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domingo, 4 de septiembre de 2022

5 de septiembre de 1948: Rafael Rodríguez se presenta en la Plaza México

Dr. Alfonso Gaona, Rafael Rodríguez y Juan Espinosa Armillita
Plaza México, 5 de septiembre de 1948 - Foto: Carlos González
Colección de la Familia Rodríguez Arellano

El nombre de Rafael Rodríguez comenzó a sentirse en el ambiente taurino hidrocálido durante el año de 1947. Empezó a ser conocido como un torero de un valor imperturbable, pues se quedaba bien quieto ante las reses que se lidiaban en las ferias regionales de las localidades aledañas a Aguascalientes, en las que generalmente se corrían novillos defectuosos, de media casta o vacas. Muchos pensaron que, si Rafael le pudiera hacer a los toros lo mismo que les hacía a esos animales, casi con seguridad, llegaría a ser figura del toreo.

Don Arturo Muñoz La Chicha, quien fuera banderillero fijo en la cuadrilla de Rafael Rodríguez, le contó en su día a Gustavo Arturo de Alba:

Allá por julio del año 47, todo el mundo lo conocía como “Rafaelillo”. Quién lo trajo aquí fue Alejandro Cázares y luego – luego, comenzó a correr el run – run de que “Rafaelillo” quiere ser torero… Pero en realidad yo no lo había visto torear, sino hasta el día 8 de enero de 1948, en que toreaban en Tlaltenango, Zacatecas, “Calesero” y Jesús Guerra “Guerrita”, en un mano a mano. El empresario de la plaza – no me acuerdo como se llamaba – le preguntó a “Calesero” que, si le podía echar dos novillos a Rafael Rodríguez “Rafaelillo” … Calesero le dijo: “Si hombre, como no, échele los que quiera” … Le echó, entonces, dos toros el empresario ese a Rafael, pero bien servidos, híjole, fue la primera vez que yo vi torear a Rafael Rodríguez, el domingo 8 de enero del año 48. ¿Cómo estuvo Rafael? Mecachis en la mar salada… estuvo imponentísimo, es esa la ocasión en que yo vi torear por primera vez, a ese torero, “Rafaelillo” …

Después de esa actuación de principios de año, Rafael Rodríguez se presentó en un festival que se dio en la plaza de toros San Marcos, el 4 de abril, a beneficio de la Cruz Roja y de los festejos para celebrar el Día del Soldado, lidiando un novillo de Garabato y alternando con Fernando Brand, Felipe Ávila, Andrés Guerrero, Alfredo Rivera y Felipe Bernal El Chelín en la lidia de novillos de Garabato y Presillas.

Las primeras novilladas

Y sí. En esa tarde de festival Rafael Rodríguez dejó una firme declaración de intenciones y captó el interés de los aficionados. Tanto, que dos de ellos, don Jesús Pérez Jiménez y don Rafael Hernández Guerrero, sin dedicarse a ello, se propusieron organizar una novillada para que el todavía conocido como Rafaelillo pudiera presentarse aquí vestido de luces y corroborar lo que se hablaba de él y lo que apuntó en el festival de abril. Esto contó don Rafael Hernández a Carmelita Madrazo sobre ese particular:

Anunciamos la corrida para el 18 de julio. Mi compadre Jesús Pérez quiso que toreara otro muchacho de aquí y que le decíamos “El Trabao” y que se llama Juventino Mora y toreaba bonito... Además, iba a venir un novillero que estaba en el candelero en esa época, y ya nos habíamos arreglado con él en el precio. Se llamaba Tacho Campos... Se me ocurrió invitar a los hermanos “Armilla”, que en paz descansen, pero no los encontré en Chichimeco. Yo tenía ganas de que ellos vieran torear a “Rafaelillo” para que lo ayudaran. “Rafaelillo” tuvo un gran triunfo y cortó oreja. Lo mismo que gané con la entrada, fue lo que perdí. Pero no me importó pagar programas y volantes, que por cierto decían: “¿Quiere usted ver el nacimiento del próximo mandón de la torería de aquí y de allá? Vaya a ver a Rafael Rodríguez…

La crónica aparecida en El Sol del Centro del 19 de julio de 1948, entre otras cosas dice:

“Guadañero” fue el nombre que tocó al novillero “Rafaelillo”, negro bragado y caído de pitones y de buen estilo. Lo recibe con tres verónicas de ensueño, rematando con la brionesa y armando el escándalo en los tendidos. Después de la primera vara logró un quite por gaoneras que le fue coreado por el público con ¡olés!, y cuando hace el segundo quite, también por gaoneras muy ceñidas, los tendidos salen gritando ¡torero!, ¡torero! Campos realizó un quite por ajustadas verónicas y recibió palmas, mientras “Rafaelillo” brinda a todos los aficionados el segundo tercio y deja los tres pares en todo lo alto, siendo el último muy aguantado y exponiendo una barbaridad. Escuchamos música y palmas. Toma la muleta y vemos unos cuantos muletazos de tanteo, un ayudado por alto muy ajustado, tres derechazos mandones, otro ayudado por alto, pasándose al toro cuan largo es y aquí viene lo bueno, cuando ejecuta cuatro derechazos más, una serie de naturales enloqueciendo a los aficionados y cinco manoletinas. Nuevamente escuchamos ¡torero!, ¡torero!, pero fue una verdadera lástima que con el estoque haya estado muy desafortunado, al darle por lo menos cinco pinchazos y una buena estocada hasta el puño, pero la oreja se le fue, siendo premiada su labor con dos vueltas al ruedo y salida a los medios… En su segundo toro casi hizo la misma labor que a su primero, interviniendo en los tres tercios, pero cuando tomó la muleta fue zarandeado por el astado, en que por fortuna no pasó del susto. De todos modos, convirtió la plaza en un manicomio y ahora sí se ganó las dos orejas del toro saliendo en hombros y siendo paseado por las calles, pues bien, se lo mereció ya que, con solo un pinchazo, una estocada hasta el puño, un tanto ladeada y otra entera en buen sitio, terminó esta inolvidable faena...

Juan Espinosa Armillita asistió al festejo e incluso, pospuso un viaje a la capital para ver al torero que le recomendaban los empresarios de esa ocasión. Pero también lo vio el ganadero de Corlomé, don José C. Lomelí, quien al final de la tarde le ofreció a Rafael Rodríguez una nueva actuación, esta vez en San Luis Potosí, el 29 de agosto siguiente, alternando con Manuel Capetillo y Curro Ortega, ambos revelación de la temporada de la capital mexicana. Sigue narrando La Chicha:

...en San Luis Potosí... toreaban Manuel Capetillo, Curro Ortega y Rafael Rodríguez con 6 toros de Corlomé. Se llegó el domingo en la mañana, iba yo para el sorteo a la plaza El Paseo de San Luis y, antes de llegar a la puerta de la plaza venía Enrique Borja... (con voz chillona, “La Chicha”, imita al papá del goleador mexicano): “Chicha, ¿qué andas haciendo, pues eso te tengo que decir a ti, yo vengo a torear y ¿tú?, (otra vez me enfatiza el recuerdo con la voz chillona), no pues yo vine a ver, que me despachó el doctor Gaona a ver a ese “Rafaelillo”, ¿qué tal es?” ... Le dije, mira, si te digo que es bueno y no te gusta, vas a decir que soy muy tonto, y se te digo que es malo y te gusta igual, mejor después de la novillada hablamos...”

La tarde de San Luis se saldó con un triunfo rotundo de Rafael Rodríguez. Don Arturo Muñoz cuenta el desenlace de la siguiente forma:

Enrique Borja le habló por teléfono al doctor Gaona quien le decía, que sí lo podía poner, pero de aquí a un mes... yo estaba escuchándolo, y entonces, Enrique le decía: “¡Qué un mes ni que nada! … ¡Qué de aquí a un mes, ni que nada, pa’ mañana está pa’ ponerse ese torero! …”. Y dicho y hecho al domingo siguiente, el 5 de septiembre se anunció a Valdemaro Ávila, Manuel Capetillo y Rafael Rodríguez con seis novillos de Pastejé...

La presentación en la Plaza México

Valdemaro Ávila, torero de Aguascalientes y que fue parte de la generación de novilleros que hicieron la transición del Toreo de la Condesa a la Plaza México, le contó a Carmelita Madrazo lo siguiente:

Ese 5 de septiembre de 1948, llovió a cántaros. A la hora en que debíamos hacer el paseíllo, el agua no paraba. El ruedo estaba imposible para torear. Por más aserrín que le ponían, corría junto con el agua. Estuvimos esperando hasta las 5.30 para ver si cedía la tormenta, o de plano se suspendía… Como yo era el primer espada, en mí recaía la responsabilidad. “Don Difi” me ordenaba que suspendiera la corrida, pero el empresario Alfonso Gaona me insistía que saliéramos porque la empresa perdía dinero. Me sentí sumamente presionado… Así es que accedí contra la voluntad de “Don Difi” ... La desilusión más grande que tuve fue ver que el público estaba tan frío como la tarde... salió Rafael y aquello fue el acabose. La gente se volcó de entusiasmo. Estuvo en plan grande. Muy valiente. El toro le dio varias marometas, no era raro en él debido a lo que exponía; además, era la época en que él todavía no perfeccionaba su toreo. En cada marometa, Rafael se ponía de pie como si nada, sin verse la ropa. Al toro otra vez… Acercándosele tanto, que los cuernos le rozaban la faja. Así se toreaba en aquellos años…

El diario El Informador de Guadalajara, el 6 de septiembre siguiente, en breve croniquilla de agencia, transmitió la siguiente información acerca del resultado del festejo:

Terminando en las sombras de la noche, la novillada de hoy, que por la intensa lluvia que estuvo cayendo se inició después de las 17:30 horas, fue un triunfo para Rafael Rodríguez, que cortó dos orejas y un rabo saliendo en hombros... Sobresalió su labor en el tercero, en el que, en quites largó cinco fregolinas de clase, rematando con media rebolera que se le aplaudió estruendosamente... Con la muleta, varios derechazos y el de la firma, algunos por alto, uno de pecho. Más derechazos, por alto increíbles cayendo sombreros al ruedo, siguiendo con manoletinas ajustadísimas, terminando de una sola estocada hasta la bola... Cortó oreja y rabo y dio la vuelta al ruedo... En el sexto, ya de noche, Rafael hizo quites por chicuelinas. Al banderillear fue zarandeado aparatosamente, sin consecuencias, clavando un par superior en los medios. Da varios pases por alto de pitón a pitón, adornándose agarrando un cuerno y dominando completamente al toro, matando de una entera que tira sin puntilla. Cortó otra oreja y salió en hombros... Valdemaro Ávila y Manuel Capetillo resultaron opacados por las faenas de Rodríguez, estuvieron voluntariosos, pero poco afortunados debido a que no se pudieron acomodar con el ganado... Capetillo logró algunas palmas en el quinto a la hora de matar por la forma de hacerlo, pero sin nada notable en el trasteo…

Al final de la tarde, Rafael Rodríguez salió de la Plaza México en hombros de los entusiasmados aficionados, con el rabo de Panadero y la oreja de Gitano en las manos, como resultado de una de las presentaciones más sensacionales que haya tenido un novillero en esa plaza.

El devenir de Rafael Rodríguez

Breve tiempo después, Rafael Rodríguez dejaba de ser Rafaelillo para transformarse en El Volcán de Aguascalientes, sobrenombre acuñado por Paco Malgesto. Contó el cronista Alejandro Hernández Rodríguez a Carmelita Madrazo:

En tanto periódico y revista que leí, ninguno menciona quién bautizó a Rodríguez, Capetillo y Córdoba como “Los Tres Mosqueteros”, y lo más curioso, de todas las personas que entrevisté, tampoco tenían la certeza de saberlo. Solamente una de ellas, Alejandro Hernández, me aseveró que lo sabía porque un buen día le dijo a Rafael: “¿Quién te puso “El Volcán de Aguascalientes”? … Paco Malgesto… «Por eso me consta que fue Malgesto. Muchos piensan que fue Don Dificultades, pero no. Don Difi jamás fue simpatizante del Volcán… »

Y así pasaría a la historia, como El Volcán de Aguascalientes, el torero al que, en las casas, el día que toreaba, se le encendían veladoras para pedir al cielo que saliera de la plaza con bien y triunfante. El torero que, según el doctor Gaona, era un dechado de educación:

Rafael Rodríguez fue uno de los po – quí – si – mos toreros atentos y agradecidos que yo conocí. En mis cincuenta y cuatro años que tengo de estar en la fiesta de los toros, solamente puedo recordar como agradecidos a Rafael y a Chucho Solórzano “El Rey del Temple”. Desde el momento en que Rafael llegó a mi oficina y nos tratamos, nunca dejó de buscarme todas las veces que venía a México. También me visitó cuando ya estuve fuera de la empresa…

Esa tarde de domingo de hace 74 años, se gestaba un parteaguas en la historia del toreo mexicano. Rafael Rodríguez fue uno de los que lo generaron.

domingo, 20 de octubre de 2013

Rafael Rodríguez en el recuerdo

El Volcán de Aguascalientes, triunfador
(Foto: Carlos González)
Rafael Rodríguez Domínguez es el torero que más rabos ha cortado en la Plaza México. Obtuvo seis como novillero y cinco como matador de toros. La forma en la que irrumpió en el planeta de los toros en la temporada de novilladas de 1948, motivó que Paco Malgesto le impusiera el sobrenombre de El Volcán de Aguascalientes, mismo con el que se le conoce y recuerda aún a esta fecha.

En esta oportunidad quiero recordarle en una de sus primeras actuaciones en la Plaza México. Para ello, extraigo de la hemeroteca la crónica que de la novillada celebrada el domingo 24 de octubre de 1948, publicó en el periódico Ovaciones José Alameda y que es del tenor siguiente:  
Rafael Rodríguez, el torero solemne de la cara trágica. Otra oreja y otro rabo para el de Aguascalientes, que hizo enorme faena al tercero. Rafael de Portuguez, muy empeñoso y torero, dio vuelta al ruedo en el cuarto. Heriberto Rodríguez Jr., no se vio. Devolvieron indebidamente uno de los de Zotoluca, vacada que envió tres buenos toros. 
¿Se acuerdan ustedes de aquellos tiempos heroicos del cine, cuando triunfaba en las pantallas del mundo Eddie Polo? Era un actor lleno de expresiva energía, lo que hoy llamaríamos “dinamismo”, y representaba invariablemente el papel del hombre impasible a todos los peligros. Cada episodio de sus películas en serie, lo dejaban casi prendido en la guadaña de la muerte. Pero al siguiente pie de película, Eddie – el héroe – se salvaba, para continuar, con elegante impasibilidad, su carrera de riesgos y de triunfos. Polo emocionaba a los chicos. Y también a los grandes. 
Pues bien, en cierto sentido, Rafael Rodríguez me recuerda el caso de Eddie Polo. Porque Rafael, siempre al ras de la muerte y siempre salvado de ella, emociona también a los chicos y a los grandes, quiero decir que su heroísmo de torero llega lo mismo al corazón de las nuevas multitudes que han invadido la fiesta, que al de los aficionados tradicionalistas, que gustan del toreo “serio”. Con una diferencia: los peligros de Eddie Polo eran fingidos y de él los salvaba el director. Los de Rafael Rodríguez son verdaderos Y se salva él solo, lo salva su arte. 
Después de Eddie Polo, el cine evolucionó mucho. Y en lugar de lo puramente heroico, de las emociones fuertes que él nos daba, vinieron cosas quizás más bellas, pero más decadentes, en que la figura central del protagonista ya no tenía la misma importancia. Películas más finas, es posible, pero menos fuertes, que emocionaban menos. 
Con el toreo sucedió algo parecido. Vinieron los “estilistas”, los especializados, los peritos del pormenor, los refugiados en el “detalle”. El toreo se fue haciendo más delicado, más chiquito. Manolete fue el “Mesías” que llegó para salvar a la fiesta de toros del “pequeñismo” y restituirle su tono de epopeya, su grandeza heroica, a banderas desplegadas frente a la muerte. 
De ahí procede Rafael Rodríguez, quizá porque su nombre le marcó el sino. Arriesgado como aquel Eddie Polo que estremecía a las multitudes desde la pantalla. Pero también severo, conciso, serio como un sacerdote. Así eran los Rafaeles de Córdoba. Así también Manolete. Torero de gran estirpe, este mexicano de la cara trágica, a quien parece que le cuesta trabajo sonreír, está tirándole su nombre a la leyenda y a la fama cual un desafío, igual que el lidiador de gallardías le tira la montera a la cara al toro, para que se le arranque y dejárselo pasar muy cerca, muy “en serio”, como debe ser el toreo. 
Ayer, Rafael Rodríguez volvió a llenar la plaza, como otras veces. La reventa – perseguida – puso los boletos al doscientos por ciento, en sombra; al cuatrocientos por ciento, en sol. Y no diría yo que ayer toreó Rafael como otras veces, porque no sería cierto. Ayer, toreó como nunca. Su faena al tercero de la tarde, ya no fue la faena de un novillero valiente, que se juega la vida, sino que fue una faena de verdadero matador de toros. Una faena hecha con cabeza y con corazón. Con dominio y con arte. Y, por supuesto, con una emoción insuperable. 
El toro de Zotoluca lidiado en tercer lugar, tenía fuerza y tenía sentido, se frenaba por el lado izquierdo, achuchando. Sin duda por tal motivo, Rafael le clavó los tres pares de banderillas por el lado derecho. Pero esto no bastaba – claro está – para resolver el problema que representaba el toro. Hacía falta dominarlo con la muleta. Y, después, torearlo. Rafael hizo las dos cosas. 
Comenzó en el tercio, doblando con el toro. Cada ayudado por bajo estuvo perfectamente rematado, como si quisiese abrochar al de Zotoluca, con los cuernos contra la cola. Y cada muletazo, ganando un paso hacia los terrenos de afuera. Hubo maestría, porque los pases estuvieron dados con la más rigurosa técnica. Hubo arte, porque el torero midió la fuerza de la embestida y fue sometiendo al toro hasta que no mandó la fuerza de éste, sino el imperio de la muleta. El torero acabó imponiendo su propia medida contra la medida de toro. Esto es lo que se llama dominar. 
Después, vino el torear. Quiero decir el torear ya más a gusto. Porque lo primero también había sido torear, en el más alto y profundo sentido. Ya en los medios después de aquellos doblones, se irguió Rafael y toreó por alto, primero estatuariamente y después abriendo el compás para acompañar al toro. Un ayudado por alto, despatarrado el torero mientras llevaba embebido en largo viaje al toro, fue de asombro. Parecía, en aquel pase trágico y hondo, que el toro iba queriendo beberse la muleta como una larga corriente de sangre. Después, los derechazos y, por último, las “manoletinas”, sin alardes innecesarios de desviar la mirada, sino con emoción concentrada. Diríase que el torero estaba orando. Orando por su propia muerte, a cada minuto posible, a cada segundo inminente. El público, contagiado de aquella emoción ruda y solemne, puso a los pies del torero un pedestal de sombreros de palma. Mató Rafael con su facilidad asombrosa para encontrar los altos, pues le bastó con un pinchazo hondo, que no llegó ni a media estocada, para que doblase el fuerte, encastado, peligroso ejemplar de Zotoluca. Y la multitud rugió igual de fuerte que en los momentos de peligro de Eddie Polo, pero con una solemnidad que sólo se siente ante una tragedia clásica, o ante un torero como éste. Esta faena fue para Rafael Rodríguez de consagración. 
Antes había hecho Rafael un quite fantástico por “fregolinas”, en el segundo; algo así como el prólogo de lo que había de venir más tarde. Pero con el sexto, no pudimos verlo. Y no por culpa suya, sino porque al público se le antojó chico el toro y lo devolvieron. Salió otro de San Diego, declaradamente manso, sin duda por estar muy “corraleado”. Y también lo regresaron a los corrales. En tercer término, soltaron un cárdeno de Atenco, de media arrancada, Rafael hizo lo único que cabía hacer: estuvo breve. Pero el público, que guardaba todavía las vibraciones de aquellos momentos insuperablemente emocionantes del tercer toro, persiguió a Rafael y lo cargó a hombros. Como otras veces. Pero esta vez, en lugar de un novillero valiente, llevaban en alto, por las calles de México, a un auténtico Rafael, un Rafael mexicano, pero con la misma serenidad grande, solemne, de aquellos Rafaeles de Córdoba, de aquel Manolete descendiente de ellos. 
Y no es exageración. Es que como ayer toreó Rafael Rodríguez solamente han toreado los grandes… El primer espada fue Rafael de Portuguez Rafaelillo. Viene de su viaje sudamericano muy “puesto” y con valor renovado. Hizo cosas bonitas a veces, como aquellos muletazos en el centro del ruedo al cuarto de la tarde, con gracia, con donaire de torero. Y como aquellos naturales suaves a sus dos enemigos. Se hincó en muchas ocasiones para conseguir muletazos muy espectaculares. Y dio, tras de matar al cuarto, una vuelta al ruedo como premio a su faena, quizás demasiado largo, un poco desligada, pero llena de momentos inspirados, porque Rafaelillo tiene finura y buena planta. 
Heriberto Rodríguez fue el que vio el santo por el reverso. Le correspondió el peor lote y él tampoco hizo mucho por sobreponerse a su poca fortuna. Lástima, porque sobe torear. Pero para torear, lo primero es pararse. Y Heriberto no se decidió. 
Pregunta final, al juez de plaza. ¿Por qué retiraron al sexto de Zotoluca? Sobre la puerta de toriles, el rótulo decía que el toro pesaba 327 kilos. Si eso era cierto, no debieron devolverlo. Y si no lo era, no debieron poner en el rótulo un peso inexacto. 
El encierro de Zotoluca, disparejo como queda dicho, dio sin embargo buen juego en lo general. Frente a los caballos y frente a los lidiadores de a pie. Muy suaves y nobles el segundo y cuarto. Bravo – aunque peligroso – el tercero. ¡Y lástima del sexto, que debió lidiarse y no se lidió!
Rafael Rodríguez se despidió de los ruedos en la Plaza de Toros San Marcos de Aguascalientes el 26 de abril de 1971, estoqueando en solitario seis toros de La Punta. Testigos de honor de tal acontecimiento fueron entre otros Rodolfo Gaona, Fermín Espinosa Armillita, Conchita Cintrón, Juan Silveti, Eduardo Solórzano y José Alameda, quienes apreciaron la entrega de su gente cuando rodó Trianero, el sexto de la tarde y sus hijos Rafael (+) y Nicolás bajaron al ruedo a desprenderle el añadido.

El pasado miércoles – 16 de octubre – se cumplieron dos décadas de que El Volcán de Aguascalientes se apagara, pero su recuerdo sigue vivo entre la afición, que le tendrá siempre presente como ejemplo de torería y de entrega en el ruedo.

domingo, 2 de septiembre de 2012

5 de septiembre de 1948: Rafael Rodríguez se presenta en la Plaza México


Rafael Rodríguez y Dr. Alfonso Gaona
Plaza México, 1948 (Foto: Carlos González)
La decimotercera novillada de la temporada del 48 llevaba como ingredientes de interés la repetición del torero de Guadalajara, Manuel Capetillo, quien había impactado con su toreo de capa en su actuación anterior; la presentación en la temporada de un novillero de Aguascalientes que había hecho la transición del viejo Toreo de la Condesa hacia la plaza nueva y que se distinguió siempre por sus buenas maneras ante los toros: Valdemaro Ávila y el tercer elemento atractivo lo constituía el encierro de Pastejé que se lidiaría, que tenía seriedad y que se afirmaba, era una corrida de toros que no se había podido lidiar en la temporada grande anterior.

Completaba el cartel un joven, también de Aguascalientes que con brevedad había obtenido los méritos suficientes para debutar en la plaza de toros más grande del mundo, pues tras de recorrer la legua, el 18 de julio anterior, en la Plaza de San Marcos tiene un gran triunfo alternando con Tacho Campos y Juventino Mora y el 1º de agosto siguiente tendría otro notable éxito en San Luis Potosí alternando con el mismo Manuel Capetillo y Curro Ortega, para así llegar a lo que representaría la cita más importante de su vida. 

El doctor Alfonso Gaona, en ese tiempo empresario de la Plaza México, contó así a Carmelita Madrazo, para su obra Rafael Rodríguez ‘El Volcán de Aguascalientes’. Libro Testimonial,  la manera en la que llevó a su plaza a quien después sería universalmente conocido como El Volcán de Aguascalientes:

...Tengo un amigo desde la infancia a quien quiero mucho – el general Manuel de la Torre – y que hizo una carrera brillantísima dentro del Ejército estando en el Estado Mayor Presidencial... En uno de tantos viajes que Manuel hacía por los estados, le tocó ir a Aguascalientes y me dijo: Alfonsito, fíjate que durante mi ida a Aguascalientes se me acercó un chamaco, delgado, desarrapado, dado a la desgracia, que me pidió te hablara de él. Le pregunté si ya había toreado, y el chamaco me dio estas fotos borrosas y chiquititas   para que te las enseñara. Mira Alfonsito, me impactó su gran deseo de  ser torero. Y le veo ganas de querer ser figura. Es más, me dijo que lo van a poner en San Luis Potosí, así es que pienso ir a verlo... Como yo tenía plena confianza en lo que Manuel me decía, le dije que se lo trajera a México después de verlo en San Luis. Y así lo hizo... Todo mundo sabe lo que sucedió esa tarde de su presentación. Fue una temporada muy bonita porque primero presenté a Paco Ortiz, luego a Manuel Capetillo, luego Jesús Córdoba y  por último a Rafael... En un santiamén se hizo el ídolo de la afición... El muchachito, desde su primera novillada, demostró que estaba para la alternativa...

Por su parte, la manera en la que se dieron los hechos en San Luis Potosí, don Arturo Muñoz La Chicha, banderillero, que fue en la cuadrilla de Rafael Rodríguez esa tarde previa a su presentación en la Plaza México, los contó a la misma autora de esta guisa:

...Al llegar al sorteo, me encontré con Enrique Borja, papá del que luego fue famoso futbolista del mismo nombre y a don Manuel de la Torre, gran amigo del doctor Alfonso Gaona, el empresario de la Plaza México. Al verme Enrique, me dijo con su vocecita ladina: - ¡Quihubo Chicha! ¿Cómo te va? - Bien, y tú, ¿qué andas  haciendo por acá? - Me mandó el doctor para que vea al tal Rafaelillo. ¿Que se arrima mucho y es muy bueno? - Mira, si te digo que es bueno y no te gusta, vas a decir que no sé de toros. Así es que mejor hablamos después de la corrida.... Esa tarde ni Capetillo, ni Curro Ortega se vieron. Solamente Rafaelillo, que se convirtió en el señor Rafael... Estando en el vestíbulo del hotel Plaza, escuché cuando Enrique Borja le hablaba al doctor Gaona: - ¡Hombre, doctor! Rafaelillo está para que lo ponga mañana, no dentro de un mes... Al domingo siguiente, 5 de septiembre, Valdemaro Ávila, Manuel Capetillo y Rafael Rodríguez harían el paseíllo en la Plaza México, con toros de Pastejé...

La tarde del 5 de septiembre de 1948 fue entoldada, lluviosa y el festejo estuvo a punto de suspenderse. Refería Rafael Rodríguez que el ruedo estaba enfangado, por lo que se roció diesel sobre la arena y se le prendió fuego para intentar secar en algo el piso. Decía el torero que la llamarada fue fantasmagórica y una vez disipada la nube de humo y vapor, pudieron salir al ruedo. En una conferencia pronunciada el 28 de abril de 1991, el propio torero lo explicaba así:

Esa tarde parecía que todo se perdía. Densos nubarrones invadieron el cielo de la plaza más grande del mundo, el agua corría por el túnel. Hora y media después los monosabios pusieron el ruedo como ascua de oro. Surgió algo inusitado, que jamás había visto, ni he vuelto a ver. La plaza y el ruedo ardían. Llamas gigantescas en tonos multicolores en azul, verde y amarillo se elevaban y descendían. Apareció una enorme nube de humo que se disipó tan rápido como llegó y al fin pudimos torear…

Por su parte, Valdemaro Ávila, el primer espada del festejo contó a Carmelita Madrazo esto:

...Ese 5 de septiembre de 1948, llovió a cántaros. A la hora en que debíamos hacer el paseíllo, el agua no paraba. El ruedo estaba imposible para torear. Por más aserrín que le ponían, corría junto con el agua. Estuvimos esperando hasta las 5.30 para ver si cedía la tormenta, o de plano se suspendía... Como yo era el primer espada, en mí recaía la responsabilidad. Don Difi me ordenaba que suspendiera la corrida, pero el empresario Alfonso Gaona me insistía que saliéramos porque la empresa perdía dinero. Me sentí sumamente presionado... Bien sabía que las condiciones del ruedo eran pésimas, pero en esos momentos recordé lo que me había pasado en la temporada en que Tono Algara me vetó por no torear, y sinceramente pensé que Gaona iba a hacer lo mismo. Así es que accedí contra la voluntad de Don Difi…

Por su parte, Guillermo Salas Alonso, periodista del diario El Universal de la Ciudad de México recuerda los hechos de esta manera:

…5 de septiembre de 1948. A “Rafaelillo”, a quien también se le conocía como “El Canteado”, no le parecía normal el retraso. Su reloj indicaba que el festejo, su presentación como novillero, debió haber iniciado hace ya varios minutos... Cierto. El inicio de la sesión ha sido demorado... Quisquilloso, el juez de plaza en turno, Lázaro Martínez Gómez del Campo, baja al redondel para verificar las condiciones, pues una lluvia, ligera pero pertinaz, ha caído en horas previas. Y el paseíllo no empieza. El retraso suma ya casi una hora. Entonces, al verlo de cerca y suponer que el ruedo no funcionaría, el chaval de Aguascalientes se suelta a llorar e implora al juez dé luz verde al festejo... Mira fijamente a Lázaro Martínez. Suplica: “No vaya a suspenderla, por favor. No haga eso; es mi oportunidad, no la haga añicos...”. El juez dio su aprobación y se realizó la presentación triunfal, inolvidable...

Rafael RodríguezDr. Alfonso GaonaJuan Espinosa
Armillita. Plaza México 5/09/1948 (Foto: Carlos González)

Al final de la tarde, Rafael Rodríguez salió en hombros de los entusiasmados aficionados, con las orejas y el rabo de Panadero y la oreja de Gitano, como resultado de la más espectacular presentación de un novillero en esa plaza. La crónica de agencia publicada en el diario El Siglo de Torreón es la siguiente:

El debutante Rafael Rodríguez fue el triunfador de la corrida de ayer
Valdemaro Ávila y Manuel Capetillo voluntariosos.
Capetillo logró palmas en el quinto.
Fue una corrida casi nocturna.
México D.F., septiembre 5. – Por hilo directo. – Terminando en las sombras de la noche la novillada de hoy, que por la intensa lluvia que estuvo cayendo se inició después de las 17:30 horas, fue un triunfo para el debutante Rafael Rodríguez, que cortó dos orejas y un rabo, saliendo en hombros... Sobresalió su labor en el tercero en el cual largó en quites cinco fregolinas de clase, rematando con media rebolera que se aplaudió estruendosamente. Con la muleta, varios derechazos y el de la firma, algunos por alto, uno de pecho. Más derechazos, por alto increíbles cayendo sombreros al ruedo, siguiendo con manoletinas ajustadísimas, rematando de una sola estocada hasta la bola. Cortó oreja y rabo y dio la vuelta al ruedo... En el sexto, ya de noche, Rafael hizo quites por chicuelinas. Al banderillear fue zarandeado aparatosamente, sin consecuencias, clavando un par superior. En los medios da varios pases por alto de pitón a pitón, adornándose agarrando un cuerno y dominando completamente al toro, matando de una entera sin puntilla. Cortó otra oreja y salió en hombros… Valdemaro Ávila y Manuel Capetillo resultaron opacados por las faenas de Rodríguez, pero estuvieron voluntariosos, aunque poco afortunados debido a que no se pudieron acomodar con el ganado. Capetillo logró algunas palmas en el quinto a la hora de matar por la forma de hacerlo, pero sin nada notable en el trasteo.

Rafael Rodríguez terminaría su paso por esa temporada novilleril cortando cinco rabos e integrando, junto con Jesús Córdoba y Manuel Capetillo aquella terna que pasó a la historia con el sobrenombre de Los Tres Mosqueteros y al final del tiempo, sería el torero que más rabos ha cortado en la Plaza México, pues ya en su etapa de matador de toros, cortó otros seis, para sumar once, cifra que a la fecha no ha sido alcanzada por diestro alguno.

martes, 26 de abril de 2011

La Feria de San Marcos y su actual estructura a 40 años vista, X

26 de abril de 1971: Ante seis de La Punta en solitario, se despide El Volcán de Aguascalientes

Cuando en el mes de febrero de hace 40 años se anunció la celebración de la vertiente taurina de la Feria de San Marcos en la forma que ha sido objeto de los últimos comentarios en esta Aldea, la única festividad segura en ese momento, era la encerrona de Rafael Rodríguez, dentro de las proyectadas seis corridas de toros y dos novilladas que Guillermo González Muñoz ofrecería a la afición de Aguascalientes en un ciclo continuado.

En aquella oportunidad, se señalaba que la fecha de la celebración del festejo, sería el sábado 10 de mayo y ya se precisaba que el encierro sería de La Punta, de gran catadura. Días después, el torero declaraba a Everardo Brand Partida, de El Sol del Centro, lo siguiente:



Dos toros se matan cada ocho días... posiblemente diario, cuando el torero se encuentra en plenitud de facultades, en la cumbre de su carrera; pero matar seis toros, eso encierra ya una grave responsabilidad, puesto que ese diestro está obligado a salir airoso, con las orejas de sus enemigos, respaldando con ello la confianza del público que fue a verlo, exclusivamente a él, a la plaza”, nos decía con esa sencillez que le caracteriza, “El Volcán Hidrocálido”, Rafael Rodríguez. 

Sí, la responsabilidad de una “encerrona” es muy grande. Es precisamente cuando el torero comprueba el cartel que tiene ante tal o cual público, la entrada en la plaza lo reflejará, y se palpa el interés que la gente tiene por verlo, y eso aumenta considerablemente la tensión nerviosa del que se encuentra en el ruedo, vestido de luces y ante el toro, de ahí que el que se somete a esta prueba, debe hacerlo precisamente cuando tiene muchas facultades... o está debidamente preparado para hacerlo. 

Con lo anterior, Rafael Rodríguez hacía un preámbulo de la información que luego brotaría de sus labios, en torno a los planes que tiene ante la proximidad de la Feria Nacional de San Marcos, del 25 de abril, cuando se encerrará en el Coso San Marcos, con seis torazos de la ganadería de La Punta…

Hasta ese momento no se revelaba que en esa corrida se produciría la despedida de los ruedos de El Volcán de Aguascalientes, aunque era vox populi que en ese 1971 se daría ese hecho, pero sería Conchita Cintrón, unas semanas después, en su colaboración al diario El Informador de Guadalajara, donde las cosas quedaran en claro – la aportación fue recopilada posteriormente en su libro ¿Por qué vuelven los toreros? – y en lo que interesa dice:

...no tardaron en llegar Carlos Sánchez Llaguno, Manuel Vega, Fernando Topete, Víctor Rodríguez y Leoncio Jiménez. Entre ellos – todos vestidos de rigor – había representantes de cuatro asociaciones. Faltaba uno de los invitados: Rafael Rodríguez, matador de toros, que al rato dio la entrada en la sala repleta de trofeos y cuadros de Icaza. Llegó con María Teresa, su mujer. Fue recibido con demostraciones de afecto y consternación. ¿Cómo era posible que volviera a los toros? ¡Y para colmo, matando seis punteños! ¡Con toda la barba! El torero explicó tratarse apenas de “una despedida”... Vuelven por los aplausos – comentó Leoncio Jiménez –... Nada menos cierto – interpuse –... Rafael Rodríguez jaló una silla y se colocó a nuestro lado. Entonces – insistió Leoncio – ¿por qué vuelven? Miré al torero. Tienen hambre – dije – y tienen sed y no saben de qué. El torero me miró. Yo sí sé – dijo por fin. Tenía la soledad escrita en la mirada –. Tengo sed de toros negros... y tengo hambre de miedo...

Allí quedó revelado que la corrida del 26 de abril de 1971, con los seis toros de La Punta, sería en efecto la última que mataría Rafael Rodríguez vestido de luces – y efectivamente lo fue – a unos meses de cumplir 23 años de alternativa.

La corrida

Rafael Rodríguez brindando a los matarifes la tarde de su
despedida (Foto: Archivo Carlos Meza Gómez)
Rodolfo Gaona, Conchita Cintrón, Juan Silveti, Eduardo Solórzano, Pepe Alameda y otros muchos comparecieron a los tendidos de la Plaza de Toros San Marcos a atestiguar la despedida de El Volcán de Aguascalientes y a fe mía que lo vieron hacerlo con una gran dignidad, porque cuando se cae el toro, se derrumba la fiesta. Y eso fue lo que sucedió esa tarde. No obstante la impecable catadura de los seis punteños, les costó mantenerse en pie y contra eso… contra eso… simplemente no se puede. De la relación publicada en El Sol del Centro, que aparece sin firma, copio lo que sigue:

Las manecillas del reloj, en su continuo girar, señalaban las 19:12 minutos, cuando todo había concluido. Dos pares de manecitas ávidas de rescatar íntegramente para sí a su padre; unas tijeras que se cierran; una mano que se eleva mostrando un mechón de pelos; quizás un nudo apretando la garganta del que se iba, y todo, repetimos, había concluido (…) Los subalternos, a su vez, cargaron sobre sus hombros a quien tantas veces fuera su capitán y cuyos triunfos, reveses y angustias habían compartido, en multitud de ocasiones (…) Y de esta manera, a hombros de sus viejos camaradas y entre el estruendo de un aplauso que opacaba las notas siempre melancólicas, siempre cargadas de emoción de “Las Golondrinas” y portando en sus manos los apéndices de “Trianero” el último toro que estoqueó en su vida, abandonó Rafael Rodríguez el escenario de tantos de sus mejores éxitos (…)

A mi juicio reviste mayor interés un artículo de don Mario Mora Barba, trianero, titulado La última corrida, publicado el 27 de abril en el mismo diario, donde relata los momentos previos al festejo, en la intimidad de la habitación donde se viste el diestro y que transcribo en su integridad:

En el cuarto 107 del Hotel Francia las manecillas del reloj caminaban para marcar la última media hora de un rito: el instante en el que un hombre se viste de torero. 

Poco a poco el atuendo iba completándose sobre la carne del torero. 

Las manos de Rafael no temblaron cuando se “apretó los machos” y cada proceso de la ceremonia era observada por los escasos presentes en pleno silencio, pero era algo que no se volvería a repetir en la vida de Rafael Rodríguez. 

Fermín Espinosa, su hijo Manolo, los novilleros José Luis Velázquez y Eduardo Rivas “El Pato”, observaban como poco a poco el oro y la seda iban cubriendo el cuerpo del torero.  

Rafael sacaba un terno oro y azul para su última corrida y nadie osaba hablar ante el ciclo vital de la vida de un torero que se estaba cumpliendo ante nuestros ojos. 

México y España hermanados 

Rafael y Nicolás, los hijos mayores de Rafael, iban vestidos de traje campero andaluz y de charro respectivamente, simbolizando el enlace en la fiesta de España y México. La corrida iba a empezar a las 5 de la tarde, precisamente como en los cosos españoles. 

El vestuario del torero tiene sus incongruencias: medias en una profesión tan viril, pero también Pedro Antonio de Alarcón, en “El Niño de la Bola”, pone en labios de un sacerdote vigoroso, humano y viril esta frase: “Yo que nací para mandar guerreros tuve que sacrificarme y he tenido que pasar años vistiéndome por la cabeza, como las mujeres”. 

Las zapatillas, con igual suavidad femenina, pero son para pisar fuerte. 

Cuando Rafael Rodríguez se anuda el corbatín, reflexionamos sobre la diferencia entre anudarse una corbata para la conquista femenina y el compromiso de anudársela para la conquista de la fama. 

Felipillo y Alejandro los mozos de espadas, están por última vez con su matador. Y Rafael, de vez en cuando, con la voz firme de una persona que siempre sabe lo que pisa, daba una orden para no olvidar nada que después sería vital en la Plaza. 

Cuando la ceremonia de vestirse como un sacerdote, como un Rey, como un hombre, estaba por concluir, uno a uno fueron saliendo los amigos. 


La bondad de Rafael nos permitió acompañarlo hasta las puertas mismas del Coso. De allí, del patio de cuadrillas a la cara del toro, sólo Dios lo acompañaba.

En realidad, la despedida de hoy la narramos hace muchos años, en la época en la que Rafael Rodríguez ascendía como meteoro, hasta alcanzar el sitio que su valor y su inteligencia le tenían reservado.

Como pueden ver, la despedida de Rafael Rodríguez no dejó de tener ese sabor agridulce que tienen esa clase de festejos. Cumplió cabalmente con su cometido, imponiéndose a las condiciones adversas que los toros le generaron con su falta de condiciones para la lidia. No obstante, la afición congregada en la Plaza San Marcos le trató con el respeto que se ganó con la honradez y con la entrega que siempre desplegó en los ruedos. Por algo ha sido el último gran ídolo de la afición de Aguascalientes.

viernes, 31 de diciembre de 2010

¡Feliz 2011!

Con sinceridad les expreso este deseo. El año que acaba de terminar trajo una cascada de nuevos males a esta fiesta, como si los que ya padecía al inicio de 2010 no hubieran sido suficientes para mantener ocupadas a quienes tienen en sus manos sus destinos, más al ir cayendo las hojas del calendario, se fueron agregando otros que más que traer felicidad a quienes tenemos afición por esto, nos abrumó con preocupaciones y disgustos.

Firmemente espero que este nuevo año traiga por delante las soluciones que son necesarias para los problemas que están sin resolver; la salud íntegra para los toreros que el año pasado fueron heridos de gravedad en las plazas de Europa y América y su consiguiente vuelta a los ruedos; la reaparición del toro bravo en las plazas y la voluntad para la afición de seguir, como decía El Volcán de Aguascalientes, en calidad de compradores de ilusiones, cada vez que vamos a las plazas.

Y para todos los que pasan por aquí, que la vida les siga siendo buena y que no nos falte salud, trabajo y armonía en la familia, que lo demás, por añadidura vendrá.

viernes, 16 de octubre de 2009

Velázquez y Rodríguez, mano a mano

Ayer se cumplieron 40 años de la muerte de Antonio Velázquez y hoy es el 16º aniversario de la partida definitiva de Rafael Rodríguez, dos grandes toreros mexicanos. Es por eso hoy les recuerdo a los dos, mano a mano, con las siguientes ideas:

Contrastar en el ruedo deja a los toreros en una situación de ventaja, pues cada uno de ellos podrá en su forma de concebir el toreo, destacar sus virtudes frente a sus alternantes. Cuando el contraste es marcado, se dice en los círculos de la fiesta que el mano a mano es natural, es decir, que habrá en el ruedo la confrontación de dos estilos, de dos técnicas y de dos concepciones del toreo diametralmente opuestas. Cada uno de los espadas, podrá entregar a los públicos lo mejor de sí y será valorado dentro de los límites de su propia tauromaquia, la que domina, la que se ha creado a partir del conocimiento de los cánones básicos del toreo.

Cuándo hay dos toreros de una misma línea de ejecución, el mano a mano es difícil, pues con las mismas armas tendrán que luchar ambos por el favor de los públicos, no será posible el contrastar las habilidades del uno y del otro, se trata en estos casos, de dilucidar quién está mejor que el otro, quien es el que accede al luminoso amanecer del triunfo y quien es el que se quedará en la negra oscuridad del fracaso, a la espera del siguiente domingo en el que de nueva cuenta, se abrirá el túnel de la esperanza y por qué no, de la guerra.

Un torero de León de los Aldamas, Antonio Velázquez y otro de Aguascalientes de la Asunción, Rafael Rodríguez, se encontraron en el ruedo en estas últimas circunstancias, pues su tauromaquia se apoyó en el principio básico del valor sereno, meditado y fundado en un amplio conocimiento del canon, al que interpretaron según su personal sentimiento, creando una tauromaquia en la que a toda costa, había que poderle a todos los toros.

Las trayectorias de Antonio Corazón de León y del Volcán de Aguascalientes, pueden atestiguar con la solvencia necesaria, que para ellos, una vez dominada su tauromaquia, no hubieron toros a contraestilo ni toros a los cuales no se les pudieran hacer cosas. Su orgullo era el sobresalir a como diera lugar y definitivamente, la historia nos demuestra que lo lograron.

Los artistas tienen la capacidad de captar la impronta de la personalidad de los hombres y para ilustrar esta remembranza, tomo primero como ejemplo lo que don Carlos Septién, El Tío Carlos escribió acerca de la faena de Antonio a Cortesano, de Torreón de Cañas, la noche del 28 de febrero de 1945, cuando disputaba la Oreja de Oro a Cagancho, El Soldado, Pepe Luis Vázquez, Antonio Bienvenida y Luis Procuna. Un torero que a un solo toro se jugó el mañana en su profesión:

Antonio Velázquez, Corazón de León:

¡Qué hombrada la tuya, anoche, en esa corrida de la Oreja de Oro! Como hombre triunfaste en una lucha de entrega absoluta, completa, total. Una lucha rebelde contra tu propio, adverso destino de los últimos años; una lucha noble y viril sostenida con tu propio alternante en quites – El Soldado – en cuya cuadrilla militaste como peón de brega; una lucha torera con tu enemigo, fuerte, encastado, difícil, una artística lucha bizarra contra los otros cinco maestros que aspiraban al premio de la Oreja de Oro. Qué hazaña la tuya de recia y cabal varonía…

¡Antonio Corazón de León!

…y triunfaste como mexicano. Mexicano del Bajío que vale decir castellano de México. Echaste tu vida a un albur de triunfar y créeme que hubo momento en que tuve la duda de si eras un ranchero con la frazada en la izquierda y el machete en la diestra, peleando en la noche tu vida y tu honra… Porque entre el revuelo agitado del trapo y los rápidos fulgores del estoque y en el jadeo de la lucha, yo creí oír una ronca voz que cantaba el viejo canto viril: Sí me han de matar mañana, que me maten de una vez… Y era tu voz.

¡Antonio Corazón de León!

No recuerdo ninguna otra Oreja de Oro ganada tan legítimamente en una sola faena… No evoco otras lágrimas de torero tan sinceras, tan justas, tan emocionadas como las tuyas en esos minutos de ayer…

¡Qué hombre, qué torero, que mexicano eres!

¡Antonio Corazón de León!

Hay muchas grandes tardes en la historia de El Volcán de Aguascalientes, pero de las que poco se recuerdan, está una, en la que alternando con su padrino de alternativa, Silverio Pérez y el mismo Antonio Velázquez, acreditó una vez más a la afición de la capital mexicana el hecho de que era una importante figura de los redondeles. Paquiro, en La Lidia de México del 21 de abril de 1950, nos relata lo que sucedió 5 días antes entre Rafael y Jarocho de Xajay:

...Toreros valientes, hay muchos. Toreros suicidas, abundan. Toreros trágicos, siempre han existido. Pero, la verdad sea dicha con toda claridad, toreros como Rafael Rodríguez, son escasos...

DOS OREJAS A RAFAEL. – Jarocho, de 427 kilos, un toro bravo y de buen estilo, fue el tercero de la tarde. Lo recibió Rodríguez con varias verónicas bien instrumentadas. En los quites los tres espadas bregaron con tino y prontitud. Cubierto el segundo tercio por la peonería, el burel llegó a manos de Rafael, ya provisto de muleta y estoque, que por principio de cuentas se quedó quieto como una torre en varias series de muletazos por alto que iniciaron el escándalo en los tendidos. Como el burel tardara un poco en embestir, recurrió Rafael a sus cites de muerte llegando hasta los mismos pitones y encelando a la res con su propio e hidrocálido cuerpo. Y así, entre la angustia de la gente y la heroicidad de Rafael, se fue construyendo aquella faena de sentido amargo y torero como el que más. Ligó una magnífica tanda de naturales que remató con un forzado de pecho de la más pura estirpe belmontina. ¡Algo extraordinario! Finalizó su hazaña con manoletinas de miedo, sin que se supiera por donde pasaron los pitones de Jarocho y el ruedo se cubrió de sombreros, mientras los tendidos albearon de pañuelos en solicitud de todos los apéndices para el triunfador hidrocálido. Este tuvo la mala suerte de pinchar en una ocasión, en magnífico sitio, antes de sepultar un estoconazo mortal de necesidad. Se le concedieron a Rafael las dos orejas de Jarocho y se le hizo dar varias vueltas al ruedo entre una lluvia de prendas de vestir y una tempestad de flores por parte de las majestades primaverales…

Triunfadores los dos, en una lucha que fue personal y taurina primero y después solo taurina, no quisieron tener a su alcance el expediente del contraste para destacar cada uno por sus cosas, siempre en el ruedo buscaron distinguirse el uno sobre el otro y cada tarde estoy convencido, Rafael aprendía de Antonio y Antonio de Rafael, cada tarde uno se impregnaba mas del otro y es por ello que lograron cultivar una sólida amistad que no se habrá terminado, pues en la gloria, seguro estoy que como en aquél mayo de 1951, el vestido blanco y oro de la confirmación en la eternidad, Antonio Velázquez se lo cedió a Rafael Rodríguez, su amigo, que con él continuará mano a mano, recorriendo los redondeles celestiales por los siglos de los siglos, luchando con las mismas armas y luciendo su grandeza.

jueves, 11 de junio de 2009

Novilleros mexicanos triunfadores en Madrid en las últimas seis décadas


A veces conviene repasar la historia, pues al recorrer sus páginas nos encontramos nombres y sucesos interesantes, que son parte de la argamasa que mantiene unido ese gran edificio que es la Fiesta de los Toros. Hoy en particular, hago este recordatorio, porque para un novillero, obtener una oreja en Madrid, no es cosa de todos los días, sobre todo, cuando vemos que en los últimos tiempos el tránsito de noveles de un lado a otro del Atlántico apenas se empieza a reasumir, cuando hubo algún tiempo, en que para los de aquí y los de allá, el comparecer en las principales plazas de ambos países era prácticamente mandatorio.

Hoy parece ser que se recupera esa interesante costumbre, que nos permite ver prácticamente desde el embrión, a quienes tienen por idea la de encabezar la torería de sus respectivas patrias, dejándonos la oportunidad de calibrar sus posibilidades y de ir adquiriendo el gusto por verles, lo que entre paréntesis, me parece una buena forma de inducción al gusto de la afición.


Pero el objeto de estas líneas es otro. Es el comentar cuales novilleros mexicanos han alcanzado el significativo logro de obtener al menos una oreja en la Plaza de Las Ventas, a partir de la segunda mitad del pasado siglo y son los siguientes:

1956. Del puerto de Mazatlán, José Ramón Tirado cortó tres orejas en una semana; la primera, el 8 de julio a un novillo de don Atanasio Fernández, cuando alternaba con el maño Fermín Murillo y Paco Pita; la segunda, cuatro días después, acartelado con Pepe Cáceres y Victoriano Valencia, se llevó otra oreja de un novillo de la misma procedencia y cerró su cuenta el 15 del mismo mes, abriendo la puerta grande al llevarse dos orejas de su segundo novillo de Garro y Díaz Guerra, cuando alternó con Juan Jiménez El Trianero y de nuevo el colombiano Pepe Cáceres.


1962. El 29 de junio el fino torero regiomontano Fernando de la Peña, se lleva la oreja del tercero de la tarde, de Ana Peña, siendo sus compañeros de cartel Antonio León y José Luis Barrero. El 26 de agosto, será el turno de Óscar Realme, que alternaba con Rafael Montero Rafaelete y Pepe Mata y obtendrá la oreja de su primer novillo, que llevaba el legendario hierro de don Manuel García – Aleas.

1963. Es de nueva cuenta Fernando de la Peña quien abre la senda de los triunfos, cuando se lleva una oreja de un novillo del Marqués de Albaserrada el día 1º de mayo, acartelado con Antonio Medina y Efraín Girón. Posteriormente el 1º de septiembre, un torero de dinastía, Mauro Liceaga formando cartel con Francisco Raigón y José Ortas, se lleva una oreja de un novillo de Samuel Flores.

1964. El acapulqueño Antonio Sánchez Porteño, abre la Puerta Grande el día 31 de mayo, cuando se lleva dos orejas de su primer novillo del Marqués de Albayda, en tarde que alternó con José Luis Barrero y Antonio Sánchez Fuentes. Es el único que asegundó el logró de José Ramón Tirado de casi una década antes.

Es el mismo 1964 y el día 19 de julio, el hidrocálido Jesús Delgadillo El Estudiante, corta una oreja a un novillo de Luis Frías Piqueras, cuando hizo terna con Eduardo Ordóñez y José González Copano.

1966. – Es el hijo de El Rey del Temple, Jesús Solórzano Pesado, quien continúa con esta relación de triunfos, al obtener la oreja del tercero de la tarde de Sotillo Gutiérrez, cuando formaba cartel con Manuel Linares y José Ramón Lafuente el 18 de julio de ese calendario.

1977. – Algo más de una década después, es el torero de la colonia La Joya, José Luis Ortega, logrará en dos domingos seguidos la hazaña y así, en su presentación, el 4 de septiembre, cuando se acarteló con Eladio Peralvo y Pedro Somolinos, se llevó la oreja del sobrero de El Jaral de la Mira que cerró plaza y a los siete días exactos, se volvió a llevar otra, ahora del quinto de los Hermanos García Romero, que lidió en unión de Manolo Sales y Pepe Luis Chaves.

2000. – Veintitrés años pasaron entre la anterior oreja y la siguiente, que correspondió al tapatío Antonio Bricio, que integrando terna con Luis Vilches y Torres López, el día 21 de julio, obtuvo la oreja del tercero de la tarde de la ganadería debutante de Román Sorando.

2007. – Domingo 16 de septiembre, día de la Independencia Nacional. Octavio García El Payo, de Querétaro, corta una oreja al cuarto de la tarde de la ganadería de Hermanos Torres Gallego, cuando alternaba con Alberto Lamelas y Salvador García.

2008. – Domingo 6 de abril, el novillero de Aguascalientes, Mario Aguilar, corta la oreja al sexto de Martelilla, en tarde que formó cartel con Agustín de Espartinas y Eliseo Gallardo. Este trofeo fue el primero de la temporada en la plaza de Las Ventas y el segundo para un diestro hidrocálido de este escalafón en este periodo de tiempo.

2009. – Jueves 11 de junio, Festividad del Corpus. Arturo Saldívar, novillero hidrocálido que entró al cartel en sustitución del originalmente anunciado José Manuel Más, corta la oreja al cuarto de los novillos de Hermanos Torres Gallego, en tarde que actuó junto a Francisco Pajares y Ernesto Javier Tapia Calita, en un curioso cartel en el que dos novilleros mexicanos se conjuntaron en un mismo cartel en la principal plaza de toros del mundo.

En total son doce los compatriotas que han cortado orejas en Madrid en el último medio siglo. Solo José Ramón Tirado y Porteño abrieron la Puerta Grande y los únicos que lograron repetir su hazaña con más de una tarde cortando apéndices, fueron el propio Tirado, Fernando de la Peña y el capitalino José Luis Ortega.

Debo destacar que los tres últimos triunfadores son producto del proyecto de formación taurina Tauromagia iniciado en México por un grupo de taurinos que integraron entre otros Enrique Martín Arranz, Carlos Neila, Julio Esponda, Manuel Villalvazo Baz, Juan Cubero, Alberto Elvira y otros destacados personajes de la fiesta de aquí y de allá que vinieron a México a buscar talento que formar para destacar en los ruedos.

Por último, también recalco que las dos últimas orejas cortadas por novilleros mexicanos en Madrid, fueron concedidas a dos toreros de Aguascalientes, orgullosamente hidrocálidos, quizás llamados a tomar el testigo dejado por otros toreros de esta tierra que tuvieron vocación y carácter de figuras del toreo como Rafael Rodríguez El Volcán de Aguascalientes o Miguel Espinosa Armillita Chico.

jueves, 22 de enero de 2009

Y te llamas Rafael…


Ya he planteado algunas cuestiones acerca de Rafael Rodríguez, El Volcán de Aguascalientes, un torero de esta tierra que surgió precisamente como los volcanes y que se distinguió en los ruedos por su valor y su vergüenza torera y que en la vida se mostró siempre como un hombre devoto de su familia y del lugar que le vio nacer a la fama.



Pedro Garfias, uno de muchos grandes españoles que tuvieron que dejar su Patria a causa de lo que a mi me parece una absurda guerra civil, el 16 de abril de 1950, tras una triunfal tarde en la que alternó con Silverio Pérez y Antonio Velázquez, le dedicó esta parte de su obra, en la que se exaltan los valores toreros y humanos de este gran torero mexicano:

A Rafael Rodríguez Domínguez

Yo vi un tipo contrahecho
y afiebrado de valor,
torear con todo el pecho
y no vi un tipo mejor.

Y vi una lenta tristeza,
Manuel de mi corazón,
torear como quien reza,
que el toreo es oración

Ambos por igual destino,
de humilde cuna los dos
uno sigue su camino
el otro el camino de Dios.

Y aunque a ti mismo te asombren
aquél Juan y aquél Manuel
tu eres torero, eres hombre
y no te falta ni el nombre,
que te llamas Rafael
.


viernes, 19 de diciembre de 2008

El Volcán de Aguascalientes, a 60 años de su alternativa

Hoy se cumplen sesenta años de que recibiera la alternativa Rafael Rodríguez El Volcán de Aguascalientes. Hoy quiero, en recuerdo de este importante sostén de la historia taurina mexicana, presentar una serie de reflexiones que hizo en una conferencia – si los recuerdos no me traicionan, la última que pronunció en Aguascalientes – el 22 de abril de 1992, sobre diversos tópicos de la fiesta que tanto amó, por lo que recurro a las notas tomadas en aquella fecha, mismas que someto a su consideración:

Sobre la afición

El aficionado es un comprador de ilusiones. Esa gran afición que sabe llenar los tendidos representa una responsabilidad, hay que cumplirle en una forma real, verdadera, transparente, no se le puede defraudar ya que ésta es quien da el sí. Esto debemos llevarlo siempre en la mente.


El toro y el ganadero

El hombre de campo se decide a formar una ganadería en la que pone todas sus ilusiones, todo su empeño y el más grande de todos sus deseos para criar una vacada que llegue a ser relevante en la fiesta de los toros y sea capaz de propiciar los éxitos anhelados.

El toro es una de las figuras más hermosas que se pueden encontrar dentro del mundo animal. Es necesario conocerlo con toda su grandeza, pujanza, fuerza y vigor, en el campo como dueño y señor de su hábitat común, celoso de él mismo, buscando siempre la superioridad. Me parece observarlo altivo, ofreciendo el pecho y enfrentándose a cualquier intruso. Pienso: Toro que vas por el campo en la noche de luz blanca, buscando peleas de muerte por la supremacía de tu raza…


El triunfo

El triunfo sí, pero es más hermoso disfrutar de la gloria excelsa donde se van diluyendo todos los sentidos de la plaza de toros. Parece que se viaja a un espacio etéreo donde no existe nada ni nadie. Únicamente toro y torero girando en el centro del arco iris que forman los rizos de papel picado de las banderillas, la sangre del toro y el alma del matador entregado. Por eso se juegan la vida los toreros. Por eso, bien vale la pena si así Dios lo quisiera, perder la vida.


El adiós

Cuando crucé por última vez la puerta de una plaza de toros hacia la calle, era otro totalmente. ¿Dónde iba a quedar mi traje de luceros. ¿Dónde las ilusiones? ¿Quién era yo? ¿Un desempleado? ¿Qué sabía yo hacer? o ¿Qué podía yo hacer? ¿Qué compromisos tenía con la vida y con la sociedad?

Hoy mi vida transcurre lenta y suave como agua que recorre el arroyuelo y de su cristalino recorrer emanan, viven y afloran los recuerdos. Recuerdos de existencia placentera. Recuerdos de gloria y de sonetos. A sus aguas se asoman las estrellas, quiebran su luz hasta llegar al lecho de aquél arroyuelo que retrata la digna majestad del toro negro. Diamantino fulgor sobre sus astas; amplio, severo y arrogante el pecho. Suave su paso sobre la campiña, hondo bramar de su paso lento. ¡Cuán lejos de has ido de mi vida! ¡Cuánto te añoro aún, cuánto te quiero! No importan mis carnes desgarradas, ni mi sangre regada sobre el ruedo, ni tampoco las tardes de desdicha, ni tristeza que hiera mi recuerdo.

¡Cuán lejos te apartas día tras día, mas no se vivir sin ti!... ¡Sé que no puedo!



Mi visión acerca del hombre

Rafael Rodríguez Domínguez contrajo matrimonio con la señora María Teresa Arellano Madrazo y en su unión procrearon a Rafael (+), María Teresa, Nicolás, Lorena y Sara María, quienes como el torero, viven y desarrollan sus actividades en Aguascalientes. Por otra parte, Rafael Rodríguez, al retirarse de los redondeles, se distinguió por su carácter emprendedor y es reconocido como uno de los introductores de nuevas tecnologías y sistemas productivos en la vitivinicultura y en la crianza de ganado Aberdeen Angus de alto registro.

En reconocimiento a sus méritos tanto dentro de los ruedos, como con relación al desarrollo económico de su tierra, una de las calles aledañas a la Plaza de Toros Monumental lleva su nombre desde el año de 1979, nombre que fue impuesto por el Cabildo del H. Ayuntamiento de Aguascalientes y el 25 de abril de 1996, se develó en su honor una monumental escultura en la Expoplaza de la ciudad de Aguascalientes, obra del artista michoacano, otrora novillero, José Luis Padilla Retana El Seminarista.

Más allá de la arista humana, no va de más reiterar que es precisamente Rafael Rodríguez el torero que más rabos ha cortado en la Plaza México con un total de once, los de Panadero de Pastejé, Palomo y Bolchevique de Zotoluca, Chupa Flor de Zacatepec y Toledano de Coaxamaluca cuando novillero y los de Collarín de Coaxamaluca, Visitón de La Punta, Lagartijo y Cordobés de Zotoluca, Churumbelo de Torrecilla y Morcillero de Piedras Negras a partir de su alternativa y que es también el primer torero mexicano que ha cortado una oreja en una feria de San Isidro, la de Guitarrero de don Felipe Bartolomé, el 16 de mayo de 1951, la tarde de su confirmación de alternativa en Las Ventas.

Hoy le recuerdo en una de las importantes efemérides de su historia personal, pero además, en lo que representa en una importante medida también, el nacimiento de la Edad de Plata del Toreo en México, un tema del que espero ocuparme más adelante.

domingo, 23 de noviembre de 2008

Hoy hace 34 años

La construcción de la Plaza Monumental Aguascalientes se inició en marzo de 1974, sobre el lecho del Arroyo del Cedazo, quedando lista pues, – más no totalmente terminada – para su estreno en un período de ocho meses. Los materiales utilizados para su edificación, fueron concreto y acero, y su cupo al ser inaugurada era de nueve mil espectadores, repartidos en ocho filas de barreras, trece filas de tendidos generales y palcos de contrabarrera.

El acto protocolario de inauguración se llevó a cabo a las doce horas del 23 de noviembre de 1974, por parte del entonces Gobernador Dr. Francisco Guel Jiménez, quien después de la explicación de las características técnicas del inmueble y de la intervención del Ing. Jorge López Yáñez El Vago, a nombre de la afición local, declaró inaugurada la plaza de toros Monumental Aguascalientes, que ese es su nombre oficial, develando la placa alusiva al fasto.

Una hora después, pues el protocolo político de la época así lo exigía, Monseñor Salvador Quezada Limón, Obispo de la Diócesis de Aguascalientes bendijo las instalaciones y presidió la celebración eucarística en los bajos del tendido de sombra, pues en ese momento la capilla del coso aún no estaba concluida, como tampoco lo estaban muchas otras de sus dependencias.

Ya en lo taurino, decía don Jesús Gómez Medina en su nota publicada en El Sol del Centro de hace treinta y cuatro años:

La afición espera con expectación la alternativa del nuevo espada, a quien por cierto, para estar a tono con la significación de la fecha, le tocará lidiar a Hidrocálido, el toro de Torrecilla, que será el de su doctorado, y que será lidiado en primer término en honor de la ciudad, de su nueva plaza y de Fermincito.

A las cinco de la tarde se abrió la puerta de cuadrillas y partieron plaza Manolo Martínez, Eloy Cavazos y Fermín Espinosa Armillita, quienes darían cuenta de un encierro de Torrecilla. El primer toro que saltó a la arena fue el ya referido Hidrocálido, número 58, negro bragado y el primer capotazo en la brega lo recibió de Alfredo Prado. Los primeros lances a la verónica y la consiguiente ovación fue para el toricantano Fermín Espinosa. A Isabel Prado le correspondió aplicar la primera vara y fue el propio Fermín quien se encargó de colocar el primer par de banderillas.

Huelga decir que el primer torero alternativado en la plaza fue el hijo del Maestro de Saltillo y es a Manolo Martínez a quien correspondió el cortar la primera oreja que se otorgó en la nueva plaza al toro Doctor, primero de su lote.

El primer rabo otorgado en el nuevo albero, fue para Jesús Solórzano hijo, al día siguiente de la inauguración al toro Pinocho, del Ing. Mariano Ramírez, primero de esa tarde, que resultó ser también el primer toro premiado con el arrastre lento en el nuevo redondel.

Aquí una memoria gráfica de esos acontecimientos:


El programa general de la apertura del nuevo coso


El programa de la ceremonia inaugural


Monseñor Quezada y El Volcán de Aguascalientes en la primera vuelta al ruedo


Una entrada de la tarde inaugural


Se abrió la puerta de cuadrillas


La primera alternativa

Aldeanos