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miércoles, 23 de abril de 2025

Abril de 1975: La primera Feria de San Marcos en la Plaza Monumental (V)

Miércoles 23 de abril. Antonio Lomelín reafirma su total recuperación

La cuarta corrida de la Feria de San Marcos del 75 también fue nocturna y tuvo como aliciente la presentación de Curro Rivera en el ruedo de la Plaza Monumental, que permitió que la entrada al coso fuera mejor que en los días anteriores. No obstante, la cultura feriante de nuestra ciudad aún no estaba totalmente arraigada. Los días de entre semana las labores ordinarias seguían su curso de manera casi normal y eran los fines de semana los que se dejaban para festejar, aparte hecho, para el día del santo patrono. Al paso de los años, el serial taurino se agruparía en fines de semana, para atraer a los festejos la mayor cantidad de público posible.

Nuevamente don Guillermo González confeccionó un cartel que en el papel tenía visos de redondez, porque aparte del hijo de Fermín el de San Luis, completaban la terna Jesús Solórzano y Antonio Lomelín, quienes ya habían actuado en el serial con fortuna diversa. Los tres enfrentarían un encierro de Las Huertas, en esos días de la titularidad de don Luis Javier Barroso, el inolvidable Chacho, quien en ferias anteriores había logrado triunfos importantes.

La importante tarde de Antonio Lomelín

Ya habíamos anotado por aquí que el lunes 21 anterior, Antonio Lomelín había dejado bien claro que no cargaba secuelas de la gravísima cornada que sufrió el 16 de febrero anterior en la Plaza México. En esa noche de dos días antes, los toros que le salieron en el sorteo no se prestaron a muchas florituras, pero en esta nueva ocasión tuvo la ocasión de mostrarse como el torero poderoso y valiente que siempre fue, terminando por alzarse como el triunfador de la corrida. Escribió para El Sol del Centro su cronista huésped, Francisco Lazo:

Antonio Lomelín achicó la muleta y la movió para fijar al toro, al mismo tiempo que se echó la espada a la cara, a la altura de la barbilla. Y entró a matar dando el pecho, volcándose luego sobre el morrillo en un perfecto volapié. Ejecución valiente y emocionante, aunque el acero quedara un tanto perpendicular sin producir los efectos deseados. Y Antonio repitió la escena, para dejar ahora sí, una estocada muy bien colocada, mientras el público se ponía de pie, aclamándole. Dobló el toro. El público pidió las orejas, el juez concedió una con la que Antonio dio dos vueltas al ruedo, bajo lluvia de prendas, y se retiró al callejón sonriente, cerrando así su actuación de esta noche, de torero valiente, de banderillero excepcional y de eficiente matador. Parece ser que, como decíamos hace días, a Antonio no le hizo ni cosquillas esa terrible cornada que le puso al borde de la muerte. Se desplaza por el ruedo como por su casa, seguro, con tanto valor, que por momentos aborda el terreno de la temeridad. Y creemos también que ha encontrado el camino, al fin, hacia la cumbre, porque a sus dos enemigos les ha toreado, cuando no parecían tener un pase, dos mansos peligrosos, sobre todo su primero que tiraba cornadas a diestra y siniestra sin que Antonio se descompusiera. Finalmente, resultó ser el triunfador del cuarto festejo de la feria taurina de esta Aguascalientes...

Más adelante relata el que en la fecha era el jefe de información taurina del diario deportivo Esto de la Ciudad de México, que en el quinto de la corrida, puso hasta cuatro pares de banderillas y que si solamente cortó una oreja, cuando le eran pedidas las dos, fue únicamente porque la primera estocada que dejó, hasta la empuñadura, le quedó perpendicular y en lugar de intentar una prolongada labor de enterramiento, extrajo la espada y se volvió a tirar a matar con la misma decisión, dejando, ahora sí, una estocada en todo lo alto, de instantáneos efectos. El ingeniero Herrera, entonces Juez de Plaza, se llevó una bronca, dice el cronista, por no conceder esa segunda oreja.

El desconcertante Jesús Solórzano

Cuando el hijo del Rey del Temple sentía que salía con los hados de su lado, hacía el toreo como ninguno. Pero si sentía que no le acompañaban, también generaba broncas que podían llegar a alcanzar buenas proporciones. Esta fue una de esas últimas fechas, en las que, al salir del hotel anunciaba algo grande, pero al llegar a la plaza, daba lo contrario. Sigue adelante el cronista:

Poco antes de la corrida, Chucho Solórzano me dijo que la iba a armar. Y la armó. ¡Por poco se le va vivo el primero! Le pegaron dos avisos después de doce pinchazos y diez golpes de descabello. Al principio parecía decidido, hasta banderilleó, pero pronto volvió a las dudas y dejó escapar otra oportunidad. En su segundo, un toro refugiado en tablas, pareció dispuesto a jugarse la piel y hasta le puso la barriga al toro para dar algunos buenos muletazos, sólo que siempre sobre piernas. Y tumbó al buey de media delanterilla. Este Chucho parece no tener remedio...

Me tocó ver a Jesús Solórzano en ambas versiones dentro de los ruedos y la verdad es que tuvo todo para ser una gran figura del toreo. Es uno de esos casos en los que uno no se explica las razones por las cuales no llegó a serlo.

Un voluntarioso Curro Rivera

La noche de su presentación no pudo ser triunfal para Curro Rivera, y es que le tocó lo menos lidiable del encierro de Las Huertas. Sin embargo, eso no le impidió intentar por todos los medios, resalta la crónica, buscar el triunfo para mantener la posición que guardaba en el escalafón nacional.

Curro Rivera pasa por muy buen momento. Eso todos lo saben. Y hoy, ante reses impropias para el toreo, tuvo chispazos de su calidad y hasta le hizo la faena a su primero, un toro que atacó al caballo, pero que se dolió pronto y quería escapar. Lances a pies juntos, luego despatarrado, que le fueron coreados. El toro llegó al tercer tercio áspero, reservón, pero allí le anduvo Curro, poniéndole la pierna como diciendo, ¡aquí, aquí tienes dónde herir!, para irle encelando. Le dio diez muletazos, de bella ejecución, y se clavó una banderilla en un pie. Cojeando, entró a herir para pinchar y luego dejar medio acero de efectos fulminantes. Le llamaron al tercio a escuchar la aclamación. A este toro le hizo un quite por mandiles, muy ajustado, que encendió los entusiasmos. Su segundo suspiraba por el surco. Y después de intentos y de algunos pases, lo mató de pinchazo y entera...

Siguiendo la semántica del cronista, estoy en condiciones de afirmar, que ni la impropiedad de los toros que le tocaron, iban a detener la marca de quien era ya apodado Curro Cumbre. Ya tendría ocasión de resarcirse en esta misma feria.

El encierro de Las Huertas

Mencionaba antes que Chacho Barroso había tenido triunfos significativos en nuestra feria. En esta oportunidad las cosas no se le dieron como lo hubiera esperado. Éste es el juicio de Francisco Lazo a propósito de la corrida que envió en esos días:

Bien presentado el encierro de Las Huertas, reses con cara de toros y kilos, muy en tipo de la ganadería. Pero mansos cinco de ellos, y los seis terminaron poniéndose a la defensiva y finalmente huidizos, buscando por donde escapar. Si acaso, se salvó un tanto el primero, que tuvo pases, no muchos, pero sí los suficientes para hacerle la faena. Pero le tocó a Chucho Solórzano y ya se imaginan ustedes lo que pasó. En conclusión, el encierro de Las Huertas estuvo por debajo del crédito de la vacada y las reses que lo integraron, merecen llamarse bueyes.

Así fue la cuarta corrida de feria que se celebró en la entonces nueva Plaza Monumental Aguascalientes. La Feria Taurina de San Marcos iba a la mitad de su camino y el signo que llevaba era de pocos triunfos y entradas paupérrimas. Pero veremos que esa tendencia se iría corrigiendo. Hasta mañana.

domingo, 13 de marzo de 2022

6 de marzo de 1949: Ricardo Torres y Africano de Pastejé

Ricardo Torres
Visto por Carlos Ruano Llopis
La temporada 1948 – 49 en la Plaza México fue una de esas que representaron un punto de quiebre en su ya prolongada historia. Es la que representó la despedida – la primera, la anunciada – de Armillita, en la 16ª corrida del ciclo, celebrada el domingo 13 de abril. También albergó la llegada a las filas de los matadores de toros de Los Tres Mosqueteros, con la alternativa de Rafael Rodríguez en la inauguración y las confirmaciones de Jesús Córdoba y Manuel Capetillo. Y por último, representó también el retorno a la costumbre de premiar las faenas con una o dos orejas, antes de la concesión de las dos orejas y el rabo a partir del domingo 13 de marzo de ese 1949.

Además de los toreros ya nombrados participaron en la temporada un reaparecido Silverio Pérez, Luis Castro El Soldado, Fermín Rivera, Luis Procuna, Antonio Velázquez, Alfonso Ramírez Calesero y Luis Briones por los nacionales, los sudamericanos Alí Gómez y Luis Sánchez Diamante Negro y el portugués Diamantino Vizeu. La ganadería de La Punta envió seis encierros; entre San Mateo y Torrecilla, cuatro; Pastejé, tres; Coaxamalucan, dos; entre La Laguna y Piedras Negras, también un par; y Zotoluca y Matancillas, uno cada una. Ese fue más o menos el elenco de la tercera temporada de nuestra gran plaza, este año sin la competencia con la del Toreo de Cuatro Caminos en la que solamente se celebró, el 15 de marzo de 1949, una corrida de toros a beneficio de las familias de las Guardias Presidenciales.

La 12ª corrida de la temporada 48 – 49

También formó parte de ese elenco Ricardo Torres, de quien ya he hecho alguna memoria por estas virtuales páginas. Se presentó el domingo 6 de marzo de 1949, en la decimosegunda del ciclo, alternando con Lorenzo Garza y Luis Procuna para enfrentar un encierro de Pastejé. Era apenas la segunda comparecencia del torero hidalguense en la México, quien había debutado allí el 24 de noviembre de 1946 alternando con Domingo Ortega y Silverio Pérez, con toros de Matancillas. Dio dos aclamadas vueltas al ruedo tras la lidia de su primer toro Bolero y hasta este domingo de casi tres años después, regresaba al escenario de la colonia Nochebuena. Vaya usted a saber por qué fue así.

El encierro de Pastejé fue disparejo, pues hubo un toro (1º) que apenas dio 427 kilos en la báscula, contra otro que pesó 492 (4º). El promedio del peso del sexteto fue de 454 kilos y voy a insistir, fue una auténtica escalera. Se lidió un séptimo, regalo de Lorenzo Garza, de Jesús Cabrera, al que se le anunciaron 449 kilos y al que las crónicas se refirieron como un torillo. La realidad es que el doctor Gaona apoyó su temporada apenas en un puñado de ganaderías, lo que me induce a pensar que al ir entrando ésta en sus profundidades, el género de calidad comenzó a escasear y se tuvo que echar mano de lo menos impresentable.

Ricardo Torres y Africano

El tercero de la tarde, de los últimos que crio don Eduardo N. Iturbide, pues en ese mismo año enajenó la ganadería a Luis Javier Barroso Chávez, fue bautizado como Africano y la tablilla le proclamó 430 kilos de peso. Ante ese toro tendría Ricardo Torres la actuación más destacada del festejo y la que resultaría ser, sin anuncio previo, su última en el llamado Coso de Insurgentes. Acerca de ella, don Carlos Septién García, entre otras cosas, escribió:

La gente – desde luego en número harto menor al de las anteriores corridas – había acudido a ver a los hombres más o menos ilustres. No era ciertamente el torero hidalguense Ricardo Torres, hace mucho tiempo alejado de la Plaza México, quien atraía a la mermada muchedumbre. Y, sin embargo, fue él quien a poco de iniciada la corrida se convirtió en la figura central de la tarde, y fue él quien despertó las ovaciones legítimas y fue él quien se quedó con la oreja de un pastejeño entre las manos. Su terno deslustrado, que en el paseo había hecho contraste junto a los trajes suntuosos de sus alternantes, fue adquiriendo la mejor luz torera, que no es la que cabrillea sobre los calamares sino la que sale del ánimo esforzado y del júbilo generoso de torear: luz interior que le permitió iluminar de triunfos su tarde y que hizo palidecer hasta el apagamiento los brillos simplemente epidérmicos en los ternos ilustres de sus alternantes...

La crónica de El Tío Carlos dejó sin lugar a duda que la entrada fue floja, pero también, líneas adelante expresaría que los asistentes al festejo redescubrieron a un torero que por esas razones que quedan a la vista, pero nunca se explican o se expresan, simplemente no pasaba por allí. Sigue diciendo el cronista:

De su largo aislamiento, de su dolor fresco aún en la cicatriz de la reciente cornada de Mérida, de su maltrecho pasado, Ricardo Torres supo sacar el éxito de una brillante tarde de toros. Brillante y completa; porque el hidalguense cubrió con su dimensión de torero a lo tradicional los tres tercios de la lidia clásica. Y así, su capote trazó la comba y la cruz de la verónica rematada por el cono severo de la media verónica; y trazó gaoneras y revoleras, mariposas y mandiles tras de haber acudido siempre con seca y taurina eficacia a los quites en que primero se salva la vida de un hombre para después salvar la belleza del lance. Y resucitó su vasto dominio del segundo tercio recordando los tiempos (1933 – 34) en que pareando de poder a poder no reconocía otro rival que Fermín Espinosa; y con excelencias de colocación y pureza de línea complementada con algunas ejecuciones muy buenas, cubrió ese segundo tercio en sus dos toros yendo siempre a más. Y, finalmente, supo llegar a lo moderno con la muleta en la derecha y la silueta entre los pitones hasta la noble faz de ese magnífico segundo toro al que templó en varios derechazos lineales; o bien, cuando por la visible fatiga de su resentida salud no encontró ya modo de repetir el trasteo, supo llegar con la mano al pelo en la correcta ejecución de una estocada que hizo morir al toro con la prestancia y la gallardía con que morían los bureles en las páginas de “La Lidia” añeja o en las esculturas de principios de siglo… Fue así conciliando dentro de sus posibilidades lo tradicional y lo actual al calor de una llama ambiciosa de triunfo, como Ricardo Torres logró sacar de su aislamiento y de su dolor, esta completa y brillante tarde de toros...

Decía ya que esta fue la segunda y última vez que Ricardo Torres pisó vestido de luces el ruedo de la Plaza México. En las dos ocasiones tuvo actuaciones brillantes y en ambas la retribución a su actuación destacada fue el ostracismo y el enviarlo a torear por las afueras. Hoy, afortunadamente, aunque despacio, la historia se encarga de restituir al torero de Hidalgo el sitio que en ella le corresponde.

Los demás sucesos de la corrida

Salvo un quite por orticinas realizado al primero de su lote, Luis Procuna tuvo una de esas tardes de las que un torero no quisiera que se guardara memoria. Y por su parte, Lorenzo Garza, tuvo que recurrir al expediente del toro de regalo para intentar enmendar una tarde que tampoco caminaba para él en la dirección correcta. El juicio del Tío Carlos es lapidario:

Más daño le hizo a Garza este toro bravo de ayer que a Velázquez el manso de hace 15 días. El delicioso animal de Cabrera vino a mostrar que Garza conserva clase con el capote ya que las verónicas por el lado izquierdo y los “pases del velo” por ese mismo perfil que ejecutara Lorenzo, fueron de verdad bellos, templados, ejecutados a la perfección. Pero también vino a poner en evidencia cómo Garza carece de capacidad torera con lo que otrora fuese su mejor arma: la muleta. Lo que le resta a Garza es el cite y el parón. Y ni conoce el muletazo completo, ni la liga, ni la unidad del trasteo. Esto va dicho porque ayer frente a un toro inofensivo y dócil como muy pocas veces se ve un toro así, Garza no tuvo sino el muletazo aislado, el cite y el parón. Lo que le ocurre con cualquier otro bicho que muestre menos facilidades está a la vista con su labor en los toros de la lidia ordinaria. Ni plan, ni decoro, ni poder, ni nada… Excelentísimo capote con el toro ideal. Y con la muleta, El Rey del Cite. Tal es hoy Lorenzo Garza…

Para terminar

Escribía don Alfonso de Icaza Ojo acerca de Ricardo Torres:

Excelentísimo banderillero, dueño de un capote de seda, con la muleta bajaba, pero volvía a subir, no pocas veces con la espada…

Una buena manera de apreciar su clase y sus buenas maneras es verlo en imágenes en movimiento. Una fuente importante y accesible es el DVD Tesoros de la Filmoteca de la UNAM. Tauromaquia I. Colección Daniel Vela. Allí vienen unas extraordinarias imágenes del torero.

sábado, 21 de abril de 2012

Tal día como hoy: 1972. Alfredo Leal borda al natural un toro de Las Huertas


Prudente aclaración: A partir de hoy y hasta el día 13 de mayo, apareceré por aquí con más frecuencia de la acostumbrada. El motivo de mi presencia será la de recordar con Ustedes algunos hechos ocurridos en nuestra Feria de San Marcos en otros tiempos. Espero que encuentren interesantes esos recuerdos, que son los hechos que han dado su grandeza a esta Fiesta y a esta Feria.

La Feria de 1972

El ciclo de San Marcos de 1972 nació entre aires de tormenta. Tras de los repetidos triunfos de Manolo Martínez en el año anterior, era, para afición y empresa, un ingrediente necesario en los carteles del ciclo abrileño. En las noticias previas al anuncio de la composición de la Feria, se mencionó con insistencia su nombre como el eje de la misma, pero al final, la noticia que sacudió el ambiente taurino de Aguascalientes, fue el que la empresa que dirigía Guillermo González Muñoz no había podido llegar a un arreglo con el diestro regiomontano y que por ello, se quedaba fuera del serial, descansando todo el peso de éste en Curro Rivera, que como principal atractivo, mataría en solitario una corrida de Torrecilla el día del Santo Patrono.

Otro de los hechos a destacar, sería que la noche del lunes 24 de abril, uno de los diestros que tenía una impecable trayectoria en los ruedos de ambos lados del Atlántico y una clase privilegiada, pondría punto y final a su andar por las arenas. Alfredo Leal, El Príncipe del Toreo había escogido el escenario de la Plaza de Toros San Marcos para matar lo que debería ser el último toro de su vida.
Ese era el escenario en el cual se presentaba el festejo que hoy les quiero recordar.

La corrida del 21 de abril de 1972

Para esa tercera corrida de feria, se anunciaron 8 toros de Las Huertas, ganadería entonces propiedad de Luis Javier Barroso Chávez, que lidiarían el nombrado Alfredo Leal, Joaquín Bernadó, Alfonso Ramírez Calesero chico y Jesús Solórzano hijo. La nota previa al festejo, señalaba que el encierro era disparejo, una escalera, según podemos leer enseguida:

La verdad no nos gustó el encierro de Las Huertas que se lidiará esta noche: es disparejo, fuera de tipo y algunos toros dan la impresión de estar pasados de edad. Pero como dijo Alfonso Ramírez “Calesero”: “Yo no quiero que me gusten, quiero que me embistan...

Ante esa corrida, el festejo se fue deslizando entre altibajos, hasta que salió el quinto de la noche, llamado por el ganadero Lupillo, por ser hijo de Guadalupano, un toro que indultara Raúl García en la Plaza México el día de San José de 1967. 

La crónica del festejo a que hago referencia es de Francisco Lazo, cronista titular del diario deportivo Esto de la Ciudad de México y que por ese año ejerció de cronista huésped en el diario local El Sol del Centro, en virtud de que el cronista titular, don Jesús Gómez Medina ocupó el Palco de la Autoridad durante ese calendario, incluida la Feria, por lo que de esa relación recojo lo siguiente acerca de la faena del Príncipe del Toreo a ese toro de Las Huertas:

Lanceó en el centro del anillo, cargando ligeramente sobre la pierna de salida, a ritmo lento. Y con la muleta, echándola apenas adelante, embarcaba, templaba y mandaba, muy erguido, moviendo solo el brazo, con elegancia. Eran los primeros muletazos, bellos en ejecución, pero aún sin el sentimiento que iba a desbordar Alfredo sobre el ruedo de la plaza de San Marcos... Y ahora con la izquierda, más lento todavía, haciendo flamear el trapo rojo en el último tiempo, con un suave muñecazo. Trataba al toro con delicadeza para hacerlo sentir a gusto y sentirse él, Alfredo, igual. Y todo allí, en el centro del anillo, sin paréntesis que pudieran romper la continuidad, que sacaran de su embeleso al torero y cortaran aquél coro de ¡torero, torero!, o las aclamaciones que de tan continuas, parecían una sola... Pocas, pocas veces se ha visto torear así; repetimos, pocas veces se encuentran un toro de tanta calidad y un torero de tanto arte... Se echó la espada a la cara Alfredo y el público, engolosinado gritaba ¡no, no!, pues quería seguir disfrutando de aquellos momentos. Solo que era ya hora de entrar a matar, y lo hizo Leal, muy derecho, dejando una estocada entera, un tanto traserilla, que hizo rodar sin puntilla al noble animal. Petición unánime. Dos orejas concede la autoridad, solamente, quizás por la colocación defectuosa del acero. A Leal no le importaban los trofeos, como tampoco pareció importarle al público. Y juntos, torero y aficionados se entregaron a la celebración, uno sonriendo ampliamente y los otros vitoreándolo. Y le dijo Alfredo al “Chacho” Barroso: “¡Qué toro!”. Y le respondió el ganadero: “¡Qué torero!”...

El resultado final de la corrida redundó en una tesonera actuación de Joaquín Bernadó, una desdibujada y abúlica presentación de Calesero chico y una entonada presentación de Jesús Solórzano hijo, quien se vio en la necesidad de regalar un sobrero de Jesús Cabrera, al inutilizarse su segundo toro. Con la lidia de nueve toros, el festejo concluyó cuando faltaban quince minutos para las doce de la noche.

Leal y su anunciada despedida

Tras de su faena al quinto de la noche, refiere Francisco Lazo en su crónica la siguiente declaración de Alfredo Leal:

Sí; me voy. Pero deseo hacerlo con dignidad... y toreando así como pude hacerlo hoy. Hubo momentos en que no escuchaba nada, como si el toro y yo estuviéramos en el vacío, él embistiendo y yo llevándolo suavemente... Luego parecía reventar todo y escuchaba la aclamación. ¡No veas que feliz me siento...!

El Príncipe del Toreo toreó la corrida del 24 de abril anunciada como la de su despedida y cuajó otro toro por naturales, de Jesús Cabrera, la ganadería que fue el cimiento de muchos de sus éxitos. Sin embargo, después de esa noche decidió que no podía seguir sin torear y aquí le tuvimos el año siguiente y en los ruedos de México pudimos disfrutar de su arte y de su clase durante todavía algo más de una década.

El festejo de hoy. 1ª novillada de feria: 6 novillos de Real de Saltillo para Antonio Lomelín hijo, Ricardo Frausto y Joaquim Ribeiro El Cuqui.

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