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domingo, 7 de julio de 2024

Relecturas de Verano XIII

Toros. Fundamentos y futuro de un rito ancestral

Doxa versus episteme

La obra de la doctora Fernanda Haro Cabrero nos presenta lo que considero un puntual diagnóstico del por qué de muchas de las situaciones que vive actualmente la fiesta de los toros, encontrando que bastantes de las dificultades que hoy vive derivan del enfrentamiento dialéctico que de lo que en la filosofía se llama Doxa y Episteme.

De acuerdo con la obra de Platón doxa (δόξα) resulta ser conjetura, fe o creencia; en tanto que episteme resulta ser un conocimiento de naturaleza científica, aunque limitado al mundo de las ideas. Antes, Parménides de Elea hablaba del conocimiento obtenido por medio de la doxa o por vía de la opinión y lo distinguía del conocimiento obtenido por la vía de la experiencia a la que calificaba como vía de la verdad. También calificaba a la doxa como fama o gloria que obtenían aquellos cuyas palabras en el Ágora van más rápidas que su pensamiento…

Pues, en Toros. Fundamentos y futuro de un rito ancestral, la doctora Haro Cabrero nos revela que tanto entre quienes pretendemos la permanencia de la tauromaquia, como entre aquellos que pretenden abolirla, una importante parte de la argumentación que se presenta está sostenida en mera doxa, en opiniones que se repiten, a veces ad nauseam, como si fueran verdaderos artículos de fe, cuando en realidad, son únicamente meras opiniones de personas, algunas de ellas con autoridad intelectual, pero opiniones al fin y al cabo.

Y nos señala ejemplos. Entre los nuestros, encuentro extraordinario el análisis que hace de la trillada expresión de Federico García Lorca, expresada en una entrevista, la última de su vida, aparecida en el diario madrileño El Sol del día 10 de junio de 1936, cuando dijo a su amigo, el caricaturista Lluis Bagaría aquello de que creía que en ese momento la fiesta de los toros era la más culta que había en el mundo… La expresión completa de Lorca es la siguiente:

Creo que los toros es la fiesta más culta que hay hoy en el mundo. Es el drama puro, en el cual el español derrama sus mejores lágrimas y sus mejores bilis. Es el único sitio adonde se va con la seguridad de ver la muerte rodeada de la más deslumbradora belleza. ¿Qué sería de la primavera española, de nuestra sangre y de nuestra lengua si dejaran de sonar los clarines dramáticos de la corrida? Por temperamento y por gusto poético soy un profundo admirador de Belmonte...

Doxa… Esa era, en ese día, la opinión personal del poeta de Fuentevaqueros, lo que él personalmente creía y que a fuerza de ser repetido después de manera incesante que él lo afirmó esa señalada fecha, hoy se ha convertido, para una gran mayoría, en una verdad casi inmutable.

La revisión de la cita en su integridad lleva a la autora a cuestionar el verdadero alcance de la expresión. En primer término, nos deja claro que se trata de su particular manera de ver las cosas, el verbo creo, es fundamental para así entenderlo. Y posteriormente, hay una referencia temporal, pues sitúa su opinión justamente en el momento que está viviendo. Si Lorca hubiera tenido la ocasión de llegar a viejo, podría haber sido cuestionado acerca de esa afirmación, pero esta se quedó congelada en el tiempo, porque un par de meses después, sus días concluyeron.

Entonces, uno de los principales argumentos al uso para intentar la defensa de la permanencia de la fiesta, resulta ser, en su origen, una afirmación relativa, a pesar de que hogaño se le quiera dar la apariencia de uno de los dogmas absolutos que rigen esta actividad humana. 

Y así nos va desmontando la doctora Haro Cabrero otras afirmaciones y sentencias sobre las que nuestro optimismo sobre la sobrevivencia de la tauromaquia descansa y que son meras opiniones o creencias – consejas populares, diría yo – que poco o nada aportan a un debate que ya ha pasado a un estadio superior.

Pero si entre nosotros las cosas descansan sobre terreno cenagoso, en el otro equipo las cosas no están mejor. Allí es quizás donde la obra que trato de comentar revela los mayores desequilibrios, porque la doxa de los abolicionistas ya no es, a mi juicio, fundada en opinión o creencia. Ha llegado al peligroso extremo de convertirse en un verdadero fanatismo.

Por una parte, la goebbeliana repetición de historias de esas que a veces se afirman rescatadas de los entretelones de la fiesta, han servido para señalar a quienes son profesionales de ella, como una verdadera panda de sádicos que abusan de animales indefensos, que han sido minimizados en su integridad o en su posibilidad de defenderse antes de salir al ruedo y así podemos ver que en casi todo panfleto que circula en contra de la tauromaquia, esas historietas acerca de nublar la vista de los toros o de atentar en alguna forma contra su posibilidad de embestir con toda su fortaleza, se repiten con puntos y comas.

Luego está la teoría de que el toro de lidia es por su naturaleza un animal pacífico que desde su edad más tierna es entrenado y hostigado para que aprenda a pelear en las plazas. Y todo ese cúmulo de ideas que solamente derivan de la transmisión oral de mentiras y falacias de hechos que quizás ocurren, pero no en la forma que se intentan comunicar. En estos días en los que la información circula de manera instantánea, en tiempo real, es muy fácil impactar con ella si se tiene un grupo de fieles seguidores dispuesto a consumirla.

Pero todas esas afirmaciones carecen de la naturaleza de ser conocimiento, son, mera doxa, y en este caso particular, opiniones llevadas al extremo, decía al principio, a fuerza de ser repetidas una y otra vez, de ser convertidas en verdaderas creencias, casi en artículos de fe para quienes las defienden, aún con representaciones que por lo estridentes que son, merecen desde mi punto de vista, el calificativo de warholianas

Subestimando al adversario

Ligado a los conceptos anteriores, la doctora Haro Cabrero nos señala atingentemente que, en el desarrollo de toda esta trama de ataques contra la fiesta de los toros, quienes tenemos afición por ella hemos subestimado a los que pretenden abolirla.

Reconoce que somos, dentro del conglomerado social, una minoría, y agregaría yo que los abolicionistas son otra, aunque mejor organizada, con mejores canales de comunicación, con una definitivamente mejor conciencia de la finalidad que persiguen y evidentemente con acceso a recursos, aparentemente ilimitados de procedencia hasta ahora no aclarada.

La posición de la afición a los toros en este aspecto se relaciona con una de las ideas preconcebidas acerca de su subsistencia, aquella que reza que la fiesta se defiende sola, que ha propiciado que, aunque la finalidad de todos los aficionados sea la permanencia de la tauromaquia, los esfuerzos y las actividades para mantenerla, sean fraccionados y regionalizados. Y también suponemos que hay quienes tienen la responsabilidad activa de resistir los embates de los abolicionistas, en tanto que quienes acudimos a los tendidos, solamente cumplimos con hacerlo.

Los abolicionistas se han aprovechado de esa falta de cohesión entre la afición y han penetrado entre las grietas que eso genera. Eso también lo refleja la obra de la doctora Haro Cabrero, señalando que es importante la reagrupación de todas las fuerzas para presentar en definitiva un frente unido que pudiera enfrentar los cada vez más frecuentes embates que se estarán presentando en su contra en el futuro.

Decía líneas arriba que los que se oponen a la tauromaquia están muy bien avituallados en lo económico. En más de alguna ocasión he podido comentar este punto a quienes se encargan de la defensa de los asuntos en los días actuales y les he sugerido tirar de la manta por ese lugar. El silencio ha sido mi respuesta. ¿Por qué hay un aparente temor a destapar esa situación?

Animales y derechos

También se trata en la obra el asunto de los derechos de los animales, de la supuesta o presunta Carta de los Derechos de los Animales, que unos grupos afirman fue aprobada por la UNESCO y otros, que por la mismísima Asamblea General de la ONU. La realidad es que, como lo revela la doctora Haro Cabrero, ese documento que quizás exista, no obra en los archivos de ninguna de esas organizaciones internacionales y mucho menos ha sido discutido y analizado por sus asambleas generales. Es otra mentira que se ha convertido en verdad a fuerza de repetirla incesantemente.

Afirmo de manera tajante: los animales no tienen y no pueden tener derechos. Para ser titular de un derecho, es necesario tener la capacidad, primero, de poder asumir el o los deberes que le son correlativos y después, como dice el profesor Javier Hervada en sus Cuatro Lecciones de Derecho Natural:

El animal no es capaz de poner una decisión original suya, o sea, no dependiente del juego de instintos y leyes naturales dados a su ser... El acto libre es sólo propio de la persona, dueña de su ser en tanto capaz de actos originales suyos, que proceden de su decisión. El acto humano, dentro del ámbito de conductas que nos interesan, está trascendido de libertad: es un acto libre...

Es decir, para tener derechos se requiere libertad de decidir. Los animales no deciden, responden únicamente a sus instintos. Lo que sí tienen los animales, como expresa con tino la profesora Adela Cortina, es valor y como seres vulnerables que son tenemos hacia ellos obligaciones morales de cuidado y responsabilidad. (Las fronteras de la persona. El valor de los animales, la dignidad de los humanos”).

Y es que los llamados derechos humanos – todos los derechos son humanos – son anteriores a la voluntad de cualquier legislador. No es lo mismo reconocer un derecho, que concederlo. El reconocimiento implica solamente la aceptación de la existencia de algo anterior. La concesión implica un acto de magnanimidad que se otorga por la gracia del que tiene el poder y que, en otro espacio temporal y político determinados, pudiera retirarse. Dar derechos así, es además de peligroso, demagógico.

Un par de notas finales

Primero, una digresión terminológica. Taurino es aquel que tiene intereses dentro de la fiesta. Aficionado es quien tiene interés en la fiesta, pero sin tener intereses dentro de ella. Yo creo que me ubico en esa segunda definición.

Toros. Fundamentos y futuro de un rito ancestral es una obra que todo aficionado a los toros o aspirante a serlo, debería leer ya, pues en sus páginas, la doctora Fernanda Haro Cabrero expone con claridad y de manera concisa el estado actual de las cosas y propone algunas interesantes alternativas para tratar de superar las actuales vicisitudes. El estilo literario que tiene la obra es fluido y no es una obra para iniciados que requiera tener un diccionario de autoridades en la mesilla de al lado, además de tener la gran virtud de que una vez que se empieza, le cuesta a uno interrumpir su lectura. Léanlo, no quedarán decepcionados.

Referencia Bibliográfica: Toros. Fundamentos y futuro de un rito ancestral. Soluciones a la dialéctica de lo taurino desde la ciencia, la razón y la evidencia”. – Fernanda Haro Cabrero. – Editorial Almuzara. – 1ª edición, Córdoba, 2024, 134 páginas, con viñetas en blanco y negro. – ISBN 978 – 84 – 10521 – 24 – 7.  

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