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lunes, 13 de diciembre de 2021

La Feria Guadalupana de 1956 (II/II)

Rafael Rodríguez, 11 de diciembre de 1956
El Toreo de Cuatro Caminos, toro de Matancillas

Anunciada la feria, el viernes 7 de diciembre se abrieron las puertas del Toreo de Cuatro Caminos para dar inicio a ese inusitado serial de festejos consecutivos e ininterrumpidos en los que participaban las principales figuras del toreo de ambos lados del mar. Ante el tirón de taquilla que se anticipaba, el doctor Alfonso Gaona, inmerso en la temporada 1956 – 57 de la Plaza México, inaugurada apenas el domingo 3 anterior, anunció que pospondría la segunda corrida de su serial semanal para no entorpecer la buena obra que se realizaba en Cuatro Caminos, aunque la historia nos enseña que quizás esa posposición era ya un síntoma de una temporada que nació enferma, pues tras del 11º festejo del apartado, la misma terminó abruptamente y la gran plaza se cerró por la friolera de 473 días, asunto del que ya me he ocupado en este sitio en esta ubicación.

La primera corrida

El resultado del primer festejo en el que alternaron Antonio Ordóñez, Joselito Huerta y José Ramón Tirado ante toros de La Punta no fue halagüeño, ni en los tendidos, ni en el ruedo. Escribe Don Dificultades para El Ruedo de Madrid:

A pesar de que dijeron que se habían agotado los boletos de las localidades generales y casi terminado las numeradas. no hubo sino media entrada. La reventa de boletos sufrió un descalabro, ya que los revendedores se quedaron con bloques enteros de billetes para la corrida...

Los toros de La Punta, de extraordinaria presentación, fueron bravos para los caballos, pero se apagaron en el tercio final y los toreros poco pudieron hacer delante de ellos.

La segunda tarde

El sábado 8 de diciembre estuvo marcado por un alto grado de sensibilidad, pues representó la reaparición de Fermín Rivera quien ante Antonio Borrero Chamaco, haría matador de toros a Fernando de los Reyes El Callao, quien, en la Plaza México, había toreado la friolera de 39 novilladas. Aquí se produjo uno de los primeros cambios en lo anunciado originalmente, porque tres de los toros de Jesús Cabrera no fueron aceptados por la autoridad y tuvieron que se reemplazados por otros tantos de San Mateo

De nuevo, José Jiménez Latapí reseña que la reventa sufrió un nuevo revés pues Contaron que se habían agotado los boletos. A pesar de ello hubo grandes claros en ambos tendidos… De este festejo también me he ocupado por estos pagos en esta ubicación.

El tercer día

Quizás se hizo vigente el refrán aquel de que la tercera es la vencida. Sin hacer menos la faena de Fernando de los Reyes de la víspera, sin premios por el defectuoso manejo del acero, en este 9 de diciembre la Feria Guadalupana alcanzó su clímax taurino y en ella Antonio Ordóñez realizó la que quizás sea la mejor faena que llevó a cabo en ruedos mexicanos. La hizo a Cascabel de San Mateo, en tarde que compartió terna con Litri y Joselito Huerta. Fue también la corrida del primer lleno. Cuenta Don Dificultades:

Cortó al bravísimo y harto difícil de templar «Cascabel», de San Mateo, las dos orejas y el rabo. Nosotros creímos, y así lo gritaba mucha gente, que le habían dado todo el toro, como se hacía en los primitivos tiempos de la Fiesta… No cabe mayor armonía, ni mejor ritmo, que es distinto a rima, que la lograda por Antonio Ordóñez, Arte puro y sobrio, toreo vertical y sereno, todo llevado a cabo en un palmo de terreno en un alarde de mando. Toreo puro: naturales, derechazos, de pecho. ayudados altos, tras haber cuajado una serie de verónicas que pusieron a la Plaza al rojo blanco de entusiasmo, y para rematar, la estocada, recibiendo, refrendada por un volapié.

El público de Méjico, que es artista por excelencia, se le entregó a Ordóñez y era de escucharse a toda la Plaza gritándole ¡torero!, y era de verse cómo más de treinta mil pañuelos se agitaban en demanda de los trofeos…

Por su parte, Carlos León, en su tribuna del extinto diario Novedades de la capital mexicana, escribió:

La epopeya de la época… con demasiada frecuencia y ligereza se habla de verónicas de antología o de faenas de lo mismo, hasta haber hecho de ese encomio una trillada frase de cajón. Pero cuando la antología es el tratado que reúne trozos selectos de lo clásico, sólo algo de un puro clasicismo como esa faena rondeña de Antonio Ordóñez puede pasar a la posteridad como una auténtica lección de preceptiva taurina para tantos aprendices de toreros… Afortunadamente, de vez en cuando surgen en la fiesta esas hazañas imperecederas, que son como una escoba que barre con tanta basura que invade los ruedos. Ante ese ejemplar de lo que es, ha sido y será la pureza, la única verdad limpia y clara de la lidia se establece, por ventura, la enorme diferencia que existe entre el bien hacer, el bien torear y todas esas imperfecciones que han desvirtuado pasajeramente el arte de la lidia…

La del día 10

Los toros de Rancho Seco salieron complicados y no dejaron espacio de maniobra a José Ramón Tirado, Chamaco y El Callao. Escribía Carlos León que lo único soportable de este festejo fue que solamente quedaban unas horas para volver a ver a Antonio Ordóñez.

La quinta de la feria, con aperitivo boxístico

Los toros anunciados eran de Matancillas y se enfrentarían a ellos Rafael Rodríguez, Litri y Antonio Ordóñez. Heriberto Lanfranchi consigna en su Historia que tres de los toros sacaron el hierro de La Punta y que la corrida tuvo una inmejorable presentación.

Antes de iniciar el festejo, celebrado a plaza llena, se produjo en los tendidos de la plaza un bochornoso incidente, pues Carlos Arruza, objeto de las invectivas y pullas del cáustico cronista Carlos León, fue a buscarlo a su localidad y lo agredió. En la edición del diario Novedades, en el que publicaba sus crónicas el periodista, apareció al día siguiente del festejo, la siguiente nota, que entre otras cosas decía:

Alevosa agresión de Arruza a nuestro cronista Carlos León. – Nuestro crítico taurino Carlos León fue objeto, ayer, antes de iniciarse la quinta corrida de la Feria Guadalupana, en la Plaza de El Toreo, de una alevosa agresión por parte del ex torero Carlos Arruza, quien de manera premeditada y ventajosa golpeó al periodista que estaba cumpliendo su misión profesional.

El agresor, por lo visto, siente deseos de verse de nuevo en letras de molde y en hechos sucedidos dentro de un coso taurino, en lugar de comprender, puesto que pasó algunos arios como actor y tuvo tiempo de ello, que no hay nada menos ajustado a lo recto, que emplear el pobre argumento de la fuerza…

La agresión de que ha sido víctima nuestro compañero Carlos León, cronista que no ha vivido ni vive del medio conforme gustaría a muchos, es más censurable, más digna de repulsa, por esa misma razón. La pluma de Carlos León, libre siempre, pues no se ha dejado mediatizar por “cañonazos” de calibre alguno, por ello mismo merece el mayor respeto…

En lo que interesa, Antonio Ordóñez volvió a mostrar su calidad y categoría y cortó una oreja a Canciller, sexto del festejo, actuación que para El Ruedo de Madrid, resumió de esta manera Don Dificultades:

La entrada fué casi un lleno… Antonio Ordóñez... En su segundo, que a todo el mundo le parecía complicado, el torero de Ronda lo miró fácil y le cuajó un faenón de los suyos, pleno de imperial elegancia, templando de maravilla y ligando. Todo ello en un palmo de terreno, en medio de los gritos jubilosos de los aficionados, y coronó aquello con una gran estocada. Cortó oreja, y nosotros salimos admirados de cómo cambió Ordóñez al público, que ya estaba hosco, y lo hizo entusiasmarse basta donde más. Antonio se cortó un dedo del pie derecho con el estoque y pasó a la enfermería…

El fin de fiesta, la Corrida Guadalupana

Para el día de la Virgen de Guadalupe se anunció originalmente a Litri, Antonio Ordóñez, Joselito Huerta, José Ramón Tirado, Chamaco y El Callao con los toros de Las Huertas, anunciados en la publicidad como de Luis Javier Barroso, ganadería casi debutante, pues apenas había lidiado su primera corrida el 10 de agosto anterior en Monterrey en un cartel formado por Alfonso Ramírez Calesero, Luis Procuna y Jesús Córdoba, quien les cortó cuatro orejas y un rabo.

Al final, Antonio Ordóñez no compareció a esta que sería su cuarta actuación del ciclo, a consecuencia de la herida que se produjo con el estoque en la víspera y le sustituyó Rafael Rodríguez, que salió como primer espada de la corrida, en la que se disputaba la Rosa Guadalupana. Los toros de Las Huertas fueron complicados y al final de cuentas, lo único brillante fue el prólogo del festejo, según Don Dificultades:

Un lleno total. Desfile de reinas en lujosos Cadillacs. Paseo de cuadrillas llevando a charros ricamente vestidos y a una charrita empuñando el estandarte guadalupano. Ambiente de día grande. Entusiasmo sin límites...

Los números de la feria

Con tres tardes estuvieron: Antonio Ordóñez quien en la tercera cortó el rabo a Cascabel de San Mateo y en la quinta, una oreja a Canciller de Matancillas; Joselito Huerta quien en la tercera se llevó la oreja de Llaverito de San Mateo; José Ramón Tirado; Antonio Borrero Chamaco, con una oreja en la segunda, la de Abejorro de San Mateo, Fernando de los Reyes El Callao, que sin orejas, hizo una gran faena a Gordito de Jesús Cabrera, el segundo de su lote la tarde de su alternativa y Miguel Báez Litri, que se llevó la oreja de Coplero de San Mateo en la memorable tercera tarde del ciclo. Con dos tardes fue Rafael Rodríguez y con una sola, Fermín Rivera que el día de su reaparición le cortó las dos orejas a Los 21 de Jesús Cabrera.

En el renglón ganadero La Punta y San Mateo lidiaron 9 toros cada una, Rancho Seco y Las Huertas 6 y Jesús Cabrera y Matancillas, 3 de cada ganadería. Aclaro que, en el caso de Matancillas, el único que señala que su encierro venía remendado con tres toros con el hierro de La Punta, es don Heriberto Lanfranchi.

La Rosa Guadalupana

Este trofeo estuvo en disputa en la corrida del 12 de diciembre. Las circunstancias en el ruedo impidieron que fuera adjudicado. En alguna forma, el Patronato pensó en concederlo al triunfador numérico del serial, que en el caso sería el rondeño Antonio Ordóñez, pero en el festejo en el cual se celebró el éxito de la feria, ocurrió el siguiente hecho que quien firmó como Pepe Luis, corresponsal de la agencia United Press, en nota aparecida en el diario El Siglo de Torreón el día 24 de diciembre de 1956, se narra así:

MAGNIFICENCIA. – La Comisión Organizadora de la llamada Feria obsequió con un banquete a ganaderos y toreros. En él ocurrió algo inesperado. Antonio Ordóñez pidió, en nombre de los toreros españoles la “Rosa de Oro”. ¿Para quién? Para un Maestro del Toreo que culminó su larga y gloriosa existencia en una magistral faena en las corridas guadalupanas. Para Fermín Rivera. A nadie se le había ocurrido idea tan sencilla y adecuada. Y en el momento final del banquete se entregó al Maestro de San Luis el trofeo más bello que puede obtener un torero mexicano. Realizó Antonio Ordóñez la más maravillosa faena, en la cual no solo puso la sublimidad del arte, sino algo más: el alma…

Así, quedó, creo, justamente adjudicado un trofeo que después cobraría carta de naturalidad en una corrida que sería fija en el calendario taurino mexicano.

Epílogo

Mi amigo Horacio Reiba refiere que a posteriori hubo rebumbio por las cuestiones dinerarias de la feria. Que las cuentas nada más no le cuadraron a Tono Algara. Pero también se demostró la viabilidad de este tipo de ferias y así en Cuatro Caminos se volvió a programar una en noviembre y diciembre de 1964, de 8 corridas con El Cordobés y Paco Camino como ejes del serial; en 1967, dos de ellas, una en julio de 4 festejos, con Manuel Capetillo, Finito y Manolo Martínez en el centro de ella disputándose el Azteca de Oro y otra en noviembre y diciembre, también de 4 corridas, con Capetillo, Joselito Huerta y Manolo Martínez como atractivos principales y la de 1968, de 9 corridas, de las que nada más se dieron 8 – se canceló la del 12 de diciembre por lesión de Manolo Martínez en Quito –, encabezadas por Diego Puerta, Manolo Martínez, Eloy Cavazos, Curro Rivera y Palomo Linares y también con un Azteca de Oro en disputa. La última corrida de esta feria, el 29 de diciembre, sería la del cierre del Toreo de Cuatro Caminos para la fiesta de los toros hasta el 15 de octubre de 1994.

Al final, sería en el año de 1971, en Aguascalientes, donde el concepto de feria que se presentó en México en diciembre de 1956, terminara por cobrar carta de naturalidad y pregunto: ¿en detrimento de las plazas de temporada?

domingo, 12 de diciembre de 2021

La Feria Guadalupana de 1956 (I/II)

Antonio Algara y Manolete
Foto: Casasola - Mediateca INAH
Los seis días que mediaron entre el 7 y el 12 de diciembre de 1956 vienen a ser, seis décadas y media después, el punto de un parteaguas histórico en la manera de hacer las cosas en los toros aquí en México. Se ofrecería a la afición una feria taurina, con festejos en días consecutivos – aún entre semana – en la capital del país. La razón de ser de esa feria era aprovechar las festividades de la Virgen de Guadalupe y la motivación partida de un Patronato que tenía por finalidad la procura de recursos para las obras de rehabilitación de la Basílica Guadalupana.

Las figuras más destacadas del nombrado Patronato eran don Guillermo Barroso Corici, su hijo Luis Javier Barroso Chávez – ganadero de Las Huertas –, el Licenciado Lázaro Martínez y Gómez del Campo – en su día juez de plaza –, don José C. Madrazo – ganadero de La Punta y Matancillas – y la operación estaría a cargo de Antonio Algara, quien fuera un destacado empresario del Toreo de la Condesa, de la Plaza México y también del Toreo de Cuatro Caminos, coso en el cual se pretendía efectuar la que sería conocida como La Feria Guadalupana. Por supuesto, aparecía en los actos informativos correspondientes, el recién nombrado Arzobispo Primado de México, Miguel Darío Miranda y Gómez, quien apenas en junio de ese año del 56, había entrado a ocupar la sede episcopal que dejó vacante don Luis María Martínez.

En el ejemplar del semanario madrileño El Ruedo, del 30 de agosto de ese 1956, se publicaba una extensa entrevista que Francisco Narbona González realizó a Antonio Algara, quien, entre otras cuestiones, le reveló lo siguiente:

Yo estaba hace una semana en Méjico, tan tranquilo, cuando me llamaron les amigos del Comité Guadalupano para que organizara una feria taurina a beneficio de las obras del Santuario… Una feria al modo de la de Sevilla o de la de San Isidro. Con seis corridas seguidas… Ya tengo compradas las corridas. Serán de las mejores ganaderías aztecas; de esas mismas que por diversas causas no iban a los ruedos capitalinos: La Punta, Matancillas, San Mateo, Torrecilla, Pastejé... Tengo el permiso del Arzobispado para que la feria lleve el nombre de Guadalupana. Y la Plaza de El Toreo ofrecida desinteresadamente por el propietario. Y la exención de impuestos, decretada por el gobernador del Estado federal de Méjico. Y el patrocinio de la esposa del Presidente de la República… Quiero que vayan «Litri», Ordóñez, «Chamaco» ... y dos mejicanos que han triunfado aquí: Joselito Huerta y Tirado... Y de los toreros de allá... Silveti, Capetillo, Córdoba, Rodríguez, «El Ranchero» ... por vez primera también sabrán los aficionados quiénes están contratados y qué ganado se lidiará. No habrá derecho de apartado, sino abono, según se acostumbra acá. Confío en que antes de la feria podamos exhibir las corridas en un lugar qué sea como la Venta de Antequera o el Batán. Ya le digo que será algo totalmente nuevo para los mejicanos... Yo me conformo con que deje en total un millón de pesos. Que dicho en pesetas sería algo así como tres millones y medio...

Es decir, Antonio Algara se proponía, al tipo de cambio vigente en esas fechas ($12.50 pesos por dólar, fijos), obtener al menos, una utilidad de 80,000 dólares americanos, una cantidad nada despreciable en aquella época y que sería de gran utilidad para las urgentes obras que tenían que acometerse para estabilizar primero y sostener después el santuario guadalupano que amenazaba con partirse en dos por el hundimiento del suelo sobre el cual estaba construido.

Un intermedio sindical

Como es de recordarse, en 1951 se reanudaron las relaciones entre las torerías de México y España, después de que a mediados de 1947 un grupo de toreros hispanos encabezados por Antonio Bienvenida, Luis Miguel Dominguín y Juan Belmonte Campoy – que no hicieron temporada entre nosotros e invocaban falta de reciprocidad – declararon terminado el convenio que permitía que los nuestros actuaran allá y los hispanos aquí. Ese convenio del 51, prevenía, entre otras cuestiones, que tendría que ser revisado cada cinco años.

Antonio Algara se fue a hacer contrataciones a España cuando a la par se negociaba la prórroga del convenio hispano – mexicano. Algunos rifirrafes hubo en esa negociación, porque se pretendió excluir a la Unión Mexicana de Matadores de Toros y Novillos de ella y por otra parte, se puso sobre la mesa, por primera vez, la posibilidad de que en los carteles tanto de allá como de aquí, no pudieran actuar en mayoría diestros mexicanos o españoles, respectivamente. Dice una información publicada en el ejemplar del semanario madrileño El Ruedo salido a los puestos el 15 de noviembre de ese año:

La discrepancia está en que los toreros mejicanos, considerando que es perjudicial para los toreros sudamericanos que en un cartel de aquí figure más de un diestro español y en España más de un mejicano, han propuesto que queden abolidos los carteles con dos españoles en Méjico y dos mejicanos en España, pero aceptando que en dichos carteles puedan ser incluidos toreros hispanoamericanos y portugueses… También señalan que en el anterior convenio había una cláusula fijando diez plazas de toros para contratar a los mejicanos en España y a los españoles en Méjico, siempre que se llevasen dos corridas y dos novilladas contratadas. En el nuevo convenio no se acepta esa obligación; debiendo implantarse la libre contratación… Estos dimes y diretes han hecho que se ande en reajustes con los toreros españoles por parte de la Plaza de «El Toreo», que ya los había contratado, según dice el señor Algara...

Al final de cuentas, para el 17 de noviembre, en nota de la agencia United Press, aparecida en el diario El Siglo de Torreón del día siguiente, se dice:

La Asociación Nacional de Matadores de Toros y Novillos recibió esta noche el pliego de contraproposiciones de los toreros españoles para la redacción del nuevo convenio Taurino Hispano – Mexicano... Sin demoras se envió a Madrid el siguiente cable: “Aceptamos bases enviaron su carta del día doce y enviamos por correo texto convenido suplicando firmarlo respetando convenio anterior y autorizando corridas con dos españoles que se anuncian en feria guadalupana” ... El mensaje fue firmado por todo el Comité Directivo...

Así pues, los escollos de lo que vendría a ser la primera feria taurina que se daría en México, estaban retirados y se podía seguir adelante en su organización.

Los carteles de la feria

El ejemplar de El Ruedo del 6 de diciembre de 1956, adelantaba la siguiente información acerca del contenido de la Feria Guadalupana:

Con las debidas reservas – ya que no coinciden estos datos con lo que se ha indicado en el pacto taurino hispano – mejicano sobre la proporción de toreros españoles y aztecas en las corridas de seis toros – publicamos estos carteles, que se han dado a conocer como definitivos en la Feria Guadalupana, que se va a celebrar inmediatamente en la Plaza de El Toreo de la capital mejicana:

Día 7. – Rafael Rodríguez, Antonio Ordóñez y José Ramón Tirado, con toros de La Punta 

Día 8. – Fermín Rivera, «El Callao» y «Chamaco», con toros de Chucho Cabrera.

Día 9. – «Litri», Antonio Ordóñez y Joselito Huerta, con toros de San Mateo.

Día 10. – «Litri», Joselito Huerta y «El Callao», con toros de Matancillas.

Día 11. – Antonio Ordóñez, José Ramón Tirado y «Chamaco», con toros de Rancho Seco.

Día 12. – Fermín Rivera, «Litri», Antonio Ordóñez, Joselito Huerta, José Ramón Tirado y «Chamaco», con toros de Pastejé y Las Huertas…

Al final de cuentas, las reservas manifestadas por el corresponsal de El RuedoDon Dificultades – eran fundadas, porque la presentación definitiva de la feria fue en el tenor siguiente:

Viernes 7 de diciembre: Antonio Ordóñez, Joselito Huerta y José Ramón Tirado. Toros de La Punta

Sábado 8 de diciembre: Fermín Rivera, Antonio Borrero Chamaco y Fernando de los Reyes El Callao, que recibiría la alternativa. Toros de Jesús Cabrera

Domingo 9 de diciembre: Miguel Báez Litri, Antonio Ordóñez y Joselito Huerta, toros de San Mateo

Lunes 10 de diciembre: José Ramón Tirado, Fernando de los Reyes El Callao y Antonio Borrero Chamaco. Toros de Rancho Seco

Martes 11 de diciembre: Rafael Rodríguez, Miguel Báez Litri y Antonio Ordóñez. Toros de Matancillas

Miércoles 12 de diciembre: Miguel Báez Litri, Antonio Ordóñez, Joselito Huerta, José Ramón Tirado, Antonio Borrero Chamaco y Fernando de los Reyes El Callao. Toros de Las Huertas, anunciados como de Luis Javier Barroso

Los carteles tenían su interés. Litri reaparecía en México después de que en 1951 interrumpiera abruptamente su primera campaña en nuestras plazas cuando las cosas no le comenzaron a salir por derechas desde el principio; Chamaco y José Ramón Tirado se presentarían como matadores de toros ante el público capitalino, porque sería hasta un par de meses después que confirmaran en la Plaza México. Por su parte, Fermín Rivera reaparecía en la capital también después del infarto que sufriera poco más de un año antes en Monterrey y en campaña de despedida y Joselito Huerta había confirmado la Navidad del calendario anterior y venía de hacer una interesante campaña española.

La feria entonces, estaba bien concebida. En el papel, los carteles estaban balanceados y eso aseguraba buenas entradas, sobre todo, porque se puso en práctica la venta de abonos con descuento por la adquisición de entradas para la totalidad de los festejos y la feria tenía un ingrediente adicional que le añadía interés, desde mi personal punto de vista: sería transmitida por televisión abierta en su integridad.

Dada la extensión que van cobrando estas notas, trataré de terminar con ellas el día de mañana.

domingo, 8 de diciembre de 2019

8 de diciembre de 1956: La alternativa de El Callao en El Toreo de Cuatro Caminos

Alternativa de El Callao
Foto cortesía del blog Toreros Mexicanos
Fernando de los Reyes es un torero que cautivó a la afición mexicana. Tuvo una extensa carrera novilleril, toreó 37 novilladas en la Plaza México y como era casi preceptivo en su tiempo, cruzó el Atlántico y dejó buena impresión en sus actuaciones en el escalafón menor, tan buena, que en el tramo final de la temporada española de 1953, se le otorgó una alternativa en Segovia, donde lo apadrinó Manolo Vázquez, con el testimonio de César Girón, cediéndole el toro Cortadillo de don Felipe Bartolomé.

No ejercería como matador de toros con ese doctorado, pues regresaría a México y nada más iniciar la temporada de novilladas de 1954, se estaría presentando en la plaza más grande del mundo para, en la categoría de los festejos llamados menores, actuar ese ciclo y los de 1955 y 1956, sumando en ellos 16 festejos y firmando una de sus grandes tardes ante el novillo Tonino de Soltepec, al que le cortó el rabo, dejando en claro y de una vez por todas que estaba listo para mayores empresas.

La Feria Guadalupana de 1956

Por aquellas calendas se afirmó que la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe necesitaba importantes obras de reconstrucción. Para allegar los recursos necesarios, un grupo de personas allegadas a la fiesta de los toros, encabezados por don Guillermo Barroso Corici, su hijo Luis Javier Barroso Chávez – en ese entonces ya ganadero de Las Huertas –, el licenciado Lázaro Martínez – en su día juez de plaza – y don Antonio Algara entre los más destacados, formaron un patronato para dar una feria taurina que recaudara fondos para la restauración del llamado centro espiritual de México.

Fermín Rivera, Rafael Rodríguez, Antonio Ordóñez, Miguel Báez Litri, Joselito Huerta, José Ramón Tirado, Antonio Borrero Chamaco y Fernando de los Reyes El Callao con toros de San Mateo, La Punta, Jesús Cabrera, Rancho Seco, Matancillas y Las Huertas serían las bases sobre las cuales gravitaría esa feria, el primer intento serio de ofrecer a la afición de la capital mexicana una serie ininterrumpida de festejos intercalada en una temporada que de ordinario se desarrolla de domingo a domingo. 

Dada la buena causa a la que se dedicaba, el doctor Alfonso Gaona pospuso una semana la continuación de la temporada 56 – 57 de la Plaza México, a efecto de que la Feria Guadalupana se diera sin contratiempos.

A este propósito escribe Horacio Reiba:
La tramó en 1956 aquel taurino singularmente astuto y marrullero que fue Antonio “Tono” Algara. Para el efecto, arrendó el Toreo de Cuatro Caminos – no la México, en manos de su adversario Alfonso Gaona –, encampanó al arzobispo primado Miguel Darío Miranda y Gómez y proclamó a los cuatro vientos que las utilidades que esperaba obtener serían destinadas a obras de la basílica de Guadalupe. Y armó seis carteles con el concurso de dos primeras figuras hispanas – Miguel Báez “Litri” y Antonio Ordóñez –, una autóctona – el maestro potosino Fermín Rivera, recién recuperado del infarto que finalmente lo retiraría de los ruedos –, tres jóvenes en plan de irrupción triunfal a partir de sus recientes doctorados – los mexicanos Joselito Huerta y José Ramón Tirado, y el onubense Antonio Borrero “Chamaco”, flamante producto del tremendismo entonces en boga –, y la segunda alternativa de Fernando de los Reyes “El Callao”, triunfador de la última temporada chica con ese arte tan suyo, endeble siempre y por momentos genial. 
De enviar el material bovino se encargarían los señores Madrazo –de La Punta y Matancillas–, Jesús Cabrera y San Mateo, ambas del campo bravo zacatecano, y del de Tlaxcala Rancho Seco y Mimiahuápam, la divisa debutante de Luis Javier Barroso…
Era esta feria un primer experimento en ese sentido en la capital mexicana, replicado un par de ocasiones más en el mismo coso de Cuatro Caminos e intentado en alguna ocasión y de manera tibia en la Plaza México.

La alternativa de El Callao

La segunda corrida de esa Feria Guadalupana se programó para el sábado 8 de diciembre de 1956.  Encabezaba el cartel Fermín Rivera que reaparecía después de haber sufrido un infarto de miocardio toreando en Monterrey seis meses antes e iba de segundo espada Antonio Borrero Chamaco. Los toros anunciados originalmente eran de Jesús Cabrera, pero como uno de los signos del serial, hubo baile de corrales y al final se lidiaron solamente tres de los originalmente anunciados y se remendó el encierro con otros tres de San Mateo. Carlos León, con su cáustico estilo refiere lo siguiente:
…de Saín el Alto habían traído unos moruchos que con mucho optimismo se suponía que iban a componer el encierro de esta tarde. Pero a mis gestiones personales, para librar a la fiesta del cucarachismo, se desinfectaron los corrales y desaparecieron así tres de los insectos colmenareños, que ahora estarán clavados con alfileres en la colección de cualquier naturalista, el cual desde luego será un entomólogo y no un señor que se dedique a darles pases naturales. Pero fue peor el remedio que la enfermedad, pues las tres sabandijas desechadas se sustituyeron por otras tres cucarachas sanmateínas, las cuales contagiadas del virus de mansedumbre que ya había en los corrales, resultaron una verdadera calamidad para la lidia…
El primero de la tarde fue Clavelito, de San Mateo y las crónicas relatan que únicamente quedó para la conmemoración de la efeméride. Lo importante llegó con el que cerró plaza, llamado Gordito y del hierro de don Jesús Cabrera Llamas. En la ya citada crónica de Carlos León, de tono epistolar y dirigida a don Eduardo Miura, se expresa lo siguiente:
…al sexto de hizo maravillas con la franela. Era otro torillo en miniatura, sarcásticamente llamado “Gordito”, siendo que más parecía procedente de la vacada del “Flaco” Valencia. Por si eso fuera poco, daba la impresión de que era un búfalo con cruza de bisonte o un cebú cruzado con vaca Holstein. Una ridiculez de ejemplarillo, como todo lo que sale de la vacada chuchesca. Pero “El Callao” está tan torero, tan en su punto de madurez y asentamiento, que logró meterlo en su muleta y torearlo asombrosamente, dando unos derechazos superiores, lentos, largos, majestuosos. Lo mejor, sin duda, de cuanto se vio en esta tarde. A patadas obligó a embestir al descastado morucho, para luego poner tal señorío en sus muletazos, que la gente se olvidó de la insignificancia del bicho y se asombró de la inmensa calidad que Fernando pudo poner en sus muletazos. Por desgracia volvió a estar inseguro con el acero y se le fueron las orejas, Pero, con lo que apuntó de buen toreo, basta para predecir que “El Callao” puede ser el mejor de la feria…
Esa alternativa la confirmaría Fernando de los Reyes al siguiente domingo en la Plaza México. Le apadrinaría Humberto Moro y sería testigo el toledano de Santa Olalla Gregorio Sánchez. El toro de la ceremonia se llamó Fígaro y fue de La Laguna. Ese día y ante ese primer toro de la tarde, volvió El Callao a ser el que realizara lo más torero de la tarde, aunque sin cortar orejas.

Ya de matador de toros El Callao tendría una actividad intermitente. Los criterios para medir el éxito en la fiesta se regían por los baremos sembrados por el tremendismo y se volvía necesario cortar las orejas a como diera lugar para seguir en el candelero, el ser y mostrarse torero ya no era suficiente y así, la luz que emitía Fernando de los Reyes en los ruedos se fue apagando poco a poco y fue creciendo su leyenda, que llega hasta nuestros días.

Concluyo con esta apreciación del ganadero Carlos Castañeda, que nos describe con precisión al torero:
En la literatura taurina se habla de escuelas del toreo para hacer referencia a formas comunes de torear de ciertos toreros, normalmente agrupados por zonas geográficas. Es para mí que esto funciona para aquellos que no resaltan y cuyo toreo en sus tardes de éxito o en su mejor expresión, se relaciona o se parece al de otros toreros de su misma calidad expresiva o técnica que coinciden territorialmente con determinadas partes del planeta de los toros. Los heterodoxos y las figuras no caben en estos cajones, porque imprimen sellos muy propios a “su” tauromaquia o desarrollan, aportan y establecen nuevas formas a “la” tauromaquia universal. La personalidad y el contacto con el público, condición de estos, los convierte en privilegiados y parece ser, que nuestro sujeto de plática fue uno de estos. “El Callao” fue un torero inclasificable. No pertenece a ninguna vertiente del toreo nacional. Esto fue para mí lo que lo mantuvo dentro de la aceptación del público capitalino tantos años y dio origen y vida a su trascendencia en el toreo mexicano…

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