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domingo, 22 de junio de 2025

10 de junio de 1971: Reaparece en los ruedos Luis Miguel Dominguín

El 31 de mayo de 1970 se produjo un catastrófico sismo en el Perú, que pasó a la historia como el Sismo de Ancash, que causó el fallecimiento de 70 u 80 mil personas, la desaparición de unas 20 mil y alrededor de 400 mil lesionados. Fue, indudablemente una tragedia de extraordinarias proporciones que produjo la movilización de todas las diferentes agrupaciones de personas y de instituciones para intentar remediar, en lo posible, las carencias que generó ese fenómeno de la naturaleza.

El toreo, siempre solidario

Para el final de la temporada madrileña de ese año de 1970, se anunció la celebración de un festival taurino a beneficio de las obras de reconstrucción de los daños causados por el sismo en el Perú. Inicialmente se manejó que el cartel de toreros sería una terna formada por Antonio Bienvenida, Luis Miguel Dominguín y Manuel Benítez El Cordobés. El anuncio final se produjo con la fecha del sábado 10 de octubre de ese mismo año, con un mano a mano entre Antonio Bienvenida y Luis Miguel Dominguín, quienes enfrentarían seis novillos de Juan Mari Pérez Tabernero Montalvo. Creo interesante resaltar lo siguiente de ese festejo:

Al gesto de torear en Madrid unieron los dos diestros la honradez de hacerlo ante novillos – toros (ligeramente despuntados), que tuvieron más de toros que de novillos. Peso, edad, genio... En fin, nada de becerras festivaleras. Toros de pareja lámina y desigual comportamiento, lo que permitió a Antonio y a Luis Miguel lucir sus largas facultades de lidiadores, buscando en cada uno de ellos, los lances más oportunos, las suertes de más feliz ejecución...

Nada de becerras festivaleras..., señaló Andrés Travesí en su crónica del ABC madrileño, resaltando de la actuación de los maestros en el retiro – todavía – la eficacia con la que se condujeron y que motivó que, aunque el festejo fue largo – dice la crónica que duró dos horas y cuarto – que se los llevaran en hombros por la calle de Alcalá.

Ese ganado que ellos seguramente escogieron para el festival de Madrid me sugiere que, como se cuenta en las varias biografías que se han publicado ambos toreros se preparaban ese año 70 para reaparecer el siguiente calendario, pero ya vestidos de luces, en las plazas de España. Escribe don Carlos Abella en su libro Luis Miguel Dominguín a corazón abierto:

Luis Miguel decidió volver a los toros en 1970, y fiel a su trayectoria, se encerró durante el invierno para perder los kilos ganados en las «farras» y en los saraos de los últimos diez años, aunque durante ellos había procurado torear en el campo becerros y toros de su propia ganadería, comprada en 1960 a Dª Piedad Figueroa, y a los que ha marcado con un hierro que hace honor a su personalidad: los toros de Luis Miguel lucirán en el brazuelo el Nº 1.

Así pues, el festival de Madrid y el que torearían tanto don Antonio Bienvenida, como Dominguín en Huelva el lunes siguiente, a beneficio de la Hermandad del Rocío, con Litri, Chamaco, Diego Puerta y Paco Camino ante novillos del Marqués de Albayda, eran parte de una preparación, a esas alturas del calendario, intensiva, para romper a torear en la siguiente temporada.

La reaparición en Palma de Gran Canaria

Antonio Bienvenida había reaparecido en Madrid, en la Feria de San Isidro el día 30 de mayo de 1971, mientras que Luis Miguel Dominguín postergó la suya para cuando la temporada estuviera algo más avanzada y en una plaza de menor responsabilidad. Así, arregló con Octavio Martínez Nacional, diestro retirado y empresario de la Palma de Gran Canaria, volver a los ruedos en ese escenario de veraneo. El cartel que se formó para la ocasión, a celebrarse el jueves 10 de junio de ese año – Jueves de Corpus – fue con Antonio Bienvenida, Luis Miguel Dominguín y Miguel Márquez, quienes lidiarían un encierro de Samuel Flores, del que al final, solamente se corrieron cinco toros, pues el sexto fue sustituido por un sobrero de Soto de la Fuente. La tarde fue ventosa y eso condicionó el resultado de la corrida. Escribió Jerónimo Aguilar, corresponsal del semanario madrileño El Ruedo:

El fuerte viento reinante ha roto las ilusiones de cuantos acudimos a ver la reaparición de Luis Miguel «Dominguín»... Con lluvia se puede torear, con frío y calor, también; con viento, no. Es el mayor enemigo de la Fiesta nacional... Esto es lo que ha ocurrido esta tarde en la que tan sólo el joven diestro Miguel Márquez, por sus especiales condiciones físicas – su poca estatura le permite torear con el capote muy recogido o con muleta pequeña –, ha podido triunfar rotundamente... Si la tarde hubiera sido apacible, tenemos la seguridad de que el festejo habría hecho historia... Y no es que Luis Miguel nos haya defraudado, ni mucho menos; pero no le hemos podido ver en todo su esplendor... Ahora bien, sí que hemos podido ver a un Luis Miguel seguro, tranquilo, dominador, con esas mismas características que un día le situaron a la cabeza de la torería... No hemos asistido a un éxito de clamor de Luis Miguel «Dominguín», por causa del viento, como hemos repetido, pero sí a la efeméride de su reaparición y a poder comprobar que el maestro está en plenitud de facultades y podrá dar grandes tardes de toros. Y Dios quiera que sea por mucho tiempo...

Recibió una oreja del primer toro de su lote y saludó desde el tercio en su segundo. Pero su presencia y sobre todo, el vestido de luces que estrenaba, era parte del atractivo de la tarde. Sigue escribiendo el corresponsal de El Ruedo:

¡Ah! El terno de Luis Miguel. Mucho se ha hablado de que iba a constituir una innovación grande. Desde el tendido nos ha parecido un traje precioso, liviano en las hombreras y, especialmente, en los bajos de la taleguilla, donde se aprietan los machos. Si es cierto que resulta mucho más cómodo para el torero que se han venido usando hasta ahora no hay pero que podamos oponerle, pues no rompe la ortodoxia de los trajes de luces...

Eran los vestidos de diseño picassiano que tenían la particularidad de ser más livianos que los convencionales. Se habla también que, en esa fecha, partió plaza con un capote de paseo que llevaba motivos dibujados por el poeta Rafael Alberti, pero eso, la prensa no lo refleja por razones comprensibles.

Antonio Bienvenida, quien también reaparecía en el coso de la Palma, cortó una oreja al toro que abrió la corrida y Miguel Márquez le cortó el rabo al tercero del encierro. La entrada apenas alcanzó, señalan los cronistas, la mitad del aforo del coso.  Así pues, sin ser una tarde de grandes triunfos, quedó señalada en la historia, como aquella que representó el último regreso a los ruedos de Luis Miguel Dominguín.

El devenir de ese retorno

La temporada de 1971 le representó a Luis Miguel 40 corridas de toros, en plazas de mediana responsabilidad, pues a excepción de las de Barcelona y San Sebastián, los demás cosos en los que actuó fueron de menor compromiso. En ese ciclo le dio la alternativa a José Mari Manzanares y al francés Roberto Piles

También regresó a México, donde toreó cuatro tardes entre el 10 y el 17 de octubre, en Monterrey, Guadalajara (2) y Tijuana, quedándose contratado para reaparecer en la Plaza México el 16 de enero de 1972, pero una fractura sufrida en una mano en Lima, lo mantuvo en el dique seco hasta después de las Fallas de Valencia, por lo que esa reaparición ya no se produjo.

Al año siguiente torearía 34 en España y 4 en Francia, pero ampliaría su presencia en plazas de importancia al acudir a las ferias de Bilbao y Santander y reaparecería en Madrid – Carabanchel – el 9 de julio de ese año, alternando con Curro Romero y Eloy Cavazos.

Y terminaría su andar por los ruedos en 1973 con 45 corridas en España, iría a las ferias de Valencia y de Sevilla y reaparecería en la plaza de Las Ventas el 9 de junio, nada menos que en la Corrida de la Beneficencia, alternando con El Viti y José Antonio Campuzano, quien confirmaba la alternativa, enfrentando la terna toros de Manuel Arranz.

El 23 de septiembre de ese 1973, en la apertura de la Feria de la Merced de Barcelona, toreó vestido de luces por última vez en su vida. Alternó con Francisco Ruiz Miguel y Julio Robles en la lidia de toros de Sepúlveda. Fue una tarde lluviosa, en la que el público no se mostró agradado con lo que le realizó a sus toros. 

Así es como se cerró la carrera en los ruedos de uno de los toreros más carismáticos que la historia reciente del toreo ha conocido.

domingo, 8 de junio de 2025

8 de junio de 1933: Armillita corta un rabo en Madrid en el homenaje a Martín Agüero

Foto de Baldomero aparecida en el diario La Nación
Madrid 9 de junio de 1933

El quinto toro de la sexta corrida del abono madrileño de 1928, celebrada el domingo 20 de mayo, llamado Aceitero, marcado con el número 6, de los herederos de Esteban Hernández, ganadería conocida en sus mejores días como los pablorromeros de Madrid, le infirió una cornada al diestro bilbaíno Martín Agüero.

El parte facultativo que rindió el doctor Jacinto Segovia acerca del percance sufrido fue el siguiente, según se publicó en el diario La Libertad:

«Durante la lidia del quinto toro ha ingresado en esta enfermería el espada Martin Agüero con una herida por asta de toro en la cara posterior, tercio superior, del muslo izquierdo, que interesa piel, aponeurosis, músculos abductores, y tiene dos trayectorias: una hacia la tuberosidad isquiática y otra hacia fuera. Pronóstico menos grave. – El profesor Segovia.» 

En una primera impresión parecía un percance menor que permitiría a Agüero regresar a los ruedos en unas cuantas semanas, pero de la descripción de las lesiones, no se advierte un puntazo corrido en el pie izquierdo y que quizás, junto con el compromiso circulatorio en el miembro herido, impidió que la herida le cicatrizara debidamente. Pudo reaparecer el 29 de junio siguiente, y el 9 de agosto vuelve a ser herido en Bayona. Después de ese percance suma cinco tardes más en el calendario, advirtiéndose que tenía serias dificultades para caminar y reponerse delante de los toros.

Con esas limitaciones físicas, seguirá en los ruedos las campañas de 1929 y 1930 y en 1931, se le somete a una intervención quirúrgica para amputarle los dedos del pie izquierdo, anunciándose por la prensa taurina de la época por el mes de julio, que había quedado imposibilitado para torear. Martín Agüero tenía apenas 28 años de edad.

En 1933, hizo pública su retirada de los ruedos, porque después de probarse con vacas en tentaderos, se percató de que no estaba ya apto para enfrentar a los toros en los ruedos y así lo comunicó epistolarmente a la prensa española de la época. Publicó el diario madrileño La Libertad el 3 de febrero de ese año:

Martin Agüero se retira. El que fue excelente estoqueador de toros, Martin Agüero, nos escribe una carta en la que nos comunica que el intentar entrenarse para reanudar su profesión y convencerse de que no está en condiciones paira ello, ha decidido retirarse del toreo... Las esperanzas que abrigaban el matador bilbaíno, sus amigos y los aficionados a la fiesta taurina no se han confirmado, y Martin, inútil a consecuencia de la operación que tuvo que sufrir en el pie derecho, no volverá a vestir el traje de luces... Sinceramente lo lamentamos, porque toreros del temple de Martín Agüero, toreros de tan acrisolada honradez profesional, toreros que se «vayan detrás de la espada» y den con el pecho en el morrillo de los toros, van quedando tan pocos que no es fácil resignarse con la desaparición de uno de los más caracterizados cultivadores de la escuela. Y, además, cuando el torero se retira porque ha logrado alcanzar la meta de sus aspiraciones... pero en este caso de Martín Agüero, cuando en plena juventud y lleno de afición se anhela el triunfo y se ve rota la carrera, desvanecidas las ilusiones y truncado el porvenir, sólo puede producir amargura y tristeza...

Tras de hacer pública su necesaria decisión, los estamentos de la fiesta se pusieron en movimiento para intentar auxiliar al compañero caído, como enseguida lo veremos.

La solidaridad del toreo

Anunciado el retiro de Martín Agüero y las causas del mismo, prontamente se movilizaron los distintos estamentos de la fiesta para auxiliar al torero de Bilbao. No fue precisamente un camino de rosas el llegar a la corrida que en este momento me ocupa y una posterior celebrada en su tierra natal, como lo narra Alfonso, cronista del diario El Liberal, en su edición del 9 de junio de 1933:

Bombita tuvo el rasgo, de todos conocido y alabado, de crear el Montepío. Ha habido necesidad de llegar a estos tiempos para que la benéfica institución haya dejado de ser un culto para los toreros... Bombita, Vicente Pastor, Marcial Lalanda y Domingo Ortega han hecho verdaderos sacrificios para el sostenimiento de la misma. Hay que pintar el cuadro con toda dureza para que no se repita el caso de que un hombre como Martín Agüero, cuando se hallaba en el apogeo de su arte y de su fama, por un desgraciado accidente tuvo que abandonar la profesión, y se ha visto en la imprescindible necesidad de organizar este beneficio. Pues bien; cuando esto sucede hay diestros... que se niegan a torear la corrida del Montepío, o piden cifras tan fantásticas, que de antemano sabe cuál ha de ser la contestación... Hay que hacer un escarmiento serio para terminar con estas cosas. Medios legales existen para que los hombres de corazón – en la plaza y en la calle – se nieguen a actuar con los que anteponen su conveniencia particular al interés general de los compañeros desvalidos. Aislarlos es un beneficio...

Y, sin embargo, la corrida se pudo organizar, contando con Nicanor Villalta, Fermín Espinosa Armillita, Domingo Ortega y Fernando Domínguez, quienes enfrentarían en el inicio, un encierro de Julián Fernández, antes Vicente Martínez, del que al final, solamente se aprobaron cuatro toros, completándose el lote, con otros cuatro salmantinos de Clairac.

La corrida contó, además, con la presidencia honoraria de Vicente Pastor, diestro madrileño en el retiro, quien, en su día, también fuera presidente del Montepío de Toreros.

Los triunfos de Armillita y Ortega

Las crónicas de casi todos los diarios de Madrid se ocuparon de señalar primordialmente la faena de Domingo Ortega al toro Tesorero, número 32, corrido en tercer lugar, ante el que el torero toledano recuperó, en el sentido colectivo de los cronistas, el sitio que parecía tener perdido. Le cortó las dos orejas y se llevó una de las grandes ovaciones de la tarde.

Por su parte, Armillita tuvo una labor breve ante el primero de su lote, de Julián Fernández, el que casi al abrirse de capa lo volteó y le destrozó la taleguilla, dejando para la posteridad una imagen suya poco frecuente, pues tuvo que terminar la corrida con un pantalón de arenero, pues los destrozos a su vestido de luces, eran irreparables.

Armillita visto por Roberto Domingo
Diario La Libertad, Madrid 9 de junio 1933

Ante el sexto de la tarde, Saltillo, negro bragado y escurrido de carnes, de Clairac, realizó una de las grandes faenas de su historia en los ruedos hispanos. Escribió Rafael Hernández y Ramírez de Alda, firmando como Rafael para el diario La Libertad:

Su segundo toro fue bravo y lo aprovechó Armillita para hacer una faena grande y completa, una faena de maestro y de artista. Empezó toreando de capa con mucho temple y mucha quietud y siguió en quites derrochando arte y valentía. El toro, bravo y noble, se arrancó bien a los caballos… Tomó Armillita los palos, y después de citar insistentemente para quebrar clavó un gran par al cuarteo. Volvió a citar al quiebro, y a fuerza de aguantar obligó al toro a que se arrancara; pero tan de cerca que no había sitio para ejecutar la suerte, y así resultó el par desigual y Armillita atropellado. Sin embargo, fue tan grande el valor con que aguantó al toro, que se le ovacionó con entusiasmo. Cerró el tercio con otro par al cuarteo muy bueno y se reprodujeron las ovaciones… Brindó la muerte del toro desde el centro del ruedo e inició la faena con un pase por alto superior, y seguidamente, con la muleta en la izquierda, dio seis naturales admirables de temple, de mando y de valor, y luego, ligado con ellos, uno de pecho soberbio, corriendo bien la mano y pasándose todo el toro por delante. Estalló la ovación en honor del gran torero y ya siguió durante toda la faena, en la que hubo pases de todas marcas y adornos de todo género, incluso un molinete de rodillas, realizado todo con una elegancia, un arte y una maestría imponderables. Entrando bien dio una estocada que mató sin puntilla, y a petición unánime del público se le concedió una oreja, luego la otra y el rabo (que Armillita tiró con muy buen acuerdo) y dio la vuelta al ruedo entre aclamaciones y tuvo que salir a los medios y aun se le ovacionaba durante la lidia del otro toro. Un éxito, en suma, tan grande como merecido...

La tarde triunfal del homenaje y beneficio a Martín Agüero quedó redonda, con esta importante faena del Maestro de Saltillo.

Nicanor Villalta y Fernando Domínguez terminaron por enfrentarse a los huesos del encierro y terminaron por demostrar su voluntad de agradar y de auxiliar a su compañero caído ante las astas de los toros.

El homenaje a Martín Agüero

Tras despachar al tercero de la tarde, Domingo Ortega sacó a Martín Agüero al ruedo y le invitó a dar la vuelta al ruedo junto con los demás diestros actuantes en el festejo. Escribió Eduardo Palacio en su crónica aparecida en el diario ABC de Madrid:

Martín Agüero salió al ruedo de la mano de Ortega en el toro en que triunfó plenamente el de Bórox, y ambos y los otros tres espadas escucharon muchos aplausos... Ver a Martín Agüero cojeando sobre la arena donde tantas tardes triunfara su gallardía, en ese coso que fue el de sus éxitos y del que salió en hombros infinidad de veces, producía una tristeza infinita. No obstante, el inválido, correspondiendo a los aplausos que se le tributaban, sonreía satisfecho, reconociendo que aquella prueba de cariño era el epílogo de la historia brillante de un pundonoroso matador de toros. Y así era, en efecto...

Era un reconocimiento justo, aunque la plaza no se haya llenado. Quizás si se hubiera dado en domingo, la entrada pudo ser otra. En fin...

Termino estos apuntes con una reflexión que hizo en su día el citado Eduardo Palacio, en el introito de la crónica de esta corrida histórica:

El 31 de agosto de 1924 tomó en Málaga la alternativa de manos de Chicuelo, que le cedió el toro de Pablo Romero, “Sotillo”, chorreao en verdugo, el diestro bilbaíno Martín Agüero, que contaba a la sazón veintidós años de edad… llegó a sumar cincuenta y dos corridas el año 27, y eso que perdió algunas por diversos percances, marchando luego a Méjico ventajosamente contratado, y realizando allí una brillante campaña. Regresó a su patria, y la temporada de 1928 se le presentaba espléndida, teniendo ya en su haber las orejas de oro de la Asociación de la Prensa de los años 26 y 27, cuando en la corrida del domingo 20 de mayo, alternando con Fuentes Bejarano y Mendoza, un toro de los lidiados, su segundo, de D. Esteban Hernández, le infirió una cornada en un muslo y un puntazo en el pie derecho, determinando esta última lesión, tras dos años de lucha y sufrimientos, el tener que abandonar el arte a que había consagrado sus desvelos, por encontrarse cojo. Su última actuación fue en Logroño, el 24 de septiembre del 30, matando un toro de Murube, tan admirablemente, que cortó la oreja del bicho…. Tristezas, ingratitudes, decepciones del pobre inválido, y una lucha homérica para llegar al día de ayer, en la que se verificó, ¡al fin!, una corrida en su beneficio. Antes de hablar de ella quiero en estas líneas enviar a Martín Agüero un fuerte abrazo, compendio de la sincera admiración que le profesé siempre, como artista y como hombre. Primero supo luchar con los toros; después ha sabido luchar denodadamente con otra fiera más temible: la adversidad. Y ni con aquéllos ni con ésta trató de defenderse con ningún truco. A los primeros dio su valor sin par y su arte, y a esta ha hecho frente con una sonrisa de desdén y la firmísima voluntad de consagrarse al trabajo. Por eso deseo al valiente inválido que, como fin de su jornada, encuentre convertidas en rosas las espinas que bordearon el camino de su triunfo. Todo lo merece por bueno y por hombre...

Martín Agüero, quien nos dejó para la posteridad la muestra de la manera de matar correctamente a los toros y que también ha sido el inspirador de uno de los más hermosos pasodobles que la música del toreo conoce, falleció en el año de 1977, perseguido por las secuelas de la cornada de Aceitero. Que haya encontrado el merecido reposo.

domingo, 1 de junio de 2025

25 de mayo de 1975: El sobresaliente Julián de Mata, paga su cuota de sangre en Las Ventas

Ya había planteado, al comentar la confirmación de alternativa de Manolo Arruza, que el San Isidro de 1975 se caracterizó por la gran cantidad de encierros rechazados en todo o en parte. El 24 de mayo, la corrida de José Luis Osborne que debieron enfrentar Miguelín, Paquirri y Paco Alcalde fue echada para atrás y la solución que dio la empresa, fue tomar el encierro de Alonso Moreno de la Cova anunciado para el día siguiente, que, en teoría, enfrentarían Francisco Ruiz Miguel y Antonio José Galán mano a mano.

Al final de cuentas, el encierro sería sustituido por otro de la misma procedencia, pero de menos presencia que el que se apropiaron las figuras para poder cumplir su compromiso la víspera. Y es que no estaba rematado todavía. Le contó José María Recondo, apoderado de Antonio José Galán a Manuel Molés, en esos días, redactor del diario madrileño Pueblo:

La empresa tuvo un problema y se llevó nuestra corrida. Podían haber lidiado la de Palha. ¿A que no se atreven a quitársela a Camino...?» «Naturalmente», contesta Recondo, mientras atiende a su torero. Galán no le ha dado importancia al toro, ha metido el pico y ha toreado con la muleta muy retrasada. «Ese – contesta Recondo – es un vicio de casi todos los toreros...» … La corrida es una de las más chicas de la feria. Resulta que Alonso Moreno no la tenía prevista para Madrid. Es más, esta corrida iba a lidiarse en Valencia en el mes de julio...

Como es de costumbre, quienes tienen una posición preponderante en los estamentos taurinos, disponen de las cosas a favor de su interés. Y a veces, el resultado final, se tuerce.

La decimoséptima del San Isidro del 75

El festejo del domingo 25 de mayo se celebró en un ambiente bastante caldeado. Ya se había apuntado por aquí, que uno de los signos de esta feria fue el del constante baile de corrales que motivó la sustitución de los toros anunciados originalmente por otros que no estaban originalmente contemplados en el programa del serial y por el reacomodo de otros encierros en detrimento del interés de los espadas anunciados con ellos.

En el caso del mano a mano entre Francisco Ruiz Miguel y Antonio José Galán, al menos inicialmente, en el papel, no parecía haber cambio alguno, pero en el fondo, el encierro reseñado por la empresa y por sus apoderados para la fecha, el 25 de mayo de 1975, no era el que habían aceptado, pues como se planteó líneas arriba, se había lidiado la fecha anterior para suplir a otro distinto que había sido rechazado y lo que teóricamente saldría por toriles, era otra corrida que estaba siendo preparada para ir a Valencia el mes siguiente.

Y al final de cuentas, lo que aprobaron las autoridades madrileñas ni siquiera fueron los seis toros, porque se sortearon solamente cinco de los de Alonso Moreno y uno de El Jaral de la Mira. Y de los titulares, el abreplaza sería aceptado por la concurrencia hasta el primero tris.

Ante un lleno de no hay billetes, Ruiz Miguel y Galán tuvieron que enfrentarse a un encierro complicado. Las crónicas del festejo no cuentan mucho acerca de sus actuaciones, porque el difícil juego de los urcolas de don Alonso, los mandó a ambos a la enfermería. El primero en caer allí fue Ruiz Miguel, quien tras la lidia del tercero ingresó, emitiéndose el siguiente parte médico por el doctor Máximo García Padrós:

El diestro Francisco Ruiz Miguel ingresó en la enfermería tras la lidia del tercer toro de la tarde, presentando heridas en la región superciliar y malar izquierda; puntazo corrido en la cara posterior del muslo izquierdo. Conmoción cerebral. Pronóstico reservado...

Durante la lidia del quinto de la tarde también fue lesionado Antonio José Galán. El parte médico emitido es el siguiente:

Contusiones y erosiones múltiples. Conmoción cerebral. A descartar fractura de fémur. Pronóstico reservado...

Esa última lesión y el dictamen facultativo, dejaron las cosas dispuestas para que la tragedia que merodeaba la plaza de Las Ventas, se consumara.

Julián de Mata, sobresaliente de espadas

Heridos los diestros anunciados en el cartel, el sobresaliente de espadas tenía que terminar el festejo. Ese 25 de mayo del 75 se había anunciado en el cartel a Julián de Mata – civilmente Julián de la Mata González – nativo de Cehegín, Murcia, de donde salió para Madrid, para tratar de hacerse torero, pero terminó de taxista y siguió pagándose el carnet, para poder seguir vistiendo el terno de luces y al menos poder salir de sobresaliente. Escribió Juan Teba de Montes, en el número de El Ruedo fechado el 10 de junio de ese 1975:

Y se hizo taxista. Y de aquí para allá, transportando seres humanos que le hablaban de extrañas historias que no comprendía. Y mire usted por dónde se le brinda la oportunidad de torear dos novilladas... Y al final, lo de siempre. Sobresaliente. Ni banderillero, ni corredor. Nada. Bueno, sobresaliente. Y con la misión propia del cargo, a contemplar los rostros crispados de los maestros y los chanchullos de los «hombres de confianza». Sí, el pago: cuatro migajas...

La oportunidad que terminó en tragedia se le presentó a los cuarenta y dos años de edad, en un momento en el que muchos toreros ya empiezan a pensar en dejar de vestir el terno de luces. Pero Julián de Mata tenía todavía la ilusión de demostrar que podía ser alguien en el planeta de los toros. Le tocó aprender el toreo junto a la vía del tren de Arganda con Alfonso Merino, Luis Parra Parrita, y Martín Sánchez Pinto, entre otros.

Pero el oficiar como sobresaliente no era una manera muy sencilla de exhibir sus aptitudes. Desde el inicio de la década de los 70, era un fijo en los festejos que organizaba la casa Chopera y que requerían sobresaliente. Le pude localizar al menos tres presentaciones en tal calidad en Las Ventas, una, el 4 de octubre de 1970, cuando el torero canario Pepe Mata despachó en solitario una corrida del Conde de la Maza, resultando herido; el 28 de mayo de 1972, en el mano a mano que torearon don Antonio Bienvenida y Andrés Vázquez con toros de Victorino Martín y el 20 de junio de 1974, con un cartel de toreros igual al de la fecha que nos ocupa, pero con toros de Martínez Benavides, con motivo de la Corrida de la Prensa de ese calendario.

Como todo sobresaliente, entonces y en la actualidad, su actividad es espaciada, limitada y el sitio que tienen delante de los toros es evidentemente escaso.

El hacer de Julián de Mata quien estrenaba esa tarde un vestido grana y oro, estuvo marcado entre el escándalo en los tendidos y la tragedia. Cuando se llevaron a Antonio José Galán a la enfermería, Jaime Ostos desde su localidad, le hacía saber al presidente García Valiño que debía suspender la corrida, porque el sobresaliente no estaba en capacidad de terminar con el festejo. Posteriormente, Bartolomé Sánchez Simón también matador de toros, se tiró al ruedo ofreciéndose a despachar al quinto y al sexto, recibiendo por respuesta la orden presidencial de ser detenido y remitido a la comisaría. Escribió Alfonso Navalón en la edición de Pueblo ya citada:

Aquí, señor presidente, en el instante justo que se llevaban a la enfermería al segundo matador, era el momento justo de suspender la corrida. Así lo pedía el público y ésta sería la solución lógica, habida cuenta que Julián de Mata es un hombre que no podía afrontar semejante prueba. En todo caso, cabía acceder al ruego de un matador de toros para matar el sexto. Porque esto ha pasado ya muchas veces en casos semejantes. “Simón” bajó a pedir permiso y fue detenido. Con todos mis respetos, considero que no era la decisión adecuada. “Simón” no era un espontáneo, puesto que, al no haber ningún toro en la plaza, mal pudo interrumpir la lidia. Cabía, aceptar o denegar su ruego. Nada más...

Posteriormente, García Valiño esgrimiría los argumentos de que el reglamento no lo permitía y también el de que no había precedente. Este último es el favorito de la autoridad cuando no quiere actuar en determinado sentido, pero cuando menos, encontré uno en la hemeroteca, cuando el domingo 23 de agosto de 1953, el matador Octavio Martínez Nacional, bajó del tendido para despachar un novillo devuelto que no quería regresar al corral, con el permiso de la presidencia de ese día. En conclusión, el precedente existe.

Y salió el sexto de El Jaral de la Mira. La intervención del sobresaliente fue brevísima, sigue contando Navalón:

Luego llegó el horror de la cornada a Julián de Mata. Como era previsible, nada más abrirse de capa quedó a merced del toro, y todos volvimos la cara con horror, cuando, cosido en la mazorca del pitón, llevaba un pedazo del chaleco del pobre sobresaliente, víctima absurda de una situación todavía más absurda. Porque aquí no cabe invocar el reglamento. Estábamos ante un caso de conciencia. Estaba en juego la vida de un hombre...

Y es que, García Valiño, policía de formación y ocupación, al fin y al cabo, se escudó siempre en la interpretación literal del texto legal, según se lo declaró a Pilar Trenas en la edición del ABC madrileño del día 27 siguiente:

Mientras haya un sobresaliente vestido de torero, la corrida debe continuar, según el reglamento... Lamento el percance, pero el reglamento lo dice así...

El parte médico de Julián de Mata

Después de ser intervenido en la enfermería de la plaza, el doctor Máximo García Padrós, extendió el siguiente parte facultativo:

Herida por asta de toro en la cara posterior del hemitórax derecho, entre la novena y décima costillas, penetrando en la cavidad torácica con grandes destrozos en los lóbulos inferiores y medio del pulmón derecho, contusionando el pericardio. «Shock» traumático intenso que precisó transfusión de 1200 centímetros cúbicos de sangre. Pronóstico muy grave...

Le declaró el doctor García Padrós a Manuel F. Molés:

¡Chico qué cornalón!... Un cornalón. Pero tengo esperanza de que se recupere; claro, que luego hay que contar con las complicaciones. Pero ha sido algo muy gordo. Fíjate que tenía tres cornadas en el pulmón: pero tres boquetes así de grandes. Ya veremos...

Tras de concluir la intervención se dudaba si trasladar al torero herido al Sanatorio de Toreros o a otra unidad hospitalaria de alta especialidad para continuar su tratamiento, al final de cuentas, se decidió llevarle al Francisco Franco, para que un especialista en cirugía de tórax continuara con su tratamiento.

En su cama del hospital, atendió a Manuel F. Molés, quien en la edición de Pueblo del 29 de mayo siguiente, publicó lo siguiente:

Me duele más el no haber estado bien que la cornada.

- Pero, Julián, si no podías estar bien.

- ¿Por qué?

- Porque no estabas preparado.

- Sí lo estaba. Toreo mucho de salón.

- Pero el toro es otra cosa. Torear de salón es torear al aire. Imaginar un sueño. Hace falta el toro, la práctica. ¿Desde cuándo no te has puesto delante de un toro?

- El año pasado.

- ¿Te das cuenta de que era imposible estar bien, de que lo más seguro era la cornada?

- No. Lo que pasa es que en la voltereta que me dio el quinto me dislocó la mano derecha y no pude mandar debidamente al sexto con el capote. Si no es por la mano estropeada a estas horas hubiera cambiado mi futuro.

- Ya. ¿Cuánto te han pagado, Julián?

- Todavía no he cobrado. Lo estipulado son ocho mil, y vienen a quedar seis mil y pico limpias... Pero la empresa es muy buena conmigo.

- ¿A cuánto asciende esa bondad?

- El año pasado me dieron doce mil...

- En la taquilla habría seis o siete millones ¿Te parece suficiente ese sueldo tuyo?

- No lo sé...

Insisto: es increíble, pero real. Charlando con él me duele hacer preguntas necesariamente duras. Nadie puede convencer a Julián de Mata que era una barbaridad dejarlo salir. Nadie puede convencerle que no le bastaba un carnet si no tenía una preparación. Nadie puede convencerle que le contrataron como comparsa precisamente porque no tenía nada que hacer. El sueña un sueño imposible, temerario, bárbaro, y al fin y al cabo comprensible.

- Molés, yo tengo que ser matador de toros...”

Julián de Mata no perdía, ni en la cama del hospital, la intención de recibir la alternativa de matador de toros algún día.

En un apunte de interés meramente económico, a un tipo de cambio directo, las ocho mil pesetas de 1975, equivalen a 48.08 euros de estos tiempos y deflactados, serían aproximadamente 2000 euros contantes y sonantes. Es decir, casi nada.

El día después

La tragedia de Julián de Mata movió a los estamentos de la fiesta. La posición y función del sobresaliente se cuestionó y se pidió opinión a personas destacadas dentro del medio. Entre otras, destaca la opinión de Antonio Bienvenida, quien dijo al respecto:

Debería ser un novillero con experiencia, que conociera el oficio. También un matador de toros, aunque siempre o casi siempre hayan sido novilleros. Yo exigiría que estuviesen en activo y que hubiesen toreado un mínimo de corridas, porque en caso contrario se exponen a una catástrofe...

Por su parte, Paco Camino también comentó su parecer sobre ese particular:

La culpa la tienen las empresas. Hay gente joven capaz de resolver un problema con rapidez. Yo exigiría que fuese capaz, un número de actuaciones por año con caballos y que tengan también ilusión, que es algo muy importante. Lo que sucede es que si son novilleros piden que les den alguna compensación, y las empresas no quieren complicaciones de ese estilo...

Ambas opiniones me hacen pensar que los dos toreros ven al sobresaliente como una especie de convidado de piedra que no se luzca, que sea eficiente nada más, que se mantenga en la sombra y evite destacar en toda medida.

Julián de Mata se tuvo que quitar de torero a causa de esta cornada, aunque en el lecho del dolor le insistiera a Molés que tenía que llegar a matador de toros. En 2016 varios toreros que don Máximo García Padrós curó de sus cornadas se reunieron con él con motivo del cincuentenario de su actividad como cirujano en la plaza de Las Ventas. Sobre esa reunión escribió Ana María Ortiz para el diario El Mundo, de Madrid y entre otras cosas dijo:

En representación de la década de los 70, la primera de García Padrós en el servicio médico de Las Ventas, Julián González de Mata. Traje chaqueta azul marino, 82 años bien llevados, aunque pierda el resuello cuando circulamos arriba y abajo por el graderío. «Julián, ahora te ponemos un poco de oxígeno cuando bajemos a la enfermería», bromea el doctor. Aquel 25 de mayo de 1975 Julián de Mata – ese era su nombre artístico – era sobresaliente – suplente, coloquialmente hablando – pero los dos titulares en el cartel sufrieron sendas cogidas y tuvo que salir. «Me metió el pitón en la cintura, me levantó en el aire y me llegó el pitón a dos centímetros del corazón. Me quedé con seis pulsaciones, pensé que me moría», rememora. Tras el envite no pudo ya retomar la carrera taurina y se hizo taxista, profesión que también tuvo que abandonar por las secuelas. «Gracias a la bondad de señora Cuqui Fierro (famosa aristócrata madrileña) que me ayuda desde entonces», pide que se recoja en estas líneas...

Las cornadas de los toros tienen secuelas que se arrastran, a veces, por toda la vida. Esta de Julián de Mata es una prueba de ello.

domingo, 25 de mayo de 2025

A 55 años de la confirmación de Manolo Martínez en Madrid

Manolo Martínez realizó su primera campaña europea entre el 5 de junio y el 29 de septiembre de 1969, toreando 48 corridas entre España y Francia en ese lapso de tiempo. El cierre de esa temporada quedó marcado por los tres percances que sufrió en un lapso de menos de dos meses en Bilbao, Murcia y Cáceres, que, si bien no le mermaron el ánimo, el último, por una intervención defectuosa, le tuvo fuera de los ruedos casi un mes, precipitando el final de esa su primera participación en los ruedos de Europa. 

Su actitud ante los toros y la atracción que generaba en la afición y los públicos dentro y fuera de las plazas, motivó que pronto se le publicitara como El Mejicano de Oro, remoquete que le fue adjudicado por Gonzalo Carvajal, titular de la crónica taurina en el diario madrileño Pueblo, quien era afortunado para adjudicar esa clase de sobrenombres, pues de su autoría fueron, entre otros, los de El Niño Sabio de Camas, para Paco Camino; el de Diego Valor para Diego Puerta o el de El Faraón de Camas para Curro Romero, y todos ellos han trascendido a la historia de la fiesta.

De acuerdo con los biógrafos de Manolo Martínez, principalmente el tándem Cantú – Páez, esa primera temporada la preparó con anticipación, se metió al campo, mató toros a puerta cerrada y se familiarizó con el ambiente de allá, siendo el motivo que arrancara hasta el Corpus de Toledo.

La temporada 1970

Manolo Martínez arrancó su temporada europea del año 70 en Barcelona, el 17 de mayo, alternando con Adolfo Ávila Paquiro y Manolo Cortés en la lidia de toros de Antonio Pérez de San Fernando. Esa tarde de acuerdo con la crónica escrita por Rafael Manzano para la Hoja del Lunes de la capital catalana, Manolo hilvanó, pero no cosió prenda alguna... Es decir, únicamente dejó reflejos de lo que había apuntado el año anterior.

Con ese bagaje es como llegó a la Feria de San Isidro, en la que tenía tres tardes contratadas, la del 22 de mayo que es la que me ocupa en este momento, la del lunes 25 en la que formaría cartel con Ángel Teruel y Miguel Márquez para dar cuenta de un encierro de Antonio Pérez de San Fernando y cerraría su feria el viernes 29 siguiente, cuando se preveía la presentación en Madrid de los toros mexicanos de Mimiahuápam y en la que alternaría de nuevo con Ángel Teruel y José Luis Parada.

Al final de cuentas, su isidrada se cerró solamente con las dos primeras actuaciones, porque los toros mexicanos, a causa de un caótico viaje náutico, no estuvieron en condiciones de ser lidiados. Al final, tampoco el encierro propuesto para sustituirlos pasó el fielato del reconocimiento y la corrida terminó por ser suspendida causando una gran molestia en la afición madrileña.

Algunas notas previas al festejo

El cartel de la corrida de la confirmación de Manolo Martínez era uno de los señeros de la Feria de San Isidro de 1970, pues alternaría con Santiago Martín El Viti y Sebastián Palomo Linares en la lidia de toros de don Baltasar Ibán Valdés. El solo anuncio de la corrida atrajo personalidades de todos los medios, entre ellos a la significada actriz María Félix, quien fue entrevistada por Manuel F. Molés para el diario madrileño Pueblo del día de la corrida, a quien entre otras cosas dijo:

Manolo es un gran amigo. La verdad es que, aparte de ver Madrid, lo que me trae acá es la alternativa de mi paisano... Puedo decirle que es uno de los toreros más sinceros y decentes que existen. Siente el toreo como pocos. Se van a chupar los dedos como tenga suerte...

También se encontraba Eloy Cavazos entre quienes asistirían al festejo, y quien comentó a uno de los redactores del propio diario:

¿Qué le desea para mañana - hoy para el lector - a su paisano Manolo Martínez? – Él es mi amigo. Ojalá tenga la mejor de las suertes... yo soy más joven que él, y que ambos nos hacemos la guerra, pero solo en el ruedo. Yo también insisto que en la vida particular somos buenos amigos...

Por otra parte, se anunciaba que el festejo sería televisado y que por primera ocasión se transmitiría un festejo desde España para México. Que la transmisión a estas tierras se haría a través de una cadena de reciente creación, Televisión Independiente de México (TIM), que operaba en quince ciudades y que se esperaba una gran audiencia en México.

La confirmación de Manolo Martínez

Manolo Martínez, contra la costumbre, salió vestido a trascendental tarde en su carrera, vestido de negro y oro. Un vestido de estreno. En ello reparó don Antonio Abad Ojuel, encargado de la crónica en el semanario El Ruedo, quien en el número fechado el 26 de mayo siguiente, escribió:

Para la ceremonia viene el mejicano vestido con el traje de torear más fastuoso de, la actualidad: un terno negro y oro – dando a esta palabra el peso que tiene en los mercados de metales preciosos – a, que pone lujo y tronío en la tarde. ¡Qué contraste con esos pálidos trajes de primera comunión, o los más horrendos, de pastilla de café y leche que este San Isidro han puesto de moda los niños! Manolo Martínez – como El Viti con el temo grana y oro de hace unos días –, da una lección de cómo se viste un torero de torero.

- Pero temo negro, ¿por qué?

- Porque el alternativado viene a la plaza como novio. Y en España y Méjico, que son dos países importantes y con raza, los novios se visten de negro; que las nupcias con la mujer o con la muerte son cosa seria.

- Pues los más frecuentes son los trajes blancos...

- De blanco se visten las novias.

Cualquier día vamos a ver en los carteles de alternativa una nota que diga: «El diestro lucirá un ‘vestido de atoreá’ diseñado por Elio Berhanyer, en gros grain de seda beige con pasamanerías y caireles de tul ilusión». ¡Que ya está bien de cursilería, señores sastres!

¡Gracias Manolo Martínez, por haberte vestido como se visten en España y en el Méjico lindo y querido los hombres serios, los toreros buenos, los matadores de rumbo! …

Ese fue el impacto que nuestro paisano causó a uno de los cronistas más serios del momento, en cuanto a su manera de presentarse. Aunque a algo más de medio siglo de distancia, he de señalar que don Antonio fue profético en la parte final de su comentario...

Ante el primer toro de la tarde, llamado Santanero, marcado con el número 92, y anunciado con un peso de 518 kilos, su hacer fue visto así por el nombrado Gonzalo Carvajal de Pueblo:

Pero por algo Manolo Martínez es figura del toreo, aunque esta su tarde de confirmación no se resuma en un éxito claro, sino en un sí para la faena de «Santanero» y con un no para la muy breve que cuajó con «Panadero», quinto de la jornada, cariavacado, encastado, y que por su raza y por su falta de fuerzas llegó con viaje corto y áspero al tercio postrero... ¿El porqué del sí para Manolo Martínez? El mejicano se ganó la oreja, con la aquiescencia del «profundo 9», que dice mi compañero y amigo Raúl del Pozo, porque dio los pases precisos en su número y en su ejecución, y porque mató muy bien de media en lo alto, para ganar la oreja. ¿El porqué del no para Manolo Martínez? Porque debió hacer algo más que limitarse a probar a «Panadero», el del viaje de cercanías. para convencerse que no iba, machetear y volver a matar bien de media. Por lo que no hizo M.M. escuchó pitos. Por lo que si hizo cortó una oreja, con las protestas de esos espectadores que no admiten los triunfos más que en aquellos toreros que «vuelven del frío» ...

Es decir, lo que vio Carvajal fue que su actuación ante el toro de la confirmación fue justa para asegurar la oreja que le fue concedida y ante el quinto, dio la impresión de que le faltó esforzarse un poco más. Quizás pensaba ya el torero en la tarde siguiente.

La crónica de Abad Ojuel en El Ruedo, aparte de lo referido acerca del vestido del confirmante, refiere:

La faena fue torera y adornada con destellos originales. Muy buenos los pases para doblar y quebrantar al toro y los tres naturales primeros ligados al de pecho. Un poco más despegadillo en la serie con la derecha y vuelve al buen terreno en espléndidos naturales con remate de trincherilla y el de pecho. Redondos con un original giro a la inversa - no conozco el nombre del adorno en la lexicografía azteca -, pase alto con cambio, para uno garboso de pecho y refrendo final de media estocada de buena calidad. Dobla el toro en tablas y Manolo corta la oreja del toro de su alternativa. Hay para él una gran ovación cuando, con elegante parsimonia, la exhibe en la vuelta al ruedo... A «Panadero» no nos le dejó ver...

Hace mención don Antonio a un original giro a la inversa que es lo que Alameda en alguna crónica bautizara como el martinete. Esta relación, más reposada en su redacción, es un poco más elaborada que la común de los diarios, que tienen que cerrar sus contenidos el mismo día de la corrida.

Sigue el turno de don Antonio Díaz – Cañabate, de quien he señalado ya por aquí su escaso gusto por lo que llegó a ver venido de estas tierras. Pues Manolo Martínez no se escapó de su cáustica opinión:

El primero era muy bueno. Manuel Martínez lo toreó a placer. Es posible que él lo sintiera. Toreaba bien, correctamente; la gente aplaudía como aplaude ahora, con mecanismo, como si estuviera cumpliendo un deber. Una vez cumplido se quedan tan tranquilos. El toreo de Martínez no es que fuera frío, pero si que dejaba helado, por lo menos a mí. Es su faena, una más de las infinitas del montón de las faenas. Media estocada y la indispensable oreja, que es recibida con pitos... En el quinto Martínez no lo quiere ver, él sabrá por qué. Media estocada...

No se desdijo en esta ocasión tampoco a quien sus allegados llamaban El Cañas, pero en honor a la justicia, he de decir que en esta crónica también pone de corinto y oro a los otros dos alternantes del cartel. Mejor nos contó la mejor selección del anecdotario del gran Larita. Así que, por hoy, quedamos en paz.

Y concluyo con las apreciaciones de la prensa de la época, con lo que en su día expresó a sus oyentes de la Radio Intercontinental en su programa España Taurina, Gonzalo Ángel Luque del Pino, Curro Fetén:

Confirmaba la alternativa el mejicano Manolo Martínez, el cual se hizo ovacionar en su intervención con el percal y en una faena plena de arrogancia en la que hubo temple y mando indudable en series de pases sobre la diestra, en los que dejaba la impronta de su arte. Tenía el toro temperamento, pero el mejicano le aguantó y a fuerza de templarle y llevarle toreadísimo, le cuajó una excelente faena que, al ser rematada certeramente con media estocada, le valió la oreja del toro de su confirmación como matador. El quinto llegó con peor estilo a la muleta, rebrincado y con media acometida, sin pasar, por lo que tras breve muletear lo pasaporta de media estocada, no gustando el capítulo. En resumen, la presentación en Madrid como matador de toros de Manolo Martínez, le ha abierto un buen crédito que, sin duda, deberá refrendar en otras actuaciones...

Como se puede ver, hay opiniones para todos los pareceres. En lo que sí parece haber consenso, es en el hecho de que la tarde de Manolo Martínez, a pesar de la oreja cortada, dejó el regusto de que pudo haber conseguido algo más resonante.

Arrematando

En las mismas páginas de las crónicas de la época, se hablaba de que aquí en México vieron la corrida por televisión 15 millones de personas. Creo que la cuenta es muy alegre. La realidad es que la cadena de televisión (TIM) tenía una cobertura limitada, no nacional, lo que hace poco creíble la consecución de esa cifra.

Por otra parte, en lo personal, tengo la impresión, a pesar de lo que los biógrafos de Manolo Martínez puedan sostener, de que el torero apostó su resto para esa campaña europea a la corrida que le preparó don Luis Barroso Barona. Por eso no se preparó previamente en el campo allá antes de ir a confirmar, por lo que, cuando la corrida no llegó en condiciones de ser lidiada, se limitó a cumplir con los compromisos que ya tenía firmados allá y a planear su regreso a México para retomar su campaña en las plazas de aquí.

No creo que haya habido conspiraciones en su contra, ni cuestiones por el estilo, simplemente fue un mal cálculo que no permitió construir una temporada a partir de una sola carta. 

Todas estas reflexiones no implican que yo abjure de mi martinismo. Es el mejor torero mexicano que he visto con uso de razón. Pero lo que aquí escribo me impone el deber de conducirme con objetividad y es lo que aquí he intentado. Hasta la próxima semana.

Aviso parroquial: Los resaltados en los textos transcritos son imputables exclusivamente a este amanuense, pues no obran así en sus respectivos originales.

domingo, 9 de febrero de 2025

10 de febrero de 1980: Aciago final de la única campaña mexicana de Rafael de Paula


Cuenta Andrés Luque Gago en sus memorias toreras que para la temporada invernal 1979 – 80, José Ignacio Sánchez Mejías y Manolo Chopera, apoderados de Rafael de Paula, le arreglaron una gira por plazas americanas:

Podría decirse que Rafael de Paula fue un premio final a mi larga trayectoria, un lujo para cualquier banderillero... Lo apoderaban Manolo Chopera y José Ignacio Sánchez Mejías, de lo que podría deducirse que fue éste quien propició la llamada de su hermano Pepe a principios de 1979. Me aseguró que tenían previstas unas cincuenta corridas en España y unas diez en América y que iría a aquel continente con él... No estaba seguro de que pudiese torear tantas corridas, el año anterior se había lesionado la rodilla, afectada de un problema congénito, en la plaza de toros de Bayona... (Andrés Luque Gago en Recuerdos de un torero, 2011)

Dadas las circunstancias, podía suponerse válidamente que las fechas americanas a las que hace referencia don Andrés tendrían verificativo en las plazas que sus apoderados controlaban ya en aquellos días al Sur del Ecuador. Pero al menos para quienes en esos días residíamos en la capital mexicana, el miércoles 24 o el jueves 25 de enero de 1980, el doctor Alfonso Gaona, al presentar el cartel de la séptima corrida de la temporada 1979 – 80 de la Plaza México, sorprendió a todos anunciando la confirmación de alternativa de Rafael de Paula para el domingo 27 siguiente, quien no estaba anunciado en el elenco del derecho de apartado.

La tarde de la confirmación de Rafael de Paula queda así, como una fecha señalada en la historia del toreo, pero sin ningún hecho artístico resaltable para contar. Por cuestiones del convenio, el torero jerezano tenía que actuar al menos en tres corridas aquí en México, así que el siguiente domingo 3 de febrero, en Acapulco, toreó mano a mano con Miguel Espinosa Armillita Chico, lidiando dos toros de Villa Carmela y otros dos de Peñuelas y las cosas quedaron listas para que terminara su paso por nuestros ruedos el 10 de febrero, nuevamente en la Plaza México.

La novena corrida de la temporada 1979 – 80 

Para ese domingo 10 de febrero de 1980, el doctor Gaona anunció un encierro de Rancho Seco, que festejaba el cincuentenario de su presentación en la capital de México, para Rafael de Paula, Curro Rivera y Miguel Espinosa Armillita Chico. No debo dejar de decir que quienes estuvimos en posibilidad de asistir a esa corrida esperábamos que el torero gitano nos retribuyera lo que había dejado pendiente dos semanas antes, pero en los hechos, la realidad fue bien distinta.

Escribe Carlos Loret de Mola Médiz, firmando como Luis Soleares, en el diario tapatío El Informador del día siguiente al de la corrida:

Rafael de Paula naufragó ante sus dos enemigos y escuchó una bronca de órdago después de cada uno de ellos, con multitudinario coro de “¡ratero, ratero!”. El juez, además, lo multó con cinco mil pesos por su desaprensiva actuación con el primero, y con diez mil por su segundo fraude al público, con el cuarto. Un verdadero desastre. Su segundo adversario era burriciego; pero el primero pasaba bien, y Paula lo eludió y mató rápidamente… ¿Qué de bueno podría decir de Rafael de Paula? Ni siquiera el terno: un vino obscuro con adornos negros, como si estuviera de luto por su actuación. Ni una sonrisa, ni un lance, ni un pase. Lo que se llama nada. Al primero debió torearlo. Era imperativo categórico de dignidad hacerlo, porque se trataba de un ejemplar de respeto y calidad. Sólo le espantó las moscas huyendo de él, y le sepultó la espada desprendida para una muerte fulminante y cruenta. Bronca grave y multa de cinco mil pesos. El cuarto era burriciego, pero “El Gitano” huyó de su embestida igual que había hecho con el anterior. Le metió una estocada trasera y luego otra delantera. Con los dos estoques puestos, el toro se entregó, mientras el ruedo se cubría de cojines, envases de cerveza e injurias. Paula es, o era un diestro fino con el capote. Desigual y miedoso, tenía sin embargo actuaciones artísticas. En la Feria de San Isidro en Madrid – mayo de 1979 –, probablemente perdió el sitio al ser peligrosamente cogido en su segunda actuación, tras una tarde de éxito para él. Lo de ahora denota que no ha recuperado el aplomo. Ojalá tenga un mañana, lo que, por lo que a México se refiere, parece imposible…

Loret de Mola no es ni comedido ni piadoso con su narración de lo sucedido esa tarde. Estuve presente en la plaza y creo que es una de las broncas más grandes que he tenido oportunidad de ver en casi seis décadas de ver toros. Y es que el torero simplemente salió a despachar a sus toros sin mayor trámite. Entiendo que, como dice don Daniel Medina de la Serna, eran en principio a contraestilo, pero apenas entró en probaturas antes de montar la espada.

Otra cuestión que aborda Luis Soleares es la de la probable falta de sitio a causa de las crónicas y recurrentes lesiones de rodillas que padecía el torero de etnia gitana. Cita en particular un percance sufrido el 26 de mayo de 1979, en la Feria de San Isidro de Madrid, en una corrida en la que Rafael de Paula se había quedado con tres toros de la corrida y en un alarde de torería, realizó un quite a un toro con peligro, yéndose él también a la enfermería, y quedando trunco el festejo. En esa oportunidad, en principio, se le diagnosticó una conmoción cerebral, aunque posteriormente se le detectó esa lesión articular.

Por su parte, don Andrés Luque Gago, quien decíamos, venía como peón de confianza del torero, cita también la cuestión de la lesión articular en sus memorias toreras, pero ya decíamos que fija el origen de la misma en un festejo celebrado en la plaza francesa de Bayona y de estos festejos en la Plaza México, recuerda:

Como estaba previsto, viajamos a América, a Colombia y a Méjico, donde cumplí un viejo sueño, torear en la Plaza Monumental... La ruptura de los convenios había impedido que hubiese toreado allí antes... Creí que ya no lo haría nunca... Toreamos dos corridas en la Monumental de Méjico y los toros no ayudaron, salieron con poco recorrido, escaso juego, e incluso con peligro sordo. Llevé el peso de la lidia en los cuatro, y les pude... Me proclamaron banderillero triunfador de la temporada y me concedieron el trofeo correspondiente...

Efectivamente, Andrés Luque Gago fue el ganador del Trofeo Domecq al mejor peón de brega de esa temporada y en ese par de tardes si alguien brilló fue precisamente este gran torero de plata, quien derrochó torería a raudales.

Los ecos de una tarde desdichada

Los sucesos de esta corrida de toros no se quedaron para consumo local. El diario ABC de Madrid les dedicó un espacio en su sección La Fiesta Nacional en su edición del 13 de febrero de 1980, en el siguiente tenor:

México, 12 (EFE). – Casi toda la crítica mexicana coincide en calificar pésimamente la labor del torero Rafael de Paula en su última actuación en el coso de la capital azteca… «Por favor, no más arte gitano». «¡Qué malo es!». «Gran bronca armó De Paula en la México». «El gitano De Paula, bandido tramposo de siete suelas», son algunos de los titulares que hoy comentan el fracaso del torero jerezano… En cuanto a la multa por 15,000 pesos (unas 45,000 pesetas) que el presidente de la corrida, Jesús Dávila impuso ayer al diestro «calé», se dividen las opiniones, pues una mayoría opina que, de acuerdo con el Reglamento, la sanción, e inclusiva el arresto, solamente caben cuando el torero falta al respeto al público o a la autoridad… Dávila explicó que: «a su juicio no sólo se falta al respeto al público cuando el torero se encara con él, sino cuando no pone de su parte ni un mínimo esfuerzo para cumplir con decoro»…

No debo dejar de aclarar que el jefe de la información taurina del ABC madrileño era en esos días Vicente Zabala Portolés y que, en esos tiempos, Rafael de Paula no era precisamente, uno de los toreros de su estimación. Tanto así que el día aquel de la faena del toro de Martínez Benavides en Madrid, escribía que la plaza de Las Ventas había sido rebajada a ser un inmenso tablao flamenco… Entonces, tenía árbol caído para hacer leña.

Una reflexión final del torero

En una interesantísima entrevista realizada por José Antonio Ayuste, Rafael de Paula se autodefine en la siguiente forma:

Yo podré haber sido mejor o peor torero, pero de lo que estoy seguro es de que el torero de más mérito en la historia del Toreo he sido yo. He sufrido mucho con mis rodillas. Operaciones, problemas..., y por culpa de mis maltrechas rodillas siempre he estado a merced de los toros. Muchas veces me he dicho delante del toro que sea lo que Dios quiera. Estoy convencido de que yo podría haber sido un torero de historia. Con mis condiciones de torero estoy convencido de que podría haber entrado en la historia del Toreo. Un torero inválido, como he sido yo, ha matado siete corridas de seis toros. Respecto a si me he dejado algo en el tintero, he de decirte que por supuesto que sí. Los toreros se retiran sin haber hecho su faena soñada. Sin haberse realizado completamente. Los toreros se mueren sin entender completamente el misterio del toreo. Ni siquiera aquellos que han pasado a la historia por haber sido los más listos e inteligentes. El toreo es un misterio que nadie ha logrado entender jamás…

Así ha sido el paso de uno de los grandes genios del toreo que han pisado el ruedo de la plaza de toros más grande del mundo, hace 45 años.

domingo, 19 de enero de 2025

3 de octubre de 1941: Festival en homenaje y beneficio de Félix Rodríguez en Madrid

Félix Rodríguez fue un torero que tuvo un paso fugaz por los ruedos, pero que dejó una gran impronta en la historia del toreo. Apenas pudo completar un poco más de cuatro temporadas como matador de toros, pero sus contemporáneos aseguran que, de no haber sido por su endeble salud, quizás hubiera sido el esperado sucesor de Gallito.

La enfermedad fue la que lo echó de los ruedos y lo que pudo ganar en ellos, se fue escapando como agua entre las manos. La última vez que se vistió de luces fue el 19 de junio de 1932 en Perpiñán, Francia, y a partir de esa fecha solamente se pudo dedicar a atender los males que le aquejaban.

La prensa de la época señala que, en el año de 1941, Antonio Márquez, contemporáneo suyo, se afanó en organizar un festival taurino en su beneficio. Escribió Recorte en el ejemplar de El Ruedo fechado el 17 de enero de 1946:

Con el fin de aliviar la angustiosa situación económica en que le había precipitado la enfermedad, y por iniciativa de Antonio Márquez, se celebró en Madrid un festival a beneficio del desgraciado torero. En dicho festival tomaron parte gran número de toreros, consiguiéndose una buena recaudación que sirvió para mitigar, de momento, los sufrimientos que poco a poco iban arrancándole la vida...

José Luis Ramón agrega que, por esa misma época, el Sindicato del Espectáculo le concedió una pensión mensual de la que disfrutó hasta su fallecimiento en 1943.

El anuncio del festival

El festejo tendría lugar el viernes 3 de octubre de 1941, en la plaza de toros de Las Ventas de Madrid, dando inicio a las cuatro y media de la tarde.

El cartel originalmente anunciado se formó con novillos de Antonio Pérez de San Fernando, de Salamanca, que serían lidiados por Juan Belmonte, a caballo y en lidia ordinaria, a pie, por Rafael Gómez El Gallo, Antonio Márquez, Domingo Ortega, Antonio Bienvenida, y Juan Mari Pérez Tabernero.

En la víspera del festival, se publicó tanto en el diario matutino ABC, como en el vespertino Pueblo, ambos de la capital hispana, la siguiente información:

El festival a beneficio de Félix Rodríguez. El matador de toros Juan Belmonte (hijo) ha hecho entrega de 500 pesetas por una localidad para dicho festejo... Los toreros y aficionados que deseen adquirir entradas haciendo donativos pueden pasarse por las oficinas de la empresa (Victoria 9) durante la tarde del jueves y la mañana del viernes...

Así, toreros y aficionados fueron presentándose primero, en el despacho de la empresa y posteriormente en las taquillas de la plaza, para poder hacer su aportación a la buena causa que motivó la organización de este singular festejo.

Lo sucedido en el festejo

Corrida a beneficio del infortunado Félix Rodríguez, retirado de la profesión a causa de una grave enfermedad... Al hacer el paseo todos los matadores son aplaudidos. Torean Belmonte, Rafael el Gallo, Márquez, Marcial, Ortega y Antonio Bienvenida...

Sin mediar explicación, Juan Mari Pérez Tabernero salió de la combinación y fue sustituido por Marcial Lalanda, según se aprecia del introito de la crónica de Benjamín Bentura Sariñena Barico, en la edición de Pueblo de la misma fecha del festejo.

El común denominador de los novillos de Antonio Pérez de San Fernando fue la extrema falta de fuerza que exhibieron en todos los turnos de la lidia. Escribió Giraldillo en el ABC madrileño de la mañana siguiente al día del festejo:

El resultado artístico no correspondió al interés despertado, porque los seis novillos de Pérez Tabernero venían resentidos seriamente del accidente que sufrió el camión que los transportaba. Al principio todos arrancaron bien, pero pronto vinieron abajo, excepto los dos últimos, que debieron padecer menos. Juan Belmonte toreó muy bien a caballo... pero donde sobresalió fue en la colocación de dos pares de banderillas, metiendo la jaca por dentro... Cuando iba a hacer la faena de muleta, el novillo cayó y fue apuntillado. Antonio Márquez, Marcial Lalanda, Domingo Ortega y Antonio Bienvenida, torearon muy bien, con más suerte estos dos, porque sus novillos no estaban resentidos de las patas... El gran Rafael “El Gallo”, objeto de una ovación cariñosísima, toreó con gracia. Su presencia en el espectáculo, fue una nota altamente simpática... Márquez y Bienvenida brindaron a “K – Hito”, el gran aficionado, dibujante y escritor, a cuya iniciativa desde las columnas de “Dígame”, se debe la idea del festival...

Acerca de la entrada, el mismo Manuel Sánchez del Arco, dice:

Se celebró el festival, con una entrada muy buena, tanto que hace suponer una recaudación lucida que venga a mitigar la aflictiva situación en que se encuentra el que un día gustó la gloria de los aplausos... El rasgo generoso de cuantos han tomado parte en el festival, o de algún modo han contribuido al buen resultado económico del mismo, merece registrarse con elogio: El público madrileño ha sabido responder al nobilísimo fin que el espectáculo perseguía...

No quiero dejar de hacer notar, que la crónica del diario "Pueblo" consigna que auxiliando a Juan Belmonte, iba nada menos que Cayetano Ordóñez Niño de la Palma.

El accidente que dañó al encierro

En el diario Pueblo del mismo día del festejo, en nota aparte, se contiene esta información, fechada en Salamanca:

El jefe de la estación ferroviaria de Salamanca comunicó a la Cruz Roja, por noticias que había recibido del jefe de la estación de Barbadillo, haber ocurrido un accidente con motivo del choque de un camión que conducía una corrida de toros de don Antonio Pérez Tabernero, que había de ser lidiada en Madrid... El mayoral que acompañaba a la corrida de toros murió poco después del accidente y el conductor del coche y su ayudante sólo sufrieron algunos rasguños...  Algunas de las reses han quedado inutilizadas para la lidia...

Así pues, vinculando la crónica del festejo de Giraldillo con esta última información, se puede advertir que el pobre juego de los novillos salmantinos en el festival, se debió propiamente al percance carretero que sufrieron y que terminó por afectar directamente al resultado artístico del mismo.

Un apunte sobre El Gallo

Rafael El Gallo había recibido la alternativa en los albores del siglo XX, en 1902 y toreó su última corrida vestido de luces en Barcelona, en 1936. Esa es una carrera larguísima en los ruedos, aún con las idas y venidas que tuvo el que fuera uno de los diestros más geniales que la historia ha conocido.

Ya retirado, siguió, como se ve, toreando festivales a invitación de Juan Belmonte. Antonio Díaz - Cañabate, en su Historia de una Tertulia, a propósito de este en particular, cuenta:

El rápido de Sevilla llegó a Madrid esta noche, a las once de la noche. A las once y media, Rafael «El Gallo» está en el Lyon... ¿De dónde vienes Rafael? Pues de Villanueva del Arzobispo, donde hemos toreado ayer un festival, Juan, el «Niño de la Palma», Láinez y yo... Buena temporada de festivales llevas. ¿Cuántos has toreado? … ¡Qué se yo. diez o doce! Son cosas de Juan Belmonte. Una mañana, llega a Gayango, y me dice: «Rafael, el domingo toreamos en Écija», y nos vamos a Écija a divertirnos un rato. Yo le llamo a esta trupé que hemos formado Juan y yo, «El Empastre» ... Rafael torea en Madrid dentro de tres días un festival a beneficio de Félix Rodríguez, el que fue buen torero, inválido y postrado en cama hace mucho tiempo... ¿Qué, Rafael, vienes muy animado? … Yo, animao estoy siempre; ahora, que luego sale el toro, y a lo mejor se le acaba a uno la animación. Si embiste, le toreamos, y si no, a esperar a otro...

Poco tiempo después, tres años para ser precisos, Rafael El Gallo sería objeto de un festival de similares intenciones, del que me he ocupado en este apartado de esta bitácora.

Como podemos ver, la tauromaquia siempre está presente cuando hay una buena causa que atender.

domingo, 8 de diciembre de 2024

La permanente solidaridad del toreo

El pasado domingo veía por la televisión el festival taurino que, en lo que ayer fuera la Chata de Vista Alegre, en Carabanchel, se ofreció para recaudar fondos para ayudar a aliviar los estragos que una DANA causó en diversas poblaciones de la Comunidad Valenciana. El final inesperado que tuvo, al más puro estilo de las obras del boom latinoamericano de la literatura, me recordó otro evento similar, celebrado en 1986, también ideado para intentar paliar en alguna medida las desgracias causadas por la erupción del volcán Nevado del Ruiz en Colombia. Y leyendo sobre este último festival, encontré lo que me parecen ciertos paralelismos. Es por eso que hoy trataré de exponerles lo que sucedió ese 5 de abril de hace ya casi 39 años y plantear lo que creo que son esos puntos de contacto.

Apuntes sobre una tragedia… ¿anunciada?

El volcán Nevado del Ruiz se ubica en la parte central de la cordillera de los Andes, entre los departamentos colombianos de Tolima y Caldas. Para 1985, la última erupción importante que tenía registrada databa del año 1845, pero ya a finales de 1984 se había advertido que el llamado León durmiente mostraba signos de actividad. Se afirma que las previsiones para un evento volcánico de gran magnitud fueron tardías y así, el 13 de noviembre de 1985, se produjo una gran erupción que afectó señaladamente a la ciudad de Armero, que prácticamente quedó sepultada bajo los materiales arrojados por las avalanchas causadas por la erupción.

Se habla hoy en día de una suma de entre 20 y 30 mil personas fallecidas o desaparecidas; 4000 heridos; más de 20,000 personas sin hogar por la destrucción de alrededor 5,000 viviendas. Se estima que los damnificados llegaron a los 250,000; y, las pérdidas materiales fueron estimadas entre 35 mil y 50 mil millones de pesos colombianos.

Sin duda, la fuerza de la naturaleza causó a las personas y a sus bienes una serie de daños, muchos de ellos irreparables. Las crónicas periodísticas de la época dejan ver que el resultado catastrófico pudo al menos ser amortiguado, si se hubiera respondido con diligencia a las advertencias de los geólogos y vulcanólogos que detectaron la inusual actividad del Nevado del Ruiz. Más el hubiera no existe y en esos días ya no quedaba más que tratar de paliar las consecuencias en la medida de lo posible.

La respuesta del planeta de los toros

Relatan tanto Vicente Zabala Portolés – en Tiempo de Esperanza –, como José Carlos Arévalo y José Antonio del Moral – en La Guerra Secreta – que, en medio de, justamente una guerra por los destinos de la plaza de Las Ventas, la Federación Nacional Taurina, encabezada en esos días por don Lucio de Sancho y la Embajada de Colombia en España, coordinaron sus esfuerzos para organizar un festejo taurino que generara recursos a favor de los damnificados en la región de Caldas – Tolima en Colombia. Pronto empezó Lucio de Sancho a encontrar respuestas y quizás las más resonantes fueron las de la Comunidad de Madrid, que puso a disposición la plaza de Las Ventas y la de Manuel Benítez El Cordobés, que, teniendo catorce años sin actuar allí y cuatro, retirado de los ruedos, era casi la garantía del lleno absoluto. Y el Huracán de Palma del Río” se mostraba animoso. Esto declaró a José Luis Suárez Guanes para el ABC madrileño:

Estoy encantado de hacerlo. No se puede decir que contento, pues el motivo de que se trata es por una verdadera tragedia, por una auténtica catástrofe. Pero yo no tengo más remedio que torear. Le debo mucho a Colombia. Indudablemente también se lo debo a todos los países donde se dan corridas de toros, pero Colombia, especialmente, siempre me trató muy bien y ahora es la ocasión de correspondería. Aprovecho esta ocasión para decir que también me ofrecí en su día para actuar con destino a los dañados por el terremoto de México, pero no he encontrado ninguna respuesta…

Me sorprende la última frase, en el sentido de que también se apuntó para aquel festival que se celebró el 12 de octubre de 1985 en la Plaza México, también a beneficio de los damnificados del sismo del 19 de septiembre anterior. Hubiera sido un ingrediente más de categoría al rico cartel que ese día se presentó y que representó, si la memoria no me traiciona, la última tarde en la que allí actuaron Antoñete y Manolo Vázquez.

El anuncio original del festival, programado para el día 5 de abril de 1986, contemplaba a Julio Aparicio, Antonio Chenel Antoñete, Andrés Hernando, Manuel Benítez El Cordobés, Sebastián Palomo Linares y los novilleros José Miguel Arroyo Joselito y Walter Castillo Macareno de Colombia, quienes lidiarían novillos de distintas ganaderías. El cartel comenzó a sufrir modificaciones, porque un problema de salud de Julio Aparicio motivó que se anunciara su sustitución por Paco Camino, que fue quien apareció en los carteles, cuando el festejo se anunció públicamente.

Al acercarse la fecha del festejo, se le adicionaron dos ingredientes adicionales: la transmisión por televisión a varios países de Hispanoamérica y la presencia en los tendidos de Julio Iglesias, invitado especialmente por El Cordobés y quien haría el viaje desde Miami para presenciar la reaparición de su compadre en el ruedo de Las Ventas. Así pues, en el papel, todo apuntaba a la redondez del evento.

La hora de la verdad

El sábado 5 de abril de 1986 fue un día lluvioso y frío, pero eso no impidió que la afición de Madrid y de muchos otros lugares del mundo se congregara en la plaza de Las Ventas. El reclamo de la presencia allí de El Cordobés después de casi tres lustros de ausencia tenía su encanto y un profundo toque de nostalgia. Escribe Vicente Zabala Portolés en el introito de su crónica para el ABC madrileño:

A la hora en punto, con el cielo entoldado, la gente se apretuja en los tendidos de la Monumental. Paraguas, gabardinas, impermeables. Da lo mismo, como si el tiempo se hubiera detenido en los años en que la gente comenzó a comprarse el coche, el piso y el chalé; como si viviéramos en el país de las horas extraordinarias, la chapuza, la seguridad ciudadana y la cartilla de la Caja de Ahorros con unas perras «por si una enfermedad»; como si tuviéramos no sé cuántos miles de obreros – ¿por qué no decirlo también? – currando en Alemania y enviando divisas; como si hubiéramos entrado en el túnel del tiempo, para instalarnos en la década de los años 60, así estaba ayer de pletórica de euforia la Monumental de las Ventas a la hora del paseíllo…

Para esa hora, ya se había anunciado que Paco Camino no actuaría por haber presentado un parte médico y que el novillo que le tocaba en suerte sería lidiado por Antoñete, quien se quedó con la encomienda por sorteo y en ese sorteo se llevó la suerte de la tarde.

El toro que correspondía a Paco Camino era de Torrestrella y su turno se corrió al quinto sitio. Ante él, Antoñete realizó una obra verdaderamente importante, tanto por su estructura y contenido, como por el hecho de que fue parte de la salvación de una tarde que se iba por el despeñadero. Escribe Joaquín Vidal para el diario El País:

Una muleta en la mano, se supone, sirve para torear. Unas veces, librando broncas embestidas, como hicieron Hernando y Palomo con dignidad; otras, para recrear el toreo sublime. Antoñete lo recreó ayer, en algunos pasajes del primer toro y, sobre todo, en los monumentales naturales que le sacó al noble Torrestrella. Adelante el engaño, lo traía toreado para ligar naturales hondos, y el de pecho de cabeza a rabo, y restallaban los oles, y los gritos de ¡torero!, con el ruido del mar embravecido. En redondo toreó peor el maestro: ahora la muleta quedaba atrás, y el pico delante y arriba. Pero se reconcilió con el arte mediante un trincherazo de cartel…

Por su parte, Zabala Portolés, en retrospectiva, en su libro Tiempo de Esperanza, reflexiona así la actuación triunfal de Antoñete esa lluviosa tarde:

El del mechón blanco tuvo la suerte de llevarse un gran toro de Álvaro Domecq. Le llegó la hora de su particular venganza. Un tonto a mi lado dijo eso de ¡vaya toro que le ha tocado a ese torero! Le respondí sin vacilar: ¡y vaya torero que le ha tocado a ese toro! … Una y otra vez la muleta del torero de Las Ventas se adelantaba hasta el morro para tirar rítmicamente del burel jerezano... Perdió la noción del espacio... Entre serie y serie abría la boca como un pájaro pión, porque se ahogaba él mismo de la emoción que le producía contemplar a la cátedra puesta en pie aclamándole, gritándole ¡torero!, ¡torero! … Y vuelve otra vez a llevar el trapo a los ojos del de Torrestrella, como para cegarle... y como ciego de temple, de gusto, diría yo, sigue la trayectoria que le marca el mando de "Antoñete"... En pleno delirio de los graderíos, cita a recibir... deja una estocada corta. La plaza se pone blanca de pañuelos. El cielo, también conmovido, cierra la llave del grifo del agua... Una oreja. La otra. Hay quien pide el rabo. Con los despojos en la mano inicia una lenta vuelta al redondel, mientras la afición le vitorea y le pide a gritos que vuelva a los toros...

El otro triunfador fue un novillero, el más prometedor en ese momento de la entonces Escuela Nacional de Tauromaquia – hoy Escuela de Tauromaquia de la Comunidad de Madrid – llamado José Miguel Arroyo y apodado Joselito. El chaval se llevó también las dos orejas del novillo de Carlos Núñez que le tocó en suerte. Escribió Vicente Zabala para el ABC:

El joven Joselito estuvo muy bien con el que brindó a Lucio de Sancho. Llevó a cabo una bonita faena, sacando partido del buen son del toro de Núñez, al que toreó primorosamente con la izquierda. Soberbio el volapié, entrando con arrestos. Las dos orejas para el crío. Le viene de perlas este triunfo de cara al futuro, que se le presenta esperanzador. Esta vez le ha visto mucha gente, y han salido hablando mucho – y bien – de este Joselito que lleva el toreo en la cabeza y la afición a punto, incluso desmedida. Como debe ser…

Por su parte, Joaquín Vidal, en El País le refiere lo siguiente:

La apoteosis del papa torero de Madrid enlazaría, ratito después, con la de Joselito, otro madrileño, un chavalín, aún monaguillo, aunque ya ascenderá. Ejercitaba el toreo con la facilidad y la cadencia de los virtuosos; un temple inacabable en la largura de los naturales y redondos; el de pecho cerniendo la embestida al hombro contrario; la personalidad en la interpretación de las suertes, y un aplomo pasmoso para ceñir el pitón a distancias de escalofrío. Finalmente, los ayudados, al estilo de los maestros, para cuadrar, y la estocada volcándose sobre el morrillo…

Como se ve y como podemos comparar con el festival de hace una semana, resulta ser el novillero que viene cerrando la tarde, quien provoca que todo el mundo se haga lenguas con su toreo. En el caso del festejo de 1986, fue el penúltimo, el del primer día de este diciembre, fue la torera Olga Casado, quien, además, debutaba con picadores.

¿Y El Cordobés?

Manuel Benítez se situó en el centro de la polémica. No habrá que perder de vista que el influjo de su nombre fue seguramente, el que llenó los tendidos de la monumental madrileña, pero como decía el introito de la crónica de Zabala en el ABC, su toreo era ya de otro tiempo y además, con cierta sorna, señalaba que el novillo que mataría en el festival, sería quizás más grande que muchos de los toros que mató vestido de luces.

Por su parte, Joaquín Vidal relató:

El Cordobés, – ¡Manolooo!, para los fans – traía preparado su show, con participación de Julio Iglesias, y estaba en el tendido todo el cordobesismo nostálgico dispuesto a reafirmar su militancia en fervorosa adhesión a Manolo ¡Manolooo! La afición madrileña apenas tenía voz entre tanto alboroto y el toreo parecía que tampoco tendría cabida en la fiesta. Pero habían comparecido también allí dos toreros, Antoñete y Joselito, y a impulsos del toreo sublime – ¿no es siempre sublime el toreo? – limpiaron de bufones y bufonadas el histórico ruedo de Las Ventas…

Y para más INRI, al rematar un quite, se le tiró un espontáneo, quien por esos días afirmaba ser hijo de Benítez, pero sin aportar mayores evidencias. Manuel Díaz El Manolo, fue sacado del ruedo de mala manera por la cuadrilla de su entonces, presunto padre. (Video en esta liga)

Mal saldó sus cuentas y aunque José Carlos Arévalo y José Antonio del Moral intentaron aliviar su situación señalando que el triunfo y el fracaso fueron de dos toreros retirados, que ni El Cordobés volvería a la lucha, y tampoco Antoñete cambiaría el devenir del toreo, que, en todo caso, la lucha estaba en otros campos de la propia fiesta.

Al final de todo, como el pasado domingo, los mayores dejaron que Joselito fuera quien saliera en hombros de la plaza, reconociendo a una nueva generación de toreros que pedía paso. Y quedó también claro en esa tarde que el toreo eterno es el que pone de acuerdo a todos y el que permanece en todo tiempo y en todo lugar.

Aldeanos