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domingo, 11 de mayo de 2025

El Toreo de la Condesa: El triunfo de Larita, la porra, Gaona y los toros de Palha

La temporada 1922 – 23 del Toreo de la Condesa constó de 22 corridas y corrió entre el 22 de octubre y el 1º de abril de este último año. Los diestros mexicanos que integraron el elenco fueron Vicente Segura, Rodolfo Gaona, Luis Freg, Juan Silveti, José Ramírez Gaonita y Salvador Freg, mientras que por el lado de los hispanos estuvieron presentes Rafael Gómez El Gallo, Manuel Mejías Bienvenida, Marcial Lalanda, Manuel García Maera, Julián Sáiz Saleri II, Matías Lara Larita, José García Alcalareño, Rafael Rubio Rodalito, Serafín Vigiola Torquito, Ángel Fernández Angelete y Pedro Carranza Algabeño II.

Los toros que se lidiaron fueron de Piedras Negras, San Diego de los Padres, Atenco, La Laguna, Zotoluca, Coaxamalucan, La Trasquila, Malpaso y Santín por los criadores mexicanos y del Duque de Palmella y Palha por los portugueses y un encierro hispano del Duque de Veragua.

El escalafón lo encabezaron Juan Silveti con 12 tardes, Rodolfo Gaona, con nueve; Marcial Lalanda, con siete; y, Maera. con seis; en tanto que las ganaderías que más toros enviaron a la plaza fueron Piedras Negras, con treinta y cinco; San Diego de los Padres, con veintiuno; y, Atenco, con veinte.

La décimo sexta corrida de la temporada

Para el domingo 4 de febrero de 1923 se anunció una corrida que inicialmente se planteó como el beneficio de Larita, pero que posteriormente se ofreció como un festejo a beneficio de la Cruz Blanca Neutral, que estaba edificando el Hospital del Niño. Para tal efecto se lidiaría un encierro portugués de Palha – anunciado como español en los programas – que Matías Lara había traído con él y le acompañarían en el cartel Rodolfo Gaona y se presentaría en el coso de la colonia Condesa el torero alcarreño Julián Sáiz Saleri II, quien ya era conocido de la capital mexicana, pero actuando en la placita de Chapultepec.

El encierro portugués, se dijo, se recuperaba del viaje trasatlántico en los prados de El Olivar, aunque mermado en uno de sus ejemplares, que pereció durante el trayecto, por lo que el sexteto se completaría con un toro de Atenco, que reglamentariamente saldría en primer término al ruedo y correspondería a Rodolfo Gaona, primer espada de la corrida.

Además, indicaban los programas anunciadores del festejo que al final del mismo, se sortearían entre los concurrentes dos mantones de Manila cortesía de Larita, estando anotado al reverso de los boletos de acceso al coso, el número correspondiente a tal sorteo. Además, se advertía, que por haber una competencia de carreras de automóviles en esa misma fecha, el festejo empezaría a las tres y media de la tarde, en lugar de a las tres, como era acostumbrado, para dar tiempo a los interesados, a asistir a ambos eventos.

El triunfo de Larita

Ya me había ocupado por aquí del pintoresco Matías Lara Larita, a propósito de la tarde en la que cortó un rabo en Madrid. Pues no se iba a ir de México sin un triunfo. No cortó un rabo, pero su desparpajo ante los toros y su absoluto desprecio por la muerte. Además, ya había comentado también su predilección por los toros portugueses de don José Pereira Palha Blanco, aquellos toros del ¡horror, terror y furor! y de los que Belmonte decía que cuando Larita se encerraba con ellos, parecía que lo hacía con gallinas. Entonces, el espacio, al menos para él, era el adecuado para triunfar.

Ante Lindero, quinto de la tarde, Larita fue visto así por Verduguillo en su crónica publicada en el Universal Taurino:

Es berrendo en jabonero, capirote, botinero, alto de agujas, y muy bien armado. Está marcado con el número 28... Don Matías provoca repetidas veces al morucho, pero, apenas si en tres ocasiones se hace tomar el percal, resultando deslucida la suerte por los largos intervalos que hay entre un lance y el otro... Guadalupe Rodríguez agarra un buen puyazo, saliendo su jaca desbocada, y sin que haya un monosabio que logre detenerla. El caballo herido da dos, tres vueltas al redondel y en una de tantas, se encuentra con Navarro, que está bregando inteligentemente para poner al toro en suerte, derriba al peón y le deja tendido en la arena; el toro hace por él, lo empitona por la parte posterior, y lo romanea aparatosamente. Todos creemos que Navarro ha recibido una cornada mortal... Cuando el herido es conducido a la enfermería, se acalla la pita... ¡Ya podían seguir chillando! … Del mismo Guadalupe y de Frontana, recibe el berrendo dos puyazos más, y pasamos a otra cosa... El Sordo clava un buen par; Rafael López un palo, y cierra Pablo Baos con un par de mucha exposición saliendo comprometido... Larita brinda a otro particular, y después hace una faena como la primera: valiente y emocionante, pero escasa de finura, Seis muletazos por alto, dos de pecho y un molinete; preceder: a un pinchazo en que el diestro se ha quedado en la cara, saliendo perseguido. Después del susto, se estrecha nuevamente con su enemigo en dos muletazos más, y perfilándose en el centro, y entrando derecho, mete toda la espada por las agujas, rodando el toro sin puntilla... Ovación grande, música, lluvia de sombreros y bastones, la oreja y regalo del particular. Olé los matadores con agallas...

Como se puede leer, Larita convenció a los asistentes con su particular tauromaquia. Quizás el toro por su comportamiento no recordara la leyenda de los Palha, aunque su pelo delatara desde lejos su origen.

La porra y Gaona

Decía antes que Gaona desde el anuncio del festejo enfrentaría para abrir la tarde un toro de Atenco, ganadería que, por confesión suya, era su favorita. Y en su segundo turno, tenía reseñado al toro número 40, curiosamente nombrado Saltillo, del hierro portugués, pero estaba escrito que esa tarde el Califa enfrentaría dos toros nacionales, porque Saltillo fue devuelto a los corrales por manso, no obstante que reglamentariamente debió ser fogueado y fue sustituido por otro de La Laguna. Ese hecho desató una tremenda bronca en los tendidos de El Toreo, pues se exigía que el sustituto fuera del hierro titular de la tarde, no obstante, el anuncio de que solamente había cinco toros de Palha disponibles ese día. Sigue contando Verduguillo:

El público quiere que la reserva sea nada menos que de Palha. ¡Pero hombre, por Dios!, si estamos viendo que el primer toro fue de Atenco precisamente, porque sólo había cinco de Palha, ¿cómo va a haber reservas de Palha? … El substituto es de La Laguna, o como si fuera, de Palha mexicano. En medio de morrocotuda bronca, Rodolfo se abre de capa y da cinco verónicas buenas. Aumenta la pitería…

Gaona había batallado con el de Atenco, que fue manso y bronco y el de La Laguna comenzó siendo suave y fácil, pero llegó al final escaso de fuerzas, lo que sumado a la indignación popular por no ser de Palha, ocasionó que se abroncara a su matador.

La crónica que escribió Gonzalo Espinosa Don Verdades para el diario Excélsior, señala como responsables de la bronca al sector de la afición conocido como la porra:

Sabemos todos que Rodolfo Gaona es y sigue siendo nuestro torero favorito, no tanto por partidarismo ni por ridícula patriotería, sino porque el leonés se ha encumbrado después de jugarse la vida tarde a tarde, durante quince años y por haber sostenido una ruda competencia con tres generaciones de toreros... Hay que recordar la tarde en que reapareció Rodolfo, después de haber estado ausente de la patria por siete años. La ovación que se le tributó esa tarde fue unánime, al igual que las que se le siguieron tributando en las grandes tardes que tuvo... Por desgracia de la afición nació la “Porra” y un grupo de incondicionales a los que yo no puedo calificar como buenos amigos de Gaona, principiaron a sembrar las disensiones entre el público, pretendiendo opacar a cuanto torero al lado del leonés. ¡Y qué torpe proceder siguieron! ¡Cómo si Rodolfo necesitara de esto, cuando todos sabemos el torero que ha sido, es y seguirá siendo! … El resultado de esta labor lo está sufriendo hoy Rodolfo... ¿Y quiénes son los responsables de ello? ¡Hay que decirlo claro! ¡La Porra y sus directores! Este grupo, queriendo incensar a nuestro gran torero, solo le ha causado perjuicios y se los seguirá causando... Un torero de la talla de este diestro no necesita de “claque”, él solo se impone y sabe conquistar a los públicos... El día que la Porra desaparezca, todo el público volverá a hacer justicia a Gaona y a aclamarlo como siempre lo ha aclamado por sus justos merecimientos...

Y es que la porra, de ser un grupo de aficionados independiente, que se dedicaba a exigir a los toreros sin importar su nombre, se fue convirtiendo, en un grupo decididamente de filiación gaonista. De su origen y resurrección a partir de 1908, escribió Verduguillo:

Por primera vez volvió a palparse la presencia de la Porra cuya acción se había amortiguado desde la muerte de Montes. Volvieron a escucharse los gritos de aliento para el “Indio” y las manifestaciones hostiles para los que con él alternaban. Actuaban los porristas por su propia cuenta pues ninguno de ellos recibía órdenes ni favores del “Califa”, le servían porque servían a la causa taurina que consideraban justa. Si alguna vez “Chano”, el apoderado de Gaona, pretendió obsequiar un boleto a algún porrita, éste lo rechazó indignado: “Dígale usted a Gaona que no necesitamos de él para nada”... Había en la porra médicos, abogados, estudiantes, empleados de comercio, burócratas, ferrocarrileros, propietarios de fincas, etc...

El germen del gaonismo estaba allí, pero al decir de Rafael Solana, se respiraba cierta libertad. Comparando lo escrito por Don Verdades tres lustros después, da la apariencia de que esa diversidad de criterios ya había desaparecido y se había unificado en uno solo.

El encierro de Palha

La corrida de Palha tuvo una calificación de ser mediana, ni buena ni mala, dijo Latiguillo en su crónica de El Demócrata, pero el segundo de la tarde fue un toro sobresaliente según el mismo cronista:

Tomó siete varas a ley, es decir, arrancándose desde largo, sin rehusar un solo momento la pelea y ¡qué pelea! la que hacen los astados de bandera... los toros que por tener verdadera sangre brava debajo del pelambre, no se duelen al castigo sino más bien, con él se crecen, como se creció el primoroso cárdeno cuya pelea llena de arrogancia y nobleza, quedará como un recuerdo en la memoria de la afición que ayer, haciendo justicia a “Lancero” – que así se llamaba este animal – cuando era arrastrado por las mulillas, le dispensó suntuosos funerales y le tributó honores de capitán general... y pidió que a semejante dechado de bravura y poderío lo acompañara al destazadero, no la marcha fúnebre de Chopin, sino la alegre diana, la autóctona fanfarria con que demostramos nuestra jocundia y premiamos a los que han merecido bien nuestra admiración; lo mismo a Fleta – ¡hum! – tenor de la época... que a un toro de Palha, si el tal toro, como el de ayer, da en la pelea el sonoro do de pecho de su nobleza y pujanza... Sí, este toro fue indudablemente el más bravo y el más toro que hemos visto correr en nuestra plaza desde tiempo inmemorial, igual puede ser que alguno haya salido, pero mejor que éste, ninguno...

Así pues, de la cuarteta de toros portugueses, este Lancero vino a salvar el buen nombre de su criador, quedándose, en la opinión del importante escritor de aquellos días, entre los mejores toros de la entonces reciente historia de la principal plaza de toros del país.

Para terminar

La entrada al festejo no fue muy buena. Ya decía antes que el mismo día de la corrida hubo carreras de automóviles, pero también en esa misma fecha se estrenaba en la capital la película Sangre y Arena con la actuación estelar de Rodolfo Valentino; en el teatro Arbeu se despedía la compañía de Lupe Rivas Cacho, que se iba de gira por Sudamérica y también hacía temporada María Conesa. Es decir, sin importar la presencia de Gaona en la plaza, había mucha oferta de espectáculos ese domingo. Nihil novum sub sole.

Tres días después, también en El Demócrata, Rodolfo Gaona anunciaba en una extensa entrevista que se iba a España para torear y despedirse de los públicos a partir de abril y hasta el mes de septiembre. Ya he contado por aquí las vicisitudes de esa última campaña, y los hechos de su tarde final.

Hasta el próximo domingo.

domingo, 4 de febrero de 2024

El día que Larita cortó un rabo en Madrid

Larita triunfante visto por Roberto Domingo
El Liberal, Madrid, 10/05/1921

Matías Lara Larita
es todo un caso dentro de la historia del toreo. Nativo de Málaga, estuvo activo en los ruedos como matador de toros durante diecinueve años, siendo alternativado en su tierra el 1º de septiembre de 1914 por Paco Madrid, en presencia de Juan Belmonte. No encajaba en aquel aforismo que decía que, para ser torero, había que parecerlo, porque era corto de estatura y definitivamente obeso, pero se distinguía por tener un valor a toda prueba, que le permitía enfrentar las corridas más complicadas sin mostrar apuro alguno y salir casi siempre, airoso de tales pruebas.

Juan Belmonte afirmaba que era el torero más valiente que él había conocido, por la razón de que no les tenía miedo a los toros. Y agregaba El Pasmo: “Larita” se encierra con seis Palhas y está tan tranquilo como si se hubiera encerrado con seis gallinas... usted no sabe lo que es un Palha visto de cerca, ni quiera Dios que lo sepa...

La 8ª corrida del abono de la temporada madrileña de 1921

Ese es el bosquejo del torero que fue anunciado para actuar el domingo 8 de mayo de 1921. Inicialmente iría acartelado con Curro Martín Vázquez y Pedro Carranza Algabeño II, para enfrentar una corrida portuguesa precisamente de Palha. Posteriormente el señor Curro presentó un parte facultativo que establecía que estaba impedido para actuar en esa fecha, por lo que le sustituyó Domingo González Dominguín.

La corrida que envió don José Palha no fue de esas de ¡Horror, terror y furor! que se anunciaban en los carteles como reclamo para su divisa. Revoleras, en el diario madrileño La Correspondencia Militar del día siguiente al del festejo, resume así el comportamiento del encierro:

El ganado, los terroríficos Palhas, fueron en conjunto bien presentados; hubo en ellos toda la gama de la ganadería portuguesa, desde la catedral que salió en cuarto lugar, al carabao del sexto, con unos cuernos que eran un par de lanzas, hasta el primero, más pequeño y escurrido de carnes que los demás...; pero en general, una corrida bonita, de lámina y de arrobas… La nueva Empresa sigue presentándonos «toros», y cuando en el ruedo hoy toreros con toros hechos, nos divertimos... En la pelea fueron algo desiguales...

Por su parte, don Gregorio Corrochano, en el ABC madrileño del día 10 de mayo siguiente, reflexiona:

De los seis toros de Palha, no hubo nada más que uno francamente bravo, el sexto; los demás no fueron bravos, ni los dos fogueados ni los otros tres; pero todos fueron fáciles para el torero, y nada peligrosos. Como se trata de toros portugueses, los calificamos con frase de un ganadero portugués, Gama, aquel escrupuloso ganadero, que no regateó a Murube para hacer una buena ganadería, que luego vendió a Antonio Pérez, cuando veía toros como éstos decía: “Mansos, mai sin maldade”.

Lo que sí, es que el encierro fue variopinto, como correspondía a su origen en la época, y así por su orden, salieron: Campanero, número 90, jabonero sucio; Bombita, número 67, cárdeno oscuro; Rendero, número 91, cárdeno salpicado; Guerrita, número 99, berrendo en negro; Pastor, número 63, berrendo en jabonero y Gabado, número 9, castaño.

Fueron condenados a banderillas de fuego cuarto y quinto de la corrida, los dos berrendos.

La actuación de Larita

Larita salió vestido, según a quien se lea, de tabaco y oro según El Toreo; gris y negro, de acuerdo a El Imparcial o de paja y negro conforme a La Correspondencia de España; la realidad es que era un vestido de torear que se salía de lo digamos, ordinario, como lo pretende describir P. Álvarez, en el último de los diarios citados:

El torero vestía una «toilette» casi original. No era el traje morado y negro con que toreó una nocturna y luego se fue a Teléfonos a celebrar una conferencia; el de ayer era color paja y negro. Su hechura, sus adornos, y la colocación de éstos eran el origen del comentario. En cuanto a la primera, no sabemos claramente su clasificación. Lo que sí podemos decir es que era una casaquilla ancha y larga, dando al torero un volumen aparente, mayor del que tiene, ya algo exagerado, porque Larita no es de cintura mimbreña y flexible. Más que chaquetilla, pudiera ser ranglán, «matinée», salida de teatro o copia del paletó de Fernando VII. Tal vez haya visto lo que nos recordaba un grabado de «La Lidia» antigua, en la que estaba Cúchares. Él ya lo dijo a los espectadores: soy torero antiguo… Aquellos agremanes y azabaches pudieran ser también de alguna manteleta que usaran las contemporáneas de Cúchares o la propia María Castaña…

Pues con ese desarreglo, que quizás llamaba a la hilaridad, Larita salió a jugarse alegremente la vida y se alzó con el triunfo. Pronto demostró que iba con seriedad, como lo describe Barbadillo en su crónica de El Imparcial madrileño del 10 de mayo siguiente:

Al primer bicho, cornalón y grande, y quedadote, y manso como todos – si se exceptúa al lidiado en último lugar, noble y bravo – de la temida y dura vacada portuguesa, lo principió a veroniquear muy cerca y apretado. Al tercer lance dio la res un hocicazo en un brazo al torero y lo tiró a rodar. Se alzó Larita e hizo su habitual gesto de despreocupación, y se echó a reír la gente. Fue de las pocas veces que la gente se rio. Que era anteayer “una cosa muy seria” ver a aquel hombre jugarse la vida con aquel brío, con aquel “desparpajo” – si vale la palabra –, con aquella pasmosa e inverosímil naturalidad… Peleó la res mansurroneando y tardeando y al llegar la hora de banderillear cogió el diestro dos pares de rehiletes, y después de jugar con el cornúpeta, entrecruzó los palos como si fuesen muleta y estoque para un pase ayudado, y en esta forma, a cuerpo limpio, dio el ceñido pase a la res. Es una suerte especial del torero, la hace “como quien lava” … clavó los cuatro arpones en el ancho de un duro. Fue formidable la ovación. Cogió los trastos de matar. El bicho le achuchaba por los dos lados; más por el derecho. El hombre lo trasteó, solo en los medios, brevemente, aguantando y pegando de verdad. Y se fue el bruto a las tablas del 6, y al hilo de estas tablas, dándole la espalda al toril y en donde el toro había de empujarle atrozmente, entró el diestro por dentro, se echó encima, cruzó soberbiamente y salió el animal rodado de la mano, con el estoque entero por la cruz… Así, a lo menos, es como hay que matar… Y la ovación enorme, la oreja, la vuelta, la salida a los medios, la apoteosis. Había sonado la hora de Larita…

Pero faltaba la guinda de su actuación. El cuarto de la tarde, el berrendo número 99, nombrado Guerrita por su criador fue el que le permitió redondear el triunfo ya conseguido. P. Álvarez, en La Correspondencia de España, escribió:

El toro, que había sido fogueado, estaba emplazado frente al 5, con la cabeza por el suelo y sin arrancarse. Se llegó con la muleta en la mano izquierda, y tan cerca estuvo de él, que, dándole un palo con el estoque en el testuz, el berrendo embistió, dándole dos pases, y teniendo de nuevo que avisarlo con el estoque para que se moviera… Después de tres pases dio un pinchazo que fue aplaudidísimo, media estocada, y luego hizo Larita la nota de valentía de la tarde: con el toro en los medios plegó la muleta, metió el brazo por encima del testuz y con tranquilidad grande arrancó una banderilla, sacó con ella el estoque y descabelló. La ovación fue enorme. Se le concedieron las dos orejas y el rabo, echando éste al palco de la Empresa, donde estaba D. Federico Blanco, a quien brindó la muerte del toro…

Por su parte, Gregorio Corrochano, en el ABC hizo el siguiente análisis de esta su segunda faena:

El cuarto se lo brindó a la Empresa. El toro llegó muy tardo, a pesar de los avivadores de fuego. Larita le tanteó con la mano izquierda, y como el toro no se arrancaba y estaba muy cerca, le dio con el estoque en el hocico. Entonces el toro se arrancó muy fuerte, y, a pesar de ello, Larita repitió la suerte. Tanto, esta faena como la otra fueron muy breves; éste fue el mayor acierto de Larita, pues estos toros medio mansos hay que aprovecharlos. Esto lo saben todos los toreros; lo qué ocurre es que no siempre el torero tiene decisión para aprovechar. Mató de dos medias estocadas, la primera ligeramente atravesada, y la segunda ligeramente tendida, porque el toro derrotó mucho. Y en los medios, sin el alivio de los tableros, plegó Larita la muleta, como despreciando esta defensa, sacó el estoque con una banderilla y descabelló. Más ovaciones y más orejas. Tarde completa, de conjunto, lucida...

Del conjunto de la actuación de Larita, Antonio Casero, que hacía e ilustraba la crónica en esos días para el Heraldo de Madrid, hizo las siguientes reflexiones:

Ayer vimos a un torero serio y valiente, y aunque derrochó alegrías, se vio en la plaza lo que hacía mucho tiempo no veíamos: torear, banderillear y matar, como dicen que lo hacían aquellos toreadores de redecilla y castoreño… Ayer olía la plaza a torero pundonoroso, a torero sin estética; pero con más corazón de artista que el que más tenga, y sobre todo que sacó al público del letargo que venía padeciendo… Ayer salía la gente de la plaza animosa, con cara de haberse divertido. En los corrillos, en las mesas de los cafés, en todas partes, se hablaba del éxito de Larita. ¿Qué alguien discute todavía tal o cual detalle? Discutan lo que quieran; pero lo que es indudable es que gracias a él ayer hubo alegría en la plaza y olor a torero de los que no se peinan con cosmético, y el público salió contento, que es lo que se trataba de demostrar... El triunfador Larita salió de la plaza por la puerta grande, en hombros de las huestes que lo vitoreaban...

La impronta de Larita en la historia

Antes del de Larita, se habían cortado dos rabos en la Plaza de la Carretera de Aragón, uno por José Roger Valencia, todavía novillero, el 11 de noviembre de 1918 y otro por Gallito, el 10 de octubre de 1918 y años después, Nicanor Villalta cortaría otro a un toro de Aleas, cerrando la contabilidad del coso en ese aspecto.

Así fue la tarde en la que Larita cortó un rabo en Madrid. Larita, ese torero que, al decir de Corrochano:

Yo no sé si digo bien al llamar torero a Larita. Torero, suele ser un muchacho muy atildado, de posturas estudiadas, como una damisela, que sale a la plaza a coquetear más que a matar toros. Y Larita es, un hombre gordo, muy ancho, casi apaisado, descuidado en el vestir, que no estudió la sonrisa para el tendido, y que toda su coquetería consiste en poner la barriga en la cara de los toros…

Ojalá hubiera más toreros como Larita, con menos poses y más entrega. Quizás la fiesta no estuviera hoy en entredicho.

Aviso parroquial: Una excelente recopilación del paso por los ruedos de Larita, la pueden encontrar en este sitio del blog de la Asociación El Toreo en Red Hondo. Ojalá les resulte de interés.

Aldeanos