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domingo, 17 de marzo de 2024

18 de marzo de 1979. El Pana recibe la alternativa en la Plaza México

El Pana junto a su cartel de alternativa
La asistencia más o menos continuada a los festejos taurinos nos permite en ocasiones, ser testigos de hechos que pueden marcar o cambiar el rumbo de la historia del toreo. Perdóneseme por hablar en primera persona, pero en esta oportunidad llega la ocasión de hacerlo acerca de algunos hechos vividos por este amanuense. Por motivos que aquí no vienen al caso, residí en la Ciudad de México de 1977 a 1981 y tuve la oportunidad de ver temporadas de novilladas y corridas de toros en la Plaza México y en esa etapa pude conocer de primera mano el desarrollo inicial allí de Rodolfo Rodríguez El Pana, desde aquel domingo 9 de octubre de 1977, cuando se le tiró de espontáneo a José Antonio Ramírez El Capitán en el cuarto novillo de la tarde, Pelotero de San Martín, con el cual, el hijo de Calesero realizaría al final de cuentas, una faena que es considerada una de las modélicas para un novillero en la historia de la gran plaza.

Esa tarde de Pelotero, me enteré por la cofradía que habitaba el balcón dos de sol donde me agregué desde mi primera entrada a esa plaza, que se trataba de un maletilla de Tlaxcala apodado El Panadero y que se dedicaba principalmente a recorrer la legua y a tirársele de espontáneo a quien fuera posible, ante la falta de oportunidades para torear.

Alrededor de año después, la temporada de novilladas del año 78 se inició después de que en las fechas previas dos novilleros, José Pablo Martínez y Gabriel de la Cruz hicieran una huelga de hambre a las puertas de la México. Arrancada la temporada, levantaron su protesta, pero el comentario generalizado era en el sentido de que el doctor Gaona nunca les daría una oportunidad, al menos en esa temporada concreta.

Pero la sorpresa llegó para el tercer festejo del ciclo, cuando se anunció una atípica novillada de selección como culminación de los festejos del Día del Novillero y en ella formaron cartel Rodolfo Rodríguez El Pana, Jesús Trigueros El Tabaco, Héctor de Alba El Pinturero, Longinos Mendoza y sorpresivamente, los huelguistas José Pablo Martínez y Gabriel de la Cruz, quienes enfrentarían un encierro de la debutante ganadería de Santa María de Guadalupe, propiedad del doctor Alfonso Castro Flores y que originariamente fuera fundada por el maestro Juan Silveti Reynoso.

La revelación del festejo fue precisamente El Pana, quien le cortó las dos orejas a Reyezuelo, el que abrió plaza y eso le valió para convertirse, en unión de César Pastor, en el eje de una temporada de festejos menores que es una de las verdaderamente importantes en la historia del llamado Coso de Insurgentes.

Rodolfo Rodríguez El Pana terminó siendo, tras de torear diez novilladas y un festival en ese año, el candidato natural a ser alternativado en la temporada grande siguiente, pero su grandilocuencia y su personalidad desenfadada le granjearon animadversión en el ambiente entre los profesionales. Escribe Daniel Medina de la Serna:

…le gustaba hablar y faltarle al respeto al pinto de la paloma; de hecho, las figuras le tenían decretado un boicot que se prolongó hasta el momento de encontrarle padrino para la alternativa…

Por su parte, el abogado y librero José Rodríguez Téllez – coloquialmente Pepe Rodríguez – expone en su extraordinaria obra El Pana, torero surrealista. Los inicios de una leyenda:

Se anunció la alternativa de “EL PANA” en primera página del periódico “El Redondel”, anunciándose al diestro como un “TORERO DE LEYENDA”, era su primera tarde corno matador de toros y ya era considerado ¡UN TORERO DE LEYENDA"… En esas condiciones cuesta arriba llegó “EL PANA” en la fecha 12 de la temporada a tomar la alternativa el día 18 de marzo de 1979, de manos de Mariano Ramos y de testigo Curro Leal, completando cartel el Caballero en Plaza Gastón Santos, quien abrió el festejo…

Así fue la manera en la que el doctor Alfonso Gaona dio cumplimiento a una regla no escrita de nuestra fiesta, que establecía que el triunfador del ciclo de novilladas anterior, recibiría como una especie de trofeo, su alternativa en la siguiente temporada de corridas de toros.

La corrida del 18 de marzo del 79

La crónica completa que he podido rescatar es la de Carlos León, quien en sus Cartas Boca Arriba publicada en el diario Novedades al día siguiente del festejo, dirigida en la ocasión a don José Ángel Conchello, proclamaba en su exordio lo siguiente:

Llamarse Rodolfo, como el inolvidable califa leonés, que fue el máximo Petronio de la fiesta nacional. Y apellidarse Rodríguez, como el ojiverde “Cagancho”, aquel gitano de leyenda, que a su vez encajó en el gusto de nuestro público como uno de sus ídolos predilectos. Y después de eso, salir a los ruedos desde una modesta tahona de Apizaco, donde en la paz provinciana, lejos del nublumo que envenena la metrópolis, aún se respira lo que López Velarde cantó en las tardes olfativas de su Suave Patria, “El santo olor de la panadería”…

Esa era la expectación que producía la presencia del toricantano que llegó en calesa o jardinera a la plaza y que por alguna razón hasta esas fechas solamente usaba vestidos bordados en plata o en pasamanería. Un torero que, como se deduce del párrafo del cronista, penetró profundamente en el gusto de la afición de la capital mexicana.

De su hacer ante los toros, sigue contando Carlos León:

Verá usted. “El Pana” se ha hecho matador de toros con el astado “Mexicano”, de la vacada de don Alfredo Ochoa Ponce de León, que ha enviado un lote muy bien presentado en cuanto a trapío y con varios de sus ejemplares de bondadosa bravura. Así fue el doctorado, estupendo para el torero, que no pudo con él. Con detalles sensacionales que provocaban un clamor, pero con torpezas que desataban las rechiflas. Pésimo con la espada llegó a escuchar un aviso, mientras se concedió arrastre lento al toro tan lamentablemente desaprovechado. Más tarde, con “Serenito” otro burel que vino de las dehesas de Zinapécuaro con más nobleza que un duque, tampoco pudo “El Pana” justificar la expectación que despertó su alternativa. Cierto que, tanto con el capote como con las banderillas y la muleta, ejecutó cosas que parecen imposibles, pero las hace. Mostró la clase, el aguante, su manera diferente de interpretar el toreo, pero otra vez la faena total se le escapó de las manos, a pesar de contar con otro toro de “Campo Alegre” que fue un dechado de boyantía y fue aplaudido en el arrastre, mientras para su matador hubo división de opiniones. Cosa encomiable, pues provoca pasiones, quedando en incógnita interesante lo que este singular matador pueda dar cuando madure…

Al final de cuentas, el peso de la púrpura superó la voluntad de El Pana. No estuvo absolutamente mal, pero se vio superado por las circunstancias de ese momento y quienes esperaban ver en la corrida de su doctorado una prolongación de los triunfos obtenidos en la temporada novilleril anterior, quedaron de alguna manera, defraudados.

Pepe Rodríguez, en su libro antes citado, lo resume de esta manera:

“EL PANA” recibió la borla de matador de toros con el toro “Mexicano” de Campo Alegre, con el que estuvo voluntarioso y bien a secas, sin lograr el triunfo grande, lo mismo sucedió con su segundo, sin nada digno que comentar, salvo la pasión que empezaba a despertar en los tendidos, unos apoyaban al toricantano, y otros no estaban convencidos de la torería de este diestro, lo que no se discutía era la personalidad del mismo…

La apreciación de Pepe Rodríguez, hecha en retrospectiva, refleja en una importante medida lo que sería una gran porción de la carrera de El Pana en los ruedos, la exposición de una personalidad arrolladora que muchas veces ocultaba al gran torero que llevaba dentro. Pasarían casi dos décadas de altibajos para que la personalidad y la torería encontraran su punto de equilibrio y pudiera eclosionar la figura del toreo que había anunciado ser desde ese domingo 6 de agosto de 1978 en una novillada de selección que nadie, quizás ni él mismo, esperaba.

En conclusión

Decía el pasado domingo, a propósito de otro genio, que el camino hacia la cima no está siempre pavimentado, sino que más bien es pedregoso y lleno de baches. El caso de El Pana que se tuvo que enfrentar a todos y principalmente a sí mismo, es otro ejemplo palpable de que eso es cierto. Ya cerca del ocaso de su andar por los ruedos es cuando pudo vivir el triunfo y su final, fue quizás el que él mismo hubiera esperado, en las astas de los toros. La fiesta es y seguirá siendo porque la nutren hombres como El Pana.

domingo, 11 de diciembre de 2022

Hace 45 años: José Antonio El Capitán y Pelotero de San Martín

La Plaza México cumplirá 77 años el próximo mes de febrero. Ha sido el escenario de muchas hazañas de la fiesta que son las que han hecho que sea más que un escenario de la fiesta y la han transformado en un recinto histórico, aunque en estos tiempos que corren se intente considerarle más valor al suelo sobre el que está levantada, lastimosamente.

Una importante cantidad de novilleros han pisado su ruedo en busca de la gloria que deja el triunfo delante de los toros y algunos de ellos han terminado su paso por las primeras etapas del ejercicio del toreo avocados a ser figuras de la fiesta. Pero entre ellos, los autores de faenas que pueden considerarse de culto, son apenas una breve terna.

Algunos años antes, en El Toreo, fue Rafael Osorno quien dejó, también para la historia, una obra ante Mañico de Matancillas. Una faena que fue premiada con el rabo del astado con la que, dejó su nombre y su obra dentro de los libros de la historia del toreo. 

En el nuevo escenario taurino, primero está lo realizado por Alfonso Ramírez Calesero Chico, el domingo 14 de junio de 1964, cuando ante Monarca de San Antonio de Triana, dejó la impronta de ser un torero de alta calidad y con buen oficio. Esa tarde, la de su presentación en la gran plaza, todavía dejó más, pues, aunque recibió dos avisos tras de su faena a Chaparrito, el sexto de la función, le hicieron dar dos vueltas al ruedo.

La tercera tarde que nos dejó una obra de esas que algunos llaman de culto, fue la del domingo 18 de octubre de ese mismo 1964. En esa oportunidad fue el entendimiento entre Jesús Solórzano y Bellotero de Santo Domingo, en una tarde en la que, a diferencia entre lo ocurrido unos meses antes, desde las tribunas pedían el indulto del astado, pero Jesús Solórzano se fue tras de la espada para obtener el rabo del novillo.

Tres tardes en las que, un aspirante a ser matador de toros, se inserta en la historia y en la memoria colectiva. Tres tardes dentro de muchas, que quedaron para la posteridad.

José Antonio Ramírez El Capitán

Es el segundo de los hijos varones de Calesero. Dados sus antecedentes familiares, difícil sería que hubiera dedicado sus afanes a ser otra cosa que no fuera ser torero. Se vistió por primera vez de luces aquí en Aguascalientes, el 5 de noviembre de 1967, en un festejo que da la impresión de querer ser una especie de encore de otro, ocurrido el 16 de agosto de tres años antes, cuando se anunciaron en el cartel los hijos del nombrado Poeta del Toreo, de El Rey del Temple y de Armillita.

En esta nueva oportunidad los actores eran los hijos de Fermín Rivera, Antonio Velázquez y por supuesto El Capitán, representando a la dinastía de los Ramírez de nuestro Barrio de Triana. Curro Rivera era el más avezado de los tres debutantes en esta tierra, aunque la tarde de José Antonio Ramírez se saldó con una excelente impresión, según lo contó en su día don Jesús Gómez Medina:

...el chaval, amén de tener simpatía, exhibió al torear de capa a la verónica un estilo de auténtica cepa caleseril; lo que equivale a decir buen estilo. Pero, además, se mostró más valiente, más decidido de cuanto fuera de suponerse... Con la muleta, especialmente, José Antonio, a cambio de explicables torpezas, está siempre en terreno del enemigo, obligándolo, insistiendo para hacerlo embestir. Y luego lo lleva en el engaño con temple y medida, y corre la mano y liga los pases con arte y limpieza. Naturalmente en ocasiones se ve en aprietos; más por encima de todo queda en el recuerdo la evidencia de un toreo de calidad y de una decisión, de una valentía que permiten presagiar un brillante futuro al novel lidiador...

Eso le llevó a recorrer diversas plazas en nuestro país y se presentaría en la Plaza México el 27 de septiembre de 1970. En la novillada de triunfadores de la Feria de San Marcos de 1972, fue el ganador del Cristo Negro del Encino y en el siguiente agosto, de nuevo en la Ciudad de los Deportes, se estrelló con un muy duro encierro de Zamarrero, que le llevó a replantearse el destino de su vida y tras de pasaportar al cuarto, se desprendió el añadido y lo dejó en el centro del redondel. Esa fue la única ovación que se escuchó esa tarde. Escribió el anónimo cronista que dejó su parecer en El Siglo de Torreón el lunes 21 de agosto de ese año:

José Antonio, en el que abrió plaza, tras sufrir una aparatosa cogida sin mayores consecuencias… se desconfió y tras breve labor de aliño mató con media estocada. Peor aún anduvo en el lidiado en cuarto turno… motivando que la gente se metiera fuerte con él y la bronca arreció cuando necesitó de tres pinchazos y estocada para terminar con el astado. Fue entonces cuando se fue a los medios y allí se despojó del añadido…

Parecía que un torero se iba de las plazas.

Volver para triunfar

A principios de 1977 José Antonio Ramírez volvía a vestirse de luces. Lo hacía de la mano de Humberto Vega, criador de toros de lidia, que lo llevó a El Progreso en Guadalajara, en tarde en la que, si bien fue Jorge Gutiérrez el que se alzó como el triunfador, la impresión que le causó a Francisco Baruqui, cronista en esos días de El Informador de Guadalajara:

La buena escuela y los justos procedimientos son cualidades que deberá aprovechas José Antonio Ramírez “El Capitán”, poniendo mayor decisión…

Regresaría a la capital tapatía en el mes de mayo y a la Plaza México el 18 de septiembre siguiente, en tarde en la que, según Daniel Medina de la Serna, se le vio así:

José Antonio Ramírez, llamado “El Capitán”, se había desprendido del añadido en señal de retirada después de su lamentable última actuación; cuatro años más tarde consideró que todavía podía hacer algo en los redondeles y reapareció en los de provincia; aquí en la México lo hizo el 18 de septiembre (15ª) y se mostró hasta voluntarioso y aun se puede decir que hubiera cortado un apéndice si no hubiera sido por sus deficiencias con el acero…

Esa tesonera actuación le valió ser repetido el 9 de octubre siguiente. Quizás con la idea de que le sirviera de telonero a los hermanos Guillermo y Manuel Capetillo, quienes se habían convertido en la sensación del último tramo de ese serial novilleril. La terna enfrentaría un encierro de San Martín, del que, un día me contó don José Chafik, lo había vendido al apoderado de El Capitán, quien tenía la idea de llevarlo a Guadalajara, para que, en la Feria de Octubre, lo lidiara allí su torero junto con dos de los triunfadores de la capital. Pero don Nacho García Aceves tenía otra idea y al final, Humberto Vega convenció al doctor Gaona para que se quedara con él y de que pusiera a su torero con el mismo.

Así, la tarde de ese 9 de octubre de 1977, ante una muy buena entrada en los tendidos, quedó todo preparado para que se escribiera una de las tardes más importantes de la historia de la Plaza México.

El Capitán y Pelotero

El cuarto de la tarde fue el número 95, negro entrepelado y bragado, al que se le anunciaron 418 kilos en la tablilla. Mal saltó al ruedo y a la derecha de la puerta de toriles saltó un espontáneo que, con una muleta sin armar, le dio tres o cuatro faroles de rodillas que fueron aclamados. Como pudo regresó a los tendidos y dejó visto al novillo. Alrededor de un año después, ese espontáneo, que no era más que Rodolfo Rodríguez El Pana, iniciaría por su cuenta, en el mismo ruedo, a escribir su propia historia y a construir su leyenda.

El Capitán, criado entre toreros y ganaderos, pudo percibir, del comportamiento del novillo ante el anarquista de la fiesta, que tenía una perla en sus manos. Y se decidió a aprovecharla y a crear una obra cuya historia se quedará para siempre entre nosotros. Escribió don Carlos Loret de Mola Médiz, firmando como Luis Soleares, lo siguiente:

“El Capitán”, sin inmutarse, dibuja tres verónicas y rebolera. Y en el quite – no permite intervenir a sus alternantes, “lagarto” … –, alterna caleserinas con fregolinas y remata con larga cordobesa. Ahí sí. No puedo dejar de acordarme del 15 de noviembre de 1946. cuando "Calesero" – alternando con “Manolete” y “Armillita”, que inmortalizó esa tarde a “Nacarillo” –, pintó en los medios de esta misma plaza la más bella larga cordobesa de la historia… Cuida del toro con cabeza de verdadero as. No deja que ningún capote se lo estropee. Manda banderillear a los subalternos con tacto… Cita, muleta en mano, en el centro del redondel, y ejecuta un perfecto péndulo de calosfrío. Repite el viaje “Pelotero”, de largo, y da Ramírez el pase de la muerte y en el tercer cite a distancia, otro péndulo superior. Derechazos, cinco con corte pinturero, avanzada la pierna, vertical el cuerpo, imperativo el brazo, ágil la muñeca de donde escapaba el duende, sobre todo cuando cambia de mano y deja caer la pañosa, con la izquierda, en un imperial doblón… Naturales. Varias series con el primor de un cartel de feria buena en Sevilla. Muy desdeñosa, con pereza y con magia, corre la muleta pequeña como el pétalo de un clavel. El pase de pecho redondo, interminable. Luego, los diestros de vuelta entera. Les precede uno girando de contrario, derecho hacia la izquierda, de círculo completo. Corre mano, todo ello en los medios, como lo que es: un grande de la fiesta, cuando quiere levantar la espada, el grito del pueblo la detiene, el juez indulta y todavía ofrece “El Capitán” más derechazos y un afarolado…

Esa tarde tuve la fortuna de estar en la plaza, de ver la realización de una obra de esas que nunca se van a olvidar, de poder apreciar la labor de un torero del que, no se esperaba una realización de tal magnitud, pero que entendiendo al toro que tenía delante, le esculpió una faena histórica.

Reflexionó el citado Luis Soleares acerca de la inevitable comparación que se haría entre El Capitán y su padre, Calesero:

“El Capitán”, se reveló como un grande del toreo, pero para muy largo. Llegó a quedarse. Hijo de “Calesero”, no se parece su toreo al de Alfonso Ramírez. Poetas ambos, claro, pero muy distintos son sus versos. Yo vi al incomparable hidrocálido en su tiempo de novillero y en su largo peregrinar por los ruedos y estuve en su despedida. Puedo decir, a medio siglo de haber ido a mi primera corrida, que a Alfonso lo admiré en todos sus tiempos que su capote era un envío de los ángeles a los hombres y que sabe de toros como si los hubiera inventado, pero no hizo nunca una faena de esa dimensión artística precisa. Hizo probablemente, de modo aislado, cosas más depuradas y finas, pero “El Capitán” no llegará y pasará a la historia como el hijo de “Calesero”, sino como José Antonio Ramírez…

Lo que después siguió

José Antonio Ramírez Ibarra despegó de allí para recibir la alternativa, que se anunció para el sábado 10 de diciembre de ese mismo año. Le apadrinaría Paco Camino y saldría como testigo Eloy Cavazos, ante toros de Torrecilla. El toro de la ceremonia se llamó Mariscal y escribiría el mismo Luis Soleares, que fue una tarde fría para El Capitán.

El Capitán sumaría entre el calendario de su doctorado y el siguiente, apenas una docena de festejos, para en silencio, dar por terminado su paso por los ruedos.

Otros recuerdos personales de la fecha

Ese domingo en la mañana, junto con Luis Armenta, Javier Gil Ortiz, Jorge del Rincón, Genaro de la Torre, Enrique Terrazas y algunos más que ya mi memoria no guarda, estuvimos en el Estadio Azteca para ver a la Selección Mexicana golear a su similar de Haití, en preparación para el campeonato mundial del año siguiente. Del futbol nos fuimos a los toros, fue un domingo redondo, sin duda.

domingo, 1 de mayo de 2022

La Feria de San Marcos hace medio siglo (X)

El Capitán se lleva el Cristo Negro del Encino

La Feria de 1972, que teóricamente se cerraría el 1º de mayo de hace cincuenta años, era la fecha de la celebración de la vigésimo segunda novillada de la temporada 71 – 72, y afirmo que era el cierre del serial en teoría, porque en la víspera se anunció una corrida de toros, que, por su naturaleza, tendría el carácter de extraordinaria, para el viernes 5 de mayo siguiente. Únicamente se puso sobre el papel un encierro de La Punta, que de acuerdo con los apuntes dados en fechas anteriores era descomunal y a Jesús Solórzano como actuante en ese singular festejo.

La nota previa al festejo aparecida en El Sol del Centro la víspera del festejo, entre otras cosas relata lo siguiente acerca del cartel anunciado y de los tres diestros locales que actuarían en esa tarde:

El cartel, es positivamente extraordinario, alternan: Arturo Magaña, José Manuel Montes, José Antonio Ramírez “El Capitán”, Gabriel Soto “El Momo”, David Cavazos “El Vito” y Pepe Luis Sánchez, que se enfrentarán a seis bien presentados novillos de la acreditada ganadería de Pastejé… Arturo Magaña de todos es conocido que inauguró con el pie derecho la temporada de novilladas el pasado domingo en la Plaza México, siendo el primer novillero en cortar un apéndice y es que el hidrocálido está dispuesto a llegar pronto a la alternativa de matador de toros… José Manuel Montes, el popular “Ratoncito”, un valor a toda prueba, un novillero de una entrega total ante los astados… Finalmente, Pepe Luis Sánchez recibe de nuevo la oportunidad de alternar ante figuras ya consolidadas y ello debe impulsarlo a estar a tono con ellos, cumpliendo con satisfacción y para demostrar a los aficionados que en él hay una futura figura…

El día del festejo, el mismo diario decano de esta capital, se refirió al festejo a celebrar en los siguientes términos:

El cartel es de los más postineros que se han presentado en cuanto a novilladas de feria se refiere y es que se quiere dar una culminación brillante para que la afición, reciba el justo premio a lo que se pide y a lo que se exigirá a los seis alternantes cuyo sello de triunfadores   justifica la expectación desbordante que existe y que ha logrado hacer que el boletaje esté a punto de agotarse o lo que es lo mismo, habrá plaza llena y con un público dispuesto a tributar sin limitaciones la ovación espontánea a quien logre bordar la faena llena de arte, valor y plasticidad que se espera…

En la prensa se refleja el interés que despertaba la novillada y que, al socaire de lo sucedido en los siete festejos mayores celebrados con anterioridad, tenían a afición y público metidos en el ambiente que genera la fiesta de los toros. Así, la intención de animar a asistir al mismo, era evidente en la actividad del escribidor de entonces.

Un festejo accidentado

El primer resultado que se conoció del festejo, por la cabeza de la crónica que escribió Everardo Brand Partida del mismo, es que tres actuantes se fueron a la enfermería. Fueron don Alfonso Pedroza La Gripa, que, al ser volteado por el tercero de la jornada, se golpeó contra el estribo de la barrera y se hizo una herida de consideración en la cabeza; Pepe Luis Sánchez, que no mató ninguno, se fue para adentro al ser herido por el quinto y Arturo Magaña, al tomar su quite en el sexto, también fue herido y pasó a la enfermería. Como veremos más adelante, esos percances no se debieron a que los lesionados fueran precisamente unos indocumentados.

Inconsistencias entre lo ofrecido y lo anunciado

El festejo se anunció a las cinco de la tarde. En el cartelillo anunciador de la novillada publicado el 30 de abril, señalaba como hora del inicio las cuatro y media de la tarde, pero al día siguiente la hora del inicio se corrigió y se anunció en congruencia con la del comienzo de los demás festejos de ese ciclo ferial, es decir, las diecisiete horas. No obstante, el enojo del cronista por ese hecho se hizo patente:

No cabe duda que entre la afición hidrocálida hay efervescencia, hay verdaderos deseos de ver toros, prueba de lo cual es el lleno que registró el Coso San Marcos, en el que se suponía era el último festejo ferial. El tendido cálido, desde las 16:30 horas – cuando debería comenzar la novillada conforme a los carteles y los anuncios oficiales que se hicieron previos a la celebración del festejo – estaba materialmente abarrotado y las localidades de sombra y numerados se completaron ya para las cinco de la tarde. Muchas y muy marcadas irregularidades, que el público, ese complaciente público tolera, la espera innecesaria de media hora, en tanto se llenen los tendidos…

Por otra parte se presentó el hecho de que el encierro anunciado en los programas fue de Pastejé, propiedad en esas calendas de don Francisco Madrazo Solórzano, pero al ruedo saltaron seis toros – por su catadura – con el hierro de La Punta y el cronista de El Sol del Centro, montó en cólera:

Se anunció “Pastejé” ... y se “lidiaron” novillos de “La Punta”, mansos y difíciles la mayoría de ellos, que embestían con la cabeza en alto, poniendo los pitones en el pecho a los seis muchachos que iban en pos del “Cristo Negro del Encino” … queremos subrayar el engaño de que fue objeto la afición, a quien se había anunciado un encierro de Pastejé, y si bien es cierto que esa ganadería fue adquirida por Francisco Madrazo, no es esto suficiente justificación para que envíe a una plaza lo que le viene en gana. Si se anunció Pastejé, pues a enviar un encierro de esa ganadería, o por lo menos, con el fierro de la misma y no “seleccionar” seis novillos, bonitos en su presencia, hay que reconocerlo y con el peso apropiado para un festejo como el que se anunció, pero sumamente difíciles, sin estilo, sin clase, mansos y lo que es peor, desarrollando sentido, sin fijeza, que trajeron de mal en peor a los seis espadas actuantes y que echaron por tierra el festejo novilleril…

Como se puede leer, el encierro, a más de llevar marcado un hierro que no correspondía a la ganadería anunciada, fue complicado, exigió ser toreado y puso en aprietos a los muchachos actuantes. Don Everardo Brand con cierta justicia reclamó entonces un hecho que hoy en día es muy frecuente entre los ganaderos que son titulares de más de un hierro, y que consiste en que anuncian el encierro de uno y envían mezclados toros de varios de ellos, o simplemente el encierro completo de otro. Eso, en mi particular óptica, representa un fraude a la afición, sobre todo, cuando el atractivo principal de un festejo, son los toros que se lidiarán.

El triunfo de José Antonio Ramírez

Cuenta Everardo Brand Partida acerca de la actuación de El Capitán, ante el novillo que le tocó, tercero de la tarde, hace medio siglo:

El tercero correspondió a José Antonio Ramírez “El Capitán”, quien tuvo en ese torete, el mejor del encierro, aún y cuando evidenció mansedumbre y sosería. Durante el desarrollo del segundo tercio. Alfonso Pedroza se hizo aplaudir y sonar la música en su honor, tras de colocar el primer par de banderillas en todo lo alto, pero al cerrar el tercio, el novillo le ganó el viaje y lo prendió aparatosamente, estrellándolo contra el estribo de la barrera, causándole dos heridas en la cabeza… “El Capitán” logró algunas series de muletazos, pero el novillo no colaboraba, por su misma mansedumbre y sosería con el torero. Dio cuenta de él, de dos pinchazos y media muy delantera, que fue suficiente para que se entregara a los servicios del puntillero. El vástago de “El Calesero”, se tomó una vuelta al ruedo, con algunas protestas en el tendido caro…

Antes había elogiado su buena colocación en el ruedo durante la lidia del segundo, que habiendo prendido a José Manuel Montes, se evitó un percance de consecuencias, gracias al oportuno quite de José Antonio por estar ubicado en el sitio que debía estar.

Arturo Magaña, ante el primero, el otro que medio se dejó, tuvo también una faena con momentos de lucimiento y también dio una vuelta al ruedo tras de despacharlo con media desprendida y se deshizo con prontitud del quinto, el que hirió a Pepe Luis Sánchez; José Manuel Montes salió del paso ante uno de los complicados, al igual que Vito Cavazos. Por su parte, Gabriel Soto El Momo, tuvo el tercer novillo llamémosle potable, ante el cual estaba empezando a armar una faena que recababa el interés de la concurrencia que casi llenó la plaza San Marcos, cuando fue volteado y sacó un rayón en un muslo, que le hizo replantearse el camino y terminó con rapidez.

El otorgamiento del Cristo Negro

Los trofeos que se disputan en los festejos taurinos, cuando no se cortan orejas, quedan a la voluntad de la afición soberana, y cada quien interpreta el sentido de esa voluntad que se calcula por el volumen de su aplauso. Escribió en su día Everardo Brand Partida:

El trofeo en disputa, presea que tenía bien ganada el hidrocálido Magaña, fue colocada, inexplicablemente, sobre el cuello de José Antonio Ramírez “El Capitán”, quien sorteó el único torero que se dejó sacar algunos pases, pero que al igual que sus otros cinco hermanos de sangre, evidenció mansedumbre y sosería… la gente quería salir de la plaza y cuando se apresuraba a buscar las puertas para retirarse del coso, se recordó a la afición que estaba en disputa un trofeo, el del “Cristo Negro del Señor del Encino” y por el sonido local, pasaron rápidamente los nombres de Magaña y “El Ratón”, cuando se escuchó el nombre de “El Capitán” y brotaron algunas palmas, por lo que procedieron a colocarle el trofeo prendido al cuello, cuando ese Cristo, merecía estar en poder de Arturo Magaña…

No asistí a ese festejo, así que no tengo memoria personal de esos hechos, pero de la lectura de la crónica me ha quedado claro que el torero de la preferencia del cronista en ese día era Arturo Magaña. Quizás los hechos se produjeron como él lo dejó escrito, o quizás su apreciación fue interesada. Lo único real es que hoy hace 50 años, José Antonio Ramírez El Capitán, se llevó a su casa el Cristo Negro del Encino puesto en disputa en la novillada de triunfadores de la temporada 1971 – 72, celebrada en la Feria Nacional de San Marcos.

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