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domingo, 3 de noviembre de 2019

Óscar Hernández Duque, médico de toreros

Autógrafo de Paco Malgesto
dedicado a la esposa del médico
Hoy en día están en la mira de la afición los médicos que atienden a los toreros. Las graves heridas sufridas en las plazas de Madrid y Zaragoza por Gonzalo Caballero y Mariano de la Viña ponen en valor el invaluable servicio que los facultativos hacen a los hombres que se juegan la vida delante de los toros y al conjunto de la fiesta en general.

Hoy quiero recordar a un médico que, por los azares de la vida, post – mortem, resulta ser parte de mi familia. Pero su tránsito por la fiesta no deja de ser trascendente. Gracias a su labor, muchos toreros pudieron seguir adelante con su andadura por los ruedos y muchos otros, sin pasar por lo que K – Hito llamara el taller de las reparaciones, tuvieron la oportunidad de iniciar una carrera dentro del llamado planeta de los toros, porque a más de ser médico, fue un gran ser humano.

El doctor Hernández Duque

Óscar Hernández Duque nació en Aguascalientes el 16 de julio de 1908, fue hijo de Atanasio Hernández Duque y Librada Medina. Estudió medicina en la Facultad de la entonces Universidad Nacional de México concluyendo sus estudios en el año de 1936 y desde su temprana juventud se aficionó a la fiesta de los toros, integrándose a uno de los primeros círculos taurinos de esta capital, el Rodolfo Gaona.

Casa en noviembre de 1938 con la señorita Isabel Jaramillo Mayagoitia y casi al tiempo asume la jefatura de los servicios médicos de la Plaza de Toros San Marcos, misma que dejaría hasta el año de 1968 mismo en el que falleció. Independientemente de sus funciones en el servicio de plaza, el médico Hernández Duque ejerció además como Presidente de la Cruz Roja, Médico de la empresa Productos de Maíz, Director del Sanatorio La Esperanza y se dedicó a la docencia en el Instituto de Ciencias (hoy Universidad Autónoma de Aguascalientes), llegando a ser Rector del mismo.

Algunos momentos de su paso por las plazas

La profesión del médico de plaza es complicada. Me consta porque mi padre lo fue. Don Óscar tuvo además en sus manos la integridad y la vida de los toreros en los días en los que los antibióticos eran bienes primero inexistentes y después escasos. Los heridos dependían de la habilidad y del profundo sentido de la asepsia del médico que los atendía para evitar primero, una infección que podría ser mortal y después, esperar una intervención adecuada a las condiciones de la herida sufrida, para poder retornar a la actividad en un tiempo razonable.

Óscar Hernández Duque es uno de esos médicos que se tuvo que enfrentar a la otra muerte en el ruedo. El 1º de enero de 1940 toreaban en la Plaza de Toros San Marcos a caballo Conchita Cintrón, Jesús Solórzano y Alberto Balderas reses de Matancillas. El sobresaliente era el novillero hidrocálido Juan Gallo. En el quinto toro de la tarde, El Rey del Temple permitió al sobresaliente hacer un quite. Al iniciarlo, el toro lo prendió por la entrepierna y al soltarlo el toro de inmediato se observó que brotaba un chorro intermitente de sangre. Fue llevado a la enfermería. Tras de la primera intervención fue trasladado a la Cruz Roja donde se continuó la lucha por su existencia.

Juan Gallo falleció a las 9:45 horas del día seis de enero de ese 1940. El parte facultativo firmado por don Óscar decía:
...ayer a las nueve horas con cuarenta y cinco minutos falleció por herida por cuerno de toro en muslo derecho, toxemia, con destrozo de femoral, en la Cruz Roja el señor Juan Gallo, soltero, mexicano, de veintinueve años de edad…
También tuvo la necesidad de atender a toreros como Ricardo Balderas, Rafael Rodríguez, al norteamericano Rocky Moody quien años después perdiera una pierna a causa de una cornada, a Calesero, a Gregorio García, a Raúl García y a Pepe Luis Vázquez mexicano entre otros.

Y todo esto lo hacía de una manera curiosa. La infraestructura hospitalaria en Aguascalientes era escasa en esos entonces. Como él y doña Isabel no tuvieron hijos, en su casa de la calle Pedro Parga número 122, adaptó una de las habitaciones para atender allí a los toreros heridos después de haberlos intervenido hasta su total restablecimiento.

Su reputación ante los medios

José Jiménez Latapí Don Dificultades, escribió esto acerca del doctor Hernández Duque y de los médicos de su tiempo y que a fe mía, vale aún para los de hoy:
…diremos que lo único que no da olor a letrina en la fiesta de los toros es el servicio médico de plaza, y de fuera de ella; el servicio médico a los toreros, a la gente del toro… Lo único que se ha salvado de la porquería es eso, el servicio médico de la plaza, que siempre tiende la mano franca y abierta al rico y al pobre; al vencido y al vencedor. Ahí, en donde está el palco o el burladero de los santos laicos, se detiene la ola de inmundicia que cada día más trata de ahogar a esta fiesta tradicional y racial que es la de los toros… ¡Los médicos de plaza! ¡Quién ha sido capaz de llevar la cuenta de la gente salvada por ellos? El actual servicio, jefaturado por Rojo de la Vega e Ibarra tiene ya más de siete lustros dando servicio, desde que un empresario, hombre cabal, con sentido humano, que es ya casi divino por lo escaso, lo nombró. Me refiero al ex – empresario Dr. Jesús Luna Echeagaray. La roja figura de don Pepe y la magra de don Javier tienen ya todo ese tiempo en la plaza… A ellos, a Rojo y a Ibarra, representando a todos los médicos de plaza de la República les queremos rendir el homenaje antes dicho… al santo Mota Velasco y Pérez Lete en Guadalajara; a Gaspar Rubio en Morelia; a Hernández Duque en Aguascalientes; a don Pepe Contreras en la blanca Mérida… Y a los que no lo son y sin embargo de ello, llevados por su afición, por su amor a la fiesta y a la profesión médica operan y curan de enfermedades no profesionales no solo a los toreros, sino a la gente del toro… 
Como se puede ver, desde hace casi seis décadas, se reconocía la vocación del médico del servicio de plaza, que va más allá del mero servicio profesional, que implica el entregarse en cuerpo y alma al beneficio de aquellos que se someten a la atención de quienes prestan esa clase de servicios.

El testigo

Mal está que uno hable en primera persona, sobre todo cuando se trata de asuntos propios. Pero en esto que nos ocupa, hay razón para hacerlo. Mi padre fue el médico personal de don Óscar Hernández Duque quien falleció el 14 de septiembre de 1968 y fue también quien recogió el testigo en la jefatura de los servicios médicos de la Plaza de Toros San Marcos, donde permaneció un par de años a cargo.

En conclusión

El médico de plaza no es solamente un profesional especializado. Es una persona que transmite ánimo e ilusión a quienes salen al ruedo a jugarse la vida y representan con su mera presencia en su contraburladero, un sentimiento de seguridad en el sentido de que si las cosas se tuercen, allí estarán ellos para tratar de llevarlas a buen puerto.

En alguna oportunidad, por razón de un cargo público que ocupé, le dije a un amigo y condiscípulo torero espero no tener que servirte y él me contestó que esa es exactamente la respuesta que los médicos de las plazas les dan cuando les saludan en los patios de cuadrillas, pero me decía, resulta siempre un gran alivio saber que allí están, siempre a la orden.

Nota aclaratoria 1. - Transcripción del autógrafo de la imagen: “Con todo mi respeto para la esposa de un Médico, Médico de toreros y por eso un hombre casi superior. Paco Malgesto. 1945”

Nota aclaratoria 2. - Los subrayados en el texto de Don Dificultades son obra de este amanuense, pues no aparecen así en su versión original.

miércoles, 28 de abril de 2010

Las cornadas no se curan solas

Los amigos me preguntaban desde el sábado 24 si escribiría sobre este tema. Mi primera respuesta fue negativa. Mi primera impresión, visto el movimiento informativo que se produjo, fue el de no entrar en el juego perverso que los medios generaron en torno a un acontecimiento como este, pero al paso de las horas y después de los días y después de que mi afición y mi interés – más por el hombre que por el torero – de saber la evolución de la situación me hacían conocer infinidad de versiones públicas que distorsionan la realidad, porque afortunadamente; por una parte tengo acceso a conocer información cierta de primera mano y por la otra, la vida familiar me ha aportado conocimientos acerca de casos como peste que me enseñan que lo que es vox populi, no es necesariamente vox dei. Por eso es que como escribiera Ramón López Velarde en su Suave Patria, alzo la voz a la mitad del foro y por una parte diré lo que pienso y siento y por la otra, intentaré poner los puntos sobre algunas íes, porque creo que José Tomás, Aguascalientes, los integrantes del Equipo Médico de la Plaza Monumental Aguascalientes y del Hospital Miguel Hidalgo y hasta los medios de comunicación merecen respeto y en la vorágine de versiones ridículamente encontradas que se han producido, lo único que veo es eso, ausencia de respeto, pues al hombre se le valora poco, se le ignora más y se le confunde mucho.

El torero y el hombre

El pasado martes 20 tuve la oportunidad de atestiguar un gesto inusual en un torero. José Tomás, a través de la Fundación que preside, puso a disposición de 500 estudiantes de bachillerato de Aguascalientes, becas que se aplicarán a personas en estado de necesidad o que se distingan por sus méritos académicos. La motivación del otorgamiento de esos estímulos la sustentó el diestro en la necesidad que casi siempre se tiene de tener un punto de apoyo para iniciar la consecución de una meta que se ha fijado para la vida. No basta querer ser, sino que se requiere tener los medios necesarios para lograr serlo, dijo en la ocasión.

Yo había cruzado algunas palabras con José Tomás en 1996, durante la presentación de un libro sobre el centenario de la Plaza de Toros San Marcos. Meras intrascendencias fue lo que comentamos ese día. El pasado martes tuve la oportunidad de volver a hacerlo durante unos cuantos minutos y ya no fue tan intrascendente el motivo. Tampoco se refirió a lo que hace en los ruedos y vaya que resulta complicado hablar con una figura pública cuando se trata de separar la arista que es de todos conocida, de la que tiene un espacio más reservado.

Allí percibí a un hombre con firmeza en sus ideales, transparente en su proceder y sincero en su expresión. Lo que dijo al momento de signar el convenio con el Gobernador de Aguascalientes, Ingeniero Luis Armando Reynoso Femat – por su conducto se aplicarán las becas – refleja con claridad su manera de ser y de ver la vida y tan es así, que nadie, absolutamente nadie se ha atrevido a señalar su compromiso con la formación para la vida de los jóvenes hidrocálidos como un montaje previo a su presentación en la Plaza Monumental Aguascalientes.

Cuando se es así, no se puede acometer actividad alguna de otra manera. Por ello es que en el ruedo José Tomás se comporta como lo hace. Su valor es sincero.

Recuerdo que hace más o menos 16 años discutía con Ricardo García, Caminito, hoy un destacado subalterno, sobre el valor de José Tomás ante los toros. Él afirmaba que le parecía un valor inocente, un valor que corría el riesgo de derramarse por el primer agujero de una cornada. Mi postura era la contraria, pero tenía que concederle el beneficio de la duda – Caminito se pone delante de los toros y yo no – aunque mi argumento de una expresión sincera siempre que le veía, era lo único que me daba la posibilidad de sostenerlo.

Cuando daba vueltas a este asunto de la sinceridad, recordé una lectura de hace bastantes ayeres, en la que se explicaba el origen del término y se decía que una escultura de mármol era sincera cuando el escultor no había utilizado la cera para ocultar imperfecciones o errores en su realización. La sinceridad pues, tratándose del carácter de las personas, resultaría ser la limpieza y la perfección de éste.

A mí no me queda duda entonces de la limpieza del carácter y de las intenciones de José Tomás este abril en Aguascalientes, ni como hombre, ni como torero. Su compromiso como persona quedó definido cuando marcó el tránsito de la caridad silenciosa – una sublime virtud – hacia el compromiso de suplementar una de las grandes necesidades de nuestros días.

Como torero, también mostró ese limpio carácter cuando salió a dar a la afición que le vio nacer como figura de los ruedos lo mejor de sí, sin dejar de mantener la verticalidad humana que le caracteriza. El torero soportó la falta de respeto que un juez de plaza – cegado por sus preferencias personales – le hizo al otorgarle una sola oreja por una faena que bien merecía las dos - a mi juicio - y sin necesidad, intentó satisfacer a quienes llenaron – con evidente sobrecupo – la plaza para verle triunfar, no obstante que Navegante le había advertido desde los lances de recibo que por ese lado izquierdo era materialmente intratable.

Alguien con escasez de esos valores pudo haber exhibido al toro – quizás a los dos de su lote – y haberse amparado en el viento que sopló toda la tarde para salir del paso sin pena ni gloria, pero entero, sin mancha y a esperar el mañana, que ese, seguramente llegaría.

El problema comienza cuando el bagaje valorar y formativo de las personas les hace obrar de otra manera, el dejar las cosas pasar, el salir a esperar el mañana es una comodidad que les resulta impermisible. ¿Qué conlleva más riesgo? Sí, pero generalmente también representa la diferencia entre trascender o no hacerlo. Por eso es que José Tomás ha trascendido.

Más de cien palabras, más de cien mentiras…

Los grandes acontecimientos generan grandes ríos – revueltos – de información. En adición, la era digital nos da espacio a todos para echar nuestro cuarto a espadas casi sin cortapisas, donde la única medida será nuestra propia concepción de lo que es la verdad y el justo medio de las situaciones en los casos en los que expresamos nuestra opinión, porque aunque el opinar es decir lo que pensamos acerca de algo, ese justo medio es el punto de equilibrio que deja las opiniones en una vertiente de claridad en las que pueden ser entendidas y apreciadas, porque hoy y siempre ha sido evidente que los radicalismos, ni se comprenden, ni llevan a parte alguna.

Leo a José Luis Vadillo en la bitácora de toros del diario madrileño El Mundo y hace, a muchos kilómetros de distancia, no sé si por meras inferencias o malintencionadamente guiado, las siguientes afirmaciones:


…el drama vivido en Aguascalientes demuestra que los taurinos se han confiado. Los toreros suelen ser gente supersticiosa y despreocupada. Ni por un momento se paran a pensar en el estado del quirófano del coso donde mañana se jugarán la vida. Lagarto, lagarto… Las figuras deben tomar cartas en el asunto y promover un cambio en otros países como lo hubo aquí hace un cuarto de siglo. No hay que esperar a que una muerte marque un cambio reglamentario…

En el mismo diario, pero en su edición correspondiente al lunes 26 de abril, el enviado especial Jacobo G. García afirma, evidentemente sin conocimiento de causa:


No deja de repetir que "se trató de un trabajo colectivo", pero durante muchos minutos, cuando la sangre formaba un charco bajo la camilla, cuando su hermano tuvo que abrir con sus manos el traje de luces o cuando su amigo Fernando Ochoa tuvo que apretar con sus manos el suero, su voz se levantó sobre el resto. Y lo hizo para salvar la vida a José Tomás, impidiendo que fuera trasladado a un hospital sin ser estabilizado previamente, evitando que se perdiera un tiempo precioso y haciendo que se empezara a operar incluso sin anestesia…

…No hay precedentes en esta plaza de una cornada de esta gravedad y por desgracia sólo nos damos cuenta cuando pasan las desgracias", señala Ochoa. "Estuve hablando con el presidente de la asociación de matadores porque una plaza como ésta, y de esta importancia, tiene que estar preparada. Por suerte, el hospital estaba cerca y llegó la sangre a tiempo, pero si esto llega a pasar en otro sitio y con otros médicos, no lo cuenta", señala a la puerta del hospital donde está ingresado su amigo.

Está claro que la clínica no estaba al 100%, el gran éxito fue el trabajo de los médicos". Y ahí es donde vuelve a aparecer el nombre del doctor Alfredo Ruiz. "En la enfermería había gritos y muchos nervios pero aquel descontrol estaba controlado por el doctor Ruiz, que dirigía todo. Gracias a él José Tomás sigue vivo. Cuando el propio doctor explica cómo tomó la decisión de empezar a operar contesta: "Fue una cuestión de segundos y, aunque le dolió, había que sacarlo vivo de la plaza", resume…

A ambos les tengo que refutar. Y es que los dos son ignorantes de nuestro idioma – se les ve el plumero, como dicen allá en su tierra – al no comprender la diferencia entre un quirófano y una enfermería, entre una clínica y un hospital – quizás deberían coger un diccionario – y son también ignorantes de las técnicas más modernas de tratamiento de las heridas por asta de toro. Se ve que ignoras la existencia de un protocolo universal conocido como Programa Avanzado de Apoyo Vital en Trauma (ATLS por sus siglas en inglés), que en México y todo el mundo taurino – a excepción de España, al menos no al completo Máximo García Padrós dixit – se aplica a los toreros heridos desde hace casi dos décadas y que ha motivado en primer término, que a los toreros ya no se les intervenga en las enfermerías de las plazas y en segundo lugar, que en esas enfermerías – no quirófanos, de esos solo hay en los hospitales – se tenga lo necesario para estabilizar al herido y trasladarlo al centro sanitario donde se le dará la atención completa, con todo lo necesario para resolver cualquier contingencia que se presente en ese tratamiento.

El protocolo ATLS está diseñado para evaluar el estado del lesionado con precisión y rapidez; reanimarlo y estabilizarlo, para después trasladarlo a un hospital en el que pueda recibir una atención óptima. A su vez, la fase de evaluación y estabilización incluirá las etapas de control cervical y preservación de una vía aérea permeable; la preservación de la ventilación y respiración del lesionado; el control de hemorragias y mantenimiento de la circulación del lesionado; la vigilancia y restauración del déficit neurológico, si lo hubiera y la exposición y control de la temperatura del lesionado.

Las prioridades del tratamiento siguen precisamente ese orden y son pre – hospitalarios, pues está demostrado estadísticamente que un cuidado apropiado, ofrece una mejora sustancial en el pronóstico del lesionado. El protocolo ATLS es reconocido universalmente como el procedimiento más avanzado para atender un paciente traumatizado – de cualquier índole – dentro de la primera hora después del accidente, independientemente del tamaño del centro sanitario en el que vaya a ser atendido.

Esa es la metodología científica aplicada por el Equipo Médico de la Plaza Monumental Aguascalientes. Me consta que sus integrantes toman con frecuencia cursos ATLS para dominar su metodología y estar en aptitud de atender a los toreros heridos y agrego, que ese modo de tratamiento reconoce que es mejor para el tratamiento el peor hospital que la mejor enfermería, dada la imposibilidad de mantener en ésta el complejo de servicios humanos y materiales que en su conjunto conforman un hospital.

Aclaro: no soy médico, pero me crié y vivo entre ellos y cuando tuve que decidir que hacer de mi vida, le pegué una larga a la bata blanca almidonada y me lié la toga y me calé el birrete, pero supe escuchar y entender a mi padre que fue médico de toreros y el mejor cirujano que he conocido. Aparte, las referencias al tratamiento ATLS las consulté directamente del manual del mismo, que está disponible en la red, para quien quiera consultarlo.

Señores Vadillo y García, es sencillo obtener conclusiones, pero cuando estas carecen de sustento y sobre todo, cuando la materia de que se trata, tiene un sustento científico, más que conclusiones, se convierten en verdaderos denuestos. Cuando se tiene la oportunidad – más bien la responsabilidad – de expresarse en una tribuna de tanta resonancia como la de El Mundo, lo menos que se puede hacer, es documentarse antes de publicar algo y no hacerlo de oídas, pues como decía un colega de mi padre: es malo no saber, pero es peor inventar…

Cuando termino el manuscrito, veo que Pablo G. Mancha, de Diario La Rioja y de la bitácora Toroprensa, se hace eco de estos mismos infundios. De los otros dos no me sorprende, de Pablo sí, pues lo leído hasta esta fecha me reflejó siempre una postura mesurada ante los acontecimientos que nos presentaba, pero en la entrada que publica el día 27 de abril sobre el particular, repite casi a la letra lo que el par de El Mundo considera su verdad sobre el tema y que como ya he apuntado, carece absolutamente de sustento.

El distorsionar declaraciones obtenidas a botepronto, al calor del momento, sin la necesaria reflexión previa no deja sin efecto una verdad evidente: las cornadas no se curan solas. Así, las más de cien mentiras aquí comentadas no son como las que Sabina canta, es decir, no valen la pena.

El colmo de la desfachatez

Dejo aparte este otro infundio, porque no es producto de la ignorancia, sino de la cobardía y de la mala fe, del ánimo de ofender, de causar daño. Un sujeto, que afirma vivir aquí en Aguascalientes – no creo que gentuza de esa ralea resida aquí – y que dice llamarse Guillermo Rovira Guadarrama, hace circular por la Internet el siguiente líbelo (del que respeto su desastrosa ortografía y sintaxis):


SHOW O REALIDAD EL PERCANCE DE TOMAS EN AGUASCALIENTES.
José Tomás fue herido por el quinto toro de la tarde, “Navegante” de la Ganadería potosina de Santiago, propiedad de Pepe Gárfías. Un toro pequeño y mansurrón seleccionado especialmente para el torero madrileño-hidrocálido, como suele llamarse por acá.-

Fue cogido en el tercer pase de muleta, cuando el toro frenó su embestida a medio viaje y Tomás, distraído, fue prendido del muslo derecho.


La cornada fue a las 7:20 p.m. horario del centro de México.

A las doce de la noche no se tenía parte médico.

La información difundida por la radio de gobierno local era aparatosa, los llamados solicitando sangre A RH negativa insistentes.

El matador michoacano, radicado en Aguascalientes y cercano a Tomás, de nombre Fernando Ochoa, dijo que lo vió pálido y grave.

Los mononsabios que lo recogieron del ruedo y lo llevaron a la enfermería señalaron que había perdido “Tres litros de sangre en el trayecto”. Salió de la Enfermería el torero español a las 9:00 de la noche rumbo al Sanatorio Hidalgo de ciudad de Aguascalientes.

A las doce de la noche aún operaban al dilectante torero.

Su apoderado una hora y media antes – 10:30 de la noche- Salvador Boix dijo que se retiraba a descansar y que la situación de su poderdante era estable.

Informalmente la radio dijo que Tomás tenía una cornada grave, de tres trayectorias, que habían seccionado la Iliaca y la Femoral.

La noche ha sido un escándalo en esta ciudad que está de feria y mañana domingo celebra las fiestas de su patrono San Marcos.

No se descarta que las informaciones sean exageradas, pues Tomás es bien conocido como un torero fenicio y mediático.

Para muestra un botón, el cronista de la corrida de toros, Juan Antonio Labra, se la pasó comentando la “gran faena de Tomás s su primer toro y la obtención de sus dos orejas”.

A las once de la noche con imágenes de juez, el locutor fue desmentido, Tomás únicamente cortó un apéndice.

Insistentemente durante la corrida se privilegió la actuación del madrileño y se hizo una referencia intensa y de mal gusto a las becas otorgadas por su recién fundación creada en esta ciudad del percance.

El rostro del padre del matador fue conmovedor cuando se enteró de la cornada en la enfermería. Rictus que fue tomado por la televisión, hecho que contrasta con los comentarios de los lectores del diario capitalino más importante y de mayor circulación en el país, El Universal, en donde se expresan contrarios al matador caído por su falta de oficio, quienes recuerdan que las cornadas son errores, insuficiencias de los toreros.

Se prometió una conferencia de prensa por parte de los médicos a la media noche, en la sala del Sanatorio Hidalgo, la que no se ha dado.

La gente en la Feria de Aguascalientes dice o Tomás muere, o fue un show bien montado. En esta ciudad apostadora esta es la apuesta más cazada de la noche.

¿Tomás llega a comercializar hasta sus propios percances? ¡Vaya fiesta!

Ahora resulta que la cornada y sus consecuencias son un camelo. Que solo se trata de engrandecer el cartel de José Tomás a costa de explotar – por eso le llama “fenicio”, creo – la sensiblería que produce que un torero ha sido herido, aprovechando sobre todo el impulso de los medios oficiales de Aguascalientes.

Todo me impulsa a creer que el nombre del firmante es un pseudónimo, que el correo electrónico fue enviado desde un lugar distinto a Aguascalientes, pues hay en su redacción términos que no son comunes en el lenguaje coloquial de nosotros los hidrocálidos, por ejemplo, el Hospital Hidalgo es el Hospital Hidalgo y jamás el Sanatorio Hidalgo y el término fenicio, no forma parte de nuestra habla diaria tampoco. Así que por más que crea que con señalar que reside aquí en una presunta firma, el autor del líbelo de marras, refleja con claridad que no es de aquí y que responde a otros intereses ajenos, tanto a la fiesta de los toros, como al conocimiento de la verdad en este doloroso asunto y que lo único que pretende es denostar, ofender.

Si es taurino, me da pena su proceder, porque por gente como él es que los grupúsculos de quienes no conocen ni respetan nuestra afición se organizan, gritan y piden la abolición de esta fiesta y si no lo es, pues poco ha conseguido, porque nadie se ha hecho eco de sus falsedades y ofensas, por fortuna.

Cerrar el círculo

Con toda la información que se ha generado sobre este caso, lo único que se ha hecho es dejar al descubierto el afán de la mayoría de los medios de obtener la mayor parte de la tajada de la audiencia que produce un evento de esta naturaleza, aún a costa de la verdad. Se me podrá señalar que cada quien proclama su verdad, pero no dejemos de lado que la verdad es solo una y que esas verdades particulares, no son más que mentiras.

El problema al final del día es de respeto. Respeto a la dignidad del hombre; respeto a la dignidad del torero, pero sobre todo a la tarea del informador y a la dignidad de sus destinatarios que no tienen por que ser víctimas de las preferencias personales o de los intereses inconfesables de aquellos.

La verdad y el justo medio deben ser honrados en primer término en la tarea de comunicar, pues al hacerlo así se dignificarán los demás aspectos, dándoles el sitio y el valor que en realidad les corresponde.

Es a nosotros, como destinatarios de la información a quienes corresponde el poner fin a todas estas cadenas de denuestos e infundios, rechazando la recepción de ese tipo de información y evitando el propagarla.

La imagen que ilustra esta entrada es obra de Armando Landín - Miranda y la uso con permiso de su autor.

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