domingo, 30 de enero de 2022

30 de enero de 1966: Presentación y triunfo de Finito en su debut en Cuatro Caminos

El Toreo de Cuatro Caminos
Héctor García Cobo (1960)

Raúl Contreras, de Chihuahua, apodado Finito por don Enrique Bohórquez y Bohórquez había actuado ante el público de la Plaza México una sola vez como novillero, fue el 8 de septiembre de 1963, alternando con Juan de Dios Salazar y Paco Lara y las crónicas de la época no le fueron propicias. Se entendió en ese momento que la relación que su familia tenía con don Tomás Valles fue la única que le abrió las puertas de la gran plaza y quizás por eso ya no volvió por allí, aunque después, el doctor Gaona, con más astucia para ver toreros, lo llevaría a Cuatro Caminos a los seriales menores que dio en ese ruedo.

Pero siguió toreando por las afueras, en Guadalajara llegó a salir en hombros seis tardes consecutivas y así llegó a la alternativa un par de años después, en su tierra, donde Joselito Huerta, en presencia de Antonio del Olivar le cedió al toro Coloritos de La Laguna para convertirlo en matador de toros y ser el primero de una generación que, al paso de un par de calendarios, vendría a renovar el escalafón taurino de México.

Con ese currículo, es que se le anunció para presentarse ya como diestro de alternativa en la corrida del 30 de enero de 1966 en el Toreo de Cuatro Caminos, fecha en la que alternaría con Antonio Ordóñez y Fernando de la Peña en la lidia de toros de Mimiahuápam, ganadería entonces propiedad de don Luis Barroso Barona y que en esas fechas iba en pleno ascenso, siendo una de las exigidas por las figuras.

La temporada 1965 – 66 de Cuatro Caminos

En diversos espacios de esta imaginaria libreta, hemos anotado que el doctor Alfonso Gaona había tenido sus más y sus menos con la propiedad de la Plaza México y que para mantener su actividad empresarial tenía a su alcance el Toreo de Cuatro Caminos, plaza de toros en la que logró organizar importantes temporadas. En el presente caso, no sobra recordar que en los calendarios taurinos de 1961 – 62 y 1962 – 63, llevó simultáneamente las dos plazas, de manera exitosa ambas.

A partir del final de 1963, deja primero la administración de Cuatro Caminos y al concluir el ciclo de la Plaza México en 1964, los administradores de DEMSA anuncian que que el doctor Gaona deja los asuntos de la empresa, junto con los de las plazas de Puebla, Tijuana, Acapulco y Ciudad Juárez y que de los de la capital, se haría cargo el Maestro Fermín Espinosa Armillita. La presentación en sociedad del nuevo gerente fue el 7 de mayo de ese año en una cena de gran boato.

Sin embargo, terminada la temporada de novilladas, Armillita dejó las cosas de la empresa, su conocimiento de la fiesta era en el ruedo, no en los despachos y así, Luis Ojeda, hombre de las confianzas de Alejo Peralta tomó las riendas y al poco tiempo se anunció que del beisbol llegaba Ángel Vázquez – cubano de ancestros gallegos – a hacerse cargo de la empresa y de organizar la temporada 1964 – 65. 

El Toreo de Cuatro Caminos por su parte, seguía arrendado – desde finales de 1963 – por doña Dolores Olmedo, quien junto con Pablo B. Ochoa y su marido, el rejoneador Juan Cañedo, trajo allí a El Cordobés y dio después una exitosa Gran Feria de México con el concurso del propio Manuel Benítez y Paco Camino. Concluido ese ciclo, la señora Olmedo deja el negocio de los toros y El Toreo queda libre para que lo retome el doctor Gaona, ya por su cuenta.

El 9 de diciembre de 1965, Rafael Loret de Mola, firmando como Rafaelillo, publica lo siguiente en El Informador de Guadalajara:

Gaona está enemistado “de fondo” con la empresa de la Plaza México, y pueden ustedes estar ciertos de que la pelea será para que se hagan garras. Desde luego, si es cierto que El Toreo contará con los españoles “El Cordobés”, José Fuentes, Diego Puerta, Antonio Ordóñez y Paco Camino, y con los mexicanos Joselito Huerta, Raúl Contreras “Finito”, Manolo Martínez, Joel Téllez “El Silverio” y Jesús Delgadillo “El Estudiante”, las mayores atracciones estarán en Cuatro Caminos, y los aficionados capitalinos, tan afectos a la comodidad de su plaza grande, tendrán que ir a tragar polvo y a padecer humillaciones al barrio menos limpio de todo el Estado de México…

Por su parte, y en el mismo diario tapatío, tres días después, Ernesto Navarrete Don Neto, escribiendo para la Agencia France Presse (AFP), comentaba que Ángel Vázquez informaba que a esas fechas ya se habían recaudado dos millones de pesos por concepto de la venta del derecho de apartado y que esa suma representaba un incremento de un 40% con relación a las del ciclo anterior, anunciando que la corrida con la que abriría la temporada, acartelada con Santiago Martín El Viti, Alfredo Leal y Raúl García, y toros de Torrecilla ya tenía agotadas sus localidades. Cerraba su nota señalando que Vázquez con eso demostraba la real forma de organizar una temporada de toros.

La presentación de Finito

La segunda corrida de la temporada de El Toreo ya decíamos que se dio con la actuación de Antonio Ordóñez, Fernando de la PeñaRaúl Contreras Finito y los toros de Mimiahuápam. El encierro de don Luis Barroso rescató los laureles de su divisa después de que el domingo anterior, en la inauguración, resultaran complicados para Antonio Ordóñez, Joselito Huerta y Manolo Martínez. Esta tarde fue para Finito, que, hecho un león, salió a demostrar que en México había una generación nueva de toreros que pedía paso y sitio. Le cortó una oreja a Conquistador, el tercero, tras de una faena que Lanfranchi califica de dramática. Mario Erasmo Ortiz, en el número de la Revista Taurina del 6 de febrero de 1966, razona lo siguiente:

El primer enemigo de “Finito” era un toro peligroso que embestía calamocheando y se quedaba a medio viaje tratando de hacer daño. Raúl, sin embargo, a base de ponerse cerca y de tirar del toro, con toneladas de valor, lo hizo que tomara la muleta. Le cuajó derechazos largos y templados… A base de valor, Raúl acabó por hacerse de su enemigo. Le cuajó naturales con sabor y derechazos largos y templados que le valieron las palmas en los tendidos. Finito sacó un partido insospechado a su enemigo y como lo tumbó con una estocada hasta la empuñadura, demostrando con esto que es un auténtico matador de toros. El público pidió la oreja que el juez concedió. Raúl dio una vuelta triunfal al anillo… En su segundo “Finito” siguió dejando constancia de su torerismo. Ante un toro distraído que salía suelto de cada lance, Raúl logró dar muletazos de verdadero mérito y desarrolló una labor empeñosa siguiendo al toro por todos los tercios del ruedo. Aprovechó las embestidas lentas y sosas de su enemigo. Se deshizo del toro con otra estocada hasta la empuñadura y recibió la ovación del respetable que ve en él a una gran figura del toreo en embrión pues tiene decisión, arte y, sobre todo, hace el toreo con garra…

Es decir, el de Chihuahua puso el sello de la casa desde la primera actuación, lo que sería su signo durante su breve paso por los ruedos y dejaría dicho allí que estaba listo para lo que hiciera falta.

Por su parte, Antonio Ordóñez también se llevó la oreja de Campeador, el que abrió plaza. El corresponsal del semanario madrileño El Ruedo, en el número fechado el 1º de febrero de 1966, escribió:

Ordóñez tuvo una brillante reaparición ante la afición mejicana. Además, demostró que sigue tan artista, tan extraordinario torero como cuando vino a Méjico hace seis años. A su primero, un toro de Mimiahuápam, noble y muy bravo, lo toreó a la verónica con temple, calidad y arte de figura grande del toreo. Fueron lances despaciosos y torerísimos. Con la muleta aprovechó desde el principio la bondad en la embestida del toro y cuajó varias series de magníficos pases con la derecha. A la altura precisa, ya que el toro tenía tendencia a rodar por la arena. Así se le vio torear con temple y arte con la diestra y, después, con la zurda, para intercalar los adornos por la cara, los de trinchera, los de la firma y el abaniqueo y remates torerísimos. Tres cuartos de acero en todo lo alto. Oreja y vuelta al ruedo devolviendo prendas…

Fernando de la Peña, el segundo espada, de acuerdo con las relaciones que he podido consultar, se llevó el toro de la corrida, el segundo, Compadre. Las crónicas se pronuncian en sentidos opuestos, pues las hay que dicen que no estuvo a la altura de un toro extraordinario y hay otras que aseguran que casi le cortó la oreja. La realidad es que saldó la tarde sin corte de trofeos y al final del calendario esta resultó ser la única tarde en la que actuó en ruedos mexicanos ese año del 66. Dice la citada crónica de El Ruedo:

Fernando de la Peña reapareció después de su campaña del año pasado en España. Se le ha visto con buen sitio frente a los dos toros de gran peso que se llevó en su lote. A sus dos ejemplares los toreó muy brevemente con el capote y con la muleta. A su primero le hizo una magnífica faena, con sentido de la distancia, con un enorme valor y con magníficos pases por bajo, de derecha y de izquierda. Falló con el acero y perdió la oreja que casi había ganado. En su segundo fue menos aplaudido debido a que su toreo se vino un poquito a menos…

Los toros de Mimiahuápam

Ya decía que don Luis Barroso Barona obtuvo su revancha después de los sucesos del domingo anterior. Su corrida presentó los signos de lo que sería, en lo sucesivo, una interminable línea ascendente de su ganadería de Mimiahuápam. Esto escribió el ya citado Mario Erasmo Ortiz acerca de esos toros:

Don Luis Barroso Barona mandó un encierro muy bien presentado. Sobresalieron tres toros por su bravura y su nobleza en la embestida; pero el que fue realmente extraordinario fue “Compadre” que embistió con claridad y temple extraordinarios. Si este toro hubiera caído en otras manos se va sin orejas y sin rabo al destazadero. Desgraciadamente su matador no tiene la proyección de los grandes del toreo y se fue inédito…

Reflexión final

Hoy, después de releer las crónicas de estos hechos, me atrevo a pensar que quizás Finito hubiera sido el torero ideal para confrontarlo con Manolo Martínez, dado que, por su hacer en el ruedo, era su antípoda; así el contraste y la comparación serían más evidentes y más apasionantes, lo que con seguridad hubiera llevado a muchos a los tendidos a disfrutar de los enfrentamientos de estos dos toreros, dando curso quizás, a una época distinta a la que fue, pero el hubiera no existe.

domingo, 23 de enero de 2022

21 de enero de 1962: Alfredo Leal y Tejón de Mariano Ramírez

Alfredo Leal, Manolo Vázquez y Curro Romero
Madrid, 20 de mayo de 1962
Archivo de la Comunidad de Madrid
Foto: Sánchez Yubero
La temporada 1961 – 62 en el Toreo de Cuatro Caminos no iba dando malos resultados. En sus primeros cuatro festejos ya se registraban triunfos de Juan Silveti, Antonio del Olivar, Felipe Rosas, el madrileño Luis Segura y el más resonante hasta el momento, el de Paco Camino el día de año nuevo, del que ya me he ocupado por estas virtuales páginas. La quinta corrida de esa serie – no hay quinto malo – se conformaría con un encierro de la ganadería debutante del ingeniero Mariano Ramírez para Juan Silveti, Alfredo Leal y Paco Camino, sumando el primer y tercer espada, su segunda comparecencia en el coso de Naucalpan.

Se anunciaba también que ese festejo sería la despedida de Camino, aunque después se vería que regresaría en la temporada cuatro fechas más – 2 en marzo y 2 en abril –. Y es que había caído de pie ante la afición de la capital, aunque a algún sector de la prensa especializada no le pareciera de la categoría suficiente, ya fuera por su juventud o fuera por la manera que tenía de resolver las cosas delante de los toros. La realidad es que quienes objetaban su presencia en esos momentos, no alcanzaban a apreciar que tenían delante a un torero destinado a ser una figura de época.

Alfredo Leal y Tejón, segundo de la tarde

Alfredo Leal fue uno de los toreros surgidos en la generación de 1948. Quizás tardó en cuajar un poco más que varios de sus contemporáneos, por la arrolladora fuerza del fenómeno de los Tres Mosqueteros, pero su elegante planta y la pureza con la que ejecutaba el toreo, le llevaron a caminar un trecho largo por los ruedos del mundo y a ser considerado una importante figura de la tauromaquia mexicana en su día.

Ese domingo 21 de enero de 1962 Alfredo Leal tendría una de sus grandes tardes ante el público de la capital mexicana. En oportunidades anteriores había tenido ocasión de dejar apuntes de sus capacidades, emborronándolos con la espada o simplemente dejándolos allí, anotados, pero ese día, se mostró en plenitud. En un interesante documento, por la excepción que importa, don Abraham Bitar, en El Redondel del día de la corrida, relata el festejo en ausencia del cronista titular Alfonso de Icaza Ojo – por enfermedad – y dice:

“Tejón”, cárdeno, de bonita lámina y bien armado, sale como huracán y Alfredo Leal lo recibe con un farol de rodillas. Ya de pie suministra preciosísimas verónicas con los pies juntos, y como el remate fue airoso, se le aplaudió fuertemente… El del ingeniero Ramírez se arrancó de largo al caballo, y cosa rara, el piquero dejó la vara en todo lo alto. Quite de Alfredo Leal por ceñidas chicuelinas. Ovación. El mismo matador pide el cambio de tercio… Brinda Leal a la autoridad y luego a un particular. Cita desde lejos dando un pase cambiado por la espalda que resulta ser emocionantísimo. Luego toma la muleta con la izquierda para instrumentar seis grandes naturales en los que corrió la mano estupendamente, pasándose al toro por la faja. Ovación. Después de un breve intervalo, vuelve a poner cátedra con la izquierda, toreando a dos centímetros de los pitones. Remata la serie con un ajustado pase de pecho. Un molinete de rodillas, otro de pecho con la izquierda, y ahora con la derecha, templando y muy valiente; remata con un pase de pecho, y sigue la ovación. Un trincherazo que ni dibujado, pases cada vez más templados y ceñidos. La plaza es un manicomio. Un molinete, y entrando derecho y acostándose sobre el morrillo, coloca la espada en muy buen sitio, cayendo el toro muerto a sus pies. Ovación clamorosa, vueltas al ruedo, las dos orejas y el rabo. El público pide arrastre lento para el bravo ejemplar del ingeniero Mariano Ramírez… Todo en su punto, pues Leal no sólo lanceó estupendamente con el capote, sino que también realizó una extraordinaria faena con la muleta, en la que corrieron parejas el arte y el valor… Además, entró a matar como pocas veces se estila. Un triunfo grande, muy merecido…

Para don Abraham, la faena fue completa y no le encuentra exceso a los trofeos concedidos en el caso. 

Una segunda versión es la de Carlos León, en su tribuna del Novedades, al día siguiente de la corrida, en forma de carta abierta dirigida a la cantante Lola Beltrán, a la sazón esposa del torero, de la que extraigo:

Desde que entrevisté a tu Alfredo por la radio y declaró que uno de los toros que le gustaban era el que llevaba el nombre de “Tejón”, bicho que la suerte le deparó en su lote, me latió que iba a salir en plan de me he de comer esa tuna, aunque me espine la mano. Pues, aun sin saber cómo era la embestida del bicho – que luego fue ideal –, se arrodilló en el tercio y lo saludó con un lance afarolado que arrancó un alarido de emoción, a pesar de la enorme distancia. Pero, ya de pie, le hizo la estatua en lances erguidos, como dos arbolitos que parecen gemelos, para luego cargarle la suerte desdeñosamente y hacer que las verónicas se abrieran como jacaranda en flor. Y luego, tras la primera y única vara, brotaron las chicuelinas cadenciosas, solemnes, donde el noble bicho iba y venía pegado a él, como la hiedra… ¡Gran toro era ese “Tejón”, el hermoso cárdeno de las dehesas tapatías de Don Mariano Ramírez! Pero en plan grande, también, se puso tu marido, después de haber brindado al coronel García Valseca, tal vez porque torear a tan sedeño bicho era como lidiar a una bicicleta. Pero no creas que con eso – ¡nada más lejos de mi intención! – trato de restarle mérito. Al contrario, Lola: bien sabes que mientras más tonto es un toro, más inteligente tiene que ser el torero. Pues las reses bravas son como las cuerdas de la guitarra: hay que empezar por templarlas... o no hay concierto posible… ¡Y vaya si hubo concierto! Después del garboso y estatuario pase cambiado, por la espalda, Alfredo se quedó con la muleta en la mano torera, para ligar cinco naturales extraordinarios que rubricó con el forzado de pecho, pero de gorrioncillo pecho amarillo, que hizo estallar en trinos de entusiasmo a los millares de jilgueros que volvieron a abarrotar la jaula de San Bartolo)… Siguió con la zurda, en nueva serie de estupendos naturales, para otra vez rematar con ceñido pectoral, donde los pitones, como las balas perdidas, pegaron siempre en su pecho. De hinojos, se adornó con el molinete de rodillas y uno de costado sin incorporarse, para continuar en redondo con tandas de derechazos por abajo, que te hubieran hecho exclamar jubilosa: ¡Ay, qué laureles tan verdes, qué rosas tan encendidas! … Y lo mató superiormente, en corto y por derecho, sepultando en lo alto el acero, con lo cual “Tejón” le duró menos que Rosita Alvírez. Desbordado el justo entusiasmo por tan triunfal presentación, le dieron las dos orejas y el rabo y un par de vueltas al ruedo, habiendo salido también el ganadero escrupuloso que envió tan nobilísimo ejemplar. Había habido perfecta correspondencia entre la bondad del toro y lo bueno del torero y, ¡qué bonito es el amor, cuando es bien correspondido! … ¡Como la pinten la brinco y al son que toquen bailo! …

La versión del puntilloso Carlos León también coincide en la grandeza del triunfo del llamado Príncipe del Toreo, lo que puede dejar claro que el triunfo de Leal esa tarde fue rotundo y sin mancha.

Así firmó Alfredo Leal El Príncipe del Toreo su primer triunfo rotundo ante la afición de la capital mexicana, porque, aunque en la Plaza México y en el mismo Cuatro Caminos había tenido ocasión de dejar destellos de las posibilidades de su hacer ante los toros, no había tenido una tarde con la rotundidad de la que redondeó ante Tejón del ingeniero Mariano Ramírez. No exageraría al decir que este fue su despegue para convertirse en una auténtica figura del toreo mexicano.

Los demás sucesos del festejo

Juan Silveti estuvo bien con Compadrito el que abrió plaza y ante el sardo cuarto, Sardito, tuvo un inicio de faena de gran lucimiento que se vio interrumpido de pronto por la falta de fuerza del toro. Fue tan buena su actuación que hasta al mismísimo Carlos León, que lo fustigaba por considerar que su toreo no emocionaba, le pareció valedera su actuación.

Y Paco Camino volvió a tener una tarde exitosa, ante el sexto, Chatito, al que le cortó las orejas, y contó Carlos León:

… Pero vino lo asombroso. Aunque el toro “Chatito” estaba como la yerba mala, sin poderse arrancar, Paco lo enceló con el engaño y con el cuerpo, se le puso muy cerca y lo obligó a embestir. A partir de ese instante en que Paco convirtió a la res en noble colaboradora, desde un principio se vio que las primeras gotas fueron las de un fuerte chaparrón. Las tandas de derechazos y de naturales fueron un prodigio por el mando de sus brazos y por la manera de quebrar la cintura para darle dimensión de eternidad a los extraordinarios mule-tazos. ¡Un faenón... lo que se dice un faenón! El toro, como hipnotizado, iba tras la muleta como si no supiera que embestía, así como el agua no tiene sed y el sol no sabe que alumbra… La multitud que momentos antes silbaba “Las Golondrinas” en, plan de chufla, tuvo que entregarse y aclamar al gran artista de Sevilla, al torero niño que había logrado una hazaña de hombre. De hombría fue igualmente la forma en que Paco se volcó sobre el morrillo de “Chatito” para lograr un estoconazo de los que se ven pocas veces, en medio de tantas auroras que son puñaladas… Un adiós que tendrá que ser un hasta luego, pues el sevillano deja un cartel de torero predilecto del público mexicano. Le dieron solamente dos orejas, pues el juez – que está en la higuera más que en palco de la autoridad – no comprendió el portento y negó la concesión del rabo. Pero las masas populares, con más sentido de la justicia, izaron sobre sus hombros a Paquito Camino, que abandonó la plaza ensordecido por aclamaciones de escandalera grande…

Los toros de Mariano Ramírez

Decía al inicio que la ganadería del ingeniero Ramírez debutaba ante el público de la capital. Prudente es aclarar que lo hacía con corrida de toros, pues con la simiente con que inició su andadura ganadera – toros y vacas de Pastejé, comprados a don Eduardo N. Iturbide –, había presentado una novillada en la Plaza México en 1956.

En 1958, enajena la totalidad de ese ganado y adquiere de don Rubén Carvajal la mitad de la ganadería de Zotoluca – 110 vacas y 5 sementales –, a la que agrega sementales de Piedras Negras y La Laguna y es a partir de esa base genética con la que construye la historia y la leyenda de su ganadería.

La crónica de Bitar en El Redondel expresa acerca de los toros lidiados:

Se nos informa que Leal le había pedido al doctor Gaona la corrida del ingeniero pues ya había tenido muchos éxitos en los Estados con ellos. Sigue la ovación a Leal, que continúa dando vueltas al ruedo… Leal se dirige al palco del ganadero, que es fuertemente ovacionado, y se hace acompañar de él en su tercera vuelta al ruedo en medio del entusiasmo grande…

Así, esa tarde de hace seis décadas, se veía el esfuerzo de la primera camada de toros lograda con esa procedencia y que representó un importante éxito para toreros y ganadero. Una tarde definitivamente redonda, de las que no se viven con frecuencia.

domingo, 16 de enero de 2022

16 de enero de 1972: Manolo Martínez y Jarocho de San Mateo

Manolo Martínez
La temporada 1971 – 72 de la Plaza México constó de 18 festejos, mismos que fueron organizados bajo la dirección de don Javier Garfias, en esos días encargado de la dirección de la tristemente célebre DEMSA. Fue un ciclo en el que comparecieron por los toreros de ultramar Paquirri, Curro Vázquez, José Luis Galloso, Palomo Linares y José Luis Parada y entre los nacionales, Alfredo Leal, Joselito Huerta – que reaparecía después del problema de salud que tuvo el año anterior –, Manolo Martínez, Curro Rivera, Eloy Cavazos, Jesús Solórzano, Jaime Rangel y Adrián Romero. Los hechos se irían alineando de manera tal, que el eje de la temporada sería precisamente el nombrado Manolo Martínez, que terminaría toreando 10 de esos festejos.

En el derecho de apartado de esa temporada se anunció la reaparición de Luis Miguel Dominguín, que volvería a la gran plaza después de que actuara en ella por última vez el el 11 de marzo de 1956, alternando con Calesero y Alfredo Leal, que confirmaba su alternativa sevillana. En ese festejo se lidiaron 3 toros de Jesús Cabrera y 3 de Rancho Seco y resultó muy accidentado por la escasa presencia y fuerza del ganado y por la negativa del Juez de Plaza a aceptar un toro de regalo del Poeta del Toreo, que se le encaró, lo increpó y se fue con una multa al canto. Al final de cuentas, como veremos, el hijo de Domingo González Mateos no volvería a torear en la México, anunciado se quedó.

Manolo Martínez

La sola mención de su nombre es abrir un espacio amplísimo para la discusión. Hay quienes admiran lo que realizó en los ruedos y también en igual o mayor número, quienes consideran que es el padre de todos los males que nuestra fiesta vive en estos tiempos que corren. Todo el mundo lleva la cuenta de los rabos que cortó en la México – 10 en total, uno simbólico y dos a toros de regalo – pero pocos reparan en que realizó diecisiete faenas en las que cortó dos orejas, y que, al menos en cinco de ellas – Halcón de Jesús Cabrera, Clavijero de Torrecilla, Oro Negro de Xajay y Siempre sí de Los Martínez – tuvo petición de rabo que no fue concedido. 

La quinta faena es la que me ocupa en este momento, la de Jarocho de San Mateo, a juicio de muchos entendidos, la mejor que realizó en su paso por el llamado Coso de Insurgentes. Así pues, al final de cuentas, el engrose de la historia del torero de Monterrey tiene aún aristas por examinar que van más allá de lo evidente. Y habrá que revisar también las faenas arruinadas por su proverbial mal manejo de la espada. Y es que no hay que olvidar, que, a esta fecha, es todavía el torero que más festejos ha toreado en la plaza de toros más grande del mundo.

La octava corrida de la temporada 1971 – 72

Expresaba líneas arriba que este ciclo sería el de la reaparición de Luis Miguel Dominguín en la Plaza México. Precisamente estaba destinado este festejo, el octavo, para ese hecho. Sin embargo, el 28 de noviembre, en Lima, se fracturó tres dedos de la mano derecha y en ese momento comenzó a suspender sus actuaciones subsecuentes cancelando las de las ferias de Quito, Bogotá y Mérida en Venezuela. Posteriormente, anunció a la prensa de su país que reaparecería ya en España hasta después de las ferias de Castellón y Valencia. (El Ruedo, 25 de enero de 1972).

En esas condiciones, el cartel de ese octavo festejo se conformó con toros de San Mateo para Manolo Espinosa Armillita, el nombrado Manolo Martínez y Sebastián Palomo Linares, siendo para el primer y tercer espada, su presentación en la temporada. El encierro de San Mateo fue disparejo y de poco volumen, apenas promedió 457 kilos según los cartelillos, pero las crónicas reflejan que los toros tenían cara de adultos y que las complicaciones que sacaron eran las que generalmente van asociadas con la edad.

Jarocho, quinto de la tarde

Manolo Martínez ya había dado una vuelta al ruedo tras despachar a Chaparrón, el primero de su lote y segundo de la tarde. Hoy ver a un torero dar una vuelta al ruedo sin un apéndice en la mano es algo casi inusitado, pero en aquellos tiempos de hace medio siglo, la afición todavía sabía premiar el quehacer de los toreros fuera de consideraciones triunfalistas.

Pero la tarde alcanzaría su punto más alto durante la lidia del quinto, Jarocho, un toro que no se distinguió precisamente por ser bravo, que correteó por todo el ruedo y que en cuanto encontró el refugio de la zona de tablas, allí se puso para que fueran a buscarlo. Y Manolo Martínez fue. Y lo encontró. Y le hizo la faena. Y, siendo, todavía, a estas fechas, el máximo común divisor en las opiniones acerca de las cosas de los toros en este país, puso de acuerdo a todos esa fecha. A los que estaban a su favor, a los que estaban en su contra y a los que no asumían abiertamente una posición.

Parte de la descripción que hizo don Manuel García Santos para su crónica publicada en El Sol de México al día siguiente de la corrida, dice:

Con “Jarocho” vendría el triunfo grande… Abandonó el torero su abulia. Se entregó al placer de torear, y realizó el milagro de convertir a un manso en toro de faena. Y vino la faena… Toda ella fue un dechado de valor, de afición, de dominio y de arte… En uno de los muletazos, “Jarocho” le tiró un gañafón capaz de amilanar al torero más valiente. Martínez no se desconfió. Continuó dibujando los muletazos ante una plaza absorta y la plaza lo ovacionaba… ya el toro iba por donde Martínez lo llevaba… Una estocada caída – causa de la no concesión del rabo –, y una agonía larga del toro dieron fin a la actuación de Martínez, que derrochó entrega, amor propio y arte. Cortó dos orejas y dio dos vueltas al ruedo…

Por su parte, Carlos León, en su tribuna del Novedades, desde la que cada domingo fustigaba, viniera al caso o no, al diestro regiomontano, dijo:

A este “Jarocho”, que ni para La Bamba servía, el reinero acabó por acorralarlo entre el farallón del burladero de matadores y el velamen de carabela colombina de su muleta. Y ya no hubo escapatoria posible… Puesto a elegir el toro entre estrellarse contra los tableros o aceptar tragarse tal cantidad de trapo, en su derrota optó por lo segundo, y reconoció – como no tengo empacho en reconocerlo yo – que la machacona tenacidad del reinero pudo más que la huidiza cobardía del toro… Y esa maestría y ese dominio, ese poderío de lidiador tienen más importancia que las chirimías y los teponaxtles del congestionado toreo “a la xochimilca” … Mató de magnífico estoconazo y le concedieron dos orejas, ganándose una bronca el juez que negó la concesión del rabo… Pero un par de vueltas al ruedo entre unánimes aclamaciones valen más que los apéndices que con tanta frecuencia se regalan…

El licenciado Antonio García Castillo, firmando como Jarameño, en Ovaciones a su vez, opinó:

La de ayer a “Jarocho” podemos bautizarla como “La Faena sin Rabo” … Sí, porque ha habido muchas, muchísimas faenas con orejas y rabo, pero nunca, que sepamos, se ha realizado una faena con la magnitud, la hondura, el torerismo y la calidad de la ejecutada por Manolo Martínez, la cual no se haya premiado con el rabo… Así pues, quien negó ese rabo, puede sentirse profundamente orgulloso de su taurinismo: ¡pasará a la historia por ello! …Y la adamantina luminosidad del natural, y el cabrilleo del derechazo, y la pincelada eufórica del martinete y la severidad solemne del de pecho… ¡Jugar con el toro! ¡Pero amigos, jugar con ese toro al que se ha dominado, con el que se ha hecho lo que se ha querido, porque se ha podido! … Una estocada entera, que tardó en hacer efecto, y la clarinada de entrega absoluta, total. El volcarse con todo entusiasmo ante el arte de excepción – sí de excepción – de Manolo Martínez… ¡Miento! … No fue total la entrega. Había un hombre impasible. Un hombre que presidía la corrida y que displicentemente fumaba un cigarrillo. ¡El hombre que ha permitido que bauticemos esta croniquilla de esta faena histórica como “La Faena sin Rabo”!

Y por supuesto, no puede faltar la visión de José Alameda acerca de este hecho, que en El Heraldo de México, expresó:

…Con mucho sentido, “Jarocho” adelantaba un paso, y sólo se arrancaba cuando creía segura la presa… Pero lo burló el torero una y otra vez… Y cuando se dio cuenta de que el encastado sanmateíno empezaba a destantearse, entonces dio un paso más… Enganchó al enemigo en la muleta y le corrió la mano en los derechazos, para rematar con el de pecho… Luego lo hizo con la izquierda. Y poco a poco, después de haberle cortado el traje a la medida, mientras el toro, áspero por su casta al principio, se iba sometiendo al imperio del torero… Al final, cerca de tablas (donde se refugió el bicho), ya no había dos poderes sino uno solo, el de Manolo, que se recreó al torear con verticalidad absoluta y a cada pase con más temple, mientras el grito de ¡torero! ¡torero! rebotaba por el graderío… Entró a matar por derecho y dejó la estocada. Se amorcilló el toro… Pero el torero y el público esperaron… y la plaza se puso blanca de pañuelos en demanda de los trofeos. Concedió la autoridad dos orejas. Surgió el clamor – ¡Rabo, rabo! –, cada vez más fuerte. Pero el juez no quiso oírlo…  Habrá que defender al pueblo de sus defensores…

Como se puede ver de las opiniones de los cronistas, hay una que destaca un aspecto de la faena de Manolo Martínez a Jarocho que parece explicar la no concesión del rabo al torero y es la de don Manuel García Santos, que expresa con claridad que la estocada fue caída. Las demás hablan de una estocada – unos dicen que fue entera y Carlos León lo llama magnífico estoconazo – aunque hoy a medio siglo de distancia, difícil será conocer el por qué.

Para concluir

El propio Manolo Martínez en alguna ocasión expresó que los apéndices no son más que retazos de toro. Resultados como el de esta tarde de Jarocho parecieran confirmar esa afirmación, porque al final del día, la concesión o no de éstos depende de la voluntad del que ocupa el palco de la autoridad o del ánimo celebrativo de la concurrencia, así pues, el número de apéndices concedidos no coincide precisamente con el valor de la obra del torero ante el toro.

Pero todo esto es, siguiendo a José Alameda, parte del seguro azar del toreo.

Aviso Parroquial: Agradezco a mi amigo Horacio Reiba Alcalino, el haberme puesto sobre la pista de este asunto. Y, por otra parte, siguiendo la costumbre del ya multicitado Fernández y López Valdemoro, brindo estas líneas al amigo Gastón Ramírez Cuevas con motivo de su cumpleaños. Supongo que en su día, disfrutó esta tarde de toros.

domingo, 9 de enero de 2022

1º de enero de 1962. El debut de Paco Camino en México (IV/IV)

El Toreo de Cuatro Caminos

El semanario El Redondel del 24 de diciembre de 1961 recogía en una breve nota que Paco Camino se concentraría en la ganadería de La Punta para prepararse para sus inminentes compromisos, sobre todo, porque llegó a México con la mano derecha enyesada, como resultado de una lesión que sufrió en Lima y de la que manifestó encontrarse ya restablecido. Intuyo aquí la mano del incombustible negociador, don José C. Madrazo, que, honrando la amistad que siempre le unió con el doctor Gaona, le facilitó al eje de su temporada cuatrocaminera el lugar para aclimatarse a la altura y al toro mexicano.

Ya comenté el pasado domingo el resultado poco halagüeño de la corrida de presentación del que al paso de los años sería llamado El Niño Sabio de Camas, pero también apuntaba que el siguiente domingo, el 7 de enero de ese 1962, tendría ocasión de hacer su declaración de intenciones en ruedos de México. El cartel se formaría con toros de Tequisquiapan, propiedad en esos días de don Fernando de la Mora Madaleno, para ser lidiados por Manuel Capetillo, Paco Camino y Felipe Rosas.

Paco Camino y Papelero de Tequisquiapan

Paco Camino fue duramente tratado por la prensa taurina antes y después de su primera actuación en El Toreo. Improvisado fue lo menos que le llamó don Alfonso de Icaza, partiendo del hecho de su juventud y sin reparar en el hecho de que el encierro que se lidió el primer día del año 62 fue malo, tuvo por ratificada su aseveración previa. Por su parte, Carlos León lo calificó de ratonero. Duros juicios que ponían cuesta arriba esta segunda tarde de Camino ante la afición mexicana.

El quinto toro de esa tarde del 7 de enero del 62 se llamó Papelero y formó parte de un lote que, en el balance final de Ojo, junto con el sexto, salvó casi in extremis una tarde que parecía irse al garete. De la actuación de Paco Camino, el citado cronista de El Redondel, en su edición del mismo día de la corrida, escribió lo siguiente:

Paco Camino brinda a los tendidos y después de hacerse de su enemigo da dos trincherazos que le son festejados por el público. El toro acude a donde lo llaman y Camino da un natural sin aguante y tres más positivamente superiores que arrancan la primera ovación de la tarde. Sigue toreando con la izquierda, a ratos con verdadero primor y cuando remata con el de pecho vuelve la gente a entusiasmarse.

Cuatro magníficos derechazos. Ovacionaza, y como el toro es que ni de encargo, y el torero está de vena, vemos una faena completísima en la que tan pronto corre la mano con absoluta limpieza, como se adorna de mil maneras. El público está loco de entusiasmo y ya desde este momento hay quien pida la oreja para el niño sevillano, que trata de entrar a matar, pero desiste de ello, para recurrir a los pases lasernistas. El noble burel echa la cabeza al suelo y ello dificulta que Camino entre a herir. Lo hace a toro humillado y deja media estocada tendida, después de la cual arman los peones un herradero de los mil demonios. El bicho tose, se le llena la boca de sangre, y dobla, al fin y al cabo, escuchando su matador una ovación clamorosa, con petición unánime de oreja, en medio de dianas, vueltas al ruedo y demás manifestaciones. La autoridad concede un solo apéndice, pero hay protestas y se le entregan las dos, prolongándose los aplausos unos minutos durante los cuales Paco Camino recorre varias veces el ruedo.

Tardadito, pero buena paga, que decimos los mexicanos…

Al final, don Alfonso de Icaza acabó por rendir la plaza, a regañadientes quizás, pero reconoció que en Paco Camino había un torero que torea de muleta con calidad, con limpieza y que tiene la gracia para adornarse cuando las circunstancias así lo permiten. Y lo más interesante, no cuestiona las dos orejas que, a petición de la concurrencia, le fueron concedidas para pasear en vueltas triunfales.

Por su parte, el cronista de la Agencia France Presse – presumiblemente Don Neto – en la edición del diario El Informador, de la ciudad de Guadalajara, del día siguiente al de la corrida, resume así lo sucedido:

...Paco Camino fue el triunfador, dejando excelente sabor de boca en los aficionados por la grandiosa faena que realizó con el toro jugado en el lugar de honor. En su primero estuvo empeñoso y valiente, matando de gran estocada, pero a su segundo se lo pasó de muleta y tras de brindar al público, inició una suave faena en el centro del redondel, derechazos y naturales con arte soberano; muletazos de la firma y de trincherilla y pases de pecho, para entrar a matar con el toro humillado, cobrando una estocada ligeramente contraria que fue suficiente, cortando las dos orejas y dando varias vueltas al ruedo...

Días después, el 18 de enero, en el número correspondiente del semanario madrileño El Ruedo, el corresponsal Juan de Dios, escribió:

Pero mientras estamos pensando en todo esto ha salido «Papelero», el quinto de la tarde, y tras unos capotazos de tanteo y. un buen par de «Michelín» nos llama la atención que Paco se vaya al centro del anillo y brinde al entendido público mejicano. ¿Qué ha visto «er niño» en «Papelero» para brindar su muerte a los tendidos? ¡Expectación! ¿Qué va a ocurrir? ¿Será una falsa alarma? ¿O una andanada de falsas alharacas?

Pronto se descifra el enigma cuando Paco cita de lejos a «Papelero» y le da tres trincherazos majestuosos, llenos de gracia, de filigrana, de plasticidad, de armonía, que convierten a los tendidos en un verdadero manicomio. ¡Tres estruendosos olés acompañan los tres pases, y ya con la seguridad de que estamos ante un artista poco común, nos entregamos ante el arte deslumbrador del de Camas y acompañamos con nuestro entusiasmo toda la extraordinaria, maravillosa y torerísima faena que Paco va cuajando en esta fecha memorable del primer domingo del año sesenta y dos!

¡Ese es mi niño! Y Paco, con el rostro serio – por la seriedad que el momento sublime requiere –, se planta en los medios, cita de lejos – ¡con la franela en la izquierda! – cita y llama a su toro – ¡toro, torito bravo! –, y «Papelero», como entendiendo el lenguaje del niño de Camas, se arranca de largo, viene hacia el torero y este lo aguanta con un giro de la muñeca, embebiendo al noble animal en los vuelos de la muleta, avanzando cadenciosamente la tela para que, en un mimo doble, ni el trapo se sienta dañado por los afilados pitones de «Papelero», ni este se sienta defraudado en la distancia justa que el matador debe poner entre la muleta y él...

Con majestad y señorío modela cuatro naturales que son un prodigio de bien torear. Fuerza un pase de pecho y él «respetable» ya no sabe qué hacer. Las gargantas han enronquecido y ¡hay hasta quien llora de emoción! Es ¡el delirio! ¡La locura general! Y Paquito engarza otra serie de naturales, en donde el colorido, la majeza, el sentimiento, el ¡cante hondo por soleares! se conjuntan para crear una faena transparente, luminosa, a cuya luz se ve el embrujo y el duende sevillano.

Continúa Paco toreando, para más tarde adornarse, sin que el público le deje entrar a matar - ¡quiere seguir deleitándose con el arte soberano del andaluz! -. A nuestro juicio, esto le perjudica, pues el toro se pone difícil, baja la cabeza y, cuando Paquito inicia bien el viaje, el toro hace un extraño y el volapié no tiene la apoteosis de la estocada bien señalada. Sin estar mal situada, la encontramos un poco tendida.

Pero el público no quiere saber nada de esto, el toro cae y el blanco de los tendidos obliga al juez de plaza a otorgar las orejas. El juez se nace el remolón y concede una, pero los aficionados vuelven a la carga y hasta que no aparece el pañuelo en señal de concesión de la segunda no cesan los gritos y la cerrada ovación. Otras dos vueltas al ruedo – una de ellas con un sombrero charro – y ahí está el refrendo del público mejicano, de la gran calidad del torero de Camas...

Con estas tres versiones que pude encontrar, puedo afirmar que hay unanimidad en cuanto al triunfo de Paco Camino y al convencimiento de la afición capitalina acerca de sus posibilidades.

El resto del festejo

Manuel Capetillo tuvo una tarde complicada, pues, aunque fue respetuosamente silenciado en el que abrió plaza, en el segundo de su lote se la pasó entre dudas, las que trascendieron al tendido, lo que le concedió una ruidosa rechifla como final de su actuación. Por su parte Felipe Rosas le cortó la oreja al sexto, Bandolero, el otro toro potable del encierro, pero pasó algún momento de apuro al pasarlo de muleta, evitándole un percance mayor el oportuno quite de su banderillero David Siqueiros Tabaquito.


La repercusión de esta tarde

Esta corrida, como todas las de la temporada, eran transmitidas por la televisión abierta, así que a más de los 23,000 espectadores que podían ver el festejo en las localidades de la plaza, había un número más o menos indeterminado que lo apreciaba en la comodidad de su domicilio en la pantalla de la televisión.

Esas retransmisiones replicaron con creces el interés de conocer tanto a Paco Camino como a los demás toreros hispanos que fueron parte del derecho de apartado de esa temporada y de los cuales, algunos, aparte de Camino, llegaron a convertirse en verdaderos ídolos de la afición mexicana.

Los toreros que se importaron para alternar con nuestras figuras no eran conocidos más que por la prensa escrita y quizás por algún noticiero de televisión o cinematográfico. La apuesta de traerlos a México para presentarlos a la afición y hacer que entraran en su gusto era de gran riesgo, pero al final de cuentas redituó, pues se les combinó imaginativamente con los toreros mexicanos de la primera fila y la afición acudió a las taquillas para llenar las plazas y, además, como lo comenté antes, tenía el incentivo de la televisión abierta.

Eran otros modos de hacer las cosas, pero de lo que la historia nos deja como evidencia, parece que funcionaban. ¿Por qué no intentar volver sobre ellos en estos tiempos que corren?

domingo, 2 de enero de 2022

1º de enero de 1962. El debut de Paco Camino en México (III/IV)

Paco Camino


Despejados los asuntos sindicales pendientes, tanto entre los matadores de toros como entre los picadores y banderilleros, la empresa de el Toreo de Cuatro Caminos anunció, casi a porta gayola el derecho de apartado de su temporada. Con ese anuncio, parecía que todo estaba ya encaminado para que el ciclo de corridas de toros de la capital mexicana se diera sin sobresaltos, pero, aunque no tuviera efectos más que en la opinión pública, algunos ánimos no estaban de acuerdo con el estado de las cosas.

El hecho de que el anuncio de la temporada de Cuatro Caminos dejó ver que gravitaría en torno a la figura de Paco Camino, que había toreado 68 corridas en la temporada europea recién terminada, quedando de tercero en el escalafón detrás de Curro Girón y Diego Puerta no le pareció adecuado a más de algún influyente opinador, como es el caso de don Alfonso de Icaza Ojo, quien en su columna semanal Nuestro Comentario, aparecida en El Redondel del 7 de enero de 1962, entre otras cosas, escribió:

Hace tiempo que tenemos la creencia de que, actualmente, son mejores los toreros mexicanos que los españoles.

Y no por el hecho de haber nacido aquí – que el sitio donde se ve la luz primera nada supone en el caso – sino por la distinta manera como se desarrolla la fiesta en uno y otro país.

En México, el toreo es cosa de hombres; en España, de niños.

Aquí, para ser figura del toreo, se requiere, además de poseer cualidades especiales, dominar la profesión, lo que no se consigue, salvo casos excepcionalísimos, sino después de muchos años de práctica.

Así vemos que nuestros ases, “Calesero”, Procuna, Capetillo, Silveti, Leal o Joselito Huerta, para no citar sino a unos cuantos, llevan años y años de lidiar toros, años que les han servido para acumular conocimientos al mismo tiempo que para afinar su arte.

En España, en cambio, se improvisan ídolos a cada momento.

Y tan pronto es “primerísima figura” un jovencito de diecinueve años, como Paco Camino, que uno de veintiuno, como Diego Puerta, u otro improvisado aún, el ya famoso “El Cordobés”, que antes de tomar la alternativa, y nos atrevemos a decir que, sin ser todavía un auténtico torero, tiene ya un capital de quién sabe cuántos millones de pesetas.

Las figuras del toreo no se improvisan.

Aún los diestros especialmente precoces, como Joselito, “Armillita” y Arruza, necesitaron “cuajarse” para ascender a la primera fila.

No se nace sabiendo, ni se puede ser maestro en tauromaquia de buenas a primeras.

El toreo es cosa de hombres, tal y como se entiende en México, y no de criaturas como actualmente se estila en España...

Es decir, a juicio de uno de los principales periodistas taurinos de la época, dos de los toreros que encabezaban el escalafón europeo eran nada menos que unos improvisados, más que nada por su juventud. Y sumaba a esa infame categoría a El Cordobés, pendiente de alternativa, pero que en unos meses más, vendría a poner de cabeza a todo el entramado de la fiesta. ¿Sería que Ojo no se percató del cambio que ya se estaba produciendo o fue simplemente el hecho de no haber visto a los toreros a los que se refería?

Por su parte, Carlos León, en su crónica de la corrida del 1º de enero de hace 60 años, también arremetió contra Paco Camino, pues en su relación epistolar dirigida a Miguel Alemán Velasco, a propósito de un libro conmemorativo de la línea aérea Aeroméxico, deja este párrafo:

El torero se justifica en el ruedo y no con declaraciones a la prensa o promesas frente a los micrófonos, que luego no se cumplen ante los toros. En aquel histórico 8 de agosto de 1908, cuando los hermanos Wright volaron por vez primera sobre suelo europeo – a 10 metros de altura y sólo durante minuto y medio – fueron asediados a preguntas por los periodistas. Venciendo un taciturno silencio, Wilburg Wright se concretó a decir: el loro es el pájaro que más habla y menos vuela…

Así estaba el patio hace seis décadas. No parecía poder darse gusto a nadie.

La corrida del primer día del año 62

Se anunció un encierro de Pastejé para Alfonso Ramírez Calesero, Antonio del Olivar y el debutante Paco Camino. Las cosas se empezaron a torcer desde el inicio, pues los toros de Pastejé nada más no caminaron y dos de ellos fueron devueltos a los corrales, siendo sustituidos por uno de Piedras Negras (2º) y otro de La Laguna (4º). Acerca del encierro, el citado Carlos León, en su tribuna del Novedades, escribió:

Incierta, áspera y huidiza salió la corrida que vino de las dehesas de Ixtlahuaca, seguramente por un error, pues iban con destino al rastro de Ferrería. A mí no me sorprendieron las malas condiciones de lidia del descompuesto ganado, pues desde que Pastejé dejó de ser en cierta ocasión una ganadería de caballeros, como Don Eduardo N. Iturbide y la familia Barroso, obviamente tenía que enviar bichos resabiosos, con malas ideas y peores intenciones. Por supuesto no me equivoqué, y el encierro de hoy fue algo desastroso. De todas maneras, se supone que hay un reglamento taurino y un juez que lo aplique, pero el que también se supone que funge como autoridad, siguió violándolo. Dos toros se fueron al corral, sin haber salido antes los picadores. Seguramente eran mansos los bureles, pero había que demostrarlo y darle seriedad a la plaza de El Toreo, que no porque esté enclavada en un pueblo debe seguir siendo un circo de pachanga. Como quiera que sea, después de haber padecido ese ganado correoso y espantadizo, los toreros confirmaron la frase que ya es de ritual en los mentideros: Pastejé, ni en bisté…

La actuación de Paco Camino

Para don Alfonso de Icaza, su valoración previa pareció haberse cumplido con la actuación del torero de Camas, pues su apreciación de esta tarde, es la siguiente:

La primera impresión que tenemos del niño – torero hispano es que es habilidoso y que está muy puesto con el toro… A su primer enemigo, que huía hasta de su sombra, se empeñó en sujetarlo, y lo sujetó, con aplauso del público, pero a su segundo, que era más toreable, en lugar de pasárselo, optó por dar vueltas a su alrededor, entre pitos de la gente, que no gusta de paseos, sino del buen toreo, definido de tiempo atrás en tres palabras, que parece no conocer Paquito: parar, templar y mandar…

Por su parte, Carlos León, en la misma coloratura, opinó:

Camino se quedó en vereda… Cierto es que la corrida no fue manejable, pero el de Sevilla exageró su prudencia, confirmando las reservas y vacilaciones que ya observaba el crítico de Madrid. En pocas, en rarísimas ocasiones se pasó a los bichos con el percal o con la sarga, más cuando lo hizo fue a una distancia tan prudencial que no conmovió ni a su mozo de estoques. En cambio, colocado a la defensiva mostró una evidente habilidad, lo mismo bregando con la capichuela que al manejar la pañosa. Siempre sobre piernas, sin fijeza en las azogadas zapatillas, encorvado y habilísimo para meterse a los costillares, parece mentira que con tales trucos haya logrado de pronto conmover al público, que le celebró lo que erróneamente tomaron por potencialidad de lidiador, cuando eso tiene otro nombre exacto y preciso: ratonerismo.

Mas, si con el tercero le festejaron su ratonera facilidad para huir de los pitones y refugiarse en los cuartos traseros, con el sexto le chillaron el truquito de jugar al tiovivo y zara-gatear lo más lejos posible de las astas. Como había brindado a César Balsa, tarde se le hacía al sevillano para irse de la plaza y seguir bailando en el Jacaranda. Pero, como es bastante malito con la espada, se le cansó el brazo pinchando hasta que optó por un ignominioso espadazo en el chaleco. Total: que, si Paco es Camino, Del Olivar es carretera. O tal vez, autopista de las que pueden llegar muy lejos…

Como se ve, simplemente, para los dos cronistas citados, Paco Camino no tuvo manera de llegar a un entendimiento con su hacer delante de los toros.

El resto del festejo

Calesero fue abroncado al final de sus actuaciones, pero firmó un gran ramillete de verónicas ante el cuarto de la tarde Perdigón y Antonio del Olivar le realizó una valiente y dramática faena al quinto, Barquillero, recibiendo como premio una oreja, que fue protestada por el espadazo defectuoso con el que despachó al toro, pero fue requerido para dar dos vueltas al ruedo con mucha fuerza.

Lo que venía por delante

Paco Camino regresaría a Cuatro Caminos el día 7 de enero de 1962 y en esa tarde tendría la ocasión de hacer su declaración de intenciones. Pero de eso trataré de ocuparme el próximo domingo, si así lo tienen ustedes a bien.

sábado, 1 de enero de 2022

1º de enero de 1962. El debut de Paco Camino en México (II/IV)

El Toreo de Cuatro Caminos

Las noticias llegadas de España daban a entender que las cosas estaban ya dispuestas para que empezaran los trámites relativos al ofrecimiento de la temporada 1961 – 62 en el Toreo de Cuatro Caminos, pero también en México soplaban vientos de fronda. Los días pasaban y el doctor Gaona no anunciaba ni el arranque de la temporada ni la venta del derecho de apartado. Es, en una de las fechas inicialmente proyectadas para el inicio del serial – 14 de diciembre de 1961 –, que aparece en el semanario El Redondel, la siguiente información:

La Unión de Picadores y Banderilleros Exige Ahora Contratos Colectivos Pudo Presentar sus Demandas a Tiempo, Pero no; Esperó a Ultima Hora, Para Presionar a la Empresa… Decididamente, la fiesta brava, siendo el espectáculo más popular de México, halla a su paso, en nuestro país, los más grandes obstáculos… Dígalo, si no, la actitud de la Unión Mexicana de Picadores y Banderilleros, que ahora exige contratos colectivos de trabajo, pudiendo haber hecho sus peticiones con tiempo, y no a última hora, cuando trata de presionar a la empresa, que ya tenía todo arreglado para inaugurar la temporada el domingo próximo… Hace tiempo la Junta de Conciliación y Arbitraje falló en contra de la Unión, un pleito en que se discutía quiénes eran los “patrones” de los subalternos; si las empresas o los matadores a cuyas órdenes salen al ruedo y que son, además, quienes los designan… Así las cosas, los picadores y banderilleros siguieron toreando sin protestar, pero en vísperas y a de temporada exigen a la empresa capitalina la firma de contratos colectivos, tal y como si dependieran de ella… Por de pronto, al no haber recibido órdenes de la empresa de que publicáramos sus habituales anuncios, podemos sacar la conclusión de que no habrá corridas, ni el domingo 24, ni el lunes 25, tal y como se proyectaba… ¿Y las del 31 de este mes y el 1º de enero? … Posiblemente tampoco, porque hay que abrir, previamente, el Derecho de Apartado, y llevar a cabo otros varios preparativos que probablemente no seguirán su curso ante lo incierto de la situación…


Efectivamente, en una inserción pagada, en una página diversa del semanario, la Unión Mexicana de Picadores y Banderilleros convocaba a una Asamblea General para el día 20 de diciembre siguiente, a las diez de la mañana, para tratar urgentes asuntos que deben resolverse en asamblea, siendo los asuntos, la cuestión del contrato colectivo al que querían vincular al Toreo de Cuatro Caminos como centro de trabajo y en consecuencia, a las empresas que en ella dieran festejos taurinos.

La asamblea de la UMPYB

La asamblea se celebró y al final se impuso la cordura. Un grupo más radical, encabezado por el inefable Pancho Balderas y al que acompañaban el banderillero Antonio Rangel y los picadores Felipe Bedolla El Hielero y Perete, proponían parar hasta que la Suprema Corte de Justicia de la Nación resolviera si había relación de trabajo con la empresa organizadora de los festejos o con el torero que los llevaba en su cuadrilla, asunto que estaba pendiente desde tiempo antes y los más, moderados, viendo que esa resolución podía tomarse quizás algunos años, propusieron y consiguieron que se siguiera adelante con la temporada en las condiciones acostumbradas, pues de ser favorable la resolución de la Corte, podrían exigir después todo lo que les correspondía.

Evidentemente había un trasfondo extrataurino en la actitud de los dirigentes de la Unión, porque cuenta don Alfonso de Icaza en el propio semanario que al recibir la visita de esos directivos, primero negaron conocer el laudo que era objeto de examen en la Suprema Corte, pero después aceptaron que fueron ellos quienes promovieron el juicio de amparo en su contra y posteriormente admitieron que realmente no les interesaba un contrato colectivo con la empresa de Cuatro Caminos, sino solamente con la de la Plaza México. Es decir, manifestaron un sinsentido tras otro para tratar de justificar algo que no tenía explicación alguna. 

El anuncio del inicio de la temporada

En el número de El Redondel aparecido el 24 de diciembre de ese 1961 se hizo por fin público que la temporada 1961 – 62 arrancaría en el Toreo de Cuatro Caminos:

En vista de la loable actitud conciliadora de los subalternos, el domingo próximo se inaugurará la temporada en la plaza “El Toreo”, de Cuatro Caminos, con el siguiente cartel: seis toros de primera clase de la ganadería de La Laguna, para Antonio Velázquez, Juan Silveti y Fermín Murillo, que será el primer diestro hispano que actúe en una plaza capitalina, una vez reanudado el intercambio taurino entre ambos países… Al día siguiente, lunes 1º de enero de 1962, se celebrará la segunda corrida, presentándose el atildado diestro Alfonso Ramírez, “Calesero”, y debutando el sevillano Paco Camino…

También, en la misma nota, se dieron a conocer los elementos del derecho de apartado, que desde ese momento estaba a disposición de los aficionados en las oficinas de la empresa, ubicadas en Edison 91:

La empresa que regentea el doctor Alfonso Gaona ofrece un cartel de primer orden, indiscutiblemente, por más que falten algunos nombres, por la sencilla razón de que no podían figurar todos.

He aquí la lista de matadores contratados: Mexicanos: “El Calesero”, Velázquez, Rodríguez. Capetillo, Juan Silveti, Jorge Aguilar, Alfredo Leal, Antonio del Olivar, J. Ramón Tirado, Jaime Rangel. Felipe Rosas y “El Imposible”. Españoles: Joaquín Bernadó, Luis Segura, Fermín Murillo, Paco Camino, Juan García “Mondeño” y además el rejoneador Angel Peralta…

En cuanto al elemento toro hay comprados suficientes encierros de las ganaderías de Piedras Negras, La Laguna, Coaxamalucan, Xajay, Zacatepec, Rancho Seco, La Punta. Pastejé, Tequisquiapan, Peñuelas y Mariano Ramírez, siendo de esperarse que la lista se complete con nombres tan prestigiados como los de Valparaíso, Torrecilla, J. Julián Llaguno, Las Huertas, Mimiahuápam, y algunas vacadas más…


La misma información agrega que en El Toreo se darían 10 festejos y en la Plaza México 12, para completar la temporada. Al final en Cuatro Caminos se dieron 19 festejos. También agregó acerca de los diestros contratados lo siguiente: 

Los nombres que más falta hacen son, entre los mexicanos, las de Fermín Rivera, que no quiso torear por motivos de delicadeza; Luis Procuna, torero de gran arraigo entre nuestra afición; Joselito Huerta, cuyas posibilidades son muchas; Jesús Córdoba, el otro “Mosquetero”, que tan buenas actuaciones ha tenido últimamente en Colombia, Humberto Moro, al gran muletero norteño; y Jaime Bravo, de valor desconcertante, amén de los de otros diestros que tienen cartel y que prometen, y en cuanto a los españoles se echa de menos a Antonio Ordóñez, que está impedido por lesiones en un pie; Diego Puerta, Curro Romero y “El Viti”, pero repetimos, no era cosa de contratar a todos para esta temporada; ya los conoceremos en la próxima, o antes, si tes circunstancias así lo requieren…

En torno a esta última información, valdría agregar que Luis Castro El Soldado, Raúl Acha Rovira, Joselito Huerta y Pablo Lozano actuaron sin estar anunciados en el apartado cuatrocaminero. También aclarar que, en el caso de Antonio Ordóñez, más que una lesión en un pie, como quedó asentado en la primera parte de esta serie, su ausencia se debió más bien a su inconformidad con los términos del convenio que se pactó entre las torerías de su país y el nuestro.

La corrida inaugural


El triunfador del festejo resultó ser Juan Silveti, quien cortó una oreja al primer toro de su lote, segundo de la tarde. El encierro de La Laguna no se prestó a mayores hazañas y Antonio Velázquez estuvo digno con lo que le salió de toriles, en tanto que Fermín Murillo saldó su tarde con una cornada. Quien firmó como Juan de Dios, corresponsal del semanario madrileño El Ruedo, en el número fechado el 11 de enero de 1962, resume así esta tarde:

Y la gran ovación – primera de la temporada – iba dirigida, más que a los que en ese momento se adelantaban a enfrentarse con las astas ¡del peligro!, a aquellos que habían hecho posible hacer realidad las ansias de la afición entera: ¡el intercambio taurino entre España y Méjico! …

Velázquez, Juanito Silveti y Fermín Murillo, el espigado «mañico» al que cabía el alto honor de romper el luego sagrado en pos de un prestigio que en España tiene raigambre: ¡el prestigio en la fiesta, más bonita y hermosa que existe! ¡En la fiesta heroica de los toros! Y en verdad que el simpático Fermín dejó en muy buen lugar la categoría taurina española. ¡Con su sangre rindió tributo! Y con su dolor – moral, por no conseguir el triunfo ansiado – y dolor físico en sus carnes dejaba patentizado el estoicismo de los hombres que en la vieja Iberia se juegan la vida ante las astas de los toros…

Pero la realidad es que, a pesar de la oreja cortada por Silveti, poco hay que destacar en esta corrida inicial, a no ser la traicionera cornada que dio su primer toro al aragonés Murillo, quien dejó muy buen sabor de boca y al que se le auguran buenos triunfos en Méjico. Vuelve a torear a mediados de mes y ojalá triunfe el bueno de Fermín…

Así fueron vistas las cosas ese último día de 1961, víspera de la presentación de Paco Camino en las plazas de México. Como veremos el día de mañana, los ánimos no estaban muy dispuestos a su favor, lo que a la vista de lo que consiguió a la vuelta de los años, le añade un mérito mayor. Pero sobre eso, hasta mañana.

Aldeanos