ese lapso de tiempo hubo varios festejos más en esa época del año, pero trataré de exponer aquí los que me parecen los más significativos.

La primera corrida de la Feria de la Uva

Para el domingo 7 de agosto de 1955 se anunció la celebración de la corrida extraordinaria con motivo de la Segunda Feria de la Uva. El cartel se componía con un encierro de Torrecilla, entonces todavía propiedad de don Julián Llaguno, que enfrentarían Alfonso Ramírez Calesero y Rafael Rodríguez mano a mano.

El festejo revestía un interés propio de nuestra ciudad. El solo anuncio de los dos toreros de Aguascalientes en el mismo cartel, producía ese ambiente de enfrentamiento que el amigo Gustavo de Alba señalaba como fácil de confundir con una especie de lucha de clases, cuando nos decía:

...sin necesidad de tener brochazos de marxológo, la comparación fácil de una lucha de clases que se dirimía, año tras año, durante la Feria de San Marcos en el ruedo del centenario coso de la calle de la Democracia: ricos versus pobres, curros versus descamisados, los de sombra frente a los de sol. Sin embargo, creo que esa rivalidad va más allá de la lucha de clases o, quizás mejor dicho, la trasciende con algo más importante que con el paso de los años se ha perdido en la afición aguascalentense: la emoción, el interés profundo por la fiesta... Aquellos que no iban a la plaza, solían acercarse, con genuina atención a los conciliábulos de taurinos que se formaban, ya fuera en la legendaria “Bolería Calesero”, en el Parián, o en los cafés de la época, para preguntar cómo habían estado “El Calesa” y “El Volcán”, aun cuando no fuera tiempo de feria...

Entonces, el ambiente estaba a punto y la entrada asegurada, sobre todo si se considera que Rafael Rodríguez había estado ausente de la Feria de San Marcos el abril anterior.

Cuando el toro todo lo descompone

Uno de los subtítulos de la crónica de don Jesús Gómez Medina para El Sol del Centro reza: Torrecillas mandó 6 feas ratas... Y la narración acerca de su comportamiento y presencia que hace acerca de ese encierro, es la siguiente:

...la lidia de los seis primeros toros (?) a punto estuvo de hacer naufragar al festejo en el mar de sosería y mal estilo que aportaron al festejo los pupilos de don Julián Llaguno. Su endeblez, además, y su carencia de respeto, los hacían inadecuados para lidiarse en un festejo de categoría. La conclusión se impone: o al Sr. Llaguno no le interesa conservar el prestigio de su ganadería, o bien tiene en muy poca estima a la afición de Aguascalientes...

Ante un encierro de tales condiciones, Calesero tuvo pocas oportunidades de lucimiento, teniendo algunos momentos brillantes ante el tercero de su lote, quinto de la tarde, pero sin pasar más allá.

Rafael Rodríguez y Tapatío de Ramiro González

Aunque ya le había cortado dos orejas al segundo de su lote, tras ser picado el sexto de la corrida, Rafael Rodríguez anunció el regalo de un toro, que fue autorizado por quien presidía el festejo. El sobrero era precisamente el toro llamado Tapatío, de la ganadería de don Ramiro González, toro que describe así la crónica:

“Tapatío” de las dehesas de Ramiro González fue el encargado de salir por los fueros de los de su especie. ¡Fue un hermoso ejemplar de toro de lidia! Fuerte, enmorrillado, corto y apretado de pitacos; con trapío, en suma, marcado con el número 91. Además, con bravura, poderío y nobleza, y con más de 450 kilos sobre los lomos. ¡Lo que se llama un toro! …

La faena, de acuerdo con la narración escrita de don Jesús Gómez Medina, fue emotiva, tanto por la entrega del torero, como por la pelea que dio el toro, que recibió tres puyazos, señala, estrellando a los jamelgos contra las tablas... Así pues, el toro fue bravo y poderoso. Ante él, El Volcán de Aguascalientes realizó lo siguiente:

Bravo, pujante, sobrado de codicia y duro de patas – inclusive pareció haberle faltado otro puyazo –, tal concluyó sus días el de Ramiro González. La faena de Rodríguez tuvo como nota de mayor relieve, la de su emotividad. En cada pase, el riesgo era evidente, la distancia, mínima. Pues bien: en tal sitio y en estas condiciones se desarrolló la lidia de “Tapatío”, que llegó a su clímax cuando con el engaño en la mano torera, Rafael se enroscó repetidas veces al astado en el pase fundamental del toreo de muleta. Y, tras los desplantes y los muletazos de adorno, la estocada en sitio desprendido... Fue entonces cuando el festejo alcanzó su culminación; al triunfo del torero - rubricado con las orejas y el rabo de su enemigo - se enlazaba el triunfo del ganadero. Entre ovaciones y música recorrieron ambos el ruedo, en tanto que a los despojos del excepcional “Tapatío” se les tributaban los máximos honores...

El encierro titular a punto estuvo de cargarse el festejo y un toro sobrero, de regalo, salvó in extremis la tarde, dejando claro a propios y extraños que el toro y su bravura son la esencia de esta fiesta.

Así fue como concluyó el primer festejo taurino celebrado para celebrar el cultivo de la uva y su vendimia en Aguascalientes, por estos días, hace ya 70 años.

Aldeanos